¿A dónde se va la plata de la deuda?

Por Iván Carrino. Publicado el 25/8/21 en : https://www.ivancarrino.com/a-donde-se-va-la-plata-de-la-deuda/

La deuda pública es un tema caliente en nuestro país. La administración actual acusa a la anterior de haber endeudado al país porque dejaron una deuda total de USD 313.000 millones de dólares. El aumento de la deuda con Macri fue de 90 mil millones, o 1800 millones por mes.

Pero los que estaban antes acusan a la gestión actual de seguir aumentando esa deuda, que de acuerdo con números oficiales ahora es de USD 344.000 millones, o USD 31.000 millones más. Dividiendo eso por los 19 meses para lo que se tienen los datos son USD 1.600 millones por mes. Roberto Cachanosky considera también la toma de deuda por parte del Banco Central y concluye que Alberto toma incluso más deuda que Macri.

Fuente: Ministerio de Hacienda

Otro tema que se suele plantear es qué se hace con la deuda. “¿A dónde se va la plata?” Se preguntan algunos, sorprendidos de que todo ese aumento del endeudamiento no se vea traducido después en una mejor calidad de vida.

Es que, de hecho, ocurrió todo lo contrario, porque entre 2011 y el 2021 la deuda pasó de USD 180.000 millones a USD 344.000 millones y el PBI per cápita en términos reales será en 2021 un 16,4% más bajo que en aquel entonces.

Fuente: WEO-IMF

¿A dónde se fue, entonces, la plata de la deuda?

Gobierno y Empresa

Por más que a algunos les resulte totalmente irritante la comparación entre el gobierno y una empresa, para analizar este tema en particular el recurso es realmente útil. Así que imaginemos que una empresa tiene ingresos anuales por USD 10.000, y gastos por USD 9.000. A fin de año, la ganancia de la compañía es de USD 1.000.

Los USD 9.000 de gasto están divididos de la siguiente forma:

—> USD 5.000 son salarios.

—> USD 2.000 se llevan los gastos de electricidad, gas y agua.

—> USD 1.000 es decoración de las oficinas.

—> USD 1.000 son impuestos a los ingresos brutos.

En este esquema, si la empresa decidiera comprar una nueva computadora de unos USD 2.000, no podría hacerlo con los ingresos corrientes.

Dado que de sus USD 10.000 solo le quedan USD 1.000 una vez que se deducen los gastos, si quisiera comprar un bien de capital por USD 2000, entonces le estarían faltando USD 1.000.

Aquí es donde ingresa el endeudamiento. La empresa podría ir al banco y pedir mil dólares en préstamo, comprometiéndose a pagar intereses y devolver el monto en un plazo futuro.

Frente a este escenario: ¿qué responderíamos a la pregunta de a dónde se fue la plata de la deuda?

Rápidamente, seguro que diríamos que los USD 1000 de deuda fueron a parar a la compra de la nueva computadora. Y eso es parcialmente cierto, pero dado que el dinero es fungible (es decir que cada billete de dólar es igual a todos los demás), también podríamos decir que fueron a pagar la decoración de las oficinas.

Dicho de otra forma, si en el año 2021 la empresa decidiera no decorar nuevamente la oficina, entonces habría tenido los mil dólares disponibles para comprar la máquina,  por lo que no hubiera sido necesario endeudarse.

Pero dado que sí decidió decorar las oficinas, entonces ese préstamo permitió que eso ocurra.

Datos de 2016 a 2020

Con esto en mente, analicemos ahora a dónde se fue la deuda en estos años. Sumando los ingresos y gastos del gobierno entre 2016 y 2020 y suponiendo que los ingresos totales de todo ese período, de $AR 15 billones, son iguales a $100, obtenemos que por cada 100 pesos que ingresan, se gastan 70 en prestaciones sociales, 12 en subsidios económicos, 19 en hacer funcionar al estado (pagar sueldos de jueces, policías, y diputados) y 7 se invierten en obras de infraestructura. Y luego hay otros gastos como transferencias a provincias y otros rubros que totalizan 9 pesos.

Fuente: Informe Mensual de Ingresos y Gastos – Ministerio de Hacienda

Una vez contados todos estos gastos, todavía hay que pagar los intereses, que se generaron por deudas previamente tomadas, monto que en estos años ascendió a 13.

Con esto llegamos a que si se recaudaron $ 100 de impuestos en estos últimos 4 años, el déficit primario fue de $17, mientras que el resultado fiscal fue negativo en $ 30.

Ahora así como en el ejemplo de la empresa, si el gasto es superior al ingreso, alguien tiene que cubrir la diferencia. Y así como nuestra empresa fue al banco a pedir USD 1.000, el gobierno pedirá préstamos por el 30% de sus ingresos tributarios. Es decir, por cada peso o dólar que reciba de impuestos, pedirá adicionalmente 30 centavos en préstamos, porque con ese dólar que recaudó por impuestos, sencillamente no le alcanza para cubrir el gasto.

¿A dónde se va, entonces, la plata de la deuda? Se va a pagar todo el gasto público que no puede ser íntegramente financiado con la recaudación de impuestos. Y, como el dinero es fungible, no podemos distinguir un rubro particular que sea destino del crédito.

Toda la deuda pública se dirige a pagar jubilaciones, se va a pagar la obra pública, las pérdidas de las empresas estatales, los subsidios a la energía, los medios públicos de comunicación, los sueldos de los embajadores, los intereses de la deuda y, en definitiva, todo aquello que constituya un gasto que pague el estado argentino.

Sin endeudamiento, alguno de estos rubros sencillamente no podría pagarse.

O sea que discutir en qué se va el dinero de la deuda es lo mismo que discutir el cómo y cuánto gasta el gobierno. En resumidas cuentas, si se quiere menor deuda, pero no se quieren subir impuestos, entonces la única solución es tener menor gasto.

La deuda es hija del gasto público, y el único motivo de su existencia es todos y cada uno de los rubros del gasto que, una vez que superan a los ingresos, deben necesariamente financiarse con endeudamiento.

Para cerrar, la próxima vez que alguna persona te pregunte ¿a dónde se llevaron la plata de la deuda? Simplemente responde mostrando un detalle del gasto público del gobierno. Ahí está cada peso y cada centavo de deuda pública que se tomó. En ningún otro lugar.

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano. Es Sub Director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE. Sigue a @ivancarrino

Argentina: país fallido

Por Gabriel Boragina. Publicado en: http://www.accionhumana.com/2019/12/argentina-pais-fallido.html

 

Las graves circunstancias que vive la Argentina después de la vuelta al gobierno del peronismo, esta vez con nuevo rótulo («Frente de Todos», ex «Frente para la Victoria») ponen de manifiesto un sombrío panorama que revela el deterioro moral, político y económico que vive el país, inclusive podemos afirmar que en ese mismo orden. Con la salida de Macri del poder se esfuma la esperanza de una reconstrucción cívica perdida por los largos y penosos gobiernos peronistas que se han venido sucediendo durante décadas salvo escasas excepciones.
Pero los cimientos de esta debacle moral han comenzado siendo socavados desde lo más profundo, iniciándose por la destrucción de la educación en todos sus niveles, para seguir luego contaminando por completo los restantes estratos sociales. En medio de esa descomposición, la aparición de un hombre como Macri enarbolando valores republicanos y de respeto hacia el otro (elementos constantes en su prédica) resultó ser una especie de cuerpo extraño en un país carcomido cultural y socialmente como el regreso al poder del peronismo (en su última versión, justamente la que saqueó impiadosamente al país durante una larguísima década) termina de manifestar.
Es difícil ser optimista en Argentina, un país inmaduro, eternamente adolescente en el más cabal sentido de la palabra, principiando por la adolescencia de las más primordiales y fundamentales virtudes morales hoy poco más o menos desaparecidas. Y de allí a lo político, económico, educativo y -en suma- a todo el entramado social, desde lo más alto hasta lo más bajo, todo aparece infectado.
En el trato cotidiano se nota incluso la falta de respeto, la desconsideración por y del otro, las malas maneras, la mala educación o -en el mejor de los casos- la más total indiferencia. Esos son los rasgos que demuestra el argentino común y corriente, y lo raro es lo contrario, personas y situaciones cada vez más difíciles de encontrar. Prácticamente no hay sector que se analice que escape a esta descripción.
Y no es cuestión de culpar a los políticos exclusivamente ya que, como tantas veces hemos dicho, ellos son parte y resultado de la sociedad de la cual emergen, son un subproducto cultural de la misma. Por eso, en última instancia, lo que distingue a los políticos entre si son más que nada cuestiones de índole personal más que ideológicas, por mucho que parezcan discrepar en determinados tipos de temas. Ciertamente algunos se desemparejan más que otros, pero todos ellos tienen en común que son parte del mismo sustrato cultural del país en el que viven o donde se han criado y formado. Si la sociedad no cambia, difícilmente lo hagan sus políticos, porque el cambio no lo operan los políticos sobre la sociedad sino esta sobre aquellos.
Entonces, el lector se preguntará: si la sociedad no puede cambiarse a sí misma, ni tampoco los políticos pueden hacerlo ¿Quién pues? Y la respuesta es: los intelectuales, sean estos propios o ajenos, contemporáneos o clásicos, nacionales o extranjeros, muy conocidos o desconocidos en absoluto. Nuestra manera de pensar (que creemos tan «nuestra») tanto individual como colectiva, la debemos (lo sepamos o no) a ellos, los intelectuales.
Aquí hay varios mitos a despejar: muchos creen que la intelectualidad es sinónimo de sabiduría lo que es un gravísimo error, porque intelectualidad y sabiduría pueden ir juntas como separadas. Otra ficción semejante es el de confundir intelectualidad con verdad lo que tampoco es necesariamente coincidente. Y un error harto difundido es el de embrollar intelectualidad con política. Quizás este es el más grave de todos los mitos sociales ampliamente extendidos: creer que un político es un intelectual. Poco más o menos podríamos decir que es su más exacto antónimo.
Pero en Argentina -a la hora de votar- a casi ningún elector parece importarle el nivel intelectual del candidato. Más bien, la historia ha demostrado que cuanto más bajo es ese nivel intelectual del candidato, más probabilidad tiene de ganar las elecciones. Esto por poco ha sido invariable en la historia política del país.
En Argentina no se elige a un presidente o gobernador por lo que este tiene dentro de la cabeza sino por lo que tiene fuera de ella, es decir, por su exterior y no por su interior. Son factores decisivos para su voto positivo o negativo: su cabello, sus expresiones faciales, modos, gestos y -finalmente- por lo que dice. Lo que hizo en el pasado o hace en el presente es algo completamente secundario y está en las escalas inferiores de las valoraciones por las cuales se decide su voto o se le niega el mismo. El resultado de estas últimas elecciones vuelve a probar la realidad de esta tesis.
Es un país poco serio el que elige sus candidatos por las simpatías o antipatías que les despierten o por sus estilos de expresión. Igual que las promesas de campaña, que es la materia prima sobre la cual trabaja todo aquel que quiere ser político o mantenerse dentro de la política. Eso es lo superficial, la cáscara, lo que -en definitiva- les importa a los argentinos promedio. Y lo que cuenta para este votante medio es la banalidad, lo trivial, lo externo. Muestra de ello es el bochornoso espectáculo armado por el gobierno entrante en la Plaza de Mayo, expresión del mal gusto, la grosería y la puerilidad que tanto agrada y atrae al peronista, pero también al no-peronista, aunque en grado menor.
Este es un análisis que excede el nombre puntual de los personajes, ya que se trata de algo inmutable que se repite a lo largo de la historia argentina a partir de la década del 30 del siglo XX. Los personajes políticos cambian, mientras la historia se reitera una y mil veces en lo grande y en lo pequeño.
Los cargos públicos de todos los niveles son ocupados por gente con cada vez mayor incapacidad para desempeñarlos. Y la falta de idoneidad para ello no sólo es de origen sino también de ejercicio, lo que queda plasmado -en la práctica- en los siempre negativos resultados obtenidos. La idoneidad de la que habla la Constitución de la Nación Argentina ha sido reemplazada por la mera afiliación partidaria o la adhesión incondicional al líder de turno. Con tales parámetros ningún país puede salir del pozo como en el que se encuentra la Argentina.
Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. Síguelo en  @GBoragina

LIBERALES, CONSERVADORES Y NACIONALISTAS, METIDOS EN SU QUINTITA.

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 22/9/19 en: http://gzanotti.blogspot.com/2019/10/liberales-conservadores-y-nacionalistas.html

 

Ayer encendí el televisor para ver algo del debate. Me encontré con Espert diciendo a Macri y a Fernández: “muchachos, abrácense”.

Apagué el televisor.

El firmante no tiene necesidad de aclarar su adhesión a las ideas liberales ni tampoco su adhesión a los principios cristianos que se manifiestan en muchas de las palabras de Gómez Centurión.

Pero ambos representan espacios de gente que cree que está en el mejor de los mundos posibles.

Saben perfectamente que no van a ganar, que ni siquiera tendrán influencia en un eventual y milagroso balotaje, y aún así se presentan, restando votos al milagro.

No entienden que votar por Macri NO es votar por Macri. En estos momentos (y más después de lo que está pasando en Ecuador y Chile) que en la Argentina ganara nuevamente el kirchenrismo implica que el Foro de San Pablo y su violencia tuviera un territorio más en su imperio, con lo cual el eje comunista-fascista de Rusia-China-Cuba-Venezuela-Farc, más violencia guerrillera en Ecuador y Chile,  tendría en la Argentina un aliado más. A parte de la desastrosa situación interna que eso va a provocar.

Porque la opción NO es entre Macri y Fernández, sino entre el orden constitucional y el comunismo.

Listo, así de simple. Si se hubieran dado cuenta, no sólo no se hubieran presentado, sino que hubieran presentado un frente unido de diputados y senadores.

Pero no. Unos quieren que la Argentina sea Rothbard, los otros, que sea Pío IX, Rosas y Menvielle. Unos sólo leen The libertarian manifiesto, los otros sólo leen a Lugones. Con esa ceguera no entienden qué está sucediendo, qué es lo que se está jugando.

No se dan cuenta de que, si hay orden constitucional, van a poder seguir debatiendo si Rothbard o Castellani. Si no, tendrán, muy a su pesar, que exiliarse en Marte.

Pero no sólo ellos: todos nosotros.

Gracias muchachos. Ustedes sí que deberían abrazarse.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación. Síguelo en @gabrielmises 

¿Vuelve el «segundo semestre»?

Por Alejandro Tagliavini. Publicado el 29/10/19 en:  https://www.ambito.com/vuelve-el-segundo-semestre-n5062440

 

¿Vuelve el segundo semestre?

Va contra la naturaleza el que un cuerpo vivo no crezca, no existe semejante situación, si no crece muere. Es ley de la vida, del cosmos. Por eso, al decir Macri que debía esperarse el “segundo semestre” para crecer, sabíamos que íbamos mal. Una sana política económica, aliviando la represión fiscal sobre el mercado -sobre los millones de argentinos- desembocaría en un crecimiento inmediato, pero la racionalidad a los políticos no les entusiasma porque supone perder poder.
Así, ahora el presidente electo dice que “vendrán tiempos difíciles”, la nueva versión del “segundo semestre” macrista.
“Más de 300 empresas españolas, ante el fantasma de la expropiación de YPF” titulaba un artículo de El Economista de Madrid. Si Alberto Fernández gana, continuaba, para España, el segundo inversor extranjero directo después de EE.UU., no será un trago fácil de digerir: más de 300 empresas ibéricas… están expuestas al riesgo argentino… que después de la expropiación de YPF… suena demasiado alto…”.Pero, en realidad, los perdedores fueron otros. Cuenta Claudio Zuchovicki que, en 2014, se decidió resarcir a Repsol y comprar el 51% de sus acciones en YPF. Para ello se emitieron u$s6000 M de deuda. Ahora se pierde un juicio por u$s3000 M por cómo se hizo esa operación. O sea, los argentinos pagamos u$s9000 M, más intereses, por el 50% de una empresa que hoy vale la mitad.

Habrá que tener paciencia, continuaba el artículo, ya que, si bien la expresidenta para muchos españoles es un factor de espanto, lo cierto es que el peronismo ha tenido diferentes facetas en los 90, con Menem, grandes grupos españoles como Telefónica se hicieron de las compañías privatizadas y expandieron sus negocios. El récord de inversión fue en 2010, con el kirchnerismo cuando la cifra superó los €9.000 M (hoy es inferior a 6.000 M). Banco Santander -el principal banco extranjero del país-, BBVA, Codere, Indra, ACS y Mapfre son algunas empresas exitosas en tiempos de peronismo.

Macri, “la promesa conservadora” enamoró a los mercados, burócratas y presidentes del mundo, pero en los hechos, los números no cerraron. En 2018, por la devaluación principalmente, unas 30 cotizadas españolas perdieron unos €1.000 M. “Para nosotros, el riesgo es que siga Macri, no que pierda”, le dijo a El Economista un ejecutivo español.

Como sea, los inversores miran la restructuración de la deuda, cuál será el alcance del reperfilamiento y qué tan amigable será para el mercado. Hasta ahora, el futuro presidente habló de consensuar con los bonistas. Pero sería necesario concretar un mayor ajuste fiscal, y lograr un acuerdo con el FMI para ver cómo se estructurará la devolución del préstamo de u$s 57.000 M que debería comenzar en 2021.

Como buen banco multi estatal y a pesar de su fama promercado -“neo liberal”- el FMI es todo lo contrario y propondría una quita al sector privado que puede resultar más contraproducente que los u$s5400 que faltan desembolsar.

En 2020 el nuevo gobierno debería cubrir vencimientos por u$s63.000 M, equivalente al 14% del PBI. Un recorte del gasto, como están las cosas, sería pura cosmética, ya que, por ejemplo, en Seguridad Social (jubilaciones, pensiones, beneficios sociales) se va el 40% del gasto primario y se indexa por inflación pasada. En el futuro, habrá que ver cómo se soluciona esto, entre tanto, más que recortar el gasto, con mercados de crédito cerrados, la opción de financiarse pareciera orientarse hacia la emisión monetaria -inflacionaria- o la suba de impuestos.

Ambas alternativas serían nefastas y terminarían de sepultar al país. Los políticos deben comprender que la represión al mercado -a los millones de argentinos- con regulaciones y presión fiscal, como toda represión logrará el efecto contrario, destructivo. Aunque políticamente incorrecto, el camino sano es el de desregular fuerte de modo que el mercado pueda expandirse y vender propiedades para hacer frente a las deudas y gastos hasta que el Estado se equilibre.

Y hablando de represión -de regulaciones- uno de los dilemas será cómo manejar al dólar para no acabar las reservas. Seguir con el cepo -como todo lo que coarta la libertad que no es una desgracia sino una virtud- irónicamente aumentará la inflación. La errada idea de que la suba del dólar provoca inflación cuando, en el peor de los casos, vía passthrough incide un 40% en un aumento del IPC, no deja ver que a más represión mayor será el estallido y que, lo mejor, es dejar a los argentinos libres para decidir sobre la divisa hasta que encuentre un precio de equilibrio sano que evite la fuga y potencie las exportaciones.

Por cierto, según LCG, en el mediano plazo, el único alivio vendría de las exportaciones, que aumentarían cerca de 4% permitiendo acumular reservas, lo que podría descomprimir parte de la presión interna sobre los precios importando más.

En la medida en que aumenta el cepo aumenta el “dólar peluquero” -rulo, bucle, blue, etc- que, a falta de dólares oficiales, será el que verdaderamente produzca el passthrough y así, irónicamente, con las restricciones no se detendrá la fuga, aumentará más el IPC y será inflacionario porque todo esto contrae la producción y el consumo, es decir, cae la demanda de dinero a la vez que aumenta la emisión.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE. Síguelo como @alextagliavini

El ideal de soberanía y nuestra relación con el mundo.

Por Guillermo Luis Covernton. Publicado el 7/10/19 en: https://issuu.com/desafioexportar/docs/desafio_exportar_n__171

 

La concepción del ámbito de autonomía de los gobernantes actúa como un lastre que impide el crecimiento y afecta fuertemente nuestra credibilidad como nación moderna.

 

La historia de la Argentina es muy rica en términos de su lucha por la libertad y por sus intentos de establecer un sistema jurídico que le permita expresar la autonomía de la voluntad de sus ciudadanos.

Pero si bien, en este primer aspecto, en su lucha por la libertad, ha podido exhibir éxitos notables y ha conquistado un lugar merecido en el consenso de las naciones, no se puede decir lo mismo de su accionar político e institucional, tendiente a establecer bases sólidas para que la autonomía de la voluntad de sus ciudadanos y sus intereses últimos se expresen y puedan ser defendidos eficazmente. En estos momento de gran virulencia electoralista es muy frecuente ver que la discusión cotidiana se enfoca en lo que debería hacer el presidente Macri. Para luego pasar a intentar delimitar lo que podría hacer el gobernante actual. Y para, luego, pasar a discutir qué es lo que apenas lograría cambiar un eventual gobierno alternativo de los candidatos Fernandez – Fernandez.

Y el problema sobre el que queremos reflexionar es que no parece que se alcance a ver que lo que está en juego no es el ejercicio de la autonomía de la voluntad de un gobernante, o de un equipo de gobierno alternativo. Sino que, en esencia lo que estamos discutiendo es la posibilidad de poder asumir un lugar en el consenso de las naciones que nos convierta en un país previsible, con objetivos claros, con políticas de largo plazo, creíbles, posibles y en las cuales exista un compromiso de sustentabilidad en el tiempo.

La concepción de Sarmiento de que la soberanía, lejos de residir en el gobernante, debe residir en el ciudadano, nos hace reflexionar sobre la necesidad de un accionar político en el que sean nuestros conciudadanos los que construyan, determinen y diseñen, con su accionar cívico, las líneas de política a implementar desde el gobierno. [i]

Debemos abandonar cuanto antes esta idea tan generalizada y mesiánica de que el camino para salir del pantano en que se encuentra hoy la Argentina, va a ser delineado por la mente preclara de un líder con capacidad innata de estadista, que tomará todas las decisiones acertadas que sean necesarias. Mientras el resto de los gobernados lo mira perplejo desde una tribuna. Especialmente, porque no estamos buscando líderes nuevos y que surgen de un consenso, entre quienes no han tenido actuación política en los últimos años. Sino que se pretende intentar alternativas diferentes, con los mismos protagonistas.

Pero, además, porque esto es una quimera. Un capricho adolescente. Una falta total de realismo político. Porque el problema no es Macri. Ni son Fernández y Fernández. Ni lo es el Fondo Monetario Internacional. Ni la política expansiva de China en Sudamérica. El problema es que, para que un gobernante pueda tomar las decisiones que las distintas facciones en pugna pretenden que asuma, haría falta renunciar a nuestras instituciones democráticas, a nuestros principios individuales y dinamitar todos los derechos individuales consagrados por nuestra carta magna. Lo cual es un inaceptable salto al vacío.

El único camino verdadero es sencillamente, resignarnos a aceptar que deberemos convertirnos en un país normal. En donde los contratos se respeten, la propiedad sea inviolable, las confiscaciones estén al margen del derecho argentino y la más absoluta libertad de comercio, asociación e inversión sea el verdadero motor del crecimiento.

El problema no es el precio del dólar. Claramente, no es mantener un tipo de cambio estable. Ni el alto nivel de las tasas de interés. Ni las “dificultades” que plantean las autoridades económicas para mantener los flujos de comercio exterior. Ni la escasez de capital para desarrollar las espectaculares posibilidades de crecimiento que tienen nuestras exportaciones.

El problema es que los desequilibrios que impone a la actividad privada la irresponsabilidad fiscal de los sucesivos gobiernos, desde los últimos 80 años, como mínimo, derivan en una emisión desmesurada de dinero, en primera instancia y luego de deuda pública, al agotarse esta primera posibilidad. Esto devalúa nuestra moneda y confisca los ahorros del público. Dispara a niveles exorbitantes las tasas de interés. Absorbe en su totalidad la masa de fondos prestables, que al ir a financiar al estado asfixia a la actividad privada. Que pierde competitividad internacional al no poder bajar costos al ritmo de los países competidores, ya que no iguala las tasas de inversión, ni mucho menos las tasas de capitalización para tener eficiencia productiva y economías de escala. Esto impide que la producción de bienes y servicios crezca como el crecimiento vegetativo de nuestra población lo requiere. Y una baja productividad deriva en salarios reales estancados desde hacen décadas. Asimismo, tasas de interés deliberadamente intervenidas por el gobierno, que más que reflejar la preferencia temporal de los ahorristas, apenas intentan anticipar expectativas inflacionarias, hacen imposible el cálculo económico de calidad que permitiría diseñar e implementar proyectos de inversión complejos, que demandan mucho tiempo, pero que son precisamente los que incrementan la productividad y las economías de escala.

Todas estas calamidades nos impiden comprometernos en políticas de crecimiento sostenido de nuestras exportaciones, que nos permitirían desarrollar los mercados externos que resultan imprescindibles para explotar nuestras ventajas competitivas.

Lejos de eso, la inestabilidad de nuestros flujos de comercio exterior hace imposible mantener un mercado cambiario que refleje las tendencias del comercio con el mundo y que, al mantenerse estable, nos permita encarar las necesarias inversiones que movilicen el crecimiento.

Gobiernos acorralados, que pretendan solucionar estos problemas, que como hemos descripto son estructurales, mediante controles cambiarios, reglamentación que traben nuestra vinculación comercial con el mundo y asimismo pretendan seguir manteniendo ficticiamente la cotización de una moneda doméstica devaluada, solo aceleraran el camino de la decadencia.

Y como hemos descripto al inicio, se llevarán por delante a todo nuestro sistema institucional, violentando las garantías constitucionales, lo cual alterará el funcionamiento de las instituciones republicanas y solo puede mantenerse sin solucionar los problemas de fondo, si se llega al apocalipsis de derribar el sistema democrático, como ya hemos visto que se ha hecho en otros países de la región. Sumiendo a los ciudadanos en una larga noche, atados al yugo de la tiranía.

Por todo esto, urge que los dirigentes asuman una realidad que no implica aceptar una pérdida de la soberanía. Sino, por el contrario, reconocer  que no son más que meros administradores de las decisiones y de la voluntad de los ciudadanos. Que son los verdaderos soberanos. Y que, en el ejercicio de esos actos de administración, deben velar por las instituciones y por el mantenimiento de las reglas de juego que hacen a la convivencia civilizada, en las naciones modernas y libres.

 

[i] DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO (1811–1888)  Por Héctor Félix Bravo. Recuperado el 26/9/19 de http://www.ibe.unesco.org/sites/default/files/sarmientos.PDF

 

 

Guillermo Luis Covernton es Dr. En Economía, (ESEADE). Magíster en Economía y Administración, (ESEADE). Es Profesor Titular de Finanzas Públicas, Macroeconomía, y Emprendimiento de Negocios en la Pontificia Universidad Católica Argentina, Santa María de los Buenos Aires, (UCA). Ha sido profesor de Microeconomía, y Economía Política en la misma universidad. Fue Profesor Titular de Proceso Económico en la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala, (UFM). Fue secretario de Confederaciones Rurales Argentinas, corredor de granos y miembro de la Cámara Arbitral de Cereales de la Bolsa de Comercio de Rosario. Fue asesor de la Comisión Nacional de Valores para el desarrollo de mercados de futuros y opciones. Fue director académico de la Fundación Bases. Es empresario y consultor.  Preside la asociación de Ex alumnos de ESEADE.

El problema son los infiernos, no los paraísos

Por Alejandro Tagliavini. Publicado el 25/9/19 en: https://www.ambito.com/el-problema-son-los-infiernos-no-los-paraisos-n5056435?fbclid=IwAR2tVeaOZPw6IfYoH-bkDIQvTRq7Ucj_vGMkWO404oFkRwGOepfnVDptBRI

 

El problema son los infiernos, no los paraísos

La lógica y el sentido común cada vez más escasos en el mundo, y en Argentina, quizás más. Siempre fue el infierno lo temible, pero ahora los políticos nos dicen que los paraísos deben ser combatidos, se diría que nos conducen al averno y, por tanto, necesitan que creamos que es bueno.

La “fuga” de capitales -FAE- fue récord en agosto, particularmente luego del “reperfilamiento”, superando los u$s5400 M esperados del FMI que probablemente no lleguen todavía, y también la salida de depósitos en dólares a lo que hay que sumar más de u$s4.000 M por repatriaciones extranjeras. Ya se fugó el 97,8%, según Hernán Herrera del CEPA, de lo que prestó el FMI que se dedica a financiar gastadores seriales y bicicletas. Y los bancos “bloquearon” préstamos en divisas: desde las PASO al 18 de septiembre, según el BCRA, el stock de préstamos en dólares a los privados se redujo 13,7% y las prefinanciaciones cayeron 15%.

Para colmo, quienes ingenuamente le creyeron a Macri y blanquearon su dinero -u$s116.000 M- perdieron hasta el 70% en dólares, aquellos que pesificaron -el 77% fue a cuentas e inversiones- y les subieron la alícuota de Bienes Personales -que hoy se paga a partir de apenas u$s20.000- del inicial 0,25% al 0,75%, y podría aumentar.

Y Alberto Fernández podría “gravar severamente a los poderosos”. Suena a “cliché” político. Los poderosos, los ricos, siempre tienen más vías para escapar de la voracidad fiscal. Las empresas, por caso, suben precios, bajan salarios y/o dejan de invertir demandando menos mano de obra. Así, la carga recae sobre los pobres -de hecho, es la principal causa de pobreza- y devolverles, por asistencialismo, es irrisorio ya que, después de pasar por la burocracia -sino corrupción- poco les llega.

Si se busca que no se dispare el déficit, probablemente se termine reestructurando la deuda -canje con quita, luce inevitable- estirando los vencimientos de capital más allá de 2025 y reduciendo el peso de intereses en los próximos años, ahorrándose unos u$s20.000 M anuales.

Además, según el CIPPEC, para equilibrar la balanza de pagos hasta 2023 y crecer un 3% anual, es necesario un aumento de las exportaciones de u$s25.000 M, un crecimiento del 9% anual partiendo de u$s84.000 M estimados para 2019. Y para ello es imprescindible lo contrario: bajar la presión fiscal para que los precios sean competitivos y las inversiones rentables.

Casi todos quieren revertir el blanqueo, lo que no es fácil, más allá de viajar a Uruguay. Existen mecanismos sofisticados y legales no accesibles para la clase media, como conseguir una Visa de residente en EE.UU. invirtiendo u$s500.000 -900.000 desde noviembre- o la misma cantidad en euros para Europa, Portugal. Para algunos la Transparencia Fiscal Internacional adoptada por más de 106 países hace prácticamente imposible mover activos sin declarar, pero la realidad los desmiente.

Aunque no puede conocerse con precisión, porque se esconde, según el interesado FMI -como toda burocracia multiestatal que vive de los impuestos- los fondos en paraísos fiscales llegan al 8% del PBI mundial, u$s 7 B y, según Boston Consulting Group, crecieron un 5% anual entre 2012 y 2017, más que el PBI global, a pesar de los “esfuerzos” -algo hipócritas- para combatirlos de los gobiernos que “pierden” u$s 1,1 B anuales en su recaudación. La corrupción debe solucionarse desde la raíz, en su origen. Hecha la aclaración, los paraísos fiscales son lugares adonde las personas escapan de la voracidad fiscal depredadora. Y, por cierto, a mayor presión fiscal más desigualdad, ya que los ricos se escapan más y es mayor la evasión. El 0,1% más rico de Rusia tiene el 12,5% de la riqueza del país de la cual el 60% está offshore, mientras que el 0,1% más rico de EE.UU. tiene el 7,8% de la riqueza total del país, y solo el 6,5% está offshore.

Según Tax Justice Network, “jurisdicciones del Reino Unido y algunos países de la OCDE” lideran el ranking de paraísos fiscalesSin olvidar a EE.UU., quizás el mayor paraíso fiscal de la historia, y Hong Kong dependiente de China. Al mismo tiempo, Luxemburgo, gracias a sus leyes, alberga tanta inversión extranjera directa como EE.UU. A nivel global, las inversiones “fantasma” suman u$s15 B anuales, superando al PBI chino.

Es evidente el porqué del interés de los políticos en que se paguen impuestos. Roberto Cachanosky, en TV con la presencia de la diputada Victoria Donda, dijo que el presupuesto de la cámara de diputados es de €150 M y así cada diputado “cuesta € 49.000” al mes, el doble que en España. Y cada senador “cuesta €171.000” mensuales contra 17.500 de uno español.

Según Reverso esto es “engañoso” porque no todos los gastos van a los parlamentarios. Cachanosky luego aclaró que ese costo no era el sueldo bruto. Para Reverso, el sueldo anual de un diputado argentino es de €53.743 brutos, y el de uno español de 68.642 (sin complementos y movilidad), y los senadores locales perciben un salario anual de €61.419 contra 68.621 (sin complementos y movilidad) de los españoles. Así queda reafirmado el espíritu de lo que dijo Cachanosky, ya que en Argentina -34% de pobreza y PBI p/cápita de €10.500 en 2018- deberían cobrar menos del tercio de lo que cobran en España -6,9% de pobreza y PBI p/c de €25700, 2018- y, aun así, el pueblo español se queja por estos sueldos exagerados.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE. Síguelo como @alextagliavini

El voto liberal, en la encrucijada

Por Enrique Aguilar: Publicado el 26/7/19 en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/columnistas/el-voto-liberal-en-la-encrucijada-nid2271251

 

Es factible que el intento de sacar a José Luis Espert de la competencia electoral haya sido una maniobra artera, pero sin sentido. Con fórmulas presidenciales ya acordadas y listas únicas de candidatos a cargos legislativos, el 11 de agosto no tendremos verdaderas primarias. Solo sabremos quiénes alcanzan el piso del 1,5% de los votos requeridos para los comicios de octubre. De este modo, con Espert fuera de juego, lo único que se hubiera logrado es burlar las preferencias genuinas y la voluntad de no pocos electores, especialmente jóvenes, que, por las razones que fueren, cifraron en el economista liberal sus expectativas hacia el futuro manifestando asimismo su descontento presente.

También resulta cuestionable que el propio Espert, como referente del liberalismo, asimile sin más el gobierno de Macri al de CFK. Por ejemplo, cuando en un programa de televisión abierta afirmó días pasados que «habría que frotar la lámpara» para saber cuál fue peor que otro, como si se tratara de una obra en dos actos. De la misma manera, al ser consultado enseguida sobre un eventual ballottage entre Macri/Pichetto y Fernández/Fernández, prefirió no expedirse escudándose en el carácter secreto del voto. Dos gestos de una gran irresponsabilidad política en estas horas cruciales para la historia de nuestro país.

Todavía cuesta digerir la complicidad de varios liberales latinoamericanos con las dictaduras y los regímenes represivos que asolaron a la región en los sesenta y setenta, o su indiferencia frente a los crímenes perpetrados por el terrorismo de Estado, que ningún apóstol de liberalismo clásico hubiera podido convalidar. Recuperada la democracia, como se recordará, otra generación de liberales volvería a renegar de las fuentes (de Locke, Montesquieu, Smith, Madison, etc.) cuando, en nombre de la apertura económica y una política de privatizaciones que mayormente resultó en un traspaso de monopolios públicos a monopolios privados, consintió durante los noventa el gobierno por decreto, el «robo para la corona», la frivolización del poder, la falta de control legislativo y la existencia de una Justicia cooptada.

Ciertamente, no es este el caso de Espert, un hombre inteligente, valiente y de convicciones firmes (todo lo contrario, pues, de algunos inescrupulosos que cambian de filas como de corbata deshonrando su profesión), quien difícilmente asociaría ninguna de aquellas experiencias con el liberalismo. Sin embargo, retacear una respuesta sobre un posible ballottage entre las dos principales candidaturas supone, quiérase o no, una forma de subestimar la gravedad de lo que vivimos durante la llamada década ganada: la corrupción institucionalizada, la persecución al periodismo independiente, los magistrados comprados, la confrontación fomentada desde la retórica oficial, el servilismo, el escrache y otros tantos hechos oprobiosos que exceden la mala gestión económica y son en un todo incompatibles con los principios más elementales de la filosofía liberal.

El gobierno de Macri cometió demasiados yerros como para que el enojo de amplios sectores de la población no resulte comprensible y justificado. A la vista están las promesas incumplidas, la inflación, el aumento de la pobreza, el desempleo, la voracidad fiscal y el endeudamiento mayúsculo que afrontamos. Y por supuesto la actitud sectaria de algunos funcionarios que, a fuerza de voluntarismo y arrogancia («fatal arrogancia», la llamaría Hayek), subestimaron la realidad dejándonos a las puertas de un fracaso histórico.

Así y todo, aunque debamos resignar la potestad de hacer valer nuestra independencia para votar en una dirección que no nos complace, la perspectiva de una segunda vuelta no deja lugar para las vacilaciones ni para frotar ninguna lámpara. «A ellos les dejamos el silencio», dijo una vez la expresidenta. Es de prever que ni eso nos dejarán esta vez. La reforma judicial y la Conadep del periodismo parecen por ahora aspiraciones delirantes. Pero no seamos ingenuos, pues todo cabe en la imaginación K. Fueron por todo, se quedaron con mucho y vendrán probablemente por más. El voto liberal tiene la oportunidad de contribuir a evitar ese desenlace.

 

Enrique Edmundo Aguilar es Doctor en Ciencias Políticas. Ex Decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Políticas y de la Comunicación de la UCA y Director, en esta misma casa de estudios, del Doctorado en Ciencias Políticas. Profesor titular de teoría política en UCA, UCEMA, Universidad Austral y FLACSO,  es profesor de ESEADE y miembro del consejo editorial y de referato de su revista RIIM. Es autor de libros sobre Ortega y Gasset y Tocqueville, y de artículos sobre actualidad política argentina.

¿A dónde se fue la plata de la deuda?

Por Iván Carrino. Publicado el 27/12/18 en: https://contraeconomia.com/2018/12/a-donde-se-fue-la-plata-de-la-deuda/

 

Llega el fin de año y con él las reuniones del trabajo,  las de los amigos y las de la familia para pasar en conjunto las fiestas.

Es una tradición que se repite a nivel global, casi independientemente de la religión de cada uno. Llega la navidad y todos esperan dar y recibir regalos. Pocos días más tarde, un año nuevo comienza, junto con todos los deseos y las expectativas para los 365 días que vienen.

Otra tradición, tal vez más argentina, a causa de nuestras repetidas y casi inevitables crisis económicas, es la discusión política. En algunas mesas, esto prefiere evitarse, ya que puede dar lugar a grietas. En otras, el tema se lleva mejor.

Este año en mis reuniones hubo una pregunta que se repitió bastante. Ya sea en mi grupo de amigos de la vida o entre la familia, una duda recorría las mentes de todos: ¿qué se hizo con la plata de la deuda?

¿Con toda la deuda que tomó este gobierno, cómo  es posible que sigan igual (o incluso peor) la seguridad, la salud, y el estado de la economía?

A continuación, intentaré responder esta pregunta.

El estado como una empresa

Por más que a algunos les resulte totalmente irritante la comparación entre el gobierno y una empresa, para analizar este tema en particular el recurso es realmente útil.

Así que imaginemos que una empresa tiene gastos anuales por USD 10.000, que cubre con sus ingresos anuales por USD 12.000. A fin de año, la ganancia de la compañía es de USD 2.000.

Los USD 10.000 de gasto están divididos de la siguiente forma:

  • USD 5.000 son salarios.
  • USD 2.000 se llevan los gastos de electricidad, gas y agua.
  • USD 1.000 es decoración de las oficinas.
  • USD 1.000 se van en servicio técnico de las computadoras.
  • USD 1.000 son impuestos a los ingresos brutos.

En este esquema, si la empresa decidiera comprar una nueva computadora de unos USD 3.000, no podría hacerlo con los ingresos corrientes. Dado que de sus USD 12.000 solo le quedan USD 2.000 una vez que se deducen los gastos, si quisiera comprar un bien de capital por USD 3.000, entonces le estarían faltando USD 1.000.

Aquí es donde ingresa el endeudamiento. La empresa podría ir al banco y pedir mil dólares en préstamo, comprometiéndose a pagar intereses y devolver el monto en un plazo futuro.

Frente a este escenario: ¿qué responderíamos a la pregunta de a dónde se fue la plata de la deuda?

Rápidamente, seguro que diríamos que los USD 1000 de deuda fueron a parar a la compra de la nueva computadora. Y eso es parcialmente cierto, pero dado que el dinero es fungible, también podríamos decir que  fueron a pagar la decoración de las oficinas.

Dicho de otra forma, si en el año 2019 la empresa decidiera no decorar nuevamente la oficina, entonces habría tenido los mil dólares disponibles para comprar la máquina,  por lo que no hubiera sido necesario endeudarse.

Pero dado que sí decidió decorar las oficinas, entonces ese préstamo permitió que eso ocurra.

Con esto en mente, analicemos el caso del gobierno durante los años de la “Gestión M”.

El problema es el gasto

En el caso particular del endeudamiento, al estado le ocurre lo mismo que a la empresa privada. Si gasta más de lo que ingresa, entonces tiene que endeudarse.

En 2018, de acuerdo con los datos del presupuesto aprobado recientemente en ambas cámaras del congreso, el cuadro de ingresos y gastos fue el siguiente:

Concepto Monto (en millones de pesos)
Ingresos Totales (Impuestos, rentas, otros) 2.625.000
Gasto Primario Corriente 2.758.000
Gasto de Capital 232.000
Pago de Intereses 400.000
Resultado Total -765.000

 

Aclarando un poco los números, resulta que los ingresos totales del estado nacional, explicados fundamentalmente por la recaudación de impuestos, ascendieron este año a $ 2,6 billones.

Por otro lado, el gasto primario corriente, que incluye jubilaciones, subsidios económicos, gastos de funcionamiento y transferencias a provincias, totalizó $ 2,76 billones. Por su parte, el gasto en obra pública fue de solo $ 232.000 millones, y el pago de intereses de la deuda se llevó $ 400.000 millones.

¿Qué nos dice esto?

En primer lugar, que el resultado fiscal del gobierno fue de menos 765.000 millones. Es decir, USD 19.000 millones de agujero fiscal que alguien tendrá que financiar. No extraña, entonces, que excluyendo Letes y Lecap, las emisiones de deuda de 2018 hayan totalizado USD 30.000 millones.

Es que el gobierno no solo se endeuda para poder solventar su nuevo déficit, sino también para pagar los intereses que le generaron sus déficits pasados. Si sumamos los $ 765.000 millones y los $ 400.000 millones y los dividimos por un tipo de cambio de $ 39, llegamos a una cifra de casi USD 30.000 millones.

Respuesta final

Entonces, al final, ¿a dónde se va la plata de la deuda?

Pues muy sencillo: a pagar el déficit fiscal del gobierno y los intereses de deuda contraída en el pasado, explicados también por el déficit fiscal del gobierno.

O sea que discutir en qué se va el dinero de la deuda es lo mismo que discutir el cómo y cuánto gasta el gobierno. En resumidas cuentas, si se quiere menor deuda, pero no se quieren subir impuestos, entonces la única solución es tener menor gasto.

La deuda es hija del gasto público, y el único motivo de su existencia es todos y cada uno de los rubros del gasto que, una vez que superan a los ingresos, deben necesariamente financiarse con endeudamiento.

Para cerrar, la plata de la deuda no va a la fuga de capitales como dicen algunos. Va a pagar subsidios, jubilaciones, salud, educación, seguridad, salarios estatales, Aerolíneas Argentinas, pauta publicitaria oficial, diputados, senadores, etc. etc. etc.

¿Te molesta la deuda? Entonces andá pensando qué rubro del gasto te parece que es mejor reducir.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano. Es Sub Director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.

Argentina, o cómo desaparece un país

Por Alejandro A. Tagliavini. Publicado en: https://alejandrotagliavini.com/2018/08/17/argentina-o-como-desaparece-un-pais/

 

Viajando por Europa me sorprendió la ausencia de noticias sobre nuestro país, salvo una perdida nota en un periódico madrileño… y no era buena. Ni mis ocasionales interlocutores hablaban al respecto.

Nos mató la soberbia. Demasiado intrigado, le pregunté a un destacado empresario -amigo de confianza- el por qué, de este fuerte “silencio de radio”. Y con crudeza me dijo que nadie quiere hablar mal de Argentina pero se sienten superados por tantas y tan reiteradas frustraciones, y que solo escuchan a los mismos dirigentes insistiendo en las ya fracasadas recetas: por soberbia no corrigen el fracaso.

Y tienen razón. El REM que todos los meses realiza el BCRA es un verdadero paradigma del yerro y, sin embargo, se sigue realizando y muchos siguen los consejos de los consultados. Basta mirar cualquier programa político en la TV para ver que hemos perdido el sentido común: por caso, ser un ex funcionario debería ser un fuerte descrédito dado que todos los políticos han sido parte de gobiernos desastrosos pero, por el contrario, es un gran currículo que motiva la consulta… para fracasar otra vez como vislumbran los extranjeros.

“Aumentan las tensiones el globo y los inversores se refugian en los activos de EE.UU.”, explica Fiona Nguyen, del IIF, “activos que representan ya el 58% de las carteras de fondos mundiales”. Entre abril y junio, los inversores inyectaron unos US$ 40.000 M a la bolsa americana y otros 8.000 M a los fondos de renta fija. En cambio, entre mayo y junio, de la renta variable europea salieron unos US$ 17.000 M, y de la renta fija US$ 8.000 M.

La economía de EE.UU. avanzó 4,1% en el segundo trimestre y mantiene un ritmo del 4,3%, según la Fed. Los beneficios empresariales disfrutan todavía de la reforma fiscal y “los resultados del segundo trimestre han sido estelares con un incremento del beneficio por acción del 25%”, según David Kostin de Goldman Sachs. Así, la rentabilidad acumulada por el MSCI EE.UU. en lo que va de 2018 es del 6,4%, mientras que el MSCI World (excluyendo EE.UU.) retrocede 6,6% y el MSCI Emerging Markets cae 4,6%.

Pero, “no se espera que la crisis turca se extienda, dado que los problemas son más endémicos que sistémicos”, avisa Sam Stovall, estratega de CFRA. O sea, el que países como Argentina culpen a Turquía es falta de seriedad. La divisa otomana se recuperaba después de conocerse que Qatar invertirá US$ 15.000 M en Turquía, para evitar un rescate del FMI.

Entretanto Dujovne aseguró no hay posibilidad de mega crisis ni default, y se me erizó la piel. Por cierto, con soberbia aseguró que “hay mucha gente a la que le cuesta llegar a fin de mes” pero la culpa es de los otros -el kirchnerismo- nunca nuestra. El único artículo sobre argentina que encontré en El País de Madrid decía que Macri anunció tres medidas para “reducir el déficit fiscal” en $ 65.000 M que afectan al campo, y por supuesto, se trata de mantener el tamaño del Estado a costa de seguir destruyendo al mercado.

Sí hay preocupación entre los analistas de Wall Street. Según el BCRA la dolarización de los ahorristas ya supera a la de la era Kirchner. “Los funcionarios ya erraron en abril y mayo. Intervinieron, perdieron dólares e igual tuvieron que conformarse con un tipo de cambio más alto” dicen y rematan que el Gobierno no tiene margen para seguir sacrificando reservas, ni con ayuda del FMI.

En la fase inicial de la “corrida”, las reservas cayeron en US$ 3.425 M. Llegaron los US$ 15.000 M del FMI, pero no se calmó y en los últimos dos meses salieron otros US$ 6.653 M adicionales. Los bonos registraron caídas estrepitosas, y hoy Argentina luce un “riesgo país” peor que el de varios africanos. El rendimiento de algunos títulos de mediano y largo plazo supera el 11% anual, lo que hace imposible pensar en el mercado de crédito voluntario.

Ronda el fantasma del default. La curva que dibujan los rendimientos de los bonos soberanos argentinos en dólares se invirtió, reflejando el estrés financiero. Cuando las tasas de corto plazo superan a las de largo, significa que el panorama cercano se ve muy difícil en comparación con las posibles renegociaciones de deuda en el futuro. Aunque los analistas solo adjudican 20% de probabilidad de default, los seguros se dispararon alcanzando máximos de tres años, arañando los 700 puntos.

En este país del sinsentido, hasta ONGs “liberales” supuestamente pro mercado, aconsejan las medidas que el BCRA implementó, como elevar los encajes y las tasas de interés y poner límites a los bancos para sus tenencias dolarizadas. todas medidas que implican una mayor exacción de fondos del mercado por parte del Estado. De modo que la cosa va para peor.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.

Supermartes: Victoria pírrica?

Por Nicolás Cachanosky. Publicado el 16/5/18 en: https://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2018/05/16/supermartes-victoria-pirrica/

 

El día de ayer vencía un importante monto de Lebacs (bonos de corto plazo del BCRA.) Dado el contexto cambiario de los últimos días, había un entendible temor a que tenedores de Lebacs decidiesen no renovar sus bonos, obtener el pago en pesos, y con esos pesos comprar dólares. Nada serio sucedió el martes. Pero puede ser temprano para festejar.

Los tres escenarios posibles son los siguientes

  • ESCENARIO 1: El martes se liquidaban las Lebacs y la crisis cambiaria pasaba a mayores.
  • ESCENARIO 2: El martes se renuevan las Lebacs, se calma la crisis, pero el gobierno no modifica su política económica y el problema sigue latente
  • ESCENARIO 3: El martes se renuevan las Lebacs, se calma la crisis, y el gobierno toma medidas para solucionar el problema de fondo

Hoy miércoles sabemos que no estamos en el escenario 1. Lo que no sabemos es si estamos en el escenario 2 o 3. Lo bueno de que no haya sucedido el escenario 1, es que los eventos que llevaron al supermartes finalmente motiven al gobierno a ir al escenario 3. Pero si vamos encaminados al escenario 2 (patear la pelota para adelante), entonces no hay mucho que festejar.

Como ya es costumbre en Cambiemos. Los dichos de Macri están bien alineados respecto a lo que el país necesita. Cuando Macri habla, parece que Argentina se encamina al escenario 3. Cuando sus ministros (y autoridades del BCRA) hablan, parece claro que Argentina va camino al escenario 2.

Pero hay otra cuestión a tener en cuenta. Es cierto que el supermartes no pasó a mayores y el tipo de cambio se mantuvo estable. Esto se logro, sin embargo, a costa de:

  • Perder entre 4000 y 5000 millones de reservas del BCRA
  • Poner sobre la mesa cambiaria una oferta por otros 5000 millones de reservas
  • Subir el retorno de las Lebacs al 40% (tasa real en torno al 15%)
  • Que el Tesoro emita nuevos bonos en pesos

Es esto una victoria o una victoria pírrica? Cuántas victorias así podemos tener? El volumen de Lebacs a liquidar sigue dando vueltas en el mercado. Qué va a suceder el próximo supermartes? Por cuánto tiempo se pueden mantener estas altas tasas de interés? Que va a suceder con la oferta monetaria (inflación) y el tipo de cambio si el BCRA decide bajar la tasa de interés?

En medio de este tumulto cambiario, se dió a conocer el nuevo dato de inflación. Nuevamente con valores similares a los del gobierno K. También se conocieron mejoras marginales en el frente fiscal. Como comentaba en mi previo post, percibo que está tomando forma la interpretación de que la crisis fue mala suerte (un shock externo inesperado) y que por lo tanto no ha habido ni errores ni responsabilidades por parte del equipo económico.

 

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE). Fué profesor de Finanzas Públicas en UCA y es Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver.