El hombre que estorbaba

Por Mario Vargas Llosa. Publicado en http://www.lanacion.com.ar/1557643-el-hombre-que-estorbaba

 

NUEVA YORK.- No sé por qué ha sorprendido tanto la abdicación de Benedicto XVI ; aunque excepcional, no era imprevisible. Bastaba verlo, frágil y como extraviado en medio de esas multitudes en las que su función lo obligaba a sumergirse, haciendo esfuerzos sobrehumanos para parecer el protagonista de esos espectáculos obviamente írritos a su temperamento y vocación. A diferencia de su predecesor, Juan Pablo II, que se movía como pez en el agua entre esas masas de creyentes y curiosos que congrega el Papa en todas sus apariciones, Benedicto XVI parecía totalmente ajeno a esos fastos gregarios que constituyen tareas imprescindibles del pontífice en la actualidad. Así se comprende mejor su resistencia a aceptar la silla de San Pedro que le fue impuesta por el cónclave hace ocho años y a la que, como se sabe ahora, nunca aspiró. Sólo abandonan el poder absoluto, con la facilidad con que él acaba de hacerlo, aquellas rarezas que, en vez de codiciarlo, desprecian el poder.

No era un hombre carismático ni de tribuna, como Karol Wojtyla, el papa polaco. Era un hombre de biblioteca y de cátedra, de reflexión y de estudio, seguramente uno de los pontífices más inteligentes y cultos que ha tenido en toda su historia la Iglesia Católica. En una época en que las ideas y las razones importan mucho menos que las imágenes y los gestos, Joseph Ratzinger era ya un anacronismo, pues pertenecía a lo más conspicuo de una especie en extinción: el intelectual. Reflexionaba con hondura y originalidad, apoyado en una enorme información teológica, filosófica, histórica y literaria, adquirida en la decena de lenguas clásicas y modernas que dominaba, entre ellas el latín, el griego y el hebreo. Aunque concebidos siempre dentro de la ortodoxia cristiana, pero con un criterio muy amplio, sus libros y encíclicas desbordaban a menudo lo estrictamente dogmático y contenían novedosas y audaces reflexiones sobre los problemas morales, culturales y existenciales de nuestro tiempo que lectores no creyentes podían leer con provecho y a menudo -a mí me ha ocurrido- turbación. Sus tres volúmenes dedicados a Jesús de Nazareth, su pequeña autobiografía y sus tres encíclicas -sobre todo la segunda, Spe Salvi , de 2007, dedicada a analizar la naturaleza bifronte de la ciencia, que puede enriquecer de manera extraordinaria la vida humana, pero también destruirla y degradarla-, tienen un vigor dialéctico y una elegancia expositiva que destacan nítidamente entre los textos convencionales y redundantes, escritos para convencidos, que suele producir el Vaticano desde hace mucho tiempo.

A Benedicto XVI le ha tocado uno de los períodos más difíciles que ha enfrentado el cristianismo en sus más de dos mil años de historia. La secularización de la sociedad avanza a gran velocidad, sobre todo en Occidente, ciudadela de la Iglesia hasta hace relativamente pocos decenios. Este proceso se ha agravado con los grandes escándalos de pedofilia en que están comprometidos centenares de sacerdotes católicos y a los que parte de la jerarquía protegió o trató de ocultar y que siguen revelándose por doquier, así como con las acusaciones de blanqueo de capitales y de corrupción que afectan al banco del Vaticano. El robo de documentos perpetrado por Paolo Gabriele, el propio mayordomo y hombre de confianza del Papa, sacó a la luz las luchas despiadadas, las intrigas y turbios enredos de facciones y dignatarios en el seno de la curia de Roma enemistados por razón del poder.

Nadie puede negar que Benedicto XVI trató de responder a estos descomunales desafíos con valentía y decisión, aunque sin éxito. En todos sus intentos fracasó, porque la cultura y la inteligencia no son suficientes para orientarse en el dédalo de la política terrenal y enfrentar el maquiavelismo de los intereses creados y los poderes fácticos en el seno de la Iglesia, otra de las enseñanzas que han sacado a la luz esos ocho años de pontificado de Benedicto XVI, al que, con justicia, L’Osservatore Romano describió como «un pastor rodeado por lobos».

Pero hay que reconocer que gracias a él por fin recibió un castigo oficial en el seno de la Iglesia el reverendo Marcial Maciel Degollado, el mexicano de prontuario satánico, y fue declarada en reorganización la congregación fundada por él, la Legión de Cristo, que hasta entonces había merecido apoyos vergonzosos en la más alta jerarquía vaticana. Benedicto XVI fue el primer papa en pedir perdón por los abusos sexuales en colegios y seminarios católicos, en reunirse con asociaciones de víctimas y en convocar la primera conferencia eclesiástica dedicada a recibir el testimonio de los propios vejados y de establecer normas y reglamentos que evitaran la repetición en el futuro de semejantes iniquidades. Pero también es cierto que nada de esto ha sido suficiente para borrar el desprestigio que ello ha traído a la institución, pues constantemente siguen apareciendo inquietantes señales de que, pese a aquellas directivas dadas por él, en muchas partes todavía los esfuerzos de las autoridades de la Iglesia se orientan más a proteger o disimular las fechorías de pedofilia que se cometen que a denunciarlas y castigarlas.

Tampoco parecen haber tenido mucho éxito los esfuerzos de Benedicto XVI por poner fin a las acusaciones de blanqueo de capitales y tráficos delictuosos del banco del Vaticano. La expulsión del presidente de la institución, Ettore Gotti Tedeschi, cercano al Opus Dei y protegido del cardenal Tarcisio Bertone, por «irregularidades de su gestión», promovida por el Papa, así como su reemplazo por el barón Ernst von Freyberg, ocurren demasiado tarde para atajar los procesos judiciales y las investigaciones policiales en marcha relacionadas, al parecer, con operaciones mercantiles ilícitas y tráficos que ascenderían a astronómicas cantidades de dinero, asunto que sólo puede seguir erosionando la imagen pública de la Iglesia y confirmando que en su seno lo terrenal prevalece a veces sobre lo espiritual y en el sentido más innoble de la palabra.

Joseph Ratzinger había pertenecido al sector más bien progresista de la Iglesia durante el Concilio Vaticano II, en el que fue asesor del cardenal Frings y donde defendió la necesidad de un «debate abierto» sobre todos los temas, pero luego se fue alineando cada vez más con el ala conservadora, y como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (la antigua Inquisición) fue un adversario resuelto de la Teología de la Liberación y de toda forma de concesión en temas como la ordenación de mujeres, el aborto, el matrimonio homosexual e, incluso, el uso de preservativos que, en algún momento de su pasado, había llegado a considerar admisible. Esto, desde luego, hacía de él un anacronismo dentro del anacronismo en que se ha ido convirtiendo la Iglesia. Pero sus razones no eran tontas ni superficiales, y quienes las rechazamos tenemos que tratar de entenderlas por extemporáneas que nos parezcan. Estaba convencido de que si la Iglesia Católica comenzaba abriéndose a las reformas de la modernidad, su desintegración sería irreversible y, en vez de abrazar su época, entraría en un proceso de anarquía y dislocación internas capaz de transformarla en un archipiélago de sectas enfrentadas unas con otras, algo semejante a esas iglesias evangélicas, algunas circenses, con las que el catolicismo compite cada vez más -y no con mucho éxito- en los sectores más deprimidos y marginales del Tercer Mundo. La única forma de impedir, a su juicio, que el riquísimo patrimonio intelectual, teológico y artístico fecundado por el cristianismo se desbaratara en un aquelarre revisionista y una feria de disputas ideológicas era preservando el denominador común de la tradición y del dogma, aun si eso significaba que la familia católica se fuera reduciendo y marginando cada vez más en un mundo devastado por el materialismo, la codicia y el relativismo moral.

Juzgar hasta qué punto Benedicto XVI fue acertado o no en este tema es algo que, claro está, corresponde sólo a los católicos. Pero los no creyentes haríamos mal en festejar como una victoria del progreso y la libertad el fracaso de Joseph Ratzinger en el trono de San Pedro. Él no sólo representaba la tradición conservadora de la Iglesia, sino también su mejor herencia: la de la alta y revolucionaria cultura clásica y renacentista que, no lo olvidemos, la Iglesia preservó y difundió a través de sus conventos, bibliotecas y seminarios, aquella cultura que impregnó al mundo entero con ideas, formas y costumbres que acabaron con la esclavitud y, tomando distancia con Roma, hicieron posibles las nociones de igualdad, solidaridad, derechos humanos, libertad, democracia, e impulsaron decisivamente el desarrollo del pensamiento, del arte, de las letras, y contribuyeron a acabar con la barbarie e impulsar la civilización.

La decadencia y mediocrización intelectual de la Iglesia que ha puesto en evidencia la soledad de Benedicto XVI y la sensación de impotencia que parece haberlo rodeado en estos últimos años es sin duda factor primordial de su renuncia, y un inquietante atisbo de lo reñida que está nuestra época con todo lo que representa vida espiritual, preocupación por los valores éticos y vocación por la cultura y las ideas.

Mario Vargas Llosa integra el consejo académico de ESEADE.

THEODORE ZELDIN: SOBRE AUTORIDAD Y RESPETO

Por Alberto Benegas Lynch (h), Presidente del Consejo Académico de Libertad y Progreso – New York, 14 de Febrero 2013. 
Mucho se ha escrito sobre autoridad y poder pero no todas las elucubraciones dan en la tecla. El poder implica dominio, significa uso de la fuerza (lo cual es completamente distinto de poder como verbo, en el sentido de capacidad para hacer algo como, por ejemplo, cuando se constata que fulano puede jugar al ajedrez). En cambio, la autoridad alude a la solvencia con que se procede: se reconoce a la autoridad del gran matemático en su campo, al deportista en el suyo, al buen profesor y así sucesivamente. Sin embargo, existe el uso fraudulento de “autoridad” en el sentido de revestido de poder en cuanto a posibilidad de usar la fuerza con carácter agresivo. En este contexto, se destacan en primer lugar los gobiernos que en la versión convencional se extralimitan en sus atributos de proteger los derechos de sus mandantes y, en su lugar, los conculcan, lo cual, claro está, no merece respeto (situación bastante habitual por cierto). Por otra parte, el director de un colegio no tiene poder en el sentido de la facultad de recurrir a la fuerza agresiva sino que en la propiedad que representa, tiene la posibilidad de amonestar según las reglas con las que se admitió al amonestado a la casa de estudios.
Se ha dicho y repetido que debe respetarse la investidura aunque no merezca respeto quien la detenta. A nuestro modo de ver esto no es así ni debería serlo. En verdad, quien primero falta el respeto a la investidura es quien la denigra al proceder de modo indigno. Precisamente, el modo de respetar la investidura consiste en denostar a quien la prostituye. Todo este razonamiento está dirigido principalmente a los gobernantes que degradan su investidura al traicionar las funciones y el mandato con que fueron investidos. Sin llegar al inaceptable tiranicidio que aconsejaban los clásicos, es necesario el repudio a los que, en lugar de proteger los derechos de la gente, los atacan y mancillan.
Theodore Zeldin, profesor de historia en la Universidad de Oxford, ha publicado un libro titulado An Intimate History of Humanity en cuyo capítulo octavo desarrolla el tema del poder, por un lado, y la autoridad en el contexto del respeto, por otro. Nos recuerda que la primera manifestación teológica se ubica en la antigua Sumeria en donde reyes y sacerdotes le decían a la gente que debían trabajar sin desmayo en condiciones infrahumanas bajo la coacción de gobernantes “para que los dioses pudieran descansar” y, desde luego, esos reyes y sacerdotes eran los representantes de los dioses en la tierra quienes usufructuaban de semejante patraña.
Señala este autor que durante la mayor parte de la historia de la humanidad, salvo cortos períodos de sublevación, la gente ha sido sumisa al poder desenfrenado de una casta de gobernantes y sus socios privilegiados quienes han vivido a expensas de la población a la que tenían (y tienen) sumergida, todo en nombre de “la autoridad” y ahora observa con beneplácito que los políticos que se han ubicado en el lugar de los reyes son los menos respetados. En este sentido decimos nosotros que es pertinente tener en cuenta que una reciente encuesta de Latinobarómetro coloca a los políticos como los menos confiables de todas las profesiones públicas posibles y ubican a los bomberos como los de mayor prestigio.
Escribe Zeldin que “Dos mundo existen lado a lado. En uno la lucha por el poder continúa como ha sido siempre. En el otro, no es el poder lo que cuenta sino el respeto. El poder ya no significa que se le tenga respeto. Incluso el hombre más poderoso del mundo, el Presidente de los Estados Unidos, no es suficientemente poderoso como para concitar el respeto generalizado; tiene menos respeto que la Madre Teresa a quien nadie está obligado a obedecer”.
Sigue diciendo que “Los gobiernos modernos que siempre intentan controlar más aspectos de las vidas de las personas que los reyes intentaron jamás, son constantemente humillados porque sus leyes raramente logran lo que se proponen y son evadidas y burladas […] ahora se ha descubierto que significa el poder: que la gente actúe como los poderosos quieren […antes] se pretendía que el respeto fuera a quienes vivían a expensas de los demás”. En resumen, “El respeto no puede lograrse a través de los mismos métodos que el poder. No requiere de jefes sino de personas que meditan […] sobre el respeto recíproco”.
Incluso el autor extiende sus jugosas disquisiciones al campo de las relaciones voluntarias en la empresa con lo que sin mencionarlo de hecho adhiere a la moderna concepción del “Market Based Management” en la que se estimulan organigramas más horizontales. Así consigna que “Los gerentes de empresas han dejado de verse como seres que imparten órdenes o tomando decisiones y, en vez, concluyen que su función radica más bien en incentivar a los integrantes de su equipo a que encuentren soluciones por si mismos”.
En última instancia, la idea del poder está basada en una superlativa presunción del conocimiento. En lugar de comprender que la información está dispersa y fraccionada entre millones de personas, se considera que todo debe resolverse desde el vértice del poder con lo que en realidad se concentra ignorancia. Nadie sabe a ciencia cierta que hará al día siguiente (puede conjeturar pero al modificarse las circunstancias, cambia su agenda) y sin embargo se pretende manejar vidas y haciendas de millones de personas.
La forma más civilizada y productiva de obtener información en las coordinaciones de los procesos sociales es a través de los precios en el mercado como únicos indicadores en un sistema de propiedad privada (puesto que no pueden haber precios sin esa institución fundamental). En esta línea argumental cierro esta nota con un ejemplo tomado del amplio espectro del ecologismo hoy tan en boga, donde no solo se pone en evidencia la arrogancia de los planificadores sociales sino que se dejan de lado procesos de mercado que resuelven los problemas planteados, y en su lugar, utilizar el canal del medio ambiente para eliminar la propiedad.
A través de las figuras de los “derechos difusos” y el “subjetivismo plural” se pretende que cualquiera pueda invadir la propiedad ajena alegando que se daña el planeta. No se trata de atajarse de daños que se infringen al derecho de las personas en cuyo caso naturalmente el damnificado puede demandar a quien se prueba lo perjudica (sea a través de la emisión de monóxido de carbono o el derramar ácido sulfúrico en el jardín del prójimo y equivalentes) sino recurrir al aparato estatal para que se paralice la decisión de los dueños.
Esto último ocurre de este modo debido a que se confunde lo que es un derecho con una externalidad positiva. Por ejemplo, si una parcela linda con otra en la que hay una arboleda que proyecta sombra sobre la tierra del vecino y, en otro momento, el titular decidiera talar ese bosque, el primero lo pretende demandar porque estima lesionó su derecho a la sombra. Esto constituye un error garrafal puesto que quien se beneficiaba con la sombra del vecino, como queda dicho, obtenía una ventaja gratuita (externalidad positiva) de lo cual no se desprende que tenga un derecho sobre la aludida sombra.
Del mismo modo, si se comprobara que cierta arboleda que se encuentra en la propiedad de alguien resulta de importancia para proveer oxígeno a otros, esos otros, si estiman que es de gran valor que se mantengan en pie esos árboles, deben pagar por ello para mantenerlo del mismo modo que se paga por un medicamento o un alimento. Sin duda que primero debe constatarse el peso relativo del bien en cuestión y esa información en el contexto de un proceso evolutivo, igual que tantas otras que van surgiendo con nuevas investigaciones, es provista por quienes obtengan el referido conocimiento que, a su vez, es vendido en el mercado (si nadie la compra es porque los datos del caso no se consideran de valor, pero de ninguna manera se justifica el establecimiento de comisarios para que resuelvan por la fuerza).
En el contexto de las preocupaciones de Zelin, tal vez la estocada más contundente a la propiedad sea vía la ecología. Hoy parece más efectivo para socializar el exhibir un ganso envuelto en petróleo que un niño africano con el abdomen hinchado de hambre. En el ejemplo citado se apunta a la colectivización de la propiedad y, como resultado, ocurre lo que Garret Hardin ha bautizado tan ajustadamente como “la tragedia de los comunes” (lo que es de todos no es de nadie y, por ende, los incentivos son radicalmente diferentes respecto a cuando se asignan derechos de propiedad).
El libro de Zeldin es de gran calado y pega en el blanco respecto a los padecimientos de personas a las que se atropella en sus autonomías individuales, no solo en el ejemplo señalado sino en prácticamente todos los aspectos de la vida. Es hora de que se respete el derecho de cada cual como algo efectivo y no como algo meramente retórico y se establezcan vallas efectivas que tiendan a ser infranqueables para los abusos del Leviatán.
A los economistas nos resulta vital estudiar muy de cerca avenidas como las de la filosofía, el derecho, la historia, la ecología y ramas necesariamente emparentadas con la economía, puesto que como ha indicado el premio Nobel en Economía Friedrich Hayek: “nadie puede ser un buen economista si solo es economista y estoy tentado a decir que el economista que es sólo economista tenderá a convertirse en un estorbo, cuando no en un peligro manifiesto”. Si, en un peligro manifiesto.
* Publicado originalmente en DIARIO DE AMÉRICA. Ver nota en http://www.diariodeamerica.com/front_nota_detalle.php?id_noticia=7678

La política y su malestar

Por Enrique Edmundo Aguilar. Publicado el 30/1/13 en http://www.elimparcial.es/america/la-politica-y-su-malestar-117878.html

A fines del año pasado la editorial Sudamericana publicó El malestar de la política, del ensayista argentino Juan José Sebreli, autor de Buenos Aires. Vida cotidiana y alienación, Los deseos imaginarios del peronismo, El asedio a la modernidad, Crítica de las ideas políticas argentinas , y otros tantos títulos destacados. Su propósito, como se indica al comienzo, es el de redefinir algunos conceptos políticos que, “por pereza mental o por motivos utilitarios”, resultan habitualmente despojados de su genuino significado.

A este fin, Sebreli repasa además las ideas de autores esenciales en la historia de la disciplina que fueran víctimas, ellos también, de interpretaciones distorsionadas no sólo por parte de sus críticos sino de sus propios seguidores. Más precisamente, la sección del libro titulada “Pensamiento y política” (precedida por otra más concisa que se interroga sobre las tensiones entre filosofía y ciencia política) está dedicada a esta revisión, donde se dan cita nombres tales como Maquiavelo, John Stuart Mill, Kant, Hegel, Marx, Weber, Carl Schmitt, Keynes, Leo Strauss y John Rawls, especialmente escogidos en virtud de esos problemas de interpretación que suscitaran sus escritos. Asimismo, esta sección incorpora atinadas reflexiones sobre la relación entre el intelectual y la política y las diferentes tipologías que esta relación admite según sea el grado de compromiso del intelectual con la realidad que lo circunda, un partido o ideología determinados, el gobierno de turno, etc.

La tercera y última parte, titulada “Conceptos fundamentales de la teoría política”, es la que responde más puntualmente al propósito de la obra al identificar algunos vocablos de los que se ha hecho con frecuencia un uso equívoco e interesado. Igualdad, libertad, democracia, izquierda, derecha, fascismo, populismo…, he ahí algunos de esos términos. En particular, son dignas de destacar las páginas sobre el populismo, no sólo por su actualidad sino por lo que suponen como contribución al entendimiento de este fenómeno que, sin ser totalitario, se aproxima a esta categoría por su recurso a “la movilización de masas, la politización permanente, el culto al líder y el relato de la épica lucha contra los enemigos internos y externos”, rasgos que, en algunos casos latinoamericanos (como el chavismo o el “neopopulismo kirchnerista”) se acompañan también de clientelismo, corrupción, “un autoritarismo que pasa por democrático” y una ideología pseudoprogregista.

Un aporte al debate democrático. Aun siendo trillada, la fórmula quizá sirva para sintetizar las razones que hacen de este ensayo una lectura recomendable.

 Enrique Edmundo Aguilar es Doctor en Ciencias Políticas. Decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Políticas y de la Comunicación de la UCA y Director, en esta misma casa de estudios, del Doctorado en Ciencias Políticas. Profesor titular de teoría política en UCA, UCEMA, Universidad Austral y FLACSO,  es profesor de ESEADE y miembro del consejo editorial y de referato de su revista RIIM.

 

Irán, el más activo proliferador en Medio Oriente

Por Emilio Cárdenas. Publicado el 4/2/13 en http://www.lanacion.com.ar/1551518-iran-el-mas-activo-proliferador-en-medio-oriente

Irán no sólo tiene las conocidas ambiciones de poder transformarse en una potencia militar nuclear, sino que -a través de su «Guardia Revolucionaria Islámica»- está activamente armando a distintos movimientos terroristas que operan en Medio Oriente.

En los últimos meses,entonces, no sólo ha negociado y suscripto el controvertido acuerdo con Argentina sobre el caso de la AMIA, sino que se ha transformado en el más importante proliferador-de toda suerte de armamentos- en esa frágil región del mundo.

Así lo acaba de confirmar el propio Secretario de Defensa de los Estados Unidos, el demócrata León Panetta, en una de sus recientes declaraciones a los medios de su país, cuando se apresta a dejar su cargo.

Irán está ahora exportando -irresponsablemente- los llamados «manpads», o sea misiles que pueden ser disparados por una persona desde su hombro para derribar con ellos a cualquier tipo de aviones o helicópteros, incluyendo a los comerciales, esto es a los de pasajeros. Peligrosísimos, por cierto, especialmente si caen en manos de fanáticos.

El 23 de enero pasado, Yemen, con asistencia norteamericana, logró interceptar un cargamento de esos dantescos misiles que estaba siendo transportado por un buque de cargaque navegaba en aguas de ese país. Presumiblemente,en ese caso, las armas estaban destinadas al grupo yemení denominado «Houti», de corte separatista, que opera en el norte de ese país y que ya ha mantenido duros enfrentamientos armados, tanto con las fuerzas del gobierno de su país, en San’a, como contra las bien equipadas fuerzas armadas de la vecina Arabia Saudita.

Incidente al que cabe agregar el reciente episodio protagonizado por la aviación israelí, que destruyó una columna de camiones que circulaba en pleno territorio sirio, que aparentemente transportaba un moderno sistema iraní de defensa anti-áerea(con misiles de fabricación rusa, los SA-17) que se estaba transfiriendo a Haezbollah, para ser instalado por esta organización financiada y sostenida por Irán en el sur del Líbano.

Siria negó que ese bombardeo hubiera existido y se limitó a denunciar el ataque por parte de aviones israelíes de una instalación «de investigación» instalada -sostuvo- en las afueras de Damasco, en Jamraya, que dio por destruida.

Ambas cosas habrían, aparentemente, existido. A lo que se suma la intensa vigilancia que impone la posibilidad de que todo o parte del armamento biológico y químico sirio pueda de pronto caer en manos de la milicia shiita de Hezbollah.

Recordemos que Israel y Siria están técnicamente en guerra, aunque hayan mantenido un casi constante cese del fuego a lo largo de los últimos años. Los milicianos de la Guardia Revolucionaria iraní están luchando en el interior de Siria, defendiendo al ahora tambaleante régimen alawita de los Assad..

Este ataque se suma, ciertamente, al realizado en 2007, también en territorio sirio, contra lo que se cree eran las instalaciones del programa nuclear sirio y al más reciente raid aéreo contra una fábrica militar sudanesa, emplazada cerca de Khartoum, que producía armas destinadas a los milicianos de Hamás.

Para combatir el terrorismo y la proliferación de armas peligrosas originadas en la implosión libia o las suministradas por Irán,destinadas todas a armar a los diferentes movimientos terroristasque operan en el norte de África, los Estados Unidos acaban de anunciar que establecerán una base de aviones no tripulados (drones) en Niger. Desde allí utilizarán esos aparatos para vigilar constantemente las actividades y desplazamientos de los aliados de Al Qaeda en la región, particularmente ahora que acaban de ser desalojados por las fuerzas armadas de Francia del norte de Mali, habiéndose refugiado (una vez más) en la zona -montañosa e inaccesible- que separa a Mali de Argelia, territorio que los milicianos jihadistasconocen como las palmas de sus manos.

Detrás de todo esto aparece, cada vez con mayor frecuencia,la sombra peligrosa de las organizaciones paramilitares de la teocracia fanática iraní, obviamente preocupada por las consecuencias de perder, de pronto, el control de la Siria conducida por el clan que lidera Bashar al-Assad, eventualidad que cada vez parece estar más cerca de transformarse en una realidad,lo que naturalmente golpearía estratégicamente a Irán.

Mientras tanto Irán-el país que sigue siendo el mayor exportador de terrorismo del mundo- ha asumido,además,la referida intensa actividad proliferadora que, por su intensidad creciente, preocupa, y mucho, a la comunidad internacional.

 

Emilio Cárdenas es Abogado. Realizó sus estudios de postgrado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan y en las Universidades de Princeton y de California.  Es profesor del Master de Economía y Ciencias Políticas y Vice Presidente de ESEADE.

 

Un “premio” que llega tarde

Por Pablo Guido. Publicado el 5/2/13 enb http://chh.ufm.edu/blogchh/

Hay un dicho: “hay tres clases de mentiras, las mentiras piadosas, las grandes mentiras y las estadísticas”. Como decía el Muso Ayau: “si una persona come diariamente dos pollos y otra no come nada, en promedio las personas comen un pollo diario”.

Pero esta historia va más allá: en Argentina, desde enero de 2007, el gobierno intervino el instituto de estadística nacional para “dibujar” las cifras de muchos indicadores económicos. En el caso específico del índice de precios al consumidor, mientras que en los últimos 6 años el cálculo oficial estimó en un incremento de precios menor al 10% anual, las estimaciones privadas lo ponen en un 25% de aumento al año. Brecha muy significativa, por cierto: el gobierno calculó un incremento de precios de casi el 70% entre 2007 y 2012, mientras que consultoras privadas e institutos provinciales de estadísticas lo estimaron en al menos un 240%. Es por eso que el Fondo Monetario Internacional, después de 6 años de mentiras y engaños por parte de uno de sus miembros, lo ha “amonestado”.

El FMI es una vergüenza internacional ya que desde el inicio de la intervención del gobierno argentino al instituto de estadística estuvo en conocimiento del “fraude” estadístico. Tuvieron que pasar 72 meses o 2.190 días o 52.560 horas para que los funcionarios del organismo internacional pudieran declarar que el gobierno debe mejorar la calidad de las estadísticas del índice de precios al consumidor. Algo que en Argentina todo el mundo sabe desde principios de 2007, fecha del primer informe del índice de precios con la “nueva” metodología. ¿Por qué el FMI tardó tanto en darse cuenta del engaño? Misterios que ocurren en los organismos internacionales…Privilegios de pertenecer a la casta burocrática internacional que recibe sus salarios de los aportes de los contribuyentes de todo el mundo.

 Pablo Guido se graduó en la Maestría en Economía y Administración de Empresas en ESEADE. Es Doctor en Economía (Universidad Rey Juan Carlos-Madrid), profesor de Economía Superior (ESEADE) y profesor visitante de la Escuela de Negocios de la Universidad Francisco Marroquín (Guatemala). Investigador Fundación Nuevas Generaciones (Argentina). Director académico de la Fundación Progreso y Libertad.

 

Los controles de precios fueron y serán siempre un fracaso

Por Gustavo Lazzari. Publicado el 6/2/13 en http://opinion.infobae.com/gustavo-lazzari/2013/02/06/los-controles-de-precios-fueron-y-seran-siempre-un-fracaso/

 El 25 de enero de 2013 en un discurso pronunciado en la Casa Rosada, la presidenta de la Nación dijo: “Está demostrado por el paso de la historia que obligar, acordar, esas cosas no sirven, es el propio usuario y consumidor el que tiene que hacer valer sus derechos“. Sin embargo el 4 de febrero, diez días después, el secretario Guillermo Moreno acordó un congelamiento de precios con las principales cadenas de supermercados.

Más allá de la abierta contradicción entre los dichos de la presidenta y el nuevo intento de “congelamiento” es necesario analizar tres cuestiones.

1) El congelamiento en el fondo implica un aumento por cuanto las cadenas de supermercados dejarán de publicar rebajas del 15%, 20% y 30% como lo hacían habitualmente hasta el último fin de semana.

2) El objetivo del congelamiento es “calmar el agua” dado que los meses de febrero, marzo y abril son muy febriles, en términos de negociaciones paritarias. Y aquí el gobierno tiene dos problemas. Por un lado, fuertes aumentos de salarios pueden inducir a las empresas a ajustar aún más los precios a la suba. Por otro lado, las paritarias del sector público implican un serio riesgo para la situación fiscal ya seriamente comprometida.

3) El control de precios, fue, es y será siempre un fracaso. La historia argentina es lapidaria.

Entre febrero de 1967 y noviembre de 1989 transcurrieron 24 ministros de economía y 274 meses. Sólo en el 10% de ese tiempo hubo libertad de precios. El resto del tiempo los precios estaban controlados, concertados, pautados o administrados por la autoridad pública. Sin embargo, la inflación fue devastadora en todo el período.

Según un informe de FIEL, el régimen de precios de ese período se distribuye de la siguiente manera.

  • 30 meses con precios libres                 10,9%
  • 57  meses con precios vigilados         20,8%
  • 45 meses con precios concertados   16%
  • 76 meses con controles de precios   27%
  • 26 meses con precios pautados          9%
  • 95 meses con precios máximos          35%
  • 36 meses con precios congelados      13%

El fracaso fue total e incuestionable. Esta batería de mecanismos no evitó que aquello que costaba 1$ m/n en 1967  llegara a costar en 1989 nada menos que 3.945.977.971,92 $ m/n. (eso sí, expresados en australes).

De esos 23 años, en sólo uno la inflación anual fue menor al 10%. Durante catorce años la inflación anual superó el 100%. El final, en 1989 fue la trágica hiperinflación, que muchos ya olvidaron.

 Ni el nazismo ni los soviéticos

Los nazis quisieron controlar el precio de la carne y no pudieron. El 26 de noviembre de 1936 establecieron un control de precios que les ponía un límite (entre ellos la carne) hasta el 17 de octubre de dicho año (la coincidencia con el día peronista es sólo casual). Tiempo después, el jerarca nazi responsable del planeamiento económico Herman Goering, siendo prisionero, confesó que “si intentan controlar precios y jornales, es decir el trabajo del pueblo, deberán controlar la vida de las personas y ningún país puede intentarlo a medias. Yo lo hice y fracasé. Asimismo, una nación tampoco puede imponer un control absoluto. Y lo intenté y también fracasé”. [1]

Los soviéticos vieron fracasar el más cruel sistema de control de precios, vidas y personas.

Para mitigar las nefastas consecuencias del control en términos de desabastecimiento y hambrunas, los soviéticos popularizaron una adivinanza. “¿Qué cosa mide cincuenta metros de largo y come papas?. Respuesta: el pueblo ruso haciendo la cola para comprar carne”.


[1][1] Extracto del libro 4000 años de controles de precios y salarios. Robert Schuettinger y Eamonn F. Butter. Editorial Atlántida, The Heritage Foundation, 1979

Gustavo Lazzari es Licenciado en Economía, (UCA), Director de Políticas Públicas de la Fundación Atlas para una Sociedad Libre, y fue investigador del Proyecto de Políticas Públicas de ESEADE entre 1991-92, y profesor de Principios de Economía de 1993 a 1998 y en 2002. Es empresario.

 

¿Son los think tanks los amos del universo?

Por Alejandro A. Chafuén. Publicado el 16/1/13 en http://www.forbes.com/sites/realspin/2013/01/16/think-tanks-are-they-the-masters-of-the-universe/

Traducción al español: Matías E. Ruiz en: http://www.elojodigital.com/contenido/11690-son-los-think-tanks-los-amos-del-universo

¿Cómo contribuyen los think tanks a la producción de resultados que conducen a una mejor política pública? Trabajando durante tres décadas en este campo, he desarrollado un simple modelo basado en inputs complejos. Lo retornado por el sistema surge del resultado de cuatro factores: ideas, incentivos, liderazgo, y providencia o suerte.

Una publicación reciente de Daniel Stedman Jones (Los Amos del Universo: Hayek, Friedman y el Nacimiento de las Políticas Neoliberales, Masters of the Universe: Hayek, Friedman, and the Birth of Neoliberal Politics | Princeton University Press, 2012) bordea la totalidad de estos factores. Como Alejandro Chafuén, junto a Milton Friedmanfuente de ideas fundamentales, Stedman Jones se enfoca en cuatro figuras prominentes, Ludwig von Mises, Karl Popper y los laureados con el Nobel F.A. Hayek y Milton Friedman. La cita de Stedman Jones de un día 21 de abril de 1978 relativa a la aparición de Friedman en el programa de la BBC ‘The Money Programme’ describe el rol que él considera que estos desempeñan: «El rol de los pensadores, creo yo, coincide con mantener -primariamente- opciones abiertas, tener alternativas disponibles, de manera que, cuando la fuerza bruta de los eventos configuran un cambio inevitable, existe una alternativa disponible para modificarla».

En lo que hace a liderazgo político, Stedman Jones se enfoca en Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Pocos amigos de la sociedad libre pueden evadirse de sus alternativas. Ellos son ampliamente reconocidos por sus contribuciones en el resultado tendientes a detener el camino hacia el socialismo. En lo que respecta a los incentivos, Stedman declama que la visión de libre empresa se ha vuelto predominante merced a la red transatlántica de think tanks, hombres de negocios, políticos, y periodistas. Esta red ha logrado cohesión a partir de los puntos de vista y el liderazgo de Hayek, Friedman, etcétera. Stedman Jones también brinda espacio importante para el trabajo Burocracia (Bureaucracy) de Hayek y la publicación de Popper La Sociedad Abierta y sus Enemigos (The Open Society and its Enemies). El menciona que esta red se ha visto beneficiada de la generosidad y el liderazgo compartido por hombres de negocios y sus fundaciones, incluyendo a Richard Mellon Scaife, The Earhart Foundation, Charles Koch, John M. Olin Foundation, y Liberty Fund.

A pesar de dedicar numerosas páginas a las bases intelectuales del neoliberalismo -que él define como la «ideología de libre mercado basada en libertad individual y gobierno limitado que ha conectado a la libertad humana con las acciones del actor racional y egoísta en el mercado competitivo»– Stedman refiere que «la suerte, el oportunismo y un conjunto de circunstancias emanadas de la contingencia jugaron el más crucial de los roles». Pero, cuando la suerte, la circunstancia o la providencia crearon las condiciones, la red estaba lista: «desde la forma de una empresa con un carácter transatlántico genuino, la red se había vuelto, hacia los años ochenta, cada vez más internacional, de la mano de los esfuerzos de organizaciones tales como Atlas Foundation y Mont Pelerin Society«. En lo personal, yo me convertí en miembro de Mont Pelerin Society en 1980, y en presidente de Atlas en 1991, de modo que puedo otorgar credibilidad al análisis realizado por Stedman Jones y saber valorarlo.

El extrajo las citas de la correspondencia intercambiada entre Hayek y Antony Fisher, en las que este último lleva a cabo un esfuerzo para convencer a Alejandro Chafuén, junto a HayekHayek de que los think tanks no eran el resultado surgido de la pura suerte: «Usted ha mencionado a la ‘suerte’!… No hay dudas de que la suerte es importante… ¿No hubo, acaso, intención de ambas partes y la consiguiente acción? [para fundar un think tank] ¿Cuánto es la suerte?». Fisher fundó el Instituto de Asuntos Económicos (The Institute of Economic Affairs) en 1957, y Atlas en 1981.

Stedman incluye más citas y dedica aún más páginas a Von Mises, Hayek y Friedman que a Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Su larga exposición sobre los puntos de vista compartidos por estos sobresalientes economistas podría empujar a muchos a prestar atención a sus trabajos. Esto podría ayudar a equilibrar su análisis al respecto de de que crisis de 2008 fue resultado de mercados libres operando desenfrenadamente. El ‘club’ Hayek-Friedman declama que la crisis fue el resultado de intervencionismo previo.

El libro concluye que «la acción en políticas públicas fundada en la razón necesita regresar». Para Stedman, esto implica el imperio de la burocracia iluminada. Aquellos cuyo trabajo condujo hacia el triúnfo temporario del neoliberalismo también creen en las políticas públicas con la razón como base fundamental. Pero se trata de una razón influenciada por su comprensión teórica y empírica relativa a la superioridad de reglas simples sobre la regulación detallada de la existencia de personas y empresas. Hayek escribió que «probablemente, nada le ha hecho tanto daño a la causa liberal como la insistencia obcecada de algunos liberales en ciertas reglas duras, por sobre el principio de laissez-faire”. El pareció tener en mente a aquellos quienes, ante cualquier problema de políticas públicas, básicamente responden: «Es culpa del gobierno; el mercado libre lo solucionará».

El camino de regreso hacia la libre empresa, alejado del capitalismo estatal, requerirá de una nueva generación de líderes en los think tanks que vuelvan a dedicarse a la investigación seria y la promoción adecuada de soluciones públicas.

Alejandro A. Chafuén es miembro del comité de consejeros para The Center for Vision & Values, fideicomisario del Grove City College, y presidente de la Atlas Economic Research Foundation. Se ha desempeñado como fideicomisario del Fraser Institute desde 1991. Es  graduado de ESEADE.

Los delitos de lesa humanidad deben ser probados

Por Emilio Cárdenas. Publicado el 24/1/13 en http://www.lanacion.com.ar/1548408-los-delitos-de-lesa-humanidad-deben-ser-probados

 Luego de derrotar militarmente a la Alemania nazi, los aliados decidieron organizar de inmediato los tribunales de Nuremberg para juzgar a los máximos responsables de las atrocidades cometidas durante la Segunda Guerra Mundial, incluyendo el horrible genocidio perpetrado contra el pueblo judío. Ése fue, históricamente, el primer ejemplo claro de lo que hoy llamamos «justicia transicional».

Cabe recordar que, desde su inicio, esas conversaciones evidenciaron la existencia de dos posiciones marcadamente diferentes. Por una parte, la de los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, que procuraban hacer justicia con equidad, respetando el debido proceso legal. Por la otra, la de la Unión Soviética, que consideraba a los líderes nazis culpables ex ante , simplemente en función del contexto de la Segunda Guerra, como si por eso no hubiera sido necesario probar responsabilidad personal alguna. Los soviéticos veían los procesos judiciales apenas como un mecanismo para graduar, en cada caso, las penas por imponer. Nada más.

Es obvio que los soviéticos procuraban esencialmente propaganda y revancha pública, lo que poco y nada tiene que ver con hacer justicia. El fiscal soviético Andrei Vyshinsky sostuvo entonces que la presunción de inocencia debía, a lo sumo, considerarse «un prejuicio burgués». En rigor, los soviéticos estaban, además, tratando de ocultar su atroz matanza de centenares de oficiales polacos en Katyn, que recientemente Rusia ha reconocido como realizada por mandato de las autoridades soviéticas. Por su parte, el delegado soviético I. T. Nikitchenko sostuvo que las Declaraciones de Moscú y de Crimea (Yalta), por su contenido, debían tenerse por condenas, sin que fuera necesario dictar sentencias judiciales de ningún tipo para seguir adelante contra los jerarcas nazis.

Para los soviéticos, la carga de la prueba debía estar a cargo de la defensa, invirtiendo así la regla tradicional -exigida por el debido proceso legal y por el principio de presunción de inocencia- que postula que la prueba está -en cada caso- a cargo del fiscal acusador.

Nikitchenko, por lo demás, no comprendía qué era lo que los norteamericanos querían decir cuando insistían constantemente en que los jueces debían ser -y actuar- como personas independientes e imparciales. Lo que supone que debían dejar de lado las presiones externas, así como las derivadas de sus propias emociones, esto es, de sus respectivas ecuaciones personales. Para Nikitchenko, eso sólo suponía demorar las cosas innecesariamente.

El formidable fiscal norteamericano Robert Jackson, por su parte, estaba atónito frente a la pretensión soviética de concebir los juicios apenas como una formalidad, puesto que los soviéticos creían que eran importantes por razones políticas, pero no de justicia: la ideología les impedía ser, en esto, objetivos; y los lanzaba en dirección a la venganza. Por eso, en su momento, Jackson señaló: «No se debe poner a ninguna persona en juicio si uno no está decidido a dejarla en libertad si no se prueba su culpabilidad. Si uno está dispuesto a ejecutar a esa persona en cualquier caso -agregó-, no debiera organizarse ningún proceso penal, porque el mundo no respeta a aquellos tribunales que han sido simplemente organizados para condenar».

Desde entonces, la comunidad internacional ha evolucionado mucho y bien en materia de regulación de los crímenes de lesa humanidad y ha adoptado un principio, hoy reconocido universalmente, que es el de la necesidad de que los fiscales procedan a probar siempre los cargos que formulan «más allá de toda duda razonable». Una vez más, se confirmó el conocido principio de actori incumbit probatio . Si este requisito, que es una exigencia del Estado de Derecho y del debido proceso legal, así como de la necesidad de respetar las garantías judiciales esenciales, no se alcanza, debe absolverse al acusado. Ese y no otro es el estándar penal hoy universalmente aceptado por la comunidad internacional, que ha sido adoptado expresamente en los instrumentos y normas que regulan la actividad de los tribunales penales internacionales. En todos los casos.

Para cumplir con esta pauta es necesario no sólo probar el elemento físico de los delitos ( actus reus ), sino también su componente mental ( mens rea ), esto es, la intención de delinquir. Ambas cosas. Y que, cuando se trate de participaciones delictivas en las que, además, exista -y se pruebe- un plan común, es necesario que el presunto partícipe conozca la mens rea de quien cometerá materialmente el delito. No es posible asignar culpa por mera identidad política o ideológica. Ni tampoco por creencias o inferencias subjetivas.

Como sostiene Danilo Zolo, los jueces deben separar la política de la justicia, de modo que el proceso penal no sea simplemente una engañosa teatralización ritual de la lucha política o de la estigmatización de quien es considerado enemigo. Los procesos penales, es cierto, pueden estar sujetos a manipulaciones, interferencias y hasta a presiones indebidas. En algunos casos, realmente escandalosas. Cuando esto sucede, quedan viciados de nulidad.

Es hora entonces, en nuestro medio, de dejar de invocar mecánicamente el precedente interamericano del caso Veláquez Rodríguez, de los años 80, con el que, en algunos casos, se pretende asignar culpabilidad sobre la base de meros indicios y presunciones y de un pretendido «contexto» general de la Argentina de los años 70. Se evita así la responsabilidad de tener que probar «más allá de toda duda razonable».

Ocurre que, desde los años 80 hasta hoy, el derecho humanitario internacional ha avanzado enormemente y adoptado, sin excepciones, esa regla esencial. La de la necesidad de probar las acusaciones que se realizan «más allá de toda duda razonable». Cabe asimismo recordar que la referida decisión interamericana aclara que ella se aplica sólo a los tribunales internacionales y ciertamente no a los internos. Además es necesario apuntar que, aunque ella sólo pueda invocarse en el ámbito internacional, lo cierto es que exige que siempre se deduzcan conclusiones consistentes con los hechos y no con la fantasía o las emociones de los juzgadores.

Si la Argentina no abraza con rapidez y claridad la pauta probatoria utilizada y definida por el resto del mundo para los delitos de lesa humanidad -esto es, la necesidad de probar siempre la comisión de los delitos «más allá de toda duda razonable-, la historia tendrá, en las decisiones judiciales que caprichosamente den la espalda a ese principio, vehículos de revancha. Lo que sería lamentable y algo de lo que nuestras generaciones futuras nunca podrán estar orgullosas. La visión soviética de la segunda posguerra mundial no puede ser, de pronto, adoptada entre nosotros, y menos aún cuando la comunidad internacional toda ha adoptado la estricta pauta probatoria antes referida para el juzgamiento de los delitos de lesa humanidad.

Emilio Cárdenas es Abogado. Realizó sus estudios de postgrado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan y en las Universidades de Princeton y de California.  Es profesor del Master de Economía y Ciencias Políticas y Vice Presidente de ESEADE.

 

La República necesita de una oposición

Por Enrique Edmundo Aguilar. Publicado el 23/1/13 en http://www.elimparcial.es/america/la-republica-necesita-de-una-oposicion-117506.html

 Días pasados, el politólogo argentino Eugenio Kvaternik publicó en La Nación un notable artículo titulado “La crisis del sistema presidencial” donde se mencionan, en perspectiva comparada, cuatro experiencias latinoamericanas: la de Chávez (Venezuela), Correa (Ecuador), Morales (Bolivia) y Néstor y Cristina Kirchner (Argentina), caracterizadas por la existencia de “un Estado politizado”, que controla medios de comunicación y rentas extraordinarias, y un “sistema presidencial populista”, más o menos plebiscitario según los casos, que habría puesto fin a un período de Ejecutivos “volátiles” transitado previamente, y casi en forma contemporánea, por los cuatro países.

Con respecto al caso argentino, el artículo siembra alguna esperanza al señalar que esta etapa populista y de “mediocre gobernabilidad” que vivimos posiblemente sea un interregno que termine cediendo paso al establecimiento de una mejor democracia. Ahora bien, para que ello efectivamente ocurra, sería ante todo necesario que la oposición, para decirlo con Kvaternik, se pusiera “en marcha”, siendo menos condescendiente con el gobierno de lo que ha sido hasta ahora y cerrando filas en defensa de la República.

La cuestión apremia porque de lo que se trata, precisamente, es de salvar la República. Una exigencia que, dado el rumbo que ha elegido el gobierno, resulta irrenunciable para todos aquellos que en verdad deseamos vivir en un país libre y con buenas instituciones. Es decir, un país que poco tenga que ver con las experiencias de Venezuela, Ecuador u otros socios que viene haciendo la Argentina como Angola o, a estas horas, Vietnam (que ha despertado la fascinación de nuestra presidenta en su reciente visita oficial), y en donde se respeten la independencia de la justicia, la libertad de prensa, las reglas de la alternancia pacífica y otros valores de la democracia republicana que entre nosotros requieren ser restablecidos.

 Enrique Edmundo Aguilar es Doctor en Ciencias Políticas. Decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Políticas y de la Comunicación de la UCA y Director, en esta misma casa de estudios, del Doctorado en Ciencias Políticas. Profesor titular de teoría política en UCA, UCEMA, Universidad Austral y FLACSO,  es profesor de ESEADE y miembro del consejo editorial y de referato de su revista RIIM.

 

LA INMISERICORDE CRUELDAD DE LAS FRONTERAS NACIONALES

Por Gabriel J. Zanott. Publicado el 3/2/13 en http://www.gzanotti.blogspot.com.ar/

INSISTAMOS:

 «… la crisis internacional del 2008 ha implicado en los EEUU una casi estatización masiva del mercado de capitales, cuando es la propia Reserva Federal la que causó y causa las crisis (1), y han recrudecido en Latinoamérica, antes y después de la crisis, los llamados socialismos del s. XXI. Ante estas circunstancias, no sólo basta recordar la necesidad de las inversiones para la disminución de la pobreza, sino también las condiciones de libertad de entrada al mercado, sobre todo en un mundo supuestamente globalizado pero sin embargo cerrado. Hablamos de solidaridad internacional focalizando nuestra atención en organismos tales como Fondo Monetario y Banco Mundial, pero dichos organismos, al trabajar directamente con los gobiernos, son parte del problema. La cuestión es la libre entrada de personas y de capitales. Ello sí se corresponde coherentemente –aunque no decimos sea la única solución- con la sensibilidad cristiana al emigrante, al refugiado, a los terribles sufrimientos de millones y millones de personas que huyen desplazados por espantosas guerras, genocidios y condiciones infrahumanas de vida. La atención de esas personas, ¿no tiene que ver con la caridad social? Entonces hagamos propuestas posibles y realistas. No parece realista que proclamemos nuestra caridad para con el inmigrante y al mismo tiempo cerremos nuestras fronteras. Pero la libre entrada y salida de capitales y de personas no es una autoinmolación de la propia región. El libre comercio internacional no es un juego de suma cero o negativo, es un sistema donde cada persona, aportando libremente su trabajo al mercado, en igualdad ante la ley y sin los privilegios del estado asistencial, aumenta el nivel de vida de todos, porque toda acción en el mercado, en esas condiciones, es una inversión. Vengo de un país que es prácticamente un desierto de aproximadamente unos 3.700.000 km cuadrados. ¿No sería un acto de verdadera caridad que millones de seres sufrientes encuentren refugio en esa tierra? Pero no, permanece cerrada incluso para sus propios habitantes, porque la opinión pública de gobernantes y gobernados cree que la economía es como una torta fija de recursos que si aumenta para uno disminuye para otro. Pero ello no es así en un mercado abierto a la creatividad de las inversiones en igualdad ante la ley. Por ende, una magnífica oportunidad de conjugar la caridad con la escasez, el don con el mercado, sería decir: vengan, esta es su tierra con sólo pisarla y trabajar, sin privilegios, sin subsidios, en igualdad de condiciones con los demás. ¿No resuena en nuestros oídos que “…no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» [2]? Pues bien, ¿no sería una traslación, aunque opinable, de ese espíritu a nuestro orden social, abrir las fronteras en un libre mercado? Hago estas preguntas porque si hablamos de caridad, y la queremos aplicar al orden social, los laicos debemos ser críticos de las estructuras existentes y valientes en nuestras propuestas concretas, aunque conscientes, por supuesto, que nada de lo que propongamos se deriva directamente del depositum fidei. Pero sí, de nuestra sensibilidad cristiana. Millones y millones de seres humanos luchan por sobrevivir en condiciones infrahumanas en regiones destruidas por guerras y autoritarismos de diversas especies. Sabemos de ello pero parece que nada podemos hacer, excepto recurrir a complicados esquemas de ayuda internacional a través de organismos estatistas como los nombrados que parecen eximirnos de nuestra responsabilidad personal para caer en nuevas formas de racionalidad instrumental, mientras se siguen fomentando las ideas de estado-nación y odio al extranjero. Pero no, ya no debe haber extranjero. La mirada al otro en tanto otro, la mirada al otro desde el buen samaritano, implica que el otro es ante todo un ser humano que requiere nuestra mirada de igual a igual. “Para el cristiano –dice Edith Stein- no hay personas extrañas”(3). Pues bien, aunque la intensidad de la caridad de esas palabras no se pueda plasmar en las limitaciones de la ley humana(4), al menos sí podemos hacer que esta última borre las diferencias de fronteras y borre también las nuevas marginaciones y esclavitudes que producen un papel con el sello de “extranjero” colocado por la racionalidad instrumental de los estados-nación.»

(1) Ver la teoría austríaca del ciclo económico, fundamentalmente en Mises, L. von: The Theory of Money and Credit (1912), Liberty Fund, 1981, y La Acción Humana, (1949), Sopec, Madrid, 1968, caps. XX y XXXI.

(2) Ga 3, 28.
(3) Citado por Theresa a Matre Dei en su libro Edith Stein, En busca de Dios, Verbo Divino, Pamplona, 1994, p. 224.
(4) Nos referimos a estas palabras de Santo Tomás: “. . . la ley humana se establece para una multitud de hombres, en la cual la mayor parte no son hombres perfectos en la virtud. Y  así, la ley humana no prohíbe todos los vicios, de los que se abstiene un hombre virtuoso; sino sólo se prohíben los más graves, de los cuales es más posible abstenerse a la mayor parte de los hombres, especialmente aquellas cosas que son  para el  perjuicio de los demás, sin cuya prohibición la sociedad no se podría conservar como son los homicidios, hurtos, y otros vicios semejantes” (I-II, Q. 96, a. 2).

Gabriel J. Zanotti es Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA).  Es profesor full time de la Universidad Austral y en ESEADE es Es Profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.