COMERCIO Y SANTIDAD

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 17/10/10 en http://gzanotti.blogspot.com.es/2010/10/comercio-y-santidad.html

 “Insisto” (que es una forma ya demasiado ruidosa del re-sistir) con un tema al cual le estoy dedicando mucho últimamente. Este comentario fue publicado en el Instituto Acton en Noviembre de 2007.
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Hace más de 10 años, el 24 de Junio de 1997, Juan Pablo II recordaba, en un discurso (1), a San Homobono Tucenghi, comerciante de telas de Cremona, que en 1199 fuera canonizado por Inocencio III. No era usual, y no lo es tampoco ahora, que un laico y comerciante fuera declarado santo por la Iglesia Católica.

El discurso de Juan Pablo II no fue muy comentado en su momento, y no es de extrañar. Juan Pablo II lo colocaba como un ejemplo de promoción del laicado en el s. XII, llamando, con más razón entonces, a lo mismo en el s. XX. Pero no sólo el tema del laicado y la autonomía relativa de lo temporal son temas que tardan en cobrar vida dentro de la Iglesia (después de siglos y siglos de clericalismo “práctico”) sino que, menos aun, la relación de la fe con la vida comercial es algo que tarda, al parecer, mucho más en llegar, y que sin embargo se encuentra en los objetivos centrales del Instituto Acton.

La relación del comercio con la ética no un tema que cause perplejidad y resquemor sólo dentro de la Iglesia. Toda la cultura occidental arrastra una visión negativa de lo comercial, impulsada por ciertas concepciones griegas donde lo comercial estaba unido a “lo material” (malo por lo tanto) y reservado a las esferas más “bajas” de la vida social (por eso en Platón los filósofos no podían ser comerciantes, por ejemplo). Ello se ha convertido en un horizonte cultural que inunda la literatura, el arte, el cine y, también, nuestra vida religiosa “práctica”.
Con el Cristianismo, cobra vida especial que todo lo creado por Dios es bueno. Ello, según enseñan los medievalistas católicos, fue muy importante en el aristotelismo cristiano del s. XIII, donde San Alberto y Sto Tomás de Aquino se encargaron de “recordar” a sus “colegas teólogos” la bondad intrínseca de todo lo material, dado que todo lo creado por Dios es bueno. Ciertas aclaraciones de Sto Tomás en su famosa Suma Contra Gentiles (“que la providencia divina por lo singular es inmediata…”) muestran el clima intelectual de esa época y lo “avanzado” de su pensamiento en esas cuestiones. La concepción cristiana del mundo creado chocaba en ese punto con ciertas concepciones griegas que heredaban del orfismo un desprecio intrínseco por lo material. Nada que “sea” (ya espiritual o material) puede ser malo, pues todo lo que “es”, es creado por Dios; el “mal” es una privación de bien, y la privación del bien en el cristianismo pasa por el pecado original pero no por todo lo creado por Dios.

Y esto, en el caso del ser humano, es muy importante.
Porque no es cuestión de aceptar que una piedra, un árbol, un escarabajo, son buenos porque son creados por Dios pero, al mismo tiempo, reservar para ciertas cuestiones esencialmente humanas un desprecio inherente, que se manifiesta en un juego de lenguaje donde se dice “si, pero” y a continuación una serie de advertencias sobre su peligrosidad intrínseca.

¿Y qué actividades son esencialmente humanas? Pues la familia, la ciencia, la política, el comercio. La lista no es completa desde luego.
“Esencialmente” quiere decir que son actividades que los animales no tienen ni Dios tampoco. Los animales no usan el método científico, Dios tampoco. Igual con el comercio, igual con la política, igual con la familia.
Con la familia la cuestión está más aceptada. Ningún teólogo, hoy, ante la relación entre vida familiar y santidad, dice “si…. Pero….”. No. Se presupone que el matrimonio es algo santo (es más, es un sacramento) sin desconocer en modo alguno sus problemas.

Las otras actividades mencionadas no son sacramentos pero no por ello son intrínsecamente perversas. Pero a veces parece que sí.
Y el comercio, ¿no parece ser el caso típico?
La actividad comercial parece cargar sobre sí un sobrepeso de prejuicios en contra. “Puede” ser algo bueno, claro, “pero en general” parece ser una fuente intrínseca de corrupción. Y hasta no se entiende muy bien cómo alguien que se ocupa de comprar, vender, ganar dinero, reinvertir, puede ser no sólo bueno, sino santo.
¿Por qué no? No porque la santidad cure de raíz algo intrínsecamente malo: ello es imposible porque la Gracia supone la naturaleza. Sino porque el comercio es una de las actividades humanas más típicamente humanas y necesarias. Hay comercio porque hay escasez. La escasez no es fruto de la explotación capitalista, como creen algunos, sino una condición natural de la humanidad teniendo en cuenta la naturaleza humana en tanto humana. Para minimizar la escasez evoluciona la división del trabajo; de la división del trabajo evoluciona el intercambio de mercancías entre regiones y personas, y ello da lugar a los precios, los derechos de propiedad y las más evolucionadas formas institucionales de intercambio. Todo ello es intrínsecamente humano. Dios y los ángeles no necesitan comerciar en absoluto, y las especies animales luchan a muerte unas con las otras para poder sobrevivir. En el género humano, las guerras parecen indicar que es igual, pero no: las guerras sí son fruto del pecado original; el comercio, en cambio, es fruto de nuestra creatividad y capacidad para intercambiar en paz con el otro aquello que nos sobra por aquello que nos falta.

Que ello puede tener problemas, claro. Si los puede tener la vida matrimonial, igual los puede tener el comercio. Pero de igual modo que a nadie se le ocurre cubrir al matrimonio de una capa de pecaminosidad intrínseca (y de hecho ello fue parte de herejías cristianas) de igual modo el comercio también tendría que ser alentado y bendecido, no como sacramento, pero sí como algo bueno y lugar de santificación. Un supermercado es un milagro de comunicación de conocimiento disperso entre millones de personas que se desconocen y colaboran en paz para minimizar la escasez. No es simplemente el lugar de la racionalidad instrumental o el consumismo. ¿Llegará alguna vez el día que un obispo bendiga la apertura de un supermercado de igual modo que se bendice la apertura de un colegio?

Ese día está muy lejano, pero más lejano aún si no profundizamos esta línea de pensamiento. El pensamiento, devenido en discurso, no adelanta la realidad, sino que comienza a conformarla.

Gabriel J. Zanotti es Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA).  Es profesor full time de la Universidad Austral y en ESEADE es Es Profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.

 

El odio a la caridad:

Por Carlos Rodríguez Braun. Publicado el 27/11/12 en http://www.larazon.es/posts/show/el-odio-a-la-caridad

La donación del destacado empresario gallego Amancio Ortega a Cáritas animó el habitual el recelo políticamente correcto frente a las empresas. Personas que jamás se preocupan del empobrecimiento de los ciudadanos a causa de la coacción de los poderes públicos, sostuvieron, contra toda evidencia, que Inditex no es sinónimo de bienestar, empleo y prosperidad, sino de miseria y explotación.

Jamás dicen que la miseria y la explotación son características del socialismo. Del socialismo, de hecho, no hablan mal nunca: lo malo son las empresas y el capitalismo, siempre sospechosos, siempre dudosos. Condenan la deslocalización, como si en su ausencia gozaríamos de menos pobreza y menos paro. Mientras los estados en todo el mundo son cada vez más grandes, poderosos e intrusos, insisten en la patraña del “secuestro del poder político por el económico”. Y fue manifiesto el odio a la caridad. Se llegó incluso a reclamar a Cáritas que renuncie a los 20 millones de euros de Amancio Ortega. La solución, proclaman, es la justicia, no la caridad. Pero llaman “justicia” a que el poder arrebate por la fuerza la riqueza a quienes la producen. Y atacan la caridad con argumentos sectarios y falaces: “La caridad no crea riqueza, solo pone parches a la pobreza. Poner parches a la pobreza con dinero de quienes la causan es totalmente inadmisible”. Jamás aplican este argumento allí donde es válido: en el intervencionismo político y legislativo. Odian la caridad porque odian la libertad. 

El Dr. Carlos Rodríguez Braun es Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Consultivo de ESEADE.

 

Hipocresía y política

Por Alberto Benegas Lynch. Publicado el 29/11/12 en http://diariodeamerica.com/front_nota_detalle.php?id_noticia=7570

Nos estamos refiriendo a la carrera electoral y no a la ciencia política tal como lo manifiesta José Nicolás Matienzo en su tratado de derecho constitucional. Este es el sentido del pensamiento de Hannah Arendt cuando escribe que “Nadie ha puesto en duda que la verdad y la política están más bien en malos términos y nadie, que yo sepa, ha contado a la veracidad entre las virtudes políticas”. Incluso el común de los mortales tiende a justificar las mentiras de los políticos cuando se resigna y exclama “y bueno, es político”. No hay ciudad en la que no aparezcan grandes carteles de políticos en campaña afirmando entre amplias sonrisas que ahora todo será distinto, que esta vez “habrá justicia y seguridad y se eliminará la corrupción”. Esto me recuerda una frase que invito a los lectores a que conjeturen quien puede ser el autor antes de que revele el nombre correspondiente: “Donde no se obedece la ley, la corrupción es la única ley. La corrupción está minando este país. La virtud, el honor y la ley se han esfumado de nuestras vidas”. ¿De quien es esto, dicho y escrito en letras de molde? Pues nada menos que de Al Capone en entrevista publicada en la revista Liberty el 17 de octubre de 1931, lo cual pone al descubierto cierto paralelo con lo que venimos diciendo.

Por esto es que toda la tradición liberal desconfía grandemente del poder y apunta al establecimiento de severos límites al Leviatán  “al efecto de que haga el menor daño posible” como nos dice Karl Popper al oponerse a la visión ingenua y sumamente peligrosa del “filósofo rey” de Platón. Por eso, en esta instancia del proceso de evolución cultural, es que el liberal permanentemente propone nuevas vallas al poder que siempre se intentan sortear por parte de los gobernantes. Por todo esto es que Ernst Cassirer sostiene que nunca se llegará a una instancia definitiva en política y que “los politólogos del futuro nos mirarán tal como hoy mira un químico moderno al un alquimista de la antigüedad”. Pero se suele caer en la trampa y confiar en los políticos una y otra vez, es como aconsejaba el periodista inglés Claud Cockburn: “no creas nada hasta que no haya sido oficialmente desmentido”.

En realidad todo el problema surge porque se piensa que es más fácil que los gobernantes dirijan las vidas y manejen las haciendas de los gobernados en lugar de dejar que cada uno lo haga por si mismo en un proceso de coordinación espontánea en el que se respeta el conocimiento fraccionado y disperso en lugar de concentra ignorancia en ampulosas juntas de planificación estatal. Salvando las distancias, también resulta contraintuitivo lo que asevera Meiklejohn en su tratado de literatura inglesa de 1928 cuando explica que es más fácil escribir poesía que hacerlo en prosa, a pesar de que al lego le parezca que es como decir que es posible correr antes de aprender a caminar. El verso es lo primero que apareció en la historia de la literatura puesto que no solo es más sencillo de retener al efecto de trasmitir de boca en boca sino que era lo que primero servía para animar fiestas y alegrar las calles, además de lo que señala Borges en cuanto a que es más fácil debido a que se coloca el texto en una métrica y no se larga al vacío en una cadencia sin reglas fijas (mil años antes de Cristo los escritos atribuidos a Homero están estampados en forma de poesía, incluso antes de que la Biblia comenzara a componerse después del cautiverio de Babilonia).

A pesar de que se repiten los estrepitosos fracasos del socialismo, sigue en pie la triada Antonio Gramsci (sobre educación), Edward Bernstein (sobre los procesos electorales) y Rosa Luxemburg (sobre la aplicación a nivel internacional). A pesar de ello, sigue vigente la influencia de Sorel con su sindicalismo intimidatorio y violento y de Jacques Maritain con su cristianismo crítico de la institución de la propiedad privada y sus denuestos al capitalismo y a la tradición de pensamiento liberal.

Tal vez pueda ilustrarse la hipocresía a la que aludimos con un par de ejemplos de estos tiempos y referidos a un mismo asunto para no abundar en otros casos también de resonancia mundial. Acaba de salir a la luz que el general de la policía Mauricio Santoyo Velazco era narcotraficante mientras actuaba como jefe de seguridad de Álvaro Uribe quien, como presidente colombiano, se enfrentó en encarnizadas trifulcas con las mafias de las drogas, y el general Hugo Banzer, mientras ejercía la presidencia de Bolivia y recibía cuantiosos fondos del gobierno estadounidense para combatir las drogas, era narcotraficante junto a su hermano e hijastro.

El problema de las hipocresías políticas es que se intentan disimular por medio de las reiteradas e incondicionales alabanzas de los cortesanos que suelen rodear al poder. En este sentido, es oportuno citar a Erasmo quien se preguntaba “¿Qué os puedo decir que ya no sepaís de los cortesanos? Los más sumisos, serviles, estúpidos y abyectos de los hombres y, sin embargo, quieren aparecer en el candelero”. No resulta tarea sencilla el penetrar en las espesas capas de los alcahuetes que adulan a los gobernantes debido a la prédica autoritaria que acepta que los políticos en campaña halagan a los votantes potenciales pero cuando asumen tratan a los gobernados como si fueran sus empleados en lugar de comprender que el asunto es exactamente al revés, situación que abre las puertas a la hipocresía y al engaño permanente.

En el teatro, la música, la literatura y el cine hay infinidad de ilustraciones sobre este problema. Mozart expresó los abusos del poder en Las bodas de Fígaro de Beaumarchais (puesto preso por el rey y censurada su obra) y Hernich Böll describió magníficamente el doble discurso en Opiniones de un payaso. Es bueno repasar el eje central de la producción cinematográfica de Woody Allen titulada Zelig al efecto de comprobar la técnica genuflexa de adaptarse a todas las circunstancias con un abandono total de valores y principios. Pero es que en esta instancia del proceso de evolución cultural la política debe sustentarse en los cambiantes gustos de las mayorías circunstanciales, por eso es que Ortega y Gasset consignó en el sexto tomo de El espectador que “No hay salud política cuando el gobierno no gobierna con la adhesión de las mayorías sociales. Tal vez por esto la política me parece siempre una faena de segunda clase”. Y es que el consiguiente y persistente zigzagueo de los políticos hace que autores como Guillermo Cabrera Infante escriba que “la política es una de las formas de amnesia”.

Y como apunta Murray Rothbard, resulta por lo menos ingenuo -en verdad muy tonto- el afirmar que “el gobierno somos todos, en cuyo caso deberíamos sostener que los judíos no fueron asesinados por los nazis sino que se suicidaron en masa”. Por su parte, en su magnífica obra El mediterráneo Emil Ludwig escribe que “Las obras de la mente y del arte sobreviven a sus creadores, pero las acciones de los reyes y estadistas, papas, presidentes y generales cuyos nombres llenan algunos períodos de la historia, perecen con sus autores o poco después de ellos”.

Estimamos que lo primero para mitigar y atenuar el problema de los políticos consiste en abandonar el absurdo y rastrero trato de “excelentismo” y “reverendísimo” a quienes ocupan circunstancialmente el gobierno lo cual tiende a invertir los roles de empleado-empleador y, en segundo lugar, ejercitar las neuronas al efecto de introducir nuevos y renovados límites para evitar los atropellos del Leviatán y exigir transparencia en los actos de gobierno y auditoría de su gestión en el contexto de marcos institucionales que aseguren y garanticen las autonomías individuales de los gobernados. Se trata de una faena permanente puesto que como han dicho y repetido los Padres Fundadores en Estados Unidos “el precio de la libertad es su eterna vigilancia”. Todo esto mientras continúan los debates sobre otros paradigmas referidos a la pretendida refutación de los argumentos convencionales sobre los bienes públicos, el dilema del prisionero y el significado de la asimetría de la información, puesto que nunca se llegará a una meta final en lo que es un intrincado proceso de corroboraciones siempre provisorias.

En todo caso debe subrayarse que en esta instancia del proceso de evolución cultural los ejes centrales de la República son la protección al derecho (más conocida como igualdad ante la ley) y la alternancia en el gobierno, puesto que la llamada división horizontal de poderes se torna en algo sumamente gelatinoso cuando ha avanzado lo suficiente el espíritu autoritario: los tres poderes tiene iniciativa propia en cuanto a la liquidación de la sociedad abierta y las informaciones y trasparencia de los actos de los integrantes del aparato estatal se convierten en una mera contienda de estadísticas y hechos falsos.

Es de esperar que las verdades sobre los abusos de poder surjan sin tapujos pues como reza el dicho popular “no se puede tapar el sol con la mano”, que para decirlo en forma mucho más poética lo cito a Pablo Neruda (aunque no es mi referente favorito, especialmente por sus cantos de admiración al asesino Stalin): “se podrán cortar todas las flores, pero no se podrá detener la primavera”.

