Carlos Rodríguez Braun recuerda que no pagamos impuestos de manera condicional, sino porque estamos obligados a hacerlo.
Declaró a El País hace un tiempo el pianista y escritor James Rhodes: “Me encanta pagar impuestos, si no van al hermano de [Isabel Díaz] Ayuso y sí a mejorar la vida de la gente. Mi mujer no entiende nada”. Ignoro lo que piensa su mujer, pero sospecho que quien no entiende es don James.
Naturalmente, los progres de El País titularon la entrevista así: “Me encanta pagar impuestos”. Pero la cuestión fiscal no estriba en los gustos en absoluto. No hay ningún problema con que al señor Rhodes le guste pagar impuestos. De hecho, podría entregarle al Estado mañana mismo todo lo que posee. La clave de los impuestos no es que a él le encante pagarlos, sino que el Estado le obliga a pagar a mi vecina. Tanto la obliga que, si ella no paga, puede terminar en la cárcel. Este es el verdadero problema de los impuestos, que tantos biempensantes ignoran. Naturalmente, los progres de El País no preguntan nunca al señor Rhodes, ni a nadie, lo siguiente: “¿Le encanta a usted que su vecina sea obligada, bajo pena de prisión, a pagar impuestos?”.
Además de la referencia al hermano de Isabel Díaz Ayuso, que no cometió ninguna irregularidad, afirma Rhodes que le gusta pagar impuestos “si” mejoran la vida de la gente. Pero uno no paga impuestos de manera condicional. No pagamos para que se hagan tal cosa u otra. Pagamos porque estamos forzados a hacerlo. Asimismo, si el gasto público mejora la vida de la gente, el mismo razonamiento nos llevaría a concluir que esa vida empeora cuando la gente se ve obligada a pagar los impuestos que sufragan ese gasto. No verá usted este análisis en los medios, ni en ninguna parte.
Por fin, la entrevista brinda indirectamente una información muy valiosa, y es que el señor James Rhodes utiliza el dinero que le queda después de pagar impuestos para una excelente labor: una fundación que protege a las víctimas de abusos a la infancia y a las personas mayores solas. Ese hecho, de por sí, demuestra que las personas podemos hacer por nuestra cuenta la misma labor asistencial que el Estado da por sentado que no podemos hacer, y que por eso es necesario que nos quite lo que es nuestro mediante los mismos impuestos que a don James le encanta pagar.
Carlos Rodríguez Braun es Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid y fue miembro del Consejo Consultivo de ESEADE. Difunde sus ideas como @rodriguezbraunSu blog es: http://carlosrodriguezbraun.com
Sé que el ex presidente está imbuido de las mejores intenciones y quiere lo mejor para la Argentina, pero resultan una pena sus reiteradas referencias al peronismo
Mauricio Macri (Franco Fafasuli)
Como es de público conocimiento tuve tres reuniones muy cordiales por zoom con Javier Milei y Mauricio Macri al efecto de acercar posiciones dado que el primero ha instalado en el nivel político un discurso liberal no visto en los últimos largos tiempos desde la perspectiva moral, institucional, jurídica y económica.
También como es sabido la gestión gubernamental de Macri fracasó no solo debido a su posición minoritaria en el Congreso sino porque, por ejemplo, en el Ejecutivo aumentó ministerios junto al gasto público, entregó planes sociales a los piqueteros, acentuó de modo alarmante la inflación y la deuda estatal, implantó nuevamente el cepo cambiario e intentó designar a dos miembros de la Corte Suprema por decreto, todo lo cual fue inaugurado con un bailecito con la banda presidencial en la Casa de Gobierno absolutamente impropio del sistema republicano. También en tren de inauguraciones el ex presidente lo hizo con el monumento a Perón junto a Hugo Moyano.
Ahora con inmensa tristeza y dolor declaro que me vuelve a desilusionar Macri luego de sus declaraciones en el programa televisivo de Morales Solá que resumió al sostener que “si Perón viviera se afiliaría a Juntos por el Cambio”. Una persona que dice que el populismo debe acabar en nuestro país pero pondera al rey del populismo es debido a uno de dos motivos. O no tiene idea de qué sucede o nos toma el pelo, como sé que Macri no es mala persona concluyo lo primero lo cual no lo habilita para conducir un espacio opositor al chavismo local y mucho menos volver a gobernar. En el mejor de los casos el ex presidente incurre en severas contradicciones.
Desafortunadamente en su espacio hay coincidencias varias respecto a las simpatías por el peronismo y afines, aunque no son por suerte todos, esto resulta cuando menos inquietante frente al monótono estatismo que venimos padeciendo en las últimas largas décadas con los calamitosos resultados por todos conocidos. Lo dicho no es óbice para recibir con los brazos abiertos a ex peronistas, es decir aquellos que han optado por abandonar las recetas que condujeron a la decadencia moral y material de nuestro país otrora el aplauso del mundo cuando se aplicaron los valores alberdianos. Se insinuó el abandono de esos principios primero con Juárez Celman que tuvo que rectificar Pellegrini, luego con quien dejó de lado las recomendaciones liberales de Leandro Alem, es decir Yrigoyen a pesar de contar con resguardos institucionales como el notable ministro de la Corte Suprema Antonio Bermejo, un desbarranque que fue acelerado primero por el golpe fascista del 30 y luego con el levantamiento militar del 43 que dio comienzo al peronismo que como han puntualizado entre muchos otros Jorge Luis Borges y Mario Vargas Llosa fue el comienzo del derrumbe precipitado argentino que continúa hasta nuestros días.
Al efecto de resumir el significado del peronismo, recuerdo parcialmente algunos aspectos centrales sobre los que escribí con anterioridad. Resulta sumamente curioso pero a esta altura del siglo XXI cuesta creer que existan aun personas que con un mínimo de conocimiento se autotitulen peronistas. Se ha probado una y mil veces la corrupción astronómica del régimen (Américo Ghioldi, Ezequiel Martínez Estrada), su fascismo (Joseph Page, Loris Zanatta), su apoyo a los nazis (Uki Goñi, Silvano Santander), su censura a la prensa (Robert Potash, Silvia Mercado), sus mentiras y adoctrinamiento sistemático en los colegios (Juan José Sebreli, Fernando Iglesias), la cooptación de la Justicia y la reforma inconstitucional de la Constitución (Juan A. González Calderón, Nicolás Márquez), su destrucción de la economía (Carlos García Martínez, Roberto Aizcorbe), sus ataques a los estudiantes (Rómulo Zemborain, Roberto Almaraz), las torturas y muertes (Hugo Gambini, Eduardo Augusto García), la imposición del unicato sindical y adicto (Félix Luna, Damonte Taborda) y la destrucción moral y material en gran escala (Ignacio Montes de Oca, María Zaldívar).
A este prontuario tremebundo cabe agregar apenas como muestra cuatro de los pensamientos de Perón, suficientes como para ilustrar su catadura moral. En correspondencia con su lugarteniente John William Cooke: “Los que tomen una casa de oligarcas y detengan o ejecuten a los dueños se quedarán con ella. Los que tomen una estancia en las mismas condiciones se quedarán con todo, lo mismo que los que ocupen establecimientos de los gorilas y enemigos del Pueblo. Los Suboficiales que maten a sus jefes y oficiales y se hagan cargo de las unidades tomarán el mando de ellas y serán los jefes del futuro. Esto mismo regirá para los simples soldados que realicen una acción militar” (Correspondencia Perón-Cooke, Buenos Aires, Editorial Cultural Argentina, 1956/1972, Vol. I, p. 190). A lo que cabe agregar la vergonzosamente laudatoria carta de Perón a Mao el 15 de julio de 1965 en medio de las horrendas y repetidas masacres de ese nefasto régimen, misiva que comienza con “Mi querido Presidente y amigo”.
También proclamó “Al enemigo, ni justicia” (carta de Perón de su puño y letra dirigida al Secretario de Asuntos Políticos Román Alfredo Subiza). En otra ocasión anunció que “Levantaremos horcas en todo el país para colgar a los opositores” (discurso de Perón por cadena oficial de radiodifusión el 18 de septiembre de 1947). Por último, para ilustrar las características del peronismo, Perón consignó que “Si la Unión Soviética hubiera estado en condiciones de apoyarnos en 1955, podía haberme convertido en el primer Fidel Castro del continente” (Marcha, Montevideo, febrero 27 de 1970).
Algunos aplaudidores y distraídos han afirmado que “el tercer Perón” era distinto sin considerar la alarmante corrupción de su gobierno realizada principalmente a través de su ministro de economía José Ber Gelbard quien además provocó un grave proceso inflacionario (que denominaba “la inflación cero”) y volvió a los precios máximos de los primeros dos gobiernos peronistas (donde al final no había ni pan blanco en el mercado), el ascenso de cabo a comisario general a su otro ministro (cartera curiosamente denominada de “bienestar social”) para, desde allí, establecer la organización criminal de la Triple A. En ese contexto, Perón después de alentar a los terroristas en sus matanzas y felicitarlos por sus asesinatos, se percató que esos movimientos apuntaban a copar su espacio de poder debido a lo cual optó por combatirlos.
A nuestro juicio la razón por la que se prolonga el mito peronista se basa en la intentona de tapar lo anterior con una interpretación falaz de lo que ha dado en llamarse “la cuestión social” en el contexto de la imposición de un sistema sindical copiado de Mussolini, leyes de alquileres y desalojos que arruinaron los patrimonios de tantas familias de inmigrantes, una inflación galopante que se pretendió disimular con controles de precios para “atacar el agio y la especulación”, con una colosal cerrazón del comercio exterior administrado por el corrupto IAPI, el abrupto aumento de la pobreza y una degradación en todos los niveles gubernamentales.
En este sentido de “lo social”, transcribo una carta del Ministro Consejero de la Embajada de Alemania en Buenos Aires Otto Meynen a su “compañero de partido” en Berlín, Capitán de Navío Dietrich Niebuhr O.K.M, fechada en Buenos Aires, 12 de junio de 1943, en la que se lee que “La señorita Duarte me mostró una carta de su amante en la que se fijan los siguientes lineamientos generales para la obra futura del gobierno revolucionario: ´Los trabajadores argentinos nacieron animales de rebaño y como tales morirán. Para gobernarlos basta darles comida, trabajo y leyes para rebaño que los mantengan en brete´” (copia de la correspondencia mecanografiada la reproduce Silvano Santander en Técnica de una traición. Juan D. Perón y Eva Duarte, agentes del nazismo en la Argentina, Buenos Aires, Edición Argentina, 1955, p.56). La cita de Perón es usada también por Santander como epígrafe de su libro.
Economías alambradas, inflaciones galopantes, regulaciones asfixiantes, endeudamientos públicos colosales, gastos astronómicos de los aparatos estatales, impuestos insoportables y demás parafernalia son las indefectibles recetas de los populismos siempre estatistas y corruptos.
Como también hemos señalado en otras oportunidades, el nivel de vida no se mejora con voluntarismos enfundados en decretos sino en incrementos en las tasas de capitalización (a contracorriente de aquello de “combatiendo al capital”), lo cual, a su vez, solo puede lograrse en el contexto de marcos institucionales civilizados donde se respete el derecho de todos. Tortuosos intervencionismos estatales provocan desempleo, especialmente de la gente que más requiere trabajar, al imponer salarios nominales y equivalentes que no se condicen con el nivel de ahorro interno y externo captados en inversiones productivas. Por eso es que en todos los populismos el nivel de vida se contrae lo cual se agrava con el establecimiento de sistemas de pensiones compulsivas y quebradas por un nefasto procedimiento que cualquier análisis actuarial denuncia.
Las redistribuciones de ingresos operadas desde los aparatos estatales necesariamente van a contramano de las asignaciones realizadas por los consumidores según sean sus prioridades y deseos. El machacar con el igualitarismo de resultados siempre conspira contra mejores ingresos para la población puesto que arrancan el fruto del trabajo de los más eficientes que son precisamente los que permiten el ascenso en la pirámide patrimonial a los que vienen desde la base, situación que es bloqueada y saboteada por impuestos que no permiten la movilidad social según la capacidad de cada cual de servir a sus semejantes. En este cuadro de situación se termina por favorecer a pseudo empresarios que se alían con el poder político para usufructuar de privilegios que permiten explotar miserablemente a sus semejantes.
