SANTO TOMÁS DE AQUINO: UNA POSIBILIDAD DE SUPERACIÓN DE LA DIALÉCTICA ENTRE PRAXEOLOGÍA Y NEUROCIENCIAS*

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 7/5/23 en: https://gzanotti.blogspot.com/2023/05/santo-tomas-de-aquino-una-posibilidad.html

Si el sujeto es acción, acción humana e intencional, habitamos con comodidad el mundo de la praxeología de Mises, y miramos con extrañeza este otro mundo, el de las neurociencias, neurobiología, neuroeconomía, epistemologías evolutivas, donde la acción humana puede ser humana, sí, pero como el último eslabón evolutivo de una cadena (¿humana?) de adaptación que conduce a una “conducta” proclive a la cooperación y el contrato. Curiosamente, o no, en ese mundo se ubica fácilmente el tan comentado The Sensory Order de Hayek[1], donde su marcada tendencia biológica produce las dudas y cuestionamientos sobre el libre albedrío que comentábamos en artículos anteriores[2].

Ambos mundos están muy incomunicados. El primero conduce a un modo apriorístico de hacer economía, donde la praxeología como ciencia a priori de la acción humana haría entre innecesarios e imposibles otros enfoques como el de Hayek, lo cual profundizaría aún más las diferencias epistemológicas entre partidarios de Mises y Hayek. En cierta medida el enfoque praxeológico de Mises hereda, históricamente, la división kantiana entre el mundo espiritual y el mundo físico, que no es lo mismo que en la escolástica. Frente a la certeza de una física casi mecanicista, por un lado, y la caída de paradigmas metafísicos racionalistas anteriores, por el otro, Kant divide entre “el cielo estrellado sobre mí” (Newton) y “la ley moral en mí”, esto es, una moral autónoma, el imperativo categórico, como respuesta frente al factum de la moralidad que aún exige a Dios, el alma y la libertad como postulados de la razón práctica. Ese “resto” de escolasticismo cae cuando en el siglo XIX el mecanicismo de Laplace y el positivismo de Comte convierten a toda “metafísica” de las costumbres en “una hipótesis innecesaria”[3], produciendo ello un curioso resultado: la filosofía, como filosofía, comienza a quedarse muda ante “el fenómeno humano”. Ya no hay una “antropología filosófica” que tenga algo que decir como específico o separado de lo que la teoría de la evolución tenga que decir. La religión pelea aún, culturalmente maltrecha, un lugarcito cultural para decir algo, pero ya como cuestión socialmente irrelevante, incomunicable, privatísima y, sobre todas las cosas, “no racional”. O sea que el mensaje “racional” sobre el hombre lo asumen las ciencias naturales y, especialmente, la biología. Nuestro diagnóstico es que las epistemologías evolutivas del s. XX, excepto la de Popper[4], han intensificado esa tendencia.

Sobrevivió, sin embargo, la razón práctica de Kant, en los análisis de M. Weber[5], que inspiraron a Mises. Ello explica que, sin embargo, ante temas como libre albedrío, inteligencia, voluntad, sensibilidad, etc., la “antropología filosófica” de Mises se muestre más tímida, casi lindante con un organicismo biológico en el tema del libre albedrío[6].  Por eso es interesante que los estudios de filosofía de la praxis del filósofo argentino Francisco Leocata ofrezcan la fenomenología de Husserl, en armonía con la tradición escolástica, como un intento superador de esa separación demasiado tajante entre razón pura y práctica[7].

Con todo esto, a lo que queremos llegar es que serían necesarios paradigmas superadores de un “mundo espiritual” neokantiano por un lado –sobreviviente en la “praxeología a priori” de Mises– y un mundo de biología evolutiva por el otro. La fenomenología de Husserl (heredera de Bolzano, Brentano, Frege, por un lado, y la idea de la vida como reacción antihegeliana por el otro) sería un camino. Y Santo Tomás de Aquino es otro.

Obviamente no podemos sacar a Santo Tomás de su circunstancia vital. Era un eminente teólogo medieval y su “antropología filosófica” no era sino parte de su concepción cristiana de la persona, persona que tenía que dar cuentas de su alma a Dios. Pero, precisamente por ello, la gran innovación de Santo Tomás en su época fue incorporar una interpretación de Aristóteles (hasta entonces, solo usada por pensadores islámicos) según la cual el alma es la forma sustancial, el principio organizador, de un cuerpo. Para Santo Tomás, ello significaba una visión más unitaria del ser humano, mucho más conforme con el dogma de la resurrección de los cuerpos, y además implicaba una renovada interpretación de Aristóteles según la cual cada ser humano tenía su propio intelecto (contrariamente a Averroes)[8], concepción que también era adecuada al libre albedrío y responsabilidad moral exigidas por la cosmovisión cristiana. Ello implicó, en su momento, difíciles demostraciones de la inmortalidad del alma[9], pero, a su vez, la incorporación de lo corporal como esencial a lo humano, tema que implica en Santo Tomás un diálogo con las capacidades vegetativas y sensitivas del hombre para nada accidental o forzado a su concepción cristiana del mundo.

¿Qué puede implicar todo esto en nuestra época? Justamente, en una época donde la “antropología filosófica” lucha por hacerse un lugar entre la biología por un lado y la sola fe por el otro, esta concepción unitaria del ser humano brinda amplias ventajas. Anthony Kenny[10] ha destacado que, por lo pronto, una concepción así rompe la dialéctica mente/cuerpo que se da en Descartes y que hereda la concepción kantiana y consiguientemente las post-kantianas, ya para afirmar o negar uno u otro lado de la cuestión. Por otro lado, la fenomenología[11] había intentado instalar nuevamente una noción de “sentido” (desde Brentano, Bolzano y Frege) no reducible al psicologismo de Mill y menos aún a un mecanicismo laplaciano, pero ello no parece fácil ante el desarrollo de las neurociencias. Igual diagnóstico tiene la interesante metafísica de Popper del mundo 3 y su defensa del libre albedrío. Pero ello no es así en caso de que por “mente” entendamos no una instancia sustancial, enfrentada al cuerpo, sino justamente un principio formal, organizador, por lo cual el cuerpo humano es humano. Pero allí surge el problema: ¿no es entonces todo reducible a nuestras funciones biológicas, corporales? Para Santo Tomás, no. Él es bien analítico en su demostración. Su premisa mayor es: “Si la inteligencia fuera solo cuerpo, no conocería sino los cuerpos”[12]. Su premisa menor: “Pero es así que conoce cosas que no son cuerpo”. Conclusión: “Luego la inteligencia no es cuerpo”. Hay que probar la menor: las “cosas que no son cuerpo” son “sentidos” captados en la abstracción como “aquello que se abstrae” (he aquí el contacto, excepto por el tema de la abstracción, con la fenomenología actual[13]). Y allí cabe entonces el mismo ejemplo que da Karl Popper: ¿qué es “la” teoría de la relatividad en sí misma considerada? Sigamos nosotros: ¿acaso una determinada red neuronal? Obviamente no…

La conclusión (“luego la inteligencia no es cuerpo”) no se refiere a una “mente” en sentido contemporáneo del término, sino a la inteligencia como capacidad humana que, como implica efectos no corporales, no es ella misma corpórea[14], pero necesita, para su acción específica (el entender) el concurso de la sensibilidad. En efecto, la inteligencia no abstrae sino a partir de la imagen sensible[15]. Hoy diríamos: la inteligencia no se identifica ontológicamente con el sistema nervioso, pero no actúa sino en con-curso de causas con todo el sistema nervioso. Por este motivo, todas las actuales experiencias que muestran la dependencia de la inteligencia del sistema nervioso[16] son totalmente verdaderas, pero cometen un non-sequitur al inferir de allí la materialidad de la inteligencia, como un epifenómeno neuronal. La inteligencia es causa eficiente principal, y el sistema nervioso, causa eficiente instrumental, del entender, y ningún instrumento tiene una identificación ontológica con su causa principal.

Sorprenderá a algún lector leer este tipo de argumentaciones que no son ni biología, ni teología. Pues bien, esto, en cierto modo, es filosofía. El desacuerdo tiene que surgir de algún desacuerdo con alguna premisa o con alguna deducción, pero la filosofía, como una fenomenología de lo humano, tiene que recuperar su especificidad ante un mundo cultural que la ha perdido, y especialmente para estos temas

¿Cuál es la conclusión adicional de todo esto? Que, si la praxeología está basada en la antropología filosófica de Santo Tomás de Aquino, mantenemos esa acción humana libre e intencional (no solo la mantenemos, sino que la fundamentamos mejor) pero, al mismo tiempo, al ser acción humana, no es, en tanto humana, un mundo espiritual no relacionado con lo corpóreo, sino, al contrario, enraizado en la acción de un cuerpo hablante que llamamos ser humano. Por ende, todas las epistemologías evolutivas del sistema nervioso que expliquen de algún modo la evolución del sistema nervioso hasta nuestras complejísimas formas de percibir el mundo (como en Hayek) son compatibles con una filosofía de la inteligencia que afirme que el intelecto humano puede, con los límites de su condición humana, captar el sentido de su propia acción por la finalidad y libre albedrío de ella, y así, de ese modo, elaborar una praxeología como fundamento de la economía política.

Esto es nada más que señalar el camino de un programa de investigación. Mientras tanto, partidarios de Mises y Hayek seguirán en planetas distintos porque, como en casi todo, o casi siempre, los diversos paradigmas tienen su principal problema no en lo que afirman, sino en lo que niegan, excluyen o incomunican.


* En “NOMOI”, octubre de 2008.

[1] Chicago University Press, 1976.

[2] Nos referimos a “La necesidad de un enfoque fenomenológico para The Sensory Order de Hayek”, en NOMOI, Revista Digital sobre Epistemología, Teoría del Conocimiento y Ciencias Cognitivas, (2008), 1, pp. 15-19, en http://www.ufm.edu>, y “Paradigma de la información vs. paradigma del conocimiento”, en NOMOI, Revista Digital sobre Epistemología, Teoría del Conocimiento y Ciencias Cognitivas (2008), 2, pp. 17-21, en http://www.ufm.edu,

[3] Ver Koyré, A.: Del mundo cerrado al universo infinito [1957], S. XXI, 1998, p. 255.

[4] Decimos eso por su teoría del mundo 3. Ver  Popper, K.: El universo abierto; Tecnos, Madrid, 1986; Conocimiento objetivo; Tecnos, Madrid, 1988; Sociedad abierta; universo abierto; Tecnos, Madrid, 1984; El cuerpo y la mente (Paidós, 1997), y Popper, K, y Lorenz, K.: O futuro esta aberto; Fragmentos, Lisboa, 1990.

[5] Nos referimos a Weber, M.:  The Methodology of the Social Sciences; The Free Press of Glencoe, Illinois, 1949.

[6] Ver al respecto Crespo, R.: La crisis de las teorías económicas liberales; Fundación Banco de Boston, Buenos Aires, 1998.

[7] Leocata, F.: Estudios sobre fenomenología de la praxis. Proyecto, Buenos Aires, 2007.

[8] Ver Gilson, E.: La filosofía en la Edad Media; Gredos, Madrid, 1976.

[9] Ver Suma Contra Gentiles (Ediciones diversas); Libro II, caps. 50, 51, 55.

[10] Ver Kenny, A.: La metafísica de la mente, Paidós, 2000, y Aquinas on Mind, Routledge, 1993.

[11] Nos referimos sobre todo al primer Husserl: Investigaciones lógicas [1900]; Alianza Ed., 1982 (libros I y II).

[12] Contra Gentiles, II, 49.

[13] Ver Stein, E.: La fenomenología de Husserl y la filosofía de Sto. Tomás de Aquino [1929], en La pasión por la verdad, Bonum, Buenos Aires, 1994; Introducción, traducción y notas de  Andrés Bejas.

[14] Ver Suma Teológica (ediciones diversas), I, Q. 75 a 79.

[15] Op.cit. I, Q. 86, a. 1.

[16] Ver Bunge, M.: El problema mente-cerebro, Tecnos, 1988.

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor en las Universidades Austral y Cema. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Publica como @gabrielmises

Coparticipación fiscal y federalismo

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 6/5/23 en: https://www.infobae.com/opinion/2023/05/06/coparticipacion-fiscal-y-federalismo/

A lo largo de buena parte de su historia, en Argentina se declama sobre el federalismo mientras se aplica un férreo unitarismo

Dr. Martin Luther King, Jr

Dr. Martin Luther King, Jr

Vuelvo sobre este tema tal proclamado del federalismo y en la práctica tan renegado. Desde hace largas décadas que en nuestro país no hay vestigio de federalismo, se aplica un unitarismo de la peor calaña al efecto de domesticar a las provincias. En nuestras tierras, ya en el Virreinato la centralización era mayúscula. Luego en la Asamblea del año 13 y el 9 de julio vino aquello de las Provincias Unidas del Río de la Plata pero las constituciones del 19 y del 26 fueron unitarias. Durante la tiranía rosista el unitarismo llegó a extremos inauditos. Recién con la Constitución liberal de 1853/60 cambió el rumbo, para luego caer en las mismas de antaño con el golpes fascistas del 30 y del 43, situación que venimos arrastrando a los tumbos desde entonces a la fecha con agregados en legislaciones del 73 y el 80.

En nuestro caso no se estableció una confederación que otorgaría plena soberanía a las provincias con facultades de escisión pero el sistema federal si bien las concibe como parte de la república en su conjunto se concibieron como instancias autónomas tal como entre otros explica José Manuel Estrada. Pero como queda dicho, en medios argentinos se viene arrastrando un doble discurso digno de mejor causa. En buena parte de su historia y hasta nuestros días se declama sobre el federalismo mientras se aplica un férreo unitarismo.

En Estados Unidos se estableció un sistema federal luego de largos debates constitucionales entre los célebres textos publicados en diarios de New York por Madison, Hamilton y Jay bajo es seudónimo de Polibius y luego con los llamados antifederalistas, paradójicamente más federalistas que los federalistas encabezados por Bryan, Lee, Winthorp, Lansing y Gerry que desconfiaban aún más de las facultades del gobierno central y que tuvieron decisiva influencia en las primeras diez enmiendas constitucionales.

En todo caso como han apuntado juristas de la talla de Joseph Story, John Marshall y entre nosotros autores como Amancio Alcorta, Augusto Montes de Oca y Juan González Calderón, lo que se conoció como Los papeles federalistas inspiraron a los artífices de nuestra Constitución fundadora y fueron la base para el establecimiento de un gobierno con poderes limitados a la protección de derechos en el contexto de la igualdad ante la ley y no mediante ella como ocurrió en nuestro medio a partir del estatismo que nos invadió con los resultados lamentables por todos conocidos vía la destructora guillotina horizontal del absurdo y contra natura igualitarismo. Como se ha señalado la igualdad ante la ley está indisolublemente atada a la idea de Justicia de “dar a cada uno lo suyo” lo cual a su vez inexorablemente implica la propiedad privada como eje central del derecho junto con la vida y la libertad, puesto que aquella igualdad no significa que todos sean iguales para ir a un campo de exterminio, se trata del respeto recíproco a través de la Justicia.

Alexis de Tocqueville en La democracia en América consideraba a Los papeles federalistas como “un libro excelente que debiera ser familiar a los gobernantes de todos los países” y Gottfried Dietze en su formidable tratado The FederalistA Classic on Federalism and Free Government apunta que el trabajo de los federalistas estadounidenses constituyeron un ejemplo notable para el mundo libre, entre los cuales “cabe destacar el caso de la obra magistral de Alberdi en la organización de la República Argentina”.

En esta nota centramos la atención en el régimen federal como factor decisivo para la descentralización del poder, del mismo modo que en el orden internacional desde la perspectiva de la sociedad libre la única razón para la constitución de naciones es la de evitar el riesgo de concentración de poder que significaría un gobierno universal. Ese fraccionamiento del planeta a su vez permite que cada nación libre se fraccione en provincias o estados locales también divididos en municipalidades. No es para tomarse las fronteras en serio al bloquear o dificultar el comercio y los movimientos migratorios, es solo para lo que consignamos. A pesar de los graves avatares por los que atraviesa nuestro mundo, si se concentrara el poder en un gobierno universal tal como sugieren algunos autoritarios y algunas agencias internacionales de factura muy peculiar, la situación sería mucho más peligrosa de la que es.

En este contexto es que debemos cuestionar el fondo del tema de la coparticipación fiscal. Economistas como Ronald Coase, Harlod Demsetz y Douglas North nos han enseñado el valor de los incentivos. No se trata de malas o buenas personas, se trata del andamiaje de incentivos en cada cual. No es lo mismo la forma en que gastamos cuando nos debemos hacer cargo de las cuentas respecto a cuando se obliga a otros a hacerlo con el fruto de sus trabajos.

En este plano del debate se torna imprescindible revertir por completo la manía de los gobiernos centrales de recurrir “al látigo y la billetera” para manipular a las autoridades provinciales al antojo de las centrales. En nuestra propuesta sugerimos reconsiderar toda la legislación en la materia al efecto de hacer que sean las provincias las que coparticipen al aparato estatal de la capital de la República que estrictamente no es federal y va dejando de ser República. En este plano la coparticipación de marras debiera circunscribirse para alimentar las relaciones exteriores, la defensa y la Justicia a nivel nacional.

Como queda dicho, nuestros constituyentes tomaron como modelo la Constitución estadounidense que al aplicarse transformó las colonias originales en la experiencia más extraordinaria en lo que va de la historia de la humanidad, lo cual lamentablemente de un tiempo a esta parte se ha venido revirtiendo a pasos agigantados tal como lo destaco en detalle en mi libro Estados Unidos contra Estados Unidos. En todo caso en ese modelo los estados miembros competían entre sí en un contexto donde incluso se discutió en dos sesiones de la Asamblea Constituyente norteamericana no contar con un gobierno central lo cual no prosperó puesto que ello remite a una confederación y no un régimen federal.

En nuestro caso, dejando de lado inclinaciones feudales de algunos gobernadores en la situación que dejamos planteada cada una de las jurisdicciones estarán interesadas, por una parte, en que no se muden sus habitantes a otra provincia y, por otra, a la necesidad de atraer inversiones con lo que se verían impelidos a contar con impuestos razonables y, por tanto, en un nivel del gasto adecuado a esas circunstancias.

No es cuestión entonces de formular propuestas timoratas al pretender “una coparticipación más justa” sino, como queda expresado, a un cambio de sustancia empujado por incentivos de otra naturaleza al tiempo que se mantiene al gobierno central en brete pero que vía una legislación nacional establezca estricto límite al endeudamiento de las provincias. He aquí el genuino federalismo.

El sistema republicano se basa en cinco preceptos: la igualdad ante la ley, la división de poderes, la alternancia en el poder, la responsabilidad de los actos de gobierno frente a los gobernados y la transparencia de esos actos.

La antes aludida igualdad ante la ley, el respeto a las facultades del Legislativo para promulgar normas compatibles con el derecho, el Ejecutivo para administrar el respeto recíproco y el contrapoder Judicial para controlar la constitucionalidad junto con el cuarto poder de la libertad de prensa, la rotación en los cargos electivos, el sometimiento a la ley de los gobernantes lo cual se traduce en la terminante prohibición de la impunidad y la exposición pública de todos los actos de los representantes del aparato estatal. En algunas constituciones como la estadounidense y la original argentina no se menciona la expresión democracia sino que se alude a la república pues se estimaba que resultaba un término más apropiado e inclusivo respecto a los principios que son anteriores y superiores a la existencia misma del gobierno en cuanto a los derechos individuales. Hoy día lamentablemente en gran medida se ha reemplazado la democracia como forma de gobierno cuyo aspecto medular es el respeto a los derechos de los gobernados mutada por una cleptocracia, en las antípodas de lo reiterado por los Giovanni Sartori de nuestra época en cuanto a la necesaria limitación al poder. La cleptocracia hace caso omiso al aspecto medular de la democracia para circunscribirse a la sumatoria de votos al estilo de lo que hoy se entiende, por ejemplo, en tierras venezolanas, a saber gobiernos de ladrones de sueños de vida, propiedades y libertades.

Es imprescindible trabajar en la educación cuyo eje central es precisamente el respeto recíproco al efecto de sortear estos problemas graves. Es indispensable que cada uno, independientemente de a qué se dedique, contribuya a clarificar las ideas de la libertad y el consiguiente respeto recíproco en nuestro caso comenzando por el espíritu federal para lo cual es pertinente recordar lo dicho por Martin Luther King: “No me asustan los gritos de los violentos, me aterra el silencio de los mansos”.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Sobre un escritor de imaginación superlativa

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 29/4/23 en: https://www.infobae.com/opinion/2023/04/29/sobre-un-escritor-de-imaginacion-superlativa/

La obra del cuentista Giovanni Papini se caracteriza por un estilo provocador y polémico, que desafía las convenciones sociales y culturales de su época

Giovanni Papini

Giovanni Papini

En esa biografía Franchini detalla el modo meticuloso de las lecturas y las notas en carpetas abiertas que manejaba el autor de marras quien repetía que “el verdadero escritor no trabaja para los críticos ni para ganar dinero, trabaja para manifestar lo que tiene dentro de su alma” y “es innegable el hecho de que el artista no está nunca contento de la propia obra, porque persigue un ideal inalcanzable”, son “vibraciones íntimas” ya que “todo sustantivo, todo adjetivo y todo verbo es una marca de su mosaico espiritual”.

En otras oportunidades he escrito sobre Papini en direcciones distintas de las que aquí consigno como una manera de rendirle homenaje: esta vez apunto quince de sus ocurrencias estampadas en sus múltiples trabajos y puestas en mis palabras para así mínimamente ilustrar la marcha de la mente de este coloso de la pluma.

1. Un diálogo entre el primer hombre que habitó el planeta y el último antes de la extinción de la especie revela una degradación que, sin solución de continuidad, ha carcomido a la humanidad. En el último hombre queda reflejado el prototipo de la masificación. Había en él una pérdida tan radical del yo que ni siquiera tenía nombre. Se lo conocía por un número. Mantenía que al pretender “jugar a Dios” sentó las bases de la arrogancia y la soberbia que condujo a la sociedad masificada y guiada por líderes obnubilados por el poder que no conoce límites.

2. Se indaga acerca de porqué es que el hombre cubre todo su cuerpo con vestimenta, incluso las manos con guantes y, sin embargo, no se cubre la cara a pesar de que esto le podría reportar grandes ventajas. El uso sistemático de máscaras permitiría mostrar rostros alegres cuando uno está triste, gestos interesados cuando uno esta semidormido de aburrimiento o reflejos adustos cuando uno está de humor distinto. Quitarse las máscaras podría estar reservado para las relaciones íntimas, igual que el quitarse la ropa.

3. Es habitual que la gente se refiera al lodo como sinónimo de lo desagradable y de lo perverso. Sin embargo, el escultor lo usa antes del bronce o del mármol, los edificios lo usan en todos los ladrillos, muchas de las vajillas son de ese material y estamos parados sobre esa materia prima. Entonces, paradójicamente, resulta que la humanidad le debe mucho al lodo y, al mismo tiempo, se refiere peyorativamente a él.

4. En un reportaje imaginario a Frank Lloyd Wright, este describe las viviendas del futuro. Explica que no hay porque desfigurar la naturaleza. Que resulta posible construir viviendas de gran confort embutidas en las montañas y disimuladas en los bosques sin necesidad de apiñarse en cajones de cemento. Tal vez esto se revalorice en vista de los notables progresos de la tecnología ya que en el futuro no habrá que “ir al trabajo” debido a que las reuniones, transferencias, compras, comunicaciones y estudios se harán a través de otro modo y, por ende, no habrá más necesidad de ciudades en el sentido tradicional de la expresión.

5. En una conversación con el diablo este se queja amargamente porque dice que sus servicios ya no se solicitan en el mundo moderno. Reclama que la gente modere un poco sus inclinaciones pecaminosas y deje de mostrar tanta iniciativa y entusiasmo en esa dirección, puesto que de ese modo su intervención se torna innecesaria. Maldice esta situación porque lo hace sentir inútil y fracasado.

6. Todas las mañanas, después de celebrar misa, un sacerdote se dedicaba al estudio y la meditación. Un día irrumpió apresuradamente uno de los feligreses diciendo que debía realizar una consulta urgente con el sacerdote. Dijo que toda la vida le habían enseñado que el buen cristiano debía sacrificarse. En este sentido puso de manifiesto que él se consideraba una buena persona con buenas inclinaciones y que por eso últimamente se había estado esforzando por cometer actos malos que en verdad le producían las mayores tribulaciones. Insistió que en esos momentos se había propuesto realizar actos que le reportaran mayores sacrificios y dolores personales. En medio de sus reflexiones se abalanzó sobre el sacerdote y lo mató, cosa que le produjo dolores imponderables. Pensó que este sería el más grande de los sacrificios ya que lo conduciría al infierno que es, precisamente, el sacrificio eterno que según él pensaba es lo mejor para un buen cristiano consistente con la teoría del sacrificio. Después de cometer el crimen el feligrés comenzó a arrepentirse pero estimó que el arrepentimiento lo salvaría del sacrificio eterno. Entonces, para evitar la consumación del arrepentimiento, se arrojó por la ventana de la vivienda del sacerdote.

7. Luego de muchos años de ausencia, una persona de edad madura visitó su pueblo natal y se detuvo ante un viejo estanque. Se quedó un largo rato mirando su rostro reflejado en el agua. Después de cierto intervalo la imagen se fue transformando en él mismo cuando era muy joven. Se inició así una prolongada conversación. El joven mostraba un provincialismo ingenuo y sano, el adulto mostraba ventaja en cuanto a su experiencia. El adulto inquiría al joven acerca de cómo veía que se había desenvuelto su vida. La escena nos recuerda que Sócrates reiteraba que una vida sin examen no vale la pena ser vivida. A criterio del joven ¿el hombre adulto debería haber hecho lo mismo que hizo o debería haber procedido de otra manera?. El diálogo invita a la reflexión y al autoexamen.

8. Un hombre meditaba en torno a un reloj parado. Estaba detenido en las siete. Pensaba que ese viejo reloj se ajustaba al mundo dos veces por día. El resto del tiempo el reloj era un paria, iba contra la corriente, estaba apartado de lo que señalaban los demás. Al observador se le ocurrió trazar un correlato con personas distintas al resto, que tenían sus propias ideas, que pensaban por sí mismas y no a cuenta del resto. Igual que el reloj, las personalidades definidas sólo revelan coincidencias esporádicas con el resto de la gente. Miraba al viejo reloj con simpatía y desfilaban por su mente sus propias desavenencias con el mundo exterior por seguir los mandatos de su fuero interno.

9. Un personaje desde muy chico se fue acostumbrando a mentir, a falsear los hechos, a torcer y desfigurar la realidad. No podía decir la verdad. Las simulaciones resultaban cada vez más frecuentes y más peligrosas. Finalmente se dedicó al homicidio ocultando rastros y entreteniéndose en despistar a la policía. Mentía una y otra vez para ocultar sus monstruosidades. Seguía con atención las rutas desviadas que denunciaban los periódicos. Llegó un momento que se asqueó de tanta farsa. Comenzó a ver en todas las miradas una denuncia. Su mirada interior se le tornaba insoportable. Decidió mantener un juicio en la intimidadÉl mismo hizo de acusador, defensor y juez. Le llevó un tiempo largo el juicio. Se esmeró en presentar las mejores argumentaciones posibles de cada lado. Cuando llegó la hora del veredicto no tuvo el coraje de decretarse la pena capital pero se impuso treinta años de reclusión, para lo cual vendió todas sus propiedades y adquirió una casa abandonada muy alejada de todo y la reforzó con barrotes. Le pidió a un labrador que él y su familia le proporcionaran un alimento precario a cambio de una importante suma de dinero. La clausura se hacía a diario más insoportable pero el peón contratado cumplía religiosamente su promesa de mantenerlo encerrado. En última instancia, la fuerza de la conciencia pudo más que toda la policía y los investigadores reunidos.

10. En una contribución sobre Kierkegaard se subraya que lo que llamamos vida es una muerte constante. Desde el momento del nacimiento comienza el proceso que conduce al deterioro del cuerpo. En este sentido cada instante es una muerte parcial. Por el contrario, la llamada muerte es en realidad la vida ya que la intensidad de las vivencias son perpetuas.

11. En una conversación imaginaria con Aldous Huxley se destaca la subordinación del hombre al Leviatán. Bajo la apariencia de mayores seguridades el hombre renuncia a la libertad, hasta que todo se convierte en un espantoso hormiguero humano con la consiguiente desaparición del individuo. Curiosamente, de este modo, el hombre se queda sin seguridad y sin libertad puesto que la primera depende de la segunda. La libertad incentiva la capacidad creadora que, entre otras cosas, proporciona mayor y mejor seguridad.

12. Un profesor explicaba que todas las divisiones de la historia que se han efectuado hasta ahora se basan en aspectos superficiales e irreales. Hechos como el descubrimiento de América o la toma de Constantinopla por los turcos resultan irrelevantes. Sostenía que, hasta el momento, lo que el hombre ha buscado es el poder sobre otros y que el poder es la fuerza y la fuerza son los armamentos. Por tanto, concluía que la historia debiera dividirse en seis grandes capítulos. Las piedras con puntas, el metal y el hacha, la lanza y el arco, las catapultas, la artillería desde el arcabuz a la ametralladora y los cañones de largo alcance y la bomba atómica. Todo lo demás son anécdotas. La historia se ha caracterizado por la lucha desenfrenada por el poder.

13. Un filósofo se pone a considerar en qué consiste en última instancia el yo. De qué está formado. A poco andar percibe que todo lo que se conoce se debe a la influencia de alguien. Si hay la suficiente memoria se podría fraccionar el yo en innumerables etiquetas en las que figuraría el nombre de quien proporcionó la idea original, con lo que el yo no sería más que la suma de otros. Sin embargo el yo, la exclusividad del yo, consiste en las reflexiones y consideraciones que se hacen sobre las ideas de otros y las propias contribuciones. Limitarse a repetir lo que otros han dicho hace que se pierda el yo y uno se convierta en los demás. Como se ha hecho notar, el limitarse a repetir bloquea el pensamiento, del mismo modo que nunca se aprenderá a dibujar si se calca toda la vida.

14. Varios socios se reúnen a los efectos de fundar un instituto para la regresión humana. Sostienen que resulta imposible convertir un animal en un ser humano, pero que no resulta descabellado lo inverso. En el primer caso se requiere de la potencia creadora mientras que en el segundo solo hay que denigrar. Consideraban que este instituto podría resultar un buen negocio en vista de la cantidad de gente que les resulta molesto pensar y, al confundir los medios de vida con los fines, de hecho se embrutecen. Terminan creyendo que las tareas que realizan para el sustento son el fin de la vida, que el arbitraje en el negocio es lo supremo y lo único que hay por considerar y, así, abandonan los esfuerzos por el ensanchamiento y consiguiente enriquecimiento del alma. Por esto es que también se destaca que no siempre es cierto que primero muere el cuerpo: en algunas personas primero desaparece el alma. Este ensayo está emparentado con otro en el que se pone al descubierto las razones del embrutecimiento. Allí se dice que las noticias en gran medida se concentran en mostrar imágenes violentas y escandalosas. El cine exhibe un bestialismo feroz en el que se sustituye el pensar por el ver. Se le otorga una desmesurada importancia al deporte donde prevalece el músculo sobre el cerebro. Los bailes y la música han descendido a lo salvaje y tribal. El lenguaje moderno se limita a una serie de gestos y ruidos guturales y cuando se pretende transmitir algo es siempre en torno a un materialismo frívolo e indigno del ser humano. Por ello es que los socios del cuento consideraban que el instituto de regresión podría convertir en realidad lo que de hecho era el sueño de muchos.

15. Esta breve antología se basa en mis recuerdos más o menos lejanos de las narraciones de Papini, pero esta última -los pensamientos del sabio- la circunscribo a la transcripción textual de una cita que tengo a mano. Entre otras muchas cosas, el sabio, después de referirse a los males causados por el patrioterismo, dijo a sus oyentes: “Y poco me importa ser gobernado por los rojos o por los negros, por los blancos o por los azules. Sé perfectamente bien, que, tanto unos como los otros arrebatan pedazos de mi libertad y sacan provecho de mis haberes. Cualquiera sea el partido dominante, el buen ciudadano está condenado a vivir en una jaula y a pagar los impuestos y tasas”.

A pesar de sus destrezas supremas Papini era humano y como tal le correspondían las generales de la ley en cuanto al dictum de Einstein: “Todos somos ignorantes, solo que en temas distintos” y nuestro escritor al no entender de los vericuetos de la política de su tiempo cuando entraba en lo específico partidario del momento frecuentemente erraba el blanco…pero quién no se equivoca, la perfección no está al alcance de los mortales.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

El precio de la divisa

Por Gabriel Boragina. Publicado en: http://www.accionhumana.com/2023/04/el-precio-de-la-divisa.html

A los fines de entender cómo opera la fluctuación del precio de la divisa, importa señalar que el equilibrio comercial, en realidad, no es un dato relevante:

‘’Por ejemplo, no se intenta equilibrio comercial en los intercambios con el barbero, ni con el sastre, ni con el verdulero’’[1]

Aunque hay personas que pudieran preferir no comprarle a determinado vendedor por tener un carácter antipático o un aspecto desagradable, si bien se piensa sería una decisión estúpida si es este el que tiene los mejores artículos y al precio más bajo posible. Pero ni tampoco en el caso contrario no pedimos el balance del vendedor en cada compra que hacemos en el quiosco, el supermercado, o el shopping.

‘’Las importaciones vienen «del mercado mundial» (i.e., alguien las pone a la venta) y la preocupación, manifestada en ocasiones, de que no habrá divisas para importar es vana, porque ningún productor extranjero enviará bienes, si el importador no tiene los recursos necesarios -es decir, las divisas- para pagar’’[2]

Nadie vende si a cambio no recibe el precio en dinero estipulado. De la misma manera se verifica en el comercio exterior donde el si el comprador no posee con que pagar la importación el exportador del exterior no le va a regalar la mercancía.

De modo tal que habrá comercio exterior siempre y cuando se cumplan las dos condiciones elementales para ello: que el vendedor tenga algo para vender y el comprador tenga con que adquirirlo. Si estas dos circunstancias básicas no se cumplen no habrá comercio exterior, lisa y llanamente.

‘’Divisas habrá siempre, pues si, por ejemplo, la demanda de divisas aumentara mucho, su precio subiría y, como ocurre con cualquier otro bien, ese aumento fomentaría las exportaciones generadoras de divisas para satisfacer el aumento de la demanda hacia un nuevo equilibrio (aunque nunca se llegue a él) ’’[3]

El aumento de la divisa (que es la ganancia del exportador) opera como aliciente para exportar más, y de esa manera ganar más divisas. Es decir, estimula la producción con miras a la exportación. Mayores exportaciones implican como es lógico mayor entrada de divisas aumentando la oferta de estas en el mercado interno que hará bajar la demanda y (con ´él) el precio de la divisa, tendiendo al precio de equilibro tal como nos enseña la ley de la oferta y la demanda.

‘’El único propósito de la exportación es la importación, en el mismo sentido que el propósito de vender nuestro trabajo o nuestros bienes (para ganar dinero) es poder comprar otros bienes 28’’[4]

Salvo el caso del avaro que acumula dinero por acumular sin intención de consumir nada (que profesores como L. v. Mises tratan como caso patológico) el resto de los humanos comercian con el objeto de consumir. Para lo cual será oportuno recordar el concepto de consumo:

consumo. El acto o proceso de obtener utilidad de una mercancía o servicio. En un sentido general sirve para indicar el proceso de adquisición de bienes y servicios, así como también la cantidad que se gasta de cada uno de ellos: puede hablarse del consumo de gasolina -como cantidad de gasolina gastada en un período dado- y del consumo de lavadoras, como proceso que incluye la selección y compra de estas máquinas y su uso a lo largo del tiempo.

En economía el consumo no implica necesariamente el agotamiento o destrucción física de la mercancía consumida: puede ocurrir esto con un helado, por ejemplo, pero no con un cuadro o un adorno, bienes que quedan intactos mientras producen satisfacción. El consumo tampoco tiene por qué ser un proceso tangible, pues corrientemente se consumen servicios de todo tipo: educacionales, artísticos, personales, etc.

Cuando la utilidad específica de un bien es la de producir otros bienes se habla entonces de bienes de capital o bienes de producción; en este caso el consumo es consumo de capital y el proceso de adquisición de esos bienes se llama inversión. [consumption]. (V. BIENES; CONSUMIDOR; DEMANDA).[5]

‘’Indistintamente de lo que produzcan los exportadores, al final del día terminan con monedas extranjeras (divisas) como su producto final. Luego venden esas divisas a los importadores locales’’[6]

¿Cuál es el precio de la divisa? El precio de las divisas se fija como el de cualquier otro bien mediante la oferta y demanda de compradores y vendedores, es decir, en este caso, entre la puja que por ellas hagan exportadores e importadores en ese mercado especial que por tal motivo se llama mercado de divisas.

Los exportadores tratarán, por supuesto, de vender al precio más alto posible, y los importadores procuraran comprar al más bajo que el mecanismo de ese mercado les permita.

‘’Puesto que, como el mercado donde los exportadores ofrecen en venta sus divisas para reponer sus costos y cubrir sus gastos es en su propio país, al fin de cuentas su mercado es doméstico. (No tendría sentido vender dólares a cambio de dólares en el extranjero) ’’[7]

Una observación importante del autor es que el mercado de divisas es local o interno, no externo. Y no es trivial hacer esta aclaración, porque a veces se piensa (sobre todo en gente no familiarizada con cuestiones de comercio exterior) que el mercado es externo. Lo es cuando se transan mercancías con divisas y viceversa, pero cuando lo que se comercia son divisas con moneda local, el mercado -ese mercado específico- es interno.


[1] Manuel F. Ayau Cordón Un juego que no suma cero La lógica del intercambio y los derechos de propiedad Biblioteca Ludwig von Mises. Universidad Francisco Marroquín. Edición. ISBN: 99922-50-03-8. Centro de Estudios Económico-Sociales. Impreso en Guatemala. Pág. 50.

[2] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 50

[3] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 50/51

[4] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 51

[5] Carlos SABINO; Diccionario de Economía y Finanzas. Contiene léxico inglés-español y traducción de los términos al inglés. Consultores: Emeterio Gómez; Fernando Salas Falcón; Ramón V. Melinkoff. CEDICE. Editorial Panapo. Caracas. Venezuela. Voz: ‘’CONSUMO’’.

[6] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 51

[7] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 51

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. Síguelo en  @GBoragina

Una cosa es la teoría y otra la práctica

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 22/4/2en: https://www.infobae.com/opinion/2023/04/22/una-cosa-es-la-teoria-y-otra-la-practica/

Todo, absolutamente todo lo que hoy disponemos y usamos es fruto de una teoría previa, es decir, de un sueño, de un ideal, de un proyecto aún no ejecutado

Gustave Le Bon

Gustave Le Bon

Lo consignado en el título es repetido como una cantinela permanente. Tomado literalmente es una verdad de Perogrullo pero lo que en realidad se quiere decir es que la teoría no resulta relevante puesto que lo importante es la práctica. Pero resulta que las cosas son exactamente al revés. No hay acción sensata que no esté respaldada en una buena teoría, de allí lo dicho por Peter Drucker en cuanto a que “nada hay más práctico que una buena teoría”.

Hay dos planos de acción que es perentorio clarificar y precisar. Esta diferenciación de naturalezas resulta decisiva al efecto de abrir cauce al progreso. Constituye un lugar de los más común -casi groseramente vulgar- sostener que lo importante es el hombre práctico y que la teoría es algo etéreo, más o menos inútil, reservado para idealistas que sueñan con irrealidades.

Esta concepción es de una irresponsabilidad a toda prueba y revela una estrechez mental digna de mejor causa. Todo, absolutamente todo lo que hoy disponemos y usamos es fruto de una teoría previa, es decir, de un sueño, de un ideal, de un proyecto aún no ejecutado. Damos por sentado nuestros zapatos, el uso del avión, la televisión, la radio, internet, el automóvil, el tipo de comida que ingerimos, las medicinas a que recurrimos, los tipos de edificaciones, la iluminación, las herramientas, los fertilizantes, plaguicidas, la biogenética, la siembra directa, los sistemas políticos, los regímenes económicos etc. etc. Todo eso y mucho más, una vez aplicado parece una obviedad, pero era inexistente antes de concebirse como una idea de teoría en la mente de alguien.

Seguramente, en épocas de las cavernas, quienes estaban acostumbrados al uso del garrote les pareció una idea descabellada el concebir el arco y la flecha y así sucesivamente con todos los grandes inventos e ideas progresistas de la humanidad. En tiempos en que se consideraba que la monarquía tenía origen divino, a la mayoría de las personas les resultó inaudito que algunos cuestionaran la idea y propusieran un régimen democrático.

Los llamados prácticos no son más que aquellos que se suben a la cresta de la ola ya formada por quienes previa y trabajosamente la concibieron. Los que se burlan de los teóricos no parecen percatarse que en todo lo que hacen son deudores de ellos, pero al no ser capaces de crear nada nuevo se regodean en sus practicidades. Todo progreso implica correr el eje del debate, es decir, de imaginar y diseñar lo nuevo al efecto de ascender un paso en la dirección del mejoramiento. Al práctico le corren el piso los teóricos sin que aquel sea para nada responsable de ese corrimiento.

El premio Nobel Friedrich Hayek ha escrito que “aquellos que se preocupan exclusivamente con lo que aparece como práctico dada la existente opinión pública del momento, constantemente han visto que incluso esa situación se ha convertido en políticamente imposible como resultado de un cambio en la opinión pública que ellos no han hecho nada por guiar”. La práctica será posible en una u otra dirección según sean las características de los teóricos que mueven el debate. En esta instancia del proceso de evolución cultural, los políticos recurren a cierto tipo de discurso según estiman que la gente lo digerirá y aceptará. Pero la comprensión de tal o cual idea depende de lo que previamente se concibió en el mundo intelectual y su capacidad de influir en la opinión pública ordenada y gradualmente a través de sucesivos círculos concéntricos y efectos multiplicadores desde los cenáculos hasta los medios masivos de comunicación.

En todos los órdenes de la vida, los prácticos son los free-riders(los aprovechadores o, para emplear un argentinismo, los “garroneros”) de los teóricos. Esta afirmación en absoluto debe tomarse peyorativamente puesto que todos usufructuamos de la creación de los teóricos. La inmensa mayoría de las cosas que usamos las debemos al ingenio de otros, incluso prácticamente nada de lo que usufructuamos lo entendemos ni lo podemos explicar. Por esto es que el empresario no es el indicado para defender el sistema de libre empresa porque, como tal, no se ha adentrado en la filosofía liberal ya que su habilidad estriba en realizar buenos arbitrajes (y, en general, si se lo deja, se alía con el poder para aplastar el sistema), el banquero no conoce el significado del dinero, el comerciante no puede fundamentar las bases del comercio, quienes compran y venden diariamente no saben acerca del rol de los precios, el telefonista no puede construir un teléfono, el especialista en marketing suele ignorar los fundamentos de los procesos de mercado, el piloto de avión no es capaz de fabricar una aeronave, los que pagan impuestos (y mucho menos los que recaudan) no registran las implicancias de la política fiscal, el ama de casa no conoce el mecanismo interno del microondas ni de la heladera y así sucesivamente. Tampoco es necesario que esos operadores conozcan aquello, en eso consiste la división del trabajo y la consiguiente cooperación social. Es necesario sí que cada uno sepa que los derechos de propiedad deben respetarse para cuya comprensión deben aportar tiempo, recursos o ambas cosas si desean seguir en paz con su practicidad y para que el teórico pueda continuar en un clima de libertad con sus tareas creativas y así ensanchar el campo de actividad del práctico.

Desde luego que hay teorías efectivas y teorías equivocadas o sin un fundamento suficientemente sólido, pero en modo alguno se justifica mofarse de quienes realizan esfuerzos para concebir una teoría eficaz. Las teorías malas no dan resultado, las buenas logran el objetivo. En última instancia, como se ha dicho “nada hay más práctico que una buena teoría”. Consciente o inconscientemente detrás de toda acción hay una teoría, si esta es acertada la práctica producirá buenos resultados, si es equivocada las consecuencias del acto estarán rumbeadas en una dirección inconveniente respecto de las metas propuestas.

Leonard E. Read en su libro titulado Castles in the Air nos dice que “contrariamente a las creencias populares, los castillos en el aire constituyen los lugares de nacimiento de toda la evolución humana; todo progreso (y todo retroceso) sea material, moral o espiritual implica una ruptura con las ideas que prevalecen”. Las telarañas mentales y la inercia de lo conocido son los obstáculos más serios para introducir cambios. Como hemos señalado, no solo no hay nada que objetar a la practicidad sino que todos somos prácticos en el sentido que aplicamos los medios que consideramos corresponden para el logro de nuestras metas, pero tiene una connotación completamente distinta “el práctico” que se considera superior por el mero hecho de aplicar lo que otros concibieron y, todavía, reniegan de ellos los que, como queda dicho, hicieron posible la practicidad del práctico.

Como queda dicho, afirmar que “una cosa es la teoría y otra es la práctica” es una de las perogrulladas más burdas que puedan declamarse, pero de ese hecho innegable no se desprende que la práctica es de una mayor jerarquía que la teoría, porque parecería que así se pretende invertir la secuencia temporal y desconocer la dependencia de aquello respecto de esto último, lo cual no desconoce que la teoría es para ser aplicada, es decir, para llevarse a la práctica. Por eso resulta tan grotesca y tragicómica la afirmación que pretende descalificar al sostener aquello de que “fulano es muy teórico” o el equivalente de “mengano es muy idealista” (bienvenidos los idealistas si sus ideales son nobles y bien fundamentados, en este sentido, el presente artículo también podría haberse titulado “La importancia de los idealistas”).

Si se desea alentar el progreso debe enfatizarse la importancia del trabajo teórico y el idealismo, y no circunscribirse al ejercicio de practicar lo que ya es del dominio público. Por ello resulta tan estimulante el comentario de George Bernard Shaw cuando escribe que “Algunas personas piensan las cosas como son y se preguntan ¿por qué? Yo sueño cosas que no son y me pregunto ¿por qué no?”.

En política se suele decir que no resulta posible aplicar lo que aún no se ha entendido, por ende debe conformarse con una dosis menor de lo que resulta mejor lo cual para nada significa bajar la vara de lo que se estima es óptimo solo que resta tiempo para “educar al soberano”. Esa es la gran faena de los intelectuales: correr el eje del debate de los políticos vía la previa influencia en la opinión pública.

En este contexto resulta de gran interés subrayar la capacidad y unicidad de cada persona al efecto de desarrollar sus potencialidades en busca del bien y así contribuir a la formación de teorías adecuadas para ponerlas en práctica. Lo extraordinario del ser humano es que cada uno es único e irrepetible en el cosmos aún teniendo en cuenta los pastosos experimentos con la clonación ya que el aspecto central del hombre no son sus kilos de protoplasma sino su psique que no es susceptible de clonarse puesto que excede lo puramente físico. Como hemos escrito antes, si esto último no fuera así, si estuviéramos determinados por los nexos causales inherentes a la materia, no habría tal cosa como proposiciones verdaderas y falsas, ideas autogeneradas, ni la posibilidad de revisar los propios juicios y el mismo debate sobre el determinismo carecería por completo de sentido puesto que la argumentación presupone el libre albedrío.

Entonces, aquellas condiciones únicas, aquellos talentos, vocaciones y potencialidades que son característica exclusiva de cada uno, deben desarrollarse para ser esa persona especial que cada uno es. En la medida en que el hombre renuncia al cultivo de sus condiciones particulares en dirección a la excelencia para asimilarse a lo que piensan, dicen y hacen otros, está, de hecho, abdicando de su condición natural para convertirse en una impostura humana. El hombre masificado es, en definitiva, un aglomerado sin perfil propio, es un conjunto amorfo e indistinguible del grupo.

No puede escribirse sobre este tema sin recordar a Ortega y Gasset, a Gustave Le Bon y, antes que ellos, a los horrores de la masificación señalados por Jerome K. Jerome (The New Utopia de 1891), Yevzeny Zamyatin (We de 1921). También cabe recordar las obras de OrwellAlduous HuxleyDavid Reisman (The Lonely Crowd), C.S. Lewis (The Abolition of Man) y, más contemporáneamente, el trabajo de Taylor Caldwell (The Devil´s Advocate). Todos ellos desde ángulos distintos y explorando diversas avenidas, ponen de manifiesto preocupaciones múltiples de lo que ocurre cuando el hombre se deja deglutir por lo colectivo.

Esta renuncia a ser propiamente humano, esta falsificación de nuestra naturaleza, esta grosera adulteración de la única especie conocida que posee el atributo de ser libre, conduce por lo menos a tres efectos que colocan al hombre en el subsuelo más sórdido y lastimoso que pueda concebirse. En primer lugar, se pierde a sí mismo y, por ende, no saca partida de sus potencialidades en busca del bien y, de este modo, amputa sus posibilidades de crecimiento y realización personal. En segundo término, priva a sus semejantes de disfrutar de aportes y contribuciones que reducen el espacio para la cooperación social recíproca. Y, por último, al fundirse en el conjunto, estos sujetos se embarcan en andariveles que conducen a la búsqueda del común denominador: a lo más bajo y embrutecedor, a las frases hechas, al acecho de enemigos, a la envidia y el resentimiento para con lo mejor, a la ausencia de razonamientos, a los cánticos agresivos, en suma, a la barbarie que siempre capitalizan los megalómanos sedientos de poder, todo lo cual, de más está decir, constituye un peligro manifiesto para la privacidad de quienes conservan un sentido de autorespeto y dignidad.

En La psicología de las multitudes, Le Bon escribe que “en las muchedumbres lo que se acumula no es el talento sino la estupidez”. Cuando lo mencionamos a Ortega en esta nota, naturalmente teníamos en mente La rebelión de las masas, pero, a nuestro juicio, los mejores escritos de este filósofo se encuentran recopilados en El hombre y la gente. Allí dice que “La gente es nadie […] Hoy se diviniza lo colectivo […] la sociedad, tiende cada vez más a aplastar al individuo, y el día que pase esto habrá matado la gallina de los huevos de oro”.

Desde la más tierna infancia, muchas son las personas que reciben un insistente adoctrinamiento para huir de la idea de ser distinto y se inculca hasta el tuétano la necesidad de parecerse al otro. Se crea así un complejo que aleja las posibilidades de sobresalir y se crea un acostumbramiento a mantenerse a toda costa en la media.

En gran medida nos encontramos con que hay la obsesión por aparecer “ajustado” a las conductas y pensamientos de los demás, por tanto, a convertirse en un hombre impostado que, a fuerza de imposturas, se transforma en los demás. Esa es la raíz de las crisis existenciales: la pérdida de identidad. John Dos Passos -uno de los novelistas estadounidenses más destacados del siglo veinte- sugiere que se “consulte hoy a cualquier sociólogo sobre el significado de la felicidad en el contexto social y seguramente responderá que significa ser ajustado”. La felicidad ya no sería la plena realización, sino la uniformidad con los otros y en dejarse arrastrar y devorar por el grupo en caída libre a un bulto inidentificable, antihumano y degradado. El hombre así se convierte en una caricatura grotesca, como decimos, en una lamentable impostura que amputa la posibilidad de explorar otras teorías.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Pensamientos en torno a la conciencia moral

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 25/3/2en: https://www.infobae.com/opinion/2023/03/25/pensamientos-en-torno-a-la-conciencia-moral/

Si los humanos fuéramos solo un conjunto de moléculas estaríamos determinados por los respectivos nexos causales inherentes a la materia por lo que no habría posibilidad de ideas autogeneradas, de revisar nuestras propias conclusiones, no tendría sentido la responsabilidad individual, ni la moral ni la misma libertad puesto que no habría tal cosa como libre albedrío

Sigmund Freud (1856 - 1939)

Sigmund Freud (1856 – 1939)

La conciencia tiene dos interpretaciones, la primera alude al reconocimiento de algo, a percatarse, a darnos cuenta de tal o cual cosa, mientras que la segunda remite a lo moral que en la parla común apunta a lo que se conoce habitualmente como “la voz de la conciencia” que escarba y explora lo que está bien y lo que está mal que ha sido tratado desde Aristóteles en cuanto al sentido de lo moral y lo inmoral o amoral y desde los estoicos se estudia la moral como una consecuencia de lo racional que luego fue precisado por autores como Adam Smith en La teoría de los sentimientos morales.

La moral es normativa, no describe sino que prescribe, no trata de lo que fue o lo que es sino de lo que debe ser. Una sociedad libre se basa en el respeto recíproco, en el reconocimiento de derechos como propiedades innatas del ser humano, generalmente denominados derechos naturales. En este contexto la moral puede verse en dos planos. El primero se refiere a las relaciones interpersonales que se circunscriben a la consideración por el derecho de cada cual y en un plano intrapersonal que es facultad de cada uno actualizar las potencialidades en busca del bien.

En este sentido, resulta pertinente precisar que a cada derecho corresponde la obligación de respetar la vida, la libertad y la propiedad lo cual no se condice con la imposición de pseudoderechos que implican arrebatar el fruto del trabajo ajeno.

Resulta de gran trascendencia percatarse que los seres humanos los caracteriza los estados de conciencia, la mente o la psique que no son materiales, es decir, la condición humana significa que no somos solo kilos de protoplasma, como queda dicho tenemos vida espiritual que se integra pero se diferencia de la materia. Si fuéramos solo carne y hueso, si fuéramos solo un conjunto de moléculas estaríamos determinados por los respectivos nexos causales inherentes a la materia por lo que no habría posibilidad de ideas autogeneradas, de revisar nuestras propias conclusiones, en rigor no habría posibilidad de proposiciones verdaderas y falsas, no tendría sentido la responsabilidad individual, ni la moral ni la misma libertad puesto que no habría tal cosa como libre albedrío. Seríamos loros, loros complejos pero loros al fin.

Antes he escrito sobre las más destacadas referencias bibliográficas en la materia pero en esta oportunidad hago un resumen muy telegráfico del asunto. Howard Robinson escribe que un profesional experto en anatomía puede describir al detalle la composición física de una persona pero no puede acceder a información solo reservada al sujeto como son sus sentimientos y pensamientos. John Eccles dice que “uno no se involucra con un argumento racional con un ser que sostiene que todas sus respuestas son actos reflejos”. Nathaniel Branden sostiene que “Una mente que no es libre de verificar y validar sus conclusiones, una mente cuyo juicio no es libre, no tiene modo de distinguir lo lógico de lo ilógico.” Roger W. Sperry apunta que “El fenómeno de la conciencia está concebido para interactuar y en gran medida gobernar los aspectos histoquímicos y fisiológicos del proceso cerebral.” Karl Popper insiste en que “Quien diga que todas las cosas ocurren por necesidad no puede criticar al que diga que no todas las cosas ocurren por necesidad ya que ha de admitir que la afirmación también ocurre por necesidad” y Max Planck, Antony Flew y John Hospers muestran las diferencias entre causas y motivos.

Entonces la conciencia moral es inseparable de la condición humana. El materialismo filosófico o determinismo físico opera a contracorriente de esta aseveración, una posición lamentablemente muy extendida en diversos campos del conocimiento, por ejemplo en la psicología que si bien se define como el estudio de la psique hay profesionales que la niegan. También hay penalistas imbuidos del determinismo que en consecuencia argumentan a favor de no castigar a los delincuentes porque no son responsables de lo que hacen. Hay economistas nada menos en línea con la teoría de la decisión que niegan el libre albedrío. Incluso hay autores que en otros campos han realizado contribuciones de peso pero rechazan el referido cimiento de la libertad como Steven Pinker.

También he escrito antes sobre Sigmund Freud pero al abordar la conciencia moral se hace necesario nuevamente aunque más no sea presentar un resumen telegráfico de este autor tan relevante para nuestro breve estudio. Sin duda, igual que lo que sucede con prácticamente todos los autores de renombre, Freud ha realizado aportes que han sido útiles para variados fines, por ejemplo, su preocupación para que personas que reprimen en el subconsciente hechos e imágenes que estiman inconvenientes puedan asumir los problemas y ponerlos en el nivel del conciente. También fue quien inició el método de asociación de ideas recurriendo al per analogiam incluso para la interpretación de sueños apartándose de una estricta exégesis e internándose en una suerte de hermenéutica onírica y de los sucesos de la vida en general.

Pero estos dos ejemplos resultan controvertidos puesto que hay quienes sostienen que muchas veces la llamada “represión” constituye un mecanismo de defensa para evitar daños mayores y que solo es constructivo que afloren los problemas si efectivamente pueden resolverse y no simplemente por el mero hecho de sacarlos a luz. A su vez, hay quienes sostienen que la interpretación analógica de diversos sucesos conduce a conclusiones tortuosas y equivocadas cuando, en verdad, una interpretación directa (o, si se quiere, literal) conduce a un mejor entendimiento de lo que se analiza.

Resulta muy difícil juzgar in toto a un escritor y cuanto mayor es la cantidad de sus obras, naturalmente mayor es la dificultad. Para emitir una opinión sobre un autor generalmente se alude a lo que se estima es el eje central de su contribución. De todos modos, no siempre es fácil la tarea puesto que en algunos casos se entremezclan en los aportes aspectos considerados positivos y negativos.

En el caso de Sigmund Freud nos parece muy apropiado e ineludible citar algunos de sus pensamientos para arribar a conclusiones rigurosas respecto a la conciencia moral. Por ejemplo, en Problemas de la civilización sostiene que, en el ser humano, debe “descartarse el principio de una facultad originaria y, por así decirlo, natural, apta para distinguir el bien del mal”, mas aún, en Tótem y tabú escribe que “las prohibiciones dictaminadas por las costumbres y la moral a las que nosotros obedecemos, tienen en sus rasgos esenciales cierta afinidad con el tabú primitivo” y, en el mismo libro, afirma que la negación de las relaciones incestuosas constituye “la mutilación más sangrienta, quizás, que se ha impuesto en todos los tiempos a la vida erótica del ser humano”.

Esto va para la moral y las costumbres pero también la emprende contra el sentido mismo de libertad a que nos venimos refiriendo, por ejemplo, en su Introducción al psicoanálisis donde se refiere a “la ilusión de tal cosa como la libertad psíquica […] eso es anticientífico y debe rendirse a la demanda del determinismo cuyo gobierno se extiende sobre la vida mental”. Al decir de C.S. Lewis, esta perspectiva, que convertiría al ser humano en meras máquinas, significaría “la abolición del hombre”, una posición -la de Freud- que adhiere al materialismo filosófico o determinismo que aquí comentamos.

En el epílogo al tercer tomo de su Derecho, legislación y libertad Friedrich Hayek escribe: “Creo que la humanidad mirará nuestra era como una de supersticiones básicamente conectadas con los nombres de Karl Marx y Sigmund Freud. Creo que la gente descubrirá que las ideas más difundidas del siglo XX -aquellas de la economía planificada basada en la redistribución, manejada por arreglos deliberados en lugar del mercado y el dejar de lado las represiones y la moral convencional y seguir una educación permisiva- estaban basadas en supersticiones en el más estricto sentido de la palabra”.

Hans Eyseneck señala en Decadencia y caída del imperio freudiano que “lo que hay de cierto en Freud no es nuevo y lo que es nuevo no es cierto”. Thomas Szasz y Richard LaPierre llegan a la misma conclusión en La ética del psicoanálisis y La ética freudiana respectivamente. Ronald Dabiez en su voluminoso tratado El método psicoanalítico y la doctrina freudiana señala que las ideas que Freud no comparte las considera “neurosis”, lo cual abre las puertas a peligrosas persecuciones bajo el manto del “tratamiento”. Por ejemplo, Dabiez explica que “la actitud de Freud frente a las creencias religiosas ha evolucionado en el sentido de una hostilidad cada vez más acentuada, al menos por la frecuencia de sus manifestaciones, puesto que, para Freud, la equiparación fundamental de la religión a la neurosis obsesiva se encuentra desde 1907″.

Entre las 673 páginas de una de las obras de Richard Webster titulada Why Freud Was Wrong, leemos que “Freud estaba convencido que la mente podía y debía describirse como si fuera parte de un aparato físico […] Freud no realizó ningún descubrimiento intelectual de sustancia […], sus hábitos de pensamiento y su actitud frente a la investigación científica están lejos de cualquier método responsable de estudio”. De este libro escribe James Liberman en el Journal of the History of Medicine que “hasta donde yo sé, es el mejor tratamiento del tema tanto en contenido como en estilo.”

Por otra parte, Lecomte du Noüy destaca en Human Destiny que “de arriba abajo en toda la escala, todos los animales, sin excepción, son esclavos de sus funciones fisiológicas y de sus hormonas y secreciones endoctrinales” pero, con el hombre, “aparece una nueva discontinuidad en la naturaleza, tan profunda como la que existe entre la materia inerte y la vida organizada. Significa el nacimiento de la conciencia y de la libertad […] La libertad no solo es un privilegio, es una prueba. Ninguna institución humana tiene el derecho de privar al hombre de ella”. De cada uno de nosotros depende el resultado de esa prueba y no de pseudodeterminismos del profesor vienés de marras que estarían fuera del ámbito humano.

Lo dicho no es para nada una refutación al psicoanálisis en general ni tampoco pretende negar valiosas ayudas de la psicología al efecto de entender los eventuales problemas de algunas personas y la psiquiatría que apunta a resolver las distorsiones en los neurotransmisores y desajustes químicos en general para lo que Freud en gran medida fue un pionero, de lo cual, como queda dicho, no se desprende que sus conclusiones en buena parte de la materia abordada sean pertinentes ni estén exentas de contradicciones y derivaciones inconvenientes como las señaladas en el presente análisis.

Por todo lo consignado debe subrayarse que la conciencia moral inexorablemente implica la psique como parte sustancial del ser humano de lo cual se deriva el libre albedrío, lo contrario convertiría la libertad en mera ficción.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

En defensa de los robots

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 14/2/21 en: https://www.infobae.com/opinion/2023/01/28/en-defensa-de-los-robots/

Cuando se introduce un adelanto tecnológico que produce mayor cantidad y mejor calidad, se libera trabajo para dedicarse a otras cosas

No puede concebirse la producción de ningún bien ni la prestación de ningún servicio sin el concurso del trabajo (foto: XLSemanal)

No puede concebirse la producción de ningún bien ni la prestación de ningún servicio sin el concurso del trabajo (foto: XLSemanal)

En demasiadas circunstancias se vienen reiterado alarmas debido al notable avance tecnológico referido a los robots que se dice que, como cada vez abarcan más áreas, se acentuará el desempleo. Resulta sumamente curioso este razonamiento pues, si fuera cierto, no habría problema puesto que dado que todas las necesidades estarían cubiertas y no habría necesidad de trabajar. Es decir, se supone el paraíso ya que al no requerir trabajo las condiciones de vida se tornan idílicas.

Pero lamentablemente las cosas no son así, las necesidades son ilimitadas y los recursos son escasos y el recurso por excelencia es precisamente el trabajo. No solo por tratarse de humanos sino porque no puede concebirse la producción de ningún bien ni la prestación de ningún servicio sin el concurso del trabajo.

Es menester aclarar que en un mercado libre en materia laboral nunca bajo ningún concepto y circunstancia sobra aquel factor clave que, como queda dicho, es siempre escaso en relación a las permanentes y estiradas necesidades a medida que se progresa. No importa el grado de miseria o de riqueza, nunca sobre ese factor esencial. Incluso en el caso de náufragos que llegan a una isla desierta no dirán que como no hay “fuentes de trabajo” pueden descansar. Al contrario, no le alcanzarán las horas del día y de la noche para sobrevivir. Las remuneraciones en ese caso consistirán en los intercambios: cocos recogidos por animal apresado y así sucesivamente. En la medida en que se ahorre de lo habitualmente consumido se podrá destinar tiempo para fabricar un equipo de capital lo cual permitirá elevar el nivel de vida. Por ejemplo invertir tiempo en fabricar una red de pescar lo cual habilitará recoger mayor cantidad de peces en lugar de hacerlo a los cascotazos. Esa mayor cantidad de peces por unidad de tiempo se traduce en un mejor nivel de vida y así con el resto de las cosas.

Sin duda que si la situación es miserable, serán miserables también los ingresos de cada cual en el caso de la isla retribuciones en especies en el contexto del trueque. En cambio, en lugares de altas tasas de capitalización, es decir, instalaciones, equipos, herramientas, maquinaria y conocimiento relevante, en esa media se incrementa el nivel de vida. La diferencia entre un país rico y uno pobre estriba en las tasas de capitalización y, a su vez, el ritmo de esas tasas depende de marcos institucionales civilizados, o sea respeto a los derechos individuales: la vida, la libertad y la propiedad de cada cual.

Los salarios e ingresos en términos reales no son nunca consecuencia de voluntarismos ni de decretos, son como queda dicho el resultado del volumen de inversión. Los recursos naturales, los climas y las etnias no definen el asunto, solo se trata del monto invertido. Cuando en un país rico se retribuye con seguros de salud, con automotor, con pagos a colegios, con jubilaciones, son vacaciones y con música funcional en las oficinas no es por bondad de los empleadores, por el contrario están obligados a retribuir de ese modo, de lo contrario no encuentran colaboración.

Si los aparatos estatales o grupos apoyados por los gobiernos imponen salarios superiores a los de mercado, es decir, superiores a lo que permiten las aludidas tasas de capitalización, el efecto inexorable es el desempleo involuntario. A saber, ocurre que gente se ofrece para trabajar, pero no hay demanda a ese salario artificial. Por otra parte, el desempleo voluntario no constituye un problema pues se trata de personas que no quieren trabajar dadas las circunstancias imperantes o porque viven de rentas o porque estiman que lo que se ofrece no es suficiente. La tragedia, el drama, el problema grave irrumpe cuando las mal llamadas “conquistas sociales” se imponen pues en esa situación se barren personas del mercado o, de lo contrario, se trabaja en el mercado informal al efecto de salvarse del desempleo.

En este contexto es pertinente subrayar que los sindicatos son de gran utilidad en una sociedad libre siempre que se trate de asociaciones voluntarias que, por ejemplo, informan cuanto se abona en las distintas faenas, se ofrece obras sociales y equivalentes siempre que sean competitivas y abiertas. Los aportes obligatorios, las afiliaciones compulsivas, las representaciones coercitivas y las acciones intimidatorias y violentas son incompatibles con la libertad y el respeto recíproco. Esto desde luego incluye la imperiosa necesidad de abrogar las denominadas retenciones que habitualmente llevan a cabo los empleadores forzados por legislaciones inmorales.

Ahora bien, cuando se introduce un adelanto tecnológico que produce mayor cantidad y mejor calidad, se libera trabajo para dedicarse a otras cosas ya que como apuntamos las necesidades son infinitas y cambiantes, de lo contrario otra vez debemos aludir a Jauja o al paraíso donde no habría necesidad de incurrir en el costo de trabajar puesto que todos estarían satisfechos. Entonces esa liberación se emplea en otros sectores y los empresarios y comerciantes siempre deseosos de incrementar ganancias fruto de arbitrajes son los principales interesados en capacitar al efecto de sacar partida de la situación. Es el caso del hombre de la barra de hielo antes que apareciera la heladera o los fogoneros de las locomotoras antes del los motores Diesel, el cartero antes de los mails, los mecanógrafos antes de las computadoras o los cableados antes del celular inalámbrico.

Por eso es que las referencias a los acuerdos entre el capital y el trabajo son impropias: se trata de formas distintas de trabajo, el capital está formado por aparatos que no negocian. De allí que sea una sandez mayúscula aludir a “la clase trabajadora” como si hubiera una clase que trabaja y otra que la explota. Cuando un pintor de brocha gorda se muda de La Paz Bolivia a Huston en Estados Unidos se observa que el candidato en cuestión eleva exponencialmente su salario. No es porque el estadounidense sea más generoso que el boliviano, es porque en el primer caso está obligado a pagar más para lograr el trabajo.

A veces se ha dicho que no es justo permitir que contrate un millonario con una persona que no le alcanza el sustento para llegar a fin de mes, a fin de semana o a fin del día puesto que se continúa diciendo hay una “evidente desigualdad en el poder de contratación”. Pues no hay tal cosa, el asunto está a todos luces mal analizado. Es irrelevante cuanto tenga cada uno en cuenta corriente, el nivel del salario va por otro andarivel. Como hemos visto, depende exclusivamente de las tasas de capitalización. Ilustremos esto con el ejemplo de una billonario que en cierto pueblo pregunta cuanto cuesta pintar su mansión. Supongamos que le dicen mil, entonces ese rico concluye que como su cuenta corriente está rebosante y su patrimonio es colosal pagará quinientos, el resultado indefectible es que no pintará su casa. Es del todo inatingente a cuanto asciende su riqueza, si en el mercado laboral la cifra es mil no hay salida, el que ofrece menos se queda sin el servicio y si se pretende pagar más esa persona tendrá sus días contados como comerciante y consumirá su patrimonio.

Entonces nada hay que preocuparse por la generalización de robots y similares, solo hay que celebrar puesto que el nivel de vida necesariamente se eleva a medida que se libera nuevo trabajo para llevar a cabo nuevas tareas que dan lugar a nuevos bienes y servicios. Para no decir las muy fascinantes tareas que han desempeñado robots durante el pico de la pandemia para distribuir medicamentos sin peligro de contagios.

El principio del robot es exactamente el mismo que el de la máquina en general, antiguamente también muchos distraídos y mal informados objetaron la aparición de maquinaria como enemigo del trabajo, en realidad el verdadero enemigo del trabajo reside en las ideas atrabiliarias de regulaciones y controles ejecutadas por politicastros ignorantes del sentido elemental de la economía. El decimonónico Frédéric Bastiat en el capítulo 20 de su célebre Sofismas económicos ya había ridiculizado la absurda sugerencia de destruir maquinarias y herramientas “para defender el trabajo” y establecía un correlato con las restricciones al comercio exterior que obligan a comprar más caro y de peor calidad “al efecto de proteger fuentes de trabajo” lo cual empobrece al forzar a desembolsar más por unidad de producto que necesariamente conduce a que hayan menos productos.

Y respecto a la maquinaria no hay necesidad de circunscribirla a sofisticadas para uso industrial, la idea, como decimos asimilable al robot, va del uso cotidiano desde la máquina de coser, la licuadora, la cortadora de pasto y el taladro. Si destruimos la maquinaria y consecuentemente el robot cae precipitadamente el nivel de vida y nos retrotraemos a la cueva y al taparrabos, ni siquiera al garrote pues se trata de una herramienta. Además de todo lo expuesto debe agregarse el trabajo que demanda la fabricación de robots, maquinaria y herramientas.

Por supuesto que con robots o sin robots si se pacta una remuneración y llegado el momento se paga otra menor esto es un fraude, un engaño, una trampa que debe ser castigada con todo el peso de la ley puesto que se trata de la lesión al derecho y nada tiene que ver con mercados abiertos y competitivos donde el que sirve a sus semejantes obtiene ganancias y el que yerra incurre en quebrantos. En esta línea argumental también debe insistirse que los llamados empresarios prebendarios son la antítesis del comportamiento decente ya que esos sujetos explotan a sus semejantes vía privilegios atados a inaceptables alianzas con el poder político de turno.

Lo dicho no autoriza a recurrir a expresiones equivocadas como “inteligencia artificial” puesto que inteligencia inter-legum es decir leer adentro, captar esencias es propio de lo humano y del consiguiente libre albedrío y no de un aparato sujeto a programación y por ende determinado. Como hemos consignado antes, esto es similar a cuando se pondera alegremente la “memoria” de la “computadora”. Pues ni lo uno ni lo otro, cuando algunos de nuestros ancestros hacía un nudo en el pañuelo para recordar algo no alabábamos “la memoria del pañuelo”. Del mismo modo son los humanos los que en verdad computan, el aparato es fruto de impulsos eléctricos. Una cosa es mostrar las inmensas ventajas del progreso tecnológico y otra bien diferente es distorsionar significados y conceptos cruciales.

Por último, en el plano de la desocupación señalo que en los casos de severos defectos físicos las consiguientes tareas filantrópicas se llevan a cabo en la medida de la libertad que tenga lugar, por eso, para ilustrar el punto si se quieren localizar obras de caridad debe mirarse a países como Estados Unidos y no a la isla-cárcel cubana.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

EL DISCURSO DE BENEDICTO XVI ENVIADO A LA SAPIENZA, DIÁLOGO ENTRE FE Y MUNDO MODERNO

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 22/1/23 en: https://gzanotti.blogspot.com/2023/01/el-discurso-de-benedicto-xvi-enviado-la.html

(Cap. 6 de mi libro JudeoCristianismo, Civilización Occidental y Libertad, Instituto Acton, 2018).

El discurso en La Sapienza

Aquí tenemos otro síntoma: el discurso de Enero a 2008 a La Sapienza[1] no sólo no pudo ser dirigido a sus muy tolerantes profesores, que impidieron la visita de Benedicto XVI, sino que además tampoco fue escuchado en absoluto por católicos encerrados en sus pequeños paradigmas ideológicos de izquierda y derecha.

Este discurso es el paso de la potencia al acto de esa nueva interpretación de Santo Tomás que propuse y de cómo presentarlo al mundo moderno, algo que Benedicto XVI prosiguió haciendo en todo su pontificado bajo oídos sordos de la Iglesia y el mundo, que no están en condiciones de entenderlo.

A pesar de la intolerancia de los “intelectuales” de La Sapienza –sapienza, justamente– el discurso, gracias a Dios, no a ellos, quedó escrito, como un programa de acción que hoy debemos rescatar.

Se pregunta Benedicto XVI, retóricamente, que tiene que ir a hacer un Papa a una universidad, esto es, en nombre de qué razón va a hablar, si supuestamente habla desde una fe sin razón: “…surge inmediatamente la objeción según la cual el Papa, de hecho, no hablaría verdaderamente basándose en la razón ética, sino que sus afirmaciones procederían de la fe y por eso no podría pretender que valgan para quienes no comparten esta fe”.

Pero entonces hay que replantear el tema de la razón: “Deberemos volver más adelante sobre este tema, porque aquí se plantea la cuestión absolutamente fundamental: ¿Qué es la razón? ¿Cómo puede una afirmación –sobre todo una norma moral– demostrarse “razonable”? En este punto, por el momento, sólo quiero poner de relieve brevemente que John Rawls, aun negando a doctrinas religiosas globales el carácter de la razón “pública”, ve sin embargo en su razón “no pública” al menos una razón que no podría, en nombre de una racionalidad endurecida desde el punto de vista secularista, ser simplemente desconocida por quienes la sostienen”.

O sea, comienza con algo que refuta las injustas acusaciones que se hicieron a Benedicto XVI. Para responder la pregunta comienza citando a John Rawls, algo que los lefebvrianos seguramente no hubieran hecho. Lo elogia, por un lado, recordando que Rawls ve algo de racionalidad en las doctrinas metafísicas que no podrían integrar la razón pública, y recuerda al mismo tiempo esa noción rawlsiana de razón pública: aquella que puede ser un punto en común entre ciudadanos que en metafísica y religión no podrían entenderse.

Pero entonces, va respondiendo lentamente a la acusación de que las posiciones metafísicas y religiosas no podrían formar parte de una razón pública. O sea, de que no son “razones”. Y para ello recuerda nuevamente los inicios del Cristianismo y de la Patrística, donde se da el diálogo entre razón y fe: “…los cristianos de los primeros siglos… Acogieron su fe no de modo positivista, o como una vía de escape para deseos insatisfechos. La comprendieron como la disipación de la niebla de la religión mítica para dejar paso al descubrimiento de aquel Dios que es Razón creadora y al mismo tiempo Razón-Amor. Por eso, el interrogarse de la razón sobre el Dios más grande, así como sobre la verdadera naturaleza y el verdadero sentido del ser humano, no era para ellos una forma problemática de falta de religiosidad, sino que era parte esencial de su modo de ser religiosos. Por consiguiente, no necesitaban resolver o dejar a un lado el interrogante socrático, sino que podían, más aún, debían acogerlo y reconocer como parte de su propia identidad la búsqueda fatigosa de la razón para alcanzar el conocimiento de la verdad íntegra. Así, en el ámbito de la fe cristiana, en el mundo cristiano, podía, más aún, debía nacer la universidad”. (Las itálicas son nuestras).

O sea, las preguntas de la razón son parte esencial de su modo de ser religiosas, esto es, Judeocristianos. Y precisamente por ello, con los siglos, nace la universidad, institución esencial en la historia de Occidente que debe su origen al Cristianismo.

Saltando por un momento al presente, Benedicto XVI hace algo que tampoco ningún “conservador” se habría atrevido a hacer: elogia a Jürgen Habermas: “un salto al presente: es la cuestión de cómo se puede encontrar una normativa jurídica que constituya un ordenamiento de la libertad, de la dignidad humana y de los derechos del hombre. Es la cuestión que nos ocupa hoy en los procesos democráticos de formación de la opinión y que, al mismo tiempo, nos angustia como cuestión de la que depende el futuro de la humanidad. Jürgen Habermas expresa, a mi parecer, un amplio consenso del pensamiento actual cuando dice que la legitimidad de la Constitución de un país, como presupuesto de la legalidad, derivaría de dos fuentes: de la participación política igualitaria de todos los ciudadanos y de la forma razonable en que se resuelven las divergencias políticas. Con respecto a esta «forma razonable», afirma que no puede ser sólo una lucha por mayorías aritméticas, sino que debe caracterizarse como un «proceso de argumentación sensible a la verdad» (wahrheitssensibles Argumentationsverfahren)… Yo considero significativo el hecho de que Habermas hable de la sensibilidad por la verdad como un elemento necesario en el proceso de argumentación política, volviendo a insertar así el concepto de verdad en el debate filosófico y en el político”.

O sea, rescata la idea central de la filosofía del diálogo de Habermas, donde diálogo no es lucha de intereses, o luchas dialécticas entre mayorías y minorías, sino un proceso para alcanzar el entendimiento con el otro. Razón es comprender. No es calcular ni negociar…

Pero entonces vuelve al s. I. “Pero entonces se hace inevitable la pregunta de Pilato: ¿Qué es la verdad? Y ¿cómo se la reconoce? Si para esto se remite a la “razón pública”, como hace Rawls, se plantea necesariamente otra pregunta: ¿qué es razonable? ¿Cómo demuestra una razón que es razón verdadera?”

Y luego de algunas consideraciones sobre la evolución de la universidad como institución, coloca a Santo Tomás como modelo de diálogo entre razón y fe para contestar la pregunta: “… Históricamente, es mérito de santo Tomás de Aquino –ante la diferente respuesta de los Padres a causa de su contexto histórico– el haber puesto de manifiesto la autonomía de la filosofía y, con ello, el derecho y la responsabilidad propios de la razón que se interroga basándose en sus propias fuerzas”.

Pero esto podría ser leído como un racionalismo en Santo Tomás. Para despejar esa duda, Benedictino XVI presenta su relación entre razón y fe como la de un teólogo, precisamente como lo habíamos interpretado antes: “… Yo diría que la idea de santo Tomás sobre la relación entre la filosofía y la teología podría expresarse en la fórmula que encontró el concilio de Calcedonia para la cristología: la filosofía y la teología deben relacionarse entre sí “sin confusión y sin separación”. “Sin confusión” quiere decir que cada una de las dos debe conservar su identidad propia. La filosofía debe seguir siendo verdaderamente una búsqueda de la razón con su propia libertad y su propia responsabilidad; debe ver sus límites y precisamente así también su grandeza y amplitud. La teología debe seguir sacando de un tesoro de conocimiento que ella misma no ha inventado, que siempre la supera y que, al no ser totalmente agotable mediante la reflexión, precisamente por eso siempre suscita de nuevo el pensamiento. Junto con el “sin confusión” está también el “sin separación”: la filosofía no vuelve a comenzar cada vez desde el punto cero del sujeto pensante de modo aislado, sino que se inserta en el gran diálogo de la sabiduría histórica, que acoge y desarrolla una y otra vez de forma crítica y a la vez dócil; pero tampoco debe cerrarse ante lo que las religiones, y en particular la fe cristiana, han recibido y dado a la humanidad como indicación del camino” (Las itálicas son nuestras).

Esto es, el “sin separación” implica que la razón razona en Santo Tomás asumida desde la Gracia y elevada desde la Gracia. Y por ello puede ser al mismo tiempo Fe (por la Gracia de la Fe) y razón, con algo esencial a la razón: su capacidad de comunicarse con los demás y por ende ser “pública”: “es verdad que la historia de los santos, la historia del humanismo desarrollado sobre la base de la fe cristiana, demuestra la verdad de esta fe en su núcleo esencial, convirtiéndola así también en una instancia para la razón pública. Ciertamente, mucho de lo que dicen la teología y la fe sólo se puede hacer propio dentro de la fe y, por tanto, no puede presentarse como exigencia para aquellos a quienes esta fe sigue siendo inaccesible. Al mismo tiempo, sin embargo, es verdad que el mensaje de la fe cristiana nunca es solamente una “comprehensive religious doctrine” en el sentido de John Rawls, sino una fuerza purificadora para la razón misma, que la ayuda a ser más ella misma. El mensaje cristiano, en virtud de su origen, debería ser siempre un estímulo hacia la verdad y, así, una fuerza contra la presión del poder y de los intereses”.

O sea, la Fe no es sólo una Fe exclusiva para los que creen en los dogmas, sino una fuerza purificadora de la razón misma, esto es, la eleva hasta sus potencialidades máximas convirtiéndola así en una sensibilidad especial para el diálogo con los demás. O sea, una “razón pública cristiana”, un conjunto de sensibilidades cristianas para ciertos temas que son relevantes para todo ciudadano habitante de la ciudad temporal con sana laicidad.

Sin esto, el peligro es que “Hoy, el peligro del mundo occidental –por hablar sólo de éste– es que el hombre, precisamente teniendo en cuenta la grandeza de su saber y de su poder, se rinda ante la cuestión de la verdad”. Y el peligro de que “la filosofía, al no sentirse ya capaz de cumplir su verdadera tarea, degenere en positivismo; que la teología, con su mensaje dirigido a la razón, quede confinada a la esfera privada de un grupo más o menos grande. Sin embargo, si la razón, celosa de su presunta pureza, se hace sorda al gran mensaje que le viene de la fe cristiana y de su sabiduría, se seca como un árbol cuyas raíces no reciben ya las aguas que le dan vida. Pierde la valentía por la verdad y así no se hace más grande, sino más pequeña. Eso, aplicado a nuestra cultura europea, significa: si quiere sólo construirse a sí misma sobre la base del círculo de sus propias argumentaciones y de lo que en el momento la convence, y, preocupada por su laicidad, se aleja de las raíces de las que vive, entonces ya no se hace más razonable y más pura, sino que se descompone y se fragmenta (las itálicas son nuestras).

O sea: la razón no es sólo ciencias naturales, y la fe no es un ámbito de creencias sin ninguna razón, y por ende tan incomunicable e intrascendente como mis gustos para los helados. No: la razón es razón que deriva en metafísica que a su vez dialoga con la fe, y la fe es tan razonable que puede dialogar con todos y en ese sentido es pública, y es entonces la base para el estado laico vitalmente cristiano del que hablaba Maritain. Esas son las raíces de la razón, sin la cual se seca y se queda precisamente como la ve el post-modernismo: como nada, como sólo pequeños relatos incomunicados: “se aleja de las raíces de las que vive, entonces ya no se hace más razonable y más pura, sino que se descompone y se fragmenta”.

¿Qué nos dijo Benedicto XVI en este discurso, que no hemos escuchado en absoluto? Que abandonemos, los creyentes, la táctica (que ya hemos criticado), imposible y peligrosa, de abandonar nuestra fe parta hablar con el mundo, desde una supuesta escolástica basada nada más que en las solas fuerzas de la razón. No, para hablar con el mundo, hay que presentar nuestra fe como es: como una fe razonable, que tiene mucho que decir al no creyente, desde un Santo Tomás teólogo, que tiene mucho para decir como teólogo al no creyente, precisamente porque fue el que más dialogó con una razón que la Gracia asumió, universalizó, y purificó.

Mientras no entendamos este mensaje de Benedicto XVI, seguiremos llorando nuestra ineficacia comunicativa, nuestra tibieza, nuestro temor ante el mundo, del cual debíamos ser sal, y nos convertimos sin embargo en obsoleta curiosidad y molestia.


[1]Véase https://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2008/ january/documents/hf_ben-xvi_spe_20080117_la-sapienza.html.

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor en las Universidades Austral y Cema. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Publica como @gabrielmises

Paul Johnson, el hombre y el autor

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 22/1/23 en: https://panampost.com/alberto-benegas-lynch/2023/01/22/paul-johnson-el-hombre-y-el-autor/?utm_content=buffer56efa&utm_medium=social&utm_source=twitter.com&utm_campaign=buffer

El historiador británico murió a los 94 años. Además de ser un muy prolífico autor –escribió cincuenta libros-, era de una calidez notable

Paul Johnson

Paul Johnson nos regaló un espléndido dibujo de su autoría tomado de la torre de los ingleses que fabricó durante esa estancia que conservamos como uno de nuestros buenos recuerdos. (Twitter)

El jueves 12 de este mes de enero murió el gran Paul Johnson a los 94 años. Lo invité en abril de 1991 a dictar conferencias cuando fui Rector de ESEADE. Como digo más adelante, ya lo había conocido unos años antes en la Universidad de Cambridge pero en esta ocasión me encontré más de cerca con un personaje que además de ser un muy prolífico autor –escribió cincuenta libros- era de una calidez notable. Con mi mujer entablamos una relación muy especial con la suya -Marigold con quien se casó en 1958- y con él seguí un estrecho vía epistolar. Su obra Historia del cristianismo abre con esta inscripción: “A Marigold, mi colaboradora permanente, mi más sabia consejera y mi mejor amiga.” Similar es su reconocimiento en The Birth of the Modern. Paul Johnson nos regaló un espléndido dibujo de su autoría tomado de la torre de los ingleses que fabricó durante esa estancia que conservamos como uno de nuestros buenos recuerdos.

En la visita de referencia a Buenos Aires me dedicó su libro Enemies of Society, dedicatoria que comienza “To my friend”, en esa obra apunta los errores del estatismo y la emprende con argumentos de gran solidez contra intelectuales tipo Herbert Marcuse y en general todo el marxismo y sus imitadores. Uno de los capítulos lleva el sugestivo título “Schools for Atilas” donde critica sistemas educativos autoritarios. También en ese libro se detiene a subrayar la importancia del lenguaje y lo disolvente que resulta para el pensamiento y la comunicación el degradarlo (parece escrito para hoy en relación a sandeces como el denominado “lenguaje inclusivo” y otras barrabasadas). Escribe en este contexto que “Aquellos que valoran el sentido de las palabras valoran la verdad y aquellos que tuercen el sentido del lenguaje estarán inclinados a propósitos antisociales.”

Paul Johnson deja cuatro hijos: Daniel que es periodista, Cosmo que es empresario, Luke que es ejecutivo de la televisión y Sophie editora también para programas televisivos. Paul en su época juvenil era de izquierda, por lo que fue editor de The New Stateman hasta que renunció al Partido Laborista y se mudó al Conservador al tiempo que denunciaba “el espíritu corporativista y totalitario” del estatismo que había comenzado a beber en su colegio de jesuitas, un cambio luego influido principal aunque no exclusivamente por Karl Popper, luego de lo cual recibió en su país la distinción de Comendador del Imperio Británico y en Estados Unidos la Medalla Presidencial de la Libertad y otras manifestaciones honoríficas en distintas partes del mundo.

El 2 de septiembre de 1984 pronunció una magistral conferencia en la reunión de la Mont Pelerin Society en la Universidad de Cambridge titulada “Nineteen Eighty-Four: a False Alarm?” donde muestra los aciertos de Orwell respecto a sucesos de aquel momento (para no decir nada del agravamiento de algunas facetas oscuras de hoy). Esta fue la primera vez que estuve con Paul Johnson y coincidentemente fue la oportunidad en la que la Mont Pelerin Society (la Academia Internacional, según Friedrich Hayek que fue uno de sus fundadores) me designó miembro de su Consejo Directivo. Esta disertación estuvo en línea con lo que había publicado cuatro años antes en la American Enterprise Institute traducida al castellano con el título de “La base moral del capitalismo”.

En todo caso resulta difícil poner en palabras una descripción de las características personales del pensador a que aludimos en esta nota. Como queda dicho su calidez era envolvente, su amabilidad y cortesía fueron su marca y en las largas conversaciones mostraba una mezcla de cultura y modestia que ponían en evidencia su calidad humana. Asimismo, era agradable en los debates e intercambios con intelectuales de otras corrientes de pensamiento lo cual no quita su pérdida de paciencia con la insolencia o los arrebatos que a veces surgen en estos ámbitos que lo ponían en un severo enojo.

No resulta posible en un texto periodístico poner de relieve la obra ciclópea de este escritor colosal pero podemos dar una idea aproximada de sus valores en algunos de sus trabajos recorridos a vuelo de pájaro. En este caso resulta ilustrativo reproducir cinco citas tomadas de los respectivos originales en inglés y con una sexta trabajé en la versión castellana, en total apenas poco más del diez por ciento de su producción, sin glosas para que el lector saque sus propias conclusiones.

En primer lugar de A History of the Modern World: “La carrera de Perón ilustra su esencial identidad con el fascista deseo de poder y algunas veces tomaba prestado ideas de Mussolini, Hitler, Franco y Stalin […] Mostró como manipular a la gente en un sistema de contar cabezas […] Como presidente, Perón trasmitió una demostración clásica en nombre del socialismo y el nacionalsocialismo y como destrozar la economía […] Llevó a cabo un asalto frontal al sector agrícola, el mayor recurso de capital argentino. Ya en 1951 había agotado las reservas y había descapitalizado al país […] Destrozó la Suprema Corte. Arrebató el sistema radial y a La Prensa, el gran diario latinoamericano.”

Segundo, de A History of the American People: “La creación de los Estados Unidos de América es la más grande de las aventuras humanas. Ninguna otra historia nacional contiene esas notables lecciones para los estadounidenses y para el resto del mundo […] Los tropiezos se deben principalmente al keynesianismo -otra palabra para el intervencionismo estatal […] De hecho, el libro de Keynes La teoría general del empleo, el interés y el dinero, proponía una moneda administrada por funcionarios dedicados a estabilizar precios que significan interferencias constantes de los gobiernos lo cual es parte del problema.”

Tercero, su extenso prólogo a The Voluntary City. Choice, Community and Civil Society una colección de quince autores compilados por Peter Gordon que objetan la existencia del monopolio de la fuerza refutando las nociones de bienes públicos, externalidades, el dilema del prisionero y la asimetría de la información. Allí Paul Johnson exhibiendo una mente abierta, juvenil y atenta a nuevos paradigmas, escribe que “Confío y envídio a los que vivirán para ver el cambio, en cincuenta años estaremos manejando las cosas de modo sustancialmnete diferente a lo que se hace hoy, respondiendo mucho más acertadamente a las necesidades humanas respecto a los métodos que hoy empleamos. El mundo no será Utopía pero para usar una expresión favorita de los victorianos, será un mejoramiento.”

Cuarto, en Historia de los judíos: “Los judíos han penetrado en muchas sociedades y han dejado su impronta en todas. Escribir la historia de los judíos es casi como escribir la historia del mundo […] Es una historia del mundo observada desde el punto de vista de una víctima culta e inteligente […] El judaísmo rabínico fue un evangelio del trabajo porque exigía que los judíos aprovecharan exhaustivamente los dones divinos. Exigía que los aptos y los capaces se mostraran industriosos y fecundos, entre otras cosas porque así podían afrontar sus obligaciones filantrópicas.”

Quinto, en Napoleón: “Chatobriand y Madame de Stäel fueron dos de los más dedicados enemigos de Napoleón […] Lamartine llamó a ´esta religión napoleónica el culto a la fuerza que está influyendo en el espíritu de la nación en lugar de la verdadera religión de la libertad´ […] El inglés más influyente del napolionalismo fue Thomas Carlyle que lo puso a Bonaparte en le centro de la escena en sus conferencias de 1841, Heroes and Heroe Worship […] El todopoderoso Estado de Napoleón fue concebido por su admirado Hegel que a su vez fue la raíz tanto del marxismo como del totalitarismo nazi […] Ningún dictador del trágico siglo veinte ha estado ajeno a los ecos napoleónicos, desde Lenin, Stalin, Mao Zedong a los tiranos como Kim Il Sung, Castro, Perón, Mengistu, Saddam Hussein, Ceausescu y Gadafi […] Los grandes males del bonapartismo fueron la deificación de la fuerza y la guerra, el todopoderoso Estado centralizado, el uso de la propaganda cultural y el manejo de pueblos en busca de poder personal e ideológico.”

Y por último, sexto, The Quest for God: “En la religión el antropomorfismo simplemente refleja las limitaciones de la imaginación humana […] La única forma de igualdad que es posible y deseable es la igualdad ante la ley […] Doctrinas conocidas como Teología de la Liberación. Esta es simple y absolutamente una herejía anticristiana, sin ninguna base moral […] La práctica del aborto nos remite a un problema importante. El fracaso de encontrar una alternativa de alimento espiritual, sistemas que son capaces de matar, los millones de niños a los cuales no les permitió nacer, mucho menos vivir igual que lo hizo Hitler, Pol Pot, Stalin o Mao […] El mal surge necesariamente de la magnificencia de Dios al conceder una libre voluntad a sus criaturas humanas […] permite escoger tanto el bien como el mal […] Esta es una línea de pensamiento seguida por Santo Tomás de Aquino y otros.”

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

La división del trabajo aumenta la producción (2º parte)

Por Gabriel Boragina. Publicado en: http://www.accionhumana.com/2022/11/la-division-del-trabajo-aumenta-la_26.html

 ‘’Como ambos ganan 1 pan, también podemos medir la ganancia en tiempo ahorrado: Pedro ha ganado 1 hora y Juan 2. Si medimos la ganancia en términos de ropa, Pedro habrá ganado 1/2 R y Juan 1/3 R. ¿Hay alguna manera justa de medir la ganancia?’’[1]

Si la pregunta se refiere a si existe una forma objetiva para determinar la justicia de la ganancia, la respuesta lógica debería ser de que no la hay.

Sí, hay maneras relativas para un observador externo de hacer esa medición, lo que -debemos recordar- nada dice acerca de las valoraciones subjetivas de los agentes que intervienen en el caso del ejemplo el de Pedro y Juan.

Desde nuestra personal manera de ver las cosas, una ganancia es justa cuando ha sido libremente querida y llevada a cabo por las partes contratantes. Y, en este sentido, lo que es justo para ellos puede ser muy injusto a los ojos de un tercero.

‘’Nótese que las ganancias de Pedro y de Juan cambian según como se midan:
• Si medimos en pan, la ganancia fue igual, pues los dos ganaron 1 pan.

• Si medimos en tiempo ahorrado, Juan ganó más, pues para él 1 pan equivale a 2 horas, y para Pedro a 1 hora.

• Si medimos en ropa, Pedro ganó más, pues para él 1 pan equivale a un 1/2 de ropa, y para Juan a un 1/3 de ropa’’[2]

Es por eso que, la medición objetiva de ganancias y pérdidas es relativa y va variando de conformidad con el punto de referencia que se tome para comparar, y ello aun desde el propio punto de vista de los sujetos intercambiantes.

Por supuesto, no podemos saber cuál es subjetivamente la combinación que los negociantes consideren más importante desde la cual valúen qué ganaron más. Sólo podemos decir que en el momento del intercambio ambos pretendían y suponían estar beneficiándose personalmente, de otro modo no hubiera habido trato.

‘’Aunque es obvio que las personas no hacen este ejercicio cuando intercambian, intuitivamente llevan a cabo lo que los economistas llaman análisis de costo-beneficio, porque ellas siempre son conscientes de aquello a lo que deben renunciar (su costo de oportunidad) para recibir lo que cada cual puede obtener a cambio’’[3]

Es decr, siempre se valúan los usos alternativos que se le podría haber dado a aquello que se renuncia a cambio de lo que se adquiere. Y esto se estima de manera diferente, ya sea en cuanto al tiempo o cosas materiales que se sacrifican para obtener otra.

En otra parte, hemos diferenciado el costo de oportunidad del costo contable, dado que este último es la noción más divulgada y (quizás) la más simple de entender para todos. Porque cada vez que se habla de costo, intuitivamente la gente piensa en qué cantidad de dinero debe extraer de la billetera para comprar algo. Este, en realidad, es el costo contable o dinerario, y el costo de oportunidad consiste en todo aquello que se pudo haber comprado con ese dinero y que no se va a adquirir en el caso puntual.

‘’Otra forma utilizada para explicar este fenómeno es tomando en cuenta que el costo de oportunidad de tener una cosa en vez de otra -su tasa de sustitución- es diferente para Pedro que para Juan, porque sus respectivas productividades son diferentes. Es decir: mientras que a Pedro 1R le «cuesta» 2P, a Juan le «cuesta» 3P. ’’[4]

Se podría decir que, resulta una consecuencia natural de las disimilitudes que nos separan a todos los seres humanos, y la desigualdad existente en el mundo material. En el ejemplo, a Juan le cuesta más porque su productividad en materia de panes es menor que la de Pedro. Juan tiene que invertir más para poder comprar lo que a Pedro le cuesta menos.

‘’En resumen, sus tasas de sustitución son las siguientes:

Para Pedro1 R = 2 P (ó 1 P = 1/2 R)
Para Juan1 R = 3 P (ó 1 P = 1/3 R)

Esas diferencias de costos son las que permiten que las partes que intercambian se beneficien del intercambio. De ahí viene el nombre de ‘’costos comparados’’».[5]

Va de suyo que si esos costos fueran idénticos o inexistentes para ambos, no habría intercambio de ninguna índole.

‘’Supongamos que -subjetivamente- Pedro desea tener más pan en vez de más ropa. Si él es mejor produciendo todo (pan y ropa), la solución intuitiva sería que hiciera más pan. Sin embargo, si él produce 12 panes, su costo de oportunidad es de 6 ropas: pero en el ejemplo del intercambio Pedro puede obtener de Juan los mismos 12 panes, con un costo de oportunidad de solo 5 ropas, ganando 1 ropa, mientras que Juan también gana 1 ropa en el intercambio’’.[6]

Puede darse otro ejemplo para comprender como funciona el sistema. Supongamos que un comerciante necesita realizar 10 trámites administrativos que le llevarían 5 horas. En esas 5 horas el vende en su negocio 10 artículos a $ 20. Este sería su costo de oportunidad.

Si en vez de hacerlo él personalmente contrata a un cadete que por $ 5 hace los 10 trámites, el comerciante pasaría a ganar $ 15 con lo que su costo de oportunidad se reduce a $ 5.

SINT=CDO= 20CINT=CDO= 5

 En su caso, el intercambio reduce el costo de oportunidad de 20 a 5 y –además- ‘’gana’’ los 10 trámites que necesitaba. Sin el intercambio, ‘’ganaba’’ los 10 tramites ($ 5) pero perdía $ 20. Su saldo final hubiera sido –$ 15.

‘’Los dos terminan con más bienes, sin aumentar la productividad individual, porque ambos incurren en un menor costo de oportunidad para obtener lo que más valoran. Obviamente, si Juan no pensara que viviría mejor con el intercambio, no habría comercio’’

En nuestro ejemplo del párrafo anterior, el cadete gana $ 5 que antes no tenía. Es decir, también termina con más bienes, en el sentido que su situación es mejor a que otra de ocio. Si hubiera valorado más el ocio que el trabajo de cadetería no hubiera aceptado el trato. Si lo aceptó es porque estimó ganancias.


[1] Manuel F. Ayau Cordón Un juego que no suma cero La lógica del intercambio y los derechos de propiedad. Biblioteca Ludwig von Mises. Universidad Francisco Marroquín. Edición. ISBN: 99922-50-03-8. Centro de Estudios Económico-Sociales. Impreso en Guatemala. Pág. 29

[2] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 30

[3] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 30

[4] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 30

[5] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 30

[6] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 30

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. Síguelo en  @GBoragina