Buchanan: 100 años de un pensador cuyas ideas son fundamentales para esta Argentina

Por Adrián Ravier.  Publicado el 26/9/19 en:  https://www.cronista.com/columnistas/Buchanan-100-anos-de-un-pensador-cuyas-ideas-son-fundamentales-para-esta-Argentina-20190926-0040.html

 

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Antes de las dos Guerras Mundiales, la participación del Estado sobre la economía era mínima. En la
segunda mitad del siglo XX alcanzó niveles elevados. En este contexto, James Buchanan se preocupó
esencialmente por entender «cómo funciona la política en la práctica»…
Nacido en EE.UU. el 3 de octubre de 1919, James McGill Buchanan estudió en la Universidad de Tennesse y se
doctoró, en 1948, en la Universidad de Chicago. Luego, emprendió una carrera académica en la George Mason
University y también fue una figura central de la Escuela de Economía Política de Virginia.
Si bien realizó numerosos aportes a la ciencia económica, sus contribuciones quedarán marcadas en la
historia del pensamiento económico y político por sus estudios sobre el «funcionamiento real de los
procesos políticos», caracterizado por la aplicación de las herramientas del análisis económico a la política.

Las inquietudes acerca de este campo de investigación surgieron en relación con el notable incremento de la
intervención del Estado en la economía tras la Segunda Guerra Mundial y la incapacidad de los economistas
para comprender este fenómeno.
Más allá de algunas excepciones como Arthur Bentley, según Buchanan, «los economistas no estaban
dedicando mucha atención a cómo funcionaba el gobierno porque estaban preocupados por cómo
funcionan los mercados y cómo las personas se comportaban en relaciones de mercado».
En este marco, ejerció gran influencia sobre su pensamiento una obra de Knut Wicksell titulada «A New
Principle of Just Taxation» (Un nuevo principio de imposición justa). En palabras del propio Buchanan:
«Wicksell decía a los economistas: dejen de actuar como si estuviesen aconsejando a un déspota benévolo. No
los van a escuchar de todos modos, así que deténganse, desperdician su tiempo y gastan sus fuerzas. Y dijo: si
quieren mejorar los resultados políticos, entonces tienen que cambiar las reglas. Nunca van a lograr que
los políticos hagan otra cosa que representar los intereses de los votantes a quienes representan. Así que
si tienen una cámara legislativa, deberán esperar que el congreso genere resultados que gozarán del apoyo de la
mayoría de los grupos representados por esta legislatura. Puede o no surgir un resultado eficiente de esto,
pueden o no surgir buenos proyectos que valgan su costo. ¿Cómo cambiar esto? Cambiando las reglas,
avanzando de la regla de la mayoría hacia la regla de unanimidad, hacia un consenso».
Buchanan definió a este programa de investigación, sobre el que trabajó durante más de medio siglo, como la
«política sin romance». Quitándonos las «gafas rosadas» —según sus propias palabras— con las que percibimos
a la política, podremos verla como lo que realmente es.
Así, ¿cuál es el terreno de juego de la política? ¿Cómo se comportan los políticos y los votantes?
En un artículo titulado «La perspectiva de la elección pública», Buchanan definió a su teoría de la «elección
pública» como aquella «perspectiva acerca de la política que surge de una extensión y aplicación de las
herramientas y métodos de los economistas a la toma de decisiones públicas o colectivas».

Guiado por su individualismo metodológico, Buchanan entiende que, en última instancia, los que toman las
decisiones de gobierno son los individuos. El «homo politicus» es «homo economicus» y, al igual que un
empresario, el hacedor de políticas públicas actúa fundamentalmente guiado por su propio interés.
De esta forma, Buchanan pone en cuestión uno de los conceptos elementales de la democracia
representativa: la delegación de los asuntos de los ciudadanos en manos de políticos profesionales.
Precisamente, esta delegación hace que las pensiones, la educación, la salud, las relaciones laborales y también
el medio ambiente queden a merced de decisiones burocráticas en manos de políticos que no necesariamente se
guían por el «bien común».
Pero, ¿cuál es la alternativa a este paradigma?
Siguiendo a Wicksell, propone un cambio de reglas. Imaginemos que se presenta un proyecto público, ¿cómo
estar seguros que amerita el gasto? Buchanan afirma que «el costo lo amerita si los que se benefician pagan lo
suficiente para cubrir los costos del proyecto. Así que debe haber algún tipo de arreglo o esquema tributario por
medio del cual uno puede lograr un acuerdo general unánime. Se puede utilizar la regla de la unanimidad como
una medida contra la cual se calcula el nivel de eficiencia en el sector público».
De esta forma, la regla de la unanimidad se presenta como la contrapartida «política» del óptimo de Pareto.
Alcanza el óptimo porque implica la adhesión voluntaria a un determinado orden social por parte de «todos» los
participantes, o en términos económicos, elimina la posibilidad de externalidades negativas como resultado
de decisiones colectivas.
Claro que, al mismo tiempo, la unanimidad en la toma de decisiones colectivas eleva considerablemente el
costo del proceso decisorio. Teniendo en cuenta estos costos, que pueden llegar en muchos casos a impedir la
toma de decisiones, Buchanan y Tullock sostienen que el individuo enfrentado a una elección constitucional
podría decidir voluntariamente aceptar alguna regla menos rigurosa para la decisión de cuestiones de menor
importancia.

