El «Grupo Wagner», instrumento mercenario de la política exterior rusa

Por Emilio Cárdenas. Publicado el 28/5/20 en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/el-grupo-wagner-instrumento-mercenario-politica-exterior-nid2370583

 

Aunque para algunos pueda resultar increíble, las fuerzas militares mercenarias existen y actúan activamente en el mundo actual y son un instrumento de la política exterior de algunos países. Sin duda alguna, de Rusia, concretamente.

Se trata de un grupo presuntamente privado, creado en el año 2014, que, al servicio de los objetivos rusos de política exterior, ha estado activo en distintos conflictos militares recientes, como son, por ejemplo, los de Ucrania, Sudán, Zimbabwe, Nigeria, Yemen, la República Centro-africana y Sudáfrica y el actual que tiene a la convulsionada Libia como escenario, en el que combaten codo a codo con las milicias que comanda el auto-designado general y muy curioso «Señor de la Guerra»: Khalifa Haftar.

Pero también en Venezuela, donde se señala que algunos de sus miembros forman parte de la fuerte guardia personal que protege directamente al cuestionado pretendido presidente, Nicolás Maduro.

Hay quienes afirman que los mercenarios rusos ofrecen sus distintos servicios hasta a los grupos terroristas, que a veces los sub-contratan para realizar con ellos misiones especiales y puntuales.

Sus mercenarios suelen ser utilizados por Rusia acompañados de sus activos esfuerzos cibernéticos de desinformación. En algunos casos, el objetivo perseguido es político. En otros, puramente económico. Con frecuencia recibe pagos en diamantes y en oro, de modo de tratar de disimular sus reservados circuitos financieros y «lavar» sus ingresos sin dejar demasiados rastros y evadir las omnipresentes sanciones económicas norteamericanas. Por sus actividades en Siria se sospecha que el Grupo recibe pagos en especie, en este caso particular, realizados en hidrocarburos.

El Grupo responde a uno de los oligarcas más cercanos al presidente Vladimir Putin, Yevgeny Prigozhin, uno de los principales empresarios rusos del rubro de la alimentación. Prigozhin está imputado en los Estados Unidos por su aparente rol en los esfuerzos rusos de desinformación que intentaron influenciar los resultados de las elecciones norteamericanas de medio término, en el año 2018. No fue esa su primera aparición en el escenario internacional, sino una previa, en el conflicto que tuviera a Ucrania como escenario, en el que la Federación Rusa fuera uno de sus principales actores, obteniendo entonces, en 2014, la soberanía sobre el territorio de Crimea, como cuestionado «premio» por su intervención armada.

Tiene unos 5000 hombres en armas, bien organizados y entrenados, en su casi totalidad rusos, a los que puede trasladar muy rápidamente a cualquier parte del mundo.

Su comandante militar es un personaje realmente peculiar. Hablamos de Dimitiy Utkin, un nacionalista furioso. Se trata de un ex miembro de las «fuerzas especiales» rusas, tenido como un trasnochado admirador nazi de Adolf Hitler. Peligroso, en extremo. Él es, precisamente, quien habría denominado a sus fuerzas: «Grupo Wagner», en recuerdo concreto a su admirado gran compositor y músico, Richard Wagner.

En una de sus conocidas intervenciones armadas, el Grupo Wagner fue derrotado -sin atenuantes- por los militares norteamericanos, en un combate de cuatro horas y una enorme intensidad desarrollado en la cercanía de una planta de gas en la localidad de Deir al-Zour, en Siria, en la frontera con Iraq, en el que Fuerza Aérea de los Estados Unidos jugó un papel absolutamente decisivo. En el durísimo enfrentamiento mencionado, el 7 de febrero de 2018, el Grupo Wagner perdió un par de centenares de efectivos. Los infantes de marina norteamericanos y los «boinas verdes» salieron airosos del combate inesperado en el que, de pronto, participaran.

Mientras los EE.UU. están, paso a paso, reduciendo notoriamente su presencia, influencia y accionar en el escenario grande del mundo, el Grupo Wagner parece, en cambio, estar expandiendo su posible accionar a todos los rincones del globo en los que crea que se puede ganar dinero o poder, sin mayores excepciones. Siempre de la mano de la Federación Rusa, a la manera de cómplice audaz.

Sus oficiales y soldados utilizan con alguna frecuencia exactamente los mismos uniformes militares que las tropas regulares rusas, a los que naturalmente despojan de toda insignia o símbolo que pueda indicar o sugerir que pertenecen a los efectivos militares regulares de la propia Federación Rusa.

La presencia actual del todavía pequeño grupo de mercenarios rusos en Venezuela demuestra como ellos se han convertido ya en un problema para la paz y seguridad internacionales.

Al que se ha sumado recientemente la presencia, en el mismo Mar Caribe, de un puñado de mercenarios norteamericanos y de otras nacionalidades que han aparecido en un extraño episodio de «invasión minorista» que nos recuerda al conocido desastre previo que tuviera lugar en la llamada «Bahía de los Cochinos».

Es bien difícil imaginar que ellos hayan aparecido en Venezuela, de pronto, sólo espontáneamente, sin que nadie estuviera ex ante al tanto de lo que pretendían.

Los mercenarios habían ya prácticamente desaparecido a mediados del siglo XIX. Hoy están claramente de regreso.

Por esto, algunos los llaman «la segunda profesión más antigua de la tierra», una que ciertamente se resiste a desaparecer porque es cierto que, más allá las lealtades, existen oportunidades de ganar lo que todos los llamados mercenarios, cuando venden violencia, más ambicionan. Esto es, dinero.

 

Emilio Cárdenas es Abogado. Realizó sus estudios de postgrado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan y en las Universidades de Princeton y de California.  Fue profesor del Master de Economía y Ciencias Políticas y Vice Presidente de ESEADE.

Falacias fiscales

Por Gabriel Boragina. Publicado en: http://www.accionhumana.com/2020/05/falacias-fiscales.html

 

«Pero, ya nos alegremos o nos indignemos, el hecho es que el Estado moderno sigue esa vía. Las leyes llamadas de solidaridad social recientemente votadas, en Alemania, en Francia, en Inglaterra —por ejemplo en Francia las leyes sobre la asistencia facultativa gratuita y sobre la asistencia a los ancianos e inválidos y la ley sobre seguros sociales, que gravaran el presupuesto en algunos miles de millones—el autor escribe en la postguerra consecuente a la primera conflagración mundial-, ¿qué hacen sino repartir a ciertas categorías de ciudadanos desheredados recursos que serán tomados, por medio del impuesto proporcional o hasta progresivo, del bolsillo de una minoría de ciudadanos más afortunados? Lo mismo ocurre con las subvenciones, más o menos numerosas, concedidas a las asociaciones agrícolas, a las sociedades de socorros mutuos, etcétera. Aquí sobre todo es donde se ve lo ilógico de la idea de: servicio prestado al contribuyente como base del impuesto, pues se trata, al contrario, de un servicio prestado, de agrado o por fuerza, por el contribuyente a otra persona… Además aunque ese papel repartidor del Estado se ha desarrollado principalmente en los últimos tiempos, no hay que creer que no siempre ha existido, y aún en condiciones mucho peores que hoy; pues, en otros tiempos ocurría al revés: el impuesto sacaba a los pobres con que dotar a los ricos» «[1]

