Libertad y riqueza en la historia

Por Armando Ribas. Publicado el 28/8/13 en: http://independent.typepad.com/elindependent/2013/08/libertad-y-riqueza-en-la-historia.html#more

Mientras más leo los análisis políticos internacionales, más me siento preocupado por lo que considero la confusión reinante. Esa confusión surge evidentemente de la ignorancia colectiva respecto de la naturaleza, ética, política y jurídica del sistema que cambió la historia del mundo, y permitió la creación de riqueza por primera vez en la historia. Tanto así que como lo expone Wlliam Bernstein en su obra “The Birth of Plenty” (El Nacimiento de la Abundancia) en los 1500 años después de Cristo el ingreso per cápita en el mundo prácticamente no varió y fue solo a partir de mediados del siglo XVIII que comenzó el proceso de generación de riqueza. Ese hecho inusitado fue reconocido por el propio Marx que en el Manifiesto Comunista dice: “La burguesía en solo cien años de dominio ha creado más riquezas y más fuerzas productivas que todas la generaciones anteriores juntas”.

No obstante ese reconocimiento, lejos de considerarlo como un evento favorable a la humanidad lo descalificó éticamente como “capitalismo” en que se producía la explotación del hombre por el hombre.(SIC) Tal proyecto se considera entonces como un sistema económico, hoy más expuesto en el mundo a su descalificación por la izquierda apropiada de la ética en nombre de la supuesta búsqueda de la igualdad económica. Ese proceso de transformación se inició en Inglaterra a partir de la ignorada Glorious Revolution en 1688 que bajo la égida del pensamiento liberal de John Locke y más tarde influenciada por David Hume y Adam Smith lograra la llamada revolución industrial, de la cual se desconoce igualmente que su origen no es económico sino la consecuencia de la transformación del sistema político que entraña el reconocimiento de los derechos individuales. Ese proceso sin igual en la historia fue llevado a sus últimas consecuencias en Estados Unidos.

Es pertinente entonces analizar las fuentes que produjeron ese milagro histórico, pero antes debo igualmente explicitar el hecho de que otra de las confusiones del momento es considerar a Estados Unidos como un imperio. La historia nos muestra que los imperios se crearon a partir de la dominación de los estados vecinos, en un mundo en el que la guerra era la razón de ser de los estados. Creo que es evidente que esa no ha sido la historia de Estados Unidos. Así podemos ver que ha sido el único país en la historia que después de haber ganado una guerra, en lugar de pedir reparaciones a los vencidos les repara su economía. Y más aun, gracias a los Estados Unidos no somos nazis o comunistas.

A partir de esa confusión me atrevería a decir que Lenín está presente mediante su “Imperialismo Etapa Superior del Capitalismo”. En función de ella el odio a la denominada hegemonía americana se ha convertido en un determinante ideológico del acceso al poder en el llamado mundo civilizado en el cual me atrevería a considerar incluida América Latina. Es evidente que los Founding Fathers tomaron conciencia del pensamiento de David Hume contenido en su “De los Celos del Comercio” que diría que está hoy relativamente vigente por primera vez en la historia. Y así dijo: “Yo me aventuro a decir que el incremento de la riqueza y del comercio de cualquier nación, en lugar de herir, comúnmente promueve la riqueza de y el comercio de todos sus vecinos”. Creo que teniendo en cuenta esta realidad es que la China le sigue comprando los bonos de los Estados Unidos.

Aquí llegamos a otra confusión pertinaz que es el concepto mismo de democracia como el gobierno del pueblo y por el pueblo. Así se olvida la advertencia de Aristóteles al respecto cuando escribió: “Tan pronto como el pueblo se hace monarca, pretende actuar como tal, porque sacude el yugo de la ley y se hace déspota, y desde entonces los aduladores del pueblo tienen un gran partido” Es ahí que surge la demagogia y de ella se deriva el socialismo en la búsqueda del hombre nuevo. Pero esa advertencia fue tenida en cuenta por los Founding Fathers para constituir el sistema del Rule of Law. A tales efectos es pertinente rever el pensamiento de los Founding Fathers al respecto, que ha sido ignorado en el mundo y hoy parece olvidado en los Estados Unidos. Tanto así que ha aparecido en la figura del nominado candidato a la vicepresidencia Paul Ryan un intento de recordarlo. En primer lugar no puedo menos que empezar recordando las palabras de Thomas Jefferson: “Un despotismo electivo, no fue el gobierno por el que luchamos”. Gran parte de América Latina es hoy un ejemplo de esa tergiversación de la libertad del poder de las mayorías.

En ese sentido se pronunció claramente James Madison para distinguir el concepto de república de la democracia. Consecuentemente establece el principio de que las mayorías no tienen derecho a violar los derechos de las minorías, y por tanto se reconoce la primacía del derecho de propiedad, que como tal se considera el eje de la creación de riqueza. Igualmente Alexander Hamilton tomó conciencia de la problemática actual que como reconociera Nietche, socialismo y democracia serían la misma cosa. Así respecto a los supuestos derechos del pueblo, hoy a mi juicio también confundidos bajo el concepto de los derechos humanos, dice: “Una peligrosa ambición subyace detrás de la espaciosa máscara del celo por los derechos del pueblo”. Yo diría que esa peligrosa ambición representa hoy el sistema social demócrata europeo, hoy en crisis, que la izquierda hábilmente pretende considerar la crisis del capitalismo.

Ya debiéramos haber aprendido que cuando los derechos son del pueblo, Ud. no tiene derechos, pues la definición de los mismos queda a cargo del poder político, y el intento de desconocerlo en función de nuestro derecho individual, aparece como una violación de la democracia y aun la pretensión de un golpe de estado. Podemos ver entonces que la pretensión de la supuesta igualdad económica, hoy puesta de manifiesto en las palabras del presidente Obama, constituye la violación del derecho de propiedad, y asimismo esa ilusión que lleva al poder, es la generadora de la pobreza, y porqué no decirlo de la presente crisis europea. Asimismo es la violación de la necesaria limitación del poder político, ante la conciencia de la naturaleza humana.

Perdón por las citas, pero en ese sentido vale recordar el pensamiento de Alexis de Tocqueville, quien sostuvo que los economistas habían sido más culpables que los filósofos por el fracaso de la Revolución Francesa, pues para ellos no había derechos privados, sino solamente utilidad pública.(SIC). Y aquí nos encontramos con otra confusión histórica que es la creencia de que la Revolución Francesa fue la continuación de la Revolución Americana, cuando en la realidad fue su antítesis. Y tanto así que el propio Lenín consideraba que los bolcheviques eran los jacobinos del siglo XX. Y al respecto debo rescatar el análisis de Peter Drucker, quien en sus “Escritos Fundamentales” escribió: “Tan difundida y tan falaz como la creencia de que la Ilustración engendró la libertad en el siglo XIX, es la creencia de que la Revolución Americana se basó en los mismos principios que la Revolución Francesa”. En función de ese criterio he sostenido que el socialismo es la denominación que le diera el Iluminismo a la demagogia.

Así surgió en su oportunidad el fascismo, que en su versión moderna se le denomina capitalismo de amigos. Esta otra vez no es más que la consecuencia de la inseguridad jurídica interna, basada una en la supuesta pretensión igualitaria, que por supuesto determina la desigualdad política del poder absoluto en nombre del pueblo. Ante la ausencia de derechos surge la alternativa de la colusión frente a la posibilidad de las nacionalizaciones por el bien público. Por ello igualmente descreo del Iluminismo que a mi juicio a través de la razón generó el totalitarismo y así considero que socialismo fue la denominación otorgada a la demagogia prevaleciente en los sistemas del Estado de Bienestar.

Estoy convencido por tanto de que en la medida que sigamos ignorando la realidad histórica-política que he tratado de describir, nos encontramos ante el predicado de Séneca: “Para el que no sabe dónde va no hay viento favorable”. Así investido de democracia presenciamos la generación de pobreza a través del socialismo, que en Europa es democrático, y en América Latina tiende al totalitarismo fascista como fue la Europa de Hitler y Mussolini. Por favor sigamos el juicio de David Hume la historia es un aprendizaje y de ella se deriva la conciencia de la justicia de donde deriva la esencia de la libertad.

Armando P. Ribas, se graduó en Derecho en la Universidad de Santo Tomás de Villanueva, en La Habana. Obtuvo un master en Derecho Comparado en la Southern Methodist University en Dallas, Texas. Es abogado, profesor de Filosofía Política, periodista, escritor e investigador y fue profesor en ESEADE.

Cepo cambiario: la misma encerrona del corralito

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 25/8/13 en: http://economiaparatodos.net/cepo-cambiario-la-misma-encerrona-del-corralito/

Uno de los temas que hay que pensar con cuidado es si se puede levantar el cepo sin que se produzca una crisis cambiaria y financiera. Para ir al punto, veo al cepo con el mismo problema que el corralito del 2001: una vez que se estableció el corralito, que inicialmente era por 90 días, la pregunta de ese momento era: ¿y qué puede ocurrir el día 91? Obviamente la gente iba a estar en la puerta de los bancos el día 91 a las 10.01 minuto, para retirar sus depósitos. Una vez que uno se mete en un problema de este tipo se pierde la confianza y es casi imposible reconquistarla. Meterse con el bolsillo de la gente es muy complicado en términos de confianza.

Ahora bien, el establecimiento del cepo cambiario tuvo que ver con la continua fuga de divisas por falta de confianza. Durante el período kirchnerista-cristinista se fugaron del país casi U$S 91.000 millones. La mayor fuga se produjo a partir del 2007 y se aceleró en los años posteriores hasta que se impuso el cepo cambiario justo luego de las elecciones del 2011.

Esos capitales se fugaron por falta de confianza en la seguridad jurídica del país. Las arbitrariedades y abusos contra la propiedad privada y la feroz carga impositiva generaron esa fuga masiva de ahorro que, de haber habido seguridad jurídica y confianza en la política económica, hoy estarían financiando el crecimiento de la economía argentina.

Pero, además, el gobierno utilizó el tipo de cambio como ancla para frenar la inflación generada por la emisión monetaria. Desde que asumió Kirchner el dólar oficial subió el 94% y la inflación fue del 400%, en números aproximados. Esto no es otra cosa que una caída del tipo de cambio real o, puesto en castellano básico, Argentina es nuevamente cara en dólares.

Si se toma la serie mensual desde enero de 1970 hasta julio de 2013 del tipo de cambio real, hoy el dólar oficial está casi en el mismo nivel que tenía en enero de 1981, último mes de la tablita cambiaria y casi igual que en la convertibilidad. Es decir, el actual tipo de cambio real es uno de los más bajos de toda la serie histórica de los últimos 43 años, junto con los dos períodos mencionados.

En un país el dólar puede ser barato porque ingresan capitales o porque se lo retrasa contra la inflación mediante intervenciones del BCRA. Hoy en Argentina no estamos en presencia de un dólar oficial barato por ingreso de capitales, sino porque se lo retrasó respecto a la tasa de inflación. Esta aclaración vale porque no soy de los que consideran que las devaluaciones solucionan los problemas de una economía. Por el contrario, soy partidario de una economía con disciplina fiscal y monetaria y reglas de juego que incentiven el ingreso de capitales, con lo cual estoy diciendo que prefiero una moneda fuerte, cuya economía gana competitividad por medidas estructurales (legislación laboral, sistema tributario, gasto público bajo y eficiente y demás medidas que mejoran la competitividad de la economía en forma real).

Pero la realidad es que hoy no tenemos medidas que mejoren la competitividad de la economía en términos genuinos y, encima, el tipo de cambio oficial fue retrasado artificialmente junto con un cepo cambiario que le prohíbe a la gente comprar dólares. A la desconfianza se le contestó con medidas que generaron más desconfianza.

Estamos ante el verdadero dilema de tener el cepo cambiario que no deja salir dólares de la economía pero tampoco estimula el ingresos de divisas, salvo las que se generan en las exportaciones, las que a su vez están jaqueadas por la caída del tipo de cambio real. Con un dólar oficial artificialmente bajo el deterioro del saldo de balance comercial continuará, especialmente por las importaciones de combustibles.

Si se quita el cepo sin un contexto de confianza y disciplina fiscal que lleve a la disciplina monetaria, el estallido es inevitable. Al igual que con el corralito, al otro día de eliminar el cepo la gente saldría corriendo a comprar dólares a $ 5,6. Si el BCRA no interviniera en el mercado el tipo de cambio subiría en forma abrupta. Si interviene para frenar la suba del dólar, lo más probable es que le barran las reservas.

Desde mi punto de vista, no tiene demasiado sentido desdoblar el mercado de cambios. Si se establece un dólar comercial más o menos como el actual, los problemas de comercio exterior continuarán y la brecha entre el financiero y el oficial mostrarían la desconfianza en el peso, pero no se solucionaría el problema del comercio exterior.

Para poder salir del cepo con el menor costo posible se requieren las siguientes condiciones: a) disciplina fiscal, bajar el gasto público que el gobierno no quiere bajar y modificar el sistema tributario, b) disciplina monetaria y c) fuertes señales de respeto a los derechos de propiedad.

La realidad es que el gobierno no está en condiciones de ofrecer ninguna de estas tres condiciones, particularmente confianza para atraer capitales que reduzcan el impacto de un salto cambiario a la salida del cepo.

Agreguemos al problema del cepo el tema de los subsidios a la energía, el transporte y empresas estatales, que este año apuntan a superar os $ 100.000 millones y la salida de esta ensalada de precios relativos es complicadísima.

En primer lugar, ni siquiera es posible mantener congelados los subsidios. Supongamos que el boleto de colectivo, para simplificar la cuenta, es de $ 1. Si el costo total es de $ 5 y la gente paga $ 1 cuando sube al colectivo, quiere decir que los otros  $ 4 los paga el Estado vía subsidios. Ahora, supongamos que tenemos una inflación del 25% anual, esto quiere decir que al cabo de un año el costo del boleto pasa a ser de $ 6,25 ($ 5 + 25%). Si el Estado quiere mantener congelado el precio del boleto en $ 1, el subsidio ya no será de $ 4, sino de $ 5,25. Es fácil advertir que el gasto público le aumenta al Estado, entre otros factores, porque los subsidios tienen que ser indexados por la inflación verdadera. Ese gasto aumenta el déficit fiscal y ese mayor déficit fiscal requiere de más emisión que termina erosionando nuevamente el tipo de cambio.

La dinámica del modelo es claramente inconsistente e insostenible

¿Entonces? Mi impresión es que seguiremos así hasta que el día menos pensado y por la causa menos sospechada el mercado ajuste los desequilibrios por las malas. Es la historia económica de la Argentina. Es la historia del populismo.

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA)y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

Futuro demorado

Por Gabriela Pousa. Publicado el 27/8/13 en: http://economiaparatodos.net/futuro-demorado/

Uno de los principales problemas que acechan a la Argentina actual radica en la dicotomía entre temas urgentes y temas importantes. Muy pocas veces ambos coinciden, y la necesidad de resolver coyunturas demora fatalmente la solución de asuntos que pudieran cambiar algo más que furtivas situaciones económicas o políticas.

Se vive en un permanente “hoy para mañana” como si el mundo o el país tuviese fecha de vencimiento. Se ha convertido a la Argentina en un producto de consumo. Allí está pues, en la góndola, listo para ser propiedad del primero que lo lleve hacia la caja registradora.

En esa carrera se anotan personajes harto conocidos cuyo principal inconveniente radica en ser apenas eslabones de la cadena que nos sujeta a vivir en un perenne ahora sin poder vislumbrar un horizonte futuro.

A conciencia, nadie se atrevería a asegurar con convicción férrea que un Daniel Scioli, o un Sergio Massa por mencionar un par apenas, sean grandes estadistas capaces de redimir los males que afectan a la Argentina. Sin embargo, todo gira en torno a ellos. Se han situado en el escenario como protagonistas.

Detrás, elenco y actores secundarios se reparten el libreto sin importarles en demasía si están capacitados o no para representar los roles que el guión impone. En definitiva, saben que no son ni serán más que marionetas de un gran titiritero.

Para comprobar esto, alcanza con recordar los nombres que pasaran por el Ministerio de Economía, y así deducir luego que el problema de los números, como el resto de los problemas, encuentra siempre un denominador común: la titular del Ejecutivo. No fueron ni Felisa Micelli, ni Miguel Peirano, ni Martín Lousteau, ni Carlos Fernández, ni Amado Boudou ni mucho menos Hernán Lorenzino los responsables de la debacle de las cuentas que hoy no cierran.

Cada uno a su manera pudo haber contribuido al descalabro monetario, pero quién manejó desde el vamos la economía del país como si se tratase de un banco instituido sólo para financiar negocios propios fue Kirchner. Néstor primero, Cristina luego.

De allí que creer que algún furtivo enroque de ministros o incluso que la salida de alguno de ellos será solución al derrotero que enfrenta el gobierno, es tan ingenuo como creer que no hay diferencia entre Sidney y el conurbano, o entre Quebec y Río Gallegos…

Estas nimiedades aportan únicamente al cortoplacismo que se ha establecido como límite al sueño de los argentinos.

Posiblemente, una gran mayoría suponga que el cepo al dólar es el verdadero mal de este periodo, sin embargo, lo realmente grave va mucho más allá de un billete extranjero. Aquello que explica la decadencia argentina es como todo lo esencial a lo cual Saint Exupery – a través de El Principito -, le otorgó una cualidad muy peculiar: la invisibilidad. Y es verdad. Lo esencial que debe modificarse en la Argentina parece no percibirse a simple vista.

Restablecer la escala de valores, recomponer la pirámide social, respetar la autoridad, priorizar la educación, y volver a categorizar las jerarquías son asignaturas pendientes que se saben o deberían saberse indispensables para pensar una Argentina realmente distinta. De lo contrario, lo que vaya a cambiar tras un comicio será meramente el decorado. Nada de ello, sin embargo, está siendo demandado por los argentinos.

Ahora bien, ¿en qué estamos? Estamos sumidos en una interna política peronista donde el gobernador de Buenos Aires se ofrece como garante de la institucionalidad, y el intendente de Tigre hace lo propio como paladín del diálogo. Ambos coinciden en algo: la moderación. Saben que la paciencia ciudadana para soportar la confrontación fútil y cotidiana es la que está diciendo basta.

Sin embargo, mantener la “cordialidad” que ostentan hoy les será dificultoso cuando observen que de heredar, heredarán un país arrasado donde el ajuste no será una opción sino algo obligado.

Mientras tanto, la ciudadanía sigue compulsivamente cegada en su perspectiva, imposibilitada de ver más allá de la puja electoralista. Viviremos dos años no como una etapa final de mandato sino como una sumatoria de “ahoras” que nos mantendrán “distraídos” de escándalo en escándalo.

Los funcionarios seguirán compitiendo por ver quien es el más original a la hora de hacer el ridículo, la Presidente oscilará entre la acusación falsa, la denuncia de complots y sus realidades inventadas, tratando de mostrarse como lo que ya no es: una mandataria fuerte aún cuando un dato no puede ser menospreciado: sigue detentando el poder.

En consecuencia, cabe advertir que la capacidad de daño sigue estando a la orden del día. Cristina siempre entendió la política desde una visión belicista. Creó enemigos que no existían, dividió la sociedad como hace mucho tiempo no sucedía. Perdió las internas,

Perderá las legislativas, para ella no son derrotas definitivas sino batallas de una guerra más decisiva. La debilidad, lamentablemente, potencia la violencia.

En ese trance, en lugar de observar el surgimiento de verdaderas alternativas, veremos al gobierno acallando voces y redoblando afrentas. Presiones, aprietes y descalificaciones será en lo sucesivo la política de Estado del kirchnerismo.

Mientras eso suceda, apenas 24 ó 48 horas será el plazo de cualquier expectativa. El cepo al porvenir es el que más lastima. Borges acertaba en su sentencia: “El futuro no es lo que va a pasar, sino lo que vamos a hacer.”

Gabriela Pousa es Licenciada en Comunicación Social y Periodismo por la Universidad del Salvador (Buenos Aires) y Máster en Economía y Ciencias Politicas por ESEADE. Es investigadora asociada a la Fundación Atlas, miembro del Centro Alexis de Tocqueville y del Foro Latinoamericano de Intelectuales.

K. MINGUE Y LA TOLERANCIA CON LOS INTOLERANTES

Por Alberto Benegas Lynch (h)

Después de la reunión regional de la Mont Pelerin Society, el 28 de junio del corriente año en vuelo desde las islas Galápagos a Guayaquil murió Kenneth Mingue con quien conservo correspondencia que aunque no frecuente, por cierto muy fértil. Puede discreparse con ese autor aquí y allá pero siempre deja una enseñanza en el contexto de su notable erudición y contagioso buen humor.

Su ensayo expuesto en esa reunión versó sobre el ingrediente del interés personal como elemento crucial en una sociedad abierta en cuyo contexto citó autores tales como Hayek, Naill Fergueson, Hume y Adam Smith en reflexiones jugosas, ilustrativas y confrontativas en las que puede revisarse y discutirse el uso de algunos términos como “egoismo” y “altruismo”. Cuando fui miembro del Consejo Directivo de la Mont Pelerin Society, se consideraron trabajos de aquel distinguido miembro y profesor emérito de la London School of Economics que ahora murió y que nos ilustraba sobre puntos que se pensaba incluir en programas académicos de esa entidad, específicamente sobre nacionalismo.

 

Hay una célebre entrevista que le hizo William Buckley en “Fire Line” a Mingue donde se recorren varios de los puntos característicos de la obra del pensador neocelandés que estudió en tierras australianas, pero el eje central de sus ideas liberales puede resumirse en una cita de su antedicha participación en la reciente y también mencionada reunión ecuatoriana. Allí concluyó: “Me parece que nuestra preocupación con los defectos de nuestra civilización se traslada en una tentación permanente pero  sumamente peligrosa de encargarle la rectificación a la autoridad civil de aquello que entendemos son imperfecciones sociales”.

 

En esta nota me quiero detener en un aspecto muy distinto, tratado por el profesor Mingue en el Libertarian Oxford Club en 2009. En esa oportunidad señaló que los sistemas en los que se impone un orden jerárquico para “establecer lo que es verdadero” se ubica frente a la cultura occidental en la que el eje central estriba en “los desacuerdos de prácticamente todo” pero en base al respeto recíproco.

 

No hay en esto último la arrogancia de los totalitarios de fabricar “el hombre nuevo” ni la perfección, que como ha dicho Friedrich Hölderin “de tanto intentar que la tierra se convierta en al paraíso la torna en un infierno” y como reza el proverbio latino a que tanto he recurrido: ubi dubiam ibi libertas (naturalmente, donde no hay dudas no hay libertad puesto que de antemano se sabe donde apuntar sin afrontar elaboración alguna para elegir). Pero aquí viene el tema que pienso abordar en esta nota vinculado al respeto recíproco en lo cual subyacen normas básicas que deben cumplirse  sobre las que hemos considerado de modo fugaz -y a mi juicio insatisfactorio- en la antedicha correspondencia con el profesor Mingue. El asunto es que debe hacerse con aquellos que apuntan no solo a no cumplir esas normas de convivencia sino a destruirlas. Esto es lo que Karl Popper denominó “la paradoja de la libertad”.

 

Veamos este asunto de cerca sobre lo que escribí antes y que surgió también en la mencionada conferencia de Mingue en Oxford como algo marginal sin que hubiera demasiada precisión, por lo que quisiera analizar el asunto desde cero y reformular este delicado asunto. Popper mantiene que “La tolerancia ilimitada debe conducir a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada incluso a aquellos que son intolerantes, si no estamos preparados para defender una sociedad tolerante contra la embestida del intolerante, entonces el tolerante será destrozado junto con la tolerancia […], puesto que puede fácilmente resultar que no están preparados a confrontarnos en el nivel del argumento racional y denunciar todo argumento; pueden prohibir a sus seguidores a que escuchen argumentos racionales por engañosos y enseñarles a responder a los argumentos con los puños o las pistolas” (The Open Society and its Enemies, Princeton, NJ., Princeton University Press, 1945/1950:546).

 

En la misma línea argumental, Sidney Hook apunta que “Las causas de la caída del régimen de Weimar fueron muchas: una de ellas, indudablemente, fue la existencia del liberalismo ritualista, que creía que la democracia genuina exigía la tolerancia con el intolerante” (Poder político y libertad personal, México, Unión Tipográfica Editorial Hispano Americana, Uthea, 1959/1968: xv).

 

El problema indudablemente no es de fácil resolución. Giovanni Sartori ha precisado que “el argumento es de que cuando la democracia se asimila a la regla de la mayoría pura y simple, esa asimilación convierte un sector del demos en no-demos. A la inversa, la democracia concebida como el gobierno mayoritario limitado por los derechos de la minoría se corresponde con todo el pueblo, es decir, con la suma total de la mayoría y la minoría” (Teoría de la democracia, Madrid, Alianza Editorial, 1987: vol.i, 57).

 

El tema de proscribir a los enemigos de la sociedad abierta tiene sus serios bemoles puesto que resulta imposible trazar una raya para delimitar una frontera. Supongamos que un grupo de personas se reúne a estudiar los Libros v al vii de La República de Platón donde aconseja el establecimiento de un sistema enfáticamente comunista bajo la absurda figura del “filósofo-rey”. Seguramente no se propondrá censurar dicha reunión. Supongamos ahora que esas ideas se exponen en la plaza pública, supongamos, más aún, que se trasladan a la plataforma de un partido político y, por último, supongamos que esos principios se diseminan en los programas de varios partidos y con denominaciones diversas sin recurrir a la filiación abiertamente comunista ni, diríamos hoy, nazi-fascista. No parece que pueda prohibirse ninguna de estas manifestaciones sin correr el grave riesgo de bloquear el indispensable debate de ideas, dañar severamente la necesaria libertad de expresión y, por lo tanto, sin que signifique un peligroso y sumamente contraproducente efecto boomerang para incorporar nuevas dosis de conocimiento.

 

La confrontación de teorías rivales resulta indispensable para mejorar las marcas y progresar. En una simple reunión con colegas de diversas profesiones y puntos de vista para someter a discusión un ensayo o un libro en proceso se saca muy buena partida de las opiniones de todos. Es raro que no se aprenda de otros, de unos más y de otros menos, pero de todos se incorporan nuevos ángulos de análisis y visos de provecho, sea para que uno rectifique algunas de sus posiciones o para otorgarle argumentación de mayor peso a las que se tenían. Se lleva el trabajo a la reunión pensando que está pulido y siempre aparecen valiosas sugerencias. Por otra parte, en estas lides, el consenso se traduce en parálisis. Nicholas Rescher pone mucho énfasis en el valor del pluralismo en su obra que lleva un sugestivo subtítulo: Pluralism. Against the Demand for Consensus (Oxford, Oxford University Press, 1993). Incluso la unanimidad tiene cierto tufillo autoritario; el disenso, no el consenso, es la nota sobresaliente de la sociedad abierta (lo cual desde luego incluye, por ejemplo, que un grupo de personas decida seguir el antedicho consejo platónico y mantener las mujeres y todos sus bienes en común pero sin afectar a terceros).

 

Sidney Hook sostiene que “una cosa es mostrarse tolerante con las distintas ideas, tolerante con las diversas maneras de jugar el juego, no importa cuan extremas sean, siempre que se respeten las reglas de juego, y otra, muy diferente, ser tolerante con los que hacen trampas o con los que están convencidos de que es permisible hacer trampas” (op. cit.: xiv). Pero es que, precisamente, de lo que se trata desde la perspectiva de quienes no comparten los postulados básicos del liberalismo es dar por tierra con las reglas de juego, comenzando con la institución de la propiedad privada. En este sentido recordemos que Marx y Engels sostuvieron que “pueden sin duda los comunistas resumir toda su teoría en esta sola expresión: abolición de la propiedad privada” (“Manifiesto del Partido Comunista”, en Los fundamentos del marxismo, México, Editorial Impresora, 1848/1951:61) y los fascistas mantienen la propiedad de jure pero la subordinan de facto al aparato estatal, en este sentido se pronuncia Mussolini: “Hemos sepultado al viejo Estado democrático liberal […] A ese viejo Estado que enterramos con funerales de tercera, lo hemos substituido por el Estado corporativo y fascista, el Estado de la sociedad nacional, el Estado que une y disciplina” (“Discurso al pueblo de Roma” en El espíritu de la revolución fascista, Buenos Aires, Ediciones Informes, 1926/1973:218, compilación de Eugenio D`Ors “autorizada por el Duce”: 13).

 

No se trata entonces del respeto a las reglas de juego sino de modificarlas y adaptarlas a las ideas de quienes pretenden el establecimiento de un estado totalitario o autoritario. Esto es lo que estamos presenciando en estos momentos en el llamado mundo libre. Tolstoi escribió que “Cuando de cien personas, una regentea sobre noventa y nueve, es injusto, se trata de despotismo; cuando diez regentean sobre noventa, es igualmente injusto, es la oligarquía; pero cuando cincuenta y uno regentean a cuarenta y nueve […] se dice que es enteramente justo ¡es la libertad! ¿Puede haber algo más gracioso por lo absurdo del razonamiento?” (“The Law of Love and the Law of Violence”, en A Confession and other Writings, New York, Penguin Books, J.Kentish, ed., 1902/1987:165). Y tengamos en cuenta que regentear es dirigir y mandar, por ende, en nuestro caso, la concepción original de democracia desde Aristóteles en adelante -con todas las contradicciones de las distintas épocas- se refería a la libertad como su columna vertebral lo cual, como queda dicho, ha sido abandonada y sustituida por expoliaciones reiteradas a manos de grupos de intereses creados en alianza con el aparato estatal.

 

Vilfredo Pareto ha puntualizado que “El privilegio, incluso si debe costar 100 a la masa y no producir más que 50 para los privilegiados, perdiéndose el resto en falsos costes, será bien acogido, puesto que la masa no comprende que está siendo despojada, mientras que los privilegiados se dan perfecta cuenta de las ventajas de las que gozan” (“Principios generales de la organización social”, en Estudios sociológicos, Madrid, Alianza Editorial, 1901/1987:128). Este tipo de reflexiones eventualmente hace pensar si en última instancia los procedimientos en vigencia no serán una utopía liberal imposible de llevarse a la práctica puesto que con solo levantar la mano en la Asamblea Legislativa pueden derrumbarse todas las vallas pensadas para mantener el poder en brete. Esta preocupación se acrecienta debido al fortalecimiento de los incentivos de ambas partes en este intercambio incestuoso de favores. Y no se trata en modo alguno de adoptar otros procedimientos sin más, sino de invitar calmadamente a todos los debates abiertos que resulten necesarios y a la eventual aceptación de otras perspectivas consideradas más fértiles.

 

La sabiduría de los Padres Fundadores en Estados Unidos previeron ese problema por eso hablaban del sistema republicano y no de democracia y, sobre todo, a través del federalismo que maximiza la descentralización y el fraccionamiento del poder pero, aparentemente, con el tiempo, la fuerza centrípeta del gobierno central absorbe funciones de modo creciente. Esto ocurre a pesar de la competencia fiscal entre las distintas jurisdicciones y de que el financiamiento del gobierno central estaba originalmente en manos de esas jurisdicciones. Por eso es que el liberal debe siempre tener presente que el conocimiento es una ruta azarosa que no tiene termino, abierta a refutaciones y corroboraciones que son siempre provisorias.

 

Por esta razón, por la higiénica política de siempre dejar despejados caminos posibles aún inexplorados, resulta clave el prestar la debida atención nuevos aportes y sugerencias para maniatar al Leviatán, temas que estaban siempre latentes en los trabajos de Kenneth Mingue aunque no siempre se coincida con sus perspectivas. En todo caso, se ha ido un intelectual propiamente dicho, es decir, alguien que ejercía la crítica e invitaba a pensar.

 

El problema central aquí planteado es de gran relevancia y refuerza la imperiosa necesidad de estudiar y difundir los principios de una sociedad abierta al efecto de comprender la urgencia de apuntalar marcos institucionales que imposibiliten el uso de la fuerza agresiva y mantenerla exclusivamente para propósitos defensivos. Y desde luego esto no es una operación que se hace de una vez y para siempre sino que requiere la permanente renovación de aquellos estudios y difusión para así contar con una vigilancia sin interrupciones.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. En Administración. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer Rector de ESEADE.

Política, economía y pobreza

Por Eduardo Filgueira Lima.  Publicado en http://cepoliticosysociales-efl.blogspot.com.ar/2013/08/politica-economia-y-pobreza.html

I ¿Qué es Pobreza?:
¿Cuáles son las consideraciones que necesariamente debemos tener en cuenta respecto de la pobreza? En general se parte del concepto que pobre es aquel “que no tiene, o tiene escasamente, lo necesario para vivir”.[1]
Este parece cuando menos un criterio reduccionista que sólo acota el concepto de pobreza a “carencia de ingresos” y por lo mismo para su comprensión, establece arbitrariamente una “línea de pobreza”, por debajo de la cual se encuentran aquellos que no están en condiciones de acceso a una canasta básica de bienes.
Pero existen múltiples estudios que permiten una comprensión de la pobreza como un fenómeno multidimensional. Esto es decir que la pobreza supone no solo carencia de ingresos sino una multiplicidad de privaciones que se interrelacionan y condicionan su interdependencia.[2]
Sin omitir que la percepción de ser pobre supone consideraciones de estricta subjetividad, también se deben analizar cuales son las dimensiones que se deben evaluar, el peso relativo de cada una y las carencias que involucra y cuando las privaciones alcanzan una magnitud que revisten al sujeto de la condición de pobre y sin perspectivas esperables de cambio de su situación.
Establecer un monto (como único proceso de medida) para definir “la línea de pobreza” resulta inadecuado metodológicamente por unidimensional y arbitrario ya que supone una correlación entre salarios o ingresos por una parte y precios relativos de los bienes a adquirir por otra.
Lo anterior deja en penumbras otras variables de importancia ya que excluye expectativas y preferencias personales, la consideración de otros “bienes intangibles”, consideraciones sobre las posibles trayectorias de vida, es además manipulable y arbitrariamente (solo “cuenta pobres”), en el mismo sentido que facilitador de los intereses de gobierno.
Resulta, finalmente, una forma de contar personas “por arriba” o “por debajo” de la línea de ingresos estipulada sin considerar la existencia de otros bienes que hacen tanto o más a “la condición de ser pobre”.
Visto de esta forma hablar de la “disminución” de la pobreza puede declamarse, sin que se hayan modificado las condiciones de vida de los más vulnerables,…
Sin desestimar lo anterior, en líneas generales el indicador “ingresos” es considerado básico para definir la condición de pobreza, pues condiciona en gran medida otros aspectos que se asocian en el análisis multidimensional.
En un conjunto social resulta preciso definir quienes (y cuantos) son pobres, porque ello define la estructura y conformación de la sociedad tanto como en qué medida resulta inclusiva o excluyente, pero además asumir la brecha existente entre diferentes “grados” (o niveles) de pobreza.
A su vez muchos de los considerados “no pobres” pueden convertirse en tales desde una perspectiva de vulnerabilidad o por circunstancias imprevisibles que los desplazan a una condición a la que no esperaban acceder. Esto explica la dinámica de las circunstancias y condición de “ser pobre”, que en muchos casos se encuentra más ligada a la evolución de los ciclos económicos, al mercado de trabajo y a otras variables, que a la perspectiva individual de previsión y resguardo. (Un ejemplo de ello es lo acaecido en nuestro país en la crisis del 2001).
Es por ello que el análisis unidimensional puede simplificar la comprensión del fenómeno y servir en líneas generales como una referencia, pero cuyas limitaciones deben ser comprendidas, ya que omite el análisis de aspectos culturales[3], condicionantes políticos, económicos, sociales, educativos, etc. que por su naturaleza dificultan mucho más una clara distinción entre el “ser pobre”, el que no lo es pero se considera “en riesgo” y el que puede dejar de serlo.
La comprensión de la pobreza debe ser abordada desde una perspectiva multidimensional que analice una multiplicidad de privaciones, entre las cuales con seguridad el ingreso juega un rol básico.
El análisis multidimensional nos conduce a una serie de desarrollos teóricos en los que deberíamos plantearnos cuando menos diferentes aspectos referidos a:
Ø  Los condicionantes culturales de la pobreza(Íbid.3) y entre ellos aquellos que permiten la aceptación por parte de muchos, de sus situaciones de vida como si fueran inevitables, producto de circunstancias establecidas y de las que son sólo pasivos merecedores de ellas, o (aún en un máximo de resignación) que resultan suficientes para subsistir (o perdurar), sin necesidad de posibilitar caminos para su superación.
Ø  Lo anterior conduce a preguntarnos acerca de la sensación de bienestar, porque es cierto que “uno puede sentirse sin estarlo” y en ese caso parecería más adecuado asimilar la “sensación” a la “aceptación” y además necesariamente en este aspecto plantearse un punto de referencia y comparación, el que muy probablemente sea finalmente arbitrario y esté condicionado por nuestras propias preferencias y expectativas, que no son las de otros, ni son innatas, sino culturalmente aceptadas.
Ø  La existencia de “necesidades absolutas”, que son las que hacen a una vida digna, aceptando desde ya el amplio rango que puede tener la interpretación de este término y las “necesidades relativas” que, si bien complementarias, enriquecen el arsenal de recursos. Y en este punto ¿quién puede establecer cuál es el límite entre unas y otras?.
Ø  Por otra parte, existen necesidades “generadas” (y en este aspecto los cambios culturales y su sustentabilidad y difusión a través de los medios de comunicación resulta otro amplio campo para la investigación) que no se enmarcan en “necesarias” y aún pudiendo en muchos casos permitir una vida mejor (incluso más confortable) ya que no resultan imprescindibles a la hora del balance de una vida digna. Sin embargo es de entender que los más pobres y vulnerables también acceden a los medios de comunicación que se ocupan de difundir las “costumbres deseables” o los caminos y opciones que supone el consumo masivo (a veces indiscriminado respecto de reales necesidades), en un camino de identificación o búsqueda acrítica, sin que ello mejore sustancialmente las necesidades que suponen una vida mejor. Y este ha sido el punto de la crítica fácil y despiadada : …“no tienen para comer, pero televisor y celular no les falta”… De esta forma se termina discriminando y culpabilizando a la víctima.
Ø  Por esta línea de pensamiento entramos en un terreno más complejo : “medir ingresos y correlacionarlos con la calidad de vida”. Y en este aspecto ¿Cuántos de aceptables ingresos resultan “pobres” desde nuestra óptica?. La pobreza no puede objetivarse solo comparando los ingresos con una arbitraria línea. La pobreza no puede limitarse a una comparación cuantitativa, ya que omite la complejidad del problema, nos presenta una visión reduccionista y desestima las consecuencias de “ser pobre” en sus múltiples dimensiones.
Así es que no debemos perder de vista el circuito vicioso que se establece para el sostenimiento en el tiempo de la pobreza, su reproducción intergeneracional, a los que no se les permite visualizar ningún camino de salida, lo que conduce a la aceptación de la misma, su inevitabilidad y su perpetuación a través de erróneas políticas públicas que suponen la contención pero niegan “la salida”, porque se “focalizan” en los que “definen” (y solo en algunos) y los mantienen un mínimo grado de subsistencia,.. sin mayores perspectivas de futuro.
Además con la reproducción intergeneracional de la pobreza, los aspectos culturales se extienden más allá del núcleo originario, existe imposibilidad de ofrecer a los hijos oportunidades de educación –por otra parte a esta altura ya devaluada por sí– y con ellos se reproduce la carencia de horizontes y el supuesto mal de no visualizar ninguna salida, ni perspectivas de cambio.
Desde ya que en una sociedad las diferencias existentes entre los individuos en lo referente a expectativas, preferencias, capacidad, dedicación, esfuerzo personal, oportunidades generadas o espontáneas, las decisiones, etc. son tan grandes que resulta imposible suponer homogeneidad en las condiciones de vida, en los derroteros y en los resultados.
“….en un mundo ideal las diferencias en los resultados solo deberían reflejar las diferencias en los esfuerzos, el talento, las decisiones que toman las personas, además de la suerte”….[4]
Pero si es cierto que el análisis de las condiciones de diferentes sociedades nos permite concluir que aquellas con mayor desarrollo terminan por ofrecer a todos mayores oportunidades y aun existiendo pobres, su número es siempre proporcionalmente menor.
Del análisis no pueden omitirse, por un lado los procesos que son causa de la  pobreza y por otro aquellos que son consecuencia de la misma.
La misma sociedad que –cuando no genera riqueza– reduce las oportunidades de muchos y por lo mismo “produce” proporcionalmente más pobres, que luego discrimina y margina, sin contemplar que tarde o temprano deberá protegerse o sufrir las consecuencias.
De ello se desprende considerar que la primera política pública social es la política económica.
Es cierto que muchos parten del supuesto que la generación de pobres en una sociedad obedece a lo que llaman “la injusta distribución de la riqueza”. Y se esmeran en detallar las diferencias existentes entre aquellos que han obtenido más y los que no han logrado el mismo (o similar) bienestar.
Esta concepción expresa interpretaciones igualitaristas, que finalmente para lograrlo “igualan hacia abajo”, reduciendo las posibilidades de todos. La aceptación de diferencias parece a estas posiciones moralmente inaceptable,.
Pero la realidad de la naturaleza humana nos hace inevitablemente diferentes y forzar torcer esta condición desde una opción política colectivista resulta tan dañino para el conjunto social, como inevitablemente estéril y perniciosa para los que se supone beneficiar.
En función de ello dos aspectos son de su especial preocupación:
Ø  cuantificar las diferencias entre quintiles o deciles de los extremos y para ello utilizan diversos indicadores entre los que se destaca el Índice de Gini[5], a partir de lo que infieren que la pobreza (de grupos de población) es resultado de la desigual distribución de ingresos (que es lo que supone que los unos “ricos” se apropian de lo que es de otros que resultan “pobres”), y a partir ello
Ø  consideran que el único mecanismo válido para superar una situación de inequidad (que en realidad consideran de desigualdad, que no es lo mismo), es la “redistribución de ingresos”, por cualquier mecanismo por arbitrario que sea, tarea que deben llevar adelante los gobiernos, ante el supuesto de que el mercado está imposibilitado de alcanzar un óptimo paretiano: distribuye inequitativamente y enriquece más a los ricos, mientras empobrece más a los pobres.
En realidad los pobres como mencioné resultan consecuencia de innumerables condiciones –muchas propias (transferidas por ejemplo culturalmente) e imposibles desde su situación de superar– y otras derivadas de una sociedad que por su estructura, dinámica, mercado de trabajo, políticas económicas, políticas públicas e intereses políticos no les ofrece mejores oportunidades ni condiciones de salida, por lo que los mantiene en su precaria situación.
II Las Políticas Económicas y la Pobreza:
Todo análisis que se base en una simplificación de conceptos y sólo considere la visión redistributiva resulta limitado y reduccionista, que no contribuye –sino que por el contrario agrava– a la solución del problema.
Por otra parte la persistencia de la pobreza finalmente resulta una pesada carga para el conjunto social –imposible de superar una vez iniciado su diagnóstico erróneo y planteadas soluciones equívocas– porque a medida que más se excluyen del proceso productivo (el que de por sí se reduce), más recursos son necesarios para su asistencia.
El análisis –que considero interesado– no solo es sesgado sino inverso: la pobreza existe tanto más cuanto un país es más pobre y menos desarrollado, ofrece menos oportunidades a todos sus habitantes-ciudadanos y condiciona circunstancias de vida que debieran ser superables, sin recurrir a mecanismos distorsivos[6]como una arbitraria redistribución que solo beneficia a los intermediarios de transferir los recursos.
Lo anterior significa que –por el contrario de lo declamado– el Índice de Gini es mayor en países que han logrado un “desarrollo incompleto” (me refiero a desarrollo político, económico y social), y resulta expresión de estas condiciones.
Es  bajo en los países sin ningún desarrollo porque allí todos son igualmente pobres y en los países desarrollados porque la mayor parte de sus habitantes han podido acceder a mayores y mejores oportunidades,.. “igualando hacia arriba”.
Esto es decir que: no es la distribución desigual (mayor Índice de Gini) la que genera pobreza, sino por el contrario la ausencia de suficiente desarrollo lo que genera mayor desigualdad. Po lo que este no debiera ser suficiente argumento para promover transferencias compensatorias,.. sino que por el contrario debería facilitar el diagnóstico para lograr una sociedad abierta, competitiva, generadora de riqueza, genuinos puestos de trabajo, con mayores oportunidades y como con secuencia: con menos pobreza.
¿Cómo explicar sino que por ejemplo países con similar Índice de Gini puedan tener indicadores de pobreza totalmente disímiles?
Para dar ejemplos concretos: la disparidad del índice de Gini en Chile (tanto entre deciles –0,52– como en quintiles de los extremos) es similar a la existente en la Argentina (entre deciles 0,49). Y como se ve en Chile aún es un poco mayor.
Sin embargo el indicador pobreza es en la Argentina tres veces más alto que en Chile. Es decir que tomando como referencia una sola dimensión (la del ingreso), en Chile solo los integrantes del último decil (el 10%) no alcanzan a satisfacer la canasta básica de bienes y servicios (en números absolutos 1, 4 millones de personas)
Mientras que por otra parte en la Argentina casi los tres últimos deciles (25% de la población) o lo que es lo mismo una de cada cuatro personas (en números absolutos 10,25 millones de personas) se encuentran en situación de pobreza (según ingresos).[7]
Otro informe señala que un niño pobre nacido en Chile tiene diez veces más posibilidades de salir de su condición, que otro nacido en la Argentina. Y en ambos países el Índice de Gini es similar (incluso algo mayor en Chile).[8]
Lo que no debe perderse de vista y explica en gran medida las diferencias es que Chile ha adoptado una economía abierta, con mínima intervención estatal, con estímulo permanente a la actividad privada y al libre intercambio, que le han permitido insertarse en el mundo. Es  decir políticas económicas que han generado más riqueza lo que ha favorecido que los ingresos de solo el 10% de la población no alcancen el costo de los bienes básicos.
Sin embargo estos “pobres” tienen muchas más oportunidades para superar su condición que en nuestro país.
En la Argentina por el contrario (como comparación de las políticas económicas) –y desde hace ya 10 años– se han basado en una creciente intervención del Estado (re-estatizaciones de empresas); se ha dado prioridad (con y por interés político) al consumo bajo premisas keynesianas sin que ello haya alterado, modificado o mejorado los modos de producción (Ley de Say); se ha multiplicado ad infinitum la asistencia social (ello es prueba del creciente deterioro social), lo que generó una indescriptible irresponsabilidad fiscal (con altísima presión tributaria: 45% según varios analistas, que no alcanza a financiar el gasto público y debe recurrir a la emisión y al auxilio de otras cajas); una política monetaria expansiva (con emisión de la base monetaria que alcanza al 35% en 2012) y que a pesar de las disquisiciones de algunos economistas adeptos a las políticas gubernamentales, ya casi nadie pone en duda hoy que la emisión termina por erosionar el poder adquisitivo del dinero y ser la principal causa de inflación (en la Argentina de hoy entre el 25 y el 30% anual); restricciones al libre intercambio con una balanza de pagos que no es superavitaria porque exportamos más, sino porque importamos menos (con las consecuencias sabidas a la producción) y finalmente producto de la incertidumbre y la ausencia de reglas claras, una importante fuga de capitales.
Lo que se debe tener en cuenta es que “…desde que se abandonó el patrón oro, todo el sistema monetario mundial funciona en base a la confianza que la gente tenga respecto a determinada moneda. Dicho en otras palabras, actualmente las monedas no están respaldadas por oro, sino por la calidad de las instituciones de un país, su disciplina monetaria y fiscal…[9]
Es por todo ello que se pierden inversiones y fuentes de trabajo. La mantención del aparato asistencial-clientelar requiere otros bienes para sostener el intercambio y es por ello que el empleo público (también fuente de prebendas) se incrementa más que el empleo privado.
Muchas voces se han manifestado en defensa de ello bajo el concepto que se posibilita de esta forma la lucha contra el desempleo. Lo que no se dice que es una forma de reemplazo del empleo privado –que sería empleo genuinamente productivo– y del que se carece de manera suficiente. Cuando aumenta el empleo público se reduce la productividad media y se afecta la competitividad.
El empleo público en la Argentina alcanza niveles del 20,5% del empleo total (solo superado por unos pocos países, todos con mucha mayor solvencia fiscal). Pero esta cifra es solo un promedio ya que en muchas provincias que seguramente tienen economías menos desarrolladas esa cifra se ve duplicada.
Las malas políticas económicas, generan una masa de dependientes sin opción. El populismo y el clientelismo político hacen el resto.   
Estas son las políticas que generan y perpetuán la pobreza, a pesar de la multiplicidad de planes, programas que durante años pudieran llevarse a cabo.
El círculo vicioso se establece entre las políticas económicas y la generación de pobreza, que se ve perpetuada por el asistencialismo redistribucionista.
“…Si queremos entrar en la modernidad no debemos bajarnos del tren del Libre Comercio y la apertura comercial de nuestros países porque ello es imprescindible para lograr una integración económica que permita desarrollar sectores productivos competitivos….”[10]
Una correlación que permite un análisis más preciso de lo que expresado se puede observar en el siguiente gráfico que muestra una fuerte relación entre el Índice de Desarrollo Humano (IDH) con el Ingreso bruto per cápita (expresado por su logaritmo), en una muestra de 150 países.
El IDH es un indicador que surge de tres variables (las dos primeras “bienes intangibles”): 1) Índice compuesto de educación, 2) Índice compuesto de salud y 3) el ingreso en PBI/cápita
Los términos, ideas y expresiones se han desvirtuado e –intencionalmente– la clara correlación anterior se ha desestimado y desde otra perspectiva ideológica se alimentan intereses de ideologías colectivistas: mayor intervención del Estado (no solo en la regulación sino incluso en la propiedad o apropiación de medios de producción: las empresas del estado), manejo discrecional de los fondos públicos (redistribución) con sus consecuencias de clientelismo político, discrecionalidad asignativa, corrupción, perpetuación de la pobreza porque ello (es consecuencia) y hace a sus fines: ejercicio del poder disfrazado de benevolencia y cuidado de los más desprotegidos.
¿Cómo puede suponerse que se protege a quienes se mantiene a perpetuidad en sus condiciones de marginalidad y pobreza, porque no se les ofrece la perspectiva de elegir entre mejores oportunidades generadas por un mayor desarrollo? Lo único que puede concluirse es que la pobreza conviene a muchos que la explotan en nombre de un supuesto “bien común”.
III Pobreza y clientelismo político:
Nuestros países (me refiero en especial a Latino-América) tienen una larga tradición en este tipo de políticas que en nombre de la Justicia distributiva (Justicia Colectiva)[11] –que debiera significar un activo rol del estado en permitir a cada quien su propio desarrollo acorde a sus capacidades, esfuerzo personal, expectativas, intereses, deseos y trayectoria (además de la suerte), alcance lo que considere la satisfacción de sus necesidades y objetivos propios de vida–  las convierten vía mecanismos redistributivos en políticas asistencialistas, prebendarías y clientelares. Que una vez instaladas se perpetúan y profundizan como tales, con las múltiples consecuencias (entre muchas otras que sería extenso analizar):
Ø  Las políticas redistributivas implícitamente resultan “asistencialistas”, generan una mutua dependencia –entre el “dador” que ejerce el poder de dar y el “receptor” que tiene necesidades– perversa relación de la política con sus supuestamente asistidos que finalmente son clientes cuya contraprestación es la lealtad y sumisión.
Ø  Se basan solo en principios de “beneficencia”, vulnerando aspectos de autonomía y libertad individual como derecho básico, porque presuponen responder a “necesidades” (que las imponen concesionadas): ¿Quién determina que,… cuanto,… y quien necesita,… que cosas? De la misma forma y como consecuencia facilitan eludir  los aspectos que corresponden al “esfuerzo” que cada quien debería poner de si para ser merecedor: ¿Quién determina cuanto del esfuerzo requerible ha puesto proporcionalmente cada uno?
Ø  Es decir los criterios se concentran en un decisor que ejerce el poder,… pero a través del mismo lo perpetúa y genera una legión de dependientes que se someten a la voluntad del caudillo de la comarca,. Mientras este a su vez se debe –lealtad partidaria mediante y necesidad de recursos (coparticipación, ATN y otras transferencias) ante el poder altamente centralizado– cuando menos aparentar confluir con el poder nacional. La pirámide de lealtadespolíticamente generada así perpetúa las pobres condiciones de “un mundo feliz”!
Ø  Mucho peor aún cuando el financiamiento de estas políticas proviene de los recursos del Estado con base regresiva y se transforman en solo un circuito que asigna escasos recursos, para proveer malos servicios a los mismos de quienes mayoritariamente se financia. De cualquier manera este esquema no garantiza que mayores recursos se expresen en mejores servicios.
Ø  La administración de los recursos es frecuentemente direccionada para cubrir a los adeptos –entre otras asignaciones perversas– lo que conlleva y promueve un alto grado de corrupción. Esto se refiere a que no solo se financia a los que se supone proteger pero se mantiene en la misma condición, sino que además una gran parte de los recursos son destinados a financiar obras realizadas por los amigos del poder: no existe mayor grado de corrupción que la que surge de la asociación política con grupos de interés empresarial (obras no ejecutadas, carencia de inversiones, subsidios cruzados, sobreprecios etc.) y que a su vez tiene tanto o mayor costo para el país que lo que se destina a “planes focalizados”.
Ø  La generación de mutua interdependencia permite unavinculación circular de subsistencia política, con la apariencia de aporte “caritativo” que solo sostiene el statu quo y vulnera las necesidades reales de los más necesitados, sus perspectivas futuras y con ello su dignidad.
Ø  El clientelismo político no promueve el crecimiento y desarrollo individual en el sentido ya analizado, “el esfuerzo aplicado al desarrollo del capital humano”. Es más: en las condiciones descriptas este puede resultar finalmente incomodo para el ejercicio del poder y el sostenimiento de la relación clientelar y por lo mismo de su subsistencia.
Ø  Todo ello se sostiene además –y reafirma– en una enorme cantidad de ciudadanos cuyas condiciones de vida en realidad no cambian, luchan por recibir lo que se les ofrece como si fuera lo que en realidad merecen y no por la real satisfacción a sus necesidades, para que una vez satisfechas puedan optar ante nuevas oportunidades, a mejores condiciones que les permitan su elección personal de lo que en libertad consideren un mejor derrotero de vida.
Ø  Todo ello es posible además con mucha mayor facilidad en países en los existe tanto una baja participación de la ciudadanía y aceptación de sus condiciones, como una baja calidad institucional.[12]
Ø  No es cierto que esta sea una nueva forma de racionalidad de la acción colectiva que permite la participación política “populista” en la sociedad[13], sino que establece una relación de dependencia (y poder) en función de la explotación de las necesidades no satisfechas de amplios grupos de población marginada, que no tienen opción de elegir y por lo mismo se trafica con su libertad.
Ø  Los costos de transacción derivados del clientelismo político son elevados y los soporta toda la sociedad,.. pero recurso “sobre utilizado” representa además un alto costo de oportunidad, mucho de ese costo se hubiera podido utilizar en políticas de mayor y mejor impacto.
En realidad, la búsqueda de la maximización del bienestar general, (nótese que evito hablar del “bien común”)[14], requiere del mayor y mejor desarrollo de la sociedad. Esto es decir la generación de riqueza, que ofrecerá a todos mejores oportunidades para posibilitar el desarrollo de las capacidades individuales, la acumulación de capital humano y el esfuerzo personal, lo que se entiende permitirá a cada uno “transformar ingresos en resultados acordes a sus expectativas de vida”.(Ibíd. 1)
Un aspecto importante que debe ser diferenciado es la evidencia empírica existente la que demuestra que los mejores resultados se obtienen con políticas públicas universalistas (distributivas) que mejoren el ingreso y las condiciones de vida de la población en su conjunto pues dan opciones y oportunidades a todos. En vez de intentar mejorar las condiciones de vida “focalizando” (redistributivas) en los más necesitados –“quitando a los que más para darle a los que menos”,… sin que además ello garantice que se haga bien– lo que no ayuda a la disminución de la pobreza y genera la relación clientelar, de indigna dependencia ante quien ejerce el poder.
Otro costo adicional que tiene este tratamiento es que estas políticas significan una carga importante y creciente para toda la sociedad que contribuye significativamente a limitar el desarrollo del país, por un lado por la pérdida de productividad de aquellos que no producen y por otro por la necesidad de crecientes recursos para asistir la espiral inflacionaria de su carga económica.
IV Bienes Intangibles y Pobreza:
Si bien este no es un análisis profundo del proceso educativo y del capital humano, me he referido al mismo en tanto se trata de una perspectiva necesaria e imprescindible para comprender que existen bienes intangibles, que son necesarios para posibilitar el desarrollo personal.
Aún en la tarea de “educar” y más aún en nuestros países, las oportunidades se desmerecen, porque las políticas públicas se desvirtúan cuando los servicios adolecen de graves deficiencias, originan acceso a ofertas y posibilidades educativas limitadas y carentes, resultando que el mismo Estado por su propia baja calidad institucional promueve “escuelas pobres para los pobres”.[15]
Estudios realizados, nos muestran en América Latina los deficientes resultados en educación lo que constituye una barrera para superar la condición de pobreza, patrón que se agrava cuando el análisis se desagrega por niveles.
El deterioro de la calidad educativa ha afectado a nuestro país en mayor grado que a otros países latinoamericanos rezagados hace apenas veinte años respecto al nuestro y habiéndonos superado hoy en día en la tasa de escolaridad, número de días con actividad docente y en la tasa de deserción escolar. En nuestro país casi el 20% de los ingresantes no terminan el nivel secundario y otro 20% lo hacen fuera de término.[16]
Lo que en realidad sucede es que ha dejado de verse la educación en todos sus niveles, como un paso necesario e integrador a la actividad social y productiva.
 “….un problema a resolver en educación es la desigual distribución del bien educativo que hace el propio Estado….”[17]
Lo anterior mantiene las actuales circunstancias de dificultad en el acceso a oportunidades y adquisición de capital humano.
No puede omitirse que las políticas públicas de contenido clientelar, han respondido más a la demanda que a cubrir reales necesidades.
En salud las necesidades y las demandas confluyen con más facilidad, ya que “el estar enfermo” y requerir asistencia, es mejor percibido.
Pero en educación no se genera la demanda desde la necesidad, en especial porque las carencias imposibilitan percibir lo imprescindible que aquella resulta para la superación de estas.
Además, se ha dejado de ver a la educación como un instrumento fundamental para generar otras perspectivas de vida a futuro.
Por otra parte, se ha instalado la idea[18], referida a que existe un núcleo de población que por ser pobre “ya no es posible educar”, dados los contextos actuales y aun sin considerar las dimensiones económicas, culturales, educativas y sociales.
Finalmente, la misma escuela se encarga de discriminar y segregar a los pobres condicionando un agregado a su pobreza y generando su actual y futura exclusión.
“…el financiamiento de la educación estatal a través de impuestos sesga, necesariamente, el acceso a la educación de aquellos que son alcanzados por el tributo, porque reduce sus oportunidades de educarse o -en forma directa- las suprime cuando la sumatoria de ingresos es igual o inferior al total de impuestos que se pagan. Esto implica que resulta falso el insistente cacareo demagógico por el cual se quiere convencer a la gente de que la educación estatal es «para todos»…[19]
Por otra parte, el deterioro de la escuela –y en especial del recurso humano en el área– la cuestiona como “dador” y generador de educación para quienes más la necesitan. Muchas familias de bajos recursos hacen ingentes esfuerzos para enviar a sus hijos a instituciones educativas privadas.
Hoy la escuela solo promueve la selección de los mejores (o los que tienen mejores posibilidades), facilitando la exclusión de “los otros”, en virtud de “malas intervenciones educativas”. (Sergio España)(Ibíd 4)
Por otra parte la brecha cultural e informática entre nuestros países y los desarrollados es creciente, cuando precisamente se habla de la “sociedad de la información y el conocimiento”.
En América Latina y el Caribe existen más de 30 millones de analfabetos. Más allá de ese número que es de por si impactante, casi el 40% de la población no terminó la escuela primaria y el 35% de los jóvenes entre 17 y 25 años no estudia ni trabaja (en nuestro país alcanza a un millón de jóvenes –el 24%–    llamados “ni-ni”) y mientras el promedio de años de escolaridad de los que pertenecen a las familias de mayores ingresos alcanza los once años, los de menores ingresos solo reciben en promedio tres años.
Nuestro país según el último informe PISA[20], se encuentra al pié de la nómina de los países latinoamericanos, cuando hace apenas 20 años la encabezaba.
En cuanto al nivel alcanzado por la PEA (Población Económicamente Activa), en nuestros países casi el 60% no ha completado sus estudios secundarios, mientras que en países desarrollados ese porcentaje no supera el 18%.
Por otra parte el fenómeno de la desocupación se concentra en el 25% más pobre de la población (pero alcanza a 2, 5 millones de personas,.. aún basándonos en cifras oficiales INDEC: 7,9% de la PEA. Sin contabilizar los que son asistidos por planes sociales y que los pierden en caso de conseguir trabajo. De otra forma la cifra de desocupados alcanzaría largamente los dos dígitos) y es consecuencia de una baja calificación en materia de educación de las familias y en la deficiencia que ofrece la enseñanza, especialmente en escuelas públicas. Esto deriva a desocupación y trabajo informal, con bajos salarios.
Con enormes difencias regionales:
(Íbid. 21)
La pobreza resulta así la consecuencia de una confabulación de factores desfavorables que determinan un nivel de carencias.(Ibíd 4)
La persistencia de un núcleo duro de pobreza que ronda el 25% de la población argentina –es decir: 1 de cada 4 habitantes– se comprueba al medir las condiciones de hábitat, educación, situación laboral y alimentación, entre otras variables.[22]
El incentivo está presente en la naturaleza del ser humano: la insatisfacción es el motor para la búsqueda de mejores opciones. El problema se presenta como consecuencia de la carencia de políticas económicas que generen riqueza, un aparato político que mantiene en la dependencia y que no facilita los instrumentos adecuados para que el pobre pueda superar su condición.
“….el defecto más grande del capitalismo es la distribución desigual de la riqueza,.. la virtud más grande del socialismo es la distribución equitativa de la pobreza,..” (Winston Churchill)
Hoy la política ha distorsionado para sus propios intereses las variables económicas, ha alterado el buen funcionamiento de los mercados y generado a su servicio una legión de pobres y carenciados de muchos bienes intangibles pero esenciales para una subsistencia digna o una alternativa a su condición.
La economía debería ser un instrumento de la política. Pero sus presupuestos –no verificables en un laboratorio como en otras ciencias sociales– (solo contamos con la evidencia empírica),..han sido aprovechados en la medida de las necesidades políticas. Los resultados invariablemente negativos han sido cargado en la cuenta de los economistas o de imponderables nunca definidos pero no asumidos por una clase política parasitaria que nos ha gobernado los últimos 100 años.
Existen jerarquías que no pueden ser obviadas: a la política deberían dirigirla los valores éticos y en función de los mismos la política debería servirse de instrumentos económicos, para dar satisfacción a las necesidades de la población, sin perder de vista los objetivos de futuro como nación.
La economía debería ser asignatura de aprendizaje obligatorio en nuestra clase política que –actuando como amateurs de sus principios– no olvidan aquellos procederes que los benefician.
Por ello la principal política pública  es la política económica si su eje está dirigido a generar crecimiento y desarrollo en un país lo que de por sí resultan ya “inclusivos”. La necesidad de que el estado se ocupe de aquellos que no han podido o sabido hacerlo por si mismos se reduce considerablemente.
Las políticas públicas además deben ser direccionadas hacia aquellas que posibilitan el incremento del “capital humano” (en especial salud y educación) cuidando la calidad de los servicios provistos, cuyo monopolio no debe estar en manos del Estado y en los que la competencia y libertad de elección resultan fundamentales para la mejora de todos.
Y ello se funda en que estas adquisiciones “suman” (cuando son universalistas) y –utilitarismo mediante– resultan en mejores resultados en la productividad, el capital social y la cohesión de la sociedad.
A partir de allí las diferencias entre los extremos que tanto preocupan a los igualitaristas (Índice de Gini) serán menores, aunque no necesariamente,.. ya que más que igualar, lo que necesitamos es reducir la pobreza.
Los individuos necesitan “sentirse incluidos” en la carretera de la producción, como medio de ingreso al conjunto social y como medio de acceso a la participación política y los bienes que hacen a su calidad de vida, como salud y educación.
Cuando se queda fuera de los circuitos y dinámica de la economía por carecer de las herramientas necesarias (capital humano), por pérdida de la fuente laboral, o trabajo precario, se ingresa en la exclusión: enorme paradoja “ingresar” en el “estar afuera”.
En los pobres y los más vulnerables se ha roto la visión positiva de “trayectoria de progreso”, que forma parte de cada individuo y en la que se asienta su pertenencia a la comunidad,… (Ibíd 1)
En los países de nuestra región (y más aún en el nuestro porque otros han iniciado ya otro camino) tenemos todavía que superar diversos problemas:
Ø  La existencia de administraciones pobres y de baja calidad
Ø  Las formas perversas de acción política (que por desconocimiento o interés sostienen la dádiva y con ello las condiciones de dependencia)
Ø  Los sucesivos ajustes económicos,.. producto de reiteradas crisis dependientes de la perpetuación de un modelo de alto gasto asistencial y baja productividad relativa
Ø  La persistente exclusión social y por todo lo anterior la persistencia en el tiempo de la pobreza,  no solo económica, sino de otros bienes y por lo mismo de mejores oportunidades
Ø  La compleja situación de los recursos humanos[23]
Existen múltiples clasificaciones de análisis de las necesidades humanas, pero básicamente debemos considerar en términos generales y a los fines de hacer una breve referencia al tema, una taxonomía que identifica dos de ellas:
Ø  Las necesidades existenciales : el “ser”, el “tener”, el “hacer, el “estar”, etc
Ø  Las necesidades axiológicas que se encuentran referidas a aspectos y condiciones vitales y personales psicológicas vinculadas a la emotividad, identificación, reconocimiento e integración social, como son: la subsistencia, la protección, el afecto, la posibilidad de creación y realización personal, la identidad y el ejercicio de la libertad individual. Su carencia transforma la vida en ausencia.
En cada individuo se expresan diferentes requerimientos de aceptabilidad o “mínimos deseables”, los que manifiestan la subjetividad con un amplio rango.(Ibíd 1)
Cuando se analiza lo acontecido desde el 2001 parecería que nos detenemos sólo en la reducción porcentual de la pobreza –y así se nos hace creer, más allá de la adulteración de los datos del INDEC– y esto es solo cierto a medias ya que en esos años veníamos de una brutal crisis que desgranó la República.
Por ello comparar el 52% de pobres en ese año con la cifra actual –que la redujo a la mitad (25%)– parece ubicarnos en el mejor de los mundos. Pero vale la reflexión referida a que más de una década de crecimiento no ha podido perforar ese piso de pobreza,.. más aún en los últimos años que ese valor ha mantenido un ritmo constante de crecimiento.
¿Qué es lo que mantiene los altos índices de pobreza ante un crecimiento que se declamó “a tasas chinas”? La respuesta: las políticas económicas erróneas,.. la apuesta por una economía cerrada que no puede sostener la premisa de Singer-Prebisch (“vivir con lo nuestro”) por suponer –gran error– que los intercambios son de suma “0”,.. los intercambios son de suma positiva y a través de ellos un país crece,.. invierte,.. produce,… y genera riqueza.
Finalmente la tasa de capitalización (ahorro e inversión) son los elementos básicos que permiten la diversificación e incremento de la producción.
Y para expresarlo de alguna forma más comprensible: ¿se creció a “tasas chinas?,.. Se invirtió en planes asistencialistas,.. pero la pobreza no logra perforar su piso del 25%!!! y todo ello muy a pesar que los presupuestos para asistencia social se incrementaron.
Por ejemplo: el presupuesto 2012 eleva al 60% el gasto social (303.028 millones de pesos) y destina las mayores subas a las jubilaciones y planes sociales (39% más que en 2011).[25]
En el año 2001 había 300.00 planes de empleo. Hoy suman entre los asignados por la Nación Provincias y municipios más de 3,5 millones.
La asistencia redistributiva no alcanza a todos, no resuelve el problema, distribuye discrecionalmente y es un “agujero negro” de perpetuación de las condiciones, resultando a su vez ineficiente.
Ningún planificador puede suponer que desde el marco de diseño de las políticas públicas puede dar respuesta a las necesidades –que son siempre subjetivas– de satisfacción mediante prebendas a los requerimientos de cada individuo, aunque suponga que existen carencias que son comunes, no sabe de ninguna forma cual es el objetivo que cada quien pueda trazarse.
Lo que inevitablemente nos conduce a que lo que debe generarse son las condiciones y dotar de instrumentos válidos en una sociedad que “ofrezca alternativas y oportunidades” para que cada uno pueda construir su derrotero de vida.
La pobreza y la exclusión pasaron progresivamente de ser un fenómeno casi exclusivamente rural a convertirse en un fenómeno urbano.
La consecuencia del aislamiento –entre  otras causales– ya no es suficiente para explicarlo y ahora quienes buscaron refugio en las ciudades necesitados del beneficio de la urbanización y el trabajo consecuente a la industrialización, terminaron expuestos al empobrecimiento de salarios insuficientes, trabajos con altas tasas de informalidad, rehenes de planes de asistencia, aglutinados en tugurios habitacionales, sin servicios de saneamiento básico, con las consecuencias previsibles de trabajo infantil, mayor prevalencia de violencia doméstica, prostitución, adicciones, etc., con limitaciones en el acceso a los procesos de educación y con provisión de servicios rudimentarios de salud.
En estas circunstancias son además previsibles los resultados y consecuencias en la distribución y carga de enfermedad que los afecta con prevalencia mayor dadas sus condiciones de “riesgo agregado” –enfermedades transmisibles y muchas otras que deberíamos ya considerar erradicadas, así como las derivadas de la violencia y adicciones– ahora muchas de ellas generalizadas.
Se crea así un terreno fértil para que se instalen proyectos políticos que prometen “cambios”, juegan con las expectativas y deseos fundados en necesidades, pero resultan finalmente populistas, solo asistencialistas, imposibilitan el crecimiento, acceder a mejores oportunidades e impiden el desarrollo de las potencialidades personales, generan dependencia del poder político y finalmente erosionan las instituciones económicas, sociales y políticas de la democracia”.[26]
La violencia, la criminalidad y la inseguridad consecuente, son sólo la punta del iceberg de un problema mucho más profundo que en este capítulo omito analizar, que intentamos explicar con mitos, que por no resueltos perpetúan la situación y que sucede a edades cada vez más tempranas, siendo los jóvenes a su vez víctimas y victimarios.
Condición de “circunstancias de vida” que determinan alta vulnerabilidad, en las que debieron nacer, o a la que fueron conducidos y en la que –dadas las características políticas y sociales actuales en nuestros países– son mantenidos y por ausencia de políticas públicas acordes les resulta invisible la salida.
Parece fácil comprender como uno se resiste a ser avasallado por un Estado ineficiente, que por un lado expropia impositivamente para el supuesto de un “gasto público necesario” (y cuya voracidad es inacabable), pero por otra parte se visualiza que esos recursos no son asignados en búsqueda de resultados y efectividad en el desarrollo del conjunto social, sino para el interés político personal o para políticas asistencialistas, que generan dependencia y no desarrollo.
El populismo “embarra la cancha”: siempre la culpa es de los ricos,.. los fijadores de precios,.. los que viajan a Miami,.. los inescrupulosos explotadores,.. los que atesoran en dólares,.. los desestabilizadores que hablan de la inflación,…los que no comprenden y están lejos de lo Nacional y Popular!
Nunca asume sus propias responsabilidades, cuando en realidad en gran medida la culpa de la situación que describo es por las políticas populistas. La condición inherente al populismo es siempre gastar más de lo que se produce.[27]
A quienes así pensamos se nos acusa de estar lejos del pueblo,.. de no ocuparnos de los reales problemas de la gente,.. que a los liberales –palabra bastardeada si las hay– no nos importan los pobres y nada más lejos de ello! Deben pensar que nos agrada verlos desprotegidos circulando desvalidos entre nosotros. Lo que sucede es que se nos endilga la culpa de lo que hicieron siempre ellos,.. para los populistas “sus ideas y acciones son resguardo del bien común” y por lo mismo la culpa de todos los males las tienen “los otros”.
En realidad lo que decimos es que las “recetas populistas” aplicadas hasta hoy se han llenado la boca diciendo ocuparse de los pobres,.. cuando en realidad he intentado demostrar que son sus recetas los que los perpetúan, los condicionan y viven de ellos.
Esta misma circunstancia es la que permite el statu quo: prometer “el cambio” para que todo siga igual. (No nos debe llamar la atención que en casi todas las campañas políticas se promocione un candidato: “por el cambio”).
Parecería que en la perversa relación de “depender” se incluye de alguna forma el “pertenecer” a un grupo, movimiento político, líder, concediendo la perspectiva de un pensamiento crítico y libre.
El populismo y su “parecer” progresista, con su definida intervención del Estado para rescatar el ideario nacionalista y popular, resulta finalmente causante del estancamiento. Finalmente se trata de perverso “regresismo”.
Antes dije que la ética debiera guiar las acciones políticas, pero nada más difícil para lograrlo, ya que es finalmente solo una expresión de creencias y valores, expresada en “voluntades”. Solo así puede comprenderse “la distancia entre lo que se dice y lo que se hace”.
Lo que se dice es lo que se intenta mostrar y forma parte del discurso político que es la rápida lectura que la clase política hace de lo que el votante quiere escuchar. Lo que se hace otra cosa: es casi siempre lo que no se dijo, ni se prometió,.. es lo que siempre está teñido por el conocimiento o la ignorancia y la ideología,.. pero finalmente es lo que muestra y descubre las intenciones.
Referencias:

[1] Amadeo, E. “Notas sobre el concepto de pobreza”. Observatorio Social Cuaderno N° 4. Bs. As. 2006
[2] Alkire, S. & Foster, J. “Understandings and misunderstandings of multidimensional poverty measurement”. OPHI, Working paper (Oxford, 2011)
[3] conjuntos de saberes, creencias y pautas de conducta de un grupo social, incluyendo los medios materiales que usan sus miembros para comunicarse entre sí y resolver sus necesidades de todo tipo (concepción antropológica)
[4] BM : Paes de Barros, R. & col. “Midiendo la Desigualdad de Oportunidades en América Latina y el Caribe”. Banco Mundial, www.worldbank.org Washington, DC. 2008
[5] coeficiente de Gini: es una medida de la desigualdad ideada por el estadístico italiano Corrado Gini. Normalmente se utiliza para medir la desigualdad en los ingresos, dentro de un país, pero puede utilizarse para medir cualquier forma de distribución desigual.
[6] Distorsivo: que modifica o altera el comportamiento de los actores.
[7] UCA Barómetro Social (2012)
[8] PNUD (2011)
[10] Arias, O. “Las propuestas para el crecimiento de América Latina” (2013)
[11] Rawls, J. “A theory of Justice” (1971)
[12] La calidad institucional está dada por el conjunto de normas, procedimientos e instituciones que regulan las relaciones políticas y económicas en un país y entre países.
[13] Laclau, E. “La razón populista” (FCE, 2004)
[15] IDESA informe Nº 508 (2013)
[16] Ministerio de Educación de la Nación (PNIE), 2013
[17] Veca, S. “Cuestiones de Justicia”. Turín (Italia), 1991
[18] López, N. AAPS (Asociación Argentina de Políticas Sociales). “¿Es la pobreza una restricción para la educación?”. Ciclo de conferencias sobre pobreza crónica. Gvirtz, S; López, N. y España, S. AAPS en Universidad Isalud. Buenos Aires, 29 de Abril de 2008.
[19] Boragina, G. “La mejor educación” http://www.accionhumana.com/2013/08/la-mejor-educacion.html (2013)
[20] El programa Internacional para la evaluación de Estudiantes –PISA-  que impulsa la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), evalúa el rendimiento de estudiantes, mediante exámenes que se realizan cada tres años, para valorar las habilidades desarrolladas por el sistema educativo en sus 34 países miembros, más observadores y asociados. Corea del Sur, Singapur y Finlandia encabezan la nómina.
[21] Encuesta de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), que descubrió una desocupación juvenil de 21,9%, en tanto que entre quienes tienen 25 años o más la tasa es de 7,3% de la población activa. Publicado en: http://www.lanacion.com.ar/1589112-la-desocupacion-entre-los-jovenes-llega-al-20  Monseñor Ojea, Presidente de Caritas. (2013)
[22] Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica y SEL Consultores., en: http://www.lanacion.com.ar/1442666-crecio-la-ayuda-social-pero-persiste-un-25-de-pobreza (2012)
[23] Sotelo, J. M. Conferencia:”Los retos para cumplir los ODM”. Universidad ISALUD. Buenos Aires, Mayo 8 de 2008
[24] Elaboración personal para la actividad docente
[25] Veneranda, M. Datos de la Fundación Siena. (2012)
[26] Márquez, G. & col. “¿Los de afuera?: patrones cambiantes de exclusión en América Latina y el Caribe”. Banco Interamericano de Desarrollo: Progreso económico y social en América Latina, Informe 2008. Washington, DC. Copublicado con David Rockefeller Center for Latin American Studies, Harvard University. Cambridge, Ma. Marzo de 2008
[27] Márquez, N. “Argentina: 500 veces contra la misma piedra” (La Prensa Popular, 2013)

 

Eduardo Filgueira Lima es Médico, Magister en Sistemas de Salud y Seguridad Social,  Magister en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE y Profesor Universitario.

 

Argentina, Canadá y Australia. Cris y creerse su propia mentira

Por Gustavo Lazzari. Publicado el 12/7/13 en: http://gustavolazzari.blogspot.com.ar/

En términos de política económica mucho más grave que mentir es creerse su propia mentira.

La Presidenta Cristina Fernández por varias vías (Discurso en Santa Cruz, su cuenta de Twitter, su blog personal, y el sitio de la Casa Rosada) ha insistido en comparar la performance de la Argentina con Australia y Canadá.

Utiliza una selección caprichosa e inconsistente de indicadores para señalar que la situación Argentina es mucho mejor que la de esos países mencionados.

Antes de discutir conceptualmente los indicadores seleccionados por la Presidenta conviene señalar que Australia y Canadá muestran indicadores bochornosamente mejores en los aspectos que hacen  a la vida de la gente.

Tanto es así, que en los últimos diez años solo 400 canadienses y 240 australianos pidieron radicación en la Argentina en tanto que 19500 argentinos viven y trabajan en Canadá y otros 15000 hacen lo propio en Australia.

Conforme a datos del Banco Mundial en los últimos cuatro años 200.000 argentinos decidieron emigrar en tanto que Canadá y Australia recibieron 1.000.000 de inmigrantes cada uno.

La comparación de la presidenta es petulante y sumamente engañosa.  El hecho de tomar indicadores macroeconómicos para demostrar que estamos mejor que los dos países señalados ignora el objetivo principal de la un sistema económico que es que sus habitantes puedan perseguir el sueño de vivir mejor.

Mas que un resultado macro ocasional y engañosamente interpretado como hizo la Presidenta el nivel  de vida de la gente tiene otras mediciones más precisas tales como:

·         El Indice de Desarrollo Humano elaborado anualmente por la ONU muestra que Australia ocupa el 2do lugar, Canadá el 11 y Argentina el 45.

·         Dicho Indice refleja que Canadá y Australia brinda a sus niños 30% más de tiempo escolar.  La escolaridad promedio es de 12 años contra 9 de la Argentina.

·         En términos de Competividad Global (elaborado por el World Economic Forum) Canadá ocupa el puesto 11, Australia el 20 y nuestro país el 94.   ( http://www.weforum.org/

·         El Indice de Corrupción elaborado por Transparency International  Argentina ocupa el puesto 102, Australia el 7 y Canadá el 9.  (sobre 144 países) (http://www.transparency.org/cpi2012/results )

·         El Indice Haciendo Negocios que elabora el Banco Mundial muestra que nuestro país ofrece un entorno poco amigable para hacer negocios, producir riqueza y mejorar, consecuentemente, el standart de vida. Detrás de Etiopía, Nepal, Pakistán y las famosas Seychelles, Argentina ocupa el puesto 114, muy lejos del puesto 13 de Canadá y el 115 de Australia.  (http://espanol.doingbusiness.org/reports/global-reports/doing-business-2012 )

 

No obstante estos datos demoledores de la pretensión de la Presidenta de intentar demostrar que estamos mejor que Australia y Canadá, es importante destacar los argumentos que utilizados.
La situación fiscal

Según la presidenta «es un mito que la situación fiscal sea endeble» . Para demostarlo muestra que el déficit fiscal es menor en la Argentina al igual que la deuda pública en relación al PIB. Además muestra que la deuda pública argentina es menos riesgosa pues la mayor parte es deuda «intra sector público».

Este argumento es falso por los siguientes motivos.

·         La situación fiscal endeble depende tanto del tamaño del déficit como de la capacidad de financiamiento y la historia fiscal formadora de expectativas.

·         Argentina no tiene acceso al financiamiento voluntario ni local ni externo.  De hecho la principal fuente de financiamiento del déficit fiscal es la emisión monetaria (record).  Por tanto un déficit del 3% en un país sin historia de default, sin confiscaciones, sin emisión monetaria desorbitada, con acceso al financiamiento es mucho más sostenible que un déficit menor en país con prontuario fiscal tenebroso.

·         En términos de borrachera. Una gota de vino en un alcohólico es mucho mas riesgoso que un cuerdo paseando por una vinería.

Las relaciones sobre la deuda son tan dudosas como los discursos del desendeudamiento.  Es cierto que en términos de PIB la deuda pública argentina se redujo.
 No obstante ¿podemos decir que estamos seguros que la cifra de deuda que informa el Ministerio de Economía es suficientemente creíble?  Como se computa la deuda que se está generando con los jubilados por haberes mal liquidados?, Cómo se computa la deuda con los Hold Outs?

Era esperable que tras el mayor default de la historia la deuda se reduzca en proporción a un PIB irremediablemente creciente debido al bajo punto de partida en 2002.

El argumento de «estamos fuertes porque la deuda es intrasector público» es extraño.  Supone que el riesgo de no pago es menor. Lo cual también es falso. Si eventualmente la Tesorería no pagara los bonos que tiene en cartera el Ansess, el default se trasladaría a los jubilados que actuando judicialmente transformarían la «deuda intra sector público» en una deuda «extra sector público» licuando el dibujo contable de la presidenta.

 

Tenemos más reservas que Australia y Canadá.

La presidenta convierte a 37 en un número mayor que 50 y que 69.  Lo hace a través de relacionar las reservas de los bancos centrales contra otros indicadores como PIB , importaciones y Deuda Externa.

Es cierto, pero eso no indica ni que Australia y Canadá estén en posición de reservas endebles ni que la Argentina esté en posición sólida.

Antes que nada la presidenta debió aclarar cuál es el número real de Reservas.  Pues si descontamos el stock de 95.000 millones de pesos en Lebac, las reservas de 37000 millones pasan a 20.000 millones.

No obstante el argumento también es falso.

·         El concepto de Reservas de los Bancos Centrales cobra relevancia cuando hay control de cambios pues es necesario saber si se podrán pagar las importaciones o si habrá suficientes dólares en caso de una corrida cambiaria.

·         También es relevante cuando los gobiernos no tienen fuentes de financiamiento puesto que la seguridad de pagar la deuda la da el uso de reservas.

·         Y también es necesario contar con un buen nivel de reservas cuando la moneda local no tiene relevancia ni siquiera para los propios habitantes.

 

·         Nada de ello sucede ni en Canadá ni en Australia.

·         Un importador canadiense o australiano puede pagar sus compras en el exterior comprando dólares libremente en los mercados y girándolos sin la firma de ningún secretario de comercio.

·         A su vez, las monedas locales son sólidas y generan incentivos al ahorro doméstico. No hay dolarización de carteras  pues en toda la historia, ni el gobierno de Canadá ni el gobierno australiano utilizó la emisión de dinero para esquilmar los ahorros de sus ciudadanos.

En los últimos cincuenta años en Australia sólo ocho veces la tasa de inflación superó el 10%. fue en la crisis petrolera  de 1973 y la segunda crisis del petróleo en 1979.  Desde 1990 la inflación no supera el 5%. En 2012, la tasa anual de inflación fue de 1,76%.

En Canadá sucedió algo similar. Solo en cinco años de los últimos 50 la tasa de inflación superó el 10%. desde 1991 que año tras año la inflación es menor al 5%. En 2012, fue de 1,52%.

(Fuente: Tasas de Inflacion http://datos.bancomundial.org/indicador/FP.CPI.TOTL.ZG/countries?display=default )

¿Qué  incentivo tiene un canadiense o un australiano para  huir del dinero local? Qué sentido tiene que el Banco central de dichos países tengan dólares?

La Presidenta Cristina comparó peras con manzanas.  La historia inflacionaria argentina explica a través de cinco décadas de confiscaciones monetarias que la decisión más racional de un argentino es dolarizar sus ahorros.  Por ello, se requiere al BCRA que tenga un nivel de reservas mucho más elevado que otros países que no han devaluado sus monedas.

Cabe recordar que un canadiense o un australiano que haya vivido los últimos 50 años habrá visto en sus manos siempre el mismo signo monetario.  Un argentino contabilizó pesos moneda nacional, pesos ley 18188, pesos argentinos, australes y ahora los moribundos pesos, con diferentes figuras para el mismo importe.

Argentina tiene mucho más para aprender de Australia y Canadá que para cancherear con datos de dudosa fiabilidad y caprichosa interpretación.

Gustavo Lazzari es Licenciado en Economía, (UCA), Director de Políticas Públicas de la Fundación Atlas para una Sociedad Libre, y fue investigador del Proyecto de Políticas Públicas de ESEADE entre 1991-92, y profesor de Principios de Economía de 1993 a 1998 y en 2002. Es empresario.

Una sociedad más «solidaria»

Por Gabriel Boragina: Publicado  el 25/8/13 en: http://www.accionhumana.com/

El clamor popular por mayor «solidaridad» no sólo es recurrente, sino que también resulta ya acostumbrado. Pero son pocos quienes a la hora de interrogarlos sobre este reclamo son capaces de explicar con claridad a qué se quieren referir, y menos aun puede encontrarse dentro de estos quienes conozcan las raíces del término.
Como no podía esperarse menos de él, es nuevamente L. v. Mises quien explica mejor el tema:
«En décadas recientes pocos son los que han logrado permanecer inmunes al éxito de la crítica socialista al orden social capitalista. Incluso aquellos que no desearon capitular ante el socialismo han intentado de diverso modo actuar de acuerdo a su crítica de la propiedad privada de los medios de producción. De tal modo han originado sistemas mal diseñados, eclécticos en su teoría y débiles en su política, que buscaron una reconciliación de sus contradicciones. Pero pronto cayeron en el olvido. Sólo uno de aquellos sistemas encontró repercusión: el sistema autodenominado solidarismo. Este ha arraigado sobre todo en Francia; no sin razón fue calificado como la filosofía social oficial de la Tercera República. Fuera de Francia se conoce menos el término “solidarismo”, pero las teorías que originan al solidarismo constituyen el credo sociopolítico de muchos que tienen inclinaciones religiosas o conservadoras y que no suscriben el socialismo cristiano o de estado. El solidarismo no se destaca ni por la profundidad de su teoría ni por la cantidad de sus adherentes. Lo que le confiere cierta importancia es su influencia sobre muchos de los más grandes hombres y mujeres de nuestro siglo.»[1]
Hoy en día, el término solidarismo no es tampoco muy usual, pero sí en cambio son frecuentes las continuas apelaciones a la solidaridad. Incluso en forma redundante recurriendo al pleonasmo «solidaridad social». Superfluidad tremenda, porque si la solidaridad no fuera «social» ¿entre quienes otros que no fueran los humanos podría practicarse lasolidaridad?
L. v. Mises expone en qué consiste verdaderamente el solidarismo así:
«El solidarismo busca colocar otras normas. Por Encima de éstas. Son esas otras normas las que así se convierten en la ley fundamental de la sociedad. El solidarismo reemplaza el derecho de propiedad por una “ley superior”; en otras palabras, materializa su abolición.
Desde luego que los solidaristas no desean ir tan lejos. Dicen que sólo desean limitar la propiedad, pero mantenerla en principio. Pero cuando se ha ido tan lejos como para establecer límites a la propiedad diversos de aquellos que emanan de su propia naturaleza, uno ya ha abolido la propiedad. Si el propietario sólo puede hacer con sus bienes lo que se le prescribe, lo que pasa a dirigir la actividad económica nacional no es la propiedad sino el poder que prescribe sus usos.»[2]
En referencia a entornos contrarios a la sociedad abierta, enseña el Dr. Benegas Lynch (h):
«En estos contextos, la solidaridad, la caridad y la filantropía resultan degradadas. Se degradan cuando irrumpe aquella contradicción en términos denominada “estado benefactor”. La beneficencia, la caridad y la filantropía se realizan con recursos propios y de modo voluntario. El uso de la fuerza es incompatible con un acto de caridad. El mal llamado “estado benefactor” no sólo reduce los ingresos de quienes podrían haber ayudado a su prójimo sino que transmite la malsana idea de que es el aparato de fuerza el encargado de “ayudar” a los más necesitados, con lo que, como ha apuntado Wilhelm von Humbolt, muchos tienden a desligarse de lo que hubieran sido bienhechoras inclinaciones naturales para con el prójimo. Por otra parte, quienes reciben ingresos fruto de la coacción resultan disminuidos moralmente o, si no tienen dignidad, se convierten en activistas alegando “derechos” al bolsillo ajeno. Como han demostrado autores como Wolfe y Cournvelle, existe un estrecho correlato entre libertad y caridad y opera una especie de “Ley de Gresham” devastadora cuando el aparato de fuerza se arroga tareas “caritativas” desplazando a la genuina filantropía.»[3]
Justamente la filosofía solidarista es la que reivindican los populismos que padecen los países latinoamericanos bajo los regímenes de los Kirchner en Argentina, Morales en Bolivia, Correa en Ecuador y el comunismo chavista venezolano. Pero no solamente sucede en las demagogias populistas, también otro tanto puede observarse en el resto del mundo. Dado que el solidarismo se ha extendido sobre la faz de la tierra de manera asombrosa. Y el problema ya se conocía en el siglo XIX, cuando Bastiat exclamaba:
«Al cabo de sus sistemas y esfuerzos parece que el socialismo, por más complaciente que sea consigo mismo, no puede dejar de ser el monstruo de la expoliación legal. ¿Pero qué hace? Lo disfraza hábilmente a los ojos de todos, hasta a los suyos propios, bajo seductores nombres de fraternidad, solidaridad, organización, asociación. Y en razón de que nosotros no pedimos tanto a la ley, porque no exigimos de ella sino justicia, el socialismo supone que rechazamos la fraternidad, la solidaridad, la organización y la asociación, lanzándonos el epíteto de individualistas.
 Sépase pues que lo que rechazamos no es la organización natural sino la organización forzada.
 No es la asociación libre, sino las formas de organización que pretende imponernos.
 No es la fraternidad espontánea, sino la fraternidad impuesta.
 No es la solidaridad humana, sino la solidaridad artificial, que no es otra cosa que un injusto desplazamiento de responsabilidades.
 No repudiamos la solidaridad humana natural bajo la Providencia.»[4]
Lamentablemente, en su siglo, Bastiat no fue escuchado, y se siguió avanzando en el camino equivocado que él alertaba.


[1] Ludwig von Mises. «SOCIALISMOS Y PSEUDOSOCIALISMOS» Extractado de Von Mises, Socialism: An Economic and Sociological Analysis, capítulos 14 y 15. La traducción ha tenido como base la versión inglesa publicada por Liberty Classics, Indianápolis, 1981. Traducido y publicado con la debida autorización. Estudios Públicos, 15. Pág. 25 a 28
[2] L. v. Mises, Ob. Cit. idem anterior.
[3] Alberto Benegas Lynch (h) Entre albas y crepúsculos: peregrinaje en busca de conocimiento. Edición de Fundación Alberdi. Mendoza. Argentina. Marzo de 2001. Pág. 124 y 125.
[4] Frédéric Bastiat. La ley. Pág. 14
Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE.  Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. 

Opinión: Ética, moral y justicia

Por Armando Ribas. Publicado el 25/8/13 en: http://www.hacer.org/latam/?p=31012

“La justicia no es natural, es artificial, pero no arbitraria” David Hume

Mientras más analizo la situación de la filosofía política en la actualidad, más me convenzo de la evidente confusión reinante al respecto. Como ya lo he manifestado en otras ocasiones, creo que esa mayor confusión reside en el concepto de ética, y por supuesto su relación con la moral y la justicia. La consecuencia trasciende entonces al campo de la política. El primer problema obviamente es el concepto mismo de ética, y al respecto el Diccionario de la Academia Española la define: “Parte de la filosofía que trata de la moral y de las obligaciones del hombre”. Hasta aquí siento que no hemos avanzado nada en nuestra disquisición.

Pasemos entonces al diccionario Webster. “Etica: Disciplina que trata con lo que está bien y está mal y con el deber moral y obligación; Teoría del sistema de valores morales”. En fin no creo que hayamos llegado a alguna conclusión válida al respecto del análisis que nos proponemos de la situación actual de la política en el mundo.

Evidentemente las anteriores definiciones respecto a la ética, entrañan de por sí una confusión entre ética y moral. Por supuesto a fin de poder analizar la situación política actual es imprescindible que distingamos los conceptos de ética y moral. Entonces  insistiendo en las confusiones, pasemos a la definición de moral del Webster: “relacionado con los principios de bien o mal en el comportamiento”. Me atrevería a decir que en esa definición nos encontramos con un sinónimo de ética.

Entonces ante la confusión precedente, pasemos a analizar los conceptos de David Hume al respecto, que considero fundamentales para comprender el concepto de ética en que se basó el sistema político que cambió la historia del mundo. Ese sistema  es el Rule of law, y no el capitalismo, pues la economía es la consecuencia del sistema ético, político y jurídico. La economía es el resultado de los comportamientos individuales que determina el sistema. Por ello donde no se respetan los derechos individuales, desaparece el mercado.

La ética entonces es un concepto pragmático de la naturaleza humana. Así Hume considera que toda ciencia comienza por la ciencia del hombre, y al respecto dice: “No existe una cuestión de importancia, cuya decisión no esté comprendida en la ciencia del hombre; y no hay ninguna que pueda ser decidida con alguna certeza, antes de  que estemos en contacto con esa ciencia”. Fue en función de esa realidad que por primera vez en la historia se creó el sistema político, basado en el hombre tal cual es y no en el supuesto de cómo debe de ser. Tal concepto ético respecto a la naturaleza humana, fue determinante de la necesidad de limitar el poder político.

Históricamente el poder político absoluto, se fundó primeramente en el supuesto de que representaba la voluntad de Dios. O sea el derecho divino de los reyes, hasta que Locke reconoció que los monarcas también eran hombres.Así se ignoró en Occidente que ya en el Evangelio se reconoció la separación del Estado de la Iglesia. “Dar al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”.Y asimismo la falibilidad del hombre: “El justo peca siete veces” y “el que esté libre de pecado que arroje la primera piedra”. En una segunda instancia histórica, a partir de la Revolución Francesa de 1789 se desconoció la naturaleza humana en función de la diosa razón. Fue Rousseau quien primeramente intentó tal proceso y así escribió: “Todo aquel que se atreva a encargarse de la tarea de instituir una nación, debe sentirse asimismo capaz de transformar la naturaleza humana”. En función de ese proyecto de crear un hombre nuevo, se han matado millones de seres humanos, primero por  los jacobinos y seguidamente por los bolcheviques, hasta nuestros días.

Esa moral racionalista fue desarrollada por Kant en sus imperativos categóricos. De conformidad a los mismos la búsqueda de la felicidad es deshonesta, pues no se hace por deber. Es decir que su conclusión es el opuesto del principio básico del Rule of Law, que de conformidad con el pensamiento de John Locke, el derecho a la búsqueda de la propia felicidad es el principio básico de la libertad. Y siguiendo con la postura kantiana, Hegel llega a la conclusión de que el individuo no tiene más razón de ser que su pertenencia al estado. Afortunadamente con la caída del Muro de Berlín esa tendencia autoritaria y fuente del totalitarismo, parecía haber desaparecido del panorama político. Lamentablemente, no obstante esa realidad, el socialismo impera como consecuencia del equívoco precedente sobre la naturaleza humana. La supuesta búsqueda de la igualdad se ha convertido en el camino al poder.

Volviendo a la ética, Hume desarrolló un principio fundamental al respecto, de conformidad con la ciencia del hombre y así dijo: “Si los hombres fueran generosos y la naturaleza pródiga, la justicia no tendría razón de ser”. En función de esta concepción pragmática de la naturaleza humana determinó que la justicia no es natural sino artificial. O sea por arte del hombre, pero no arbitraria, sino el resultado del aprendizaje de la historia, que nos permite conocer la ciencia del hombre. Por tanto llega a la conclusión fundamental de que la naturaleza humana es inmodificable, y si queremos cambiar los comportamientos se requiere cambiar las circunstancias.

El Rule of Law es precisamente ese cambio en las circunstancias que modificó el comportamiento, a partir del respeto por los derechos individuales y el límite al poder político. Siguiendo ese principio fundamental James Madison escribió: “Si los hombres fueran ángeles no sería necesario el gobierno, y si fueran a ser gobernados por ángeles no se requeriría ningún control al gobierno, que es una administración de hombres sobre hombres”. Como puede observarse la anterior conclusión es una paráfrasis del pensamiento de Hume. Y asimismo reconoció otro principio fundamental cual es que las mayorías no tienen derecho a violar los derechos de las minorías. Este último principio es el que hoy se viola como consecuencia de la confusión entre república y democracia. Las mayorías no solo determinan quien gobierna, sino que en nombre de las  mismas y la demagogia de la justicia social, se permite el poder de violar el derecho de propiedad. Igualmente se desconoce el derecho a la búsqueda de la felicidad,  pues es la expresión del egoísmo del interés privado frente al interés general, que representan los gobiernos de turno.

Armando P. Ribas, se graduó en Derecho en la Universidad de Santo Tomás de Villanueva, en La Habana. Obtuvo un master en Derecho Comparado en la Southern Methodist University en Dallas, Texas. Es abogado, profesor de Filosofía Política, periodista, escritor e investigador y fue profesor en ESEADE.

Democracia, républica y el edificio de los políticos

Por Nicolás Cachanosky. Publicado el 21/8/13 en: http://opinion.infobae.com/nicolas-cachanosky/2013/08/21/democracia-republica-y-el-edificio-de-los-politicos/

La crisis institucional que aqueja a la Argentina es profunda. En los hechos hace ya tiempo que la Argentina dejó de ser una república. Tan ausente, o superficial, se encuentra este problema entre la mayoría de la dirigencia política que pareciera ser que hay un olvido de qué significa tener una forma de gobierno genuinamente republicana. El argumento del 54% del que tanta gala hace el kirchnerismo es una muestra palpable de que el oficialismo no distingue, o no le interesa hacerlo, entre “democracia” y “república”. ¿Por qué es tan importante el concepto de república?

Supongamos que los 40 millones de habitantes que viven en Argentina lo hacen en un gran edificio de departamentos donde cada familia es dueña de su propiedad. Este edificio necesita que los servicios públicos (electricidad, agua, etcétera) funcionen así como seguridad para que no haya agresiones de terceros (defensa exterior) ni entre vecinos (policía). Este edificio puede administrarse tanto como un reinado, o bien bajo un sistema republicano.

Dado lo costoso y complicado de que los 40 millones de habitantes se pongan de acuerdo sobre cada tema a tratar, es más fácil que se elija un representante por piso.Si bien estos representantes pueden tener su propia opinión, su trabajo es representar de manera fiel a sus representados, no llevar a adelante su propia agenda. De este modo, los 40 millones de habitantes se ponen de acuerdo a través de sus representantes en cuántos recursos poner en una bolsa común y en qué van a ser gastados. Pero este acuerdo requiere de un administrador de consorcio que se encargue de que el edificio funcione correctamente y se lleven a cabo las mejoras acordadas por los dueños a través de sus representantes. El administrador podrá hacer sugerencias (por ejemplo, diagramar una propuesta inicial de presupuesto), pero no es su rol decidir sobre el destino de los fondos dado que no son de su propiedad. La analogía debería ser clara, los dueños que actúan como representantes son el Poder Legislativo, y el administrador de consorcio es el Poder Ejecutivo.

Si bien toda analogía es limitada, este ejemplo permite extraer algunas conclusiones importantes:

  • El Poder Ejecutivo no está por encima del Poder Legislativo. Como su nombre lo indica, su rol es ejecutar las decisiones de los habitantes, no decidir por ellos.
  • Ninguno de estos poderes se encuentra por encima del pueblo. No es tarea de estos poderes planificar, controlar ni dirigir la vida de sus representados.
  • El rol del diputado y senador es representar a los habitantes y provincias respectivamente, no al Poder Ejecutivo ni al partido en el que se encuentran afiliados. Si en los partidos políticos hubiese genuina coincidencia de principio, no haría falta “bajar línea” sobre cómo votar las distintas leyes.
  • Por qué es potestad del Congreso (diputados) legislar sobre temas impositivos.Es el pueblo (a través de sus representantes) quien decide 1) cuánto contribuir impositivamente, 2) cómo utilizar esos recursos y 3) es la razón por la cual el Poder Ejecutivo debe rendir cuentas ante el Congreso sobre la ejecución del presupuesto.
  • Así como una administración de consorcio eficiente es la que mantiene las expensas bajas, un Estado eficiente es el que logra mantener el nivel de gasto en el menor nivel posible. El gobierno que debe constantemente aumentar la presión impositiva sin claros ejemplo, claramente no está haciendo bien su trabajo.
  • Tampoco es necesario que el Congreso sesione todos los días. El Congreso eficiente no es aquel que legisla las 24 horas intentando batir récords de leyes tratadas y aprobadas, sino aquel que se reúne las veces necesarias y legisla lo menos posible, preferiblemente eliminando regulaciones innecesarias en lugar de intentar taparlas con nuevos parches. ¿Que opinión merecería un consorcio que se junta todos los días buscando emitir nuevas regulaciones en lugar de hacerlo unas pocas veces al año cuando es realmente necesario? Legislar bien no es sinónimo de legislar mucho.
  • Así como el administrador de consorcio no es dueño del edificio, el Poder Ejecutivo no es dueño de los recursos en el Tesoro Nacional ni de los bienes del Estado.

¿Cuál es, entonces, el rol de la democracia? La democracia es un método de elección, pero no es en sí una forma de gobierno. En un presidencialismo, por ejemplo, lo dueños eligen democráticamente a los representantes de cada piso y al administrador de consorcio. En un esquema parlamentario, los dueños eligen a los representantes de cada piso quienes a su vez eligen al administrador de consorcio. En ambos casos hay democracia, pero la forma de gobierno es distinta. Si los límites impuestos por una república se respetan, entonces es claro que la cantidad de votos recibidos no es una medida de qué tan holgados van a ser los límites al poder, sino es que es un reflejo de la confianza recibida el día de la elección. Confianza recibida no es lo mismo que poder delegado. El presidente que gana las elecciones con un 99% de votos no tiene más ni menos poder que el que las gana con un 51%.Abandonar las instituciones republicanas es lo que lleva de una democracia limitada a una democracia ilimitada, que no es otra cosa que un autoritarismo bajo una falsa ilusión de legitimidad. Es de preocupante falta de institucionalismo cuando se da a entender que un 54% de votos permite avanzar sobre los derechos, propiedad y libertad de las minorías. El 46% no tiene menos derechos que el 54%.

¿Qué rol le compete entonces al Poder Judicial? Tiene por lo menos tres funciones fundamentales. En primer lugar, de haber un desacuerdo entre propietarios, ser el tercero imparcial que de fin al conflicto. En segundo lugar, proteger a las minorías de las mayorías. Es decir, el Poder Judicial evita que la mayoría legisle en contra de la minoría. El voto no hace justo lo que es injusto. En tercer lugar, el Poder Judicial protege la constitución, que son las normas básicas de convivencia y los derechos y obligaciones de cada habitante. Cuando el Poder Judicial observa de manera inmutable transgresiones a los derechos de la minoría y violaciones constitucionales está fallando a su rol y no es menos cómplice del deterioro institucional que un Poder Legislativo falta a su rol institucional siendo en los hechos una escribanía del Poder Ejecutivo.

¿Está usted dispuesto a vivir en un edificio donde dónde su representante no lo representa y el administrador de consorcio se cree dueño del edificio, y por poco también de su vida? ¿Está usted dispuesto a confiarle a este tipo de personas su futuro y el de sus hijos?

 

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE) y Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver.

NO JUZGAR

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 25/8/13 en http://gzanotti.blogspot.com.ar/2013/08/no-juzgar.html

 

De «Filosofía para los amantes del cine», 1991.
Volvemos a Woody. Esta vez, con una de sus más típicas creaciones: «Ana y sus hermanas». La película gira en torno a diversos episodios de la vida de Ana, Lee y Holly, (las tres hermanas) a las cuales podríamos agregar un cuarto personaje, el mismo Woody, siempre profundo y desopilante, quien toma en la película el nombre de Michey Sachs.
Será difícil realizar una síntesis de la película, pues ésta va narrando diversas historias, que afectan a cada uno de los personajes, en forma paralela. De todos modos, debemos intentar destacar algunos de los elementos centrales de dichas historias, dado que, como habitualmente hacemos, después será el material de nuestra reflexión filosófica.
Se podría decir que hay dos ejes narrativos en torno a los que los demás personajes van apareciendo. Uno es la historia de Eliot y Lee, otro, la historia de Michey Sachs, a quien diremos Woody de aquí en adelante. Cuando nos refiramos a Woody en cuando guionista y director, diremos su apellido.
Ambiente: una familia neoyorquina de ingresos normales, judía. Contemporánea. Ana (Hannah) estuvo casada con Woody, pero después se separaron y ahora vive con Eliot. A este lo veremos en la primera escena, en una reunión familiar del día de Acción de Gracias, mirando nostálgicamente a Lee. Lee vive con Frederick, un intelectual, mayor que ella, introvertido y no muy sociable, cuyo única relación afectiva es Lee. Pero Eliot está, parece, profundamente enamorado de Lee. Trata de sacar de su mente ese amor por la hermana de quien ahora es su esposa, pero no puede. Trata de sublimarlo hablando de literatura y poesía, pero el intento es vano, porque encontrará en la poesía su medio para expresar ese amor. En escenas llenas de un humor dulce y comprensivo de los desvelos humanos, Woody Allen va describiendo risueñamente las peripecias de esta relación. Eliot finge la casualidad en un encuentro callejero con Lee, a quien logra invitar a una vieja librería neoyorquina para compartir su gusto común por la literatura inglesa y norteamericana. Alli, Eliot le regala un libro de poemas de E. Cummings, señalándole especialmente una poesía. Esta decía así:
«Tu delicada mirada
me descubre fácilmente
aunque me he cerrado, como dedos,
tú me abres siempre,
pétalo por pétalo,
tal como la primavera abre
(tocándola hábil y…
misteriosamente)
su primera rosa
(no sé qué hay en tí que
abre y cierra
sólo algo en mi comprende que
la voz de tus ojos es más profunda que todas las rosas)
nadie, ni siquiera la lluvia
tiene manos tan suaves»
Bueno! Lee, que ya estaba dubitativa, queda definitivamente «tocada» por esta vehemente expresión de afecto de Eliot, a través del viejo arte literario. Pero no sabe qué hacer. Es el marido de su hermana!
Pero el proceso se había iniciado, y era ya difícil frenarlo. Vuelven a encontrarse nuevamente en una frustrada venta de cuadros de Frederick. Mientras éste se pelea con su eventual comprador, Eliot pregunta a Lee sobre el poema, pero Lee sigue dando respuestas evasivas. Eliot se ordena a sí mismo proceder con calma. Pero, como tantas veces sucede en la vida humana, hace absolutamente lo contrario de lo que su razón le dicta. Intempestivamente, besa a Lee, segundos antes de que aparezca Friederick tras concluir la discusión con su frustrado comprador. Lee no tiene tiempo de hacer o decir algo. Eliot está a punto de infartarse, figuradamente dicho. La escena está magníficamente actuada. Eliot sale a caminar, diciendo que necesita aire… Y en verdad lo necesitaba! Trata de encontrar una cabina telefónica, pero Lee se le adelanta. Conversan sobre la cuestión, apurada y nerviosamente. Lee insiste sobre la gravedad del problema. Pero Eliot insiste con una pregunta: si su deseada cuñada siente algo parecido. Ella no dice que no. Eliot está feliz. «Tengo mi respuesta!», exclama.
Ahora vamos a dejar por un momento a nuestra singular pareja para dirigirnos a otro eje narrativo más singular todavía: Woody.
Woody es guionista de programas cómicos para televisión. Lo veremos casi correr por los pasillos de un canal noeyorquino mientras discute sobre un diálogo que en unos minutos debía salir al aire. Así, en medio de semejante y contínua paz oriental (…) transcurre su vida. Vida que, en lo personal, había tenido serias dificultades. Había estado casado con Ana, pero esa relación hizo crisis debido a la esterilidad de Woody. En una increíble escena, ambos piden esperma prestado a un matrimonio amigo. La solución adoptada no soluciona la crisis de la pareja. Woody había intentado salir después con otra de las hermanas de Ana, Holly, de quien hablaremos con más detalle después. Por ahora, digamos que esa relación tampoco funcionó. Uno amaba el jazz, la otra el rock; uno odiaba el rock, la otra el jazz. No encontraron un punto en común.
Ahora, Woody tiene otro problema: se enfrenta una vez más con su hipocondría galopante. Cree tener un tumor en el cerebro. Se somete a todo tipo de análisis, que Woody Allen caricaturiza con su estilo inconfundible. Los primeros análisis no son alentadores. Woody desespera. Trata de tranquilizarse. «Nada te va a pasar», se dice a sí mismo. «Estás en medio de New York, tu ciudad». Pero, obviamente, eso no tranquiliza a su torturado espíritu. La idea de la muerte lo aterra. (Nada raro, no?). La idea de su muerte lo aterra (como Unamuno aclararía).
Finalmente, los análisis dan bien. Nada tiene. Woody sale saltando y bailando de la clínica. Corre por las calles de su ciudad, festejando que no va a morir. Pero repentinamente se detiene. No va a morir, en efecto, pero… Por ahora no va a morir. Y, entonces, la muerte, como problema a enfrentar, se instala en su mente. Había mandado esa cuestión «al fondo de su mente», pero, ahora, necesita respuestas. La muerte, inexorable presencia, temido límite de nuestra existencia, inexorable y dramática mostración de nuestra finitud, golpea al espíritu de Woody, que necesita una respuesta, que quiere saber si todo acaba con la muerte o no. Clásico y constante problema de la vida de toda persona, es también clásico problema de la filosofía, cuyos temas son concomitantes con los más esenciales de la vida humana.
A partir de aquí, Woody comienza su frenética búsqueda. Vanamente intenta un primer diálogo con una compañera de trabajo, que concluye en una inútil y heterodoxa recomendación de escapismo. Pero Woody no quiere posponer el problema, porque sabe que eso no lo soluciona. Así, lo veremos salir de una biblioteca, decepcionado por las respuestas filosóficas de algunos de mis colegas. Trata entonces de saciar su sed en las fuentes de la religión. Habla primero con un representante de los Hare Krishna; después, con un sacerdote católico. Ambos le dan libros y no fuerzan su decisión. Lo más curioso es la discusión con sus padres. Recordemos que Woody es judío de raza. Woody parece anunciarles algún tipo de curiosidad y/o entusiasmo por el catolicismo romano. Escucharemos llorar y agarrarse la cabeza a la madre, mientras que su padre exclama: por que no tu propia religión? O, en todo caso… el budismo!
Pero Woody no se conforma. Inquiere a su padre por el sentido del mal. Por qué el mal en el mundo? Inquiere también por la inmortalidad. Qué sucede con la muerte? Todo acaba? Su padre no le da respuestas. Woody no encuentra eco de sus preocupaciones en su familia. La vigorosa fe del judaísmo parecía haberse debilitado en ellos.
Mientras tanto, qué había pasado con Eliot, Lee y su amor casi imposible? Pues que intentan hacerlo posible por un tiempo. Inician una secreta y hotelera relación. Friederick se da cuenta, y después de una amarga discusión, donde éste se reencuentra con su soledad, Lee decide cortar con él. Eliot piensa confesarse con Ana, pero no lo logra. Su relación con su esposa es difícil y distante; ella advierte que algo pasa, pero no sospecha que haya otra mujer. Mientras tanto, Eliot se confiesa con un psicoanalista, al cual expresa su sentimiento de culpa. Al cabo de un año, la relación entre Lee y Eliot se hace también cada vez más difícil. Lee conoce a un profesor de Literatura y decide cortar con Elliot. Este tiene esa noche otra discusión con Ana, a la cual reprocha una especie de sobreprotección. Veremos este detalle después. Pero esa misma noche, Elliot se reencuentra con Ana, quien, al acostarse junto a su esposo, llora y exclama que todo está muy oscuro. Elliot le dice que la ama, y no le miente. Y se abrazan.
Supondrás que ahora volveremos a Woody. No, no por ahora. Antes, debemos prestar atención a un torturado personaje: Holly, de quien algo ya habíamos dicho en ocasión de Woody. Holly se presenta ante nuestros ojos como la imagen del fracaso. Sus trabajos son inestables; sus parejas, también; intenta cantar, escribir, pero no lo logra; y, además, de vez en cuando, calma sus angustias con algo de cocaína (como otros con la nicotina). La veremos montar, junto con su amiga April, una empresa de servicios de comida; allí conocen juntas a un arquitecto, David, quien las invita a recorrer la ciudad (escena en la cual Woody Allen despliega, fílmicamente, las maravillas edilicias de New York). Las veremos a ambas competir por el afecto de ese hombre, y  veremos a la pobre Holly totalmente vencida en esa competencia. Veremos también a Holly intentar probar suerte con el canto; tiene una audición; April también canta en la misma audición. April es la que triunfa. No comments!
Pero la búsqueda de la felicidad es, en el ser humano, afortunadamente insaciable. Holly intenta una vez más. Pide a Ana un préstamo para poder dedicarse a escribir una novela.
Tiempo después, Holly y Woody se encuentran mirando libros en una librería. Se saludan con afecto. Recuerdan sus viejas salidas y peleas, pero risueñamente y sin rencores. Holly cuenta a Woody lo que está haciendo, y lo invita a leer sus originales. Woody acepta. Y queda encantado. Elogia intensamente el libro de Holly. Esta no lo puede creer. Está feliz. Y la relación entre ambos renace.
Entonces Woody le cuenta a su reencontrada amiga la historia de su búsqueda por la verdad más profunda del ser humano. (Como vemos, volvemos ahora a Woody). Esta parte es una de las más significativas filosóficamente.
Woody se encontraba ya casi desesperado por el fracaso de su búsqueda existencial. En términos más elaborados, la angustia existencial de Woody había llegado al límite. Esa angustia existencial, la angustia por el sentido último de la propia existencia, se produce cuando el ser humano asume total y absolutamente, sin ambigüedades, la conciencia de su propia finitud al mismo tiempo que no ve salida alguna al acabamiento total que esa finitud sola, sin Dios que la sostenga, implica. Habíamos dicho en los comentarios anteriores que la vida humana, finita y contingente, se encuentra sostenida por una especie de soga, que es el contínuo acto de Dios causando nuestro ser, sin el cual caeríamos en la nada. La angustia existencial es la sensación de estar cayendo en esa nada, cuando por algún motivo no vemos al Dios absoluto que nos sostiene.
Qué hace Woody en esa circunstancia? Intenta suicidarse. Pero, por supuesto, con el humor que sólo Woody Allen sabe poner en esos momentos. Woody, murmurando frases de auténtica desesperanza, coloca un fusil en su cabeza. Todavía, empero, no se ha decidido a disparar. Repentinamente, el fusil se dispara, con el tiro desviado. Un espejo recibe el balazo y se rompe en mil pedazos. Los vecinos comienzan a tocar el timbre. Woody trata de responder, aturullada y desordenamente, que no es nada. Entonces sale de su departamento, a caminar, o a correr, o a lo que fuere; en realidad, sale, no sabe a qué, sumido en la más absoluta confusión. Como una salida, esta vez más inofensiva para sí mismo, entra a un cine, sin siquiera averiguar de qué película se trataba. Lentamente Woody va descubriendo de qué se trata. Era una película cómica, norteamericana, de la década del 30. Absolutamente cómica, ingenua, inocente, e intrascendente en el sentido filosófico del término, esto es, un humor que no se plantea los problemas que preocupan a Woody. Más o menos, como distraerse viendo a los Tres Chiflados.
Entonces Woody encuentra una salida. No una respuesta, pero sí una especie de escape a la pregunta, una especie de escape permanente, una especie de narcótico para su angustia. Ve a todos en la película, divirtiéndose, y entonces llega a esta fórmula: «divertirse mientras tanto». No puede solucionar el sentido último de la vida; no pudo averiguar si hay algo después; pero, mientras tanto, no le sirve angustiarse; mejor olvidar el tema y divertirse, sin hacer mal a nadie, lo que se pueda, hasta que el inevitable final llegue. Como vemos, no es un escape autodestructivo, pues el asunto es estar vivo para poder reir. Woody optó por la salida «cómico-existencial». Esto es importantísimo, y volveremos a esto más adelante.
Antes de pasar a comentarios generales, nos ha quedado en el tintero alguien de quien podríamos decir lo habitual: que no por última es la menos importante. Se trata de Ana. Ana, en medio de los desvelos de Holly y de Woody, en medio del comportamiento extraño de su marido y su hermana Lee, y en medio de las peleas y problemas de sus padres, angustiados por la juventud perdida y viejos en su vejez, trata de adoptar una actitud componedora, conciliatoria y protectora. Pero logra poco. No lo logra con Holly, a quien trata de anunciar el irrealismo de muchos de sus propósitos. En una memorable escena, donde las tres hermanas se encuentran a almorzar, como es su costumbre, Ana y Holly comienzan a discutir, y Lee, que en ese momento está en medio del problema con Elliot, comienza a llorar, y trata de descargar su angustia y su sentimiento de culpa defendiendo a Ana. Pero Ana entiende poco qué es lo que está ocurriendo. Riñe, como dijimos, con Elliot, sin entender, tampoco, qué está ocurriendo. En la fiesta de Acción de Gracias donde Elliot corta con Lee (o, mejor dicho, al revés), Ana se entera de que la línea argumental de la novela de Holly tiene mucho de su relación con Elliot. Sin sospechar que la fuente de transmisión de información es Elliot-Lee-Holly, Ana inquiere a Elliot con quién estuvo comentando sus cuestiones personales. Elliot no contesta, pero recrimina a Ana su sobreprotección y su supuesta falta de conciencia de los problemas, no sólo de los demás, sino también de sí misma. Ana queda muy confundida. Es allí cuando, al acostarse junto a Elliot al final de esa noche, expresa su angustia. Y es allí cuando se reconcilian.
El relato de Woody Allen termina con una tercera fiesta de Acción de Gracias. Allí veremos a Lee casada con su profesor de literatura. Veremos a Elliot, mirando a Lee, pero esta vez con otra expresión, más calma y tal vez más sabia, diciéndose a sí mismo cuánto amaba y ama a Ana, mucho más de lo que él mismo imaginaba. Y veremos a Woody y Holly, casados. El último diálogo que escucharemos es un digno final de Woody Allen. Woody abraza a Holly y le expresa lo maravillado que está por ese amor que los une. Holly sonríe, embelesada. Y, mirándolo a los ojos, le dice algo importante.
«Querido, estoy embarazada»
THE END!
De la película, claro, no de nuestro comentario, que en alguna medida ya se insinuó.
Antes que nada, una aclaración. No intentaremos profundizar en los detalles psicológicos de cada uno de los personajes; dejamos ese interesantísimo trabajo, no porque no nos interese, sino porque no queremos invadir otros terrenos profesionales para los cuales no estamos preparados. Pero, obviamente, la psicología y la filosofía están relacionadas, y por lo tanto tocaremos cuestiones psicológicas en la medida que sean pertinentes a esa relación.
Hay dos aspectos que queremos destacar. Uno, filosófico-moral; otro, de antropología filosófica, más filosófico-existencial.
A lo largo de todo el relato hemos visto una serie de desvelos humanos, de anhelos, de sentimientos encontrados, de frustraciones, de angustias. La hemos visto a Lee dudando frente al amor de tres hombres; lo hemos visto a Elliot luchando contra un sentimiento que no puede refrenar, compitiendo con otro sentimiento hacia Ana, también profundo, aunque distinto; la hemos visto a Holly, luchando casi desesperadamente por algo de paz; lo hemos visto a Woody, corriendo atrás del remolino de su existencia, torturado frente al miedo por su muerte, angustiado, buscando la respuesta a la pregunta más profunda, y escapando por medio de la risa. Y la hemos visto a Ana, tratando de mantenerse equilibrada y pacífica, pero encontrándose también con sus propios desvelos, calmados sólo por el amor de Elliot, quien encontró en Ana algo más esencial que la belleza de su hermana Lee.
Todo esto, como dijimos, sería fascinante para ciertos análisis psicológicos específicos que no son nuestro oficio. Lo que a nosotros nos corresponde destacar es, en este caso, una cuestión filosófico-moral. En efecto, seguramente te habrás visto tentado a juzgar, de algún modo, la conducta de algunos de los personajes que entran en escena. Está bien o está mal lo que hizo Elliot, junto con Lee? ¿Hace bien Holly en calmar sus angustias con cocaína? ¿Hizo bien Woody en intentar pegarse un tiro? Y, así, podríamos seguir preguntándonos muchas cosas, cuya respuesta implicaría un juicio sobre la persona de cada uno de los personajes que aparecen en el relato.
Es la oportunidad para que reflexionemos sobre una distinción muy importante. Una cosa es el juicio moral sobre una norma, objetivamente considerada y en abstracto, y otra cosa es el juicio sobre la conciencia subjetiva de una persona, considerada en concreto. Son dos cuestiones distintas, aunque relacionadas. Veamos un ejemplo.
Para que tú y yo no discutamos mucho, buscaré un ejemplo sobre el cual, al parecer, quizás estemos de acuerdo, en la medida que no entremos en detalles. Digamos que matar a otro persona, excepto defensa propia proporcionada, está moralmente mal. Sobre eso, al menos, estoy seguro. Ahora vamos a suponer que alguien, digamos Juan, mata, no entrando en juego la excepción aludida. Entonces podremos decir que lo que Juan hizo está moralmente mal. Pero de allí a decir «Juan es malo», o algo parecido, hay un gran paso. ¿Por qué? Porque para decir eso, deberíamos conocer integralmente el conjunto total de circunstancias que rodean toda la historia personal de Juan; deberíamos conocer con certeza qué hay en lo más íntimo de su conciencia, para saber si lo hizo con total frialdad y malicia, o no; deberíamos conocer con certeza total el grado de su salud psíquica; deberíamos conocer con certeza los detalles de su formación moral, para saber en qué medida hay en su conduca negligencia o error insalvable. Ahora bien, piensa tranquilo, ponte la mano en el corazón. ¿De quién sabes, con plena certeza, todo eso? Te diré: sólo Juan puede tener una idea aproximada de todo eso; nosotros, conjeturas; y, plena certeza, absoluta y total plena certeza, sólo Dios.
Este es el fundamento de que no debamos juzgar a los demás, en la medida que «juzgar» implique realizar un juicio sobre la conciencia subjetiva de la otra persona. En cambio, sí podemos juzgar su conducta; podemos decir que su conducta no esta bien, en la medida que su conducta sea un caso particular de una conducta que, en abstracto, sabemos que es incorrecta moralmente. Pero no podemos juzgar con certeza su conciencia, porque ese juicio sólo lo puede hacer Dios.
En este sentido, hay algunas aclaraciones que hacer. Tal vez estés pensando que lo moralmente bueno o malo es subjetivo y/o relativo, y que yo estoy partiendo de presuponer lo contrario. Es cierto que estoy partiendo de lo contrario; es cierto que considero que la razón humana puede, aunque con dificultad, determinar lo que moralmente está bien o mal; pero, como ya hemos comentado en ocasión de las películas anteriores, no parto de ello como de un postulado sin demostrar, sino como una conclusión demostrada a partir de la existencia de Dios. Porque el bien moral no es más que el camino, conforme a tu naturaleza humana, que te dice por dónde llegar a tu fin último, que es Dios, fin último que, como hemos visto también, no puedes no querer, aunque muchas veces no lo identifiques con Dios: en tu deseo más profundo de felicidad total y absoluta está la búsqueda del absoluto que es Dios.
Si Dios no existiera, es cierto que tú mismo fijarías el fin de tu existencia, pero, dado que existe, El es el fin último objetivo a tu naturaleza, y de allí se desprende que hay ciertas conductas objetivamente incompatibles con el perfeccionamiento de tu naturaleza. Por lo tanto, hay normas morales objetivas.
Pero, por el mismo motivo, Dios es el único que puede juzgar la conciencia del prójimo. Es aparentemente paradójico que, aunque muchas personas duden de que Dios exista, sin embargo juzgan y condenan permanentemente a su prójimo. Es realmente paradójico que quienes saben o creen que Dios existe juzguen la conciencia de su prójimo, ocupando un lugar que sólo Dios puede ocupar, porque sólo El tiene el infinito conocer y la infinita justicia. Y, podríamos suponer, dado que es el Bien infinito, su misericordia, posiblemente, también sea infinita.
La película de Woody Allen que estamos comentando sugiere una cuestión que tiene mucho que ver con todo lo que acabamos de mencionar, que tal vez te suene algo abstracta, pero que no te imaginas lo presente que está, de manera constante, en nuestra vida cotidiana. Se trata de la comprensión, la comprensión profunda hacia nuestro prójimo, y también, por qué no, la actitud de perdón. Este último -el perdón- está ahora apenas insinuado, pero será enfáticamente tratado en otra obra de Woody Allen que comentaremos hacia el final.
En ningún momento Woody Allen se ríe despectivamente de sus personajes; en ningún momento los desprecia y/o los condena. Sólo en una oportunidad lo hemos visto casi destruir a un personaje -hablaremos de ello más adelante-, pero no en esta película, mucho menos en esta película. Lo que hace es, sencillamente, mostrarnos tal cual somos, con pleno respeto y consideración. Muestra nuestras angustias, nuestros desvelos, nuestra permanente búsqueda de felicidad, tantas veces frustrada. Muestra, también, nuestros errores, nuestras faltas, graves muchas de ellas. Pero no condena.
 ¿Qué hay detrás de ello? Algunos verán un cierto relativismo moral, esto es, que nada es objetivamente bueno o malo, lo cual, por cierto, no es nuestra posición. Es una interpretación no imposible, pero poco probable, sobre todo teniendo en cuenta la evolución de las películas posteriores de Woody Allen. Lo que yo veo es una actitud de  comprensión y consiguiente perdón, lo cual es incompatible con el relativismo moral. Trataré de explicarte mi opinión.
La actitud de comprensión y perdón es una norma moral que te estoy proponiendo, basada en las consideraciones anteriores. Comprender a una persona significa tratar de tener en cuenta todo el conjunto de circunstancias que puede influir en su conducta. «Tener en cuenta» implica saber que existen, aunque, precisamente, no podemos conocerlas todas. Justamente por ello, la conducta humana tiene motivaciones subjetivas sumamente complejas, tales que nos impiden abrir juicio certero sobre la culpabilidad y/o malicia de alguien. Eso sólo Dios puede hacerlo. Entonces, debemos siempre tratar de comprender. Claro, esto sería tal vez fácil en caso de que consideremos que no hay bien y mal, o Dios al que rendir cuentas, pero lo valioso moralmente es hacerlo cuando estamos seguros de que tal o cual conducta no es correcta. Porque, en ese caso, y como ya te dije, podemos juzgar la conducta como tal, pero no la conciencia interna de quien se conduce de ese modo. Y, al mismo tiempo, eso nos abre a la actitud de perdón. Esto es, tener nuestros brazos abiertos para olvidar, para recibir en nuestro corazón otra vez a quien nos hizo daño e hizo algo incorrecto, precisamente para ayudarlo a perseverar en el bien. Esto no implica que el otro deba hacer un anuncio explícito de su cambio de conducta. Implica, más que un acto formal de perdón, una actitud permanente de perdón, lo cual es distinto. Esto es, estar permanentemente abiertos y alertas a la más mínima señal de que la otra persona está demandando nuestro afecto; es estar permanentemente alertas al más mínimo bien que le podamos hacer. Pero no hablo de la persona que queremos entrañablemente, sino también y, en este caso, sobre todo, de la persona cuya conducta es mala y perjudicial. Porque esa actitud de nuestra parte es lo único que puede ayudarla a cambiar. Podemos declararle la guerra, pero en la guerra alguien muere. Y la moral que te propongo no es para matar a nadie, sino para revivir y reencontrar lo perdido.
Y el perdón que te propongo es útil para la otra persona aún en caso de que supieras que esa persona, y no sólo su conducta, es mala. Porque se trata, justamente, de ayudarla a cambiar.
Nada de lo que te propongo implica no defenderse o no tratar de corregir al otro. Puedes defenderte sin contradecir esa actitud de perdón. Algunas prácticas orientales tienen mucha sabiduría en esto. El Aikido, la más ética y pacífica de las artes marciales japonesas, no detiene el golpe, sino que lo deja pasar, lo desvía y lo neutraliza. Creo que nosotros debemos hacer lo mismo en nuestra vida. Una cosa es que debas distanciarte circunstancialmente de alguien, para que no te dañe; otra cosa es que, con odio y rencor, incompatibles con el progreso de tu espíritu, intentes destruírlo. Son dos actitudes absolutamente distintas.
Tampoco implica que no puedas señalar oportunamente una falta a alguien, a ese alguien en persona, si esa persona te lo permite. Esto es: siempre que adviertas que «tienes pista» para poder aterrizar. Para esto, la amistad sincera es esencial. Pero, justamente, nunca te «autorizarán» a hacer esto si tu actitud no ha sido la de comprensión y perdón anteriormente referida.
Esto último que hemos dicho es importante porque de lo contrario puede confundirse a la comprensión de la que estamos hablando con una actitud de despreocupación por la mala conducta, ajena o propia. No, de ningún modo se trata de eso. No se trata de que no debemos corregir a la conciencia equivocada. Se trata simplemente de que no debemos entrar en la conciencia de otro sin permiso. O, con términos más exactos: sin prudencia.
No sé si estarás de acuerdo conmigo o no. Pero, aún en el caso de que estés de acuerdo, es interesante reflexionar sobre lo difícil que es para nuestro duro corazón hacer todo esto. Constantemente estamos murmurando, condenando, insultando, «mandando al infierno» a los demás. Por eso, lo interesante es advertir que podemos reflexionar tranquilamente sobre estos temas al ver, desde afuera, una película como Ana y sus hermanas. Sentados en la butaca del cine, nos reímos, pensamos, comprendemos, y hasta podemos encariñarnos con los personajes aún cuando no coincidamos con algunas de sus conductas. Precisamente, porque se trata de una historia que no nos afecta personalmente. Ahora bien, lo que Woody Allen ha hecho es retratar un conjunto de dramas y problemas que pueden ser los de cualquiera de nosotros. Y, en ese caso, ¿qué actitud adoptaremos? Si tú fueras hermana o hermano de Ana y te enteraras de que tu hermana Lee se acostó con  tu cuñado, qué harías?
No te creas que tengo la respuesta exacta; no te creas que yo sé perfectamente lo que haría. Sé que acostarse con quien no sea tu cónyuge es malo moralmente; sé también que no debo juzgar sobre la culpabilidad de nadie, y lo que quiero transmitirte es precisamente el desafío permanente que ello nos plantea. El desafío de vivir, en nuestra existencia cotidiana, la comprensión, el perdón, y, al mismo tiempo, la no complicidad con el mal. No es fácil. Pero es lo que debe hacerse. A veces fallaremos. Pero la filosofía moral tiene la peculiaridad de que plantea a nuestra vida desafíos y exigencias concretas. Las normas morales son, como tales, universales y abstractas; cada acción humana libre es, empero, singular y concreta. Y en esa singularidad es donde debemos plasmar vitalmente la universalidad de nuestros planteos. La virtud que facilita esa concreción es la prudencia. Ser prudente no es ser timorato, como a veces cierto uso coloquial ha deformado el contenido del término. Es hacer lo bueno en el momento preciso. Lo cual incluye tanto no actuar como dar un golpe sobre la mesa y decir «no!». En fin, también se puede decir `no’ sin golpear la mesa.
Hemos reflexionado suficientemente sobre este punto. Ha sido uno de los más difíciles, vitalmente, hasta ahora, pero justamente por ello conviene dejarlo sedimentar por sí solo. Creo que es conveniente pasar ahora al segundo eje de reflexión que quería proponerte. Se trata de la búsqueda de Woody por el sentido de su existencia, y la solución que adopta.
Hemos reflexionado ya sobre el sentido de la existencia humana, y no quiero insistirte sobre ese punto. Hay algunos otros aspectos que destacar en esta oportunidad.
En primer lugar, fíjate que Woody asume plenamente el problema. Lo encara de frente, no le huye. Eso es positivo. Es positivo sencillamente porque es asumir una parte importante del punto de partida del problema existencial humano: somos limitados, mortales, estamos como colgados sobre la nada. No me malinterpretes. No te digo que debas estar todo el tiempo pensando en esto. No. No se trata de un determinado momento, no se trata de un horario, no se trata de decir «hoy ya he pensado sobre el sentido de mi vida, ahora puedo ver la televisión» (bueno, por ahí pescás una película de Woody Allen y…). Se trata de un momento más existencial, no relacionado con el reloj. Se trata de que llegue a tu vida un instante existencial en el cual, para madurar, te hayas planteado a fondo cuál es su sentido último. Allí tu existencia se vuelve sobre sí misma, se interroga a sí misma, y evita la «alienación» constante de estar pasando a través de sí misma como a través del cristal de un anteojo. Si este momento no llega, tú jamás te verás como lo que manifiesta más intensamente tu esencia limitada. Esto es, vivirás en el olvido permanente de que vas a morir. Tal vez en este momento me estés diciendo de todo. Si, te comprendo, yo me rebelo humanamente frente a la muerte, igual que vos. Pero vivir en el olvido de que vas a morir es, salvando las distancias, como vivir creyendo en los Reyes Magos.
Una vez que se asume el problema, hay dos salidas. Una, positiva, que es encontrar precisamente en el hecho de nuestra contingencia (manifestada existencialmente en nuestra mortalidad) la premisa para demostrar que Dios existe y encontrar en El la esperanza y el sentido último de nuestra vida. Es la vía que te he propuesto, filosóficamente, aunque también se puede llegar a Dios por vía religiosa. Ambas vías son complementarias, pero sobre eso hablaremos más adelante. Otra salida es negativa, y tendría varias subdivisiones. Puedes asumir la angustia de que no puedes solucionar el problema y vivir en ella de modo permanente (como Frank, en la película anterior), aunque hay que ver si la psiquis humana soporta eso de modo permanente; en realidad, esa angustia existencial permanente es enfermante y para amortiguar su dolor el ser humano recurre a todo tipo de escapismos y narcóticos, de toda gama, desde los más peligrosos (la droga, por ejemplo) hasta otros más de largo plazo (el endiosamiento de cosas en sí mismas buenas que «pateen» el problema permanentemente para adelante; por ejemplo, «sumergirse» en el propio trabajo).
Ahora bien, la salida asumida por Woody en la película es un escapismo muy particular; se trata de la salida «cómico-existencial» al problema, como la hemos llamado. Woody Allen es directo. El problema está planteado con tal magnitud, que lo que nos dice es: si no lo resuelves, o te pegas un tiro o te matas de la risa. Y Woody opta por lo segundo. No sabemos si Woody Allen. Es más, conjeturamos que está encontrando la salida positiva. Pero el Woody de Ana y sus hermanas pasa por las dos fases de la salida negativa: o llegas al colmo de la angustia, o te ensordeces totalmente ante ella con la risa. Es una salida habitual. Muchos filósofos la han utilizado. Hay muchos escépticos absolutos que son maestros de la ironía y el humor. Son coherentes: o lloran o lo toman todo a broma. Lo segundo permite una mayor supervivencia.
«Pasa por esta vida sin sentido lo más divertido que puedas». Es una salida absolutamente comprensible para evitar el dolor. Pero, claro, no es solución. Sólo es anestesia. E ilusoria. No podrás reírte siempre. Y el Woody de la película, en el fondo de su corazón, lo sabe.
Yo no te propongo que no te rías. Al contrario, saber qué es tu fin último, y fundar en ello tu esperanza más profunda, es motivo de una alegría paralelamente más profunda. Una alegría y una sonrisa que surgen de lo más profundo de tu espíritu, totalmente compatible con tu risa mientras ves a Los Tres Chiflados, cuando contás un chiste en una reunión de amigos, y cuando contemplás, sereno, la caída del sol. Una alegría que se convierte en tu fuerza secreta cuando sufres, cuando lloras, cuando los problemas de este mundo parecen vencer tus resistencias. Es la esperanza que te mantiene firme ante la muerte, frente a la cual nuestra humanidad grita de manera permanente. Es la señal de que hemos tomado la mano de Dios.

 

Pero tú no tienes ni siquiera que elevar tu brazo. Es Dios quien te toma de la mano. Tú, simplemente, no le digas que no.

 

Gabriel J. Zanotti es Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA).  Es profesor full time de la Universidad Austral y en ESEADE es Es Profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.