El poder judicial y la garantía de la Constitución

Por Enrique Edmundo Aguilar. Publicado el 24/10/12 en http://www.elimparcial.es/nacional/el-poder-judicial-y-la-garantia-de-la-constitucion-113211.html

 La ventaja más visible del principio de la revisión judicial es que ofrece una garantía sólida frente a la posibilidad de que una ley ordinaria o un decreto del Ejecutivo contraríen normas constitucionales. La materialización de este principio requiere, como es obvio, de jueces probos e idóneos, capaces además de hacer valer la independencia del Poder que integran mostrándose impermeables a las presiones procedentes de las otras ramas del gobierno. De este modo, el poder judicial, como verdadero custodio de la Constitución, resguarda también las libertades de los ciudadanos frente a la injerencia creciente de un Estado que amenaza con inmiscuirse en lo mínimos pormenores de sus vidas.

En cambio, si los jueces se prosternan ante el Ejecutivo de turno o convalidan con su silencio todas acción legislativa, la indefensión se apodera de los ciudadanos que se quedan sin esa salvaguardia esencial destinada a impedir entre otras cosas que la regla mayoritaria sea entendida como un cheque en blanco librado a los gobernantes para que actúen sin otros límites que los que su sola voluntad les imponga.

La Argentina atraviesa una situación en la cual la independencia de la Justicia es considerada por muchos como la última esperanza que nos queda para evitar el desplazamiento de un sistema político por otro. Me refiero, más precisamente, al desplazamiento de una democracia republicana que todavía subsiste, cuando menos, en la letra de la Constitución, por otro sistema que, más allá de las denominaciones (“democracia dirigida” es para mí la más ajustada) funciona en la práctica como una autocracia electiva que por lo visto pretende haber llegado para quedarse.

Son numerosas las causas en manos de la Justicia que involucran a funcionarios y decisiones de gobierno. Confiemos, pues, en que los jueces sepan estar a la altura de las circunstancias, preservando nuestro marco constitucional y, al cabo, la legalidad democrática.

 

Enrique Edmundo Aguilar es Doctor en Ciencias Políticas. Decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Políticas y de la Comunicación de la UCA y Director, en esta misma casa de estudios, del Doctorado en Ciencias Políticas. Profesor titular de teoría política en UCA, UCEMA, Universidad Austral y FLACSO,  es profesor de ESEADE y miembro del consejo editorial y de referato de su revista RIIM.

NO HA MUERTO UN ESTADISTA

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 27/10/12 en http://www.gzanotti.blogspot.com.ar/

Como todos los 27 de Octubre, lo reiteramos, y lo seguiremos reiterando todos los 27 de Octubre, siempre. Este año habría que destacar especialmente: «…Se rodeó de las peores personas, llenas de resentimiento y enloquecidas de odio, verdaderas personalidades psicopáticas en cuyas manos puso prácticamente al país y así seguimos».

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DOMINGO 31 DE OCTUBRE DE 2010
NO HA MUERTO UN ESTADISTA
Los que me conocen saben que no acostumbro contar en público las costumbres religiosas que sean privativas de mi intimidad. Pero dadas las circunstancias diré que, apenas me enteré de la muerte de Néstor Kirchner, dirigí mi mirara hacia la imagen de la Virgen de Lourdes que tengo en mi escritorio y recé una oración por su alma, como lo hago por todos los difuntos.

Por lo demás, vamos a decir algunas obviedades, que en este país nunca parecen serlo.

Acompañamos en el dolor a sus familiares, Señora Presidente incluída, por supuesto.

Entendemos el dolor sincero de todos sus seguidores y de todos los que pensaban como él. 

Pero que dirigentes que, hasta el martes, lo criticaban duramente, incluso en términos personales, lo llenen ahora de elogios y hasta lo presenten como un gran estadista “a pesar de las diferencias” nos suena a la más barata hipocresía.

Tal vez el problema es que muchos han atacado personalmente al ex presidente. Y ese es el problema. Nunca los ataques deben ser personales, sino a las políticas y acciones que realicen las personas en su función pública, Y en ese sentido, en fácil posición estamos los que siempre hemos señalado la peligrosidad de sus ideas y acciones independientemente del juicio sobre su persona que sólo compete a Dios. Esto es, los que siempre hemos señalado el daño espantoso que Néstor Kirchner ha implicado, lo seguiremos haciendo; su muerte no borra en absoluto lo que hizo y ninguna muerte convierta a un cuasi dictador en un estadista. Se es estadista antes de morir, no después.

Nestor Kirchner revivió el odio y la venganza de los terroristas que en los 70 asesinaron en nombre de Marx y la liberación, y puso a varios de ellos en el gobierno. Juzgó para un solo lado, y ese doble standard borra toda autoridad moral a su política de derechos humanos. O todos son juzgados o todos son perdonados.

Nestor Kirchner incentivó el odio, y su estilo de “crispación” era la coherente expresión de aquél que piensa que de un lado están los explotados y del otro los explotadores. De ese modo, violó permanentemente el orden constitucional republicano donde esa dialéctica marxista no tiene cabida. Siempre fue coherente. Manipuló a los jueces y desobedeció a lo corte. Ignoró al poder legislativo. Persiguió a los que pensaban diferente y podían hacerle sombra. Digno discípulo de Juan Domingo Perón.

Provocó con todo ello una enorme anomia institucional.

Confiscó los fondos de las AFJP. No es que cambió el sistema: confiscó los fondos de los depositantes.

Comenzó a perseguir a la prensa libre; creó una ley de medios especialmente pensada para suprimir a todo pensamiento diferente.

Subió la carga impositiva, expandió el gasto, comenzó a emitir, liquidó al banco central independiente, intentó controlar precios, re-estatizó empresas, subsidió a las empresas de servicios públicos con más gasto público, generó clientelismo político, privó de libertad a las provincias con el control de sus fondos, llevando a la economía hacia una nueva crisis que aún no se ha desencadenado del todo.

Concentró, consiguientemente, todo el poder.

