Insoportable desigualdad

Por Carlos Rodriguez Braun: Publicado el 24/2/17 en: http://www.carlosrodriguezbraun.com/articulos/la-razon/insoportable-desigualdad/

 

Casi diez euros me costó El insoportable coste de la desigualdad, un libro publicado por RBA dentro de una colección titulada “Los retos de la economía”, nada menos. Escrito por el doctor Jordi Guilera Rafecas, de la Universidad de Lisboa, es una sarta de tópicos, con el objetivo de probar que la desigualdad es la fuente de todos los males, incluida las guerras, lo que no se demuestra en absoluto.

Parece que “la riqueza no se distribuyó de forma equitativa”, como si tuviera que hacerlo no se sabe por qué razón. El autor no lo explica. De hecho, ni se pregunta por qué nada se distribuye de forma equitativa, si por ello entendemos…¿qué? Tampoco queda claro, pero si suponemos que eso significa igualitario, pues no hay nada que se reparta de manera igualitaria. Si lo hubiera pensado, habría llegado a la incómoda conclusión de que la riqueza en realidad se distribuye más igualitariamente que el talento o la belleza.

Naturalmente, era malísimo el siglo XIX, porque los niños trabajaban. Naturalmente, el autor no pierde ni un segundo en explicar qué cosa hacían los niños antes. Es decir, la vieja fábula socialista que sitúa en las instituciones de la libertad la única razón de todo lo que no está bien. Antes era el capitalismo, pero desde la caída del Muro de Berlín arremeten con otras fantasías, como el camelo de la desigualdad. De hecho, tiene la osadía de decir que la Revolución Rusa fue producto de…la desigualdad (p. 49).

No se atreve a decir que en el comunismo hubo libertad, eso sería demasiado. Pero, asombrosamente, insiste en que el comunismo, bajo cuyo yugo criminal millones de trabajadores murieron de hambre, tuvo “logros de signo económico…gran crecimiento …la economía soviética creció a gran ritmo”. Al final dice que, bueno, el comunismo no fue un gran éxito, pero se apresura a añadir que el capitalismo tampoco, así que ambos están a la par.

Los disparates no tienen límite: dice seriamente que la inflación es mala para las clases altas (p. 70): podría preguntar en mi Argentina natal. Sugiere que la desigualdad aumenta en el mundo, cuando lo cierto es lo contrario, como probó Xavier Sala-i-Martín. Repite los dogmas al uso, como lo diabólica que es la “austeridad” y la “erosión del Estado de bienestar”. No les preguntó nada a los contribuyentes, por si acaso.

Pretendiendo rigor científico, se hace un verdadero lío: “un fuerte crecimiento económico que dejara la distribución de la renta tal cual no modificaría la magnitud de la pobreza”. O esta perla: “las matemáticas demuestran que es imposible rebajar la pobreza sin reducir la desigualdad”. Las matemáticas, oiga.

Y, como siempre, todo se arregla violando los derechos humanos, pero, eso sí, sólo de una minoría de indeseables: “la pobreza se acabaría si se expropiara a un máximo del 0,45 % de la población”.

 

Carlos Rodríguez Braun es Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Consultivo de ESEADE

¿Hay que preocuparse por el déficit comercial?

Por Iván Carrino. Publicado el 26/2/17 en: http://www.lanacion.com.ar/1987744-hay-que-preocuparse-por-el-deficit-comercial

 

-Donald Trump está preocupado por el déficit comercialcon México. ¿Tiene razón?

-El déficit de Estados Unidos con México en 2016 fue de casi US$ 60.000 millones y para el presidente norteamericano esto demuestra que el acuerdo de libre comercio entre los dos países «benefició a un solo lado». Sin embargo, Trump se equivoca y, en este tema, su pensamiento atrasa 241 años. Es que en 1776, Adam Smith publicó La riqueza de las Naciones, donde rechazó los argumentos de los mercantilistas, que buscaban tener una balanza comercial positiva. Para Smith, este argumento era «sofista», porque suponía que «aumentar la cantidad de metales preciosos requería más la atención del gobierno que preservar o aumentar la cantidad de cualquier otra mercancía útil que la libertad de comercio, sin tal atención, nunca no suministra en la cantidad adecuada». Según el pensador escocés, el dólar es un bien más de la economía y es la oferta y la demanda del mercado la que determina su cantidad.

-¿No hay que preocuparse por el saldo de la balanza comercial?

-No realmente. Cuando un país tiene déficit comercial y «pierde dólares», eso muestra que los ciudadanos en ese país tienen más dólares de los que demandan y que, por ello, deciden canjearlos por bienes y servicios en el mercado internacional. Concentrarse en el dinero que queda en México o en Estados Unidos es mirar un solo lado de la transacción. Del otro lado hay bienes y servicios y el comercio genera beneficios para ambas partes. En nuestros hogares, todos los años tenemos un déficit comercial con el supermercado. Le damos más dinero del que él nos da a nosotros. Sin embargo, a cambio de nuestro dinero recibimos los bienes que deseamos para vivir.

-¿Cómo está la Argentina con este tema?

-La Argentina tuvo un superávit comercial en 2016, pero con datos mixtos. Por el lado negativo, nuestras importaciones cayeron cerca de 7% anual, reflejando la recesión. Por el lado positivo, nuestras exportaciones avanzaron por primera vez en 5 años gracias al fin del cepo y las retenciones. Lo que verdaderamente importa para analizar una economía, en realidad, es el valor total del comercio. Es decir, la suma de las importaciones y exportaciones. En ese rubro, EE.UU. es el campeón mundial, ya que exporta e importa bienes y servicios por un valor total de US$ 5 billones. Le siguen China, Alemania, Inglaterra, Japón, Francia, Holanda, Hong Kong e Italia. O sea -salvo China- nada menos que las economías más desarrolladas y prósperas del mundo. Es una muestra más de que el comercio genera riqueza y que nosotros tenemos mucho camino por recorrer en este sentido.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

Sobre las «redes» sociales

Por Gabriel Boragina Publicado  el 26/2/17 en: http://www.accionhumana.com/#!/2017/02/sobre-las-redes-sociales.html

 

Leo y escucho muy a menudo sobre el «enorme poder de las redes sociales», y relativo a su supuesta superioridad referente a los medios masivos y tradicionales de comunicaciones. Parece que se quiere transmitir la idea de que la gente -a través de las «redes»- está por encima de los medios (TV, radio, periódicos) y que ejercería una especie de control y hasta de influencia sobre los contenidos de tales medios superpuesto al accionar de los políticos y de la política en general.