Por esa razón, cuestiones tales como el respeto a la vida, la propiedad y otros derechos individuales requerían
del consenso unánime, mientras que otro tipo de decisiones menores podrían ser tomadas con grados de
consenso menores, y por ende, con costos decisorios también menores.
Este principio llevó a Buchanan a trabajar en lo que hoy se conoce como Economía Constitucional: «Mientras
se tenga una constitución con la cual las personas están en consenso básico, se puede procurar ciertos
resultados en términos de las reglas operativas que la constitución permite desarrollar. Desplazamos la norma
wickseliana [de la unanimidad] hacia el nivel constitucional y argumentamos que, de hecho, es más probable
alcanzar un acuerdo a ese nivel por la sencilla razón de que las personas no conocen el impacto que una regla
particular tendrá sobre su interés personal identificable. Es más probable alcanzar un consenso entre más
elevada sea la regla.»
La pregunta que surge entonces es: ¿a qué nivel corresponde una decisión acerca del grado de la
gobernabilidad de la organización social?
Para algunos, sobre todo economistas utilitaristas, se requiere una aproximación caso a caso y un cuidadoso
análisis empírico para medir los pros y contras de la centralización y la descentralización, pese a que admiten
que la heterogeneidad de las preferencias e intereses individuales lleva a que las distintas alternativas
favorezcan o dañen determinados intereses con lo cual resulta difícil alcanzar conclusiones sin el apoyo de
juicios de valor.
Esto es así porque sus modelos llevan implícito un modelo político basado en un déspota benevolente y eficaz
que persigue (y alcanza) el bien común. Esto se articula principalmente en la denominada «función de bienestar
social», el «bien común» que el déspota ilustrado habrá de perseguir.
Otras escuelas económicas, particularmente la Escuela Austriaca o el Public Choice, abandonan —como se ha
dicho— esa presunción de benevolencia reemplazándola con la indiferencia o incluso con la malevolencia.
Siguiendo con la aplicación de las herramientas del análisis económico a la política, Buchanan, tal como lo
hiciera Tiebout originalmente, también asimiló el consumidor al votante quien, de la misma forma en que elige
en el mercado el que considera mejor bien o servicio según sus necesidades, elige la comunidad «que mejor
satisface sus preferencias por bienes públicos».
En este sentido, el federalismo y la descentralización servirían para limitar las posibilidades de abuso tanto del
gobierno federal como de los gobiernos locales, del primero porque los recursos se encuentran repartidos entre
distintos niveles de gobierno, de los segundos porque existe la posibilidad de movilizarse.
Galardonado con el Nobel de Economía de 1986 por sus trabajos en el área de Public Choice (elección
pública), Buchanan publicó unos 300 artículos y 23 libros donde trató asuntos de finanzas públicas, tópicos
monetarios y de política económica. Entre éstos, el más influyente ha sido The Calculus of Consent (1962), que
escribió junto a Gordon Tullock, donde presenta un análisis económico de las estructuras constitucionales, la
mirada de un economista sobre los fenómenos políticos.
Buchanan visitó la Argentina en las décadas de 1980 y 1990 como Presidente del Consejo Consultivo
del Instituto Universitario ESEADE, donde ofreció una memorable conferencia en una colación de grados. En
una de sus visitas, recomendó la creación de una Maestría en Economía y Ciencias Políticas que hoy tengo el
honor de dirigir junto a Iván Carrino, donde se enseña no sólo economía, sino también filosofía, historia,
derecho y ciencias políticas.
A 100 años de su nacimiento, las ideas de Buchanan son hoy más importantes que nunca para contener al
Leviatán, especialmente en nuestro país.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín. Es director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE.

Peronismo y elecciones

Por Gabriel Boragina. Publicado en:

 

Las masivas marchas en apoyo al presidente Macri llaman la atención sobre la altísima probabilidad de la existencia de un fraude fenomenal en las últimas elecciones celebradas en Argentina denominadas por sus siglas PASO (Primarias Abiertas, Simultaneas y Obligatorias).  El fraude electoral no es nuevo en este país, salvo raras ocasiones se ha venido practicando en distintos grados desde el mismo comienzo de la vida electoral argentina. Sin embargo, no debe creerse tampoco que el fraude explica totalmente el resultado adverso del oficialismo en aquellas elecciones que no tienen vinculación legal alguna con el resultado que arrojen las votaciones definitivas próximas.
Hemos insistido desde antes que las fuerzas en pugna -ahora «Juntos por el Cambio» (Macri) y el «Frente de Todos» (Fernández)- representan en su conjunto el pensar político de la población en su más amplio espectro.
Hemos expuesto en ocasiones anteriores que -a nuestro juicio- la sociedad argentina se divide políticamente en tres extensos sectores que denominamos «P» (peronistas), «AP» (antiperonistas) y «NP» (no peronistas). Es decir, el eje de pensamiento político argentino depende (en buena medida) de cuál sea la posición del elector frente a este desgraciado fenómeno que se ha dado en llamar peronismo en Argentina.
Sostuve también en aquella ocasión que, estos -a grandes rasgos- tres sectores conformaban (cada uno de ellos) aproximadamente un tercio del electorado total. También dedicamos muchos trabajos a explicar que el peronismo (P) es ideológicamente autoritario y con tendencias totalitarias para lo cual, le es indiferente adoptar políticas «de izquierda» o «de derecha», si es que se quieren entender estos inapropiados términos como socialistas o nazis fascistas. Dado que pensamos y estamos convencidos que el nazi fascismo no es más que un producto del socialismo, para nosotros es fútil hablar de «izquierdas» o «derechas», porque -en última instancia- no se está aludiendo sino de la misma cosa.
El tercio NP que es el más híbrido -nos parece- ideológicamente de los dos restantes, es el que define todas, absolutamente todas, las elecciones políticas. Dentro de este grupo encontramos a los famosos «indecisos», gente que dice que no profesa «ninguna» ideología política ni partidaria, ni sigue a ningún candidato en particular: son los que pueden tanto votar en blanco, no votar, abstenerse, como votar hoy a un peronista y mañana a un antiperonista si las circunstancias (según su particular punto de vista) lo justifica. En este grupo están los que presumen de ser «hombres prácticos» o pragmáticos, y manejarse conforme a los dictados de la coyuntura del momento. Pero aquí también se albergan socialistas y nacionalistas (tanto de los de extrema izquierda como de extrema derecha, según la nomenclatura típica en la jerga periodística) que -para su gusto- el peronismo representa un movimiento «moderado» a la par que ven a los AP como «fascistas».
Este es, por consiguiente, el grupo electoralmente  tanto más peligroso como el más beneficioso de los tres, no sólo por su heterogeneidad sino por cuanto -en el primer caso- son los que, por negligencia, ignorancia, fanatismo, odio, temor, o cualquier otro motivo por el estilo pueden darle la victoria a un sector como el peronismo que nació de un golpe de estado y utilizó métodos similares a los de Hitler para alzarse con el poder, sobre todo conforme enseña la historia de los dos primeros gobiernos de Juan D. Perón.
En el segundo caso, dado que también forman parte de este conjunto elementos no radicalizados sino «neutros» (si es posible tal cosa, lo que dificultamos) en materia de posturas políticas (a sí mismos se llaman «moderados» o también «apolíticos», «a partidarios», etc.) pueden votar candidatos AP tanto como NP, y aun P si fuera necesario según ellos.
El tercio NP se puede aún dividir en dos: en el que «tiene las ideas prendidas con alfileres» como se dice en la jerga habitual, por un lado, y minorías exacerbadas como las extremas izquierdas y derechas, por el otro. En tanto, los AP tienen perfectamente en claro que el peronismo es un movimiento autoritario y pro-totalitario. Pero, atención, entre estos últimos también podrían existir individuos que prefieran dictaduras de otro tipo.
Fueron circunstancias puramente históricas -ajenas a la voluntad del peronismo- las que determinaron que este no se convirtiera en un régimen idéntico al de Hitler y Mussolini.
Hoy, el candidato peronista Alberto Fernández y su compañera de fórmula tienen (y han demostrado en el pasado) un discurso por completo favorable a los regímenes más autocráticos que existen en el mundo, como son los de Cuba, Venezuela en América, Irán y demás países del Medio Oriente que cobijan grupos terroristas con gran peso en el poder político de sus naciones, o bien gobiernos dictatoriales de distinto signo (inclusive religioso). Pero no nos cabe ninguna duda que, si hoy en dia existieran todavía países con gobiernos nazis o fascistas como los habidos en el siglo XX, adherirían con gran beneplácito a los mismos y los mostrarían como modelos a seguir.
El ejemplo más alarmante actual en América lo tenemos en Venezuela donde impera una tiranía militar comunista con pretensiones de pseudodemocracia por la sola circunstancia de haber accedido al poder a través de elecciones por completo fraudulentas.  Pero aun así las elecciones venezolanas hubieran sido legitimas nada justifica que un gobierno elegido en votaciones limpias se transforme -más tarde o más temprano- en una dictadura, como lo es la imperante en Venezuela.
Evidentemente, este sería el destino que la espera a la Argentina de resultar victorioso el mal llamado «Frente de Todos» que no es más que el frente de algunos, es decir de los que tal conocemos y que durante una larga década sometieron al país a una de las dictaduras más solapadas, pero no menos destructiva que las dictaduras que formalmente se declaran y se reconocen como tales.
En lo económico está más que demostrado, tanto por la teoría como la práctica, que regímenes como el peronista -en cualquiera de sus versiones (extremas o edulcoradas)- generan pobreza y miseria por doquier, lo cual es una consecuencia lógica de un sistema económico dirigista y centralizado por y en el aparato estatal como es el que ha caracterizado a todos los gobiernos peronistas a nivel nacional y provincial.
Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. Síguelo en  @GBoragina

