Aldo Abram, de la Fundación Libertad y Progreso: “El BCRA llegará absolutamente quebrado al 10 de diciembre”

Entrevista a Aldo Abram: Publicado el 1/10/23 en: https://www.infobae.com/economia/2023/10/01/aldo-abram-de-la-fundacion-libertad-y-progreso-el-bcra-llegara-absolutamente-quebrado-al-10-de-diciembre/

El economista le dijo a Infobae que la suba de la percepción de riesgo país tiene que ver con la creciente fragilidad de las finanzas del Estado. Definió los prerrequisitos para salir del cepo

"Creo altamente posible una fuerte profundización de la crisis económica si se confirmase que va a ser presidente el candidato del gobierno"

«Creo altamente posible una fuerte profundización de la crisis económica si se confirmase que va a ser presidente el candidato del gobierno»

La economía ingresó en un estado de deterioro acelerado que se manifiesta en un escenario de aceleración del ritmo de inflación a una tasa de dos dígitos porcentuales por mes: 12,4% en agosto y en ese rango se proyectó para el cerrado septiembre, con expectativa de que se supere después de las elecciones generales del 22 de octubre, y doloroso aumento de la pobreza a más del 40% de la población total del país y de 56% en el caso de los menores de 15 años (casi 6 millones de personas) y casi 47% en la franja siguiente hasta 29 años.

Y si bien los datos del mercado de trabajo trajeron la buena noticia de la disminución de la tasa de desempleo, con varias provincias en la que la Encuesta Permanente de Hogares del Indec dio cuenta de “pleno empleo” -tasas menores a 3% de la oferta laboral-, también aportaron señales de alertas, como fueron las caídas de los puestos ocupados por profesionales y técnicos, que se tradujeron en una marcada disminución de la productividad laboral, y con ello de la competitividad internacional del entramado de la producción nacional, imprescindible para generar divisas y revertir la creciente acumulación de saldo negativo de divisas de libre disponibilidad en el Banco Central.

De ahí que no sorprende el aumento en la última semana de la brecha cambiaria entre una paridad comercial congelada desde el 14 de agosto y las alternativas CCL y MEP, y del índice de riesgo país, el paquete de medidas de baja de algunos impuestos e incremento de partidas de gastos en programas de asistencial, sin otro financiamiento a la vista que la emisión del Banco Central.

Frente a ese panorama, Infobae entrevistó a Aldo Abram, economista y director de la Fundación “Libertad y Progreso” para analizar esa dolorosa coyuntura y sus expectativas para el corto plazo, frente al próximo cambio de gobierno.

— A la luz de los indicadores socioeconómicos que difundió el Indec para el primer semestre, y las medidas que tomó Economía desde las PASO ¿Qué cabe esperar para el resto del año?

— En la medida que las elecciones vayan confirmando un cambio de rumbo, la percepción de riesgo disminuirá. Sin embargo, si se incrementa la probabilidad de que se mantenga la actual gestión, el tembladeral será mucho mayor. Incluso, creo altamente posible una fuerte profundización de la crisis económica si se confirmase que va a ser presidente el candidato del gobierno. Es difícil imaginarse al FMI renegociando el actual acuerdo de Facilidades Extendidas, que está muerto, con alguien que perseverantemente incumplió sus promesas y a pocos días de haberlas hecho.

La actual alza de la percepción de riesgo país que muestran los mercados tiene que ver con la creciente quiebra del Estado y del Banco Central que está generando el Gobierno, profundizada por el “Plan Platita” para que gane Sergio Massa. Si no ha derivado en una crisis hiperinflacionaria es debido a que hay expectativas de cambio de rumbo a partir del 10 de diciembre.

Que se espere un nuevo gobierno, que haga las reformas de fondo que son necesarias para que el país vaya a la normalidad, es lo que permite contar con el apoyo de los países más importantes, manifestados especialmente en la actitud paciente de los organismos internacionales. El generoso acuerdo con el FMI y las sucesivas renegociaciones de metas, que saben serán incumplidas por el actual gobierno, no hubieran sido posibles si se pensara que va a continuar la actual gestión. Esta expectativa también hace que ahorristas e inversores locales y extranjeros no se deshagan más rápidamente de los pesos y activos en moneda local e, incluso, que algunos aprovechen los bajos precios para comprarlos. Todo lo cual ayuda a moderar el avance de la crisis.

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— Del lado de la oposición, tanto de La Libertad Avanza como de Juntos por el Cambio, impulsan un cambio radical de política económico-social ¿El punto de partida debe ser el cierre de la emisión monetaria por parte del Banco Central, o debe ser gradual en consonancia con la búsqueda del equilibrio de las finanzas públicas que tienden a un déficit de la Administración Central de 5% del PBI y 10% del PBI del cuasi fiscal del BCRA?

— Lo primero que hay que entender es que hoy el problema no es solamente fiscal y monetario. La realidad es que ni los argentinos ni los extranjeros creemos que el país tenga un futuro de normalidad, a menos que se hagan cambios profundos de rumbo. O sea, si el próximo gobierno no lanza un plan creíble de reformas estructurales urgentes en los primeros días de su gestión, es irrelevante hablar de ajustes fiscales o planes monetarios. Por suerte, en la oposición prima dicho diagnóstico y todos los equipos están trabajando en ese sentido. Por ello, lo primero que harán es mostrar la hoja de ruta o leyes necesarias para resolver los problemas más graves. Entre ellas, cómo se reformará el Estado en el mediano plazo y dónde habrá los recortes al principio de la gestión.

Hay que recordar que el actual desmanejo monetario está acelerando la inflación, que terminará 2023 por encima del 160%. Si le sumamos la necesidad de reacomodar el desquicio de precios que está generando la actual administración, podría llegar hasta superar 200% interanual en el primer semestre de 2024. Esto permitirá que parte del ajuste se haga licuando las erogaciones del Estado.

La actual discusión sobre si hay que salir del cepo e ir a un mercado único de cambios rápido o lento no tiene sentido. Ya la tuvimos antes de que asuma el gobierno de Cambiemos y, el 17 de diciembre de 2015 se demostró que teníamos razón los que apoyábamos salir cuanto antes. Desde que ganó las elecciones Mauricio Macri, los dólares paralelos tendieron a bajar, la salida a una unificación cambiaria se hizo a un tipo de cambio menor a los paralelos y, luego, la baja continuó por un mes más.

Con una confianza en el gobierno destruida, hoy no estamos viendo una corrida cambiaria o bancaria justamente porque hay una expectativa de cambio de rumbo a partir del 10 de diciembre. ¿Por qué habría de ocurrir una corrida una vez que se confirme este escenario? Al contrario, los incentivos irán en la dirección opuesta. Así que la demanda de pesos va a dejar de derrumbarse como ahora y, luego, aumentará, moderando la pérdida de poder adquisitivo del peso. Esto permitirá que la inflación baje desde mediados de 2024. Es cierto que hay muchas toneladas de pesos emitidos; pero no valen nada. De hecho, hoy su poder adquisitivo es del 40% de lo que había disponible en diciembre de 2015.

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Por otro lado, la deuda remunerada del Banco Central es muy preocupante; pero es la contrapartida de los depósitos.

Aunque con la incertidumbre actual están cayendo moderadamente en términos de poder de compra, si se confirma el cambio de rumbo económico no hay ningún motivo para que haya una corrida bancaria. Al contrario, los depósitos tenderán a subir en términos reales.

Aunque al principio servirán para financiar al Tesoro, como es hoy que sólo un tercio va al sector privado, es esperable que hacia mediados de año próximo vaya cada vez más financiamiento al consumo y a la producción, alentando una recuperación económica.

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La clave es recuperar credibilidad, o sea el crédito y, para eso, lo relevante es ser audaz con los cambios. La percepción de dudas o falta de convicción en avanzar en drásticas reformas jugarán en contra y volverán más costoso socialmente el reordenamiento económico necesario.

— ¿Dolarización o bimonetarismo?

— Si uno mira los países de alrededor, usualmente tienen una inflación de un dígito anual. No debe ser tan difícil como para que nosotros no lo podamos hacer. En esas economías hay bancos centrales independientes que priorizan respetar al ciudadano dándole una moneda estable y confiable. Para ello, producen la cantidad de dinero que la gente demanda.

La diferencia es que acá, más del 70% de su historia el Banco Central priorizó financiar a los gobiernos de turno. Es decir, produjeron todos los pesos que éstos necesitaban, muchos más de los que demandaba la gente. Por eso, la mayor parte del tiempo cayó el valor o poder adquisitivo de nuestra moneda y tuvimos alta inflación.

Entonces la pregunta que hay que hacerse es: ¿Los argentinos vamos a ser lo suficientemente responsables a futuro como para elegir gobiernos que respeten la independencia del Banco Central y no lo usen para financiarse? Los que piensan que podemos lograrlo prefieren mantener el peso. Los que dicen que la historia demuestra lo contrario, consideran que hay que ir a una dolarización para evitar que los argentinos puedan volver a ser estafados desde el Banco Central. El temor está justificado. Si a la moneda de un peso se le hubieran dejado todos los ceros que se le quitaron desde 1970, hoy diría 10 billones de pesos (es decir $10 y 12 ceros más).

"Más del 70% de su historia el Banco Central priorizó financiar a los gobiernos de turno. Es decir, produjeron todos los pesos que éstos necesitaban, muchos más de los que demandaba la gente"«Más del 70% de su historia el Banco Central priorizó financiar a los gobiernos de turno. Es decir, produjeron todos los pesos que éstos necesitaban, muchos más de los que demandaba la gente»

— ¿Cómo debe ser la salida del cepo?

— Se decida mantener o no el peso a futuro, la salida del cepo debería ser a un mercado único de cambios con libre opción de monedas y un Banco Central independiente, prohibiéndosele darle recursos al gobierno. Incluso, debería impedírsele comprar deuda del Tesoro, para que no lo financie indirectamente. Haciendo esto se puede salir rápido.

En ese nuevo mercado único, el tipo de cambio buscaría un valor menor al de los paralelos, como pasó en 2015. Condición necesaria es que se lance el programa de reformas estructurales; pero no que se haya avanzado en él. Si se muestra que hay convicción y una hoja de ruta creíble, se logrará mayor credibilidad de la gente y el apoyo de los organismos internacionales.

Es cierto que las restricciones e imposiciones que se le pusieron a este cepo son mucho peores que las del segundo gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, así que llevará más tiempo lograr una total normalización. Por ejemplo, la obligación de financiar las importaciones y las limitaciones a la remesa de ganancias por parte de las empresas seguramente se irán eliminando gradualmente. Pero a fin de 2024 no existirán más.

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Es imposible esperar que se llegue a niveles de un dígito de inflación para unificar el mercado de cambios. El Banco Central llegará absolutamente quebrado al 10 de diciembre, como pasó en 2015. Por lo tanto, habrá que seguir emitiendo para ir desarmando la “bola de nieve” de la deuda remunerada; lo que, por su alto costo, debería ser prioritario a la acumulación de divisas.

Seguramente, la inflación bajará desde mediados de 2024 y terminará cerca del 100%, con perspectivas de un descenso aún mayor en los años siguientes. Llevará cuatro o cinco años lograr una inflación anual civilizada.

— ¿Según sus análisis con los economistas de Libertad y Progreso, la instrumentación del bimonetarismo o el extremo de la dolarización, se puede hacer por ley o se requiere de un tratamiento previo de modificación del Artículo 75 de la Constitución, que explicita en el inciso 11: “Hacer sellar moneda, fijar su valor y el de las extranjeras; y adoptar un sistema uniforme de pesos y medidas para toda la Nación”?

— Me la paso pidiendo el artículo constitucional que dice que hay un mandato u obligación de tener moneda local y todos me mandan los que dan facultades o atribuciones, que pueden ejercerse o no. No hay mención alguna sobre una “obligación” de emitir moneda. De todas formas, los “dolarizadores” lo tienen resuelto con el “peso oro”, que permitiría emitir un billete con aval en este metal para quien lo prefiera al dólar.

— La Convertibilidad a comienzos de los 90 fue posible luego de una tarea previa de casi dos años de realineamiento de los precios relativos: tipo de cambio, tarifas, precios, salarios, jubilaciones, conversión de colocaciones a plazo fijo a 7 días en bonos a 10 años de plazo, entre otras medidas ¿Ahora cómo sería?

— Primero, el tipo de cambio se duplicó entre fines de 1990 y marzo de 1991, en lo que era el inicio de la cuarta hiperinflación argentina. Ésta se cortó instrumentando una “convertibilidad” a un valor de dólar altísimo; por eso que los precios se fueron reacomodando en la medida que la confianza se asentaba. Bajo un país más previsible y estable, el poder adquisitivo de los argentinos medido en moneda extranjera debía aumentar a niveles más alto que al inicio de la “Convertibilidad”. Por ello se dio la suba de los precios en dólares del principio de dicho plan.

Lo más probable es que el reacomodamiento de precios relativos de inicios de un gobierno “dolarizador” se haga con Banco Central y libre opción de monedas, incluido el peso. No debería diferir mucho de la salida a un tipo de cambio único manteniendo la moneda local como el que comenté antes. Sin embargo, en este caso, cuando estén armados los instrumentos para pedir prestados los dólares necesarios para rescatar los pasivos en pesos del Banco Central, se le ofrecerá a la gente que, si quiere, cambien la moneda local por la estadounidense al valor de mercado de ese momento. No creo que sea nada forzado y, aún menos, traumático.

Los argentinos estamos acostumbrados a usar dólares; aunque aún hoy la mayoría de nuestras transacciones las hagamos con pesos. Una vez empezado este proceso, en no mucho más de un año se llegará a un dígito de inflación anual.

"Lo más probable es que el reacomodamiento de precios relativos de inicios de un gobierno “dolarizador” se haga con Banco Central y libre opción de monedas, incluido el peso"«Lo más probable es que el reacomodamiento de precios relativos de inicios de un gobierno “dolarizador” se haga con Banco Central y libre opción de monedas, incluido el peso»

— ¿Qué costos tendría para la sociedad en su conjunto en la etapa inicial, en particular para los sectores más vulnerables?

— Es bueno este punto. Cuando uno se manda una macana grande en su hogar o trabajo, no se resuelve mágicamente. Si alguien dice que lo puede hacer sin esfuerzo y sacrificio, es un mentiroso. En los países pasa igual y los problemas que dejará este gobierno serán gigantescos. Así que costará mucho esfuerzo y sacrificio de la sociedad el resolverlos. Sin embargo, hoy ya hacemos enormes esfuerzos y sacrificios simplemente para no “ahogarnos” en esta decadencia permanente.

Con un gobierno que encare las reformas estructurales los estaremos haciendo para gestar un país normal, que nos dé más oportunidades de progreso a todos en el futuro. Los beneficios los empezaremos a ver desde mediados de 2024. Por ejemplo, la baja de la inflación y la recuperación de la economía. Mejoras que se irán acelerando en la medida que el programa de reformas estructurales se implemente en el tiempo.

Creo que el premio vale la pena. La alternativa es seguir en esta eterna decadencia e ir de crisis en crisis. De esta historia creo que ya todos estamos hartos.

Aldo Abram es Lic. en Economía y fue director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Argentina (Ciima-Eseade) Es director de la Fundación Libertad y Progreso. Sigue a @AbramAldo

Luces y sombras del acuerdo con el FMI

Por Iván Carrino. Publicado el 5/2/2en : https://issuu.com/desafioexportar/docs/desafio_exportar_n_199/s/14747559

Tras días y horas de angustia y muy alta incertidumbre, el gobierno anunció el viernes que llegó a un nuevo acuerdo con el FMI. Gracias a este nuevo entendimiento, el FMI se compromete a prestar al país todos los fondos que necesita para pagarle al organismo. Así, se pospone el pago de la deuda que, a partir de 2024, deberá amortizarse completamente en un período de 10 años. El gobierno, por su lado, se impone tres objetivos. Uno en materia de déficit fiscal, donde promete cerrar 2022 con 2,5% de déficit contra el PBI, 2023 con 1,9% y 2024 con 0,9%. Otro en materia monetaria: los pesos que emite el BCRA para financiar el déficit caerán a 1% del PBI en 2022, 0,6% en 2023 y a 0% en 2024. Por último, se anunció que la tasa de interés de los plazos fijos (que hoy oscila en 39% contra una inflación de 50%) subirá para ofrecer rendimientos reales positivos.

Luces y preguntas

Días antes del anuncio, los mercados anticipaban un cada vez más probable incumplimiento con el organismo multilateral de crédito. Así, el riesgo país subió y la brecha cambiaria llegó a su máximo de 15 meses. Las expectativas no eran antojadizas: el gobierno no daba definiciones y una serie diputados del propio oficialismo comenzaba a declarar públicamente que las consecuencias de un default no serían tan importantes. Uno llegó a decir que si bien era un problema no cumplir con los pagos, nadie veía que el gobierno podía quedarse con los dólares si decidía unilateralmente no pagar. Este razonamiento es análogo al del ladrón que piensa que sería un problema ir preso, pero que nadie piensa en el beneficio de obtener plata sin trabajar. Así las cosas, y en comparación con un posible escenario de caos financiero, haber llegado a un acuerdo con el FMI es netamente positivo. El acuerdo hace que el riesgo de default caiga marcadamente. Otro punto a destacar del acuerdo es que el gobierno de Alberto Fernández, por primera vez, se pone objetivos en materia fiscal y monetaria. Las metas podrían ser juzgadas como poco ambiciosas, pero no es menor que un gobierno peronista divulgue públicamente un camino de ajuste fiscal y otro para reducir la emisión monetaria que -por más que sostengan lo contrario- es la única causante de nuestros espantosos niveles de inflación. Estos dos últimos puntos dejan -igualmente- dos interrogantes: El primero, ¿cómo se va a achicar el déficit fiscal si el propio gobierno dijo que el acuerdo no le exige ninguna reducción del gasto público en términos reales? Para el gobierno el crecimiento económico hará que suban los ingresos y eso solo bastará para achicar los desequilibrios. ¿Será suficiente? En la página del FMI se habla de reducir subsidios energéticos. ¿Será que el gobierno firmó un “tarifazo”? La segunda incógnita es cómo se va a financiar el déficit que igual vamos a tener. Si el exceso de gasto sobre ingresos en 2022 será de 2,5% del PBI y solo 1% se financiará con emisión monetaria, ¿cómo se va a conseguir el resto del financiamiento? Evidentemente, el gobierno apuesta a tomar deuda, ¿pero a qué tasa lo hará si seguimos teniendo elevados niveles de riesgo país?

Las sombras

Si bien el acuerdo despeja el horizonte de nuevos defaults y pone objetivos concretos a obtener, también luce demasiado poco ambicioso. El presidente festejó que el nuevo programa con el FMI no impusiera llegar a déficit cero, ni una reforma laboral. El ministro de economía, además, afirmó que el control de cambios continuará firme. Por último, en ningún momento se prevé reducir la pesada carga tributaria que enfrentan los empresarios en el país. De hecho, todo hace suponer que los impuestos volverán a subir. Estos puntos constituyen verdaderos temas de fondo que la economía argentina no va a resolver de aquí a 2024. El control de cambios es un precio máximo para el dólar que genera presión sobre las reservas y una brecha cambiaria que ha oscilado entre el 60% y el 120% en el último tiempo. La brecha, a su vez, opera como un fuerte gravamen para los exportadores (a quienes se les paga $ 100 lo que en realidad vale $ 200) y también para todo inversor extranjero que quiera traer un dólar de forma legal al país. Sin terminar con el cepo y con la brecha, podemos esperar poco del crecimiento impulsado por las exportaciones y la inversión extranjera. Por otro lado, el sistema laboral argentino expulsa gente. Según datos oficiales, el 31,5% de la población con empleo hoy trabaja “en negro”. La explicación es el enorme costo que las regulaciones laborales imponen a las empresas para tener trabajadores registrados. Estas exigencias, claro, no son un gran problema para Google, pero sí para las PYME del país, que son quienes emplean al mayor número de trabajadores. En este marco, ¿qué hay para festejar en que no haya una reforma laboral? El último punto es el tema tributario. Argentina figura en el top 3 de países que más impuestos cobran en relación con los beneficios empresariales según el Banco Mundial. Además, en los últimos meses el gobierno avanzó en crear un nuevo impuesto (el de la herencia en todas las provincias) y en subir las alícuotas máximas de Ingresos Brutos. Es decir que en un mundo que reduce la presión tributaria para atraer inversiones, Argentina hace todo lo contrario. Para ir cerrando, el acuerdo con el FMI es una buena noticia si se lo compara contra las propuestas que venía deslizando el kirchnerismo más radical. No obstante, todo lo que el gobierno ve como un éxito es, en realidad, patear para adelante las reformas que necesita el país para crecer de forma sostenida. Bienvenidas sean las metas fiscales y monetarias -que habrá que cumplir rigurosamente como mínimo-. Los cambios más profundos le quedarán pendientes a las siguientes administraciones.

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano. Es Sub Director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE. Sigue a @ivancarrino

Qué nos muestra el dólar blue por arriba de $180: ¿se condice con la realidad?

Por Aldo Abram: Publicado el 21/10/20 en: https://www.ambito.com/opiniones/dolar-blue/que-nos-muestra-el-arriba-180-se-condice-la-realidad-n5141979

Para salir de la forma menos traumática posible del cepo se debe revertir la fuerte pérdida de credibilidad de argentinos y extranjeros en el futuro del país.

A la mayoría de los argentinos les preocupa el alza del dólar blue” (aún cuando no tenga dinero para comprarlo)

A la mayoría de los argentinos les preocupa el alza del «dólar blue” (aún cuando no tenga dinero para comprarlo),  porque siente que sus pesos pierden valor.

Ante una consulta, el ministro de Economía Martín Guzmán dijo que los valores actuales de los dólares paralelos no se condicen con la realidad de la Argentina. De hecho, muchos economistas plantean que, si uno “inflaciona” (trae al presente sumándole la inflación) los dólares libres oficiales o paralelos del pasado, no son tan altos como los vigentes hoy.

Ahora, la pregunta es, ¿cómo se decide cuál es el momento pasado que tenía la misma combinación de riesgo país, el aumento de la oferta y caída de la demanda de pesos? De hecho, si buscamos antes y durante la hiperinflación de 1989, vamos a encontrar valores de brecha iguales o más altos que los actuales. ¿Eso no nos estará indicando algo? Estamos en un serio problema si el ministro, en lugar de tratar de entender lo que le están “diciendo” los precios de los distintos mercados, sólo intenta convencer a los que operan en ellos que están errados porque no opinan igual que él. Debe entender que ellos están arriesgándose a perder mucha plata si no son ellos, sino Guzmán el que tiene razón.

Cuando a cualquier argentino se le pregunta por qué se preocupa cuando ve el «dólar blue subir (aún cuando no tenga dinero para comprarlo), la mayoría responderá que porque siente que sus pesos pierden valor. Es increíble, porque es una realidad que muchos economistas parecen no haber comprendido aún.

Como el Gobierno pretende gastar de más y no tiene financiamiento, recurre al Banco Central (BCRA) que emite más de lo que la gente quiere, quitándole poder adquisitivo a los pesos en los que ahorran en moneda local, para transferirle esos recursos al Estado. Es lo que está pasando actualmente y, también, sucedió en los ´80s, hasta que la gente se cansó de que le devalúen su atesoramiento en pesos; dejó de demandarlos y terminó en la hiperinflación de 1989. Cuando se repudia una moneda, ésta se transforma en basura y todo vale un montón medido contra lo que nadie quiere.