Mi propia experiencia en las «redes» sociales me permite atestiguar exactamente lo contrario. Se exagera notablemente su importancia.

Comencemos con una aclaración de orden terminológico y de no menor relevancia.

En la jerga habitual, se suele diferenciar entre «redes» y «medios». Donde los «medios» vendrían a ser la TV, la radio y los periódicos, en tanto las «redes» serian sitios como Twitter, Facebook, LinkedIn, instagram, etc.

La diferenciación pretendida nos parece del todo absurda, porque -en última instancia- todos ellos son medios de comunicación, ya que en todos, sin excepción, la gente se comunica una con otra.

Luego, si me detengo a analizar los contenidos de las «redes» en las que habitualmente interactúo (Twitter, LinkedIn y Facebook, en este mismo orden) puedo observar que más del 80% de las intervenciones (tweets, mensajes, comentarios, etc.) giran en torno al material proveniente de los medios tradicionales de información (TV, radio, periódicos). Es decir, la gente que normalmente participa en las «redes», sigue dependiendo -como antes- de lo que se muestra por TV, se escucha en la radio o se publica en los diarios. Básicamente, este es el material que se difunde y circula por las «redes». Suficiente como para demostrarme la falsedad del supuesto «dominio» o «poder» de las «redes» por arriba de los medios tradicionales (TV, radio, periódicos).

Entonces, ¿qué se comenta en las «redes» sociales? ¡Lo que aparece en TV, radio y diarios! ¿Dónde le parece al lector que se encuentra el poder real?

La gente -en las «redes»- difunde (y depende de) lo que se publica en tales medios, y toda su «originalidad» se limita a aprobar o censurar lo que un personaje de la farándula, la política, el deporte, etc. dijo o hizo por TV, radio, o declaró ante un periodista de algún matutino o vespertino de gran circulación.

Basta echar una somera ojeada a los famosos TT (trending topics) para ver que los temas que dominan son los de los programas televisivos de mayor televidencia, preponderantemente las transmisiones de deportes, noticias, política, policiales, entretenimientos o espectáculos, donde el común denominador es que todos ellos se transmiten por TV, previa o simultáneamente a su comentario en las «redes».

Poco importa que los programas de TV puedan verse por Internet. El punto es que el poder sigue estando en la TV y no en las «redes» como se arguye con tanto ruido y tan livianamente.

La única novedad que aportan las «redes» -desde mi humilde punto de vista- es que, antes de su aparición, uno se quejaba o celebraba en privado, (con la familia, los amigos, o en su lugar de trabajo, o de estudios) lo que veía o escuchaba en la TV, radio o leía en los periódicos. La irrupción de las «redes» sólo ha extendido ese círculo hacia personas que están mucho más allá de esos límites.

Gentes que no nos conocen ni conocemos personalmente pueden leer, ver o escuchar a distancia lo que decimos concerniente a ciertos temas. Pero el punto de la cuestión es ese tan cacareado y pretendido «poder» de las «redes» «por encima» de los medios masivos y tradicionales de comunicación y en relación a sus contenidos. El que, en mi opinión, es no otra cosa que un mito. Es muy cierto que las «redes» amplían considerablemente el ámbito de la queja o la aprobación de la gente, pero (y este es el núcleo central de mi tesis) la fuente de información de la gente que interactúa en las «redes» siguen siendo la TV, la radio y los diarios. Esto no fue cambiado (como tanto se afirma) por la irrupción de las «redes». Ergo, no hay tal «fenómeno», ni -mucho menos- «revolución» como arriesgadamente se ha llegado a decir. Simplemente, hoy en día, la información corre más rápido y llega a más gente. Eso es todo. La mentalidad de esa gente sigue siendo la misma, y no veo que haya sido modificada por ninguna «revolución» de las «redes».

Volviendo al tema del poder y control político que hipotéticamente las «redes» tendrían superpuesto a medios y gobiernos (como con insistencia se ha llegado a aseverar), por idénticas razones no se trata más que de otro mito. La información es más veloz gracias a las «redes», pero también es mas heterogénea, lo que impide que las «redes» -en sí mismas- constituyan una fuente o bloque de poder unidireccional y desmitifica su supuesta condición de «quinto poder» por sobrepuesto de los poderes tradicionales (ejecutivo, legislativo, judicial y prensa). En el mejor de los casos, formarían parte de ese «cuarto poder», pero -por el momento- se mantienen claramente independientes del mismo y lejos de constituir un «poder».

La presencia de los medios tradicionales y políticos en esas mismas «redes» relativiza el supuesto «poder popular» que anidaría en estas. Y contribuye a una mayor heterogeneidad de contenidos.

En tanto, el material de baja calidad es abundante (y responde a los valores convencionales de la comunidad de que se trate) mientras que el de alta es más bien escaso.

En general, y hasta aquí, de acuerdo a lo observado, las «redes» son un excelente medio para el pataleo y exhibicionismo individual, y hacerlo conocer a un público que mayoritariamente se desconoce. Esto, al menos, en cuanto a su aspecto «social» (no comercial o de negocios).

Del lado positivo, las «redes» -en cambio- son oportunidades para el mundo de los negocios y el comercio en general, y en este sentido, son bienvenidas, y pueden llegar a ser muy provechosas, precisamente por su masividad a nivel comercial y empresarial. Aunque no todas las «redes» apuntan en este sentido. Las hay más profesionales y empresariales -como LinkedIn- y otras más populares y mas masivas (los casos de Twitter, Facebook, etc.) que son poco útiles en este último cometido.

Lamentablemente, en general, el potencial en materia de negocios de las «redes» está muy poco y pobremente explotado aun hoy día.

En los demás, y en especial en el campo de las interacciones sociales, la fuente primaria de información masiva y -lamentablemente- en muchos casos de «formación» siguen siendo los mass media (TV, radio y periódicos). No parece vislumbrarse cercana la época en que sea diferente.

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE.  Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero.

¿DEBEMOS LOS CATÓLICOS FESTEJAR LOS 500 AÑOS DE LA REFORMA?