Se rodeó de las peores personas, llenas de resentimiento y enloquecidas de odio, verdaderas personalidades psicopáticas en cuyas manos puso prácticamente al país y así seguimos.

A nivel internacional, se alió con Chavez, en una alianza profunda cuya peligrosidad, en tanto a la cubanización de toda América Latina, pocos llegaron a advertir, y muchos siguen sin advertir. Sostuvo a los peores dictadorzuelos latinoamericanos y logró manipular la absurda Unasur para ese servicio, bajo la complicidad o indolencia de los demás dirigentes.

Promovió el aborto, promovió un tema grave como la ley de matrimonio homosexual por motivos políticos y al principio de su gobierno no logró entender ni convencerse de que no era el Papa y que la remoción de los obispos no estaba en sus manos.

Y, por último, siguió gobernando bajo el mandato formal de su esposa, usurpando el poder, siendo por ende presidente de facto, burlándose de todo el orden institucional y dejando a su mujer en una situación humillante.

Nada de eso se borra porque haya muerto. Quienes sepan todo esto, por favor, no sean hipócritas y en todo caso cállense por unos días, como hizo muy dignamente Elisa Carrió.

No ha muerto un estadista ni nada que se le pareciera. Ha muerto un cuasi-dictador que ha inflingido un daño irreparable a la república 

Gabriel J. Zanotti es Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA).  Es profesor full time de la Universidad Austral y en ESEADE es Es Profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.

 

Los “elásticos” chinos

Por Pablo Guido. Publicado el 30/10/12 en http://chh.ufm.edu/blogchh/

 Leemos en la nota periodística que los chinos ricos no compran productos fabricados en su país. ¿Qué está pasando, se preguntarán? El concepto que nos puede ayudar a comprender el hecho anterior es el de “elasticidad-ingreso”, la cual mide el impacto que genera la variación en el ingreso de los consumidores sobre la cantidad demandada de un producto. Es así que podemos separar en dos grupos a los tipos de productos:

1) bienes inferiores, son aquellos cuya cantidad demandada disminuye a medida que los ingresos de los clientes aumentan.

2) Bienes normales, aquellos cuya cantidad demandada se incrementa cuando los ingresos de los clientes también aumentan.

 Entonces, observamos que este concepto es sumamente importante para el empresario, que debería investigar qué tipo de producto está él comercializando en el mercado, si es un bien inferior o normal. Poder estimar con mayor precisión en qué situación se encuentra frente a los clientes le permitirá al empresario prever un cambio en la cantidad demandada del producto que vende ante cambios en los ingresos de sus clientes.

 Podemos ya responder la pregunta del primer párrafo respecto a lo que sucede en China: a medida que las personas incrementan su nivel de ingresos tienden a demandar menos bienes y servicios con ciertas características (bienes inferiores) y a demandar más de otros (bienes normales). Cuando, por ejemplo, nos encontramos en países super pobres donde se generan cambios positivos en los ingresos de sus residentes probablemente se incremente la cantidad demandada de los alimentos que ya están consumiendo. Pero si continúa incrementándose el ingreso de estas personas los mismos alimentos que eran más demandados previamente por un aumento de los ingresos ahora comienzan a ser menos demandados. Es probable que la gente ya no consuma los mismos alimentos y pase a consumir otros a los cuales antes no podía acceder o eran relativamente caros. Es así que podemos explicar por qué los chinos ricos prefieren consumir otro tipo de bienes que antes no consumían: porque consideran a cierto tipo de bienes y/o servicios fabricados en su país como de menor calidad y/o con menores prestaciones que los importados. Es así que el concepto de elasticidad-ingreso se vuelve clave en la toma de decisiones empresarial, para conocer qué podría llegar a pasarle a mi demanda si mi cliente mejorara  o empeorara su nivel de ingresos.

Pablo Guido se graduó en la Maestría en Economía y Administración de Empresas en ESEADE. Es Doctor en Economía (Universidad Rey Juan Carlos-Madrid), profesor de Economía Superior (ESEADE) y profesor visitante de la Escuela de Negocios de la Universidad Francisco Marroquín (Guatemala). Investigador Fundación Nuevas Generaciones (Argentina). Director académico de la Fundación Progreso y Libertad.

 

Cepo a la “libertad”

Por Aldo Abram. Publicado el 28/10/12 en http://www.lanacion.com.ar/1521170-cepo-a-la-libertad

Según Wikipedia, «el cepo es un artefacto ingenioso, ideado para sujetar, retener o inmovilizar algo, o alguien, como consecuencia de alguna determinada conducta del inmovilizado, para la que ha sido ideado, y de la que deriva su forma o el estado de sujeción, la cual puede ser planificada o espontánea, incluso sorpresiva y pícara». Entonces, pese a los reclamos de la Presidenta, la definición de «cepo cambiario» parece ajustarse a la realidad del régimen implementado por el Gobierno.

Es cierto que puede discutirse que el actual control del mercado de divisas sea ingenioso, ya que en los últimos 70 años se utilizó en más de 20 programas económicos, todos los cuales terminaron con fuertes devaluaciones y la gran mayoría, en crisis cambiarias e incluso bancarias. Sin embargo, le ha servido al Gobierno para retener las divisas de aquellos que están obligados a liquidar en el mercado oficial y sujetar el valor del dólar para pagarles menos de lo que vale, para lo cual inmoviliza a los particulares y las empresas evitando que puedan competir por la demanda de dichos activos extranjeros. Es más, podríamos agregar que la medida fue sorpresiva y pícara, ya que se tomó después de que los argentinos emitimos nuestro voto en las elecciones presidenciales, a sabiendas del costo político que la medida hubiera tenido para la reelección de la Presidenta.

Públicamente, los funcionarios del Gobierno y del Banco Central justifican las restricciones a la compra de divisa (aunque nuestra mandataria las niega) en que son necesarias para priorizar el crecimiento industrial y económico, que demanda importaciones de insumos y de capital. Sin embargo, desde la aplicación del control de cambios reforzado con medidas que cerraron la economía, las importaciones de todo tipo se desmoronaron, pero particularmente las de insumos y bienes de capital. Es que a nadie le puede atraer invertir y producir en un país donde se cambian las reglas de juego, no se puede disponer de las ganancias y se debe acomodar el manejo de los negocios propios según convenga al gobierno de turno.

Es falso el argumento de que lo que faltan son dólares, y por ello hay que cuidarlos. Si cualquiera tiene que pagar la cuota de un crédito en moneda extranjera, analiza cuánto gana, resta lo que necesita para comprar las divisas y ajusta el resto de sus gastos a lo que le queda como saldo. En cambio, desde hace años, el Gobierno se gasta todo lo que le ingresa e incluso más. Luego, cuando no tiene con qué pagar sus compromisos, le pide al Banco Central (BCRA) que lo haga por él, para lo cual les cobra a los argentinos el famoso «impuesto inflacionario», que es la otra cara de la depreciación de la moneda local y también se refleja en el alza del tipo de cambio. Es decir, no faltan dólares, sobra gasto público.

De hecho, si se hubiera mantenido la libertad cambiaria y el Banco Central hubiera emitido para financiar al Gobierno todo lo que efectivamente lo hizo hasta ahora, el tipo de cambio estaría entre $ 5,80 y $ 6,20. Es decir, no es que vamos a tener que devaluar, es que el Gobierno ya lo hizo y busca ocultarlo con un «cepo cambiario», instrumentado con medidas que son ilegales e inconstitucionales. No hay ninguna norma que le haya delegado a la AFIP la facultad de exigir a los argentinos que le pidan permiso para comprar divisas.

Tampoco existe una que le permita al Banco Central prohibir a los particulares y las empresas comprar divisas para aquello que deseen. De hecho, el decreto 260/02 vigente da origen a un mercado cambiario único y libre. No hace falta consultar Wikipedia o la Real Academia Española para darse cuenta de que actualmente el sistema no es libre.

Hoy vivimos la humillante situación de tener la Fragata Libertad retenida en Ghana, debido a una medida judicial que deriva de una demanda por deuda pública impaga. Sin duda es una imagen que representa claramente el creciente cepo a las libertades que padecemos los argentinos.

Nos hemos resignado a que los funcionarios, a quienes elegimos con nuestro voto, asuman sus cargos con poderes absolutos, ubicándose por encima de las leyes y la Constitución Nacional. De esta forma derivamos en una monarquía absoluta electiva, ya que votamos un rey o reina a quien nos sujetaremos como fieles vasallos por cuatro años.

Una democracia republicana es otra cosa, se basa en el respeto de las normas, la división de poderes y los límites para su ejercicio que manda la Carta Magna, lo que garantiza que los funcionarios no usarán sus cargos para poner en jaque las libertades y los derechos de los argentinos. Es decir, nos da la posibilidad de ser ciudadanos y no súbditos, pero para hacerlo realidad es necesario que cada uno asuma su responsabilidad cívica, en particular la dirigencia intelectual, empresarial y profesional, que en los últimos años estuvo tan ausente en la Argentina.

 Aldo Abram es Lic. en Economía y director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Argentina (Ciima-Eseade) .

 

Una carrera decisiva

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 25/10/12 en http://www.diariodeamerica.com/front_nota_detalle.php?id_noticia=7542

Observamos con preocupación que con pequeños espacios de libertad la energía creativa produce inventos de extraordinaria valía pero si se pierde la brújula moral aquellos progresos se emplearán para el mal y terminarán extinguiendo la misma capacidad productiva en todos los órdenes.

No resulta necesario detenerse a detallar todos los prodigiosos adelantos tecnológicos que se han ido acumulando en nuestra era en los campos más diversos. No se necesita ser un observador avezado para constatar tanto adelanto de magnitudes colosales. Pero este importantísimo fenómeno es solo un contendiente en la carrera en el inmenso teatro de la civilización.

Hay otros dos participantes que revisten una inmensa importancia y son decisivos para el éxito final del primer contendiente mencionado. Se trata en primer lugar del calado espiritual de los seres humanos, antes que nada referido a la comprensión moral de sus actos, en otros términos, de la vital distinción entre lo que está bien y lo que está mal en sus conductas para proceder en consecuencia. El hombre es la única especie a la que pude aplicarse la idea moral puesto que está dotado de libre albedrío, es decir, de psique, mente o estado de conciencia.

Observamos con preocupación que con pequeños espacios de libertad la energía creativa produce inventos de extraordinaria valía pero si se pierde la brújula moral aquellos progresos se emplearán para el mal y terminarán extinguiendo la misma capacidad productiva en todos los órdenes.

El eje central de la moralidad consiste en el respeto por las autonomías individuales de lo cual el resto se sigue. Esto está directamente vinculado a la gran mayoría de lo que se dice hoy día en cuanto a las concepciones colectivistas que degluten al individuo. A título de ejemplo, pensemos en la degradada noción del derecho para convertirlo en una especie de carta blanca para saquear al prójimo. Consideremos las propuestas de los integrantes de aparatos estatales en lo referente al manejo prepotente de las vidas y haciendas ajenas en una carrera desenfrenada por regular todos los espacios de las acciones libres y voluntarias de las personas. Veamos la imposibilidad de contratar tal como las partes estiman pertinente sin lesionar derechos de terceros. Miremos el cuadro lamentable de la llamada educación en la que los gobernantes se inmiscuyen sin reparo alguno. Constatemos la caterva de disposiciones y cortapisas para concretar transacciones con personas ubicadas más allá de las fronteras. Verifiquemos las legislaciones sindicales que contradicen de manera grotesca la libertad de asociación. Hay que percatarse de los atropellos del Leviatán al manipular los activos monetarios con que se realizan intercambios pacíficos. Comprobemos las burdas estratagemas que utilizan megalómanos para cercenar la libertad de expresión. Examinemos la catarata de imposiciones desde el vértice del poder que estrangulan todo tipo de decisiones privadas.

En mis escritos he incluido en repetidas ocasiones la maravillosa cita de Tocqueville que resume el aspecto medular que estamos señalando: “De hecho, aquellos que valoran la libertad por los beneficios que ofrece, nunca la han mantenido por mucho tiempo […] El hombre que le pide a la libertad más que ella misma, ha nacido para ser esclavo”. Nada se gana con disponer de todo lo imaginable si no se es libre para elegir el destino de lo que se tiene. Es lo mismo que aquel fulano del cuento que vendió su libertad por millones y millones sin percibir que de nada le sirve un ingreso extraordinario si no puede usar y disponer, características que son la esencia de la propiedad, precisamente el derecho que le es primeramente conculcado en estos contextos.

Una vez, hace mucho tiempo, escribí una columna titulada “La civilización es frágil” para destacar que el largo, difícil y azaroso proceso en el que se forma la civilización siempre basada en normas de respeto recíproco, pero es fácil y rápida su destrucción. Entonces, hoy somos espectadores de una carrera suicida en la que la conducta moral queda grandemente rezagada con lo que los cimientos del progreso se encuentran severamente amenazados, lo cual, en definitiva, convierte en inútil y hasta contraproducente el avance tecnológico que será irremediablemente empleado para acelerar la decadencia.

El tercer competidor está conformado por los enemigos declarados de todo vestigio civilizado. Son los que representan las distintas vertientes del totalitarismo. Comparado con la antes mencionada degradación moral, este competidor no resulta tan peligroso ni devastador. Más aún estaría anulado y neutralizado en sus pretensiones si la fuerza moral en que descansa la civilización estuviera en su plenitud en otros ámbitos.

Estas mentes totalitarias no siempre comienzan con la idea de arrasar con todo, son muchas veces procesos escalonados, incluso hay quienes se quedan en las primeras instancias sin prever el ímpetu que desatan ya que en estas lides una cosa conduce a la otra hasta que resulta tarde para revertir la situación cuando se vislumbran las consabidas purgas, primero incruentas y luego cruentas. En esta caracterización todo parte de la arrogancia superlativa de mandones que cobijan la peregrina noción de que es posible manejar el universo desde el poder. Y no solo no tienen consideración alguna por la fabulosa presunción del conocimiento que ello significa con lo que la desarticulación es completa, sino que no tienen el menor respeto por los gustos, preferencias e inclinaciones de los súbditos en medio de extenuantes discursos donde ni siquiera cabe una inflexión para no trasmitir inseguridad.

En esta misma línea de pensamiento, los súbditos al principio se convierten en serviles cortesanos que aplauden todo lo que provenga del poder hasta que se dan cuenta en lo que se han metido, en cuyo caso hay algunos que atinan a reaccionar muy tardíamente mientras otros piden más castigos custodiados por los rufianes que hacen de comisarios a cambio de prebendas de gran envergadura.

Sin duda que la antiutopía de Orwell del Gran Hermano no es nada al lado de la de Huxley (especialmente en su versión revisitada) en cuanto a seres anestesiados que piden ser subyugados para mal de quienes mantienen su dignidad y sentido de autoestima, encandilamientos que tienen lugar siempre debido a la manera en que se van carcomiendo los cimientos morales, primero en lo chico y después en lo grande hasta que el olor a podrido envuelve los recovecos y finalmente cubre la totalidad del espectro social en el que quedan pequeños fragmentos de decencia que se debaten en un clima sumamente adverso y  pervertido.

Hay quienes se ilusionan con salir de tanto excremento en base al mencionado primer contendiente, es decir, en base al ingenio creador que se traduce en la tecnología como es ahora la avanzada investigación de ciudades en el espacio para zafar del asfixiante Leviatán (al fin y al cabo nuestro planeta está suspendido en el espacio y gira en torno al sol a 1.700 kilómetros por hora sin piloto de carne y hueso) y también notables proyectos de ciudades en el mar (además de los denodados esfuerzos y dificultades para poder concretar “ciudades libres” en nuestro mapa). Indagar en aquello efectivamente trasmite grandes esperanzas, pero también fracasarán estrepitosamente si no se fortalece y alimenta al segundo competidor clave, cual es el contenido moral de los habitantes, lo cual no se modifica por la ubicación geográfica sea en la tierra, en el espacio o en el mar.

Decía al comienzo que el aspecto medular de la noción moral reside en el respeto irrestricto a las autonomías individuales. A título del ejemplo más chocante de la masacre que se infringe a esa noción vital, me refiero al mal llamado “aborto” que es en verdad homicidio en el seno materno puesto que, como han explicado tantos científicos, la microbiología muestra que desde el instante de la fecundación del ovulo hay un ser humano en acto con toda la carga genética completa que naturalmente está en potencia de muchas otras cosas como todos los humanos, independientemente de su edad. No hay una mutación de la especie entre una etapa y otra, la aniquilación física de una persona como una manifestación agresiva en cualquier circunstancia se traduce en un crimen pero en la mencionada constituye un acto de cobardía mayúsculo, el “síndrome Polonio” tal como lo describe Julián Marías al conectarlo con el drama shakespereano en el que se le atraviesa una espada por el cuerpo de una persona a través de una cortina sin mirarle la cara. Hay situaciones que son espantosamente monstruosas como la violación pero nada justifica descargar la furia contra un inocente. Luis F. Lejeune ha reafirmado que “aceptar el hecho de que con la fecundación comienza la vida de un nuevo ser humano no es ya materia opinable. La condición humana de un nuevo ser desde su concepción hasta el final de sus días no es una afirmación metafísica, es una sencilla evidencia experimental”. Es un chiste macabro el alardear de “derechos humanos” y al mismo tiempo suscribir los homicidios más espeluznantes y vergonzosos de nuestro tiempo. Si no se respeta el elemental derecho a la vida, la carrera está perdida de antemano.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía, Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer Rector de ESEADE.

 

Cepo cambiario: el fracaso disfrazado de éxito

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 24/10/12 en http://www.lanacion.com.ar/1519922-cepo-cambiario-el-fracaso-disfrazado-de-exito

En un curioso análisis, la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, afirmó: «Es esencial garantizar los dólares necesarios para sostener este inédito proceso de crecimiento».

Luego dijo que «el eje central del cambio estructural y cualitativo que, se verificó en los últimos años en la Argentina, consiste en haber reorientado la lógica de funcionamiento de la economía hacia la producción y el empleo».

Y también sostuvo: «La combinación de un proceso de crecimiento sustentado en fuentes endógenas, con niveles récord de inversión que a su vez hizo viable la reindustrialización, por un lado, y la estrategia de desendeudamiento, por otro, le otorgan a la economía argentina enorme fortaleza frente a la crisis financiera y el bajo dinamismo que caracteriza a los países desarrollados».

Veamos algunos puntos que más o menos se entienden de la intrincada exposición de Marcó del Pont.

En primer lugar, eso de la lógica de funcionamiento de la economía hacia la producción y el empleo da para el debate. La invitaría a Marcó del Pont a que recorra el interior del país y consulte con los productores si consiguen tan fácilmente mano de obra o la gente prefiere no trabajar, seguir cobrando los planes sociales y, en todo caso, hacer alguna changa para completar sus ingresos. También le sugeriría que revisara el índice de demanda laboral que elabora la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT), ya que actualmente está por debajo de abril de 2002, el peor mes del peor año de actividad económica de la crisis.

Pero ahora vayamos al tema divisas. Las mismas no entran solamente por las exportaciones ni los excedentes se generan únicamente por el saldo de balance comercial. También los países tienen ingresos de divisas por inversión en el sector real de la economía, tanto extranjera como nacional de argentinos que traen sus capitales si ven cierta razonabilidad en la política económica.

Lo que marcan las cuentas del BCRA que ella conduce es que en la era K se fugaron del país U$S 90.000 millones. La pregunta que Marcó del Pont debería formularse es por qué se fugan tantos capitales de la Argentina. Si bien nunca lo van a reconocer, la realidad es que tuvieron que establecer el cepo cambiario porque la santa soja, más las importaciones de combustibles, fruto de las espantosa política energética, ya no generaban un saldo de balance comercial que permitiera financiar la fuga de capitales sin que estallara el tipo de cambio. Por eso luce insólito que Marcó del Pont hable de preservar las reservas para financiar el crecimiento cuando, por el otro lado, las arbitrarias medidas oficiales generan una sangría de divisas (ahorros) que se fugan de las garras del Gobierno.

 La forma de garantizar los dólares para el crecimiento no es con cepo cambiario, es con seguridad jurídica, previsibilidad en las reglas de juego, disciplina monetaria y fiscal. Si el argumento de Marcó del Pont fuera cierto, Brasil, Chile, Uruguay, Colombia y Perú también tendrían que tener un cepo cambiario. La diferencia está en que mientras ellos tienen una razonable estabilidad en las reglas de juego que les permite recibir crecientes ingresos de Inversión Extranjera Directa, nosotros nos quedamos cada vez más relegados en el ranking regional y hacemos lo imposible por espantar capitales.

Aquí no se puso un cepo cambiario para sostener el crecimiento según reza el razonamiento oficial, sino que tuvieron que establecerlo para evitar que el mercado les barriera las reservas, dada la caída del tipo de cambio real, fruto de una política monetaria claramente inflacionaria que llevan a cabo.

Al final del camino ellos no van a resolver el problema cambiario con este cepo, porque con esta tasa de emisión monetaria el tipo de cambio seguirá cayendo, los problemas del sector externo continuarán agravándose y los controles aumentarán hasta terminar de asfixiar la actividad económica como ya ocurre con el sector automotriz, inmobiliario, de la construcción y otros que, como lo marca la recaudación tributaria que también cae en términos reales, muestran una economía que, por ahora, languidece. 

Por último, un párrafo para el tan mentado desendeudamiento. Ellos miran el pago de la deuda en dólares utilizando las reservas del BCRA, pero no dicen nada respecto a que hoy las reservas representan sólo el 41% el activo del BCRA y el patrimonio neto es negativo.

En definitiva, el cepo cambiario es lo mismo que intentar apagar un incendio echándole nafta, por eso el discurso de Marcó del Pont pretende mostrar el cepo cambiario como el emergente de un falso éxito económico y no como lo que realmente es: un estruendoso fracaso de la política económica para atraer inversiones.

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA)y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

 

La fábrica de dólares presidencial

Por Aldo Abram. Publicado el 19/10/12 en http://www.cronista.com/opinion/La-fabrica-de-dolares-presidencial-20121019-0031.html

Recientemente, en un acto en la Casa de Gobierno, la Presidente manifestó que la prueba de que no hay “cepo cambiario” es que, desde enero, habían tenido que entregar u$s 82.700 millones, incluyendo pagos de compromisos del gobierno y del sector privado, particularmente para importaciones y viajes al exterior. Similar argumento utilizó a poco de volver de su viaje a Estados Unidos donde expuso y contestó preguntas de estudiantes de dos importantes universidades. Ante una de estas inquietudes, respondió que lamentaba no contar con la máquina de imprimir dólares. Por lo tanto, es difícil de entender cómo es que, tan generosamente, su gobierno nos entrega tantos miles de millones de esa moneda extranjera; más teniendo en cuenta que no tiene crédito externo ni interno disponible. Queda claro que algo anda mal.
¿El BCRA estará falsificando dólares? ¿Habrán encontrado alguna alquimia que transforme pesos en la divisa estadounidense? La respuesta es no. Los dólares se los tienen que comprar a alguien.
El problema surge de un error de concepto, de este gobierno y muchos políticos argentinos, según el cual la Argentina produce, ahorra, exporta y genera divisas. Por lo tanto, quiénes fueron elegidos por el pueblo tiene la obligación y el derecho de administrarlos como les parezca mejor para el “beneficio de todos”, o sea según su propio criterio.
Por ejemplo, el gobierno cree que esto los habilita a redistribuir graciosamente las riquezas que esta gran Nación produjo. Si esto es así, propondría que todos los argentinos dejemos de trabajar y producir; la Argentina lo hará y nuestro “generoso” gobierno podrá darnos la parte que considere justo. Un absurdo.
Es que las comunidades no producen, ni ahorran, ni exportan, ni generan divisas. Son millones de personas, trabajadores y empresarios, los que lo hacen. Son un señor productor y sus empleados los que exportan un bien y reciben en pago las divisas extranjeras. Es un hotelero el que atiende a los turistas del exterior que le pagan en dólares. Son argentinos y extranjeros los que deciden traer sus ahorros y capital de afuera, para depositarlo o invertirlo en la Argentina. Es un tremendo error pensar que las divisas que el BCRA “obliga” a las empresas y particulares a liquidar en sus arcas son de la Argentina. Por lo tanto, cuando les paga menos de lo que valen esas divisas, les está confiscando parte de su propiedad o cobrando una retención o impuesto ilegal; ya que no fue aprobada por el Congreso, como manda la Constitución.
El “corralito verde” que el Ejecutivo instrumentó desde fines de 2011 no tiene otro fin que permitirle adquirir más baratas las divisas extranjeras que necesita. El BCRA emite para comprar moneda extranjera para el gobierno y, además, para hacerle transferencias en pesos, permitiéndole mantener un gasto público más alto que el sustentable con sus ingresos genuinos. Dado que la gente no demanda semejante oferta de pesos, éstos se desvalorizan; pero el Central no permite que esta baja en su precio se refleje completamente en el tipo de cambio controlado. En definitiva, para eso se ocupó de quitar la competencia de la demanda de la gente y las empresas de su exclusivo “coto de caza”‘ de divisas. Así que quién se ve obligado a liquidar sus divisas en el mercado oficial sufre una “quita” por la diferencia de lo que valen sus dólares y lo que le paga el BCRA. Nuestras estimaciones muestran que, si se hubiera mantenido el tipo de cambio libre y la autoridad monetaria hubiera emitido lo mismo que hasta ahora para financiar al gobierno, el tipo de cambio hubiera subido hasta algún valor entre $5,80 y $6,20. Es decir, el Banco Central le está “confiscando”, más de un peso por dólar que le obliga a venderle.
Es cierto que la Presidente no tiene la máquina de hacer dólares; pero, también, que su gobierno no “entregó” ni un dólar que fuera propio. A través de medidas ilegales e inconstitucionales se implementó un “cepo cambiario” que le permitió apoderarse de las divisas de particulares y empresas. El problema es que no hay muchos argentinos o extranjeros que estén deseosos de “donarle” parte de sus ahorros y capital al gobierno; por lo tanto, la inversión en la Argentina se verá seriamente resentida, ya que nadie traerá un dólar al país.
En la medida que el peso se deprecie y esto se refleje parcialmente en el tipo de cambio oficial, se incrementará esta retención al valor de lo exportado y sus fabricantes tendrán, cada vez, menos incentivos para producir y vender al exterior. Y los turistas extranjeros o no vendrán, por el encarecimiento de los servicios al tipo de cambio oficial, o deberán aprender a operar en el mercado paralelo. Podemos tener un “veranito” por una circunstancial buena cosecha; pero por este camino sólo nos espera una mayor decadencia económica. Solamente el respeto de los derechos e instituciones que preserva nuestra Constitución Nacional nos permitirá construir un país en que todos los argentinos tengamos más posibilidades de progreso.

Aldo Abram es Lic. en Economía y director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Argentina (Ciima-Eseade) .

 

Los intelectuales y la política:

Por Alberto Benegas Lynch. Publicado el 18/10/12 en http://diariodeamerica.com/front_nota_detalle.php?id_noticia=7533

 La función primordial de los ámbitos académicos es evaluar, discutir y proponer ideas independientemente de su comprensión o incomprensión por parte de la opinión pública. Es un microcosmos del que parten las novedades. En este nivel es irrelevante si las ideas en cuestión son o no son populares, lo importante es su validez o invalidez a juicio de sus propulsores.

A veces se presentan posiciones como si fueran mutuamente excluyentes, pero miradas desde una perspectiva abarcadora no resultan incompatibles. Veamos este asunto por partes. La función primordial de los ámbitos académicos es evaluar, discutir y proponer ideas independientemente de su comprensión o incomprensión por parte de la opinión pública. Es un microcosmos del que parten las novedades. John Stuart Mill ha dicho que todas las nuevas ideas expresadas con la suficiente insistencia indefectiblemente pasan por tres etapas: la ridiculización, la discusión y la adopción. En este nivel es irrelevante si las ideas en cuestión son o no son populares, lo importante es su validez o invalidez a juicio de sus propulsores.

Hay en este plano un efecto multiplicador tal como ocurre con una piedra arrojada en un estanque: se forman círculos concéntricos que abarcan radios cada vez mayores a medida que, en nuestro caso, se van abriendo paso las nuevas ideas. Todo lo que disponemos con naturalidad hoy ha sido la creación solitaria de alguna mente que muchas veces se la juzgó como demente hasta que se la adoptó, luego de lo cual la gente actúa como si siempre hubiera estado presente la innovación, es como si hubiera aparecido por ósmosis. Los prácticos de este mundo no hacen más que aplicar buenas teorías fabricadas trabajosamente por otros, de allí el aforismo de que “nada hay más práctico que una buena teoría”.

En esta instancia del proceso evolutivo, la política opera en un sentido completamente distinto. Su material discursivo es lo que se comprendió y aceptó, no lo que eventualmente va a ocurrir. Su función no es abrir caminos sino transitar los que ya se encuentran a disposición de la gente. No proceden ni pueden proceder con independencia de los que ha digerido la opinión pública.

Son funciones cruzadas: si el intelectual, antes de dictar su clase, averigua que es lo que quieren escuchar sus estudiantes, estará perdido como profesor. Pero si el político no escucha debidamente lo que su audiencia le reclama y procede independientemente se sus demandas, tendrá sus días contados como político.

Ilustremos esto una vez más con un gráfico en el que se destaca el punto de máxima y de mínima que permite la opinión pública en cuanto a recetas de políticas públicas. Supongamos que se trata de más o menos libertad. Los de tendencias liberales que propongan medidas más radicales de lo que el punto de máxima marca como límite de absorción, indefectiblemente perderán apoyo electoral. Si, en cambio, el de raigambre trotskista sugiere medidas más extremas de lo que el punto de mínima permite, también será castigado en las urnas. Es inexorable, el político es en última instancia un cazador de votos, por lo que le resulta imposible navegar por fuera del aludido plafón.

Ahora bien, el asunto radica en saber de que dependen las fluctuaciones de la aparentemente misteriosa opinión pública, para lo que debemos mirar al mundo intelectual que, para bien o para mal, es responsable de los referidos corrimientos. De allí es que resultan tan trascendentales las faenas educativas. De allí procede el sentido de bautizar a cierta etapa de la historia como “la era de Marx” o “la era de Keynes”. No es que los políticos hayan leído las respectivas obras (a veces ni siquiera conocen sus títulos), es que están embretados a recurrir a un discurso que apunte en esa dirección, si es que quieren sobrevivir como políticos.

El académico que no es intransigente con sus ideas es un impostor y, por el contrario, el político que se muestra intransigente con ideas que difieren de las de la opinión pública es un mal político. Por eso es que en este último caso, se requiere conciliación, búsqueda de consensos y acuerdos entre distintas corrientes de opinión. En el caso de los intelectuales, el debate, las concordancias y las refutaciones no toman para nada en cuenta si otros aplauden o se disgustan solo apuntan a lo que estiman es al momento la verdad (subrayo lo de al momento puesto que las corroboraciones son siempre provisorias). Las discusiones en este nivel no son para lograr un consenso sino para indagar en lo que se estima es verdadero o falso.

Debemos nuevamente precisar que en todo esto nunca debe estar presente la ideología, una palabreja horrible que, a diferencia de lo que apunta el diccionario de conjunto de ideas e incluso a diferencia de la concepción marxista de “falsa conciencia de clase”, la acepción más difundida es la de algo cerrado, terminado, inexpugnable, pétreo e inamovible, lo cual es lo más distanciado y contrario que pueda concebirse del significado del conocimiento. En este sentido es que siempre destaco el lema de la Royal Society de Londres: nullius in verba, es decir, no hay palabras finales puesto que estamos inmersos en un contexto evolutivo donde, para los mortales, no hay metas finales que puedan lograrse, estamos siempre en tránsito. De lo que se trata entonces es de valores o principios (y no de ideología) los cuales, mientras se consideren verdaderos, se mantienen incólumes en el plano intelectual y que, en el nivel político, necesariamente deben negociarse.

Por más que el político alardee de valores inmodificables, no es lo que caracteriza a las estructuras políticas. En la carrera electoral deben ceder lo necesario para lograr el objetivo. En última instancia, las plataformas valen de poco si la opinión pública espera otra cosa. No es que el político no tenga sus preferencias personales, es que debe adaptarse a la situación reinante y no anteponer principios. Los integrantes de cada partido tendrán sus ubicaciones en el espectro general pero los movimientos para un lado o para otro serán necesarios si se esperan votos. Como queda dicho, las respectivas correcciones y modificaciones en el pensamiento de los integrantes de la opinión pública viene del costado intelectual-educativo y no del fragor de la batalla política.

Lo más ridículo es observar a una especie de zombies que no saben donde ubicarse y van y vienen de un plano a otro con lo que naturalmente quedan mal con integrantes de ambos bandos. Nada más triste que el intelectual que la juega de político puesto que el rigor profesional se transforma en un derrumbe estrepitoso: son monedas falsas en ambos lados de la contienda. Esto no significa en modo alguno que el intelectual no pueda vincularse de muy diferentes maneras a la política pero es para dar su opinión sin retaceos y no para adelantarse en transacciones que no le competen. Las estrategias, las funciones y los desempeños son sustancialmente diferentes en un plano y en otro, lo cual no debe confundirse con entidades que excepcionalmente se inscriben como partidos políticos con la idea de correr el eje del debate y no meramente ganar elecciones como es el objetivo de la política convencional.

A mi juicio, tiene prelación la instancia académica si se observa la secuencia lógica del proceso. La política es la ejecución de ideas y no es posible ejecutar aquello que no se sabe en que consiste. Por su parte, es muy higiénica la crítica a los gobernantes cuando el Leviatán atropella y a los opositores en las legislaturas cuando no limitan el poder, pero también se debe tener en cuenta que, como queda expresado, los andamiajes discursivos dependen de lo que la gente sea capaz de asimilar y esto, a su vez, es consecuencia de tareas educativas previas. No puede pretenderse un discurso distinto de lo que se está en condiciones de digerir. Para que un orador pueda pronunciar una conferencia en sueco es indispensable que la audiencia entienda sueco, de lo contrario el evento será un rotundo fracaso.

En resumen, mientras avanza el debate sobre externalidades, el dilema del prisionero, los bienes públicos y las asimetrías, la tarea del político no es incompatible sino complementaria a la del intelectual. Los dos cumplen funciones distintas y necesarias. El primero se dirige a lo que es políticamente posible, mientras que el segundo apunta a convertir lo políticamente imposible en posible.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía, Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer Rector de ESEADE.

 

ABORTO: UNA VEZ MÁS:

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 21/10/12 en http://www.gzanotti.blogspot.com.ar/

 Una vez más el debate sobre el aborto muestra que los diversos períodos culturales tienen sensibilidades diferentes y no necesariamente coherentes. En tiempos ecológicos donde la muerte de vacas y de pollos es mal vista, y florecen las corrientes vegetarianas, en tiempos donde cualquier especie animal en riesgo de extinción genera alarmas en la opinión pública, en tiempos donde la pena de muerte, incluso de los criminales más peligrosos, es considerada un crimen; en tiempos donde las guerras de conquista, con todas sus atrocidades, ya no son aprobadas por nadie, en esos tiempos la muerte del niño por nacer, en cambio, es vista como un “derecho”.

Pero en el último caso que ha conmovido al país, el argumento a favor del aborto fue uno de los más importantes, ante los cuales no podemos permanecer insensibles.
Son incontables los casos de mujeres violadas en las condiciones más indignas. Niñas, apenas púberes, violadas por sus parientes y vecinos, que conciben un niño; mujeres secuestradas por los criminales de la trata de blancas, que conciben niños en su cautiverio; adolescentes violentadas y expulsadas de su  núcleo familiar que abortan de cualquier manera y mueren tras una torpe intervención. Los pro-abortistas, en esos casos, no son, como a veces se cree, “cultura de la muerte”: están verdaderamente preocupados por esas mujeres, y esa preocupación debe ser compartida, obviamente, por todos los que nos oponemos al aborto.
Los que nos oponemos al aborto no decimos que todo ello no sea un problema social grave. Urge encontrar soluciones jurídicas y asistencialistas para todos esos casos, y los que estamos en contra del aborto ganaríamos más credibilidad si nos abocáramos a encontrarlas. Lo que no podemos decir, lo que no vamos a consentir, es que la solución pase por matar al niño, un ser humano indefenso, totalmente inculpable, que tiene derecho a la vida, y debería ser ello menos discutible que el derecho a la vida de un asesino serial que ha asesinado a varios y seguirá asesinando.
¿Dónde está la dificultad para advertir que el embrión es un ser humano? No, no pasa por un argumento científico. Es mucho más sencillo. Lo que se está desarrollando como un caballo, ¿qué es, un oso? Y lo que se está desarrollando como oso, ¿qué es, un caballo? ¿Cuál es el problema para ver que lo que se está desarrollando como X es porque ya es X? ¿Cómo va a nacer un bebé humano de algo que NO sea humano?
Y si alguien tiene alguna duda de que un conjunto de celulitas sea un ser humano en desarrollo, ¿por qué las mata? En todos los casos, la duda sobre si algo es humano, o no, es lo que justifica precisamente el abstenerse de matar. Nadie que esté cazando va a disparar si duda sobre lo que se mueve es un alce o un niño perdido. ¿Entonces? (Y además estoy seguro de que muchos pro-abortistas, paradójicamente, ¡están en contra de los períodos de caza!).
Esto se ha dicho una y otra vez, incansablemente, pero nunca he visto a ningún abortista contestar estos argumentos. Los desafío.
 
Mientras tanto, busquemos todos soluciones y prevenciones para la violencia contra la mujer, una de las violencias más cobardes y abominables. Pero lo es, fundamentalmente, porque la mujer es, las más de las veces, indefensa ante el varón. Que no sea el niño, por lo tanto, el último eslabón de la cadena de la violencia.

Gabriel J. Zanotti es Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA).  Es profesor full time de la Universidad Austral y en ESEADE es Es Profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.

 

La única ‘arma’ eficiente: la paz

Por Alejandro A. Tagliavini. Publicado el 21/10/12 en http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/alejandrotagliavini/la-unica-arma-eficiente-la-paz-alejandro-a-tagliavini-columnista-el-tiempo_12324176-4

Pasaron amenazas de guerras con misiles, décadas y décadas de embargo, de prohibir a los estadounidenses el comerciar y viajar a Cuba, y los Castro ni se inmutaron. A estas alturas, Mitt Romney, que insiste en que la política exterior de los EE. UU. es demasiado «blanda», debería tomar nota de tantas guerras sin sentido para darse cuenta de algo en lo que la ciencia insiste desde hace mucho: que la violencia, lejos de defender la vida, solo la destruye. 

Ahora, enmarcado en pocos cambios dentro de Cuba, el gobierno de Raúl Castro anunció la eliminación de los permisos de salida para viajar al exterior y dejó sin efecto el requisito de la «carta de invitación», como parte de una esperada reforma migratoria, que entrará en vigor el 14 de enero del 2013, desde cuando «solo se exigirá la presentación del pasaporte corriente actualizado y la visa del país de destino». Claro que «serán acreedores de dicho pasaporte los ciudadanos que cumplan los requisitos establecidos en la Ley de Migración», o sea que el gobierno seguirá decidiendo a quién le da salida y a quién no.

Sorprende, por otro lado, que a estas alturas de la civilización todavía pueda justificarse la esclavitud sin que intervenga ningún organismo de los «derechos humanos»: «Se mantendrán medidas para preservar el capital humano creado por la Revolución, frente al robo de talentos que aplican los poderosos», aseguró el gobierno castrista, que planea seguir imponiendo restricciones a la salida de profesionales, como los médicos.

«El fin del permiso de salida indica que ya es el fin del fidelismo, esté él físicamente o no, porque este era uno de los grandes baluartes que Fidel Castro mantenía; era una de sus premisas fundamentales, el asunto migratorio», afirmó la reconocida bloguera cubana Yoani Sánchez, que planea acogerse a la medida y salir, «¡para volver!», el 14 de enero… si es que dejan salir a la periodista famosa por su blog Generación Y.

En fin, poco o mucho, todo lo que se ha conseguido ha sido solo gracias a un «arma» mucho más poderosa y eficiente que las nucleares: la paz. «Lo que ocurrió no es que el Gobierno haya flexibilizado los límites a la libertad de expresión, ni haya permitido que la diferencia aflore… (sino) que los ciudadanos nos hemos atrevido a decir y hemos encontrado altavoces como las nuevas tecnologías, los teléfonos celulares, los sitios de Internet. Así que no es que nos han permitido hablar, sino que nos hemos tomado este permiso por nuestra cuenta», sentenció Sánchez.

Es que la información, la verdad, cuya trasmisión es facilitada cada vez más, dado el desarrollo tecnológico, es aliada incondicional de la paz. De nada sirven ejércitos y policías, ni los recaudadores de cargas fiscales coactivamente impuestas, si los perseguidos pueden anticipar sus movimientos. Precisamente, la única diferencia entre el estatismo (que tiene los días contados gracias a la tecnología), que supone la imposición coactiva (con base en el monopolio de la violencia estatal), y el mercado es que en este último el accionar entre las personas es pacífico y voluntario.

De aquí que la peor incoherencia contra el mercado es afirmar que se necesitan ejércitos y policías para defenderlo y, así, quienes ponen en práctica esta afirmación son, sin duda, sus peores enemigos porque introducen violencia en un mecanismo que es esencialmente pacífico y voluntario.

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Es Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.