Otro ejemplo. Un riesgo país de más de 1.400 puntos porcentuales es una señal de que los nuevos bonos emitidos para el reciente canje de deuda serán reestructurados en el mediano plazo y con una quita tan importante como la que ya tuvieron. O sea, son coherentes las cotizaciones de los mercados argentinos de activos financieros o de pesos contra dólares libres, que sólo descuentan una muy alta probabilidad de que el actual gobierno continúe con el actual rumbo económico llevando al país a otra gran crisis.

La reversión de algunas de las erradas medidas de restricción cambiaria podrá traer algún alivio coyuntural; lo mismo que lograr una refinanciación de los vencimientos con el FMI. Sin embargo, sólo permitirán ganar tiempo para encarar la solución de los problemas de fondo de la Argentina y salir del cepo cambiario, que es lo que verdaderamente aumentará la confianza en el futuro del país. Es imposible pensar que la inversión va a fluir si el Estado no deja de gastar mucho más de lo que los argentinos pueden pagar. Argentina está en el puesto 21, de 190 países, entre los que más exprimen con impuestos a sus empresas. Según el mismo informe del Banco Mundial, si las pymes pagaran todos sus impuestos, la mayoría quebraría. Además, recién el 3 de agosto, la mayoría de los argentinos deja de trabajar para pagar gravámenes y empieza a hacerlo para sí y sus familias. Es imprescindible una reforma del Estado que lo ponga al servicio de los ciudadanos y no de la política; pero que además su gasto se pueda pagar con una presión tributaria aceptable.

Por otro lado, nuestros funcionarios se sorprenden de que haya tanta informalidad. Ya vimos cómo el sistema impositivo la incentiva; además hay más de 67.000 regulaciones que nuestros gobernantes siguen aumentando todos los días. Es imposible que un emprendedor o pymes puedan cumplirlas. Sólo una gran empresa podría hacerlo, pagando un ejército de asesores y gestores.

Si se lograra reformar el Estado y desregular la economía, volverá la inversión productiva de argentinos y extranjeros. Sin embargo, lo harán tratando de contratar la menor cantidad de empleados posibles. Tenemos una legislación laboral, con bases arcaicas, que desincentiva la creación de puestos de trabajo productivo. Si se toma cualquiera de los últimos 20 años, en los que hubo algunos de fuerte crecimiento y gobiernos de todos los colores, y se elige cualquiera de ellos, más del 40% (posiblemente más del 50%) de los argentinos estaba desempleado, en la informalidad o con un seguro de desocupación disfrazado de empleo público inútil o plan asistencial.

El Gobierno tiene que entender que para salir de la forma menos traumática posible del cepo debe revertir la fuerte pérdida de credibilidad de argentinos y extranjeros en el futuro del país. Eso sólo se logrará lanzando un detallado plan de reformas estructurales a encararse en los próximos dos años y empezando a dar pasos concretos en ese sentido. Si no, su gestión terminará dándole la razón a los valores del dólar blue y de los activos financieros argentinos que descuentan una nueva debacle de la Argentina en el corto o mediano plazo.

Aldo Abram es Lic. en Economía y fue director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Argentina (Ciima-Eseade) .

La función del FMI es operar contra el mercado

Por Alejandro Tagliavini. Publicado el 3/2/20 en: https://www.ambito.com/opiniones/deuda/la-funcion-del-fmi-es-operar-contra-el-mercado-n5080475

 

Fondo Monetario Internacional.

Fondo Monetario Internacional. Foto: AFP
Mostrando que son los mismos keynesianos, con diferentes matices, Gobierno y macrismo lograron media sanción para la “Restauración de la sostenibilidad de la deuda pública externa”, que autoriza a negociar y pagar comisiones, entre otros puntos. Romina Del Plá -Frente de Izquierda- aunque probablemente proponga soluciones desacertadas, acierta al decir que es “el sometimiento… al FMI, a los banqueros… hundiendo y sometiendo a los trabajadores y al conjunto de la población…”.

El FMI financia, con bajos intereses, estatismos fracasados para que continúen. Mientras que la caída de los bonos del Gobierno implica que su renta está por el suelo, el “riesgo-país” -hoy supera los 2000 pb- significa que el Estado tendría que pagar -hoy 20%- más sobre la tasa de EE.UU. para financiarse, con lo que el “modelo” macrista no habría podido continuar y debería haber virado hacia uno de crecimiento del PBI.

El organismo internacional merece una quita -no sólo una reprogramación de pagos como busca el Gobierno- por ser co-responsable al financiar esta aventura cuya debacle anticipamos, y eso alivianaría la situación. Pero, en cambio, avala una quita a los tenedores privados para asegurarse el pago de los u$s44.500 M que desembolsó durante la administración Macri.

Como buen banco (multi) estatal, el FMI -keynesiano por definición- es contrario a la actividad privada -al mercado, a los 50 millones de argentinos que son los que trabajan y producen- salvedad hecha del “establishment” financiero que es socio, junto al Gobierno, desde que recibe deuda por la que el Estado le paga tasas altísimas y que compra con dinero que recibe de sus clientes por mucho menos.

El calendario de pagos pone presión y cuanto más se demore la reestructuración, más desconcierto y volatilidad se da en el mercado en general, pero particularmente en el de los bonos, acciones y cambiario. Aunque Alberto Fernández puso como fecha clave el 31 de marzo -coincidiendo con sus primeros 100 días de Gobierno- no será fácil llegar a un acuerdo para entonces. De momento, la deuda en pesos ha podido ser renovada, pero la que está en moneda extranjera es más compleja.

Según LCG, la ratio deuda/PBI, en el tercer trimestre de 2019, alcanzó el 91,6%. De acuerdo con Criteria, el stock de deuda pública asciende a u$s310.132 M, de los cuales 62% (191.006 M) corresponde a bonos con privados, 14% (43.508 M) al FMI, 9% (27.622 M) a Letras del Tesoro y 4% (12.756 M) al BID, entre los más importantes. Del total de la deuda, unos u$s53.000 M (17%) vencen en 2020, de los que u$s23.000 M (43,8%) corresponden a obligaciones en dólares y u$s30.000 M (56,2%), a compromisos en pesos.

Los vencimientos en dólares se acumulan a partir del tercer mes del año, mientras que los nominados en pesos tienen un pico en abril y, según la consultora 1816, desde febrero ascienden a más de $160.000 M por mes, acumulando así más de $700.000 M en el primer semestre.

Tras el derrocamiento de Perón -que se oponía a la participación en el organismo- Argentina tuvo más de treinta acuerdos con el FMI que así, desde entonces, financia planes económicos inviables cuyas deudas las paga el pueblo -el mercado- ya que se financian, básicamente, por vía impositiva. Y los impuestos -aun los teóricamente dirigidos hacia los ricos- terminan cayendo sobre los de menores recursos ya que son, inevitablemente, derivados hacia abajo subiendo precios, bajando salarios, etc.

La reestructuración de la deuda en 2005 fue muy agresiva, finalizando con un riesgo país en 400 pb, una extensión de plazos a 30 años y quitas del 66%. Y hoy se discute -gracias al FMI- cuál será la quita y los plazos reestructurados, sin llegar al meollo de la cuestión.

Según el “Cronograma de acciones para la gestión del Proceso de Restauración de la Sostenibilidad de la Deuda Pública Externa”, Economía presentará los lineamientos en el Congreso entre 12 y el 17 de febrero, y se espera conocer el programa económico -pronósticos de PBI, inflación, tipo de cambio y déficit fiscal- pero difícilmente se presente un cambio al sistema keynesiano macrista de fondo, es decir, una reconversión financiable del Estado. En la segunda semana de marzo se lanzaría la oferta formal y a finales de mes sería el cierre y liquidación final de la oferta.

Para cuando se logre la reestructuración final, quizás el riesgo-país vuelva a caer a los 400 pb, pero el Estado seguirá teniendo el mismo tamaño porque nadie propone la solución de fondo: una fuerte venta, reconversión y cierre de propiedades y funciones estatales, y la consecuente financiación -y caída- del gasto, de modo que sea viable, financiable. Vale aclarar que el daño no se produce cuando el Estado gasta -lo que es inerte- sino cuando, para financiarse, retira coactivamente fondos del mercado.

Con un Estado exagerado y el mercado -el pueblo que trabaja, el que produce el PBI– con menos recursos por mayores impuestos y quitas, en menos tiempo la deuda volverá a crecer hasta llegar otra vez al default, otra vez al círculo vicioso financiado por el FMI.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Asesor Senior de The Cedar Portfolio, Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE. Síguelo como @alextagliavini

 

¿Cuánto caerá el PBI en 2020?

Por Alejandro Tagliavini. Publicado el 29/4/19 en: https://www.ambito.com/cuanto-caera-el-pbi-2020-n5028788

 

¿Cuánto caerá el PBI en 2020?

Mucho nerviosismo la semana pasada, el dólar rozando los $47 y el riesgo-país superando 1.000 pb para luego bajar. El Gobierno lo adjudicó a la “incertidumbre política”, en particular a Cristina. Pero el 18 de marzo, como recordó Mariano Fernández, cuando Macri anuncia su reelección, el riesgo-país sube de 721 a 768 y el dólar cotizaba a $40,92. Entre otros empresarios, “No creo que Cristina sea el cuco… los mercados internacionales deciden que les conviene invertir o no”, opinó Martín Cabrales.

La verdad es que el mercado -el capital- es un sistema anterior al hombre -y por ello no lo puede controlar- que actúa fríamente, sin “expectativas” y totalmente al margen de cuestiones políticas. Sí es cierto que, cuando la injerencia estatal es fuerte, el humor de los políticos puede degenerar todo y, por tanto, hay que andar adivinando qué harán para escapar, no del mercado, de los políticos.

Y hablando de cuestiones políticas, muchos ahora dicen que Macri los desilusionó, pero la verdad es que hace lo mismo desde que asumió en la CABA, 14 años atrás: aumentando el peso del Estado (impuestos, endeudamiento/tasas altas, inflación) sobre el sector productivo y por eso, no por otra cosa, la economía cae. Por cierto, decir que hubo “gradualismo” es incoherente: de haberse ido hacia una economía de mercado “gradualmente”, el país debería haber crecido lentamente.

Nervioso, el Gobierno toma medidas contraproducentes. La tasa de las Leliq subió al 73% anual intentando frenar al dólar. Luego el BCRA vendió -regalo, de nuestros bolsillos- dólares futuro para operaciones superiores a 5 M por un total de u$s200 M. Y, además, el Tesoro vendió -regaló a un máximo de $45,7432- los u$s60 M diarios, más las ventas por parte de bancos oficiales.

Con esto, quizás, logren dormir por un rato al precio del dólar, pero la devaluación del peso se debe directamente a la inflación, que no afloja, y nada tiene que ver con la oferta de dólares. Regalar billetes verdes -como regalar ganancias futuras vía altísimas tasas-, por el contrario, es inflacionario desde que absorbe demanda de pesos en tiempo real.

El BCRA, en 11 ruedas, perdió u$s5.583 M básicamente por el pago de bonos, la mitad del aporte de abril, por u$s10.835 M, del FMI. A lo que hay que sumar una “fuga de capitales” por u$s900 M. Por razones como esta, y no por “incertidumbre política” el riesgo-país sube.

Además de aumentar las tasas y fogonear la inflación, suben impuestos. Las anotaciones en el registro de Declaraciones Juradas de Ventas al Exterior (DJVE) sumaron 7,6 M de toneladas recientemente. Las agroexportadoras quieren anticiparse a un aumento de retenciones. Según rumores, el FMI pide cambiar el esquema -en $4 y $3 por dólar exportado- dejando un porcentaje fijo del 10% para todos los productos y mantener el 30% para el complejo sojero.

En el período enero/marzo la recaudación por derechos de exportación (DEX) fue de $50.500 M, suba de 476% i.a. Según la Bolsa de Comercio de Rosario, el aporte del campo y la agroindustria en 2019, por DEX, por sobre lo aportado en 2018 equivale al 0,8% del PBI proyectado, “este aporte adicional equivale a cubrir… 60% del (déficit fiscal primario) que se esperaba para 2019”. No sólo es irreemplazable dado el derrumbe de la recaudación en IVA y Ganancias -por la caída del PBI-, sino que el Gobierno aumentará la presión impositiva en general, dado el modelo macrista: una auténtica bola de nieve.

El Gobierno desmintió el cambio en retenciones. “Habrá medidas, pero no van en esa dirección”, o sea, retenciones o no, los impuestos se aumentan. Hoy, ruralistas se reunirán con Etchevehere, y probablemente se medirá la reacción del campo. Por otro lado, a pesar de la fuerte caída del consumo, las fintech crecen al 110% i.a. precisamente porque hasta ahora -pronto podría no ser tan así- no les cae el Sirtrac, el nuevo mecanismo anticipado de cobro de Ingresos Brutos a las transacciones con tarjetas.

De modo que, a pesar de los pronósticos del FMI, el BM, la CEPAL, y los del REM que ya corregirán como hacen sistemáticamente y siempre tarde, el PBI en 2020 caerá con la muy probable reelección de Macri y quizás más todavía si gana la oposición. Aunque es imposible saber cuánto, es imposible saber qué tan irresponsables serán los políticos.

Para remate, los países desarrollados no vienen tan mal como se creía y, entonces, los capitales tienen más motivos para quedarse y no venir a emergentes. La economía de EE.UU. creció 3,2% en el primer trimestre de 2019, por encima del 2,5% esperado y del 2,2% registrado sobre el final del año pasado. La inflación -índice de precios del PCE-, por su parte, fue del 0,6%, debajo del 1,5% del último trimestre de 2018. Y en marzo se crearon 196.000 empleos.

Así, se disipan las preocupaciones de una recesión a corto plazo. Wall Street vuelve a moverse en máximos tras el batacazo a finales de 2018. De modo que, durante la reunión -mañana y el miércoles- de la Fed para fijar las tasas de interés, muy probablemente se reconfirme que no las subirán en 2019.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.

Las inviables propuestas de la Izquierda Radical

Por Iván Carrino. Publicado el 17/1/18 en: https://www.ivancarrino.com/las-inviables-propuestas-de-la-izquierda-radical/

 

Si bien copan los programas de televisión, los dirigentes de izquierda no tienen una sola idea que se acerque a la sensatez.

El Frente de Izquierda y de los Trabajadores es una coalición de partidos políticos argentinos que se unió para dar la batalla electoral en el año 2011.

Dicha alianza está conformada por el Partido Obrero (PO), el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), e Izquierda Socialista.

En las últimas elecciones presidenciales, celebradas en 2015, el FIT obtuvo 3,2% de los votos. En 2011, la elección previa, había obtenido 2,3% y si sumamos las representaciones de izquierda que en 2007 fueron por separado (Fernando Solanas, Vilma Ripoll y Néstor Pitrola), vemos que obtuvieron un 2,9%.

O sea, incluso con un importante crecimiento de 0,9 puntos porcentuales en 2015 respecto de 2011, podemos notar que el Frente de Izquierda sin dudas no es una opción que conmueva al electorado nacional.

No obstante, son permanentemente invitados a programas de televisión a analizar la economía y la “realidad social”. Parecería que, si bien al público consumidor le interesa lo que dicen, de ninguna manera estarían dispuestos a votarlos.

O, para arrojar una segunda hipótesis, parece que a los productores de TV les interesa que vaya gente crítica del gobierno, más allá si las propuestas propias son buenas, regulares, o malas.

Ideas descabelladas

Recientemente fui invitado a Crónica TV, donde además de una economista del CEPA (Centro de Economía Política Argentina), estaba también invitado un economista miembro del FIT.

En el debate (que puede verse editado aquí), el representante del FIT delineó algunas de las propuestas que su partido tiene para resolver los problemas más acuciantes de la economía nacional.

Los enumero abajo:

—> Para resolver el tema de la deuda, se propone romper con el FMI. Es decir, no se paga más la deuda por ser ilegítima. En concreto, Argentina entra nuevamente en default.

—> Para resolver la falta de crédito para las empresas (alta tasa de interés), se propone nacionalizar la banca.Es decir, expropiar todo el sistema bancario y terminar con la independencia del Banco Central.

—> Para frenar los tarifazos, se propone también nacionalizar los servicios públicos. O sea, expropiar todo el sistema energético y de transporte del país.

—> Por último, respecto de las jubilaciones, se propone mejorarlas aumentando los aportes patronales. Es decir, exigir a los empleadores un mayor pago coactivo para financiar el gasto previsional.

Como se observa a primera vista, las propuestas son radicales pero a la vez tienen un tinte mágico. Como si dando una fuerte sacudida a las cosas, éstas finalmente terminaran enderezándose.

Lo cierto, sin embargo, es que esto no es así. La implementación concreta de este programa llevaría a la economía argentina a un espiral de desastre, donde ninguno de los objetivos planteados se cumpliría.

Inviable

Analicemos cada una de las medidas a tomar.

Argentina hoy tiene un Riesgo País de cerca de 700 puntos básicos, casi 500 más que Chile y más de 300 más que Brasil. Este nivel se explica, principalmente, por la abultada deuda y las posibilidades de que se complique el pago a futuro de esa deuda.

Si el gobierno decidiera romper con el FMI, entonces materializaría todos esos riesgos. Lo que hoy se percibe como una remota posibilidad de complicaciones en el pago de la deuda, se transformaría en la realidad de que Argentina deliberadamente opta por no pagar.

Es decir que el Riesgo País duplicaría o triplicaría su valor. Es más, podríamos remontarnos al 22 de diciembre del año 2002, cuando Adolfo Rodríguez Saá declaró la suspensión de pagos de la deuda. En su momento, el Riesgo País superaba los 4.000 puntos. Seis meses después superó los 6.000.

Esta medida fue funesta para la economía. Es que implicaba que si todavía había alguien que estuviera dispuesto a prestar dinero, automáticamente replanteaba su faena. Y sin crédito para refinanciar sus deudas, las empresas van a la quiebra. Efectivamente, entre 2001 y 2002 el país atravesó la peor crisis económica de su historia.

Ahora la falta de crédito el FIT la podría resolver estatizando la banca e inundando de préstamos la economía. Pero si no hay ahorro que lo respalde, eso solo puede realizarse mediante la emisión monetaria. O sea que nacionalizar la banca para dar préstamos baratos llevaría tarde o temprano a una hiperinflación.

Por último, los jubilados, a quienes más dicen querer ayudar, son quienes peor la pasarían.

Esto es así porque recibirían un triple golpe. El primero, que el default y el consecuente estrangulamiento crediticio llevaría a la quiebra a las empresas. A eso habría que sumarle los mayores impuestos (Aportes Patronales) que el FIT les cobrará a los empresarios sobrevivientes. En tercer lugar, los salarios reales se desplomarían tanto producto de la crisis económica como de la inflación posterior.

Así, no solo no habría aportes patronales que cobrar para financiar mejores jubilaciones, sino que los salarios presentes (con los que se pagan las jubilaciones presentes en un sistema de reparto) se verían reducidos de manera violenta.

O sea, sin lugar para recaudar y con salarios reales a la baja, las jubilaciones solo podrán caer.

Influencia dañina

Uno podría pensar que tras estos efectos de corto plazo sobre la economía del país, las cosas comenzarían a funcionar mejor… Pero eso también es falso. Allí donde el comunismo planteado por el FIT se implementó 100%, como en la Unión Soviética, el sistema duró varios años, pero a costa de la pobreza y servidumbre de su población.

Fue tan nefasto el sistema que los propios ciudadanos de los países gobernados por la izquierda decidieron tirar abajo el Muro de Berlín en 1989.

A la luz de los hechos, uno podría preguntarse si todavía es necesario discutir ideas tan inviables y refutadas teórica y empíricamente.

La respuesta es afirmativa, no solo por la elevada presencia mediática de quienes las defienden, sino por la influencia que tienen sobre partidos que parecen más “de centro”, pero que comparten ciertos principios básicos con la izquierda más radical.

Antes de cerrar, te invito a ver en este link, este Webinar sobre los impedimentos teóricos y prácticos de la teoría socialista, que culminaron en la inevitable caída del Muro hace ya 29 años.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano. Es Sub Director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.

¿A dónde se fue la plata de la deuda?

Por Iván Carrino. Publicado el 27/12/18 en: https://contraeconomia.com/2018/12/a-donde-se-fue-la-plata-de-la-deuda/

 

Llega el fin de año y con él las reuniones del trabajo,  las de los amigos y las de la familia para pasar en conjunto las fiestas.

Es una tradición que se repite a nivel global, casi independientemente de la religión de cada uno. Llega la navidad y todos esperan dar y recibir regalos. Pocos días más tarde, un año nuevo comienza, junto con todos los deseos y las expectativas para los 365 días que vienen.

Otra tradición, tal vez más argentina, a causa de nuestras repetidas y casi inevitables crisis económicas, es la discusión política. En algunas mesas, esto prefiere evitarse, ya que puede dar lugar a grietas. En otras, el tema se lleva mejor.

Este año en mis reuniones hubo una pregunta que se repitió bastante. Ya sea en mi grupo de amigos de la vida o entre la familia, una duda recorría las mentes de todos: ¿qué se hizo con la plata de la deuda?

¿Con toda la deuda que tomó este gobierno, cómo  es posible que sigan igual (o incluso peor) la seguridad, la salud, y el estado de la economía?

A continuación, intentaré responder esta pregunta.

El estado como una empresa

Por más que a algunos les resulte totalmente irritante la comparación entre el gobierno y una empresa, para analizar este tema en particular el recurso es realmente útil.

Así que imaginemos que una empresa tiene gastos anuales por USD 10.000, que cubre con sus ingresos anuales por USD 12.000. A fin de año, la ganancia de la compañía es de USD 2.000.

Los USD 10.000 de gasto están divididos de la siguiente forma:

  • USD 5.000 son salarios.
  • USD 2.000 se llevan los gastos de electricidad, gas y agua.
  • USD 1.000 es decoración de las oficinas.
  • USD 1.000 se van en servicio técnico de las computadoras.
  • USD 1.000 son impuestos a los ingresos brutos.

En este esquema, si la empresa decidiera comprar una nueva computadora de unos USD 3.000, no podría hacerlo con los ingresos corrientes. Dado que de sus USD 12.000 solo le quedan USD 2.000 una vez que se deducen los gastos, si quisiera comprar un bien de capital por USD 3.000, entonces le estarían faltando USD 1.000.

Aquí es donde ingresa el endeudamiento. La empresa podría ir al banco y pedir mil dólares en préstamo, comprometiéndose a pagar intereses y devolver el monto en un plazo futuro.

Frente a este escenario: ¿qué responderíamos a la pregunta de a dónde se fue la plata de la deuda?

Rápidamente, seguro que diríamos que los USD 1000 de deuda fueron a parar a la compra de la nueva computadora. Y eso es parcialmente cierto, pero dado que el dinero es fungible, también podríamos decir que  fueron a pagar la decoración de las oficinas.

Dicho de otra forma, si en el año 2019 la empresa decidiera no decorar nuevamente la oficina, entonces habría tenido los mil dólares disponibles para comprar la máquina,  por lo que no hubiera sido necesario endeudarse.

Pero dado que sí decidió decorar las oficinas, entonces ese préstamo permitió que eso ocurra.

Con esto en mente, analicemos el caso del gobierno durante los años de la “Gestión M”.

El problema es el gasto

En el caso particular del endeudamiento, al estado le ocurre lo mismo que a la empresa privada. Si gasta más de lo que ingresa, entonces tiene que endeudarse.

En 2018, de acuerdo con los datos del presupuesto aprobado recientemente en ambas cámaras del congreso, el cuadro de ingresos y gastos fue el siguiente:

Concepto Monto (en millones de pesos)
Ingresos Totales (Impuestos, rentas, otros) 2.625.000
Gasto Primario Corriente 2.758.000
Gasto de Capital 232.000
Pago de Intereses 400.000
Resultado Total -765.000

 

Aclarando un poco los números, resulta que los ingresos totales del estado nacional, explicados fundamentalmente por la recaudación de impuestos, ascendieron este año a $ 2,6 billones.

Por otro lado, el gasto primario corriente, que incluye jubilaciones, subsidios económicos, gastos de funcionamiento y transferencias a provincias, totalizó $ 2,76 billones. Por su parte, el gasto en obra pública fue de solo $ 232.000 millones, y el pago de intereses de la deuda se llevó $ 400.000 millones.

¿Qué nos dice esto?

En primer lugar, que el resultado fiscal del gobierno fue de menos 765.000 millones. Es decir, USD 19.000 millones de agujero fiscal que alguien tendrá que financiar. No extraña, entonces, que excluyendo Letes y Lecap, las emisiones de deuda de 2018 hayan totalizado USD 30.000 millones.

Es que el gobierno no solo se endeuda para poder solventar su nuevo déficit, sino también para pagar los intereses que le generaron sus déficits pasados. Si sumamos los $ 765.000 millones y los $ 400.000 millones y los dividimos por un tipo de cambio de $ 39, llegamos a una cifra de casi USD 30.000 millones.

Respuesta final

Entonces, al final, ¿a dónde se va la plata de la deuda?

Pues muy sencillo: a pagar el déficit fiscal del gobierno y los intereses de deuda contraída en el pasado, explicados también por el déficit fiscal del gobierno.

O sea que discutir en qué se va el dinero de la deuda es lo mismo que discutir el cómo y cuánto gasta el gobierno. En resumidas cuentas, si se quiere menor deuda, pero no se quieren subir impuestos, entonces la única solución es tener menor gasto.

La deuda es hija del gasto público, y el único motivo de su existencia es todos y cada uno de los rubros del gasto que, una vez que superan a los ingresos, deben necesariamente financiarse con endeudamiento.

Para cerrar, la plata de la deuda no va a la fuga de capitales como dicen algunos. Va a pagar subsidios, jubilaciones, salud, educación, seguridad, salarios estatales, Aerolíneas Argentinas, pauta publicitaria oficial, diputados, senadores, etc. etc. etc.

¿Te molesta la deuda? Entonces andá pensando qué rubro del gasto te parece que es mejor reducir.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano. Es Sub Director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.

3 años de Macri: mala praxis y mala suerte

Por Iván Carrino. Publicado el 19/12/18 en: http://www.ivancarrino.com/3-anos-de-macri-mala-praxis-y-mala-suerte/

 

El pasado 10 de diciembre se cumplieron tres años desde que la coalición Cambiemos gobierna democráticamente el país.

Tras ganarle a Daniel Scioli en el ballotage y luego de varias idas y venidas por la ceremonia oficial de traspaso, el mandato de Mauricio  Macri comenzó  oficialmente en dicho mes de 2015.

Una enorme expectativa asomaba en Argentina.

Recuerdo que un año después redacté un informe para mis clientes en donde me animé a ponerle una nota a la “Gestión M”. En su momento se había puesto de moda el tema,  porque el propio Macri se había calificado con un “8”.

La nota que yo le puse fue un 6, y el fundamento de la misma estuvo en tres aspectos positivos y algunos negativos

Por el lado de lo positivo había tres medidas concretas para destacar. La primera, la salida del cepo, que aún considero la mejor decisión de política económica de los últimos 10 años. La segunda, la eliminación de casi todas las retenciones a la exportación. La tercera, la designación, frente al Banco Central, de un economista comprometido con la baja de la inflación.

Ahora bien, si se habían tomado todas estas buenas medidas… ¿por qué un 6 solamente?

La respuesta es que muchos de los problemas heredados estaban muy lejos de resolverse, siendo el más fundamental el del agujero fiscal.

En su momento, escribíamos:

“El punto más flojo ha sido el poco compromiso con “la cuestión fiscal”. ¿A qué nos referimos con esto? A que el país atraviesa una crisis de gasto público infinanciable que implica el déficit fiscal más alto desde la época de la hiperinflación. El gobierno, para atender este problema, dijo que iría por el camino del gradualismo, pero en realidad ese gradualismo se transformó en un mayor déficit que el que ya teníamos.”

Paradójicamente, este punto flojo es el principal responsable de la crisis atravesamos en 2018. Es que producto de este agujero fiscal el gobierno tomó ingentes cantidades de deuda, lo que hizo a la economía mucho más vulnerable.

Finalmente, cuando se acabó la confianza, los capitales que llegaban para comprar bonos argentinos dejaron de hacerlo y se precipitó la crisis de balanza de pagos que llevó al peso a caer un 50% contra el dólar.

Hasta aquí la torpeza, inutilidad o incapacidad de la gestión Cambiemos.

ero eso no explica todo.

Mala suerte

Si se tratara solo de torpeza, el kirchnerismo (especialmente el de CFK y Kicillof) debería haber mostrado un desempeño largamente peor.

El gobierno de Cristina deterioró fabulosamente las cuentas públicas, empapeló el país con dinero del Banco Central, incumplió fallos internacionales, controló los precios de las empresas, restringió el comercio…

Obviamente, las consecuencias se notaron. La economía, durante los últimos 4 años de gestión K tuvo una performance paupérrima, con dos años recesivos y una inflación que –también- llegó al 40% anual.

Sin embargo, hubo algo que a CFK la ayudó para que las cosas no fueran incluso peores: el contexto internacional más favorable de las últimas décadas.

Y eso es algo que al gobierno actual le juega claramente en contra.

Veamos.

Durante casi la totalidad del mandato de CFK, la tasa de interés de la FED se mantuvo prácticamente en 0% (siendo negativa en términos reales). Además, en ese período la Reserva Federal norteamericana inyectó en el sistema nada menos que USD 4 billones (equivalentes a 8 PBI argentinos).

Hoy en día, la tasa de la Fed es de 2,2% y la autoridad monetaria yanqui ya lleva aspirados más de USD 500.000 millones desde noviembre de 2015. Todo al revés de cuando gobernaba CFK.

Por su parte, la tonelada de soja, que superó los USD 600 y promedió los USD 462 durante la segunda presidencia de CFK, tiene un precio promedio 23% más bajo en los años que lleva Macri en el poder.

Por si esto fuera poco, el Deutsche Bank comunicó recientemente que en 2018 el 89% de los activos en el mundo se encuentra en terreno negativo. Si tomamos el Índice de MSCI para las bolsas globales, encontramos que acumula una baja de 7,6% en dólares. Por su parte, el ETF de países emergentes cae 15%. En dólares, la bolsa argentina cae mucho más, pero no deja de ser parte de una tendencia generalizada.

Lo mismo pasa con el Riesgo País. Hasta el 12 de diciembre, el de Argentina fue el que más creció de la región. Pero no hay un solo país Latinoamericano en donde hayan mejorado las condiciones de crédito este año.

2018 va a mostrar la inflación más alta de los últimos 27 años y la caída del PBI más grande de los últimos 9.

Las responsabilidades recaen mayormente en la mala praxis del gobierno. Pero tampoco es para ignorar el cambio drástico de las condiciones financieras globales.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano. Es Sub Director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.

Prat Gay: los aciertos y errores de un neokeynesiano

Por Carlos Alberto Salguero. Publicado el 10/2/16 en: http://www.rionegro.com.ar/diario/prat-gay-los-aciertos-y-errores-de-un-neokeynesiano-8066584-9539-nota.aspx

 

El ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay, ha tenido un marcado protagonismo durante los primeros días de gobierno del presidente Mauricio Macri, sobre todo a través de su participación en la medida elaborada por el presidente del Banco Central: el fin del cepo cambiario, quizás el mayor aporte de este joven gobierno que enfrenta múltiples problemas heredados de la administración kirchnerista.

Asimismo, siempre bajo la dirección estratégica del presidente, debe reconocerse al ministro que se ha ganado la aprobación del mercado al tratar de solucionar una batalla legal supurante de los últimos 14 años (situación que transformó al país en un paria de los mercados financieros), la unificación de múltiples tipos de cambio (asociados a la política monetaria antedicha), el sinceramiento tarifario y la reducción de impuestos a la exportación (disminución de retenciones y la eliminación de los ROE), en un intento de proporcionar un marco más favorable al comercio.

Empero, en el plano fiscal, el déficit es el dilema más acuciante que se debe resolver en la actualidad, aunque las decisiones adoptadas por el titular de la cartera de Hacienda y Finanzas y las que han sido anunciadas hasta ahora, lejos de solucionar el problema, tienden a agravar el desequilibrio recibido de alrededor del 8% del PBI, unos cuatrocientos mil millones de pesos.

El enorme gasto público vigente se debe especialmente al salario de empleados públicos y alcanza la alarmante cifra de novecientos mil millones de pesos al año. Por su parte, el Estado también consume doscientos mil millones de pesos en bienes y servicios y otro tanto en obra pública, todo lo cual configura un monto de un billón trescientos mil millones de pesos, un 60% del gasto público consolidado a nivel nacional, según Espert. El gasto es tan grande que, a su lado, los subsidios a la energía, de ciento cincuenta mil millones, parecen no tener entidad, aunque son una clara expresión de ineficiencia asignativa.

Para Prat Gay, por su parte, el éxito de las políticas expansivas depende, además de las condiciones cambiarias y de los tipos de interés, de la elasticidad de los precios al déficit fiscal, del componente autónomo del gasto, de la magnitud del multiplicador y de las exportaciones netas. En el mismo sentido, Hacienda espera que el acceso a mejores condiciones de crédito (acuerdo con los holdouts) y la confianza generada en el contexto internacional hagan crecer la inversión en sus diferentes modalidades, factor clave a fin de que el modelo encuentre más espacio para expandirse en el nuevo contexto y genere un fuerte crecimiento en la economía.

Los neokeynesianos creen que es posible cambiar la estructura institucional de manera que un equilibrio preferible sea la alternativa elegida por las personas. El enfoque cambia la naturaleza de las cuestiones de política macroeconómica, dada una función de producción agregada, hacia la estructura institucional.

El descenso del riesgo país y el acceso a los mercados internacionales de crédito, sumados a la disciplina monetaria implementada por la autoridad en la materia (a fin de neutralizar la inflación), le permitirán al gobierno cambiar la estructura de financiamiento del sector público. Es decir, el déficit público dejará de ser soportado por la emisión monetaria para depender de las colocaciones de deuda soberana en un mundo sobreabundante de liquidez financiera. O, puesto en otros términos, se trasladarán gravámenes actuales hacia las generaciones futuras; curiosamente, un gran anhelo incumplido de la gestión de Axel Kicillof.

Parece no advertirse la gravedad del déficit público que, a lo lago de la historia y ahora, ha provocado siempre una enorme confusión y, con arreglo a las pruebas de campo, resultados pavorosos. El problema es exactamente el mismo para una persona que para un país: un individuo que gasta más de lo que gana y que se endeuda para cubrir la diferencia estará obligado a endeudarse más y más cada año porque los intereses de su deuda anterior seguirán aumentando.

Impera reducir el descubierto que ahoga al sector privado, pues el déficit global seguirá creciendo a medida que lo haga la deuda y los pagos de intereses se incrementarán en consecuencia. Será la única manera de controlar las funciones simultáneas asignadas al gobierno, monopolio estatal de emisión monetaria y las metas de la financiación pública, que no sólo han convertido el dinero en la causa central de las fluctuaciones económicas, sino que también han estimulado un crecimiento descomunal del gasto público.

 

Carlos Alberto Salguero es Doctor en Economía y Máster en Economía y Administración de Empresas (ESEADE), Lic. en Economía (UCALP), Profesor Titular e Investigador en la Universidad Católica de La Plata y egresado de la Escuela Naval Militar.

Reservas: el Gobierno ataca la fiebre en vez de la infección

Por Julián Obiglio. Publicado el 8/1/14 en:

Frente a la caída de reservas del Banco Central de esta semana, el Jefe de Gabinete ha expresado que “lo importante es quebrar la lógica de convertibilidad” ya que “no necesariamente tiene que haber una asociación entre el volumen de reservas y la base monetaria”.

Si bien ello es técnicamente cierto, sería aplicable exclusivamente a un país con niveles de seguridad jurídica, equilibrio fiscal, libertad de comercio y  previsibilidad como los de Suiza. En Argentina todos los indicadores y valores están en alerta amarilla, con tendencia hacia el rojo, por lo tanto la caída de reservas se convierte en una variable a la cual la sociedad comienza a prestarle especial atención. Sucede lo mismo que vimos con las mediciones del ‘riesgo país’ durante el 2001: nadie sabía muy bien qué implicaba su escalada, pero todos tenían la certeza que era algo negativo.

Mientras tanto, el Gobierno centra su atención en los métodos que debe aplicar para detener la caída de reservas (la fiebre), en vez de atender las causas de dicha realidad (la infección). El equipo económico y la Presidenta siguen sin comprender que el valor de la moneda y el nivel de reservas serán estables cuando se procure lograr un equilibrio fiscal y no exista un déficit que deba ser financiado con la emisión de billetes en cantidades superiores a las que la gente (el mercado) demanda.

La emisión de billetes de los últimos seis años ha aumentado un 350%, mientras que la producción ha crecido un 50%, y ello provoca que cada día menos gente quiera ahorrar en pesos y que la mayoría busque escapar hacia otras monedas basadas en sistemas jurídicos y económicos más serios y previsibles. Debemos tener en claro que cuando la gente compra dólares o euros, no busca solamente el papel color verde, sino que está comprando la seguridad jurídica y económica que le brindan el sistema norteamericano o el europeo.

En los últimos tres años la pérdida de reservas fue del 40% (unos u$s 22.000 millones) y ellas fueron utilizadas para cubrir un déficit fiscal cada día mayor, la falta de ingreso de divisas, la huida de capitales y la importación de la energía que nuestro país dejó de producir. En el mismo período de tiempo Uruguay aumentó sus reservas un 107%, Perú un 49%, Chile un 47%, México un 55%, Brasil un 30% y Colombia un 55%.

El escenario actual nos muestra entonces un exceso de pesos en circulación que aumenta día a día, un estancamiento en el ingreso de dólares, un Estado deficitario y un panorama general de desconfianza hacia las instituciones, con violaciones evidentes al libre comercio, a la propiedad privada y a la previsibilidad para hacer negocios. Frente a todo ello, la caída de las reservas del BCRA se convierte en un indicador más que refleja un panorama poco alentador.

El Gobierno debe enfocar su atención en la infección ya que por más que en esta oportunidad logre bajar la fiebre, si no soluciona los problemas de fondo, ella volverá a aparecer con mayor intensidad. Si comienza a reencauzar las expectativas, acepta reducir el déficit fiscal, aumenta la seguridad jurídica y respeta el libre comercio, logrará niveles de previsibilidad en los cuáles el volumen de reservas del Banco Central no será un tema determinante para el futuro del país. Si no lo hace, asistiremos a una película que todos los argentinos pensamos que no volveríamos a tener que ver.

Julián Obiglio es Diputado Nacional y egresado de ESEADE.