Por qué el acuerdo con el FMI es necesario, pero lejos estará de ser suficiente

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 7/12/21 en: https://www.infobae.com/opinion/2021/12/07/por-que-el-acuerdo-con-el-fmi-es-necesario-pero-lejos-estara-de-ser-suficiente/

Alcanzar consensos en las variables macroeconómicas es parte de las negociaciones, poco se habla de las reformas estructurales en diversos frentes

En los últimos días el tema económico sobre el que todo el mundo habla es si el gobierno argentino llega a un acuerdo con el FMI (EFE)

En los últimos días el tema económico sobre el que todo el mundo habla es si el gobierno argentino llega a un acuerdo con el FMI.

En primer lugar, al 31 de octubre la deuda pública sumaba USD 348.346 millones de los cuales USD 43.294 millones son con el FMI, es decir, solo el 12% de la deuda de la Administración Central corresponde al Fondo Monetario. La mayor parte se concentra en bonos del Tesoro con privados, tanto en pesos como en dólares.

El Gobierno, repite constantemente que la deuda con el FMI que tomó Mauricio Macri debe ser revisada por el organismo porque fue irresponsable al otorgar esa deuda y, además, “por que estamos en una situación crítica por tener que pagar esa deuda”.

Sin dejar de reconocer que hubo groseros errores de política económica en la gestión de Cambiemos cuya responsabilidad cae en los economistas que vendieron humo con el gradualismo y nunca presentaron un plan económico consistente, lo concreto es que, en todo caso, este Gobierno no solo viene tomando deuda en forma más acelerada que el anterior, encima es más inmanejable.

En efecto, sin tomar la contraída por el BCRA que es impagable, el Frente de Todos aumentó la deuda pública en USD 35.046 millones desde que llegó al poder en diciembre de 2019. Mientras que los compromisos asumidos por el ente monetario con colocación de Leliq y Pases en las entidades financieras se elevaron en el equivalente a USD 25.148 millones.

De ahí que, en total, en 2 años el actual gobierno aumentó la deuda pública en el equivalente a USD 60.194 millones, bastante más que lo que se le debe al FMI que tanto se quejan los máximos representantes del kirchnerismo.

En Argentina un gobierno tras otro se queja de la deuda que heredó del anterior. En la época de Raúl Alfonsín se quejaban de la deuda que había contraído gobierno militar. Luego Duhalde y los Kirchner se quejaban de la deuda que había contraído Menem y ahora se ahora se quejan de la deuda que contrajo Macri.

El tema es que la deuda no surge por generación espontánea, sino que es consecuencia del déficit fiscal. Gobierno tras gobierno gasta más de lo que recauda y termina emitiendo moneda y tomando deuda para financiar ese déficit. Por eso cada tanto explotan la inflación y entramos en default, porque el populismo lleva a destruir la moneda y a tomar deuda para financiar un gasto público que la economía no está en condiciones de pagar.

Sin dejar de reconocer que las deudas hay que honrarlas y se debe acordar con el FMI, tampoco hay que hacerse ilusiones con que llegando a ese acuerdo quede despejado al camino al crecimiento.

Origen de la deuda

Al respecto cabe recordar que a fines de 2000 el entonces presidente Fernando de la Rúa lograba el blindaje, que no era otra cosa que un respaldo financiero conjunto del FMI, otros organismos multilaterales, España y las entonces AFJP. El monto de ese blindaje era de USD 39.700 millones que fue anunciado a principios 2001 y a valores actuales era un apoyo financiero de USD 63.106 millones ajustado por la inflación de EE.UU. en los últimos 20 años. En aquel momento, el Presidente dijo: “Qué lindo es dar buenas noticias” y pronosticaba un 2001 de crecimiento y mejora.

La realidad fue que en marzo de 2001 renunciaba José Luis Machinea, entonces ministro de Economía. Asumía Ricardo López Murphy que estuvo apenas un par de semanas en el cargo, y lo reemplazaba Domingo Cavallo que inició el proceso de megacanje, que consistía en postergar los vencimientos de ese año hasta el 2010.

También se estableció en forma “transitoria” el Impuesto a los Créditos y Débitos Bancarios. Eso no alcanzó para revertir la confianza y a mediados de año se anunció el déficit fiscal cero, por el cual se iba a gastar solo lo que ingresara en impuestos.

Como la gente seguía inquieta y se iniciaba un retiro de depósitos de los bancos, el Congreso sancionó la ley de intangibilidad de los depósitos que, finalmente, fueron tangibles. Llegó el corralito, renunció De la Rúa, asumió Rodríguez Saá que anunciaba la suspensión del pago de la deuda pública, anuncio que fue aplaudido por casi todos los legisladores como el gran logro de independencia económica y soberanía nacional. En pocos días fueron pasando un presidente detrás de otro hasta que llegó Duhalde, salió de la convertibilidad, devaluó el peso, pesificó los depósitos en dólares e hizo un gran zafarrancho económico que solo se vio favorecido por el viento de cola que comenzó a llegar a mediados de 2002.

La decisión de devaluar y pesificar los depósitos en dólares todavía hoy tiene impacto en la economía argentina porque fue una ruptura de los contratos que forzó el mismo estado. Es decir, Argentina perdió total credibilidad porque demostró que el mismo Estado era capaz de romper incluso los contratos entre privados. Esto le dio tal grado de imprevisibilidad a la Argentina que tendrán que pasar décadas de buena letra para que el mundo vuelva a confiar en las instituciones argentinas.

Por lo anterior, el eventual acuerdo que pueda lograrse con el FMI no es garantía de nada. Las reformas estructurales que tiene que llevar a cabo Argentina son independientes de un acuerdo con el Fondo. Es más, la dirigencia política argentina cree que el acceso al crédito o un acuerdo financiero son sustitutos de las reformas estructurales. Es decir, que esos apoyos financieros no liberan de una reforma monetaria, fiscal, del sector público, laboral, desregulación de la economía, integrar la economía argentina al mundo y transformar los planes sociales en trabajo genuino.

Al creer que los arreglos financieros evitan tener que hacer las reformas, Argentina termina más hundida porque sigue con los problemas estructurales y, encima, carga con una deuda pública mayor.

En síntesis, acá se está poniendo el foco en el punto equivocado. No es un acuerdo con el FMI lo más relevante. En todo caso un eventual acuerdo puede alargar un poco más la mecha de la bomba que es el descalabro económico que rige y profundizó este gobierno.

Tampoco se soluciona nada retocando algo las tarifas de los servicios públicos o modificando la política cambiaria. El maquillaje de los precios relativos no cambia nada.

El problema de fondo a resolver es lograr un gobierno creíble y un plan económico consistente de largo plazo con sólidas reformas estructurales.

El resto es puro humo y no hay acuerdo con el FMI que pueda evitar encarar las reformas estructurales por más que le disguste a gran parte de la dirigencia política.

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE. Síguelo en @RCachanosky

¿Qué economías se recuperarán más rápido?

Por Adrián Ravier.  Publicado el 15/9/20 en: https://www.elcato.org/que-economias-se-recuperaran-mas-rapido

Adrián Ravier señala que el milagro económico de la recuperación de EE.UU. posterior a la Segunda Guerra Mundial se dio con una política fiscal fuertemente contractiva: el gasto público como porcentaje del PIB pasó de 44% del PIB a 9% en tan solo dos años.

Ante el COVID-19, surgido en un pueblo de China y extendido en pocos meses a cada rincón del mundo, los gobiernos decidieron aplicar una política de “cuarentena universal”. Con escasas excepciones, los gobiernos no distinguieron rangos de edad, ni tampoco aquellas ciudades o pueblos con menos densidad poblacional y menos exposición a los contagios. Fue la decisión política de aplicar una cuarentena universal, y no la existencia del COVID-19, lo que estranguló a la economía, destruyendo empresas y empleo.

Al mismo tiempo, los gobiernos enfrentaron esta situación con medidas fiscales y monetarias fuertemente expansivas, tratando de sostener la actividad y el empleo, pero, al mismo tiempo, agravando los desequilibrios fiscales y tomando preocupantes niveles de deuda. Si las medidas de cuarentena se suspenden hacia el cierre de este 2020, observaremos un 2021 con rebote de actividad económica y generación de empleo. Entonces tendremos que distinguir entre economías que rebotan lo suficiente para recuperar el potencial de producción y el pleno empleo y otras economías que quedarán más rezagadas, teniendo que esperar más tiempo para alcanzar nuevamente el potencial de producción precuarentena.

Al respecto, me parece oportuno recordar dos casos históricos que resumen estrategias de política fiscal bien diferentes. De un lado, el EE.UU. de posguerra; del otro lado, la Argentina del 2001.

El milagro de posguerra de EE.UU. con una política fiscal contractiva

David Henderson estudió en un artículo el milagro económico de posguerra en EE.UU. El gráfico #1 muestra que después de incrementar el gasto del gobierno federal del 6 al 44% del PIB durante la segunda guerra mundial (1939-1945), la política fiscal fue fuertemente contractiva volviendo a un nivel apenas superior al de preguerra. EE.UU. fue capaz de contraer el gasto del 44 al 9%, lo que significa una contracción de 35 puntos del PIB en tan solo dos años.

Figura #1: Gasto del gobierno federal como % del PBI, 1929-1950


Fuente: David Henderson, The U.S. postwar miracle.

Henderson explica que esto contribuyó al despegue de la economía americana a través de la fuerte creación de empleo, lo que logró captar a todos los soldados que volvían de la guerra e introducirlos en la estructura productiva.

La recuperación económica argentina tras su crisis del 2002 con una política fiscal expansiva

El caso exactamente contrario es el que ocurrió en Argentina tras su crisis del 2001-02. Tras abandonar la convertibilidad y devaluar casi un 300% su moneda, pesificando depósitos y rompiendo contratos, la economía cayó más de 10% del PIB en 2002. La pobreza llegó al 50% y el desempleo superaba el 20%. La manera en que se enfrentó la situación fue con un fuerte gasto público, que pasó del 25% de promedio que existió entre 1961 y 2002 al 44% existente en el 2013. Se crearon programas y planes sociales que permitieron pasar de 2 a 8 millones de beneficiarios. Las provincias crearon empleo público absorbiendo a los desocupados y subocupados, lo que permitió en 2008 mostrar tasas bajas de desempleo. La pobreza se redujo a la mitad.

Figura No. 2: Gasto público argentino como % del PBI, 1961-2013


Fuente: Elaboración propia en base a datos del Ministerio de Hacienda.

La situación, sin embargo, era algo distinta de lo que los datos mostraban. Lo cierto es que la política fiscal expansiva contribuyó a “ocupar” a los desocupados, pero el aparato productivo no pudo reactivarse para absorber a aquellos que no encontraban empleo. De hecho, tras recuperar el nivel de actividad de la década anterior, la economía no pudo crecer. Esto se explica en el gasto exorbitante que dejó ese gobierno, la presión tributaria récord, la alta inflación y un alto nivel de deuda interna. En esos años, incluso se estatizó el sistema de pensiones y se volcaron miles de millones de dólares al mercado en forma de gasto público.

Cuando Mauricio Macri dejó su Gobierno en el 2019, Argentina todavía tenía serios problemas para revertir este incremento del gasto público, chocando cualquier intento de austeridad con los derechos adquiridos por los necesitados.

El éxito en la recuperación económica 2021 dependerá de revertir la política fiscal 2020

Existe un factor común entre lo que hizo EE.UU. en el marco de la Segunda Guerra Mundial, lo que hizo el Gobierno argentino ante la depresión del 2002 y lo que hoy hacen los gobiernos ante la situación actual de pandemia global: en los tres casos, ante la situación social compleja, los gobiernos decidieron aplicar políticas fiscales expansivas. 

La diferencia, sin embargo, entre el caso americano y el argentino se dio en el momento en que tuvieron que optar por un camino de recuperación. Estados Unidos retornó al nivel de gasto preguerra y dejó en manos del mercado la recuperación de la actividad y la generación de empleo. La economía americana emergió con un milagro económico sin precedentes que la colocó en un lugar privilegiado del orden económico mundial. Argentina, por el contrario, jamás pudo volver al gasto precrisis y dejó en manos del Estado la recuperación de la actividad y la generación de empleo. Se consumió el capital, se achicó el mercado y la presión tributaria aumentó junto a la deuda y la emisión. Incluso antes de la pandemia, en diciembre del 2019, Argentina aún no podía superar el nivel de actividad de 1998, cuando el gasto era más limitado.

Los gobiernos tendrán que elegir entre estos dos caminos. Quienes logren reducir el gasto público al nivel prepandemia, estarán dejando en manos de las empresas privadas la recuperación de la actividad y el empleo. Los gobiernos que fracasen en hacerlo y sigan el camino argentino con un mayor tamaño del Estado y una fuerte generación de empleo público, consumirán el capital y verán reducidos sus niveles de productividad, lo que impactará sobre ingresos y consumo.

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín. Publica como @AdrianRavier

Llamativos datos sobre la crisis alimentaria en la Argentina

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 8/2/2020 en: https://www.infobae.com/opinion/2020/02/08/llamativos-datos-sobre-la-crisis-alimentaria-en-la-argentina/

 

El Gobierno esgrimió el tema como la preocupación central de su gestión. Un discurso repetido después de los últimos 3 gobiernos no peronistas

Sin estadísticas ciertas, allá por septiembre del año pasado, surgió toda una campaña de crisis alimentaria. Era como si medio país estuviera pasando hambre. No es la primera vez que al final de un gobierno no peronista surge este tipo de ¿campañas? en las que pareciera que estamos peor que Biafra con su hambruna.

Al final del gobierno de Raúl Alfonsín hubo saqueos. Recuerdo estar en el exterior por trabajo y ver por televisión lo que estaban transmitiendo de Argentina. El día que llegué a Buenos Aires, al aterrizar en Ezeiza, me imaginaba los tanques en la calle parando los saqueos. Nada de eso ocurrió desde Ezeiza hasta mi casa. Normalidad absoluta.

Los saqueos volvieron en el 2001, con el gobierno de Fernando De la Rúa. La única manifestación espontánea que recuerdo, fue cuando pusieron el corralito. Las otras lucían a armadas.

Y al final del gobierno de Mauricio Macri hubo toda una movida, primero con muchos medios hablando de los sin techo. Gente que dormía en la calle en días de mucho frío. Algunos estadios de fútbol recibiendo a los sin techo para darles de comer algo caliente, una ducha también caliente y un lugar donde pasar la noche. De golpe, por arte de magia, desaparecieron los sin techo y empezó este tema de la crisis de hambre. Periodistas hablando en los medios que no podía ser que en el país productor de alimentos hubiese hambre y cosas por el estilo. ¿En qué datos se basaban para dar esa información? ¿Cuál era la fuente estadística para mostrar un incremento repentino del hambre en Argentina? Todavía es un misterio.

Al llegar a este punto, una vez más voy a aclarar que no soy radical que apoyó ni a Alfonsín, ni a De la Rúa y tampoco fui ni soy de Cambiemos o del PRO.

Continúo, días pasados puse en las redes sociales que la tarjeta alimentaria era un sistema que se prestaba a la siguiente maniobra: el que recibe la tarjeta, que ya recibe otros planes sociales, puede ir al almacén del barrio, pasar la tarjeta por la compra de, digamos, $4.000, el negocio le entrega $3.000 en efectivo por pasar la tarjeta, obviamente en negro, y se queda con la mercadería para vender. El comerciante se queda así con la mercadería y $1.000 en su bolsillo. Solo estoy ejemplificando, y los valores pueden variar.

Consulté con varios contadores si era posible esta maniobra y todos coincidieron que era posible y el Estado no estaba en condiciones de poder controlarla.

¿Es una locura lo que estoy pensando? No, a fines de los 80 se habían dado las cajas PAN en el gobierno de Alfonsín y hubo casos de corrupción. Eso me consta porque en esa época yo escribía una columna semanal para el diario La Prensa. En un viaje que hice a Corrientes para dar una conferencia, un senador provincial me pasó información sobre los casos de corrupción que se estaban produciendo en la provincia con las cajas PAN para que lo publicara el diario La Prensa, lo cual ocurrió cuando le pasé la información detallada a Daniel Lupa columnista de ese diario en esos años.

¿Cómo supe que era cierto y afectaba intereses de alguien? Porque al llegar a Buenos Aires recibí un llamado telefónico donde alguien se hacía pasar por el senador que me había proporcionado la información y me dijo que no la diera porque no era necesario. Dejé pasar un rato, llamé al senador y le pregunté si me había llamado. Me dijo que no y ahí descubrimos que él tenía pinchado los teléfonos del senado provincial. Cuento esta anécdota porque nadie tiene que sorprenderse si uno piensa en las posibles maniobras que se implementan con estos planes llamados sociales. ¿O acaso en Argentina no apareció 1 millón de inválidos laborales en menos de 10 años? ¿O acaso en la localidad de Guanaco Muerto, Córdoba, el 120% de la población no tiene pensiones por invalidez laboral?

Pero vayamos a algunos datos que llaman la atención sobre esta emergencia alimentaria. El gráfico anterior muestra la evolución de los programas de Emergencia Alimentaria y Seguridad Alimentaria (fueron cambiando de nombre a lo largo del tiempo) desde 2002 hasta 2019 en pesos constantes de 2019. El promedio anual da $15.708 millones anuales de recursos destinados a paliar los problemas de alimentación.

Pero el dato que llama la atención surge al comparar 2002 con 2019. En ese año se destinaron $ 13.000 millones, a pesos de 2019, en Emergencia Alimentaria. Recordemos que la tasa de pobreza saltó al 57,5% de acuerdo a los datos del Indec, que hasta ese momento era confiable. La tasa de pobreza de 2019, según el Observatorio Social de la UCA que corrigió el dato original, da para el año que acaba de termina 32% de pobreza. No 40% como había informado inicialmente. Sin embargo, en 2019, que hubo menos pobreza que en 2002 se destinaron a planes alimentarios $12.582 millones y la Ley de Emergencia Alimentaria establece $21.000 millones para este año.

Pero hay otro dato a tener en cuenta. En 2002 los precios de los alimentos terminaron aumentando el 58% y en 2019 el 57% de acuerdo a los datos del Indec de ambos años. Es decir, 2002 terminó con mucha más pobreza y con un aumento levemente mayor al de 2019 y sin embargo pareciera ser que hoy se vive una situación de crisis alimentaria nunca visto en Argentina.

Entre 2002 y 2019 se destinaron $282.751 millones, a pesos constantes de 2019, a planes alimentarios. Bajo el nombre Emergencia Alimentaria o Seguridad Alimentaria se volcaron gigantescos recursos a ese rubro que no parece ser el mejor camino para terminar con el hambre en Argentina.

Finalmente un dato que me también me llamó la atención. En el sitio oficial del Ministerio de Desarrollo Social se explica cómo acceder a la tarjeta alimentaria, pero hay un párrafo sumamente llamativo. Dice textualmente: “Anses dará aviso por teléfono o mensaje de texto al número que está registrado en su base de datos”. Esto es para avisarle al indigente que tiene la tarjeta disponible. Pregunto: ¿es lógico imaginar que una familia que no tiene plata para comer, tenga plata para pagar el teléfono o un celular para recibir un mensaje de texto?

Sigo pensando que el mejor plan social es un puesto de trabajo.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE. Síguelo en @RCachanosky

En Argentina, la inflación sigue siendo un fenómeno monetario

Por Nicolás Cachanosky. Publicado el 9/1/20 en: https://www.aier.org/article/in-argentina-inflation-is-still-a-monetary-phenomenon/

 

El peronismo está volviendo en Argentina. El 10 de diciembre, Alberto Fernández asumió la presidencia de Argentina. El cargo de vicepresidente ahora lo ocupa nada menos que Cristina Fernández de Kirchner, quien se desempeñó como presidenta por dos períodos consecutivos entre 2007 y 2015. Fue bajo su mandato que Argentina entró en un período de estancamiento (estancamiento con inflación). 

Después de cuatro años con Mauricio Macri al timón y una implementación fallida de la meta de inflación , la tasa de inflación de Argentina está nuevamente alcanzando su nivel más alto desde la hiperinflación de fines de la década de 1980. Si uno toma en serio los pronunciamientos de Fernández, las perspectivas de ver la desinflación a corto y mediano plazo son escasas.

Milton Friedman dijo que «la inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario». Uno podría imaginar que, en un país con un historial tan malo en la inflación, el pronunciamiento de Friedman sería incuestionable. Pero ese no es el caso. Por el contrario, los responsables políticos argentinos se han convertido en expertos en el desarrollo de explicaciones alternativas, con supuestos heroicos, de por qué la inflación, al menos en Argentina, no es un problema monetario. Sostienen que un rápido aumento en la oferta monetaria no producirá inflación. Y la inflación, dicen, podría surgir a pesar de una oferta monetaria estable. 

Estas son las dos formas creativas en que los formuladores de políticas, economistas y banqueros centrales argentinos niegan que la inflación sea un fenómeno monetario.

Primero, confunden el nivel de precios con un cambio en el nivel de precios. La inflación se define típicamente como un cambio sostenido en el nivel de precios. Pero afirman que la inflación se explica por el poder del mercado. Eso es raro. La presencia de empresas con poder de monopolio puede explicar por qué ciertos precios son altos. No puede explicar por qué han subido tan rápido. Para tomar un ejemplo típico, las grandes cadenas de supermercados pueden haber cobrado un alto precio en los últimos años. Pero su gran participación en el mercado no puede explicar cómo han aumentado sus precios en un 25 por ciento anual, todos los años, desde 2007.

Segundo, ignoran los retrasos bien conocidos entre los cambios en la oferta monetaria y sus efectos en el nivel de precios. Puede llevar varios meses (y, en algunos casos, más de un año) para que una expansión monetaria afecte completamente el nivel de precios. Que una expansión monetaria en diciembre no afecte el nivel de precios ese mismo año de ninguna manera implica que la inflación no sea un fenómeno monetario. Observe los períodos lo suficientemente largos como para incluir los retrasos de la política monetaria y la relación entre los cambios en la oferta monetaria y la inflación es clara.

La historia de la inflación argentina debería servir como profiláctico contra las manivelas monetarias. Pero el regreso del peronismo (es decir, el populismo) a la Argentina está trayendo explicaciones alternativas de la inflación al ámbito del discurso de política razonable. Es una pena.

 Si hay una lección que aprender de la experiencia argentina, es que nunca se debe subestimar la disposición y la capacidad de las personas para racionalizar explicaciones alternativas, pero claramente erróneas, de problemas conocidos como la inflación. Debemos estar atentos en la defensa de las buenas ideas, para que no sean engañadas por aquellas que son populares y políticamente convenientes.

 

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE). Fué profesor de Finanzas Públicas en UCA y es Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver.

¿Vuelve el peronismo a la Argentina?

Por Alejandro Tagliavini. Publicado el 31/10/19 en:  https://www.ambito.com/vuelve-el-peronismo-la-argentina-n5062907

 

¿Vuelve el peronismo a la Argentina?

Argentina era rica, su ingreso per cápita -en dólares de 1992- era de US$ 3.797 en 1913, encima de Francia (3.452) y Alemania (3.134). Hoy es pobre. Aunque empezó antes, la caída se profundizó con Perón. Ahora, nadie es más peronista que los “antiperonistas” que le atribuyen al líder el ser omnipotente, al punto que él solo causó esta debacle.
El peronismo, que ha dominado la política local durante 70 años, volvería al poder tras ganar las elecciones presidenciales Alberto Fernández apoyado por Cristina Kirchner. ¿Pero, realmente vuelve… o nunca se fue? “No es que nosotros seamos tan buenos”, decía Perón, “sino que el resto son peores”.

Raúl Alfonsín, Fernando de la Rúa y Mauricio Macri son los únicos presidentes “no peronistas” desde la reinstauración de la democracia en 1983. Alfonsín, acosado por la hiperinflación, el caos y el estado de sitio, renunció en 1989. Lo sustituyó Carlos Menem. En 1999 fue elegido Fernando de la Rúa que, en 2001, también renunció en medio de otra fuerte crisis.

Macri terminaría su mandato el 10 de diciembre. ¿Cómo perdió las elecciones? Lo votaron peronistas -su candidato a vicepresidente fue un peronista histórico- y a Fernández lo votaron no peronistas. Macri perdió por dejar un país destrozado, con menos libertad individual, jactándose de aumentar el gasto en asistencialismo y con más empleados y empresas estatales. O sea que la vuelta del peronismo “oficial” es solo la continuidad, con otros matices.

Macri, hijo de un empresario -rico a partir de “privilegios” estatales- con su engañoso discurso “promercado” -cuando había mostrado ser lo contrario- enamoró a empresarios, presidentes y burócratas estatales como los del FMI que le prestaron US$ 57.000 millones -48% de todo lo prestado hoy por el organismo- para seguir agrandando el Estado.

Para más confusión, lo apoyó la derecha conservadora auto denominada “liberal”, pero con poco apego real a la libertad, que insiste en la misma cantinela -igual que el FMI- de un “ajuste” impotable: bajar el gasto estatal recortando sueldos, empleados y jubilaciones, lo que sería una bomba porque, dada la actual situación, crecería la desocupación y la marginalidad.

Antes debe desregularse fuertemente de modo que se expanda la economía, sobre todo el sistema laboral para que el mercado pueda absorber desocupados, deben venderse propiedades estatales lo que permitiría obtener recursos, ahorrar gastos y transferir empleados y así solucionar el déficit fiscal. Pero, primero debe desregularse el sistema sindical fascista de otro modo estos sindicatos -fuertemente politizados- impedirán cualquier movimiento, cosa que Macri y estos “liberales” nunca propusieron.

El anterior gobierno, de Kirchner, subió el gasto del 25 al 48 % del PBI, pero tuvo suerte y dejó un país creciendo al 2,7% anual. Macri aumentó ese gasto en términos relativos logrando una fuerte recesión al punto que el PBI caerá este año -3,1%, subió la presión fiscal, la deuda llevando los intereses al 70%, y la inflación hasta el 57,3% anual -superada solo por Venezuela y Zimbabue- del 27% que había encontrado. Deja en la pobreza a más del 35% de la población y en desempleo al 10% -desde el 9,2% que encontró- con un 50% de trabajadores en el mercado informal y de los restantes, formales, el 15% estatales y solo el 35% son del sector privado cuyos impuestos sostienen un Estado que, entre otras cosas, financia asistencialismo para 21,6 millones de personas.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE. Síguelo como @alextagliavini

Del optimismo al pesimismo

Por Adrián Ravier.  Publicado el 2/9/19 en:  https://www.cronista.com/amp/columnistas/Del-optimismo-al-pesimismo-20190902-0018.html?__twitter_impression=true

 

El viernes previo a las elecciones PASO, el mercado explotó de confianza y el Merval mostró una suba significativa. El lunes tras las PASO, el Merval mostró una caída del 50% en dólares. Una baja récord, no sólo para la Argentina, sino para el mundo.

Había dos escenarios claramente opuestos entre los cuales los argentinos debían elegir. De un lado, la continuidad de la política económica de Mauricio Macri; del otro, el regreso de la política económica del kirchnerismo. Claro que esta simplificación, como toda simplificación, es engañosa:

1) la elección no era más que internas partidarias,

2) había otros candidatos,

3) Macri podría girar hacia reformas más profundas que las tomadas en estos años, y 4) no está claro tampoco que Alberto Fernandez sea la continuidad del kirchnerismo, pero la grieta sigue presente en la opinión pública, y la elección parecía jugarse bajos esos escenarios futuros.

El aplastante resultado en favor de Alberto Fernández sobre Mauricio Macri le dio señales al mercado de que la política económica cambiará. Un mix de incertidumbre y desconfianza llevó a los tenedores de bonos y acciones a vender todos sus activos, asumir las pérdidas, y emigrar con los pocos dólares que pudieron obtener (en términos relativos). La fuerte demanda por la divisa llevó el tipo de cambio de 45 a 60 pesos por dólar, agregando una nueva devaluación, a las ya acumuladas en 2016, 2018 y principios de 2019. Construir “un muro” para defender el peso en ese instante tras las PASO, de poco hubiera servido, y la pérdida de reservas habría sido más significativa aún que la observada.

Agosto, el mes de las PASO, dejó un saldo terrible e irrecuperable para la Argentina en el corto plazo, que nos ha hecho a todos muchos más pobres de lo que éramos el viernes anterior.

Ese viernes, el escenario optimista era el que pintaban muchos analistas políticos confiados en la continuidad de la política económica de Mauricio Macri, sumados a una serie de reformas estructurales que la Argentina necesita en el ámbito económico.

El relato oficial mostraba un cambio desde la pesada herencia hacia el equilibrio fiscal primario, un tipo de cambio competitivo y una inflación en baja, que a su turno permitiría ir bajando tasas de interés, para ir desarmando las Leliqs mientras se incrementaba la demanda de pesos en el escenario post-electoral.

El estimador mensual de actividad económica (EMAE) que elabora el Indec mostraba que Argentina dejó de caer en 2019, que entró en una meseta, e incluso la economía empezaba a rebotar en julio del corriente. El motor del campo nos está dejando la mejor cosecha de la historia después del año de sequía, y el acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, nos devolvía la posibilidad de integrarnos nuevamente con el mundo.

Tras las elecciones, se rumoreaba que Argentina avanzaría en una agenda de reformas previsional, laboral e impositiva, que la volvería a colocar como un mercado atractivo para recibir inversiones de capital, lo que permitiría generar un crecimiento vigoroso, y con ello promover emprendimientos, más empleo, mejores ingresos y baja en la pobreza.

Parece romántico creer que este cuento, más que escenario, era posible de efectivizar. Los argentinos lo desconocieron, o los que lo escucharon, no lo creyeron. Y había razones para no creerlo, pues sus flacos bolsillos no vieron nada de esto en un largo y doloroso gobierno de cuatro años.

El gradualismo elegido, primero con Prat Gay y luego con sus sucesores, evitó las políticas de shock que podrían haber generado la única vía de solución que evitara este desenlace que hoy observamos. El 2016 fue un año de correcciones mínimas que sentaron las bases para un 2017 de recuperación. Pero fue una recuperación que se consumió el capital político y económico, y estaba basado en un contexto único de fuerte endeudamiento, con ausencia de shocks externos, en un mundo volátil.

El 2018 trajo todas las malas noticias juntas. El cóctel explosivo estuvo compuesto por:

1) una sequía que llevó a una mala cosecha y a la consecuente escasez de divisas,

2) el sudden stop (un corte repentino del crédito internacional, en palabras del economista argentino Guillermo Calvo),

3) errores de política económica como el impuesto a la renta financiera y

4) la falta de independencia del Banco Central con el lógico incumplimiento de metas. Quedará el lema de aquellos años resumido en el problema de “inconsistencia entre la política fiscal y monetaria».

La necesidad llevó al Gobierno a comprender que se acababa el tiempo para enderezar el rumbo, y fue solo entonces y obligado por las circunstancias que recurrió al Fondo Monetario Internacional y guiado por sus sugerencias empezó a acelerar la corrección de los desequilibrios macroeconómicos.

Personalmente, celebré que finalmente se corrigiera el rumbo y se aceleraran las correcciones de estos desequilibrios. De 2018 a 2019, Argentina se ató a la difícil meta de llegar al equilibrio fiscal primario en un solo año, meta que parece alcanzará en medio de esta crisis.

La renuncia de Sturzenegger en el Banco Central también permitió que por fin el foco se pusiera en los agregados monetarios en lugar de las tasas de interés (como manda la receta ortodoxa), aunque claro que las Lebac (heredadas del kirchnerismo pero ampliadas por Sturzenegger) y posteriormente sus hijas, las Leliq, dejarán su huella en un futuro cercano.

¿Por qué los economistas fallamos en prever este escenario económico tan destructivo? Primero porque las encuestas para las PASO mostraban cierta paridad entre el oficialismo y Alberto Fernández. Segundo porque los analistas políticos describían una alta probabilidad de continuidad de la política económica de Cambiemos. Tercero, porque aun una derrota electoral de hasta 5 % en las PASO, Cambiemos podría revertirla. El escenario político contagió el error a los escenarios que los economistas construimos.

Desde el abandono del Patrón oro, los sistemas financieros modernos dependen bastante de la confianza y las expectativas. Un país como la Argentina, con el prontuario inflacionario e hiperinflacionario depende todavía más de la confianza. Las PASO desataron una ola de desconfianza. Unos dirán que se debió al propio mensaje de miedo que el oficialismo generó. Otros dirán que ese miedo está justificado en los antecedentes de los miembros de la oposición. Lo cierto es que cualquier sea el motivo, tras las PASO el mercado prefirió reconocer las pérdidas y salir con lo puesto.

Si los dólares en reservas eran suficientes previo a las PASO para sostener la estabilidad del mercado cambiario, ante la enorme desconfianza desatada tras la elección de agosto las mismas parecen insuficientes. El gobierno no logra renovar las Letes lo que lleva a la autoridad monetaria a proveer al Tesoro de parte de las reservas para atender sus compromisos. Además, los depositantes de dólares desconfían que el Banco Central disponga de las divisas cuando se las requiera en el futuro y han decidido ir tras ellas mientras todavía están disponibles. Ambos factores generaron una fuerte reducción de las reservas internacionales, lo que ya compromete la estabilidad del sistema cambiario.

Como si esto fuera poco, las Leliq que adquieren los bancos sobre la base de los plazos fijos que construyen los depositantes, difícilmente puedan ser renovados. Si el billón de pesos en Leliq se monetiza en estos casi dos meses que quedan antes de las elecciones, la demanda de dólares de parte de los depositantes irá por los dólares, y la presión sobre el tipo de cambio ya será extrema.

En medio de esto, las negociaciones con el FMI se vuelven fundamentales, para saber si la autoridad monetaria contará con algo más de reservas para afrontar las múltiples presiones por su demanda.

El Gobierno decidió ir a un “default selectivo”, para estirar algunos plazos, y reducir la demanda por las escasas divisas en reserva. Agregaría también en esta semana un control de cambios limitando los dólares que las personas y empresas pueden adquirir. Pero si bien esto puede ayudar a transitar los dos meses previos a la elección, aun quedará otro plazo por cumplir hasta el 10 de diciembre.

En síntesis, es demasiado largo el plazo que resta hasta el cambio de Gobierno, y son pocos los ladrillos de los que dispone para construir un muro que evite la sangría de reservas. El FMI podría ayudar, pero el potencial candidato a Presidente Alberto Fernández ya culpó a la institución por todos nuestros males, y dejó en claro que renegociará esos compromisos, en un marco de nuevo default.

El oficialismo debe encerrarse a hacer cuentas, tomar la base monetaria en pesos, sumar los pasivos del Banco Central, analizar las reservas netas de las que dispone y evaluar una política de tipo de cambio fijo, convertibilidad o dolarización, en la cual restablezca la confianza en la moneda de circulación.

Aunque hay un problema adicional: el oficialismo ya no parece tener el poder, la fuerza y la voluntad de encontrar una solución de estas características. Estamos presenciando el final del peso, otra moneda mal gestionada en la historia argentina, y nuevamente por las mismas razones: los abusos de los sucesivos gobiernos en el terreno fiscal.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín. Es director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE.

Ber Gelbard, el referente económico de Cristina Kirchner, fue el padre del Rodrigazo

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 14/5/2019 en: https://www.infobae.com/opinion/2019/05/14/ber-gelbard-el-referente-economico-de-cristina-fernandez-de-kirchner-fue-el-padre-del-rodrigazo/

 

Fue ministro durante 17 meses, bajo las presidencias de Héctor Cámpora, Juan Domingo Perón e Isabel Perón

Suele recordarse la gestión de José Ber Gelbard en Hacienda entre el 25 de mayo de 1973 y el 21 de octubre de 1974, como la etapa «inflación cero», un disparate que un simple gráfico con los índices de precios al consumidor de esa época, con precios congelados, muestran que su éxito fue artificial (por el congelamiento de precios), efímero y terminó en el famoso rodrigazo.

Para ponerlo en contexto histórico y comprender qué hizo, puede afirmarse que Gelbard fue el padre del monstruo que llevo al rodrigazo de 1975.

Gelbard armó el lío y Celestino Rodrigo solo destapó la olla torpemente y sin un plan económico consistente detrás, en un contexto político en que la interna peronista entre el ala fascista y el ala de izquierda, dirimía sus diferencias a los tiros y bombazos.

Así como Cristina Fernández de Kirchner dejó la herencia de un monstruo económico que Mauricio Macri lo enfrentó sin un plan económico consistente, Gelbard tiró la granada económica y salió corriendo. Por eso todos recuerdan el rodrigazo pero no recuerdan el lío que armó Gelbard, de la misma forma que todos despotrican contra Macri pero nadie recuerda el lío económico que dejó Cristina Fernández. En realidad el actual Presidente y sus asesores de comunicación hicieron lo imposible para que la gente no se enterara de la herencia que recibieron.

La visión de Gelbard sobre la inflación era que se producía por una puja distributiva y esto llevaba a inflación de costos, de manera que todo era cuestión de sentar en una mesa a las partes: empresarios, sindicalistas y gobierno y, a dedo, establecer la estructura de precios relativos. Para eso estaba Juan Domingo Perón a quién nadie le iba a discutir sus decisiones.

Dicho sea de paso,la mayoría de las fuerzas políticas de esa época creían, como ahora el kirchnerismo, que el problema de la inflación tiene que ver con los costos de producción, cuando la ciencia económica ha demostrado que no son los costos los que determinan los precios, sino que son los precios los que determinan los costos en que puede incurrir una empresa.

Establecido el acuerdo de precios, salarios y tarifas de los servicios públicos que iba a durar un par de años, el resultado de la inflación puede verse en el gráfico:

Cómo puede verse en el gráfico, en junio de 1973 el IPC cae el 2,9% con relación al mes anterior. ¿Hubo deflación? Ocurre que los burócratas de turno decidían cuáles eran los precios que podían cobrar las empresas y, el 9 de julio de ese año determinaron que los precios no podían ser mayores a los que cobraban el 1 de junio de ese año.

Es que los burócratas de ese momento consideraban que había empresarios que habían aumentado los precios para cubrirse ante un congelamiento que venían venir y obligaron a las empresas a bajar nuevamente los precios. No fue que los precios bajaron por menor demanda, más oferta o mayor productividad, sino que alguien se sentó con papel y lápiz y decidió qué precios se podía cobrar.

La baja de enero de 1974 se explica porque los aumentos de precios de los productos de importación y exportación que habían crecido el 86% y el 28% respectivamente, aumentos que se produjeron entre el segundo trimestre de 1973 y enero de 1974, determinaron que las empresas tuvieron que retrotraer precios sino se «justificaba su exacta incidencia» (recordar que la OPEP da marcha atrás a fines de 1973 con la reducción de la producción de petróleo y observar que en diciembre de 1973 el IPC se había disparado al 8,1% de aumento a pesar de tener congelados los precios). En otras palabras, por decisión burocrática se bajaron los precios en enero.

Para que el lector tenga una idea de lo enmarañado que era el control de precios, se estableció que por un tiempo las empresas no podías sacar nuevos productos, ni cambiar los envases o las cantidades que vendían. Había 23 comisiones que controlaba los precios, empresa por empresa. Para ellos había que analizar los costos de producción y luego fijar alguna tasa de rentabilidad que solo Dios sabe cómo la establecían. Pero mientras se entretenían con esta maraña de controles, ¿qué pasaba por el flanco fiscal? El gráfico 2 muestra que el déficit fiscal consolidado seguía aumentando.

Claro, al congelar las tarifas de los servicios públicos, las empresas estatales tenían pérdidas al igual que las empresas privadas, así que había que financiar esas pérdidas más el gasto público. Recordemos que el tipo de cambio era fijo, el mercado de cambios estaba regulado y los depósitos bancarios habían sido estatizados, por lo cual los bancos recibían los depósitos por cuenta y orden del BCRA. Los bancos eran simples sucursales del BCRA y recibían una comisión por las operaciones que realizaban en nombre de la autoridad monetaria.

La economía argentina estaba totalmente regulada al estilo soviético. Al respecto cabe recordar que Gelbard estaba afiliado al partido comunista, pero era un comunista con plata que cuando tuvo que exiliarse lo hizo en Estados Unidos y no en la Unión Soviética. Digamos que los progres argentinos como Cristina Fernández de Kirchner o José Ber Gelbard son de izquierda pero no fanáticos y cuando se trata de su plata, pueden ser los capitalistas más acérrimos.

Obviamente que con semejante déficit fiscal, la base monetaria tenía que aumentar, como puede verse en el gráfico previo y, por lo tanto, con tamaña expansión monetaria la inflación cero de Gelbard fue puro humo.

Semejantes distorsiones terminaron en la renuncia de José Ber Gelbard, a quién siguió Alfredo Gómez Morales que salió corriendo a los pocos meses viendo la herencia recibida y todo terminó en manos de Celestino Rodrigo que destapó la olla a presión e históricamente terminó pagando el costo del delirio de la inflación cero de Gelbard. A éste se lo recuerda como el héroe de la inflación cero y a Rodrigo por el rodrigazo que duró 2 meses en el cargo.

A Celestino Rodrigo le siguió Ernesto Corvalán Nanclares durante tres días, hasta que llegó Pedro Bonani que duró en el cargo menos de un mes. Luego volvió Ernesto Corvalán Nanclares durante 1 mes hasta que llegó Cafiero que estuvo 5 meses a quien reemplazó Emilio Mondelli durante un mes.

Desabastecimiento, inflación reprimida, estallido cambiario, tarifario y de precios y una economía agonizante en las puertas de la hiperinflación dejó la inflación cero de Gelbard, y lo que es más grave, congelamiento de los precios relativos que significa quitarle señales a la economía para establecer una eficiente asignación de recursos productivos.

Podría afirmarse que la famosa inflación cero de Gelbard fue el inicio de la aceleración de la decadencia argentina. Si hasta ese momento veníamos a los tumbos, a partir de la inflación cero de Gelbard perdimos por completo el rumbo, el cual seguimos sin encontrar.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE

Argentina y la ‘marmota’ antiliberal

Por Carlos Rodriguez Braun: Publicado el 6/5/19 en: http://www.elojodigital.com/contenido/17559-argentina-y-la-marmota-antiliberal

 

En la República Argentina, la inflación de marzo alcanzó el 4,7 %, e hizo saltar todas las alarmas del gobierno de Mauricio Macri, que afronta un cercano desafío electoral. Los argentinos, como en el día de la marmota, volvieron a vivir no solo la expectativa de una mayor inflación, y devaluación del peso frente al dólar, sino el regreso del control de precios.

Marcos Peña, Mauricio Macri, Fracaso económicoEstos controles llevan fracasando cuatro mil años, y producen siempre más pobreza y más escasez, como saben ahora los venezolanos, y han experimentado los propios argentinos varias veces en el pasado, bajo distintas denominaciones: precios controlados, concertados, cuidados, etc. Lo que Macri y los suyos han impuesto es un nuevo ‘acuerdo de precios‘, que afecta a sesenta productos de primera necesidad, y que se prolongará durante toda la campaña electoral, junto con una congelación de las tarifas de los servicios públicos —otro ejemplo de la marmota, puesto que los argentinos han pasado por la experiencia de esas congelaciones, que frenan lógicamente las inversiones, y que terminan deteriorando esos servicios a medio plazo.

Con una gran presión fiscal y una actividad económica languideciente, el Gobierno teme naufragar en un triángulo de las Bermudas que los argentinos también han padecido antes: inflación-recesión-devaluación, escribió el periodista Carlos Pagni en La Nación.

Acaso la más increíble de las marmotas sea el posible regreso del kirchnerismo, la pesadilla populista de la cual los argentinos pensaron que se habían librado en 2015. No fue así, aunque Macri creyó que los argentinos iban a confiar en él, hiciera lo que hiciera, y sobre todo creyó que lo preferirían siempre ante la opción del retorno de Cristina Fernández de Kirchner. Se instaló entonces en el llamado gradualismo, es decir, unas políticas moderadas que no recortaran el abultado gasto público redistributivo, característico del populismo kirchnerista.

Macri probó ser así el Rajoy argentino, huyendo del liberalismo e intentando atraer votos con políticas antiliberales. El riesgo, naturalmente, es que la gente prefiera el original a la copia. Ese riesgo aumenta cuando la copia se parece cada vez más al original kirchnerista. El último acto ha sido, precisamente, el control de precios, que evoca las medidas fascistoides adoptadas en ese sentido por el kirchnerismo. Para colmo, como señala Pagni, los propios kirchneristas están haciendo propósito de enmienda de cara a las elecciones, y aseguran que ellos, igual que hacen los izquierdistas y populistas en España, ya no se miran en el espejo de Nicolás Maduro sino en el de António Costa, el socialista portugués con una imagen de seriedad y disciplina económica y fiscal.

Mauricio Macri se hunde en las encuestas mientras la inflación se mantiene elevada a pesar de que el Banco Central no emite más pesos —ello se debe a una combinación temporal de caída en la demanda de dinero y en la oferta de bienes y servicios, aclara el economista Roberto Cachanosky en Infobae.

Por fin, otra vieja marmota es el Fondo Monetario Internacional, que, como siempre, quiere estar y no estar: quiere apoyar al Gobierno, pero no ser señalado como responsable de un eventual estallido inflacionario y devaluatorio. El Gobierno de Macri también sabe que cortar con el Fondo, como concluyó el analista Iván Carrino, ‘significa bajar abruptamente el gasto público, cobrar más impuestos o emitir y generar más inflación’.

 

Carlos Rodríguez Braun es Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Consultivo de ESEADE

Should Argentina Adopt the Dollar?

Por Nicolás Cachanosky & William J. Luther Publicado el 11/2/19 en https://www.aier.org/article/sound-money-project/should-argentina-adopt-dollar?

 

 

 

On the campaign trail, Mauricio Macri vowed to fight inflation. Now, three years into his administration, it looks like that requires more commitment than he and his team of economic advisors envisioned. Argentina ended 2018 with an annual inflation rate of 47.6 percent. That is the highest rate since the early 1990s, when Argentina’s bout with hyperinflation came to an end. With this in mind, some (including John CochraneSteve Hanke, and Mary Anastasia O’Grady) have called for Argentina to abandon the peso in favor of the dollar.

Dollarization became a relevant policy option in Latin America beginning around 2000. Ecuador dollarized in January 2000. El Salvador dollarized in 2001. But Argentina, which had established a currency board in 1991, moved in the opposite direction following its 2001 crisis. On January 6, 2002, it broke its one-for-one peg with the dollar. The results have been disastrous.

The argument for dollarization is relatively straightforward. Argentina has shown itself incapable of managing the money supply appropriately. The annual rate of inflation has averaged an astounding 55 percent since the central bank was founded in 1935. It would do better by outsourcing its monetary policy. Half measures, like adopting a fixed exchange rate or establishing an orthodox currency board, might work elsewhere. But Argentina has in the past broken the promises implicit in those reforms. In order for its commitment to be credible now, it must go all the way. Replacing the peso with the dollar would remove any potential for the central bank to monetize government debts and put pressure on the Treasury to balance its budget. Inflation expectations would plummet. And low and stable inflation would follow.

Straightforward as the reform is, calls for dollarization in Argentina have largely fallen on deaf ears. Some fret about the consequent loss of monetary policy. Some argue that the requisite reforms would make dollarization unnecessary. Those holding such views cling to the possible, while ignoring the probable.

Dollarization and Domestic Monetary Policy

When a country adopts the dollar, it loses the ability to conduct independent monetary policy. It has no control over the supply of dollars in circulation. If the Federal Reserve engages in expansionary monetary policy, dollarized countries get expansionary monetary policy. If the Fed engages in contractionary monetary policy, dollarized countries get contractionary monetary policy. In other words, dollarized countries are stuck with whatever monetary policy the Fed pursues—and there is little reason to think the Fed will take those dollarized countries into account when setting policy.

Those opposed to dollarization see the outsourcing of monetary policy as a cost. They note that a well-functioning central bank might do a better job than the monetary policy imported from abroad. If the demand for money were to increase in Argentina, for example, the domestic central bank could offset the increase in demand with a corresponding increase in supply to prevent a recession. Without a domestic central bank, changes in the demand for money in Argentina are likely to be ignored. Hence, those opposed to dollarization conclude, Argentina would be better off having its own currency managed by a domestic central bank.

There is no denying that dollarization would prevent Argentina from conducting effective monetary policy. But that is hardly a cost if Argentina is unlikely to conduct effective monetary policy anyway. Argentina has not conducted effective monetary policy in the past. And there is little reason to believe it will conduct monetary policy any better in the future. One should not let the perfect be the enemy of the good. The first-best solution, where the central bank carefully manages the supply of pesos, is possible. But it is highly improbable. Therefore, the second-best solution of dollarization is probably the best one can hope for.

Dollarization and the Requisite Institutional Reforms

Dollarization is not a panacea. Argentina faces many problems. Its structural deficit, for example, is out of control. The government spends too much and taxes too little. If Argentina is to prosper going forward, fiscal reform is essential.

But the structural deficit—and corresponding ballooning of outstanding debt—is in large part why peso holders have such high inflation expectations. They worry, quite reasonably, that the central bank will print money to extinguish growing debts, that their deposit balances will be converted to treasury bonds prior to an inevitable default. And, perversely, these high inflation expectations necessitate monetary expansion in order to keep money from becoming too tight. By relieving the underlying pressure responsible for high inflation, those opposed to dollarization claim, the requisite fiscal reforms make dollarization unnecessary.

They are correct, so far as it goes. If the requisite fiscal reform were made, there would be little reason to dollarize. But, once again, one must distinguish the possible from the probable. It is possible that the fiscal authority will submit to the requisite reform despite having access to a central bank that might be called upon to monetize the debt. But the odds of implementing such reforms are much improved when the potential for monetization is removed.

The Case for Dollarization

As noted, dollarization is not a first-best solution. It precludes effective monetary policy. It is unnecessary when a country has its fiscal affairs are in order. For these reasons, dollarization is entirely inappropriate for most countries.

But Argentina is not like most countries. It has a history of fiscal profligacy and monetary mismanagement. It has failed, time and time again, to honor its commitments. As a result, the first-best solution is unobtainable in Argentina. It must settle for second-best.

Fortunately, the second-best alternative of dollarization is quite good—even more so when compared to feasible alternatives in Argentina. Low inflation and the fiscal reforms encouraged by dollarization would allow ordinary Argentinians to flourish once again.

 

 

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE). Fué profesor de Finanzas Públicas en UCA y es Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver.

ENTREVISTA A ADRIÁN RAVIER: Un proceso monetario que divide la biblioteca entre los economistas

Por Adrián Ravier.  Publicado el 16/9/18 en: https://www.lagaceta.com.ar/nota/783675/actualidad/proceso-monetario-divide-biblioteca-entre-economistas.html

 

¿La economía argentina puede adoptar en estos momentos un esquema de convertibilidad o de dolarización? La pregunta se sigue realizando en todos los ámbitos luego de que un asesor del presidente de los Estados Unidos, Larry Kudlow, sugiriera “atar el peso al dólar”. Ahora bien, ¿qué implica ese proceso? Según el economista Eduardo Robinson, hay que tomar en cuenta una serie de factores:

• Convertibilidad implica, que el peso pueda convertirse en dólares de manera inmediata. Hoy no alcanzan las reservas del Banco Central para adoptar este régimen.

• Implica establecer un tipo de cambio fijo, como el que rigió entre 1991 y 2001, pero no es lo adecuado en momentos en que se necesita flexibilidad del tipo de cambio y en momentos en que el dólar se fortalece con respecto a otras monedas.

• La economía argentina tiene problemas de competitividad y no puede adoptar una moneda fuerte como el dólar, porque su productividad es baja para impulsar el comercio exterior.

• En estos momentos la convertibilidad sería contraproducente, el país necesita exportar, para poder expandir la economía y acrecentar la oferta de dólares provenientes del comercio.

• La solución no es la convertibilidad, en esta coyuntura, hay que avanzar con disciplina fiscal, no emisión de moneda.

• Dolarizar una economía relativamente grande como la argentina, no es es sencillo, implica todo un mecanismo de adecuación del sistema bancario, caída de los salarios para dotar a la economía de competitividad.

Opiniones dispares

“Las segundas partes suelen ser peores que las primeras. La propuesta de dolarizar la economía (eliminar el peso como moneda de curso legal y usar el dólar para todas las transacciones y contratos) no es la excepción. Ya se propuso a fines de los 90, bajo el régimen de convertibilidad, cuando la economía ya estaba dolarizada de facto. Se vuelve a proponer ahora en una situación bastante diferente”. De esa manera se pronunció el economista Constantino Hevia. En el blog http://focoeconomico.org, el doctor en Economía por la Universidad de Chicago indicó que, entre los costos de la dolarización, pueden mencionarse a la pérdida de instrumentos monetarios que facilitan el ajuste ante shocks externos y la pérdida del señoreaje asociado al crecimiento económico.

A su criterio, los costos exceden a los beneficios. “Coincido con que la emisión monetaria excesiva asociada a la financiación de déficits fiscales ha sido la mayor fuente de inestabilidad macroeconómica de nuestra historia”, indica. Sin embargo, advierte, no es creíble que simplemente eliminando el peso también eliminaremos la indisciplina fiscal. Además de una historia inflacionaria, tenemos una historia de defaults y confiscaciones. “Si no podemos usar la emisión, es esperable que usemos con mayor frecuencia esas otras herramientas”, finaliza.

Desde el punto de vista del doctor en Economía Aplicada, Adrián Ravier, desde que existe el Banco Central, en 1935, la inflación promedio superó el 50%. “Personalmente desconfío que, mientras exista el Banco Central, se tenga estabilidad monetaria”, puntualiza a nuestro diario.

Si bien aclara que no propone la dolarización a economías como la chilena, la mexicana o la uruguaya, que cuentan con relativa estabilidad monetaria, en el caso argentino es diferente. “Tal vez la dolarización le traiga algunos beneficios, como una inmediata estabilidad monetaria, una baja de la tasa de interés y del riesgo país”, enumera.

Ravier sostiene, además, que todo esto puede contribuir a la reducción del factor incertidumbre, de tal manera que el país atraiga inversiones genuinas y se generen más empleos. “La llegada de capitales disminuyen el riesgo de devaluación; además, la inflación tiende a desaparecer y un país puede llegar a tener un amoneda que es considera buena en el mercado”, subraya.

¿Qué puede suceder en la transición hacia ese proceso? El economista indica que, al no hablar de dolarización, puede pensarse en la desnacionalización de la moneda, porque “la gente quiere al dólar desde hace décadas ya sea como reserva de valor, para el intercambio en operaciones inmobiliarias o para escaparle a la inflación y, así, no perder su poder adquisitivo”.

Ravier, en suma, considera que hay distintas situaciones que contribuyen a pensar que el rumor no es sólo eso, sino una propuesta que está en ciernes. Por caso, citó no sólo la opinión que emitió el director para Asuntos Económicos de Trump (“la única forma que tiene la Argentina de salir del dilema es atar su moneda, el peso, al dólar. La gente del Tesoro está en eso”), sino la misión del Fondo Monetario Internacional que ha llegado, en los últimos días, a la Argentina de forma sorpresiva para analizar los pasos que seguirá el gobierno del presidente Mauricio Macri. “Todo esto me parece que hace que la iniciativa deje de ser sólo un rumor, sino algo viable, posible y, a mi criterio, necesario”, remarca.

Según su opinión, si la Argentina no avanza hacia un proceso similar a la dolarización, es probable que en el corto plazo vuelva a sufrir los efectos de un atraso cambiario que se acumulará hasta las elecciones del año que viene y, frente a ese panorama, “en enero estemos devaluando de nuevo”.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.