El derecho y los costos de transacción

Por Gabriel Boragina. Publicado en: http://www.accionhumana.com/2022/02/el-derecho-y-los-costos-de-transaccion.html

Hay cierta inconsistencia en cuanto se dice: ‘’La tesis coasiana de que el derecho reduce los costos de transacción es una tesis positiva’’[1], porque dijo antes que ello sólo es así cuando la ley es eficiente y lo contrario cuando es ineficiente.

 Si el derecho no siempre reduce los costos de transacción, entonces deja de ser una proposición positiva y pasaría a ser otra de tipo normativa, esto es: debería reducirlos. Para conservar su pretendido carácter de proposición positiva, su formulación debería ser distinta: la que el derecho (de acuerdo a determinados parámetros y condiciones) puede reducir o incrementar los costos de transacción.

‘’En Estados Unidos, en el common law, el derecho ha reducido muchas veces el costo de transacción, pero eso no significa que el derecho reduzca necesariamente los costos de transacción. El derecho puede incrementar los costos de transacción’’.[2]

Como decíamos antes, si no reduce siempre los costos de transacción no puede ser una proposición positiva, excepto que se plantee como una doble función o consecuencia por la cual el derecho puede reducir o aumentar los costos de transacción. Más allá de esta disquisición conceptual es cierto que el derecho tiene esa función económica. Esto alcanza tanto a lo que llamamos derecho positivo como a lo que denominamos derecho consuetudinario.

‘’América Latina. El Perú, y temo que Guatemala, somos ejemplos de sistemas ineficientes donde el derecho en vez de reducir el costo de transacción, incrementa el costo de transacción. ¿Por qué? Porque demanda más información y más tiempo para cumplirse. Si el derecho reduce la cantidad de información e incrementa la cantidad de tiempo para cumplir con él, ese derecho se vuelve ineficiente. El derecho, pues, es costoso, todo es costoso. No hay nada gratis en la sociedad’’.[3]

Hay que aclarar la que podría aparecer a primera vista como una paradoja: la de reducir la cantidad de información aumentando la información. En realidad -a mi modo de ver- lo que cuenta es la calidad de la información más que la cantidad. Si la información que provee el derecho es de buena calidad entonces la norma será eficiente. Por el contrario, si la información es abundante pero de mala calidad se tornará en ineficiente. Obviamente, el aumento de información de calidad tornará en eficiente la norma y reducirá los costos.

Cuando se sanciona una ley tras otra llega un punto en que la cantidad de información que cada una de ellas aporta -por más que se sumen- se torna en contradictoria. Lo vemos a diario en el estudio de la nueva legislación. La información que provee una ley entra en conflicto con la que provee otra anterior, coetánea o posterior, y es allí donde -pese un aumento cuantitativo de la información- los costos se incrementan.

‘’Ahora para los subjetivistas, por su parte, ¿Cuál es el costo del derecho? La alternativa. Ahora me podrían decir ¿cuál es la alternativa? Claro, si piensan que el derecho se produce monopólicamente no hay alternativa. Por eso creen que el derecho es gratuito y ese es exactamente el problema filosófico de fondo en el cual se encuentran todos los abogados que no entienden que el derecho cuesta. No entienden que el derecho cuesta porque creen que el derecho se produce monopólicamente porque no hay alternativa, pero el derecho no se produce monopólicamente, se produce competitivamente’’.[4]

En realidad, el estado-gobierno monopoliza un producto de creación privada y competitiva. Y a partir de dicha monopolización define que el único creador de normas será ese estado-nación.

Ahora bien, es discutible que la creación monopólica del derecho no tenga alternativa si recordamos nuestra noción de costo contable.

La creación de cualquier monopolio requiere de recursos. A esta regla no escapa el gobierno cuando da origen a normas desde sus cuerpos legislativos. Estos recursos provienen de impuestos que el contribuyente se ve forzado a pagar, habida cuenta que (como es sabido) el gobierno carece de recursos propios y no tiene forma de producirlos. Cuando esto sucede, en el acto mismo de la expoliación fiscal, el contribuyente sufre un costo de oportunidad y una pérdida contable, todo al mismo tiempo, ya que el impuesto que tuvo que entregar para pagar el sueldo del legislador (y demás gastos involucrados) le significa la pérdida de una serie de alternativas de las que ya no dispondrá para gastar ese dinero (que ya no tiene en su poder porque se le expolió). Entonces, desde esta óptica -y tomando en cuenta este solo ejemplo- no resulta tan valedera la afirmación que la creación monopólica de derecho no tiene alternativa y por ende carece de costos.

‘’En una sociedad existen diferentes competidores de normas. Tú papa, tú mama, el club de amigos, el barrio, la sociedad anónima, el Estado, el gobierno, el presidente, el congreso, el consejo municipal, producen sus normas. Estamos llenos de proveedores de normas que nos proporcionan normas simultáneamente. ¿Quién decide que norma obedece? Tú. Tú decides si le haces caso a tu papá o al gobierno; tú decides si te riges por la costumbre o por la ley; tú, y te desplazas de un proveedor de normas a otro ¿en función a qué? En relación a los costos y beneficios de tus preferencias subjetivas’’.[5]

Es cierto esto. De hecho, hay cientos de normas dictadas por el gobierno (en sus distintos niveles y jerarquías) que no se cumplen por las razones apuntadas por el autor. En una sociedad prolífica de normas decretadas por tanta gente y grupos diferentes y que -cómo hemos venido exponiendo- se contraponen, se superponen y se contradicen encubierta o abiertamente, resulta imposible cumplir con todas como -de hecho- a la inversa también resulta inevitable infringir una o más de ellas.

De acuerdo a lo que hemos venido exponiendo y explicará el autor luego, es la ecuación costo-beneficio -aplicada a la ley- la que determinará cuál será la que se cumplirá y cual la que no. En ese cálculo, la normativa más costosa será la primera que se dejará de lado. La de mayor beneficio o menor costo será la que se acatará.


[1] Enrique Ghersi ‘’El costo de la legalidad’’. publicado por institutoaccionliberal • 16/01/2014 • El costo de la legalidad | Instituto Acción Liberal http://institutoaccionliberal.wordpress.com/2014/01/16/el-costo-de-la-…

[2] Ghersi, E. Ibídem

[3] Ghersi, E. Ibídem

[4] Ghersi, E. Ibídem

[5] Ghersi, E. Ibídem

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. Síguelo en  @GBoragina

En Occidente todavía están las instituciones democráticas, pero ya no la cultura que las sostiene

Por Martín Krause. Publicada el 27/2/22 en: https://bazar.ufm.edu/occidente-todavia-estan-las-instituciones-democraticas-ya-no-la-cultura-las-sostiene/

Yascha Mounk es un profesor de ciencias políticas en John Hopkins University quien sigue la evolución de la democracia y el impacto en ella de los cambios culturales, las restricciones a la libertad de expresión y la cultura de la cancelación. En su podcast entrevista a Jonathan Sumption, Lord Sumption, quien fuera miembro de la Corte Suprema en el Reino Unido. Según éste, los países de Occidente tienen las instituciones todavía, pero han renegado de la cultura: https://www.persuasion.community/

“Las democracias dependen de dos cosas. Dependen de un marco institucional y dependen de un trasfondo cultural. No suele ser el marco institucional el que falla. Eso todavía está allí. Lo que falla es el trasfondo cultural, que es el deseo de la gente de hacer que funcione, el deseo de la gente de respetar la pluralidad de opiniones, y de aceptar que a veces no pueden salirse con la suya, por importante que sea el tema y por muy bien que piensen. ellos son. En la mayoría de los países que han perdido su estatus democrático, las instituciones todavía están allí, todavía hay elecciones de algún tipo, todavía hay parlamentos, pero en gran medida no tienen sentido porque la cultura que los sustentaba desapareció.”

¿Por qué cree que, en todo el tiempo que han existido las democracias estadounidense y británica, es en este punto cuando estamos viendo un estrés especial en las instituciones?

Sumption:  creo que hay varias razones, pero la más importante de ellas es la aversión al riesgo. Esto es, en cierto sentido, un desarrollo perfectamente natural de las sociedades humanas una vez que un mayor número de personas se involucra en los asuntos públicos. Pero durante el último siglo, la gente en Occidente se ha vuelto cada vez más reacia al riesgo. Se han vuelto cada vez más ansiosos de que el Estado los proteja contra riesgos que no son sólo catástrofes externas repentinas, que ocurren una vez en un siglo, sino que son una parte muy importante de los riesgos ordinarios asociados con cualquier tipo de vida en la que hay un riesgo razonable. Riesgos financieros, riesgos de salud, riesgos de seguridad de un tipo u otro. Esperamos un alto grado de protección del estado contra estos riesgos.

El problema es que cuando tienes miedo a los riesgos que están asociados con la vida ordinaria, y miras al Estado para que se ocupe de eso, el Estado reaccionará de la única manera que sabe, que es introduciendo la coerción, para poder evitar que usted haga las cosas que dan lugar al riesgo y evitar que todos los demás también las hagan. Entonces se obtiene una situación en la que el estado suprime parte de la vida para suprimir la toma de riesgos, que en realidad es inseparable de cualquier tipo de actividad libre en una democracia.

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

Contradicciones libertarias

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 22/2/22 en: https://economiaparatodos.net/contradicciones-libertarias/

En momentos de incertidumbre la gente se aferra al mesías salvador, tal vez por eso vemos surgir en el mundo outsiders de la política, con discursos muy llamativos, pero con contradicciones que generan fuertes sospechas

La tendencia populista y de políticas llamadas progresistas en Argentina vienen generando un desencanto de la población de los partidos tradicionales dando lugar a nuevos espacios políticos. En rigor esto parece estar pasando en varios países donde outsiders de la política irrumpen con un discurso llamativo que atrae a sectores de la sociedad desencantados con el desempeño de los políticos tradicionales.

En el caso argentino, sabiendo mi pensamiento liberal clásico, suelen preguntarme qué opino sobre el movimiento llamado libertario que surgió en Argentina.

Lo que observo en ese movimiento es un discurso que llama la atención por lo confrontativo, pero cualquiera que analice el discurso encontrará varias inconsistencias conceptuales. Incluso un importante desconocimiento de la historia argentina.

Por ejemplo, ese movimiento sostiene que el cobro de impuestos es un robo porque el estado recurre al uso de la fuerza para financiar el gasto. Es cierto que el estado no consigue sus recursos voluntariamente, el punto es si es un robo o no.

Si toda carga tributaria, por mínima que sea, es un robo, eso implica que no debe existir el estado, es decir, se iría a un movimiento anarco capitalista donde no existiría policía, justicia o defensa en manos del estado. El debate sobre cómo se resolvería, por ejemplo, un asesinato ante la ausencia del estado lo dejamos para otro momento, solo resaltar que, si no existe estado porque cobrar impuestos es un robo, eso implica un nuevo tipo de organización que ni aun los anarco capitalistas han dicho en qué consistiría o, lo que se ha escrito, deja bastantes lagunas. ¿Se lincha directamente al supuesto asesino? ¿El supuesto asesino o verdadero asesino estará dispuesto a someterse a un juicio con un juez acordado entre las partes?

Ahora bien, si se acepta la existencia del estado, pero no el cobro de impuestos, entonces debería haber un financiamiento voluntario por parte de los habitantes de un país. Los recursos del estado para financiar un mínimo de justicia, seguridad y defensa deberían provenir de aportes voluntarios.

Tampoco se han formulado propuestas muy claras al respecto. Ayn Rand presentó algunas propuestas de aportes voluntarios para financiar los gastos del estado, como por ejemplo el financiamiento vía lotería, pero todo es bastante difuso.

Tal vez la salida esté en un trabajo de Hayek de 1976, ¿Hacia dónde va la democracia?, publicado en Nuevos Ensayos, donde muestra la diferencia entre democracia y democracia ilimitada. La democracia ilimitada es lo que luego fue llamado democracia delegativa por la cual la gente vota un domingo y luego delega el poder absoluto en el que tuvo más votos. Eso lleva a eliminar todo límite al poder del gobernante, con lo cual se retrocede a la época de las monarquías absolutas. Justamente, la conquista de la republica liberal es haber limitado el poder del monarca.

Como señaló Juan Bautista Alberdi, la Constitución de 1853/60 fue una gran ley derogatoria de la legislación hispana que agobiaba a la gente con impuestos y prohibiciones. Lo que buscó Alberdi con esa constitución fue ponerle un límite al poder del gobernante. El que tiene una mayoría en las urnas no puede hacer lo que quiere. Es más, el artículo 29 de la Constitución buscaba, justamente, evitar que se le delegaran poderes absolutos a una persona como ocurrió con Rosas, artículo que lamentablemente se ignora sistemáticamente en nuestro país.

Obviamente que nadie puede asegurar que la democracia no derive en una democracia ilimitada, de la misma manera que en una organización anarco capitalista, un sector no contrate a un grupo armado para someter a otro. Puesto en otras palabras, el intento de que ciertos grupos busque prevalecer sobre otros grupos utilizando la fuerza, se puede dar bajo la existencia del estado como bajo un sistema anarco capitalista.

Otra contradicción que se encuentra en ese movimiento libertario es que utilizan indistintamente la palabra libertario y liberal, pero, al mismo tiempo, son pro Trump, alguien que dudosamente pueda ser definido como libertario o liberal. En lo económico fue proteccionista, con tendencias que aquí podríamos denominar desarrollistas, anti Nafta por citar algunos ejemplos. Hasta el mismo Ron Paul padre, que fue fundador del partido libertario en EE.UU. junto con Rothbard, tiene fuertes críticas hacia Trump. Es decir, libertarios de acá usan la bandera libertaria de Ron Paul, pero son partidarios de Trump que no fue liberal en lo económico y menos en lo político. Recordemos que Ron Paul se fue desencantado del partido libertario de EE.UU. y volvió al partido republicano.

La amistad de Trump con Putin, el intento de golpe de estado al dejar su mandato y no asistir al traspaso de mando muestran a un intolerante por más que Biden no sea un liberal clásico. Se asemeja más a los caprichos de Cristina con Macri que a un liberal o un libertario.

La excusa de no asistir al acto de traspaso presidencial diciendo que hubo fraude no está basada en sentencias judiciales firmes. De manera que mal puede decirse que no fue porque hubo fraude dado que la justicia no lo confirmó.

Finalmente, llama la atención como esta nueva corriente libertaria en Argentina señala como marxista o robo cualquier cosa que tenga que ver con el estado y, al mismo tiempo, usan los datos del crecimiento económico de fines del siglo XIX y principios del XX para mostrar como sus teorías tienen fundamentos en el crecimiento económico.

La contradicción está en que lo que se conoce como la generación del 80 tuvo fuertes inclinaciones liberales, pero al mismo tiempo, aplicó políticas que los libertarios de aquí no dudan en señalar como socialistas.

Ejemplos concretos. Sarmiento impulsó la educación pública, pero fue durante el gobierno de Roca que se sancionó la ley 1420 y el que más escuelas construyó.

Bajo el gobierno de Sarmiento se aprobó la utilización de las tierras que habían pertenecido a Rosas en Palermo para hacer lo que hoy se conoce como los bosques de Palermo, pero cuyo verdadero nombre es Parque 3 de Febrero. Lleva ese nombre para recordar la batalla de Caseros en que Urquiza derrotó a Rosas y luego impulsó la Constitución liberal de 1853.

Es más, Sarmiento impulsa la creación del Parque 3 de Febrero, pero se hace bajo la presidencia de Avellaneda y Sarmiento es nombrado al frente de la comisión encargada de la construcción de dicho parque. Semejante obra hoy merecería el mote de proyecto socialista o marxista por parte de los libertarios.

Roca estableció el curso forzoso del peso. También en la generación del 80 se construyeron ferrocarriles, en unos casos estatales y en otros privados, pero asegurándole una renta mínima sobre el capital invertido y otorgándoles 7 leguas a cada lado de las vías férreas para la comercialización.

Carlos Pellegrini impulsó la creación del Banco Nación en 1891, cuando reemplazó a Juárez Celman ante la crisis de 1890. Banco que fue fuertemente criticado por Alem.

Cito estos ejemplos, solo para mostrar que los libertarios de acá hoy señalarían como grandes herejías ese tipo de políticas, pero no dudan en utilizar los datos de crecimiento económico e ingreso per capita que se lograron durante la generación del 80. Salvo que digan que Sarmiento, Roca, Mitre o Pellegrini eran socialistas con proyectos marxistas, luce bastante contradictorio usarlos a favor sin saber todo lo que pasó en esos años.

En síntesis, el fracaso de la oposición y del actual oficialismo en brindar un horizonte de crecimiento están dando lugar a posiciones extremas, ambas alejadas del liberalismo clásico, con gran intolerancia hacia el que opina diferente y con contradicciones en los argumentos que utilizan.

Si bien llaman la atención estos movimientos libertarios y aparentan tener formación, basta con escarbar un poco la superficie y se encuentra un discurso de barricada muy llamativo, pero con escasa consistencia conceptual.

En momentos de incertidumbre la gente se aferra al mesías salvador, tal vez por eso vemos surgir en el mundo outsiders de la política, con discursos muy llamativos y que atraen a parte de la población, sin que se perciban las contradicciones en que incurren esos grupos que, indudablemente, hacen mucho ruido, pero generan fuertes sospechas del rumbo final que están persiguiendo.

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE. Síguelo en @RCachanosky

Para terminar con la estafa a los jubilados

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 25/2/22 en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/para-terminar-con-la-estafa-a-los-jubilados-nid25022022/

Es permanente el saqueo a personas que han trabajado décadas, para percibir al cabo de su retiro cifras que no guardan relación alguna con lo que les han descontado cada mes de sus salarios

La estafa a los Jubilados

El tratamiento a los jubilados en nuestro país es una vergüenza. No se necesita ser un experto en matemática financiera ni ser un actuario para percatarse de la estafa monumental de que han sido objeto los jubilados de un largo tiempo a esta parte, comenzando con el peronismo, que arruinó patrimonios de inmigrantes y sus descendientes, en tiempos en que tenían vigencia los valores alberdianos en quienes pudieron ahorrar y comprar terrenitos y departamentos para alquilar y así prever su futuro. Todo esto fue liquidado por las nefastas leyes de alquileres y desalojos, para consolidar el robo con cajas estatales financiadas con aportes obligatorios bajo el sistema de reparto, que está quebrado desde el momento inicial. Esto a diferencia del sistema de capitalización, que permite que cada uno lleve su cuenta en la administración del fruto de su trabajo a interés compuesto.

No son nunca suficientes los calificativos que pueden usarse para describir el permanente saqueo a los jubilados. Son personas que han trabajado décadas y décadas para recibir miserables mendrugos que no guardan relación alguna con lo que les han descontado mes a mes de sus salarios. Un insulto a la inteligencia y, sobre todo, un asalto a la decencia más elemental.

En un momento dado, en medio de corrupciones varias en distintas reparticiones y también en la presidencia pero ajenas al Ministerio de Economía, se ofreció desde ese lugar la opción a los jubilados presentes y futuros de ingresar en un sistema de capitalización, lo cual aceptó la inmensa mayoría de la población. Este sistema encaminado en la buena dirección fue nuevamente objeto de un atraco escandaloso para volver al sistema estatista empobrecedor, para que los megalómanos pudieran echar mano a la propiedad ajena, y otra vez los jubilados se encontraron a merced de burócratas inescrupulosos, al efecto de fortalecer entidades estatales y manotear los ingresos de gente indefensa.

Es importante destacar la errada premisa de sostener que si el aparato estatal no se ocupa de que la gente aporte coactivamente nadie preverá para su vejez. Este disparate conceptual no solo se da de bruces con el antedicho comportamiento de los inmigrantes en nuestro medio, sino que los mismos que suscriben este pensamiento no siguen el razonamiento hasta sus últimas consecuencias: con ese criterio de la irresponsabilidad generalizada, cuando se cobre la pensión habrá que destinar un policía para evitar que el titular se emborrache en el bar de la esquina, con lo que así se cierra el círculo macabro del Gran Hermano orwelliano.

Cada persona debería poder usar y disponer de lo que honestamente obtiene de su trabajo como mejor le parezca, con sistemas de pensiones privados locales o internacionales, inversiones en activos varios o combinaciones distintas que le ofrezcan los mercados liberados de la prepotencia de gobernantes que, además del bochorno señalado, reiteradamente usan las instituciones de jubilados para financiar sus oscuras componendas, cuando no para sus propios bolsillos a través de diversos subterfugios.

Hay varias maneras de resolver el grave problema que confrontamos a raíz de este miserable maltrato a los jubilados, sin caer en el error mayúsculo de pretender retoques circunstanciales que no van al fondo del horror que se está viviendo (si es que puede decirse con justicia que es una forma de vida la que llevan los jubilados, con migajas que en muchos casos ni siquiera les permiten sobrevivir).

Antes de hacer la propuesta es relevante hacer referencia a las mal llamadas “empresas estatales”, pues se conecta con ellas una de las salidas posibles al aludido tormento a jubilados. Decimos mal llamadas pues una empresa tiene la característica de arriesgar capital propio de modo voluntario y no arriesgar recursos de otros por la fuerza; eso es más bien un aparato infernal y no una empresa. Si además estos aparatos son deficitarios, monopólicos y prestan pésimos servicios, la situación no puede ser peor. Pero aun sin estos esperpentos la asignación de los siempre escasos factores productivos se destina a campos a los que la gente no los habría asignado (si el aparato estatal hace lo mismo que las personas hubieran elegido, no tiene sentido la intervención, con los consiguientes ahorros de honorarios). Por último en esta línea argumental, si se dice que hay que hacer excepciones con áreas antieconómicas puesto que ningún privado las encarará, es de gran importancia subrayar que en la medida en que se encaran proyectos antieconómicos se derrocha capital y consiguientemente se contraen salarios e ingresos en términos reales, es decir, se incrementa el empobrecimiento y por tanto se expanden las zonas inviables.

Varias veces he sugerido que una vez que se reduzca el astronómico gasto público y se ponga en un cauce razonable la maraña impositiva vigente, habría que explicitar lo que está hoy implícito y oculto tendiendo a que según la capacidad contribuyente de cada uno se haga cargo de los jubilados para abrir posibilidades de que los futuros puedan destinar lo suyo como les parezca mejor. En este contexto, sin embargo, el pasivo gubernamental referido a las pensiones se convertiría en un pasivo contingente vía un organismo que haga el seguimiento de los pagos y corrija eventuales desvíos cuando un contribuyente se queda sin trabajo o cuando se produzca una baja.

Hace tiempo con Martín Krause publicamos el libro Proyectos para una sociedad abierta (Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1993). En el capítulo “Jubilaciones: cuenta regresiva a la miseria”, detallamos la historia argentina de los sistemas de pensiones y las notables contribuciones de emprendimientos privados para atender la vejez en el pasado, junto a propuestas para desembozarse de los entuertos monumentales del sistema estatista.

Mucha razón le asiste al premio Nobel Friedrich Hayek cuando escribe que hay la manía de abundar en “lo social” sin advertir que ese adjetivo unido a cualquier sustantivo lo convierte en su antónimo. Por ejemplo, justicia social, que significa sacarles a unos lo que les pertenece para entregarlo a otros, a contramano de “dar a cada uno lo suyo”.

También en su momento propuse que las denominadas empresas estatales con patrimonio neto positivo en sociedades anónimas entreguen acciones sin cargo a los empleados de las mismas. Mi hijo Joaquín aludió a la posibilidad de unir ambas preocupaciones en una propuesta, a saber, la entrega de acciones a jubilados y actuales aportantes, que como contrapartida saldaría a valor presente el compromiso de pensiones futuras, lo cual apuntaría a resolver dos problemas en simultáneo: el de los jubilados y fortalecer la propiedad de cada cual para darle en el futuro el destino que estime apropiado, y simultáneamente deshacerse del estropicio de las llamadas empresas estatales que carcomen los ingresos de todos.

En todo caso, se trata de abrir un debate respecto de dos asuntos que revisten la mayor de las importancias, uno referido a la dignidad de los jubilados presentes y futuros y el otro que se remonta a un descalabro que viene arruinando las perspectivas de progreso de un país que en su momento ha sido la admiración del mundo y que parcialmente se ha convertido en una pocilga moral y material merced al avance de un Leviatán desbocado.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

YO TE VACUNO EN NOMBRE DE LA CIENCIA, DEL ESTADO Y DEL MÉDICO SANTO, AMÉN.

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 27/2/22 en: http://gzanotti.blogspot.com/2022/02/yo-te-vacuno-en-nombre-de-la-ciencia.html

Todos hemos escuchado hablar de las guerras religiosas en Europa. De cómo católicos y protestantes de masacraban los unos a los otros inmisericordemente.

Nosotros los miramos ahora como si hubieran estado dementes. Pero no. Nada ha cambiado.

Católicos y protestantes pensaban que unos contagiaban a otros respectivamente. Salud viene de salus, salutis, salvación. En esa época la salvación del alma era más importante que la salvación del cuerpo. No había que contagiarse del virus más terrible, la herejía, pues eso te podía llevar a perder la salud, o sea la salvación del alma. Obviamente, si ambos lados pensaban eso uno del otro, la consecuencia era la guerra o muros de separación.

Algo de verdad había. Sí, la salvación del alma, para un creyente, es lo más importante, y que puedo llegar a perderla si con conciencia errónea culpable pierdo la fe, también.

Llegó luego la libertad religiosa y, con ella, dos interpretaciones. Una, que esa creencia, la de la salvación del alma, es una total estupidez, que toda religión es una creencia infundada y por ende todas pueden convivir libremente mientras no ejerzan una absurda violencia unas contra otras. Las religiones son tradiciones, dependen de dónde naciste, en qué familia, en qué entorno, qué ritos te gustan, en qué ilusiones o alucinaciones (no es lo mismo) crees pero, cuidado, siempre que no tengan pretensión de verdad. Por ende, sé católico, protestante, marciano, o nada, pero no molestes.

Otra interpretación, muy minoritaria, es que sí, que la verdad existe, que la salvación del alma es importante, que estás expuesto al error culpable y sin embargo nada de eso es fundamento para ejercer la violencia contra otro. La verdad no se impone por la fuerza y hay que tener bien el sistema inmunológico intelectual para convivir con todos sin que eso te afecte. Ese es el mejor fundamento de la libertad. Porque si no debes usar la violencia para lo más importante, o sea, la salvación del alma, ¿por qué para lo demás sí?

Como explica Feyerabend, a partir del s. XVIII la balanza de “lo más importante” dio un giro de 180 grados. Desde el cientificismo del s. XVIII lo más importante fue y sigue siendo “la” ciencia. Comte plantea la unión del estado y la ciencia y efectivamente así se hizo. La educación científica occidental es obligatoria. La medicina occidental es legal y obligatoria. Si no, eres un hereje y puedes hacer que otros pierdan la vida. Por ende no hay libertad para creer o difundir visiones alternativas, porque la salvación, que es ahora la salud del cuerpo, está en juego. Si lo haces, vas preso o si lo difundes, false information. Y lo que es false information o no lo deciden los gobiernos asesorados por sus expertos científicos (y la gente que les cree), como antes el príncipe temporal autorizaba un auto de fe asesorado por sus científicos, esto es los teólogos al servicio del gobierno, los inquisidores, que estaban protegiendo las almas. Ahora es lo mismo, sólo que te protegen el cuerpo.

El pánico ante el Covid 19 no ha hecho más que corroborar de este marco de referencia, este giro de 180 en el marco de las creencias. La planificación soviética de la medicina no difiere de la religión única del príncipe temporal. Sí, hay un aprovechamiento maléfico de la situación, pero millones de personas y miles de médicos piensan verdaderamente que la violencia está justificada para evitar el contagio del Covid 19, de igual modo que antes se prohibía la difusión de falsas religiones.

Ante esto, hay gente diciendo que no, que el Covid 19 no es tan peligroso, y puede ser que tengan razón, pero ese no es el punto. El punto es que en una sociedad libre todos convivimos libremente corriendo nuestros propios riesgos. No te quieres juntar con “ese”, no te juntes. Crees que tal institución o tal otra debe estar cerrada ante “los peligrosos”, ciérrala si eres el dueño. Y si tienes la piedra filosofal para el problema de los bienes públicos, practícala. Un agnóstico no da catequesis en la parroquia (bueno, en fin, la analogía daría para muchas ironías). Pero ejercer la violencia contra lo que tú consideres falso o peligroso para tu salvación, ya del cuerpo, ya del alma, es otra cosa. Por supuesto, hay cuestiones más utilitarias. En una sociedad libre siempre surgirá el mejor tratamiento, las mejores formas de prevención, que en una sociedad planificada. Pero la cuestión es otra. En una sociedad libre  la mayoría admira a Maradona y no a Unamuno. Y ese anti-ejemplo-de-valores hace mal. Pero  Unamuno no se impone por la fuerza. Se enseña. Se propone. Se dialoga.

Por ente nada ha cambiado. Seguimos igual que católicos y protestantes de antaño. Ese es el diagnóstico de Feyerabend, y tiene razón. Autor al cual muy pocos liberales leen. Por eso sus dudas ante esta situación. Libertad de precios, sí. Libertad en medicina, no.

Dicen que el Mayflawer estaba formado por gente que huía de la falta de libertad religiosa en Europa, y que eso fue esencial para el EEUU que surgió.

La cuestión, ahora, es ¿dónde nos vamos?

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor en las Universidades Austral y Cema. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Publica como @gabrielmises

Héroes en la Rusia totalitaria y nuevos paradigmas

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 26/2/22 en: https://www.infobae.com/opinion/2022/02/26/heroes-en-la-rusia-totalitaria-y-nuevos-paradigmas/

Anna Politkovaskaya, Alexander Solzhenitsyn, Mstilav Rostropovich, Vladimir Bukovsky, Garry Kasparov y Andrei Sakaharov enfrentaron el totalitarismo ruso en todos los frentes

Alexander Solzhenitsyn

El término “héroe” ha sido usado y abusado muy frecuentemente por parte de quienes aplastan con sus botas las libertades individuales, sean militares o civiles entronizados en gobiernos que fuerzan a la población a rendirles tributo con estatuas y demás homenajes a todas luces injustificados.

A nuestro entender los seis héroes rusos en el sentido más ajustado del término han sido sin duda Anna Politkovaskaya, Alexander Solzhenitsyn, Mstilav Rostropovich, Vladimir Bukovsky,Garry Kasparov y Andrei Sakaharov.

La primera fue asesinada en un ascensor en Moscú por su valiente y constante crítica al régimen de Putin. Politkovskaya nació en Nueva York, hija de diplomáticos rusos ante las Naciones Unidas, estudió en los Estados Unidos para luego vivir en la tierra de sus ancestros, donde se graduó en la carrera de periodismo en la Universidad de Moscú y allí tuvo su primera confrontación seria al presentar su tesis sobre Marina Tsvetaeva, la poetisa condenada por el régimen estalinista. En Moscú, con un grupo de amigos fundó un diario, la Novaya Gazeta, con la idea de competir nada menos que con Pravda, el periódico oficial que paradójicamente significa “verdad”.

Desde ese nuevo periódico denunció permanentemente la corrupción y los atropellos del gobierno de Putin en todos los frentes. Como sucede en esos sistemas, fue reiteradamente amenazada de muerte y advertida de los serios peligros que corría incluso por amigos periodistas de Occidente, como el director de The Guardian de Londres. Esto ocurría en un contexto donde, según el Grupo Helsinki, solamente en Moscú durante los gobiernos de Putin, fueron asesinados por los sicarios una cantidad inaudita de periodistas que se animaron a hablar de las atrocidades del sistema.

A pesar de todo, la extraordinaria periodista de marras proseguía con sus denuncias en sus valientes artículos de investigación. Consignó que el fundamento de su actitud era: “Si alguien cree que puede vivir una vida confortable en base a pronósticos optimistas, allá ellos, es la forma más fácil pero también constituye la pena de muerte para nuestros nietos” (este pensamiento hay que refrescarlo también en otros lares). Randon House de Nueva York publicó su impresionante y muy ilustrativo diario bajo el título de A Russian Diary. A Journalist Final Account for Life, Corruption and Death in Putin’s Russia.

Salman Rushdie escribe: “Como toda buena investigadora periodística, Anna Politkovskaya presentó verdades que reescribieron los cuentos oficiales. La continuaremos leyendo y aprendiendo de ella a través de los años”. Antes de eso publicó un libro con una notable investigación cuyo título en la versión castellana es La Rusia de Putin (Barcelona, Debate) donde documenta muy acabadamente los reiterados atropellos y las iniquidades llevadas a cabo por los hampones de Putin y los desaguisados y la miseria que debe sufrir el común de la gente.

De Alexander Solzhenitsyn no hay mucho más que decir de lo que ya se ha dicho sobre este notable escritor que ilustró su opinión sobre el sistema comunista en su célebre El archipiélago Gulag y en su también celebrada Carta a los burócratas soviéticos donde destaca la mugre moral del sistema en contraste con el respeto recíproco como eje central de la sociedad libre.

Mstilav Rostropovich si bien pertenece al mundo de la música como director de orquesta, pianista y el violonchelista de mayor jerarquía mundial que estrenó más de un centenar de piezas, fue un notabilísimo y persistente difusor de las libertades individuales y severo detractor de los totalitarismos, comenzando por el imperante en Rusia, país lo privó de su ciudadanía por todas sus reiteradas declaraciones en favor de la sociedad abierta y por haberlo cobijado a Solzhenitsyn cuando este no contaba con los suficientes ingresos como para mantenerse debido al acoso totalitario. Recibió el Premio de la Liga Internacional de Derechos Humanos en 1974, estaba casado con la soprano Galina Vishnévskaya y fue director de la orquesta sinfónica de Washington DC durante 17 años.

Vladimir Bukovsky -a quien tuve el gusto de conocer personalmente cuando siendo Rector de ESEADE lo invité a pronunciar una conferencia en uno de los actos académicos de graduación- ha sostenido que “el monstruo que crearon nuestros Frankensteins mató a sus creadores, pero él está vivo, muy vivo. A pesar de los informes optimistas de los medios de comunicación occidentales, que en los años transcurridos desde entonces han proclamado que Rusia entró en la era de la democracia y de la economía de mercado, no hay evidencias, ni siquiera perspectivas, de que así sea. En lugar de un sistema totalitario ha surgido un estado gangster, una tierra sin ley en la cual la antigua burocracia comunista, mezclada con el hampa, se ha convertido en una nueva élite política, así como en una nueva clase de propietarios”.

La Unión Soviética provocó el mayor genocidio de la historia de la humanidad: cien millones de asesinatos desde 1917 a 1989 como lo muestra el Libro negro del comunismo escrito por seis investigadores encabezados por S. Courtois, (Planeta, 1998).

Alarmado,Garry Kasparov -más conocido por el ajedrez- escribió que el actual presidente Vladimir Putin celebró nada menos que la historia de la KGB, imprimió efigies del asesino Félix Dzerzhinsky, eliminó el debate sobre si Lenin debe ser removido del lugar de honor que ocupa en la Plaza Roja, puesto que afirmó que “hacerlo sería decirles a los rusos que ellos han venerado valores falsos”.

Asimismo, Kasparov señaló que en los textos difundidos por la Universidad de Moscú se tergiversan los hechos más importantes de la historia soviética y “las invasiones de Hungría y Checoslovaquia son descritas como operaciones conjuntas del Pacto de Varsovia para preservar la integridad del sistema socialista”. Kasparov, con razón, se indignó frente al hecho de que las autoridades rusas —a diferencia de lo que ocurrió después del holocausto hitleriano o la reciente inauguración de La Casa del Terror, en Hungría— no han producido ni el más mínimo mea culpa. Insiste en que Putin “es el mayor enemigo del mundo libre”, con quien “no hay diálogo posible” y “nada es cierto de lo que dice de Ucrania”, al escribir estas líneas en proceso de ser invadida por la canallada rusa instalada en el gobierno… un escándalo internacional para todas las personas decentes.

Vladimir Putin y Garry Kasparov

La situación actual de Rusia, dominada por la antigua nomenclatura, se ha adueñado por parte de aquellos hampones de lo más importante de la actividad económica de aquel país. En medio de intimidaciones y cercenamiento de la prensa y amenazas cada vez que hay simulacro de procesos electorales y de violencia institucionalizada, esta parodia grotesca significa un peligro para la civilización además de una catástrofe para el sufrido pueblo ruso. En su momento nos visitó en Buenos Aires Yuri Yarim Agaev como emisario de Bukovsky, quien nos explicó detenidamente que en 1991 hubiera sido posible revertir la situación en Rusia debido a la colaboración de eminentes ciudadanos de ese país. La operación se frustró debido a la decidida intervención del Fondo Monetario Internacional, que apoyó con sumas millonarias a las mafias hoy enquistadas en el poder y en los sectores económicos y sociales más importantes. Una vez más se repite aquello que Eudocio Ravines citaba de Lenin: “Occidente vende a los rusos las cuerdas con que serán ahorcados”.

Por último Sakharov, el destacado físico nuclear que sin entender de economía ni de derecho -lo cual ha puesto en evidencia en varias de sus declaraciones públicas- cabe subrayar su arrojo para combatir al totalitarismo ruso lo cual lo hizo acreedor del premio Nobel de la Paz en 1975. En su entrevista con Olle Stenholm enfatiza que el aparato estatal soviético “representa el extremo de la concentración económica, política e ideológica del poder” y que lo que define al régimen “es la ausencia de libertad y la burocratización de la administración”. Tras este drama está presente de largo tiempo en Rusia la confusión de ideas y valores, primero con el terror blanco y luego con el rojo que se prolonga hasta nuestros días con otro disfraz. La única forma de progresar es contar con marcos institucionales que respeten la propiedad privada -a contracorriente de lo propuesto por Marx y Engels en cuanto a la abolición de esta institución fundamental- y, por tanto, los derechos individuales y la consecuente libertad de las personas, comenzando por su propio cuerpo y su pensamiento, extendido a lo que obtienen de modo lícito.

Para percatarse de primera mano de la catástrofe que genera el marxismo revolucionario nada mejor que la lectura del libro del argentino ex guerrillero y agente de los servicios cubanos de espionaje Jorge Masetti titulado Entre el furor y el delirio donde concluye que “caigo en cuenta de que la revolución ha sido un pretexto para cometer las peores atrocidades […] Hoy puedo afirmar que por suerte no obtuvimos la victoria, porque de haber sido así, teniendo en cuenta nuestra formación en Cuba, hubiéramos ahogado el continente en una barbarie generalizada.”

Afortunadamente la larga tradición liberal abre las puertas a nuevos paradigmas que se despegan por completo de los extremos apuntados en la presente nota periodística puesto que como reza el lema de la Royal Society de Londres nullius in verba, es decir, no hay palabras finales. Es constante el peregrinaje por incorporar nuevas dosis de conocimiento en el mar de ignorancia en el que nos debatimos en una secuencia interminable de corroboraciones provisorias sujetas a refutaciones. Hay quienes se han quedado atrasados en el debate considerando que no es necesario actualizarse pero de un tiempo a esta parte incluso se han suscitado intercambios académicos aún no saldados del todo sobre la objeción a la existencia del monopolio de la fuerza. No completados aún pues no ha podido dedicarle el suficiente tiempo debido a la manía por la monotonía en la repetición de los errores del estatismo en sus diversas variantes lo cual hace que no pocos se dediquen a coyunturas girando como canes que pretenden morderse la cola sin destino a la vista. Proceden como si el liberalismo fuera una ideología, no en el sentido inocente del diccionario de conjunto de ideas ni siquiera en el sentido marxista de falsa conciencia de clase sino como algo cerrado, terminado e inmóvil. Necesitan ventilación porque hay tufo a encierro. En esta línea argumental hace tiempo publiqué un artículo titulado “El liberalismo como anti-ideología”.

Estos giros infructuosos de machacar en lo coyuntural no les ha dado oxígeno y los ha apartado del centro de jugosos debates sobre los que ni siquiera se han dado tiempo para saber de qué se trata. Esto es así principal aunque no exclusivamente referidos a los pro y contras de las externalidades, los free-riders, bienes públicos, el dilema del prisionero, la asimetría de la información, el teorema Kaldor-Kicks y el equilibrio Nash donde se extiende el concepto del orden espontáneo con reformas sumamente ingeniosas y rigurosas en las áreas de justicia y seguridad que es necesario atender. Por mi parte he participado en este debate vía mi libro titulado Hacia el autogobierno. Una crítica al poder político que lleva prólogo del premio Nobel en Economía James M. Buchanan (Buenos Aires, EMECÉ Editores, 1993), mi ensayo presentado en el seminario en Seúl, en agosto de 1995, con el título “Toward a Theory of Autogovernment” patrocinado por la International Cultural Foundation, ponencia publicada en 1997 junto a las otras de ese encuentro académico en el libro Values and Social Order (Sydney-Londres, Avebury Publishers, Gerard Radnitzky ed.), complementado al año siguiente por otro de mis ensayos: “Bienes públicos, externalidades y los free riders: el argumento reconsiderado” publicado en Estudios Públicos, Santiago de Chile, No. 71, invierno de 1998, mi ensayo “¿Es posible el gobierno limitado?” publicado en Madrid por Proceso de Mercado. Revista Europea de Economía Política, Vol. XIV, No. 2, otoño 2017 que amplié con una nota en el post scriptum de mi libro Maldita coyuntura editado por Grupo Unión y también en mi libro Estados Unidos contra Estados Unidos publicado en su primera edición por el Fondo de Cultura Económica siempre con prólogo de Carlos Rodríguez Braun y prefacio de Álvaro Vargas Llosa donde intercalé el referido debate en el capítulo titulado “Despejar telarañas mentales: una mirada al futuro”.

En todo caso, aun sabiendo que -igual que en todas las ramas científicas- es muy probable que más adelante nos refuten a nosotros con mejoras, es necesario mirar desde distintos ángulos a nuevos paradigmas radicalmente opuestos al totalitarismo ruso y a todo exceso encabezados principalmente por autores de la talla de Anthony de Jasay, Bruce Benson, David Friedman, Bruno Leoni, Michel Huemer, Leslie Green, Murray Rothbard, Walter Block, Gustave de Molinari, Albert J. Nock, Herbert Spencer, Edward Stirngham, Jesús Huerta de Soto, Morris y Linda Tannehill y también en las postrimerías de Friedrich Hayek que a pesar de su avanzada edad ha mostrado cintura y capacidad notable de reflejos frente a nuevas propuestas que han dejado en la antigüedad a muchas propuestas clásicas, lo cual hemos consignado en detalle en textos anteriores.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Una nota sobre fueros parlamentarios

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 20/2/22 en: https://www.laprensa.com.ar/512460-Una-nota-sobre-fueros-parlamentarios.note.aspx

De un tiempo a esta parte hay quienes han mostrado graves preocupaciones por lo que estiman es un tratamiento descuidado de los fueros que se otorgan a miembros del Congreso.

Los fueros son privilegios constitucionales que se establecen para que los legisladores puedan opinar con toda libertad sin restricción o limitación alguna en sus dichos al efecto de esclarecer en toda su dimensión los temas tratados y propuestos y las eventuales denuncias formuladas. Tal como apuntan constitucionalistas de nuestro medio como Amancio Alcorta, José Manuel Estrada, Juan González Calderón y Segundo Linares Quintana nada tiene que ver esto con privilegios que son fulminados por todos los marcos institucionales civilizados si se otorgan al resto de los habitantes puesto que ello comportaría una flagrante violación a la igualdad ante la ley que como es sabido está anclada a la noción de la Justicia de “dar a cada uno lo suyo” según la clásica definición de Ulpiano (de lo contrario podría interpretarse que, por ejemplo, todos son iguales ante la ley para ir a un campo de concentración). Y es importante destacar que “lo suyo” remite al indispensable derecho de propiedad. Los fueros referidos son precisamente para mejor garantizar y proteger los derechos de todos.

Ahora bien,  la preocupación señalada ocurre debido a casos en los que legisladores son requeridos por la Justicia para lo cual debieran abrir un paréntesis en la banca para someterse al debido proceso y si son inocentes volver a desempeñar su faena legislativa y de lo contrario ajustarse a la pena que corresponda. Sin embargo, se observa con alarma que hay legisladores que tienen pendiente casos frente a la Justicia y, a pesar de ello, son protegidos por los antedichos fueros.

Es fundamental comprender que, como queda dicho, la protección es para que el funcionario pueda cumplir con su misión sin temer ninguna acción que pueda debilitar su exposición. El artículo 68 de nuestra Constitución Nacional se refiere a la razón de esos fueros para proteger sus “opiniones o discursos que emita desempeñando su mandato”, pero el espíritu dista mucho de cubrir delitos, embrollos judiciales, procesos en marcha o indagatorias y mucho menos condenas. La mención en el artículo siguiente de los delitos in fraganti no modifica el espíritu republicano de la referida figura.

Augusto Montes de Oca en su obra Lecciones de Derecho Constitucional escribe que el sentido de los fueros parlamentarios obedece a que los legisladores “requieren estar garantidos en el desempeño de sus funciones, por inmunidades y prerrogativas que impidan se turbe el ejercicio de su mandato” porque “es menester asegurar con medios eficaces la independencia parlamentaria” por lo que los fueros “protegen a sus miembros en el carácter de tales” (la cursiva es mía) pero “los privilegios parlamentarios ni son trasmisibles, ni pueden ser invocados sino mientras los favorecidos con ellos desempeñan sus funciones” ni “destruyen los deberes que a sus miembros impone la sociedad como a todos los habitantes de la Nación, sino en cuanto es indispensable para no herir la independencia y libertad legislativa” (la cursiva es mía). Y concluye Montes de Oca al escribir que “La extensión de los privilegios está limitada por la necesidad a que responden. Si es de temer que el avance de las otras ramas del gobierno ataque la existencia del Congreso, es de temer también que el abuso de los privilegios entronice la tiranía parlamentaria con todas las secuelas de crímenes y vejámenes que la historia relata” (las cursivas son mías).

En resumen, los fueros a los legisladores se establecen para asegurar el adecuado cumplimiento de sus funciones vitales pero no para protegerlos de acusaciones judiciales respecto a delitos cometidos o no esclarecidos contra la vida, la libertad o la propiedad de terceros, de lo contrario se corre el serio riesgo de convertir al Poder Legislativo en una guarida o un aguantadero, de más está decir absolutamente impropio de un sistema republicano. Recordemos finalmente que el sistema republicano consta de cinco ingredientes básicos: división de poderes, la alternancia en el poder, igualdad ante la ley, la responsabilidad de los gobernantes ante los gobernados y la transparencia de los actos de gobierno. A estas dos últimas características se vinculan especialmente los fueros. 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Los NFT o la verdadera (y buena) nueva normalidad

Por Alejandro A. Tagliavini: Publicado el 22/2/22 en: https://alejandrotagliavini.com/2022/02/22/los-nft-o-la-verdadera-y-buena-nueva-normalidad/

«Everydays»

Durante la semana pasada y principios de esta, Bitcoin (BTC) registró movimientos pendulares inestables, moviéndose dentro de un rango y cerrando con tendencia bajista al igual que la mayoría de las altcoins. Factores como las tensiones geopolíticas en Ucrania, el aumento de la inflación global, la especulación sobre las tasas de interés y su supuesta correlación con el mercado de valores estadounidense están afectando su precio. 

                    Algunos datos fundamentales parecen alcistas. El hashrate -que refiere la cantidad de potencia computacional utilizada para verificar las transacciones- de BTC se disparó más de 31% durante el fin de semana pasado, alcanzando un máximo histórico de 248,11 EH/s (exahashes por segundo). Por cierto, la capitalización total del mercado de criptodivisas se sitúa en torno a los USD 2 B y la tasa de dominio de BTC ha aumentado ligeramente superando el 42,5%, evidenciando que los inversores lo prefieren frente a DogecoinDOTCardano o Shiba Inu entre muchas otras.

                      Pero las cryptomonedas son la punta del iceberg de un mundo completamente nuevo que recién comienza y que promete tanto que, hoy, la gran mayoría de las personas ni siquiera ha tenido el tiempo necesario para enterarse de lo rápido que están ocurriendo los acontecimientos.

                       Mientras los retrogradas -no dicho peyorativamente sino significando aquellos que ven una involución- predicen una “nueva normalidad” que implica más violencia, esto es, la imposición coactiva de “normas” que tienen que coaccionarse ya que no se dan naturalmente, no son naturales, como el “pase sanitario”, la nueva normalidad que real y naturalmente se está dando implica potenciar al ser humano hasta niveles insospechados de libertad, es decir, falta de coacción, creatividad y enriquecimiento.  

                       Para entender el fenómeno desde el punto de vista de la economía, recordemos, como había señalado en una columna anterior –Tesla, Elon Musk y Bitcoin: magistral lección de economía– que el mercado, o sea, las personas comunes que lo componen, es imprevisible, no se mueve al antojo de los operadores o planificadores estatales sino a su propio aire. Y no se mueve por costos, es decir, el público nunca decide cuánto quiere pagar por un producto según cuánto le cuesta al fabricante, decide comprar si considera que el precio le conviene, si se le antoja pagar ese precio por los motivos que fueran.

                      El mercado, las personas, tampoco deciden abonar un precio en función de los fundamentales actuales de una empresa o inversión. A muchos les gusta decir que lo hacen según las “expectativas”, pero se parece más a “esperanzas” porque las expectativas hacen referencia a la previsión de que esos fundamentales se superarán en el futuro, mientras que la esperanza hace referencia a que unas ideas claras, progresistas, con avances importantes y un liderazgo firme pueden obtener logros hoy impensables. 

                     Abro paréntesis, ya que en esta nota mencionaba a Moderna y Pfizer y, por otro lado, en una de mis últimas columnas, ¿Comprar Mercado Libre o shortear a los laboratorios? preveía la posibilidad de shortear a los laboratorios, observo que quienes siguieron el consejo ganaron unos cuantos puntos ya que, desde los máximos de febrero Pfizer y Moderna caen 10% y 20%, y más de 20% y 60% desde sus máximos históricos que ocurrieron el año pasado, respectivamente.

                     Volviendo al tema, «¿Por qué la gente compra algo que no existe realmente más que en su formato digital? Principalmente, debido a las oportunidades de negocio que entregan», opina Nicolás Palacios, Chief Digital Officer de Capitaria. A ver, los NFT (tokens no fungibles, según sus siglas en inglés) son la nueva moda, algunos valen fortunas aun cuando no existan según la vieja normalidad. Primero, hay que saber los tokens digitales pueden representar una propiedad, obra de arte, un beneficio exclusivo, una canción e, incluso, bienes puramente digitales como una casa o un vehículo dentro de en un juego digital, entre muchas otras cosas.  

                     Dentro de estos tokens existen los fungibles, bienes que pueden dividirse y hasta tener un valor igual a otro de la “vieja normalidad”, por lo que no hay problema en intercambiarlos, como uno que equivale a un billete de USD 100. Pero luego están los NFT, los no fungibles, que son elementos digitales únicos, que no se repiten, particulares y específicos. Los NFT, al igual que una pintura famosa, al ser únicos e identificables necesariamente provienen de un autor y poseen una identificación que permiten hacerles seguimiento para ver el aumento de su valor y transacciones.  

                    El precio es, al igual que en el mundo real, de mercado, lo que las personas estén dispuestas a pagar. El NFT más caro que se ha vendido hasta la fecha, durante una subasta en Christie’s en marzo de 2021, se llama “Everydays” y es un collage del artista Beeple Winkelmann, que agrupó 5.000 imágenes creadas por él mismo usuario desde 2007 a 2021 y se vendió por USD 69,3 M. Jack Dorsey, fundador de Twitter, buscó su primer tweet y lo vendió por USD 3 M, y así muchas personalidades y artistas están valorizando elementos que los fanáticos y coleccionistas están dispuestos a comprar, como el hijo de John Lennon que venderá NFT de los Beatles.

                      Los NFT, además, pueden entregar beneficios y accesos exclusivos para los usuarios que posean ciertos tokens digitales, lo que les permite estar dentro de una élite virtual. Y, luego, estos sirven también como aval para solicitar un préstamo digital, en este caso de criptomonedas, y sin la participación de un banco, solo se acuerda el préstamo con otro usuario y se deja un colateral, que puede ser desde un dibujo digital hasta la armadura de un videojuego.

                      También se puede crear un token para venderlo y agregarle un porcentaje de royalty, para así recibir una comisión cada vez que se intercambie; asimismo, es posible comprar un token perteneciente a otra persona y mantenerlo hasta que suba su valor para venderlo. 

                     Si hasta las grandes empresas están invirtiendo en el metaverso; el universo virtual que está cada vez más desarrollado. El metaverso o metauniverso (acrónimo de «meta-» ‘más allá’ y «universo») generalmente está compuesto por múltiples espacios virtuales tridimensionales, compartidos y persistentes, vinculados a un universo virtual percibido. ​

                     Es así como los NFT abren la puerta a un mundo que, junto al blockchain y al metaverso, revolucionan nuestro universo digital, el cual, debido a las amplias oportunidades de negocio, estatus y significancia que entrega para sus usuarios, seguirá dando que hablar, y se convierte en la base para la creación nuevas plataformas que nos podrían facilitar enormemente la vida en el universo “normal”.

                  Como señala Diego Schargorodsky, Managing director de Globant en Sudamérica, en los nuevos espacios virtuales, existen entre muchos, dos casos populares que son Pixel y Decentraland, plataformas que crearon un propio modelo económico donde se administran bienes no fungibles. Al momento de comprar parcelas virtuales se usa la propia moneda (Maná) y los usuarios tienen actividades, un avatar, vestimenta, una casa, una historia e interactúan con los demás.

                  Aunque el gamming es el sector que hoy tiene mayor incidencia, lo cierto es que, hasta en sectores menores, la tecnología se ha convertido en gran aliado. Incluso en mercaderías marginales como el cannabis -sector que no “explotó” al legalizarse relativamente, como muchos auguraban, sino que se mantiene bastante deprimido- se populariza el mundo crypto y virtual.

                  Ya en 2014, PotCoin hacía su ingreso en el mundo de las criptomonedas dedicadas a la industria del cannabis y, en 2017, se hizo mundialmente conocida cuando la ex estrella de la NBA, Dennis Rodman, vistió una camiseta que decía potcoin.com. En 2021, Peakz, una marca de cannabis estadounidense lanzó en OpenSea una bolsa de cannabis llamada Lava Coin, en un metaverso. Según Grundy, aunque Lava Coin no se puede fumar, como beneficio adicional a la compra de la «primera variedad de cannabis digital disponible», si el usuario reside en Oregón o California, también obtiene marihuana física «real».

                  La naciente industria cannábica, a través de diversos activos digitales o finanzas descentralizadas, puede levantar capital para ejecutar proyectos más allá del mundo virtual. En Colombia, por caso, uno de los primeros países latinoamericanos en aprobar el uso medicinal, en 2016, y que acaba de aprobar la exportación de flor seca de cannabis, un grupo de emprendedores creó la plataforma digital Bancannabis donde, no solo se pueden adquirir NFT de esta planta, sino también invertir en cosechas reales a través de un modelo similar al crowdfunding.  

                   Las críticas hacia los NFT van desde que es una simple argucia publicitaria hasta una tontería de Internet, pero mientras existan personas dispuestas a invertir dinero real en ellos seguirán creciendo y, por cierto, en cualquier caso, la tecnología, el mundo digital es imparable. Para Cristian Mazabuel, no hay duda que esto se presta al terreno de la especulación. “Hay muchas cosas que al final terminan siendo humo. Hay proyectos que han subido 1.000% en una semana o 2.000% en menos de un mes.

                 Por caso, CryptoMines, como señala Sergio Morales de InterFinance, es un proyecto que pretendía ser el mayor juego de ciencia ficción basado en viajes espaciales, pero anunció en diciembre pasado el fin de su primera versión (Legacy), luego de que su token $ETERNAL sufriera una astronómica caída del 99,9%, después de alcanzar el máximo de USD 807,58. Pero CryptoMines ha anunciado el lanzamiento de su versión V2, denominada “Reborn”, resta ver si este criptojuego, que fue uno de los más grandes de la blockchain, puede volver a recuperar la confianza de la comunidad y de los inversores.

                Sea como sea, y enormes burbujas mediante como suele ocurrir en emprendimientos completamente nuevos y revolucionarios, la nueva normalidad, un mundo digital y virtual que implica mucha más libertad, mucha mas creatividad y mucha más riqueza para todos es imparable y abarcará prácticamente todos los aspectos de la vida humana.

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Asesor Senior de The Cedar Portfolio, Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE. Síguelo como @alextagliavini

Para qué le sirve a los argentinos el acuerdo con el FMI

Por Aldo Abram: Publicado el 22/2/22 en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/para-que-le-sirve-a-los-argentinos-el-acuerdo-con-el-fmi-nid22022022/

Se ha generado una expectativa positiva por el cierre de la negociación con el Fondo Monetario Internacional. No es para menos, si arribáramos a marzo sin una refinanciación de los más de USD5000 millones que vencen con ese organismo y el Club de París entraríamos en cesación de pagos y, a partir de allí, una gran profundización de la crisis, con un tremendo costo social. Ahora, ¿eso quiere decir que se resolvieron todos los problemas de los argentinos?

La respuesta es no. La economía no está predestinada a estabilizarse y a crecer sostenidamente por el sólo hecho de haber firmado un acuerdo con el FMI, sino que eso dependerá de lo que se haga con el tiempo de tranquilidad que se va a ganar. El cierre de este capítulo hay que usarlo para mostrar cómo se le sacará la enorme carga que el Estado le ha impuesto a un asfixiado sector privado productivo al que lo exprimen con impuestos y tasas. Además, le sacan gran parte del crédito disponible para financiar excesos de gasto público y lo agobian con regulaciones absurdas.

Reuters

Para entenderlo fácil, haremos un ejemplo con lo que pasó en la Argentina en este siglo; aunque nos podríamos ir mucho más atrás aún. Imaginemos un maratonista muy bueno, el sector productivo argentino, que tiene que ir a los Juegos Olímpicos. Le elegimos un entrenador que, antes de empezar la carrera, le pone una mochila y va a su lado con una bicicleta con un carro lleno de piedras atrás, que se las carga en la espalda mientras corre. Al principio, el atleta logra posicionarse en el pelotón de punta; pero con el creciente peso empieza a trotar, luego a caminar, después a gatear y a reptar, para terminar tendido y extenuado.

Enojados, los argentinos le ponemos otro entrenador. Éste se le acerca y le empieza a decir que es un gran deportista y que puede ganar. Hay todo un pueblo que confía en su gran potencial. El maratonista se levanta y empieza a trotar como puede. Por suerte, ya no le ponen más piedras en la mochila; pero el peso de las que carga es tan grande que cae nuevamente.

Por supuesto, “¡Este entrenador no va más!” y elegimos otro. El nuevo llega, mira al maratonista y dice “A éste hay que darle una pichicata y van a ver como corre”. Se apela entonces al doping y el pobre deportista a duras penas logra levantarse. Hace un esfuerzo mayúsculo, pero cae muerto a los pocos metros.

Así estamos en la Argentina, no queremos entender (¿o a muchos no les conviene?) que lo que hay que hacer es sacarle la mochila de piedras al maratonista. No es posible producir con más de 67.000 regulaciones con las que funcionarios “iluminados” pretenden decirles a los que trabajan y manejan un negocio cómo “mejorar” la forma en que lo hacen. ¿Alguien puede creer que una persona que nunca manejó ni un quiosco te puede decir cómo hacer lo tuyo mejor? Tampoco, se les puede pedir que afronten semejante carga tributaria que, según el Banco Mundial, nos ubica en el puesto 21, entre 191 países, de los que más exprimen a sus empresas con impuestos. Estos son datos de 2020 y, desde entonces, no han parado de aumentarlos. Encima, como ni así se alcanza a pagar el tremendo gasto público actual, el Estado se absorbe la mayor parte del crédito disponible, dejando muy poco para producir o invertir.

La mala noticia es que, cuando se anunció el preacuerdo con el FMI, en los discursos del Presidente y del ministro Guzmán quedó claro que no creen que existan esos problemas. Al contrario, prometieron más Estado y un plan que es una profundización del que se viene llevando a cabo hasta ahora. Lamentablemente, si no aprovechan para hacer las reformas estructurales en el tiempo de menor incertidumbre que se gana con el acuerdo, le sucederá lo mismo que al anterior gobierno, la Argentina caerá en una crisis. Es cierto, dirán que el maratonista aún se sostiene en pie; pero dudo que con el doping que le están dando logre correr mucho tiempo.

Exijamos un entrenador que le quite la mochila antes de que vuelva a caer, porque el porrazo nos va a doler a todos.

Aldo Abram es Lic. en Economía y fue director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Argentina (Ciima-Eseade) Es director de la Fundación Libertad y Progreso.

La barbarie sindical argentina

Por Mauricio Alejandro Vázquez. Publicado en: https://faroargentino.com/2022/02/la-barbarie-sindical-argentina/

La cámara de celular, indolente, recorre la escena. El hombre, calvo, lleno de ira, recoge la silla y la abanica una, dos, tres veces, como si intentase ahuyentar la barbarie a golpes de caño y lona. Sin embargo, al igual que la cámara, también las bestias son indolentes a la acción y tampoco se inmutan. Sólo se limitan a espetar un “calmate, loco”. Pero el “loco” (que no es loco, sino un hombre cansado y desesperado) no da cuenta de la indicación y sigue pidiéndole al chofer del camión que “les pase por arriba”. Finalmente abre la puerta, sube al asiento del conductor y es él el que atraviesa los portones de la empresa. Como último estertor, coronando el delirio, penetra en off el latiguillo que hace de telón: “Vas a salir vos solo, conchudo”.

El continuo, con potencial cinematográfico, se dio en Chaco este último 10 de febrero, cuando Enzo Meucci, titular de la firma Don Sendo, se enfrentó a miembros del Sindicato de Aguas y Gaseosas que bloqueaban la salida del centro de logística intentando que los empleados de la distribuidora, afiliados al Sindicato de Comercio, migraran de facto al suyo.

Escenas así se han repetido hasta el hartazgo, haciendo que lo que podría ser considerado solo una anécdota, se haya vuelto en los últimos años un Modus Operandi que algunos llaman “el método Moyano” por haber sido éste, como en tantas otras perfidias nacionales, el vanguardista impulsor de una metodología que ya ha llevado a múltiples enfrentamientos, heridos y al cierre empresas.

Mientras el presidente de la Nación se abraza al titular del Sindicato de Camioneros y lo señala, con lágrimas en los ojos y la voz tomada por la emoción, como un “sindicalista ejemplar”, la Justicia avanza en no menos de siete causas que podrían terminar con condenas en breve, porque “ninguna norma autoriza la coacción”, tal como supo afirmar el fallo de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional que en diciembre de 2021 confirmó el procesamiento de cinco representantes del Sindicato de Camioneros por el bloqueo realizado en 2020 al depósito de Villa Soldati de la empresa Andar Transportadora.

Sin embargo, nada de esto es lo importante. Es solo la punta de un iceberg enorme del que la mayoría parece haber dejado de percatarse.

Antonio Paulino Mucci, fallecido en 2004, fue un sindicalista argentino, proveniente del sector gráfico, que asumió como ministro de Trabajo en el período 1983-1984, de la mano de Raúl Ricardo Alfonsín. Su apellido pasó a ser recordado por haberse transformado en el título de la última ley orientada a enfrentar el enorme poder sindical. La “Ley Mucci”, como habría de pasar a la historia, se planteaba entre sus objetivos la normalización de las elecciones sindicales, la limitación de la reelección de los sindicalistas a cargos electivos, la garantía de representación de las minorías en los consejos directivos, el quite a los sindicatos del manejo de las obras sociales y la promoción de nuevas organizaciones sindicales. O dicho en criollo: el recorte de poder de lo que en aquél entonces se denominaba en los pasillos de la Casa Rosada como “El Partido Sindical” que, junto con “El Partido Militar”, habían sido durante décadas los grandes concentradores del poder antirrepublicano y antidemocrático en Argentina.

El 10 de febrero de 1984, haciendo uso de la mayoría en la Cámara de Diputados, el gobierno radical obtenía la media sanción para la Ley. Sin embargo, la hábil gestión en el senado por parte del histórico dirigente justicialista Oraldo Britos, desde la Comisión de Trabajo que presidía, generó que, tras la presión a varios independientes, la iniciativa cayera por tan solo 2 votos (24 a 22) el 14 de marzo. Luego, la historia es conocida: Mucci renunció y fue reemplazado por un inexperto Juan Manuel Casella en la cartera de Trabajo, Ubaldini (líder de la CGT de aquél entonces) limó el poder del alfonsinismo con 13 paros generales y el intento de poner en caja a los sindicatos jamás volvió a practicarse.

Hoy, 38 años más tarde, de los sindicatos no parece acordarse nadie. Salvo los trabajadores y empresarios que los sufren y de vez en vez los medios tradicionales que, para llenar ocasionalmente su grilla, muestran sin explicación alguna episodios demenciales como el bloqueo a una fábrica, tiroteos a la luz del día para dirimir internas o extorsiones sin ningún pudor a trabajadores para que acaten el capricho de turno de algún señor feudal. Y digo esto de “sin explicación alguna”, porque el periodismo argentino ha elegido como estrategia desinformativa exhibir nuestras miserias diarias en tono de indignación, sin agregarles la más mínima editorial que pueda hacer que el gran público, ese que luego vota y elige dirigentes, entienda por qué pasa lo que pasa.

Y lo que pasa, justamente, es que en Argentina conviven hace décadas dos sistemas absolutamente antagónicos: uno, agonizante, basado en un ideario liberal y exhibido dentro de nuestra Constitución y otro, corporativista, cada día más aceptado y vital, impuesto de facto en la práctica cotidiana. En el primero, sin ir más lejos, todos los individuos somos iguales ante la ley. En el segundo, aquellos individuos que forman parte de ciertas corporaciones adquieren un estatus privilegiado que los habilita a ejercer coacción a empresarios, presionar a los gobiernos de turno, imponer políticas públicas, manejar enormes cajas del Estado y, todo eso, sin ser jamás legitimados por el voto.

Así las cosas, la Constitución Argentina fue reformada de facto sin que a “Doña Rosa” (utilizando la vieja expresión periodística) se le haya consultado nada o, lo que es peor, sin que esta siquiera se entere.

Quizá el lector ocasional crea que llamar “bestias”, al inicio de la nota, a los sindicalistas que bloqueaban la empresa haya sido un exceso. Pero pregunto: ¿cómo llamaríamos en un país que hace 11 años que no genera empleo genuino a quienes lo destruyen? ¿Qué etiqueta habría de ponérsele a quienes a fuerza de coacción han generado costos de logística imposibles de afrontar que sólo han favorecido la ganancia de mercados internacionales a nuestros competidores fronterizos? ¿Cómo habría de clasificarse a aquellos que impiden las reformas necesarias para que vuelva a existir la movilidad social de antaño en un país que alcanzó un 72% de niños pobres en su provincia más poblada? Los escucho.

Quizá también el lector ocasional se vea tentado a caer en dos trampas simultáneas que los sindicalistas han utilizado a lo largo del tiempo para legitimarse. La primera, aquella que como un latiguillo espetan sin vergüenza al afirmar que de no existir ellos, “la izquierda radicalizada tomaría las empresas”. Este fantasma les ha valido la protección del poder político por décadas, sin considerar que nada hace más a la propagación de las ideas de izquierda más absurdas que la destrucción sistemática del aparato productivo y la imposibilidad real de que cientos de miles de jóvenes accedan a un empleo y vivan una vida digna de progreso y ascenso social. En segundo lugar, no falta el que afirma que los sindicatos han perdido todo poder y que ahora “la manija la tienen los movimientos sociales”.

Sin lugar a duda, esta es una verdad a medias. Desde ya que la implosión del aparato productivo argentino, de la que son responsables todos los gobiernos por acción u omisión desde la vuelta de la democracia, ha generado un bastión de miseria que fue aprovechado hábilmente por esos actores que fueron romantizados por el periodismo de los años noventa y que son legitimados por gran parte de la intelectualidad argentina hoy. Y sin lugar a duda tampoco deja de ser cierto que en un escenario así los sindicatos han perdido algo de peso específico frente a organizaciones que han sabido hacerse con el control creciente de los recursos del Estado orientados a subsidios y de la logística de movilización de cientos de miles de personas que son extorsionadas diariamente para no perder las migajas que éstos les entregan. Sin embargo, no deja de ser cierto tampoco que movimientos sociales y sindicatos son simplemente dos estadios temporales diferentes, pero de la misma naturaleza, de ese corporativismo que mencionaba anteriormente. No por nada en octubre de 2021 ya se hablaba de una integración creciente de la CGT con la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) y mientras se escribe esta nota, se rumorea sobre la intención del actual presidente de generar un Ministerio de Trabajo paralelo para Emilio Pérsico.

Hace pocas semanas atrás, conversaba con un trabajador de planta de una reconocida automotriz de la zona de Pacheco, en la Provincia de Buenos Aires. En el corto diálogo, me señalaba que la crisis económica actual había provocado la pérdida de beneficios puntuales para los trabajadores de la empresa sin que el sindicato interviniera en la cuestión. No refería a ningún privilegio ridículo, sino puntualmente al tiempo que la empresa le daba para lavarse las manos antes de acceder al intervalo de almuerzo. Algo bastante razonable considerando que su función implicaba estar expuesto a lubricantes y químicos varios. Frente a mi pregunta de cómo podía ser que esto ocurriese, me respondió: “- El sindicato ni viene a la empresa, ni conoce lo que hacemos. Pero eso sí: cuando hay un acto político te vienen a buscar en camiones porque si no todo se convierte en un infierno”. Si para muestra basta un botón, el dialogo podría pensarse como perfectamente representativo de una lógica sindical que se encuentra más integrada a los negocios y a la política que a la verdadera función representativa del trabajador que se le supone.

Sin embargo, nada de todo esto se menciona en nuestras discusiones diarias. Y sorprende, sobre todo de aquellos que se postulan hoy como alternativas a la política tradicional, no sólo la falta de propuestas concretas para avanzar contra el monstruo que hace casi cuarenta años no se pudo derrotar, sino también el coqueteo imprudente que se hace por momentos con esta bestia, también desde este sector, a pesar de vivir mencionando la figura de Alberdi como espíritu rector. Justamente lo contrario a lo que todo este corporativismo, de origen fascista, representa.

Lo cierto es que sin afrontar los pilares que han propiciado la destrucción de nuestra patria, no habrá retórica ni nuevos bríos que se conviertan en la transformación urgente que este país necesita. Y si el espectro político es llenado con alternativas que carezcan de la visión y la praxis de aquello que parecen prometer, solo se terminará alimentando esa sensación de imposibilidad creciente que vive el electorado desde hace décadas y haciendo que Ezeiza siga siendo, para muchos, la única salida real.

Mauricio Alejandro Vázquez es Título de Honor en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires, Magister en Ciencias del Estado por la Universidad del CEMA, Magister en Políticas Publicas por la Universidad Torcuato Di Tella y coach certificado por la International Coach Federation. Ha trabajado en la transformación de organismos públicos y empresas. Actualmente es docente de Teoría Política, Ética, Comunicación, Metodología y administración en UADE y de Políticas Públicas en Maestría de ESEADE. También es conferencista y columnista en medios como Ámbito Financiero, Infobae, La Prensa, entre otros. Síguelo en @triunfalibertad