Merkantilismo: Efectos sobre el salario real:

Por Guillermo Luis Covernton: Publicado el 7/7/2011 en: http://www.fundacionbases.org/cms/index.php?option=com_content&task=view&id=363

Desde hacen más de dos siglos, los estudiosos de la economía se vienen refiriendo, con el término de Mercantilismo, a una corriente del pensamiento económico cuyo objetivo más notorio era impulsar las exportaciones, por encima de las importaciones, con claros objetivos de política fiscal.

Nosotros introduciremos el neologismo del título, para pasar a referirnos a un programa de política económica que viene implementando el actual gobierno, y analizar sus graves consecuencias.

No es nuestra intención aquí abogar a favor del verdadero mercantilismo de los siglos XVII y XIX, que han demostrado causar efectos claramente indeseables, pero no viene mal repasar, para ampliar la comprensión de las causas, el contexto económico en el que surgió.

La economía de los siglos mencionados no solo era una economía de extrema simplicidad, comparada con cualquier estructura productiva actual, sino que carecía, además de posibilidades concretas y ciertas de control fiscal.

Dicho en términos más claros: Los impuestos posibles de ser cobrados, dado lo rudimentario de las técnicas de administración, eran meramente los impuestos que pudieran gravar mercaderías en tránsito. Y como las fronteras debían ser aseguradas, por razones de supervivencia del estado, el eje central de la tributación eran los impuestos al comercio exterior. Hubiese sido imposible implementar métodos de control que permitieran una determinación cierta y concreta de los tributos actuales.

Las mencionadas razones han desaparecido. Pero también y paralelamente, ha evolucionado el entendimiento de las cuestiones económicas.

Actualmente sería casi imposible encontrar opiniones económicas que contradigan ciertas afirmaciones, que por otra parte, suenan absolutamente razonables para cualquier intelecto inquieto, aunque no sea un experto en economía, cosa que no es ni siquiera necesaria:

Por ejemplo, que el producto se destina al consumo, o bien a la inversión:

 (Y = C + I).

O que el destino del ingreso puede ser el consumo, o bien el ahorro:

                                      (Y = C + A)

Ciertos economistas[i] plantean estas ecuaciones para simplificar  la comprensión de algunas cuestiones que, analíticamente, también son evidentes:

Por ejemplo, que en una economía abierta, con fuerte presencia del estado, las opciones para la producción agregada serían: el consumo privado, o la inversión,  o el gasto público, o destinar un hipotético excedente a la exportación. Este último aspecto puede adquirir el significado contrario: Importar lo que nos falte.  Esta idea se puede ilustra así:

                            (Y= C + I + G + NX)

Luego tenemos sectores que tributan y otros que reciben subsidios: El ingreso disponible de los individuos se forma con su ingreso neto de los tributos, más los subsidios o transferencias que puedan estar recibiendo:

                            (YD = Y – T + TR)

 

Como las personas, con su ingreso disponible solo pueden optar entre gastar o ahorrar.

                            (YD = C + A)

Si hiciéramos algunas operaciones algebraicas, manejando estas igualdades, podríamos concluir algo que cualquier honesto padre de familia podrá entender:

                            A – I = (G + TR – T) + NX

Esta expresión que puede resultar algo críptica enseña algunas lecciones: Que el déficit del sector público, más el superávit del sector externo, solo podrá salir de la diferencia entre el ahorro y la inversión.

Más sencillo, para poder darnos el lujo de soportar que los gastos públicos, más los subsidios que se reparten sean mayores que los impuestos, y que, a su vez, exportemos más de lo que importamos, (idea que agrada a algunos demagogos, que creen apoyar así al empresariado local), deberemos irremediablemente invertir mucho menos de lo que ahorramos.

Es decir que el déficit fiscal y el superávit comercial salen de invertir menos de lo que ahorramos. Y no pueden salir de otro lado.

Y a eso es a lo que nos lleva un esquema fiscal que ha hecho crecer tantos el gasto como los subsidios, sin poder hacer crecer de igual modo la base imponible, es decir la producción de riquezas.  Y que sustenta buena parte de su capacidad recaudatoria en que las exportaciones crezcan, para generar recaudación vía retenciones, y en que no puedan entrar productos importados, porque no se ha entendido este aspecto central: Así se destruye la posibilidad de inversión.

Y sin inversión, la capacidad de nuestros trabajadores de generar riqueza disminuye en proporción a la amortización, es decir el desgaste de la capacidad instalada. Esto cumple con el recordado mandato de la marcha partidaria de uno de nuestros partidos mayoritarios: Combate el capital, destruyéndolo. Y paralelamente hace lo mismo con el salario real: En tanto y en cuanto nuestros trabajadores dispongan de menos herramientas y equipos para producir, su aporte a los sistemas de producción será menor y devengaran salarios más bajos.

Los países que logran mejorar la calidad de vida de sus habitantes son aquellos que logran destinar todos sus ahorros a la inversión productiva.

Del mismo modo que lo hace una familia honesta y laboriosa.


[i] Por ejemplo: DORNBUSCH, Rudiger, FISHER, Stanley y STARTZ, Richard:  “Macroeconomía”. Cap. 2. Madrid, Mc Graw Hill, 2004 ISBN: 84-481-4181-4

Guillermo Luis Covernton es Dr. En Economía, (ESEADE). Es profesor de Macroeconomía y de Finanzas Públicas en la Pontificia Universidad Católica Argentina, Santa María de los Buenos Aires, (UCA).

 

Acerca de la eutanasia.

  Por Alberto Benegas Lynch (h).  Publicado en: Diario de America el 27/10/2011

Aunque hoy en día en la mayor parte de los temas soy un iconoclasta, en este caso me ubico en lo que en líneas generales puede considerarse el pensamiento convencional. Etimológicamente, eutanasia quiere decir “buena muerte” y se suele dividir en pasiva y activa, entendiendo la primera como el retiro de medicinas e instrumentos de reanimación completamente desproporcionados y en el contexto de una vida penosa en grado extremo o directamente vida vegetativa, instancia en la que los médicos estiman que no hay posibilidad de revertir la situación del paciente con acuerdo de familiares si los hubiera o, en su caso, con el consentimiento del propio interesado si estuviera lúcido. Sin duda que todo esto se lleva a cabo con el conocimiento disponible, lo cual no excluye acontecimientos impensados y, desde luego, recursos que al momento no están disponibles en la ciencia. Nadie es adivino, de lo que se trata es de tomar decisiones en base a la información del caso al instante de adoptar las medidas que se consideran prudentes y apropiadas frente a un enfermo terminal (demás está decir que los facultativos que tengan alguna objeción de conciencia procederán consecuentemente). Esta eutanasia pasiva sin que necesariamente se declare la muerte clínica en el sentido de ausencia de actividad neurológica, respiratoria y circulatoria (con la debida atención a estados comatosos que pueden modificarse), antes de la muerte biológica en la que hay deterioro irreversible de tejidos y órganos.

Por su parte, la eutanasia activa significa inducir la muerte por exterminación de la vida, sea por comisión o por omisión en cuyo contexto quedan excluidas las condiciones arriba expuestas en el caso de la eutanasia pasiva, lo cual constituye un homicidio. A veces se ha incluido el suicidio en el campo de la eutanasia (“autoeutanasia” se lo ha llamado) ya que comparte el concepto de evitar sufrimientos mayores, espantosa tragedia respecto a la cual me inclino respetuosamente en silencio puesto que para que se renuncie abiertamente al instinto primogénito de conservación el suicida debe atravesar tremendas explosiones y convulsiones interiores de magnitud insospechada, difíciles de imaginar y de concebir. Recuerdo la referencia del sacerdote y teólogo Domingo Basso quien consigna en su libro Nacer y morir con dignidad. Estudios de bioética contemporánea que “se cuentan casos en la historia de la Iglesia de mujeres, veneradas luego como santas, que prefirieron el suicidio a ser objeto de violación […] la ética, incluso católica, ha venido modificando paulatinamente su visión del suicidio. No en el sentido de haber modificado las normas objetivas por las que se ha de juzgar este fenómeno, sino porque existen serias dudas sobre la imputabilidad moral de la acción suicida”.

Como apunta John Eccles, premio Nobel en neurofisiología, la vida, incluso para la medicina avanzada, es algo misterioso y sagrado que debe ser tratada con sumo cuidado. El instante de la muerte constituye un momento crucial de un ser que, como explica Eccels, no está solo formado por kilos de protoplasma sino que está dotado de psiquis, alma o estados de conciencia que excede lo meramente material y es por ello que podemos hablar de proposiciones falsas y verdaderas, de agente moral, de responsabilidad individual, de pensamiento, de argumentación, de la posibilidad de revisar nuestros juicios y de idea autogeneradas, lo cual no es un tema de creencias religiosas tal como lo pone de manifiesto Karl Popper, posiblemente el filósofo de la ciencia de mayor envergadura.

Por ello también es que, como he escrito extensamente en otras oportunidades, el llamado “aborto” —en verdad homicidio en el seno materno— es probablemente el crimen mayor de la sociedad contemporánea, que llamativa y escandalosamente se ha bautizado como “eutanasia inofensiva”. La liquidación de un ser humano que comienza con la fertilización del óvulo, momento en el que tiene toda la carga genética completa. Es como lo denomina Julián Marías, “el síndrome Polonio” donde en la obra shakesperana la cobardía hace que se atraviesa una espada al sujeto en cuestión sin siquiera mirarle la cara. Luis Lejeune, el célebre profesor de genética en La Sorbona, ha aseverado ante el Comité respectivo del Senado estadounidense que “aceptar el hecho de que con la fecundación comienza la vida de un nuevo ser humano no es ya materia opinable. La condición humana de un nuevo ser desde su concepción hasta el final de sus días no es ya una manifestación metafísica, es una sencilla evidencia experimental”. Por eso es que los abortistas recurren a la magia más primitiva y rudimentaria al suponer que con el alumbramiento hay un ser humano pero no antes, como si se hubiera producido una mutación de la especie.  

Se aludió en detalle a la eutanasia pasiva en el sonado caso de Satz vs. Perlumutter en el que se incluyen algunas aclaraciones esenciales en esta muy delicada materia, en contraposición al tratamiento desaprensivo de sugerencias sobre la supuesta licitud de practicar eutanasias activas, tanto en ensayos en el mundo académico como en obras de ficción y producciones cinematográficas de gran difusión. En los tres casos se han considerado situaciones de transplantes de diversos órganos hasta la situación límite de un eventual y por ahora imaginario transplante de cerebro, en cuyo caso puntualizamos que en realidad se trataría del transplante del cuerpo al cerebro y o al revés puesto que es éste último el instrumento vital por el que el ser humano se comunica al mundo exterior.

En contraposición a lo antedicho sobre la eutanasia, el médico Stephen G. Potts —en un artículo reunido en un libro editado por Stephen Hicks y David Kelley— se opone a la eutanasia pasiva porque estima que puede conducir a abusos de diversa naturaleza, incentivar a que no mejoren las técnicas de curación, el abandono de la esperanza, aumento en los temores por lo que ocurre en centros hospitalarios y conflictos con los fines propios de la medicina, todo lo cual nos parece que no se condice con el problema superlativo que hemos consignado en esta muy telegráfica nota periodística.

Por supuesto que el juramento hipocrático se refiere a los esfuerzos necesarios para preservar la vida, lo cual no es incompatible con lo dicho en esta materia. Sin duda contrasta la actitud que en su oportunidad relató Steve Jobs en cuanto a que cuando su médico analizó en el microscopio muestras de las incipientes células cancerígenas de su páncreas estalló en llanto de alegría puesto que en ese momento y circunstancia, a diferencia de lo habitual, ese caso tenía arreglo quirúrgico con tratamientos especiales, contrasta decimos con quienes se hacen llamar médicos y practican abortos o son cómplices, cuando no actores directos, de eutanasias activas.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía, Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fué profesor y primer Rector de ESEADE.

¡Es la economía, Cristina!

Por Adrián Ravier: Publicado el 26/10/2011 en http://www.elcato.org/argentina-es-la-economia-cristina

Antes de 1992 George Bush padre contaba con un 90 % de aceptación en EE.UU., fruto de su política exterior, o más precisamente por el fin de la Guerra Fría y la Guerra del Golfo Pérsico. James Carville, entonces jefe de campaña de Bill Clinton, recomendó concentrar la campaña en cuestiones más relacionadas con la vida cotidiana de los ciudadanos y sus necesidades más inmediatas. Así surgió el principal eslogan de aquella victoriosa campaña: “Es la economía, estúpido”.

¿Qué tiene esto que ver con la Argentina? Mientras el domingo escuchaba a Cristina Fernández de Kirchner ofrecer un moderado discurso tras haber hecho realidad su sueño de un segundo mandato —o el tercero del kirchnerismo—, aquel eslogan vino a mi mente.

Ya he escrito en otra oportunidad sobre mi lectura de la economía argentina. Si uno quisiera hoy comprender por qué ante esa realidad, la señora Presidente obtiene estos resultados, basta observar la dinámica del PIB real.

Tras la profunda crisis de 2001-2002, la economía inició en 2003 un proceso de recuperación acelerada. Ese primer gobierno (2003-2007) fue polémico en varios sentidos, pero la economía fue recuperándose año a año y permitió que en 2007, el pueblo argentino renovara la confianza en el modelo.

El segundo gobierno (2007-2011) también evidenció dificultades, como la guerra con el campo. Pero el mayor golpe sobre la imagen positiva del oficialismo llegó en 2009, cuando emergió el efecto de la crisis global, y la economía argentina cayó un 3 por ciento —jamás reconocido por el INDEC—. Fue de tal importancia la recesión económica que en las elecciones legislativas de 2009 Néstor Kirchner se vio superado como primer candidato a Diputado por la Provincia de Buenos Aires ante Francisco De Narváez. Esta derrota electoral estuvo muy cerca de terminar con el kirchnerismo según han explicado los analistas políticos. Pero los días pasaron, la economía global empezó a sentir los efectos de las políticas económicas estadounidenses, traducidas en inyección de liquidez y planes de estímulo fiscal, y poco a poco la economía argentina se revitalizó. Con ello, la imagen positiva también empezó a subir.

Las internas abiertas de unos meses atrás anunciaron la segura victoria del kirchnerismo. Las encuestas mostraban una imagen positiva de cerca del 60 por ciento, lo que hizo que no sorprendiera una victoria tan contundente.

Puede quedar la impresión, como ha señalado Gabriela Pousa que en las elecciones del domingo, “se ha privilegiado la política de patotas más allá de que continúe Guillermo Moreno en su cargo, se ha justificado el saqueo votando al ideólogo del ‘traspaso’ de fondos de las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP) a manos de la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES), se consolidó también la inseguridad que Nilda Garré instauró como política oficial desde el Ministerio de Defensa y ahora desde el de Seguridad… Se votaron las valijas sin remito pero con destinatario harto conocido, se priorizó el doble discurso frente al escenario internacional […]. Se ha preferido la permanencia de datos adulterados, del peronismo en su versión más radical. Por último, se puede asegurar que se ha inclinado el electorado por la demagogia ‘nacional y popular’… No hace falta agregar mucho más”.

Yo no estoy de acuerdo con esta impresión y la señora presidente debe saberlo. Este resultado en la campaña no ha sido un premio a lo peor del kirchnerismo, sino a pesar de él. Este resultado electoral es el premio a un gobierno que acompañó la recuperación de la economía argentina tras la profunda depresión de 2001. Una recuperación que insisto tiene sus debilidades de largo plazo.

Cristina Fernández de Kichner ha sido bien asesorada en los últimos meses y aprendió a manejar los silencios, además de moderar su discurso. Ayer incluso agradeció a los llamados de Mauricio Macri y Sebastián Piñera para felicitarla por el resultado de la elección. Esto ayuda en el corto plazo, pero lo que decidirá el futuro del modelo es el resultado que este ofrezca sobre las variables macroeconómicas relevantes. Me refiero al crecimiento económico, la inflación y el empleo.

Reconocer que la economía ya no crecerá al 8 por ciento, sino sólo a un 4 por ciento, abre algunas incógnitas.

Los analistas más optimistas afirman que el gobierno reducirá la emisión monetaria para intentar controlar la inflación. Saben que esto los obligará a reducir el gasto público, para lo cual ya se habla de reducir gastos en subsidios (las tarifas subirían un 18 por ciento). Amado Boudou, antes Ministro de Economía, ahora vicepresidente, ha manifestado su interés en acordar con el Club de París para volver a colocar deuda en el mercado internacional y para crear algo de confianza y reducir la fuga de capitales que sigue preocupando al Banco Central.

Los más pesimistas —quizás yo sea uno de ellos— piensan que el oficialismo realmente profundizará el modelo, y que aun acordando con el Club de París para tomar crédito exterior, seguirán agotando los recursos del Estado (ANSES y reservas del Banco Central), al tiempo que aplicarán todo tipo de controles de precios para evitar la escalada inflacionaria.

El presupuesto 2012 nos puede dar una primera respuesta. Ya no queda oposición, ni siquiera en el Congreso. Señora presidente, la economía argentina está a su merced.

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

La trama de una reelección.

Por Mario D. Serrafero. Publicado en La Nación el Lunes 11 de abril de 2011:

Parecería que la Argentina es impredecible y que los escenarios políticos pueden variar de repente. Los resultados de encuestas electorales nos informan sobre lo que ocurre respecto de una opinión pública que es volátil y muy sensible frente a hechos imprevistos, como fue, por ejemplo, el fallecimiento de Néstor Kirchner. En definitiva, hasta poco tiempo antes de los comicios podría haber corrimientos electorales. Ante tal perspectiva, es casi un juego imaginar los futuros posibles en el mediano plazo. Propongo en estas líneas una reflexión que se despega de la coyuntura de cada día y especula sobre la experiencia y la teoría existente en torno a la reelección presidencial, desde un enfoque de ciencia política; radiografía de lo que podría no ocurrir nunca, es cierto, pero también camino posible entre los diferentes senderos que se bifurcan.

La muerte de Kirchner despejó la acotada incertidumbre de quién sería el candidato a la presidencia por el kirchnerismo. Si Cristina decide ser candidata, podría ganar o perder: no hay otras alternativas. ¿Cuándo fracasa un presidente que busca su reelección? La literatura y la experiencia nos dicen que el fracaso tendrá que ver con una gestión percibida como muy deficiente, un fuerte deseo de cambio o situaciones de contexto que requieran otro tipo de liderazgos.

La aspiración a la reelección inmediata conlleva una serie de ventajas para el ocupante del cargo; entre otras: a) el reconocimiento o visibilidad pública que tiene el presidente; b) el acceso a los recursos y las fuentes de financiamiento que provienen del Gobierno; c) la exposición continua ante los medios de comunicación masiva; d) el partido en el poder, a disposición de la reelección; e) el control y la manipulación de la economía en orden a los réditos electorales; f) las posibilidades que emergen del despliegue de las relaciones públicas que establece la presidencia con los sectores públicos y privados del país y del extranjero..

En la mayoría de los casos, en los Estados Unidos los presidentes que buscan su reelección inmediata triunfan. De los 18 casos existentes en el siglo XX, en 13 oportunidades obtuvieron la victoria electoral. Cinco presidentes perdieron su reelección en el siglo pasado: William Taft, Herbert Hoover, Gerald Ford, Jimmy Carter y George H. Bush. La pérdida de popularidad, hacia el final de la gestión, fue un factor que eclipsó a ciertos presidentes. Ford se vio dañado por el perdón que diera a Nixon en relación al caso Watergate; Carter se vio debilitado por la persistencia de la inflación y la crisis de los rehenes en Irán, y Bush no pudo superar la imagen de una economía que no lograba recuperarse de la recesión, a pesar de los signos de reactivación que aparecieron hacia el tramo final de su gobierno.

La reelección inmediata, en América latina, es todavía más contundente. Lograron el triunfo Fernando Henrique Cardoso, Carlos Menem, Alberto Fujimori, Luis Lula, Leonel Fernández, Alvaro Uribe, Rafael Correa, Hugo Chávez y Evo Morales. Diferente fue la competencia en contextos de reelección no inmediata. En esa instancia, un número importante de ex mandatarios triunfaron, pero también algunos perdieron (por ejemplo, en 2010, Luis A. Lacalle y Eduardo Frei).

El éxito de un presidente que es reelegido se debe, por lo general, a varias circunstancias combinadas: a) el mandatario realiza, al menos, un gestión discreta y mantiene su popularidad con altos índices de apoyo; b) no existe un candidato opositor que logre convencer a la gente de su superioridad o conveniencia en relación con quien ya es presidente; c) una época de incertidumbre o intranquilidad puede favorecer al mandatario en el poder, salvo que se imponga la visión de la absoluta necesidad de un cambio drástico; d) una inercia residual de la gente ante lo desconocido, y e) los mayores recursos y resortes que maneja el presidente y que se ponen en juego durante el primer turno y, específicamente, hacia el final y durante la campaña electoral. Cometer errores groseros en el último tramo de gestión, como se dijo, puede frustrar la reelección.

La experiencia indica que los presidentes que ganan su reelección suelen obtener un mejor resultado que la primera vez y la oposición se distancia, electoralmente, aún más del presidente reelecto. Volviendo a la Argentina, si el kirchnerismo triunfara en 2011, podría renacer con singular fuerza y recuperar el terreno perdido en el campo legislativo tras los resultados electorales de 2009. Tendrían, probablemente, un Congreso más favorable. Pero el comienzo del segundo mandato es también el inicio progresivo de un prematuro desgaste: el llamado lame duck . Y como las elecciones intermedias de un segundo turno en la presidencia suelen conllevar una alta probabilidad de pérdida de bancas para el oficialismo, el mejor momento de una eventual nuevo mandato de Cristina Kirchner sería en 2012. En este probable escenario, el oficialismo se enfrentaría con un dilema: institucionalizar definitivamente el espacio kirchnerista con el fin de buscar un sucesor a Cristina Kirchner -pues no podría acceder a otro mandato-, o bien buscar una reforma constitucional que le permita la continuidad en el cargo. Asimismo, ciertos sectores del peronismo no estarían interesados ni en lo uno ni en lo otro, y algunos dirigentes partidarios del peronismo estarían buscando su oportunidad para acceder a la primera magistratura.

El otro camino posible es el triunfo de la oposición en 2011. Se verá si puede superar el cimbronazo que le ocasionó el fallecimiento de Kirchner y si en los próximos meses el escaparate público la muestra un poco más cohesionada. Para ganar, debería convencer a la ciudadanía de que es portadora de un proyecto superador de la actual gestión gubernamental, de que no es una mera «coalición negativa» y de que será capaz de mantener la gobernabilidad sin desintegrarse en el intento.

Todas estas son sólo probabilidades trazadas a la luz de lo investigado en torno a las reelecciones presidenciales, sus escenarios políticos e institucionales. La dinámica política definirá el panorama concreto y los meses que vienen, seguramente, prefigurarán la Argentina de los próximos años.

Mario D. Serrafero es Doctor en Ciencia Política y en Sociología, por la Universidad Complutense de Madrid y Doctor en Derecho por la Universidad de Buenos Aires. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas. Es investigador del Conicet. Escribió el libro Reelección y sucesión presidencial . Es profesor de ESEADE.

La India, un milagro poco conocido.

Por Emilio Cárdenás. Para LA NACION. Publicado el Martes 22 de febrero de 2011.

Acabo de regresar de Nueva Delhi con la sensación clara de que la India ocupa ahora el centro de mi radar. Ya no es, para mí, ni inaccesible, ni remota. La historia moderna de ese país es conocida, pero quizás algunos de sus perfiles no lo sean tanto. Vale la pena, entonces, repasarlos brevemente, para tratar de comprender mejor el alcance de lo que sucede en uno de los dos países más poblados del mundo.

La lucha por la independencia de la India fue liderada, en su momento, por abogados educados en las tradiciones democráticas del mundo occidental. Mahatma Ghandi, Jawaharlal Nehru, Sardar Patel y algunos otros estudiaron y se distinguieron en los claustros de Oxford y Cambridge. Lideraron luego un movimiento austero, desde el cual legaron a su país una democracia tan genuina como sólida y un conjunto de libertades esenciales que son respetadas por una amplia mayoría y están garantizadas, lo que la gente valora y defiende horizontalmente. A pesar de las castas y de las diferencias de género o religión.

En sus primeros años independientes, la India quedó cautivada con el modelo soviético, el colectivista. Aquel que luego terminara en el fracaso, en todas partes. Su economía se cerró, los aranceles y tarifas aduaneras fueron elevados, los tipos de cambio rígidos y caprichosos, y el sector privado, desplazado que fuera, perdió presencia en la economía. El Estado era entonces omnipotente y no podía equivocarse.

Dos guerras contra China (1962) y Pakistán (1965) reforzaron los lazos con el mundo soviético, como proveedor central de armas. Occidente, ante esto, pareció acentuar su desconfianza en el liderazgo indio. A la muerte de Nehru, su hija, Indira Ghandi, nacionalizó la banca, obligó a las multinacionales a desinvertir, y llevó la presión tributaria hasta casi el 100% de los ingresos. Y el país naturalmente se ahogó, deteniendo su crecimiento. Como si hubiera, de pronto, quedado detrás de la cortina de hierro.

Como consecuencia de ello y de un cierto giro autoritario de la propia Sra. Ghandi, en 1977, ella es destronada a través de las urnas. La libertad de prensa jugó en todo este proceso un papel importante, fue fundamental para la discusión en el plano de las ideas.

Muchos empresarios y profesionales indios, ante el achique de sus universos personales, se transformaron en expatriados, impulsados por la falta de oportunidades. Para algunos de ellos, el éxito externo fue resonante.

En los ´80, sin embargo, Rajiv Ghandi, impulsado por el peso de la realidad, comenzó a permitir una cierta, aunque tímida, resurrección del sector privado. Asesinado que fuera, el poder pasó a manos de Narashima Rao, quien convocó, como ministro de finanzas, a Manmohan Singh, el actual Primer Ministro. Ambos se propusieron rescatar al país de la bancarrota.

En 1991, devaluaron la rupia, fuertemente. Los permisos para desarrollar actividades industriales fueron abolidos. Algunas empresas públicas fueron privatizadas. En un ambiente de liberalización progresiva, se convocó a las multinacionales a regresar a la India y muchas aceptaron la invitación, reapareciendo en el escenario local. Se abrieron y modernizaron los mercados de capitales. Y se alentó el crédito al consumo. Como resultado, los empresarios comenzaron a invertir, con renovada energía y realmente con un talento poco común, particularmente en el campo de los servicios y en el de la tecnología.

Los cambios de manos en el timón del país mantuvieron el rumbo económico. El de la apertura. Hoy India está en el radar del mundo. No sólo en el mío. Quizás un paso atrás de China, pero esto seguramente no será así por mucho tiempo. Un gobierno de centro izquierda tiene el timón del país. No sin algunos serios problemas. La corrupción y la inflación están entre los más urgentes a resolver. Una limitada amenaza violenta desde el maoísmo está, en algunos rincones del país, vigente.

La inversión extranjera se ha multiplicado. La local también. Y la India, finalmente, está en pleno despegue, eliminando pobreza. La sensación del visitante es la de que hasta se la oye crecer. Los empresarios locales, que operan con el mundo como horizonte, advierten que la India crece ahora vertiginosamente, y señalan -coincidentes- que ello ocurre «a pesar del Estado». Lo cierto es que están presentes, codo a codo, junto a los políticos y funcionarios públicos, en casi todos los organismos que piensan en como será el futuro del país y lo están diseñando, incluyendo el capítulo de la seguridad y el de la política exterior. Por esto están obviamente empeñados en eliminar las rigideces económicas que quedan y dejar de lado las trabas reglamentarias que la han limitado por tantos años, producto del equivocado primer capítulo colectivista de la historia del país.

De pronto una suerte de complejo de inferioridad respecto de China se está transformando en una actitud de competencia alimentada por una nueva autoestima, bien visible; en algo así como: «nosotros también podemos». Y es efectivamente así.

Para algunos, como Raghav Bahl, un impresionante empresario local del sector de los medios de comunicación, ocurre que «la liebre china» está siendo alcanzada por «la tortuga india» que, luego del cambio de rumbo, pacientemente ha ido acelerando y manteniendo su paso.

La producción industrial crece al 6% anual. Las exportaciones al 36,4% anual. El ahorro es del 35,6% del PBI. La liquidez crece. La inversión es robusta. La educación mejora, a punto tal que para el 2020 la India será el país que producirá más graduados universitarios del mundo. Además, las limitaciones demográficas de China no están en la India.

Hay riesgos, ciertamente: una inflación del 8,2%. Un déficit fiscal del 9%. Los efectos del aumento de los precios de la energía y de los alimentos, que alimentan las presiones inflacionarias y lastiman a los más pobres. Y un déficit comercial de unos 2,5 billones de dólares mensuales. Las autoridades tienen conciencia de todos ellos y están trabajando, con dinamismo y optimismo, para enfrentarlos de manera de mantener una tasa de crecimiento que ayuda a soñar con que «el tigre indio» pronto estará entre los más fuertes del mundo.

Emilo Cárdenas es Abogado. Realizó sus estudios de postgrado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan y en las Universidades de Princeton y de California.  Es profesor del Master de Economía y Ciencias Políticas y Vice Presidente de ESEADE.

La liberalización de las drogas y los menores de edad.

Publicado el 20 de mayo de 2010 por Adrián Ravier.

He leído numerosos escritos liberales que analizan el asunto de la liberalización de las drogas. Todos ellos llegan a una misma y válida conclusión: “No corresponde criminalizar lo que no constituye un crimen. No debe confundirse un vicio por el que una persona se daña a si misma o a su propiedad con una lesión al derecho de terceros, a través de lo cual se daña a otras personas o a sus propiedades”.

Sintéticamente, legalizar las drogas traería enormes beneficios: 1) Terminaría con el negocio del narcotráfico al traer a la superficie el mercado negro existente; 2) reduciría dramáticamente el precio de las drogas, al acabar con los costos de producción e intermediación que implica la prohibición, lo cual significaría que mucha gente que posee adicción a estas sustancias no tendría que robar o prostituirse con el fin de costear el actual precio inflado de dichas sustancias; 3) lograría que la fabricación de dichas sustancias se encuentre dentro del alcance de las regulaciones propias de un mercado legal (esto es significativo considerando que “el 80 % de las muertes relacionadas con drogas se deben a la falta de acceso a dosis estandarizadas“); 4) acabaría también con la alianza del narcotráfico y el poder político, reduciendo la corrupción; 5) minoraría el gasto público, al no tener los gobiernos que continuar su lucha contra las drogas.

Estos estudios, sin embargo, no se enfrentan a lo que considero que es el problema central. ¿Cuál debería ser la legislación en relación con los menores de edad? En la actualidad, en la lucha contra el tabaco y el alcohol se aplican sanciones a aquéllos que venden estas sustancias a niños y adolecentes. En tal sentido, se afirma que las drogas tendrían sanciones similares, aunque quizás más fuertes.

Citando un trabajo de David Boaz sobre la guerra a las drogas, explica Alberto Benegas Lynch:

Respecto de la publicidad de drogas y venta a menores de esos productos, en esta instancia del proceso de evolución cultural y hasta que no aparezcan otros procedimientos más efectivos, deberían mantenerse las mismas normas que hoy existen respecto del alcohol, las armas de fuego y la pornografía y por las mismas razones.

En pocas palabras, la legalización de las drogas implica una nueva legislación en la que cada “mayor de edad” debe ser responsable de las consecuencias de ingerir estas sustancias pero, al mismo tiempo, continúa la prohibición de las drogas para “menores de edad”.

De ser así, ¿no habría lugar entonces para que el mercado negro y el narcotráfico continuaran? Es cierto que el narcotráfico internacional se vería reducido, porque las drogas ya estarían disponibles para los mayores en las farmacias o en los negocios particulares. Pero, ¿qué evitaría que surjan mafias –y estas generaran similares consecuencias a las actuales– cuyo objetivo fuera el de hacer llegar las sustancias a los menores de edad en las escuelas y colegios? ¿Qué evitaría que se contraten niños o adolecentes para comercializar las drogas en estos lugares (considerando que a ellos no aplican las sanciones pertinentes)?

Y por otro lado, ¿habría sanciones a un padre que le compró drogas a su hijo? ¿Cabe aquí el argumento de que el Estado no debe ejercer un rol paternalista en el que se supone que sabe mejor que el propio padre qué es lo mejor para su hijo?

Lo dicho es parte de unas dudas mayores: en muchas de las problemáticas a las que nos enfrentamos los liberales, la legislación es una para los mayores de edad y otra muy diferente para los niños y adolescentes.

Adrián Ravier Máster en Economía y Administración de Empresas por ESEADE  y Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid.  Es profesor Universitario.

¿Se nos viene el fin del mundo?

Por Gabriel Zanotti. (Publicado en http://www.institutoacton.com.ar , 1ra quincena de Octubre de 2011).

Si, es imparable. Es como intentar tapar el sol con el dedo. Matrimonio homosexual,
eutanasia, madre sustituta, cambio de sexo, niños hijos de lesbianas que deciden ser
niñas, etc etc etc etc.

Las actitudes de los católicos –laicos y jerarquía- ante todo esto son diversas. Algunos se parapetan en nuevas catacumbas con una espada y un escudo contra el herético mundo moderno. Otro intentan pelearla desde el mundo. Entre estos últimos las actitudes son también diversas. Unos intentan que la legislación estatal sea contraria todo ello basándose en la ley natural que estaría fundada en la sola razón, para evitar la crítica de “católico”. Pero ¿ser católico es ahora una crítica que debemos evitar?

Benedicto XVI dijo, en Enero de 2008, que hay una razón pública cristiana, que puede
hablar con el no cristiano sin renegar de su posición de cristiana. ¿Cómo es eso posible? Con un nuevo replanteo entre la razón y la fe, donde la razón es la fe judeo-cristiana que busca el entender, y desde ese entender, entendernos con todos.

Otros tenemos, además, una agenda más amplia. El mundo no es como nos gustaría que
fuera en muchos aspectos. Los niños no sólo mueren por el aborto: mueren también por
el hambre, la desnutrición, el hacinamiento, los adultos mueren de abandono y
depresión por el trabajo perdido, por la familia que no logran sostener, los inmigrantes mueren porque por las leyes anti-migratorias, son obligados a huir de sus infiernos en condiciones infernales, y muchos católicos apoyan todas esas medidas estatistas que producen el subdesarrollo, el hambre, la miseria, la muerte más indigna, en última instancia, pero no se sienten culpables en absoluto: no, los culpables seríamos nosotros, los partidarios de la economía de mercado, los cerdos capitalistas cuyo liberalismo es pecado, mientras ellos, desde su torre de marfil, hablan de la cultura de la vida mientras su anti-liberalismo militante lleva a millones de seres humanos a la muerte.

La agenda es más amplia. Pero es verdad, sí, que desde el lado no cristiano, los mismos estatistas capaces de imponer todo y excluir el derecho a la libertad de conciencia, en la parte de libertad sexual y reproductiva han concentrado la libertad individual, mientras la niegan para lo demás. Libertad individual que, bien pensada, como hemos dicho, no incluye la libertad de matar embriones, destruir minúsculos seres humanos congelados y obligar al médico a quitar el suero al paciente que se mantiene en vida sin medios extraordinarios.

Todo eso es verdad, hay que decirlo, sí, pelearlo como luchamos por la libertad de
comercio y la economía de mercado, porque detrás de todo ello está también la vida de
todo ser humano que nace en este difícil planeta. Pero calma: los valores han cambiado y contra eso, los ataques de nervios políticos no sirven para nada. El clericalismo de los católicos (véase que NO hablamos de “Iglesia”) ha durado 17 siglos y el equilibrio entre ese clericalismo y la sana laicidad no parece encontrarse entre los mismos católicos. Tal vez tengan que pasar muchos siglos más para que los católicos seamos vistos de otro modo en el mundo actual, con una autoridad moral que nunca hemos tenido hasta ahora, dada nuestra visión de la política: planes plagados de racionalidad instrumental para meternos en un mundo que nos es extraño, para ser extraños buzos en el barro de la historia, más que peces en el inmenso mar del mundo y de la historia que, a los laicos, nos debe ser propio. Los católicos no terminamos de asumir al mundo. No nos acostumbramos al mundo, creemos que hacer política es planear con los obispos cómo infiltrarnos en la cultura de la muerte; no concebimos al mundo como la vida que verdaderamente nos toca y, en ese sentido, como la cultura, no sé si de la vida, pero sí de nuestra vida, mejor o peor, siempre cambiante, con luces y sombras diferentes según
los diversos momentos históricos, sin desesperar, sabiendo que todo es caminata,
constructiva, sí, hacia la morada eterna. El mundo no se nos vino encima, sencillamente, se nos olvidó. Siempre seremos un puñadito, sí, pero una cosa es ser manso como paloma y astuto como serpiente, y otra cosa es estar siempre enojado, perder mansedumbre, ser tonto como gallina y hablarle al mundo con una mentalidad que
muestra que definitivamente no queremos ser parte de él. No es que el mundo nos
pasará por encima. Sencillamente, seguirá su curso, mientras nosotros seguiremos,
ocultos, en nubes y catacumbas.

Gabriel J. Zanotti es Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA).  Es profesor full time de la Universidad Austral y en ESEADE es Es Profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.

El Bicentenario de la Libertad Económica

Por: Carlos Newland: Publicado en: http://ciima.org.ar/2010/06/22/el-bicentenario-de-la-libertad-economica/

La Republica Argentina no se ha destacado históricamente por promover la libertad de comercio, ni en las ideas, ni en la práctica. Como ejemplo puede señalarse la ley de aduanas de 1876, que impuso aranceles a las importaciones muy altos en términos comparativos internacionales. Por otra parte durante buena parte del siglo XX Argentina se caracterizó por ser uno de los países mas cerrados del mundo. Mientras que en  1913 las exportaciones sobre el PBI representaban el 21%, en 1950 pasaron a ser el 9% y en 1992 el 5%. Cualquier comparación internacional recalcaría la poca apertura de nuestra economía. En el terreno de las ideas el proteccionismo ha sido dominante. Sin embargo destacan algunos autores, como Juan Bautista Alberdi, quienes propusieron la eliminación de toda traba al funcionamiento de las economías. El padre de la Constitución Argentina no admitía para la carta magna argentina otra fuente de inspiración en materia económica que no fuera la “escuela de la libertad”. Antes de Alberdi resalta la figura de Juan Hipólito Vieytes. Propietario de  la celebre Jabonería donde se reunieron los independentistas de Buenos Aires, pasó luego a ser auditor del ejército en las guerras de independencia y Secretario de la Asamblea del Año XIII. En los años previos a la independencia destacó por sus escritos, publicados en el periódico que editara, el Semanario de Agricultura, Industria y Comercio (1802-1807). También editaría (reemplazando a Manuel Belgrano) el  Correo de Comercio (1810-1811).

En sus artículos y traducciones Vieytes expresó que los prerrequisitos para el desarrollo económico eran la libertad económica, bajos y equitativos impuestos y seguridad en los derechos de propiedad. En este sentido defendió la  libertad en el mercado, sin necesidad de reguladores, ya que pensaba que el mejor regulador era la presión de la  competencia. El comercio internacional no debía nunca ser restringido ya que desarrollaba las ventajas naturales que tenía cada país, que debía explotar lo que producía mejor. Toda limitación a las exportaciones reducía la oferta de bienes y empobrecía a las naciones. Por su ataque a las regulaciones que impedían exportar grano, y por presiones del Cabildo, su Semanario casi fue clausurado. Por otra parte en su corta trayectoria política (falleció en 1815) Vieytes actuó en consecuencia con sus ideas. Como diputado en la Asamblea del año XIII se mostró acérrimo enemigo del otorgamiento de privilegios monopólicos solicitados por empresarios y un  activo defensor de la libertad de comercio, incluyendo la exportación de moneda, un tabú para la epoca.

Carlos Newland es Dr. Litt. en Historia y Rector de ESEADE.

Hambre, Política, Bolsa

Por Carlos Rodríguez Braun: Publicado el 2/10/2011 en: http://www.libremercado.com/2011-10-02/carlos-rodriguez-braun-hambre-politica-bolsa-61264/

«La pobreza en Cuba se debe a la falta de libertad y justicia, característica del comunismo, la misma libertad y la misma justicia que faltan en Corea del Norte, en Zimbabue, en Etiopía, y en todos los lugares donde todavía hay hambre.»

Esther Vivas, profesora de la Universidad Pompeu Fabra, aseguró en El País: «Las causas del hambre son políticas»… y a continuación afirmó que lo malo es el mercado: «hoy, los alimentos se han convertido en una mercancía y su función principal, alimentarnos, ha quedado en un segundo plano».

Ni por un momento se le ocurrió que si los alimentos dejaran de ser una mercancía, si dejaran de ser comprados y vendidos, un porcentaje quizá apreciable de la humanidad moriría de inanición.

Su obsesión es, precisamente, la libertad, «una globalización al servicio de intereses privados», como si el hambre se produjera en los países más globalizados, y no, como sucede, en los menos. Le echa la culpa a los mercados desregularizados, como si tal fuera la característica de los mercados en Corea del Norte o Zimbabue. O, típicamente, a las multinacionales, como si su presencia explicara el hambre: que doña Esther mire los países con hambre y verá que allí lo que no abundan, precisamente, son las empresas multinacionales y los mercados libres.

Y hablando de mercados, H. Knaup, M. Schiessl y A. Seith publicaron en Der Spiegel un artículo que tradujo El País con este impresionante titular: «El hambre cotiza en Bolsa» –¡el hambre, oiga!–

Llegan estos señores al disparate de asegurar lo siguiente sobre los mercados de materias primas: «El hambre del planeta se organiza aquí, además de la riqueza de unos pocos».

No explican por qué la gente compra hoy más materias primas que antes, y qué tiene que ver la malvada especulación con la mayor liquidez provocada por las autoridades, con la recesión que siguió a la burbuja, inflada también por las autoridades, y con los temores derivados de la insostenibilidad de las finanzas públicas, pura responsabilidad de los gobernantes. Lógicamente, al ser incapaces de ponderar la nociva labor de los Estados, no se les ocurre más solución que… más intervención de los Estados.

En fin, también leí en El País esta otra bobada: «Por supuesto, el hambre del mundo acabaría si se aprovecharan nuestros cubos de basura». Que no, señores, que no, que la pobreza en Cuba no tiene nada que ver con que ustedes terminen o no terminen su plato de comida en España. La pobreza en Cuba se debe a la falta de libertad y justicia, característica del comunismo, la misma libertad y la misma justicia que faltan en Corea del Norte, en Zimbabue, en Etiopía, y en todos los lugares donde todavía hay hambre.

Carlos Rodriguez Braun es doctor en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid y Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la misma Universidad. Es miembro del Consejo Consultivo de ESEADE.

Liberalismo, a secas

Por Alejandro Alle: Publicado el 25 de Julio de 2011 en: http://www.elsalvador.com/mwedh/nota/nota_opinion.asp?idCat=6342&idArt=6037196

El adjetivo «liberal», que según la definición de la Real Academia significa «inclinado a la libertad, comprensivo», suele producir fuertes reacciones emocionales, siempre más cercanas al hígado que al cerebro.

La palabra comenzó a utilizarse en España a inicios del Siglo XIX, donde se calificaba de «liberales» a quienes se enfrentaban a las tropas napoleónicas. Fue, paradójicamente, adoptada en las colonias españolas por quienes terminarían siendo beneficiarios indirectos de Napoleón: los padres de nuestras patrias, ante la debilidad de Fernando VII, optaron por cortar lazos con Madrid. Urgidos por la libertad política (y por la tributaria…, claro).

Ya desde los himnos nacionales de nuestros países, a la libertad se la invoca con un fervor religioso: el argentino, por ejemplo, comienza con «Oíd mortales el grito sagrado/ Libertad, libertad, libertad». Grito sagrado, nada menos.

Dicho entusiasmo no amainó, formalmente, en ninguna parte: en el departamento salvadoreño de La Libertad no se escucha a nadie quejarse de su bello nombre. Sólo un enajenado preferiría que se llamase La Esclavitud. O El Totalitarismo. Los autoritarios, sean de derecha o de izquierda, evitan ser tan obvios: prefieren apelar a la ridiculización de ciertos estereotipos.

Como el del supuestamente indefendible «laissez fair, laissez passer», expresión acuñada por el francés Jean-Claude Gournay, al hacerse eco del reclamo de ciertos comerciantes que con el «laissez faire» pedían libertad manufacturera a las autoridades. Es decir, que se los «dejara hacer».

Y con el «laissez passer» reclamaban libertad aduanera. Es decir, que se «dejara pasar» libremente las mercaderías en el comercio internacional, en un reclamo para que los gobernantes eliminasen barreras arancelarias decretadas para favorecer a ciertos pseudo-empresarios mercantilistas (autoritarios de derecha, tan frecuentes en nuestros barrios), que no querían competencia externa.

La manipulación dialéctica hizo que una enorme mayoría de personas instruídas asocie en la actualidad, equivocadamente, la expresión «laissez faire, laissez passer» con la apología del caos, con el egoísmo y con la anarquía. Con la miserable libertad del zorro en el gallinero. Triunfó el estereotipo. Perdió la libertad.

Mario Vargas Llosa, en una contundente definición de su pensamiento declaró «… el liberalismo no es una ideología, es decir, una religión laica y dogmática, sino una doctrina abierta que evoluciona y se pliega a la realidad en vez de tratar de forzar a la realidad a plegarse a ella …».

Agregó luego «… hay liberales que creen que la economía es el ámbito donde se resuelven todos los problemas y que el mercado libre es la panacea que soluciona desde la pobreza hasta el desempleo, la marginalidad y la exclusión social. Esos liberales, verdaderos logaritmos vivientes, han hecho a veces más daño a la causa de la libertad que los propios marxistas, los primeros propagadores de esa absurda tesis según la cual la economía es el motor de la historia de las naciones y el fundamento de la civilización».

En la tarea de difundir los valores de la libertad, a los centros de pensamiento les corresponde un papel vital: llegar con poder de convencimiento a la opinión pública, para que ésta a su vez levante la vara de lo que una sociedad exige en materia de respeto a las libertades individuales. Desde las cosas más triviales hasta las más excelsas, porque entre un Estado kinder y un Estado cuartel la ruta está pavimentada.

Finalmente, así como provoca una sonrisa escuchar a quienes culpan de todos los males al «imperialismo yankee», también debe rechazarse que los problemas de El Salvador sean siempre culpa de algún caudillo foráneo. Confundidos, algunos hasta cambian el nombre de las calles (¡?).

La oferta de autoritarismo siempre va a existir en este planeta: hoy sudamericano, mañana quién sabe de dónde. La tarea, ardua, pues tendrá detractores de derecha y de izquierda, será generar mayor demanda de libertad.

Fortaleciendo en la opinión pública la demanda de libertad se reducirá el impacto de cualquier oferta de autoritarismo. Bienvenidos, jóvenes de Alternativa Liberal.

Hasta la próxima.

Alejandro Alle es Ingeniero. Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires). Columnista de El Diario de Hoy. alejandro_alle@yahoo.com