150 años de la Escuela Austriaca: Timeline de principales obras

Por Nicolás Cachanosky. Publicado el 25/02/21 en: https://puntodevistaeconomico.com/2021/02/25/150-anos-de-la-escuela-austriaca-timeline-de-principales-obras/?fbclid=IwAR0_KEtUmz6d3sZDI8qEHJbboOt35qzT-J3EbenhIsYhcFh7wUnnhM0C-wc

Este año se cumple el 150 aniversario de la publicación de Principles of Economics de Carl Menger, marcando así el 150 aniversario de la Escuela Austriaca (EA). Siglo y medio es mucho tiempo. Es fácil perder noción de las contribuciones que han tenido lugar de 1871 a la fecha por esta escuela de pensamiento. Una línea de tiempo ayuda a tomar distancia y ver la evolución de las publicaciones de esta tradición de pensamiento. El gráfico que acompaña este post incluye en la parte superior las principales publicaciones de la EA, y en la parte inferior principales publicaciones “mainstream”. Es difícil aún evaluar cuales son los trabajos más influyentes de los últimos años, por lo que el gráfico no incluye muchas obras recientemente publicadas.

A modo de ejemplo, tres puntos a mencionar:

  1. Se ve, me parece, una preocupación en esta literatura por problemas trascendentales en lugar de coyunturales o de largo plazo. Estos autores se han preocupado por “grandes problemas” de la época con temas que preocupan por largos períodos de tiempo (parafraseando lo que Buchanan le decía a sus alumnos: deben escribir para que los sigan leyendo dentro de 150 años”)
  2. Varios temas de la EA están alineados con discusiones en la literatura mainstream.
    1. Ciclos económicos en la década del 30
    2. Cuestiones institucionales durante la Guerra Fría y durante la caída del Muro de Berlín
    3. Factibilidad del socialismo en torno a la formación de la Unión Soviética
  3. Se ve también en la EA un paralelismo con obras centrales de filosofía de la ciencia. Mises publica Epistemological Problems con breve antelación a The Logic of Scientific Discovery de Karl Popper (interesante caso a comparar con el contenido de Essays in Positive Economics de Friedman varios años más tarde). Machlup publica Why Bother with Methodology en 1936, también en la misma época que Popper publica su libro. Machlup se adelanta a Lakatos con The Problem of Verification in Economics en 1955.

Espero que nos dejen en los comentarios otras lecturas de este gráfico.

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Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE). Fué profesor de Finanzas Públicas en UCA y es Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver. Es profesor de UCEMA. Publica en @n_cachanosky

EL FUNDAMENTO ULTIMO DEL RECHAZO AL ABORTO

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 21/2/21 en: http://gzanotti.blogspot.com/2021/02/just-in-case.html

1. El fundamento último ontológico

Alguien puede estar en contra del aborto (voluntario) por muchos motivos. Entre los más complejos, podríamos enumerar a los religiosos, filosóficos y científicos. No vemos ningún problema en que cada cual ponga acento en motivos diferentes, y menos aún en el diálogo entre las diversas perspectivas. El problema es que a veces los motivos se mezclan, esto es, se con-funden, produciendo, precisamente, confusión, tanto en el emisor como en el destinatario del mensaje antiabortista.

Últimamente se observa la tendencia a argumentar en contra del aborto a partir del código genético. El argumento parece en principio irrefutable. Desde el primer momento de la concepción está presente la totalidad de la carga cromosómica humana y, por ende, la persona humana es tal desde el inicio de su concepción. Todo ello, con sus consecuencias éticas obvias: no puede ser eliminado, ni se puede experimentar con él, ni puede ser congelado, etc. Ahora bien, los antiabortistas que así argumentan, colocando esta tesis como lo primero y principal, no advierten, en nuestra opinión, que se colocan en una posición débil.

En primer lugar, la teoría del código genético es una teoría científico-positiva. Luego, por más corroborada que esté hasta el momento, su certeza depende de todo un marco hipotético que, cuanto más alto y profundo, más incierto. La biología depende allí de ciertas teorías atómicas que, en poco tiempo o en mucho, pueden cambiar, corregirse, perfeccionarse, etc. ¿Qué pasaría dentro de un siglo si la teoría del código genético es, con suerte, lo que son hoy las teorías gravitatorias de Newton frente a la relatividad einsteniana?

Las hipótesis, en ese sentido, explican las “apariencias sensibles”1 de los fenómenos observados, y, en ese sentido, son el antecedente de un razonamiento de la forma “si p, entonces q, es así que q, luego p”. Pero eso, desde el punto de vista de la lógica más elemental, es una contingencia. La afirmación del consecuente (q) no implica necesariamente la afirmación del antecedente (p), que en este caso es la hipótesis.

Por lo tanto, por más corroborada que esté una hipótesis científica, carece de una certeza lógicamente derivada de la lógica interna del método hipotético-deductivo.

Ahora bien, la teoría del código genético es una hipótesis científica.

Luego, carece de una certeza lógicamente derivada del método utilizado.

Luego, pasar de esa carencia de certeza a la certeza de que la persona es tal desde el primer momento de la concepción, es un error epistemológico, una extrapolación metodológica.

En segundo lugar, que algo sea o no una persona es una cuestión ontológica. La biología no puede inferir desde sus premisas si algo es persona o no lo es. Pasar de la biología a la ontología es también una extrapolación.

En última instancia, quien argumente en contra del aborto colocando como premisa fundante al código genético, está trasladando el margen de incertidumbre propia de la ciencia positiva a la posición moral que quiere defender, en la cual no se pretende incertidumbre.

En nuestra opinión, el fundamento último de que la persona es tal desde el primer momento de la concepción es ontológico, no científico-positivo. El desarrollo de una persona es accidental, no esencial, a lo que la persona es.

A su vez, las potencias propias de la persona, esto es, inteligencia y voluntad, no tienen por qué estar siempre ejercidas ni estar totalmente desarrolladas. Pues toda potencia es tal en acto 1ro., y cuando se ejerce pasa al acto 2do. Un niño de dos días tiene en ese sentido la potencia en acto 1ro. de caminar aunque no la ejerza en acto 2do.

Luego, dadas estas premisas, la persona humana es tal desde el primer momento de su concepción, porque el momento de su desarrollo es accidental a su esencia, y sus potencias específicas como persona se encuentran en acto 1ro, si bien no siempre en acto 2do.

Por supuesto, las premisas aludidas pueden no aceptarse, si no se acepta el contexto filosófico que las sostiene, pero la diferencia con la teoría del código genético es que, de ser aceptadas, no dependen del testeo empírico ni están sometidas a eventuales cambios de paradigma, como sí lo están las teorías científico-positivas. Presentan, en ese sentido, una certeza proporcional a la conclusión moral a la que se quiere llegar. En ese sentido, el fundamento último del rechazo al aborto es ontológico.

Esto no implica que la filosofía, en este aspecto ontológico, no pueda y/o deba dialogar con la ciencia. Al contrario, el diálogo siempre es fructífero, siempre que no haya extrapolación. La extrapolación no es diálogo, sino invasión de territorios epistemológicos.

Por ello, una vez expresado el fundamento último (y primero en el orden del ser) el diálogo con la ciencia actual implica recordar que la biología contemporánea parece aportar conclusiones que en nada lo contradicen.

2. La argumentación dentro de la Iglesia

Santo Tomás no pensaba que la persona humana era tal desde el primer momento de la concepción. Las distinciones ontológicas entre sustancia, accidente, esencia, potencia en acto 1ro. y acto 2do. estaban plenamente afirmadas por él; empero, afirmaba, tomando la teoría de la “animación retardada” de Aristóteles, que la persona humana era creada tal por Dios después de la transformación sucesiva de forma vegetativa a sensitiva en el desarrollo del feto. En nuestra opinión, cometía un error, pues su misma tesis de la unidad sustancial lo debería haber llevado a otra conclusión. Empero, igual estaba en contra del aborto afirmando que aquello que estaba en potencia de ser persona no debía ser eliminado.

Hasta 1974, la Iglesia no se pronunció, a favor de la tesis de la animación retardada; ni tampoco en contra; ni tampoco a favor ni en contra de la animación desde el primer momento de la concepción. Tanto una como otra posición, y mucho más las hipótesis biológicas, “eran” opinables para el Magisterio. Este último utilizaba una argumentación que lo colocaba por encima de esos debates y, como una verdad de razón necesaria para la Fe, era afirmada con el peso de la autoridad magisterial. Esa argumentación es muy simple y similar a la parte final de la posición de Sto. Tomás. Consiste en afirmar que, independientemente del momento de la concepción, lo que presumiblemente es una persona no debe ser matado, pues la “duda a favor” no autoriza éticamente el matar sino al contrario (como, según el clásico ejemplo, quien está cazando y tiene la impresión de que lo que se mueve puede llegar a ser una persona y no un ciervo, no debe disparar).

