Lo peor no es Harvey, sino la falta de mercado

Por Alejandro A. Tagliavini. Publicado  el 30/8/17 en: http://www.mil21.es/noticia/631/opinion/lo-peor-no-es-harvey-sino-la-falta-de-mercado.html

 

No sé quién fue el pervertidor, pero realizó un buen trabajo: convencer a parte de la opinión pública de que el mercado -las personas cooperando pacíficamente- es malo y que, por tanto, el Estado -el monopolio de la violencia liderado por ambiciosos y a veces corruptos políticos- debe controlarlo. El mundo del revés.

Aunque no se le dio suficiente publicidad -porque los políticos tienen gran influencia sobre los medios- lo cierto es que el principal culpable de los 1800 muertos que dejó Katrina, en Nueva Orleans, fue el Estado que encargó al ejército la construcción de los diques de contención que resultaron endebles. Las compañías aseguradoras y reaseguradoras privadas bien podrían haber construido la infraestructura necesaria.

Por cierto, los fondos que manejan estas compañías son suficientes para realizar con eficiencia las obras pertinentes. Para tener una vaga idea de los recursos que manejan, digamos que solo en Bermudas existen empresas que suman más de US$ 150.000 millones y estamos hablando exclusivamente del 30% únicamente de las aseguradoras “cautivas”, del mundo.

Las inundaciones sin precedentes provocadas por Harvey, seguramente hubieran provocado un daño menor y el rescate y reconstrucción hubiera sido mejor si los políticos, el Estado, no impusiera una serie de regulaciones directas e indirectas que inhiben y hasta prohíben el desarrollo de las compañías aseguradoras y re aseguradoras.

El alcalde local dijo que no evacuó la ciudad de 2,3 millones de habitantes porque si “pones a toda la gente en la autopista, estás llamando a una calamidad mayor». Es decir, la infraestructura vial estatal hubiera colapsado. Tropas de la Guardia Nacional fueron desplegadas además de 20 helicópteros, y botes, pero resultaron poco a pesar de la ayuda de una organización privada como es la Cruz Roja. El Servicio de Emergencia de Houston recibió más de 75.000 llamadas y se saturó, y tampoco daban abasto los bomberos estatales, otra actividad que bien podrían desarrollar las aseguradoras privadas.

La zona afectada concentra casi un tercio de la refinación de petróleo de EE.UU. y el Golfo de México representa 20% de la producción del país. Analistas estimaron un impacto material de entre US$ 30.000 y 100.000 millones, según Bloomberg. La mayoría de los daños no estarán cubiertos por seguros. Es decir, que sobran incentivos económicos para que las aseguradoras realicen un buen negocio de prevención, rescate y reconstrucción rápida y eficiente.

Para sumar más incentivos económicos, los futuros de la gasolina subieron el lunes casi 4% después de haber subido 7% en las operaciones previas a la apertura del mercado. Mark Zandi, economista en jefe en Moody’s, pronosticó que el PIB de la región bajará cerca del 1%, entre US$ 7.000 y 8.000 millones.

Pero las aseguradoras pueden ser de inestimable ayuda no solo en catástrofes naturales. La bolsa de Tokio cerró a la baja por la caída del yen frente al dólar, a raíz del lanzamiento del misil norcoreano que sobrevoló Japón. Obviamente, aquí también las pérdidas pueden justificar el trabajo de aseguradoras que no solo pueden instalar sistemas de alerta temprana más eficientes que el estatal «Alerta-J», sino que firmas como Oribe Seiki Seisakusho ya han vendido decenas de purificadores y están construyendo refugios para empresas y familias. Y, por qué no, hasta podrían instalar con mayor eficacia sistemas antimisiles.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.

Carta abierta a los enemigos del ajuste

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 28/8/17 en: http://www.lanacion.com.ar/2057135-carta-abierta-a-los-enemigos-del-ajuste

 

Es momento de escuchar otras voces que no sean las de incrementar el gasto público, los impuestos y el endeudamiento.

los que, dentro o fuera del Gobierno, se alarman por los llamados «ajustes» debo decirles que tienen razón en preocuparse, así como cuando se proponen medidas de shock. Ya bastantes ajustes y shocks sufre la población en nuestro medio desde que amanece hasta que se acuesta como para absorber otros reveses.

A partir del golpe fascista del 30 y mucho más desde el peronismo y sus imitadores venimos chocando contra una pared. Es momento de escuchar otras voces que no sean las de incrementar el gasto público, los impuestos, el endeudamiento y mantener la inflación a niveles inaceptables.

El asunto es precisar que si en verdad se quiere aliviar la situación de la gente, es imprescindible engrosar sus bolsillos, para lo cual deben transferirse recursos desde el leviatán, que ha venido saqueando el fruto del trabajo ajeno al acumular funciones incompatibles con un sistema republicano. No se trata entonces de ajustes y shocks adicionales, sino de restituir e incrementar el poder adquisitivo de los gobernados.

No se trata tampoco de disimular el gasto elefantiásico con el incremento del producto bruto para modificar la ratio respectiva; se trata de eliminar facultades que se han arrogado con inaudita insolencia los aparatos estatales, pero que son propias del ciudadano.

Entre otros, el decimonónico Frédéric Bastiat en su obra titulada La ley, explica con claridad que no se puede recurrir a subterfugios para disfrazar las recaudaciones gubernamentales que exceden las funciones específicas de una sociedad abierta, las cuales, subraya, se traducen en mero «robo legal».

Ilustremos esto con un ejemplo extremo: supongamos que un ladrón arranca la billetera de un transeúnte; seguramente si es apresado se hará que el delincuente devuelva el botín a la víctima, pero no gradualmente, sino lo antes posible. De lo que se trata no es de implantar la justicia con cuentagotas, sino de restituir la propiedad.

Del mismo modo ocurre con un gobierno completamente desordenado en sus cuentas, con gastos siderales, déficit monstruoso, tributos insoportables, deudas crecientes y una inflación que se mantiene a niveles muy superiores a la de cualquier nación civilizada. Del mismo modo, si se gasta más de lo que ingresa, no puede evitarse la bancarrota de una empresa o los efectos nocivos del desorden en el seno de una familia.

Una vez pasadas las elecciones, el orden y el recorte de gastos se tornan más urgentes. Esto es para bien de las personas involucradas. Si esto no fuera así, habría que hacer la apología del desorden, pero de esa manera la historia termina siempre mal, tal como viene sucediendo sistemáticamente en nuestro medio desde hace décadas.

No se trata de causar dolor, sino alivio y mejora en la condición social de la gente. Lo relevante es que el balance neto entre costos y beneficios abra de par en par las puertas del progreso para todos, muy especialmente la de los más necesitados. No hay magias posibles, no puede engullirse la torta y tenerla al mismo tiempo.

El desorden conlleva costos altísimos que los pagan principalmente los más débiles económicamente, ya que los ahorros y las inversiones se contraen no sólo debido a las pesadas cargas impositivas, sino que disminuyen debido a climas como los descriptos.

Por supuesto que todo en la vida tiene un costo. No hay acción sin costo. El lector incurre en costos al leer esta nota, puesto que para hacerlo debe dejar de prestar atención a otros asuntos de su preferencia según la secuencia de prioridades de cada cual. En economía esto se denomina costo de oportunidad. En el caso que nos ocupa, en un primer momento absorberán costos quienes deben reasignarse a otros destinos al efecto de ser reabsorbidos en tareas distintas que no podían encararse, precisamente debido a que se encontraban esterilizadas en las órbitas de los aparatos estatales.

En este sentido, la liberación de factores humanos y materiales permite encarar otras tareas, hasta el momento imposibles de concebir, lo cual presenta nuevos negocios y las consecuentes capacitaciones. El proceso debe llevarse a cabo con el mayor cuidado, pero resulta imperioso comenzar con la tarea cuanto antes.

Debe hacerse foco en el sufrimiento, especialmente el de la gente de menores ingresos sobre la que recae el peso de verse obligada a mantener funcionarios cuyas faenas consisten en asignar recursos en direcciones distintas de las que hubiera decidido la gente en libertad (si el Gobierno decidiera lo mismo que prefiere la gente sería superfluo el uso de la fuerza que en todos los casos demanda la intervención estatal). La vida es corta, esta situación injusta que se viene prolongando clama a los cielos.

La herencia recibida es catastrófica, pero no podemos consumir nuestras existencias maldiciendo ese estado de cosas, sino tomar el toro por las astas y revertir el problema. Hasta el momento, el actual gobierno no sólo no ha reducido el gasto público y el déficit fiscal, sino que lo ha aumentado. La buena voluntad y la decencia no son suficientes para una buena gestión.

Liberar recursos se torna indispensable, insistir en que los actuales niveles del gasto público deben hacerse eficientes constituye un error.

En este contexto, es crucial comprender que los salarios e ingresos en términos reales dependen de las tasas de capitalización. Esta es la diferencia entre países prósperos y países pobres. No son los recursos naturales (África es el continente que los dispone con mayor abundancia y Japón es un cascote del que sólo el 20% es aprovechable). Es un tema de marcos institucionales confiables.

De todos modos, cualquiera que sea la situación, quienes estiman necesario ayudar en mayor medida al prójimo lo pueden hacer, por ejemplo, a través de una ONG especial de amplio acceso público donde cada uno ingresa su donación. Con esto, los políticos y sus socios dejarían de recurrir a la tercera persona del plural en sus discursos y, en su lugar, lo harían en la primera del singular asumiendo responsabilidades. En este supuesto no se usaría a los pobres para campañas electorales y se finiquitaría con la hipocresía de sostener que los gobiernos (es decir los vecinos) deberían ayudar a otros de modo coactivo.

Es muy loable que nuestros gobernantes hayan decidido abrirse al mundo, pero no es para mostrar las mismas mañas populistas de una burocracia sobredimensionada, sino para exhibir señales claras de una sociedad libre.

Se hace necesario retomar la tradición alberdiana y recordar que nuestro país estaba a la vanguardia del mundo libre cuando se adoptó. Los salarios e ingresos en términos reales del peón rural y del obrero de la incipiente industria eran superiores a los de Suiza, Alemania, Francia, Italia y España. Los inmigrantes venían a estas tierras para «hacerse la América». Competíamos con Estados Unidos en los principales rubros. En el Centenario, miembros de la Academia Francesa compararon las sesiones del Parlamento argentino con las que tenían lugar en aquella corporación debido a la versación de sus integrantes. Ahora hay quienes han perdido la independencia de criterio y no son pocos los que pretenden convertir nuestro Parlamento en un aguantadero.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es Asesor del Institute of Economic Affairs de Londres.

Los pioneros españoles del mercado libre

Por Alejandro Chafuen: Publicado el 9/1/17 en: http://www.redfloridablanca.es/los-pioneros-espanoles-del-mercado-libre-alejandro-chafuen/

 

Marjorie Grice-Hutchinson (1908-2003) desempeñó un importante papel poniendo de relieve las contribuciones que a la ciencia económica hicieron los escolásticos españoles del bajo medievo, en particular los pertenecientes a la “Escuela de Salamanca”. En su obra Early Economic Thought in Spain, 1177-1740, que se publicó por primera vez en 1978 y que acaba de ser elegantemente reeditada por el Liberty Fund, Grice-Hutchinson ahonda además en las ideas y los escritores que precedieron y sucedieron a los escolásticos salmantinos. Esta nueva edición de Early Economic Thought ofrecería una buena oportunidad para considerar una reedición de la obra en español, que data de 1982.

Grice-Hutchinson estudió en el King’s College, concretamente en Birkbeck College, y después en la London School of Economics, donde investigó bajo la dirección de F.A. Hayek, uno de los profesores que más influencia tuvieron sobre ella. Se trasladó a Málaga en 1951 después de haberse casado con el Barón alemán Ulrich von Schlippenbach, en lo que fue un retorno a la España en la que había vivido durante su juventud con sus padres.

Por su empeño en resaltar el papel de los economistas españoles en la historia, recibió una serie de importante reconocimientos en España, como los doctorados honoris causa por las universidades de Málaga y Complutense de Madrid. La Sociedad Mont Pèlerin, que Hayek fundó en 1947, rindió tributo a su labor en dos ocasiones: en 1979, durante una reunión en Madrid que también incluyó una sesión en Salamanca, y en 1997, durante la reunión en Barcelona.

Su primer libro sobre economistas españoles, The School of Salamanca: Readings in Spanish Monetary Theory 1544-1605, que fue publicado en 1952, cubría las teorías monetarias de algunos de los autores de la Escuela de Salamanca. El renombrado Joseph Schumpeter había publicado tan solo dos años antes su History of Economic Analysis, obra en la que, a lo largo de casi 70 páginas dedicadas a analizar a los “Doctores escolásticos y filósofos del Derecho Natural”, había puesto de manifiesto el valor que otorgaba a las aportaciones de los “economistas” españoles. Los escolásticos españoles tardíos merecían los halagos que Schumpeter les dedicó, pero las investigaciones de Grice-Hutchinson bebieron de otras fuentes.

Algunos otorgan a Grice-Hutchinson el mérito de haber popularizado el término “Escuela de Salamanca” en el campo económico (especialmente gracias al título de su primer libro). Francisco de Vitoria (c. 1483-1546), que es considerado el fundador de la Escuela, ya era famoso por sus contribuciones al Derecho internacional.

Grice-Hutchinson, en una nota a León Gómez Rivas -profesor español de historia del pensamiento y uno de los máximos conocedores de cómo los teólogos salmantinos influyeron en Hayek- escribió que Hayek “no conocía a los autores salmantinos hasta que yo le hablé de ellos alrededor de 1949 o 1950. Así que no fue por sugerencia suya que empecé a estudiarlos, sino por haber leído a Larráz. Estaba, no obstante, estudiando a Campomanes por aquella época, bajo la dirección de Hayek. ¡Cambiamos la dirección de nuestra investigación a medio camino!” José Larráz había escrito en 1943 un influyente libro sobre el mercantilismo titulado La época del mercantilismo en Castilla, que despertó la curiosidad de Grice-Hutchinson.

Hayek mencionó a algunos de los autores de la Escuela de Salamanca en sus obras, incluidos Luís de Molina (1535-1601), Juan de Lugo (1583-1660), Juan de Salas (1553-1612), y Leonardus Lessius (1554-1623). Este último era belga, no español pero también jesuita, como los anteriores, lo que quizás llevó a considerar que esta orden había sido el motor intelectual de los economistas salmantinos. Vitoria, el fundador de la Escuela, era dominico, una orden igualmente excelente y quizás aún más famosa que los Jesuitas, como también lo eran Domingo de Soto (1495-1560), Tomás de Mercado (c. 1530-c. 1575) y Domingo de Báñez (1527-1604). Martín de Azpilcueta (1493-1586), el famoso Doctor navarrus, pertenecía al canon regular de la Orden de San Agustín.

De acuerdo a la propia Grice-Hutchinson, su principal logro al estudiar a todos estos autores fue el haber dado a conocer en el mundo anglófono sus contribuciones económicas. En otra nota a Gómez Rivas escribió:

“Mi libro de 1952 incluye ocho páginas en materia de teoría cuantitativa [del dinero] y teoría p.p.a. [paridad de poder adquisitivo] de los tipos de cambio. A pesar de ello, mi gran amigo el padre Gómez Camacho, en su reciente libro Economía y Filosofía Moral (Ed. Síntesis, pp. 311-312), dice que sigo a P. Vilar (1969) y W. Weber (1959) al atribuir la “paternidad” de la teoría p.p.a. a la Escuela de Salamanca. Yerra, por lo tanto, en 17 y 7 años, respectivamente.”

“De hecho,” añade, “el origen de estas investigaciones se remonta más allá de Larráz. Solo me atribuyo el mérito de haber dado a conocer la Escuela de Salamanca a los historiadores anglófonos del pensamiento económico.”

El que Grice-Hutchinson pusiera en conocimiento de Hayek estos escritos no es una menudencia, especialmente si consideramos el papel central que Hayek jugó en el desarrollo del “free-market movement”. Murray N. Rothbard, otro popular autor de dicho movimiento, publicó un ensayo titulado “New Light in the Prehistory of the Austrian School,” en el que analizaba el libro de Grice-Hutchinson sobre la Escuela de Salamanca.

Early Economic Thought in Spain va, no obstante, más allá de la Escuela de Salamanca y de otros textos que promueven una sociedad libre. Hayek tiene el mérito de haber despertado el interés de Grice-Hutchinson en ciertos autores que le recomendó estudiar como Jerónimo de Uztáriz (1670-c.1732) y Bernardo de Ulloa (1682-1740). Hayek también la animó a ponerse en contacto con Earl J. Hamilton (1899-1989), que por aquel entonces estaba en la Universidad de Chicago. Los escritos de Hamilton sobre la economía de precios en España, como por ejemplo su obra American Treasure and the Price Revolution in Spain, 1501-1650, también orientaron su trabajo [1]. En dichos escritos, Hamilton mencionó alguno de los economistas españoles que luego estudiaría Grice-Hutchinson, incluyendo a Luís Saravia de la Calle y Tomás de Mercado, aunque no les dio excesiva importancia. A través de Hamilton, Grice-Hutchinson también supo de Pedro Rodríguez, Conde de Campomanes, quien, en su Discurso sobre la educación popular (1775), cita una lista aún más larga de autores de los siglos XVI y XVII que habían escrito sobre economía. El profesor Gómez Rivas señala que “aquí radicaría, con seguridad, el origen de una primera aproximación a los Arbitristas Españoles, que [Grice-Hutchinson] luego reorientaría hacia los escolásticos tardíos de Salamanca”. Sobre Campomanes, Schumpeter concluyó, “no carece de interés el comprobar cuan poco, o nada, estuvo dispuesto a aprender de la Riqueza de las Naciones”. [2]

El editor Julius Kirshner, en su introducción [3] al libro Business, Banking, and Economic Thought in Late Medieval and Early Modern Europe de Raymond De Roover (1904-1972), otro autor que estudió a los escolásticos tardíos, observó que “los lazos entre las doctrinas escolásticas y la teoría económica moderna fueron clara y brillantemente expuestos por Joseph Schumpeter en su monumental History of Economic Analysis, en la que intentó rescatar a los escolásticos de su exilio intelectual”. De acuerdo a Kirshner, “el trabajo de Schumpeter sobre los escolásticos es superior a cualquier otro”. Reconoció “la habilidad única [de De Roover] para ofrecer un contexto histórico concreto a este fascinante capítulo de la historia intelectual”. Yo, por mi parte, otorgo a la obra Early Economic Thought in Spain, de Grice-Hutchinson, un mérito similar al de De Roover pero en el campo de la historia del pensamiento económico.

Este libro está dividido en cuatro largos capítulos. El primero comienza con un completo análisis de los asuntos económicos sobre los que debatían los escolásticos y que luego fueron también asunto de interés –particularmente el tema de la usura- para los escolásticos españoles tardíos. Grice-Hutchinson acertadamente señala que la usura era definida como “cualquier interés, no importa cuán pequeño, que se cobra sobre un préstamo”. Describe cómo los seguidores de las tres mayores religiones veían la usura y algunas de las excepciones que se permitían. También es destacable su análisis sobre los orígenes del Estado de Derecho en España, especialmente a través del Fuero Juzgo, el código de leyes desarrollado en tiempos visigóticos a partir del liber iudiciorum y que perduró hasta el siglo XIII.

El segundo capítulo está dedicado a las ideas de Aristóteles y Platón, y termina con Averroes. Los asuntos que trata este capítulo son importantes para entender los textos de los economistas españoles. Pero el análisis histórico, aunque correcto, no tiene mucha originalidad.

El tercer capítulo, dedicado a la Escuela de Salamanca, comienza con un análisis de los textos económicos de ciertos precursores como San Alberto (c. 1200-1280), Santo Tomás de Aquino (1225-1274), Duns Scotus (c. 1266-1308), San Antonino de Florencia (1389-1459), San Bernardino de Siena (1380-1444), así como Silvestre de Priero (c. 1456-1523) y el Cardenal Tomás de Vio (1469-1523), más conocido como Cayetano.

A pesar de que la escuela de pensamiento que nació de la Universidad de Salamanca cuatro siglos después de su fundación, en 1130, trató muchos temas, incluyendo la propiedad privada, el comercio internacional, los impuestos y los salarios, Grice-Hutchinson se centra en el valor, los precios, el dinero y los intercambios. Describe la teoría del valor de los escolásticos españoles y sus elementos subjetivos. Así muestra cómo, a pesar de que estos pensadores reconocían el derecho de las autoridades a establecer un justo precio, para la mayoría de las transacciones consideraban que este debía ser el precio de mercado, determinado por la oferta y la demanda, de acuerdo a común estimación y sin fraude, monopolio o violencia.

Un precio podía ser justo si se llegaba a él a través de una estimación común o si así lo determinaban las autoridades. En el primer caso, en mercados dinámicos y en lo que hace a bienes que la mayor parte de las personas necesitan, el mercado, dentro de ciertos límites, era el que debía establecer los precios. En mercados no dinámicos, o cuando las autoridades fijasen el precio, el trabajo y los costes podían influenciar el proceso que determinaba la justicia de los precios. El precio de los bienes de lujo, no obstante, podía ser cualquiera que acordaran las partes.

Grice-Hutchinson escribe: “Cuanto más profundamente se sumerge el estudiante en los debates de los escolásticos sobre el “justo precio”, no solo es más fuerte la impresión de que los Doctores creían en el libre juego de las fuerzas del mercado como principal determinante del precio, sino que también se da cuenta de que ansiaban proteger, desde un punto de vista moral, esta doctrina del peligro que pudiera representar cualquier ataque”. Y concluye que, “en su doctrina del justo precio consolidaron y popularizaron los avances de sus predecesores, pusieron a prueba teorías aceptadas frente a eventos contemporáneos, y transmitieron a los economistas que les sucedieron una más completa y mejor elaborada teoría del valor”.

El tercer capítulo también incluye un certero análisis de la opinión de los escolásticos de Salamanca sobre el incremento en los niveles de precios y el hecho de que fueran principalmente un fenómeno monetario. Grice-Hutchinson menciona algunos autores que contribuyeron al desarrollo de la teoría cuantitativa del dinero, reconociendo especialmente el trabajo de Azpilcueta. Después del análisis de los textos económicos fundamentales de los teólogos y juristas españoles, concluye con una descripción de cómo las opiniones de estos autores influyeron en el pensamiento económico de Bélgica, Italia, Francia, Alemania, Inglaterra, Escocia y otros países. De especial relevancia son las dos páginas dedicadas a la influencia que Salamanca tuvo en el filósofo irlandés-escocés Frances Hutcheson (1694-1746).

El capítulo final dedicado a los “economistas políticos” describe libros de autores conectados con Salamanca, como el de Domingo de Soto sobre cómo ayudar a los pobres, y el de Juan de Mariana contra la devaluación monetaria. Este último, publicado en 1609, describe los múltiples y perjudiciales efectos de reducir el valor del dinero añadiendo cobre a las monedas. Mariana veía estas acciones como violaciones de los derechos de propiedad y descubrió que era el copioso gasto de los gobiernos lo que llevaba a estas contraproducentes prácticas.

Algunos españoles analizados hacia el final del libro encajan en la categoría “mercantilista” –es decir, que eran autores que tenían por objetivo la autarquía y veían las importaciones como un lastre para la economía-. Grice-Hutchinson también da múltiples ejemplos de propuestas políticas que, con el fin de promover ciertos objetivos económicos, ofrecen diversos esquemas intervencionistas, incluyendo subsidios y medidas redistributivas.

Dedica las cinco últimas páginas a Miguel Álvarez Osorio, el cual compilaba datos comerciales que después extrapolaba para llegar a ciertas conclusiones. Osorio no dedicó mucho tiempo a desarrollar teorías. Al centrarse en los datos, sus conclusiones pueden ser refutadas. Es por ello que Grice-Hutchinson, siguiendo a Karl Popper (1902-1994), concluye: “en este sentido el trabajo de Osorio es completamente científico”. Para Popper, una afirmación que no es falsable (refutable) no es científica. De todos los autores que describe Grice-Hutchinson, Osorio es el que aboga por una mayor planificación central.

Otro autor que recibe una atención parecida es Jerónimo de Ustáriz (1670-1732), el principal autor “mercantilista” de su tiempo. Siguiendo a Ustáriz, el mercado interno y la producción deberían estar sometidos a una carga impositiva baja y disfrutar de libertad para comerciar; pero en relación al mercado externo, Ustáriz abogaba por restringir las importaciones. Grice-Hutchinson señala que ciertos argumentos usados por Ustáriz y los mercantilistas para analizar el mercado interno, como por ejemplo los perjudiciales efectos de las regulaciones restrictivas y las barreras internas al comercio, facilitarían el camino a los argumentos y políticas posteriores a favor de la liberalización económica.

Ustáriz, como Osorio, se centraba más en los datos que en especulaciones teóricas. Al haber viajado a los grandes centros de negocios y comerciales de su tiempo, había adquirido un conocimiento considerable de las prácticas comerciales y se convirtió en uno de los más reputados españoles en la historia del pensamiento económico. Miguel de Zavala, otro de los autores mencionados en el libro, describe de manera acertada el impacto negativo de la fijación de precios, pero como tantos otros autores de su tiempo, miraba con recelo las importaciones.

La nueva edición de Early Economic Thought in Spain está dedicada a la memoria de uno de los miembros del consejo directivo del Liberty Fund, Leonard P. Liggio (1933-2014). Liggio estudió y admiró el legado hispánico. Creía que, a pesar de que la tradición hispánica liberal fue una realidad, en muchos lugares, como en Latinoamérica, fue abandonada. Esta tradición liberal es más coherente con las tesis de la Escuela de Salamanca que con la tradición posterior, más mercantilista. A juzgar por lo que hoy entendemos sobre los procesos del libre mercado, la mayoría de autores, incluso los de Salamanca, cometieron errores teóricos. Pero también los cometieron Adam Smith y posteriores autores. Aquellos que han despreciado el estudio del pensamiento económico anterior a Smith, tienen la oportunidad de redimirse leyendo esta breve pero excepcional (y, como es habitual, bellamente editada) obra que el Liberty Fund ha publicado.

 

Alejandro A. Chafuén es Dr. En Economía por el International College de California. Licenciado en Economía, (UCA), es miembro del comité de consejeros para The Center for Vision & Values, fideicomisario del Grove City College, y presidente de la Atlas Economic Research Foundation. Se ha desempeñado como fideicomisario del Fraser Institute desde 1991. Fue profesor de ESEADE.

Mapuches, un chiste electoral

Por José Benegas. Pubicado el 28/8/17 en: http://www.infobae.com/opinion/2017/08/28/mapuches-un-chiste-electoral/

 

«A este cacique tan básico le preocupan nada más que las tierras que pertenecen a los ‘capitalistas’, los ‘latifundios’ y la presencia de empresas petroleras»

 

En la alocada conversación entre Jorge Lanata y un supuesto cacique mapuche (Facundo Jones Huala) se perdieron varios detalles, porque en la Argentina las noticias son espectáculo y el espectáculo requiere un avance de la línea dramática, sin distracciones.

En este caso, el cuento de que enfrentamos una lucha armada de reconquista por parte de los mapuches, perdidos en la historia, pero no en la historieta. Los detalles son los siguientes:

1) El personaje llamado Jones Wallace (nombre arquetípico de las tribus escocesas, cuyo escudo ilustra esta nota) aclaró que no está reclamando territorio alguno, sino que quiere tierras para cultivo, pero solamente las de los «ricos».

2) Su programa marxista no tiene nada que ver con pueblos primitivos autóctonos.

3) Su programa nacionalista –la expulsión del señor Benetton−, tampoco tiene que ver con la historia de esos pueblos autóctonos.

4) El grupo político mayor que dice representar a pueblos primitivos, recibe dinero del Banco Mundial. A esto último sumémosle la reforma constitucional del 94 y la legislación consecuente, así podremos comprender que es todo un invento «occidental», jugando con la historia para seguir configurando un estado asistencialista y victimizante, a costa de los derechos de todos.

La entrevista de Jones Huala con Jorge Lanata

La entrevista de Jones Huala con Jorge Lanata

A este cacique tan básico le preocupan nada más que las tierras que pertenecen a los «capitalistas», los «latifundios» y la presencia de empresas petroleras. La mejor pregunta de Lanata quedó como perdida, fue cuando el personaje hablaba de obtener energía de los cocos. Sí, de los cocos en la Patagonia. Ahí Lanata le preguntó con qué capital producirían, dado que esa es una restricción común para mapuches, escoceses parientes del entrevistado, japoneses y jíbaros por igual. El capital se forma cuando se respeta la propiedad, siendo la principal
preocupación de este grupo, abolirla.

Quién haya inventado sacar este tema en este momento ha obtenido un éxito rotundo, porque dadas las ideas políticas que prevalecen y el lugar que la victimización marxista y nacionalista tiene en todos los debates, nadie parece tener los elementos para ponerse frente a gente que ataca a «los ricos», invoca haber sido oprimida, se llama a sí misma «comunidad» y se disfraza convenientemente cuando es necesario. Les mencionan al señor Benetton, que es «extranjero» y «exitoso» y eso equivale al mal en estado puro para todos los que consumen medios de comunicación, a pesar de que el mencionado señor ingresó sus millones para que le dieran esos campos y no se los robó a nadie. En esa sopa surge una «identidad» que genera derechos. Algo que, si les interesara, encontrarían resuelto por la tradición constitucional del país, sobre todo en la Asamblea del año XIII al abolir los fueros personales y la Constitución de 1853, que consagra derechos individuales, no solo para los nacidos en el país, sino para cualquier persona del mundo que quiera habitar el suelo argentino, inclusive mapuches por supuesto.

En ese contexto, cualquiera puede formar una «comunidad», adquiriendo tierras de modo pacífico, para instalar incluso un parque de diversiones identificándose con lo que tengan ganas.

Tampoco interesa, como muchos argumentos, si los mapuches eran «chilenos», lo que parece ser un anacronismo parecido al que estos grupos quieren usar en su favor. Los chilenos también gozan de derechos de propiedad, si la adquieren de la misma manera que todos los demás.

El cuento es que esta gente tiene derechos «ancestrales». Aquí es donde el marxismo ingresa falsificándolo todo con fines de agitación. Los ancestros no transmiten derechos históricamente, sino a través de procesos sucesorios. Todos recibimos de nuestros antepasados los bienes que tenían al momento de su fallecimiento. De manera que los miembros de cualquier club como éste también pueden acudir a los tribunales, demostrando la correcta concatenación de títulos, igual que cualquier hijo de vecino, para ingresar determinados derechos a su patrimonio.

Estos movimientos políticos en cambio quieren llevar su argumentación a una posición irrefutable, por eso discuten que el razonamiento que acabo de hacer es «occidental» (tanto como el marxismo, por supuesto), cuando ellos pretenden un reconocimiento que también es occidental ¿Cuál es la alternativa a un reconocimiento «occidental» de derechos pacíficamente adquiridos a través de una sucesión de títulos? Pues la guerra, algo que han perdido. No ellos, unos antepasados que nadie comprueba que sean reales. Aquellos verdaderos protagonistas de la historia no están acá para reclamar nada.

No hay siquiera un esfuerzo para demostrar cuál era el modo «mapuche» de adquirir tierras, por eso recurren al subterfugio de «indigenizar» al marxismo, mediante la abolición de la propiedad privada. Si las tierras no les pertenecen en forma privada, querría decir que les pertenecerían de forma pública, lo que los llevaría a reemplazar al Estado, es decir ejercer una «soberanía». Lo que estarían reclamando no es «tierra» sino soberanía, derecho a gobernar. Para eso tendrían que someter a la población actual y constituirse en un linaje, como bien le indicó Lanata.

La soberanía no es derecho de propiedad, es un completo facto político que se dirime mediante ejércitos, pero aun venciendo, nada les daría derecho a violar los derechos sí adquiridos pacíficamente por sus actuales titulares, aunque les suene a ellos muy occidental.

En primer lugar, estos grupos deberían explicitar cuál es el modo pacífico de transmitir bienes según su «nación». Si el único medio es la violencia, ya han perdido y si lo vuelven a intentar se les debe responder. El estado argentino tampoco tiene derecho a expropiar tierras a su dueño para dárselas a los supuestos «pueblos originarios», en tanto el derecho de propiedad antecede al Estado, que se limita a reconocerlo, y el mecanismo de expropiación está limitado a causas de «utilidad pública». La conveniencia de un grupo racial no entra en ese concepto.

¿Qué derecho tiene alguien por tener antepasados mapuches? Ninguno. Pueden adquirir y perder tierras individualmente o como grupo, de la misma forma que todos, pagando por ellas. Como entidad política los mapuches no existen más. La genética no da derechos, la transmisión de títulos sí, pero hasta eso tiene un límite que es el de la prescripción adquisitiva o usucapión.

Si a mi bisabuelo le hubieran usurpado unas tierras veinte años atrás y yo no hubiera hecho ningún reclamo, perdería todo derecho ¿Qué es lo que hace que unas personas que dicen descender de habitantes del territorio que fueron despojados siglos atrás, cuyo parentesco ni siquiera demuestran a través de los respectivas actas de nacimiento y demás, invocando nada más que un color de piel, tengan mejor derecho que yo por hechos acontecidos veinte años atrás, con todos los documentos a mi favor? Pues la capacidad manipulatoria de la política y los incentivos que da el estado izquierdista que tiene como clientes a todas las víctimas, reales o ficticias, que le sirvan para expandirse.

Distinto es el caso de grupos que han mantenido de un modo continuo una identificación con aquella historia y que aún habitan determinadas zonas. Parece un buen gesto que el estado les reconozca su situación y básicamente que no los moleste, dado que no están en conflicto con derechos ajenos, pero estos mapuches marxistas que reclaman propiedades, no tienen derecho alguno como tales y menos con ese marco conceptual. El marxismo no provee derechos de propiedad, sino que los conculca.

 

José Benegas es abogado, periodista, consultor político, obtuvo el segundo premio del Concurso Caminos de la Libertad de TV Azteca México y diversas menciones honoríficas. Autor de Seamos Libres, apuntes para volver a vivir en Libertad (Unión Editorial 2013). Conduce Esta Lengua es Mía por FM Identidad, es columnista de Infobae.com. Es graduado del programa Master en economía y ciencias políticas de ESEADE.

 

El avance tecnológico crea empleo, no lo destruye

Por Iván Carrino. Publicado el 13/2/17 en: http://www.infobae.com/opinion/2017/02/13/el-avance-tecnologico-crea-empleo-no-lo-destruye/

 

Los seres humanos tenemos una personalidad dual. Por un lado, nos fascinan los avances tecnológicos y nos agolpamos en la puerta de las tiendas Apple cuando la marca de la manzanita presenta sus nuevos teléfonos inteligentes.

Por otro lado, nos asustamos enormemente con las consecuencias que la tecnología puede tener en el nivel de empleo, ya que muchos avances tecnológicos, especialmente los aplicados a la producción, apuntan precisamente a sustituir mano de obra humana por máquinas y robots.

Ahora bien, ¿tenemos motivos para asustarnos? Si uno realiza una mirada superficial sobre el asunto, entonces concluirá rápidamente que sí. Cuando un robot o una máquina automatizada pueden realizar el mismo trabajo que realizaba un obrero en una fábrica pero en menos tiempo y por menos dinero, la amenaza se vuelve evidente.

Sin embargo, lo que este análisis superficial deja de lado es todo el empleo que se generará en otros sectores producto de la mejora de la productividad y la caída de los precios de los bienes de consumo.

El razonamiento es sencillo: si la caída en los costos se persigue para reducir los precios, entonces los consumidores dispondrán de mayores ingresos reales, que podrán gastar en nuevos bienes y servicios. Esos bienes y servicios deberán ser producidos por terceras personas, creando nueva demanda de trabajo.

Lo que te cuento hasta acá no es un mero ejercicio teórico. En un estudio realizado por Ian Stewart, Debapratim De y Alex Cole, de la consultora Deloitte, se prueba con datos esta teoría.

Para los economistas de la consultora, el discurso actual sobre la tecnología está «sesgado hacia los efectos destructivos que el cambio tecnológico tiene debido a la relativa dificultad para predecir su efecto creador sobre los puestos de trabajo». Sin embargo, la tecnología, si bien modificó la estructura del empleo, ha creado empleo en términos netos por los últimos 144 años.

Los autores examinaron datos del censo de Inglaterra y Gales desde 1871 hasta el año 2014. Los resultados mostraron un marcado descenso en algunos tipos de trabajo, pero un aumento significativo en otros que más que compensó la baja en los sectores afectados.

El ejemplo más paradigmático es el de los trabajadores agrícolas. En 1871, el 6,6% de la fuerza de trabajo estaba abocada a tareas agrícolas. En 2014, ese porcentaje bajó a 0,2%, una reducción del 95 por ciento.

Otro caso es el de los trabajadores involucrados en lavanderías. En 1901, 200 mil personas sobre una población de 32,5 millones se ocupaban de lavar la ropa de los ingleses. En 2011, sólo 35 mil sobre una población de 56,1 millones realizaba el mismo trabajo. ¿Adónde fueron a parar los afectados por el «desempleo tecnológico»?

Aun cuando la tecnología destruye algunos trabajos, es creadora neta de empleo. Por un lado, porque el sector que produce las innovaciones tecnológicas está permanentemente demandando trabajadores que ayuden en esta tarea. Pero hay otro efecto derivado del avance tecnológico que afecta positivamente el empleo: es que los  precios bajos resultado de la tecnología estimulan la demanda de nuevos sectores, y nuevos bienes y servicios.

Así, los contadores, que en 1871 eran 9.832, se multiplicaron por 22, y en 2011 totalizaron 215.678. Algo similar sucedió con las enfermeras profesionales (se multiplicaron por 26), el personal de bares (se multiplicó por 4 desde 1951) y los peluqueros: en 1871 había un peluquero por cada 1.793 ciudadanos; hoy esa relación es 1 a 287.

Como afirman los autores, la tecnología crea empleo en servicios especializados (como contadores, profesionales de marketing, médicos y educadores) y también en aquellos sectores que no buscan atender las necesidades básicas de la población (bares, peluquerías y gimnasios, por ejemplo).

Es decir, con la tecnología, la división del trabajo se profundiza, crece la especialización y mejoran los niveles de vida. Y todo esto con mayores niveles de empleo.

En un análisis de datos más recientes, el mismo estudio muestra cómo fue cambiando la estructura del empleo en Inglaterra:

Si bien los trabajos manufactureros son cada vez menos, hubo un impresionante crecimiento en el sector servicios que más que compensó la caída. Entre 1992 y 2014, en medio de una verdadera revolución tecnológica, la cantidad de puestos de trabajo creció en nada menos que 5,8 millones.

La tecnología refleja el deseo del hombre de hacer la vida más fácil. Así, nos libera de realizar tareas que no nos gustan y nos fuerza a enfocarnos en las nuevas demandas de los consumidores.

Por los últimos 144 años de historia, además, ha sido creadora neta de empleo, y no hay motivos teóricos ni empíricos que nos hagan pensar que esta tendencia va a empezar a cambiar justo ahora.

Más que temerle, a la tecnología hay que agradecerle. Si no fuera por ella, estaríamos todavía trabajando la tierra y con una expectativa de vida de, como mucho, 40 años.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

ADAM SMITH COMO FORMADOR DE UNA TRADICIÓN EN EL ORDEN ESPONTÁNEO

Por Adrián Ravier: Publicado el 28/8/17 en: https://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2017/08/28/adam-smith-como-formador-de-una-tradicion-en-el-orden-espontaneo/

 

Este humilde ensayo tiene como objetivo trazar lo que considero es la mayor aportación del economista escocés, a saber, haber contribuido a formar una tradición en el estudio de los órdenes espontáneos. Fue este aporte de Adam Smith lo que les permitirá más tarde a Menger (1871, p. 146), Popper (1972, p. 125) y Hayek (1979, p. 69) aseverar que la comprensión de los fenómenos complejos que surgen como consecuencias no previstas de las acciones humanas deberían constituir el objeto de estudio de las ciencias sociales. Como consecuencia de ello, quedarán expuestos los excesos de Rothbard en la referencia recién explicitada: 1) que Smith no creó nada, 2) que no habría sido sino un gran sintetizador y sistematizador, y 3) que lo suyo fue un desvío de un conocimiento coherente desarrollado previamente, lo que incluiría a autores de la Escuela de Salamanca o al Essai de Cantillon.

El ensayo fue incluido como capítulo 9 de un libro que repasa distintos aspectos de la obra de Adam Smith: A companion to Adam Smith, editado por la Facultad de Ciencias Económicas de la UFM.

 

Haz clic para acceder a smith-companion-adam-smith-ravier.pdf

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.