La falacia contenida en el párrafo transcripto es conocida desde antaño como la falacia ad populum que -en términos sencillos- equivale a decir que algo es verdadero simplemente porque es apoyado por una mayoría de personas. Es lo que trata de decirnos el autor: si «todo el mundo» lo hace, entonces, es porque debe ser «bueno». Ahora bien, desde el comienzo de la humanidad hasta prácticamente el siglo XVIII había muy poca gente que estaba en desacuerdo -por ejemplo- con la esclavitud. Hasta autores considerados santos por la Iglesia la apoyaban, como fue el caso del doctor angélico Santo Tomas de Aquino. Era bastante difícil encontrar voces disidentes con la esclavitud, la más horrorosa de las perversiones sociales según los cánones de nuestros días. Pero -siguiendo el «razonamiento» del autor citado- deberíamos considerarla aceptable simplemente porque durante la mayor parte de la historia de la humanidad fue casi unánimemente admitida por una mayoría. Pueden citarse infinidad de ejemplos por los cuales se muestra el absurdo del «argumento» esgrimido («si todos lo hacen nosotros también debemos que hacerlo»). Un célebre dicho popular lo patentiza cuando dice «Ingiera excrementos, millones de moscas no pueden estar equivocadas».

El autor emplea la misma falacia. Vendría a decir: «Si la mayoría de los países cobran impuestos por cualquier motivo que parezca solidarioentonces eso es lo que deberían hacer todos los demás». En este caso, parece decirnos «Si países importantes lo han hecho ¿Por qué no el resto?». Esta es una variante de la falacia ad populum que se denomina falacia ad verecundiam o falacia de autoridad que, parafraseada, viene a significar que, si alguien «importante» lo ha dicho o lo ha hecho, entonces, es «verdadero». Pero pasa por alto que -a menudo- las autoridades en ciertos temas o disciplinas no suelen concordar en sus teorías o puntos de vista, con lo cual el criterio de verdad absoluta por el sólo hecho de que una autoridad en cierta disciplina lo dice, no sirve de «argumento», ni mucho menos de regla.

Por ejemplo, en épocas de la alquimia, la química era ciencia ficción. Cuando la química desbancó a la alquimia del universo de la ciencia la «verdad» pasó a ser otra. Lo mismo ocurrió cuando la física clásica dejó lugar a la física relativista, y está a la cuántica.

Es cierto que el gobierno no presta -de ordinario- los servicios al contribuyente que «debería», ni en la cantidad, ni calidad que la gente necesita, pero es justamente el hecho de que monopoliza tanto estos servicios como el «derecho» a cobrar por ellos impuestos lo que le permite «el lujo» de brindar un servicio deficiente, costoso y gravoso para la ciudadanía. Y eso, cuando el «servicio» existe.

Es verdadero también que los pobres enriquecieron a sus gobiernos gracias a los impuestos que este les obligaba a pagar. Aun hoy es así. Excepto las formas, nada ha cambiado al respecto en lo sustancial. En ninguna época de la historia los gobiernos apuntaron primero a los pobres para llenar sus arcas, lo cual hubiera sido ilógico, sino que dirigieron siempre sus dardos impositivos contra los particulares ricos, comerciantes o mercaderes primero, y después bajando hacia el resto de la población. Solo cuando los ricos privados quedaban completamente esquilmados por obra del impuesto los jerarcas se veían «obligados» a gravar a los menos pudientes. Haber operado en sentido inverso hubiera sido -además de irracional- altamente impopular, y a pesar de lo que pareciera, la mayoría de los gobernantes quisieron (y quieren) ser populares y famosos (sea por amor o temor) y ser recordados de ese modo.

A los ojos de nuestros días, tales métodos lucen violentos e inadmisibles, pero no era así en aquellas lejanas épocas para una mayoría que los consentía con resignación fatalista, ya que no parecía existir otra salida a la situación. Lo que fugazmente describimos en este párrafo fue a lo que nos referimos antes con el rótulo de voracidad fiscal, la que no es nueva, siempre ha existido desde que se constituyó el primer gobierno en el mundo hasta hoy. Y esa voracidad nunca se ha visto satisfecha, salvo contadísimas excepciones.

Y es -justamente- el hecho de que los gobiernos no quieran perder popularidad que se valgan de inventos tales como la «justicia social, solidaridad», etc. para despojar a los que más tienen para darles a los que menos tienen, habida cuenta que es en las bases populares (o los que menos tienen) donde se hallan las masas que, ya sea por medio de los votos en las llamadas «democracias» o por la fuerza bruta en los sistemas totalitarios, dan respaldo y sustento (querido o no) a sus líderes políticos. Por lo tanto, los métodos de explotación de estos hacia sus dominados deben ser sutiles y más «modernos».

[1] Mateo Goldstein. Voz «IMPUESTOS» en Enciclopedia Jurídica OMEBA, TOMO 15 letra I Grupo 05

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. Síguelo en  @GBoragina

Atrapan a un genocida, tras 26 años de incansable persecución

Por Emilio Cárdenas. Publicado el 21/5/20 en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/atrapan-genocida-26-anos-incansable-persecucion-nid2367902

 

Felicien Kabuga estaba en Francia, con una identidad falsificada que había asumido

Felicien Kabuga estaba en Francia, con una identidad falsificada que había asumido Crédito: https://www.eluniversal.com/

Cuando me tocó en suerte el honor de poder representar a mi país como uno de los quince miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas -en rigor, como uno de los diez miembros «no permanentes», sin derecho de veto- la terrible cuestión del genocidio perpetrado en 1994, en la lejana Ruanda, estaba ciertamente incluida en la delicada agenda del alto organismo de las Naciones Unidas, cuya responsabilidad primordial tiene que ver con la paz y seguridad internacionales.

Pero Francia, que en cambio sí tiene derecho de veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, parecía entonces estar firmemente empeñada en conducir ella misma, casi in pectore, el manejo del enormemente delicado y espinoso tema. Y en alejar del tema a los demás miembros circunstanciales del referido Consejo de Seguridad, con los que, en su momento, no compartió prácticamente nada de la información sobre lo que sucedía en Ruanda, de la que presumiblemente disponía.

Cuando pocos lo esperaban, nada menos que veintiséis años más tarde, uno de los principales responsables del genocidio, el empresario de la etnia «hutu» Félicien Kabuga, que alguna vez fuera uno de los pocos comerciantes millonarios en Ruanda, acaba de ser sorpresivamente arrestado, acusado de haber sido uno de los principales responsables de las atrocidades sistemáticamente cometidas en 1994 en su país contra los habitantes de la etnia «tutsi», que, en conjunto, conformaron el genocidio.

La detención ocurrió después de que el mencionado Kabuga pudiera haberse escondido por espacio de dos décadas, evadiendo a quienes lo procuraban para que fuera juzgado por las graves responsabilidades personales que, se suponía, pesaban sobre sus hombros.

Muchos suponían que Kabuga estaba escondido en Kenya, con la «protección» de algunos prominentes miembros del mundo político local. No fue así, sin embargo.

Un dibujo muestra a muestra a Felicien Kabuga, uno de los últimos sospechosos clave en el genocidio de Ruanda en 1994, tal como apareció públicamente por primera vez en el Tribunal de Apelaciones de ParísUn dibujo muestra a muestra a Felicien Kabuga, uno de los últimos sospechosos clave en el genocidio de Ruanda en 1994, tal como apareció públicamente por primera vez en el Tribunal de Apelaciones de París Fuente: AFP - Crédito: BENOIT PEYRUCQ

Estaba en la propia Francia, con una identidad falsificada que había asumido. Una vez más, posiblemente con la presumible «protección» de algunos.

Dependerá ahora del propio Kabuga -y de la habilidad de los fiscales que intervengan en la causa- que aparezca la posibilidad de arrojar más luz sobre uno de los más sórdidos episodios de la toda historia de África: el horrendo genocidio perpetrado en Ruanda.

A machetazos, con armas absolutamente primitivas, que bien pudieron haber sido suministradas -se cree- por el propio Kabuga y sus colaboradores.

El largo brazo de la justicia logró finalmente detener a uno de los hombres hasta ahora más procurados con relación al genocidio cometido en Ruanda.

 

Emilio Cárdenas es Abogado. Realizó sus estudios de postgrado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan y en las Universidades de Princeton y de California.  Fue profesor del Master de Economía y Ciencias Políticas y Vice Presidente de ESEADE.

¿SE DAN CUENTA AHORA DE LO QUE ES EL ESTADO OTORGANDO PERMISOS?

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 31/5/20 en: http://gzanotti.blogspot.com/2020/05/se-dan-cuenta-ahora-de-lo-que-es-el.html

 

 

En el 2001 la Universidad Austral obtuvo la admisión definitiva, no provisoria, por parte del Ministerio de Educación. El rector de entonces envió por email la buena noticia a todos. Yo le respondí: Sr. Rector, lamento que la Universidad Austral dependa de un permiso del Estado para existir. Obviamente, no recibí respuesta, sino que gané un punto más, obviamente, en la hermosa carrera de loco inadaptado que tengo desde que nací.

Nadie se da cuenta, nadie en el mundo, pero mucho menos en Argentina, la estatolatría hecha sociedad por excelencia, de la ridiculez, inmoralidad e ilegalidad de un estado dando permisos para ejercer las libertades individuales. Inmoralidad porque si es un derecho, no se pide permiso; ilegalidad porque toda persona puede ejercer libremente todos sus emprendimientos excepto que viole el Código Penal (NO inflado como el actual) de acuerdo a los arts. 14 y 19 de la Constitución. Oh, pero qué tonto, yo citando la Constitución en Argentina. ¿Ven que soy un inadaptado?

La obsesión reglamentarista (https://www.libertadyprogreso.org/2016/06/15/la-obsesion-reglamentarista/) ha producido una oferta y demanda obsesivo-compulsiva de permisos estatales que los argentinos han incorporado a su mundo como si fuera algo normal. Permiso para institutos educativos, de salud, empresas, comercios, llenos, cada uno, de millones de trámites; permiso para lavarse los dientes a la noche……

Pero nadie se daba cuenta, excepto, por supuesto, los liberales “dogmáticos”, inadaptados como yo, no como la gente “seria”, claro (que sería de nosotros sin la gente seria? 😊)….. Hasta que……………..

Hasta que los argentinos descubrieron que AHORA tienen que pedir permiso para salir de su casa, para dar una vuelta manzana, para visitar a sus papá de 90………. Y para abrir sus YA reglamentadas y “permitidas” actividades. Oh fascinante progreso. Antes el esclavo le pedía al dueño de la granja permiso para caminar dentro de la granja. Ahora el dueño le dice cuándo y si está “justificado”. Impresionante.

Inútil es decir, por supuesto, que ningún virus admite moral y jurídicamente semejante cosa.

Tal vez ahora los argentinos se den cuenta de lo que es vivir pidiendo permiso al dueño de la granja de esclavos en la cual vivían tan inadvertidamente.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación. Publica como @gabrielmises

Los peligros que se ciernen sobre el caso argentino

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 30/5/20 en: https://www.infobae.com/opinion/2020/05/30/los-peligros-que-se-ciernen-sobre-el-caso-argentino/

 

FOTO DE ARCHIVO: Una bandera argentina flamea sobre el palacio presidencial Casa Rosada en Buenos Aires, Argentina 29 octubre, 2019. REUTERS/Carlos Garcia Rawlins

FOTO DE ARCHIVO: Una bandera argentina flamea sobre el palacio presidencial Casa Rosada en Buenos Aires, Argentina 29 octubre, 2019. REUTERS/Carlos Garcia Rawlins

 

No soy muy afecto a escribir sobre la coyuntura pues pienso que resulta indispensable debatir temas de fondo al efecto de despegarse de lo cotidiano para no estar como perros que en círculos pretenden morderse el rabo y abrir horizontes para entre otras cosas modificar favorablemente la coyuntura del futuro. Son más bien escasos mis textos sobre coyunturas. Aunque mi inclinación sea la de evitar los detalles del momento y centrar la atención en remover obstáculos de fondo, en esta oportunidad me refiero a sucesos actuales debido a la gravedad de lo que ocurre pero siempre con un ojo en el mensaje de fondo con la intención de correr el eje del debate hacia posiciones más sólidas puesto que, como queda dicho, el desbalance entre lo meramente coyuntural y lo de fondo nos viene hundiendo en el fango a los argentinos desde hace demasiado tiempo.

Los peligros que vislumbro no son de la ya de por sí desgraciada pandemia sino de medidas que se vienen adoptando en dirección a lo que he catalogado antes como el virus del estatismo, más peligroso y de mayor alcance aun que el propio coronavirus.

Estimo que quienes deben opinar sobre la pandemia son los inmunólogos, infectólogos y médicos de prestigio y no caer en el cotorreo de quienes no tienen idea de medicina y mucho menos de epidemiología. En este sentido, cito a título de ejemplo a los especialistas Pablo Bonvehí de CEMIC y Jorge Geffner de la UBA. En ambos casos con gran prudencia, ponderación y conocimiento de causa han dicho que debe aplicarse el federalismo también en esta materia, es decir, descentralizar las políticas sanitarias puesto que las situaciones son distintas en áreas rurales respecto de las urbanas y dentro de estas contemplar circunstancias muy diversas siempre con la idea de proteger de contagios. Todo no puede ponerse en la misma bolsa.

En esta instancia del proceso de evolución cultural, la función primordial del monopolio de la fuerza que denominamos gobierno es la protección de derechos y el contagio aun el involuntario constituye una lesión al derecho de terceros del mismo modo que lo es cuando se emite monóxido de carbono o se arroja ácido al jardín del vecino. El caso de las vacunas es otro puesto que cada uno en su propiedad exigirá la respectiva certificación si lo considera necesario. Como es del dominio público, en estos momentos no hay vacuna para protegerse del Covid-19 ni fármaco que cure esta enfermedad.

En la otra punta del espectro el doctor en medicina y parlamentario francés Claude Malhuert luego de fustigar a los detractores del liberalismo y decir que proceden de una lectura más atenta de Robespierre que de Tocqueville, sugiere a esta altura dejar de lado la cuarentena para el caso francés. Por su lado el también doctor en medicina Anthony Fauci -asesor en temas de salud para el gobierno estadounidense- también sugiere la descentralización pero concluye que sin más eliminar el aislamiento provocará un incremento alarmante de muertes, a contracorriente de lo que imprudentemente viene proponiendo el actual morador de la Casa Blanca (que además aumentó sideralmente el gasto y la deuda y en noviembre competirá con otro candidato aun más estatista).

Sin duda que el asunto que tratamos debe ser aplicado con la debida precaución y equilibrio tomando en consideración la relación costo-beneficio. Si todos fenecemos no tiene sentido ocuparse de las cotizaciones de Wall Street y, por otro lado, la paralización de las actividades comerciales y equivalentes puede conducir a muertes por hambre. El equilibrio es sumamente delicado para evitar acumulación de cadáveres, pero como decimos, la palabra autorizada corresponde a los especialistas de peso con el cuidado para que los políticos no usen la pandemia de escudo para aventuras estatistas con tufillo orwelliano, y una vez finiquitado el aspecto crítico del mal eliminar de cuajo todas las restricciones pues siempre debe tenerse presente el dictum de Ronald Reagan: “Nada hay más permanente que una medida transitoria de gobierno”.

Pero hay otos asuntos sumamente graves que nos conciernen a todos independientemente de nuestras profesiones y ocupaciones. Resumimos en nueve capítulos las acechanzas que percibimos. En primer lugar, se trata de los absurdos y a todas luces contraproducentes controles de precios. Como es sabido, los fracasos en esta materia vienen repitiéndose desde hace 4000 años. El precio es el único indicador en el mercado para operar; coordina las actividades económicas, pero cuando se imponen precios políticos se incrementa la demanda con lo cual aparecen faltantes que se agudizan debido a la contracción de los productores marginales. Cuanto más difícil la situación, mayor razón para permitir el funcionamiento de los arreglos libres y voluntarios entre las partes.

En segundo lugar, el problema se agudiza notablemente si se encaran embates contra comerciantes que son precisamente quienes pueden resolver los problemas a través de sus respectivas producciones en el contexto de un default que se viene arrastrando y que con razón preocupa a locales que ven peligrar sus canales de financiación debido a las conductas inaceptables de gobiernos que dejan de atender los compromisos contraídos bajo fachadas tragicómicas como “reperfilamiento”, “default selectivo, parcial o suave” y otros disparates similares dignos de una tira cómica.

Tercero, no parece concebible que en momentos de crisis como la que estamos padeciendo los gobernantes deciden aumentar la ya insoportable carga tributaria lo cual naturalmente acelera la retirada de capitales tan necesarios para hacer de apoyo logístico para mejorar la situación.

Cuarto, la manipulación estatal de la moneda es siempre un obstáculo serio al progreso, pero intensificarla en medio de la pandemia generará mayores succiones del fruto del trabajo ajeno, muy especialmente por parte de los más necesitados y no cabe guiarse por engañosos índices estadísticos del costo de la vida cuando los precios se toman en base a anteriores cotizaciones ya que al paralizar la producción merma la actividad.

Quinto, en medio de la pandemia se está engrosando exponencialmente el gasto público ya sumamente adiposo antes de la actual gestión debido al rotundo fracaso de las administraciones anteriores. Y como hemos consignado tantas veces con anterioridad, no se trata de podar el gasto puesto que igual que con la jardinería crece con mayor vigor. Tampoco es del caso insistir en que el gasto debe ser eficiente ya que si una función resulta incompatible con el sistema republicano debe eliminarse. Convertir en eficiente algo que es innecesario es mucho peor que mantener la ineficiencia.

Sexto, alarman los proyectos de modificación del Poder Judicial junto con la pretensión de dejar sin efecto la querella por parte de la oficina correspondiente de los casos de corrupción y la propuesta de concentrar en la jefatura de gabinete el manejo presupuestario constituye una afrenta a la función primordial del Poder Legislativo.

Séptimo, la insistencia en la manía del igualitarismo hace que la consiguiente guillotina horizontal apunte a eliminar las diferencias de resultados entre las personas diferentes en sus talentos y capacidades que en una sociedad libre son consecuencia de servir a sus semejantes. De este modo el que acierta en las demandas de sus congéneres obtiene ganancias y el que yerra incurre en quebrantos, en contaste con los pseudoempresarios prebendarios que se alían con el poder de turno para obtener privilegios y así explotar a su prójimo. Resulta aterrador escuchar algunos dirigentes empresarios formular declaraciones que no hacen más que acentuar el estatismo galopante que enfrentamos.

Octavo, como consecuencia de todo lo anterior se vulnera la institución de la propiedad privada que se agrava debido a las manifestaciones de funcionarios que apuntan a que el aparato estatal participe con acciones en las empresas privadas, lo cual agrava a la ya de por sí situación calamitosa de las mal llamadas empresas estatales, que son más bien entidades políticas ya que no solo no asumen riesgos con recursos propios sino que arrojan abultadas pérdidas.

Y noveno, en lugar de permitir que las entidades privadas de educación ajusten sus actividades no presenciales en un proceso abierto y competitivo de auditorias cruzadas, resulta que las autoridades imponen sus criterios políticos en cuanto a calificaciones, compaginación de trimestres y similares en el contexto de la distribución de cuadernillos obligatorios con un grosero adoctrinamiento para la enseñanza primaria.

Los argentinos estamos navegando en el estatismo desde hace ocho décadas, pero ahora la niebla se ha hecho más espesa y hay un riesgo de desembocar en una tragedia como la venezolana, puesto que a las mismas causas tienen lugar los mismos resultados. Espero equivocarme, pero si no se cambia la dirección los resultados negativos se profundizarán y vamos al despeñadero en medio de revueltas de diversa procedencia y espesor. Nunca es tarde para rectificar el rumbo, especialmente ahora gracias a instituciones liberales que vienen trabajando en pos de una sociedad abierta en consonancia con los valores alberdianos que hicieron de nuestro país uno de los más prósperos del planeta.

Por último, vuelvo sobre el tema del partido liberal sin dejar de subrayar enfáticamente y antes que nada las nobles faenas realizadas en esa dirección y destacar las características de abnegación que en general tienen quienes se han dedicado a esas tareas. Reitero, sin embargo, que dado el atraso en la batalla cultural y la consecuente incomprensión de las ideas básicas de ese ideario, no es el momento de insistir en un partido de esas características. Machaco con el ejemplo de quien habla sueco frente a una audiencia de hispanoparlantes, para proceder en consecuencia es requisito fundamental que los receptores entiendan sueco, de lo contrario los mensajes quedarán sin destinatarios. Es indispensable arremangarse y trabajar en el terreno de las ideas con mayor ímpetu y dedicación.

En otros lares como en Estados Unidos la experiencia ha podido llevarse a cabo, por ejemplo, con el extraordinario Ron Paul debido a que, a pesar de los problemas que ahora atraviesan, el plafón de ideas era otro como consecuencia de profundos trabajos en la batalla cultural, lo cual no ocurre por el momento en nuestro país en grado suficiente.

No debe confundirse el plano académico con el político. En este último caso se trata de conciliar y de acordar según sea la comprensión de la opinión pública. Desde la tribuna el político no puede decir lo que le venga en gana, debe considerar lo que por lo menos una parte significativa de la gente pueda masticar y digerir de lo contrario tendrá sus días contados como político. Hace tiempo que venimos insistiendo en la imperiosa necesidad de trabajar en proyectos de fondo que contribuyan a mover las agendas. No es posible saltar etapas. Lo primero viene primero, de lo contrario ponemos las carretas delante de los caballos.

Afortunadamente se ha constituido una oposición numerosa en ambas cámaras del Congreso y está en proceso una renovación de dirigentes al efecto de evitar la concentración en personeros de primera fila del fallido gobierno anterior. Aquellos, en este corto período desde que asumió el actual gobierno han batallado para poner freno a abusos extremos. Quienes los han votado en su inmensa mayoría no fue para respaldar la gestión fracasada sino desesperadamente para salvaguardar principios elementales del republicanismo como la libertad de prensa y lo que queda en pie de la Justicia. Sin duda que desde la perspectiva del liberalismo lo actuado en diversos planos es de un gran mérito y solvencia pero por ahora resulta muy incompleto y hay muchísimo más que hacer y es imprescindible percatarse de lo que ocurre y administrar con prudencia y cuidado lo que existe y no lo que nos gustaría a los liberales que tenga lugar. El fraccionamiento de la oposición solo servirá para fortalecer el populismo extremo. Es aconsejable que los liberales intenten alimentar esta nueva oposición basados en proyectos y críticas constructivas, con la necesaria conciencia de las severas limitaciones del caso que impone la realidad de nuestra historia y, como decimos, mirar con detenimiento el plano de la batalla cultural donde no debe haber contemplación de ninguna naturaleza.

Lamentablemente se invierten los roles: algunos las juegan de valentones en el plano político y retroceden y se aplastan cuando se esgrimen ideas de fondo como la eliminación de la banca central que siempre succiona el poder adquisitivo, el ministerio de educación que impone pautas curriculares en lugar de abrir la competencia en auditorias cruzadas en busca de la excelencia, las embajadas que estaban bien para la época de las carretas y no de las teleconferencias, la agencia oficial de noticias típica del fascismo, el instituto de estadísticas dependiente del aparato estatal y tantas otras propuestas que hemos expuesto en detalle en diversas ocasiones.

Si cada uno asume su responsabilidad en contribuir diariamente a que se comprendan los pilares del respeto recíproco, se acortará la distancia con otra posible circunstancia futura para poder concretar la consolidación de un partido liberal, pero ahora no es el momento. En ese sentido, recuerdo lo relatado por Ortega: en una oportunidad, un sacerdote celebraba misa y a cada cosa que decía el monaguillo repetía “Ave María Purísima”, pasado un tiempo razonable en que se reiteraba el coro del ayudante circunstancial el cura perdió la paciencia y le dijo: “Mira, lo que dices es muy interesante pero no es el momento”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Dime cuántos impuestos pagas y te diré que autoritario es tu gobierno

Por Gabriel Boragina. Publicado en: https://visionliberal.com.ar/dime-cuantos-impuestos-pagas-y-te-dire-que-autoritario-es-tu-gobierno/

 

Los totalitarismos no tienen mejor instrumento de opresión a su alcance que el régimen tributario, pues al arrancar de manos del que posee algo que es fruto de su sudor y de su esfuerzo, so color de tributo fiscal, introduce la amargura y la violencia que hacen germinar, casi siempre, el áspero fruto de la revolución.”[1]

Plausible reflexión, ya que, ¿qué otra cosa que el “arrancar de manos del que posee algo que es fruto de su sudor y de su esfuerzo” es el tributo fiscal?

El impuesto es eso mismo y su naturaleza no cambia, sea que se lo aplique en un régimen totalitario o en otro no-totalitario, porque en ambos sistemas lo que el impuesto tiene en común es su naturaleza forzosa, precisamente su imposición por sobre la libre determinación del ciudadano a pagarlo o no.

Cuanto más altas son estas dos variables más totalitario es el régimen que las aumenta. Solo los regímenes anti totalitarios carecerían de impuestos, pero a la fecha no tenemos conocimiento de la existencia de ninguno.

Lo único que determina cuando un impuesto es instrumento de opresión es el bolsillo de aquel del cual debe salir, sin importar cual sea el régimen político que impere donde vive.

“Desde el punto de vista político y económico, el economista Wagner admite las dos expresiones del derecho de imposición de los impuestos: la primera, política, nace de la necesidad social de subsistencia por lo cual se ha creado, por “derecho histórico”, la coerción para hacer efectivos los ingresos. Las finalidades son netamente financieras, o bien de política social, para reglamentar la repartición y empleo de las rentas y de las fortunas.”[2]

“Necesidad social de subsistencia” es otra forma de designar aquellas supuestas “necesidades” del “estado” que ya hemos refutado antes. La sociedad provee a su propia subsistencia sin necesidad del impuesto, y no hay registro histórico de que la gente haya necesitado del impuesto para subsistir. Lo ha hecho sin impuestos durante siglos desde la creación del mundo, mediante la caza y la pesca al principio, la agricultura y ganadería después, y el comercio e intercambio de sus productos con sus semejantes hasta hoy.

El impuesto no ha desempeñado ningún papel en ese proceso, excepto el de obstaculizar primero y llegar a impedir después todo ese desenvolvimiento social natural que significó y continúa representando el libre comercio. Por el contrario, el impuesto no contribuye a la subsistencia social, sino que la ataca y entorpece.

Otro despropósito de la cita es el referido a un supuesto “derecho histórico” justificando “la coerción para hacer efectivos los ingresos”. No existe ningún “derecho histórico” en tal sentido, porque el derecho ha experimentado una lenta evolución a través de los siglos, y no ha tenido ni tiene un sentido univoco. Bastará recordar que en la antigüedad por “derecho” se consideraba la sola voluntad del líder, jefe, rey, monarca, emperador, y en el siglo XX la del Führer, el Duce o el secretario general del partido comunista soviético. A todo esto -en cada momento histórico- se lo llamó “derecho”. ¿a cuál “derecho histórico” de todos estos se refiere Wagner?

Por otra parte, que a lo largo de la historia los gobernantes hayan hecho recurrente uso de la fuerza para cobrar tributos no configura un “derecho” por ese simple motivo. El inicio del uso de la violencia -contra uno o muchos- nunca constituye un “derecho” sino lo contrario a derecho.

Utilizando el mismo “argumento” del autor, podría decirse -sin temor a equivocarse- que crímenes han existido desde Caín y Abel en adelante. Pero con ese “fundamento” no podemos convalidar un “derecho histórico al crimen”.

Ninguna “finalidad financiera” y menos aún de “política social” autoriza el uso agresivo de la fuerza contra terceros indefensos llamados irónicamente contribuyentes como si lo pagaran voluntariamente.

Si alguien necesita de la coerción para hacer efectivo el ingreso a sus arcas de dinero propiedad de un tercero, eso -desde que el mundo es mundo- se llama robo, atraco, latrocinio, desfalco, etc. porque, necesariamente, requiere de una imposición, es decir, de un acto de fuerza contra la voluntad del despojado. No cambia la cosa que el ladrón se haga llamar por todos “gobierno”, “estado”, “nación”, si roba será siempre un ladrón, con o sin título “legal”. Pero Goldstein no está de acuerdo y dice:

“Abonando estos conceptos expresa el profesor argentino A. Ruzo que, la “democracia tiene una relación esencial con un buen régimen tributario. Cuando el Estado impone al pueblo el sacrificio de una contribución monetaria o cuando el Estado crea un servicio público que él monopoliza y que por eso mismo lo hace obligatorio —como ocurre con el correo o las obras sanitarias, que está vedado explotarse como industria privada— ejercita una actividad propia de su soberanía, y este poder soberano de echar la carga sobre el pueblo, de arrebatar a los particulares una parte de su riqueza —lesionando así el principio de la inviolabilidad de la propiedad privada y que en otras circunstancias se calificaría de confiscatorio— dimana de un mandato de la colectividad ejercitado por medio de sus representantes legales y que importa la decisión colectiva de hacer entrega al Estado de la parte alícuota del patrimonio particular, a fin de que pueda este cumplir con los objetivos para los que ha sido creado como entidad jurídica directiva que representa la sociedad.”[3]

Nuevamente aparece la confusión semántica (y conceptual) entre “estado” y gobierno. Es el gobierno y no el “estado” el que crea e impone el impuesto. Nosotros no estamos de acuerdo con que el gobierno establezca monopolios, ni mucho menos que los haga obligatorios, ya que ninguna -de ambas cosas- son “necesarias” o “necesidades” del “estado” (para seguir usando la terminología de los autores que se vienen citando en los pasajes estudiados). Tampoco concordamos con que la creación de monopolios obligatorios sea “una actividad propia de su soberanía”, ni aun cuando estuviera determinado en una Constitución política, como ha sido el caso de varias naciones, y la de la Argentina misma con la tristemente recordada “constitución” de 1949. No existe ningún poder soberano “de echar la carga sobre el pueblo, de arrebatar a los particulares una parte de su riqueza—lesionando así el principio de la inviolabilidad de la propiedad privada”, porque de admitirse tal dislate no habría límite alguno para tal supuesto “poder soberano”, y así como decide arrebatar una parte puede -con el mismo “argumento”- decretar arrebatar el todo, incluyendo las libertades individuales, y no sólo las riquezas que ellas producen.

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. Síguelo en  @GBoragina

La internación de Ginés: el discurso del Estado Presente mientras disfrutan de los servicios del capitalismo

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 28/5/2020 en: https://www.infobae.com/opinion/2020/05/28/la-internacion-de-gines-el-discurso-del-estado-presente-mientras-disfrutan-de-los-servicios-del-capitalismo/

 

En medo de la pandemia, el ministro de Salud de la Nación tuvo un problema de salud y fue atendido en el Sanatorio Otamendi

Ginés González García (Lihueel Althabe)

Ginés González García (Lihueel Althabe)

El ministro de Salud de la Nación, Dr. Ginés González García, tuvo un problema de salud en estos días. Afortunadamente, parece que fue un tema que se puedo controlar y fue dado de alta hoy mismo. Se internó en el Sanatorio Otamendi, institución que pertenece a un grupo empresario privado.

Si bien cada uno es dueño de atenderse dónde mejor le parece, sí queda claro que en el discurso del Estado presente que esgrime permanentemente el kirchnerismo, luce más a un jueguito para la tribuna que algo en lo que realmente crean como una realidad en la que se puede vivir.

La corriente más combativa del Gobierno defiende un Estado fuerte, con estatización de empresas públicas bajo el lema de “Estado presente”, pero lo cierto es que, curiosamente, el ministro de Salud de la Nación, no fue a atenderse al Hospital Posadas o el Fernández, por ejemplo, cuando se sintió mal, sino que recurrió a un prestigioso sanatorio privado.

No es la primera vez que el discurso del “Estado presente” queda sólo como un título para los medios y “a la hora de los bifes” el progresismo opta por los servicios privados de excelencia capitalista. Recordemos que el mismo Néstor Kirchner, en 2003, dijo que en caso de emergencia iba a atenderse en el Hospital Argerich, él y todo su grupo familiar. No obstante, en 2010 el ex presidente fue internado en el Sanatorio Los Arcos.

De la misma manera, Cristina Fernández de Kirchner optó por el Hospital Austral cuando tuvo que atenderse de un problema neurológico, una institución privada construida gracias a las donaciones del empresario Gregorio Pérez Companc.

Una imagen del Hospital Austral cuando Cristina Kirchner fue operada en 2012
Una imagen del Hospital Austral cuando Cristina Kirchner fue operada en 2012

La ex presidente también eligió el Sanatorio Otamendi en 2014 cuando tuvo otro problema de salud. Y, por cierto, en algún momento sostuvo que mira mucho las series de la capitalista Netflix, en particular The Game Of Thrones, una serie que no fue hecha en Cuba, sino por la capitalista HBO.

No intenta esta nota meterse en la vida privada de las personas que tienen todo el derecho del mundo a hacerse atender dónde mejor les parezca y ver lo que quieren para divertirse, solo intenta mostrar cómo una cosa es el discurso “proge” del “Estado presente” para los otros y cómo se recurre al sistema capitalista cuando ellos mismos tienen que uso de los servicios, ya sea para atender su salud o bien para mirar una película.

Es muy fácil mandar a la gente a los hospitales estatales y ponderar la salud pública, mientras se es atendido en los sanatorios privados de excelencia a los cuales no tienen acceso quienes viven en el Barrio 31, por dar un ejemplo.

Nadie dice que tienen que ir a un hospital púbico. Lo que pido es que dejen de vendernos un verso mientras ellos disfrutan del mundo capitalista viendo de reojo como Argentina llega a que el 50% de la población caiga en la pobreza por culpa de este “Estado presente” que despilfarra los recursos de los contribuyentes y que espantan toda inversión que pueda bajar la pobreza, la desocupación y mejorar el nivel de vida de la gente. Se está condenando a la Argentina a la decadencia.

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE. Síguelo en @RCachanosky

Analogías Peronistas

Por Carlos Newland: 

 

La política económica aplicada durante el primer gobierno de Perón ha sido caracterizada como la quintaesencia del populismo. ¿En que consistiría el populismo? En medidas económicas que buscan satisfacer las necesidades de las clientelas políticas, mediante una rápida distribución de fondos.  Esta acción no tomaría en cuenta el efecto de las medidas en el mediano o largo plazo, generando eventualmente una crisis económica donde los gobiernos debían modificar su comportamiento haciendo que las variables retornaran a niveles aceptables. El primer peronismo (y también el de 1973) siguen bien este proceso que fue descrito en los trabajos de Rugider Dornbush y Sebastian Edwards. El general Perón pensaba que la emisión monetaria creciente sólo tendría efectos menores sobre la inflación y que podía impulsar la actividad económica, un razonamiento inspirado en sus colaboradores cercanos, el empresario Miguel Miranda y el funcionario y Profesor Ramón Cereijo. El primero se desempeñaría como  Presidente del Banco Central y el segundo como  Ministro de Hacienda.  La emisión monetaria ocurrida después de 1946 sirvió para cubrir el déficit que generaban las acciones públicas que consistieron en un aumento desmesurado del crédito, la estatización de parte de los mercados de capitales, la cobertura del déficit generado por las empresas estatales y el aumento general del gasto público. Contrariamente a los esperado por Perón la inflación comenzó a crecer hasta volverse insoportable según los patrones de la época. Los aumentos de precios intentaron ser combatidos mediante controles y por un anclaje del tipo de cambio que hizo sobrevaluar dramáticamente la moneda local. Finalmente el General tuvo que cambiar su política hacia una orientación más ortodoxa, a  través del control del gasto, la devaluación, la reducción del déficit y una contención de la oferta monetaria. El resultado fue el esperado y en los dos últimos años del gobierno de Perón las variables volvieron a niveles más aceptables.

El modelo peronista has quedado instalado en el ADN mental de los argentinos. Pese a la gravedad del déficit fiscal y de la inflación los candidatos presidenciales de los últimos tiempos no han enfatizado el daño que causan estos desequilibrios  y han preferido interpretar con más optimismo la situación general,  lo que les habilitó a continuar con prácticas no restrictivas del gasto. La reacción de Alberto Fernández frente a la pandemia ha seguido el modelo tradicional peronista: un aumento desmesurado de las erogaciones  a través de subsidios de todo tipo financiados por una gigantesca emisión monetaria. En su diagnóstico no está presente la conciencia de que la inflación que se está generando borrará el efecto benéfico de todos los fondos distribuidos. Se ha priorizado de nuevo el corto sobre el largo plazo. Para Perón la conciencia de que la política populista debía enmendarse implicó enviar a Cereijo de nuevo a sus actividades universitarias. Como la historia es implacable tarde o temprano el ministro actual tendrá el mismo destino. Perón tuvo que poner a cargo al más ortodoxo  Alfredo Gómez Morales para reordenar el caos económico. ¿Quién será el Gómez Morales de Fernández?

 

Carlos Newland es Dr. Litt. en Historia. Profesor y Ex Rector de ESEADE.

Impuestos y utilidades «excesivas»

Por Gabriel Boragina. Publicado en: http://www.accionhumana.com/2020/05/impuestos-y-utilidades-excesivas.html

 

La distribución de la riqueza de la gente la hace esa misma gente a través del mercado libre. El impuesto altera esa distribución, ya que retrae riqueza que la gente -a través del mercado- la había dirigido hacia sectores distintos a los preferidos por los burócratas. La riqueza apropiada por estos a través del impuesto sólo pueden aplicarla a dos destinos posibles: sus propios gastos burocráticos (muchas veces personales) o a redistribuirlas entre terceros. Normalmente, la burocracia la aplica a ambos destinos en porciones disimiles que van cambiando conforme los diferentes gobiernos o políticas económicas desemejantes dentro de un mismo gobierno.

Esta redistribución siempre va en contra de los deseos del consumidor, porque de ir en el mismo sentido de ellos el impuesto no tendría razón de ser, así que necesariamente el impuesto contraría los fines sociales, sacrificándolos por los del burócrata a los que este les otorga preferencia.

En cuanto a las «excesivas utilidades» estas no existen excepto en la imaginación del autor. No hay ningún criterio objetivo que permita hablar de exceso o defecto, salvo en la personal apreciación de quien emite dichos juicios de valor. Son conceptos relativos por, lo que es «excesivo» para unos será «escaso» para otros conforme a la moderna teoría del valor descubierta y desarrollada por la Escuela Austríaca de Economía. Disponer de la propiedad ajena -como celebran los estatistas- va contra la moral, la decencia, el derecho y la economía. No hay autoridad terrenal lo suficientemente alta que pueda erguirse en juez de la propiedad ajena y menos aún disponer de ella.

«Aquí estamos en presencia de un factor social de gran valimiento que, no siempre ha movido a los hacedores de los presupuestos fiscales y que consiste en nivelar la riqueza de la población tomando como instrumento una buena y justa distribución de los impuestos.»[1]

Por lo ya expuesto, esta tarea es imposible, porque el legislador de impuestos no se encuentra jamás en condiciones de realizarla. El impuesto provoca un daño y es una injusticia en si misma ya que viola propiedad del gravado. Entonces, su impacto debe ser el menor posible siendo su eliminación lo ideal. De momento que la sociedad lo acepta como «único» medio para financiar funciones de gobierno que se consideran «esenciales», estas deben ser mínimas, de manera tal que causen el menor daño posible en los bolsillos de la gente, que es lo contrario a lo que históricamente se ha venido dando y se continúa haciendo por parte de las burocracias elefantiásicas que se observan por doquier.

El objetivo del mercado no es nivelar la riqueza sino expandirla, por lo que queda claro que va en contra de los objetivos de la burocracia que aplaude el autor. Nivelar la riqueza implica siempre contraerla, disminuirla hasta cierto límite fijado arbitrariamente por el poder político de turno. Esto claramente se enfrenta con los objetivos de la sociedad civil que defiende el mercado.

«Aquí actúa el Estado como un repartidor de la riqueza nacional. «El Estado, presentándose aquí en nombre de la justicia social o de la solidaridad —afirma Gide—, como hoy día se dice, toma a aquellos a quienes sobra para dárselo a los que no tienen bastante. Inútil es decir que la escuela liberal niega enérgicamente al Estado el derecho de desempeñar tal papel- y atribuirse así la función de dispensador de la riqueza y de enderezador de entuertos.»[2]

Es quitarles a unos lo que les pertenece para darles a otros lo que no les pertenece ni se han sabido ganar por sí mismos, es decir es la misma negación de la justicia real, definida por Ulpiano como la de «Darle a cada uno lo suyo» (lo suyo de cada cual).

Lo que ellos llaman «estado» (que no es más que el gobierno constituido por ciertas y circunstanciales personas) no tiene ningún derecho a repartir riqueza que no ha generado ni le pertenece y mucho menos regalarla a terceros que tampoco han contribuido a su generación. No valen para el caso aquellas falsas etiquetas estereotipadas como las de las de la «justicia social» y la «solidaridad», que no son más que elegantes e «inocentes» pretextos para despojar a los productores en su perjuicio, y en beneficio de burócratas y vividores del fruto del trabajo ajeno. Nadie está en condiciones de decir qué le sobra o le falta a otro, lo que no será más que su arbitrario juicio de valor, solo válido para el que lo formula. «Bastante» o «escaso» son meras apreciaciones personales, que cambian de individuo a individuo, de época en época, y de lugar en lugar, y nunca jamás ha habido un criterio único al respecto. Para los autores aquí analizados, que creen que el gobierno es una especie de dios terrenal que todo lo puede y le atribuyen poderes sin límite, es obvio que estos argumentos no les serán válidos.

Nadie puede hacer caridad con los recursos de otros, ni siquiera el gobierno sin violar el derecho de propiedad e incurrir en un robo liso y llano, que es lo que propone la doctrina de la «justicia social» que es pura injusticia real, tanto como su cacareada «solidaridad» que es pura insolidaridad. Si el propietario retiene sus bienes va de suyo que es porque los necesita a todos, ergo, nada de ello le «sobra». Si les sobraran los vendería o regalaría, o se desprendería de ellos de cualquier otra manera, pero si no lo hace es porque los necesita, mal que le pese al gobierno y aunque este opine lo contrario.

[1] Mateo Goldstein. Voz «IMPUESTOS» en Enciclopedia Jurídica OMEBA, TOMO 15 letra I Grupo 05.

[2] Mateo Goldstein. Voz «IMPUESTOS» Ibidem.

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. Síguelo en  @GBoragina

PIENSO, LUEGO SOY CONSPIRACIONISTA. Sobre los que consideran que los anti-cuarentena somos unos imbéciles

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 25/5/20 en: http://gzanotti.blogspot.com/2020/05/pienso-luego-soy-conspiracionista-sobre.html

 

 

La verdad siempre dudé de la honestidad de Cristina Kirchner.

De su marido también dudé.

De Aníbal Fernández también.

De……

¡Pero qué imbécil, soy un conspiracionista!!!!!

¿No me doy cuenta, acaso, de que nada de eso está probado???

Nunca me gustaron las teorías conspirativas. Son ingenuidades antes el orden espontáneo, y lo he escrito: https://puntodevistaeconomico.com/2017/05/11/la-conspiracion-de-las-teorias-conspirativas/ Tampoco he basado mi oposición al arresto domiciliario, llamado cuarentena, en ninguna de ellas, y desafío al que piense lo contrario a que la encuentre: https://gzanotti.blogspot.com/2020/04/coronavirus-que-esta-pasando-completo.html.

Pero últimamente he notado que los cuarentenistas (entre los que se encuentran conservadores y gente que cree que es liberal) se divierten considerándose “gente seria” que “no presta oídos a estupideces”, como nosotros, los paranoicos, trasnochados y lunáticos que nos permitimos dudar, que nos permitimos pensar más allá de la OMS y las opiniones del omnipotente Fauci.

Vuelvo a decir: una cosa es ser partidario de que La Tierra es plana y el que piense lo contrario es parte de una confabulación internacional; una cosa es ser nazi y pensar en una estrategia judía de dominación universal, y otra cosa es dudar, hacer preguntas, inquirir sobre cosas que no encajan del todo. Sospechar que Al Capone no era el Angel Gabriel NO era ser conspiracionista. Sospechar que Néstor Kirchner tenía negocios dudosos NO es ser conspiracionista. Sospechar en el 78 que los militares argentinos no eran nenes de mamá NO era ser conspiracionista. ¿Tengo que dar más ejemplos? Estimados cuarentenistas, distingan las cosas, no somos imbéciles.

Tal vez se diviertan con la pobre Chinda Brandolino, que mezcla el antisemitismo con su pericia médica (ENTRE PARÉNTESIS, MUCHOS CATÓLICOS QUE AHORA LA CRITICAN BIEN QUE LES ENCANTABAN SUS VIDEOS ANTI-ABORTO DONDE HACÍA LO MISMO…………………) o con Judy Mikovitz que no tiene cómo demostrar sus acusaciones contra Fauci. Pero el reportaje a la Dra Dolores Cahill no es lo mismo. Ah no, pero “cómo te atreves”, me dijo alguien, como si le hubiera enviado un video porno. Tampoco son lo mismo las ideas NO conformes con la cuarentena de ya cientos de profesionales independientes, que pueden ver en https://gzanotti.blogspot.com/2020/04/mas-voces-en-disidencia-con-la.html, y en https://gzanotti.blogspot.com/2020/04/coronavirus-voces-alterntivas-la.html, y la lista sigue aumentando (curiosamente, de uno de ellos, el Dr. Erikson, un fan cuarentenista dice que tiene  “intereses económicos”: conspiración para unos, no para otros…..).

¿Es ser un paranoico preguntarse por qué las medidas tomadas en todo el mundo favorecen tanto a todos los gobiernes e ideas estatistas? ¿Es ser un lunático preguntarse por qué las voces disidentes son sistemáticamente silenciadas, ridiculizadas, NO consultadas? ¿Es ser un imbécil preguntarse por qué las “clínicas” abortistas están abiertas y las iglesias cerradas? ¿Es ser un infradotado preguntarse por qué ningún gobierno mundial consulta a los que piensan precisamente en medidas de NO encierro, justamente las medidas que a los gobiernos NO convienen para nada? ¿Desconfiar de los gobiernos, o sea ser liberal, es una estupidez?

Ninguno de los que nos permitimos dudar tenemos la certeza total. Justamente, de eso padecen los otros. Los que dudamos simplemente decimos: si consideras que hay que quedarse en casa, hazlo, proclámalo, convence a los demás, pero obligarlo……… Ah qué fácil…………. Y algo más importante aún: los que escuchamos y posteamos videos de voces disidentes no lo hacemos porque les otorguemos el conocimiento total. Justamente, porque estamos mostrando lo limitado del conocimiento, ante el cual un señor llamado Hayek (liberales cuarentenistas, si quieren les paso bibliografía) señaló la importancia de la NO planificación central, en TODAS las áreas. Esto es: si los Erikson y etc. piensan de un modo y los Fauci y etc. piensan de otro, ¿por qué no un debate público ante el cual todos podamos decidir y pensar y, finalmente, tomar nuestras propias decisiones?

O sea: lo único que falta, cuarentenistas, más soberbios que Adán y más autoritarios que Torquemada, es que se burlen de los que piensan diferente. Qué fácil: el que no piensa como ustedes es un paranoico imbécil. Gracias genios. Si son tan sabios espero que les vaya bien en sus decisiones propias. A los demás, déjennos en paz, y espero que dentro de un tiempo tengan la delicadeza de pedir disculpas.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación. Publica como @gabrielmises