El hombre pobre y miserable

Por Alejandro A. Tagliavini. Publicado el 9/12/13 en:

http://www.panamaamerica.com.pa/notas/1685204-el-hombre-pobre-y-miserable-#.UsBAz-LmVm0.

Siempre que se difunden fotos con niños desnutridos y muriendo de hambre o víctimas de otras atrocidades, algunos se preguntan cómo es que Dios lo permite. Pues el que lo permite es el “dios” que a personas subliminalmente les sirve para justificar cualquier abuso. No es creíble que Dios haya creado al hombre pobre y miserable, porque no sería lo suficientemente bueno o lo suficientemente omnipotente.

Uno de los primeros modos que tiene el ser humano, el gobierno, de crear pobreza es con el cobro coactivo de impuestos que, si bien son teóricamente pagados por todos, lo cierto es que terminan cayendo con más fuerza sobre los más humildes, ya que cuanto más alto es el nivel económico de una persona, mayor capacidad tiene para derramarlo hacia abajo.

La crisis griega, agravada a partir del aumento de impuestos, entre otras cosas, ha provocado, por ejemplo, que los suicidios crecieran 17% entre 2007 y 2009, 25% en 2010 y 40% en los primeros seis meses de 2011. Además, se duplicaron las tasas de homicidios y de robos, y la prostitución.

Otro caso interesante es Brasil, uno de los países más desiguales del mundo, precisamente por contener un “capitalismo salvaje” en el que, por ejemplo, con la excusa de crear riqueza para derramarla, el Estado disminuye el mercado -el poder adquisitivo de las personas, en este caso- con trabas aduaneras que les frenan la competencia a los empresarios amigos.

Según un reciente estudio de Wagner Kamakura, de la Rice University, y José Affonso Mazzon, de la Universidad de São Paulo, los pobres llegan al 15.5% de la población (29.6 millones de personas) y los ricos al 2.8%. Los primeros tendrían una renta de 854 reales ($427) y los segundos de 18,000 reales ($9,000), mientras que las clases medias son el 55.9%.

Entre los pobres de Brasil los más perjudicados son los jóvenes sin estudio ni preparación profesional, entre quienes el desempleo llega al 18%.

Brasil tendrá en la próxima década 33 millones de jóvenes de entre 14 y 24 años, que son el futuro del país, pero son hoy los menos preparados profesionalmente. De los más de 30 millones de jóvenes brasileños, son pobres más del 30%, y entre el 10% más pobre, el 77% ni estudia ni trabaja, mientras que -los favorecidos de siempre por el estatismo- entre el 10% más rico solo no trabajan el 6.9%.

De paso, vale recordar que hoy el mundo posee el mayor número de jóvenes de la historia: la mitad de los 7,000 millones de habitantes.

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Es Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.

De soldados y desalmados…

Por Gabriela Pousa: Publicado el 21/12/13 en:   http://www.perspectivaspoliticas.info/de-soldados-y-desalmados/

Como ha venido sucediendo en la Argentina, nuevamente la coyuntura se erige protagonista. En ese sentido, pareciera que es la economía la madre de todos los problemas y explica el clima social de estos días. Sin embargo, nada cambiará esencialmente en el país si no se asume que la crisis va mucho más allá de los indicadores de coyuntura y la fría estadística.

La génesis de pobreza que ha sido el objetivo de base de los gobiernos populistas no surge de economías maltrechas sino de la necesidad de crear rebaños que brinden lealtad ciega. El por qué los números no cierran halla primero su respuesta en la ética, y luego en la inoperancia de los funcionarios. Muy poco tiene que ver Marx, Engels o Keynes en nuestra decadencia.

Cuenta Aristóteles que en Megara, “habiéndose apoderado del poder un partido populista, comenzó por declarar la confiscación de bienes contra algunas familias ricas y ya no le fue posible detenerse. Tuvo que hacer cada día una nueva víctima, y al fin llegó a ser tan grande el número de damnificados y despojados que formaron un ejercito paralelo al que, los demagogos, ya habían formado”.

En el año 2003, el kirchnerismo asumió la Presidencia con la prioridad de forjar poder no de gobernar la Argentina, ahí ya había un problema. Un magro 22% de votos servían para emprender una gestión administrativa pero no le garantizaban permanencia, y esa es y sigue siendo la meta. Desde entonces comenzó a gestarse la debacle que se vive en estos días.

El matrimonio presidencial se auto proclamó como una suerte de autoridad moral por encima de todos los demás. Aparecieron reivindicando derechos que no estaban siquiera cuestionados, y ocupando un doble rol: de héroes sin magnas gestas, y de víctimas sin victimarios.

En ese marco, como bien sostuvo Cristina, “los saqueos no fueron casualidad“. Por supuesto que no. Desde Balcarce 50 se ha hecho mérito para llegar a ellos. Son una resultante de las palabras, actos y omisiones oficialistas. A diferencia del 2001, el hambre y la conspiración no fueron los primeros en tirar la piedra. Se les adelantó la descomposición del tejido social, por eso lo que causó más estupor fue el “todos contra todos”. Las imágenes nos dejaron atónitos. Y ese es precisamente, el mayor daño que el kirchnerismo ha propiciado.

La inflación podrá remediarse cuando prime la sensatez en la aplicación de políticas, y el mercado deje de ser eufemismo de Estado, pero la división de la sociedad es algo muchísimo más difícil de sanar.

Los hombres sienten que son un mismo pueblo cuando tienen una comunidad de ideas, de intereses, de afectos y de esperanzas. Eso es lo que constituye la patria. La patria es lo que uno ama”, sostenía Fustel de Coulanges y agregaba que “la existencia de una nación es un plebiscito cotidiano”.

Hoy, hay cabal conciencia de no pertenecer al mismo pueblo. Nuevamente hay clases enfrentadas de forma malsana. Cada uno de nosotros nos hemos sentido tan ajenos a las hordas de saqueadores como a los dirigentes que, además, decidieron ignorar esos hechos y falsear la verdad.

La comunidad de intereses es una anatema, y por haber sucumbido a la ley del menor esfuerzo, y a la tramposa comodidad del Estado paternalista que en apariencia nos facilitaba la vida, dejamos hace rato de participar de ese elemental plebiscito cotidiano. Optamos, conscientes o no, por ser meros habitantes y aunque echemos raíces, andamos como aves de paso no como ciudadanos.

Aunque la obra sea para todos la misma, pocos son protagonistas, algunos son elenco o actores secundarios, y demasiados son apenas espectadores de una realidad que en su cotidianidad les resulta ficticia. Por eso es harto complicado lograr la unidad que conlleve a dar el paso trascendente desde esta maniquea “obediencia debida” a hacia el “punto final”.

Porque se equivoca quien cree que esta decadencia se puede remontar con los kirchneristas marcando la agenda y digitando la escena. Y no se trata de actitudes golpistas, sediciosas o “balas de tinta”, se trata de entender que la base de esta dirigencia es arena movediza. Por consiguiente nada firme puede levantarse sobre ella. Llegaron con un cáncer y se ocuparon de hacer metástasis.

Basta observar lo sucedido en la provincia de Formosa cuando una fundación como Conin intentó modificar algo desde un rol comunitario. A los pozos de agua que realizaron se los terminaron tapando y el problema no fue la inflación, ni el cepo ni el tipo de cambio. El problema fue y es la ausencia absoluta de moral o si se prefiere de humanidad. El egocentrismo reina.

Lo mismo puede observarse con el fenómeno de los saqueos y hasta en los cortes de luz donde vecinos bloqueaban calles impidiendo pasar a sus pares. “Yo no tengo luz, vos no llegas a trabajar”, parecía ser la sentencia endemoniada que no sirve siquiera para arreglar nada. “Mal de muchos, consuelo de tontos” reza el refrán, y la tontera se ha convertido en un deporte nacional.

Vivimos o sobrevivimos sin un mínimo código de convivencia. Sin embargo, los argentinos no éramos así. Quizás fuimos ingenuos pero no perversos. Fuimos solidarios cuando se nos engañó vilmente con el fondo solidario de Malvinas, fuimos los que salimos corriendo a llevar colchones y víveres para los inundados… ¿Qué nos ha pasado? La respuesta es tan cruel como sencilla: nos pasaron diez años de ignominia por encima. Nos faltaron diez años de educación y de dignidad del trabajo. Nos sobraron diez años de modelos y ejemplos nefastos…

Diez años haciéndose carne la concepción populista de la política con puestas en escena inauditas. La historia se ocupará de explicar el revés de la trama así como el tiempo está demostrando la falacia del relato. Basta recordar a un ex jefe del Ejército bajando un cuadro de un mandatario de facto, y observar que hoy es, ese mismo ex jefe del Ejército, quien está siendo juzgado por peculado…

Esa es justamente la gran paradoja de Cristina, su regreso a las fuentes destruidas. En mayo de 2003 destruyó las Fuerzas Armadas a las que ahora acude ante su paranoia conspirativa, como acude también al Episcopado después de haberlo desdeñado. La artífice de la transversalidad hoy se ampara en Perón y en Evita…

El gobierno está retrocediendo sobre sus pasos no por arrepentimiento sino por necesidad. Le está pesando a Cristina el triste pacto con Irán, y está pagando caro el circo montado para expropiar YPF. Paradójicamente, las que ayer fueron sus banderas de triunfo popular ahora son sus mortajas, y los vítores y aplausos terminaron siendo lastres sobre sus espaldas.

Pero es tarde para el perdón, no porque prevalezca el rencor sino porque no es genuina la intención. El “vamos por todo” aún no concluyó. Ese fue el mensaje preclaro que dejó el baile de la jefe de Estado, el pasado 10 de Diciembre. La fiesta sobre cadáveres fue la radiografía exacta de la inmoralidad y la farsa que dejó sin maquillaje a la mandataria. Le lavó la cara.

El ascenso de César Milani hizo el resto. Ahora la Argentina tiene un Ejército no subordinado a la Constitución Nacional como el descabezado hace diez años, sino al servicio del modelo nacional y popular, es decir, a su servicio. Y en rigor de verdad, nadie sabe para qué lo ha de usar…

 

Gabriela Pousa es Licenciada en Comunicación Social y Periodismo por la Universidad del Salvador (Buenos Aires) y Máster en Economía y Ciencias Politicas por ESEADE. Es investigadora asociada a la Fundación Atlas, miembro del Centro Alexis de Tocqueville y del Foro Latinoamericano de Intelectuales.

El poder creciente de la burocracia

Por Gabriel Boragina. Publicado el 22/12/13 en: http://www.accionhumana.com/

De acuerdo al prestigioso Diccionario de economía del Dr. C. Sabino: ”burocracia. Tipo de administración caracterizada por una jerarquía formal de autoridad, reglas definidas para la clasificación y solución de problemas, extendido uso de comisiones y organismos colectivos de decisión y formas escritas de comunicación. La burocracia es peculiar de las oficinas e instituciones estatales, pero en cierta medida también se encuentra en las grandes corporaciones privadas. El término burocracia, sin embargo, se usa también en otros sentidos: sirve para designar tanto al conjunto de funcionarios -o burócratas- como para calificar una forma de proceder lenta, rutinaria, que dificulta y entraba toda decisión.”[1]

Lo que diferencia, en rigor, un gobierno grande de otro mediano y de uno pequeño no es sino los distintos tamaños de sus respectivas burocracias, ya que conforme sea el mismo -mayor o menor- será también su poder, exactamente en esa idéntica proporción.

La burocracia ha merecido diferentes tratamientos conforme difiera el sistema político y económico en el cual ella se encuentre inserta. Así por ejemplo enseña L. v. Mises que:

“El socialismo de la economía planificada se distingue del socialismo de estado aplicado en Prusia bajo los Hohenzollern principalmente por el hecho de que la posición privilegiada en el control de la economía y en la distribución del ingreso, que los últimos asignaban a los junkers y a los burócratas, se asigna aquí al empresario anterior. Esto es una innovación dictada por el cambio en la situación política que resultó de la catástrofe que avasalló a la monarquía, a la nobleza, a la burocracia y a la oficialidad; aparte de esto carece de significado para el problema del socialismo.”[2]

De alguna manera hoy en día, y según se observa en muchos países, las burocracias han recuperado buena parte de aquella posición privilegiada en el control de la economía y en la distribución del ingreso de la que gozaban en Prusia bajo los Hohenzollern, en gran medida por cuanto ha existido en los últimos tiempos en esas naciones un retorno a un socialismo de estado bastante similar a aquel.

M. N. Rothbard amplia –en este mismo sentido- los anteriores conceptos de L. v. Mises:

“a fines del siglo XIX retornaron el estatismo y el Gobierno Grande, pero exhibiendo ahora una cara favorable a la industrialización y al bienestar general. El Antiguo Régimen retornó, aunque esta vez los beneficiarios resultaron ligeramente alterados: ya no eran tanto la nobleza, los terratenientes feudales, el ejército, la burocracia y los comerciantes privilegiados, sino más bien el ejército, la burocracia, los debilitados terratenientes feudales y, sobre todo, los fabricantes privilegiados. Liderada por Bismarck en Prusia, la Nueva Derecha formó un colectivismo de extrema derecha basado en la guerra, el militarismo, el proteccionismo y la cartelización compulsiva de los negocios y las industrias -una gigantesca red de controles, regulaciones, subsidios y privilegios que forjaron una gran coalición del Gobierno Grande con ciertos elementos privilegiados en las grandes empresas e industrias.”[3]

Existen muchos indicadores respecto del exorbitante crecimiento de las burocracias en el mundo, como los que señala el profesor Dr. A. Benegas Lynch (h):

“En esta instancia del proceso de evolución cultural, un tributo es indispensable para cubrir los gastos de justicia y seguridad del monopolio de la fuerza, pero, de un tiempo a esta parte, la participación de los gobiernos en la renta nacional ha pasado del tres por ciento al cuarenta por ciento en los llamados países libres (y algunos alcanzan al sesenta por ciento con lo que la gente debe trabajar la mayor parte del año para alimentar la burocracia estatal que cada vez más invade actividades propias de la esfera privada).”[4]

Es decir, en otros términos, las elevadas tasas de imposición fiscal –constantemente crecientes- es evidente que tienen por finalidad engrosar el tamaño de esas burocracias siempre voraces, lo que hace que los gobiernos que -a su turno- se sustentan en esas mismas burocracias no cesen de expandirse, devorando cada vez mas y mas ámbitos privados, y reduciendo el espacio de libertad individual de las personas.

Friedrich A. von Hayek advierte sobre el importantísimo papel que cumple la burocracia en los planes totalitarios de un gobierno con estas irreprochables palabras:

“De todo aquello que implica el rol completo que tiene el creciente paragobierno, en esta etapa sólo comenzaré a discutir la amenaza que crea el crecimiento incesante de la maquinaria de gobierno, es decir, la burocracia. La democracia, al mismo tiempo que parece convertirse en algo completamente absorbente, se convierte a nivel gubernamental en un imposible. Es una ilusión creer que el pueblo, o sus representantes electos, pueda gobernar en detalle a una sociedad compleja. Un gobierno que cuente con el apoyo general de la mayoría, por supuesto, determinará a pesar de lo anterior los pasos principales, siempre que no sea meramente guiado hacia ellos por el impulso de sus actos previos. Pero el gobierno está pasando a ser tan complejo que es inevitable que sus miembros, como jefes de los distintos departamentos estén convirtiéndose en forma creciente en títeres de la burocracia, a la cual ellos seguirán dándole “directrices generales”, pero de cuya operación depende la ejecución de todos los detalles. No es sin razón que los gobiernos socialistas desean politizar esta burocracia porque es en ella, y no en un cuerpo democrático, donde se toman cada vez más decisiones cruciales. Sin esto, ningún poder totalitario puede alcanzarse.”[5]

La burocracia es -como vemos- una enemiga declarada de la democracia y tiende a la destrucción de esta.

Referencias:

[1] Carlos Sabino, Diccionario de Economía y Finanzas, Ed. Panapo, Caracas. Venezuela, 1991. Voz respectiva.

[2] Ludwig von Mises. “SOCIALISMOS Y PSEUDOSOCIALISMOS” Extractado de Von Mises, Socialism: An Economic and Sociological Analysis, capítulos 14 y 15.Estudios Públicos, pág. 21.

[3] Murray N. Rothbard. For A New Liberty. pag. 21

[4] Alberto Benegas Lynch (h) “La caja, las normas y la autoridad”. Publicado en Diario de América, NY. Pág. 2

[5] Friedrich A. von Hayek. “La contención del poder y el derrocamiento de la política”, Estudios Públicos. pág. 66.

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE.  Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. 

Importancia de los precios relativos

Por Gabriel Boragina. Publicado el 15/12/13 en:  http://www.accionhumana.com/

Cuando los precios de algún artículo (por ejemplo, las manzanas) suben, es habitual que los consumidores de manzanas se preocupen y que muchos de ellos clamen «a voz en cuello» para que el gobierno «controle» esos precios. Sin embargo, cuando los salarios de esos mismos consumidores aumentan, jamás se verá que ninguno de aquellos demande del gobierno -con la misma indignación anterior-, que los reduzca. Lo cual es lógico, ya que es normal que todos queramos tener ingresos cada vez más altos y comprar a precios más bajos. Lo que no es tan simple de percibir a muchas personas es que sus salarios también son precios, como los de cualquier otro bien, y que la relación entre el precio de un artículo de consumo cualquiera y el ingreso (parte de cual se destinará para la adquisición de ese u otros bienes de consumo), es a lo que se denomina precios relativos. Esto no cambia, desde luego, si los precios comparados son entre servicios y no entre bienes. En suma -y como explica Murray N. Rothbard- «los precios relativos, [son] las relaciones de un tipo de precio a otro».[1]

Pero ¿para qué sirve calcular los precios relativos o, al menos, prestarles alguna atención? Para Juan Carlos Cachanosky: «Los precios relativos son las guías que tienen los mercados para evitar que se produzcan desajustes de gran importancia.»[2] Y esto es sumamente substancial porque:

«En contraste con la hermética concepción económica neoclásica que separa el dinero y los niveles de precios de los precios relativos de los bienes y servicios individuales, Mises demostró que un incremento de la oferta monetaria influye de manera diferente en las distintas esferas del mercado, y con ello modifica inevitablemente los precios relativos.»[3]

Esto significa algo que nosotros -y otros antes- explicamos muchas veces: la inflación distorsiona los precios relativos, y con ello también distorsiona (y en ciertos casos desfigura completamente) aquella función de «guía de los mercados» que les otorga J. C. Cachanosky junto con otros grandes economistas.

Como también dijéramos tantas otras veces, el papel de la banca central es clave a la hora de las manipulaciones monetarias, y cualquier decisión que tome la autoridad monetaria repercutirá en forma perjudicial sobre el mercado:

«Las autoridades de la banca central solo pueden operar en una de tres direcciones: expandir la base monetaria, contraerla o dejarla inalterada. Cualquiera de los tres caminos necesariamente altera los precios relativos, es decir, distorsiona las antes comentadas señales vitales en el mercado con lo que se malguía a los operadores económicos, lo cual significa desperdicio de recursos que se traduce en bajas de salarios e ingresos en términos reales. A estos efectos es del todo irrelevante si la banca central es independiente del ministro del ramo: de todos modos estará confrontada entre las tres vías aludidas y, consecuentemente, conducirán a la desfiguración de los precios de mercado con los efectos negativos apuntados.»[4]

Un error frecuente de los economistas ha sido -y sigue siendo- atribuir las crisis económicas a la fluctuación de los precios y así han hablado y siguen hablando de que es «necesario» intervenir en el mercado monetario a fin de lograr la estabilización del «nivel de precios». Creen que si los gobiernos no controlan la estabilidad del «nivel de precios» entonces se producirán las crisis económicas. Hay dos equivocaciones implicadas en esta convicción de los economistas que así «razonan», a saber: por un lado es que, en rigor, no es correcto hablar de «nivel de precios» ya que se trata de una expresión metafórica tomada de la física, y que no revela lo que exactamente sucede en el mundo real de los precios, donde no se da verdaderamente «nivel» alguno. Y por otra parte, el segundo yerro incide en el concepto de «estabilidad de precios»:

«Los partidarios de la «estabilización» parecen olvidar en el momento de realizar sus análisis la importancia que tienen los precios relativos en el funcionamiento del mercado. Se preocupan por mantener estable el «nivel» de precios cuando, en realidad, es totalmente intrascendente. Si aceptamos que la ley de Say es válida, entonces las recesiones económicas no se deben a una insuficiencia de demanda agregada o a un excedente de oferta global, sino que son el producto de un período durante el cual los recursos fueron mal asignados, se expandieron ciertas producciones que no deberían haberse expandido, a costa de la contracción de otras que no deberían haberse contraído. La recesión se produce cuando los mercados se reajustan, es decir cuando todos los sectores que se sobreexpandieron quiebran y los que se achicaron vuelven a crecer.»[5]

Las recesiones son la consecuencia necesaria de la reasignación de los recursos que fueron mal asignados en virtud del intervencionismo estatal monetario y crediticio.

Murray N. Rothbard, por otra parte, explica porque no puede construirse un «índice» que «mida» el poder adquisitivo, ignorando los precios relativos cuando dice:

«Es inadmisible tratar de agrupar los cambios en el poder adquisitivo del dólar recurriendo a un único número índice promedio. Cualquier índice de este tipo evoca una suerte de totalidad de bienes cuyos precios relativos permanecen inalterados, de modo que un promedio general podría llegar a medir las variaciones en el poder adquisitivo del dinero mismo. Pero hemos visto que los precios relativos no pueden permanecer inmutables, y mucho menos las valoraciones que los individuos confieren a esos bienes y servicios.»[6]

En suma, es hora que los economistas del mainstream pongan mayor atención en los precios relativos.


[1] Murray N. Rothbard. For A New Liberty, pag. 222

[2] Juan Carlos Cachanosky. «LA CRISIS DEL TREINTA». Revista Libertas VI: 10 (Mayo 1989) Instituto Universitario ESEADE pág. 32

[3] Murray N. Rothbard, «La teoría austriaca del dinero», Revista Libertas Nº 13 (Octubre 1990) Instituto Universitario ESEADE, pág. 3

[4] Alberto Benegas Lynch (h) «Homenaje a Juan Bautista Alberdi». (Discurso pronunciado ante la Academia Nacional de Ciencias). pág. 4

[5] Juan Carlos Cachanosky, «La crisis del 30» Op. Cit. pág. 32

[6] Murray N. Rothbard, «La teoría austriaca…». Op. Cit. Pag. 4

 

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE.  Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. 

UNA MIRADA AL MUNDO

Por Armando Ribas. Publicado en:  http://www.armandoribas.com.ar/mirada.html

 

Las sociedades que esperan su felicidad de la mano de sus gobiernos, esperan una cosa que es contraria a la naturaleza.

Juan Bautista Alberdi

El socialismo en general tiene un record de fracasos tan estrepitosos que solo un intelectual puede ignorarlo o evadirlo.

Thomas Sowell

Comencemos entonces por el caso de Venezuela, donde el presidente Nicolás Maduro entraña una política que amenaza la libertad. Ya debiéramos saber que Simón Bolívar jamás pudo distinguir la diferencia entre la independencia y la libertad, y fue así que Sarmiento consideró que su gobierno había sido la primera tiranía en el continente. Pero en la actualidad el presidente Maduro, heredero del discípulo de Fidel Castro, el general Chávez, ha iniciado un proceso que desafía el principio fundamental de la libertad y que tiene por fin justificar el poder político absoluto.

 

Ese desafío comienza con la creación del Vice Ministerio de la Felicidad Suprema. O sea que supuestamente el gobierno se encarga de otorgar la felicidad al pueblo. Esa propuesta constituye la violación del principio fundamental de la libertad, como lo reconociera John Locke, y así lo reconociera Jefferson en La Declaración de Independencia de Estados Unidos, y que es el derecho del hombre a la búsqueda de la felicidad. Ese derecho es un principio ético que significa que los intereses privados no son contrarios per se al interés general. Es en función de ese principio, que parte del reconocimiento de la naturaleza humana, que el poder judicial se constituye en la garantía del respeto a los derechos individuales.

 

Al respecto David Hume escribió: “Es solamente por el egoísmo y limitada generosidad del hombre, en conjunto con la escasa provisión que la naturaleza le ha hecho para sus necesidades que la justicia deriva su origen”. Ese es el principio fundamental para reconocer que el sistema ético en que se basa la libertad, se sustenta en la noción de la naturaleza humana, y no de la pretensión de la creación de un hombre nuevo. Esa fue la noción aviesa de Rousseau de la cual partió para reconocer el poder de la soberanía como un poder absoluto, a la vez encargado de modificar la naturaleza humana.

 

En los anteriores conceptos podemos ver los principios del totalitarismo que se avecina en Venezuela, y que se originara en Cuba por primera vez en el continente, por más que lo que considero el cinismo político universal, pretenda ignorarlo. Maduro ya no esconde su proyecto y por tanto intenta la militarización de la sociedad. Con ese propósito asegura que: “La milicia bolivariana es una tremenda fuerza moral”. Por supuesto está rodeado de militares y compra más armas. Y sepamos que la militarización no es una fuerza para una guerra externa sino la garantía del poder interno. Así tenemos el nacional socialismo que es determinante del poder absoluto para desconocer la propiedad privada y por supuesto, siguiendo el pensamiento de Rousseau, aplica la censura.

 

 

En ese aspecto me voy a permitir recordar que, aunque se haya ignorado, fue el ejército de Batista el que le otorgó el poder a Fidel Castro y sus adláteres como el Che Guevara. Así se destruyó la libertad y la riqueza del país que en 1959 tenía el más elevado nivel de vida en América Latina y hoy compite por la pobreza con Haití. La historia muestra que el poder político absoluto se sustenta en la falacia de que representa el interés general y el bien común, y se traduce en la falta de libertad ciudadana y la riqueza de la nueva clase. Ya Maduro es conciente de esa realidad, a la que colabora con las falacias del más allá y del pajarito, pero que básicamente entraña la clara noción de Machivello: “El príncipe no puede controlar el amor, pero si el miedo”.

 

Es en esa concepción ética que se basa el socialismo, que no obstante que como señala Sowell ha sido la esencia histórica del fracaso, se ha apropiado de la ética de la igualdad como valor supremo en el camino al poder, ya fuere democráticamente o dictatorialmente. Esa es la realidad que enfrenta hoy el llamado mundo Occidental en el que me atrevo a incluir a América Latina. Pero evidentemente la izquierda se ha apropiado de la ética, y tanto así que ya liberales famosos se autocalifican como liberales de izquierda. Ello pretende significar que están a favor de los pobres, en tanto que se ignora que son ésos que están a favor de los pobres los que se enriquecen a su costa y crean más pobres.

 

A fin de entender la filosofía política que está en juego, creo procedente recordar la noción maniquea del socialismo, tal como la describe Marx en su “Filosofía Alemana”. Allí comienza por señalar que en la sociedad capitalista existe una división entre el interés común y los intereses particulares. Por ello considera igualmente que la división del trabajo implica una contradicción entre el interés del individuo y su familia y el interés común. Por ello prevé que en la sociedad comunista donde no existe la propiedad privada y el estado ha desaparecido, la sociedad regula la producción general y hace posible que nadie tenga una actividad exclusiva. Así podrá hacer una cosa hoy y otra mañana; cazar en la mañana y pescar en la tarde; arrear ganado en la tarde y criticar al anochecer. Oídas esas palabras se me hace imposible comprender que alguien de mediana inteligencia, de buena fe puede creer tal absurdo del nirvana en la tierra. Y recuerdo las palabras de Popper: “La utopía genera la violencia”. Por ello estoy convencido de la existencia de dos clases de socialistas: los que lo creen a partir de la envidia, y los que lo usan a partir de la hipocresía para llegar al gobierno, y no puedo dejar de reconocer los éxitos de estos últimos sobre los primeros.

 

En el Manifiesto Comunista, después de reconocer que la burguesía en solo cien años había creado más riquezas que todas las generaciones anteriores juntas, llegó a la conclusión de que por supuesto eso se logró mediante la explotación del hombre por el hombre. Por tanto tenía que llegar la Dictadura del proletariado, para la eliminación de la propiedad privada y el Estado desaparecería (Engels), creándose las condiciones expuestas anteriormente. En 1890 Eduard Bernstein en discusión con Lenín sobre la social democracia, escribió “Las Precondiciones del Socialismo” donde partiendo de la idea de que el socialismo era el heredero legítimo del liberalismo, concluye que no se necesita la revolución sino que se puede alcanzar democráticamente. En este sentido si bien considero que el socialismo es la antítesis filosófico política del liberalismo, asimismo reconozco que tuvo razón pues impera la demagogia tal como la describiera Aristóteles hace 2.500 años. Por supuesto también estaba de acuerdo con la eliminación de la propiedad privada, pero que no se haría mediante expropiaciones violentas, sino mediante lo que llama la organización, y que yo me permito considerar el incremento considerable del gasto público y consiguientemente el aumento de los impuestos a tales niveles que constituyen una violación del derecho de propiedad.

 

Dicho lo que antecede creo que es obvio que la existencia de un partido socialista, tanto en Estados Unidos como en Argentina es inconstitucional. El proyecto socialista de eliminar la propiedad privada, es una violación de los derechos que garantizan los artículos 14 y 17 de la Constitución Nacional. En Estados Unidos no existen partidos socialistas, pero es evidente que la política de Obama tiende en esa dirección. O sea sigue los pasos del sistema del Estado de Bienestar europeo aumentando el gasto y los impuestos. Es evidente que a partir de cierto nivel los impuestos constituyen una violación del derecho de propiedad. Ya se debiera saber que es la causa de la crisis que padece pertinazmente la Unión Europea, pues tal como escribiera The Economist: “El problema de Europa es el sistema, y el que lo quiere cambiar pierde las elecciones”:

 

Como bien dijera Stefan Theil la filosofía europea es la del fracaso, y no obstante la evidencia de la crisis en los colegios y universidades de Francia y de Alemania se enseña la aversión al capitalismo. Y dice: “El capitalismo mismo es descrito en varios puntos en el texto como brutal, salvaje, neoliberal y americano”. Me imagino como esa enseñanza se sentirá corroborada en los hechos ante el presente espionaje americano a los líderes europeos. Está visto que la demagogia impera bajo la gesta de la democracia mayoritaria, que es precisamente el desafío al Rule of Law, sistema en el cual las mayorías no tienen el derecho de violar los derechos de las minorías y de los individuos. Y es esa gesta que se ha apropiado de la ética, y por tanto tal como dijera Bernstein el socialismo no requiere la revolución, y a los hechos me remito.

 

La situación en América Latina difiere de la europea, y podría decir: “Un espectro está rondando América Latina, es el espectro del socialismo del Siglo XXI”. Y ese espectro que amenaza la libertad en el continente está basado en la supuesta lucha por la igualdad, que ahora Maduro pretende lograrla otorgándole directamente la felicidad al pueblo. No obstante los precios del petróleo, en Venezuela parece carecerse de todo, inclusive de papel higiénico y ahora de papel de diarios, y la inflación alcanza al 40% anual. Pero está visto que la felicidad la pretende otorgar militares mediante, así que parece que como en Cuba es peligroso mostrar que alguien no es feliz. Así estamos amenazados por lo que Jefferson denominara “Un despotismo electivo”.

 

 

Armando P. Ribas, se graduó en Derecho en la Universidad de Santo Tomás de Villanueva, en La Habana. Obtuvo un master en Derecho Comparado en la Southern Methodist University en Dallas, Texas. Es abogado, profesor de Filosofía Política, periodista, escritor e investigador y fue profesor en ESEADE.

La inflación y los grupos concentrados

Por Nicolás Cachanosky. Publicado el 8/12/13 en:   http://opinion.infobae.com/nicolas-cachanosky/2013/12/08/la-inflacion-y-los-grupos-concentrados/

 

En un comentario anterior comentaba lo sorprendente de que en un país con una historia inflacionaria única como Argentina se cuestione que la inflación es un problema monetario. En aquel texto me refería al problema de cómo comparar expansión monetaria con inflación y al por qué en Estados Unidos no se observa un aumento en el nivel de precios acorde a la expansión de su base monetaria. La explicación alternativa de que la inflación en Argentina se debe a pujas distributivas de grupos concentrados adolece de dos problemas serios: (1) niega el análisis económico de demanda y oferta al bien dinero y (2) confunde cambios en precios relativos con cambios en el nivel de precios (la inversa del precio del dinero). No me resulta muy convincente utilizar la teoría de los grupos concentrados para sostener de manera indirecta que en Argentina las leyes económicas funcionan distinto que en el resto del mundo. Hay un tercer problema, y es que no explica por qué los grupos concentrados sólo producen inflación de niveles en torno al 25% en unos pocos países como Argentina pero no en el resto del mundo.

Según el argumento de los grupos concentrados, hay grandes empresas que al tener poder monopólico aumentan los precios buscando capturar mayores rentas siendo el verdadero origen del flagelo de la inflación. De este modo, el kirchnerismo puede al mismo tiempo argumentar que ellos no son responsables de la alta inflación quitando el foco de atención del banco central y presentarse como los protectores del consumidor frente al gran empresario. Cuando el asalariado ve sus ahorros derretirse a un ritmo del 25% debe agradecer al gobierno el hacer todo lo posible por ayudarlo en lugar de responsabilizarlo por este problema. ¿Pueden, sin embargo, los grupos concentrados producir inflación?

En primer lugar, es importante distinguir entre monopolios naturales y monopolios legales o artificiales. El monopolio natural no es otra cosa que el resultado de la escasez que hay en el mundo de recursos productivos. Dado que los recursos son escasos, es posible que en ciertos mercados no haya lugar para más de un productor (especialmente cuando los costos fijos de operar son altos). Por ejemplo, no siempre es eficiente tener dos tendidos de cañerías para proveer agua o gas dado que no hay suficientes recursos para hacer esto de manera rentable, o dos líneas de tren en paralelo. Hay otro usos alternativos más importantes que una segunda cañería o dos trenes haciendo exactamente el mismo recorrido. Supongamos por un momento que la tesis de los grupos concentrados es correcta y estas empresas monopólicas pueden aumentar los precios un 25% sin perder clientes. El resultado ha de ser un notable incremento en la rentabilidad, lo cual atrae competidores al sector en busca de estas altas rentas. Ahora sí sería posible, por ejemplo, instalar una segunda red de cañerías.

Los monopolios legales o artificiales son distintos. En este caso el poder monopólico proviene de un beneficio que el estado otorga a algunos productores en particular. Al no permitir la competencia, el estado permite que los productores beneficiados ofrezcan sus productos a precios mayores a expensas del consumidor. El monopolista legal no debe temer perder el mercado frente a la competencia y por lo tanto no tiene incentivos para mantener sus precios en niveles competitivos ni ofrecer productos de calidad. Es decir, en la medida que la tesis kirchnerista de los grupos concentrados sea cierta, la solución es muy fácil, eliminar las regulaciones y favorecer un ambiente competitivo. Tengo mis dudas de que el Kirchnerismo y los que mantienen esta posición lo hagan de manera consistente.

El problema es que los grupos concentrados pueden, a lo sumo, tener un efecto de única vez en los precios relativos, pero no en el nivel de precios. Lo que esta explicación olvida es de dónde proviene el dinero para pagar aumentos de precios del 25% anual. La siguiente tabla muestra una situación inicial, Caso 1, donde hay dos bienes, uno monopólico y otro competitivo. Los dos bienes se producen en la misma cantidad y tienen el mismo precio. La tabla también muestra la oferta de dinero del mercado, la demanda de dinero y el circulante que los consumidores destinan a la compra de estos dos bienes. La última columna muestra el nivel de precios en cada caso. ¿Qué sucede si el productor del bien monopólico decide ejercer su poder de grupo concentrado y aumenta el precio un 25%, llevándolo de 100$ a 125$?

Asumiendo (1) que la cantidad de dinero no varía (dado que no es causa de la inflación según la teoría de los grupos concentrados), (2) que el monto total de dinero (40.000$) usado para comprar estos bienes tampoco varía y (3) que la cantidad consumida del bien monopólico no varía (lo cual es muy poco realista), entonces pueden suceder dos cosas. En el Caso 2, reducen su consumo del bien competitivo que mantiene su precio constante en 100$. En elCaso 3 el productor del bien competitivo reduce el precio a 75$ para mantener la venta de unidades constante en 200. En el Caso 1 el precio relativo de bien monopólico (pBP) respecto al bien competitivo (pBC) es pBM/pBC = 1. En el caso 2 y caso 3 el precio relativo cambia a 1.25 y 1.66 respectivamente.

cachanosk

¿Cómo hace el productor competitivo para subir también sus precios un 25% y no perder clientes si los consumidores no tienen más dinero para gastar? No es posible gastar el dinero que no existe, por lo que no es posible tener un aumento generalizado del nivel de precios sin un aumento en la cantidad de dinero (o una disminución en la demanda de dinero). Siguiendo el argumento de los “grupos concentrados”, estos productores podrán a lo sumo cambiar el precio relativo de sus bienes respecto a otros en el mercado, pero no pueden afectar el nivel de precios. Es importante recordar que el nivel de precios es la inversa del precio del dinero, por lo que depende de la demanda y oferta de dinero, no de la estructura de mercado que define precios relativos, no su nivel. Distintos niveles de precios pueden tener los mismos precios relativos. Esta explicación confunde, en definitiva, precios relativos con nivel de precios. Los cambios que muestra la tabla son de una única vez, el productor monopólico no puede aumentar su precios un 25% cada año sin perder consumidores. No es, en definitiva, algo que pueda suceder permanentemente.

El único caso en que el nivel de precios muestra una variación es cuanto se reduce la cantidad producida del bien competitivo. Lo realista, sin embargo, es asumir que también hay una reducción en el consumo del bien monopólico. Es decir, en términos reales el PBI disminuye. Es porque hay menos bienes respecto a la cantidad de dinero que el nivel de precios sube de 100 a 114 (menos que el 25% del bien monopólico). En el caso 3, el nivel de precios se mantiene constante, lo que quiere decir que el problema es un cambio de precios relativos, no de nivel de precios, el aumento en el precio del bien monopólico produce una disminución en la demanda del bien competitivo. La realidad, por supuesto, será una combinación de los casos 2 y 3 y alguna reducción en la demanda del bien monopólico.

Se podrá argumentar que los grupos concentrados producen bienes que deben ser utilizados para producir una gran cantidad de bienes, transfiriendo así el aumento de precios al resto de la economía. Si el precio de la energía sube, entonces el precio de todos los bienes que se producen haciendo uso de energía también suben. Esta explicación adolece de varios problemas. En primer lugar, en Argentina las tarifas están reguladas, por lo que es difícil aplicar este caso. En segundo lugar, desde la llamada “revolución marginal” en economía es claro que son los precios finales los que determinan los costos de producción, no los costos de producción los que determinan los precios de consumo. Así como en Astronomía el ver a los planetas y estrellas girar alrededor de la Tierra llevó a creer que la Tierra era el centro del Universo, en economía hay que tener cuidado de no caer en el efecto visual de creer que los costos determinan precios finales. La revolución marginal fue a la economía lo que la revolución copernicana fue a la Astronomía. En tercer lugar, esta explicación asume como punto de partida aquello mismo que debe explicar: un aumento de precios. Asumir la inflación para explicar la inflación no es una argumento válido para decir que este no es un problema monetario.

Una vez despojada de la retórica kirchnerista, y analizando el argumento de los grupos concentrados con mayor cuidado, vemos que en definitiva es necesaria una expansión monetaria para que los precios suban constantemente. Podría decirse, que algo de verdad esta teoría tiene. En definitiva la inflación es el resultado de un monopolista estatal en particular: el banco central. De poco sirve hacer la vista gorda al origen del problema esperando que desaparezca por arte de magia o mediante anacrónicos controles de precios.

 

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE) y Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver.

La falacia del altruismo socialista

Por Armando Ribas. Publicado el 16/12/13 en:  http://www.laprensa.com.ar/400260-La-falacia-del-altruismo-socialista.note.aspx

 

El desmesurado estado de bienestar está en la raíz de la actual crisis económica de Europa. Reina la confusión ideológica, incluso en Estados Unidos. Los políticos «progresistas» han ganado la batalla por el monopolio de la ética.

El mundo sigue su agitado curso donde reina la confusión. Recordemos: «En este mundo traidor, nada es verdad ni es mentir, todo es según del color del cristal con que se mira». No puedo menos que lamentar que todo en nuestro mundo occidental y cristiano parece indicar que el color del cristal con que se mira es cada vez más rojo, en nombre del altruismo y la equidad social. La reciente victoria de Barack Obama en las elecciones de Estados Unidos es una prueba evidente del realismo de la observación hecha por Harvey Mansfield y comentada en un artículo de The Wall Street Journal que dijo: «Nosotros tenemos ahora un partido político americano y uno europeo». Esta aparente tergiversación del sistema político estadounidense fue a la que me referí en mi reciente artículo en el que plateé la antítesis entre el Rule of Law y el estado de bienestar europeo.

No puedo menos que considerar que el estado de bienestar ha sido el causante de la crisis y el presente malestar en Europa. Tanto que cada vez más se hace evidente la pretensión de los ingleses de abandonar la Unión Europea. El estado de bienestar no es más que marxismo vía Eduard Bernstein que en 1899 escribió Las precondiciones del socialismo donde expresó que el socialismo no requería de la revolución del proletariado predicha por Marx sino que se alcanzaría democráticamente. A los hechos me remito y debo asimismo recordar que en su obra comenzó por incurrir en la mayor confusión histórico-filosófica que fue el decir: «El socialismo es el heredero legítimo del liberalismo. No hay ningún pensamiento liberal real que no pertenezca también a los elementos de la idea del socialismo».

Esa es la más equívoca aseveración que podría hacerse al respecto, pues el liberalismo parte de una concepción ética antitética al socialismo. En primer lugar la esencia ética del liberalismo es el reconocimiento de la naturaleza humana tal cual es y no de cómo debe ser. Consecuentemente al mismo tiempo que acepta el principio del derecho del hombre a la búsqueda de su propia felicidad, admite la necesidad de la limitación del poder político. Como bien dijera John Locke: «Los monarcas también son hombres».

Por el contrario el principio básico del socialismo es la falacia del altruismo. Como bien señalara Ayn Rand: «El principio básico del altruismo es que el hombre no tiene derecho a existir por sus propios motivos, que el servicio a los demás es la única justificación de su existencia». Y el altruismo es la falaz esencia del socialismo, que no es más que la demagogia para alcanzar el poder político absoluto en nombre de los derechos del pueblo.

DOS PROBLEMAS

Debo tener en cuenta dos problemas lexicológicos. El primero es que en Estados Unidos, no se por qué razón, se ha tergiversado la naturaleza filosófica del liberalismo y confundido con el socialismo en el orden político. La segunda no menos importante es el capitalismo. El capitalismo se considera un sistema económico, que para sus detractores marxistas, está éticamente descalificado a partir de que es la explotación del hombre por el hombre, sustentada en la falsa teoría del valor trabajo. Aun la Escuela Austriaca, defensora del sistema capitalista, incurre en el error de considerarlo un sistema económico que habría surgido a partir de las ideas de Carl Menger expuestas en sus Principios de Economía Política.

En esa obra el autor pretende rescatar las ideas de la Escolástica del Siglo de Oro español. En principio no estoy en desacuerdo en rescatar las ideas de Juan de Mariana, y reconocer por tanto que la validez de las ideas no depende de la nacionalidad ni de la raza. Por tanto ello no significa pretender descalificar el pensamiento filosófico inglés que dio origen al Rule of Law, por el error de Adam Smith de aceptar la teoría del valor trabajo.

Que Benthham y su utilitarismo, Mill y su socialismo y Thomas Hobbes y su Leviathan hayan sido ingleses, no permite desconocer los fundamentos de la libertad que surgieron del pensamiento de Locke y Hume, incluyendo la mano invisible de Adam Smith. Fue ese pensamiento que trasladado al continente americano por los Founding Fathers, se constituyó en la razón de ser del sistema que permitiera la libertad y la creación de riqueza por primera vez en la historia.

¡ES LA ETICA!

Ese sistema como no me canso de repetir, no es económico sino ético, político y jurídico y la economía es la consecuencia. Por ello creo más que importante el defender los derechos individuales y la limitación del poder político como la esencia de la libertad, y consecuentemente la razón de ser de la creación de riqueza, que ha desparecido en Europa en función de la iniquidad de la supuesta equidad del altruismo del estado de bienestar. Lamentablemente la confusión presente al respecto de ignorar la diferencia histórico-filosófica entre Estados Unidos y Europa continental, provocan que aun hoy se pretenda culpar a la crisis bancaria norteamericana por la crisis europea, que -como lo reconoce el FMI- persiste en 2012 y continua en 2013.

Me atrevería a firmar que lamentablemente el Sr. Romney en las recientes elecciones presidenciales de los Estados Unidos careció de la sabiduría de defender los principios ético-políticos del Rule of Law, que le permitieron a Estados Unidos transformarse en la primera potencia mundial en solo cien años.

Esa falla permitió que tal como lo señala John Allison se culpara de la crisis financiera estadounidense a la falta de regulación de los bancos y a la avaricia de Wall Street. La causa de la crisis fue sin lugar a dudas el producto de la demagogia de Carter de sostener que todos los ciudadanos americanos tenían el derecho a una casa propia, y en función de ello se crearan Fannie May y Freddie Mac para que le prestaran a quienes no tenían con que pagar. Entretanto Alan Greenspan creaba los dólares desde la Fed.

En fin, la demagogia del estado de bienestar está presente en función de la avaricia de los capitalistas y se ignora la voluntad de poder que se basa en el altruismo de los políticos de izquierda, que monopolizan la ética, tal como lo expresara Thomas Sowell. La consecuencia es la crisis económica y así como la creciente corrupción que alcanza a Bruselas y por supuesto en nuestra América Latina ni que decir.

Entonces, aprendamos que lo que estamos defendiendo no es el capitalismo como sistema económico, por más que hasta la Escuela Austriaca se refiera al orden espontáneo como el carácter del mercado, e ignore que esa espontaneidad de comportamiento depende precisamente del respeto por los derechos individuales a la vida, la libertad, la propiedad y la búsqueda de la propia felicidad. En ese sistema las mayorías no tienen el derecho a violar los derechos de las minorías que garantiza la Constitución y por tanto la limitación del poder político en manos del poder judicial. Como bien señalara Alexander Hamilton: «No hay libertad si el poder de juzgar no está separado de los poderes legislativo y ejecutivo».

 

Armando P. Ribas, se graduó en Derecho en la Universidad de Santo Tomás de Villanueva, en La Habana. Obtuvo un master en Derecho Comparado en la Southern Methodist University en Dallas, Texas. Es abogado, profesor de Filosofía Política, periodista, escritor e investigador y fue profesor en ESEADE.

El Proceso Inflacionario

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 19/12/13 en:  http://www.libertadyprogresonline.org/2013/12/19/el-proceso-inflacionario/

 

La inflación es uno de los problemas económicos y sociales más graves. Es siempre producida por los aparatos estatales que con el curso forzoso y la banca central no dan salida a la gente para defenderse de ese flagelo. Es realmente llamativo que a esta altura del partido, con toda la bibliografía moderna disponible, no se haya decidido cortar amarras con los gobiernos en materia monetaria y no se haya percibido que la única razón por la cual el Leviatán administre la moneda es para succionar poder adquisitivo de la gente.

inflacion

Se ha dicho que la inflación es el aumento general de precios, lo cual revela dos errores garrafales de concepto. En primer lugar, pretende aludir a la causa de la inflación la cual consiste en la expansión exógena del mercado y, en segundo término, el efecto estriba en la alteración de los precios relativos y no en un aumento general. Si produjera un incremento generalizado, no se produciría el problema central de la inflación cual es la angustia por el desequilibrio entre precios e ingresos. Si mi salario (uno de los precios) se incrementara en un 50% mensual y el resto de los precios lo hace en la misma forma, no hay problema. Eventualmente habrá que modificar las columnas en los libros de contabilidad, habrá que expandir los dígitos en las máquinas de calcular y, tal vez, acarrear el dinero en carretillas pero no hay el problema central señalado.

La alteración en los precios relativos reviste la mayor de las importancias ya que se distorsionan todas las señales en el mercado, que son las únicas que muestran donde conviene invertir y donde desinvertir en los diversos sectores con lo que se consume capital y, por ende, bajan los salarios e ingresos en términos reales puesto que las tasas de capitalización son la únicas causas del nivel de vida.

Como hemos dicho en tantas ocasiones, la banca central solo puede decidir entre uno de tres caminos posibles: a que tasa contraer, a que tasa expandir o dejar inalterada la base monetaria. Pues bien, cualquiera de los tres caminos deterioran los precios relativos respecto de lo que hubieran sido de no haber intervenido (incluso, como decimos, si los banqueros centrales deciden no modificar la base monetaria habrán desfigurado los precios relativos en relación al mayor o menor volumen de moneda que se hubiera decidido en el mercado…y si se hace lo mismo que hubiera hecho la gente en el mercado no hay razón alguna para la irrupción de la banca central ahorrándose todos los gastos administrativos correspondientes).

Más aun, una banca central independiente del secretario del tesoro o de hacienda o del Parlamento inexorablemente errará el camino debido a las razones antes apuntadas que no cambian por el hecho de recibir instrucciones o proceder autónomamente, esto no modifica la naturaleza del problema. Sin duda, que si a la existencia de la banca central se agrega el curso forzoso la situación se agrava exponencialmente ya que no deja salida a la gente para sus transacciones diarias y deben absorber quitas permanentes en su poder adquisitivo.

Conviene también precisar que la cantidad de dinero de mercado, es decir, de los activos financieros que la gente elija para sus transacciones no tienen porqué ser constantes. Esto dependerá de las respectivas valorizaciones, del mismo modo que ocurre con cualquier bien o servicio, lo cual, en nuestro caso, si se decide expandir, se trata de una expansión endógena, a diferencia de la exógena al mercado, esto es, la que ocurre debido a decisiones políticas que son el origen del problema inflacionario.

No hay tal cosa como “expectativas inflacionarias” como causas de la inflación. Se podrán tener todas las expectativas que se quieran pero si no están convalidadas por la expansión monetaria exógena, no hay inflación. Tampoco “inflación de costos” por idénticos motivos, ni inflaciones provocadas por el incremento en el precio de un bien considerado estratégico como, por ejemplo,  el petróleo ya que si aumenta el precio de este bien y no hay expansión monetaria habrá dos posibilidades: o se reduce el consumo de otros bienes si se decidiera mantener el nivel de consumo del petróleo o se debe contraer el consumo de este bien al efecto de permitir el mismo consumo de otros bienes y servicios. En todo caso, no resulta posible consumir todo lo que se venía consumiendo si el precio del petróleo se incrementó.

La errada definición que hemos comentado, además, conduce a otras dos equivocaciones técnicas. En primer lugar, el consejo para la banca central de emitir a una tasa constante similar al crecimiento económico para “permitir la previsibilidad de los actores  en el mercado”. Este consejo pasa por alto el hecho de que si la expansión “acompaña” el crecimiento económico, manteniendo los demás factores constantes, por ejemplo, se anulará el efecto de algunos precios a la baja que generan las importaciones y al alza de las exportaciones ya que la masa monetaria en un caso disminuye y en el otro aumenta y así sucesivamente.

La segunda equivocación, aun más gruesa, es que la expansión a tasa constante no trasmite previsibilidad puesto que, precisamente, los precios no se incrementan de modo uniforme, sino, como queda dicho, se alteran los precios relativos de modo que una tasa anunciada de expansión no trasmite información a determinado sector como afectará en sus precios.

Este análisis, a su vez, se traduce en el pensamiento que es posible recomponer el problema inflacionario a través de indexaciones lo cual no es correcto ya que pretendidos índices de corrección solo suben los valores absolutos en los rubros del balance, pero las distorsiones relativas se mantienen inalteradas.

A toda esta situación debe agregarse que para contar con un sistema monetario saneado debe eliminarse el sistema bancario de reserva fraccional que no solo genera producción secundaria de dinero, sino que permite que los bancos operen en un contexto de insolvencia permanente, con lo que se hace necesario implementar el free banking o el sistema de encaje total para los depósitos en cuenta corriente y equivalentes.

Como han expresado tantos economistas de gran calado, es de esperar que no transcurra mucho tiempo antes de que se  perciban los inmensos daños de la banca central y sus consecuentes políticas. Cual es el dinero que preferirá la gente dependerá de las circunstancias ya que si todo es dinero no hay dinero y preguntarse cual es la cantidad de dinero que habrá es lo mismo que interrogarse cual es la cantidad de lechuga que habrá en el mercado.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. En Administración. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer Rector de ESEADE. 

Saqueos: desidia política

Por Nicolás Cachanosky. Publicado el 19/12/13 en:  http://opinion.infobae.com/nicolas-cachanosky/2013/12/19/saqueos-desidia-politica/

 

Desidia política, en el peor de los sentidos, es lo que describe a la dirigencia política Argentina en su conjunto a la luz de sus actos y omisiones en los últimos días. Sin que se interprete como una generalización de todos los funcionarios públicos, el oficialismo y la oposición han dejado mucho que desear y ambos grupos han contribuido a llegar al punto de tener medio país en anarquía con importantes daños económicos y materiales e inentendibles muertes innecesarias. ¿Cómo se describe un país con altos índices de pobreza, inflación con un piso del 25% anual y estado de anarquía en medio territorio nacional? ¿Qué dice de un país donde el jefe de Gabinete dice no haber enviado fuerzas de seguridad porque no le sonó el teléfono y sigue en funciones como si nada hubiese pasado? ¿Cómo se llegó a esto? Si bienes un tema muy complejo, hay tres puntos que creo no deben pasar por desapercibidos: (1) el económico, (2) el político y (3) el cultural.

En lo que respecta al problema económico, una década de consumo de stock de capital, ya con varios años de alta inflación y un asistencialismo fuera de control no hacen más que acumular tensiones que pueden estallar en modos y momentos inesperados. No es fácil saber cuál va a ser la gota que rebalse el vaso. La inflación no es sólo un impuesto, es un impuesto que recae con mayor incidencia sobre los más necesitados. Son las clases medias y altas las que tienen mayor facilidad de acceso a distintas alternativas para cubrirse de la inflación. Los sectores más golpeados, sin embargo, ven desaparecer sus posibilidades de movilidad social frente a sus ojos. La década ganada produjo la ilusión de crecimiento a tasas chinas a base de consumo de stock de capital en lugar de a base de inversiones de largo plazo. Los trenes chocan, las rutas están rotas, la telefonía fija está comenzando a funcionar mejor que la móvil, faltante de energía, son síntomas claros de consumo de stock de capital. El kirchnerismo hipotecó el futuro a expensas de financiar una fiesta de corto plazo y parte importante de la sociedad confundió la fiesta con genuino progreso económico.

En lo que respecta al problema político, tanto el oficialismo como la oposición cargan pesadas responsabilidades. Ambos han faltado, a mi entender, a sus funciones y obligaciones de servidores públicos. Las transgresiones institucionales del oficialismo, demasiado numerosas para recordar, no hacen más que predicar con el ejemplo el robo, la expropiación y el desinterés hacia la propiedad del prójimo al presentarlas como aceptables actitudes Nac&Pop. Si el gobierno se da el lujo de ignorar los fallos de la Corte Suprema de Justicia (cuando le conviene), de expropiar de manera inconstitucional, de intimidar desde la cadena oficial y con personajes como Guillermo Moreno y la AFIP, ¿por qué ha de aplicar una moral distinta al ciudadano a pié? Para bien y también para mal, la autoridad moral del gobierno es guía de parte importante de la sociedad. Los saqueos fueron la moral del “vamos por todo” puesta en práctica. La doble moral del oficialismo debería avergonzar al kirchnerista más radicalizado. Mientras se dedican días de duelo por la muerte de un dictador anacrónico como Hugo ChávezCristina Kirchner decide bailar al compás de cumbias y cacerolas a la par que argentinos eran saqueados y morían de manera innecesaria. Si los muertos no le importan a la máxima autoridad del Poder Ejecutivo, ¿por qué ha de importarle al policía mal pago? De ninguna manera estoy diciendo que la actitud de las fuerzas de seguridad haya sido aceptable. Tal concepción es imposible de aceptar cuando en una república el contrato social consiste en entregar las armas a las fuerzas de seguridad para que nos protejan a cambio del pago de impuestos. Que tal cosa haya sucedido habla, justamente, de la ruptura institucional en la que se encuentra el país. Ni el kirchnerismo ni la oposición pueden, sin embargo, hacer ajena a ellos mismos las críticas bien levantadas contra la actitud de las fuerzas de seguridad. El poder político, tanto como las armas, pueden ser utilizadas para levantarse contra el pueblo.

Este kirchnerismo de doble moral y discurso adaptado a las conveniencias ha crecido a la sombra de una oposición que le permitió llegar a ser lo que es. Es cierto que en la medida que la oposición no es mayoría posee límites a los frenos institucionales que puede poner a un gobierno de inocultable sesgo autoritario, pero no es menos cierto que es la misma oposición que acompañó con su voto expropiaciones como las de las AFJP y Repsol-YPF entre otras iniciativas. Algunos opositores confesaron votar a favor de expropiaciones por lo que dice el corazón y no lo que indica la razón. ¿No es esto, acaso, un mensaje similar al de obediencia debida de Pichetto? Ya sea que el voto, a sabiendas erróneo, se hace por un corazón nacionalista o un corazón partidario, el daño institucional es ineludible. La oposición parece estar jugando la peligrosa apuesta de que el “vamos por todo” continúe hasta el 2015 con la esperanza de que el gobierno no tenga más remedio que hacerse cargo de los ajustes y costos políticos necesarios. El costo de esta apuesta política recae en el ciudadano, como si las muertes en saqueos y repetidos accidentes en trenes no fuesen lo suficientemente explícitos de quien paga la factura del juego político. No deja de ser, incluso, una apuesta que me cuesta entender. Los últimos días muestran que el gobierno prefiere dejar un país en llamas a hacerse cargo de sus propios errores. Mientras el gobierno de Cristina Kirchner bate récords de causales de juicio político, la oposición habla de dialogo con un gobierno que ofrece menos retorno que una pared de concreto. Ser políticamente correcto pero institucionalmente irresponsable no deja de ser signo de una clase política corrupta en sus principios institucionales. La oposición da la sensación de estar institucionalmente tan confundida como el oficialismo si cree que una elección da inmunidad institucional frente a los ciudadanos y sus pares.

Por último, pero no por ello menos importante, el factor cultural también ha jugado un rol central. Los saqueos no son nuevos, son parte de la cultura Argentina. ¿No es saqueo al pueblo una carga tributaria récord sin contraprestaciones? ¿No es saqueo acaso una inflación descontrolada por un gobierno que le falta a la verdad en la cara al ciudadano (incluido su votante) la negar el problema? ¿No es saqueo que el gobierno le de beneficios al pseudo-empresariado del país cargando así sobre las libertades y bolsillo del consumidor? Este saqueo institucional es manifestación de las preferencias políticas del votante medio, o al menos de una parte importante de la sociedad. La misma sociedad Argentina no deja de tener parte de responsabilidad al apropiar y cultivar una cultura de “vivir del otro.

Una sociedad que sospecha en lugar de admirar al empresario exitoso difícilmente disfrute de una cultura emprendedora. En su clásico “El Estado”, Frederic Bastiat decía que el “Estado es la gran entidad ficticia por la que todos buscan vivir a expensas uno del otro.” En Argentina se ha hecho de esto una máxima. ¿Cuántos Argentinos se creen con derecho a recibir por parte del estado fondos provenientes del prójimo? ¿No es esto usar la fuerza del estado para saquear la propiedad de terceros? Lamentablemente esta concepción es insostenible como filosofía de vida en sociedad y cuando los recursos escasean pasa a imperar la ley de la selva sobre el estado de derecho. La sociedad argentina se debe una seria mirada interna en su responsabilidad de demandar y fomentar populismo por parte de una dirigencia política dispuesta a proveerla, después de todo es el mismo ciudadano, no el político, quien debe afrontar el costo. Esto no debe entenderse como una excusa a la clase política cuyo deber es proteger las instituciones y no permitir que el voto de la mayoría sea herramienta de expropiación de la minoría. La desidia política de confundir democracia ilimitada con democracia limitada por los principios republicanos llevan un rol protagónico en los tristes eventos de días anteriores.

 

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE) y Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver.

El anacronismo del socialismo y de la política de control de costos

Por Nicolás Cachanosky. Publicado el 3/12/13 en:

http://economiaparatodos.net/el-anacronismo-del-socialismo-y-de-la-politica-de-control-de-costos/

 

Los cambios en el equipo económico del Gobierno dieron aún más trascendencia mediática a las políticas e ideas de Kicillof. El nuevo ministro de economía se define así mismo como marxista y keynesiano. Tampoco ha guardado energía en criticar a las “teorías ortodoxas”, sea lo que sea que Kicillof entienda por ortodoxia económica. Si sus actos algo sugieren, es un corte marxista más que keynesiano. Confiscaciones como las hechas a Repsol-YPF y la política de controlar la economía a través de grandes planillas de costos tiene bastante más de marxista que de keynesiano. Es importante, sin embargo, distinguir entre el socialismo de inicios del siglo XX y el socialismo actual. El retroceso que el último ha visto frente a los argumentos en defensa de economías libres no es menor; al punto tal la política de Kicillof de controlar los precios es peligrosamente anacrónica.

 

En 1920 Ludwig von Mises publica un artículo crítico al socialismo que iniciaría un debate de varias decadas sobre la viabilidad de las economías centralmente controladas. Si bien es cierto que Mises no fue el único en realizar este argumento, fue su artículo el que sacudió la postura socialista. Por socialismo se entiende una comunidad donde, si bien los bienes de consumo pueden ser privados, no existe propiedad privada sobre los factores de producción. El argumento de Mises es simple pero certero: Ante ausencia de derechos de propiedad en los factores de producción no es posible realizar el cálculo económico de ganancias y pérdidas. Por supuesto, una sociedad pequeña como una familia o una pequeña tribu puede organizarse sin un sistema de precios, pero este ya no es el caso de las grandes sociedades sobre la que se centraba el debate del cálculo económico en el socialismo. La Unión Sovietica, por ejemplo, logró mantenerse a flote permitiendo operar a los mercados negros y observando los precios de otros países para realizar sus propias planificaciones. Es decir, lo pco que funcionó la Unión Soviética se lo debe al sistema al que tanto se oponían. En China comunista las hambrunas eran tan graves que, a pesar de serias pena de cárcel, grupos de agricultores decidieron no obstante firmar un acuerdo secreto por el cual iban a resguardar parte de la producción para ellos mismos en lugar de distribuirlo según los planes centrales. La donación al estado pasó a ser como un impuesto, quedando el resto para el propio productor. El acuerdo obligaba a la comunidad a hacerse cargo del cuidado de la familia de quien fuese capturado por el gobierno. El éxito del este experimento de mercado hizo que el gobierno Chino decidiese dejarlo expandirse en las sombras dando origen a la revolución en la economía China que todavía hoy sorprende a no pocos. El gobierno Chino encontró en este sistema incipiente de mercado una solución a las hambrunas que el planeamiento central no podía solucionar. Vale la pena resaltarlo, los problemas en la Unión Soviética y China comunista no era en al producción de bienes de lujo para unos pocos, era en al producción de bienes tan básicos y necesarios como alimentos.

 

Uno de los tantos problemas de la obra de Marx y Engels es que no ofrece una descripción de cómo funcionaria la sociedad post-capitalista. El marximo es silencioso en uno de los puntos más importantes. Aquellos que se atrevían a hipotetizar sociedades socialistas eran denominados “utópicos.” Si bien los utópicos se atrevieron a pensar cómo funcionaría una sociedad socialista, obviaron el problema de la coordinación social a gran escala. Este fue le punto de critica de Mises, que no es otra cosa que una aplicación de la lección número uno del primer curso de economía: Buenas intenciones no garantizan buenos resultados. Las políticas públicas y económicas deben analizarse por sus resultados, no por sus intenciones. El argumento de Mises fue tan certero que el socialismo tuvo que modificar sus argumentos.

 

Luego de Mises, el socialismo ya no podía evitar referirse al problema económico, por lo que la estategia fue argumentar que el socialismo es posible si asumimos que tenemos información perfecta. Es de este debate de donde proviene el supuesto de información perfecta tan común en los manuales de economía aún hoy día. Este fue el argumento al que se enfrentó Hayek quien, con cierto sentido común, re-preguntó ¿información perfecta provista por quién exactamente..? Es decir, asumir información perfecta es asumir la solución del problema. Seguramente Kicillof no puede recurrir al supuesto de información perfecta para completar la gran planilla de costos de la economía Argentina. El problema, aclara Hayek, no es que la información este ahí afuera en el mercado esperando a ser capturada, sino que esa información surge del mismo proceso de mercado. Eliminar el mercado es eliminar también la información necesaria para la coordinación de mercado. Este es el dilema que presenta Mises y Hayek repite. Mirar los precios de otros países no sólo es hacer trampa al sistema que se dice defender, sino no preciso dado el diferente marco institucional. Cuando, por ejemplo, el equipo económico habla de regular las rentabilidades para que sean “normales” o “aceptables”, ¿se tiene en cuenta el reisgo agentino, es decir, el “riesgo Kicillof”? La rentabilidad de las empresas en Canadá o Suecia poco tienen que ver con las condiciones institucionales argentinas.

 

Si pensamos en el socialismo hoy día, la imagen es muy distinta a la del socialismo de la época de Mises y Hayek. Salvo excepciones, el socialismo se ha retirado a una posición donde se deja al mercado operar y se corrige de manera marginal al sistema “problemas” de distribución del ingreso; o el estado de bienestar ofrece servicios sociales como educación, pensiones y salud pública. Este es un socialismo muy distinto a la versión donde no se permite la propiedad privada de los factores de producción. El socialismo acepta que el mercado libre no es perfecto, y asume que los socialistas son los suficientemente inteligentes como para corregir los erroes. Los defensores del libre mercado tampoco creen que el mercado sea perfecto, pero son más humildes al momento de creerse con el conocimiento necesario para corregir imperfecciones inevitables del mundo en el que vivimos. En palabras de Hayek, el socialismo, si bien en notable retirada desde principios del siglo XX, aún sufre de pretención de un conocimento que no posee.

 

Al escuchar a Kicillof, y no pocos simpatizantes del gobierno, uno tiene la impresión de haber sido transportado por una máquina del tiempo unos cien años al pasado. El problema de anacronismo del equipo económico se transfiere a serios problemas de teoría económica. Uno de los puntos más delicados (y contraintuitivos) de principios económicos es que los costos no determinan los precios, sino que son los precios de bienes finales los que determinan los costos. Es por esto que la teoría del valor marginal es tan importante en economía. Si los costos determinasen los precios, entonces las empresas no tendrían pérdidas y no tendrían problemas cuando sus costos aumentan. Lo que el empresario debe hacer es estimar cual es la estructura de costos que puede afrontar dado los precios a los que espera poder vender su producto. Es la competencia entre empresarios la que en última instancai determina los precios de los factores de producción. Kicillof no sólo se equivoca al creer que puede controlar de manera centralizada la economía, se equivoca además al mirar los costos en lugar de los precios finales. En pocas palabras, la economía argentina está en manos de un equipo económico que entiende el proceso de mercado de manera inversa. Como en todo experimento histórico de control centralizado de la economía, el proyecto K de control de costos está determinado al fracaso.

 

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE) y Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver.