Se podrían perfeccionar las instituciones y procedimientos en vigencia aprovechando las enseñanzas de las naciones avanzadas
Con la violencia caótica centrada en Rosario, se comprueba que la ineptitud de los gobiernos restringe las seguridades y disfrutes personales
Los economistas neoclásicos suelen suponer la ausencia de costos de decidir, la automaticidad de ponerse de acuerdo, hallando las alternativas mejor competitivas, sin esfuerzos ni gastos.
No obstante, las imperfecciones del mundo real se trasladan a que todas las normas, leyes, contratos, acuerdos, sean inevitablemente incompletos. Tales imperfecciones requieren adaptaciones en cada caso particular para hacerlas más satisfactorias a cada uno de los distintos contratantes singulares.
Actualmente, con la violencia caótica centrada en Rosario, se comprueba que la ineptitud de los gobiernos restringe las seguridades y disfrutes personales, junto también con los intercambios comerciales. Se podrían perfeccionar las instituciones y procedimientos en vigencia aprovechando las enseñanzas de las naciones avanzadas.
Al efecto, cabe reiterar las diferencias de ingresos promedio entre los países, desde USD 300 al año por habitante en Burundi, y USD 100.000 en Irlanda, radica en sus organizaciones respectivas, a través del tiempo.
Régimen monetario y reglas estables
Así, para mejorar cualquier sistema monetario se deben ajustar las reglas básicas: la unidad de cuenta; el ancla verdadera (la regla de emisión o el nivel del índice de precios objetivo (en la Convertibilidad, el valor de la intervención al que BCRA compraba y vendía dólares); los medios de pagos; y la organización de la oferta monetaria (sistema, normas bancarias y financieras).
Por su parte, las reglas elementales de propiedad deben regular el uso del bien, la obtención de la corriente de sus servicios, trasformaciones y ubicación. Incluyendo la cesión del todo o parte de un bien a un precio y condiciones pactadas con otra persona. La inestabilidad de la propiedad es el impedimento principal de la prosperidad de las sociedades, destacaba David Hume.
Las reglas fiscales de limitación del gastos e ingresos del Estado son claves para garantizar la credibilidad de los compromisos públicos.
En su última reunión, los empresarios más importantes del país cuestionaron al modelo económico: “Es inevitable que Argentina para desarrollarse pretenda políticas económicas normales. Durante largos años hemos carecido de moneda doméstica respetada, sufrimos una muy elevada y distorsionada presión tributaria, con cambios permanentes en las reglas de juego, varios tipos de cambio, injerencias indebidas en las empresas, controles de precios, o múltiples restricciones al comercio exterior; por nombrar algunas anomalías”.
Además de los objetivos generales de cualquier estructura institucional, las sociedades avanzan con la comprensión de cómo los individuos reaccionan anticipando ciertas circunstancias. Resaltaba Frank Knight, en Riesgo, Incertidumbre y Beneficios”, 1922: “Es necesario considerar a la naturaleza humana tal como la conocemos” para hacer buenos pronósticos. En especial, el oportunismo como una condición endémica con la cual las organizaciones deben contender. Con reglas confusas o cambiantes eso ya no sería probable.
Precisamente, es el orden general el que hace previsibles las reacciones del público en los espectáculos, las obras de teatro y los cuerpos colegiados; a los comportamientos individuales según las diferentes empresas y entidades constituidas; a los empleados estatales y los privados; a los gerentes de los dueños. Ese orden convierte a la economía en una ciencia. Según se ordene el país será más o menos previsible.
El desorden lo heredan las futuras generaciones, a menos que hubieran fortalecido las reglas sobre las que se edificaron las estructuras institucionales.
El quebrantamiento de las instituciones de la Convertibilidad, del pago de la deuda pública y de los servicios públicos competitivos, en 2002, y en 2008, la estatización del sistema privado de jubilaciones, AFJP; todavía imponen altos costos en la actualidad, deteriorando los ingresos del conjunto de los argentinos.
Enrique Blasco Garma es Ph.D (cand) y MA in Economics University of Chicago. Licenciado en Economia, Universidad de Buenos Aires. Fue Economista del Centro de Investigaciones Institucionales y de Mercado de Argentina CIIMA/ESEADE. Profesor visitante a cargo del curso Sist. y Org. Financieros Internacionales, en la Maestria de Economia y C. Politicas, ESEADE.Sigue a @blascogar
Cuando se introduce un adelanto tecnológico que produce mayor cantidad y mejor calidad, se libera trabajo para dedicarse a otras cosas
No puede concebirse la producción de ningún bien ni la prestación de ningún servicio sin el concurso del trabajo (foto: XLSemanal)
En demasiadas circunstancias se vienen reiterado alarmas debido al notable avance tecnológico referido a los robots que se dice que, como cada vez abarcan más áreas, se acentuará el desempleo. Resulta sumamente curioso este razonamiento pues, si fuera cierto, no habría problema puesto que dado que todas las necesidades estarían cubiertas y no habría necesidad de trabajar. Es decir, se supone el paraíso ya que al no requerir trabajo las condiciones de vida se tornan idílicas.
Pero lamentablemente las cosas no son así, las necesidades son ilimitadas y los recursos son escasos y el recurso por excelencia es precisamente el trabajo. No solo por tratarse de humanos sino porque no puede concebirse la producción de ningún bien ni la prestación de ningún servicio sin el concurso del trabajo.
Es menester aclarar que en un mercado libre en materia laboral nunca bajo ningún concepto y circunstancia sobra aquel factor clave que, como queda dicho, es siempre escaso en relación a las permanentes y estiradas necesidades a medida que se progresa. No importa el grado de miseria o de riqueza, nunca sobre ese factor esencial. Incluso en el caso de náufragos que llegan a una isla desierta no dirán que como no hay “fuentes de trabajo” pueden descansar. Al contrario, no le alcanzarán las horas del día y de la noche para sobrevivir. Las remuneraciones en ese caso consistirán en los intercambios: cocos recogidos por animal apresado y así sucesivamente. En la medida en que se ahorre de lo habitualmente consumido se podrá destinar tiempo para fabricar un equipo de capital lo cual permitirá elevar el nivel de vida. Por ejemplo invertir tiempo en fabricar una red de pescar lo cual habilitará recoger mayor cantidad de peces en lugar de hacerlo a los cascotazos. Esa mayor cantidad de peces por unidad de tiempo se traduce en un mejor nivel de vida y así con el resto de las cosas.
Sin duda que si la situación es miserable, serán miserables también los ingresos de cada cual en el caso de la isla retribuciones en especies en el contexto del trueque. En cambio, en lugares de altas tasas de capitalización, es decir, instalaciones, equipos, herramientas, maquinaria y conocimiento relevante, en esa media se incrementa el nivel de vida. La diferencia entre un país rico y uno pobre estriba en las tasas de capitalización y, a su vez, el ritmo de esas tasas depende de marcos institucionales civilizados, o sea respeto a los derechos individuales: la vida, la libertad y la propiedad de cada cual.
Los salarios e ingresos en términos reales no son nunca consecuencia de voluntarismos ni de decretos, son como queda dicho el resultado del volumen de inversión. Los recursos naturales, los climas y las etnias no definen el asunto, solo se trata del monto invertido. Cuando en un país rico se retribuye con seguros de salud, con automotor, con pagos a colegios, con jubilaciones, son vacaciones y con música funcional en las oficinas no es por bondad de los empleadores, por el contrario están obligados a retribuir de ese modo, de lo contrario no encuentran colaboración.
Si los aparatos estatales o grupos apoyados por los gobiernos imponen salarios superiores a los de mercado, es decir, superiores a lo que permiten las aludidas tasas de capitalización, el efecto inexorable es el desempleo involuntario. A saber, ocurre que gente se ofrece para trabajar, pero no hay demanda a ese salario artificial. Por otra parte, el desempleo voluntario no constituye un problema pues se trata de personas que no quieren trabajar dadas las circunstancias imperantes o porque viven de rentas o porque estiman que lo que se ofrece no es suficiente. La tragedia, el drama, el problema grave irrumpe cuando las mal llamadas “conquistas sociales” se imponen pues en esa situación se barren personas del mercado o, de lo contrario, se trabaja en el mercado informal al efecto de salvarse del desempleo.
En este contexto es pertinente subrayar que los sindicatos son de gran utilidad en una sociedad libre siempre que se trate de asociaciones voluntarias que, por ejemplo, informan cuanto se abona en las distintas faenas, se ofrece obras sociales y equivalentes siempre que sean competitivas y abiertas. Los aportes obligatorios, las afiliaciones compulsivas, las representaciones coercitivas y las acciones intimidatorias y violentas son incompatibles con la libertad y el respeto recíproco. Esto desde luego incluye la imperiosa necesidad de abrogar las denominadas retenciones que habitualmente llevan a cabo los empleadores forzados por legislaciones inmorales.
Ahora bien, cuando se introduce un adelanto tecnológico que produce mayor cantidad y mejor calidad, se libera trabajo para dedicarse a otras cosas ya que como apuntamos las necesidades son infinitas y cambiantes, de lo contrario otra vez debemos aludir a Jauja o al paraíso donde no habría necesidad de incurrir en el costo de trabajar puesto que todos estarían satisfechos. Entonces esa liberación se emplea en otros sectores y los empresarios y comerciantes siempre deseosos de incrementar ganancias fruto de arbitrajes son los principales interesados en capacitar al efecto de sacar partida de la situación. Es el caso del hombre de la barra de hielo antes que apareciera la heladera o los fogoneros de las locomotoras antes del los motores Diesel, el cartero antes de los mails, los mecanógrafos antes de las computadoras o los cableados antes del celular inalámbrico.
Por eso es que las referencias a los acuerdos entre el capital y el trabajo son impropias: se trata de formas distintas de trabajo, el capital está formado por aparatos que no negocian. De allí que sea una sandez mayúscula aludir a “la clase trabajadora” como si hubiera una clase que trabaja y otra que la explota. Cuando un pintor de brocha gorda se muda de La Paz Bolivia a Huston en Estados Unidos se observa que el candidato en cuestión eleva exponencialmente su salario. No es porque el estadounidense sea más generoso que el boliviano, es porque en el primer caso está obligado a pagar más para lograr el trabajo.
A veces se ha dicho que no es justo permitir que contrate un millonario con una persona que no le alcanza el sustento para llegar a fin de mes, a fin de semana o a fin del día puesto que se continúa diciendo hay una “evidente desigualdad en el poder de contratación”. Pues no hay tal cosa, el asunto está a todos luces mal analizado. Es irrelevante cuanto tenga cada uno en cuenta corriente, el nivel del salario va por otro andarivel. Como hemos visto, depende exclusivamente de las tasas de capitalización. Ilustremos esto con el ejemplo de una billonario que en cierto pueblo pregunta cuanto cuesta pintar su mansión. Supongamos que le dicen mil, entonces ese rico concluye que como su cuenta corriente está rebosante y su patrimonio es colosal pagará quinientos, el resultado indefectible es que no pintará su casa. Es del todo inatingente a cuanto asciende su riqueza, si en el mercado laboral la cifra es mil no hay salida, el que ofrece menos se queda sin el servicio y si se pretende pagar más esa persona tendrá sus días contados como comerciante y consumirá su patrimonio.
Entonces nada hay que preocuparse por la generalización de robots y similares, solo hay que celebrar puesto que el nivel de vida necesariamente se eleva a medida que se libera nuevo trabajo para llevar a cabo nuevas tareas que dan lugar a nuevos bienes y servicios. Para no decir las muy fascinantes tareas que han desempeñado robots durante el pico de la pandemia para distribuir medicamentos sin peligro de contagios.
El principio del robot es exactamente el mismo que el de la máquina en general, antiguamente también muchos distraídos y mal informados objetaron la aparición de maquinaria como enemigo del trabajo, en realidad el verdadero enemigo del trabajo reside en las ideas atrabiliarias de regulaciones y controles ejecutadas por politicastros ignorantes del sentido elemental de la economía. El decimonónico Frédéric Bastiat en el capítulo 20 de su célebre Sofismas económicos ya había ridiculizado la absurda sugerencia de destruir maquinarias y herramientas “para defender el trabajo” y establecía un correlato con las restricciones al comercio exterior que obligan a comprar más caro y de peor calidad “al efecto de proteger fuentes de trabajo” lo cual empobrece al forzar a desembolsar más por unidad de producto que necesariamente conduce a que hayan menos productos.
Y respecto a la maquinaria no hay necesidad de circunscribirla a sofisticadas para uso industrial, la idea, como decimos asimilable al robot, va del uso cotidiano desde la máquina de coser, la licuadora, la cortadora de pasto y el taladro. Si destruimos la maquinaria y consecuentemente el robot cae precipitadamente el nivel de vida y nos retrotraemos a la cueva y al taparrabos, ni siquiera al garrote pues se trata de una herramienta. Además de todo lo expuesto debe agregarse el trabajo que demanda la fabricación de robots, maquinaria y herramientas.
Por supuesto que con robots o sin robots si se pacta una remuneración y llegado el momento se paga otra menor esto es un fraude, un engaño, una trampa que debe ser castigada con todo el peso de la ley puesto que se trata de la lesión al derecho y nada tiene que ver con mercados abiertos y competitivos donde el que sirve a sus semejantes obtiene ganancias y el que yerra incurre en quebrantos. En esta línea argumental también debe insistirse que los llamados empresarios prebendarios son la antítesis del comportamiento decente ya que esos sujetos explotan a sus semejantes vía privilegios atados a inaceptables alianzas con el poder político de turno.
Lo dicho no autoriza a recurrir a expresiones equivocadas como “inteligencia artificial” puesto que inteligencia inter-legum es decir leer adentro, captar esencias es propio de lo humano y del consiguiente libre albedrío y no de un aparato sujeto a programación y por ende determinado. Como hemos consignado antes, esto es similar a cuando se pondera alegremente la “memoria” de la “computadora”. Pues ni lo uno ni lo otro, cuando algunos de nuestros ancestros hacía un nudo en el pañuelo para recordar algo no alabábamos “la memoria del pañuelo”. Del mismo modo son los humanos los que en verdad computan, el aparato es fruto de impulsos eléctricos. Una cosa es mostrar las inmensas ventajas del progreso tecnológico y otra bien diferente es distorsionar significados y conceptos cruciales.
Por último, en el plano de la desocupación señalo que en los casos de severos defectos físicos las consiguientes tareas filantrópicas se llevan a cabo en la medida de la libertad que tenga lugar, por eso, para ilustrar el punto si se quieren localizar obras de caridad debe mirarse a países como Estados Unidos y no a la isla-cárcel cubana.
Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h
El historiador británico murió a los 94 años. Además de ser un muy prolífico autor –escribió cincuenta libros-, era de una calidez notable
Paul Johnson nos regaló un espléndido dibujo de su autoría tomado de la torre de los ingleses que fabricó durante esa estancia que conservamos como uno de nuestros buenos recuerdos. (Twitter)
El jueves 12 de este mes de enero murió el gran Paul Johnson a los 94 años. Lo invité en abril de 1991 a dictar conferencias cuando fui Rector de ESEADE. Como digo más adelante, ya lo había conocido unos años antes en la Universidad de Cambridge pero en esta ocasión me encontré más de cerca con un personaje que además de ser un muy prolífico autor –escribió cincuenta libros- era de una calidez notable. Con mi mujer entablamos una relación muy especial con la suya -Marigold con quien se casó en 1958- y con él seguí un estrecho vía epistolar. Su obra Historia del cristianismo abre con esta inscripción: “A Marigold, mi colaboradora permanente, mi más sabia consejera y mi mejor amiga.” Similar es su reconocimiento en The Birth of the Modern. Paul Johnson nos regaló un espléndido dibujo de su autoría tomado de la torre de los ingleses que fabricó durante esa estancia que conservamos como uno de nuestros buenos recuerdos.
En la visita de referencia a Buenos Aires me dedicó su libro Enemies of Society, dedicatoria que comienza “To my friend”, en esa obra apunta los errores del estatismo y la emprende con argumentos de gran solidez contra intelectuales tipo Herbert Marcuse y en general todo el marxismo y sus imitadores. Uno de los capítulos lleva el sugestivo título “Schools for Atilas” donde critica sistemas educativos autoritarios. También en ese libro se detiene a subrayar la importancia del lenguaje y lo disolvente que resulta para el pensamiento y la comunicación el degradarlo (parece escrito para hoy en relación a sandeces como el denominado “lenguaje inclusivo” y otras barrabasadas). Escribe en este contexto que “Aquellos que valoran el sentido de las palabras valoran la verdad y aquellos que tuercen el sentido del lenguaje estarán inclinados a propósitos antisociales.”
Paul Johnson deja cuatro hijos: Daniel que es periodista, Cosmo que es empresario, Luke que es ejecutivo de la televisión y Sophie editora también para programas televisivos. Paul en su época juvenil era de izquierda, por lo que fue editor de The New Stateman hasta que renunció al Partido Laborista y se mudó al Conservador al tiempo que denunciaba “el espíritu corporativista y totalitario” del estatismo que había comenzado a beber en su colegio de jesuitas, un cambio luego influido principal aunque no exclusivamente por Karl Popper, luego de lo cual recibió en su país la distinción de Comendador del Imperio Británico y en Estados Unidos la Medalla Presidencial de la Libertad y otras manifestaciones honoríficas en distintas partes del mundo.
El 2 de septiembre de 1984 pronunció una magistral conferencia en la reunión de la Mont Pelerin Society en la Universidad de Cambridge titulada “Nineteen Eighty-Four: a False Alarm?” donde muestra los aciertos de Orwell respecto a sucesos de aquel momento (para no decir nada del agravamiento de algunas facetas oscuras de hoy). Esta fue la primera vez que estuve con Paul Johnson y coincidentemente fue la oportunidad en la que la Mont Pelerin Society (la Academia Internacional, según Friedrich Hayek que fue uno de sus fundadores) me designó miembro de su Consejo Directivo. Esta disertación estuvo en línea con lo que había publicado cuatro años antes en la American Enterprise Institute traducida al castellano con el título de “La base moral del capitalismo”.
En todo caso resulta difícil poner en palabras una descripción de las características personales del pensador a que aludimos en esta nota. Como queda dicho su calidez era envolvente, su amabilidad y cortesía fueron su marca y en las largas conversaciones mostraba una mezcla de cultura y modestia que ponían en evidencia su calidad humana. Asimismo, era agradable en los debates e intercambios con intelectuales de otras corrientes de pensamiento lo cual no quita su pérdida de paciencia con la insolencia o los arrebatos que a veces surgen en estos ámbitos que lo ponían en un severo enojo.
No resulta posible en un texto periodístico poner de relieve la obra ciclópea de este escritor colosal pero podemos dar una idea aproximada de sus valores en algunos de sus trabajos recorridos a vuelo de pájaro. En este caso resulta ilustrativo reproducir cinco citas tomadas de los respectivos originales en inglés y con una sexta trabajé en la versión castellana, en total apenas poco más del diez por ciento de su producción, sin glosas para que el lector saque sus propias conclusiones.
En primer lugar de A History of the Modern World: “La carrera de Perón ilustra su esencial identidad con el fascista deseo de poder y algunas veces tomaba prestado ideas de Mussolini, Hitler, Franco y Stalin […] Mostró como manipular a la gente en un sistema de contar cabezas […] Como presidente, Perón trasmitió una demostración clásica en nombre del socialismo y el nacionalsocialismo y como destrozar la economía […] Llevó a cabo un asalto frontal al sector agrícola, el mayor recurso de capital argentino. Ya en 1951 había agotado las reservas y había descapitalizado al país […] Destrozó la Suprema Corte. Arrebató el sistema radial y a La Prensa, el gran diario latinoamericano.”