La “Declaración sobre el aborto” de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe2 del 18/11/74 era clara y distinta en este punto. Se apoya, por cierto, en la teoría del código genético, pero tiene conciencia de sus limitaciones y pone las cosas en su punto: “Por lo demás, no es incumbencia de las ciencias biológicas dar un juicio decisivo acerca de cuestiones propiamente filosóficas y morales, como lo son la del momento en que se constituye la persona humana y la legitimidad del aborto. Ahora bien, desde el punto de vista moral, esto es cierto: aunque hubiese duda sobre si el fruto de la concepción humana es ya una persona, es objetivamente un pecado grave el atreverse a afrontar el riesgo de un homicidio. ‘Es ya un hombre aquel que está en camino de serlo’”3.

Ahora bien, en el documento “Instrucción sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación”4, del 22/2/87, de la misma Congregación, la argumentación parece inclinarse a favor de que la vida humana es tal desde el primer momento de la concepción sobre la base de la biología actual. La distinción entre los niveles científico, filosófico y teológico se presupone, pero por razones apologéticas -obvias en un documento de esta clase- la argumentación los presenta muy juntos: “…Por lo tanto, el fruto de la generación humana desde el primer momento de su existencia, es decir, desde la constitución del cigoto, exige el respeto incondicionado que es moralmente debido al ser humano en su totalidad corporal y espiritual. El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento se el deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida”5. Afortunadamente, ese “por tanto” con la que el párrafo se inicia tiene esta aclaración epistemológica inmediatamente previa: “Ciertamente ningún dato experimental es por sí suficiente para reconocer un alma espiritual; sin embargo, los conocimientos científicos sobre el embrión humano ofrecen una indicación preciosa para discernir racionalmente una presencia personal desde este primer surgir de la vida humana: cómo un individuo humano no podría ser una persona humana? El Magisterio no se ha comprometido expresamente con una afirmación de naturaleza filosófica, pero repite de modo constante la condena moral de cualquier tipo de aborto procurado. Esta enseñanza permanece inmutada y es inmutable”6

Ocho anos más tarde, en la importante encíclica de Juan Pablo II Evangelium vitae, del 25/3/957, el modo de argumentar parece ir por caminos similares, citando, incluso, al documento de 1987: “…Aunque la presencia de un alma espiritual no puede deducirse de la observación de ningún dato experimental, las mismas conclusiones de la ciencia sobre el embrión humano ofrecen ‘una indicación preciosa para discernir racionalmente una presencia personal desde este primer surgir de la vida humana…’”8

Pero esta vez, desde un punto de vista hermenéutico, la aclaración epistemológica es más clara y, además, posterior al texto recién citado: “Por lo demás, está en juego algo tan importante que, desde el punto de vista de la obligación moral, bastaría la sola probabilidad de encontrarse ante una persona para justificar la más rotunda prohibición de cualquier intervención destinada a eliminar un embrión humano. Precisamente por esto, más allá de los debates científicos y de las mismas afirmaciones filosóficas en las que el Magisterio no se ha comprometido expresamente, la Iglesia siempre ha enseñado, y sigue enseñando, que al fruto de la generación humana, desde el primer momento de su existencia, se ha de garantizar el respeto incondicional que moralmente se el debe al ser humano en su totalidad y unidad corporal y espiritual…”9.

Como vemos, a pesar de que los documentos eclesiales dan fuerza, unos más, otros menos, a ciertos argumentos científicos y filosóficos, cuando bajan todo el peso de su autoridad magisterial la fuerza argumentativa se concentra en un argumento moral que, en sí, es de razón, pero a la vez próximo a la Fe por estar afirmado con la autoridad la Magisterio en materias que le son propias y que no son, por ende, una cuestión libre entre teólogos.

3. Conclusiones finales

De todo lo afirmado, pueden inferirse los siguientes puntos:

1) La fundamentación última del rechazo al aborto procurado no consiste en una hipótesis científica.

2) En nuestra opinión, la fundamentación última del rechazo al aborto es, per se, que la persona humana es tal desde el primer momento de la concepción, estando esto último fundamentado en una ontología no sometida a testeo empírico.

3) Per accidens, esto es, aunque se dude de la afirmación anterior, la sola duda de si el embrión es humano o no justifica el rechazo al aborto procurado directamente.

4) El Magisterio pontificio ha basado su rechazo al aborto sobre todo en esta última argumentación, principalmente cuando su autoridad magisterial está en juego.

5) En este último caso -cuando la autoridad magisterial está en juego- es prudente que el Magisterio distinga cada vez más con mayor claridad el argumento moral principal de otros que, con relación a la Fe, sean opinables.


1 Ver Sto. Tomás, Suma Teológica, I, Q. 32, a. 1 ad 2.

2  Paulinas, Buenos Aires, 1983.

3  Op. Cit., p. 22.

4  Ver L’Osservatore Romano, del 15/3/89.

5  Op. Cit., cap. 1, 1.

6  Idem.

7  Ver L’Osservatore Romano, del 31/3/95.

8  Op. Cit.,  cap. III, Nro. 60.

9  Idem. La bastardilla es nuestra.

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación. Publica como @gabrielmises

La Convertibilidad no fue control de precios

Por Iván Carrino. Publicado el 15/2/21 en : https://www.ivancarrino.com/la-convertibilidad-no-fue-control-de-precios/

Ha fallecido el expresidente Carlos Saúl Menem. Elegido en 1989, gobernó Argentina hasta su derrota 1999 y luego intentó volver a la presidencia, pero se bajó del ballotage en el año 2003, dando lugar a la asunción de Néstor Carlos Kirchner.

En materia económica, Menem -y su Ministro de Economía, Domingo Cavallo- será recordado por haber pulverizado la inflación. Durante su gestión hubo 8 años consecutivos de inflaciones anuales inferiores al 5%, algo inédito en la historia del país desde la década del ’40. Interesante es que esto se consiguió incluso cuando, con un decreto de desregulación, el gobierno eliminó una gran cantidad de entes e institutos destinados a controlar los precios y salarios de la economía.

¿Cómo lo hizo? La respuesta es la Ley de Convertibilidad del Austral de 1991, que fijó el tipo de cambio en 10.000 a 1 y luego sustituyó el austral por el peso argentino a una tasa de 10.000 a 1, con lo que Argentina adquirió una moneda nacional donde $ 1 era equivalente a USD 1.

Desde una perspectiva liberal, suele argumentarse que esta medida -que como decíamos, eliminó la inflación- se trató de algo contrario al liberalismo, puesto que consistió en fijar un precio de la economía. Y, dado que los liberales consideramos que los precios deben ser libres, esta medida no fue liberal. El problema es que esta afirmación no es del todo correcta.

Es que lo que impuso por ley la ley de convertibilidad no fue un “precio máximo” -a lo que los liberales nos oponemos-, sino un límite al poder gubernamental para emitir dinero -algo que los liberales deseamos.

En concreto, impuso una regla monetaria por la cual el único motivo por el cual el Banco Central podía emitir nuevos pesos era si ingresaban en las reservas del BCRA nuevos dólares. Esta relación tenía que ser, obviamente, de 1 a 1.

De esta forma, la convertibilidad fue un esquema similar al Patrón Oro, solo que en este caso deberíamos hablar de un Patrón Dólar. Y como explica George Selgin para el oro:

“Igualmente errónea es la afirmación de que el Patrón Oro es como un control de precios. Aunque el reclamo tiene cierto mérito en el caso de ciertas formas degeneradas de Patrón Oro (…) el verdadero Patrón Oro es uno en el que la convertibilidad del papel moneda en oro se basa en un contrato vinculante que difiere tanto del control de precios como la obligación de un guardarropas de entregar las prendas de vestir una vez que el propietario entrega el ticket que le dieron al entrar en el establecimiento. En un patrón oro genuino, en otras palabras, no tiene sentido hablar del intercambio de obligaciones en papel por oro como “compras” o “ventas” a “precios” fijos”

Para poner un ejemplo más sencillo aún. Si en Argentina hay 1 millón de unidades monetarias y 1 millón de manzanas, una regla monetaria podría ser la de establecer un tipo de cambio fijo entre el peso y la manzana de 1 a 1 y luego imponer la regla de que solo se incrementará la cantidad de pesos cuando aumente la producción de manzanas.

Esto no implica un “precio máximo” para la manzana. Si la manzana se vuelve relativamente escasa respecto de otros bienes, entonces habrá que entregar más bananas, sandías y naranjas por unidad de manzana. En ese contexto, también habrá que entregar más sandías y bananas por cada peso, que estará ganando poder de compra. Pero como se observa, el precio de la manzana podrá subir o bajar libremente, a diferencia de lo que ocurre cuando el gobierno impone un precio máximo para la manzana.

Esto mismo ocurrió con el peso y el dólar en la década del ’90. No se impuso un precio máximo para el dólar. Su relación de intercambio con todos los bienes de la economía podía modificarse libremente. Lo que sí hizo fue establecer un límite a la emisión discrecional de dinero del Banco Central y fue eso lo que eliminó por completo la inflación por un largo período de tiempo.

Para cerrar, otro indicador que muestra que no había control de precios es que no había escasez ni brecha cambiaria. Siempre que se fija un precio de forma arbitraria por ley, o bien aparece la escasez del producto, o bien aparece el mismo producto con otro precio en el mercado negro. Durante la convertibilidad no existió la brecha cambiaria, como sí existió entre 2011 y 2015 y volvió a aparecer a partir de septiembre de 2019, cuando volvieron las restricciones cambiarias, que sí son políticas de precios máximos.

He escrito más sobre la convertibilidad. Pueden encontrar todos mis artículos en este link.

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano. Es Sub Director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE. Sigue a @ivancarrino

Sobre pobres, zapatillas e inflación

Por Mauricio Alejandro Vázquez. Publicado el 25/2/21 en: https://www.dataclave.com.ar/opinion/sobre-pobres–zapatillas-e-inflacion_a6035a78f0a4d5c043cff5be0

En Argentina solemos usar las palabras hasta que estas pierden sentido. Invitación a considerar cuánto ha influido la destrucción sistemática de nuestra moneda en las conductas cortoplacistas que muchas veces se observan entre quienes menos tienen.

“Lo que sucede es que no tienen puesta la camiseta de la empresa”

Todo consultor que se precie de tal, alguna vez escuchó esta frase proveniente de la boca de algún empresario frustrado por la performance de sus equipos. Quienes muchas veces han fundado prósperas empresas o incluso holdings enteros en base a su esfuerzo y de dedicación personal; en base a horas y horas de trabajo mentado, toma de riesgos y el sacrificio de gustos y placeres, suelen darse de bruces con el hecho de que sus empleados luego, aun cuando en su percepción reciben retribuciones más que justas, “no dejen todo” en la empresa.

El buen consultor, por lo general, permite que un tramo de esas primeras conversaciones de diagnóstico transcurra en este tipo de catarsis liberadora, y luego con sumo cuidado, comienza la penosa tarea de explicarle al empresario que el mundo no funciona así. Ahí es cuando surge la palabra “incentivos”. Vocablo de difícil definición dentro del ámbito de la consultoría, pero que abarca todo aquello que debe estar alineado para que, más allá del voluntarismo, “los viernes de medialunas”, las arengas y “las camisetas de la empresa”, el personal de los diferentes sectores aplique todo su conocimiento y esfuerzo al crecimiento de sí mismos (sí, de sí mismos) y, si todo está bien alineado, también entonces al de la empresa. 

Suele ser este un momento clave en la relación del consultor y su contratante: o este último logra convencerse de la necesidad de ver la gestión de sus recursos humanos desde otro ángulo menos idílico o, como sucede muchas veces, el consultor sale expulsado de la empresa con alguna excusa que oculta el hecho de que el empresario se sintió ofendido por la idea de que “su familia” de empleados (de esta visión surge muchas veces el problema), necesite incentivos para hacer crecer la empresa que no es otra cosa (al menos en su enfoque) que su “segundo hogar”.

La frase sobre los empleados y el “no ponerse la camiseta” es un cliché típico que suele escucharse en ese momento clave en el que las empresas (lo sepan o no) intentan atravesar la transición entre empresa familiar a institucional. Sin embargo, fuera del ámbito privado, también existen otros cliches que se esconden detrás de visiones desinformadas o idílicas y que poco hacen por favorecer la solución a los problemas. En este sentido, y ya en el ámbito de lo social o lo público, muchas veces escuchamos la expresión “los pobres van y se compran zapatillas antes de pensar en el techo que les llueve”. Con variantes, esta expresión se repite muchas veces entre quienes ven ciertos comportamientos como el resultado de una mera falta de voluntad o, incluso (y sobre esto regresaré al final), como una carencia de cultura o valores.

En Argentina solemos usar las palabras hasta que estas pierden sentido. Llevamos décadas y décadas absolutamente conscientes de que tenemos problemas graves a nivel institucional, pero en la práctica, poco hemos hecho para solucionarlos. Sí, hemos conquistado la permanencia de un sistema (casi) republicano desde 1983, pero dentro de éste aún hay mucho por fortalecer, transparentar y modernizar, para que realmente la cuestión institucional transite el mismo sendero que el de los países desarrollados o de los que realmente y más allá del marketing político, se encuentran en vías de desarrollo.

Las instituciones son, si quisiéramos plasmar en este instante una definición sencilla, una serie de normas y reglas conocidas por todos los participantes de ésta, que permiten regular nuestra conducta y hacerla previsible tanto para nosotros como para los demás. La previsibilidad luego, entre otras cosas, facilita la coordinación entre las partes, la resolución de conflictos y, por ende, la cooperación. 

Bien es cierto que esto que parece tan sencillo de decir y comprender, no suele ser tan fácil de conquistar y consolidar. Y menos sencillo es aún aceptar que las instituciones no son solo las políticas (lo primero que pensamos cuando viene la palabra a nuestra mente) sino también las económicas. Permítame el lector decir en este punto entonces, que pocas instituciones resultan más importantes para el desarrollo próspero y pacífico de una sociedad que su moneda. Sí, la moneda, justamente eso que los argentinos destruimos sistemáticamente desde hace casi ochenta años. 

La invitación de esta nota es a considerar cuánto ha influido la destrucción sistemática de nuestra moneda en las conductas cortoplacistas que muchas veces se observan entre quienes menos tienen, y también por qué no, incluso, entre otros segmentos de la pirámide social en la que vivimos. A una moneda que cada día pierde valor, y por tanto es carente de una de sus funciones principales (permitir el ahorro), sumemos un mercado de capitales ridículo en el que el acceso al crédito sano se ha vuelto prácticamente una quimera.

Agreguemos luego, las restricciones sistemáticas a la adquisición de moneda extranjera, refugio de valor alternativo que durante décadas los argentinos han utilizado para evadir, justamente, esa destrucción de la moneda, llevada adelante por los gobiernos. Completemos la ecuación, con la falta de educación financiera de la que adolece todo nuestro sistema educativo, la cínica propaganda que hace de quien compra dólares una especie de traidor a la patria y todo el condimento de cientos de regulaciones, privilegios y rentas que favorecen solo a un pequeño segmento de la sociedad; segmento que suele ser más cercano a la política, los sindicatos y los así llamados hoy «movimientos sociales», que a la actividad privada, verdadera generadora de empleo genuino. 

¿Qué se obtiene con todo esto? Una matriz de incentivos tal en la que es mucho más sensato intentar satisfacer necesidades, gustos o placeres de corto plazo, como un buen par de zapatillas, que intentar inútilmente capitalizarse a futuro, adquirir un techo o “pensar como pensaban nuestros abuelos”, otro cliché nostálgico que oculta más de lo que explica.

Los incentivos favorecen las conductas, las conductas repetidas en el tiempo forman la cultura, la cultura determina el destino de los hombres y de las naciones. Quizá sea este un buen momento (a decir verdad, no se me ocurre otro mejor), para dejar de lado las explicaciones idílicas de por qué nos sucede lo que nos sucede y empezar a trabajar en la consolidación de instituciones que se encuentren realmente alineadas con un futuro sin pobreza, sin violencia y pleno de prosperidad. 

Mauricio Alejandro Vázquez es Título de Honor en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires, Magister en Ciencias del Estado por la Universidad del CEMA, Magister en Políticas Publicas por la Universidad Torcuato Di Tella y coach certificado por la International Coach Federation. Ha trabajado en la transformación de organismos públicos y empresas. Actualmente es docente de Teoría Política, Ética, Comunicación, Metodología y administración en UADE y de Políticas Públicas en Maestría de ESEADE. También es conferencista y columnista en medios como Ámbito Financiero, Infoabe, La Prensa, entre otros. Síguelo en @triunfalibertad

Que la gente diga si los “K” son inocentes

Por Jose Benegas. Publicado el 16/2/21 en: https://www.infobae.com/opinion/2021/02/16/que-la-gente-diga-si-los-k-son-inocentes/

Cristina Kirchner presidiendo una sesión en el Senado (Foto: Maximiliano Luna)

Cristina Kirchner presidiendo una sesión en el Senado (Foto: Maximiliano Luna)

Las crónicas periodísticas dan cuenta del enojo del presidente Alberto Fernández con la Corte Suprema por el fallo en el que ratifica la condena contra la señora Milagro Sala por amenazas contra una comisaría en Jujuy. También ha hablado de la existencia de una persecución contra los kirchneristas procesados o condenados que tanto él como sus aliados dentro y fuera del país, incluido al papa Francisco, han denominado lawfarealgo así como un sistema para acomodar la interpretación de las leyes o los hechos para condenar a liderazgos de izquierda latinoamericana, como castigo por haber hecho tanto bien.

Es así también que se han propuesto reformas del sistema judicial entero, indultos y amnistías para poner remedio a esa situación denunciada. En paralelo los procesos judiciales siguen su curso, con todas las instancias de revisión y la posibilidad de oponer defensas por parte de los imputados que no siempre han utilizado. La señora vicepresidente, involucrada en varias causas, se ha negado a dar explicaciones cada vez que lo podría haber hecho para hacer su descargo, negándose la posibilidad de demostrar qué cosa tan seria está tan en su contra.

En lugar de eso ha elegido la vía política. Así obtuvo palabras de aliento por parte del Papa, como ya he dicho, y ahora se empeña en hacer que su influencia en los otros poderes del Estado condicione el resultado del trabajo judicial.

Sería una catástrofe que el Poder Judicial sea virtualmente intervenido como un método de defensa en causas judiciales concretas, pero también habría que reconocer que si una facción tan grande hace semejantes acusaciones a un sistema político institucional del que participa y parece dispuesta a destruirlo, no estaría mal darles a los involucrados una chance extraordinaria de defensa, como medida previa a cualquier iniciativa de amnistía o indulto.Carlos Menem y Raúl Alfonsín durante la negociación por el Pacto de Olivos (Foto: NA)Carlos Menem y Raúl Alfonsín durante la negociación por el Pacto de Olivos (Foto: NA)

Sería como copiar la estrategia que adoptó Raúl Alfonsín en el año 1994 cuando veía que el entonces presidente Carlos Menem preparaba una presentación en la Corte Suprema para pasar por alto la prohibición de reelección, como hicieron muchos gobiernos provinciales y de otros países en los que tal posibilidad estaba vedada. Dados los pasos que el kirchnerismo parece estar dispuesto a dar para asegurar impunidad a sus miembros, esa instancia de revisión no formal de lo actuado en esos juicios serviría para que la opinión pública se entere de lo que pasa.

El Congreso podría dar lugar a que los que afirman ser perseguidos por lawfare expongan sus razones y sean interrogados por los diputados y senadores junto con los fiscales de las causas acerca de los delitos que se les imputan o por los que fueron condenados, sin límite de tiempo, con las cámaras de televisión mostrando cómo demuestran su punto. Las personas como la Vicepresidente tendrán la oportunidad de declarar en público a salvo del lawfare.

El cierre de ese debate podría ser seguido de un plebiscito en el que el pueblo, habiendo sido testigo de las sesiones, determine si cada uno de ellos es culpable o inocente en cada caso. Aquellos que resultaron absueltos podrían ser indultados por el presidente con toda tranquilidad.

Pasado esto, ya no podrán quedar dudas acerca de que haya existido persecución alguna o se comprobará que fue cierto, para que se adopten las reformas que sean necesarias. Pero nada de esto se puede hacer como un arreglo a puertas cerradas del club de la política, porque entonces se haría mejor en derogar directamente la legislación penal que involucra la criminalidad de la función pública. Si la idea es que se puede robar libremente hay que dejar de inventar conspiraciones y hacer esa regla igual para todos.

José Benegas es abogado, periodista, consultor político, obtuvo el segundo premio del Concurso Caminos de la Libertad de TV Azteca México y diversas menciones honoríficas. Autor de Seamos Libres, apuntes para volver a vivir en Libertad (Unión Editorial 2013). Conduce Esta Lengua es Mía por FM Identidad, es columnista de Infobae.com. Es graduado del programa Master en economía y ciencias políticas de ESEADE. Publica en @josebenegas

La Argentina está muy lejos de ser un país democratico

Por Mauricio Alejandro Vázquez. Publicado el 21/2/21 en: http://www.laprensa.com.ar/499328-La-Argentina-esta-muy-lejos-de-ser-un-pais-democratico.note.aspx

La palabra democracia implica muchas cosas; muchas más, de hecho, que no ser gobernados por militares. Casi cuarenta años después, los argentinos seguimos sin comprenderlo.

Ontológicamente, democracia es una palabra que denota al gobierno del pueblo. Implica, por tanto, no solo que el demos pueda elegir a sus gobernantes cada tanto tiempo, sino también, rotación en los cargos de poder y un sistema sencillo y diáfano para que cualquier ciudadano tenga chances reales de ser parte de esa rotación. Los sistemas de acceso a las magistraturas pueden, en tal sentido, ocultar autoritarismos dentro de democracias, en tanto y en cuanto la posibilidad real de cumplimentar los requisitos formales para postularse sean, como son en argentina hoy, una barrera férrea casi imposible de vencer.

De fondo, a su vez, e independientemente de los diversos sistemas electorales, una sociedad democrática es una sociedad de iguales frente a la ley. Es democrático por tanto todo aquello orientado a abolir derechos de sangre, linajes y prerrogativas ancestrales, y deja de serlo todo aquello que favorece la creación de una casta con privilegios. Es por eso, de hecho, que todas las acciones de discriminación positiva, a pesar de lo mucho que se discurse, se milite y se escriba al respecto, son difícilmente conciliables con verdaderos sistemas democráticos. Pero no profundizaré al respecto en este artículo.

El vacunagate ocurrido esta semana, no deja de ser una muestra más de que Argentina, por mucho que nos llenemos la boca con el término, está muy lejos de ser un país democrático. Sí, cada tanto se suceden elecciones; sí, cada tanto elegimos gobernantes, pero lo cierto es que independientemente de esa voluntad del demos que se manifiesta de vez en vez, en la práctica, existen ciudadanos de primera, de segunda y de tercera, y así como la vacuna estuvo disponible ipso facto para quienes tenían el teléfono del ex ministro de salud, otros tantos asuntos públicos se resuelven sin que medie la necesaria igualdad ante la ley. 

Nótese al mismo tiempo un detalle que no sorprenderá a ningún lector que conozca algo de historia del Siglo XX: tal como ha ocurrido en todos los países socialistas y comunistas, cuanto más se habla desde el poder político de igualar económicamente a la sociedad, cuanto más se trabaja para enfrentar cínicamente a ricos con pobres, más se recrea un establishment pétreo, privilegiado y antidemocrático, que se nutre de creciente concentración de poder y riqueza para sí y su entorno personal.

VERBITSKY Y EL PATA MEDINA

No sorprende entonces que la misma semana que Verbitsky admite haberse vacunado haciendo gala de su relación personal con el poder, también se hayan visto las obscenas imágenes de celebración del sindicalista de la UOCRA conocido como Pata Medina tras su liberación, coronadas con el aberrante latiguillo de «Soy peronista, quiero vivir mejor». Tampoco sorprende que días antes, gran parte del arco político oficialista haya pedido por la liberación de los supuestos presos políticos, Amado Boudou y Milagro Sala y tampoco sorprende que en las mismas horas, Sala, procesada en 15 causas judiciales, haya integrado junto a Alberto Rodríguez Saa, una de las fórmulas que pretendían gobernar el Partido Justicialista. Sí, todo lo anterior ocurrió también la misma semana que Hugo Moyano declaraba que su hija «se rompe el orto laburando para juntar manguito por manguito», mientras la justicia le hacía devolver a ésta casi medio millón de dólares en una causa por narcotráfico.

Hace muchos años un amigo me resumió Argentina como un país en donde los organizados tienen privilegios y los desorganizados (o los de a pie, en sus propias palabras) solo obligaciones y cargas. Tomábamos un café en un bar porteño, y con esa sabiduría de los que observan la realidad con atención, levantó un dedo y me señaló a un encargado que barría la vereda. Con el dedo aún en el aire, entonces me dijo: «Mirá, ese tipo gana por mes cuatro veces lo que se lleva un kiosquero que está 12 horas por día metido en un sucucho, pagando impuestos y cumpliendo regulaciones. Encima tiene vivienda garantizada, vacaciones y un montón de privilegios, ¿sabes por qué? Porque él está organizado en un sindicato que a su vez tiene contactos y negocios con el poder, el kiosquero no».

De aquella conversación han pasado más de diez años y, sin embargo, sus palabras me siguen resonando cada vez que se vuelve evidente que la Argentina está gobernada en la realidad, por un establishment decadente que cruza todo el arco político, sin distinciones de banderías. Un statu quo que vive de espaldas al sentido común del pueblo; que defiende causas absurdas como la provisión de tampones gratuitos en un país con 62% de niños pobres; que nos enrostra su obscena y mal ávida riqueza, que llama `presos políticos’ a delincuentes groseros, que intenta hacer sentir culpable a un jubilado si trata de escaparle a la inflación comprando dólares, o que llama oligarca a un tipo que se levanta a las cinco de la mañana para ganarse el pan, enfrentando las inclemencias que el campo siempre tiene preparadas.