LA FE NO ES IRRACIONAL: LA DIFERENCIA ENTRE MISTERIO Y ABSURDO

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 29/9/19 en: http://gzanotti.blogspot.com/2019/09/la-fe-no-es-irracional-la-diferencia.html

 

Ultimamente he tenido que explicar mucho lo que es moneda corriente para cualquiera que estudie el pensamiento medieval, a saber, que la Fe (religiosa) no es irracional. Obviamente nos estamos refiriendo a la escolástica católica que concluye en Santo Tomás de Aquino en diálogo con la filosofía griega.

Los padres apologistas griegos y latinos toman su nombre precisamente de que hacían apología de la Fe: la “defendían” de la acusación de absurdo, esto es, de contradicción en términos. Esa es una de las principales “razones para la Fe”: que la fe no atenta contra el ppio de no contradicción. Ello no concluye necesariamente en la Fe (si no, no sería Fe) pero es uno de los motivos para aceptar la Fe que proviene de Dios SIN que esa aceptación sea irracional.

Por ejemplo, para explicar los misterios de la Encarnación y la Trinidad, Santo Tomás hace una magnífica síntesis de las nociones de naturaleza, persona e individuo, que ya habían explicado otros teólogos y que estaban ya esbozadas en la filosofía griega. Por eso Benedicto XVI tuvo que explicar de vuelta, en Septimebre de 2006, que ello no implicó una helenización del Cristianismo, sino una cristianización del Helenismo.

Ahora bien, alguien puede decir: si algo no es contradictorio, ¿dónde queda el misterio?

No creo que valga la pena dar una definición in abstracto de misterio que lo distinga de otras cosas humanas no absurdas. La tentación de caer en un racionalismo y semipelagianismo escolástico se ha dado muchas veces, pero no creo que la podamos vencer dando más definiciones. Lo que hay que hacer es convivir con los misterios de manera concreta.

Por ejemplo, J. Pieper tiene un libro titulado “El concepto de pecado”. Comienza en al primer capítulo explicando muchas cosas. Pero el capítulo termina con preguntas que va a comenzar a explicar en el cap. 2, y así sucesivamente. La impresión es que finalmente en el cap. 8, el último, quedará “todo resuelto”, y listo. Pero no. El cap. 8 también termina con preguntas abiertas inconestables en sí mismas para la razón humana. Si, se ha hecho apologética, se ha demostrado que no hay un absurdo, “pero”…

Desde luego, todas las ciencias y filosofías humanas también quedan abiertas, con preguntas no resueltas. Por eso digo que hay que acostumbrarse a la dimensión del misterio in concreto. La inteligencia humana no puede comprender lo infinito pero es como una piel que siente el calor del sol. El misterio se percibe cuando ya, si nos acercamos más, nos quemamos. En ese detenerse un poquito antes está la dimensión del misterio.

Pero para eso hay que acercarse. Algunos rechazan totalmente siquiera comenzar el camino. Pero luego hablan….

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación. Síguelo en @gabrielmises 

UNA NOTA SOBRE LA DISONANCIA COGNITIVA

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Es de interés indagar en los motivos que hacen que personas formadas con determinados valores en los que creen, en la práctica de la vida operan a contramano de aquellos principios. En economía hay un precepto que se denomina “la preferencia revelada”: no importa en que consistan los discursos y las declamaciones, lo relevante son las acciones que en verdad ponen al descubrimiento los valores que se profesan.

Si una persona dice y repite que lo importante para el es la lectura pero se pasa la vida jugando al tennis, en la práctica, pone de manifiesto que lo prioritario para el es el deporte y no la lectura. Sin duda que también hay que tener en cuenta que pueden sostenerse de buena fe ciertos principios y, en los hechos, se violan debido a que “nadie pude tirar la primera piedra” en el sentido de que todos nos equivocamos. Pero el asunto es la continuidad en el tiempo: si permanentemente se cae en el pantano y no hay esfuerzo alguno para mantener la brújula y subirse a la huella y rectificarse, queda claro el principio que se aplica eclipsa y deglute al declamado. Sin duda que peor que esta situación es olvidarse de los mojones y parámetros de la conducta recta y ni siquiera declamarlos porque, en ese caso, se borra toda esperanza de reencauzar la acción hacia la buena senda.

En esta misma línea de pensamiento, intriga como es que muchos estudiantes universitarios que, dados lo tiempos que corren, tienen el raro privilegio de atender clases en las que se exponen las ventajas de la sociedad abierta o quienes han obtenido los beneficios -también poco comunes- de haber recibido esa educación en sus hogares y adhieren a esa forma de convivencia basada en el respeto recíproco, pero, sin embargo, en los avatares de la vida, en la práctica, renuncian a esos valores. Y lo curioso es que no lo hacen porque deliberadamente abandonan ese modo de pensar, al contrario, insisten en suscribir los pilares de la sociedad libre en el contexto de las relaciones sociales pero, nuevamente decimos, en los actos cotidianos ese pensamiento, de tanto amoldarse a las opiniones que prevalecen, se diluye y finalmente es devorado y triturado por los hechos diarios.

La explicación consiste que en numerosos casos, la persona aún manteniendo en las palabras esos principios, percibe que en el mundo que lo rodea las conductas son muy otras y, para sobrevivir, como si se tratara de un instinto inconsciente de supervivencia, aplican los valores opuestos en lugar de hacer frente a los acontecimientos e intentar revertirlos para mejorar la situación.

Internamente se pretende el autoengaño que, para suavizar la tensión subyacente, aparentan mantener los principios en los que racionalmente adhieren pero todos sus dichos y hechos apuntan en la dirección opuesta. Muchas veces de tanto simular terminan creyendo en sociedades autoritarias de diverso grado. Al fin y al cabo, como ha escrito Nathaniel Hawthorne en La letra escarlata “Ningún hombre puede por un período considerable de tiempo usar una cara para él mismo y otra para la multitud sin finalmente confundirse acerca de cual es la verdadera”.

Independientemente de las concepciones del psicólogo Leon Festinger en otros ámbitos, fue el quien bautizó en 1957 la idea de la referida tensión (aunque aplicada a casos y, en cierto sentido, contextos diferentes a los aquí expuestos) como “disonancia cognitiva”. Un neologismo fértil para explicar el fenómeno a que nos venimos refiriendo. Me llamó la atención sobre este término y el profesional que lo comenzó a utilizar mi amigo Alberto Mansueti, de la Universidad de San Pablo.

Hay otra situación a la que también aplicamos la antedicha noción de “disonancia cognitiva” y es cuando una persona sostiene que procede convencida de la más alta calidad de un bien pero queda a todas luces patente que su conducta obra por snobismo, show-off, para llamar la atención o simplemente para esconder algún complejo. Es cuando se encandila por precios altos de un bien y está atraída a su compra, no tanto por el contenido de lo que adquiere sino precisamente por el precio especialmente elevado.

Como es sabido, en economía se enseña que cuando el precio aumenta la demanda decrece (según sea su elasticidad). Sin embargo, se sostiene que en el caso comentado no tiene lugar la mencionada ley puesto que cuando el precio se incrementa se incrementa también la cantidad demandada.  Esto no es así. Hay un espejismo que se conoce como “la paradoja Giffen” (por Robert Giffen, a quien Alfred Marshall le atribuyó la autoría del concepto). En realidad la ley se mantiene inalterada, lo que ocurre es que aparece un nuevo bien que se superpone al anterior y es el snobismo o sus antes referidos equivalentes que hacen de nuevo producto, para el que al elevarse el precio naturalmente se contrae la demanda.

Nadie declara que procede por snobismo, incluso puede pensarse que no se opera en base a esa tontera pero, en la práctica, la tensión interna hace que tenga lugar el autoconvencimiento de que se compra el bien en cuestión debido a “la calidad superior del mismo”. Dicho sea de paso, esa es, por ejemplo, la razón por la que la botella del vino Petrus se cotice a cinco mil dólares ya que no hay fundamentos enológicos para tal precio en comparación con otros vinos de igual o mejor calidad pero sin el mercadeo y la presentación de aquel (reflexión que para nada se traduce en que el valor deja de ser puramente subjetivo y dependiente de la utilidad marginal). Esto también ocurre con la pintura, la moda y otras manifestaciones públicas de variado tenor y especie pero, de más está decir, esta no es la tendencia prevaleciente en el mercado ya que la gente elige microondas, comida, televisores y demás bienes por su calidad y no por snobismo (de lo contrario, con suficiente mercadeo y publicidad se podría convencer a la gente que use candelas en lugar de luz eléctrica, carpas en lugar de edificios, monopatines en lugar de automóviles etc).

Otro ejemplo -lamentablemente de gran actualidad por estos días- es el método Ponzi (llamado así por el célebre estafador Carlo Ponzi emigrado a Estados Unidos de Italia en 1903) que se basa en un esquema piramidal en el que se prometen altos rendimientos sustentado en ingresos de nuevos inversionistas engatusados por grandes retornos y no debido a prometidas pero inexistentes colocaciones de fondos tomados de los clientes. Ha habido sonados casos de quienes sospechaban el fraude pero se autoconvencían de supuestos éxitos y habilidades de los tramposos…otra vez, la “disonancia cognitiva” (y no se trata de introducir más regulaciones estatales sino de abrir paso a las auditorias de los “inversionistas” o de los controles societarios si se trata de ejecutivos que operan de ese modo para que los accionistas tengan adecuada información en base a la flexibilidad y los necesarios reflejos libres de la intromisión gubernamental, aparato que debe limitarse a condenar luego del correspondiente proceso a los denunciados, del mismo modo que no se requieren disposiciones especiales para evitar que se vendan pollos en mal estado).

En todo caso, el punto central de esta nota consiste en destacar esos raros y un tanto misteriosos vericuetos internos que apuntan al alivio de tensiones entre posiciones opuestas a través del autoengaño o la “disonancia cognitiva”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

La gran contradicción argentina

Por Iván Carrino. Publicado el 25/9/19 en: https://www.ambito.com/la-gran-contradiccion-argentina-n5056395

 

Amamos a papá Estado, pero no estamos dispuestos a pagar sus onerosos gastos.

AFIP.

La gran contradicción de los argentinos es que, en promedio, adoramos al Estado pero, al mismo tiempo, no estamos dispuestos a financiarlo.

¿Cuál es la prueba de esto?

La primera es que por los últimos 59 años de historia, 54 hemos vivido con déficit fiscal. Es decir, el gobierno, que tanto nos gusta que gaste, no tiene los ingresos suficientes para encarar ese gasto. O sea que los argentinos no pagamos los impuestos suficientes que requiere el estado omnipresente que nos gusta.

Obviamente, Argentina nunca tuvo un gasto tan alto en términos de su producción como en diciembre de 2015. Y, de hecho, el aumento que se dio entre 2003 y 2015 fue sideral.

Para darse una idea, Holanda llevó su gasto público del 20% del PBI al 40% en un período de aproximadamente 80 años. A nosotros hacer lo mismo nos tomó solo tres gobiernos kirchneristas. 12 años. Record Guinness.

Mentalidad anticapitalista

La segunda prueba es que según el estudio del profesor Carlos Newland, de ESEADE, Argentina es el país con mentalidad más anticapitalista de la región.

Consultados sobre 3 cuestiones básicas que definen las preferencias de los encuestados sobre la economía libre contra la regulada (“la riqueza genera crecimiento para todos”, “la competencia empresarial es buena”, “debe incrementarse el rol del sector privado a costa del público”) los argentinos son los que más en contra están de la actividad del mercado libre.

Es decir, somos más pro-estado que Chile, Uruguay, Colombia, Brasil, etc.

Así que si los gobiernos son una representación de al menos una buena mayoría de la sociedad, es normal que se la pasen gastando todo lo posible y creen “derechos” donde quiera que haya una necesidad. El problema es que esos derechos después hay que pagarlos.

Y como los argentinos no los queremos pagar, hemos pasado las últimas 8 décadas con crisis de deuda o crisis de inflación.

6 mil billones por ciento

Hace unos años, el profesor de la Universidad de Denver, Nicolás Cachanosky, tomó los datos recopilados por Reinhart y Rogoff y concluyó que “desde la independencia en 1816, Argentina ha estado bajo reestructuración de deuda unos 71 años. Esto equivale al 36% de su historia.”.

La situación es más grave si se cuenta el tiempo desde la Segunda Guerra Mundial: “Si contamos desde la Segunda Guerra Mundial, entonces Argentina ha estado en default reestructurando su deuda unos 36 años, lo que equivale al 52% desde 1945 a la fecha”.

El proyecto enviado al congreso para “reperfilar deuda” le agregará unos años a este triste registro nacional y popular.

En materia de inflación, otro trabajo de Cachanosky, esta vez en conjunto con Ravier, muestra que desde la creación del Banco Central en 1935 la inflación anual equivalente fue de 55% por año.

Para curiosos, la cifra de inflación acumulada desde que hay estadísticas oficiales en Argentina es de: 6.138.061.225.630.469%

Creo que se dice seis-mil-billones por ciento. Pero seguro alguno podrá ayudar a pronunciar.

Como cualquiera podrá intuir, semejantes niveles de inflación son nefastos para el crecimiento económico. Y el mismo efecto genera la incertidumbre ligada a la deuda pública. En este sentido, no extraña que seamos el país que, junto con nada menos que El Congo, es es el que más recesiones tuvo desde 1960.

Para cortar con semejante decadencia llegó Macri, que dijo que todo se iba a ordenar porque la economía iba a crecer. Obviamente, lo mismo dicen todos los políticos, desde Lavagna hasta los Fernández.

¿Ahora me explican cómo vamos a crecer si ninguno quiere bajar la inflación en serio y ninguno quiere ajustar las cuentas públicas en serio?

Lecciones a aprender

El agujero fiscal es la espada de Damocles que hunde a la Argentina. El agujero fiscal explica también el desequilibrio externo que gustan de remarcar los economistas heterodoxos.

La explicación es sencilla: cuando no hay ahorro interno, y el gobierno gasta como si no hubiera mañana, la única manera de hacerlo (al menos por un tiempo) es usando financiamiento exterior. La contracara de eso es el déficit de cuenta corriente.

Pero el origen del tema es nuevamente fiscal. Y el problema fiscal es hijo de nuestra gran contradicción.

¿Cómo se resuelve? Solo dos formas posibles: o se baja el gasto público, o se aumentan los impuestos.

Ahora en un país que ya no da más de carga impositiva, que le cobra impuestos récord mundial a las empresas y a los pobres tasas europeas de IVA, solo queda un camino: hay que achicar el gasto público.

Si no nos ponemos de acuerdo en esto, después no nos quejemos de los malos resultados obtenidos.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano. Es Sub Director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE. Sigue a @ivancarrino

El problema son los infiernos, no los paraísos

Por Alejandro Tagliavini. Publicado el 25/9/19 en: https://www.ambito.com/el-problema-son-los-infiernos-no-los-paraisos-n5056435?fbclid=IwAR2tVeaOZPw6IfYoH-bkDIQvTRq7Ucj_vGMkWO404oFkRwGOepfnVDptBRI

 

El problema son los infiernos, no los paraísos

La lógica y el sentido común cada vez más escasos en el mundo, y en Argentina, quizás más. Siempre fue el infierno lo temible, pero ahora los políticos nos dicen que los paraísos deben ser combatidos, se diría que nos conducen al averno y, por tanto, necesitan que creamos que es bueno.

La “fuga” de capitales -FAE- fue récord en agosto, particularmente luego del “reperfilamiento”, superando los u$s5400 M esperados del FMI que probablemente no lleguen todavía, y también la salida de depósitos en dólares a lo que hay que sumar más de u$s4.000 M por repatriaciones extranjeras. Ya se fugó el 97,8%, según Hernán Herrera del CEPA, de lo que prestó el FMI que se dedica a financiar gastadores seriales y bicicletas. Y los bancos “bloquearon” préstamos en divisas: desde las PASO al 18 de septiembre, según el BCRA, el stock de préstamos en dólares a los privados se redujo 13,7% y las prefinanciaciones cayeron 15%.

Para colmo, quienes ingenuamente le creyeron a Macri y blanquearon su dinero -u$s116.000 M- perdieron hasta el 70% en dólares, aquellos que pesificaron -el 77% fue a cuentas e inversiones- y les subieron la alícuota de Bienes Personales -que hoy se paga a partir de apenas u$s20.000- del inicial 0,25% al 0,75%, y podría aumentar.

Y Alberto Fernández podría “gravar severamente a los poderosos”. Suena a “cliché” político. Los poderosos, los ricos, siempre tienen más vías para escapar de la voracidad fiscal. Las empresas, por caso, suben precios, bajan salarios y/o dejan de invertir demandando menos mano de obra. Así, la carga recae sobre los pobres -de hecho, es la principal causa de pobreza- y devolverles, por asistencialismo, es irrisorio ya que, después de pasar por la burocracia -sino corrupción- poco les llega.

Si se busca que no se dispare el déficit, probablemente se termine reestructurando la deuda -canje con quita, luce inevitable- estirando los vencimientos de capital más allá de 2025 y reduciendo el peso de intereses en los próximos años, ahorrándose unos u$s20.000 M anuales.

Además, según el CIPPEC, para equilibrar la balanza de pagos hasta 2023 y crecer un 3% anual, es necesario un aumento de las exportaciones de u$s25.000 M, un crecimiento del 9% anual partiendo de u$s84.000 M estimados para 2019. Y para ello es imprescindible lo contrario: bajar la presión fiscal para que los precios sean competitivos y las inversiones rentables.

Casi todos quieren revertir el blanqueo, lo que no es fácil, más allá de viajar a Uruguay. Existen mecanismos sofisticados y legales no accesibles para la clase media, como conseguir una Visa de residente en EE.UU. invirtiendo u$s500.000 -900.000 desde noviembre- o la misma cantidad en euros para Europa, Portugal. Para algunos la Transparencia Fiscal Internacional adoptada por más de 106 países hace prácticamente imposible mover activos sin declarar, pero la realidad los desmiente.

Aunque no puede conocerse con precisión, porque se esconde, según el interesado FMI -como toda burocracia multiestatal que vive de los impuestos- los fondos en paraísos fiscales llegan al 8% del PBI mundial, u$s 7 B y, según Boston Consulting Group, crecieron un 5% anual entre 2012 y 2017, más que el PBI global, a pesar de los “esfuerzos” -algo hipócritas- para combatirlos de los gobiernos que “pierden” u$s 1,1 B anuales en su recaudación. La corrupción debe solucionarse desde la raíz, en su origen. Hecha la aclaración, los paraísos fiscales son lugares adonde las personas escapan de la voracidad fiscal depredadora. Y, por cierto, a mayor presión fiscal más desigualdad, ya que los ricos se escapan más y es mayor la evasión. El 0,1% más rico de Rusia tiene el 12,5% de la riqueza del país de la cual el 60% está offshore, mientras que el 0,1% más rico de EE.UU. tiene el 7,8% de la riqueza total del país, y solo el 6,5% está offshore.

Según Tax Justice Network, “jurisdicciones del Reino Unido y algunos países de la OCDE” lideran el ranking de paraísos fiscalesSin olvidar a EE.UU., quizás el mayor paraíso fiscal de la historia, y Hong Kong dependiente de China. Al mismo tiempo, Luxemburgo, gracias a sus leyes, alberga tanta inversión extranjera directa como EE.UU. A nivel global, las inversiones “fantasma” suman u$s15 B anuales, superando al PBI chino.

Es evidente el porqué del interés de los políticos en que se paguen impuestos. Roberto Cachanosky, en TV con la presencia de la diputada Victoria Donda, dijo que el presupuesto de la cámara de diputados es de €150 M y así cada diputado “cuesta € 49.000” al mes, el doble que en España. Y cada senador “cuesta €171.000” mensuales contra 17.500 de uno español.

Según Reverso esto es “engañoso” porque no todos los gastos van a los parlamentarios. Cachanosky luego aclaró que ese costo no era el sueldo bruto. Para Reverso, el sueldo anual de un diputado argentino es de €53.743 brutos, y el de uno español de 68.642 (sin complementos y movilidad), y los senadores locales perciben un salario anual de €61.419 contra 68.621 (sin complementos y movilidad) de los españoles. Así queda reafirmado el espíritu de lo que dijo Cachanosky, ya que en Argentina -34% de pobreza y PBI p/cápita de €10.500 en 2018- deberían cobrar menos del tercio de lo que cobran en España -6,9% de pobreza y PBI p/c de €25700, 2018- y, aun así, el pueblo español se queja por estos sueldos exagerados.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE. Síguelo como @alextagliavini

El disparatado costo de cada legislador argentino sin datos engañosos

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 24/9/2019 en: https://www.infobae.com/opinion/2019/09/24/el-disparatado-costo-de-cada-legislador-argentino-sin-datos-enganosos/?fbclid=IwAR2CkfyqMTUmYFIctqH1zdJSlst37R3_gJgWphY9XtkE7gne9T5QhZ9Xb40

 

(NA)

En más de una oportunidad escribí sobre los gastos del Congreso de la Nación. Sin ir muy lejos, el 5 de marzo de este año publiqué en Infobae esta nota: “El descomunal costo del negocio de la política en la Argentina y por qué EEUU es casi 4 veces más eficiente”

En un debate en el programa A Dos Voces dije cuál es el costo de mantener a un diputado y a un senador, comparándolo con el caso español. Sin embargo, un grupo llamado Reverso, que creer tener el sello ISO 9001 para dárselo a quien considera correcto, salió con una nota diciendo que mi afirmación es Engañosa. De acuerdo al diccionario de la RAE, engañoso, significa: falaz, que engaña o da ocasión a engañarse. Por su parte, engañar significa, siempre de acuerdo a la RAE, hacer creer a alguien que algo falso es verdadero.

Para calificar mi afirmación del costo por diputado y por senador hicieron una nota en la que en vez de comparar el costo por senador y diputado, comparan los sueldos de los diputados y senadores argentinos con los de España. Esto me lleva a concluir que Reverso tiene gente incompetente o bien deliberadamente cambian la comparación engañosamente, porque no es lo mismo el sueldo de un senador o diputado que el costo total de su funcionamiento.

Los legisladores están en un edificio que consume energía, tiene seguridad, los legisladores tienen secretarias, asesores de prensa, asesores de todo tipo, internet y gastos generales. En otras palabras, para determinar cuánto le cuesta al contribuyente cada legislador hay que tomar no solo el sueldo del legislador, sino también los costos directos e indirectos, que pueden ser fijos o variables, para realizar sus funciones, costos que sabemos que nuestros legisladores parecen no contemplar a la hora de gastar la plata del contribuyente, pero sí lloran por los pobres con lágrimas de cocodrilos ante las cámaras de televisión, mientras una nube de asistentes suelen acompañarlos a los estudios y permanecer fuera de cámara.

Cuentas simples

Hecha esta aclaración, mi cuenta es muy sencilla: tomo los presupuestos asignados específicamente al Senado y a Diputados, aclarando que no incluyen los gastos de la Biblioteca del Congreso, ni la imprenta, ni ningun otro rubro, solo $9.157 millones asignados específicamente a senadores y $9.355 millones asignados a diputados. Esos montos los divido por el tipo de cambio promedio del euro en lo que va del año que me da $47,60, ese dato da que el Presupuesto 2019 de la Cámara de Senadores es de 192 millones de euros, dividido los 72 y por 12 meses, da un costo (no sueldo, costo) promedio mensual de 222.222 euros, más de lo que dije en televisión porque ese día tomé el tipo de cambio del miércoles pasado y ahora estoy tomando el tipo de cambio promedio de lo que va del año.

Así que el otro fui “engañoso” en mostrar un costo más bajo, no salario, por senador. Si hago el mismo ejercicio por diputado, el costo (no salario) por diputado da 63.878 euros mensuales de costo por legislador.

Haciendo el mismo ejercicio para ambas Cámaras en España, el costo por senador es de 17.540 euros mensuales contra los 222.222 euros mensuales que cuesta mantener un senador argentino y en el caso de los diputados un diputado español tiene un costo mensual 21.700 euros contra los 63.878 euros mensuales de cada diputado argentino.

Pero aún si tomamos solo el gasto en personal de ambas cámaras y comparándolas con las dos cámaras de España, vemos que el gasto en personal en Argentina es abismalmente superior al de la española, que tampoco se caracteriza por ser la pulcritud en el cuidado de los gastos.

No estoy tomando el Congreso sueco en que cada legislador se cocina y se lava su propia ropa y vive en un departamento mínimo. La comparación la hago con un país que tiene fuertes lazos con nuestros abuelos y tradiciones similares.

En el caso de la Argentina, del presupuesto de diputados y senadores de 2018, el 92% estuvo destinado al gasto en personal, así que no me pueden venir con obras de refacción ampliación o cualquier otra historia que genera engaño en el dato. La Cámara baja gasta 4,6 veces más en personal que la de España y la Cámara alta gasta 7,8 veces más que la española en personal.

Todos estos lujos de gastar la plata del contribuyente se lo dan a pesar de tener un ingreso per cápita que, de acuerdo a datos del Banco Mundial, en 2018 Argentina tenía USD 11.652 corrientes versus USD 30.524 de España. O sea, el habitante español tiene un ingreso per capita casi 3 veces superior al nuestro pero nuestros legisladores, que lloran por los pobres en televisión, mientras le cuestan al agobiado contribuyente 12 veces más los senadores argentinos que los españoles y 3 veces más los diputados argentinos que los españoles.

Finalmente, presento dos gráficos más, mostrando la evolución a pesos constantes de 2018, de los presupuestos de ambas Cámaras donde se puede observar que ambas aumentaron en términos reales sus gastos.

El ajuste lo hago tomando el IPC Congreso cuando el Indec destruyó las estadísticas en la era K y a partir de 2016 hago el empalme con el Indec recuperado gracias a la impecable tarea de Jorge Todesca al frente de esa institución.

El argumento que suelen usar algunos legisladores para defenderse frente a esta abrumadora evidencia, es decir que lo que ellos gasta es una parte ínfima del Presupuesto, lo cual es cierto. Ahora, ¿eso les da derecho a despilfarrar la plata del contribuyente total es una parte ínfima y acaso esa parte ínfima no es muchísimo dinero como costo por legislador?

Seguramente no se van a solucionar los problemas fiscales del país bajando solo los gastos del Congreso, pero por favor dejen de decir que la gente no aguanta más el ajuste cuando a todas luces ellos gastan fortunas para sacar leyes que impiden el trabajo de los que los mantienen o se concentran en debatir cuál es la capital nacional del salame quintero, declarar a la ciudad santafesina San Jorge como la “Capital Nacional de la Bolita de Cristal”, proponer a Cañuelas como “Capital Nacional del Dulce de Leche”, declarar “Capital Nacional del Asado con cuero” a la ciudad de Viale, Entre Ríos o declarar “Capital Nacional del Disfraz”” a la ciudad de Paraná, Entre Ríos, por citar algunos casos.

En definitiva: 1) no confundir salario del legislador con el costo de mantener a un legislador y 2) si corregimos el costo de mantener a cada legislador por la calidad de su trabajo, el costo puede tender a infinito.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE. Síguelo en @RCachanosky 

“Argentina va hacia una dolarización en forma desordenada”

Entrevista a Aldo Abram: Publicado el 22/9/19 en: https://www.elliberal.com.ar/noticia/504980/aldo-abram-argentina-va-hacia-dolarizacion-forma-desordenada

 

El economista Aldo Abram analizó que Argentina se encuentra en un sendero sinuoso entre la crisis, más cepo, dolarización y las reformas para salir adelante. Además, expuso una serie de “virtuales problemas para cumplir con las obligaciones contraídas y una potencial dolarización desordenada, todo ocurriendo quizás antes de diciembre”.

Lo hizo al disertar en un desayuno para socios de la Fundación Libertad y Progreso, donde Abram vislumbró un sendero difícil para los próximos meses, lo que incluye un posible endurecimiento del cepo.

“Sea quien fuere el próximo presidente se va a tener que sentar el 28 de octubre y decir claramente qué piensa hacer y renegociar con el Fondo (FMI)”, pronosticó Abram.

También sostuvo que cree que “Argentina va a una dolarización en forma desordenada, previa posible hiperinflación”. Agregó que “ahora hay que tener claro que la dolarización da estabilidad monetaria, pero no corrige todo. Hay países dolarizados que progresan y hay países dolarizados pobres”.

Abram también destacó que ve un posible endurecimiento del cepo y sobre el reperfilamiento de la deuda detalló que “esto es un default selectivo”.

“Acá el problema para el mercado es lo que piensa Alberto Fernández, no lo que piensan (Hernán) Lacunza ni (Mauricio) Macri”, enfatizó.

En otro momento de la charla señaló que “haciendo las cuentas de las reservas y los vencimientos, probablemente en octubre la plata no alcance. Diciembre va a ser un dolor de cabeza gobierne quien gobierne. Va a ser difícil llegar ahí sin una fuerte crisis”.

El economista pronosticó que “el cepo se va a tener que cerrar y cada vez más fuerte”.

“Cada vez vamos a tener que mirar más el dólar informal. Gran parte del mercado que se mueve en dólares está pesificado, como el caso de los profesionales que prestan servicios afuera o los jubilados que cobran en otros países”, apuntó.

En el final de su disertación, sentenció: “¿Cómo es la única forma de recuperar la credibilidad? Con un programa serio de reformas fuertes. No hay milagros”.

Críticas al Banco Central

En otro tramo de la charla, Abram se preguntó: “¿Por qué cayó el castillo de naipes en 2018? Por el pésimo manejo del BCRA. Hubo un shock de confianza muy fuerte cuando asumió el Gobierno nacional. Todos creímos que el BCRA iba a hacer las cosas bien. Salimos del cepo mejor de lo que se esperaba. El problema es que el BCRA estuvo para sostener el gradualismo/inmovilismo. Emitió para financiar al Gobierno y recientemente lo hizo de nuevo. Así, entre la brillante idea del impuesto a la renta financiera y el temblor mundial, tuvimos crisis de nuevo en 2018, con un manejo nefasto del BCRA. Ahí salimos corriendo a pedir ayuda al Fondo. Para octubre de 2018 se demostró que darle a la maquinita no funcionaba”.

Finalmente, expresó que “la demanda en pesos se está derrumbando, claramente estamos yendo en un mal sentido y encima el BCRA está emitiendo a más del 2% mensual. Tener un BCRA emitiendo con la demanda de pesos cayendo es tener un bombero echando nafta al fuego. Yo le preguntaría al BCRA por qué si sube la demanda de pesos, pusieron el cepo”

 

Aldo Abram es Lic. en Economía y fue director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Argentina (Ciima-Eseade) .

¿Para qué sirve el Banco Central?

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 23/3/19 en:  https://www.cronista.com/columnistas/Para-que-sirve-el-Banco-Central-20180319-0025.html

 

De entrada decimos que la banca central no puede dejar de equivocarse. Independientemente de lo probos y competentes que sean sus directores, sólo pueden decidir en una de tres direcciones: a qué tasa expandir la base monetaria, contraerla o dejarla inalterada.

Cualquier camino distorsionará los precios relativos respecto a lo que hubieran sido de no haber mediado la intromisión. Por otro lado, si hacen lo mismo que hubiera hecho la gente no tendría sentido la intervención con el consiguiente ahorro de gastos inútiles. Para saber como actuaría la gente hay que dejar que se exprese libremente.

Los pioneros contemporáneos en sugerir la liquidación de la banca central y la consecuente eliminación del curso forzoso fueron los premios Nobel en economía Friedrich Hayek y Milton Friedman en la última época de sus escritos. Ahora hay una copiosa bibliografía en esta dirección.

Por mi parte, la primera vez que escribí en detalle sobre este mismo asunto fue en 1985 en un ensayo titulado “¿Autoridad monetaria, norma monetaria o moneda de mercado?”, que presenté originalmente en Sydney, en el congreso anual de la Mont Pelerin Society y que luego expuse en el mismo año en Mendoza en la reunión de la Asociación Argentina de Economía Política que publicó el trabajo en sus anales.

La inflación no es el aumento general de precios como a veces se la define sino que es el resultado de la expansión exógena de dinero, es decir, la emisión debida a causas políticas. Si la inflación se tradujera en incrementos uniformes en los precios, el desequilibrio entre salarios y precios no tendría lugar.

Como los precios constituyen las únicas señales para operar en el mercado, cuando se desdibujan hacen que se derrochen los siempre escasos recursos con lo que los salarios e ingresos en términos reales se contraen.

Una vez eliminada la banca central y el curso forzoso desaparece de la escena la inflación creada por los burócratas que succionan el fruto del trabajo ajeno con el pretexto de cuidar el poder adquisitivo (cosa que no ha hecho ningún Banco Central en la historia). Hay distraídos que mantienen que la moneda es un bien público sin reparar que no calza en los principios técnicos de no-rivalidad y no-exclusión.

Resulta tragicómico que los así llamados progresistas adhieran al espíritu conservador más cavernario que mantiene una entidad vetusta, que en el caso argentino fue inaugurada por los fascistas del año 30. Y no es cuestión de caer en la burda falacia “ad populum”: si todos lo hacen está bien, si nadie lo hace está mal. Con ese criterio no hubiéramos pasado del arco y la flecha.

Como ha escrito Hayek, “hemos demorado siglos en darnos cuenta el daño de atar la Iglesia al poder político, es de esperar que no demoremos otro tanto en darnos cuenta que atar el dinero al gobierno es sólo para estafar a la gente que debiera decidir cuáles son los activos monetarios de su preferencia”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

La Escuela Austríaca de Economía (10° parte)

Por Gabriel Boragina. Publicado en:

 

Hasta aquí hemos comentado los diez principios básicos de la escuela en estudio a partir de los cuales se enraízan sus demás teoremas.

«Las implicancias de estos diez principios son, en buena medida, radicales. Si se prueban verdaderos, la teoría económica se fundaría en la lógica verbal y el trabajo empírico enfocado a la narrativa histórica.»[1]

Si bien no queda claro hacia donde apunta el autor en comentario con la frase «el trabajo empírico enfocado a la narrativa histórica» puede inferirse que, en realidad, quiere decir que los teoremas económicos y postulados de la Escuela Austríaca de Economía pueden ser corroborados en la experiencia histórica, no en el sentido de que esta «pruebe» que sean verdaderos, sino en el de que la historia (económica en el caso) confirma lo que aquellos postulan. Y no -como podría pensarse- porque dichos principios hayan sido aplicados en la mayoría de los países del mundo, sino que, por el contrario, por el hecho de que no lo fueron. No obstante, donde en escasa medida se implementaron probaron satisfactoriamente la bondad de la teoría.

Es que, como dice Ludwig von Mises, la historia -en rigor- no enseña nada, sino que se limita a ser una reseña de vicisitudes resultantes de la aplicación de teorías previas (falsas o verdaderas) llevadas a la práctica. La falsa teoría produce errores prácticos, los que en el devenir del tiempo se transforman en errores históricos. Y lo mismo sucede en sentido inverso con la teoría verdadera.

«En lo que atañe a las políticas públicas, se podrían expresar severas reservas en torno a la habilidad de los agentes gubernamentales para intervenir óptimamente en el sistema económico, por no mencionar que no podrían manejar racionalmente la economía.»[2]

«Manejar racionalmente la economía» equivaldría -por parte de los burócratas- al control total o parcial de las decisiones y acciones de cientos, miles o millones de personas.

Friedrich A. von Hayek ha sido claro en lo imposible del intento, en especial en su último libro La fatal arrogancia. dado que involucraría tanto como el absoluto conocimiento previo de aquellos, de lo que todas las demás personas -ajenos a ellos- desean para ellas y para los suyos. Las «políticas públicas» no son sino otra denominación (algo más edulcorada quizás) para lo que -sin eufemismos- se trata de una verdadera planificación económica, que importa sustituir los planes de los individuos por los deseos y aspiraciones de uno o más burócratas. Es iluso conjeturar que estos últimos conozcan mejor que los propios interesados cuáles son sus verdaderas y reales necesidades y que puedan atenderlas de manera más optima que estos últimos.

Sin embargo, la tesis de la planificación central estuvo muy en boga no hace demasiado tiempo atrás, y en su base se han estructurado diferentes sistemas económicos intervencionistas, en escalas que van desde pequeñas injerencias estatales a los de mayor, para desembocar en la planificación total del aparato económico (casos de la URSS, China, Cuba, países detrás de la «cortina de hierro», bloque soviético, etc.). En la actualidad, puede decirse que, la gran parte de las naciones están situadas en un grado intermedio en esa escala, que oscila -sin embargo- hacia un más alto o menor grado de intervención, pero que en ningún caso plantea el abandono de la injerencia estatal económica.

«Tal vez los economistas deberían adoptar el credo de los médicos [11] “Lo primero es no hacer daño”. La economía de mercado se desarrolla a partir de la inclinación natural de las personas por mejorar su propia situación y, que al hacer eso, descubren que el beneficio surgido de los procesos de intercambio mutuo les permitirá alcanzar ese objetivo. Adam Smith fue el primero que sistematizó esta tesis en La riqueza de las naciones (1776).»[3]

Los economistas intervencionistas creen, por el contrario, que sin su ayuda la gente no sabría como desempeñarse en su vida económica. Esto no figura -de modo alguno- que todo el mundo sea un experto en economía; alguien puede contratar los servicios de un economista, o un asesor financiero para entender cuál es la mejor manera de mejorar su patrimonio. Pero no se necesita un economista para saber que todo el mundo quiere optimizar su situación patrimonial y que naturalmente actúa y actuará en esa dirección. Nuevamente, el intervencionismo estatal significa tratar de reemplazar los planes individuales por los de los burócratas gubernamentales, porque detrás de ellos están esos economistas intervencionistas que creen que el mundo no funcionaría en absoluto si faltaran sus consejos o -en el caso- su intervención directa. Es la fatal arrogancia de suponer que nadie haría nada sin nuestra acción e intervención directa en los asuntos de los demás. Esto no es igual a decir que la gente jamás cometería errores económicos, porque la perfección humana no existe en ningún campo del saber.

En suma -y como decía Adam Smith- la gente intercambia con otros no por motivos de beneficencia al prójimo, sino para mejorar su propria situación personal. Esto no presume que no seamos selectivos en nuestras transacciones, y que -pese a esa intencionalidad- algunos intercambios terminen perjudicándonos en lugar de beneficiarnos, lo que -dígase nuevamente- forma parte de la falibilidad humana.

«En el siglo XX, los economistas de la Escuela Austriaca de economía fueron los defensores más intransigentes de este mensaje, no porque estuvieran sometidos a una actitud ideológico negativa, sino por la propia convicción presente en la lógica de sus argumentos.»[4]

Hay varias maneras de entender el término «ideología». En este caso, se lo hace como sinónimo de cerrazón mental e impermeable a cualquier idea extraña al dogma generalmente aceptado. Es decir, un bloque compacto y cerrado de ideas. Precisamente, no es el caso de los economistas de la Escuela Austríaca de Economía.

Los economistas de esta escuela no sostienen sus tesis por cuestiones caprichosas o tozudas, sino porque existe en ellos la evidencia de la certeza de sus teoremas, demostrables por vías lógicas y perfectamente racionales.

[1] Peter J. Boettke. *Hacia una Robusta Antropología de la Economía**La Economía Austriaca en 10 Principios* Instituto Acton Argentina. Trad: Mario Šilar.

[2] Boettke, P. ibidem

[3] Boettke, P. ibidem

[4] Boettke, P. ibidem

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. Síguelo en  @GBoragina