SOBRE LA LEY NATURAL

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 9/3/14 en:  http://gzanotti.blogspot.de/2014/03/sobre-la-ley-natural.html

 

 

  1. La idea de ley natural y sus dificultades en el horizonte actual.
En los debates actuales sobre diversos social issues (aborto, matrimonio homosexual, etc) algunos católicos afirman a veces una noción de ley natural, basada sobre todo en Santo Tomás de Aquino –a veces no del todo bien interpretada- “etsi modernitas non daretur”, esto es, como si esa idea no hubiera casi desaparecido en nuestro horizonte de precomprensión cultural, dados precisamente todos los debates filosóficos que tuvieron lugar desde Descartes en adelante, pasando por Kant y el positivismo. De ese modo se produce una inconmensurabilidad de paradigmas[1], no porque necesariamente “deba” darse, sino porque el modo de planteamiento así lo produce. Se produce la típica incomunicación del endo-grupo con el exo-grupo[2], que se miran respectivamente como exo-grupos. Cada uno considera su propio paradigma como naturalmente evidente, racional, y pone “la carga de la prueba” en el otro. Y sin conciencia de ello. Así, por ejemplo, se afirma a veces que “por ley natural el feto tiene derecho a la vida”, como si el que lo negara se enfrentara con una proposición evidente desde su punto de vista y como si él (el que lo niega) tuviera serios problemas en “demostrar” su negación. Pero es precisamente al revés. Lo primero que va a hacer el que piense diferente será poner toda la carga de la prueba en quien afirme dicha proposición. Le negará toda evidencia de la ley natural, contrapondrá ley natural a cultura, colocará la ley natural en un horizonte medieval pre-científico, separará Iglesia y estado y pondrá la ley natural a título de creencia privada de los católicos, etc. El católico intentará decir que todo lo que él dice lo dice desde “la razón”, pero el contraopinante dirá que razón es igual a ciencia, y que la ciencia no avala la idea de ley natural. Entonces el católico intentará decir que lo que él dice se basa en la ciencia con lo cual no sólo se enfrentará de debates científicos muy delicados sino que incluso se enfrentará con la pregunta de si ha abandonado entonces la idea de ley natural o si ésta se basa en el método hipotético-deductivo de las ciencias naturales y, si en el mejor de los casos el diálogo es académico, el católico se enfrentará a un callejón sin salida si su contraopinante está bien formado en epistemología. Y debate terminado[3].
Todo ello porque el católico no pudo ponerse en su propio horizonte cultural, esto es, un horizonte que da por obvio al neopositivismo o a un relativismo post-moderno pero nunca dará por obvias o aceptadas las premisas filosóficas de la ley natural, esto es, una metafísica “racional”. Y no es difícil entender por qué. Un breve repaso de la historia de la filosofía lo muestra.
1.2.  La declinación filosófica de la idea de ley natural.
Cuando Santo Tomás razona sobre la ley natural, lo hace sobre la base de dos horizontes que, como se sabe, él “fusiona”, en términos gadamerianos, logrando su propia síntesis. Esos dos horizontes son: a) su propio contexto cristiano, donde la ley natural es “participación de la creatura racional en la ley eterna”[4], y, b) una síntesis platónica-aristotélica que él interpreta desde el horizonte (a), donde elementos que hoy llamaríamos filosóficos, como la idea de participación, de virtudes cardinales y de tendencias humanas son colocadas en el contexto de explicación de la ley natural[5].
Todo ello entra en crisis filosófica no recién en los siglos XVIII y XIX, sino ya en los siglos XIV, XV y XVI, con los debates sobre el nominalismo, la caída del paradigma aritotélico-ptolemaico, donde se arrastra a la física y metafísica de Aristóteles que Santo Tomás había pacientemente trabajado[6], y el surgimiento de nuevas metafísicas neoplatónicas y neopitagóricas cristianas en el s. XVI[7], ajenas a la síntesis de Santo Tomás.
Todo ello produce una crisis conjunta que intenta ser resuelta por Descartes. En su intento por rehabilitar la metafísica, Descartes divide límpidamente al universo creado en un sujeto inmaterial cognoscente, res cogitans, un objeto conocido material y por ende geométrico, res extensa, y un Dios trascendente a ambos, una especie de res cogitans infinita, demostrada a partir de su propia reelaboración del argumento ontológico. Hume tira abajo esa demostración de la existencia de Dios, y con ello, toda la garantía de la certeza de Descartes. Con Hume cae todo: sustancia, esencia, causalidad, racionalidad, aunque no olvidemos que después de Descartes la filosofía es post-cartesiana: Hume concibe la filosofía en los términos que Descartes la había reestablecido. No olvidemos por ende que la idea de “cosa en sí” o naturaleza del objeto conocido queda ubicada como la definición geométrica-analítica de la res extensa.
Kant afirma como sabemos que Hume lo despierta del sueño dogmático, pero no para quedar en su escepticismo, sino para reconstruir la certeza sobre otras bases. Ahora las categorías a priori del intelecto ordenarán un caos de sensaciones de otro modo ininteligible. De ese modo se reelabora a la matemática y a la física –ya newtonianas- como ciencias, pero se deja a la metafísica en el lugar de la “creencia”. Se separa a la metafísica del terreno de lo racional y lo racional es ubicado en el terreno de la física y las matemáticas, y en el ámbito de lo humano lo racional es el imperativo categórico, el deber por el deber mismo y la autonomía de la razón, y no una idea de ley natural que él considera ya irredimiblemente metafísica. La esencia de las cosas entendida como “cosa en sí misma” es imposible de conocer, y por ende cae una de las bases gnoseológicas de la ley natural.
Positivismo y neopositivismo dan un paso que hace quedar a Kant como un anciano conservador. Tratan de recuperar una noción de “cosa en sí” no tocada por nuestro intelecto, y la colocan en “los hechos”, libres de nuestras hipótesis y jueces de las hipótesis, y además la metafísica ya no es Fe sino “peor”: es un sin-sentido, como el mismo Hume había adelantado. Por supuesto hoy se discute si esto es más bien la versión difundida por A. J. Ayer o eran en realidad una forma sutil de neokantismo[8], y además el tema de los hechos en sí mismos quedó superado por el historical turn de Popper-Kunn-Lakatos-Feyerabend[9], pero la cuestión es que el impacto cultural del neopositivismo aún se siente y mucho, y enardece además el debate con su enemigo, el post-modernismo que se basa en una hermenéutica post-heideggeriana relativista[10].
Desde luego, en este panorama, donde estas ideas han derivado en creencias culturales muy profundas, una idea de ley natural basada en Santo Tomás no tiene cabida.
Todo esto debería ser muy conocido pero lo reseñamos sólo para que se entienda mejor por qué la carga de la prueba la tiene hoy quien sostenga la ley natural escolástica. Lo mismo sucede con ideas concomitantes: de acuerdo a este repaso que hemos hecho. La racionalidad queda reducida a cálculo algorítmico, la verdad, a lo que empíricamente testeable según el positivismo y neopositivismo; la idea de naturaleza o esencia se pierde definitivamente en el horizonte y el libre albedrío carece ya de demostración racional, como toda cuestión metafísica. Las filosofías anti-neopositivistas, como el citado historial turn de la filosofía, las reacciones existencialistas, la filosofía crítica de la escuela de Frankfurt o el giro hermenéutico y el giro lingüístico, sumado a ello el neopragmaticismo, tampoco habilitan nuevamente la idea de ley natural, aunque contienen todas interesantes posibilidades de diálogo con la escolástica. Sumemos a ello que la historia de la filosofía moderna y contemporánea es vista a veces desde le neoescolástica como una suma de errores de refutar, más que como una serie de autores para comprender, lo cual dificulta aún más el diálogo.
  1. Un puente con la filosofía contemporánea: la fenomenología de Husserl.
2.1. La idea de mundo vital.
La fenomenología de Husserl podría correr igual suerte en su diálogo con la neo-escolástica, si esta última viera en él solamente el problema del idealismo trascendental, como de hecho sucedió[11]. Sin embargo, el rescate husserliano del sentido de esencia considerada en sí misma (reducción eidética) produjo importantes diálogos, como el clásico caso de Edith Stein[12], aunque de hecho ella también tuvo sus problemas con la intersubjetividad y el idealismo trascendental[13]. Entre nosotros, Francisco Leocara ha producido varios libros y ensayos que re-encaminan el camino hacia un tomismo fenomenológico mucho mejor sistematizado[14].
En mi caso he hecho esfuerzos para conciliar al realismo de Santo Tomás con el mundo de la vida de Husserl y la noción de horizonte de Gadamer[15]. No hemos utilizado a Ricoeur[16] porque el anclaje que hacemos en el mundo de la vida de Husserl es directo. Explicaremos de todo ello sólo lo necesario a efectos de este trabajo.
La idea de ley natural no puede dialogar con el mundo actual si de algún modo no re-explicamos la noción de naturaleza. Recordemos que para Kant la naturaleza en sí misma es incognoscible. Pero Kant, recordemos, razona (igual que Hume) en los términos en los cuales Descartes había replanteado a la filosofía. El sujeto podía conocer el mundo externo en la medida que se demostrara la existencia de Dios como garante de la certeza de dicho conocimiento, y la naturaleza del mundo externo era en sí misma geométrica. “Naturaleza de las cosas” comenzó entonces a referirse a la naturaleza de las cosas materiales geométricamente medidas (porque la materia es matemática). El racionalismo post-cartesiano, hasta Leibniz, intenta defender la posibilidad de una metafísica así concebida mientras que el empirismo, llegando a Hume como lo más coherente, niega ese tipo de metafísica, o sea, después de Descartes, la metafísica. Como sabemos, Kant intenta mantener la certeza, como en el racionalismo Leibniz-Wolff, pero afirmando que conocemos el mundo físico-matemático como fruto de nuestra organización categorial, con lo cual el conocimiento de la cosa en sí queda negada. Pero como vemos, esa cosa en sí era la naturaleza de las cosas como “mundo externo” concebido matemáticamente.
La noción de “mundo externo físico”, aunque no matemático, se conserva incluso en la neoescolástica por el modo en que ésta tiene de absorber el problema del conocimiento como Descartes lo plantea. Sujeto – mundo externo, afirmándose que la realidad del ser y el modo de ser del el mundo externo, contrariamente a Descartes, es “evidente”. Pero se mantiene el mismo planteo cartesiano de plantear el problema, lo cual sigue conduciendo hasta hoy al problema de cómo el sujeto cognoscente re-presentaen su inteligencia al mundo extramental[17].
Lo que yo sostengo es que la noción de mundo husserliano replantea totalmente el problema. Mundo es en Huisserl no la cosa externa, física, sino la intersubjetividad, la relación entre sujetos, esto es, entre personas[18]. Este cambio en la noción de “mundo” es fundamental. Inspira al Da-sein de Heidegger[19], a los horizontes de Gadamer[20], pero aún no se ha terminado de ver su importancia gnoseológica porque queda absorbido por las transformaciones ontológicas de Heidegger. El que mejor ha desarrollado sus implicaciones ha sido A. Schutz[21] pero, de vuelta, fue interpretado como algo meramente sociológico.
¿Por qué es tan importante?
Por varias cosas.
Uno, se corta, en cierta medida, el problema del puente. El sujeto (la persona) ya no tiene un mundo externo que está en frente de ella, sino que “está en” el mundo, en el sentido que “habita” la red de relaciones intersubjetivas que constituyen su mundo, que de ese modo ya no es externo sino “interno” sin ser intra-mental. La dicotomía sujeto/objeto cambia por persona/mundo. Es el “estar-en-el-mundo” huserrliano.
Dos, es el mundo de la vida humana. Aquí filosofía y vida se unen nuevamente. No es la vida biológicamente descripta por la ciencia actual, sino la vida como lo humano que se despliega en la inter-subjetividad. Ese mundo de la vida despliega todas las posibilidades típicamente humanas: arte, mitos, religiosidad, política, economía, religiones, etc.
Tres, es un mundo de la vida donde la persona define sus relaciones por otras por una acción intencional: es un mundo de fines, de “motivación como ley fundamental del mundo espiritual”[22] irreductible en ese sentido a las explicaciones que de modo conjetural podamos dar en las ciencias naturales. A la vez, es la acción de un cuerpo viviente: un leib, no un corper. Una persona corpórea viviente que de ese modo capta las acciones de los otros cuerpos humanos como manifestaciones de otros “yo” (intersubjetividad). El sujeto deja de ser la mónada espiritual cartesiana para pasar a ser una persona corpórea en relación con otras personas. Y ese “en relación con” es su mundo.
Cuatro, volvamos al punto uno. Ya no hay “mundo externo”. ¿Y las cosas físicas? Inspirándonos en el apéndice V de Ideas II[23], ya dijimos que las cosas físicas son conocidas en y desde la intersubjetividad, ya como artefactos concebidos y producidos en esa intersubjetividad, y que por ende tienen sentido sólo en ella, ya como cosas físicas que no dependen de la acción humana pero son humanamente conocidas, esto es, también desde la intersubjetividad. Esto último es fundamental porque corta el nudo gordiano de la “naturaleza de la cosa en sí misma” planteada por Descartes y que Kant intentó resolver. En la intersubjetividad, se supera la dialéctica entre cosa en sí y cosa “en mí”. El agua, por ejemplo, es conocida desde lo humano. No desde los diversos paradigmas científicos, sino desde sus significaciones humanas pre-científicas: el agua es vida, es beber, es refrescarse, es limpiar, es inundación, es sequía si falta. Claro, es todo ello porque “en sí” es algo tal que es todo ello, pero qué es el agua como sólo un ser omnisciente lo podría saber, no lo sabemos: nuestro saber es el conocer del ser en el mundo, de la intersubjetividad, que tiene un límite y a la vez todo su alcance en nuestra propia humanidad.
Mucho más con la naturaleza humana. No es conocida porque se estudie un tratado que describa las características de una naturaleza humana en sí misma abstracta independiente de la vida concreta, sino que es conocida en ese ser-con-los-otros, en esa “experiencia de lo humano”, que remite a esa prudencia aristotélica rescatada por Gadamer[24] y Santo Tomás[25], a las virtudes y vicios analizados por Aristóteles en su ética[26], a esa naturaleza humana analizada por los filósofos escoceses (Hume, Smith, Ferguson)[27], al conocimiento por connaturalizad analizado por Santo Tomás[28], al conocimiento de las sutilezas de lo humano descripto por poetas y literatos, y tan bien utilizados por Freud[29], y también a esa sencilla descripción de las tendencias humanas realizada por Santo Tomás en su Suma Teológica[30]. Todo ello ha sido llamado “reducción vital” por Francisco Leocata[31], como puente de unión y no fusión entre la filosofía y la psicología.
¿Y lo histórico? Aquí es donde el anclaje entre Husserl y Gadamer es directo, y de este modo el giro hermenéutico no tiene ningún significado nihilista (como le ha querido dar Vattimo[32] y otros autores). La historicidad a la que se refiere Gadamer, esos horizontes de pre-comprensión, donde el pasado está viviente como presente en el conjunto de tradiciones que constituyen nuestras pre-comprensiones, es el mismo mundo de la vida de Husserl en tanto desplegado en sus diversas manifestaciones históricas. El mundo de la vida no es unívoco ni equívoco, sino análogo. Las manifestaciones culturales son diversas pero en los mismos términos de Gadamer manifiestan “lo humano”, que de ese modo no es unívoco ni polisémico, sino análogo: mitos, artes, sistemas políticos y religiosos son manifestaciones diversas de algo humano en común. En ese “algo humano” es donde aplicamos la actitud teorética y la reducción eidética de Husserl. Cuando dos horizontes de precomprensión se comunican, se intersectan, lo hacen a través de algo humano que se puede analizar fenomenológicamente. La noción de sacrificio que tenían los aztecas y los mayas era muy diferente a la noción de sacrificio judeocristiana pero tienen algo en común: la ofrenda a lo divino, y cuando analizamos ello “en su esencia”, hacemos una reducción eidética que llega a la esencia en común dada la naturaleza humana en común. Pero sin abstraerla de la historia: así como la naturaleza humana está totalmente en cada uno de los seres humanos existentes pero no se reduce a cada uno de los humanos existentes[33], así cada esencia de cada relación intersubjetiva existe totalmente en cada horizonte histórico concreto sin reducirse a ese horizonte en particular.
Por ende, el famoso “conocimiento de la esencia” que posibilita el análisis de la ley  natural, no es una esencia en sí misma conocida de modo abstracto, como la premisa mayor universal de cierto iusnaturalismo racionalista[34] que deducía los contenidos de la ley natural como teoremas, todo ello fuera de la historia y de la vida. Es la naturaleza humana conocida en la intersubjetividad, en sus diversas manifestaciones históricas pero sin reducirse a cada una de ellas en particular. Pero, a su vez, todo esto implica una conclusión filosófica más general: el famoso oscurecimiento del conocimiento de las esencias después de Kant estaba supeditado al planteo cartesiano res cogitans – res extensa (matemática) que es precisamente lo que Kant intenta solucionar. Superado el planteo cartesiano (muy comprensible en su momento, no lo estamos criticando ácidamente como algunos tomistas o algunos heideggerianos), se puede re-establecer el famoso tema de las “esencias”, como algo implícito en el conocimiento cotidiano del mundo de la vida, con todos sus límites.
2.2.  Racionalidad y verdad.
Por una obvia transitividad, también se pueden replantear la racionalidad y la verdad. No se tira por la borda la racionalidad de las ciencias (aunque moderada, sí, por el aludido historical turn) pero sí se la ubica dentro de una racionalidad más amplia concebida como ese comprender originario del estar-en-el-mundo-de-la-vida, donde puede darse además una actitud teorética que profundiza sus significaciones más centrales. Todos los debates donde se hable de “razón”, “demostración racional”, etc., deben ser “re-elaborados” bajo esta aclaración indispensable. En última instancia, la crítica de Husserl presente en La Crisis de las Ciencias Europeas[35] retoma la primacía del theos de la razón como contemplación de la verdad, adelantándose, de mejor modo creemos, a lo que luego la Escuela de Frankfurt criticará como la primacía de la razón instrumental.[36]
Con la verdad, algo similar. La antigua noción de adecuatio fue re-elaborada en el aludido esquema cartesiano, donde la verdad como adecuación entre inteligencia y realidad pasa a ser la adecuación entre sujeto-mundo externo, bajo la pregunta sobre cómo sabemos que la idea re-presenta “verdaderamente” al mundo externo, a lo que Descartes responde: porque Dios lo garantiza. Cuando Hume y Kant tiran abajo esa respuesta, ya hemos resumido el resultado: la adecuación entre sujeto y mundo externo se produce merced a la organización categorial del yo trascendental en Kant y por ende “la cosa en sí” no es conocida en sí misma. Pero el positivismo de fines del s. XIX y el neopositivismo de ppios. de XX parece ser una de las tantas respuestas que genera la filosofía post-kantiana. La “cosa en sí” es re-descubierta como los hechos del método científico. El famoso método cartesiano se transforma ahora en un método para librar al conocimiento humano precisamente de “lo subjetivo”, y lograr “la objetividad de los hechos”. El inductivismo y los cánones de Mill al respecto, y el método de hipótesis, deducción de las consecuencias, verificación probable de las consecuencias, de Hempel, Carnap, Nagel, parecen acercar a la inteligencia humana a un paradójico mundo feliz donde se ha librado de sí misma: los “facts” de las ciencias naturales, que luego inundan a las ciencias sociales con una pretendida imitación de dicho método[37]. Volvemos a decir que Popper es el primero que desde la ciencia misma tira abajo esta ilusión pero sus consecuencias culturales quedan: la verdad se deposita en “los hechos”, “lo objetivo”, “lo científico”, fuera de ello, no existe la verdad sino “lo subjetivo” donde obviamente también están las ideas filosóficas y teológicas de la ley natural. Algunos católicos tratan entonces de argumentar a favor de la ley natural desde esa noción de “lo científico” sin darse cuenta que están arrojando a las problemas morales así propuestos a la falibilidad intrínseca del método hipotético-deductivo.
Pero este problema subsiste aunque no estuviéramos afectados por el neopositivismo como cultura. En la medida en que se siga manejando el viejo esquema de sujeto – mundo externo para la teoría del conocimiento, sigue existiendo el problema de la re-presentación del mundo externo al sujeto, y la salida no es fácil[38]. La cuestión es que cuando cambiamos, precisamente, la noción de mundo físico por la noción de mundo de la vida, la persona está en el mundo, y por ende no tiene que re-presentarse un mundo externo sencillamente porque está en él. El planteo puede parecer heideggeriano en su lenguaje pero no, porque no estamos asumiendo las consecuencias metafísicas del Da-sein. Sólo decimos que ya no hay “problema del puente” que el sujeto tiene que cruzar hacia el objeto. Por lo tanto la verdad no es tanto adecuación sino manifestación del estar en el mundo de la vida: si Alcibíades es llevado por Sócrates a contestar qué es la valentía, y contesta “con verdad”, es porque es llevado mayéuticamente a contemplar su mundo, del cual emerge la verdad. Este es el modo de razón y verdad que está detrás de toda argumentación de ley natural.
2.3.  La dicotomía natural/cultural.
Debido a todo el panorama expuesto anteriormente, el ser humano en general se siente sólo compelido por las leyes de la naturaleza física. Lo demás sería el reino de lo cultural y por ende lo “no-normado”.
Frente a eso, los debates sobre la ley natural parecen enfrentarse al tema de “lo cultural”, y mucho más si esta última es vista como un testimonio en sí mismo del relativismo. Cuando vimos de qué modo el giro hermenéutico en Gadamer se puede instalar en la fenomenología de Husserl, vimos que ello no es así. Lo cultural es lo humano en tanto mundo de la vida, mundo de la vida, sí, diversificado en horizontes diversos. Esos mundos diversos no son incomunicables, ya vimos que son comunicables precisamente con una intersección de horizontes que abre hacia una razón en común entre ellos basada en lo humano en común. Por ende la dicotomía entre lo humano y lo cultural, y por ende, entre una ética universal y lo cultural, es falsa, pues se basa en una visión unívoca de lo humano y en una visión equívoca de lo cultural. Ya dijimos que lo humano es análogo: diverso en tanto se manifiesta en culturas diversas, similar en tanto a lo humano que las une. Que ello implica la necesidad de un diálogo y que ello puede implicar difíciles debates es obvio, pero ya vimos que esos difíciles debates no se evitan ni siquiera en el ámbito de las ciencias naturales, que son una manifestación más de una cultura en particular, la occidental.
Oponer cultura a naturaleza humana es por ende erróneo: la naturaleza humana es cultural y lo cultural manifiesta a la naturaleza humana. Y esto fue dicho por alguien que no era precisamente el Romano Pontífice: “…he llegado a la conclusión de que cada cultura es en potencia todas las culturas y que las características culturales especiales son manifestaciones intercambiables de una sola naturaleza humana” (Paul J. Feyerabend[39]).
2.4.  La dicotomía ser/deber ser.
También esta habitual dicotomía, afirmada por Hume, tiene mucho que ver con la primacía cultural del positivismo a la cual estamos haciendo referencia. Si la verdad se deposita sólo en los hechos de una supuesta ciencia no afectada por lo subjetivo, tratar de hablar de “la verdad” de juicios de valor subjetivos parece un sin sentido. Los debates sobre la ley natural son afectados radicalmente por este problema. Kant intento superar la dicotomía con su famoso imperativo categórico pero ello no pudo evitar que la dicotomía llegara, con las mejores intenciones, incluso a las ciencias sociales despojadas de positivismo, como los planteos neokantianos de M. Weber[40] que afectan luego a sus mejores discípulos[41].
La intersubjetividad tiene, en cambio, implicaciones éticas que han sido bien vistas por los filósofos del diálogo[42]. El otro en tanto otro es en ellos un punto de partida tanto moral como ontológico[43]. En ese mundo de la vida, donde las personas pueden establecer entre sí relaciones de amor auténtico, las personas son capaces de entregarse y de prometerse mutuamente. El acto del habla ilocutivo “prometo que”[44] hace pasar al deber ser las potencialidades de amor genuino que cada persona tiene ante la otra, y ello está fundado en esa noción de naturaleza humana referida anteriormente (punto 2.1.). Esas experiencias vitales, vistas con la actitud teorética husserliana, es lo que convierte en “teoría” de la ley natural lo que antes fue (en actitud natural) su “ser vividas”. La conciencia de la ley natural no surge en la persona porque estudie de modo abstracto y erudito todas las filosofías morales de todos los filósofos. Es más, ello puede convertirla en escéptica. La pregunta clave es: “¿has hecho algo bueno alguna vez?”. El “si” consiguiente y la reflexión socrática sobre las implicaciones del “si” hace rugir reflexivamente en la persona la conciencia de la ley natural.
Pero, a su vez, esta dicotomía parece ignorar el círculo hermenéutico. La persona nunca hace sobre la realidad juicios neutros de valoración, sino que esas valoraciones, que le dan sus criterios de relevancia y enfoque sobre la realidad infinita y compleja, están cargadas de los valores de su propio horizonte de pre-comprensión que es su mismo mundo de la vida cargado de historicidad. Que el deficit norteamericano se incremente no es un simple juicio “de hecho”. También es real (obsérvese que nodigo “hecho” sino “real”) que ese aspecto de la realidad es para el mundo intersubjetivo más importante que lo que ayer pueda haber yo desayunado. Y ese nivel de importancia es valorativo (esto tiene consecuencias básicas para la filosofía de la comunicación social). Lo que en la epistemología de Popper ha sido llamado la carga de teoría de la base empírica[45] (theory-laden) es llamado el value-laden de toda humana proposición, y esto ha sido explícitamente afirmado por H. Putnam[46].
  1. Ley natural: ¿con o sin fe cristiana?
Abordemos ahora un tema delicado pero esencial para la comunicación y el diálogo con el mundo contemporáneo.
Una tentación recorrió a la neoescolástica cristiana durante mucho tiempo, y de modo muy comprensible. La de presentarse como una filosofía sólo desde “la luz natural de la razón”, destacando precisamente que sus principios ontológicos y los preceptos de la ley natural son comprensibles (y por ende también exigibles) para los no-creyentes. Los orígenes de todo esto fueron muy bien reseñados por Gilsón en “El filósofo y la teología”[47], y no es este el lugar para comentarlos de vuelta. La cuestión es que ello parece ser lo adecuado para un posicionamiento en el mundo secular del cristiano como “ciudadano que habla desde la razón” y estratégicamente parece ser lo ideal para un mundo que relega los temas de ley natural al ámbito privado de la fe religiosa.
Sin embargo la cuestión tiene sus complicaciones. Los que estuvieron de acuerdo con la noción de filosofía cristiana (Gilsón fue precisamente uno de ellos) no ignoraban la distinción entre conclusiones que necesitaban una premisa mayor desde la revelación y las que no las necesitaban, pero advertían que la escolástica y su culmen, Santo Tomás de Aquino, no se podrían haber desarrollado sino por los estímulos que la razón humana tuvo en la revelación cristiana en temas esenciales (creación, etc.) totalmente extraños al pensamiento griego en tanto griego[48]Lo cual no era sino decir, en términos hermenéuticos, que lo que hoy llamamos “filosofía” de Santo Tomás no fue sino su teología, en diálogo con la razón, elaborada desde un horizonte de pre-comprensión esencialmente judeo-cristiano.
Esto fue advertido por J. Ratzinger de este modo: “…la razón humana no es en absoluto autónoma. Se encuentra siempre en un contexto histórico. El contexto histórico desfigura su visión (como vemos); por eso necesita también una ayuda histórica que le ayude a traspasar sus barreras históricas. Soy de la opinión de que ha naufragado ese racionalismo neo-escolástico que, con una razón totalmente independiente de la fe, intentaba reconstruir con una pura certeza racional los “preambula fidei”; no pueden acabar de otro modo las tentativas que pretenden lo mismo. Si: tenía razón Karl Barth al rechazar la filosofía como fundamento de la fe independiente de la fe; de ser así, nuestra fe se fundaría, al fin y al cabo, sobre las cambiantes teorías filosóficas. Pero Barth se equivocaba cuando, por este motivo, proponía la fe como una pura paradoja que sólo puede existir contra la razón y como totalmente independiente de ella. No es la menor función de la fe ofrecer la curación a la razón como razón; no la violenta, no le es exterior, sino que la hace volver en si. El instrumento histórico de la fe pude liberar de nuevo a la razón como tal, para que ella –introducida por éste en camino- pueda de nuevo ver por sí mismo. Debemos esforzarnos hacia un nuevo diálogo de este tipo entre fe y filosofía, porque ambas se necesitan recíprocamente. La razón no se salvará sin la fe, pero la fe sin la razón no será humana”[49]. Es una cita densa, con matices importantísimos. Lo que menos hace Ratzinger, si se lee el final, es negar el diálogo razón-fe; menos él, que estaba colaborando en el documento Fides et ratio que aparecería dos años después[50]. Lo que hace es advertir sobre la pretensión de una filosofíatotalmente independiente de la Fe nada más ni nada menos que sobre los prambula fidei (Dios, alma, libertad), sobre los cuales se basa la ley natural. No es que la escolástica no haya elaborado para ellos argumentos que no tengan una premisa mayor como revelación, sino que sin esta última, muy pocos hombres hubieran llegado a ellos, tardíamente y con mezcla de error, lo cual es estrictamente lo que dice Santo Tomás al inicio de la SumaContre Gentiles sobre las relaciones entre razón y fe.[51]
¿Pero entonces? ¿Cómo nos posicionamos como ciudadanos seculares en el mundo actual? ¿No es la “acusación” permanente del laicismo –no laicidad- que el cristiano no afirmaría lo que afirma sin la fe que, en tanto fe, no puede imponerse a los que no la tienen? ¿Qué ocurre entonces con la estrategia de hablar “desde la sola razón?
Dos cuestiones tienen que ser aclaradas allí. Una, mala estrategia es la que se basa en lo imposible. Cuando un católico afirma sus posiciones diciendo que no tienen nada que ver con su Fe, el no católico no le cree y hace bien, porque en el fondo el católico tampoco debería creerlo. El católico habla siempre desde su horizonte judeocristiano y ello no es sólo inevitable sino que está muy bien que así sea, aunque esté hablando de física atómica (en ese caso, por ejemplo, piensa que los átomos NO son Dios sinocreados por Dios, cosa que no pensaría si fuera un shintoísta).Otra cosa es si un físico cristiano tiene un mundo de la vida, una razón y un lenguaje en común para hablar con un físico shintoísta y esa es la cuestión.
Segunda, es el propio Ratzinger, que nos metió en el problema, el que nos saca de él. Ya como pontífice, el 17 de Enero de 2008, en un discurso que no le fue permitido pronunciar, en “La Sapienza”[52], Benedicto XVI re-elabora la noción de public reason de J. Rawls. Para Rawls[53], en una sociedad democrática, con libertad de expresión y libertad religiosa, los ciudadanos deben manejarse, en sus debates públicos, con razones que el otro ciudadano pueda aceptar. Si voy a argumentar en contra de XX, debo decir algo que los demás ciudadanos puedan entender. Si mi punto de partida es un discurso privado, esotérico, imposible será que me entiendan y acepten. Pues bien, ¿no ratifica ello la “estrategia” de presentarse desde la sola razón? Curiosamente, no, al contrario. Benedicto XVI, en un notable párrafo, elabora cómo un cristiano puede presentarse ante los demás como cristiano confiando en la razón. El contexto era precisamente cómo él, como Pontífice, podía hablar ante una universidad laica. Y responde: “…Aquí, sin embargo, surge inmediatamente la objeción según la cual el Papa, de hecho, no hablaría verdaderamente basándose en la razón ética, sino que sus afirmaciones procederían de la fe y por eso no podría pretender que valgan para quienes no comparten esta fe. Deberemos volver más adelante sobre este tema, porque aquí se plantea la cuestión absolutamente fundamental: ¿Qué es la razón? ¿Cómo puede una afirmación —sobre todo una norma moral— demostrarse «razonable»? En este punto, por el momento, sólo quiero poner de relieve brevemente que John Rawls, aun negando a doctrinas religiosas globales el carácter de la razón «pública», ve sin embargo en su razón «no pública» al menos una razón que no podría, en nombre de una racionalidad endurecida desde el punto de vista secularista, ser simplemente desconocida por quienes la sostienen. Ve un criterio de esta racionalidad, entre otras cosas, en el hecho de que esas doctrinas derivan de una tradición responsable y motivada, en la que en el decurso de largos tiempos se han desarrollado argumentaciones suficientemente buenas como para sostener su respectiva doctrina. En esta afirmación me parece importante el reconocimiento de que la experiencia y la demostración a lo largo de generaciones, el fondo histórico de la sabiduría humana, son también un signo de su racionalidad y de su significado duradero. Frente a una razón a-histórica que trata de construirse a sí misma sólo en una racionalidad a-histórica, la sabiduría de la humanidad como tal —la sabiduría de las grandes tradiciones religiosas— se debe valorar como una realidad que no se puede impunemente tirar a la papelera de la historia de las ideas.” (Las itálicas son nuestras).
El párrafo es importante, porque re-habilita al horizonte cristiano de pensamiento en la public reason, lo cual, en términos rawsianos, parecería una contradicción. Las doctrinas “metafísicas”, como, según todo neokantiano, no pertenecen a “lo racional” quedarían fuera del debate público. Pero sin embargo Benedicto XVI ve en Rawls “…un criterio de esta racionalidad, entre otras cosas, en el hecho de que esas doctrinas derivan de una tradición responsable y motivada, en la que en el decurso de largos tiempos se han desarrollado argumentaciones suficientemente buenas como para sostener su respectiva doctrina.”. O sea, es positiva la noción de razón pública en sí misma: debo argumentar con elementos que el otro pueda entender. Pero esos elementos no excluyen tradiciones de pensamiento que tengan contenidos religiosos, porque estos pueden tener una “sabiduría” abierta a la razón. Una razón que nunca es “a-histórica”, sino, como vimos en la noción de horizonte, insertada en la sabiduría de una humanidad rica en sus propias tradiciones. Por ende, las tradiciones religiosas pueden y deben entrar en el debate público[54], en la medida que, en una sociedad con libertad religiosa, encuentren razones que el no creyente pueda entender, pero esas razones emergerán de la sensibilidad cristiana respecto a la verdad de ciertos temas[55]
Lo que queremos decir es entonces lo siguiente. El católico no tiene por qué decir que su noción de ley natural, y su sensibilidad respecto de ciertos temas (aborto, etc) dependen de la sola luz de la razón y “no tiene nada que ver” con su horizonte judeocristiano. No tiene por qué decirlo primero porque es imposible, y segundo porque esa imposibilidad no le quita carta de ciudadanía en el debate público. Porque allí, con los no católicos, él tratará de extraer de su tradición (una tradición rica en el diálogo fe-razón) argumentos que el no católico pueda aceptar (decimos pueda aceptar, no decimos quiera aceptar). El esquema formal del diálogo sería algo así como “sí, por supuesto que digo esto porque soy católico, pero al no católico le puedo decir que X, que en tanto X es razonable para los no católicos”.
La “estrategia” de negar la relación de nuestra propia fe con nuestras posiciones más profundas en la ley natural es errónea, porque: a) el diálogo no es estrategia, es comprensión. En ese sentido los católicos debemos asumir la distinción de Habermas entre acción estratégica y acción dialógica[56]. Los católicos no somos ni debemos ser estrategas. Somos dialogantes, como Santo Domingo. Comprendemos al otro y hablamos al otro. No intentamos dominarlo, la Fe no debe imponerse por la fuerza lingüística. b) Es imposible hablar, si se es católico, SIN el horizonte judeocristiano como un “desde dónde” se habla. Es un imposible hermenéutico. c) La noción de ley  natural de Santo Tomás no es la del derecho natural racionalista, sino que es, como ya citamos, “la participación de la creatura racional en la ley eterna”. El contexto es teológico aunque luego las tendencias propias que fundamentan los preceptos de la ley natural[57]puedan ser compartidas por un no creyente. d) En tanto “estrategia” no da ni siquiera resultado. El no creyente no le cree al creyente cuando lo afirma, y este último se ve enredado en peticiones de principio argumentales que conducen al fracaso su argumentación. e) Por último, y lo más importante: el diálogo con el mundo no creyente sigue siendo perfectamente posible, porque la sensibilidad cristiana proporciona argumentos racionales que el no cristiano puede entender, y por ende una “razón pública desdeel cristianismo” es perfectamente posible[58].

 


[1] Hemos tratado este tema en “Thomas Kuhn: el paso de la racionalidad algorítmica a la racionalidad hermenéutica”, en Revista de Análisis Institucional (2009), 3, pp. 1-56.
[2] Ver Schutz, A.:  The Phenomenology of the Social Word, Northwestern University Press, 1967; Las estructuras del mundo de la vida (junto con Luckmann), Amorrortu, Buenos Aires, 2003; Estudios sobre Teoría Social II, Amorrortu, Buenos Aires, 2003, y  On Phenomenology and Social Relations, University of Chicago Press, 1970.
[3] Hemos explicado algo similar en Ponencia “Algunas reflexiones sobre la comunicación de la ley natural”, en el “Simposio sobre la Ley Natural”, organizado por la UCA, el 13-14/10/06, publicado como “La ley natural está de moda pero incomoda”, en http://www.institutoacton.com.ar/articulos/gzanotti/artzanotti58.pdf
[4] I-II, Q. 91, a. 2c.
[5] I-II, Q. 94 a. 2c.
[6] Ver Ferro, Luis S., La sabiduría filosófica siguiendo las huellas de Santo Tomás, Tucumán: UNSTA, 2004.
[7] Ver Sciacca, M.F.: Historia de la filosofía, Luis Miracle Ed., Barcelona, 1954, caps. XV, XVI y XVII.
[8] Ver al respecto Friedman, Michael: Reconsidering Logical Positivism; Cambridge University Press, 1999.
[9] De estos autores, ver:  Popper, K.: Conjeturas y refutaciones; Paidós, Barcelona, 1983; Conocimiento objetivo; Tecnos,Madrid, 1988; La lógica de la investigación cientifica,Tecnos, Madrid, 1985; Lakatos, I.: La metodología de los programas de investigacióncientífica; Alianza Ed., Madrid, 1989; Kuhn, T.: La estructura de las revoluciones científicas; FCE, 1971; La tensión esencial; FCE, 1996;La revolución copernicana; Orbis, Madrid, 1985; The Road Since Structure; University of Chicado Press, 2000; Feyerabend, P.: Tratado contra el método; Tecnos, Madrid, 1981; Adiós a la razón; [versión inglesa]; Tecnos, Madrid, 1992; Killing Time; University of Chicago Press, 1995.
[10] Un buen ejemplo de esta hermenéutica es Vattimo, G.: Más allá de la interpretación (Paidós, 1995) eIntroducción a Heidegger, Gedisa, 1985. Yo he expuesto una versión realista, no escéptica, de la hermenéutica, en Hacia una hermenéutica realista, Austral, Buenos Aires, 2005.
[11] Como por ejemplo en Maritain, J.: Los grados del saber, Club de Lectores, Buenos Aires, 1983,
[12] Ver al respecto Stein, E. El ser finito y eterno (FCE, México, 1996 [1936] y La pasión por la verdad, Bonum, Buenos Aires, 1994; Introducción, traducción y notas del Dr. Andrés Bejas.
[13] Stein, E.:  Excurso sobre el idealismo trascendental, Ediciones Encuentro, Madrid, 2005
[14] Leocata, F.:  Persona, Lenguaje, Realidad, Educa, Buenos Aires, 2003;  “Idealismo y personalismo en Husserl”, Sapientia, (2000) Vol LV, fasc. 207; “El hombre en Husserl”, Sapientia (1987), Vol. XLII, y Estudios sobre fenomenología de la praxis, Ediciones Proyecto, Buenos Aires, 2007.
[15] Nos referimos a Hacia una hermenéutica realista, op.cit. De Gadamer, ver: El giro hermenéutico, Cátedra, Madrid, 1998, y Verdad y método, I, y II [1960/1986]; Sígueme, Salamanca, 1991/1992
[16] Como por ejemplo en sus ensayos sobre fenomenología y hermenéutica en Del texto a la acción, FCE, 2000.
[17] Ver por ejemplo los últimos esfuerzos de A. Llano al respecto en El enigma de la representación, Síntesis, Madrid, 1999.
[18] Sobre el personalismo en Husserl ver Leocata, F.: “Idealismo y personalismo en Husserl” y “El hombre en Husserl”, op.cit.,
[19] Nos referimos a Ser y tiempo, de Heidegger (Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 1998, J. E. Rivera trad.).
[20] En Verdad y método, op.cit.
[21] Nos referimos a Schutz, A.:  The Phenomenology of the Social Word, op.cit.
[22] Ver Ideas… Second book [1928 aprox.], Kluwer Academic Publishers, 1989.
[23] Op.cit., y cap. 2 de Hacia una hermenéutica realista, op.cit.
[24] Op.cit., p. 383.
[25] II-II, q. 47, esp. arts. 4, 5 y 6.
[26] Etica a Nicómaco (Ed. Espasa-Calpe, 1946).
[27] Sobre este tema, ver Sobre estos autores, ver Gallo, E.: “La tradición del orden social espontáneo: Adam Ferguson, David Hume y Adam Smith”, en Libertas(1987), Nro. 6, y, del mismo autor, “La ilustración escocesa”, en Estudios Públicos (1988), 30.
[28] II-II, Q. 45 a. 2, analizado por Maritain en Los grados del saber, op.cit., 2da parte cap. 1.
[29] Ver, al respecto, obras como Personajes psicopáticos en el teatroEl delirio y los sueños en “la Grávida” de W. JensenEl poeta y los sueños diurnosUn recuerdo infantil de Goethe en Poesía y Verdad, sin contar el amplio material literario que se encuentra en sus escritos técnicos. Ver Freud., S.; Obras Completas, Editorial El Ateneo, 2008.
[30] I-II, q. 94, a. 2c.
[31] En su último libro Filosofía y ciencias humanas, Educa, Buenos Aires, 2010.
[32] Op.cit.
[33] Ver Santo Tomás de Aquino, De ente et essentia, (Edición bilingüe de la UBA, 1940, trad. de J.R. Sepich).
[34] Ver al respecto Friedrich, Carl J.: La filosofía del derecho, FCE, 1964, caps. VIII y ss.
[35] The Crisis of European Sciences [1934-1937 aprox.]; Northwestern University Press, 1970.
[36] Ver Horkheimer y Adorno, Dialéctica de la Ilustración(1944, 1947) Trotta, Madrid, 1994 1ra edición.
[37] Ver Machlup, F.: “El complejo de inferioridad de las ciencias sociales”, Libertas (7), 1987.
[38] Ver Llano, A., op.cit., cap. 16.
[39] En Killing Time (op.cit.), p. 152.
[40] Ver Weber, M.: The Methodology of the Social Sciences; The Free Press of Glencoe, Illinois, 1949, y el análisis de R. Crespo sobre este tema en La Economía como ciencia moral, Educa, Buenos Aires, 1997, cap.s VII y VIII.
[41] Sobre Mises, ver Zanotti, G.: “La filosofía política de Ludwig von Mises”, en Procesos de Mercado, Vol. VII, Nro. 2, Otoño 2010.
[42] Nos referimos a Levinas, E., La huella del otro,Taurus, 2000;  Etica e infinito, Visor, Madrid, 1991, y Buber, M.: Yo y tú, Nueva Visión, Buenos Aires, 1994.
[43] Ver Leocata, F.: Estudios sobre fenomenología de la praxis, op.cit.
[44] Ver Searle, J.: Actos del habla, Cátedra, 1990, cap. VIII.
[45] Popper, K.: La lógica de la investigación científica, op.cit., cap. V. Hemos explicado las implicacioneshermenéuticas de este tema en Hacia una hermenéutica realista, op.cit., cap. III.
[46] En su clásico libro Realism with a Human Face, Harvard University Press, 1992, cap. 9.
[47] Ediciones Guadarrama, Madrid, 1962. Agradecemos a Jaime Nubiola el habernos advertido sobre la importacia de esta obra.
[48] Ver Gilson, E.: La filosofía en la Edad Media, Gredos, Madrid, 1976.
[49] Conferencia “Situación actual de la fe y la teología”, en L´Osservatore Romano del 1-11-1996, nro. 44.
[50] En L´Osservatore Romano (42), 1998.
[51] Suma Contra Gentiles (Ed. Club de Lectores, Buenos Aires, 1950), libro I, caps. 1-9.
[52] Ver “L´Osservatore Romano”, edición en lengua española, Nro. 4 del 25-1-2008, pp. 5-6. Sobre este tema, ver nuiestro art. “El discurso que Benedicto XVI no pronunció”, en http://www.institutoacton.com.ar/articulos/gzanotti/artzanotti34.doc
[53] Ver Rawls, J.: Political Liberalism, Columbia University Press, 1993.
[54] Rawls mismo lo reconoce en la cita 82 (p. 170) deThe Idea of Public Reason Revisited, en The Law of Peoples, Harvard University Press, 1999.
[55] Benedicto XVI cita luego a Habermas respecto de esta “sensibilidad” que también entra en el debate público: “…En este punto, se impone un salto al presente: es la cuestión de cómo se puede encontrar una normativa jurídica que constituya un ordenamiento de la libertad, de la dignidad humana y de los derechos del hombre. Es la cuestión que nos ocupa hoy en los procesos democráticos de formación de la opinión y que, al mismo tiempo, nos angustia como cuestión de la que depende el futuro de la humanidad. Jürgen Habermas expresa, a mi parecer, un amplio consenso del pensamiento actual cuando dice que la legitimidad de la Constituciónde un país, como presupuesto de la legalidad, derivaría de dos fuentes: de la participación política igualitaria de todos los ciudadanos y de la forma razonable en que se resuelven las divergencias políticas. Con respecto a esta «forma razonable», afirma que no puede ser sólo una lucha por mayorías aritméticas, sino que debe caracterizarse como un «proceso de argumentación sensible a la verdad» (wahrheitssensibles Argumentationsverfahren). Está bien dicho, pero es muy difícil transformarlo en una praxis política. Como sabemos, los representantes de ese «proceso de argumentación» público son principalmente los partidos en cuanto responsables de la formación de la voluntad política. De hecho, sin duda buscarán sobre todo la consecución de mayorías y así se ocuparán casi inevitablemente de los intereses que prometen satisfacer. Ahora bien, esos intereses a menudo son particulares y no están verdaderamente al servicio del conjunto. La sensibilidad por la verdad se ve siempre arrollada de nuevo por la sensibilidad por los intereses. Yo considero significativo el hecho de que Habermas hable de la sensibilidad por la verdad como un elemento necesario en el proceso de argumentación política, volviendo a insertar así el concepto de verdad en el debate filosófico y en el político”. Sobre el diálogo Ratzinger-Habermas, ver Entre razón y religión, FCE, 2008.
[56] Habermas, J.: Teoría de la acción comunicativa, Taurus, 1884, libro I.
[57] I-II, Q. 94 a. 2c.
[58] Maritain ya lo había planteado, aunque desde luego con otra terminología, en El hombre y el estado (Club de Lectores, Buenos Aires, 1984), cap. V, como la “fe democrática secular”.

 

Gabriel J. Zanotti es Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA).  Es profesor full time de la Universidad Austral y en ESEADE es Es Profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.

Nada más injusto que la justicia social

Por Gabriel Gasave. Publicado el 14/3/14 en: http://independent.typepad.com/elindependent/2014/03/nada-m%C3%A1s-injusto-que-la-justicia-social.html

 

Que América Latina es una de las regiones más postergadas del planeta no es nada nuevo. Tampoco lo es el hecho de que la brecha entre pobres y ricos en la región cada día se está ampliando más y más. Décadas de estatismo y clientelismo político lo único que han logrado es que está situación sea cada vez más grave y notoria. Sin embargo, desde el Río Grande hasta Tierra del Fuego se sigue insistiendo en la necesidad de que los gobiernos jueguen un rol preponderante en la tarea de tornar más justas y equitativas a nuestras sociedades.

Una vez más, nuestros caciques políticos hacen hincapié en que los ajustes de las economías regionales no deben traer aparejado un nuevo sacrificio para los sectores más desprotegidos de la sociedad.

Gran parte de la opinión pública coincide con ello y ruega por la puesta en práctica de la vieja idea de la redistribución de ingresos, creyendo que si se pone a la solidaridad en manos de esos iluminados burócratas, la condición de la gente va a mejorar-como si la situación actual de nuestros paupérrimos conciudadanos no fuese una muestra de lo que sucede cuando la solidaridad es colectivizada.

Por ello, resulta imperioso analizar qué idea económico-filosófica se encuentra detrás de las políticas redistribucionistas, aglutinadas hoy día bajo esa contradicción en términos que se ha dado en llamar la justicia social.

Repartiendo el pastel

Existen básicamente dos concepciones acerca de la riqueza y de la forma en que la misma debería ser distribuida en la sociedad.

1) La altruista-colectivista, actualmente predominante entre la opinión pública y la llamada clase dirigente. La misma sostiene que: a) Dada una cantidad de riqueza determinada, lo que debemos hacer respecto de ella es ver de qué manera la vamos a repartir, a redistribuir entre todos nosotros; b) Nadie se cuestiona en esta posición respecto de cómo surgió esa riqueza, ni de quiénes fueron los que contribuyeron a su concreción. Tan solo se preocupan por ver cómo hemos de repartirla; y c) Finalmente, esta postura considera además a la riqueza como algo estático, como lo sostenían los mercantilistas en el siglo XVII. Al ser ese “pastel” algo estático, siguiendo con este punto de vista colectivista, si alguien obtiene una porción más grande del mismo va a ser en desmedro de algún otro que ha recibido una más pequeña.

La sociedad se convierte así en una especie de “Juego de Suma Cero,” en el cual lo que uno gana es lo que otro ha perdido. Es ante esta injusticia, sostienen sus defensores, que el gobierno debe utilizar la totalidad de sus medios a fin de que todos reciban una idéntica tajada.

2) La otra posición sobre el particular, es la que tiene lugar en una sociedad libre y a la que podríamos sintetizar de la siguiente manera:

a) Siguiendo con la metáfora del “pastel,” el mismo no tendría límites, y nunca terminaría de estar “cocinado,” pues ese día pondríamos fin a la evolución de nuestra especie y comenzaríamos nuestro regreso a la época de las cavernas.

b) La riqueza no nos viene dada, sino que debe ser creada a través del proceso de mercado. Permanentemente les escuchamos decir a nuestros petulantes mandatarios que Latinoamérica es una región naturalmente rica, con amplias y fértiles extensiones de tierra y abundantes recursos naturales. Esto es cierto, pero no suficiente.

Hoy día la riqueza está dada fundamentalmente por el hecho de contar con cosas tales como computadoras, satélites de comunicaciones, fibra óptica, etc., y todo ello requiere esencialmente de un previo proceso de acumulación de capital para su realización, proceso al que nos hemos empecinado en atacar y destruir en aras de la “Soberanía Nacional” de manera sistemática desde hace ya muchísimos años, a través de toda una gama de artillería intervencionista, de la destrucción de varios signos monetarios y de una presión fiscal agobiante.

c) En una sociedad libre, cada uno recibirá de ese “pastel” en función de cómo haya contribuido con sus recursos y su esfuerzo personal en su elaboración. Esto es a lo que Ulpiano se refería al definir a la justicia como un “darle a cada uno lo suyo”, principio nada atractivo para los parásitos que aspiran a vivir de sus semejantes productivos y que pregonan que “a cada cual según su necesidad” en lugar de la racional “a cada cual conforme su capacidad”.

Cuando el robo se vuelve legal

Bajo un sistema de genuino laissez faire, la única alternativa que tiene cada uno de nosotros a fin de subsistir y de progresar es la de atender de la mejor manera posible las necesidades del mercado, es decir, de nuestros semejantes. Por supuesto que contamos con otra posibilidad para alcanzar dichos objetivos: robar. Este camino podría adoptar dos modalidades básicas. Hacerlo revolver en mano, lo que no solamente no es elegante y trae aparejado el descontento de nuestras víctimas, sino que además puede conducirnos a la cárcel; o realizar el saqueo de una manera mucho más sutil y menos riesgosa, logrando que el gobierno robe por nosotros.

Todo aquel que goza de un subsidio, de una exención fiscal, de una protección arancelaria, de un monopolio concedido por ley, etc., se está beneficiando en desmedro de todos nosotros, es decir nos está robando, con la ventaja de que ese acto, a todas luces ilegítimo, goza del amparo de la ley.

¿Justicia Social o Zoocial?

Ese saqueo legalizado es el corazón de las políticas que tienen por objeto redistribuir ingresos o de justicia social. Con esta expresión suele ocurrir algo parecido a lo que sucede con aquellos que creen haber presenciado un fenómeno ovni: se la pasan hablando de él, pero no pueden precisar realmente de qué se trata. Con la justicia social ocurre otro tanto. No hay dirigente político, sindical o eclesiástico que no deje de apabullarnos hasta el hartazgo con la necesidad de alcanzarla. Ahora bien, en cuanto uno los interroga acerca de su real significado y de qué aspectos de la misma la convertirían en más loable que la mera justicia, no se obtiene respuesta alguna.

Si concordamos en que lo justo es “darle a cada uno lo suyo” y observamos como las políticas de justicia social le quitan a unos lo que les es propio, para darle a otro lo que no le corresponde, ni le pertenece, notamos entonces que estamos ante una clara injusticia.

Podemos concluir, que no hay nada más injusto que una buena justicia social, la que no es otra cosa que ponerle un nombre sofisticado al viejo acto de robarle al prójimo, motivo por el cual, a nuestro juicio, más que social debería denominársela “zoocial”, en virtud de que nos trata a todos como animales de sacrificio para los fines de terceros.

El ser humano es un fin en sí mismo, mientras que la justicia social nos considera a cada uno de nosotros como un mero medio para los fines de los demás, como “carne de cañón” que debe ser sacrificada en aras de la tribu o de ese engendro imposible de definir llamado «bien común».

Primera del singular

Al sostener una posición como la descrita, no es extraño que alguien nos cuestione acerca de qué sucederá con los pobres y los necesitados en una sociedad libre. ¿Qué vamos a hacer por ellos?

Aquí es precisamente donde radica el error. No se trata de qué vamos a hacer, sino de ver qué voy a hacer YO por los necesitados (si es que entre mis valores se encuentra el hecho de brindarles mi ayuda.)

Debemos comprender de una buena vez que tanto la solidaridad como la caridad son actos esencialmente individuales y libres, imposibles de ser colectivizados sin perder su esencia. Yo soy solidario o caritativo cuando voluntariamente me desprendo de algo que me pertenece (si me roban con la excusa de ayudar a un tercero, ni yo, y mucho menos el ladrón, estamos siendo solidarios, y si además se hace demagógica propaganda del hecho, el mismo se convierte en una verdadera burla al supuesto beneficiario).

Debe entenderse que la única obligación que debería sernos impuesta para con nuestros semejantes es la de no molestarlos, ni inmiscuirnos en el ámbito de su libertad. Todo lo demás que deseemos hacer con y para ellos, debería quedar librado exclusivamente a decisiones personales y voluntarias.

Para cerrar estas reflexiones, nada me parece más adecuado que acudir a los argumentos que la Sra. Ayn Rand expone en una de sus obras:

«La próxima vez que usted se encuentre con uno de esos soñadores ‘inspirados por el bien público’, que le espete con rencor que ‘ciertas metas muy deseables no pueden ser alcanzadas sin la participación de todos’ dígale que, si no puede obtener la participación voluntaria de todos, será mejor que esa meta permanezca sin ser alcanzada- y que las vidas humanas no le pertenecen, ni tiene derecho a disponer de ellas. Y, si lo desea, déle el siguiente ejemplo de los ideales que pretende. Es posible para la medicina quitar las córneas de los ojos de un hombre inmediatamente después de su muerte y transplantarlas a los ojos de un hombre vivo ciego, devolviéndole así, en ciertos tipos de ceguera, la vista. Esto, de acuerdo con la ética colectivista, presenta un problema social.¿Debemos esperar a que un hombre muera para quitarle los ojos cuando hay otros hombres que los necesitan? ¿Debemos considerar los ojos de todos como propiedad pública y proyectar un método de distribución justo? ¿Estaría usted de acuerdo en que se le quite a un hombre vivo un ojo para dárselo a un ciego e ‘igualar’ así a ambos, NO? Entonces no continúe bregando por cuestiones relacionadas con ‘proyectos públicos’ en una sociedad libre. Usted conoce la respuesta. El principio es el mismo».(La Virtud del Egoísmo- Éticas Colectivizadas. p.20.)

Tras largas décadas de haber sistemáticamente atacado la generación de riqueza, nuestros mandatarios deberían añadirle algo de sentido común a sus ya conocidas nobles y buenas intenciones. Deberían percatarse de que la solución no pasa por el hecho de terminar con los ricos sino por ampliar su número.

 

Gabriel Gasave es investigador para el  Center on Global Prosperity del The Independent Institute. Se graduó de Abogado en la Universidad de Buenos Aires, estudió Ciencias Políticas en Lock Haven State College en Pennsylvania, Y realizó una maestría en Economía y Administración en ESEADE. Ha sido secretario académico  de ESEADE.

Democracia y Educación

Por Juan Carlos Cachanosky. Publicado el  22/3/14 en http: http://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2014/03/22/democracia-y-educacion-por-juan-carlos-cachanosky/

 

Varios pensadores partidarios de una sociedad libre han puesto mucho énfasis en la distorsión que se ha generado en el concepto de democracia. En nuestros días todo parece indicar que democracia es el gobierno de las mayorías sin límite alguno a lo que puede hacer. Un cheque en blanco para atropellar derechos individuales. Las promesas que realizan los candidatos un puesto político se ha convertido en una competencia para ver quien viola más los derechos de minorías. Estas promesas consisten en dar beneficios a un grupo con más caudal de votos a costa de los grupos que aportan menos votos. Ya nos hemos apartado mucho del concepto de que un gobierno es elegido para administrar “el imperio de la ley”. Tal vez el libro de Frédréric Bastiat, La Ley, es el mejor ejemplo de lo vieja que es esta confusión, pero todavía podemos retroceder a los antiguos filósofos griegos y encontrar las mismas reflexiones. Inclusive en el Antiguo Testamento podemos leer “La ciudad fue en otro tiempo paraíso de justicia. Y ahora es de homicidios. Tu dinero se ha convertido en basura. Y tu vino se ha adulterado con el agua. Tus gobernantes son desleales y van a media con los ladrones. Todos gustan de regalos y van detrás de su interés”, Isaías I:21:22.

 

Pero aun cuando algunos gobernantes y gobernados entiendan el concepto de democracia limitada, las ideas son comprables. El interés particular “a costa de otros” pasa a ser prioridad. ¿Será que desde la Antigua Grecia hasta nuestros días estamos condenados que la democracia y el gobierno limitado son incompatibles? Por otra parte nada garantiza que un gobierno no democrático vaya a ser respetuoso del “imperio de la ley”.

Políticos, empresarios, trabajadores, todos ven al Estado como fuente de hacerse de más riqueza violando derechos de terceros. Un mercado competitivo es “incómodo” cuánto más fácil es ganar dinero con protecciones. La educación y la difusión “masiva” pueden ser uno de los mejores medicamentos para contribuir a hacer valorar la importancia del “imperio de la ley”.

En muchos países de Latinoamérica hay fundaciones e instituciones que persiguen este fin. Pero los esfuerzos, hasta el momento no parecen tener sus frutos. En Argentina se fundó en 1978 ESEADE (Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas) gracias a la visión de un grupo de empresarios que estaban convencidos de esta misión. El director de ESEADE fue por más de 20 años Alberto Benegas Lynch (h) y es un buen ejemplo del efecto multiplicador que necesitamos. Mientras otras instituciones estaban más preocupadas en construir edificios, Alberto, junto a Ezequiel Gallo, produjo un verdadero grupo de académicos defensores de la libertad.  En ESEADE se generó un clima de investigación y estudio pocas veces visto. Entre ellos Alejandro Chafuen, Gabriel Zanotti, Martín Krause, Ricardo Rojas, Enrique Aguilar, Estaban Thomsen, Alfredo Irigoin, Eduardo Zimmermann. ESEADE fue la plataforma de despegue, luego cada uno siguió su propio camino, la mayoría en el área académica, enseñando y escribiendo libros y algunos como exitosos empresarios. Es una lástima que hoy esta institución haya hoy abandonado la visión de sus fundadores. Pero también hubo un efecto multiplicador en alumnos como, Alejandro Gómez, Pablo Guido, Adrián Ravier, Sebastián Landoni. Alberto Benegas Lynch (h) tuvo esta gran visión y Ezequiel Gallo fue toda una insignia dirigiendo el Departamento de Investigaciones. Varias universidades en distintos países se han beneficiado de este efecto multiplicador de ESEADE.

Otro ejemplo fue Rogelio Pontón en Rosario, Argentina. Sin haber fundado una institución fue capaz de formar un grupo de excelentes profesionales. Rogelio no construyó edificios, produjo capital humano de alta calidad académica. Muchos de ellos hoy divulgando las ideas de la libertad.

Hay grupos en Brasil, como el Instituto Liberal o el Instituto de Estudios Empresariales que también hacen una gran labor en producir intelectuales que investiguen y publiquen.

Necesitamos más empresarios con la visión de aquellos fundadores del ESEADE de Argentina. Hay que redoblar la apuesta en la difusión de ideas lo que implica armar una “línea de producción” de futuras generaciones de profesores. Parece haber solamente dos opciones o las armas o la fuerza de las ideas. Prefiero la segunda, pero si no la fortalecemos corremos el peligro de que por las armas perdamos nuestra libertad y propiedad. Venezuela no es un sueño, es una realidad.

Bejamin Franklin: “An investment in knowledge pays the best interest”

Wiston Churchill: “A pessimist sees the difficulty in every opportunity, an optimist sees the opportunity in every difficulty”

 

Juan Carlos Cachanosky es Lic. en Economía, (UCA), y Doctor of Philosophy in Economics, International College, California. Es director del Doctorado en Administración de Swiss Management Center. Ex profesor e investigador senior en ESEADE. Fue profesor y director del Departamento de Economía de UCA, (Campus Rosario). Ha sido decano de la Escuela de Negocios de la Universidad Francisco Marroquín. 

LA MALDICIÓN DEL LOBBY

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

El origen de los grupos de presión en Estados Unidos tuvo lugar después de la mal llamada Guerra Civil (puesto que no era entre bandos por hacerse del poder sino que los representantes del Sur apuntaban a ejercer su derecho de secesión tal como he escrito en detalle en uno de mis libros) cuando el decimonónico Presidente General Ulises Grant comenzó a recibir a empresarios en el lobby del Hotel Willard en Washington D. C. De allí los lobbistas.

 

Este constituye un tema de gran relevancia. Hoy en la capital estadounidense hay 41.386 lobbistas registrados, es decir, 77 por cada uno de los senadores y representantes, lo cual se traduce en un presupuesto total de tres mil millones de dólares por año.

 

Se ha dicho que el lobbista es absolutamente necesario al efecto de asesorar a los legisladores aunque en la práctica se pasa de contrabando la presión para lograr las metas de los intereses creados de las distintas corporaciones y sectores que en verdad lo que pretenden es favores, mercados cautivos y otras “protecciones” para sus grupos en lugar de operar en el mercado abierto. Se ha dicho también que el lobby no es más que una manifestación de la libertad de expresión y que los respectivos registros permiten la transparencia y minimizan las posibilidades de corrupción.

 

Veamos los asuntos por partes. En primer lugar, en un régimen republicano es del todo innecesario el asesoramiento de referencia puesto que la ley compatible con el derecho es de carácter general aplicable a un  conjunto indefinido de casos, es decir, la protección de las garantías individuales a la vida, a la libertad y a la propiedad en el contexto de la igualdad ante la ley, a saber, el “dar a cada uno lo suyo” según la clásica definición de la Justicia en el contexto de árbitros y jueces en competencia al efecto de descubrir el derecho en un proceso evolutivo y no de ingeniería social y de diseño de la legislación.

 

Por ende, en este contexto nada tiene que hacer el legislador o el juez con áreas o sectores específicos. Hoy en día el Leviatán se ha engrosado de tal manera que los gobernantes proceden como si estuvieran administrando una empresa. Así se legisla sobre el azúcar, la energía, la industria del calzado o las fábricas de inodoros, lo cual es absolutamente incompatible con las funciones de un gobierno republicano tal como, por ejemplo, lo visualizaron los Padres Fundadores en Estados Unidos.

 

Es por esta razón que los gobiernos han crecido exponencialmente: sus funciones no reconocen límite alguno y es por ello que el gasto público, la presión tributaria, el endeudamiento gubernamental, la manipulación monetaria y las crecientes y absurdas regulaciones son a todas luces exorbitantes e inaceptables para cualquier espíritu libre que ha concebido la existencia del monopolio de la fuerza exclusivamente para la efectiva protección a los derechos de todos.

 

El lobbista institucional o el que opera en las sombras significa un grave desvío de los principios y valores republicanos, quien movido por sus intereses particulares pasa por alto y atropella  intereses legítimos de los demás con el apoyo del aparato estatal. En la práctica, además, estos cabildeos significan un intercambio de favores a la espera de recibir apoyos en las campañas electorales. Es en definitiva una cópula hedionda entre el poder político y pseudoempresarios que no quieren someterse al veredicto de la gente a través de la competencia.

 

Desde Adam Smith en adelante, los liberales han batallado permanentemente contra la relación incestuosa entre los gobiernos y este tipo de empresarios prebendarios que necesariamente explotan a la gente vendiendo a precios más elevados, calidad inferior o las dos cosas al mismo tiempo. Son en verdad asaltantes de guante blanco que como no queda bien para su status social irrumpir en las viviendas de sus semejantes y arrasar con sus pertenencias, lo hacen vía los gobiernos con el apoyo de la ley corrupta.

 

La expresión “ley y orden” está íntimamente atada a la noción básica del derecho, es decir, acciones conformes a derecho conducen al orden social, la paz y la armonía, lo cual nunca ocurre con legislación contraria al derecho, no importa que cantidad de votos la respalda.

 

La contrapartida del derecho es la obligación. La propiedad obtenida lícitamente a través de arreglos libres y voluntarios tiene como contratara la obligación de respetarla, pero si se obtiene por medio del fraude, el privilegio o la fuerza no hay lugar para la referida obligación y si el gobierno la impone convierte la situación en pseudoderecho ya que al otorgar semejante posesión debe sustraerse el fruto del trabajo ajeno.

 

En los tiempos que corren, estamos rodeados de pseudoderechos que son aspiraciones de deseos: el “derecho” a una vivienda digna, a un salario adecuado, a la recreación necesaria, a la felicidad etc. etc. que nos recuerdan la antiutopía orwelliana del Gran Hermano. Es en este contexto en el que hacen su aparición los lobbistas, lo cual resultaba imposible en otros tiempos allí donde el Poder Legislativo se limitaba a administrar las finanzas y cuidar de los derechos individuales. A medida que estos diques de contención se fueron derrumbando, en esa media, los lobby se hicieron más fuertes y decisivos. Nada hay entonces que asesorar a legisladores si se mantienen en el carril del derecho y la consiguiente igualdad ante la ley y si para esto necesitan consejos del tipo lobbista deben renunciar a sus bancas y sus dietas puesto que no estarían capacitados para velar por los derechos de los gobernados.

 

Vamos al punto de la pretendida vinculación al lobby con la libertad de expresión. Todos deben poder ejercerla pero no por ello debe institucionalizarse la obligación de gobernantes de escuchar discursos que no solo no hacen a sus funciones sino, como queda dicho, son incompatibles con el ideario republicano. Del mismo modo, la libertad de expresión no se vulnera porque el dueño de una casa no permite que ingresen a la misma quienes no son deseables y menos si es para insultar a los dueños de casa.

 

Por último, respecto a que el registro de lobbistas permite la transparencia y evita la corrupción debe tenerse presente en primer lugar que el lobbismo es en si mismo la corrupción de la sociedad abierta por las razones antes apuntadas. En segundo lugar, la transparencia de algo que es contrario al sistema republicano y que facilita la legislación de casos particulares en contraposición a la igualdad de derechos, es contraproducente no por ser transparente sino por inconveniente y dañino.

 

Lo dicho nada tiene que ver con limitar coactivamente la financiación de campañas electorales con la idea de evitar la devolución de favores, puesto que como he escrito en columnas referidas a la libertad de prensa, esos intercambios se bloquean en otro nivel por medio de marcos institucionales que no permiten el otorgamiento de privilegios.

 

Entre muchos otros, Giovanni Sartori ha explicitado las características centrales de un régimen libre y los estrictos controles y vigilancia permanente al poder político que ello demanda. Por su lado, James Madison se detuvo a considerar los peligros de las facciones al consignar que “por una facción entiendo un número de ciudadanos, sea mayoría o minoría, a los que guía el impulso, la pasión o los intereses comunes en dirección al conculcamiento de los derechos de otros ciudadanos” y de esto es, precisamente,  de lo que trata el lobby.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. En Administración. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer Rector de ESEADE.

Política y Gasto Público

Por Eduardo Filgueira Lima.  Publicado el 20/3/14 en:  http://cepoliticosysociales-efl.blogspot.com.ar/2014/03/politica-y-gasto-publico.html

 

Hoy parece corriente y arraigado en el pensamiento colectivo que el objetivo a lograr en una sociedad es la denominada Justicia Social. Ya el solo hecho de hablar o pensar en “Justicia” supone disponer de todos los esfuerzos necesarios para superar una situación considerada injusta y mucho más cuando el concepto abarca a “lo social” es decir a muchos.
Desde ya que no es fácil definir con precisión estas ideas pero si es cierto que el  concepto de justicia social surge a mediados del siglo XIX para referirse a la necesidad de lograr un reparto equitativo de los bienes sociales.
Lo anterior – si bien una idea – no aclara demasiado sobre cuáles son los bienes sociales que se pretenden “repartir”, porque los bienes sociales vienen de la mano de otros que permiten obtenerlos.
Necesariamente es de suponer que la idea lo que esconde es lograr una equitativa o menos desigual distribución de la riqueza.
Así es que podemos entender que justicia social y redistribución de la riqueza funcionan casi como sinónimos, o como uno efecto y consecuencia del otro.
Ni tampoco se aclara cual es el alcance de lo “equitativo” en lo que se refiere a lograr un reparto “socialmente deseable”.
Pero – implícitamente – si da a entender que resulta aceptable quitarle a unos lo que puedan haber logrado (por su esfuerzo, capacidad, inteligencia o el mismo azar), para compensar sus carencias a otros, que no han logrado lo mismo.
Ingresar por este camino de razonamiento nos conduce inexorablemente a suponer que el único que posee la fuerza de coerción necesaria para hacer posible estas transferencias es el Estado, ya que el mercado por si solo proveerá a cada uno lo que sea capaz de generar.
Lo anterior significa que se parte del supuesto que como las transacciones libres entre individuos no permiten superar las diferencias, es el Estado el que debe intervenir para lograrlo.
Este pensamiento es aceptado sin demasiadas indagaciones sobre sus orígenes, ni sobre su veracidad, ni sobre sus consecuencias.
La Revolución Gloriosa de 1688 que dio origen a la monarquía parlamentaria en el Reino Unido, tiene enormes diferencias con la Revolución Francesa de 1789, cuyo influjo sobre el pensamiento en nuestra región ha sido en gran medida preponderante.[1]
Y lo que menciono no parece un dato menor porque en nombre de la “libertad, igualdad y fraternidad”, la última se instaló no solo como una revolución violenta sino como lo que después fue: un descarnado totalitarismo.
La Revolución Francesa se instaló para terminar con el gobierno de las monarquías absolutistas que habían instaurado los reyes, pero terminó en el denominado “reinado del terror”, que apoyado en el Comité de Salvación Pública de abril de 1793, persiguió, torturó y eliminó a quienes se pensaron detractores el régimen.
El Comité votó a favor de las medidas del terror para contrarrestar las actividades contrarrevolucionarias y otorgó al estado un poder absoluto, que devino en lo que supuso querer combatir: reemplazó el absolutismo monárquico, por el absolutismo del estado que lo reemplazaba.
Muchos pensadores se permitieron corporizar la idea que el estado representaba la voluntad general[2] y que ella significaba “…una forma de asociación capaz de defender y proteger, con toda la fuerza común, la persona y los bienes de cada uno de los asociados, pero de modo tal que cada uno de estos, en unión con todos, solo se obedezca a sí mismo, y quede tan libre como antes…”
Lo anterior es un concepto clave hasta nuestros días ya que permite darle forma a la democracia en tanto “decisiones de las mayorías” a la que las voluntades individuales – muy a pesar del impreciso argumento rousseauniano – quedan subsumidas, lo que quiere decir que “el individuo no queda tan libre como antes”.
De esta forma los derechos individuales y civiles que con tanta vehemencia habían sido defendidos por los pensadores de la ilustración escocesa, quedaron limitados y hoy resultan hasta despreciados, donde se piensa que las razones que tiene el estado deben prevalecer.
Se impone así la tiranía de las mayorías – que muchas veces son solo relativas – y ante cuyos intereses todos deben subordinarse.
Muchos experimentos políticos se han instalado durante el Siglo XX cuyo fundamento fue el mismo que sostuvo Rousseau[3] y reforzaron muchos otros: “…que cada uno en unión con todos,…(…)… y quede tan libre como antes,….”, porque ello es preciso para proteger a cada uno y a todos.
Con estos fundamentos se conduce a sociedades en las que se parte del supuesto que los males individuales y del conjunto devienen de la propiedad privada y se solucionan mejor concediendo al Estado el absoluto ejercicio de su “poder de imperio” para hacer prevalecer la supremacía de los “derechos colectivos” por sobre los intereses de los individuos en particular.
En el extremo de este pensamiento se concede al Estado incluso la propiedad de los bienes de producción y la intervención en todos los aspectos de la vida social.
Para muchos que sostienen esta forma de pensar: ningún derecho antecede al estado y todos derivan de lo que el permite.
Es bien sabido que en sus formas más extremas estos experimentos han conducido a terribles fracasos, cuando no a imposiciones brutales, que dejaron víctimas por el solo hecho de disentir o desear disfrutar de su libertad, de sus ideas, de sus bienes y de su justificada elección en su camino de vida.
De una u otra forma el estado ha existido siempre: ya sea como consejo de ancianos en las sociedades tribales, la potestad y voluntad del más fuerte, los emperadores, los reyes y los monarcas absolutistas, etc. pero en todos los casos – y aún en nuestros días – el estado se constituye como la voz del conjunto que impone su voluntad de imperio.
El estado de derecho es precisamente el que resguarda a los individuos de los atropellos que el estado puede imponerles por su voluntad.
Incluso ya a mediados del Siglo XX otro pensador de gran influencia introdujo el concepto de “justicia colectiva”, que reforzaba la idea sobre el estado como garante de los derechos colectivos por sobre los derechos individuales.[4] Y que ha sido refutado con claridad por varios autores.[5]
En una verdadera democracia republicana la única función del gobierno debería ser la protección de los derechos individuales.[6]Pero en realidad, “…aunque nació para proteger al hombre de sí mismo y corregir el ´peligroso´ estado de naturaleza en el que prevalecía ´la ley de la selva´,.. esta es una bonita historia que los estatistas nos cuentan, pero las mayores agresiones al hombre provienen desde el mismo Estado,…”[7]
Han transcurrido muchos años y con el tiempo el estado ha tomado cada vez más intervención en la vida de la sociedad. Ya no se limita a las funciones esenciales que se supone son de su incumbencia: 1) garantizar seguridad interior; 2) proveer a la defensa nacional, 3) administrar justicia; 4) ejercer la representatividad del país y 5) proveer los bienes y servicios públicos.
Y no debemos pensar que las ideas de la Revolución Francesa, tanto como las ingresadas por las distintas oleadas inmigratorias o incluso el comportamiento feudal que las monarquías europeas (en especial la española) trasplantadas a América con alto grado de centralismo y sumisión al poder del estado, o de los caudillos territoriales, no tuvieron nada que ver en la conformación del pensamiento de nuestra sociedad.
Detrás y a la par del pensamiento colectivista, se coló por la ventana la multiplicación de tareas por parte de los gobiernos (hasta inmiscuirse en todos los aspectos de la vida social) en una supuesta representación de lo que el estado debe hacer, por poder delegado por los ciudadanos.
Pero los gobiernos tienen permanente tendencia a expandirse e inmiscuirse en todo, sin que ello permita suponer que lo que realmente deben hacer lo hacen aceptablemente bien.
En unos países más y en otros menos, la tendencia de los gobiernos es hacia su permanente expansión y su justificación es que su accionar se orienta a lograr el bien común, proveer lo que las imperfecciones del mercado no puede y orientado hacia la búsqueda de lo que denominan “justicia social”.
De esta forma los gobiernos que sostienen este tipo de pensamiento son los que avanzan más en avasallar las instituciones, en el camino inverso están aquellos que entendemos que el mayor bienestar se logra gradualmente, alcanzando cada vez a mayores personas – aunque fuere en diferentes momentos – en una sociedad en la que las instituciones son respetadas,.. y es más aún: incentivadas, para que permitan equilibrios estables en el poder político y tanto mayores como mejores intercambios para la generación de riqueza y con ello mayor bienestar.
Lo anterior quiere decir que para los primeros importa la imposición del estado de lo que se considera la “justicia social” (aún sin definiciones precisas), justificando su accionar por sobre las instituciones, aunque ello implique que no todos son soberanos para decidir su futuro, lo que pone en duda el significado de Democracia. Esto nos acerca a un totalitarismo disfrazado de democracia (que hemos vivido varios) y en el que algunos son beneficiarios y cómplices, mientras otros que hubieran deseado recorrer otro camino resultan víctimas.
Mientras que para los segundos son las instituciones el ingrediente primordial del desarrollo político y económico, que traerá aparejada la maximización del bienestar general.
La historia ha recorrido tortuosos caminos y muchas ideas – como principios – de impecable factura, han sido desvirtuados por el quehacer sinuoso y el decir fácil y sin fundamentos de muchos propulsores de sociedades colectivistas.
En la arena política muchas ideas se confunden, porque el político debe leer e interpretar lo que la gente piensa y lo que la gente prefiere, con independencia de la verdad que sus creencias encierren.
Tampoco los políticos deben saber de todo y eso les permite manejarse con el solo intuir cuales son las ideas prevalentes y adaptarse en cada momento a ellas, porque saben que son las que mejor son aceptadas por las mayorías.
Pueden pasar sin pudor de un extremo a otro (travestismo político)[8], e instalarse como abanderados de las que representan en cada momento las ideas más aceptadas, cuando en momentos de crisis la gente se moviliza en busca de explicaciones e interpretaciones que les permitan comprender la realidad que sufren.
Nuestras sociedades – como mencioné antes – se han visto fuertemente influenciadas por las ideas que surgieron con la Revolución Francesa.
La creencia en la “libertad” no parece que haya sido tal si a la par se proclama la “igualdad”[9], ya que para hacer efectiva esta se debe avasallar la libertad de otros. Y la pretendida “fraternidad” parece que debiera ser impuesta para ser efectiva pues de por si tiene los límites de los derechos individuales.[10]
Estas son las creencias y valores que resultan predominantes en nuestra sociedad, tras la fuerte influencia que tuvo para nosotros la Revolución Francesa y con posterioridad también participó la llegada de miles de inmigrantes europeos con ideas definidamente marxistas y anarquistas, que supieron difundir desde las sociedades de colectividades y los primeros sindicatos.
Y estas son las ideas que la clase política sabe leer e interpretar con rapidez, también (en general) sin demasiado análisis, porque les permite captar la idiosincrasia del pueblo y fortalecer su discurso, con lo que capitaliza su voto.
Ya no es necesario – ni posible – llevar al extremo de los experimentos del Siglo XX, las experiencias del estado todopoderoso, porque resultaron un estrepitoso fracaso. Pero si es posible buscar formas alternativas, en las que siempre el estado encuentra resquicios para entrometer sus actividades en la vida social.
“Así es que el Estado crece y se convierte en un mazacote burocrático que a la sociedad le cuesta mucho, pero mucho más de lo que produce. Las funciones llamadas de ´bienestar social´ se mantienen pese a que ya no se habla de un Estado de esa índole, y es un hecho la caída vertical del nivel de calidad de sus servicios,…(…)… muchos se han convertido en ´sociedades duales´ donde una parte vive en condiciones buenas o regulares, mientras otra (millones) soportan la miseria, la indigencia, la desocupación o el trabajo en negro…así el Estado pretende compensar lo que él mismo genera: sociedades dependientes y clientelares, ante la ausencia de genuina generación de riqueza,…”[11]
Algunas sociedades han logrado equilibrios posibles, otras han acelerado sus procesos de crisis – consecuencia del Welfare State – y otras han fracasado en el intento. Lo cierto es que la evidencia empírica nos muestra que a mayor intervención del estado menor y peor desempeño de las instituciones, con sus nefastas consecuencias.
La razón es fácil de comprender: la clase política para sostener las demandas y su popularidad, tienen tendencia a gastar más de lo que deben,.. pero además a gastar en lo que no deben y a pensar en políticas de corto plazo,.. porque lo que hicieron no les costó nada de su bolsillo y además porque los costos políticos y consecuencias muy probablemente las deba afrontar otro que les siga en el gobierno.
Cuando se suceden las crisis producto de este comportamiento, que es costoso y difícil d sostener en el tiempo, los gobiernos encuentran recursos alternativos para no ponerse en evidencia como culpables de lo que ellos mismos generan
Así es que los gobiernos tienen tendencia a inmiscuirse en todo, a controlar todo, a regular todo y a sacar de todo el provecho necesario para alimentarse y subsistir ante los deseos de los gobernantes.
La instalación de políticas públicas – hoy consideradas el “core” de la política – deformadas y desvirtuadas desde su origen es la consecuencia inevitable de la impericia de los gobernantes y las conductas oportunistas de sus asociados.
Los gobernantes carecen de incentivos para alcanzar la eficiencia – solo ofician de agentes del principal (los ciudadanos) – y por el contrario cuentan con estructuras burocráticas a su disposición que tienen tendencia a la corrupción.
Todos estos procesos tienen un enorme costo para el país. El gasto público requiere ser alimentado por las diferentes vías que tiene el estado para financiarse.
Pero siempre tiende a crecer porque los recursos son escasos y las demandas infinitas.
El gasto público tiene consecuencias diversas: por un lado genera mientras se sostiene una falsa sensación de bienestar,.. a su vez permite suponer crecimiento (en términos de PBI) aunque no lo es porque el estado no genera nada y hasta sus empresas resultan deficitarias y demandantes de ingentes subsidios,..
La presión impositiva como medio de financiamiento tiene un límite (Curva de Laffer),.. y la emisión monetaria también porque su consecuencia a largo plazo – y dependiendo de su magnitud – termina por generar inflación.
La idea de los gobiernos dado el escaso conocimiento de estas cuestiones para la mayoría de la gente es mantener la posibilidad de un alto consumo y a la par una baja tasa de desempleo.
Estos dos aspectos – resultado de recetas keynesianas – son altamente valorados por la población, porque mientras ello se sostiene la percepción de bienestar es genuina. Obviamente: por un lado se tiene lo suficiente para gastar y proveer a las propias necesidades y por otro existe un mercado laboral accesible y seguro.
Las recetas keynesianas parten del supuesto que se debe sostener la demanda agregada que es la que explica la variación general de la actividad económica, ya que el ingreso total en una sociedad resulta de la suma del consumo y la inversión.
Pero la propuesta iba más lejos: en circunstancias de crisis, con alto desempleo y disminución del consumo, debía estimularse la demanda agregada mediante el incremento del gasto público (en especial en la obra pública), ya que esto es lo que motoriza la producción y combate el desempleo.[12]
Sus ideas tuvieron gran aceptación por parte de la clase política e incluso influyeron en el New Deal del Presidente Franklin D. Roosevelt. Sin embargo en UK cuando se planteó como financiar la guerra – ya visualizando su final – Keynes abogó por incremento de los impuestos internos y en las colonias pero no por generar un gasto deficitario que bien supuso que ocasionaría inflación.
A primera vista su planteo, que tuvo gran predicamento en la clase política ya que le otorga potestad sobre el gasto público, parece razonable pero la teoría keynesiana produce enormes daños en la política económica cuando es aplicada dentro de las instituciones de la democracia política.
Ante los fracasos de las políticas económicas keynesianas, solo existe margen en la acción política por la opción entre dos caminos: 1) culpar directamente a  imponderables (o a otros actores: especuladores, desestabilizadores, egoístas intereses del mercado, etc.) de la vida política democrática y conducir hacia formas de gobierno cada vez más autoritarias justificadas en “haber descubierto al enemigo”; o 2) podemos rechazar la aplicabilidad de los preceptos e ideas sostenidas dando un giro, que nos permita incorporar nuevas (o diferentes) acciones de política económica que sean adaptables y compatibles con la vida política de una verdadera democracia.
Optar por la segunda opción solo puede hacerse en países con instituciones fuertes y suficiente calidad, ya que en los países con políticos populistas significaría la aceptación del error. Aunque: ”… nuestros valores dictan que la toma de decisiones democráticas deben ser hechas desde las instituciones y que deben ser descartadas por inaplicables las falsas teorías económicas,…”[13]
Aunque esta posición no pueda ser mantenida en aquellos países de instituciones débiles o carentes de la calidad suficiente, en donde los gobernantes optarán por la primera opción – con seguridad mayor en nuestros países – en los que se recurre con mucha frecuencia al líder carismático, todopoderoso y salvador que nos conducirá a formas de gobierno cada vez más autoritarias, lo que es a su vez gobiernos cada vez más intervencionistas.
Las teorías keynesianas han conducido a errores en la política económica en particular porque el mismo y luego sus seguidores, han confundido lo que son causas con consecuencias.
Los seguidores de Keynes – aún bajo postulados modernos – que se nutrieron en los postulados incorrectos de Keynes, continúan conduciendo la economía en la dirección equivocada, centrándose en el PIB como criterio principal, mientras se inunda la economía desde el gobierno con dinero sin respaldo.
El crecimiento económico está acompañado por un incremento en el PIB (este es solo una consecuencia), pero la causa es el cambio de múltiples indicadores y mensajes que son producidos cuando el gasto público es llevado al exceso.
Causa y consecuencia no son lo mismo.”… De manera similar a como un salvaje imita al trueno para provocar la lluvia, el gobierno estimula la demanda, con la esperanza de provocar el crecimiento económico…”[14]
Por otra parte Keynes parece obviar el Principio de Say en la medida que supone que la demanda será generadora de la producción:“…Cuantos más bienes (para los que hay demanda) se produzcan, más bienes existirán (oferta) que constituirán una demanda para otros bienes, es decir, la oferta crea su propia demanda..”[15]
Así es que los postulados keynesianos no solo reforzaron la ideología vigente – que se hace más evidente aún en nuestros países por los motivos que he apuntado y seguramente muchos más – sino que fortalecieron la posición de los gobiernos para dar supuestos beneficios a quienes legítimamente los deseaban o necesitaban, pero a expensas de un gasto público inevitablemente creciente.
Digo “supuestos” porque tampoco es seguro que los servicios en los que se inmiscuye el gobierno para ocuparse de la provisión de los mismos, tengan la calidad y eficiencia que es de esperar.
En los países pobres – y el nuestro no lo es ya que se agrupa con los de medianos ingresos – la ideología a tenido un papel fundamental en la conformación de las instituciones y en lo que se ha pretendido de los gobiernos,.. lo que estos han sabido leer y de alguna manera han pretendido brindar.
La ideología impregnó tanto el pensamiento de la sociedad, como el accionar de los gobernantes.
Si los servicios que se brindan son eficientes o no es un tema que compete a otra discusión. Lo que en este escrito intento expresar es que en países de menores recursos son – en general – muchos más los necesitados de asistencia, y la ideología imperante supone que ello se logra mediante transferencias que promuevan la declamada “justicia social”.
Y esto tiene el condimento que habilita a los gobiernos a gastar más,.. en lo que ellos creen que es necesario.
Ya no es cuestión de dejar que cada uno decida por sí. El burócrata de turno aconsejará al gobernante o al político que está en busca de votos, cuales son los temas sensibles a la ciudadanía y cuáles son las formas aceptadas de resolución.
Y muchos son los mecanismos por los que los gobiernos pueden encontrar formas de gastar y justificar ese gasto.
El verdadero y dramático problema de las finanzas públicas no es tanto el déficit fiscal, sino el monto del gasto y su financiamiento con impuestos, deuda o emisión monetaria.
En este punto es importante decir que no existe correlación probada entre el tamaño del estado y el desarrollo de un país. Pero si existe entre el gasto público en relación a su PBI, pero en especial a cuál de los componentes del financiamiento es el que provee recursos al gobierno.
Una cuestión es financiarse solo con impuestos, aunque estos sean elevados, sino deprimen la producción. O existen tantas fuentes de producción y son tan diversificadas que pueden proveer al fisco de suficientes recursos sin ser afectadas. O en caso de serlo, el ingreso medio de los habitantes del país es suficiente (PPA)[16] para soportar el precio de los productos.
Como se ve el juego de variables es infinito y permite diversos abordajes al problema.
Por ejemplo en nuestro país la presión impositiva ya alcanzó durante este año al 33,4% del Producto Bruto Interno (PBI) en el consolidado de Nación, provincias y municipios, alcanzando un nuevo récord histórico.[17] (A este valor J. J. Llach le agregó un 1% del PBI por el impuesto inflacionario)
Esta cuestión ya impone severas restricciones a la producción por una doble vía: por un lado por la exacción que significa la tributación y por otro por la baja de demanda que se genera en la gente como resguardo en una segunda etapa de inflación.
Si la carga tributaria es alta y a la vez el consumo disminuye las empresas también comienzan a tomar sus recaudos, que pueden llegar a ser dramáticos. Por ejemplo en febrero de este año se produjeron 7.246 despidos y 4.758 suspensiones.[18] Una cifra que puede parecer menor pero que también puede indicar tendencia.
También en estas circunstancias existen algunas recetas que aunque sean costosas son aceptadas y es la absorción por parte del estado de aquellos que quedaron sin trabajo.
Esto significa otra forma de utilización del gasto público mediante incremento del empleo, que a su vez tiene su contracara: su utilización política.
Por otra parte las restricciones a la importación y la suba en las tasas de interés han provocado un freno en la actividad económica y una caída en la demanda, que han provocado una contracción en el mercado laboral, así como no es de esperar a esta altura que los desequilibrios fiscales se corrijan solo con una devaluación.[19]
Tal como es de apreciar el supuesto estímulo a la demanda agregada, mediante un incremento del gasto público, a largo plazo determina  no un estímulo sino un deterioro de la producción, el empleo y finalmente del PBI que tanto nos preocupa, aunque como dijimos es una consecuencia final, resultado del comportamiento de otras variables.
Por otra parte a los gobiernos les queda otro recurso para financiarse y es el más peligroso: la emisión monetaria,.. porque una vez puesta a rodar resulta muy difícil de detener: endulza el paladar de los gobiernos y desconocen sus consecuencias.
Mientras el gasto público se mantiene por debajo del 10% del PBI en realidad no existen consecuencias graves para la economía. Pero cuando se superan valores mayores los gobiernos intervienen: 1) para justificar ese gasto, 2) para sostenerlo y si es posible incrementarlo.
Todos los argumentos son válidos y permiten justificarse en las necesidades de la gente, lanzando planes, que en realidad son siempre subsidios, financiados por mayor gasto público y que conducen a conductas irracionales, que alteran siempre y cada vez más gravosamente las variables económicas.
El déficit fiscal – es decir egresos mayores a los ingresos – son el punto de partida para que los gobiernos busquen financiamiento en la emisión monetaria con la inevitable consecuencia de la inflación.
La inflación “acompaña” el ritmo de emisión monetaria.
A modo de ejemplo: “…En los siete años que van de 2007 a 2013 el aumento del nivel general de precios minorista habría ascendido hasta un promedio de 22.4% anual, lo cual cuadruplica y quintuplica la inflación registrada en los restantes países de la región. Paralelamente, la tasa promedio anual a la cual se emitió base monetaria fue del 25.5%3. Al mismo tiempo, en este período la tasa de crecimiento efectivamente observada en Argentina se ubico en torno al 3.5% anual. Es decir, en los últimos siete años en Argentina también se cumplió la teoría económica….”[20]
Las expectativas de la gente también acompañan este proceso y en general parten del supuesto acertado que en un contexto de déficit fiscal el gobierno seguirá emitiendo. Y de hecho ello ha sido así: La base monetaria pasó de crecer de 32% (2010) a 35% (2011) y 39% (2012), con sucesivos y probables incrementos aunque ahora no tan pronunciados. ¿Será así?
Es que desde hace ya 7 años la expansión de la base monetaria ha sido sostenida, generando la inflación que acompaño de manera creciente dicho incremento.
La idea expresada por la actual Presidente del Banco Central es la de reducir el porcentual de emisión hasta niveles inferiores al 25%. Pero esto sucede en un contexto en que la cantidad de dinero emitido ya es abrumadora, el gasto público requiere ser contenido (esto no es del gusto de los gobiernos que lo asocian a “ajuste”) y la inflación que se ha desatado, que requerirá de muchas maniobras para su contención.
También es una cuestión ideológica interpretar la palabra “ajuste”. ¿Qué es lo que queremos decir con ella?,.. Queremos decir “hacer lo justo (solo lo necesario) y bien,..”
Pero esos no son los propósitos de los gobiernos aunque (debo admitir que muchos, incluso en nuestra región), se han dado cuenta que no están en condiciones de hacer siempre lo que les gustaría y ya no pueden gastar como si ello no tuviera consecuencias.
Nuestro país es uno de los que lidera en cuanto gasto público a los países de la región.
En casi todos los que muestra la figura siguiente se ha mantenido – con pocas variaciones – bastante constante. Pero ello no ha sucedido así en la Argentina en donde desde el 2003 al 2013 (según muestra la serie se ha incrementado en un 50% aproximadamente.
Esto explica que los demás países de la serie mantengan tasas de inflación razonables (en todos los casos de un dígito anual), mientras que en nuestro país los datos estadísticos de inflación fueron inicialmente adulterados (por la intervención del INDEC), lo que no permitía contar con datos confiables y ahora sincerados desde hace solo 2 meses, por requerimientos del FMI y la confrontación con otros índices elaborados por el Congreso nacional y consultoras privadas, que permiten contar con una aproximación aparentemente más veraz.
De cualquier manera nos coloca entre los 5 países con mayor inflación en el mundo (calculada para 2014 en 35% aproximadamente).
Pero la correlación existente entre gasto público, su forma de financiamiento y la inflación resultante es un hecho ya indiscutido.
De acuerdo a la figura anterior el gasto público llega a ser en términos del PBI el 48% para el 2013.[21]
Es decir que casi el 50% de nuestra economía es el resultado de la actividad del estado.
Cuando hablamos de inflación casi todos tenemos la idea simplificada que es el aumento generalizado de los precios. Pero eso no es exactamente así.
El dinero se comporta como cualquier mercancía. Tiene sí particularidades, porque sirve como medio de intercambio, así como unidad de cuenta y como reserva de valor.
Y repito, se comporta como cualquier mercancía: sujeto a las leyes de la oferta y la demanda.
El incremento de la masa monetaria (es decir: el incremento de la cantidad de dinero), cuando excede la demanda pierde progresivamente su valor.
No es que los bienes que compramos aumenten su valor, esa es una consecuencia. Como el dinero a medida que aumenta y lo hace por encima de la demanda, pierde valor por unidad, se hace necesario cada vez más dinero para comprar lo mismo.
Esto es decir: la inflación no sucede porque los bienes aumentan su precio, sino porque el dinero pierde su valor y es necesario cada vez más dinero para adquirir las mismas cosas.
Pero a su vez, no solo el dinero pierde valor como medio de intercambio, sino que además ya no permite establecer predicciones, ni cálculos creíbles.
Esta última circunstancia no es gratuita. Los empresarios no tienen certidumbre sobre los precios de referencia.
Hay que considerar que los precios son como señales en el mercado, que le dicen a la gente que comprar y a los empresarios que y cuanto producir. Cuando estas señales son distorsivas porque no todos los precios suben: algunos suben otros bajan y lo hacen en diferentes momentos, aunque con una tendencia general (o promedio) al alza, entonces los precios no sirven como referencia válida.
El mercado se desorienta y la gente termina por no tener puntos de referencia respecto que es caro y que es barato: no sabe que debe comprar,.. ni a cuánto.
La producción también sufre distorsiones, por los mismos motivos. Y todo el mundo quiere resguardar sus activos. Pero no puede hacerlo en la moneda local ya que esta progresivamente pierde valor.
Puede que inicialmente busque refugio en una moneda “dura” (aunque desde 2011 se nos ha impuesto restricciones) o que se apure a adquirir algunos bienes que le son necesarios. Pero eso dura poco tiempo, es decir: se da en el corto plazo.
Los economistas de la escuela monetarista han incorporado la idea que en este momento en el que la gente “quiere desprenderse rápidamente del dinero que por su devaluación les quema en las manos”, se produce un proceso de aceleración en la circulación del dinero lo que a su vez aumenta la inflación.
Si el proceso continúa el veneno de la inflación corroe toda la economía y se cae en una inevitable desaceleración (que no se quiere reconocer como “ajuste”, aunque de hecho lo es), los salarios quedan retrasados y la gente debe privarse de muchas cosas que antes podía adquirir. Cae el consumo.
El fetiche del gobierno se desploma, porque el consumo mantenía la sensación de bienestar económico y la indiferencia política.
Pero el gobierno no carece todavía de instrumentos. La inflación misma es uno de ellos, porque aún sus distorsiones permite al gobierno licuar sus deudas. (Se calcula que en el lapso de tres años de continua inflación el gobierno ahorró $ 50.000 millones).
De cualquier forma el gobierno necesita mantener el consumo, al que se asocia el PBI y que declama como crecimiento.
El gobierno puede recurrir – y ya lo ha hecho – al crédito bancario. Induce así a la gente a postergar sus deudas a futuro.
Muchos saben que esto termina por resultar una trampa suicida. Pero muchos otros ante la necesidad de afrontar sus compromisos – y sin vislumbrar otros caminos – pueden llegar a aceptar su endeudamiento.
¿Cómo hace el gobierno para manipular el crédito bancario?
Ø  El Banco Central puede subir o bajar las tasas de interés (tasa de descuento) a la cual le piden prestado los bancos y esto tiene consecuencias en la cantidad de dinero que los bancos pueden prestar así como en las tasas que cobran.
Ø  A su vez el Banco central puede subir o bajar las tasas de encaje. Cuando el público deposita su dinero un porcentaje del mismo debe quedar inmovilizado como garantía y este dinero va al Banco central. Si las tasas de encaje bajan, los bancos se encuentran con mayores cantidades de dinero para prestar.
Cuando el gobierno quiere “facilitar” el consumo, mantiene las tasas de descuento y de encaje bajas, lo que facilita el préstamo pero eso también contribuye a multiplicar la masa monetaria (M1, M2, M3).
Por otra parte las entidades financieras deben cubrirse a futuro y por lo mismo las tasas de interés convierten a los préstamos en inaccesibles.
Esto es lo que vemos en la figura anterior que expresa la correlación de la confianza del consumidor y a la vez se la compara con la tasa de interés que en la actualidad cobran los bancos y que está vinculada a la manipulación del crédito por el gobierno (la intención es mantener el consumo aunque en estas condiciones sea imposible de afrontar endeudarse) y la necesidad de los bancos de cubrirse de la inflación estimada o presunta, así como de la segura morosidad que esas tasas generarán.
En estas condiciones el gobierno tiene todavía otros instrumentos para influir en la cantidad de dinero en el mercado: “operaciones en el mercado abierto”. Esto es decir: comprar o vender bonos del tesoro. Si compra inyecta dinero y aumenta la masa dineraria circulante y si vende “seca la plaza”.
En ambos casos manipula según su conveniencia – o el interés de mantener ciertas variables contenidas – la cantidad de dinero.
Ello es una forma implícita de aceptar que es la cantidad de dinero emitido – más allá de la demanda – el que genera la inflación. Aunque algún Presidente del Banco Central haya afirmado que la emisión no genera inflación.
Otro aspecto al que no me he referido pero vale la pena destacar son las expropiaciones (que suponen compensación) y las confiscaciones.
El gobierno ha recurrido para financiarse a estos mecanismos. El más conocido es la expropiación del 51% de las acciones de Repsol, que en estos momentos negocia para compensar.
Pero el más gravoso, porque afectó los derechos de propiedad, fue la confiscación de los depósitos de particulares aportantes a las AFJP, que nunca tuvieron compensación alguna.
Estos comportamientos no son gratuitos: tienen consecuencias inmediatas, como es la desconfianza que se instala en los inversores en un gobierno que no respeta las instituciones al no respetar los derechos de propiedad y no ofrecer seguridad jurídica, e interviene en el mercado no respetando los acuerdos entre privados.
Lo que es cierto también es que algunos efectos son inmediatos y otros son alejados en el tiempo.
Pero las consecuencias finales no pueden preverse. Lo importante es comprender que no puede mantenerse un gasto público incremental, ineficiente y que responde mucho más a requerimientos políticos, que a satisfacer las necesidades de la gente.
La figura anterior nos permite aproximarnos a los componentes del gasto público. Y sin entrar en demasiados detalles podemos decir que por ejemplo, solo los subsidios que incluyen los transferidos a energía, transporte, empresas del estado y otras representaban en 2009 un total de $ 37.000 millones, pero pasando en el año 2013 a un total de $ 146.000 millones. Es decir un aumento del 394% en cuatro años.
Y este componente del gasto público no es inocente: responde también a intereses políticos ya que permite enormes desembolsos dinerarios – en general dirigidos a empresas amigas o socios del poder político – con la escusa de mantener “bajas las tarifas” y mantener la aparente sensación  de bienestar.
Lo que no se dice es que este mecanismo es facilitador de la corrupción, ya que por un lado permite a los empresarios embolsar lo que se les asigna (que no es poco), seguramente devolver alguna forma de compensación – que sin ir más lejos puede servir al financiamiento de las campañas y partidos políticos – no asegura su reinversión en mejorar los servicios que persisten con estructuras obsoletas,  mientras el público cree que esta política (que financió la oferta) subsidiariamente los ha beneficiado porque mantuvo bajas las tarifas.
Mucho más transparente y lógico sería subsidiar la demanda en forma directa, sincerando las tarifas y otorgando beneficios a quienes realmente los necesitan mediante subsidios direccionados, obligando a los empresarios a que hagan las inversiones necesarias contractualmente estipuladas.
El problema es que el real beneficiado ha sido el mismo gobierno y sus socios empresarios, que mantienen los servicios con baja calidad en las prestaciones (y el riesgo que ello supone), sin sincerar el costo tarifario real, que de suceder pondría en evidencia la poca correlación entre el ingreso y las posibilidades de afrontarlo.
Es decir: los argentinos ganan en promedio mucho menos de lo que debieran si se compara con el costo de las tarifas de los servicios que debieran pagar.
En la Argentina el 50% de los asalariados gana menos de $ 6.000,- (al cambio de hoy aproximadamente u$s 600,-) y eso explica los altos niveles de pobreza que existen, que ya no son publicados por el INDEC y que según cálculos existentes rondan el 30% de la población.[22]
Y dado el actual proceso inflacionario con segura tendencia al alza (por ello el INDEC decide no publicarlos). Eso quiere decir que: cada vez más personas, de continuar estas políticas, tendrán dificultades con sus ingresos de alcanzar los niveles de gasto que supone una canasta básica de bienes y servicios.
Pero esta población que se mantiene en estas condiciones por muchos factores, no encuentra salida a las circunstancias de vida que le ha tocado en suerte, ni tampoco con los planes de ayuda, los subsidios directos y otros agregados que el gobierno implementa, con los que solo se logra la persistencia de su actual situación.
Por esto digo que “se les roba el futuro”[23], porque se les imposibilita encontrar otras alternativas superadoras, se los mantiene limitados a un mínimo ingreso que tampoco les alcanza para subsistir dignamente, no se les ofrecen nuevas alternativas laborales de mejores perspectivas, ni siquiera se los incentiva a ello, se los mantiene atados y dependientes del magro subsidio, que con toda razón no quieren perder.
Pero esto tampoco es gratuito: la marginalidad, la violencia, el delito, el consumo de drogas,.. van de la mano.
A muchos se les llena la boca al hablar de pobreza,.. pero pocos dicen que así como es consecuencia de muchos factores, lo es en particular por las políticas públicas y las políticas económicas en las que intervienen los gobiernos.
En la Argentina ya llevamos dos o probablemente tres generaciones que no conocen lo que es el trabajo y la generación de recursos por el esfuerzo propio.
A muchos estudiosos les preocupan las desigualdades en el ingreso y no está mal que así sea (aunque no es el verdadero problema). Como remedio a esta situación proponen mecanismos de “redistribución”. En realidad casi toda política pública – en la que interviene el estado – es redistributiva, porque transfiere recursos de unos hacia otros.
Estas políticas desincentivan a unos y a otros: a los que se les quita porque precisamente se les retiene parte de lo que producen y a los que “reciben” porque – aún recibiendo dádivas – los hace preferir mantener esta situación de “receptores”, antes que proveerse por esfuerzo propio.
La cuestión central es que es más importante para que un país crezca generar más riqueza,.. esto es decir: mayor tasa de capitalización (o sea mayor ahorro y mayor inversión en fuentes productivas), que genere trabajo genuino (y no subsidiado por el estado) y mayor cantidad de bienes y servicios para los intercambios.
No es cierto que como suponen muchos los intercambios son de “suma cero”. Los intercambios son siempre de suma positiva: cada uno obtiene lo que sus preferencias le dictan.
Esto significa que resulta irracional proceder a la “redistribución de lo que hay”,.. en otras palabras: no es cuestión de repartir la torta existente, la cuestión es agrandar la torta para dar “su” porción” a cada uno según le corresponda y sea capaz de obtener.
Resulta importante destacar que en otros países de la región parecen haber comprendido la raíz del problema y por ejemplo: aún teniendo tanta o más desigualdad que la Argentina, tienen indicadores de pobreza mucho menores.
Por ejemplo – sin ir más lejos – Chile con un indicador de Gini mayor que la Argentina (0.53 vs 0.50), tiene una tasa de pobreza del 11%.
La reducción de la pobreza en Chile fue acompañada de una reducción en el indicador de desigualdad que en 2001 era de 0.56.
¿Qué quiere decir esto? Pues es sencillo de interpretar: la reducción de la pobreza mediante la generación de trabajo genuino, nuevas y estables fuentes de trabajo y salarios que alcancen para permitir una subsistencia digna, termina por impactar en la reducción de las desigualdades,.. y no al revés!
Cuando pensamos en “reducir desigualdades” e insistimos que son la causa del problema, terminamos por reclamar su intervención al gobierno, que se ocupa de hablar de “redistribución” e instala planes y programas sociales, que nunca alcanzan, además de ellos viven más que aquellos a quienes dicen servir, mantienen el statu-quo, y no permiten a los que se destina como beneficiarios superar su condición.
Por otra parte – resulta una contradicción – ya que no es este el camino para reducir desigualdades y en la Argentina las desigualdades han persistido, mientras que la pobreza ha aumentado.
Entonces el problema no es la desigualdad,… el problema es la pobreza!
En este punto me permito opinar que estamos en una trampa y que será difícil de sortear.
Porque aquellos que nos inclinamos por “agrandar la torta” es decir:generar la posibilidad de desarrollar actividades productivas que permiten a las personas salir de la pobreza (ya sea por ingresar al mercado de trabajo o por micro-emprendimientos que provean de bienes y servicios a otros), aprovechando la enorme cantidad de empleos que se generan a partir del proceso de inversión de capital. Y acuerdo en que cuanto más libre es la economía, mayores son las posibilidades que esto suceda, nos encontramos en que llegar a ello requiere una transición.
Este período desde una economía regulada, con enorme intervención estatal y con mecanismos de subsidios, que se suponen “compensadores” de las desigualdades o aportantes a la reducción de la pobreza, hacia una economía libre como la descrita en el párrafo anterior, tiene dos ingredientes necesarios:
      Ø  Confianza: los mercados (en particular los empresarios y los emprendedores) deben tener expectativas acerca de que el país les ofrece reglas claras, seguridad jurídica, que los contratos serán respetados y que no interferirá en los acuerdos entre privados (entre muchas otras condiciones), mientras esto no suceda la tasa de inversión así como la recepción de inversiones de capitales y empresas del exterior, estará sumamente restringida. De hecho nuestro país es el que menor tasa de inversión bruta ha recibido de toda Latino-América desde el año 2008.
      Ø  Tiempo: los mercados no generan inversiones, trabajo y bienes y servicios de manera inmediata (es decir: por puro voluntarismo y de la noche a la mañana). Ello requiere un tiempo en el que se analizan: la estabilidad de las variables económicas, a su vez se pueden analizar “precios” que como señales indican que y cuanto producir, se puede realizar los cálculos económicos para lo que es necesaria una moneda estable y datos ciertos.
Ninguna de estas condiciones están dadas hoy en nuestro país.
Entonces no es de extrañar que frente a un país que no cumple sus compromisos, que no respeta la seguridad jurídica, que ofrece datos no confiables o que se saben adulterados (aunque ahora parece que el INDEC intenta recuperarse para alcanzar los requerimientos del FMI), exista reticencia y desconfianza para la inversión.
Y no es de extrañar tampoco que los que inviertan – para compensar el riesgo – quieran ganancias rápidas, protección arancelaria y subsidios que los favorezcan.
No se trata que los empresarios de nuestro país sean perversos y peores que los de otros países (incluso cercanos), se trata que nuestro país  no ofrece las condiciones de estabilidad y calidad institucional[24] necesarias para garantizar sus inversiones y su rentabilidad.
Aunque también debe mencionarse que durante años hemos vivido un “capitalismo de amigos” y si analizamos muchas de las mayores fortunas de la Argentina han surgido de negocios entre empresarios amigos con el estado.
Precisamente el hecho que se intenten sincerar las cifras – antes adulteradas del INDEC – y la búsqueda de acuerdos para superar las deudas impagas, implícitamente nos dice que el gobierno declama otro discurso, pero reconoce que necesita de las inversiones y para ello pretende “una lavada de cara” para ofrecer seguridad y garantías.
El gobierno parece no saber que eso se gana con el tiempo – que a veces es necesario mucho y que nos revela un comportamiento predecible – pero que también puede perderse rápidamente.
Ya en este punto vemos que el problema no es fácil de solucionar: lograr un país que inicie el camino del desarrollo no es una tarea fácil y el problema para más del 30% de los argentinos es el hoy,.. y el cómo satisfacer su mesa mañana,.. es decir: un período de transición sobre el que no existen recetas claras.
Si el gobierno continúa con este nivel de gasto público (además mal asignado) ni lograremos el desarrollo mediante inversiones productivas, ni mejoraremos – la consecuencia esperada – las condiciones y circunstancias de la gente que vive en condiciones de pobreza.
La transición desde un modelo populista, que ha demostrado conducir siempre al fracaso y de lo que han tomado nota muchos de nuestros países vecinos, hace que lograr un país en desarrollo lleve un tiempo en el que parece no haber soluciones mágicas.
Para muchos[25], las respuestas en el período de transición son muy rápidas y es de suponer que muy pocos – se trata de una curva asintótica ya que nunca alcanzará a todos como sería deseable – quedarían excluidos.
Obviamente se menciona a varios países (entre ellos a China e India) que en pocos años adoptando una economía de mercado y ofreciendo suficiente resguardo a las inversiones han logrado sacar de la pobreza a millones de personas.
Es muy probable que sea así y que debamos avanzar en ese camino a sabiendas que muchos no alcanzarán a superar mañana (y tal vez nunca) su condición actual. Pero aún si fuera este el camino y sus consecuencias, estimo que el recorrido vale la pena.
Por mi parte asumo que sostengo – y solo para la transición – una posición intermedia, aún a riesgo de las consecuencias esperadas e indeseables de la intervención gubernamental, como a sabiendas de las dificultades implícitas en cada uno de los puntos que expondré:
     Ø  Generar confianza (no apariencias de) para lograr inversiones quegeneren la posibilidad de desarrollar actividades productivas, que permiten a las personas salir de la pobreza ya sea por ingresar al mercado de trabajo o por micro-emprendimientos, aprovechando la enorme cantidad de empleos que se logran a partir del proceso de inversión de capital.
      Ø  Por ese mismo camino lograr un incremento de la tasa de capitalización y que los ahorros logrados se vuelquen en nuevas inversiones, cerrando el círculo virtuoso al ser generadoras de nuevos y mejores empleos.
      Ø  Pero el gobierno deberá hacer también sus deberes:
§  Disminuir el gasto público a expensas de subsidios empresariales y otros gastos innecesarios, ineficientes o improductivos.
§  Disminuir y limitar la emisión monetaria
§  Posibilitar a la par un mejor acceso al crédito para inversiones.
§  Disminuir también la presión impositiva para lograr estímulos a la producción y nuevos ingresos al mercado laboral.
§  Asumir que sus propias políticas han sido la causa de las circunstancias actuales que nos toca sufrir (muy difícil porque va contra lo declamado)
§  Establecer planes precisos de asistencia solo para las poblaciones vulnerables – por tiempos limitados hasta permitir su reinserción laboral – y con contraprestaciones (como por ejemplo trabajo empleado subsidiado en las empresas, con lo que se lograría mutuo estímulo: hacer trabajar a unos y bajar los costos laborales para la producción a los otros)
§  Evitar su utilización política (lo que veo muy difícil), en especial su reparto clientelar, por punteros y demás partícipes de la politiquería barata y perniciosa.
Esto parece muy fácil de decir, pero probablemente en la transición (es decir: “en el mientras tanto”), deberemos resignarnos a ver que muchos no son alcanzados por los beneficios.
Aunque es de suponer que cuanto más rápido y mejor recorramos el camino correcto, antes veremos los resultados y menor será el número de excluidos que hoy persisten, a pesar de las políticas de inclusión declamadas.
En “el mientras tanto” y dado el retraso cambiario existente el gobierno ha apelado a la devaluación (26% en una semana, cuando lo venía haciendo en “cuenta gotas”), para la mejora de la competitividad, pero debe saberse que esta medida perderá efecto, si la inflación se mantiene en elevados niveles.
Así como ha “secado la plaza” con efectos varios: sobre la demanda de dólares y sobre las expectativas de inflación al disminuir la demanda.
La inflación existente supera lo razonable. Cualquier país de la región (salvo Venezuela), tiene una inflación inferior al 6 ó 7 % anual, mientras nuestra inflación proyectada llega al 35% anual.
Es razonable preguntarse – ya que hemos visto los efectos devastadores de la inflación sobre cualquier economía – ¿cuánto tiempo podremos sostener las variables controladas?,.. ¿Cuánto tiempo tardarán nuevamente en alterarse?
Son varios los escenarios posibles a futuro. Esperemos que el gobierno cumpla con sus deberes para no caminar nuevamente por la cornisa.
En este momento nos encontramos luego de décadas de decadencia con graves problemas para llevar adelante esta propuesta.
En primer lugar como he mencionado todo tipo de intercambios necesita una confianza de la que el gobierno no goza y tardará mucho tiempo en lograr.
En segundo lugar si se avanzara por el camino del desarrollo ello requerirá tiempo, que no será poco. Probablemente el cambio de gobierno en el 2015 nos depare nuevas expectativas, siempre y cuando logremos torcer nuestro pensamiento populista.
Para el ingreso en el mercado laboral no es una cuestión solo de abrir fábricas. También es necesaria una mano de obra calificada,.. que no tenemos, porque años de marginación y a la par un enorme deterioro educativo (como en muchas otras áreas), nos ha dejado sin herramientas para ingresar a un mercado laboral que hoy exige otras calificaciones.
Respecto de lo que denominé “deterioro en muchas otras áreas”, resulta significativo que las políticas populistas con un discurso de “igualar” solo han logrado “igualar para abajo”, en vez de lograr la superación permanente de la sociedad.
Para los ojos atentos el deterioro social es manifiesto y si bien remontar las condiciones económicas nos llevará mucho tiempo, la herencia recibida en cuanto a lo social nos será mucho más difícil de superar.
Lo mencionado no es un dato menor ya que se parte del supuesto que los gobiernos populistas (tanto como lo declaman) logran la igualdad, o disminuyen las desigualdades, generan puesto de trabajo y alcanzan mayor inclusión social.
Pero la verdad salta a la vista: estos supuestos son inexactos y logran los efectos contrarios a los que dicen querer alcanzar.
Se visten con la máscara del “progresismo” y mantienen el discurso que la gente quiere escuchar. Pero la realidad es cruel, pues para mantener lo que prometen deben mantener un gasto público insostenible, por su ineficiencia y por sus consecuencias, que termina por impactar a todos y en especial a los más desfavorecidos.
Es cierto que los gobiernos tienen infinidad de recursos para disimular, posponer o poner las culpas en otros, lo que es una forma de mantener su discurso, de las consecuencias indeseadas de sus políticas.
Pero además disponen no solo del monopolio en la emisión monetaria, sino de múltiples formas de intervención.
Finalmente este modelo intervencionista y que deposita en el estado la potestad en la búsqueda de la declamada “justicia social”, logra precisamente lo contrario, pues la consecuencia de sus desajustes los pagan más quienes menos tienen.
La justicia social no parece que la logran quienes solo la declaman. Es más justo tener trabajo y con el esfuerzo propio llevar el pan a la mesa que recibir una dádiva.
Por eso los gobiernos deben ser controlados y el poder debe ser limitado, si no encuentran ellos mismos las razones para limitarse a sus funciones y permitir un soporte político basado en la libertad.
El respeto y cuidado de las instituciones es la base que permite la iniciativa personal y un subsecuente desarrollo económico que mejora las condiciones de vida de toda la sociedad.
Esto es el respeto y estímulo a la iniciativa personal, al esfuerzo, al trabajo, a la innovación y a los valores que inducen a los individuos a crecer en un marco de sana competencia, con la convicción que en estas sociedades la generación de riqueza por unos alcanza inevitablemente al conjunto…(..)..Se parte de la idea que la intervención del Estado es dañina – y entra en un punto en colisión – con las libertades individuales, los derechos civiles, la generación de riqueza y la economía.
El gobierno no se limita, ¡ni remotamente!, a la realización honesta y eficaz de estas tareas, metiéndose donde no debería meterse, es decir, ¡hasta la cocina![26] Lo que no deja de tener graves consecuencias.
Hasta que la crisis se hace evidente el pensamiento de la sociedad es leída por los políticos y sucede como en nuestro caso que se declama un nacionalismo militante en lo político y un socialismo de derecha en lo económico.[27]
Grave contradicción: “…ningún país serio y normal del planeta conduce los asuntos públicos de ese modo….(….)…esos países creen en el mercado, la competencia y la apertura y en  ninguno de ellos es concebible que los parlamentarios se pongan de pié para aplaudir la declaración de que el país decretaba la bancarrota y rechazaba el pago de la deuda externa,…En esas naciones se suelen cumplir los compromisos y hay leyes severas que castigan a quienes rompen los pactos,…”(Ibíd)
Resulta difícil de aceptar que los argentinos repitamos desde hace muchos años una y otra vez las mismas recetas,.. sostengamos las mismas ideas,.. siempre con los mismos resultados, y no acertemos a recorrer el que ha permitido a otros salir del estancamiento y el subdesarrollo.
Dr. Eduardo Filgueira Lima
Director del CEPyS
Magister en Sistemas de Salud y Seguridad Social (ISALUD)
Magister en Economía y Ciencias Políticas (ESEADE)
Doctorando en Ciencias Políticas (USal)
                                                                                                  Buenos Aires, 20 de Marzo de 2014

 

Referencias:


[1] Yeatts, G. “Historia de dos revoluciones” En: Valores, educación e instituciones. Claves para interpretar la Argentina (Cap II) Fundaión Atlas (2004)
[2] Rouseau, J. J. “El Contrato Social” (1762)
[3] Rousseau, J. J. “Discurso sobre el origen de la desigualdad” (1754)http://juango.es/discurso%20sobre%20el%20origen%20de%20la%20desigualdad.pdf
[4] Rawls, J. “Teoría de la justicia”. Fondo de Cultura Económica, Mexico. (2006)
[5] Chartier,G. “Global Justice and the Foundations of International Law”. Palgrave Macmillan, (2014) 
[6] Locke, J. “Segundo tratado del gobierno civil” (1662)
[7] Roselló, M. “El liberalismo no es para las relaciones estatales”. Instituto Juan de Marianahttp://www.juandemariana.org/comentario/6578/liberalismo/relaciones/estatales/ (2014)
[9] NA: salvo que se refiera solamente a igualdad ante la ley.
[10] NA: salvo que se refiera a un supuesto romántico y retórico
[11] Peruzzotti, E. & Smulovitz, C., «Controlando la Política. Ciudadanos y Medios en las nuevas democracias latinoamericanas”. Buenos Aires Editorial Tema. (2002)
[12] Keynes, J. M. “Teoría general del interés, el empleo y el dinero” (1936)
[13] Buchanan, J. “Democracy in Deficit: The Political Legacy of Lord Keynes” Library of Liberty (1977)
[15] Say, J. B. A Treatise on Political Economy, or the production, distribution and consumption of wealth, (1803).
[16] PPA: Paridad del Poder Adquisitivo
[17] Argañaraz, N. Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF), en el XIIIº Congreso Tributario CPCEBA (2014)
[18] Blanco, J. L. Director de Tendencias Económicas Consultora. Informe Marzo, 2014)
[19] Colina, J. Informe IDESA Nº 539 (marzo, 2014)
[20] Caldarelli, A. “Emisión e inflación en la Argentina” (2014)
[22] UCA: Observatorio de la deuda social Argentina. “Desajustes en el desarrollo económico y social”http://www.uca.edu.ar/uca/common/grupo68/files/Anexo_Estad-stico_actualizaci-n_31.07.13.pdf (2013)
[23] Filgueira Lima, E. “Política, economía y pobreza” (2013)https://www.academia.edu/4351076/Politica_economia_y_pobreza
[24] Miller, T & al. The Heritage Foundation: “Indice 2014 de libertad económica” (2014)
[25] Ravier, A. & Krause, M. “Otra vez sobre la pobreza”. Punto de vista económico (2014)
[26] Damm Arnal, A. “Asuntos Capitales” (2014)
[27] Montaner, C. A. “La Argentina quiere ser un país normal” (2004)

 

Eduardo Filgueira Lima es Médico, Magister en Sistemas de Salud y Seguridad Social,  Magister en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE y Profesor Universitario.

La manía de la medición y las estadísticas

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 21/3/14 en: http://independent.typepad.com/elindependent/2014/03/la-man%C3%ADa-de-la-medici%C3%B3n-y-las-estad%C3%ADsticas.html

 

Parecería que si no se pueden medir resultados éstos no existen o se los subestima sin percatarse de otra dimensión no cuantificable que es en definitiva la que marca el propósito de las acciones humanas. Es cierto que el cálculo económico en general y la evaluación de proyectos en particular son indispensables al efecto de conocer si se consume o si se incrementa el capital. De allí es que resulta indispensable la institución de la propiedad privada y los consiguientes precios de mercado, sin cuya existencia se opera a ciegas.

Pero no es menos cierto el abuso de las mediciones en teoría económica. Incluso en la pretendida ilustración de las transacciones comerciales, el signo igual es inapropiado puesto que los precios expresan pero no miden el valor. El precio es consecuencia de valorizaciones distintas y cruzadas entre compradores y vendedores de lo contrario no habría operación alguna. El vendedor valora en más el dinero que recibe que la mercancía o el servicio que entrega y al comprador le ocurre lo contrario.

Además “medir” valores a través de precios en rigor significaría que si una mesa se cotiza en mil media mesa se debiera cotizar en quinientos cuando en verdad pude muy bien traducirse en un valor nulo y así sucesivamente. La medición requiere unidad de medida y constantes (por ese motivo -en “The Place of Mathematical Reasoning in Economics”-  Paul Painlavé concluye que “medir el valor de algún objeto resulta imposible”). Asimismo, la expresión algebraica de “función” no es aplicable en el ámbito de la ciencia económica puesto que conociendo el valor de una variable no permite conocer el de otra. Tampoco es pertinente recurrir a las llamadas “curvas de indiferencia” al efecto de ilustrar elecciones puesto que toda acción implica preferencia ya que la indiferencia es la negación del actuar. Ni siguiera es aceptable recurrir a las “curvas” de oferta y demanda puesto que significa el tratamiento de variables continuas cuando la acción inexorablemente significa variables discretas.

En otros ensayos y artículos me he referido a los graves problemas referidos a la “renta nacional” y al “producto bruto”, al supuesto de considerar producción-distribución como fenómenos susceptibles de escindirse y a las falsedades inherentes al modelo de “competencia perfecta”, pero en esta oportunidad no tomaré espacio para ese análisis ya efectuado con insistencia, para en cambio aludir a aquella otra dimensión no cuantificable a que me referí al comienzo.

En realidad, todas las acciones (y no digo humanas puesto que sería una redundancia ya que lo no humano no es acción sino reacción) apuntan a satisfacciones no monetarias. Incluso para quien el fin es la acumulación de dinero, puesto que la respectiva satisfacción siempre subjetiva, no puede manifestarse en números cardinales, solo ordinales pero personales ya que son imposibles las comparaciones intersubjetivas.

En nuestro léxico convencional podríamos decir que esta dimensión no sujeta a medición alguna se refiere al rendimiento o la productividad psíquica. Por ejemplo, se compra un terreno para disfrutar de las puestas de sol debido a que esa satisfacción posee para el comprador un valor mayor que el dinero que entregó a cambio, pero no resulta posible articular la medida de ese delta y lo mismo ocurre con todo lo adquirido. En otros términos, lo más relevante no está sujeto a medición.

Esto es lo que confunde y altera a los megalómanos planificadores que se manejan a puro golpe de cifras que aunque fueran fidedignas no cubren lo medular del ser humano. No deja de ser curioso que esta inundación de estadísticas se pretenden refutar con otras, lo cual no va al meollo del asunto. Es en este sentido que Tocqueville escribe que “El hombre que le pide a la libertad más que ella misma, ha nacido para ser esclavo”. Por eso es que las cifras globales (llamadas macroeconómicas) son, en última instancia, intrascendentes puesto que en liberad simplemente serán las que deban resultar. Este es el significado de la sentencia de James Buchanan en cuanto a que “mientras el intercambio sea abierto y mientras se excluya la fuerza y el fraude, el acuerdo logrado, por definición, será calificado como eficiente”. Por esto mismo es que Jacques Rueff repetía en que no deben compilarse estadísticas del sector externo “puesto que constituyen una tentación para los gobiernos de intervenir, en lugar de permitir las ventajas que proporciona la libertad”.

Desde luego, lo dicho no es para eliminar las estadísticas, sino, por un lado, para diferenciar las relevantes de las irrelevantes y, por otro, mostrar que aunque se recurra a veces a números como circunstancial apoyo logístico (todos los economistas lo hacemos pero lo dramático es cuando se revela que eso es lo único que hay en la alforja), lo transcendente no radica allí puesto que hay un asunto de orden previo o de prelación que apunta a lo no cuantificable en lo que se refiere a la esfera del aparato estatal y dejar que en el sector privado se compilen las series que se conjetura requiere la gente.

A título de anécdota, señalo que cuando Alfredo Canavese de la Universidad Di Tella, por entonces colega en la Academia Nacional de Ciencias Económicas en Buenos Aires, solicitó mi nombre para una declaración contra las manipuladas cifras oficiales del INDEC en la Argentina, le manifesté que las tergiversaciones oficiales producirían como resultado positivo la preparación de índices por parte del sector privado lo cual esperaba termine con los números estatales que exceden su misión específica con el correspondiente ahorro de recursos de los contribuyentes y que los gobiernos se circunscriban estrictamente a las cuentas de las finanzas públicas, liberando energía para controlar al siempre adiposo Leviatán.

Preciso un poco más la idea: en el supuesto de que el gobierno pudiera hacer multimillonarios a todos (irreal por cierto si tenemos en mente ejemplos de sociedades iguales pero con regímenes distintos como era Alemania Occidental y Alemania Oriental o como es hoy Corea del Sur y Corea del Norte), nada se ganaría si simultáneamente la gente no puede elegir que productos comprar del exterior, si los padres no puede elegir las estructuras curriculares que prefieren para la educación de sus hijos, si no se puede elegir el contenido de los periódicos, las radios y las televisiones, si no se puede afiliarse o desafiliarse a un sindicato sin descuentos coactivos de ninguna naturaleza, si no se puede profesar el culto que cada uno prefiera sin vinculación alguna con el poder, si no se cuenta con una Justicia independiente, si no se puede pactar cualquier cosa que se estima pertinente sin lesionar derechos de terceros, etc. etc. Como en el cuento de Andersen, de nada vale que ingresen al bolsillo de cada uno miles y miles de kilos de oro si se ha vendido la liberad, es decir, la condición humana.

Es clave comprender y compartir el esqueleto conceptual de la sociedad abierta, las estadísticas favorables se dan por añadidura. Por el contrario, si se tratara de demostrar las ventajas de la libertad a puro rigor de estadísticas ya hace mucho tiempo que se hubiera probado su superioridad, el asunto es que, en definitiva, con cifras no se prueba nada, las pruebas anteceden a las series estadísticas, el razonamiento adecuado es precisamente la base para interpretar correctamente las estadísticas. Es por eso que resulta tan esencial la educación en cuanto a los fundamentos éticos, jurídicos y económicos de la sociedad libre y no perder el tiempo y consumir glándulas salivares y tinta con números que desprovistos del esquema conceptual adecuado son meras cifras arrojadas al vacío.

En resumen, el oxígeno vital es la libertad, si los debates se centran exclusivamente en las cifras se está desviando la atención del verdadero eje y del aspecto medular de las relaciones sociales. Como bien ha escrito Wilhelm Röpke en Más allá de la oferta y la demanda: “La diferencia entre una sociedad abierta y una sociedad autoritaria no estriba en que en la primera haya más hamburguesas y heladeras. Se trata de sistemas ético-institucionales opuestos. Si se pierde la brújula en el campo de la ética, además, entre otras muchas cosas, nos quedaremos sin hamburguesas y sin heladeras”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. En Administración. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer Rector de ESEADE.

Argentina y los magros resultados del Índice de Libertad Económica

Por Carlos Alberto Salguero. Publicado el 20/3/14 en http://economiaparatodos.net/argentina-y-los-magros-resultados-del-indice-de-libertad-economica/

 

En los últimos días, The Heritage Fundation difundió la 20ª edición del Índice de Libertad Económica, año 2014. Este índice, que proporciona una herramienta objetiva de análisis para las 186 economías evaluadas, muestra que la libertad económica está una vez más en auge, alcanzado su máximo puntaje en los 20 años de existencia (el puntaje promedio del índice arrojó un incremento cercano al 5%, pasó de 57,6 puntos, en el año de origen, hasta la cifra máxima de 60,3, para el período corriente). Detrás de este récord hay historias de progreso humano y logros de países. Literalmente, miles de millones de personas en todo el mundo cuyas vidas mejoraron de manera efectiva. El sistema de libre mercado impulsó un crecimiento económico sin precedentes en todo el mundo. Durante las últimas dos décadas, en las que la economía global avanzó hacia una mayor libertad económica, la economía mundial logró una verdadera expansión de su PIB de alrededor del 70%.

La libertad económica es el derecho fundamental de todo ser humano de controlar su propio trabajo y propiedad. En una sociedad económicamente libre, los individuos son libres de trabajar, producir, consumir e invertir en todo lo que quieran. Para que esto suceda, los gobiernos permiten que la mano de obra, el capital y los bienes puedan moverse libremente, y se abstienen de la coerción o restricción de la libertad más allá de la medida necesaria para proteger y mantener la libertad misma.

El Índice evidencia que la variable más importante para el incremento sostenido de la riqueza, así como el medio más efectivo para eliminar la pobreza, es la libertad económica.

La variable estadística consta de diez componentes, a saber: derechos de propiedad, libertad frente a la corrupción, libertad fiscal, gasto público, libertad empresarial, libertad monetaria, libertad comercial, libertad laboral, libertad de inversión y libertad financiera. Cada libertad es ponderada por igual en la determinación de las puntuaciones de los países. Los países que consideren las reformas económicas pueden encontrar oportunidades significativas para mejorar el rendimiento económico de estos factores en los que puntúan. Estos factores pueden indicar restricciones limitantes significativas sobre el crecimiento económico y la prosperidad.

Solo seis de las economías clasificadas en el Índice 2014 obtuvieron la designación de “libres”, con puntajes superiores a 80 puntos. Los 28 países siguientes, con puntajes entre 70 y 80, están considerados como “mayormente libres”. Estas 34 economías mantienen y proporcionan un entorno institucional en el que personas y empresas privadas disfrutan de un grado sustancial de

libertad económica en su búsqueda de más oportunidades y mayor prosperidad.

El caso de los países que obtienen puntajes que reflejan incluso niveles moderados de libertad económica (60 o más puntos), la relación entre libertad económica y PIB per cápita es extremadamente significativa. La mayor parte de los países evaluados (117 economías) tienen puntajes de libertad económica que van de 50 a 70. De éstas, 56 economías están consideradas como “moderadamente libres” (puntajes entre 60 y 70) y 61 como “mayormente controladas” (puntajes entre 50 y 60).

Finalmente, veintisiete países tienen economías “reprimidas”, con puntajes inferiores a 50, y ocho, sin clasificación.

El país más libre del mundo es Hong Kong, con 90.1 puntos, y lo ha sido a lo largo de los últimos 20 años de manera consecutiva. Su puntaje general es levemente mejor que el año pasado debido a las mejoras en el tamaño del gobierno y la eficacia de la reglamentación que compensaron una disminución de la libertad frente a la corrupción.

El puntaje de libertad económica de Singapur es 89,4, lo que ubica a este país en el segundo lugar del índice 2014. Su puntuación es 1,4 puntos mejor que el año precedente, debido a las mejoras en la libertad de inversión y libertad laboral que superan a las pequeñas disminuciones de libertad monetaria y libertad de empresa.

En tercer lugar se encuentra Australia con 82 puntos. Su puntaje general es 0,6 puntos menos que el año anterior, con un aumento en la libertad de inversión compensado por la disminución de la libertad monetaria y libertad laboral. Suiza es el cuarto, y primero de Europa, con 81,6 puntos. El quinto puesto muestra a Nueva Zelanda con 80,6 puntos. Y, en el sexto lugar, se ubica Canadá con 80,2 puntos, lo que destaca a este país como la economía más libre de América.

Argentina, por su parte, con un puntaje de 44.6 es, con la sola excepción de Venezuela, la economía menos libre de Sudamérica. Ocupa el puesto 166 en el índice 2014. Su puntaje general se redujo en 2,1 puntos, respecto del año anterior, lo que refleja una disminución sustancial en la libertad de inversión, libertad comercial, libertad de trabajo y la gestión del gasto público. Argentina ocupa el lugar 30 de 32 países del continente, y su puntaje general está muy por debajo de los promedios regionales y mundiales.

La libertad económica de Argentina, durante los 20 años de historia del índice, sumió hasta el estado &»reprimido&». Con una caída general de puntuación de 23.4 puntos, registró la segunda caída más grave desde que se comenzó a medir la puntuación del Índice de Libertad Económica. Ocho de las 10

libertades económicas se deterioraron debido a las políticas que incluyen severos controles de capital, la fijación de precios, las restricciones a las importaciones, y una serie de nacionalizaciones

La injerencia del Estado en la economía argentina creció substancialmente desde 2003, lo que aceleró la erosión de la libertad económica. Deficiencias institucionales siguen socavando las bases de un desarrollo económico duradero. El sistema judicial se volvió más vulnerable a la interferencia política y la corrupción se volvió frecuente. La presión regulatoria en el sector privado siguió aumentando, con medidas de gasto populistas y el control de precios que distorsionan aún más los mercados.

Por las razones expuestas, en tanto no se advierta la importancia del sólido vínculo entre libertad y desarrollo: no se realizarán cambios estructurales que soslayen estrictas medidas de corto plazo. El futuro de los argentinos seguirá comprometido a prácticas mezquinas que posterguen los intereses de generaciones futuras.

 

Carlos Alberto Salguero es Doctor en Economía y Máster en Economía y Administración de Empresas (ESEADE), Lic. en Economía (UCALP), Profesor Titular en la Universidad Católica de La Plata y egresado de la Escuela Naval Militar.

¿Qué son las «necesidades básicas»?

Por Gabriel Boragina. Publicado en: http://www.accionhumana.com

«Las necesidades básicas son todas aquellas necesidades vitales que contribuyen directa o indirectamente a la supervivencia de una persona, siendo éstas:
1. comer,
2. beber y
3. dormir.
En la sociedad actual, en la que hay división de trabajo, a las necesidades básicas se suman los siguientes aspectos:
1. El trabajo como un medio para el sustento y, por tanto, para la supervivencia de la propia persona o de la familia.
2. La vivienda como un lugar para vivir y dormir.
3. La protección contra ataques a la vida y a la propiedad que la persona requiere para sobrevivir.
Por tanto, las ideas fuerza políticas referidas a las necesidades básicas rezan:
1. Procurar alimentos a precios y en lugares accesibles para todos.
2. Procurar agua en cantidad y en calidad suficiente a precios y en lugares accesibles para todos.
3. Procurar espacio habitacional en la cantidad y con la calidad necesarias a precios y en lugares accesibles para todos.
4. Combatir la pobreza, si la satisfacción de las necesidades es un problema de la pobreza.
5. Procurar puestos de trabajo para aquellos que buscan trabajo.
6. Combatir la criminalidad para proteger la vida y la propiedad requerida para sobrevivir.
En tanto en una sociedad o en partes importantes de la misma existan problemas para satisfacer las necesidades básicas, éstas deben tratarse prioritariamente, o al menos mencionarse, en la discusión.»[1]
Más allá de lo cuestionable de hablar de «ideas fuerza políticas» en relación a este tema, podemos observar que -según este autor- habría «necesidades básicas» anteriores a la «sociedad actual» (no aclara tampoco dónde daría comienzo, o cual sería el punto de partida que considera para dar inicio a lo que llama «la sociedad actual») y posteriores a dicho «misterioso» comienzo de «la sociedad actual».
Vemos, además, como el concepto de «necesidades básicas» cambia con el tiempo.
No es tan importante entonces tratar de establecer una definición de «necesidades básicas» sino que lo que parece más urgente es dar por sentado que el ser humano tiene necesidades, y a partir de allí estudiar cual es la mejor forma, vía o camino para lograr cubrirlas. En este aspecto, sólo existen dos posibles: el estado-nación o el mercado como únicas dos rutas factibles para dicha satisfacción.
Lo que interesa destacar es que el nebuloso concepto de «necesidades básicas» siempre ha sido manejado políticamente:
«Hagenbuch arguye (págs. 9-12) que “sin darnos cuenta nos deslizamos hacia un sistema en el que todos dependen permanentemente del estado para ciertas necesidades básicas, incrementándose, a la vez, de modo inevitable, tal dependencia. No es ya que los servicios sociales dejan de autofinanciarse, sino que se autopropagan…No cabe la menor duda que existen profundas diferencias entre un sistema que proporciona, ocasional y temporalmente, a unos pocos seres desgraciados una ayuda que les permite sobreponerse a un infortunio y aquel otro sistema que decididamente aspira a canalizar, de modo permanente, una gran porción de los ingresos de cada individuo a través del estado. La ausencia de correlación entre lo que el individuo pone y lo que el individuo toma; la situación política que se crea en cuanto es objeto de discusión cualquier especie de desigualdad en la distribución de las rentas, y el extremado paternalismo que a todo se aplica anuncia la rápida desaparición de esa escasa porción de la renta nacional, que no circula a través del lago común de los servicios sociales, y la aparición, en cambio, de una tendencia hacia el completo control de todas las rentas…Por lo tanto, cabe anunciar el conflicto político que a largo plazo ha de plantearse como sigue: por una parte, podemos apuntar a un sistema de servicios sociales que acabe con la pobreza haciendo pobres a todas las gentes (o rica, según el criterio de cada crítico), otorgando beneficios de tipo universal y socializando la renta nacional. Por otra parte, cabe aspirar a un sistema de previsión social que haga desaparecer a los necesitados mediante elevar a aquellos que se encuentran por debajo del nivel de pobreza, concediendo subsidios tan sólo a grupos de gentes necesitadas, sobre la base de la prueba de recursos en las categorías aseguradas y teniendo presente que llegará un día en que tales servicios ya no serán necesarios porque incluso el nivel de vida de los grupos con rentas más bajas se hallará por encima del nivel de pobreza”.[2]
El problema de este último enfoque es que la noción de pobreza es relativa como lo muestra su misma definición:
«pobreza. Carencia de los bienes y servicios necesarios para satisfacer las necesidades básicas. El concepto, como lo indica su propia definición, es de índole relativa: se es pobre -o rico, en este contexto- con respecto a la situación de otras personas o países, pues la misma idea de necesidades «básicas» es imprecisa y porque los individuos nunca pueden satisfacer por completo sus necesidades.»[3]
Y esta relatividad inherente, es la que a menudo se pasa por alto en todos los estudios de pobreza, especialmente los efectuados por parte de organismos estatales que dicen tener por objeto la eliminación del flagelo.
Por otro lado, lamentablemente, la experiencia ha demostrado en todas partes del mundo que el sistema de subsidios «temporales», se ha convertido -con el tiempo- en permanente por varias razones. Entre ellas destacan:
1.    Los incentivos que reciben los subsidiados a seguir percibiendo el «beneficio social» en lugar de buscar un trabajo por sus propios medios o medios ajenos. Es decir, se estimula perpetuar la condición desubsidiado, al tiempo que se desalienta el menor esfuerzo por generarse recursos propios en aquel.
2.     Los incentivos políticos que se traducen en que los políticos no tardan en descubrir que el ofrecimiento de prebendas y subsidios al electorado en sus compañas aumenta considerablemente su caudal de votos.
Ambos factores se retroalimentan mutua e incesantemente.


[1] Schröder, Peter. Estrategias políticas / ISBN 0-8270-4733-9 p. 147

[2] Friedrich A. von Hayek. Los fundamentos de la libertad.
[3] Carlos Sabino, Diccionario de Economía y Finanzas, Ed. Panapo, Caracas. Venezuela, 1991. Voz respectiva.
Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE.  Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. 

Obra pública sin control

Por Julián Obiglio. Publicado en: http://www.julianobiglio.com.ar

El Presupuesto Nacional para el año en curso tiene previstos gastos por casi novecientos mil millones de pesos ($ 900.000 millones). De ellos, más de ochenta y ocho mil millones de pesos ($ 88.000 millones) corresponden a Obra Pública Nacional. O sea, que el 10% del presupuesto anual de nuestro país está contemplado para obras que realizará el Estado. Dicho número es realmente impresionante ya que representa el equivalente al 3,5% del PBI de nuestro país para 2014.

Frente a estas magnitudes surgen algunas preguntas inevitables: ¿Cuáles serán dichas obras?, ¿quién las realizará?, ¿a quiénes beneficiarán?, ¿cómo se financiarán?, ¿cuánto empleo generarán?, etcétera. Si analizamos el presupuesto encontraremos muy poca información sobre el origen y el uso que se dará a estos fondos, aunque de forma bastante clara surge que el 40% de esos ochenta y ocho mil millones de pesos ($ 88.000 millones) será ejecutado por el Ministerio de Planificación que dirige el arquitecto Julio De Vido.

Respecto de las obras que se realizarán, podremos detectar diversos programas de vivienda, que sumados representan ocho mil doscientos millones de pesos ($ 8.200 millones), aunque lamentablemente será imposible determinar con precisión en qué sitio de nuestro país serán realizadas las viviendas o qué tipo de construcción o desarrollo habitacional representarán.

Si analizamos otros rubros, sumando diversas partidas podremos concluir que se han presupuestado más de dos mil millones de pesos ($ 2.000 millones) para obras en la red de energía, o tres mil millones de pesos ($ 3.000 millones) para obras de infraestructura general en el norte de nuestro país. Podemos continuar indicando rubros globales y montos, pero en ningún caso lograremos precisión o podremos responder las preguntas que nos hacíamos unos párrafos atrás.

Ahora bien, si queremos analizar la obra pública haciendo foco en los organismos estatales que la ejecutan, también tendremos un problema, ya que son muchísimos y salvo raras excepciones no tienen correctamente identificadas las obras y planes a su cargo. Frente a todo esto podremos recurrir a la legislación y verificar si las diversas obras están cumpliendo con los requisitos legales y normativos, pero allí también encontraremos serias dificultades, ya que las normas que legislan en la materia son diversas y no tienen ningún tipo de coordinación.

Analizando este complejo panorama y considerando que los montos involucrados en la obra pública son realmente grandes, la Fundación Nuevas Generaciones presentó hace pocos días una “Guía para el seguimiento de la obra pública” que intenta subsanar las deficiencias descriptas y poner luz sobre una situación extremadamente oscura.

La guía establece un sistema que brinda mayor transparencia y eficiencia a los procesos, y permite realizar un mejor seguimiento de las obras por parte de quienes deben o desean hacerlo. De esta forma, se abren nuevas perspectivas para el control ejercido por los cuerpos legislativos, por las ONGs, las Cámaras Empresarias, los Sindicatos, las universidades, o cualquier ciudadano que desee hacerlo. El documento realizado por Nuevas Generaciones indica los elementos básicos que toda obra pública debería explicitar y brinda los parámetros que correspondería analizar para determinar si aquella cumple adecuadamente con las condiciones de transparencia y eficiencia.

Entre los elementos que se exigen para toda obra pública se encontrarán desde cuestiones tan esenciales como el nombre y descripción del proyecto, número de registro de la obra, ubicación geográfica y organismo ejecutor, hasta cuestiones más complejas como el sistema de realización, presupuesto asignado, fuentes de financiamiento, fecha de firma del contrato, plazo de ejecución de la obra, adjudicatario, redeterminación de precios, ampliaciones de plazos, y fotografías ilustrativas de los avances, entre otros datos de relevancia. La necesidad de contar con una herramienta con las características de la “Guía” queda claramente justificada por la importancia de la inversión pública en el proceso de desarrollo de un país, y por la cuantía de los recursos asignados a ella en el presupuesto nacional. Toda obra pública debe ser planificada, ejecutada y evaluada tomando en cuenta sus aspectos financieros, técnicos y sociales, de manera tal que el proyecto resultante sea el más conveniente desde todos esos puntos de vista. La “Guía para el seguimiento de la obra pública” crea una herramienta que arroja claridad al enmarañado mundo de la obra estatal y la hace susceptible de ser controlada por los ciudadanos y sus representantes, permitiendo verificar el uso racional de los recursos públicos.

Las sumas que hoy administra el Poder Ejecutivo sin control son muy elevadas y las necesidades de infraestructura de nuestro país son amplias y urgentes. Por ello es necesario impulsar y establecer estos mecanismos de transparencia que permiten volver a balancear el equilibrio de poderes. Los resultados se reflejarán en una mejor administración de los recursos públicos, que es equivalente a decir, en una mejor calidad de vida para todos los argentinos.

 

EL PAPA DEFIENDE AL PADRE MUGICA

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Lo vengo siguiendo a Jorge Bergoglio hace muchos años, en sus diversos destinos quien desde su participación en la llamada Guardia de Hierro peronista en adelante ha comulgado con ideas socialistas. Y esto no es un asunto menor dado que emprenderla contra la propiedad y el sistema capitalista, es decir, los mercados abiertos y competitivos en ausencia de privilegios, demuelen un aspecto medular del basamento moral de la sociedad civilizada y perjudica muy especialmente a los más necesitados.

 

En el caso que nos ocupa, se trata de una persona imbuida de las mejores intenciones pero, como es sabido, esto no resulta relevante, lo determinante son los resultados de los consejos y reflexiones que se ponen de manifiesto.

 

No repetiré aquí los argumentos que consigné en seis otras oportunidades en las que me expresé públicamente sobre las ideas económico-sociales del ahora Papa Francisco con consecuencias morales de envergadura, pero consigno los títulos de esas manifestaciones mías por si interesara ahondar en este delicado e importante asunto.  En diciembre de 2011 “Mensaje del Arzobispo de Buenos Aires” (New York, Diario de América), marzo de 2013 (reportaje de Xavier Serbia en CNN en español), octubre de 2013 “La malvinización del Papa” (Buenos Aires, La Nación), noviembre de 2013 “Teología de la Liberación” (Caracas, El Diario), diciembre de 2013 (nuevamente reportaje de Xavier  Serbia en CNN en español) y, también en diciembre de 2013, “Otra vez, el Papa Francisco” (Washington D.C., Cato Institute).

 

Ahora el actual Papa acaba de declarar “cuando se le preguntó su opinión sobre la obra de algunos curas que fueron a trabajar a las villas en los años 60 y 70, como Rodolfo Ricciardelli, Jorge Vernazza y Carlos Mugica. «Algunos dicen que son curas comunistas. No. Éstos eran grandes sacerdotes que luchaban por la justicia», afirmó. Y añadió que esos sacerdotes, muchos de los cuales integraban el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo y fueron muy cuestionados por sectores conservadores o tradicionalistas de la Iglesia en la Argentina, eran «sacerdotes, hombres que rezaban, hombres que escuchaban al pueblo de Dios, hombres que enseñaban el catecismo y que luchaban por la justicia» (La Nación de Buenos Aires, marzo 14, 2014).

 

Demás está decir que el Papa conoce sobradamente las ideas de los sacerdotes tercermundistas que menciona y no se le escapa todo lo ocurrido en la Argentina en los años que cita pues la vivió igual que el que estas líneas escribe. Por razones de espacio me concentraré en lo que decía el Padre Carlos Mugica que, además, personalmente lo escuchaba en sus sermones en la iglesia del Socorro y la de Santiago Ápostol.

 

Antes de consideraciones y conclusiones finales, estimo pertinente recoger directamente de la fuente, es decir, del libro más difundido del Padre Mugica titulado Peronismo y cristianismo (Buenos Aires, Editorial Mierlin, 1967), al efecto de que el lector saque sus propias conclusiones.

 

–         “Para el rico la única posibilidad de salvación es dejar de serlo”

–         “Por eso el burgués o el que tiene mentalidad de burgués, es el menos capacitado para entender el mensaje de Jesucristo”

–         “Uno de los grandes daños que nos hace esta sociedad llamada de consumo, pero de consumo de unos pocos y hambre para muchos, es el de hacernos creer que el amor es una cosa dulce, más o menos afectuosa. No. Por amor, muchas veces me veo obligado a hacer sufrir mucho a los seres que amo”

–         “Que nos puede importar que nos acusen de comunistas, de subversivos, de violentos y todo lo demás. Además, si yo cristiano, en alguna medida no soy signo de contradicción y no suscito simultáneamente el amor y el odio, mala fariña”

–         “Jesucristo es mucho más ambicioso. No pretende crear una sociedad nueva, pretende crear un hombre nuevo y la categoría de hombre nuevo que asume el Che, sobre todo en su trabajo El socialismo y el hombre, es una categoría         netamente cristiana que San Pablo usa mucho”

–          “Marx y Lenin al postular la comunidad de bienes más que parafasear, copian el Evangelio. Cuando Marx habla de dar a cada uno según su trabajo o a cada uno según su necesidad, que para mí es profundamente evangélico, no hace más que asumir ese contenido”

–         “Si hoy todos los que se dicen católicos en la Argentina pusieran todas sus tierras en común, todas sus casas en común, no habría necesidad de reformas agrarias, no habría necesidad de construir una sola casa”

–         “Yo personalmente, como miembro del movimiento del Tercer Mundo, estoy convencido que en la Argentina solo hay una salida a través de una revolución, pero una revolución verdadera, es decir simultánea: cambio de estructuras y cambio de estructuras internas. Como decían los estudiantes franceses de mayo del 68, tenemos que matar al policía que tenemos adentro, al opresor que tenemos adentro […] El cristiano, entonces, tiene que estar dispuesto a dar la vida”

–         “Yo pienso que el sistema capitalista liberal que nosotros padecemos en un sistema netamente opresivo”

–         “Por eso, como norma los sacerdotes del Tercer Mundo propugnamos el socialismo en el cual se pueden dar relaciones de fraternidad entre los hombres”

–         “Los valores cristianos son propios de cualquier época, trascienden los movimientos políticos, en cambio el peronismo es un movimiento que asume los valores cristianos de determinada época”

 

Estas citas reflejan muy resumidamente el pensamiento del Padre Mugica que son más que suficientes para una nota periodística. Me parece de una gravedad inusitada la referida declaración de apoyo del Papa Francisco, no es que me extrañe pues, como queda dicho, conozco su pensamiento que viene cultivando desde hace mucho tiempo, es por el efecto devastador y el lamentable ejemplo para quienes lo escuchan y leen. No es que el Papa patrocine la violencia (muchos tercermundistas tampoco la suscriben), se trata de las ideas que apoya.

 

Incluso hay asuntos teológicos y de forma inadecuados sobre los que no me quiero involucrar puesto que ya bastante hay con sus reflexiones sobre los temas aquí telegráficamente mencionados. Por eso es que, por ejemplo, John Vennari, el editor de “Catholic Family News” declara con enorme pesar que “yo nunca permitiría que el Papa Francisco le enseñe religión a mis hijos” (Agencia Reuters, marzo de 2014).

 

Pero más alarmante aun que el jefe de la Iglesia católica se pronuncie del modo en que lo viene haciendo sobre los aspectos vitales que ahora apuntamos y que hemos consignado antes en los artículos y entrevistas referidas, nos preocupa sobremanera la actitud de no pocos católicos que cubren con manifestaciones varias estos desaciertos superlativos. La preocupación estriba en que los hijos y nietos observan estos comportamientos de doble discurso cuando del Papa se trata respecto a dichos similares de otras personas, lo cual, en el mejor de los casos, conduce a confusión.

 

Esto es lo mismo que ocurre en muchos centros católicos que, en definitiva, sin quererlo, se convierten en una fábrica de producir ateos y agnósticos. Porque hay solo tres avenidas que pueden tomarse frente a esta situación. Primero, abandonar la Iglesia con fastidio al extrapolar lo expresado a toda la institución. Segundo, el fanático que agacha la cabeza, lo cual abre las puertas para más episodios contrarios a las bases del catolicismo. Y tercero, los que se mantienen firmes y critican abiertamente lo incorrecto y peligroso, los que no son tibios en el sentido bíblico del término.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. En Administración. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer Rector de ESEADE.