FINAL DE EPOCA

 Me atrevo a decir, que Argentina transita un peligroso final de época en el que el absurdo se hace evidente, la paciencia se acaba y las diferencias entre ‘los organizados’ y ‘los de a pie’, se extreman. Tras más de una década sin real crecimiento económico, viajando estrepitosamente a niveles de pobreza e indigencia inusitados y recibiendo con vergüenza declaraciones como las de Edgar Chagwa, actual presidente de Zambia, que días atrás puso a nuestro país de ejemplo de aquello que la nación africana no quiere llegar a ser, la verdad de que por delante viene una crisis atroz, se vuelve ineludible.

 Churchill supo sintetizar con su «sangre, sudor y lágrimas» el espíritu de aquello que la sociedad británica estaba a punto de enfrentar. No me atrevo al intento de decir tanto, con tan poco. Pero sí puedo afirmar que los meses y años venideros serán un antes y un después para el que nuestra sociedad aún no está preparada y mientras el establishment se rie a las espaldas de los de a pie, éstos comienzan a adquirir lentamente una leve conciencia del problema; conciencia que derivará, más antes que después, en esa organización del sentido común que tanta falta le hace a nuestra querida patria.

 La taba está en el aire y ya comienza a caer.

Mauricio Alejandro Vázquez es Título de Honor en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires, Magister en Ciencias del Estado por la Universidad del CEMA, Magister en Políticas Publicas por la Universidad Torcuato Di Tella y coach certificado por la International Coach Federation. Ha trabajado en la transformación de organismos públicos y empresas. Actualmente es docente de Teoría Política, Ética, Comunicación, Metodología y administración en UADE y de Políticas Públicas en Maestría de ESEADE. También es conferencista y columnista en medios como Ámbito Financiero, Infoabe, La Prensa, entre otros. Síguelo en @triunfalibertad

La trascendencia de construir castillos en el aire

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 20/02/21 en: https://www.infobae.com/opinion/2021/02/20/la-trascendencia-de-construir-castillos-en-el-aire/

La teorización es la única manera de progresar más allá de lo que impone la realidad

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La única manera de progresar es alimentar sueños que van más allá de lo que ocurre en la realidad del momento. Ese es el gran valor de la teorización. Los denominados prácticos no hacen más que adoptar teorías de otros, de allí lo de “nada hay más práctico que una buena teoría”. Lo contrario es andar a los tumbos.

Desafortunadamente se suele tratar de modo peyorativo a los teóricos cuando todo lo que se ha descubierto es merced a ellos, desde el cepillo de dientes y el lápiz hasta el microondas, las computadoras y la concepción cuántica del universo. George Bernard Shaw ilustró el espíritu al apuntar que “en general la gente piensa las cosas como son y se pregunta por qué. Yo sueño con cosas que nunca fueron y me pregunto por qué no”.

De más está decir que no se trata de limitarse a soñar sino a trabajar duramente para que los sueños se hagan realidad. Este es el sentido del mensaje de Steve Jobs a los jóvenes en su célebre discurso en la Universidad de Stanford: “No dejen que el ruido de las opiniones de otros opaquen la voz interior de cada uno. Y lo más importante de todo, tengan el coraje de seguir sus corazonadas y sus intuiciones”.

Vivimos una era en donde prima el conformismo y los aplaudidores en cuyo contexto desde la más tierna niñez hay la malsana tendencia a amoldarse a la opinión de la mayoría. Existe una especie de complejo que aleja del navegar a contracorriente. En general hay una pésima educación que parte desde muchos padres que en lugar de argumentar dan la orden de obedecer y no pocos profesores inculcan el aprendizaje de memoria con poco razonamiento. El tan necesario espíritu contestatario queda así disuelto en manos de muy escasas personalidades. Se enseña que hay que ajustarse a lo “políticamente correcto”. Nada más dañino.

Todos recordamos los estudios de experimentos en universidades y centros de estudios donde se arregla de antemano con un grupo y se excluye a una persona del arreglo con lo que ésta última, debido a la presión del grupo que opina de un modo claramente inconsistente con lo que se les muestra. Es imposible soñar o proyectar castillos en el aire con la mentalidad del conformista.

Desde luego que la calidad de los sueños depende del entorno, cuanto mayores los incentivos para apuntar alto, mejores serán los resultados. Cuanta mayor sea la libertad, más puro será el oxígeno y más potentes los estímulos. No es lo mismo soñar en la cárcel que soñar en libertad.

En este sentido es que se insiste que no se apabulle a los niños con juegos y programas televisivos al efecto de darles tiempo para pensar, concebir, imaginar y fabricar castillos en el aire. De allí la importancia de la lectura que permite construir lo escrito en la mente.

Erin Stafford escribe que es absolutamente necesario abrir un paréntesis a la atención de los problemas diarios para dejar que la mente se abra paso en sueños. A los niños se les suele decir que dejen de soñar y que presten atención, pero en alguna medida eso es lo que se necesita al efecto de combinar la realidad presente con lo que posiblemente será la realidad futura.

En el número de mayo de 2004 de la revista Time aparece un artículo sobre la importancia de los sueños que contiene dos citas que vienen muy al caso. Una de Einstein que dice que “la mente intuitiva es una sagrada bendición, la mente racional es un siervo fiel. Tenemos una sociedad que honra al siervo y que abandona la bendición”. En realidad lo honra hasta cierto límite puesto que se amputa el espíritu contestatario. Y la segunda alude a Chesterton cuando comenta sobre uno de sus personajes de ficción, el Padre Brown, sobre quien dice entre otras cosas que “en ese momento perdió la cabeza lo cual era muy provechoso. En esos momentos hacía que dos más dos fuera millones”.

Jonah Lehrer en el número de junio de 2012 de The New Yorker en una nota titulada “The Virtues of Daydreaming” enfatiza el correlato entre el idealismo en el sentido de concebir lo que aún no existe y el progreso en los más diversos campos. Recordemos lo dicho por Martin Luther King en cuanto a “Tengo un sueño” y lo ocurrido posteriormente.

Leonardo da Vinci ha consignado que hay tres tipos de personas: los que sueñan lo que viene, los que ven cuando se les muestra y los que no ven, y Ortega ha escrito que de tanto en tanto es saludable sacudirse el pensamiento de la época y repensarlo lo cual solo lo pueden concebir los soñadores, no los “prácticos”.

En otro orden de cosas, antes he recordado que el premio Nobel Friedrich Hayek ha escrito que “aquellos que se preocupan exclusivamente con lo que aparece como práctico dada la existente opinión pública del momento, constantemente han visto que incluso esa situación se ha convertido en políticamente imposible como resultado de un cambio en la opinión pública que ellos no han hecho nada por guiar.” La práctica será posible en una u otra dirección según sean las características de los teóricos que mueven el debate. En esta instancia del proceso de evolución cultural, los políticos recurren a cierto tipo de discurso según estiman que la gente lo digerirá y aceptará. Pero la comprensión de tal o cual idea depende de lo que previamente se concibió en el mundo intelectual y su capacidad de influir en la opinión pública a través de sucesivos círculos concéntricos y efectos multiplicadores desde los cenáculos hasta los medios masivos de comunicación.

Los prácticos son los free-riders (los aprovechadores o, para emplear un argentinismo, los “garroneros”) de los teóricos. Esta afirmación en absoluto debe tomarse peyorativamente puesto que todos usufructuamos de la creación de los teóricos. La inmensa mayoría de las cosas que usamos las debemos al ingenio de otros, incluso prácticamente nada de lo que usufructuamos lo entendemos ni lo podemos explicar. Pero otra cosa es emprenderla contra los teóricos.

Por esto es que el empresario no es el indicado para defender el sistema de libre empresa porque, como tal, no se ha adentrado en la filosofía liberal ya que su habilidad estriba en realizar buenos arbitrajes (y, en general, si se lo deja, se alía con el poder para aplastar el sistema), el banquero no conoce el significado del dinero, el comerciante no puede fundamentar las bases del comercio, quienes compran y venden diariamente no saben acerca del rol de los precios, el telefonista no puede construir un teléfono, el especialista en marketing suele ignorar los fundamentos de los procesos de mercado, el piloto de avión no es capaz de fabricar una aeronave, los que pagan impuestos (y mucho menos los que recaudan) no registran las implicancias de la política fiscal, el ama de casa no conoce el mecanismo interno del refrigerador o la máquina de lavar y así sucesivamente. Tampoco es necesario que esos operadores conozcan aquello, en eso consiste la división del trabajo y la consiguiente cooperación social. Es necesario sí que cada uno sepa que los derechos de propiedad deben respetarse para cuya comprensión deben aportar tiempo, recursos o ambas cosas si desean seguir en paz con su practicidad y para que el teórico pueda continuar en un clima de libertad con sus tareas creativas y así ensanchar el campo de actividad del práctico.

Desde luego que hay teorías efectivas y teorías equivocadas o sin un fundamento suficientemente sólido, pero en modo alguno se justifica mofarse de quienes realizan esfuerzos para concebir una teoría eficaz. Las teorías malas no dan resultado, las buenas logran el objetivo. Consciente o inconscientemente detrás de toda acción hay una teoría, si esta es acertada la práctica producirá buenos resultados, si es equivocada las consecuencias del acto estarán rumbeadas en una dirección inconveniente respecto de las metas propuestas.

Leonard E. Read nos dice que “contrariamente a las creencias populares, los castillos en el aire constituyen los lugares de nacimiento de toda la evolución humana; todo progreso (y todo retroceso) sea material, moral o espiritual implica una ruptura con las ideas que prevalecen”. Las telarañas mentales y la inercia de lo conocido son los obstáculos más serios para introducir cambios. Como hemos señalado, no solo no hay nada que objetar a la practicidad sino que todos somos prácticos, pero tiene una connotación completamente distinta “el práctico” que se considera superior por el mero hecho de aplicar lo que otros concibieron y, todavía, reniegan de ellos… los que, como queda dicho, hicieron posible la practicidad del práctico.

Afirmar que “una cosa es la teoría y otra es la práctica” es una de las perogrulladas mas burdas que puedan declamarse, pero de ese hecho innegable no se desprende que la práctica es de una mayor jerarquía que la teoría, porque parecería que así se pretende invertir la secuencia temporal y desconocer la dependencia de aquello respecto de esto último, lo cual no desconoce que la teoría es para ser aplicada, es decir, para llevarse a la práctica. Por eso resulta tan grotesca y tragicómica la afirmación que pretende descalificar al sostener aquello de que “fulano es muy teórico” o el equivalente de “mengano es muy idealista”. Bienvenidos los idealistas si sus ideales son nobles y bien fundamentados.

El conocimiento resulta clave para la calidad del castillo, en este sentido es pertinente reiterar lo que se ha dicho al respecto: “Cuando se comparte dinero queda la mitad, cuando se comparte comida también queda la mitad pero cuando se comparte conocimiento queda el doble”.

Los hay quienes se lanzan a la construcción de castillos en el aire pero se acobardan de lo que descubren y por ende se abstienen de pronunciarse en esa dirección y, peor aún, están los que se manifiestan a favor de la esclavitud. Como es sabido, el “síndrome de Estocolmo” es un estado psicológico en el que una persona secuestrada pierde sus defensas naturales y, en el trastorno, revierte sus sentimientos y se vuelve cómplice de sus captores. El bautismo de esta situación obedece al caso del robo a un banco en esa ciudad sueca en el que se mantuvo como rehenes a seis personas, algunas de las cuales, una vez liberadas, se negaron a seguir causas penales contra quienes las mantuvieron cautivas y dos de ellas incluso los defendieron.

Hoy daría la impresión que este síndrome aparece en algunos que alaban la prepotencia estatal y, al mejor estilo masoquista, piden más flagelos. La antiutopía de Orwell resulta espeluznante con el control permanente del Gran Hermano, pero mucho peor es la de Huxley que muestra la cretinización moral de aquellos que reclaman una tiranía. En este último caso, el problema grave es que arrastran al patíbulo a quienes mantienen su dignidad y conservan un sentido de autorrespeto. Estimamos que resulta ilustrativo el peso de los aparatos estatales sobre la gente reproducir unos versos de George Harrison (The Beatles) titulado “El recaudador de impuestos” en el idioma original en que fueron presentados: “If you drive a car, I’ll tax the street / If you try to sit, I’ll tax the seat / If you get too cold, I’ll tax the heat / If you take a walk, I’ll tax your feet.”

En su célebre libro Las ideas tienen consecuenciasRichard M. Weaver además de subrayar la tesis anunciada en el título de su obra concluye que “el mundo más que nunca está dominado por la masificación y la rapidez que conducen a la disminución de los niveles de calidad y, en general, la pérdida de aquellas condiciones que son esenciales a la vida civilizada y la cultura. Esta tendencia de mirar con sospecha a la excelencia tanto intelectual como moral como si fueran antidemocráticas no muestra signos de revertirse.” Solo puede operarse en sentido contrario si se afina la puntería en nobles castillos en el aire que apunten siempre a lo mejor para beneficio de todos en un clima de libertad donde la persona tiene prelación a la muchedumbre, porque como ha escrito Gustave Le Bon “en las muchedumbres lo que se acumula no es el talento sino la estupidez” (en La psicología de las multitudes).

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

El obelisco negro de la inflación argentina

Por Carlos Newland y Juan Carlos Rosiello, Profesores de Eseade.

La inflación no sólo es una degradación en el valor del dinero que poseemos sino que también conlleva efectos destructivos sobre la economía en su conjunto, al alterar los cálculos económicos, perjudicar los contratos pactados y reducir el mercado crediticio. Podríamos recomendar muchos trabajos académicos sobre el tema. Pero es una obra literaria la que quizás más descarnadamente muestra sus efectos. Se trata de “El Obelisco Negro” (1956),  una novela ambientada en la década de 1920 en una Alemania inmersa en un proceso hiperinflacionario. Su autor es Erich María Remarque, también creador de “Sin Novedad en el Frente”, pieza literaria que fuera llevada al cine por Lewis Milestone en 1930. De Remarque es menos conocido “El Obelisco Negro”, un relato tragicómico, que trata en buena medida de las restricciones que sufría una pequeña empresa dedicada a la venta de placas y monumentos funerarios ante el violento cambio cotidiano en los precios. Aunque la Argentina no está en el momento en una situación hiperinflacionaria sino de alta inflación, los males descritos son similares.

La novela de Remarque se ambienta en el pueblo ficticio de Wenderbruck  en 1923, pero podríamos ubicarla en cualquier ciudad bonaerense en 2021. Los protagonistas principales son dos socios propietarios de la empresa y un empleado, Ludwig, que ejerce el papel de espectador y relator del drama. Lo primero que destaca Remarque es que la inflación produce un espejismo en las empresas, que parecen aumentar exitosamente sus ventas en moneda nominal, pero en realidad es a costa de crecientes pérdidas. En el primer párrafo del libro se lee: “… nuestros negocios marchan bien. El primer trimestre ha sido sumamente animado; hemos realizado ventas brillantes, y con ello, nos estamos arruinando…”. ¿Cuál era el principal problema? Que el reponer la mercadería tenía costos astronómicos, mayores a los logrados por las ventas. Por este factor la tarea de los empresarios se complicaba enormemente, ya que no bastaba hacer un cálculo simple de rentabilidad, sino que ahora debían estimar la evolución futura de los precios para concretar negocios razonables.

Como en Argentina en el pasado y en el presente en la novela la inflación creciente hacía que el gobierno tuviera que emitir billetes de cada vez mayor valor nominal. Uno de los socios de la empresa exclama: “Los nuevos billetes de cien mil se imprimieron hace dos semanas, pronto serán necesarios los de un millón. ¿Cuándo llegaremos a los de un billón?” En nuestro país no hace tanto el gobierno se resistía a la emisión de billetes de 1000 pesos para no reconocer la dificultad creciente de hacer transacciones con billetes de 100 pesos. Obviamente que si el proceso sigue o se acelera se necesitarán en un futuro no lejano billetes de 5000 y 1000 pesos.

En Alemania en 1923, como en la Argentina, la moneda de referencia dejó de ser la local (el marco) pasando a ser el dólar norteamericano, cuyo valor todos parecían tomar como referencia para establecer los precios. Esto llevaba a un frenético seguimiento de su cotización a lo largo de cada jornada para así poder determinar el importe real de los otros bienes o remuneraciones. El único descanso para los actores económicos ocurría durante el domingo, cuando la divisa no se transaba. En la novela una prostituta informa a un cliente que sus servicios costarán 60.000 marcos, por la cotización esperada del dólar. Ante la reacción negativa de su cliente exclama “¡Cálmate! La cotización del dólar es como la muerte, no puedes escapar de ella.”

Uno de los efectos negativos de la inflación que destaca Remarque es la desaparición del crédito. Ningún proveedor quería vender a plazo porque se erosionaba el valor pactado: el resultado era que todas las transacciones terminaban siendo al contado. Esto dificultaba mucho el accionar de las empresas que no poseían capital del trabajo suficiente para desarrollar su potencial, con la consecuente reducción de la producción. Es verdad que los empresarios alemanes habían encontrado una forma de financiarse haciendo pagar el costo inflacionario al Estado. Al comprar un insumo, mármol en el caso de la empresa alemana, el adquirente entregaba una letra que estipulaba un pago futuro.  Esta letra era trasferida a la banca estatal con un descuento mucho menor a la inflación esperada. Obviamente ello generaba un déficit público creciente ya que cuando el Estado cobraba la letra su valor era insignificante. En la Argentina, los subsidios a los servicios públicos (transporte, energía, etc), al consumo  y al crédito, producen el mismo efecto sobre las cuentas públicas.

La inflación, en la novela,  causaba otros efectos. Uno de ellos eran las tensiones generadas por los continuos pedidos de aumento de salarios, ya que los empleados veían como su poder adquisitivo se derrumbaba rápidamente. Por otra parte, las víctimas principales de la inflación eran todos aquellos que no podían ajustar rápidamente sus ingresos, los jubilados, los trabajadores y en general los más pobres. Toda negociación salarial por parte de los funcionarios  o a favor de pensionados llegaba tarde en sus incrementos, cuando los montos pactados ya habían sido superados por los nuevos aumentos de precios. La novela describe muchos casos de suicidios de ancianos, pequeños rentistas o pensionados. Uno de ellos, un funcionario retirado, exhibía junto a su cuerpo la libreta de inversiones bancarias, con fondos depositados que había creído se abonarían  en su valor oro original. En cambio el banco público los pagaba en marcos, una suma insignificante. Remarque lapidario: “El Estado, ese prevaricador impune, que estafa billones y encarcela al que defrauda 5 marcos.” En Argentina ello ha ocurrido en reiteradas oportunidades. Podríamos mencionar a modo de ejemplo, los bonos del Empréstito 9 de Julio (1962) creados por el ministro Alsogaray durante el gobierno del presidente Frondizi para pagar sueldos a jubilados y estatales y que después de un año ya habían perdido el 30% de su valor;  el Plan Bonex (1989), una conversión forzosa de los depósitos bancarios por bonos a 10 años, implementado por el ministro Ermán González durante el gobierno del presidente Menem en un contexto de hiperinflación (más del 3000% anual) y default de la deuda externa y el más reciente “corralito” (2001) del ministro Cavallo durante la crisis política e institucional que derivó en la renuncia anticipada del presidente De la Rúa y la posterior pesificación asimétrica (se pagaron $1,40 por dólar cuando la cotización rondaba los $4 por dólar) de los depósitos en dólares de los ahorristas ya durante la mandato provisional del presidente.Duhalde.

Seguramente el relato de Remarque sonará extraño y lejano para un lector sueco, japonés o canadiense. No así para un argentino. Para nosotros no es más que una descripción de una realidad pasada y presente. Si algún escritor elaborara una odisea realista de una familia argentina que cubriera los últimos 75 años, la inflación indudablemente debería estar en el trasfondo de todos los acontecimientos relatados. En la novela el obelisco negro era un monumento que la marmolera no había podido vender por su fealdad, pero que permanecía muy visible en el jardín de exhibición del establecimiento. Así es la inflación para los argentinos, indeseable y desagradable, pero siempre visible. Nuestro obelisco negro.

Carlos Newland es Dr. Litt. en Historia. Profesor y Ex Rector de ESEADE.

 Juan Carlos Rosiello es Doctor en Economía (ESEADE). Profesor de posgrado en las Maestrías de Derecho Empresario, Economía y Ciencias Políticas.

El capitalismo de amigos es anticapitalismo

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 18/02/21 en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/el-capitalismo-de-amigos-es-anticapitalismo-nid18022021/

Estamos en plena trifulca respecto del mejor sistema para vivir que atienda de la manera más adecuada las necesidades de todos, muy especialmente la situación de los más vulnerables.

El capitalismo es el sistema que se basa en el respeto recíproco sustentado en la facultad de cada cual de usar y disponer de lo propio, es decir, la institución de la propiedad privada, los mercados abiertos y competitivos y aparatos estatales limitados a proteger y garantizar derechos que son anteriores y superiores a la existencia misma de los gobiernos. Este sistema ha permitido una mejora en el bienestar de las masas nunca antes visto ni soñado por la humanidad. Procesos para incrementar la provisión de alimentos, de medicamentos, de comunicaciones aéreas, terrestres y marítimas, de vivienda, vestimenta, acondicionamientos de todo orden, ofertas culturales y de confort.

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Esto es lo que se observa en la medida en que los países adoptan marcos institucionales civilizados de apertura de mentes y fronteras, puesto que la única razón de parcelar el globo terráqueo en naciones es para evitar el fenomenal riesgo de concentración de poder en un gobierno universal, pero de allí no se siguen culturas alambradas y siempre empobrecedoras.

Sin embargo, hoy en día observamos un marcado retroceso en el capitalismo hacia nacionalismos y consecuentes xenofobias ancladas en endeudamientos colosales, impuestos insoportables, gastos estatales astronómicos en un contexto de aplastamiento de las libertades con el consecuente empobrecimiento generalizado.

Hoy, la parla convencional alude al “capitalismo de amigos” para referirse a la hedionda cópula entre empresarios prebendarios y el poder de turno a efectos de explotar a sus congéneres vía privilegios y mercados cautivos. En verdad, por lo que dejamos consignado, se trata de un anticapitalismo manifiesto.

El capitalismo frente al anticapitalismo queda ilustrado por los contrastes entre Venezuela y Suiza, Singapur y Uganda, Alemania y Cuba, Corea del Sur y Corea del Norte, y así sucesivamente. No se trata de voluntarismos a través de políticas nefastas como la intromisión de gobernantes en los precios que inexorablemente generan faltantes, las fallidas empresas estatales como fábricas de consumir recursos de los más pobres, incrementos de salarios por decreto como si se pudiera decretar el enriquecimiento y demás sandeces que han probado una y otra vez su estrepitoso fracaso.

Tal vez no sea cuestión de detenerse demasiado en asuntos semánticos, pero en lo personal no me resulta especialmente atractiva la expresión capitalismo aun con el saludable significado que acarrea, por dos razones. Primero, porque fue Marx quien bautizó el sistema –que nunca entendió– con ese término, y en segundo lugar, porque transmite la equivocada noción que alude a lo material, a pesar de que hay autores que lo derivan de caput, a saber, de creatividad, de ingenio. Por eso prefiero el término liberalismo, que apunta a un territorio mucho más amplio que abarca aspectos éticos, filosóficos, jurídicos y no solo económicos.

Pero dejando de lado estas reflexiones de genealogía, es indispensable precisar que el eje central del marxismo consiste en lo que reza la sección 36 del Manifiesto comunista, de 1848, donde Marx y Engels escriben que “pueden sin duda los comunistas resumir toda su teoría en esta sola expresión: abolición de la propiedad privada”. Como bien se ha puntualizado, eliminar la propiedad se traduce en la eliminación de los precios, puesto que estos surgen como consecuencia de la transacción de derechos de propiedad. Como hemos ilustrado antes, en ese caso no se sabe si conviene construir caminos con oro o con asfalto, y si alguien sostiene que con el metal aurífero resulta un derroche es porque recordó los precios relativos antes de la abolición de la propiedad. En este contexto, no resultan posibles la contabilidad, la evaluación de proyectos ni el cálculo económico en general. Por eso acertadamente se ha dicho que no hay tal cosa como economía socialista allí donde no puede economizarse.

Sin llegar al extremo de la referida abolición, en la medida en que la estructura política interfiere con los precios los está desdibujando, con lo que se disminuye la posibilidad de operar cuando las únicas señales con que cuenta el mercado están distorsionadas con los siempre presentes desabastecimientos y demás desajustes.

Se asignan derechos de propiedad porque los recursos son limitados frente a necesidades ilimitadas. Es indispensable para darles el mejor uso a los factores de producción disponibles. En esta línea argumental, en un proceso abierto quienes sirven mejor al prójimo obtienen ganancias y quienes no aciertan con las demandas de los demás incurren en quebrantos. Las desigualdades de rentas y patrimonios las establece la gente diariamente con sus compras y abstenciones de comprar en el supermercado y afines. Las denominadas redistribuciones de ingresos impuestas por los aparatos estatales van por la fuerza en dirección distinta a la mencionada asignación voluntaria. Los megalómanos no parecen comprender lo anterior y luego se sorprenden cuando aumenta la pobreza.

Afortunadamente, todos somos desiguales desde el punto de vista anatómico, bioquímico y, sobre todo, psicológico. Si fuéramos iguales se derrumbaría la división natural del trabajo y la consecuente cooperación social, ya que, por ejemplo, todos quisiéramos ser arquitectos y no habría médicos, a todos nos gustaría la misma mujer, etc. Además, la vida sería de un tedio insoportable, puesto que conversar con otro sería similar a conversar con el espejo. El aprendizaje vía el fraccionamiento y la dispersión del conocimiento estaría anulado y sustituido por concentración de ignorancia.

En el plano del denominado capitalismo de amigos se sostiene que el empresario debe contar con protección arancelaria para ponerse a tono con los progresos tecnológicos del exterior. Como es sabido, habitualmente en la mayor parte de los proyectos de inversión los primeros períodos arrojan pérdidas conjeturando ganancias en etapas posteriores para más que compensar los quebrantos anteriores. Pues bien, si el empresario no cuenta con los recursos suficientes para hacer frente a esas primeras pérdidas, deberá buscar socios para el financiamiento, pero no pasar compulsivamente el costo sobre los hombros del consumidor local. Y si nadie acepta financiarlo es porque el proyecto es un cuento chino (lo cual suele suceder).

El nacionalismo y el llamado capitalismo de amigos van de la mano. Es lo que hoy cunde en la mayor parte de los países, incluso en aquellos que otrora fueron los baluartes del mundo libre. La pobreza no se resuelve con magias demagógicas, no es un tema de recursos naturales (el continente africano los tiene en grado sumo, mientras que Japón es un cascote en el que es habitable el veinte por ciento). Es un tema de las cejas para arriba, en otras palabras de educación sobre valores y principios de la sociedad abierta.

Mario Vargas Llosa escribe que “en los países subdesarrollados el nacionalismo se predica con más estridencia y tiene más adeptos. Sus defensores parten de un supuesto falaz […] que tales muletillas sean tan huecas como cacofónicas, verdaderos galimatías conceptuales, no es obstáculo para que resulten seductoras a mucha gente, por el airecillo patriótico que parece envolverlas”.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Las enseñanzas que dejan la convertibilidad y los 90

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 17/2/2021 en: http://economiaparatodos.net/las-ensenanzas-que-dejan-la-convertibilidad-y-los-90/

La regla monetaria fracasa si no está acompañada de la disciplina fiscal que exige no gastar más de lo que se recauda con impuestos

Cuando se pronuncia la palabra convertibilidad, el común de la gente identifica la convertibilidad con un plan económico. En rigor, la convertibilidad no fue un plan económico, fue una regla monetaria que se estableció en abril de 1991 para frenar el proceso hiperinflacionario en que estaba sumergida la economía argentina.

La convertibilidad del peso al dólar funcionaba de la misma forma que funcionaba antiguamente la caja de conversión del peso al oro. En vez del peso ser convertible a oro, era convertible al dólar que era la moneda que usaba el argentino como reserva de valor.

Se puede estar de acuerdo o no con un esquema de caja de conversión, sea a dólar o a oro, pero si se está de acuerdo, el punto central es el tipo de cambio al que se entra en la convertibilidad. Si se elige un tipo de cambio con el peso sobrevaluado o, lo que es lo mismo, haciendo que el dólar sea artificialmente barato, se incentivan artificialmente las importaciones y se castigan artificialmente las exportaciones. Argentina se transforma en un país caro en dólares. Si la paridad se fija con un dólar artificialmente caro, se frenan artificialmente las importaciones estableciendo una especie de proteccionismo vía el tipo de cambio.

Tal vez el error fue entrar con un tipo de cambio que no se correspondía con un nivel de gasto público alto que hacía que la economía requiriera de una alta carga tributaria dejando fuera de competencia a los productores locales.

Cabe aclarar que este punto lo resaltó el entonces diputado por la UCEDE, José María Ibarbia cuando se tenía que votar la ley de convertibilidad, quien justamente argumentaba que el tipo de cambio no se correspondía con el nivel de gasto público, lo que hacía que se entrara con un peso sobrevaluado que iba a generar problemas de competencia externa. Lo cual efectivamente ocurrió y por eso muchos industriales recuerdan ese período como la invasión de importaciones y le echan la culpa a la apertura de la economía, cuando en realidad la apertura estaba bien, el problema estaba en un tipo de cambio que, por el nivel de gasto público y presión impositiva, hacían imposible competir.

Y aquí es importante resaltar que el aumento del gasto se produjo más en las provincias que en la Nación. Las provincias llevaron el gasto consolidado de 10,23% del PBI en 1991 a 13,4% del PBI en 2001 cuando estalla la convertibilidad.

En cambio, la Nación baja el gasto de 18% del PBI en 1991 hasta 14,6% y luego vuelve a subir en hacia el final del mandato de Menem y con De la Rúa hasta 16,7% del PBI. Es decir, hacia el final de la convertibilidad, con De la Rúa, el gasto se descontrola tanto en la Nación como en las provincias. Por eso a nivel nacional los intereses de la deuda pública a nivel Nación pasan de 1,8% del PBI en 1991 a 4% del PBI en 2001 y en las provincias trepan de 0,15% del PBI en 1991 hasta 0,83% del PBI en 2001.

Si se entró a la convertibilidad con un tipo de cambio inconsistente con el nivel de gasto público de ese momento, luego se agravó con el aumento del gasto, sobre todo en la gestión de De la Rúa, tanto a nivel nacional y provincial.

Durante un tiempo este problema se disimuló por el ingreso de divisas de las privatizaciones y luego con el endeudamiento, pero la prueba de que no hubo convergencia fueron las altas tasas de interés que se siguieron pagando por los depósitos y préstamos en pesos, comparados con los depósitos y préstamos en dólares.

Las privatizaciones tuvieron una triple función en el plan de estabilización.

  • En primer lugar, sirvieron para bajar el gasto público dado que las pérdidas de las empresas estatales las tenía que cubrir el tesoro. Como el tesoro no tenía recursos genuinos para pagar esas pérdidas, se recurría a la emisión monetaria. Por eso, sirvieron para estabilizar la economía
  • Mejoraron la productividad de la economía y atrajeron capitales para modernizar empresas totalmente ineficientes. Los avisos de los departamentos que se vendían aparecían con la frase: con teléfono. Conseguir un teléfono en la época de ENTEL, la empresas telefónica estatal, era una misión imposible. Los que conseguían un teléfono era porque tenían algún contacto dentro de la empresa. Y se pagaban varios miles de dólares por una línea telefónica. Pasaba lo mismo con las rutas, los subtes, la producción de gas, el sistema energético en su conjunto y tantos otros sectores. Hubo muy buenos marcos regulatorios en algunas privatizaciones, como en el caso de la energía, y otros horribles como en el caso de Aerolíneas y otros regulares.
  • La tercera función de las privatizaciones sirvió para ayudar a regularizar la deuda externa, porque quienes compraban las empresas podían pagar parte con bonos de la deuda que compraban a una paridad muy baja en el mercado pero el estado tomaba los bonos a valor facial.

¿Por qué la convertibilidad, que había dado una estabilidad de precios casi absoluta a partir de 1994/97 terminó en una explosión? Si bien cada uno puede dar su punto de vista, se pueden citar las siguientes razones:

  • Se entró en la convertibilidad con un tipo de cambio que era incompatible con el nivel de gasto público existente al momento de establecerla. Este fue el pecado original con que se entró en la convertibilidad.
  • Esto generó la semilla de presiones devaluatorias durante muchos años y, finalmente, un gobierno políticamente débil como el de De la Rúa fue volteado por sectores que propiciaban la devaluación como solución a todos los problemas. Los devaluadores de siempre querían un dólar caro. Tanto es así que Rodríguez Saa, el primero presidente que reemplaza a De la Rúa, se resistía a devaluar y termina siendo eyectado del gobierno por su mismo partido político y renuncia desde su provincia, San Luis. Si la convertibilidad aguantó tantos años fue, entre otras razones, porque la gente no quería oír hablar de devaluación. Es más, Menem gana la reelección de 1995 con la fusta debajo del brazo, en un momento en que el país estaba en recesión por el efecto Tequila y a pesar que el atentado a la AMIA había ocurrido pocos meses antes, en julio de 1994. El famoso voto licuadora, por la deuda que habían tomado en dólares la gente para comprar electrodomésticos e hipotecas hacía que nadie quisiera escuchar la palabra devaluación.
  • No solo se entró con un gasto público inconsistente con el tipo de cambio que se eligió para el 1 a 1, sino que luego el gasto público, particularmente en las provincias, siguió aumentando. Los bancos le prestaban a las provincias montos que estas no podían cancelar sus deudas. Es decir, parte del sistema financiero era inviable por los créditos que le habían otorgado a provincias que luego no podían pagar.

¿Qué nos enseña ese período? Que el problema sigue estando un nivel de gasto público que si en los 90 era inconsistente para tener estabilidad de largo plazo, hoy es mucho más inconsistente porque durante el auge de las commodities el kircherismo aumentó el gasto consolidado en un 50% respecto a las décadas del 80 y del 90.

En síntesis, no hay artilugio monetario, cambiario o financiero que pueda sustituir las reformas estructurales y menos un nivel de gasto público altísimo e ineficiente.

En la década del 80 el gasto público consolidad, que era 30% del PBI, no se puedo financiar y tuvimos inflación, megainflación, hiperinflación, plan Bonex y default. En los 90 la convertibilidad estalló por los aires porque requirió de endeudamiento creciente para financiar ese nivel de gasto público.

¿Por qué ahora, con un gasto público consolidado que aumentó 50% respecto a las dos décadas mencionadas, la historia va a terminar diferente?

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE. Síguelo en @RCachanosky