En el caso que nos ocupa principalmente en esta nota, sería bueno para los argentinos que, como primer paso, nos diéramos cuenta de la importancia de respetar principios republicanos elementales y en esa línea argumental que supiéramos leer adecuadamente nuestra propia historia para no repetir los tumbos. En este sentido, tal como he reiterado antes es del caso tener presente las presidencias ejemplares con notables ministros de hacienda como Nicolás Avellaneda con Bonifacio Lastra, el antes mencionado Carlos Pellegrini con Emilio Hansen, Sarmiento con Luis L. Domínguez y Roca con Juan J. Romero.
Es de interés señalar que el balance neto del caso del menemato en el contexto de reiteradas apologías a la tiranía rosista resultó en incrementos del gasto público, el déficit y la deuda en medio de gran corrupción desde el sonado caso inicial de los guardapolvos hasta el contrabando de armas y la explosión de Río Tercero recurriendo a los fueros para evitar la cárcel. El modelo de tipo de cambio fijo y política monetaria pasiva (llamado “convertibilidad”) propuesto por el entonces ministro de Economía ajeno a la corrupción junto con otras medidas con intención meritoria y buenos resultados finalmente explotaron por los aires por lo dicho, junto con las deficiencias de traspasos de monopolios estatales a manos de monopolios privados en cuya situación naturalmente los incentivos operan en una dirección más fuerte para expoliar a los congéneres.
Por su parte, Winston Churchill el jueves 6 de octubre de 1955 -cinco meses después de haber dejado su cargo como Primer Ministro- condensó ante la prensa internacional la política que comentamos en este registro periodístico de la siguiente manera: “Perón es el único soldado que ha quemado su bandera y el único católico que ha quemado sus iglesias.” Ya somos grandes para incurrir en sandeces de la naturaleza señaladas.
Sé que Mauricio Macri está imbuido de las mejores intenciones y propósitos y quiere lo mejor para nuestro país pero resultan una pena sus reiteradas referencias a lo que nos encaja en lo peor de Argentina puesto que no es la primera vez que alude al peronismo en el contexto expresado. En lo personal apunto que es una desazón ya que tenía esperanzas que rectificara los errores de su primera gestión, modificara algunas declaraciones y marcara un rumbo diferente. Por ello es que con pesar digo que tal vez haya que resignarse a que finalmente y después de todo lo suyo sea el fútbol, aunque despejado de su alarmante y gravísima afirmación sobre “la raza superior” de los alemanes con toda su espantosa y horrenda connotación, sobre la cual afortunadamente reconoció su peligrosísimo e inaceptable bochorno.
Cierro con un pensamiento Juan Bautista Alberdi -el padre de nuestra Constitución- que en las antípodas del peronismo y de todo estatismo resume el rol del aparato de la fuerza en una sociedad libre: “Si los derechos civiles del hombre pudiesen mantenerse por sí mismos al abrigo de todo ataque, es decir, si nadie atentara contra nuestra vida, persona, propiedad, libre acción, el gobierno del Estado sería inútil, su institución no tendría razón de existir” (Buenos Aires, Imprenta La Tribuna Nacional, El Proyecto de Código Civil para la República Argentina, Obras Completas, tomo vii, sección iii, p. 90).
Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h
Hace años, cuando estaba el profesor Pedro Fraile en La Brújula de la Economía en Onda Cero, yo solía bromear con él y con Carlos Alsina, que entonces dirigía el programa, por la manía de las autoridades y los medios de culpar al pollo de la subida de los precios, y les decía: «pollo: maldito animal inflacionario». El intríngulis no ha mejorado con el tiempo, porque ahora parece que la inflación es culpa de otro animal: Vladimir Putin, o el chivo expiatorio.
Las autoridades se esfuerzan en eludir el coste político que les representaría admitir que son ellas las culpables de la inflación, y no el pollo, ni Putin. Los mercados de alimentos, y las guerras que desatan los sátrapas de todo pelaje, pueden registrar y provocar perturbaciones en la oferta y la demanda, y, por tanto, influir sobre los precios, pero el deterioro sostenido del valor de la moneda en el tiempo tiene orígenes políticos, en primer lugar, por la acción de las autoridades monetarias. Los bancos centrales orquestaron una notable expansión monetaria, que reprimió los tipos de interés demasiado y durante demasiado tiempo: de ahí la inflación. Y de la contención de esa expansión vendrá su moderación.
A ello se suma la política económica de los gobiernos más irresponsables, como el nuestro, que añaden a la expansión monetaria el aumento del gasto público, los impuestos, los déficits y la deuda; y el bloqueo al funcionamiento libre de los mercados, mediante las regulaciones más profusas y absurdas; y todo mientras despotrican contra los males del mercado y el liberalismo.
Una vez enfrentados con las consecuencias de sus propios actos, los gobernantes, incapaces de asumirlas, huyen hacia adelante planteando cada vez más intervencionismo, pintándolo todo con «ayudas» a la gente, que por supuesto paga la propia gente; prohibiciones al despido, como si realmente lo impidieran; controles de precios, que llevan milenios fracasando; pactos de rentas, y otros espejismos. Añadiendo escarnio al insulto, el Gobierno proclamó a la vez: «Protegeremos a los más débiles» y «No habrá una bajada generalizada de impuestos», como si los contribuyentes, y la inflación es un impuesto, no fueran débiles. Eso sí, la culpa de todo es del mejor amigo del hombre, y el íntimo de los políticos: el chivo expiatorio, que hoy es Putin y mañana, ya se verá.
