El modelo se quedó sin financiamiento

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 28/4/13 en http://www.lanacion.com.ar/1576829-el-modelo-se-quedo-sin-financiamiento

 Algunos de mis colegas economistas consideran que el modelo ya dio todo lo que tenía que dar y que ahora necesita ser revisado. Tengo una visión diferente. El problema del llamado «modelo» es que siempre fue inconsistente, pero pudo sobrevivir durante bastante tiempo gracias a que tuvo financiamiento para cubrir las inconsistencias. El drama actual es que ya no tiene mucho margen de financiamiento de sus inconsistencias. Es decir, el modelo estaba destinado de entrada al fracaso, pero pudo sobrevivir por diferentes circunstancias que ya no se dan.

¿Por qué el modelo siempre fue inconsistente? Porque partió de la base de que primero se puede consumir y luego producir. Para poder consumir cada vez más, hay que producir cada vez más. Y para eso hay que aumentar la productividad vía inversión.

Si bien hubo mecanismos de financiamiento del populismo, como el viento de cola que fueron la soja y el crecimiento del mundo, la primera ya no alcanza y el segundo desapareció. ¿Cómo se financió el aumento del consumo durante todos estos años? Básicamente consumiéndose el stock de capital. Se consumieron nuestros ahorros en las AFJP, el stock ganadero, el sistema energético, la infraestructura del país (rutas y transporte público destruidos), una presión impositiva descomunal y ahora con la maquinita de emitir billetes, dejando con patrimonio neto negativo al BCRA.

Ahora bien, obviamente que estos mecanismos para financiar la fiesta de consumo artificial tuvieron un costo. Uno es la crisis energética que han generado. Basta con ver los datos de importación de combustibles de marzo y del primer trimestre de este año para advertir el serio problema que han generado en este rubro. En marzo de este año las importaciones de combustibles aumentaron 65% en comparación con marzo de 2012. Si tomamos el primer trimestre de este año, las importaciones de combustibles subieron 57% con relación al mismo período de 2012.

El retraso del tipo de cambio real también les juega en contra. El saldo de balance comercial del primer trimestre de este año es prácticamente la mitad del saldo de balance comercial del año pasado, y eso que se cerraron las importaciones. Caso contrario, ya estarían con saldo negativo en este rubro o muy cerca, por la sencilla razón de que la caída del tipo de cambio real estimula las importaciones y desestimula las exportaciones.

Seguramente que la gran brecha cambiaria entre el dólar oficial y el paralelo debe estar generando sobrefacturación de importaciones y subfacturación de exportaciones, pero de todas formas al Central le será cada vez más difícil recuperar las reservas que viene perdiendo a pasos acelerados. Al 15 de abril, siendo optimistas, las reservas del BCRA representaban sólo 29% del total del activo de la entidad.

Si uno mira la recaudación impositiva, en el primer trimestre creció 25,8%, es decir, empató con la inflación en el mejor de los casos. Pero dos impuestos que reflejan la actividad interna como son el IVA DGI y el impuesto al cheque subieron 26 y 24%, reflejando el estancamiento con inflación que atraviesa la economía argentina. Por su parte, los derechos de exportación, que eran la vaca lechera del gobierno nacional, cayeron 32% en el primer trimestre respecto de ese período de 2012.

La desaceleración de la economía se observa hasta en los datos del Indec, que informa un aumento de las ventas de los supermercados en pesos corrientes de 21,2% en febrero de este año en términos interanuales, lo que significa una caída en términos reales.

Por último, la demanda laboral en la ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires se ubicó 9% por debajo de abril de 2002, que fue el peor mes del año de la crisis, de acuerdo con datos de la Universidad Torcuato Di Tella.

Con el tipo de cambio deteriorado hasta niveles que ya son equiparables a los de la convertibilidad en pesos constantes, el sector externo no le dará dinamismo a la actividad económica. Salvo la soja y algún producto en particular, exportar con estos costos en dólares es todo un desafío.

El consumo no va a tener el impulso de otros años porque ya no queda margen para financiar la fiesta artificial. Es más, con la baja demanda laboral que hay hoy, mi impresión es que en cualquier momento pueden comenzar los problemas de desocupación.

Y aquí llegamos al punto crucial. Las inversiones que podrían sentar las bases del crecimiento de largo plazo, crear más empleo y mejores salarios reales brillan por su ausencia. Las arbitrariedades que implementa Moreno en representación del Gobierno (no haría lo que hace sin el visto bueno de la Presidenta) ya son suficiente argumento para no invertir en la Argentina. Para colmo, luego le agregaron el cepo cambiario por el cual nadie va a invertir para después no poder girar sus utilidades y dividendos. Y como frutilla del postre, ahora tenemos un avance sobre la Justicia en el que los derechos de propiedad quedan totalmente sometidos al capricho del gobierno de turno.

Así que volvemos al punto de siempre: no hay posibilidad de crecimiento de largo plazo sin calidad institucional. Sin ella no habrá inversiones ni más puestos de trabajo ni mejores salarios. Y calidad institucional es justamente lo que tenemos cada vez menos.

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA)y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

 

El sorprendente auge del Bitcoin

Por Carlos Alberto Salguero.

El Bitcoin, una novedosa aparición, ha alcanzado protagonismo en los acontecimientos recientes. Abordar el tema requiere de un enfoque en dos planos complementarios: una mirada introductoria o global, para el público en general, y un agudo análisis de los elementos que describen el fenómeno. Los medios más Importantes del mundo han publicado artículos acerca de su contenido en las últimas semanas.

Se trata de una divisa digital creada a partir del paper publicado por el ignoto japonés Satoshi Nakamoto –El autor, mediante seudónimo, se ha encargado de eliminar cualquier rastro que pueda conducir a su verdadera identidad-, en el año 2009, siguiendo un protocolo de complejos algoritmos matemáticos integrados en el software. El trabajo asegura haber encontrado la forma de introducir, en la red, una moneda virtual, universal, sin banco central y con garantía de anonimato.

Este sistema consiste en una red peer-to-peer, o red entre iguales, apto para pagos o envíos de dinero electrónico basados en prueba criptográfica, lo que permite a las partes negociar directamente entre sí, sin la necesidad de un intermediario financiero.

Para evitar que un mismo Bitcoin sea gastado más de una vez, por la misma persona, la red  utiliza un servidor de tiempo distribuido que identifica y ordena secuencialmente las transacciones, e impide su modificación. Todo esto se logra por medio de pruebas de trabajo encadenadas, las cuales se muestran mediante la sucesión de confirmaciones, que vienen a representar el proceso de clearing. Quizás, se encuentre aquí la mayor ventaja, la de haber resuelto el problema del doble gasto en un sistema descentralizado.  

Cualquier persona puede examinar las cadenas de bloques de registro, en el momento que lo desee, para informarse acerca de alguna transacción que se haya realizado desde su fecha de lanzamiento. Asimismo, puede tomar conocimiento de las nuevas transacciones que se van agregando a la cadena en tiempo real. El mencionado procedimiento confiere seguridad, en este aspecto.

En síntesis, puede decirse que el dinero virtual funciona como un libro mayor descentralizado, en el cual los saldos no están ligados a los usuarios sino a las direcciones públicas que ellos controlan (la ironía, sin embargo, es creer que las tarjetas de prepago o teléfonos inteligentes son anónimos). La naturaleza P2P de la red, deja fuera de alcance al establecimiento de un control centralizado. De este modo, se impide un aumento arbitrario de la cantidad de unidades monetarias y cualquier otro tipo de manipulación por parte de bancos centrales nacionales.

Actualmente, las estrategias para la “extracción minera” (en alusión a producción extractiva de metales preciosos) o generación de la moneda digital, debido a los incrementos en la dificultad para obtenerlos por medio de la minería, no se encuentran disponibles para el usuario de CPUs estándar. Esta alternativa, adecuada en los primeros meses de funcionamiento, ha dado lugar a las FPGAs y ASICs (Matriz de puertas programables por campo y Circuito integrado de aplicación específica, respectivamente) para extraer dinero electrónico de manera más eficiente. Su cantidad, se ajusta automáticamente por la red para que las unidades monetarias sean creadas a un rango predecible y limitado.

La cantidad de Bitcoins creada, por lote, nunca será mayor a 50 y el número de unidades de esos lotes está programado para disminuir con el paso del tiempo. El comportamiento de generación de unidades monetarias describe, entonces, una función positiva pero decreciente que tiende a cero a medida que el número de unidades monetarias se acerca a 21 millones. A la fecha, 23 de abril, más de la mitad de la oferta total ha sido generada, ya existen 11.070.000 Bitcoins. En 2017, en tanto, se habrán generado las 3/4 de la emisión total, predeterminada.

Por su lado, los usuarios mediante el uso del software “cliente Bitcoin”, instalado gratuitamente en sus computadoras y/o teléfonos celulares, transmiten cada transacción a los nodos cercanos que, a su vez, las propagan a toda la red. Por el momento, la mayoría de las transacciones pueden realizarse en forma gratuita pero, en el futuro, los “mineros” se verán persuadidos a mantener los nodos generadores mediante cobros por comisiones en concepto de transacciones realizadas, sobre todo, porque disminuirá, necesariamente, la generación de unidades monetarias con la denominación indicada.

Unidades de Bitcoin, o sus equivalentes fraccionarios conocidos como satoshis, pueden ser comprados y vendidos a cambio de moneda tradicional en diversas casas de cambio y, también, se pueden transferir directamente a través de Internet de un usuario a otro. Esto hace que una moneda de este tipo sea potencialmente atractiva para liquidar transacciones internacionales, prescindiendo de tasas  de cambio entre diferentes tipos de dinero.

Hoy en día, la economía Bitcoin es aún pequeña y se encuentra en su fase experimental. Sin embargo, el intercambio de todo tipo de bienes y servicios se encuentra en ascenso. Se están realizando variadas transacciones a través del sistema: especialmente relacionados con la cibernética aunque, al mismo tiempo, también se está llevando a cabo la contratación de viajes, hoteles y ropa. La mayoría de los usuarios obtienen sus monedas digitales a cambio de los productos que venden, o en sitios de trading, o bien en transacciones cara a cara con mineros u operadores que compran y venden moneda virtual.

Así pues, el protocolo que utiliza, inspirado en el comportamiento extractivo de metales preciosos, supone una competencia de los mineros que buscan ser más eficientes hasta el punto el que el coste marginal de producción iguale a su ingreso marginal. El Bitcoin tiene, en este sentido, diferencias y semejanzas con los sistemas monetarios conocidos como dinero fíat y patrón oro.  En cuanto al primer sistema, el dinero fíat, coincide en que su valor depende enteramente de uso como medio de cambio, pero difiere en razón de que la oferta no depende de un banco central sino de la producción minera, descentralizada, a una tasa predeterminada por la red. Por su parte, respecto al patrón oro, concuerda en cuanto a la generación extractiva por parte de los mineros pero adolece de su valor de uso como metal o intrínseco. Por esta razón ha sido considerado por el economista George Selgin como quasi-commodity money.

Desde su nacimiento, eventualmente, la característica más saliente que acompaña a la divisa digital es su volatilidad. No obstante esta particularidad, distar mucho de ser irrelevante, tampoco debe desdeñarse el hecho de que la moneda está pronta a cumplir 3 años desde su lanzamiento y, según parece, ha llegado para quedarse. Por ejemplo, el miércoles 10 de abril próximo pasado, la cotización del Bitcoin llegó a alcanzar un máximo de 266 dólares para luego caer, en esa misma jornada, a 120 unidades de la divisa norteamericana. Al momento de escribir este artículo, la divisa cotiza alrededor de 143 dólares estadounidenses.

La primera transacción pública fue realizada el 25 de abril de 2010 al tipo de cambio de 0,3 centavos de dólar. Hacia febrero, del año siguiente, el Bitcoin se situó alrededor de un dólar, para trepar rápidamente hasta casi 30 dólares, en el mes de junio. Luego, una fuerte caída logró estabilizarlo a razón de 3 dólares estadounidenses hacia fines del año 2011. Más tarde, atravesada la perturbación del mes de enero, la cotización se estableció en un nuevo piso de 5 dólares para la divisa digital, situación que se mantuvo hasta que, sorteados los desajustes del mes de agosto del mismo año 2012, se obtuvo un tipo de cambio de 12. Finalmente, ya en el año 2013, se produjo el incremento de febrero, la escalada de marzo y, el ascenso exponencial y posterior derrumbe del mes actual. A partir del dia 16, del corriente mes, se observa un nuevo rebote hacia arriba en la cotización.

El gráfico adjunto describe series relativamente estables solo interrumpidas por variaciones aleatorias y nuevas estabilidades relativas, pero a un tipo de cambio más alto, esa parece ser la constante. El comportamiento de los compradores de moneda virtual se encuentra más en línea con el pensamiento de operadores y arbitrajistas, que esperan que su precio suba para poder venderla prontamente en el futuro, que con la idea de aquellos consumidores que planean usarla como medio de intercambio en las aún pocas compras disponibles. La gráfica incluye, por último, el canal Donchian como parámetro de volatilidad.

Esto tipo de comportamientos especulativos, en el sentido peyorativo del término, es lo está haciendo que los precios del Bitcoin estén alcanzando niveles no razonables que, como  implica una burbuja del mercado, tarde o temprano tiendan a colapsar. Las personas, en cambio, poseen una demanda relativamente estable de dinero transaccional. Luego, el precio del Bitcoin está fuertemente correlacionado con el interés mediático que despierta (existe un alto grado de asociación lineal entre el incremento de precios y el grado de consultas). Y, como ya se ha dicho, el valor del fundamental, en ausencia de usos alternativos, es prácticamente cero.

En consecuencia, la pregunta final que deberá responder el mercado es la siguiente: ¿en el largo plazo, las personas demandarán dinero virtual o, acaso, la desmonetización será la regla cibernética?  Lo relevante: es aclarar que Bitcoin puede seguir subiendo sosteniblemente de precio si su proceso de monetización continúa (ello no necesariamente significa una burbuja) y, si es así, el grado de probabilidad de que la divisa se desmonetice y, finalmente, se convierte en una gran burbuja dependerá de que no cuaje con medio de intercambio.

Evidentemente, la cuestión no es si todos los intercambios del mundo van a terminar efectuándose mediante Bitcoin (escenario altamente improbable), sino si una parte de los mismos lo terminará haciendo. Bastará con que este escenario se materialice (como parece estar ocurriendo) para que el precio actual de Bitcoin no sólo no descienda a largo plazo sino que se aprecie en forma sostenida.

Carlos Alberto Salguero es Doctor en Economía y Máster en Economía y Administración de Empresas (ESEADE), Lic. en Economía (UCALP), Profesor Titular en la Universidad Católica de La Plata y egresado de la Escuela Naval Militar.

El tema de la deuda gubernamental

Por Alberto Benegas Lynch. Publicado el 26/4/13 en http://diariodeamerica.com/front_nota_detalle.php?id_noticia=7769

A raíz de mi exposición en el congreso con motivo de los 25 años de la Fundación Libertad en Rosario (Argentina), a principios del corriente mes de abril, en la que sugerí distintas medidas para revertir la difícil situación por la que atraviesan muchos países, algunas personas allí presentes me solicitaron que me explayara sobre uno de mis puntos que aludió al endeudamiento público, lo cual hice sumariamente en esa ocasión y me propongo hacer ahora en forma algo más detenida, aunque he desarrollado el tema extensamente en dos de mis libros.

En 1798, Thomas Jefferson, en carta dirigida a John Taylor relata la impresión que en su momento tuvo al leer la flamante Constitución estadounidense cuando era embajador en París: “Desearía que fuera posible introducir un enmienda a nuestra Constitución. Estaría dispuesto a depender solamente de ella para la reducción de la administración de nuestro gobierno en base a los principios genuinos de la Constitución: quiero decir, un artículo adicional por el que se saque del gobierno federal el poder de endeudarse”.

Es de interesante detenerse a considerar esta preocupación circunscripta principalmente al gobierno central debido a la atención primordial que los Padres Fundadores le atribuían al federalismo (por ello muchos de ellos insistían en limitarse a revisar los Artículos de la Confederación y no elaborar una Constitución nueva y de donde parió el fértil y sonado debate entre federalistas y antifederalistas), pero el tema se extiende también a la deuda de los estados miembros de la unión.

El asunto es bifronte, por un lado, se apuntaba a minimizar el poder forzando a que se financiaran con el producto de los recursos presentes, es decir, los impuestos y, en el límite, cuando los gobiernos se extralimitan y abusan del poder que les fue conferido, alentar la rebelión fiscal tan consubstanciada con la Revolución Norteamericana, comenzando con los impuestos al té en Boston. Pero, por otra parte, mostrar que la deuda gubernamental es incompatible con la democracia en el sentido de que compromete patrimonios de futuras generaciones que no han participado en el proceso electoral que eligió a los gobernantes que contrajeron la deuda.

Se podrá argüir que, como contrapartida, las futuras generaciones podrán gozar de los beneficios de las obras que se construyeron con los recursos provenientes de la deuda. Esto debe analizarse desde varios ángulos. En primer lugar, no puede concluirse que existen beneficios cuando el procedimiento fue realizado compulsivamente con los recursos detraídos del fruto del trabajo de otros. Diferente es cuando el proceso es voluntario asumiendo los riesgos con patrimonio propio, en ese caso los resultados podrán criticarse por futuras generaciones pero no puede objetarse la legitimidad de usar y disponer de lo propio que no comprometen bienes pertenecientes a terceros.

Por otra parte, hay aquí  una cuestión de finanzas públicas que debe ser considerado. Por definición, una inversión es realizada voluntariamente sopesando la preferencia temporal en el sentido de evaluar las ventajas de consumir en el presente o ahorrar e invertir al efecto de conjeturar que el beneficio será mayor en el futuro. Por ello es que “ahorro forzoso” constituye una contradicción el los términos. Del mismo modo, tal como nos enseña Rothbard en su tratado de economía, la clasificación de “inversión pública” (o estatal) carece por completo de rigor en economía, puesto que siempre se trata de un gasto. La noción de inversión no parte de una idea caprichosa y arbitraria, como si fuera simplemente lo que genera un bien durable puesto que las pirámides egipcias son por cierto durables pero difícilmente puedan catalogarse seriamente como inversiones. En otros términos, la inversión no está escindida del mercado y es del todo ajena a las imposiciones políticas.

En el caso que nos ocupa, no es procedente intrapolar lo que ocurre en una empresa privada a la administración pública en cuanto a la evaluación de proyectos referida al pago al contado frente al pago diferido al contraer una deuda, del mismo modo que en la visión convencional del gobierno no es pertinente calcular el retorno sobre la inversión de la Justicia.

Las llamadas obras públicas deben privatizarse con lo que las formas de pago se derivan de la situación de mercado en cuyo contexto cada cual asume los riesgos correspondientes. Por otra parte, la historia muestra el testimonio de obras colosales realizadas por el sector privado se traten de represas, telefonía, electricidad y autopistas (en mi libro Las oligarquías reinantes. Buenos Aires, Editorial Atlántida, 1999 -que prologó mi querido amigo J. F. Revel- me detengo en este último punto desde los peajes en los ríos navegables hasta las modernas carreteras y calles y los diferentes sistemas aplicados en zonas residenciales, industriales y centros comerciales).

Por otra parte, son precisamente las obras públicas la fuente más potente de corrupción en todos los gobiernos. Sin duda que al referirnos a la deuda gubernamental, no estamos diferenciando entre la externa y la interna puesto que la naturaleza del problema es la misma en ambos casos (también en este contexto debe tenerse en cuenta que no habría lugar para programas tales como la mal llamada “seguridad social” que, además de constituir un estafa a los más necesitados, significa la confiscación de los ingresos de todos).

En situaciones extremas, se ha sugerido tercerizar el servicio correspondiente con pagos al contado que signifiquen beneficios al tercerizado que compensen el descuento. En este panorama general, de más está decir que resulta indispensable cerrar los grifos posibles para la inflación monetaria a través de la liquidación de la banca central al efecto de que la gente pueda elegir los activos monetarios que estime convenientes, tal como lo han propuesto autores de renombre como Hayek , Gary Becker, Buchanan y en la última versión monetaria de Friedman, siempre  en un cuadro de situación en el que queda abolida la manipulación política de los encajes bancarios (sea a través del free-banking o de la reserva total para cuentas corrientes según prospere este muy jugoso debate).

Hoy vivimos la crisis de las deudas elefantiásicas como consecuencia de astronómicos incrementos en los gastos del Leviatán, fomentados por instituciones inauditas como el Fondo Monetario Internacional que, como han expresado Anna Schwartz, Peter Bauer, Karl Brunner, Melvyn Krauss, James Bovard y tantos otros, ha servido y sirve para financiar y consolidar -con recursos detraídos a los contribuyentes de diversos países -absurdas políticas que demuelen instituciones clave como la propiedad privada, la moneda sana, la razonabilidad tributaria y la prudencia en el gasto y en la referida deuda estatal (hay gobiernos como el actual argentino que se separan del FMI al solo efecto de evitar auditorias de organismos oficiales que fabrican cifras falsas, y ha reemplazado con creces su deuda con ese organismo vía endeudamiento interno).

En línea equivalente a lo expresado, el antes mencionado premio Nobel en Economía James Buchanan arriba a varias conclusiones sobre la deuda gubernamental. Primero, subraya lo que denomina la peligrosa  “ilusión fiscal” que genera ese tipo de deuda que permite que se gaste en el presente con recursos que se demandarán en el futuro (en “Public Debt, Cost Theory and Fiscal Illusion”, Public Debt and Future Generations, J. M. Ferguson, ed., University of North Carolina Press). Segundo, sostiene que “es inmoral que una generación imponga el pago a otra para el beneficio de la primera” (en “Budgetary Bias in Post-Keynesian Politics: The Erosion and Potential Replacement of Fiscal Norms”, Deficits, J. M. Buchanan, C. K. Rowley y R. Tollison eds.,  Basil Blackwell). Tercero, enfatiza que la generación que se hace cargo “no tuvo derecho a participar en la decisión” (en “The Ethics of Debt Default”, también en Deficit, op.cit.). Y finalmente, para rematar la situación, Buchanan sostiene que, por ejemplo, “el gobierno de los Estados Unidos ha incurrido repetidamente, de hecho, en default  de la deuda a través de la inflación” (en “Bugetary…op. cit.).

La vida se traduce en trade-offs puesto que no es posible realizar todo al mismo tiempo. La vida es una constante elección de prioridades. En el caso de la deuda gubernamental, deben sopesarse las ventajas circunstanciales del endeudamiento con los peligros manifiestos del Leviatán desbocado y, para recurrir a una expresión futbolística, abstenerse de “patear la pelota para adelante” y jugar lo que se debe jugar en el momento sin endosar los problemas al futuro que, en el caso que nos ocupa, además significa hacer de cuenta que se disponen de más recursos de los que en verdad existen para ganar elecciones sin importar la carga de la herencia que se trasmite.

Por supuesto que se han sugerido otras limitaciones constitucionales para embretar a los aparatos estatales con el propósito de que se circunscriban a lo que en esta instancia del proceso de evolución cultural se estima son las misiones específicas en un gobierno republicano. Algunas de ellas son el establecimiento de topes para el gasto en relación al producto (siempre atentos a la trampa de que incrementos en ese guarismo justifican aumentos en el gasto), pero la prohibición de incurrir en déficit fiscal no tendría sentido puesto que se tornaría irrelevante y superflua la iniciativa si se presta atención a lo que aquí dejamos consignados puesto que no resultaría posible endeudarse ni falsificar moneda.

En Estados Unidos, durante parte de la administración de Reagan, se introdujo una política conocida como starve the beast aconsejada por personalidades como quien había sido hace tiempo Secretario del Tesoro, el formidable William E. Simon. La idea consistía en bloquear la posibilidad de elevar tributos y la emisión monetaria para que el gobierno se vea impelido a reducir el gasto. Pues bien, el resultado fue una acelerada elevación de la deuda pública y el gasto trepó a niveles inusitados, lo cual se complicó con compromisos parlamentarios incumplidos. Si esto ocurrió en la administración de quien insistía a los cuatro vientos hasta el final de su mandato que “el gobierno no es la solución, es el problema”, podemos imaginar la política de otros países. Aquella política estadounidense bienintencionada es lo que hizo que renunciara David Stockman, una de las cabezas del equipo económico, relato que se encuentra consignado en su libro bajo el sugestivo título de The Triunph of Politics. The Inside Story of the Reagan Revolution (episodios también revelados en la obra de Edwin Meese, ex Procurdor General de Reagan, titulada With Reagan).

La deuda estatal no solo afecta el mercado de capitales en cuanto a que sustrae parte de los siempre escasos factores productivos, sino que afecta la tasa de interés con lo que se modifica artificialmente la relación consumo presente-consumo futuro (además de la ingerencia gubernamental directa en este delicado precio). En la actualidad, como no resulta suficiente succionar ahorros locales e incluso ahorros del exterior en gran escala se permite que entre departamentos del mismo gobierno se pueda emitir y adquirir deuda, es decir, monetizarla, lo cual no solo compromete patrimonios futuros sino que grava con inflación el presente distorsionando los precios relativos con el consecuente consumo de capital y reducción de ingresos y salarios en términos reales.

Si estamos interesados en preservar espacios de libertad y proteger así las autonomías individuales, debemos atender las causas del avance de los gobiernos sobre las vidas y las haciendas de las personas y no meramente quejarnos por las consecuencias del atropello. Como bien ha puesto Cervantes en boca del Quijote: “La libertad Sancho, es uno de los más preciados dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra, ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida; y por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía, Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer Rector de ESEADE.

 

18-A: nueva y multitudinaria movilización en Argentina

Por Enrique Edmundo Aguilar. Publicado el 24/4/13 en http://www.elimparcial.es/america/18-a-nueva-y-multitudinaria-movilizacion-en-argentina-122021.html

¿Cuántos sentimientos se entremezclaron en la masiva protesta del 18 de abril pasado contra el gobierno de Cristina Kirchner? Hartazgo e impotencia por un lado, un genuino compromiso ciudadano y participativo por otro… Como sea, parece evidente que la multitud que invadió las calles de los principales centros urbanos del país lo hizo para expresar a ritmo de cacerolas su generalizado descontento en una semana clave en más de un sentido.

En efecto, días antes, gracias a una exhaustiva investigación periodística, habían tomado estado público los escandalosos negociados de un presunto testaferro de Néstor Kirchner que, mediante vuelos privados, habría sacado de la provincia de Santa Cruz con destino a Panamá, Belice y otros paraísos fiscales millones y millones de euros de muy dudoso origen que se sospecha corresponden, al menos en parte, a sobreprecios y sobornos en contratos de obra pública.

Asimismo, en las mismas horas en que se desarrollaba la protesta se debatía en la Cámara de Senadores el proyecto de “democratización de la Justicia” que la Presidenta había enviado para su aprobación a libro cerrado pero que afortunadamente tropezó con observaciones venidas de todos los rincones. Como se sabe, el proyecto amenaza con destruir lo que queda de un Poder Judicial que, en la década kirchnerista, ha sido víctima y a veces cómplice de recurrentes intentos de manipulación por parte del Ejecutivo.

Pero esta breve referencia al 18-A no sería ecuánime si no señaláramos que la protesta, aun estando mayormente centrada en la corrupción, la inseguridad, la inflación, las deudas del Estado con la sociedad en materia de obras infraestructura y desde luego en el reclamo por una Justicia independiente, también supuso un claro mensaje a los dirigentes de la oposición para que, más allá de las diferencias personales que los separan o aun los distintos modelos de país que respectivamente defienden, sean capaces de cerrar filas en defensa de la Constitución y de los valores de la democracia republicana que, como continúen siendo violentados, terminarán confinados a un museo de antigüedades sin poder garantizar siquiera la existencia de una minoría opositora.

Que la Argentina transita por un camino de servidumbre es un hecho incontestable. Con todo, el 18-A ha demostrado una vez más que una proporción grande de nuestra población no está dispuesta a que esta servidumbre sea consentida.

 

Enrique Edmundo Aguilar es Doctor en Ciencias Políticas. Decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Políticas y de la Comunicación de la UCA y Director, en esta misma casa de estudios, del Doctorado en Ciencias Políticas. Profesor titular de teoría política en UCA, UCEMA, Universidad Austral y FLACSO,  es profesor de ESEADE y miembro del consejo editorial y de referato de su revista RIIM.

 

SOBRE MARITAIN, EL PENSAMIENDO ESCOLÁSTICO SOBRE LA DEMOCRACIA Y LOS GIROS DEL PENSAMIENTO PONTIFICIO AL RESPECTO

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 28/4/13 en http://gzanotti.blogspot.com.ar/2013/04/sobre-maritain-el-pensamiendo.html

Transcribimos hoy la nota 16 de nuestro art. sobre Maritain (http://www.eseade.edu.ar/files/riim/RIIM_57/riim57_zanotti.pdf). 
 
Nota 16: Maritain cita a Santo Tomás de Aquino como fuente de Cayetano, Belarmino y Suárez, interpretándolos en tanto que el pueblo tiene el poder “por esencia” y el gobernante “por participación” (Maritain,1984: V, punto 4). Muchos se preguntan por qué esta tradición escolástica de pensamiento no jugó un papel más activo en el magisterio pontificio durante esos años. Es que el mismo León XIII, que servía tan claramente a Maritain para afirmar la distinción entre lo temporal y lo sacro (Maritain,1984: VI, punto 3), al reaccionar contra Rousseau no fue “del todo claro” (por decir lo menos) al distinguir la soberanía del pueblo roussoniana de la teoría escolástica. Efectivamente, Diturnum illud contiene este párrafo:
“…Aunque el hombre, arrastrado por un arrogante espíritu de rebelión, intenta muchas veces sacudir los frenos de la autoridad, sin embargo, nunca ha podido lograr la liberación de toda obediencia. La necesidad obliga a que haya algunos que manden en toda reunión y comunidad de hombres, para que la sociedad, destituida de principio o cabeza rectora, no desaparezca y se vea privada de alcanzar el fin para el que nació y fue constituida. Pero si bien no ha podido lograrse la destrucción total de la autoridad política en los Estados, se ha querido, sin embargo, emplear todas las artes y medios posibles para debilitar su fuerza y disminuir su majestad. Esto sucedió principalmente en el siglo XVI, cuando una perniciosa novedad de opiniones sedujo a muchos. A partir de aquel tiempo, la sociedad pretendió no sólo que se le diese una libertad más amplia de lo justo, sino que también quiso modelar a su arbitrio el origen y la constitución de la sociedad civil de los hombres. Pero hay más todavía. Muchos de nuestros contemporáneos, siguiendo las huellas de aquellos que en el siglo pasado se dieron a sí mismos el nombre de filósofos, afirman que todo poder viene del pueblo. Por lo cual, los que ejercen el poder no lo ejercen como cosa propia, sino como mandato o delegación del pueblo, y de tal manera, que tiene rango de ley la afirmación de que la misma voluntad popular que entregó el poder puede revocarlo a su antojo. Muy diferente es en este punto la doctrina católica, que pone en Dios, como un principio natural y necesario, el origen del poder político. Es importante advertir en este punto que los que han de gobernar los Estados pueden ser elegidos, en determinadas circunstancias, por la voluntad y juicio de la multitud, sin que la doctrina católica se oponga o contradiga esta elección. Con esta elección se designa el gobernante, pero no se confieren los derechos del poder. Ni se entrega el poder como un mandato, sino que se establece la persona que lo ha de ejercer. No se trata en esta encíclica de las diferentes formas de gobierno. No hay razón para que la Iglesia desapruebe el gobierno de un solo hombre o de muchos, con tal que ese gobierno sea justo y atienda a la común utilidad. Por lo cual, salvada la justicia, no está prohibida a los pueblos la adopción de aquel sistema de gobierno que sea más apto y conveniente a su manera de ser o a las instituciones y costumbres de sus mayores”.
 
Téngase en cuenta que esto fue escrito en 1881. El párrafo, si bien es generoso para con la democracia como forma opinable de gobierno, según usos y costumbres, parece condenar sin matices la teoría de la traslación del poder de Dios al pueblo y de este al gobernante, inclinándose claramente por la teoría de la “designación” (el pueblo no traslada el poder, simplemente designa a quien lo ha de ejercer, como si derivara directamente de Dios). Pero 64 años más tarde, Pío XII parece decir otra cosa (el original está en Italiano y no hay traducción española): “…Certamente il medio evo cristiano, particolarmente informato dallo spirito della Chiesa, con la sua dovizia di fiorenti comunità democratiche mostrò come la fede cristiana sappia creare una vera e propria democrazia, ed anzi ne sia l’unica durevole base. Poiché una democrazia senza l’unione degli spiriti, almeno nelle massime fondamentali della vita, soprattutto relativamente ai diritti di Dio e alla dignità della persona umana, al rispetto verso la onesta attività e libertà personale, anche nelle cose politiche una tale democrazia sarebbe difettosa e malferma. Quando dunque il popolo si allontana dalla fede cristiana o non la pone risolutamente come principio del vivere civile, allora anche la democrazia facilmente si altera e si deforma e col trascorrere del tempo è soggetta a cadere nel «totalitarismo» e nell’«autoritarismo» di un solo partito. Se, d’altra parte, si tiene presente la tesi preferita della democrazia – tesi che insigni pensatori cristiani hanno in ogni tempo propugnata -, vale a dire che il soggetto originario del potere civile derivante da Dio è il popolo (non già la «massa»), si fa sempre più chiara la distinzione fra la Chiesa e lo Stato anche democratico” (Pío XII,1945, itálicas nuestras).
 
En 1974, Hoffner escribe: “…Hace unos decenios se afirmó –sobre todo por boca de Hienrich Schrors- que la doctrina de los teólogos españoles sobre el origen del poder había sido condenada por León XIII; León XIII habría dicho que los príncipes reciben su poder de Dios inmediata y no inmediatamente. El reproche no está justificado. León XIII se dirige contra Rousseau. No usa siquiera las expresiones “inmediatamente” y “mediatamente” (Hoffner, 1974:287).
  Otra vez vemos aquí el problema que ya denunciábamos (Zanotti, 2011): dos magisterios emanados de dos circunstancias históricas muy diferentes, tratando de dirimir in eternum (sobre todo uno de ellos) asuntos de naturaleza opinable. Que el poder haya sido dado por Dios a las autoridades legítimas, es evidente para cualquier católico; pero que el poder sea otorgado por Dios al pueblo y de éste trasladado al gobernante, o que sea dado por Dios al gobernante aunque el pueblo pueda designarlo, es una cuestión opinable que tiene que ser debatido por los laicos. Es, sin embargo, un debate imposible de dirimir, y en todo caso irrelevante: en la tradición liberal clásica, la cuestión esencial no es el origen del poder, sino el límite al poder (Hayek,1981). Suárez tiene que encontrar una manera de que los súbditos puedan recuperar su libertad cuando el príncipe abusa de ella, porque no tenía en su tradición los elementos institucionales de límites al poder que iban evolucionando gradualmente en Inglaterra. Una vez adoptados el control de constitucionalidad, una declaración de derechos y un Poder Judicial independiente, las teorías de la designación y la traslación del poder no tienen importancia. Maritain descubre esto cuando afirma la democracia más como forma de Estado que como forma de gobierno, o sea, como límite al poder, no como origen del poder (Maritain, 1971).

 Gabriel J. Zanotti es Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA).  Es profesor full time de la Universidad Austral y en ESEADE es Es Profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.

 

Acerca del presupuesto de Estados Unidos

Por Carlos Alberto Salguero. Publicado el 21/3/13 en http://www.rionegro.com.ar/diario/acerca-del-presupuesto-de-estados-unidos-1100994-9539-nota.aspx

Recientemente, luego de la prórroga desde el fin del año pasado, entró en vigencia la cuestionada ley de Control de Presupuesto de los Estados Unidos, o Budget Control Act (Public Law 112–25), del 2 de agosto del año 2011.

Atrás quedaron las expresiones vertidas por el presentador de noticias y comentarista político Chris Matthews, de la cadena de cable Msnbc, que en su programa Hardball acusó a los republicanos de usar «las mismas viejas tácticas de la Guerra Fría de la CIA para desestabilizar el país», llamándolos «antipatrióticos».

El motivo de tan aguda calificación había sido, naturalmente, la consideración del llamado abismo fiscal, el techo de la deuda o el secuestro. Son éstas diferentes expresiones referidas a la contención del gasto y déficit fiscal estadounidense puesto que, según palabras del comunicador, «los legisladores republicanos amenazaron con bloquear al gobierno ya que les disgusta a quién el pueblo estadounidense ha elegido como presidente».

El énfasis de los comentarios puso de relieve vívidas y agitadas pasiones, encendidas en torno de lo que avizora como un tema crucial de la economía más grande del planeta; no sólo por los efectos domésticos de la ley en cuestión, sino porque sus eventuales consecuencias –en un mundo globalizado– mantienen en vilo a la mayor parte de los países del orbe.

Esta radical postura, entre otras, requiere plantear un esclarecimiento en ambos frentes: las ideas y la praxis. Las diferencias han sido y seguirán siendo expuestas, enfáticamente, tanto en el campo de la investigación como en las discusiones políticas.

En el plano académico concurren dos tradiciones intelectuales bien diferenciadas: una corriente de pensamiento supone que los mercados funcionan mejor si no se interviene en ellos y la otra cree que la intervención del gobierno puede mejorar notablemente el funcionamiento de la economía.

Los problemas de la gran depresión, como fenómeno refundante, provocaron grandes avatares en el marco de las ideas. John Maynard Keynes, la principal autoridad de la corriente intervencionista durante el siglo XX, escribió su obra cumbre, «La teoría general de la ocupación, el interés y el dinero», en el escenario de la gran crisis de los años treinta, con los Estados Unidos inmerso en lo más hondo de su depresión y luego de que Inglaterra hubiera experimentado tasas de desempleo de dos dígitos. En definitiva, se pensó entonces que no sólo se estaba haciendo una contribución intelectual, sino que se estaba tratando un problema crítico que ponía en peligro la existencia misma de la civilización.

El eje de su teoría general era el énfasis en la demanda efectiva, es decir, la demanda agregada. Según el propio Keynes, a corto plazo la demanda efectiva determina la producción, aun cuando ésta acabe por retornar a su nivel natural a largo plazo.

Este autor aseguró que era una actitud irresponsable afirmar que la economía retornara por sí a su nivel natural. Bajo esta visión, tratar de equilibrar el presupuesto en un escenario depresivo no sólo es un error, sino uno muy grande y de mucho peligro. En consecuencia, el activo uso de la política fiscal resultaría de vital importancia para retornar a un elevado nivel de empleo.

Los activistas consideraron que no hay una relación estrecha entre crecimiento de la oferta monetaria y la tasa de inflación a corto plazo, ya que el crecimiento del dinero es sólo uno de los factores que afectan a la demanda agregada. Las variaciones del tipo de interés apenas afectaban la demanda y la producción. Por esta razón, la política monetaria no ejercía una marcada influencia. Estos atributos, entonces, se consideraban de exclusiva potestad de la política fiscal.

Dos décadas más tarde, el auge de este enfoque de posguerra con fundamento en el Estado de Bienestar empezó a languidecer. Muchos descreyeron entonces de esa construcción y su credibilidad emprendió el camino a la baja. Este desplazamiento de énfasis estuvo estimulado, sin dudas, por el lento crecimiento y la inflación elevada que experimentaron los países industrializados hacia los años setenta.

En la actualidad, algunos economistas como Jeffry Sachs consideran que en el período limitado por la década del setenta y el año 2008 –en que la crisis financiera volvió a dominar el pensamiento de la administración de Obama y gran parte del partido laborista del Reino Unido– la gestión de la demanda keynesiana estuvo en eclipse intelectual.

En esa línea argumental, el nuevo fortalecimiento del keynesianismo en Estados Unidos, obedece a la influencia de Lawrence Summers, exsecretario del Tesoro, Paul Krugman y Joseph Stiglitz, ambos Premio Nobel de Economía, y a la política de dinero fácil de Ben Bernanke, el presidente de la Reserva Federal, fiel a la creencia de que estimular a corto plazo la expansión fiscal y monetaria era necesaria para compensar el colapso de la crisis hipotecaria.

En el campo político, la administración de Obama ha consistido en cuatro años de déficit presupuestario estructural (ajustado cíclicamente) de hasta el 10% del producto interno bruto o más, tasas de interés de corto plazo cercanas a cero con el fin de recuperar el desempleo por encima del 6,5% y el nuevo objetivo de la Fed de mantener las tasas cercanas a cero a largo plazo; sin contar, por supuesto, con la decisión sistémica de sostener indefinidos déficit fiscales hasta el año 2022.

Empero, la distancia que separa al presidente Obama con la Cámara de Representantes –mayoritariamente republicana– parece no corresponderse con el fulgor de la batalla dialéctica. Al menos, claro está, hasta el acuerdo de agosto del 2011 cuando republicanos y demócratas aprobaron recortes para forzar un pacto de largo alcance sobre la reducción del elevado déficit público, que ha sido superior al 7% en el año 2012.

A la luz de los acontecimientos el eje del debate es, sin más ni más, que la recuperación del empleo y el crecimiento económico no han llegado. Éste es un punto de inflexión sobre el que sucumben antiguas alianzas, otrora persuadidas por las dicotómicas ideas keynesianas de estímulo o depresión.

Las diferencias, no obstante, son sólo de matices y más grandes en los dichos que en los hechos ya que, con relativas discrepancias, republicanos y demócratas convalidan permanentes déficits fiscales hasta entrada la próxima década.

Las reducciones presupuestarias, recientemente iniciadas, consisten en recortes iguales de fondos del Departamento de Defensa y programas no militares entre los ejercicios fiscales 2013 a 2021. En el año 2013, esas reducciones se logran automáticamente mediante la anulación de una porción presupuestaria de recursos (acción reconocida como el secuestro). Esta medida afecta mayormente a programas discrecionales, así como algunos programas y actividades que se financian con gastos obligatorios.

Según advirtió la Oficina de Presupuesto del Congreso, los cambios podrían aumentar el nivel de desempleo por encima del 9,1% y amenazaría la recuperación económica de Estados Unidos. Asimismo, en los últimos días, diferentes dependencias del gobierno federal advirtieron sobre las nefastas consecuencias de los recortes en diversas áreas como: el transporte, la educación y las inspecciones sanitarias.

Bajo este escenario, no sería descabellado suponer que el gobierno estadounidense padece de un tortuoso ejercicio de austeridad, signado, en partes semejantes, por recortes del gasto y subidas de impuestos.

Ahora, no es así, los recortes del gasto son puramente ornamentales y contrastan con el severo mandoble impositivo que recae sobre las espaldas de los contribuyentes. Frente a un descenso en los gastos presupuestados del orden de 9.000 millones de dólares (resultantes de contraer el 0,25% del presupuesto total de 3,563 billones de dólares, asignados en el 2012), los ingresos crecen hasta un 19,63%, lo que equivale a un incremento de la recaudación de 478.000 millones de dólares. Quizás haya sido algo exagerado hablar de «abismo fiscal».

Así, el déficit del presupuesto federal para el año fiscal 2012, de 1,128 billón de dólares o 7,3% del PBI según la estimación de la Oficina de Presupuesto del Congreso, marca el cuarto año consecutivo con déficit billonario. Con estos y otros cambios de política que figuran en el actual ley, el déficit se reducirá a un monto estimado de $ 641.000 millones, para el año fiscal 2013 (o 4% del PIB), aunque seguirá siendo deficitario.

Finalmente, sin señales certeras de recuperación real y con una relación deuda/producto que ha superado el 100%, pocos son los motivos para ser halagüeños. Sobre todo, porque en tanto no se advierta que el intervencionismo estatal resulta una amenaza creciente, en la economía mundial, más difícil será resolver el problema. El cual consiste, justamente, en sustraer el ahorro de manos de los gobernados con el fin de que quienes gobiernan lo gasten a su antojo.

Carlos Alberto Salguero es Doctor en Economía y Máster en Economía y Administración de Empresas (ESEADE), Lic. en Economía (UCALP), Profesor Titular en la Universidad Católica de La Plata y egresado de la Escuela Naval Militar.

Una sociedad condenada por el kirchnerismo

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 21/4/13 en : http://economiaparatodos.net/una-sociedad-condenada-por-el-kirchnerismo/

“Cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo, y que las leyes no lo protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada.” 

En otras oportunidades he utilizado esta frase de Ayn Rand extraída de su libro La Rebelión de Atlas, para advertir el peligroso rumbo que Argentina estaba tomando. Hoy esta frase tiene mayor vigencia y fuerte dramatismo, porque muchos argentinos nos damos cuenta que está sociedad está condenada al autoritarismo por las ambiciones de poder y dinero del kirchnerismo.

Dice Ayn Rand, “cuando advierta que para producir necesita obtener autorización de quienes no producen nada”, esta parte de la frase le cae perfecto a Moreno, como anillo al dedo. Sus medidas intervencionistas y autoritarias son una colección de fracasos en toda la línea. Ha fracasado en dominar la inflación con sus controles de precios, profundizó la parálisis económica con sus restricciones a las importaciones, perdió en toda la línea en controlar el dólar marginal y el listado sigue. Pero no solo fracasó sino que, como dice Ayn Rand, Moreno no produce nada, salvo trabas a los que producen y generan riqueza. Moreno es una máquina de impedir que se basa en el abuso del poder de la función pública para imponer normas fuera de la ley.

No queda muy atrás en la carrera de ineficiencia la presidente del BCRA, que no para de destruir la moneda, impidiendo las transacciones de largo plazo. Pero no conforme con no defender el valor de la moneda, ha destruido patrimonialmente el BCRA. En definitiva, su gestión ha logrado que la economía argentina no tenga una moneda para facilitar las transacciones. Más bien se ha encargado de entorpecerlas con sus regulaciones.

La segunda parte de frase de Ayn Rand es perfectamente aplicable a la Argentina kirchnerista: “cuando compruebe que el dinero fluye hacia quienes trafican no bienes, sino favores; cuando perciba que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por el trabajo”. Quien hoy vive en Argentina de su trabajo honesto y decente, es expoliado por el Estado con una carga impositiva inusitada. ¿Dónde va ese dinero que genera la gente honesta? Una parte va a la escandalosa corrupción de la obra pública. En pocos años, desconocidos empleados de banco o choferes se transformaron en multimillonarios empresarios de hotelería, medios de comunicación, constructores de obras públicas, empresarios de la energía y cuánto rubro uno pueda imaginarse. Sin tiempo para contar el dinero, directamente lo pesan.

Mientras honestos ciudadanos tienen que soportar exhaustivos controles impositivos, otros pocos multiplican sus fortunas sin rendir ninguna cuenta de sus actos. El ciudadano decente que vive de su trabajo no puede comprar dólares porque el gobierno ha decidido que el que compra dólares es un antipatria, pero otros mueven bolsones de efectivo en aviones particulares haciendo sus operaciones cambiarias en los barrios más caros de Buenos Aires mientras cacarean su progresismo y los logros del modelo nacional y popular con inclusión social. Nunca se ha visto tanta desfachatez junta ni se le ha mentido en la cara tan impunemente a la gente para esconder, detrás de un discurso “solidario”, mientras la gente muere por inundaciones y falta de mantenimiento en los medios de transporte. Una corrupción que ya ha llegado al punto de transformarse en asesina.

Pero también el dinero fluye a hacia los que no trabajan. Una vez más voy a ser políticamente incorrecto. La famosa asignación universal por hijo (AUH), defendida por todo el arco opositor, no es más que un claro fracaso del modelo en la creación de puestos de trabajo.

Para esconder semejante fracaso, la presidente suele afirmar que gracias a la AUH las empresas ya no pueden explotar a la gente porque el Estado le puso un piso al salario que deben pagar las empresas. Se ve que la presidente recorre el país en avión y helicóptero y trata solo con gente que la adula, porque la realidad es que quienes reciben esos planes no quieren trabajar en blanco para no perder el subsidio. Es decir, una forma de precarizar más el trabajo, del  cual la presidente no ha tomado debida nota o se hace que la que no lo sabe.

Pero, además, la forma de subir los ingresos de la población es con nuevos puestos de trabajo que surgen de inversiones. Es decir, más inversiones implican más demanda laboral y mayores salarios a pagar en la medida que va creciendo la productividad de la economía. Como en Argentina nadie quiere invertir por la inseguridad jurídica que ahora con la reforma laboral tiende a infinito, no se crean puestos de trabajo y el que vive de la AUH va a seguir dependiendo de esa dádiva del Estado. Tal vez ese sea el objetivo del proyecto de poder hegemónico. Tener mucha gente dependiendo del puntero político para tener un voto cautivo.

Es obvio que bajo este esquema, la sociedad tiene que entrar en conflicto, porque la gente decente tiene que mantener a su familia, procurarse una jubilación propia para su vejez porque el Estado no le va a dar un retiro digno, sostener a los ineptos burócratas estatales y, además, mantener a miles o millones de personas que no trabajan y viven de las dádivas del Estado. Es obvio que el que es sometido a una vida casi de esclavitud para mantener a tanta gente que no genera riqueza tiene que rebelarse en algún momento. Pero si se rebela, entonces saltan los políticos diciendo que el tipo es un insensible y egoísta, cuando en la realidad está siendo esclavizado por los burócratas de turno. Hoy trabajar en blanco pagando todos los impuestos se ha transformado en un estado de esclavitud. Somos esclavos de un grupo de personas que se ha levantado contra el orden constitucional y nos explota cual esclavos para mantenerse en el poder.

Tomemos ahora el último párrafo de Ayn Rand: …y que las leyes no lo protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegido contra usted; cuando repare que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un autosacrificio, entonces podrá afirmar, sin temor a equivocarse, que su sociedad está condenada.”

Pareciera ser que Ayn Rand, hubiese previsto en 1957, cuando se publicó por primera vez La Rebelión de Atlas, que en Argentina, el kirchnerismo iba a violar la Constitución para lograr impunidad. No solo para atropellar los derechos individuales y dejar indefensa a la gente frente al Estado, sino para que la Justicia quedara en manos del oficialismo resguardándolos de toda investigación.

¿A quién va a proteger la reforma judicial? ¿A la gente o a los que se apropian del fruto de trabajo de la gente?

Como dice Ayn Rand, la honradez hoy en Argentina es un autosacrificio. Es trabajar para ser expoliado, mantener a legiones de militantes que destruyen todo lo que tocan, a miles de personas que cómodamente prefieren recibir un plan “social” para vivir o sobrevivir y a una legión de oportunistas que hacen fortunas con la riqueza que genera la gente honesta. Ya sé, me van a tildar de reaccionario, gorila y demás epítetos, pero la realidad es que este gobierno ha terminado de destruir la cultura del trabajo y el esfuerzo personal en nombre de la inclusión social. Un discurso que ha quedado en evidencia que solo pretende esconder sus turbios negocios.

Para terminar, vale la pena preguntarse si, como dice Ayn Rand, la sociedad argentina está condenada. Mi impresión es que esa decisión queda en manos de la justicia y, para ser más preciso, en la Corte Suprema de Justicia. Si en forma urgente y categórica la justicia no declara la inconstitucionalidad de la reforma judicial, en lo que hace al Consejo de la Magistratura  y demás intentos por controlar la justicia más la derogación del derecho de amparo, le estará dejando libre el camino al kirchnerismo para que generaciones enteras de argentinos, nuestros hijos y sus hijos, sean sometidos por un gobierno autoritario.

 Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA)y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

 

¿Habrá «otoño» antes del «invierno»?

Por Aldo Abram. Publicado el 14/4/13 en http://www.lanacion.com.ar/1572314-habra-otono-antes-del-invierno

 El «veranito» económico nunca llegó y, ahora, nos queda esperar un tibio «otoño», antes del «invierno». ¿Qué pasó? Las expectativas estaban puestas en que las exportaciones industriales serían arrastradas por un mayor dinamismo de Brasil. Si bien no está a la altura de algunas estimaciones infundadas, por ejemplo, el sector automotriz local logró mejorar su performance gracias a sus ventas con ese destino. Sin embargo, el conjunto de las exportaciones no repunta y el Gobierno empieza a rezar para que la cosecha de soja sea buena y se venda bien. De ello depende una «transfusión de riqueza» para impulsar una debilitada demanda interna.

Aunque crezca más Brasil no nos comprará a cualquier precio. Por lo tanto, nuestros productores tendrán que competir por esa demanda externa «remando» en contra del elevado proteccionismo y del cepo cambiario. El primero los obliga a producir bienes más caros y con peor calidad, al verse imposibilitados de elegir entre todos los proveedores de insumos del mundo y obligados a comprar lo que consigan en el mercado local.

En tanto, el Banco Central deprecia el peso para cobrar un creciente impuesto inflacionario y transferírselo al Gobierno para financiar sus excesos de gasto; pero, con el cepo, no reconoce plenamente la devaluación de la moneda local en el tipo de cambio oficial. Actualmente, el Gobierno les paga a quiénes producen bienes exportables alrededor de 65% del valor real de sus dólares y esta diferencia se ampliará a medida que pase el tiempo. El problema es que la inflación sí se refleja en los costos de los productores que pierden competitividad.

Por ello, las economías regionales y aquellas industrias que son relativamente menos eficientes han empezado a tener dificultades para poder producir a precios atractivos para los compradores extranjeros; lo que tenderá a agravarse. Incluso, afectará a sectores como el agropecuario, que, cuando vea el pobre beneficio que le dejó la actual cosecha y que en el futuro será peor, bajará su inversión en la próxima siembra y, por ende, obtendrá un menor rendimiento. Muchos de los que utilizan áreas marginales directamente dejarán de producir. Por lo tanto, es previsible que las exportaciones del año entrante tengan una pobre evolución, con tendencia a empeorar en el tiempo.

El congelamiento de precios planteará dificultades similares. El costo salarial de los insumos importados y de los locales seguirá subiendo, de la mano del impuesto inflacionario y del alza del dólar oficial. Si no pueden subir sus precios, los empresarios tendrán menor incentivo para producir, a menos que alguien piense que lo seguirán haciendo aunque no ganen plata e, incluso, a pérdida. Consecuentemente, es previsible que haya desabastecimiento y, seguramente, en los negocios minoristas más pequeños se conseguirán los productos faltantes a lo que efectivamente valen. Nada nuevo bajo el sol argentino; pero es bueno tener claro que, a más duración del congelamiento, menor producción.

El cepo, también, tuvo un duro impacto negativo sobre el sector inmobiliario y la construcción. Es posible que el primero se acomode un poco y, con menores precios, haya alguna leve mejora de la operatoria. En el caso del segundo, dependerá de la necesidad de algunos de proteger sus ahorros en blanco, que no puedan transformar en dólares. El sector público nacional aumentará algo su inversión, exprimiendo al Banco Central. Sin embargo, la mayoría de los municipios y gobernaciones, que las recortaron para superar el ahogamiento financiero al que llegaron por el exceso de gasto electoral de 2011, no han logrado recomponerse. Por lo tanto, tendrán pocas posibilidades de hacer obras si el Estado nacional no les transfiere plata.

Las empresas privadas invertirán sólo lo que les demanden sus necesidades operativas, a menos que estén en un nicho extremadamente rentable. Los que dependan del capital externo es lógico que sean reacios a vender divisas a un 65% de su valor real, cuando no saben si les permitirán recuperar sus ganancias. La seguridad jurídica en la Argentina está continuamente jaqueada por la arbitrariedad de políticas populistas y, como van las cosas, por una justicia que verá diluirse su independencia y será poco confiable a la hora de defender los derechos ante avasallamientos del poder de turno.

Con suerte, tendremos algún mayor dinamismo en el segundo trimestre; pero se empezará a diluir durante el tercero. Un creciente estrés político electoral y la profundización del modelo harán su aporte para incentivar un menor consumo e inversión y mayor fuga de capitales. Luego, es poco probable que la situación deje de desmejorar; aun cuando se intente algún desdoblamiento cambiario. Sí puede traer algún alivio inicial, pero no resuelve los problemas de fondo del cepo. Lamentablemente, este modelo marcha hacia una recesión y, muy probablemente, hacia una crisis cambiaria, como todos los que tuvieron algún tipo de control de cambios en la repetitiva historia económica argentina.

Aldo Abram es Lic. en Economía y director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Argentina (Ciima-Eseade) .

 

Lo individual y lo colectivo

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 18/4/13 en http://diariodeamerica.com/front_nota_detalle.php?id_noticia=7761

 Como ha puntualizado Robert Nozick, no hay tal cosa como “el bien social”, no cabe el antropomorfismo de lo social, no es una entidad con vida propia. Es la persona, el individuo, que piensa, siente y actúa. En el extremo, resulta tragicómico cuando se afirma que Inglaterra propuso tal o cual cosa a lo que le contestó África de esta o aquella manera, en lugar de precisar que fue fulano o mengano el que se expresó en un sentido o en otro.

La Escuela Escocesa, especialmente Adam Smith y Adam Ferguson, señalaron que en una sociedad abierta cada persona siguiendo su interés personal satisface los intereses de los demás con lo que crean un sistema de coordinación más complejo de lo que cualquier mente individual puede concebir. En libertad, las relaciones sociales se basan en la necesidad de satisfacer al prójimo como condición para mejorar la propia situación. Esto va desde las relaciones amorosas y la simple conversación a los negocios cotidianos de toda índole y especie.

El interés personal es la característica central de la condición humana, en verdad resulta en una tautología puesto que si no está  en interés del sujeto actuante no habría acción posible. Todos las acciones -sean éstas sublimes o ruines- se basan en el interés personal. Está en interés de la madre el cuidado de su prole y está en interés del asaltante que le salga bien el asalto. Está en interés personal (está en sus valores y preferencias) la donación de quien realiza una obra de caridad, y está en interés personal del canalla llevar a cabo la canallada. Los marcos institucionales de una sociedad libre apuntan a minimizar los actos que lesionan derechos, es decir, el fraude y la violencia.

El individualismo suscribe la prelación de las autonomías individuales de las personas, lo cual para nada se traduce en la autarquía sino, muy por el contrario, en la apertura más completa a la cooperación social en el contexto de la división del trabajo. Es el colectivismo el que bloquea y restringe los arreglos contractuales libres y voluntarios entre las partes que deja de lado el hecho que el conocimiento está fraccionado y está disperso entre millones de personas, para en cambio concentrar ignorancia al pretender la regimentación de la vida social.

En los procesos de mercado, es decir, en los procesos en los que la gente contrata sin restricciones (siempre que no se lesionen derechos de terceros), los precios constituyen las señales e indicadores para poder operar. Cuando los aparatos estatales se inmiscuyen en estos delicados mecanismos, inevitablemente se producen desajustes y desórdenes de magnitud diversa. Como se la destacado reiteradamente, en la medida en que los precios no reflejan en libertad las recíprocas estructuras valorativas, se obstaculiza la evaluación de proyectos y la contabilidad y se oscurece la posibilidad de conocer el aprovechamiento o desaprovechamiento del siempre escaso capital. Esa es la razón técnica del derrumbe del Muro de la Vergüenza en Berlín: la pretensión de eliminar la propiedad privada barre con los precios y, por ende, por ejemplo, no se sabe si es más económico fabricar caminos con oro o con asfalto.

El colectivismo -el ataque a la propiedad privada- conduce a lo que Garret Hardin bautizó ajustadamente como “la tragedia de los comunes”, a saber, lo que es de todos no es de nadie y se termina por destrozar el bien en cuestión. El colectivismo funde a las personas como si se trataran de una producción en serie de piezas amorfas que pueden manipularse como muñecos de plastilina, en cuyo contexto naturalmente el respeto desaparece.

Como queda expresado, el individualismo abre las puertas de par en par para que se lleven a cabo obras en colaboración, ese es el sentido por el que el hombre se inserta en sociedad (la autarquía empobrece y embrutece). No es entonces para que lo dominen sino para cooperar con otros produciendo ventajas recíprocas. El mismo mercado es una obra en colaboración así como lo es el lenguaje y tantas otras manifestaciones de la vida social. En un sentido más directo, George Steiner escribe en Gramáticas de la creación que “La historia del arte nos enseña que en muchas pinturas han trabajado varias manos. Algunas de las piezas consideradas las más características de tal o cual maestro son, en realidad, compartidas. Ayudantes, discípulos, cofrades artesanos del taller o de la comisión ciudadana han proporcionado el contexto, han pintado los personajes o los motivos secundarios y puede que hayan completado totalmente el lienzo […] En música […] conocemos partituras híbridas reunidas por más de un compositor”.

No debe perderse de vista que los múltiples trabajos en colaboración remiten a la consideración y satisfacción del individuo. Por eso, cuando se dice que debe contemplarse el bien común y no la satisfacción individual se está incurriendo en un error conceptual. Como han explicado Michael Novak y Jorge García Venturini, el bien común es el bien que le es común a cada uno, es decir, el bien del conjunto es precisamente la satisfacción legítima de cada cual.

Prácticamente todo es el resultado de obras en colaboración: nuestras ideas son fruto de innumerables influencias de otros pensadores, no hay más que mirar una máquina de afeitar para imaginar los cientos de miles de personas que colaboraron, desde la fabricación del plástico, la combinación del metal, las cartas de crédito, los bancos, los transportes, los departamentos de marketing etc. Solo los megalómanos estiman que sus arrogantes decisiones son consecuencia de su sola voluntad y participación.

El individualismo abre paso a notables prodigios en un clima donde se desarrolla al máximo la energía creadora en libertad. En cambio, el colectivismo es la aniquilación del individuo y la glorificación de la masa sin rostro ni personalidad.

Ya ha reiterado el antes mencionado Nozick en Anarchy, State and Utopia que el hombre es un fin en si mismo y nunca debería utilizárselo como un medio para los fines de otros. Por su parte, Arnold Toynbee en su crítica al colectivismo en Civilization on Trial escribe que “La proposición de que el individuo es una mera parte de un conjunto social puede ser cierta para los insectos, abejas, hormigas y termitas, pero no es verdad en el caso de seres humanos”.

En resumen, individualismo y colectivismo son términos mutuamente excluyentes. Esta última visión está escindida y amputada del prójimo, mientras que la primera, tal como se ha consignado, se traduce en el valor supremo de la dignidad de la persona y abre paso a la estrecha vinculación entre individuos, lo cual resulta en un camino inexorable para la propia prosperidad. Se pretende hacer aparecer como que el colectivismo se basa en la cooperación recíproca pero, como también se ha visto, es su antítesis y significa la aniquilación de la noción de persona y el consiguiente respeto recíproco.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía, Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer Rector de ESEADE.

 

Solucionar los problemas sin populismo

Por Agustín Etchebarne. Publicado el 18/4/13 en http://opinion.infobae.com/agustin-etchebarne/2013/04/18/solucionar-los-problemas-sin-populismo/

 Existen dos tipos de tragedias: las inevitables y las evitables. Las inevitables son las que se generan por factores desconocidos o impredecibles o que no existen los medios para impedirlas, como las cenizas del volcán chileno. No es el caso de las inundaciones. Los ingenieros saben por qué se producen y saben cómo evitarlas. Entonces es cuestión de medir el costo. La pregunta es cuánto cuesta evitar las inundaciones y si estamos dispuestos a pagar dicho costo. Este tipo de análisis es el que está generalmente ausente en los debates políticos, que se limitan mayormente a acusaciones mutuas y disquisiciones ideológicas.

Dentro de las tragedias evitables podríamos enumerar una larga lista: empezando por la inseguridad física y los accidentes viales que han provocado decenas de miles de muertos en la última década, además de las inundaciones recurrentes, los derrumbes, los accidentes de trenes…

Para enfrentar todos estos problemas simultáneamente, es necesario dejar de lado las acusaciones ideológicas y circunscribir las discusiones a análisis técnicos. Cada ciudad, provincia y la nación debieran tener un listado de obras públicas ordenadas según su importancia según criterios técnicos de evaluación económico-social.

A partir de allí, los políticos deben reordenar el presupuesto teniendo en cuenta dicho ranking y las preferencias e intereses de su electorado. Está claro que lo primero que hay que hacer es revisar el presupuesto del gasto público. Plata hay, pero se gasta mal, muy mal.

Por ejemplo, la provincia que lidera el ranking de desarrollo provincial de la consultora Delphos Investmente; San Luis gasta 58% de sus recursos en gastos corrientes, lo cual le permite tener un 42% para inversiones. El gasto en personal es el 38% del gasto corriente. En general, San Luis viene realizando esta política desde hace 30 años. El lógico resultado es que se trata de la provincia que tiene mayor cantidad de autopistas por habitante, no tiene déficit habitacional, construyó universidades, y ciudades nuevas, y se da el lujo incluso de invertir en autopistas del conocimiento o en intentar desarrollar la industria del cine, aunque no siempre eficientemente. Logró diversificar su producción siendo el agro apenas el 8% de su PBG, los bienes secundarios el 50% y los servicios el 42%.

La contracara es la provincia de Buenos Aires, donde los gastos corrientes ocupan el 96,4% del total, dejando para inversiones apenas un 3,6%, mientras que los gastos en personal son el 54% del total de gastos corrientes. No es de extrañar, entonces, que la provincia sólo logre avanzar muy lentamente en obras de infraestructura básica, como cloacas, desaguaderos, asfalto, o viviendas.

La ciudad de Buenos Aires tiene el presupuesto más rico del país. Pero nuevamente encontramos aquí un desbalance en el presupuesto; el total de gasto corriente alcanza al 89,1% de los gastos totales. Está un poco mejor que la Provincia de Buenos Aires, pero bien lejos de San Luis.

Si miramos al nivel nacional, observaremos que se ha desperdiciado una década de crecimiento y expansión, que hubiera sido el mejor momento para realizar una transición a un presupuesto eficiente y ordenado. Y se hizo precisamente lo contrario. El gasto público subió de un 27% a un 43% del PIB, los empleados públicos aumentaron de 2 millones a 3,2 millones, según Orlando Ferreres. Y los planes sociales como mostramos en un informe reciente de la Fundación Libertad y Progreso crecieron hasta alcanzar, en 2012, 110 planes (58 de la nación y 52 de las provincias) con un total de 18,3 millones de beneficios y $64.400 millones de pesos. Todo este gasto se hizo sin ningún control ni evaluación posterior. Y la tremenda prueba de su ineficacia es que en los últimos  años ha vuelto a subir la pobreza que alcanza al 26,9% de la población, según el último informe del Observatorio Social de la UCA.

No quedan dudas de que es fundamental empezar a reestructurar el gasto público. Para comenzar, sólo para dar algunos ejemplos, existen una cantidad de partidas que podrían eliminarse por completo o reducirse drásticamente. Por ejemplo, puede recortarse 100% del gasto en propaganda oficial en todos los niveles, nacional, provincial y municipal. El total gastado en este rubro en 2012, nada más que a nivel nacional fue de: medios gráficos $466 millones, TV $1.368 millones, radio $63 millones, ahorrando un total de $ 1.897 millones. Este año superará los $2.000 millones.

La información oficial puede estar en páginas webs y los anuncios deben hacerse en conferencias de prensa. Puede eliminarse la cadena nacional de radio y difusión, salvo caso de guerra o emergencia climática. Eliminaría todos los carteles de los diferentes gobiernos que afean calles, escuelas, universidades  y paseos públicos.

Podemos eliminar también todo el gasto en entretenimiento, al menos hasta reducir las muertes evitables, el hambre, la desnutrición y la indigencia hasta llegar al 0%. Eliminaría todo el gasto en Fútbol para Todos, Automovilismo para Todos, TC 2000, recitales, pagos a artistas y cantantes. Sólo en Fútbol para Todos se gastó en 2012 la friolera de $ 1.333 millones. Pueden suprimirse otros gastos y privilegios como autos oficiales,  ahorrando en choferes, repuestos, mantenimientos, seguros; la flota de aviones para uso de políticos, que debieran trasladarse en aviones comerciales o en trasporte público o en sus propios vehículos, como cualquier hijo de vecino, sin chapa ni privilegios “oficiales”. Puede reducirse seriamente el gasto en embajadas y utilizaría mucho más Internet y las computadoras.

En Argentina, la política es financiada por el Estado, de arriba hacia abajo. Esto es un mal que incentiva la prostitución de políticos y desincentiva o aleja a los políticos más honestos y capaces. Es la forma de financiar una verdadera oligarquía, que asfixia la verdadera participación ciudadana.

Agustín Etchebarne es Lic en Economía (UBA); Máster en Desarrollo Económico (ISVE), posgrado en Comercialización Estratégica de la (UB). Ex profesor de Análisis Económico y Financiero en la Facultad de Derecho de la UBA y profesor de ESEADE.