Segundo, de A History of the American People: “La creación de los Estados Unidos de América es la más grande de las aventuras humanas. Ninguna otra historia nacional contiene esas notables lecciones para los estadounidenses y para el resto del mundo […] Los tropiezos se deben principalmente al keynesianismo -otra palabra para el intervencionismo estatal […] De hecho, el libro de Keynes La teoría general del empleo, el interés y el dinero, proponía una moneda administrada por funcionarios dedicados a estabilizar precios que significan interferencias constantes de los gobiernos lo cual es parte del problema.”
Tercero, su extenso prólogo a The Voluntary City. Choice, Community and Civil Society una colección de quince autores compilados por Peter Gordon que objetan la existencia del monopolio de la fuerza refutando las nociones de bienes públicos, externalidades, el dilema del prisionero y la asimetría de la información. Allí Paul Johnson exhibiendo una mente abierta, juvenil y atenta a nuevos paradigmas, escribe que “Confío y envídio a los que vivirán para ver el cambio, en cincuenta años estaremos manejando las cosas de modo sustancialmnete diferente a lo que se hace hoy, respondiendo mucho más acertadamente a las necesidades humanas respecto a los métodos que hoy empleamos. El mundo no será Utopía pero para usar una expresión favorita de los victorianos, será un mejoramiento.”
Cuarto, en Historia de los judíos: “Los judíos han penetrado en muchas sociedades y han dejado su impronta en todas. Escribir la historia de los judíos es casi como escribir la historia del mundo […] Es una historia del mundo observada desde el punto de vista de una víctima culta e inteligente […] El judaísmo rabínico fue un evangelio del trabajo porque exigía que los judíos aprovecharan exhaustivamente los dones divinos. Exigía que los aptos y los capaces se mostraran industriosos y fecundos, entre otras cosas porque así podían afrontar sus obligaciones filantrópicas.”
Quinto, en Napoleón: “Chatobriand y Madame de Stäel fueron dos de los más dedicados enemigos de Napoleón […] Lamartine llamó a ´esta religión napoleónica el culto a la fuerza que está influyendo en el espíritu de la nación en lugar de la verdadera religión de la libertad´ […] El inglés más influyente del napolionalismo fue Thomas Carlyle que lo puso a Bonaparte en le centro de la escena en sus conferencias de 1841, Heroes and Heroe Worship […] El todopoderoso Estado de Napoleón fue concebido por su admirado Hegel que a su vez fue la raíz tanto del marxismo como del totalitarismo nazi […] Ningún dictador del trágico siglo veinte ha estado ajeno a los ecos napoleónicos, desde Lenin, Stalin, Mao Zedong a los tiranos como Kim Il Sung, Castro, Perón, Mengistu, Saddam Hussein, Ceausescu y Gadafi […] Los grandes males del bonapartismo fueron la deificación de la fuerza y la guerra, el todopoderoso Estado centralizado, el uso de la propaganda cultural y el manejo de pueblos en busca de poder personal e ideológico.”
Y por último, sexto, The Quest for God: “En la religión el antropomorfismo simplemente refleja las limitaciones de la imaginación humana […] La única forma de igualdad que es posible y deseable es la igualdad ante la ley […] Doctrinas conocidas como Teología de la Liberación. Esta es simple y absolutamente una herejía anticristiana, sin ninguna base moral […] La práctica del aborto nos remite a un problema importante. El fracaso de encontrar una alternativa de alimento espiritual, sistemas que son capaces de matar, los millones de niños a los cuales no les permitió nacer, mucho menos vivir igual que lo hizo Hitler, Pol Pot, Stalin o Mao […] El mal surge necesariamente de la magnificencia de Dios al conceder una libre voluntad a sus criaturas humanas […] permite escoger tanto el bien como el mal […] Esta es una línea de pensamiento seguida por Santo Tomás de Aquino y otros.”
Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h
La salida diplomática de la guerra se ve muy lejos en el horizonte, y la resolución militar es imposible de prever. Probablemente estemos viendo los inicios de un conflicto prolongado, para el que ninguna de las partes estaba preparada
Vladímir Putin quiere y necesita recuperar la iniciativa no solo para ganar esta guerra, sino también para la supervivencia de su propio régimen
Ya han pasado diez meses, ¡diez meses!, desde que Vladímir Putin lanzó al ejército de Rusia para invadir Ucrania, tras acumular unos cien mil soldados en forma amenazadora en la frontera desde los últimos meses de 2021. La campaña que amenazaba ser un rodillo fulminante y devastador, que en una cuestión de pocos días iba a ocupar Kiev e instalar a un presidente servil al régimen de Putin, se fue deshaciendo y rehaciendo precipitadamente sobre la marcha ante la resistencia ucraniana. Los soldados de la fuerza invasora se entregaron primero al saqueo de electrodomésticos, ollas y vajilla, y luego se les dio rienda suelta para que cometieran todo tipo de crímenes tipificados por el derecho internacional, como la matanza de civiles en Bucha, centros de tortura, violaciones y secuestro y deportación a Rusia de niños ucranianos.
Vladímir Putin sobreestimó sus propias fuerzas y subestimó a sus enemigos, ya que, por un lado, creyó a pie juntillas en el discurso oficial sobre la superioridad del Ejército de la Federación Rusa y en el efecto de disuasión del arsenal atómico, a la vez que desdeñó al pueblo y al gobierno ucranianos, a la alianza atlántica, a la Unión Europea y a la capacidad de respuesta de las democracias liberales en general. La retórica rusa de centurias, expresada en sus textos de historia, ha sido la de mirar como “pequeños rusos” a los ucranianos, una narrativa ahistórica y falaz que ha marcado el universo simbólico de muchas generaciones.
En la Rusia post soviética se tejieron visiones del propio país que entrelazan los relatos de tiempos de los zares con los discursos monolíticos de la Unión Soviética, poniendo el énfasis en la supuesta “excepcionalidad” de su pueblo, cultura y misión providencial para los destinos del planeta. Narrativa ahistórica –pero no por ello menos influyente y transmitida de boca en boca de padres a hijos-, porque no solo Kiev es anterior en varios siglos a la existencia de Moscú, sino también porque el término Rus, de tiempos medievales, hacía referencia a la dinastía de los Ryurik, de orígenes vikingos, que se impuso sobre la población eslava de esa gran estepa fértil que hoy es Ucrania.
Referirnos a esos eslavos del siglo X como ucranianos, rusos o bielorrusos, es tan incorrecto y extemporáneo como llamar “franceses” a los súbditos de Carlomagno, o “ingleses” a los pueblos celtas de Britania que fueron conquistados por el ejército romano de Julio César. Pero si Ucrania “no existía”, fue Putin quien terminó de crearla el 24 de febrero de 2022.
En la Rusia post-soviética, los círculos del poder se aferraron fuertemente a la retórica militarista y victimista: con la derrota en la Guerra Fría y la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, se quedó en la perplejidad de tener un gran arsenal atómico que hizo temblar al mundo y con la nostalgia de la carrera espacial y, al mismo tiempo, pasó a ser un país más en un mundo que ponía su mirada en el desempeño económico y en la calidad de vida de la población.
Como canta Coldplay en Viva la vida, solía gobernar el mundo y sentir el miedo en los ojos de sus enemigos… Y en muy poco tiempo, precipitadamente, todo eso se desvaneció en el aire de las ilusiones. Pero la intención de retornar a la tentación bélica, de la expansión con ejércitos que sobrepasaban en número –pero no en calidad- a los enemigos, estaba presente en los discursos tanto de los demagogos ultranacionalistas como Vladímir Zhirinovsky –en las elecciones parlamentarias de 1993, llegó a cosechar nada menos que el 23% de los votos, provocando alerta en Europa- así como de los nostálgicos del antiguo régimen stalinista del Partido Comunista.
Hay analistas políticos que insisten en tener en cuenta la necesidad de que los rusos se sientan en un entorno seguro frente a sus vecinos europeos –a esta tesis se sumó el presidente francés Emmanuel Macron-, pero olvidan que esos miembros del barrio del este y el centro del viejo continente fueron invadidos, amenazados y sojuzgados por los ejércitos de Moscú, desde los zares hasta llegar a secretarios generales del Partido Comunista de la URSS, como Iósif Stalin, Nikita Jruschov y Leonid Brezhnev.
Ya se ha vuelto una rutina –dolorosa, trágica y mortal- que cada semana las ciudades de Ucrania sean bombardeadas desde territorio ruso, o bien con drones de fabricación iraní. La ofensiva rusa, utilizando a los mercenarios del Grupo Wagner para tomar el control de Bajmut y Soledar, es una nueva escalada de la guerra tras meses en los que la contraofensiva ucraniana logró recuperar territorio, como la región de Jarkiv y la ciudad de Jersón.
Vladímir Putin quiere y necesita recuperar la iniciativa no solo para ganar esta guerra, sino también para la supervivencia de su propio régimen, ya que un conflicto prolongado comienza a ser visto como una derrota o, por lo menos, con un costo humano y material muchísimo más alto que el previsto en febrero de 2022. El incremento de las ofensivas, del número de soldados reclutados y de la fabricación de armamentos, tiene una respuesta correlativa desde la alianza atlántica, que ahora envió un escuadrón de tanques del tipo Challenger 2 –a los que podrían sumarse algunos Leopard de fabricación alemana-, además de misiles de alta precisión como los HIMARS y de entrenamiento brindado a los soldados ucranianos.
La salida diplomática se ve muy lejos en el horizonte, y lo mismo se advierte respecto de una resolución militar. Próximos a los once meses de la invasión, quizás estemos viendo solo los inicios de una guerra larga para la que ninguna de las partes estaba preparada, con un final imposible de prever.
Ricardo López Göttig es Profesor y Doctor en Historia, egresado de la Universidad de Belgrano y de la Universidad Karlova de Praga (República Checa). Ex investigador Senior part time del Departamento de Investigaciones y Profesor titular de Teoría Social en la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.Sigue a @lopezgottig
El Gobierno insiste con fracasadas políticas en el mundo y en particular en la Argentina, mientras que no advierte el costo de la desmesurada expansión de la base monetaria.
Ensayando una vez más la receta fracasada en el mundo y más aún en el país, el Gobierno no solo apela a una medida que a lo largo de la historia demostró no servir para frenar la inflación, sino que, además, hace un acuerdo, como en las épocas más violentas del peronismo cuando el general decía que “estaba dispuesto a hacer cumplir los precios máximos, aunque tuviese que colgarlos a todos”. Una versión siglo XX de los edictos de Diocleciano en el siglo IV DC en que había establecido la pena de muerte para quienes no cumplieran son los precios máximos.
El ministro de Economía Sergio Massa repite medidas que fracasaron hace 1.700 años, se sumergió en Diocleciano. La pregunta es: ¿Si el Gobierno está festejando que no llegó a los tres dígitos de inflación anual en 2022 porque estuvo en el 95%, para qué manda a las fuerzas de choque a controlar precios en los supermercados?.
Lo que el Gobierno no dice es que, en diciembre, a pesar del fuerte aumento del stock de Leliq y Pases netos del BCRA, para esterilizar el exceso de pesos en la economía, la base monetaria creció en promedio 9,6% respecto del promedio de noviembre y que en los primeros 10 días de enero se expandió 9,3% adicional. En otras palabras, se asiste a un festival de emisión monetaria que inevitablemente tendrá impacto sobre el nivel de precios porque son pesos que la gente no demanda.
Pero atención que la emisión monetaria que hace el Gobierno para financiar al Tesoro no es solo por Adelantos Transitorios, el BCRA también emite pesos para comprar bonos que emite la Tesorería y que el mercado no puede absorber.
Por eso, computando los “trucos” del BCRA para disimular la emisión monetaria para financiar al Tesoro, en 2022 el impuesto inflacionario estuvo en el cuarto puesto de las fuentes de financiamiento de la Administración Central.
Como es costumbre en los populismos, los gobiernos destruyen la moneda y luego buscan un culpable afuera por el aumento de precios que no es otra cosa que una depreciación de la moneda.
Este gobierno ya intentó controlar los precios mandando a La Cámpora a los supermercados, en 2021 decidieron mandar a los inspectores de la AFIP a verificar el cumplimiento de los Precios Máximos.
Pocos meses atrás acordó con los intendentes para que se encargaran de seguir los precios e incluso iban a recibir una parte de las multas por las infracciones a los Precios Máximos y ahora mandan a fuerzas de choque con el sindicato de camioneros y piqueteros.
Solo les falta resucitar a Torquemada y mandarlo con la Santa Inquisición a controlar los precios.
REGLA BÁSICA
Una vez más hay que insistir con que los costos no determinan los precios, sino que son los consumidores quienes deciden cuánto están dispuestos a pagar por determinado bien o servicio el que determina los costos de producción en que puede incurrir una empresa.
También hay que insistir en que hablar de “ganancia justa” es un disparate conceptual. ¿Considerando la imprevisibilidad en las reglas de juego, la falta de respeto por los derechos de propiedad, las arbitrariedades de los funcionarios públicos, cuál es la tasa de ganancia justa para invertir capital en una empresa en Argentina?
Pero en última instancia, el Estado no tiene derecho a decirle a la gente a qué precio tiene que vender el fruto de su trabajo. Cada vez que interviene en el mercado fijando precios máximos y regulándolo se producen faltantes.
Basta con ver los dramas que viven los inquilinos que, ante una absurda ley de alquileres, se contrae la oferta, el inquilino no tiene opciones y, encima, los dueños tienen baja rentabilidad en un activo ilíquido.
El mercado ajusta por precio o por cantidad. En la medida que el Estado establece un precio máximo, el precio artificialmente barato aumenta la demanda de ese producto o servicio y contrae la oferta de quienes los producen.
Además, desaparecen los productores marginales que son aquellos que teniendo costos más altos que sus competidores, no pueden sostenerse con el precio artificialmente bajo. Por lo tanto, o cierran el negocio o se pasan al mercado informal.
En rigor, no es que el ministro Sergio Massa quiere controlar la inflación, necesita desesperadamente mostrar un aumento del IPC que tenga tendencia a la baja para decir que está cumpliendo con su objetivo de desaceleración persisten del ritmo de aumento de los precios.
En 1946, Hermann Göering -responsable, entre otras cosas, de los planes económicos del nazismo- le dio una entrevista al corresponsal de guerra Henry Taylor. El prisionero nazi le dijo: “Ustedes en América están tomando una serie de medidas que a nosotros nos causaron problemas. Están intentando controlar los salarios y precios, es decir, el trabajo del pueblo. Si hacen eso, también deben controlar la vida del pueblo. Y ningún país puede hacerlo en forma parcial. Yo lo intenté y fracasé. Tampoco pueden hacerlo en forma total. También lo intenté y fracasé”. Este texto está tomado del libro 4.000 Años de Controles de Precios y Salarios, Como no Combatir la Inflación, de Robert Schuettinger y Eamonn Butler.
En definitiva, ni los nazis, con todo el aparato represivo que desplegaron tuvieron éxito con los controles de precios.
El peronismo vuelve una y otra vez sobre la misma receta fracasada a lo largo de la historia de la humanidad. Y esa insistencia en el fracaso no es torpeza, es el típico intento del populismo de quitarse la responsabilidad de encima de haber emitido moneda para financiar el déficit fiscal y transferirle los efectos perversos de esa emisión a un enemigo inventado.
El populismo siempre inventa un enemigo para decirle al pueblo que unas personas perversas los están explotando y ellos, los populistas, vienen a salvarlos. Es de manual. Y Massa no parece querer apartarse del manual del buen populista.
Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE. Síguelo en @RCachanosky
En los últimos tiempos observamos con cierta alarma que los aparatos estatales teóricamente encargados de velar por los derechos de los gobernados son en realidad atacantes y en la materia de esta nota periodística espían a la gente con lo que se invade su privacidad. Como ha escrito Milan Kundera “si se pierde la privacidad se pierde todo”.
Es sumamente curioso que el ciudadano se vea obligado a financiar con impuestos acciones que lo persiguen y aplastan. Antes he escrito sobre este tema de los llamados servicios de inteligencia, pero en vista que vuelva a surgir el asunto es del caso reiterar lo dicho.
El adagio consigna que si a uno lo engañan una vez, la vergüenza corresponde a quien engaña, pero si nos vuelven a engañar con lo mismo, la vergüenza es para uno. Resulta de interés preguntarse y repreguntarse qué grado de compatibilidad o incompatibilidad existe entre los llamados servicios de inteligencia y el sistema republicano de gobierno. Como es sabido, uno de los ejes centrales de esta forma de concebir el aparato político consiste en la transparencia de sus actos.
Conviene llevar a cabo el ejercicio de una mirada crítica sobre estas reparticiones tan peculiares. Prácticamente todos los gobiernos cuentan con servicios de inteligencia, lo cual no invalida el interrogante. Cuando menos, llama la atención que una sociedad libre se desplace simultáneamente por dos andariveles tan opuestos.
Por una parte, se insiste en la necesidad de que los funcionarios gubernamentales sean responsables de sus actos y que éstos estén en conocimiento de los gobernados y, por otro, se procede de modo clandestino, echando mano a fondos reservados para propósitos de espionaje y otros menesteres non sanctos que se mantienen en las sombras. Parecería que hay aquí un doble discurso y que se entroniza una hipocresía digna de mejor causa.
Agentes dobles, contrainteligencia, secretos de Estado, escuchas y detenciones sin orden de juez, violaciones de domicilio y en otros partes del mundo se agregan asesinatos, sabotajes y en la mayor parte de los casos lados seguimiento de los dirigentes de partidos políticos de oposición son sólo algunos de los hechos que producen los más renombrados “servicios”. Esto es en el “mundo libre”, ya que en los países totalitarios se añade la tortura y la implacable persecución a quienes no adhieren al poder de turno.
En los Estados Unidos, actualmente existen veinticuatro “oficinas de inteligencia”, entre las que se destaca la CIA, creada a fines de la década del 40. En Inglaterra, el M15 y el M16; en Canadá, la CSIS; la BND en Alemania; el Mossad en Israel, y la FSB, sucesora de la KGB, en Rusia son sólo algunas de las caras visibles de este entramado de espionaje, contraespionaje y guerra subterránea.
El periodista de la BBC de Londres Paul Reynolds puso en tela de juicio la eficiencia de los servicios de inteligencia más destacados del mundo a raíz de la célebre invasión de Irak, en una columna titulada “¿Podemos confiar en los servicios de inteligencia?”. Por su parte, Harry Browne señala los fiascos de los servicios de inteligencia estadounidenses en Vietnam, Corea, Somalía y Haití, e incluso tiende un manto de sospechas sobre los que operaron durante la Segunda Guerra Mundial, en la que se terminó entregando a Stalin aproximadamente las tres cuartas partes de Europa.
Es que siempre los burócratas están tentados a utilizar este y otros departamentos y oficinas para fines políticos, y cuando no hay claros límites al poder y se permite recurrir a la clandestinidad los abusos no deben sorprender, sin contar con las traiciones, las falsas denuncias y las delaciones internas y ex amistades, como ocurría con la policía secreta de Sha de Persia, incluso con Ben Laden y en la CIA.
Por esto es que León Hadar, del Cato Institute, sugestivamente titula su ensayo “Los servicios de inteligencia no son inteligentes” que inspira el título del presente texto. Allí muestra con profusión de datos cómo la alegada seguridad nacional está en riesgo con estos procedimientos oscuros en los que, por definición, no hay control de gestión propiamente dicho. Hadar se refiere a los Estados Unidos. Imaginemos qué le cabe, por ejemplo, a lo que fue nuestra SIDE creada por Perón, luego SI y hoy AFI. Cambios de nombres pero con una alarmante y persistente continuidad de procedimientos aberrantes que incluyen casos espantosos y muy sonados en todos los rincones del planeta como es el del fiscal Alberto Nisman.
David Canon, del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Indiana, en su trabajo titulado Inteligencia y ética, alude a las declaraciones de un agente de la CIA que explica que lo importante es lograr los objetivos sin detenerse en los medios: “Los temas legales, morales y éticos no me los planteo, igual que no lo hacen los otros [integrantes de la CIA]”, dice, y documenta la cantidad de “sobornos a funcionarios, derrocamiento de gobiernos, difusión deliberada de mentiras, experimentos con drogas que alteran la mente, utilización de sustancias venenosas, contaminación de alimentos, entrega de armas para operar contra líderes de otros países y, sobre todo, complotar para asesinar a otros gobernantes”.
En esta dirección ofrece ejemplos de operaciones de la CIA en Costa Rica, Corea, Colombia, Laos, Guatemala, Irán, China e Indonesia. Asimismo, el ex presidente estadounidense Harry S. Truman 15 años después del comienzo de la oficina de inteligencia declaró a la prensa: “Cuando establecí la CIA, nunca pensé que se entrometería en estas actividades de espionaje y operaciones de asesinato”.
Pero, como bien destaca Norman Cousins, el establecimiento de entidades de estas características “necesariamente tiene que terminar en un Frankenstein”. Idéntica preocupación revela Drexel Godfrey en la revista Foreign Affairs, en un artículo titulado “Ethics and Intelligence”, en el que añade las encrucijadas del célebre embajador Joseph Wilson, quien contradijo los informes de inteligencia ingleses y norteamericanos respecto de la patraña de las armas de destrucción masiva.
No se avanza mucho aunque se establezcan estrictos controles republicanos, división horizontal de poderes y, en general, los indispensables límites al poder político si puede deslizarse por la puerta trasera todo tipo de abusos, sin rendir cuenta al público, por más que se tejan subterfugios más o menos elaborados a través de comisiones parlamentarias.
Los servicios de inteligencia son compatibles con regímenes totalitarios de factura diversa, pero parecen del todo inadecuados en el seno de una sociedad libre. No en vano en los Estados Unidos se extiende la utilización de la expresión rusa “zar” para el máximo capitoste del espionaje.
Es útil cuestionar y someter al análisis temas que habitualmente se dan por sentados. Si no se procede a esta revisión periódica, podemos encontrarnos con que estamos avalando ciertas políticas que resultan nocivas, pero que continúan en vigencia sólo por inercia, rutina o molicie. John Stuart Mill decía que todas las buenas ideas pasan invariablemente por tres etapas: la ridiculización, la discusión y la adopción. Este tema de los llamados servicios de inteligencia se vincula con muchos otros que también requieren limpieza de telarañas mentales para su mejor comprensión.
Ahora se informa que miembros del servicio de inteligencia del gobierno anterior en Brasil ayudaron en los actos de vandalismo a la sede de los tres poderes, tomando como ejemplo el bochorno de Donald Trump que además de alentar el ataque al Capitolio con el apoyo logístico de algunas reparticiones de los servicios, desconoce los resultados electorales a pesar de estar certificados por los cincuenta estados, por sesenta y un jueces federales y locales y su propio Vicepresidente.
En conexión con la llamada “inteligencia” menciono cuatro áreas adicionales al correr de la pluma. En primer término, la seguridad. Paradójicamente, en no pocos lugares para proteger este valor se lo conculca. Esto ocurre hoy, en gran medida, con la lucha antiterrorista. En última instancia, el terrorismo apunta a desmantelar y liquidar las libertades individuales. Pues lo curioso del asunto es que, por ejemplo, en lo que ha sido el baluarte del mundo libre –los Estados Unidos–, con el argumento de proteger aquellos derechos se los lesiona, con lo que en la práctica se otorga una victoria anticipada a los criminales del terror. Tal es el ejemplo de la vergonzosa denominada “ley patriótica”.
En segundo lugar, para mitigar las convulsiones que hoy tienen lugar, debería hacerse un esfuerzo mayor para no caer en la trampa mortal de las guerras religiosas y para distinguir un asesino de quien suscribe determinada religión. Hay que insistir en los graves peligros y acechanzas que aparecen al vincular el aparato estatal con una denominación confesional.
El tercer capítulo, emparentado con el surgimiento de los servicios de inteligencia para contrarrestar las guerras, son las epidemias de nacionalismos, xenofobias y racismos a que nos hemos referido la semana pasada en este mismo medio y que toman los lugares de nacimiento como un valor y un desvalor para el extranjero, como si las fronteras tuvieran algún sentido fuera de la descentralización del poder.
Por último, no estaría mal revisar exhaustivamente el papel de las Naciones Unidas, de la que dependen innumerables oficinas que pregonan a los cuatro vientos, en sus publicaciones y en las declaraciones de sus directivos, políticas socializantes que conducen a la pobreza y a la guerra, al tiempo que muchas veces se constituyen durante largos períodos en observadores incompetentes, tal como ha ocurrido hasta el momento en el caso actual de Hezbollah e Israel.
Un comentarista de la televisión mexicana proclamó: “Nosotros también somos observadores, pero de la inoperancia de las Naciones Unidas”. En este sentido es recomendable la lectura de gruesos volúmenes como The Fearful Master, A Second Look at the United Nations de Edward Griffin en su época el periodista radial de mayor audiencia en CBS Network y UN: Planned Tyranny del profesor de economía de la Universidad de Harvard Orval Watts donde se detallan las ideas de planificación socialista de los organizadores originales de la institución en 1945 y sus propósitos de extender sus idearios a los países miembros confirmadas luego en algunas de las entidades que han surgido de esa fundación como es el caso resonante de la CEPAL que ha propiciado el estatismo en América Latina, una tendencia en otros casos consignada en estatutos a veces apoyados en distintas operaciones por servicios de inteligencia. Todo lo cual no significa desconocer que algunos de los miembros han denunciado políticas a contramano aquellas medidas muchas de las cuales intensifican los problemas que se anuncia se quieren resolver.
De todos modos, al efecto de ilustrar preocupaciones justificadas con un ejemplo extremo, el dictador de Uganda Idi Amin Dada -”el caníbal con refrigerador”, como lo denomina Paul Johnson en A History of the Modern World debido a la forma en que engullía a sus prisioneros, además de hacer alarde de sus servicios de inteligencia criminales- el autor relata minuciosamente en el libro de referencia que el primero de octubre de 1975 la Asamblea General de las Naciones Unidas le brindó una ovación de pie por parte de todos los delegados cuando llegó al podio el dictador y otra después de su incendiario discurso lleno de amenazas al mundo libre, en el contexto de las sumamente pastosas actitudes de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas donde ahora el régimen de la tiranía cubana ocupa un sitial de peso.
Entonces, en nuestra línea argumental de fondo, no sólo debemos concentrar la atención en la naturaleza y los alegados servicios que prestan las estructuras de “inteligencia”, sino también prestar atención a las causas que dan lugar al debate que ahora pretendemos abrir, al efecto de seguir averiguando los graves inconvenientes de este tipo de organizaciones. A esta altura del partido y en vista de los antecedentes truculentos de estos llamados servicios, tal vez debiera abandonarse el uso de la expresión “inteligencia” y sustituir esos departamentos por otros bajo auditorias y controles solo para evitar ataques a los derechos en diversas manifestaciones pero nunca provocar atropellos a las libertades individuales, que como queda dicho constituyen actos contra los principios más elementales de la civilización.
Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h
El 6 de enero de 2002 Eduardo Duhalde, elegido presidente por la Asamblea Legislativa, decía la famosa frase: “el que depositó dólares recibirá dólares y el que depositó pesos recibirá pesos”. Qué ocurrió
La devaluación del peso fue con Eduardo Duhalde como presidente de la Nación, en enero de 2002. Fernando de la Rúa no devaluó ni pesificó, lo hizo el peronismo de la mano de Duhalde, Jorge Remes Lenicov y José Ignacio de Mendiguren (Reuters)
Se abandonaba la Ley de Convertibilidad 21 años atrás y la economía argentina entraba en un colapso económico mayor al de 2001, porque ya no era el corralito lo que iba a afectar los ahorros de los argentinos, aparecía la pesificación asimétrica, en que el principal dato era que el que había depositado dólares recibiría dólares a un tipo de cambio menor al que imperaba en el mercado.
Luego veremos que el principal perjuicio que generó la pasificación de los depósitos fue la ruptura de los contratos por parte del Estado, porqueel que tenía dólares en el banco recibió pesos.
El Estado, cuya principal función es velar por el cumplimiento de las leyes y considerando que los contratos entre las partes son ley, fue el primero en violar la ley. Costo que hoy se sigue pagando por la falta de confianza en que las autoridades garanticen el cumplimiento de los acuerdos entre las partes.
Pero el “club de los devaluadores” de esos años, entre los que se encuentran actuales funcionarios públicos, solo pensaron en beneficiar a sus empresarios socios y, con el argumento del tipo de cambio bajo, hicieron un destrozo que generó una caída del PBI del 11% y la pobreza saltara a 55% de la población.
Ni siquiera sirvió semejante barbarie económica para no volver a repetir los errores de política, porque el peronismo, que gobernó 17 de esos 21 años, se encargó de “pisar” el tipo de cambio como supuesto mecanismo antiinflacionario, al punto que la paridad real actual es peor que en la que rigió durante la convertibilidad.
El siguiente gráfico muestra la evolución del tipo de cambio real peso-dólar promedios mensuales que publica el BCRA. El primer dato es que el último mes completo de la convertibilidad fue diciembre de 2001, porque la salida de ese régimen con la devaluación del peso fue con Eduardo Duhalde como presidente de la Nación, en enero de 2002. Fernando de la Rúa no devaluó ni pesificó, lo hizo el peronismo de la mano de Duhalde, Jorge Remes Lenicov y José Ignacio de Mendiguren.
Fuente: Elaboración propia con datos del BCRA
El tipo de cambio real promedio de noviembre de 2015, último mes completo del gobierno kirchnerista anterior al actual, era un 8% menor al de diciembre de 2001, según datos del BCRA.
Es decir, destrozaron los ahorros de la gente, e hicieron estallar la pobreza, en nombre de un tipo de cambio que consideraban atrasado durante la convertibilidad y ahora el Gobierno del mismo signo político se aferra al cepo cambiario y a una paridad oficial que según los datos que publica el BCRA es menor al de la convertibilidad. La consecuencia: se contrajo la oferta y se expandió la demanda de algo que estaba artificialmente bajo.
Es curioso cómo defensores de lo que llaman la industria nacional, como De Mendiguren, a la cual hay que proteger porque no quiere competir, terminan otorgándole a un sector un tipo de cambio artificialmente tan bajo, incluso menor al que rigió durante la convertibilidad, pese a que de esa forma conspira contra las exportaciones de manufacturas y alienta las importaciones.
Por eso tienen que, recurrentemente, acudir a mecanismos arancelarios y paraarancelarios para proteger una industria que no está en condiciones de brindar bienes en la calidad y precio que se consiguen a nivel internacional. El perjudicado termina siendo el consumidor, porque es una forma de bajar el salario real en beneficio de un sector productivo.
El otro dato que surge del gráfico es que a diciembre de 2022 el tipo de cambio real promedio de pesos por dólar, en base a datos del BCRA, se ubicó un 19% por debajo de noviembre de 2019 que fue el último mes completo de la presidencia de Cambiemos.
Además, la serie revela con claridad como la cotización del dólar artificialmente barata, es brutal en los primeros 12 años de gobierno K y nuevamente cae en forma pronunciada en los 3 con Alberto Fernández como presidente.
El gran devaluador es José Ignacio de Mendiguren, cree que devaluando el peso se resuelven todos los problemas de la economía argentina
Dicho, en otros términos, los que se quejan siempre del dólar barato de la convertibilidad son especialistas en atrasar artificialmente el tipo de cambio oficial al punto que terminan estableciendo cepos cambiarios y racionando la entrega de moneda extranjera para poder importar insumos.
El gran devaluador es José Ignacio de Mendiguren, porque cree que devaluando el peso se resuelven todos los problemas de la economía argentina, cosa que si fuera cierta tendríamos que ser una potencia económica con la cantidad de veces que se depreció el peso argentino.
Es que es tal la emisión monetaria que se requiere para financiar el populismo que la inflación se dispara y el gobierno termina recurriendo al ancla el tipo de cambio oficial para intentar contenerla.
Plan económico
Dicho sea de paso, se suele nombrar a la convertibilidad como si hubiese sido un plan económico. En rigor, fue una regla monetaria por la cual el BCRA solo podía emitir si había un dólar respaldando cada peso en circulación.
Al igual que la caja de conversión en patrón oro, el BCRA funcionaba como una caja de conversión, pero en lugar de ser convertible a oro fue a dólares, porque la sociedad simplemente eligió la divisa. Es refugio de valor y cada vez es más medio de cambio ampliamente aceptado, en tanto que el peso, devaluado sistemáticamente, es despreciado por la gente, y prácticamente se lo toma como unidad de cuenta.
Fuente: Elaboración propia con datos del BCRA y del mercado
Si se mira la serie de brecha cambiaria entre la cotización del dólar oficial y el blue, se aprecian cuatro picos en el último medio siglo.
El punto máximo se produce al finalizar la denominada “inflación cero” de José Ber Gelbard, que desembocó en el “rodrigazo” en 1975; luego se encuentra otro en 1982, al finalizar la Guerra de Malvinas; y el tercero en marzo de 1989 después del estallido del Plan Primavera en febrero de 1989 y la entrada en la hiperinflación.
Sin embargo, hubo un pico más alto que en la hiperinflación de 1989, que fue en julio2022 cuando la brecha llegó al 115%, con lo cual ese dato ubicaría a brecha cambiaria de este gobierno en el tercer lugar más alto del último medio siglo.
En síntesis, la salida de convertibilidad no trajo tipos de cambio reales más altos. Por el contrario, derivó en una brecha cambiaria que se amplió a una de las mayores en medio siglo de economía argentina, las exportaciones se estancaron en volumen desde 2004; la actividad agregada no crece desde desde 2011 y la pobreza está llegando a los mismos niveles de comienzo de siglo.
El gobierno peronista con predominio kirchnerista ha sido letal para la economía argentina, porque confirmó que el problema del país no fue tanto la falta de una adecuada regla monetaria, sino el populismo que arrasa con el orden jurídico. Y sin reglas de juego estables y donde impera la arbitrariedad, el resultado es más pobreza.
Quienes creyeron que con salir de la convertibilidad iba a venir la prosperidad a la Argentina se equivocaron fiero, porque dio rienda suelta al populismo más exacerbado que terminó destruyendo la capacidad productiva del país y creando una mayor legión de pobres e indigentes.
Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE. Síguelo en @RCachanosky
‘’Nacionalismo. Sentimiento, individual o colectivo, que tiende al planteamiento y resolución de los problemas políticos, sociales y económicos teniendo exclusivamente en cuenta el interés de la patria, con desprecio de otros intereses extranjeros. En realidad ese tipo de nacionalismo se caracteriza por su posición xenófoba, aun cuando de ese modo se perjudiquen los propios intereses patrios. Representa un estado espiritual opuesto al internacionalismo (v.). ‘‘[1]
El autor admite disimiles tipos de nacionalismos. En la segunda parte de la definición caracterizará otros. Pero de cualquier manera, hay que apuntar que este sentido del concepto es el mayoritario, por su larga tradición y más amplio arraigo a través de la historia. Se demuestra de muchas maneras, por ejemplo, en lo político, lo económico y hasta en lo deportivo como hemos tenido oportunidad de observar en múltiples ocasiones y sobre todo en la más reciente.
El nacionalismo (a diferencia del individualismo) necesita expresarse exteriormente, y para ello precisa a su vez valerse de simbolismos concretos palpables y bien visibles.
Con tal finalidad, desde su aparición, ha adoptado toda esa simbología que requiere y de la que debe valerse para adquirir alguna significación.
Múltiples objetos ocupan ese lugar, y cada nacionalista elige el que más lo personifique.
Allí encontramos tales como las banderas, los estandartes, las escarapelas, los escudos, que desde la antigüedad encarnan los »valores nacionales». Son herederos, a su vez, de los símbolos monárquicos que fueron los que los precedieron.
Por eso el nacionalismo y el poder político siempre van de la mano. Han estado unidos casi constantemente, primero por las antiguas monarquías, luego por los imperios y -finalmente- por las naciones que han venido a reemplazar a aquellos como sus descendientes directos.
Prácticamente abarca todo lo que el nacionalista pretende que ‘’emblematice’’ a un país. Y así, lo encontramos en el arte, la pintura, escultura, el teatro, el cine, la música, la literatura, la poesía, la bebida, la cocina, como ocurría desde antaño, así hoy. Mas acusadamente en el pasado también el nacionalismo se consideraba incluido en la arquitectura, el vestido, el moblaje,, etc. rubros actualmente bastante más internacionalizados, sobre todo en los países más civilizados, que no en los más primitivos.
Pero, como dijimos, ni los mal llamados »deportes» han escapado a esa figuración, sino que también han caído en ella como se observa visiblemente en cada campeonato mundial de futbol.
A los típicos estandartes patrios (escudos, escarapelas, banderas) no tardaron en sumarse los escudos, insignias y hasta las camisetas de clubes de futbol como una divisa más y -a veces- hasta más importante que las tradicionales.
El nacionalista depende imperiosamente de referencias externas. Sin ellas está vacío y no es nada. El individualista puede prescindir cómodamente de ellas, porque sus referencias son internas.
Continuemos el análisis de la definición del autor citado antes:
»En sentimiento más ponderado, y sin desconocer principios de igualdad entre los distintos pueblos que componen la humanidad viviente, el afecto y la pasión por el propio país, su estirpe histórica y su proyección actual en la síntesis de un sano patriotismo. ‘‘[2]
La principal dificultad son las posiciones abstractas que asumen estas significaciones de la definición.
No está claro a qué igualdad se alude arriba, por cuanto los vocablos igualdad y distintos (empleados ambos en la misma oración) son claramente contrapuestos, dado que lo que es igual -por definición y principio de no contradicción– no puede ser (a la vez) distinto a lo que es igual.
El problema reside que aun en este sentido, ese sentimiento sólo puede expresarse en oposición al del resto de los países o patrias. De otro modo no se distinguiría uno de otro.
El individualismo claramente no enfrenta esta contradicción, ni presenta tal problema, ya que al ser su centro de atención el individuo no se contrapone a otros individuos, de lo contrario se dejaría de ser individualista. Los individuos no se distinguen en cuanto a individuos. En lo único en que son iguales es en su individualidad. En todo lo demás, claramente son diferentes. De cualquier manera, esa igualdad sigue siendo una abstracción, como toda igualdad lo es.
Un nacionalista clasifica a las personas de acuerdo a categorías tales como un francés, un italiano, un irlandés, un americano, etc.
En cambio, un individualista no incurre en ellas, simplemente cataloga a las personas como individuos, con exclusión de cualquier otra categoría. Sólo secundaria o accesoriamente pondrá atención a rasgos menores y accidentales, como la nacionalidad, lengua, costumbres, etc.
Para un nacionalista lo esencial es lo primero, a discrepancia de un individualista que ponderará lo segundo.
El sentimiento aludido por el fragmento de definición estudiado, es algo que se construye desde lo cultural, es decir, no es algo que venga genéticamente con el ser humano. El hecho de nacer en un determinado país y no en otro es algo meramente circunstancial que no está en la voluntad del recién nacido variar, ni modificar, ni siquiera, por supuesto, haber tenido opción alguna de haber elegido antes de haber nacido. En consecuencia, ello ni le otorga personalmente mérito alguno ni, mucho menos, lo condiciona de por vida.
Yo he criticado (como es sabido por mis lectores) a los que emigran, pero no he utilizado en mi detracción jamás argumentos nacionalistas sino de otra naturaleza.[3]
Nuevamente, hacemos hincapié que el denominado »afecto y la pasión por el propio país» necesariamente implica excluir a otros países, y esto debe manifestarse en hechos concretos.
Ahora bien, el individualista no depende de estas referencias externas, porque le son suficientes y le bastan las internas por las cuales se sabe individuo él y sus prójimos, y esto le resulta suficiente motivo para vivir y convivir con todos sin distinción de lenguaje ni de banderas.
Las últimas acepciones del diccionario no revisten mayor interés para nosotros, pero veámoslas de todas maneras:
»| Doctrina de las reivindicaciones políticas de los territorios oprimidos. | Separatismo de una provincia, región o territorio de un Estado. | Partido o movimiento político de violenta y frenética exaltación de lo nacional, con agresividad bélica para las restantes naciones (L. Alcalá-Zamora) ‘‘ [4]
Como se aprecia, en contraste al individualismo, son todas negativas. En tanto el individualismo integra, el nacionalismo claramente desintegra, separa, divide, confronta, excluye.
A todas estas conclusiones nos lleva el análisis de sus diversas connotaciones. Mientras el individualismo concilia, el nacionalismo confronta. Y en última instancia, siempre termina llevando a la guerra, si es que se le da la oportunidad suficiente.
[1] Ossorio Manuel. Diccionario de Ciencias Jurídicas Políticas y Sociales. -Editorial HELIASTA-1008 páginas-Edición Número 30-ISBN 9789508850553 pág. 614
[2] Ossorio Manuel. Diccionario de Ciencias…ibídem. pág. 614
[4] Ossorio Manuel. Diccionario de Ciencias…ibídem. pág. 614
Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. Síguelo en @GBoragina
El liberalismo despersonaliza el poder y centra la organización en las instituciones. La salida es limitar el poder del monarca, para los populistas de todos los signos, las instituciones son secundarias y lo relevante son ellos como salvadores
Javier Milei (Alejandro Beltrame)
Días pasados, Alberto Benegas Lynch (h) escribió en Twitter: “Anoche en A24 con el hábil Esteban Trebucq otra vez Javier Milei despliega su capacidad didáctica y su discurso liberal no visto en el nivel político desde hace un siglo en nuestro medio y siempre con la generosidad que lo caracteriza. Todos los liberales le estamos muy agradecidos”.
Realmente llama la atención, no por las alabanzas que suele dispensarle a Milei. y está en todo su derecho de hacerlo, sino por dos fragmentos del contenido de ese tuit.
En primer lugar, se refiere a Milei diciendo: “su capacidad didáctica y su discurso liberal no visto en el nivel político desde hace un siglo en nuestro medio…”. Un siglo atrás no había televisión ni cable, de manera que la comparación luce poco afortunada. Desconozco a quién se refiere como grandes expositores del liberalismo en Argentina allá por 1922, pero fue el auge del mundo conservador y no recuerdo a algún liberal de aquellos años que en política tratara al adversario político de rata inmunda, basura socialista o vocabularios del estilo de Milei. Tampoco me parece muy académico meter a todo aquél que no lo sigue como socialista, una simplificación que se acerca más al populismo que al ideario liberal.
Pero antes de profundizar en el aspecto populista del discurso que Alberto Benegas Lynch (h) identifica como liberal, cabe resaltar su inconsistencia ideológica al sostener en el último párrafo de su tuit: “todos los liberales estamos muy agradecidos”. En primer lugar, no existe el colectivo de todos los liberales. El liberalismo no es una religión, como sí lo pretende presentar Milei, a quien se lo debe seguir incondicionalmente bajo pena de ser tratado de ensobrado, empleado de Larreta o socialista de toda aquél que lo cuestione. En segundo lugar, nadie nombró a Alberto Benegas Lynch (h) vocero de todos los liberales. Eso suena más a los movimientos de masas antiliberales como el peronismo o algún otro populismo en el que uno se arroga el derecho de ser la voz de todos. Personalmente no le concedí a Alberto Benegas Lynch (h) el derecho a hablar por mí, siendo que me considero liberal, salvo que por no seguir a su líder yo tenga que ser excomulgado del liberalismo o sometido a una especie de Santa Inquisición, donde el Torquemada de turno decide quién debe ser sometido a la hoguera purificadora de los pecados a todo aquél que no se someta al líder del pueblo, en este caso Milei.
También parece no recordar Alberto Benegas Lynch (h) que existió un Álvaro Alsogaray, quién sin necesidad de insultar, consiguió llenar la cancha de River un día de lluvia y para entrar había que pagar entrada. Recordemos que en esos años no existían todos los canales de cable que existen hoy en día, ni las redes sociales y, sin embargo, Alsogaray logró conformar la tercera fuerza política del país en la década del 80. Y creo que cualquiera que haya vivido en esos años no va a negar la capacidad didáctica que tenía Alsogaray para difundir las ideas liberales.
Ávaro Alsogaray
El mismo Ricardo López Murphy, en 2003 estuvo cerca de llegar a la presidencia de la nación haciendo una excelente elección. Con un discurso liberal consiguió un importante caudal de votos.
Por una cuestión de no aparecer con egos sólo comentó que, quien esto escribe, en el anterior gobierno kirchnerista recibió 7 inspecciones de la AFIP más una carta documento del BCRA por decir en el programa de Mariano Grondona que dicha entidad no tenía las reservas que decía tener. Otros que se expusieron públicamente para presentar las ideas liberales en los medios fueron José Luis Espert y Agustín Monteverde.
Mientras los nombrados pagamos el costo de defender las ideas liberales en un mundo en que el precio de las commodities permitía financiar el populismo más exacerbado en Argentina y en América Latina, entiendo que Milei fue asesor en la campaña electoral de Daniel Scioli en 2019. Es decir, mientras los liberales hacíamos frente a la avalancha populista, Milei brilló por su ausencia y cuando lo hizo fue para, vía la fundación Acordar, asesorar al candidato del kirchnerismo. Y, convengamos, que la fórmula Scioli-Zannini no tenía muchas chances de ser una fórmula liberal.
Ricardo López Murphy
Pero, además, curiosamente, Milei que dice que va a cerrar el BCRA, fue un gran defensor del endeudamiento en LEBACs del BCRA hasta bien entrado 2016. Recuerdo que tuvimos un debate en Rosario con Milei en el que, también curiosamente, decía que, si la inflación seguía superando la tasa de interés, el modelo convergía al equilibrio. Es decir, quien sostiene que hay que cerrar el BCRA y dice que la inflación es un delito, curiosamente el título de un libro que recientemente publicó Ricardo Manuel Rojas, consideraba que la inflación era un instrumento adecuado para resolver el problema de las LEBACs (el debate está en Youtube y se lo puede ver).
Lo curioso es que Milei tiene todo el perfil de un populista de derecha. Es más, utiliza el mismo tipo de argumentos que Cristina Kirchner o cualquier otro populista. Lo típico es que un populista inventa un enemigo, una víctima de ese enemigo y el populista se presenta como el salvador del pueblo sometido.
Cristina Kirchner dice que el enemigo es el FMI, los grupos concentrados o los medios hegemónicos y ella viene a salvar al pueblo de esos enemigos. El mesías salvador al cual hay que rendirle culto.
Perón sostuvo en su momento, “Braden o Perón”. El mesías venía a salvar al pueblo de la amenaza yankee.
Milei habla de la casta política y se presenta como el mesías que viene a salvar al pueblo de la casta.
Todos los populistas tienen el mismo esquema: victimario, víctima (el pueblo) el mesías salvador que viene a salvar al pueblo. La exaltación de la persona como salvador es justamente lo contrario a las ideas liberales. En otras palabras, el liberalismo despersonaliza el poder y centra la organización en las instituciones. Para el liberalismo la salida es limitar el poder del monarca, para los populistas de todos los signos, las instituciones son secundarias y lo relevante son ellos como salvadores. Algo así como seres indispensables de los que no pueden prescindir las sociedades para sobrevivir. Si se observa, los populistas no se rodean de gente capaz porque no les gusta que le hagan sombra. Son ellos el centro del mundo y no aceptan a su lado nadie que pueda hacerles sombra.
Creo que el movimiento creado por Milei es el culto a la personalidad y casi una religión en la cual no se puede cuestionar al mesías que viene a salvarnos del enemigo. Y tan así es que pareciera ser que en los medios se puede criticar a Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta, Cristina y a Alberto Fernández, pero es una herejía criticarlo a Milei. Ha logrado que hasta algunos periodistas le tengan miedo al momento de entrevistarlo aún cuando deja muchos flancos de inconsistencias en sus razonamientos.
Otra similitud de Milei con Cristina Kirchner es que para la vicepresidente cualquier cosa que sea contra ella es lawfare y para Milei, ante la menor crítica, denuncia operaciones en su contra. Ambos se presentan como víctimas de oscuros intereses, una forma muy del populismo de tratar de salir de un tema comprometido.
En síntesis, estamos asistiendo a un hecho curioso en que aquellos que se llaman liberales no advierten que están frente a un movimiento de culto a la persona, casi religioso y en el que el disenso está prohibido. Justo lo contrario al ideario liberal.
Como dice Hayek en el capítulo XI de Camino de servidumbre, los sistemas antiliberales y autocráticos lo primero que hacen es distorsionar el sentido de las palabras, por ejemplo, la Alemania comunista se llamaba República Democrática Alemana. Tal vez estemos en presencia de una distorsión de la palabra liberal sin advertir que lo que hay detrás es un típico populismo.
Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE. Síguelo en @RCachanosky
Nada más absurdo que la troglodita noción del “ser nacional” y nada más truculento y tenebroso que las banderas de la “cultura nacional y popular”
Vladimir Putin, presidente de Rusia
En su momento en Rusia, el vicepresidente de la Duma, Nicolai Kurianovich, presentó un proyecto de ley por el que se prohibía a rusas y rusos contraer nupcias con extranjeros al efecto de “preservar el fondo genético”. El proyecto de marras anunciaba penas de deportación y privación de nacionalidad para quienes incumplan con la norma una vez promulgada. Ahora en la administración Putin se reaviva el proyecto en medio de represiones y crímenes de diversa magnitud entre los cuales se destaca la espantosa agresión a Ucrania. Es inaudito que el máximo representante del gobierno argentino haya invitado al mandamás ruso a que la Argentina sea la puerta de entrada a América Latina para su país.
Lamentablemente, sin llegar a estos extremos insólitos, en distintos lares, especialmente en Europa, aunque no únicamente allí, se observan manifestaciones racistas de distinto tenor que naturalmente alarman a los espíritus civilizados. Ya el magistral Jean-Francois Revel demuestra en su libro La gran mascarada el estrecho parentesco entre el nacionalsocialismo y el comunismo (ahora resabios de la Nomenklatura). El proyecto renovado revela una mente patética y una necedad digna de mejor causa.
Como ha señalado Thomas Sowell, los sicarios nazis debían rapar y tatuar a sus víctimas para distinguirlas de sus victimarios. Hitler, después de mucho galimatías clasificatorio, finalmente sostuvo que “la raza es una cuestión mental”, con lo que inauguró el polilogismo racista, bajo la absurda pretensión de que el ario y el semita tienen una estructura lógica distinta. Esto fue calcado del polilogismo marxista, por el que se arguye que el proletario y el burgués tienen distintas lógicas, aunque, como ha señalado Ludwig von Mises, nunca se explicó en qué se diferencian concretamente esas estructuras del pensamiento. Tampoco se explicó qué le ocurre en la cabeza a la hija de una burguesa y un proletario ni qué le ocurre a este último cuando se gana la lotería o comienza a tener éxito en los negocios. En este sentido cabe subrayar que la idea de clase proviene de este subsuelo del pensamiento que desafortunadamente no pocos distraídos recurren a esa noción estrafalaria sin percatarse de su origen. En realidad al recurrir a esa clasificación se debiera hacer referencia a ingresos altos, medio o bajos pero aludir a la clase como si se tratara de personas de naturaleza distinta es impropio de no marxistas y no nazis. La expresión clase baja es repugnante, clase alta es de una frivolidad alarmante y media es a todas luces anodina.
Por otra parte, en estos embrollados ejercicios, se suele confundir el concepto de lengua con el de etnia. En este último sentido, la filología demuestra que el entronque del sánscrito con las llamadas lenguas europeas -como el griego, el latín, el celta, el alemán, el inglés y las lenguas eslavas- dio como resultado las lenguas denominadas indoeuropeas o indogermánicas, expresiones que más adelante se sustituyeron por la de ario, debido a que el pueblo que primitivamente hablaba el sánscrito en la India se denominaba arya. Max Müller (en Biography of Words and the Home of the Aryans) dice: “En mi opinión un etnólogo que hable de la raza aria comete un error tan importante como el que cometería un lingüista que hablara de un diccionario dolicocéfalo o de una gramática braquicéfala”.
También, en este mismo contexto, es frecuente que se asimile la idea estereotipada de raza con religión, por ejemplo, en el caso de los judíos. Antiguamente, este pueblo provino de dos grupos muy disímiles: unos eran del Asia menor y otros de origen sudoriental de procedencia árabe. A esto debe agregarse los múltiples contactos con otras civilizaciones y poblaciones de distintas partes del planeta, lo cual ha producido las más variadas características (en última instancia, todos somos de todas partes, ya que nuestros ancestros son de orígenes muy entremezclados).
Como ha dicho Darwin, hay tantas razas como clasificadores. En verdad produce congoja cuando -ingenuamente a veces, y otras no tan ingenuamente- se hace referencia a las “diversas sangres” que tendrían diferentes grupos étnicos. Vale la pena aclarar este dislate. Hay solamente cuatro grupos sanguíneos que están distribuidos entre todas las personas. La sangre está formada por glóbulos que están en un líquido llamado plasma. Los glóbulos son blancos (leucocitos) y rojos (hematíes), y el plasma es un suero compuesto de agua salada y sustancias albuminoides disueltas. La combinación de una sustancia que contiene los glóbulos rojos, denominada aglutinógeno, y otra conocida como aglutinina, que contiene el suero, da como resultado los antes mencionados cuatro grupos sanguíneos. Eso no tiene nada que ver con las respectivas evoluciones que van estableciendo diversas características exteriores. Y esos grupos sanguíneos no pueden modificarse ni siquiera con transfusiones.
Los rasgos físicos que hacen que hablemos de etnias responden a procesos evolutivos. En el planeta tierra todos provenimos de África (y, eventualmente, del mono). Spencer Wells -biólogo molecular, egresado de las universidades de Oxford y Stanford- explica magníficamente bien nuestro origen africano (The Journey of Man) y las distintas migraciones que, según las diversas condiciones climáticas, hicieron que la piel y otros rasgos físicos vayan adquiriendo diferentes propiedades.
En este último sentido, siempre me ha llamado poderosamente la atención que muchas personas llamen a los negros estadounidenses “afroamericanos” como una manifestación un tanto atrabiliaria de lo que se ha dado en llamar political correctness. Curioso es en verdad que muchos de esos negros se dejen llamar afroamericanos como si fuera algo distintivo. Esto no los diferencia del resto puesto que, por las razones apuntadas, por ejemplo, el que esto escribe es afroargentino, así como todos los que vivimos en el continente americano y, para el caso, todos los que ocupan espacio en el globo terráqueo. Sin recurrir a expresiones peyorativas o con intención denigratoria, el uso de black es equivalente a que nos digan a nosotros “blancos”o “amarillos” a algunos orientales. Todos son hechos que proceden de la evolución según donde hayan vivido nuestros ancestros. Es más, como han apuntado diversos estudiosos de la materia, muchos blancos tienen ancestros negros y viceversa.
Tal vez uno de los mayores males de nuestro tiempo reside en el racismo que, por otra parte, como queda dicho, se basa en puras fantasías que encubren, en realidad, las máscaras para odiar al prójimo y bucear a la pesca de chivos expiatorios de quienes quieren descargar el vacío existencial y los fracasos personales de acomplejados y endebles psíquicos.
Sin duda, el ejemplo más repugnante estriba en la criminal judeofobia alimentada por tanto mequetrefe que anda suelto por el mundo. Obras tales como Veintitrés siglos de antisemitismo del sacerdote Edward Flannery, y la Historia de los judíos de Paul Johnson son suficiente testimonio de la barbarie racista.
La noticia tan inquietante con que abrimos esta nota remite al sujeto de referencia y a quienes lo rodean, quienes promueven el proyecto aludido, en el sentido que estiman que los matrimonios de nacionales con extranjeros harán que los primeros pierdan su identidad. Karl Popper y Stefan Sweig muestran la fertilidad producida a través de los estrechos vínculos interculturales y ofrece, como ejemplo, la Viena del siglo de oro antes de que las hediondas botas nacionalsocialistas produjeran otra de las tantas diásporas características de los regímenes totalitarios. Ese caso se ilustra con las notables manifestaciones en el campo de la música, la literatura, la ciencia económica, el derecho y el psicoanálisis.
Precisamente, como ha señalado Juan José Sebreli, la identidad de la persona se fortalece y enriquece en la medida en que está expuesta a las más diversas expresiones culturales. Por el contrario, lo que alguna vez denominé “cultura alambrada” debilita, bloquea y finalmente extingue la posibilidad de cultivarse por la asfixia a que conduce la cerrazón que sólo es a veces compensada por dificultosas manifestaciones subterráneas y clandestinas.
El oxígeno resulta indispensable y esto se logra abriendo puertas y ventanas de par en par. La guillotina horizontal que pretende nivelar y enclaustrar necesariamente empobrece. La cultura no es de esta o aquella latitud, del mismo modo que las matemáticas no son holandesas ni la física es asiática. Nada más absurdo que la troglodita noción del “ser nacional” y nada más truculento y tenebroso que las banderas de la “cultura nacional y popular”. Incluso Donald Trump ha ponderado aquel desatino de “la superioridad” de estadounidenses nativos a contracorriente de los valores en su momento estipulados por los Padres Fundadores en ese país otrora el baluarte del mundo libre y, por otra parte, desconociendo el origen de esos nativos (sin perjuicio de las otras medidas de signo autoritario adoptadas por Trump en la economía y en relación al campo institucional).
En una sociedad abierta, las jurisdicciones territoriales tienen por única función evitar los peligros de la concentración de poder que significaría un gobierno universal. Pero de allí a tomarse seriamente las fronteras hay un salto lógico inaceptable. Obstaculizar cualquiera de las muchísimas maneras de intercambios culturales libres y voluntarios constituye una seria amenaza y una forma grotesca de contracultura.
Mario Vargas Llosa apunta en su columna “El elefante y la cultura” que “considerar lo propio como un valor absoluto e incuestionable y lo extranjero un desvalor, algo que amenaza, socava, empobrece o degenera la personalidad espiritual de un país […] semejante tesis difícilmente resiste el más somero análisis y es fácil mostrar lo prejuiciado e ingenuo de sus argumentos y la irrealidad de su pretensión –la autarquía cultural- la historia nos muestra que arraiga con facilidad […], el nacionalismo es la cultura de los incultos”.
Esta concepción cavernaria propia de los nacionalismos se extiende a la cerrazón de las aduanas por medio de tarifas y cupos que empobrecen a todos a favor de comerciantes inescrupulosos que explotan miserablemente a sus congéneres a través de privilegios de toda naturaleza.
Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h