A diferencia de Neruda y Bertolt Brecht que abdicaron de su dignidad para rendirle pleitesía al criminal de marras, Ossop Mandelstam murió en cautiverio en un campo de concentración soviético por haberse plantado con un poema que en parte reza así: “Una chusma de jefes de cuellos flacos lo rodea/infrahombres con los que él se divierte y juega/Uno silva, otro maulla, otro gime/Solo él parlotea y disctamina/Forja ukase tras ukase como herraduras/A uno en la ingle golpea, a otro en la frente, en el ojo, en la ceja”. Desde este pequeño rincón le rindo sentido homenaje a este poeta de ejemplar coraje moral que puso en evidencia una de las tantas hipocresías que rodean a los tristemente célebres megalómanos de todos los rincones del planeta.

Que gran paradoja (por no decir que gran estupidez) resulta -dice Spencer en El exceso de legislación- que se siga confiando en los aparatos de la fuerza cuando, por un lado, son deficientes en la administración de la justicia y más bien atacan a las personas eficientes y, por otro, se observa que los privados y no los burócratas son los responsables de todas las innovaciones en la agricultura, en la industria, en los seguros, de haber surcado mares, de haber comunicado lugares remotos, de la electricidad, de la refrigeración, de las artes, de la música, de las arquitecturas colosales, de los avances en la medicina, la alimentación y tantas otras maravillas. Tiene razón Alberdi cuando escribe sobre el gran empresario William Wheelwright que las estatuas, los nombres de calles y similares no deberían estar dedicados a militares y gobernantes que poner palos en la rueda y, en su lugar, instalar las estampas de pioneros-empresarios, es decir, creadores de riqueza (y combatir a los que se disfrazan de empresarios pero, por ser amigos del poder, amasan fortunas fruto del privilegio y la explotación de consumidores incautos).

Solo las ideas compatibles con una sociedad abierta permiten el progreso moral y material, de allí la importancia de la educación. Por eso resulta tan ilustrativo (y conmovedor) lo dicho por Paul Groussac refiriéndose al destacado argentino José Manuel Estrada: “Lo que él ha sido y ha querido ser, por excelencia, es un profesor, un conductor de almas y excitador de espíritus”. Por otra parte, en la época de la masiva carnicería humana parida en tierras stalinistas y copiada con entusiasmo en Alemania, Sophie Scholl, a los 22 años de edad, cuando iba en camino al patíbulo para ser decapitada por haber establecido el movimiento anti-nazi Rosa Blanca, se preguntaba en voz alta “¿cómo puede esperarse que el bien prevalezca cuando prácticamente nadie se entrega al bien?”

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía, Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer Rector de ESEADE.

 

La esencia de Law & Economics

Por Martín Krause. Publicado el 28/11/12 en http://puntodevistaeconomico.wordpress.com/

 Estimadas/os,

Este jueves Eduardo Stordeur presenta su libro “Análisis Económico del Derecho: Una Introducción” (Buenos Aires: Abeledo Perrot, 2011). El libro es muy recomendable y desarrolla un enfoque bien completo de los temas del mainstream L&E.

Hemos iniciado una serie de debates con Eduardo, a los que se ha sumado a veces Alberto Benegas Lynch (h), y creemos que vale la pena traerlos aquí para que se enriquezcan con los aportes de ustedes. Hasta ahora, las críticas que he presentado son básicamente dos:

1. Publicar un libro con todo el aporte del mainstream L&E y algunas referencias austríacas o institucionalistas, y no aprovechar la ocasión para desarrollar un texto alternativo con esas características.

2. Más específicamente, instancias en las que aparecen comentarios o propuestas que plantean la posibilidad o la necesidad de realizar evaluaciones de “costo y beneficio” cuando, dado el carácter subjetivo del valor, esto sería imposible para un observador externo.

Aquí van unos intercambios. Pongo mi primer comentario y luego la respuesta de Eduardo. Luego Eduardo seguirá la discusión en este mismo blog:

Primer Mail MK:

He leído todo el libro de Eduardo con mucho interés y vuelvo a decirle algo que ya dije en su momento. El libro es muy bueno y muy completo en la presentación de las contribuciones de L&E. Desde mi perspectiva, me da pena que no haya aprovechado la oportunidad para superar el enfoque de Chicago y plantear el desafío de presentar un enfoque integral más austríaco o institucionalista.

La visión del L&E mainstream hace demasiado hincapié en una visión positivista de la eficiencia y la capacidad del analista de determinar qué norma es más eficiente, algo que, supongo, Hayek dejaría en manos del largo y lento proceso evolutivo del derecho.

Pero se ve que ésta es la visión que ha adoptado esta nueva versión pos-Austríaca de Eduardo”.

Respuesta ES:

“Martin

Si, mi objetivo en el libro era  presentar el estado de la literatura y no intentar contribuciones teoricas. Respecto del Law and Economics y la Escuela Austriaca escribi hace un par de anios en RIIM sobre economia de los contratos y antes “Una lectura hayekiana de Coase”, donde muestro o intento mostrar compatibilidades a un nivel mas general.  Igual el libro menciona aportes austriacos y concluye que la mejor explicacion para la eficiencia del common law es austriaca (Hayek) y no neoclasica.  Es que creo que la EAE proporciona buenas explicaciones generales y justificaciones pero no modelos que puedan emplearse para examinar el resultado de una regla legal.

Pero no creo que la mayor parte de las contribuciones del AED requiera asumir objetividad en las preferencias. La idea central en derecho de propiedad es que la ausencia derechos de propiedad lleva a ineficiencias del tipo “tragedia de los comunes”, un argumento muy empleado por autores de la EAE. La parte central de derecho de los contratos sugiere que esto permite mas cooperacion social y bajar costos de transaccion en los intercambios. En la parte mas formal afirma que una persona solo cumple un convenio si el costo subjetivamente estimado de hacerlo es menor que el valor esperado de la sancion. Quizas haya mas problemas en la parte normativa (no en la descriptiva) de la economia del derecho de los accidentes (algo que analizó Rizzo), pero centralmente la asuncion (algo que se maneja en otras ciencias con poder predictivo y explicativo) es que hay correlacion entre la cantidad de actividad y el nivel de cuidado y la probabilidad de ocurrencia de un accidente. La idea de compensar a la victima por el valor del daño (algo muy aceptado en derecho y teoria moral) lleva a que el dañador potencial gaste de manera eficiente en precaucion.

 En economia del litigio la idea central es que una persona demanda cuando “subjetivamente considerado” el valor esperado de la sentencia descontada la probabilidad de ganar es mayor que el costo (subjetiviamente estimada) de iniciar el pleito y asi con los otros elementos del modelo. En cualquier caso,  probablemente,  lo mas importante es el poder predictivo y explicativo, antes que el realismo de las hipotesis, pero aun asi no se objetivizan preferencias.

En cuanto a la observacion de Alberto me parece una idea interesante para explorar pero algunos modelos, como la subasta de Dworkin y otros, toman en cuenta la subjetividad pensando centralmente en la igualdad como el resultado de una subasta hipotetica o elecciones que las personas harian detras de velos de la ignorancia. Igual, creo, en la parte aplicada o quizas al comienzo mismo, hay una buena cantidad de asunciones sobre preferencias de las personas.”

Respuesta MK:

“Bueno, no quiero que se interprete esto como una condena del libro, ya dije que me parecía bueno. Pero tengo marcados algunos comentarios que les puedo pasar, para que tengamos una interesante discusión. Empiezo con uno:

P. 47: “Como he comentado antes, en muchos casos las soluciones eficientes requieren cambios en las reglas sobre la base de que los que ganan lo hacen en mayor medida de los que pierden, los que no necesariamente son compensados. En este sentido, por ejemplo, levantar una regla de prohibición de exportación de granos, para citar un clásico, es eficiente siempre que la ganancia de los consumidores a consecuencia del menor precio sea mayor que la pérdida de los productores locales perjudicados por la competencia y los menores precios. Estos pagos se hacen sobre la base de la voluntad de pago de las personas y la voluntad de pago de las personas no es una variable independiente de otras reglas legales que adjudican derechos. De ese modo no es muy claro que  se pueda conectar, tan fácilmente, la eficiencia con la utilidad”.

Una regla de prohibición de exportaciones de granos no puede ser nunca eficiente si prohíbe en forma compulsiva intercambios que de otra forma se hubieran realizado dadas las valoraciones subjetivas de las partes. Su levantamiento, por cierto, es eficiente, pero nada tiene que ver conque lo sea solamente en el caso en que las ganancias de los consumidores sean mayores que las pérdidas de los productores, ya que ése es un cálculo que nunca podemos hacer.

La voluntad de pago no es un dato relevante, ya que una cosa es tener voluntad y otra es efectivamente pagar. Lo que conocemos es el precio de intercambio, la voluntad de las partes nos es desconocida.

Esto se relaciona con un comentario anterior:

p. 34: “De modo que un estado distributivo X es Kaldor-Hicks preferido a otro anterior Z cuando en X los ganadores pueden hipotéticamente compensar a los perdedores de modo tal que continúen siendo ganadores, tal que la utilidad de los perdedores en X sea al menos igual a la posición que tenían en Z. El mismo Kaldor, uno de los proponentes del criterio, ofreció un ejemplo especialmente atractivo: la apertura comercial de maíz en la Inglaterra del siglo XIX fue eficiente puesto que la ganancia de los consumidores excedía la pérdida de los propietarios antes beneficiados con los mayores precios”.

¿Y cómo hizo ese cálculo? Además, las compensaciones “hipotéticas” sirven de poco. Si van a violar mi derecho quiero una compensación real, no hipotética, y la que yo acuerde con quien le “vendo” mi derecho, no que me lo viole.”

Respuesta ES:

“Martín,

Estoy de acuerdo que la prohibición misma es ineficiente, pero uso ese ejemplo, para mostrar como a veces violar la regla de la eficiencia de Pareto puede ser intuitivo y eficiente desde el punto de vista de KH. Es el ejemplo, de hecho, que empleo el mismo Kaldor para ilustrar este conocido principio.  En este caso, no me interesa que el ejemplo sea realista, sino que ilustre bien en que consiste la eficiencia potencial de Pareto.

Lo segundo, es simplemente la definición estándar de eficiencia potencial de Pareto, de la compensación hipotética o KH, cuyo atractivo moral (nada es perfecto, incluyendo la Escuela Austriaca, creo) cuestiono en mi libro, tal como surge del párrafo que transcribís, aun cuando eso no me lleva inmediatamente a restarle valor para todos los casos (tal ilustro mas abajo).

En cuanto a los otros temas, contesto en orden. (1) el cálculo se hace sobre la disposición a pagar. Cuando hay mercados el modo usual de hacerlo es por medio de la técnica del costo-beneficio, un método muy empleado para valorar políticas públicas en la actualidad, sobre todo en los países mas avanzados.  Hay un par de fallos de la Corte Suprema de USA que pide a las agencias que hagan  costo beneficio, salvo cuando el estatuto (la ley) lo prohíba. Hay varias técnicas para computar costos y beneficios en ausencia de mercados, aun cuando en muchos casos (no en todos) el método es o puede ser deficiente. Pero en la mayoría de los casos es mejor (o mucho mejor) que la intuición burocrática.

En derecho, además, hay muchas aplicaciones de este principio que son muy específicas y que merecen una discusión por separado. Por ejemplo, una regla de responsabilidad es preferible a otra si minimiza el costo social de los accidentes, lo que es igual (hablando en grueso) al costo de precaución, la probabilidad de ocurrencia de los accidentes multiplicado su valor esperado, el costo de administrar las reglas y el peso que estas tienen en el nivel de actividad sujetas a esas reglas de responsabilidad. Lo central es que no hay regla de responsabilidad neutra (algo que muchas veces olvidan algunos libertarios no empiristas) y puede tener sentido intentar bajar el costo de los accidentes, aun cuando algunas personas “pierdan” con la aplicación de esa regla. Por otra parte, una sociedad que emplea reglas eficientes es posible que compense “ex antes”, por mayor riqueza, a muchos miembros de la comunidad.

Lo que quise decir en este ultimo párrafo es algo muy serio: el derecho rara vez es neutral y hay perdedores, por tanto no queda otra que computar esas pedidas, pero también, desde luego, los beneficios y eso consiste KH, al final. Así se logran, de hecho, resultados sociales deseables como una cantidad X de polución a menores costos o frenar sobre pesca, etc., o tener menos muertes estadísticas en una actividad.

En cuanto a la necesidad de compensación, estoy seguro que no queres compensar todo cambio: no, por ejemplo, el costo que se sigue del cambio de una regla de responsabilidad en una actividad. Si soy un peatón inveterado me conviene siempre una regla de responsabilidad objetiva (porque es una forma de seguro contra cualquier accidente) a una regla de responsabilidad subjetiva o por negligencia (en cuyo caso solo soy compensado cuando el dañador fue negligente).   Eso simplemente no se puede hacer y el costo de compensar seria enorme e impracticable. Los derechos, en este sentido, pueden ser vistos como restricciones a KH, puesto que manda a compensar, pero eso no ocurre y no puede ocurrir para cualquier costo derivado del cambio de la regla social”.

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

 

El gasto “social” europeo: ¿es sostenible en el tiempo?

Por Pablo Guido. Publicado el 27/11/12 en http://chh.ufm.edu/blogchh/

Los datos oficiales muestran que para los 27 países miembros de la Unión Europea el gasto en protección social se lleva casi un 30% del PIB, en promedio. ¿Qué representan dichos gastos? El pago en pensiones, salud, vivienda, subsidios para grupos “desprotegidos”, etc. Si sumamos todos los gastos que realizan los gobiernos europeos llegaríamos a un promedio del 50% del PIB, aproximadamente. La pregunta que hace mucha gente es si este nivel de gastos es sostenible en el tiempo. Porque las dudas no sólo se encuentran en el futuro inmediato, sino fundamentalmente en el mediano y largo plazo. El punto es que los mayores gastos de los gobiernos hoy van a parar a las pensiones y los gastos de salud. Y, teniendo en cuenta que los principales “clientes” de dichos rubros son las personas de mayor edad, podemos predecir que dichos gastos tienden irremediablemente a subir. Excepto que las promesas de pago no se cumplan, es decir, que se les diga a la gente que lamentablemente van a tener que comenzar a ahorrar no sólo para su vejez sino también que tendrán que pagar gran parte de sus gastos de salud. Tarde o temprano esto va a suceder, ya que la carga tributaria y el nivel de endeudamiento no pueden subir al infinito para financiar este gasto creciente. La gran duda es si en el momento de la verdad, cuando los políticos les tengan que comunicar las malas nuevas a los votantes, cómo reaccionarán estos últimos. Claro que, como nos dice el Public Choice, los políticos tratarán de dilatar ese momento lo más que puedan: emitiendo dinero y cobrando el impuesto inflacionario, intentando gravar tributariamente a grupos minoritarios, endeudándose o realizando cambios marginales en los sistemas de pensiones (elevando la edad de retiro, por ejemplo) y de salud (estableciendo co-pagos en las prestaciones, por ejemplo).

La alternativa es generar un flujo de inversiones de tal magnitud que permita incrementar los niveles de productividad mucho más. De esta manera la recaudación tributaria crecería como consecuencia del aumento en la base tributaria. La duda es si con las restricciones actuales que existen hoy en Europa (altos impuestos, incertidumbre fiscal y monetaria, elevada deuda pública, amplias regulaciones en los mercados laborales) las inversiones fluirán en los montos necesarios en los próximos años.

Pablo Guido se graduó en la Maestría en Economía y Administración de Empresas en ESEADE. Es Doctor en Economía (Universidad Rey Juan Carlos-Madrid), profesor de Economía Superior (ESEADE) y profesor visitante de la Escuela de Negocios de la Universidad Francisco Marroquín (Guatemala). Investigador Fundación Nuevas Generaciones (Argentina). Director académico de la Fundación Progreso y Libertad.

 

La «democracia continua» y los límites del decisionismo

Por Enrique Edmundo Aguilar. Publicado el 28/11/12 en http://www.elimparcial.es/sociedad/la-democracia-continua-y-los-limites-del-decisionismo-114944.html

Entre lo mejor que he leído en los diarios del pasado fin de semana cabe mencionar el reportaje de la periodista Laura Di Marco, de La Nación, al prestigioso académico argentino Isidoro Cheresky quien en los últimos años se ha dedicado al estudio de las nuevas formas políticas y de expresión ciudadana.

En particular, me importa destacar dos tramos de la entrevista relativos a los cambios que se han venido operando en la política argentina, en algún grado semejantes a los producidos también en otras latitudes. El primero concierne al rol de los partidos políticos, los cuales, para Cheresky, ya no pueden definirse en función de los aparatos o estructuras tradicionales sino más bien apelando a la noción de “redes” o coaliciones que se generan en torno a liderazgos de gran popularidad.

En el segundo, quizá más revelador, Cheresky introduce el concepto de “democracia continua” a los fines de explicar el fenómeno de las movilizaciones y otras formas de protesta cívica que han dejado de ser una anormalidad para convertirse en un modo cotidiano de expresión de los ciudadanos. De ahí que los actos electorales ya no puedan ser considerados como una “cesión completa de la soberanía” por cuanto las “democracias continuas” suponen, precisamente, una forma permanente de pronunciamiento. De ahí también que estas democracias no se lleven bien con aquellos gobiernos que, como ocurre en la Argentina, actúan sin tener en cuenta el estado cambiante de la opinión pública y sobre la base de decisiones “poco argumentadas y poco deliberadas” que son parte de una práctica habitual y no tan sólo un recurso previsto para la emergencia.

Hasta qué punto la “democracia continua” contraría los presupuestos de la democracia representativa o puede verse, en su defecto, como un proyecto alternativo dentro aun de una misma tradición democrática es ciertamente tema de debate. Sin embargo, es un debate que vale la pena entablar y en el que voces como la de Cheresky tendrán sin duda mucho que aportar.

Enrique Edmundo Aguilar es Doctor en Ciencias Políticas. Decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Políticas y de la Comunicación de la UCA y Director, en esta misma casa de estudios, del Doctorado en Ciencias Políticas. Profesor titular de teoría política en UCA, UCEMA, Universidad Austral y FLACSO,  es profesor de ESEADE y miembro del consejo editorial y de referato de su revista RIIM.

 

Reflexión de domingo: “Lógica de Clases”

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 25/11/12 en http://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2012/11/25/reflexion-de-domingo-logica-de-clases/

Para todo x, si x es S, entonces x es P. Qué bello que era. Recuerdo esos días de juvenil despliegue de la razón donde descubría que Łukasiewicz había pasado a lógica de clases toda la silogística de Aristóteles. Impresionante.

Pero hay otra lógica de clases que nunca me convenció. Lógica que de lógica tiene poco; más bien es la dialéctica  hegeliana pasada por Marx, que más que coherencia, implica conflicto.
Ahora parece que es cuestión de representar, o defender, o ser, una clase media. Que si la manifestación del 13-9 fue de clase media, si está bien que así sea, si la clase media piensa en sus dolarcitos en Miami o es de gente trabajadora que quiere progresar.
No, mal planteado.
No se trata de clases: no las hay si por clase se entiende lo que entendía Marx. Hay, sí, tipos ideales weberianos, o clasificaciones de sectores sociales, muy elásticos, muy intuitivos, muy opinables, tan confusos como las nacionalidades y las razas.
 
No se trata de clases, se trata de personas. Se trata de personas y sus derechos ante cualquiera que quiera violarlos, esto es, se trata de cada persona humana, in concreto, sea quien fuere: es sujeto de derechos que no deben ser violados, y esa violación permanente es el verdadero conflicto, es la moderna esclavitud amada y defendida por las masas, que es la dependencia del estado.
Pero a veces, no siempre y tal vez las menos de las veces, las personas salen de la Matrix, del sueño, de la cabaña del Tío Tom, de 1984 o de cualquier otra analogía literaria que se quiera hacer. Cuando el gobierno le saca a un tercero para darnos a nosotros, no pasa nada, y es inmoral que no pase nada, pero eso es la masificación. Pero cuando nos saca directamente, ah, allí nos damos cuenta de la esclavitud.
No es cuestión, por ende, de ninguna clase. Es cuestión de quien no puede llegar a fin de mes porque suben los impuestos y la inflación. Es cuestión de quien quiere ahorrar para su familia y no puede. Es el problema de quien tiene que cerrar su empresa, grande, pequeña, marciana o venusina, porque no hay insumos que dependen de la importación. Es cuestión del que no encuentra trabajo porque esa empresa cerró. Es cuestión de quien quiere girar dólares a su familia en el exterior y no puede. Es cuestión de quien tiene dinero para salir del país pero no puede porque el gobierno le impide el cambio de divisas. Es cuestión de quien está esperando un medicamento que no llega. Es cuestión de quien piensa diferente del gobierno y le mandan a la AFIP. Es cuestión del que tiene que cerrar, del que tiene que mal vender, del que tiene que sufrir la humillación de que ladrones llamados funcionarios lo vigilen todo el día. Es cuestión de quienes son encarcelados por jueces adictos a las órdenes del poder ejecutivo. Es cuestión de las amenazas a la libertad de expresión con la excusa de la democratización de los medios. Es cuestión, por ende, de derechos violados. Vuelvo a decir: derechos violados. No importa si la víctima es rica, pobre o marciana. Lo que importa es que violar derechos es inmoral, y más cuando se hace desde el estado.
Y todo por lo de siempre: por creer que el estado puede superar la escasez y proveer de todo para todos. Claro, finalmente llega la inflación y entonces, para evitar la fuga de capitales, se cierra el comercio de divisas. No sólo es la banalidad del mal, es la lógica del mal. Y la falta de inversiones lleva a la pobreza, a depender inmoralmente de un plan trabajar, de la dádiva que convierte en esclavo sumiso, de la dádiva que algún día quebrará, pero que mientras tanto genera millones de esclavos sumergidos en el temor y la manipulación, mientras los hipócritas gobernantes llenan sus bolsillos de iniquidad.
Y es cuestión, también, del que tiene millones y tiene ganas de ir a Miami a tirarse panza arriba. Que no es mi situación ni lo sería aunque los tuviera. Pero, ¿saben qué? Tiene derecho. A ver si alguna vez lo entendemos. Tiene derecho. No, no será el premio nobel de la paz, no será la Madre Teresa pero tiene derecho. Cuarta vez: tiene derecho. Y violarlo es inmoral, definitivamente inmoral.

Gabriel J. Zanotti es Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA).  Es profesor full time de la Universidad Austral y en ESEADE es Es Profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.

 

Ludwig Von Mises y su planificación para la libertad.

Por Adrián Ravier. Publicado el 23/11/12 en http://www.economiaparatodos.com.ar/ver_nota.php?nota=4207

En junio de 2012 recibí una invitación de Fritz Thomas, Decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Francisco Marroquín, para viajar a Guatemala y dictar algunos cursos durante el segundo semestre de ese mismo año. Uno de estos cursos fue La Filosofía de Mises, sobre el cual tuve el desafío de preparar un programa que incluyera lo más esencial de su literatura.

 El programa naturalmente incluyó su tratado de economía, pero también trabajos metodológicos como Teoría e Historia, e incluso algunos capítulos de sus libros de filosofía política como Liberalismo o Burocracia. Dado que el curso era de grado, me pareció oportuno incluir un libro que quien escribe leyó a los veinte años, precisamente como mi primer acercamiento a la filosofía del autor. Pero al buscarlo entre las colecciones de Unión Editorial, este libro brillaba por su ausencia. Aquel libro -que hace tiempo robé de la biblioteca de mi padre- se titulaba Planificación para la Libertad.

Me pareció oportuno entonces proponer a Juan Pablo Marcos, Director de la mencionada editorial, la posibilidad de reeditar esta obra, publicada por primera vez en español en 1986 bajo el sello del Centro de Estudios para la Libertad y gracias al esfuerzo de Alberto Benegas Lynch padre. La extraordinaria eficacia de Juan Pablo, sumado a la voluntad y generosidad desinteresada de Alberto Benegas Lynch (h), permitió muy rápidamente conseguir los derechos del libro, y a poco más de un mes de aquella idea, mientras escribo estas líneas, el libro está siendo diagramado.

Fue tal el impacto que este libro generó en mi formación, que desde entonces nunca dejé de reflexionar sobre los procesos de mercado y las políticas económicas en los términos de la lógica misesiana. Y es que Mises hace fácil lo difícil. Cuando uno comprende la filosofía de este autor, su praxeología y los teoremas de la economía política, la complejidad de la acción humana, sus interrelaciones y el mundo social que éstas conforman, se simplifica. Planificación para la Libertad  no explica concretamente la filosofía del autor, ni su economía política en forma integral, pero abre las puertas que conducen a ella. Al menos, esa fue mi experiencia.

Aquí el lector encontrará una claridad conceptual única para tratar los temas más complejos de las políticas públicas como la inflación, el control de precios, las inversiones de capital, la seguridad social, el desempleo, así como las consecuencias del intervencionismo o aquellas del socialismo.

Pero esta claridad conceptual jamás habría sido posible sin el entendimiento teorético que el autor desarrolló en los trabajos previos.

Es por esta razón, que aquí me propongo describir sintéticamente el contexto biográfico de Mises, recorriendo su vida y su obra, pues sin ello, las líneas que el lector encuentre en Planificación para la Libretad no podrían comprenderse en su plenitud. Es mi intención que leída esta obra, el lector desee recorrer el camino más extenso que lo conduzca a absorber también la filosofía de una de las mentes más brillantes del siglo XX.

Mises en Viena

Ludwig von Mises nació el 29 de septiembre de 1881 en la ciudad de Lemberg, en el Imperio Austro-Húngaro, hoy conocida como Lvov, en Ucrania. Hijo de un ingeniero, se mudó a Viena siendo un niño.

Desde joven se interesó por la historia y la política, hasta que en 1903 leyó los Principios de Economía Política de Carl Menger, y decidió volcar su atención a esta ciencia. Se doctoró en derecho en 1906 y hasta 1914 participó del seminario privado de Eugen von Böhm Bawerk, donde surgieron otras figuras como el prestigioso Joseph Schumpeter.

En 1912, hace precisamente cien años, Mises publica su primer gran trabajo, La teoría del dinero y del crédito, un tratado de teoría monetaria en el que elabora sus primeras contribuciones a la ciencia económica (resumidas en el capítulo 13 de este ejemplar).

Al año siguiente Mises comienza a ejercer la docencia en la Universidad de Viena, actividad que debe interrumpir para participar de la Primera Guerra Mundial como oficial de la artillería y asesor económico del Departamento de Guerra.

Terminada la guerra, Mises retorna a la academia, pero siempre con un pie en el mundo real. Habiendo sido testigo de la disolución del Imperio Austro-Húngaro, en 1919 escribe Nación, Economía y Estado, donde muestra su entendimiento de la historia y la política europea de los primeros años del siglo XX, y donde empieza a manifestar sus preocupaciones en torno al avance del socialismo.

Por entonces impulsa también el Instituto Austriaco de Coyuntura Económica, colocando a Friedrich Hayek al frente del mismo, quien más tarde tendría la responsabilidad de expandir estas ideas hacia Estados Unidos e Inglaterra.

En 1920 abre su propio seminario privado en el despacho oficial de la Cámara de Comercio de Viena, desde donde influye en la política económica de su país, como bien relata Richard Ebeling en los hoy conocidos “Lost Papers” o “Papeles perdidos” de Mises. En este seminario participaron figuras centrales de la historia del pensamiento económico del siglo XX, como el mencionado Hayek, Fritz Machlup, Gottfried von Haberler, Oskar Morgenstern, Paul Rosenstein Rodán, Félix Kaufman, Alfred Schutz, Richard von Strigl, Karl Menger (hijo matemático del fundador de la Escuela Austriaca), Lionel Robbins y Albert Hart, entre otros.

Si bien no duraría demasiado, Mises lograba entonces retornar al ambiente cultural de la Viena del Siglo XIX, interrumpida por la Primera Guerra Mundial. En 1920 escribe un artículo donde desarrolla otra de sus grandes contribuciones, ahora en torno al socialismo o la “socialización” de los medios de producción. En pocas palabras, Mises explicaba que en ausencia de derechos de propiedad sobre los medios de producción, no habrá mercados para esos medios de producción. Si no tenemos mercados para esos medios de producción, no tendremos precios monetarios. Si no tenemos precios monetarios, es imposible el cálculo económico. Si no hay cálculo económico, el sistema socialista está condenado al fracaso dado que los precios relativos no podrán reflejar la escasez o abundancia relativa de los bienes de capital y entonces las decisiones de inversión dejarán de ser racionales. La tesis fue ampliada dos años más tarde en un libro clásico de Mises que justamente se titula El Socialismo.

Mises, sin embargo, no era un anarquista. En su sistema capitalista, había un lugar fundamental para el Estado, entendido como “Estado de Derecho”. Y esto se ve claramente en su libro de 1927 titulado Liberalismo, definido este concepto como el primer movimiento político que quiso promover, no el bienestar de grupos específicos, sino el bienestar general. Para Mises la función del Estado no es la de un Ingeniero que lo planifica todo, sino la de un Jardinero que crea el ambiente adecuado para que florezcan los órdenes espontáneos. Ese marco institucional de respeto por la propiedad privada, es un rol que el Estado no puede delegar. Bajo este Estado de Derecho, dice Mises, surge la cooperación entre los individuos y los pueblos, siendo la iniciativa individual y la sociedad civil la protagonista del desarrollo económico.

Mises, sin embargo, no era ingenuo. Sabía también que la existencia del mismo Estado, crearía incentivos en los empresarios para buscar privilegios y rentas (rent-seeking), pero entendía que la única forma de luchar contra esa amenaza, era a través de las reglas constitucionales, la división de poderes, el federalismo y hasta el derecho de secesión, entre otras herramientas desarrolladas bajo la larga tradición de liberalismo clásico que incluye una larga lista de autores y literatura. Sin ánimo de ser exhaustivo, esta literatura incluye los trabajos de John Locke (Segundo Ensayo sobre el Gobierno Civil), Algernon Sidney (Los discursos acerca del gobierno), Charles Louis de Secondat, Barón de Montesquieu (Del espíritu de las leyes), David Hume (Ensayos Políticos), Alexander Hamilton, James Madison y John Jay (El Federalista), los papeles Anti Federalistas, Thomas Jefferson (Borrador y Reforma de la Constitución del Estado de Virginia), Thomas Paine (Sentido Común), William von Humboldt (Los derechos del hombre), Benjamin Constant (Ideas para un ensayo de determinación de los límites que circunscriben la acción del estado), Benjamín Constant (De la libertad de los antiguos comparada con la de los modernos), Alexis de Tocqueville (La democracia en América), Frédéric Bastiat (La ley) y John Stuart Mill (Sobre la libertad).

Al respecto, publicó una serie de libros, desde la Crítica del intervencionismo en 1929, hasta Burocracia y Gobierno Omnipotente en 1944, trabajos que pueden entenderse hoy como la continuación de la mencionada tradición política del liberalismo clásico y también como el origen del Public Choice o Escuela de la Elección Pública, que precisamente profundiza hoy sobre distintos modos de controlar al Leviatán.

Mises en Ginebra

Los quince años que unen a estos últimos tres trabajos, sin embargo, no pasaron sin sobresaltos en la vida de Mises. En 1934 se ve obligado a abandonar la ciudad de Viena, interrumpir el seminario privado que venía dictando desde 1920, para trasladarse a Ginebra, Suiza, y así huir de los Nazis. Consigue un cargo de catedrático en el Instituto de Relaciones Internacionales de Ginebra, y entonces, por primera vez en su vida, logra trabajar exclusivamente para la academia.

Esto le permite iniciar el trabajo que concluirá con su obra monumental, la primera redacción de un tratado completo de economía, sistematizando todo su pensamiento teórico y atendiendo a lo que en 1933 había llamado los Problemas epistemológicos de la economía. En 1940 publica su trabajo de 756 páginas bajo el título Nationalökonomie: Theorie des Handelns und Wirtschaftens [Economía: Teoría de la acción y del cambio] el que recibe escasísima atención, dado el comienzo –un año antes- de la Segunda Guerra Mundial.

Con casi 60 años, y sólo después de estar seis años en Ginebra, Mises debe abandonar la ciudad para salvar su vida, emprendiendo un viaje hacia Estados Unidos para volver a empezar de cero.

Mises en Estados Unidos

La situación no era nada fácil para un autor tan revolucionario como Mises. Metodológicamente, Mises defendía el apriorismo y criticaba el positivismo, por entonces de moda.  En economía, Mises se había mostrado opuesto al intervencionismo y la revolución keynesiana que crecía rápidamente desde la publicación de la Teoría General en 1936. En filosofía política, Mises era un liberal, y criticaba abiertamente el socialismo en todos sus formas.

Es recién en 1945 que Mises consigue un cargo de Profesor en la Universidad de Nueva York, obteniendo un año más tarde la ciudadanía americana. En 1947 se suma al proyecto de Hayek de impulsar la Mont Pelerin Society, que reunía académicos de Chicago y Viena indistintamente, además del filósofo Karl Popper, entre muchas figuras de renombre internacional.

En 1948 vuelve a abrir un seminario privado, el que se extenderá hasta 1969, y con nuevos alumnos, como Murray Rothbard, Hans Sennholz, Israel Kirzner, George Reisman y Louis Spadaro.

Finalmente, en 1949 publica su tratado de economía La Acción Humana, partiendo de aquel trabajo ignorado de 1940. El éxito de este libro fue rotundo, considerando las sucesivas ediciones. Algunos analistas sostienen que sin él, no habría una Escuela Austriaca Moderna. Las traducciones al alemán, español, italiano, chino, taiwanés, francés, coreano, portugués y japonés demuestran el alcance de la obra.

Mises, sin embargo, no abandonó la academia luego de este logro. Siguió trabajando en su programa de investigación y nos regaló otros escritos, ahora sobre cuestiones metodológicas quizás no cubiertas en su tratado de economía. En 1958 publicó Teoría e Historia, donde retoma el debate entre Menger y el historicismo de Gustav Schmöller, y establece claros límites a la tarea del historiador. Y sólo cuatro años después, insistió con El fundamento último de la ciencia económica.

Habrá que recordar también su paso por Buenos Aires, no porque quien escribe sea natural de esa ciudad, sino porque en 1959 ofreció seis conferencias de política económica, que desde mi punto de vista, son una extensión a este libro, en lo que concierne a la persuasión.

Mises falleció en 1973 dejando 22 libros publicados, centenares de artículos, numerosas contribuciones y un gran número de destacados alumnos y seguidores. Muchos pensamos que fue injusto el que no haya recibido el Premio Nobel de Economía. Pero sí debemos recordar la mención de la American Economic Association en su publicación oficial, The American Economic Review, en sepiembre de 1969. Allí se explica que el “importante flujo de publicaciones comenzó en 1902” y que a sus 88 años, en 1969, seguía enseñando. “Sus obras abarcan desde historia económica e historia del pensamiento hasta metodología y filosofía política, con especial énfasis sobre teoría monetaria, finanzas internacionales, fluctuaciones cíclicas, teorías de los precios y de los salarios, organización industrial y sistemas económicos.

Sería imposible enumerar las ideas que Mises ha concebido y difundido durante años, pero sí pueden mencionarse algunas de las más fructíferas: en teoría monetaria, la aplicación de la teoría de la utilidad marginal a la explicación sobre la demanda de dinero; en la teoría de los ciclos económicos, ciertas enmiendas a la teoría wickselliana del proceso acumulativo y la demostración de que una política monetaria que estabilizara ciertos índice de precios no estabilizaría al mismo tiempo la actividad empresaria; en la teoría de la planificación económica socialista, el descubrimiento de que es imposible realizar el tipo de cálculo económico necesario para una eficiente asignación de recursos sin un sistema de precios de mercado competitivo. Los recientes movimientos hacia una planificación descentralizada producidos en varias economías de tipo soviético demuestran que la historia confirma la veracidad de las conclusiones a que arribó Mises hace casi cincuenta años.”

Planificación para la Libertad

Lo dicho en las secciones previas, permitirá al lector conocer el contexto en el cual Mises publica Planificación para la Libertad, el que fue editado originalmente en 1952, apenas tres años después de la publicación de su tratado de economía. Incluía –en esa primera edición- unos 12 ensayos y conferencias, seleccionados y escritos por el propio Mises. El índice muestra entre paréntesis el año en que cada uno de ellos fue escrito.

Diez años más tarde, en 1962, se publicó la segunda edición, incluyendo el capítulo 7 titulado “Salarios, desocupación e inflación”.

Mises falleció el 10 de octubre de 1973, lo que motivó una tercera edición “conmemorativa” del libro, apenas un año más tarde. En esta reedición se incluyeron algunos agregados: “Salutación a von Mises”, por el Dr. Henry Hazlitt; “El seminario privado de Mises”, por el profesor Gottfried von Haberler; “Cómo Mises me hizo cambiar de opinión”, por el Dr. Albert Hunold; “Homenaje a un filósofo” y “Ludwig von Mises – Mención para un miembro distinguido”.

Una cuarta edición en inglés y ampliada apareció en 1980, pero ya el subtítulo había cambiado: Planificación para la Libertad “y otros ensayos”.

La primera edición en español de 1986 se basó precisamente en la versión de 1980, pero agregando además “Lo esencial de Mises”, por Murray Rothbard. En el prólogo de Alberto Benegas Lynch padre a dicha edición explica que la traducción y publicación se hicieron posibles por el apoyo financiero del Center for International Private Enterprise (CIPE), de Washington, comprometiéndose los editores a entregar los primeros 2000 ejemplares a jóvenes estudiantes que siguieran los cursos sobre los “fundamentos de la Libertad”, patrocinados por el CIPE y dirigidos por el contador Eduardo Marty.

Liberty Fund, sin embargo, reeditó el libro en inglés en 2008, retornando a la segunda edición ampliada y seleccionando sólo aquellos ensayos y conferencias escritas por el propio Mises. Esta reedición incluso separó los ensayos en cuatro partes y los reorganizó.

La reedición en español que el lector tiene en sus manos se basa precisamente en esta cuarta edición ampliada de 2008, donde reorganizamos los capítulos y donde incluimos esta introducción y un extenso estudio preliminar de Alberto Benegas Lynch (h).

Volviendo al contenido, Planificación para la Libertad se trata fundamentalmente de ensayos y conferencias que el autor ofreció en distintos lugares y contextos, pero siempre con una llamativa calidad de persuasión, con textos “informales”, de lectura amena, donde las ideas fluyen sin las “estructuras” y “rigideces” de las publicaciones científicas.

Brevemente, Mises transmite en este libro una idea que aun hoy es necesario recordar a los economistas. El debate no es acerca de si debe o no haber planificación en la economía. El debate es si dicha planificación deben llevarla adelante los empresarios, de manera descentralizada, o el Estado, de forma centralizada.

Aceptada la idea de que el socialismo es imposible –tesis resumida más arriba-, sólo nos queda la propiedad privada de los medios de producción. Sin embargo, dentro de este sistema capitalista, es necesario distinguir entre el capitalismo puro y el capitalismo intervenido, entre el laissez faire y el mercantilismo. En ambos existe propiedad privada, pero mientras en el primero hay lugar para la competencia privada entre empresarios, en el segundo la competencia sólo se concentra en la política, o en la idea de obtener una serie de privilegios de parte del Estado para evitar justamente la competencia aludida previamente. Mientras en el primero reina la soberanía del consumidor, en el segundo predomina el favoritismo, las regulaciones y los subsidios. Mientras en el primero los precios monetarios y libres habilitan al empresario a realizar el cálculo económico que le permite advertir los desequilibrios de mercado, en el segundo predominan los controles de precios con su consecuente distorsión de los precios relativos, y entonces no pueden tomarse decisiones racionales de inversión.

Mientras en el primero las ganancias y las pérdidas (capítulo 17) informan al empresario acerca del resultado de sus inversiones, en el segundo los pseudo-empresarios se mueven en la oscuridad, derrochando los recursos escasos que la economía enseña se deben racionalizar para satisfacer de la mejor manera posible las necesidades del consumidor.

Mises concluye que el intervencionismo keynesiano, también conocido como la tercera vía requiere a cada paso de una mayor dosis de regulaciones, controles, privilegios y subsidios, señalando que las políticas intermedias a menudo conducen al socialismo (capítulo 4).

Presentado de este modo, la crisis del mundo capitalista en 2008 y 2009 no es la crisis del capitalismo puro que presenta Mises en su obra, sino la crisis del capitalismo intervenido, cuyas raíces encontramos en el mercantilismo. Lo que el mundo necesita entonces para dejar atrás los ciclos económicos no es un mayor control del estado sobre la economía, sino un mayor espacio al mercado y al laissez faire. No necesitamos más estado, sino menos. En este libro queda clara la tesis de Mises de que el Estado –a pesar de sus buenas intenciones- siempre alcanza los resultados opuestos que se proponía alcanzar. Por un lado, por un problema de conocimiento, en el sentido que el gobierno no puede hacerse de la información necesaria para saber qué bienes y servicios debe producir, en qué cantidades y calidad. Corresponde a Hayek el mérito de haber extendido esta contribución de Mises al señalar que el Estado no puede hacerse de este conocimiento, porque la información que guía la función empresarial se encuentra dispersa en la mente de cada individuo, y además porque sólo puede crearse en una economía de mercado, a través de las interrelaciones de los individuos y los precios que surgen de ellas.

Pero además, aun asumiendo que pueda hacerse de este conocimiento, debemos considerar el problema de los incentivos. Corresponde a James Buchanan el haber extendido la tesis de Mises de que el gobierno no está compuesto por ángeles, sino por individuos que seguramente intentarán maximizar su situación individual o la de aquellos a quienes representan. De esta manera, quizás existen ciertas fallas de mercado, pero no debiéramos olvidar los fallos de la política.

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

 

Anarquismo y Policia

Por Nicolás Cachanosky. Publicado el 26/11/12 en http://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2012/11/26/anarquismo-y-policia/

Hace unos días, bueno, en verdad hace ya unas pocas semanas, Ed Stringham estuvo de visita en Suffolk University y dió una charla muy interesante sobre provisión privada de seguridad. En San Francisco, tras el descubrimiento de yacimientos de oro el caudal migratorio creció significativamente. En los hechos, el gobierno era incapaz de ofrecer seguridad y proveedores privados fueron los encargados de ofrecer estos servicios. Hoy día estos servicios siguen funcionando y son conocidos como la San Francisco Patrol Special Police. Hoy día comerciantes de San Francisco siguen eligiendo contratar estos servicios para mejorar la seguridad ofrecida a sus clientes. Otros ejemplos que surgieron son la existencia de seguridad privada en shoppings y en universidades, por ejemplo la numerosa fuerza policial de Duke University. Este análisis, sin embargo, me sigue pareciendo incompleto.

El tema de seguridad privada es muy interesante, y nadie niega que no pueda, ni deba existir. Los proveedores privados de seguridad no son nuevos. Pero enfocarse en la seguridad privada, que ningún liberal clásico niega, no lidia con el problema de diferenciar seguridad pública de seguridad privada. No en el sentido de proveedor estatal versus proveedor privado, sino en cuanto al fin.

El oficial de seguridad privada trabaja para su cliente. Su rol es proteger, por ejemplo, su propiedad privada. El policía, en cambio, no trabaja para nadie en particular. Su rol es proteger la institución de propiedad privada. Cualquier individuo es libre de la defensa propia, y por lo tanto también es libre de terciarizar ese derecho a un proveedor de seguridad privada. Pero la existencia de seguridad privada, con o sin presencia efectiva de un estado, no es sustituto de la seguridad pública. Al menos, al preguntar y leer papers sobre anarco-capitalismo no termino de ver una clara diferencia. Por ejemplo, un restaurant adherido al San Francisco Patrol Special Police puede contactarse y pedir que un oficial se presente para “remover” a un cliente que moleta a los otros comensales, aunque no este cometiendo ninguna ilegalidad. El comercio se reserva el derecho de admisión. Pero difícilmente un policía se haga cargo de tal problema. ¿Diríamos por esto que la policía es ineficiente? ¿O diríamos que este es un ejemplo que va más allá del rol (mínimo) de la seguridad pública y cae en el ámbito de la seguridad privada? Después de todo, que haya seguridad pública no quiere decir que debe proteger ante todo. Si una persona x desea un servicio más personalizado es libre de contratarlo a su propia expensas y no a través de impuestos cobrados a terceros. ¿No debe, entonces, haber un límite a lo que la seguridad pública debe hacer?

Creo que este problema requiere más trabajo del que parece a primera vista.

Nicolás Cachanosky es Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE), y Doctorando en Economía, (Suffolk University). Es profesor universitario.

 

Por qué llegamos a esta locura institucional

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 24/11/12 en http://www.economiaparatodos.com.ar/ver_nota.php?nota=4214

En el mismo momento que aceptamos que se violara el orden institucional para «salvarnos» de la crisis, se sabía que podíamos llegar a esta situación.

 Ante la pregunta: ¿puede el gobierno llegar a tomar determinada medida?, invariablemente mi respuesta es: el gobierno puede llegar a tomar cualquier medida por más insólita que pueda parecer. Dicho en otras palabras, la única regla clara que hoy prevalece en Argentina es que el gobierno está dispuesto a tomar cualquier medida que se le pase por la cabeza, aún las más reñidas contra el estado de derecho.

El párrafo anterior no es una novedad, ni tampoco el hecho de que mucha gente se pregunte cómo pudimos llegar a este punto de avasallamiento de las instituciones y las libertades individuales.

 Pregunta: ¿por qué llegamos a este estado de cosas? Mi respuesta es que todos sabíamos que podíamos llegar a este estado de cosas desde el mismo momento en que se aceptó que el kirchnerismo violara las normas más elementales en nombre de la superación de la crisis.

 Es cierto que el 2001/2002 fueron años traumáticos, pero eso no justificaba aceptar que en ese momento Néstor Kirchner comenzara a arrasar con el sistema institucional.

 Voy a dar un par de ejemplos. Sin emitir opinión sobre varios de los miembros de la anterior Corte Suprema de Justicia, fue una verdadera barbaridad que se destituyera a algunos de sus miembros por las sentencias que oportunamente emitieron desde el alto tribunal.

Segundo ejemplo, cuando el Congreso anuló las leyes de obediencia debida y punto final sabía que estaba violando el orden jurídico porque las leyes se sancionan o se derogan, pero no se anulan como si nunca hubiesen existido.

 ¿Qué quiero demostrar con los ejemplos anteriores? Que en el mismo momento en que se aceptó traspasar ciertos límites para satisfacer la  construcción de poder del naciente kirchnerismo, se estaban sentado las bases para que hoy nos agarremos la cabeza y digamos: ¡cómo pudimos llegar a este punto! Y la verdad es que llegamos a este punto porque se justificó y toleró la ausencia del estado de derecho para “salvar” al país de la crisis y permitirle a un presidente, que había llegado con escasos votos al poder, tener cierto grado de “gobernabilidad”. La necesidad de “gobernabilidad” justificaba violar derechos elementales, pero ahora quedó a la vista que esa “gobernabilidad” se transformó en una amenaza para las libertades individuales.

Sería largo hacer un listado de empresarios, políticos, sindicalistas, periodistas y hasta gente común que miraron para el costado o fueron socios en esa violación de los derechos individuales y que hoy miran con espanto el monstruo político que construyeron. Esos mismos que hoy miran con terror el 7D fueron socios del poder. Por eso, muchos empresarios deberían pensar si es tan buen negocio construir su crecimiento en base a gobiernos sin límites o es más negocio defender la existencia de un gobierno limitado y competir por el favor del consumidor. ¿Cuánto vale una empresa cuyo patrimonio depende de los caprichos del “salvador”? No vale nada. Por el contrario, vale mucho más una empresa que creció ganándose el favor del consumidor porque sus bases son sólidas. No dependen del humor del gobernante de turno o del burócrata que aprieta, ordena y amenaza para que se cumplan sus disparatadas órdenes.

El párrafo anterior está dedicado, particularmente, a aquellos empresarios que creen que hacer negocios ganándose el favor del funcionario de turno es la mejor forma de crecer. Mucho se habla hoy en día de la responsabilidad social empresarial. Mi visión es que la principal responsabilidad empresarial es contribuir y defender la existencia de un gobierno limitado y las leyes del mercado. En primer lugar porque es moralmente superior a la compra de privilegios que se trafican en una economía intervenida y estatizada y, en segundo lugar, porque hoy tenemos a la vista cómo los acuerdos con el poder pueden transformarse en el peor negocio de la vida de una empresa y, en tercer lugar, porque si piensan en el largo plazo, el país se torna inviable y sus empresas tienden a tener un valor cercano a cero.

Llegamos a este punto porque la avaricia del empresario que veía crecer sus ventas gracias a la fiesta de consumo solo miraba la caja de corto plazo. Porque la gente se encandiló con esa misma fiesta de consumo. Porque los dirigentes sindicales, hoy traicionados por el mismo socio que tenían un tiempo atrás, fueron comprados con privilegios que no les correspondían en justicia. Porque muchos periodistas fueron contemplativos con un sistema que claramente avanzaba sobre los derechos individuales. Claro, ahora gritan porque ven que también van por ellos, pero en su momento, fueron demasiados tibios con los atropellos institucionales que se cometían. Y, por supuesto, ni que hablar de buena parte de la dirigencia política que aceptó y toleró que el kirchnerismo fuera destruyendo una institución detrás de otra.

Los párrafos anteriores pueden ser tomados como un pase de cuentas, pero en rigor es solo un intento por explicar por qué llegamos a este precipicio institucional que nos lleva al borde de la dictadura, donde ya no discutimos si nos gusta o no determinada política cambiaria, sino que estamos viendo que lo que corre riesgo son las mismas libertades individuales.

 Pruebas al canto. La semana pasada el ministro De Vido dijo que la constitución había que reformarla porque la presidente “es  la única garante para que este proceso continúe”. ¿Qué dice en el fondo De Vido? Que el país depende de un salvador providencial, en este caso Cristina Fernández, y no de la calidad de sus instituciones. ¿Qué diferencia puede haber entre un Mussolini, un Franco o un Hitler que eran los únicos salvadores de la patria? Es el mismo principio de organización política por más que pretendan negarlo. Para ellos no son las normas, códigos, leyes, costumbres y reglas las que construyen un país, sino una persona “iluminada” y “superior” al resto de los argentinos que tiene que guiarnos en nuestra ignorancia con mano férrea y todo el poder. Y ya sabemos cómo terminan los países que se construyen sobre iluminados providenciales que concentran todo el poder.

Llegamos a este punto de locura institucional porque buena parte de la sociedad aceptó cambiar la calidad institucional por espejitos de colores: una protección, un subsidio, una fiesta de consumo artificial, un privilegio, etc.

 En definitiva, llegamos a este punto desde el mismo momento en que se aceptó que se violara el orden institucional para que nos “salvaran” de la crisis.

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA)y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.