Carlos Rodríguez Braun es Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Consultivo de ESEADE. Difunde sus ideas como @rodriguezbraun
En un discurso parlamentario pronunciado en enero de 1842, Alexis de Tocqueville se refirió críticamente a un rasgo extendido, a la sazón, en las costumbres políticas de Francia. Se trataba del afán por los cargos públicos, “objeto permanente de todas las ambiciones del país”, hecho que atribuía al deseo de ascender en la escala social por parte de una ciudadanía convertida en “un tropel de solicitantes”.
Estas palabras revisten para nosotros una llamativa actualidad. Meses atrás, el Centro de Estudios en Comunicación Aplicada (Cecap) de la Universidad Austral difundió los resultados de una investigación que revela que “el Estado nacional continúa siendo el sector elegido por los argentinos para trabajar”. El estudio muestra que seis de cada diez argentinos prefieren un empleo en el sector público, dato que se vuelve más ostensible entre encuestados de menores recursos y jóvenes. Asimismo, el estudio consigna, como explicación recurrente, “la tranquilidad de no ser despedido” y el convencimiento de que “el Estado es una entidad que no puede quebrar”.
La reciente modificación, por parte de la legislatura bonaerense, de la ley que limitaba las reelecciones indefinidas, nos aporta otro elemento de prueba. Sólo que, en este caso, a la afección por el cargo se suma el menoscabo institucional. En efecto, como escribió Nicolas Isola en La Nación, en virtud de la normativa aprobada “florecerán mil insfranes” con el aval incluso de legisladores de la oposición resueltos a dar la espalda a un electorado que demandó límites al poder y una mayor institucionalidad.
Trascartón vino la escandalosa sesión del senado de la Nación que modificó la base imponible del impuesto a los bienes personales y provocó, entre otras reacciones, la alusión a la necesidad de una rebelión fiscal por parte del diputado Espert. Imagine el lector el escenario: una suerte de 125 urbana que haga frente a la avidez confiscatoria de nuestros gobernantes, sin exceptuar, por cierto, al gobierno de CABA que ahora se planta frente al consenso fiscal cuando apenas finalizadas las elecciones no vaciló en aumentar la presión tributaria al ajustar por inflación los peajes, la VTV, el estacionamiento medido y otros servicios mientras el común de los ciudadanos no ve ajustados sus ingresos según esa pauta. (Un regalito similar se nos había hecho a los porteños con la aprobación del impuesto de sellos a las compras y débitos por tarjetas de crédito, decisión que conspira contra el consumo, la bancarización, la economía en blanco y desde luego el bolsillo de los usuarios.)
Entre otras evasivas, a la hora de justificar la sobrecarga impositiva y el incremento de empleo público no falta (cuándo no) la referencia al Estado como instrumento de desarrollo y transformación social. La expresión “recorte de gastos” parece ser ajena al vocabulario de quienes se escudan en ese argumento para seguir expandiendo una estructura y una plantilla que parecen fuera de toda proporción: funcionarios de distinto signo político que obviamente prefieren que el ajuste recaiga sobre el sector privado mientras dedican buena parte de su tiempo a diseñar nuevas e imaginativas formas de seguir esquilmándonos. En materia de gasto público, a nadie parece importar el principio de razonabilidad emanado del artículo 28 de nuestra Constitución, pues cotidianamente nuestros derechos se ven alterados por leyes que reglamentan su ejercicio. De este modo, el sector productivo, condenado a obedecer y pagar, termina asumiendo un sacrificio nunca compartido por el Estado en sus distintas jurisdicciones.
Para hacer frente a estos desatinos, quizá nos haga falta una mejor y más acendrada “accountability societal” que complemente o aun revitalice el sistema de distribución y fiscalización recíproca de los poderes del Estado, consagrado también por nuestra carta magna, pero que a estas alturas ha demostrado ser insuficiente. El reclamo tendrá que provenir de la sociedad, de la acción pública de ciudadanos que hagan uso, por lo pronto, de su derecho de petición. Probablemente obtendríamos como resultado una democracia más lograda. Porque, como escribió Tocqueville, si bien la democracia no siempre da lugar al gobierno más eficiente, logra lo que éste no puede: “extiende por todo el cuerpo social una actividad inquieta, una fuerza sobreabundante y una energía que jamás existen sin ella y que, a poco favorables que sean las circunstancias, pueden engendrar maravillas”.
Enrique Edmundo Aguilar es Doctor en Ciencias Políticas. Ex Decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Políticas y de la Comunicación de la UCA y Director, en esta misma casa de estudios, del Doctorado en Ciencias Políticas. Profesor titular de teoría política en UCA, UCEMA, Universidad Austral y FLACSO, es profesor de ESEADE y miembro del consejo editorial y de referato de su revista RIIM. Es autor de libros sobre Ortega y Gasset y Tocqueville, y de artículos sobre actualidad política argentina.
Responde a la historia de confiscaciones y creciente presión tributaria. La consecuencia es un muy débil mercado de crédito al sector privado. El ministro Matías Kulfas cree que obedece a la políticas de los bancos
El ministro Matías Kulfas acaba de cargar contra el sistema financiero al destacar: “Están muy acostumbrados a pescar dentro de la pecera” y les demandó que tienen que estar al servicio de la producción y no al revés (Reuters)
Siguiendo el manual del buen populista, ante cada problema que no puede resolver el gobierno siempre trata de explicar la situación señalando a un tercero como el culpable.
Desde los runners como culpables de un supuesto rebrote de contagios de covid-19 en su momento, pasando por acusar a un laboratorio de exigir condiciones inaceptables para vender las vacunas, o los rusos que no cumplen con las entregas, o María Eugenia Vidal que no hizo nada con los hospitales en los 4 años que gobernó la provincia de Buenos Aires versus los 29 que estuvo a cargo del peronismo, y así se puede seguir con los ejemplos, tomando los últimos 33 años, frente a un problema real, en lugar de enfrentarlo se le echa el cargo “al otro”.
Ahora, el ministro Matías Kulfas acaba de cargar contra el sistema financiero al destacar: “Están muy acostumbrados a pescar dentro de la pecera” y les demandó que tienen que estar al servicio de la producción y no al revés, agregando que se necesitan tasas de interés acordes para producir y no para para especular.
No es intención de esta columna ser el defensor del sistema financiero, sino poner en orden las ideas. En primer lugar, el total de depósitos del sector privado en el sistema financiero sumaba $6,8 billones al 16 de marzo pasado.
Como puede verse en el gráfico, el stock de Leliq y Pases Netos sumaba a esa fecha $3 billones, con lo cual el sector público se está quedando con el 44% del total de los depósitos del sector privado en el sistema financiero, desplazando a los particulares en la franja de crédito en pesos.
Cabe destacar que, en noviembre de 2019, último mes completo del gobierno de Mauricio Macri, el monto total de Leliq y Pases era de $1 billones. En otras palabras, en los 15 meses y medio que lleva de gobierno el presidente Alberto Fernández multiplicó por 3 el monto en circulación de esos instrumentos de regulación monetaria, pese a que en su campaña para acceder a la presidencia cuestionaba el endeudamiento del Central bajo la gestión de Macri por considerar que estaba promoviendo la especulación y que era su intención ahorrar el cuantioso pago de intereses y destinarlo a la compra gratis de medicamentos por parte de los jubilados.
Aun pagando una tasa de interés mayor en la era Macri, el costo cuasifiscal de esa operatoria era de $630.000 millones al año; mientras que ahora supera los $1,14 billones.
Buena parte de los depósitos del sector privado son fondos transaccionales: 48% corresponde a colocaciones a la vista en cajas de ahorro y cuentas corrientes y el resto a imposiciones a plazo fijo, aunque también por períodos inferiores a 2 meses, dado el desaliento que representa la elevada tasa de inflación, que comenzó a dispararse y la cotización del dólar podría seguir el mismo camino en cualquier momento. Por lo tanto, buena parte de ese saldo también puede considerarse transaccional, para ser utilizado en la compra de bienes u otro activo financiero. Se estira el plazo de pago y se aprovecha una ganancia financiera.
Esa práctica cortoplacista responde a la historia de confiscaciones de depósitos bancarios que tiene Argentina y también de los que había comenzado a acumular a largo plazo, a través de las AFJP, y provocó que en muchos casos, los ahorros se preservaran en el exterior, lejos de la mano del Estado confiscador.
¿Acaso los banqueros argentinos son perversamente malos y norteamericanos, alemanes o chilenos son las Carmelitas Descalzas? No, en esos países hay ahorro interno porque se respeta la propiedad privada y prevalece la estabilidad monetaria.
Por citar un ejemplo, en Chile las AFP, equivalentes a las cerradas AFJP en el mercado local, administran actualmente el equivalente a USD 200.000 millones, un 70% del PBI chileno; mientras que en la Argentina los depósitos bancarios a muy corto plazo apenas llegan a 14% del PBI.
Plan Bonex en 1989, pesificación asimétrica, corralito, corralón y confiscación de los ahorros de la gente en las AFJP, no resultaron hechos gratuitos para la economía nacional. No hay ahorro interno y por eso no hay crédito a tasas accesibles para las empresas y menos para las familias.
En Chile los bancos ofrecen créditos hipotecarios a 30 o 40 años y financian hasta el 90% de la propiedad. En Argentina, no hay créditos hipotecarios y los que hay, con cláusula UVA, representan un costo creciente en tiempos de aceleración de la inflación.
En Estados Unidos, los créditos hipotecarios tienen una tasa de entre el 2,75% y el 2,85% anual a 20 o 30 años, según la solvencia económico-fonanciera del solicitante.
Lo que parece no comprender el ministro Kulfas es que la destrucción del sistema monetario, la carga impositiva y las constantes confiscaciones de ahorros, destruyeron la confianza en la seguridad jurídica en Argentina.
Lo que parece no comprender el ministro Kulfas es que la destrucción del sistema monetario, la carga impositiva y las constantes confiscaciones de ahorros, destruyeron la confianza en la seguridad jurídica en Argentina (Reuters)
Acá no solo se rompió la economía por un exceso de gasto público, carga impositiva, destrucción monetaria, etc., sino que se destruyeron los cimientos mismos de una sociedad civilizada: el cumplimiento de los contratos. En Argentina rige la ley del capricho del gobierno de turno, con lo cual no hay previsibilidad en las reglas de juego.
Otra comparación contundente
Alemania fue reducida a polvo con los bombardeos en la segunda guerra mundial, pero pudo ser reconstruida porque también se destruyó el sistema autoritario vigente durante el nazismo. Luego de la guerra solo había que reconstruir ladrillos.
En Argentina hubo un bombardeo pero que fue sobre la seguridad jurídica que destrozó la confianza en el país como lugar en el cual se puede progresar. Revertir ese proceso es mucho más difícil y lleva mucho más tiempo que reconstruir los ladrillos que se pudieron destruir en la Segunda Guerra Mundial.
Debiera entender el ministro Kulfas, el problema de la falta de crédito y de las altas tasas de interés no se origina en las políticas de los bancos, sino que es la resultante de la historia populista de la Argentina.
Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE. Síguelo en @RCachanosky
Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano. Es Sub Director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE. Sigue a @ivancarrino
Las enfermedades dañan la economía, y no solo la salud. Así, no debería extrañarnos que suceda con el coronavirus. Después de todo, es contagioso, afecta a países importantes, interrumpe cadenas de suministro, obstaculiza la actividad en sectores de relieve como el turismo o el transporte y, sobre todo, no conocemos aún qué alcance puede tener. Ahora bien, notemos que se combina con otros virus, empezando por la simplificación monocausal. De pronto, aquí todo lo que pasa se debe al coronavirus. Y no es así. En el derrumbe de las bolsas y en el descalabro del precio del petróleo, por poner los dos ejemplos más llamativos de las últimas horas, el virus es un elemento más, a integrar en una ecuación con otras variables. El freno en el crecimiento de la economía mundial, y las tensiones financieras globales, debidas a las irresponsables políticas monetarias expansivas de los bancos centrales, precedieron a la llegada desde China de las primeras noticias inquietantes sobre el virus. Los temores suscitados por esos factores, y la posibilidad de que golpearan con más intensidad, incluso con un horizonte recesivo, ya estaban agitando los mercados bursátiles y presionando a la baja a los precios del crudo. En ese contexto es cuando se desata una esperable batalla entre Arabia Saudí, líder de la OPEP, y Rusia, para no quedarse atrás cuando vengan las vacas flacas y el petróleo barato por la caída en la demanda. Otro virus no desdeñable es la urgencia intervencionista de las autoridades, que huyen como de la peste de la posible acusación de «no haber hecho nada». Pero, claro, lo que hacen es intensificar el intervencionismo monetario y fiscal, empeorando aún más las cosas. Recordemos que después de los atentados del 11 de septiembre los bancos centrales aparecieron como los salvadores que con sus políticas expansivas iban a «evitar el colapso». Lo que hicieron, como hacen siempre, no fue evitarlo sino retrasarlo unos años, pero fueron años suficientes como para que la opinión pública no los señalase como culpables sino, nuevamente, como salvadores. Ya estamos viendo repetido el mismo guion. Ya se nos anuncia que los bancos centrales van a actuar para contrarrestar los efectos recesivos de la extensión del virus, expandiendo y abaratando el crédito, aún más. Como si eso fuera la solución, y no el agravamiento del problema. Otro tanto sucede con la política fiscal, y se vuelve a hablar del gasto público como si su incremento solo tuviera consecuencias benéficas, y no se tradujera en coste alguno para los ciudadanos. Comprensivas, las autoridades europeas han dicho que esos mayores gastos no contabilizarán para el déficit público, como si su exclusión numérica equivaliese a su difuminación real. En fin, que veremos mucha manipulación y politización por doquier. En cuanto a la reacción de nuestros gobernantes en España, también es predecible. Si la situación mejora, dirán que se debió a su pronta y diestra reacción. Y si empeora, dirán que todo fue culpa de los «recortes» del PP en sanidad. Y en todo caso, el virus ya está instalado en una lista importante, pero, paradójicamente, no de males sino de remedios. Como hemos dicho, la economía mundial ya adolecía de dificultades antes del estallido de la enfermedad en Wuhan. Por lo tanto, no es inconcebible pensar que habríamos enfrentado más problemas incluso si el virus no hubiese aparecido nunca. Pero una vez en la escena, se convierte en una útil medicina para que los gobernantes recurran a ella para ampararse y para culparla de cualquier contratiempo. Igual deberé cambiar mi viejo refrán y afirmar: el mejor amigo del hombre no es el perro sino el virus expiatorio.
Carlos Rodríguez Braun es Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Consultivo de ESEADE. Difunde sus ideas como @rodriguezbraun
El ministro de Economía entrante, Martín Guzmán, recibió un estado de situación del ministro saliente, Hernán Lacunza
Una vez más estamos en un proceso de recesión con inflación como muchas veces vivimos en Argentina. La receta que en forma insistente el nuevo gobierno ha manifestado que tiene en mente es aumentar el consumo interno poniéndole plata en el bolsillo a la gente para que incremente su demanda y lleve a más actividad económica.
Obviamente, se parte del supuesto de que la economía está operando por debajo del nivel de su capacidad de producción, lo que podemos denominar debajo de la frontera de producción y, por lo tanto, queda margen para ampliar la oferta de bienes y servicios sin necesidad de hacer inversiones. Como las empresas pueden responder con mayor oferta de bienes ante la mayor demanda, la emisión monetaria que se haga no tendría impacto inflacionario o éste sería marginal.
En caso de lograrse ese objetivo, que la oferta responda con mayor producción, habría que ver, en primer lugar, cuánto dinero hay que emitir para poder ponerle plata en el bolsillo a la gente sin que se produzca una disparada inflacionaria y cómo se hace luego para incrementar la capacidad de producción.
Es decir, una vez llegado al límite de producción posible, ¿cómo se consiguen nuevas inversiones que amplíen la capacidad de incrementar la oferta de bienes y servicios para absorber a los desocupados y a los jóvenes que se incorporan al mercado laboral anualmente?
Para graficar el problema supongamos que Robinson Crusoe está en la isla y está dispuesto a trabajar 8 horas por día. Si tomamos el gráfico 1 podemos suponer que si trabaja 8 horas por día, puede treparse a un árbol y conseguir 30 cocos por día y si las 8 horas las dedica únicamente a pescar, consigue 10 peces por día.
Supongamos que si trabaja 4 horas pescando consigue la cantidad de peces P1, y si las otras 4 horas las dedica a bajar cocos del cocotero obtiene la cantidad C1 cocos. Cualquier combinación que haga utilizando las 8 horas de trabajo le dan diferentes combinaciones de producción de cocos y peces a lo largo de la curva.
Pero si Crusoe trabaja menos de 8 horas está por debajo de su frontera de producción, digamos en el punto C*. Este es el supuesto del que parece partir el nuevo gobierno respecto a poner dinero en el bolsillo a la gente: emisión sin que haya impacto inflacionario. La idea es que la economía argentina está trabajando en el punto C* y su capacidad de producción es la curva del gráfico previo, por lo tanto, si se incrementan los sueldos, las jubilaciones y los planes sociales, crecerá la demanda y como la economía está operando por debajo de su potencial puede responder con más oferta moviéndose hacia algún punto a lo largo de la frontera de producción sin necesidad de aumentar los precios.
Considerando la fuerte caída en el nivel de actividad, es posible algún rebote dada la profundidad de la caída anterior.
No obstante, eso no asegura que no se mantenga el sendero alcista de los precios al consumidor por: 1) la historia inflacionaria que hace que la gente huya del peso rápidamente y 2) hay que ver qué nivel de expansión monetaria se necesita para mover el amperímetro del consumo.
Pero aun logrando el objetivo de reactivar la economía en forma transitoria, el desafío no es pasar del punto C* a algún punto a lo largo de la frontera de producción, sino ampliar la frontera de producción que es lo que permite elevar el nivel de vida de la población en forma permanente.
El gráfico anterior muestra que trabajando la misma cantidad de horas, Robinson Crusoe puede obtener mayor cantidad de peces, de 10 a 15 si se dedica exclusivamente a la pesca, o pasar de 30 a 40 cocos si sólo destina su tiempo a bajarlos del árbol.
¿Cómo logra mover su frontera de producción Crusoe? Con inversiones. Construye una red para pescar y fabrica una escalera para subirse al cocotero lo cual le da mayor productividad. Con la misma cantidad de horas de trabajo consigue producir más de los dos productos. Eso es lo que incrementa el nivel de vida realmente.
Revertir la historia
La imprevisibilidad en las reglas de juego de la Argentina ha hecho que la frontera de producción se moviera en el sentido del gráfico precedente. La tasa de inversión es insuficiente para cubrir la amortización del capital existente e incrementar la capacidad de producción. Por esa razón aumenta la pobreza, la desocupación y somos un país en decadencia.
Por eso el desafío del nuevo gobierno no es limitarse a moverse del punto C* hasta algún punto de la frontera de producción del gráfico 1. El desafío es crear las condiciones institucionales (seguridad jurídica, respeto por los derechos de propiedad, gasto público que no aplaste al sector privado, no espantar el ahorro de los argentinos al exterior, un sistema tributario pagable, una legislación laboral que estimula a la contratación de personal, etc.) para moverse en el sentido del gráfico 2 y frenar la caída en el stock de capital del gráfico siguiente.
En síntesis, el gobierno podrá ofrecerle a su población mejores condiciones de vida el día que deje de reactivar la economía vía emisión monetaria y apueste a ampliar la frontera de producción atrayendo inversiones. Y eso se consigue con reformas estructurales combinadas con seguridad jurídica.
Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE. Síguelo en @RCachanosky
Desde que asumió, Cambiemos ha prometido lluvia de inversiones en el segundo semestre. Tras cuatro años, es posible que ese segundo semestre aún se haga esperar. Las inversiones no han llovido en los tres años anteriores y se ve poco factible que lluevan en este cuarto año dado el panorama electoral. De hecho, la presencia del kirchnerismo en las encuestas (con probabilidades de volver al poder) no contribuye a atraer inversiones.
Esto se puede ilustrar en un simple “Holdup problem”. Este tipo de juegos secuenciales capturan el dilema del jugador que elige primero cuando tiene que realizar una inversión no reversible y puede por lo tanto ser “secuestrado” por el segundo jugador. Por ejemplo, Argentina puede prometer no aumentar impuestos a quienes blanqueen sus depósitos. Sin embargo, una vez que el contribuyente (primer jugador) decide blanquear sus depósitos nada impide a Argentina aumentar los impuestos. ¿Suena familiar?
El problema del “holdup” lo podemos ilustrar en un simple juego secuencial.
Supongamos que el inversor debe decidir primero si invertir en Argentina o en el resto del mundo. Si invierte en el resto del mundo recibe la tasa de retorno del mundo (rW). Si en cambio decide invertir en Argentina, recibe la rentabilidad Argentina (rA) si en las próximas elecciones gana Cambiemos, lo cual tiene probabilidad p de suceder. Si, en cambio, con probabilidad (1-p) gana el kirchnerismo, el inversor será expropiado (como Repsol, AFJPs) y perderá su inversión inicial (-F). Si gana cambiemos, el gobierno gana los impuestos que contribuye el inversor (T) y si gana el kirchnerismo el gobierno gana el valor de los activos del inversor (A) debido a la expropiación.
El inversor elegirá Argentina si la ganancia esperada supera a la ganancia en el resto del mundo. Es decir, si p rA+(1-p) (-F) > rW.
Para que el inversor elija Argentina por sobre el mundo es necesario que aumenta p (probabilidad de que gane Cambiemos) y/o que aumenta la rentabilidad de invertir en Argentina (rA).
Esta condición también muestra que cuanto mayor sea la inversión necesaria (F), menos es la probabilidad de que dicho proyecto se haga en Argentina. Lo que llega, por lo tanto, es una llovizna. Pequeñas inversiones (un pequeño F) y en lo posible que sean fáciles de revertir.
El contexto electoral, sin embargo, muestra una alta probabilidad de que el kirchnerismo vuelva al poder y no se perciben medidas concretas por parte de Cambiemos que vayan a aumentar significativamente la rentabilidad Argentina. Los impuestos siguen altos, el mercado sigue fuertemente regulado, el gasto público sigue siendo insostenible, la política monetaria aún no genera certidumbre a mediano/largo plazo, etc.
Este pequeño “holdup problem” también ayuda a entender por qué no hubo lluvia de inversiones en el pasado. La sobrevivencia política del kirchnerismo contribuyó a mantener una alta expectativa de (1-p). Expectativa alimentada por los vaivenes que trae toda reforma gradual. Por el otro lado, el estado presente de Cambiemos, los altos impuestos, y las regulaciones mantienen un bajo retorno Argentino (rA) [recordemos incluso lo difícil que es ajustar balances por inflación].
Hoy Cambiemos tiene poco margen para cambiar los “payoffs” de este juego, en especial el retorno Argentino. Debe, por lo tanto, mejorar sus probabilidad de ganar las elecciones, lo cual a su vez está sujeto a (1) no haber explicitado la herencia recibida y (2) la performance económica de su gestión.
Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE). Fué profesor de Finanzas Públicas en UCA y es Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver. Siguelo en @n_cachanosky
Casi todo se ha vuelto una eterna reiteración sobre los acontecimientos diarios, lo cual naturalmente no permite espacios para tomar distancia y pensar el futuro a los efectos, precisamente, de permitir coyunturas mejores. La permanente concentración en el día a día no da espacio para modificar el rumbo, con lo que la repetición de errores se hace inexorable.
Sin duda que la coyuntura permite estar informado, son las noticias del momento que deben trasmitirse en el contexto de una irrestricta libertad de expresión, pero la obsesión por detenerse solamente en tapar incendios bloquea la posibilidad de abrir nuevos horizontes e ir al fondo de los problemas al efecto de subsanarlos.
Ni bien alguien se atreve a explorar otros campos irrumpen personajes que denuncian “lo políticamente incorrecto” muy preocupados por quien se sale del libreto, a lo que se suelen agregar diatribas personales que no ayudan a despejar telarañas mentales.
Se vive en estados de emergencia como consecuencia de que son muy escasos los que se toman el trabajo de imaginar cosas diferentes. Es como el perro que pretende morderse la cola en círculos desesperados. Así no se zafa de una infame calesita que no cesa de machacar sobre los mismos panoramas.
Desafortunadamente cuando se recoge el guante y se anuncia un debate que contiene ideas de fondo no aparece mejor ocurrencia que proponer la manera de vender la idea. Craso error. Las ideas no se venden en el sentido de que no están sujetas a las estrategias de comercialización como cuando se vende un dentífrico o un desodorante. En estos casos y en todos los demás, cuando se pretende colocar un producto en el mercado es del todo irrelevante explicarle al cliente potencial cuales fueron los procesos de producción involucrados puesto que se consumiría malamente el tiempo en lugar de centrar la atención en los beneficios que reportaría la adquisición del bien en cuestión por parte del comprador.
Sin embargo, a menos de que se trate de un fanático que compra cualquier cosa con solo insinuársela, en el caso de las ideas es inexorable la cuidadosa explicación y argumentación en el contexto de rastrear la genealogía de la idea en cuestión para que el receptor la comprenda y la acepte. En otros términos, no se trata de una venta en la que se exhiben las ventajas del producto final sino, como queda dicho, se torna indispensable explicar el “proceso de producción” y fundamentación de la idea.
La capacidad de síntesis es muy bienvenida pero hay ideas que demandan razonamientos que insumen tiempo y que no pueden ser tratados livianamente. Lo aparentemente expeditivo puede eventualmente hacer de apoyo logístico pero no puede reemplazarse la detenida lectura de ensayos, artículos, libros y el dictado de clases que exponen conceptos de cierto espesor, la lectura “vertical” se diferencia de la “horizontal” que según Ortega “patina sobre las letras”. No es conducente jibarizar y mutilar razonamientos, pues no solo erraremos fieramente la meta sino que terminaremos hablando como Tarzán. En la mayor parte de los debates actuales hace falta biblioteca a gritos.
Estimo que el mal de nuestro tiempo es que nos consumimos la vida en describir el momento y sugerir medidas coyunturales mientras nos devoran los agujeros negros que se profundizan porque muy pocos son los que abren discusiones que pretenden correr el eje del debate.
Y en este orden de cosas, muchos son los que no se atreven a proponer cambios radicales en la agenda, en cambio lo que genéricamente podemos denominar las izquierdas muestran mucho mayor coraje para plantarse en temas que consideran de fondo para sus propósitos. Recordemos muy especialmente la tercera escena del cuarto acto de Hamlet: “Las enfermedades que crecen desesperadamente, se resuelven a través de medidas desesperadas, o no se resuelven”. Para ilustrar esta línea argumental aludo a un graffiti en las calles del mayo francés sobre lo que es pertinente detenerse a meditar: “seamos realistas, pidamos lo imposible”.
En esta contexto es del caso apuntar a la perogrullada de que “una cosa es la teoría y otra la práctica” para significar el absurdo de que una cosa puede funcionar en teoría pero no lo puede hacer en la práctica. Si el proceso se basa en una buena teoría quiere decir que sirve a la práctica en el sentido de que “nada hay más práctico que una buena teoría”, lo contrario es andar por la vida a los tumbos dando palos de ciego. Todo lo que hoy disfrutamos sea la computadora, la medicina, la alimentación, el transporte y demás es fruto del análisis teórico imbuido de la característica de la provisonalidad, abierto a posibles refutaciones.
A esta altura de los acontecimientos que son del dominio público no es suficiente concluir que debe reducirse el gasto público, lo cual constituye una abstracción hay que decir concretamente que funciones se eliminarán y no podar para evitar el mayor vigor tal como ocurre en la jardinería.
Consigno un ejemplo telegráfico de lo que quiero significar con debates de fondo. Me refiero a la necesidad de cuestionar y reformar el mal llamado sistema de seguridad social (que es en verdad un sistema de inseguridad antisocial). Un sistema de reparto quebrado bajo cualquier criterio actuarial con que se lo quiera mirar en todas partes del mundo en que se lo aplica y ha servido para que los aparatos estatales echen mano a los fondos para financiarse y colocar en su lugar los consabidos títulos públicos que aumentan aun más las deudas.
No se trata de pasar a un sistema de capitalización privado obligatorio sino de permitir que cada uno disponga del fruto de su trabajo, tal como era antaño antes del maldito “estado benefactor” (en verdad estado saqueador).
Se ha dicho que si el gobierno no obliga a la gente a aportar, no proveerá para su vejez lo cual contradice lo realizado por inmigrantes en distintas partes del mundo, por ejemplo, en Argentina donde nuestros ancestros invertían en terrenitos y departamentos que más adelante fueron asaltados por las leyes de alquileres y desalojos.
Este razonamiento no sigue el silogismo hasta sus últimas consecuencias puesto que cuando los pensionados cobren las jubilaciones debido a los aportes compulsivos habrá que ponerles un policía para verificar que no vayan a emborracharse al bar de la esquina, con lo que se habrá cerrado el círculo orwelliano.
Entre nosotros, mucho más adelante se intentó revertir parcialmente el problema abriendo la posibilidad de elegir sistemas privados pero obligatorios que otro gobierno decidió estatizar nuevamente en uno de los atracos más colosales de la historia argentina por cuya idea fue premiado un fulano con la vicepresidencia.
Por supuesto que esto involucra una serie de intereses creados pero todas las medidas de fondo lo hacen, el asunto es evaluar el costo-beneficio. Las medidas que van a la raíz de los problemas son difíciles pero necesarias para corregir el estado de cosas que perjudica muy especialmente a los más necesitados por la carga tributaria y el endeudamiento que se acopla al mantenimiento de estructuras inútiles.
En otros términos, tenemos que salir del atolladero de la coyuntura y plantear temas de fondo, al efecto de vislumbrar horizontes más promisorios y no estar condenados al cercenamiento de libertades.
Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h