¿Qué te han hecho, Tucumán?

Por Alejandro O. Gomez. Publicado el 25/8/2015 en: http://opinion.infobae.com/alejandro-gomez/2015/08/25/que-te-han-hecho-tucuman/

 

Urnas quemadas, votos comprados, bolsones de comida, periodistas agredidos e irregularidades en el escrutinio de las mesas electorales. Son estas las señales del deterioro al que fue sometido el sistema republicano en Tucumán. Produce una profunda tristeza ver la situación a la que ha sido sometida esta insigne provincia generadora de algunos de los más grandes hombres de la patria. Solo el poder absoluto de una clase política que no tiene el más mínimo respeto por los principios republicanos y el estado de derecho ha podido sumirla en esta situación.

Lamentablemente, en los comicios celebrados el domingo 23 de agosto se han producido todo tipo de trampas y manejos clientelares con el objetivo de ganar las elecciones que permitan mantenerse en el poder a los candidatos del oficialismo. ¿Acaso la victoria tiene que ser a cualquier precio con tal de conservar sus privilegios y sus fuentes de recursos de dudosa transparencia? ¿Conocen estas personas la gloriosa historia de esta provincia que nos ha proporcionado a todos los argentinos un sinnúmero de próceres? Quizás convenga un breve recordatorio para aquellos que han olvidado el extraordinario aporte que realizó esta provincia al nacimiento y al progreso de la patria en sus momentos fundacionales.

Los casos que menciono a continuación no pretenden ser una lista exhaustiva, sino solamente una referencia a alguna de las personas más destacada que nos brindó dicha provincia, aunque seguramente estaré siendo injusto por aquellos casos en que, por omisión o desconocimiento, no son mencionados a continuación. De todos modos, creo que sí contribuye a tomar una verdadera dimensión del aporte que hizo Tucumán a la patria, ya que lamentablemente en los últimos años ha sido noticia por los casos de pobreza y corrupción más que por ser cuna de tan ilustres personajes como los que señalo a continuación.

Bernardo de Monteagudo, hombre muy activo en los movimientos de independencia de Sudamérica y muy cercano a José de San Martín, Bernardo O’Higgins y Simón Bolívar; el general Gregorio Aráoz de Lamadrid, héroe de la independencia y gobernador de Tucumán; el coronel Crisóstomo Álvarez, quien luchara contra la dictadura de Juan Manuel de Rosas; el obispo José Colombres, que por el mismo motivo debió exiliarse del país hasta el triunfo de Caseros en 1852; Marcos Paz, vicepresidente de la nación en el mandato de Bartolomé Mitre. Y quizás los más destacados e influyentes en el momento de la organización nacional, Juan Bautista Alberdi, padre laConstitución y sus coterráneos Nicolás Avellaneda y Julio Argentino Roca, ambos presidentes de la nación, este último en dos oportunidades. Se podría decir que estos tres tucumanos han sido de los más importantes hombres que ha dado el país en el siglo XIX.

Vayan estas líneas como un recordatorio de todo lo que nos dio Tucumán y todo lo que puede llegar a dar. No es cierto que deba sumirse en la pobreza y las dádivas de los Gobiernos de turno. Su suerte está atada a la actitud que tomen sus ciudadanos, a que se rebelen contra un statu quo que pretende eternizarse como si la única alternativa que tienen sus habitantes sea subsistir en la pobreza y la “ayuda” que les brinden las autoridades por medio de planes sociales.

¿Qué te han hecho, Tucumán? Busca en tu glorioso pasado el camino hacia un futuro mejor. Lo has hecho antes, lo puedes hacer ahora. Muéstrate como el ejemplo que has sido en el pasado, cuando las circunstancias eran tanto o más difíciles que las del presente.

 

Alejandro O. Gomez se graduó de Profesor de Historia en la Universidad de Belgrano, en el Programa de Maestría en Economía y Administración de Empresas en ESEADE. Es Master of Arts in Latin American Studies por la University of Chicago y Doctor en Historia por la Universidad Torcuato Di Tella. Es profesor de Historia Económica en la Universidad del CEMA.

 

La devaluación del peso argentino en 2011-2015

Por Adrián Ravier: Publicado el 26/8/15 en: http://opinion.infobae.com/adrian-ravier/2015/08/26/la-devaluacion-del-peso-argentino-en-2011-2015/

 

Devaluar es, según la Real Academia Española, ‘rebajar el valor de la moneda’. Nadie contribuyó tanto a rebajar el valor del peso argentino como este último Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, en el que tuvo una destacada participación el actual ministro de Economía, Axel Kicillof. El economista Luis Secco guarda plena razón cuando explica: “La devaluación ya está hecha”, “Solo resta sincerarla”, algo que aparentemente le corresponderá hacer al próximo Gobierno, con el costo político y social que eso trae aparejado.

Para mostrar esta rebaja en el valor del peso entre 2011 y 2015, cabe una mirada a la evolución de las distintas partidas del balance del Banco Central de la República Argentina (BCRA), institución que cuenta con el monopolio de emisión de estos billetes depreciados. El cuadro presentado a continuación es un extracto del resumen estadístico que elabora trimestralmente Nicolás Cachanosky para nuestro blog Punto de Vista Económico.

Sin título

Nótese, por ejemplo, la evolución del pasivo, que pasó de 0,4 a 1,2 billones de pesos entre 2011 y junio de 2015. El pasivo se triplicó desde que Kicillof incide en la política monetaria del BCRA, lo que se logró con dos políticas concretas:

–          Emitiendo billetes que más que duplicaron la base monetaria (pasó de 223 a 483 mil millones de pesos).

–          Colocando títulos del BCRA en pesos (pasó de 84 a 355 mil millones de pesos).

Una mirada al activo nos puede explicar el destino de estos fondos. Mientras el activo pasó de 0,4 a 1,2 billones de pesos entre 2011 y junio de 2015, las reservas apenas pasaron de 200 a 308 mil millones de pesos. De nuevo, hay dos destinos concretos para la emisión monetaria del BCRA:

–          La compra de títulos públicos (pasó de 127 a 534 mil millones de pesos).

–          Adelantos del BCRA al tesoro del Gobierno nacional (pasó de 67 a 272 mil millones de pesos).

Para ser claros, el Gobierno quebró al BCRA. En 2011 las reservas representaban el 46 % del activo del BCRA; en 2015 esa misma relación cayó a menos del 25 %. La sumatoria de títulos públicos y adelantos del BCRA al Tesoro del Gobierno Nacional representaban en 2011 el 44 % del activo del BCRA, en 2015 estas mismas partidas representan el 63 % del activo.

La situación se agrava, lógicamente, si en lugar de tomar las reservas brutas, se tomaran las reservas netas, es decir, si se descontara aquella porción de esas reservas que no son propiedad del BCRA.

Resulta claro que un desafío difícil de lograr para el próximo Gobierno es el saneamiento del BCRA. Los asesores de ambos candidatos, Mauricio Macri y Daniel Scioli, apuestan a crear un marco de confianza que conduzca a una gran atracción de capitales en el país, pero esta confianza difícilmente ocurra mientras el BCRA presente este estado de situación. Por eso, volvemos al comienzo. “La devaluación del peso está hecha, solo resta sincerarla.”

Y entonces sí, los costos de esta devaluación serán más bajos si se ofrece un plan integral de reformas al Estado, que significan -necesariamente- un cambio de modelo.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

SITUACIONES LÍMITE

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

En economía, ciencia política y en el territorio del derecho se conoce con el nombre de “life boats situations” aquellas situaciones consideradas límite en cuanto a las relaciones humanas.

 

Por ejemplo, un naufragio propiamente dicho donde se pierde la noción de casi todo: cuando el dueño o quien al momento representa al propietario, en su caso el capitán o sus subordinados declaran que deben subir a tal o cual bote los niños y las mujeres y, sin embargo, fulano o mengano atropellan a todos y se trepan con su familia a la embarcación sin reparo alguno. Se dice en las áreas de estudio mencionadas que naturalmente semejante situación no puede tomarse como guía de normas civilizadas puesto que constituyen conductas descarriadas (por más comprensibles que resulten). Del mismo modo, en cuanto al combate a los terroristas no puede tomarse como ejemplo de nada la declaración de un pariente de la víctima que sostiene que debe liquidarse al victimario sin juicio alguno.

 

Sin duda que las normas de convivencia deben sopesarse y meditarse en un clima de tranquilidad y objetividad fuera de situaciones límite.

 

Pero viene otro asunto de la mayor importancia estrechamente vinculado a lo que comentamos y son los “life boat situations” en otro plano de la vida social. Se trata de situaciones aparentemente excepcionales por las que supuestamente habría que proceder conforme a reglas diferentes a las habituales.

 

Por ejemplo, después de un terremoto de envergadura gente que se queda sin lugar para vivir reclama que el aparato estatal controle los precios de los alquileres o de la compra de casas que han subido más o menos astronómicamente debido al sismo de marras. Se dice que esta es una situación fuera de lo normal y que, por tanto, debieran imponerse medidas también de carácter excepcional.

 

Pues bien, si se procede en esa dirección ocurrirá que la demanda habitacional excederá la oferta debido a la destrucción del caso y, en segundo lugar, al colocarse los precios a niveles artificialmente bajos, la inversión será atraída hacia otros reglones cuando precisamente se necesitan estímulos para la construcción de viviendas.

 

Con mi familia vivimos un terremoto de grandes proporciones en Guatemala (7.8 en la escala Richter), caso en que la destrucción de viviendas fue devastadora. Hubieron más de veinte mil muertos que, de más está decir, lamentablemente nada pudo hacerse al respecto. Afortunadamente, a pesar de insistentes consejos en otras direcciones, no se intervino en el mercado de viviendas con lo que la reconstrucción fue relativamente rápida. Sin embargo, unos años antes, en Nicaragua, tuvo lugar también un sismo de proporciones, pero en ese caso el gobierno decidió dejar el mercado abierto para habitaciones de lujo e intervenir en las más modestas (“para proteger a los pobres”). Esta política entonces hizo que la reparación fuera bastante veloz en el mercado de viviendas de alto precio, mientras que no sucedió lo mismo con las humildes, franja en la que la construcción se estancó junto a las mencionadas escaseces crecientes.

 

Es que el precio siempre limpia oferta y demanda, si había mil viviendas antes del terremoto para mil familias y después del accidente geológico quedaron en pie cien, indefectiblemente habrán novecientas familias en la intemperie. Frente a esta emergencia hay dos caminos para transitar: controlar precios con lo que irrumpirá el espejismo de la habitación barata, pero en la práctica, solo cien familias entran en cien casas y el resto se quedará con la ilusión. Pero lo realmente trascendente es que los precios achatados artificialmente no inducirán a la construcción para proceder en consecuencia con lo que el drama se prolonga.

 

En cambio, si se dejan libres los precios éstos subirán sideralmente lo cual resulta indispensable para acelerar al máximo la construcción. En cualquier caso debe tenerse muy presente que solo habrá cien viviendas  inmediatamente después de la catástrofe, cualquiera sea la política que se adopte pero, como queda expresado, en un caso se perpetúa y agrava el problema y en el otro se soluciona lo mejor posible dadas las circunstancias imperantes y al incrementarse la oferta los precios bajan.

 

Todo este cuadro de situación en cualquiera de los ejemplos, no es para nada óbice al efecto de concretar actos de caridad por parte de aquellos que se preocupan de la tragedia. Pero para esto es indispensable recurrir a la primera persona del singular (“put your money where your mouth is”) y no prenderse de un micrófono y usar la tercera persona del plural para coactivamente arrancarle el fruto del trabajo al vecino.

 

Y aquí viene un punto central en este análisis, las situaciones consideradas límite resulta que en último análisis no son tan límite. Por ejemplo, sabemos que hoy hay muchas personas en el continente africano que deben resignarse a la muerte de sus hijos porque no cuentan con los recursos suficientes para adquirir antibióticos. ¿Cuál es la solución? Si “por esta única vez” se implantan precios máximos a los productos farmacéuticos, sucederá lo que señalamos para la construcción: habrán filas de personas que pretenden comprar el medicamento pero éste no se encontrará disponible para la demanda inflada debido a precios artificialmente reducidos y, tal como apuntamos antes, lo más relevante es que las inversiones serán atraídas a otros reglones con lo que en verdad se estará matando a más gente y extendiendo la situación límite a otros sectores.

 

Entonces, las situaciones límite resulta que son frecuentes y a veces diarias en distintas partes del mundo en muy diversos reglones. Recuerdo que cuando comenzó el transplante cardíaco realizado por un médico-cirujano sudafricano, muchos se alarmaban por el volumen de sus honorarios sin percatarse que eso es exactamente lo que se necesita para atraer a futuros cirujanos a esa misma especialidad, de lo contrario, hubiera seguido en manos de uno o unos pocos médicos perjudicando severamente a pacientes que hubieran podido salvar sus vidas. Afortunadamente privó la cordura y no hubo intervención gubernamental “para beneficiar a los más necesitados”, un slogan que usan demagogos para engatusar a los incautos.

 

Se repite en diversos foros que lo importante es tener en cuenta los intereses de la sociedad y que no prevalezcan los intereses personales del individuo, de lo contrario, se sigue diciendo, se abren las compuertas para situaciones límite que en definitiva perjudican a todos.

 

Este razonamiento adolece de varios defectos de cierta magnitud. En primer lugar, en una sociedad abierta no hay tal cosa como conflicto de intereses entre el conjunto y las partes puesto que la ventaja para el conjunto precisamente estriba en las ventajas de cada una de las partes. En otros términos, está en interés de la sociedad que sus componentes mejoren (es una forma de ilustrar la idea ya que, en rigor, no existen “los intereses de la sociedad” a menos que caigamos en un horrible antropomorfismo puesto que la sociedad no existe fuera de los individuos que la componen, lo cual nada tiene que ver con que la cooperación social genera nuevas posibilidades y perspectivas, siempre se trata de relaciones interindividuales).

 

En segundo término, debe precisarse un concepto bifronte: por un lado no pueden concebirse acciones “desinteresadas”, todos actúan porque está en su interés hacerlo y, por otro, que cada cual pueda seguir sus proyectos de vida implica que cada uno debe respetar igual premisa en la vida del otro a los efectos de generar la necesaria e indispensable armonía. De este modo no hay conflictos de intereses y el conjunto sale ganando siempre.

 

En este mismo contexto, se dice que en situaciones límite se muestra que la libertad tiene sus fronteras pero es una forma falaz de presentar supuestas argumentaciones ya que nadie en nombre de la libertad puede lesionar los derechos de otros. Hace algún tiempo, en otra columna periodística, hemos desarrollado extensamente este tema controvertido por lo que no lo haremos en esta oportunidad, ahora solo reiteramos el primer párrafo apenas introductorio.

 

Conviene despejar ese mal entendido. Se ha dicho que la libertad de uno termina donde comienza la del otro. Esto, aunque expuesto con la mejor de las intenciones, puede prestarse a confusión puesto que la libertad significa la de todos, lo cual naturalmente se traduce en el respeto recíproco. La invasión a las libertades de otros no es libertad sino anti-libertad, precisamente constituye un atropello a la libertad. No es que la libertad se extralimita, es que entra en la zona de la no-libertad.  Lo mismo va para el derecho, plano en el que se ha introducido la absurda teoría del “abuso del derecho”, una contradicción en los términos puesto que una misma acción no puede ser conforme y contraria al derecho.

 

Por último, para consignar solo un ejemplo más, se mantiene que otra situación límite en la que deben dejarse de lado los principios económicos sería cuando en un lugar alejado los aparatos estatales deben ocuparse de establecer líneas férreas, conexiones de aviones y equivalentes para facilitar el acceso aunque esos emprendimientos naturalmente arrojen quebrantos. Debe sin embargo comprenderse que las pérdidas las sufraga la comunidad, muy especialmente los más pobres como consecuencia del derroche de capital y la menor inversión que repercute de modo muy contundente sobre las franjas de menores salarios lo cual hace que se amplíen las zonas inviables porque la miseria se extiende a medida en que se extienden las políticas antieconómicas. Todos provenimos de ancestros que vivían en “zonas inviables”, en cuevas miserables, sin caminos ni accesos, el progreso no consistió en destruir otras chozas sino en el respeto recíproco. Las ciudades más prósperas del orbe no se construyeron en base a la rapiña. Como queda dicho, en la media en que las políticas se reviertan al saqueo las ciudades y los pueblos se empobrecen. Todo lo cual no es para nada incompatible con la caridad y la benevolencia entendidas en el contexto de la antedicha definición y no las actitudes hipócritas de quienes dicen estar afligidos por la condición de sus congéneres pero, en lugar de proceder en consecuencia con sus recursos, prefieren echar el manotazo al bolsillo ajeno. Por otro lado,  ya en otro trabajo me he referido al significado de la transición que no constituye algo excepcional sino que ocurre todos los días en la medida en que todos en sus respectivos trabajos proponen medidas para mejorar en las diferentes áreas, lo cual naturalmente reasigna recursos humanos y materiales constantemente.

 

En resumen, bajo la pantalla de las situaciones límite se adoptan medidas que, como decimos, terminan por ampliar las mismas situaciones límite que se desea paliar ya que en economía no hay magias, es indispensable entender que el aprovechamiento y no el despilfarro de los siempre escasos factores de producción constituyen la solución, cosa que ha sido cierta desde que nuestros antepasados vivían en cuevas. Siempre la demagogia ha resultado una trampa fácil pero que agrava la situación de los más necesitados por lo que debemos ser cuidadosos si es que honestamente lo que más nos preocupan son los más débiles.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

La conquista de la «justicia social»

Por Gabriel Boragina. Publicado el 22/8/15 en: http://www.accionhumana.com/2015/08/la-conquista-de-la-justicia-social.html

 

La lucha contra la desigualdad se ha convertido prácticamente en un «frente de combate» donde no son pocas las personas que se enrolan. Posiblemente la mayoría lo hace, incluyendo teóricos y analistas, sin faltar, por supuesto, probablemente también la mayoría de los economistas del mainstream. Entre estos últimos, los dedicados a temas impositivos han popularizado la teoría de la capacidad de pago que -en términos breves- viene a rezar el tan conocido hoy en día criterio que los impuestos deben ser «mayores para los que más tienen», lo que ha dado origen a la consigna tan en boga -hoy como ayer- que dice «que paguen más los que más ganan». De allí, se ha llegado a otra teoría también propuesta por esta misma clase de personas, «la teoría del impuesto total»:

«2. EL IMPUESTO TOTAL. La justicia social que, a través de la teoría de la capacidad de pago, se pretende implantar es la igualación económica de todos los ciudadanos. En tanto se mantenga la menor diferencia de rentas y patrimonios, por ínfima que sea, cabe insistir por dicha vía igualitaria. El principio de la capacidad de pago cuando se lleva a sus últimas e inexorables consecuencias­ exige llegar a la más absoluta igualdad de ingresos y fortunas, mediante la confiscación de cualquier renta o patrimonio superior al mínimo de que disponga el más miserable de los ciudadanos.»[1]

No hace falta razonar mucho para darnos cuenta que -llevado al extremo el mecanismo indicado en la cita- la sociedad completa en su conjunto caería a niveles de pobreza tan profundos que difícil seria recuperarla a los que podría haber tenido antes de la implementación de las políticas redistributivas, porque resultaría arduo (sino imposible) volver a convencer a los que –antes de ser decomisados- producían a que volvieran a hacerlo, dado que bastaría el simple hecho de que alguien produzca algo por valor de 1 para que le sea confiscado si el resto de sus congéneres no producen absolutamente nada. Y va de suyo que, la «justicia social» clama porque así sea, dado que si A produce 1 y el resto de sus vecinos nada, una situación semejante estaría quebrando la «igualdad» de todos ellos. Y con esta, la de la supuesta «justicia social» implicada en el asunto. Es decir, una sociedad en la que impera la «justicia social» más plena y absoluta sería -al mismo tiempo- la más miserable de todas las sociedades existentes sobre la faz de la Tierra. .

«Los modernos paternalistas, al menos en un aspecto, son más consecuentes que los antiguos socialistas y reformadores sociales. No identifican ya la justicia social con arbitrarias normas que todos habrían de respetar, cualesquiera fueran sus consecuencias sociales. Admiten el principio utilitarista. Los diferentes sistemas económicos, reconocen, deben ser enjuicia­dos según su respectiva idoneidad para alcanzar los objetivos que el hombre persigue. Olvidan, sin embargo, tan buenos propósitos en cuanto se enfrentan con la mecánica del mercado. Condenan a la economía libre por no conformar con ciertas normas y códigos metafísicos que ellos mismos previamente han elaborado. Es decir, introducen así, por la puerta trasera, criterios absolutos a los que, por la entrada principal, negarían acceso. Buscando remedios contra la pobreza, la inseguridad y la desigualdad, poco a poco van cayendo en los errores de las primitivas es­cuelas socialistas e intervencionistas. Inmersos en un mar de absurdos y contradicciones, acaban invariablemente apelando a la infinita sabiduría del gobernante perfecto, a esa tabla de salvación a la que los reformadores de todos los tiempos siempre al final se vieron obligados a recurrir. Tras mágicos vocablos, como «Estado», «Gobierno», «Sociedad» o cualquier otro hábil sinónimo, invariablemente esconden al superhombre, al dictador omnisciente.»[2]

En el fondo, la «realización» de la «justicia social» se espera se plasme en ese «superhombre», o «dictador omnisciente», dado que todos poseen diferentes ideas acerca de que es o que debería ser la «justicia social», en definitiva las disímiles opiniones sobre su esencia y de cómo realizarla mejor, han de terminar recayendo en ese dictador, líder, conductor, jefe, duce o führer carismático de turno, hasta el punto que el propio concepto de «justicia social» se confunde con el de la persona misma que encarne al jefe o líder, ya que como bien se señala «Tras mágicos vocablos, como «Estado», «Gobierno», «Sociedad» o cualquier otro hábil sinónimo, invariablemente esconden al superhombre, al dictador omnisciente» y es -en suma- de este o de estos (puede ser uno o muchos) de quién se espera que delimite y ejecute dicho «ideal».

Sin embargo, no existe tal cosa como «la infinita sabiduría del gobernante perfecto». No sólo porque lo perfecto es ajeno a la condición humana, sino porque tampoco coexiste ninguna «infinita sabiduría» exactamente por idéntica razón, lo que no implica que sean pocas las personas que si creen en su existencia, no faltando tampoco aquellos que se juzgan a sí mismos exclusivos depositarios de tan celestiales privilegios por sobre los demás. La realidad indica que, tras la máscara delestado-nación, del gobierno, de la sociedad o de cómo se le quiere denominar, sólo hay seres humanos, tan falibles e imperfectos como cualesquiera otros (e incluso mas falibles aun que los demás), y que por el sólo hecho de elevarlos circunstancialmente a un cargo público parecería reputárselos provistos de cualidades cuasi o semi divinas y de «excelsa bondad» por encima de la de cualesquiera otros. Resulta conjuntamente arbitrario y extremadamente peligroso querer dotar a cierto número de personas de la facultad de determinar lo que sería justo o injusto «socialmente» por el sólo hecho de haberlas encaramado en lo más alto del poder. Ya que, al fin de cuentas, lo justo o injusto «socialmente», siendo imposible de establecer de manera objetiva, se dirime ineludiblemente por criterios puramente personales, que se corresponden siempre a los del jefe o caudillo -como tantas veces se ha visto- y los que necesariamente han de ser arbitrarios y provisorios por ser tales.

[1] Ludwig von Mises, La acción humana, tratado de economía. Unión Editorial, S.A., cuarta edición. Pág. 1068/1069

[2] Mises L. V. La acción humana ….ob. cit. pág. 1229 a 1231

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE.  Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero.

El cepo es hijo del populismo

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 20/8/15 en: http://www.lanacion.com.ar/1820661-el-cepo-es-hijo-del-populismo

 

El presidente del Banco Central, Alejandro Vanoli, afirmó que si se eliminaran todas las regulaciones cambiarias habría una gran devaluación. En rigor, su afirmación no tiene como contrapartida una explicación que la justifique dado que solo señala que habría más demanda de dólares que oferta y, por lo tanto, subiría el tipo de cambio. Solo formula la afirmación. No la demuestra.

Si dejamos de lado las poco serias teorías conspirativas para explicar la suba del tipo de cambio, Vanoli no hizo otra cosa que reconocer dos cosas: a) que la gente huye de la moneda que emite la institución que él mismo preside, con lo cual está reconociendo su fracaso como presidente del BCRA de proveerle al mercado una moneda sólida y b) también reconoce que existe retraso cambiario. ¿Cuál sería la razón para que la demanda de dólares sea mayor a la oferta si el actual nivel del tipo de cambio fuera de equilibrio? En otras palabras, al formular semejante afirmación está reconociendo que hay retraso cambiario y que solo puede sostenerse con regulaciones, y que la institución que él preside ha fracasado en proveer al mercado de una moneda sana.

Pero veamos quiénes ofrecen dólares y quiénes demandan dólares en el mercado. Los que ofrecen dólares son los exportadores que venden sus divisas al mercado interno para hacerse de los pesos para realizar los pagos correspondientes. Por otro lado, demandan dólares los que necesitan importar. Si, como sostiene el Gobierno, este es un tipo de cambio de equilibrio, no habría motivos para esperar que aumenten las importaciones y caigan las exportaciones como viene ocurriendo hace rato en con las exportaciones en nuestro país, incluso desde antes de las devaluaciones en Brasil y China. En otros términos, si el tipo de cambio oficial es de equilibrio, no tendría por qué afectar el flujo de comercio exterior. Y, en todo caso, ante las devaluaciones del real y el yuan, el mercado ajustaría el tipo de cambio en la misma magnitud si es que las devaluaciones en ambos países afectasen los flujos de comercio exterior. Salvo que pretendan derogar la ley de la oferta y la demanda, el menor ingreso de divisas por exportaciones y la mayor demanda por importaciones harían subir el tipo de cambio hasta el nivel de equilibrio. Y solo habría una gran devaluación, como dice Vanoli, si el tipo de cambio oficial está muy retrasado artificialmente por las regulaciones impuestas por la desconfianza que genera el Gobierno con sus medidas y por la mala calidad de peso que emite el BCRA.

El Gobierno está reconociendo que hay retraso cambiario y que sólo puede sostenerse con regulaciones, y que la institución que Vanoli preside ha fracasado en proveer al mercado de una moneda sana.

Pero también ingresan dólares por inversión directa en los países que respetan los derechos de propiedad y se fugan capitales en los países que no respetan los derechos de propiedad y generan desconfianza con sus políticas económicas. Esto es lo que ha ocurrido bajo el gobierno kirchnerista. Hubo fuga de capitales por desconfianza y refugio en el dólar por la baja calidad de la moneda que emite el BCRA. Si se elimina el cepo en un contexto en el que se presente un plan económico consistente que libere la capacidad de innovación de la gente, equilibrio fiscal, disciplina monetaria, respeto por los derechos de propiedad, un ministro de economía que inspire confianza por su trayectoria y por su discurso coherente y creíble y un presidente del BCRA que también inspire confianza en la moneda que emite dicha institución, entonces, de haber un retraso en el tipo de cambio real, la suba se amortiguaría notablemente con el ingreso de capitales que produciría un gobierno creíble.

En rigor, algo que no va a reconocer Vanoli, es que es este gobierno el que no puede levantar el cepo porque el cepo fue puesto para contrarrestar la desconfianza que generan las arbitrariedades del kirchnerismo. El cepo no es otra cosa que el tratar de generar confianza a los palazos. Creen que la Gendarmería, la policía y la AFIP controlando el mercado de cambios sustituyen la falta de confianza que generan las políticas económicas consistentes y con reglas de juego previsibles.

El problema de Vanoli es que imagina que todo estalla si se levanta el cepo bajo el contexto del descalabro económico que produjo el kirchnerismo y la ausencia de respeto a la propiedad privada del populismo imperante. En definitiva, Vanoli tiene razón que todo estalla si se elimina el cepo bajo estas condiciones económicas e institucionales del kirchnerismo, pero no hay razón para pensar que todo estalle con un gobierno serio.

En síntesis, el cepo es hijo del populismo k. La eliminación del cepo sin estallido será hija de un gobierno serio que sepulte el populismo.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

Argentina: un país “subprime”

Por Iván Carrino. Publicado el 20/8/15 en: https://igdigital.com/2015/08/argentina-un-pais-subprime/

 

El modelo económico impuesto por el kirchnerismo es como una mala inversión: puede perdurar en el tiempo gracias a condiciones excepcionales, pero, tarde o temprano, tienen que reconocerse los errores.

 

El año 2007 fue duro para los constructores en los Estados Unidos. Luego de alcanzar el récord histórico de 2,3 millones de casas que comenzaron a construirse en enero de 2006, la industria se derrumbó un 25,9% al año siguiente. De ahí en más, el declive no paró hasta bien entrado el 2009.

¿Qué pasó? Había estallado la burbuja de las hipotecas “subprime”, dando inicio a la crisis financiera internacional.

La crisis de las subprime fue el resultado de una generosa política estatal y una desmedida inyección de dinero por parte de la Reserva Federal.

El gobierno de los Estados Unidos había tomado medidas concretas para hacer que la propiedad de la vivienda fuera más accesible, induciendo a los bancos a prestar a ciudadanos de dudosa solvencia. Por el otro lado, la Reserva Federal (el banco central de los Estados Unidos) comenzó una agresiva política de reducción de las tasas de interés, lo que facilitó el acceso al crédito.

El resultado fue un desproporcionado crecimiento del sector inmobiliario, con precios y producción en alza, que estaba destinado a terminarse. Cuando la inflación comenzó a preocupar a la Fed, ésta comenzó a subir las tasas de interés, que pasaron del 1% en julio de 2004 a 5,3% en agosto de 2006.

El resultado fue un encarecimiento del crédito que hizo que muchos se vieran en la imposibilidad de pagar sus deudas. Previsiblemente, los deudores con menor solvencia, los subprime, fueron los primeros en entrar en default, dando lugar al efecto dominó que arrastró a toda la economía global.

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Hoy la economía del mundo vive una situación similar. La respuesta de la Fed a la crisis de las hipotecas fue la misma de siempre: reducir las tasas de interés, inyectar ingentes cantidades de dólares en la economía y buscar crear una nueva burbuja que le permita salir de la anterior.

El efecto de los sucesivos planes de “flexibilización cuantitativa” y reducción de las tasas de interés no fue muy marcado en el sector inmobiliario norteamericano. Sin embargo, como un “efecto mariposa”, sí se sintió en el resto del mundo.

La ultraliquidez proporcionada por la Fed redujo el costo del endeudamiento de todos los países del mundo y, al mismo tiempo, le dio un impulso al precio de las materias primas y a las monedas de países emergentes.

Si bien Argentina quedó aislada del mercado financiero global después del default de 2001, no dejó de verse beneficiada por el tsunami monetario de la Fed. Los términos de intercambio treparon un 40% desde 1998 y alcanzaron niveles máximos, al menos, desde 1980. Por su parte, la soja superó la barrera de los USD 600 a mediados de 2012.

Sin embargo, el generoso contexto internacional no podía durar para siempre. Así, la necesidad de una normalización en la política monetaria de la Fed llevó a la finalización de los programas de alivio cuantitativo y hoy se especula con que la Reserva Federal comience a subir las tasas, como máximo, en diciembre de este año.

Esto es particularmente importante para nuestra economía.

Es que, al igual que las hipotecas en Estados Unidos, nuestro país también es subprime. Con un déficit fiscal persistente hace 7 años, una inflación en niveles estratosféricos y un intervencionismo que busca regularlo todo, lo único que mantenía a flote al modelo económico era el viento de cola que llegaba de la mano del mundo.

Es claro que el cambio de la política monetaria estadounidense, por su efecto en la demanda y el precio de los commodities, afecta a toda la región, pero no es casualidad que los más afectados sean Venezuela, Brasil y Argentina.

Nuestro país necesita modificar el rumbo económico hace rato.No hay dudas de que no se puede alcanzar la prosperidad con inflación alta y persistente, controles de precios y sistemas cambiarios múltiples.

Así, el nuevo contexto internacional no hace más que ponerle más presión a esta necesidad.

Pero a no confundirse. El cambio del contexto no es la causa de nuestros males económicos. A lo sumo, será el golpe de gracia de un modelo que, en realidad, solo se mantuvo a flote gracias a condiciones internacionales que difícilmente se vuelvan a repetir.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

HAY MENOS CIUDADANOS QUE VOTANTES

Por Sergio Sinay: Publicado el 19/8/15 en: http://sergiosinay.blogspot.com.ar/2015/08/hay-menos-ciudadanos-que-votantes-por.html

 

La ciudadanía es una construcción que va más allá del simple hecho de votar y que requiere responsabilidad y conciencia, tanto en la sociedad como en sus gobernantes y candidatos

La inyección de dinero, en forma de subsidios, planes y prebendas clientelistas no remplaza al desarrollo social y personal. Tampoco respeta la condición de ciudadanos de aquellos sobre quienes se derrama. El sociólogo británico Thomas Humphrey Marshall (1893-1982),    reconocido estudioso de la cuestión de la ciudadanía, sostenía que se alcanza esta condición cuando a las libertades legales formales se le agrega el cumplimiento efectivo (y no sólo declamado) de derechos sociales como la salud, la educación, la vivienda y un ingreso mínimo digno. Sólo esto hace de un individuo un miembro real de la sociedad en la que vive, decía. Marshall abundó en esta cuestión en su célebre ensayo Ciudadanía y clase social, publicado en 1949. La filósofa política Debra Satz recoge estas nociones en su reciente y sustancioso trabajo Por qué algunas cosas no deberían estar en venta. Recuerda allí que el derecho al voto, aun cuando se ejerza, tiene importancia relativa si una proporción significativa de votantes no recibió la educación suficiente como para leer en las boletas algo más que los nombres y para entender lo que se juega en un acto eleccionario.

Si tanto Satz como Marshall vivieran hoy en la Argentina observarían que tampoco alcanza la educación formal (un buen nivel de instrucción) o una plausible comodidad económica para hacer del voto una verdadera herramienta democrática cualitativa y no sólo cuantitativa. Habría que incluir el aprendizaje y puesta en práctica de ciertos valores morales, la percepción de que no hay bienestar o salvación individual en medio de un naufragio colectivo, la comprensión de lo que significan el bien común y el destino comunitario además del interés propio. Sin esto, el egoísmo, la hipocresía, la indiferencia   ante el futuro y la miopía existencial se tornan “democráticas” (es decir, se distribuyen profusamente entre diferentes sectores y capas económicas, sociales y culturales). Y eso se nota de manera dramática y socialmente patológica a la hora de elegir gobernantes.  Una sociedad de votantes y de consumidores (en este consumen productos de marketing envasados como candidatos) no es, necesariamente, una sociedad de ciudadanos.

La ciudadanía no se regala. Se construye. Y es una construcción colectiva. Requiere voluntades integradas, vectores que confluyan en el diseño de un porvenir comunitario alentador, en el cual el sentido de las vidas individuales pueda despuntar en un contexto estimulante y dejar huella en el presente y futuro de otras vidas. Construir ciudadanía exige buena fe, reclama respeto por la diversidad (y no la utilización oportunista de minorías postergadas o discriminadas), convoca al diálogo, y no a la suma de monólogos, ante los inevitables desacuerdos de la vida colectiva. Sólo es posible construir ciudadanía en donde hay un ejercicio responsable del poder. Es decir en donde se lo pone al servicio de la sociedad representada y en donde se da cuenta a los mandantes (deber inexcusable de toda mandatario) acerca de las decisiones tomadas y de sus consecuencias.

 

Todos estos aspectos y requisitos parecen lejanos y extraños cuando se avecinan elecciones con candidatos que dan muestras de una irresponsabilidad, una ineficiencia y una capacidad de genuflexión tan inocultables como el oficialista, o de un oportunismo, una volubilidad o una superficialidad tan descorazonadoras como las de sus principales            adversarios. Así será mientras quienes aspiren a ser ciudadanos (personas con derechos y deberes reales y activos, que conviven en un escenario de respeto actuando con responsabilidad y compromiso en la construcción de riquezas comunes) actúen como simples votantes que solo especulan con el plazo corto e individual.

 

Sergio Sinay es periodista y escritor, columnista de los diarios La Nación y Perfil. Se ha enfocado en temas relacionados con los vínculos humanos y con la ética y la moral. Entre sus libros se cuentan “La falta de respeto”, “¿Para qué trabajamos?”, “El apagón moral”, “La sociedad de los hijos huérfanos”, “En busca de la libertad” y “La masculinidad tóxica”. Es docente de cursos de extensión en ESEADE. 

Cuando el elefante hace olas

Por Alejandro Tagliavini. Publicado el 10/8/15 en: http://www.s21.com.gt/colaboracion/2015/08/20/cuando-elefante-hace-olas

 

Más que por la caída de los precios del petróleo, la fortaleza del dólar, la agitación en Grecia o un alza de tasas de la Reserva Federal (Fed), los inversores siguen preocupados por China, que está mostrando ciertos signos de inestabilidad –no con una, sino tres burbujas: inmobiliaria, financiera y bursátil– y, con semejante tamaño –la segunda economía mundial–, sus vaivenes crean olas grandes. El país conmocionó al mundo al devaluar su moneda varias veces –totalizando cerca del 5%– para intentar revertir una desaceleración económica más severa de lo esperado: hoy crece al 7% anual, lo más bajo en 25 años, mientras que las exportaciones cayeron 8.6% interanual en julio.

China también es el mayor consumidor de materias primas como el petróleo y el cobre, las cuales se han hundido en las últimas semanas. Su desaceleración está poniendo presión a la baja sobre los precios al punto que la inflación mayorista ha disminuido durante 41 meses consecutivos hasta julio. Y esta deflación podría extenderse a otros países; de hecho, ya ha provocado que los precios de las materias primas como los metales y el petróleo disminuyan. Si los signos de deflación emergieran en EE. UU., la Fed podría retrasar sus planes para elevar las tasas de interés.

El Banco Popular de China (PBOC) seguirá manteniendo fijo el tipo de cambio del yuan, pero permitirá que fluctúe un 2% diario en ambos sentidos (revaluación o devaluación) respecto al cierre del día anterior. En teoría, esta medida fomentará que el mercado guíe de una forma más eficiente –supuestamente más libre– la evolución de la divisa china, pero en la práctica el tipo de cambio seguirá controlado por el Gobierno, el mayor poseedor de reservas de divisas del mundo.

El PBOC ha anunciado, después de realizar tres devaluaciones, que compró otras tres toneladas de oro en julio. Según los analistas, es previsible que realice adquisiciones adicionales en los próximos meses. Las reservas oficiales de China ascienden ya a 1,677 toneladas, aunque algunos desconfían y las sitúan cerca de las 2 mil toneladas. Esta tendencia compradora del país le permite en la práctica influir en la cotización de la onza de oro en el mercado. Además, podría deshacerse de parte de este stock del metal precioso si la burbuja de crecimiento del PIB, gracias al ritmo exportador de esta economía, finalmente se pincha.

En particular con Latinoamérica, la relación comercial se multiplicó por más de 20 en una década: alcanzó en 2013 los US$261 mil millones frente a los 12 mil de 2002. Así, China se transformaba en el segundo socio comercial de la región detrás de EE. UU. Según el Instituto de Gobernanza Económica Global de la Universidad de Boston, China otorgó US$102 mil millones en préstamos a América Latina entre 2005 y 2013.

En el caso particular de Argentina, el gobierno tiene reservas monetarias muy bajas y, de ellas, nada menos que 8 mil 500 millones de yuanes. Así, y por cada punto que se devalúa la moneda china, el Gobierno argentino pierde US$85 millones. La situación de Venezuela es más complicada, dada la caída provocada –irónicamente– por su aliado político, China, en los precios del petróleo y el oro, ya que el país caribeño obtiene cerca del 95% de sus ingresos gracias a las exportaciones de petróleo y posee el 68% de sus reservas internacionales en este metal precioso.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Es Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.

La URSS: esto no va a funcionar. El Socialismo del Siglo XXI debería decirnos cómo va a hacerlo

Por Martín Krause. Publicado el 20/8/15 en: http://bazar.ufm.edu/la-urss-esto-no-va-a-funcionar-el-socialismo-del-siglo-xxi-deberia-decirnos-como-va-a-hacerlo/

 

En Junio de 1959, Ludwig von Mises dictó seis conferencias en Buenos Aires. Éstas fueron luego publicadas y las consideramos con los alumnos de la UBA en Derecho. Su segunda conferencia se tituló “Socialismo” y trata ese tema. Anticipa por 20 años el fracaso de la URSS. Mises comenta:

Mises1

“Probablemente me pregunten ‘¿Qué hay de Rusia? ¿Cómo manejan los rusos este asunto?’ Esto cambia el problema. Los rusos operan su sistema socialista dentro de un mundo en el cual existen precios para todos los factores de producción, para materias primas, para todo. Por lo tanto, ellos pueden emplear, para su planificación, los precios en el exterior, en el mercado mundial. Y dado que existen ciertas diferencias entre las condiciones en Rusia y las mismas en EEUU, el resultado es que muy a menudo los rusos consideran algo como justificado y aconsejable – desde su punto de vista económico – que los americanos no lo considerarían económicamente justificable en absoluto.

El ‘experimento soviético’, como fue denominado, no nos prueba nada. No nos dice nada sobre el problema fundamental del socialismo, el problema del cálculo económico. Pero, ¿podemos hablar de ello como un experimento? No creo que exista cosa alguna como un experimento científico en el campo de la acción humana y de la economía. No pueden realizarse experimentos de laboratorio en el campo de la acción humana porque un experimento científico requiere que se haga la misma cosa bajo condiciones diferentes, o que se mantengan las mismas condiciones cambiando solamente un factor. Por ejemplo, si se inyecta una medicación experimental en un animal canceroso, el resultado puede ser que el cáncer desaparezca. Puede probarse esto con varios animales del mismo tipo, que sufran el mismo tumor maligno. Si se trata a algunos con el nuevo método y no se trata al resto, entonces pueden compararse los resultados. Esto no puede hacerse en el campo de la acción humana. No existen experimentos de laboratorio en la acción humana.

El así llamado ‘experimento soviético’ simplemente muestra que el nivel de vida es incomparablemente más bajo en la Rusia Soviética que en el país que es considerado, por todo el mundo, como la muestra del capitalismo: los EEUU. Desde ya, si se le dice esto a un socialista, él dirá: ‘Las cosas son maravillosas en Rusia’ Y se le contesta: ‘Puede que sean maravillosas, pero el nivel de vida es mucho más bajo’ Y él responderá: ‘Sí, pero recuerde lo terrible que era para los Rusos vivir bajo los zares y la terrible guerra que tuvimos que soportar’

No deseo entrar en una discusión sobre si ésta es o no es una explicación correcta, pero si se niega que las condiciones sean las mismas, se niega que fuera un experimento. Lo que se le debe decir (que quizás sea mucho más correcto): ‘El socialismo en Rusia no provocó un mejoramiento en las condiciones del hombre promedio que pueda ser comparado con el mejoramiento de las condiciones, durante el mismo período, en los EEUU’

En los EEUU se escucha sobre algo nuevo, sobre alguna mejora, casi cada semana. Estas son mejoras generadas por los negocios, porque miles y miles de empresarios intentan día y noche encontrar algún producto nuevo que satisfaga al consumidor, mejor o más barato de producir, ó mejor y más barato de producir que los productos existentes. No hacen esto por altruismo, lo hacen porque quieren ganar dinero. Y el efecto es que se tiene una mejora del nivel de vida en los EEUU que es casi milagroso, cuando se compara con las condiciones que existían cincuenta o cien años atrás. Pero en la Rusia Soviética, donde no se tiene ese sistema, no existe una mejora comparable. Así que aquella gente que nos dice que debemos adoptar el sistema soviético, están terriblemente equivocados.

Hay algo más que debe mencionarse. El consumidor americano, el individuo es tanto un comprador como un patrón. Cuando se sale de una tienda en los EEUU, se puede encontrar un cartel que dice: ‘Gracias por su visita. Por favor, vuelva’. Pero cuando entra en una tienda en un país totalitario – sea en la Rusia de hoy o en la Alemania bajo el régimen de Hitler – el tendero dice: ‘Debe agradecer al gran líder por darle esto’ En los países socialistas, no es el vendedor quien debe mostrarse agradecido, sino el comprador. El ciudadano no es el patrón; el patrón es el Comité Central, la Oficina Central. Estos comités y líderes y dictadores socialistas son supremos, y la gente simplemente tiene que obedecerles.

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

 

Nepotismo: ni para todos ni para todas

Por Iván Carrino. Publicado el 18/8/15 en: http://opinion.infobae.com/ivan-carrino/2015/08/18/nepotismo-ni-para-todos-ni-para-todas/

En la semana que pasó, se volvió viral el caso de Delfina, la hija del ministro de Defensa Agustín Rossi, quien, con solo 26 años y una escasa experiencia laboral, fue designada directora del Banco Nación. El Nación es el banco estatal más importante del país y, al cierre del año pasado, administraba activos por 380.881 millones de pesos, un monto superior al total de las reservas del Banco Central.

Uno pensaría que para ser miembro del directorio de un banco, nada menos que la posición de mayor responsabilidad dentro de la institución, no solamente hace falta haber estudiado, sino también contar con experiencia en el sector. Por ejemplo, en la misma página web del Nación puede verse un espacio donde jóvenes estudiantes y jóvenes graduados pueden dejar su CV para comenzar su carrera laboral en la entidad. Y de eso se trata, de comenzar la carrera, desde los puestos de menor jerarquía hacia los de mayor jerarquía, de manera de ir conociendo no solo el funcionamiento del banco, sino también las características de la industria, los clientes, etcétera.

Pero nada de eso sucedió en el caso de la hija de Rossi. El expediente, tal como explicó Aníbal Fernández, llegó al escritorio del jefe de gabinete y este lo firmó “con mucho orgullo”.

Es simple: la designación de Delfina Rossi no dependió de la capacidad, ni del estudio, ni de la experiencia de la joven, sino de la firma de Aníbal Fernández, a quien tampoco se le conoce experiencia en el manejo bancario.

Ahora bien, alguno podrá argumentar que también en el ámbito privado sucede, a menudo, que el que ocupa cargos de jerarquía no es el más idóneo, sino aquel que tiene mejor relación con el de arriba. Es cierto, a veces hay factores intangibles que pesan en estas decisiones y la confianza o la afinidad pueden derivar en un ascenso laboral. Sin embargo, la diferencia está en que, en el sector privado, si la persona contratada o ascendida no resulta apta para el cargo, el costo es asumido por el dueño de la compañía.

En el caso de la administración pública y sus organismos, la situación es diferente. Dado que el Banco Nación tiene acceso ilimitado al presupuesto público por ser una empresa estatal, el costo de las malas decisiones administrativas no es afrontado por nadie en particular, sino por todos los argentinos, que financiamos coactivamente con nuestros impuestos las aventuras de dicha empresa.

El caso de Delfina Rossi no es el único. De hecho, el directorio del Nación también está conformado por un compañero de colegio de Máximo Kirchner, el consuegro de Julio de Vido, y una militante de La Cámpora (organización que logró una verdadera colonización del Estado). Además, hace poco también se conoció que Alejandro Vanoli, presidente del Banco Central, nombró a su pareja y a su hijo en la planta permanente del organismo.

Es que esta es una característica intrínseca del modelo de Estado presente que patrocina el kirchnerismo. A mayor Estado, más y mayores son las empresas estatales, más y mayores son los fondos públicos administrados por funcionarios, más y mayores son las regulaciones y, finalmente, más y mayores son las posibilidades de que aparezcan la discrecionalidad y el nepotismo.

El caso de la hija de Rossi es uno más de esos que nos indigna y nos preocupa como sociedad. Y hasta que no haya un cambio profundo de sistema seguiremos indignándonos con los eternos beneficiarios de la prebenda y el privilegio.

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.