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 26/2/17 en: http://gzanotti.blogspot.com.ar/2017/02/debemos-los-catolicos-festejar-los-500.html

 

Hay acolarados debates hoy en los católicos sobre si debemos o no festejar junto con nuestros hermanos protestantes los 500 años de la Reforma.

En realidad habría que ajustar bien los términos. La reforma de ciertos usos y costumbres de la Iglesia, que nada tenían que ver con ella, había comenzado con San Francisco y Santo Domingo en el s. XII y se había continuado con el movimiento humanista católico de los s. XIV y XV que reaccionaban ya contra , contra un aristotelismo muy poco cristiano y contra un semi-pelagianismo como tentación permanente en la ascética católica.

Por lo tanto había mucho por lo que “protestar”, y era justo. El caso Lutero fue mal llevado. Si un Ratzinger hubiera sido Papa entonces, en 1516 lo habría invitado a cenar y Lutero habría quedado como mucho como otro audaz Erasmo de Rotterdam.

¿Cómo puede ser que nos hayamos dividido por el tema de la Fe y las obras? Es obvio que ningún esfuerzo humano puede conseguir la Gracia de Dios. Es obvio que la Gracia es la causa, y no el efecto, de las obras meritorias. Y con las buenas obras que no lo sean, pues quedan en el misterio de la misericordia de Dios. Y el libre albedrío, en el caso de la Gracia, no es una preparación humana para recibirla, porque ello viene de la Gracia también. Es un dramático “no” reservado esta vez sí a lo solamente humano.

Por ende no hay motivos teológicos de fondo que dividan a los católicos y a los protestantes. Fue un espantoso malentendido que aún estamos a tiempo de reparar.

Festejar una división, en tanto separación, no, porque las discordias, las condenas, recelos, odios y guerras espantosas entre católicos y protestantes no se festejan de ningún modo. Pero si los protestantes conmemoran su reforma luego de 500 años, estar junto con ellos no es festejar una división. Es un gesto que les dice: no había motivos para la separación. Podemos estar juntos de vuelta. ¿Que sería un milagro? ¿Ah si? ¿Y qué es, si no, la Gracia de Dios?

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

Optimismo y noticias que no se comentan: el capitalismo derrotó el pesimismo Malthusiano y las hambrunas

Por Martín Krause. Publicada el 23/2/17 en: http://bazar.ufm.edu/optimismo-noticias-no-se-comentan-capitalismo-derroto-pesimismo-malthusiano-las-hambrunas/

 

Hay, creo, dos razones por las cuales predomina el pesimismo en la avalancha de noticias que recibimos a diario: la primera de ellas es que las buenas noticias no generan tantos lectores como las malas, la normalidad se asume como tal, mientras que el accidente o el crimen serían la excepción; la segunda es que todo el que quiera promover algún cambio ‘revolucionario’ (no evolutivo) en la sociedad, debe antes mostrar que todo anda mal, ya que por eso se necesita el cambio.

Al respecto, una serie de autores (Matt Ridley, Steven Pinker y ahora Johan Norberg) han escrito sendos libros presentando una visión contraria, esto es, optimista, del progreso de la sociedad y el ser humano, sobre todo a partir de la llegada de la sociedad liberal y el capitalismo. Las referencias y los números son contundentes. Aquí algunos del libro  Johan Norberg, Progress: Ten Reasons to Look Forward to the Future:

“Cosechas fracasadas no eran poco comunes en Suecia. Una sola hambruna, entre 1695 y 1697, causó la muerte de una en quince personas, y hay referencias a canibalismo en los relatos orales. Sin maquinarias, almacenaje frío, irrigación o fertilizante artificial, los fracasos de cosechas eran siempre una amenaza, y en ausencia de comunicaciones modernas y transporte, una cosecha fallida a menuda significaba hambruna”.

“Las hambrunas eran universales, un fenómeno regular, que sucedía tan regularmente en Europa que se había incorporado en el régimen biológico del ser humano y formaba parte de su vida diaria, según el historiador francés Fernand Braudel. Francia, uno de los países más ricos del mundo, sufrió 26 hambrunas nacionales en el siglo XI, dos en el XII, cuatro en el XIV, siete en el XV, trece en el XVI, once en el XVII y dieciséis en el XVIII. En cada siglo hubo también cientos de hambrunas locales”

Por eso Malthus decía:

“El poder de la población es tan superior al poder de la tierra para producir la subsistencia del hombre, que la muerte prematura debe de alguna forma visitar a la naturaleza humana. Los vicios de la humanidad [infanticidio, aborto, contracepción] son activos y eficientes instrumentos de la despoblación. Son los grandes precursores en el gran ejército de la destrucción, y a menudo completan el trabajo ellos mismos. Pero si fracasaran en esta guerra de exterminio, pestes, epidemias, pestilencias, y plagas, avanzas en terrífica amplitud, y barre de a miles o decenas de miles. Y si el éxito fuera aún incompleto la inevitable hambruna gigante aparece por detrás, y con un gran y poderoso golpe, nivela a la población con los alimentos del mundo”.

Malthus describía acertadamente la situación de la humanidad. Pero subestimó su capacidad para innovar, para resolver problemas y cambiar sus usos cuando las ideas del Iluminismo y las mayores libertades le dieron una oportunidad a la gente de hacerlo. A medida que los campesinos obtuvieron derechos de propiedad, tuvieron un incentivo para producir más. A medida que se abrieron las fronteras al comercio internacional, las regiones comenzaron a especializarse en el tipo de producción apropiado para aprovechar esas oportunidades. Aun cuando la población crecía rápidamente, la oferta de alimentos crecía más rápido. El consumo per cápita en Francia e Inglaterra aumentó de alrededor de 1700-2200 calorías a mediados del siglo XVIII a 2500-2800 en 1850. Las hambrunas comenzaron a desaparecer. Suecia fue declarada libre del hambre crónica a comienzos del siglo XX.”

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

Chantaje y balance comercial

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 22/2/17 en El Cronista Comercial.

 

Resulta increíble que se repitan los mismos errores una y otra vez, en verdad harta tal como lo haría el observar una misma calesita toda la vida.

Uno de los ministerios creados por este gobierno, el Ministerio de la Producción, cuyo nombre preanuncia problemas en la producción como si ésta necesitara del aparato estatal para concretarse (del mismo modo que el ministerio de bienestar social asegura malestar), ahora reitera la estrategia de Martínez de Hoz y tantos otros gobernantes: si los empresarios no bajan los precios se amenaza con liberar la importación del producto en cuestión para que la competencia los haga bajar.

Pero ¿no se percatan las autoridades, por una parte, que abrir el comercio es un requisito para mejorar el nivel de vida de la gente en toda circunstancia y, por otra, esta técnica del chantaje genera un sistema arancelario en serrucho que perjudica gravemente la producción local ya que se traduce en cuellos de botella insalvables entre los insumos y los productos finales?

No habla muy bien de mi capacidad didáctica el confesar que el ministro de Producción fue alumno mío en una maestría. Aunque para ser benévolo conmigo mismo tal vez pueda decirse que no es un tema de claridad sino de desacuerdo con los postulados básicos de la economía en lo que respecta al ministro en cuestión.
También nos preocupan otras manifestaciones respecto al cuidado que habría que tener con el comercio exterior dada la espada de Damocles que pende sobre el riesgo de balanzas comerciales desfavorables, lo mismo que acaba de decir Donald Trump en Estados Unidos en el contexto de sus trifulcas con México y China.

Pero en una sociedad abierta es irrelevante la balanza comercial, lo clave es la balanza de pagos que no hay modo de desequilibrarla puesto que las cuentas de importaciones y las exportaciones se compensan con el movimiento de capital.

Más aun, como han escrito autores como Jacques Rueff, es muy común que países de gran progreso muestren balances comerciales considerados muy desfavorables puesto que reciben grandes dosis de capital, mientras que otros países pobres reflejan balances comerciales que se estiman muy favorables.

Por su parte, Frédéric Bastiat ejemplificaba con un productor de vino francés que exportó por valor de 100 y lo malvendió en Inglaterra e ingresó consecuentemente a Francia el producido de ese mal negocio por valor de 50. En la aduana lo alabaron porque contribuyó a que el país contabilizara una balanza comercial favorable. Otro compatriota productor de vinos, también exportó por 100 pero pudo realizar jugosos negocios en tierras inglesas por lo que ingresó 500 como importación, lo cual fue tomado con desagrado por los agentes aduaneros ya que contribuyó a provocar un balance comercial negativo.

Por más que éstas políticas se lleven a cabo con buenas intenciones como es el caso local (Trump por el momento es impredecible), perjudican mucho a la gente.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

Mucho, poquito o nada

Por Gustavo Lazzari. Publicado el 7/2/17 en: https://www.elcato.org/mucho-poquito-o-nada?utm_content=buffer780a5&utm_medium=social&utm_source=twitter.com&utm_campaign=buffer

 

No se trata de deshojar la margarita sino de analizar la ecuación fiscal argentina, sin dudas nuestro principal problema.

Podemos hacer una matriz de la cual obtenemos las combinaciones posibles entre exacción fiscal y prestación del gasto público. Analizaremos tres opciones.

Puede haber países donde el Estado extrae “mucho” (presiones tributarias superiores al 45%) pero a la vez la prestación es satisfactoria para la población.

Podría ser el mentado caso de los países escandinavos donde la presión tributaria es elevada (aunque con tendencia decreciente) y la prestación es elevada, pese a que en los últimos años se está discutiendo cada vez más el estado de bienestar.

Cabe destacar que esta ecuación de “mucho–mucho” fue una consecuencia y no una causa del progreso de dichos países. Noruega, Suecia y Finlandia han tenido un marcado desarrollo capitalista privado (básicamente por su seguridad jurídica) previo al crecimiento del estado.

Otra combinación puede ser “poquito-poquito” es decir países donde el Estado está casi ausente, ni cobra impuestos ni ofrece absolutamente nada. Somalia y otros estados fallidos pueden ser un buen ejemplo. Nada por nada. Ni se cobran impuestos ni el Estado ofrece las mínimas garantías de progreso. Ni se respeta la propiedad ni se ofrecen servicios sociales básicos.

Por último podemos ver el caso argentino. “Mucho por nada”. Esa es nuestra ecuación fiscal. Muchos impuestos y casi ninguna contraprestación. Cada mes una PyME tiene once vencimientos impositivos en veinte días hábiles. Más de un impuesto cada dos días. ¿A cambio de qué?

Argentina es una economía de permisos. El Estado obliga a todas las empresas e individuos a pedir permiso mediante costosos trámites para ejercer una libertad que es previa, incluso, a la existencia del estado. La Constitución Nacional es violada de punta a punta. Es el Estado el que debe pedir permiso a los ciudadanos y no al revés. La hemos leído mal y lo que es peor, la enseñamos mal en las escuelas. Todo para crear nuevos agentes tributarios.

El Estado argentino en sus tres niveles cobra impuestos escandinavos cercanos al 45% de en relación al PIB y ofrece bien poco en materia de seguridad jurídica, protección de derechos y ni hablar de prestaciones básicas de servicios públicos.

Un estudio del IERAL muestra que la sumatoria de las tasas “legales” de impuestos (de las tres jurisdicciones) son superiores a las de Noruega. No tiene sentido destacar las características de la prestación de servicios públicos por parte del Estado argentino en sus tres niveles. Basta decir que la desconfianza en la justicia es tal que los únicos delitos que se denuncian son los que tienen que ver con el cobro de seguros y los homicidios. En materia de robo a la propiedad, la gente denuncia no para buscar justicia porque sabe que no va llegar sino como un trámite obligatorio para las aseguradoras.

Para el resto de los servicios públicos es creciente la participación de la oferta privada aunque regulada e ineficaz.

De esta manera el contribuyente financia dos “gastos públicos”: el oficial que no usa y el privado que prefiere. Así, la educación, salud y seguridad privada están sustituyendo a la pobre oferta pública.

El Estado, aún en la actual administración, poco aporta para tornarse atractivo. Toda vez que las iniciativas públicas tienen ante todo un prioritario objetivo recaudatorio. (Ejemplo, las multas de tránsito y el estacionamiento público). El Estado argentino es caro y no ofrece nada atractivo a cambio. Implica por tanto, la ecuación propicia para explicar una marginalidad tributaria cercana al 35-40% del PIB.

Quizás convenga repasar a Juan Bautista Say que en 1850 decía:

“Estado no es manco ni puede serlo. Tiene dos manos, una para recibir y otra para dar, dicho de otro modo, la mano ruda y la mano dulce. La actividad de la segunda está necesariamente subordinada a la actividad de la primera. En rigor, el Estado puede tomar y no dar. Esto se observa y se explica por la naturaleza porosa y absorbente de sus manos, que retienen siempre una parte y algunas veces la totalidad de lo que ellas tocan. Pero lo que no se ha visto jamás ni jamás se verá e incluso no se puede concebir es que el Estado dé al público más de lo que le ha tomado”.

Sugiero releer los dos últimos renglones. “lo que no se ha visto jamás ni jamás se verá e incluso no se puede concebir es que el Estado dé al público más de lo que le ha tomado”.

La quimera argentina de un Estado megalómano y que no nos cueste nada, no sólo es inmoral y antieconómica, es impensable.

Estamos viendo si debatimos una reforma tributaria. El ministro Dujovne y el equipo económico actúa como si tuviera tiempo. Grosero error.

Argentina debe replantear con urgencia la ecuación fiscal, cuánto nos saca el Estado y qué es lo que debe darnos. No hay mucho tiempo para actuar y decidir. La africanización de la economía argentina crece a un ritmo mayor que la desafricanización de África. Más pronto que tarde quizás algún distraído nos confunda en un fraternal abrazo.

 

Gustavo Lazzari es Licenciado en Economía, (UCA), Fue Director de Políticas Públicas de la Fundación Atlas para una Sociedad Libre, y fue investigador del Proyecto de Políticas Públicas de ESEADE entre 1991-92, y profesor de Principios de Economía de 1993 a 1998 y en 2002. Es empresario.

Liberalismo, el enemigo que los populistas aman odiar

Por Enrique Aguilar: Publicado el 21/2/17 en: http://www.lanacion.com.ar/1986341-liberalismo-el-enemigo-que-los-populistas-aman-odiar

 

En los estudios de teoría política es frecuente encontrar referencias alusivas a la pluralidad de lenguajes y corrientes que conviven, amigablemente o no, dentro de la llamada tradición liberal. También existen desarrollos tendientes a identificar, entre estas últimas (contractualistas, conservadoras, radicales, utilitaristas, libertarias u otra denominación en uso), algunos rasgos comunes. A título ilustrativo, cabe recordar la caracterización que hace tiempo hizo John Gray de la concepción liberal del hombre y de la sociedad sobre la base de estos cuatro elementos: la afirmación de la primacía de la persona, el reconocimiento de que todos los hombres tienen el mismo estatus moral, la defensa de la unidad de la especie humana y, finalmente, la creencia en la posibilidad de mejoramiento de cualquier institución social.

Sin embargo, a falta de una definición universalmente aceptable, no parece desacertado apelar a un presupuesto todavía más básico como es la idea según la cual el poder tiene límites que están fijados de antemano por los derechos individuales, generalmente considerados como naturales, inalienables e imprescriptibles. Entre éstos, el derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad, para evocar la célebre fórmula que preside la declaración de independencia norteamericana. Puesto de otra manera, el liberalismo en singular, en su acepción más simple y divulgada, es esencialmente eso: una teoría del gobierno limitado.

Se podrá discutir si los derechos individuales tienen origen en la naturaleza o en convenciones históricas. Igualmente caben desacuerdos en torno a la posible relación entre el liberalismo político y el liberalismo económico, que para algunos autores son inseparables, mientras que otros los distinguen con argumentos acerca de sus respectivas genealogías y alcances, o bajo el supuesto de que la defensa del libre comercio se inscribiría en el terreno de los medios, pero no de los fines (una cuestión de conveniencias en vez de un imperativo). Y, desde luego, cabe preguntarse si los límites a la acción del gobierno (que el liberalismo ve como un mal necesario) y la consecuente protección de los derechos dependen prioritariamente de los diseños y marcos institucionales, de la cultura política prevaleciente o aun de la influencia recíproca entre ambos factores. No obstante, siempre estará presente ese núcleo duro o denominador común, que podríamos calificar como «no negociable» aunque expuesto a diario a ser ignorado por los gobernantes, dada la natural tendencia del poder a expandirse e incurrir en abusos.

He ahí un punto que parece clave. La crítica al ejercicio arbitrario del poder, en sus diferentes grados y apelativos, desde la tiranía antigua hasta el totalitarismo moderno, atraviesa toda la larga historia del pensamiento político. Se trata, en efecto, de una preocupación tan vieja como la memoria política que el liberalismo a su tiempo haría suya enarbolándola como bandera. Pero el tema central del liberalismo, antes que el poder opresivo o desmesurado, es el poder en sí, incluso el legítimamente establecido, porque al indagar en su naturaleza descubre que no hay poder que no tienda de suyo a extralimitarse a menos que se lo contenga con instrumentos adecuados. La rivalidad entre el poder y la libertad, o, si se prefiere, el poder visto como amenaza de la libertad, es entonces la razón de ser del liberalismo.

Lo mismo podría aducirse con respecto a los años noventa. ¿Fueron realmente liberales quienes, amparados en la apertura económica y las privatizaciones, hicieron la vista gorda a la manipulación institucional, el gobierno por decreto y la recordada «mayoría automática» del menemismo? ¿Puede llamarse liberal un gobierno que incurre en tales excesos? Si bien se mira, quizás haya sido esa época (que, al decir de Enrique Valiente Noailles, puso al descubierto nuestra «profunda inmoralidad colectiva» y una generalizada tolerancia a la ausencia de reglas) la más decisiva no sólo para la suerte futura del liberalismo, sino además para el significado que solemos asignar a otro vocablo, «república», el cual por mala conciencia nos inhibimos de asociar nominalmente al liberalismo.

La cosa resulta curiosa, porque lo que en los últimos lustros se ha venido reclamando en nombre de una mejor «república» son atributos que, en gran medida, provienen de la teoría y la praxis del liberalismo político. Por ejemplo, la distribución del poder en distintos departamentos que se contienen y fiscalizan unos a otros o la existencia de una justicia independiente del poder político. James Madison las llamó «precauciones auxiliares», que, «a falta de móviles más altos», complementan la legitimidad democrática como medios de sujetar a quienes nos gobiernan. En otros términos, hoy la república se nos presenta más claramente ligada a la existencia de un diseño institucional liberal que nos preserve de la discrecionalidad de los gobernantes que a la virtud cívica, los ideales patrióticos o aun (en algunas variantes) la participación de los ciudadanos en las decisiones públicas en tanto rasgos distintivos de un republicanismo de filiación clásica que se presenta como propuesta alternativa al liberalismo.

Isaiah Berlin afirmaba que «algunos seres humanos han preferido la paz de la cárcel, una seguridad satisfecha y una sensación de haber encontrado por fin el puesto adecuado que uno tiene en el cosmos a los dolorosos conflictos y perplejidades de la desordenada libertad del mundo que está fuera de los muros de la prisión». El liberalismo, en cambio, ha promovido siempre la opción inversa. Para sus detractores de izquierda y de derecha, para los defensores de la sociedad cerrada y los relatos colectivistas, para el populismo, para los enemigos de la libertad de pensamiento y de la libertad de prensa, el liberalismo será siempre el malo de la película, el villano preferido, el sospechoso a quien endosar todas los males pasados, presentes y venideros, sea para purgar las responsabilidades propias, por complicidad, oportunismo electoral o por pura pereza intelectual. Probablemente haya perdido, como sugiere Sartori, «la guerra de las palabras» y se encuentre sumido en una crisis de identidad. Sin embargo, dondequiera que la libertad se encuentre en peligro, su antorcha permanecerá encendida y seguramente se alzarán manos dispuestas a portarla.

 

Enrique Edmundo Aguilar es Doctor en Ciencias Políticas. Ex Decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Políticas y de la Comunicación de la UCA y Director, en esta misma casa de estudios, del Doctorado en Ciencias Políticas. Profesor titular de teoría política en UCA, UCEMA, Universidad Austral y FLACSO,  es profesor de ESEADE y miembro del consejo editorial y de referato de su revista RIIM. Es autor de libros sobre Ortega y Gasset y Tocqueville, y de artículos sobre actualidad política argentina.

MICHAEL NOVAK, RIP : LA IGLESIA CATÓLICA HOY

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Acaba de morir un pensador de gran peso en ámbitos católicos, teólogo egresado de la Universidad Gregoriana de Roma, quien se preocupó por exhibir con fuerza las bases morales del capitalismo, especialmente en su The Spirit of Democratic Capitalism del que se publicaron varias ediciones en distintos idiomas.

 

Novak estaba preocupado por la incomprensión de no pocos católicos de los enormes beneficios de los mercados libres y la democracia entendida como una forma de gobierno donde se respetan los derechos de las minorías y, por tanto, se establecen severos límites al poder al efecto de circunscribirlo a la protección de los derechos individuales.

 

En el mencionado libro, Novak escribe que “la democracia política es compatible en la práctica solo con la economía de mercado” y considera “una tragedia la falla de la iglesia al no entender la base moral-cultural de la economía moderna […] La primera de todas las obligaciones morales es pensar con claridad […] Es sorprendente que los documentos de la iglesia Católica Romana, incluyendo encíclicas de papas recientes  procedan como si el capitalismo democrático no existiera. Las pocas referencias a sociedades tipo la norteamericana en documentos papales, cuando ocurren, en la mayor parte son bruscas, peyorativas e inexactas”

 

El mismo, Michael Novak, pasó por la etapa del socialismo y escribe que para mi “el capitalismo era una mala palabra”. Fue muy influido por Jacques Maritan en distintos aspectos. Recordemos que Maritan en su True Humanism (sic) escribió que “En un sentido un orden terrenal capaz de matar por el crimen de herejía mostraba un gran cuidado por el alma del hombre y mantenía como un gran ideal la dignidad de la comunidad humana que centraba de este modo en la verdad respecto de aquella que solo castiga los crímenes contra el cuerpo” y más adelante asevera que “En verdad, sin caer en el marxismo mesiánico, un cristiano puede reconocer que hay una profunda visión en la idea de que el proletariado por el mero hecho que ser  parte del régimen capitalista ha sido sujeto de sufrimiento”.

 

En otro plano, también Novak era un hombre amplio de miras, por ejemplo, en su Confessions of a Catholic, se opone enfáticamente a que la Iglesia haya decretado que no es lícito el control de la natalidad por cualquier método que los interesados estimen mejor, siempre que no signifique un aborto, en cuya obra también insiste en que “La lección que debemos aprender es que la iglesia puede subvertirse fácilmente desde adentro, puesto por puesto, sede por sede, y nunca más fácilmente que cuando flotan en el aire políticas convulsionadas”, lo cual expande en su Belief and Unbelief. Tengo en mi biblioteca una docena más de libros de este prolífico escritor.

 

Fui el primero que invitó a Novak a América latina. Pronunció conferencias en Buenos Aires, en ESEADE cuando era rector de esa casa de estudios. Sus palabras resonaron en muchos intelectuales que de buena fe pensaban que por ser católicos no había que criticar. Craso error. Para hacer bien hay que señalar las equivocaciones sean cuales fueran. Como dije en una columna de hace un par de años, si no fuera por los que hacen oír su voz fuerte y clara, todavía estaríamos con los Borgia.

 

Rindo sentido homenaje al coraje moral y la integridad intelectual de Michael Novak y agradezco sus escritos denunciando lo que hay que denunciar sin disimulos como tantos disfrazados de católicos que en los hechos apañan el desvío de los preceptos morales de la sociedad civilizada.

 

Por mi parte, a continuación reitero parte de lo que he escrito antes sobre el actual Papa que no comparte los valores de la sociedad abierta de la cual van quedando pocos restos como consecuencia de las recetas estatistas a las que adhiere el Papa Francisco.

En esta ocasión me limito a su Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium”. En este caso, el Papa Francisco lamentablemente vuelva a insistir con sus ideas estatistas y contrarias a la sociedad abierta reflejada en los mercados libres. Sin duda esto tiene una clara dimensión moral puesto que la tradición del liberalismo clásico y sus continuadores modernos se basan en el respeto recíproco y la asignación de los derechos de propiedad como sustento moral de sus propuestas filosóficas, jurídicas y económicas. De allí es que el primer libro de Adam Smith, ya en 1759, se tituló The Theory of Moral Sentiments, preocupación mantenida por los más destacados exponentes de esa noble tradición.

El aspecto medular del documento (que comentaremos muy telegráficamente puesto que el espacio no nos permite abarcar todos los aspectos) se encuentra en el segundo capitulo. Para darnos una idea del espíritu que prima, se hace necesario comenzar con una cita algo extensa para que el lector compruebe lo dicho en palabras del texto oficial.

“Así como el mandamiento de ‘no matar’ pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir ‘no a una economía de la exclusión y la inequidad’. Esa economía mata. […] Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida”.

“En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del ‘derrame’, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando. Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la indiferencia. Casi sin advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás ni nos interesa cuidarlos, como si todo fuera una responsabilidad ajena que no nos incumbe. La cultura del bienestar nos anestesia y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera”.

En verdad, las reflexiones del Papa resultan sorprendentes debido a las inexactitudes que contienen. En primer lugar el “derrame” es una forma muy peyorativa y errónea que ilustrar el proceso de mercado. No es que los menesterosos recogen las migajas que caen de la mesa de los potentados sino que se trata de un proceso en paralelo: cada incremento en la inversión inexorablemente aumentan los salarios debido a la mayor competencia por atraer trabajo.  Esa es entre otras la diferencia entre Canadá y Uganda.

Antes que nada, debe precisarse que el mundo está muy lejos de vivir sistemas de competencia y mercados abiertos sino que en menor o mayor medida ha adoptado las recetas del estatismo más extremo en cuyo contexto el Leviatán es cada vez más adiposo y cada vez atropella con mayor vehemencia los derechos de las personas a través de múltiples regulaciones absurdas, gastos y deudas públicas colosales, impuestos insoportables e interferencias gubernamentales cada vez más agresivas, todo lo cual no es siquiera mencionado por el Papa en su nuevo documento.

Sin embargo, la emprende contra la competencia y los mercados libres que dice “matan” como consecuencia de la supervivencia de los más aptos, sin percatarse que los que mayores riquezas acumulan hoy, en gran medida no son los empresarios más eficientes para atender las demandas de su prójimo sino, en general, son los profesionales del lobby que, aliados al poder político, explotan miserablemente a los más necesitados.

Llama la atención que el Papa se refiera a la compasión del modo en que lo hace, puesto que, precisamente, aquella contradicción en términos denominada “Estado Benefactor” es lo que no solo ha arruinado especialmente a los más necesitados y provocado la consecuente y creciente exclusión, sino que se ha degradado la noción de caridad que, como es sabido, remite a la entrega voluntaria de recursos propios y no el recurrir a la tercera persona del plural para echar mano compulsivamente al fruto del trabajo ajeno.

En resumen, los valores y principios de una sociedad abierta no matan, lo que aniquila es el estatismo vigente desde hace ya mucho tiempo. Es importante citar el Mandamiento de “no matar”, pero debe también recordarse los que se refieren a “no robar” y “no codiciar los bienes ajenos”. En este sentido, estimo de una peligrosidad inusual el consejo papal basado en una cita de San Juan Crisóstomo cuando escribe el Papa: “animo a los expertos financieros y a los gobernantes de los países a considerar las palabras de un sabio de la antigüedad: ‘No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos’”.

¿Ese es el consejo agresivo al derecho de propiedad que el actual Pontífice les tramite a los líderes políticos del momento? ¿No es suficiente el descalabro que vive el mundo por desconocer los valores de la libertad? ¿Está invitando a que se usurpen las riquezas del Vaticano o solo se refiere a las de quienes están fuera de sus muros y la han adquirido lícitamente?

En definitiva, la sana preocupación por la pobreza no se resuelve intensificando las recetas estatistas y socializantes sino en aconsejar el establecimiento de marcos institucionales por el que se respeten los derechos de todos. Si se hiciera la alabanza de la pobreza material y no la evangélica referida al espíritu, la beneficencia quedaría excluida puesto que con ello se mejora la condición del receptor. Y si se dice que la Iglesia es de los pobres, debería dedicarse a los ricos puesto que los pobres estarían salvados.

Se que el Papa está imbuido de las mejores intenciones, pero las intenciones y la bondad de la persona —como es el caso— no son relevantes, lo importante son las políticas que se llevan a cabo. En este cuadro de situación, por último, es de interés tener presente lo estipulado por la Comisión Teológica Internacional de la Santa Sede que consignó el 30 de junio de 1977 en su Declaración sobre la promoción humana y la salvación cristiana que “De por sí, la teología es incapaz de deducir de sus principios específicos normas concretas de acción política; del mismo modo, el teólogo no está habilitado para resolver con sus propias luces los debates fundamentales en materia social […] Si se recurre a análisis de este género, ellos no adquieren suplemento alguno de certeza por el hecho de que una teología los inserte en la trama de sus enunciados”.

Dados los embates a los postulados de la sociedad abierta, necesitamos con urgencia más Michael Novak en nuestro mundo. Queda su ejemplo. Afortunadamente no todos los sacerdotes y obispos coinciden con el actual Papa (en público y más en privado). Hay mucha preocupación. Es bueno repasar las obras de autores como Novak que muestran la compatibilidad entre el cristianismo y la sociedad libre.

 

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

Análisis de la guerrilla (2)

Por Gabriel Boragina Publicado  el 19/2/17 en: http://www.accionhumana.com/#!/2017/02/analisis-de-la-guerrilla-2.HTML

 

Como hubiéramos dicho antes[1] la historia de la guerrilla demostró como la misma degeneró, de ser una fuerza defensiva irregular hasta transformarse en una fuerza ofensiva (manteniendo -no obstante- su carácter de irregular).

«Los guerrilleros abundaron en las acciones de independencia americana: así Martín Güemes en Argentina, José A. Páez en Venezuela, Manuel Rodríguez en Chile. Los hubo luego en Francia ocupada («partisans»), en los países árabes, en Rusia, en China, en Vietnam. T. E. Lawrence, Mao y el «Che» Guevara las practicaron y también adoctrinaron sobre las mismas, siguiendo las huellas de Karl von Clausewitzí (On War, 3 ed., 1940), el primer teórico militar que dedicó atención a la estrategia guerrillera.»[2]

Este párrafo hace una mezcolanza que es importante aclarar. Las guerrillas de Mao y el «Che» Guevara no tuvieron que ver con la independencia americana, ya que lo que Mao y Guevara pretendían eran dar golpes de estado mediante acciones guerrilleras, que fue lo que también hizo Fidel Castro en Cuba con lamentable éxito. Mao dio el golpe en China, pero Guevara fracasó en sus intentos de golpes en países extranjeros. En este punto, es trascendental explicar que cualquier guerrilla se deslegitima cuando inicia el uso de la fuerza, lo que claramente no ha tenido que ver con países ocupados o invadidos. La historia de la guerrilla (hasta aquí reseñada) revela que hubo una degeneración de la misma, pasando de ser una fuerza defensiva (excusable) a ser otra ofensiva (inexcusable). Así, por ejemplo, la guerrilla argentina en el siglo XX tuvo dicho sesgo ideológico marxista-maoísta-guevarista y condición claramente ofensiva, no defensiva. Ha sido el caso, particularmente del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) FAL (Fuerzas Armadas de Liberación), Montoneros (peronistas) y otras organizaciones similares a estas.

«En la actualidad, las guerrillas tienen un fuerte sustento ideológico, y tratan de arraigar en el pueblo, al que ofrecen alimentos, dinero, atención médica y distintos servicios que tienden a popularizarlas. Su organización es severamente militar, sobre la base de células pequeñas que actúan como compartimientos estancos, sin conexión inmediata entre sí, para evitar delaciones o infidencias.»[3]

Es de destacar que el autor escribe su artículo en pleno auge de la guerrilla argentina, lo que puede ser un factor de importancia a la hora de observar la notable ambigüedad de su artículo. Aunque no aclara a cuáles guerrillas -en concreto- se está refiriendo en la cita, por lo que también resulta forzoso aclarar que -siempre en el caso argentino- no se dio el intento de la guerrilla de «arraigar en el pueblo» ofreciendo «alimentos, dinero, atención médica y distintos servicios». Por el contrario, la guerrilla argentina arremetió contra civiles y militares sin discriminación. En cambio, su organización fue –en efecto- severamente militar.

«Las armas de la guerrilla son, en principio, obtenidas de sus propios adversarios, a quienes procuran despojar. Asimismo, una guerrilla organizada siempre cuenta con posibilidades de fabricación «casera» de armamentos, explosivos y ropas, que a veces se montan en gran escala en campamentos o «santuarios». Tales «santuarios», que sirven para descanso, aprovisionamiento y organización, han sido, como en el caso de las fuerzas de Tito en Yugoeslavia, verdaderas catacumbas. La guerrilla, originariamente rural, se ha trasladado actualmente a las ciudades; y con frecuencia utiliza métodos sorpresivos, muy difíciles de prever, así como el sabotaje y el terror indiscriminado; y asaltos o secuestros para obtener dinero, que siempre necesita en cantidad.»[4]

En el caso de la guerrilla argentina de los años 70, se dieron todas estas combinaciones. Pero, además, es menester señalar que las organizaciones guerrilleras contaron con profusa provisión de armamento altamente sofisticado y de última generación proveniente de países extranjeros que promovían sistemáticamente la guerrilla a nivel internacional. Las fuentes de provisión de material bélico pesado procedían de la entonces existente URSS (en esa época poderosa potencia militar), Libia, al mando de Muammar El Kadafi, y -en nuestro propio continente- de Cuba con Fidel Castro a la cabeza, entre otros países de ideología afín, que adiestraban y alentaban el fenómeno guerrillero en el exterior. Montoneros, ERP, FAL, y otras facciones menores por el estilo, practicaron profusamente y con entusiasmo la metodología de secuestro, tortura y pedidos de sumas millonarias en concepto de rescate de sus víctimas.

«Existe además una permanente tendencia de los equipos guerrilleros a «regularizarse», y algunos jefes árabes han recibido cierto «status» aún por parte de las Naciones Unidas. Las fuerzas antiguerrilleras, en cambio, pretenden siempre tratarlos como simples bandidos, que no deben recibir, pues no practican tampoco, ninguno de los beneficios de las leyes de guerra. Esa lucha es muy difícil, en parte porque cierto conservadorismo de la oficialidad regular, apegada a procedimientos tradicionales, dificulta la adopción de tácticas eficientes e imaginativas. Asimismo, porque la lucha antiguerrillera suele causar molestias a la población inocente, irritándola contra los elencos regulares (Peter Paret • John Shy, Guerrilla y contraguerrilla, Ed. J. Alvarez, B». As., 1964, que incluye La guerra de guerrillas de Ernesto Guevara).»[5]

Recordemos que el autor en examen escribe su artículo en épocas de auge guerrillero. Resulta de interés remarcar que aquel atribuye la dificultad de combatir la guerrilla al hecho de que la oficialidad regular se resiste a adoptar la misma sistemática que practicaban los guerrilleros. Se deja en claro, una vez más, que el combate contra la guerrilla se da en un estado de guerra.

«Las guerrillas han logrado éxitos importantes; sin embargo, adolecen de ciertas limitaciones. En primer lugar la constante necesidad de mantener la ofensiva, arriesgando a veces una derrota que las suprima o desprestigie; además, su carácter «secundario», ya que normalmente sirven como elemento de apoyo, pero por sí solas son poco aptas para tomar el poder.»[6]

La guerrilla argentina estuvo a un punto de tomar el poder, pero no depusieron las armas voluntariamente. De alguna forma, la cita señala la inutilidad final de la guerrilla. Los guerrilleros expertos estaban bien conscientes de aquellas limitaciones, no obstante lo cual arremetieron cada vez con más saña. El rechazo de la población civil víctima de sus ataques y el apoyo explícito (o implícito) civil a las fuerzas armadas que contrarrestaron a los guerrilleros, fueron factores determinantes que evitaron la toma del poder por parte de estos últimos.

[1] Análisis de la guerrilla

[2] Dr. Horacio J. Sanguinetti. Voz «Guerrilla» en Enciclopedia Jurídica Omeba. Apéndice 2 Letra G

[3] Dr. Sanguinetti, H. J. Op. Cit. Ídem.

[4] Dr. Sanguinetti, H. J. Op. Cit. Ídem.

[5] Dr. Sanguinetti, H. J. Op. Cit. Ídem.

[6] Dr. Sanguinetti, H. J. Op. Cit. Ídem.

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE.  Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero.