Judíos marxistas, una contradicción en los términos

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 19/11/2en: https://www.infobae.com/opinion/2022/11/19/judios-marxistas-una-contradiccion-en-los-terminos/

El marxismo y toda otra forma de totalitarismo está en las antípodas de la tradición judaica, que es un canto a la libertad y a los derechos de las personas

La custión judía, de Carlos MarxLa custión judía, de Carlos Marx

Como es sabido Marx nació con el nombre de Harchel Levi, hijo del rabino Marx Mordechal ben Samuel Halevi quien abandonó su religión para poder usufructuar mejor de su estudio de abogado durante el régimen prusiano.

En 1843 Marx escribió La cuestión judía donde subraya que “Nosotros reconocemos, pues, en el judaísmo un elemento antisocial presente de carácter general” y se pregunta y responde “¿Cuál es el culto secular practicado por el pueblo judío? La usura ¿Cuál es su dios secular? El dinero” y “La sociedad burguesa engendra constantemente al judio en su propia entraña”. También como es harto conocido en un plano más general Marx insistía en que “la religión es el opio de los pueblos”.

Antes me he referido a esto que en parte comento a continuación pero en este contexto no puede eludirse. En el tercer capítulo del Manifiesto Comunista escrito en 1848 por Marx y Engels se consigna el aspecto central de su tesis “pueden sin duda los comunistas resumir toda su teoría en esta sola expresión: abolición de la propiedad privada”. Si no hay propiedad privada, no hay precios, ergo, no hay posibilidad de contabilidad, evaluación de proyectos o cálculo económico. Por tanto, no existen guías para asignar eficientemente los siempre escasos recursos y, consecuentemente, no es posible conocer en qué grado se consume capital. Y conviene enfatizar que los daños se producen en la medida en que se afecte la propiedad sin necesidad de abolirla.

A este enjambre crucial imposible de resolver dentro del sistema, se agrega el historicismo inherente al marxismo, contradictorio por cierto puesto que si las cosas son inexorables no habría necesidad de ayudarlas con revoluciones de ninguna especie. También es contradictorio su materialismo dialéctico que sostiene que todas las ideas derivan de las estructuras puramente materiales en procesos hegelianos de tesis, antítesis y síntesis ya que, entonces, en rigor, no tiene sentido elaborar las ideas sustentadas por el marxismo.

Esta dialéctica hegeliana aplicada a las relaciones de producción pretende dar sustento al proceso de lucha de clases. En este contexto Marx fundó su teoría del polilogismo, es decir, que la clase burguesa tiene una estructura lógica diferente de la de la clase proletaria, aunque nunca explicó en qué consistían las ilaciones lógicas distintas ni cómo se modificaban cuando un proletario se ganaba la lotería ni cuando un burgués es arruinado y en qué consiste la estructura lógica de un hijo de un proletario y una burguesa.

Las contradicciones son aún mayores si se toman los tres pronósticos más sonados de Marx. En primer lugar que la revolución comunista se originaría en el núcleo de los países con mayor desarrollo capitalista y, en cambio, tuvo lugar en la Rusia zarista. En segundo término, que las revoluciones comunistas aparecerían en las familias obreras cuando todas surgieron en el seno de intelectuales-burgueses. Por último, pronosticó que la propiedad estaría cada vez más concentrada en pocas manos y solamente las sociedades por acciones produjeron una dispersión colosal de la propiedad tal como en un contexto más amplio hoy explican autores como Anthony de Jasay cuando critican a Thomas Piketty.

En este muy apretado resumen periodístico, cabe mencionar que la visión errada de Marx respecto a la teoría del valor-trabajo dio lugar a la noción de la plusvalía. Aquella concepción sostenía que el trabajo genera valor sin percatarse que las cosas se las produce (se las trabaja) porque se les asigna valor y no tienen valor por el mero hecho de acumular esfuerzos (por más que se haya querido disimular el fiasco con aquella expresión hueca del “trabajo socialmente necesario”).

En el primer libro que Marx y Engels escribieron juntos publicado en 1845, La sagrada familia. Crítica de la crítica crítica (esto no fue una errata, es el título) aluden a estudios realizados por Bruno Bauer y sus hermanos Edgar y Egbert. La obra contiene muchas aristas pero la que ahora subrayo es el materialismo de Marx (determinismo físico según la terminología popperiana) ya puesto en evidencia en su tesis doctoral sobre Demócrito.

Lenin -el más sagaz de sus discípulos- nunca creyó que el llamado proletariado podía dirigir y mucho menos gobernar una revolución (ni en ninguna circunstancia). Por eso escribió lo que aparece en el quinto tomo de sus obras completas en el sentido que “no es el proletariado sino la intelligentsia burguesa: el socialismo contemporáneo ha nacido en las cabezas de miembros individuales de esta clase”. Por esto también es que Paul Johnson en su Historia del mundo moderno destaca que “Lenin nunca visitó una fábrica ni pisó una granja”.

Curiosa es en verdad la noción de los marxistas sobre la división del trabajo: Marx y Engels consignan en La ideología alemana que “en una sociedad comunista, en la que nadie tenga una esfera exclusiva de actividad sino que cada uno pueda formarse en cualquier sector que desee, la sociedad regula la producción general y por tanto se hace posible hacer hoy una cosa y mañana otra, cazar por la mañana, pescar por la tarde, criar ganado al atardecer, criticar después de cenar, como apetezca, sin convertirme nunca en cazador, pescador, pastor o crítico”.

A pesar de esta visión peculiar, la violencia está indisolublemente atada al marxismo. Por esto es que en el antedicho Manifiesto comunista declara que “no pueden alcanzar los objetivos más que destruyendo por la violencia el antiguo orden social”. Por esto es que Marx en Las luchas de clases en Francia en 1850 y al año siguiente en 18 de Brumario condena enfáticamente las propuestas de establecer socialismos voluntarios como islotes en el contexto de una sociedad abierta. Por eso es que Engles también condena a los que consideran a la violencia sistemática como algo inconveniente, tal como ocurrió, por ejemplo, en el caso de Eugen Dühring por lo que Engels escribió El Anti Dühring en donde subraya el “alto vuelo moral y espiritual” de la violencia.

El antisemitismo o judeofobia se base en nociones falsas sobre la idea de “raza”. Spencer Wells, el biólogo molecular de Stanford y Oxford, ha escrito en The Journal of Man. A Genetic Odyssey que “el término raza no tiene ningún significado”. En verdad constituye un estereotipo. Tal como explica Wells en su libro más reciente, todos provenimos de África y los rasgos físicos se fueron formando a través de las generaciones son según las características geográficas y climatológicas en las que las personas han residido. Por eso, como he dicho en otra ocasión, no tiene sentido aludir a los negros norteamericanos como “afroamericanos”, puesto que eso no los distingue del resto de los mortales estadounidenses, para el caso el que éstas líneas escribe es afroargentino.

La torpeza de referirse a la “comunidad de sangre” pasa por alto el hecho que los mismos cuatro grupos sanguíneos que existen en todos los seres humanos están distribuidos en todas las personas del planeta con los rasgos físicos más variados. Todos somos mestizos en el sentido que provenimos de las combinaciones más variadas y todos provenimos de las situaciones más primitivas y miserables (cuando no del mono).

Thomas Sowell apunta que en los campos de exterminio nazis se rapaba y tatuaba a las víctimas para poder diferenciarlas de sus victimarios. Esto a pesar de todos los galimatías clasificatorios de Hitler y sus sicarios, quienes finalmente adoptaron el criterio marxista. Solo que el nazismo en lugar de seguir el polilogismo clasista fue el racista pero con la misma insensatez en cuanto a que nunca pudieron mostrar cuáles eran las diferencias entre la lógica de un “ario” respecto de las de un “semita”. Darwin y Dobzhansky -el padre de la genética moderna- sostienen que aparecen tantas clasificaciones de ese concepto ambiguo y contradictorio de “raza” como clasificadores hay. Por otra parte, en el caso de la judeofobia, a pesar de las incoherencias de la idea de raza se confunde esta misma noción con la religión puesto que de eso y no de otra cosa se trata. El sacerdote católico Edward Flannery exhibe en su obra publicada en dos tomos titulada Veintitrés siglos de antisemitismo los tremendos suplicios que altos representantes de la Iglesia Católica le han inferido a los judíos, entre otras muchas crueldades, como subraya el Padre Flannery, les prohibían trabajar en actividades corrientes con lo que los limitaban a ocuparse del préstamo en dinero, pero mientras los catalogaban de “usureros” utilizaban su dinero para construir catedrales. Debemos celebrar entusiastamente el espíritu ecuménico y los pedidos de perdón de Juan Pablo II en nombre de la Iglesia, entre los que figura, en primer término, el dirigido a los judíos por el maltrato físico y moral recibido durante largo tiempo.

Paul Johnson en su Historia de los judíos señala que “Ciertamente, en Europa los judíos representaron un papel importante en la era del oscurantismo […] En muchos aspectos, los judíos fueron el único nexo real entre las ciudades de la antigüedad romana y las nacientes comunas urbanas de principios de la Edad Media”.

Todos los logros de muchos judíos en las más diversas esferas han producido y siguen produciendo envidia y rencor entre sujetos acomplejados y taimados. Tal vez las primeras manifestaciones de antisemitismo o, mejor judeofobia, en las filas del cristianismo fueron los patéticos sermones de San Juan Crisóstomo en el siglo I publicados con el título de Adversus Judaeos donde dice que los judíos “son bestias salvajes” que son “el domicilio del demonio” y que “las sinagogas son depósitos del mal” para quienes “no hay indulgencia ni perdón” y luego el Concilio de Elvira en 306 prohibió a cristianos casarse con judíos y otras barrabasadas.

A través del tiempo, también debe subrayarse el apoyo explícito de autoridades de la Iglesia a legislaciones que restringían los derechos de los judíos incluyendo el derecho de propiedad y en muchos casos bautismos forzados, confiscaciones, impuestos especiales, vestimentas que estigmatizaban y en los lugares permitidos a judíos a veces se colocaba una marca denigrante en la puerta. El Papa Eugenio III estableció que los judíos estaban obligados a perdonar las deudas a cristianos. Inocencio III autorizó las conversiones forzosas y el Concilio de Basilea permitió la discriminación en ghettos y otros horrores que con el tiempo se fueron consolidando y agudizando hasta los antedichos pedidos de perdones de Juan Pablo II que marcaron un punto de clara reversión y severa condena del antisemitismo y promulgaron un sincero y muy valioso y afectuoso ecumenismo en relación a las tres religiones monoteístas y el respeto a todas. De más está decir que aquella actitud denigrante no alcanza a toda la cristiandad, muy lejos de ello siempre hubieron personas sensatas y civilizadas que se indignaron e indignan con el inaceptable trato a los judíos, tanto sacerdotes como laicos.

En todo caso además de los Mandamientos de no robar y no codiciar los bienes ajenos la tradición judía es un canto a la libertad y a los derechos de las personas, además de las severas advertencias sobre el monopolio de la fuerza que denominamos gobierno (en aquella época rey) especialmente en Samuel II: 8. En otros términos, el marxismo y toda otra forma de totalitarismo está en las antípodas con la tradición judaica, lo contrario puede revertirse si se sigue a Isaías 1:9 en cuanto a las imprescindibles faenas educativas para recomponer valores, siempre a cargo de un grupo minúsculo (en la versión inglesa equivalente a la lindísima expresión de remnant). Vinculado a esta idea de libertad en conexión con el pueblo judío es que la cortina musical de lo que fueron el programa televisivo que conducía en Buenos Aires y el programa radial en Colonia -respectivamente denominados Contracorriente y Pensando en voz alta- era “Va Pensiero” de Nabucco, producción del grandioso Verdi.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

La confianza en la estabilidad de las normas y de los precios eleva los ingresos de la sociedad

Por Enrique Blasco Garma. Publicado el 28/08/22 en: https://www.infobae.com/opinion/2022/11/13/la-confianza-en-la-estabilidad-de-las-normas-y-de-los-precios-eleva-los-ingresos-de-la-sociedad/

Argentina sufre la ausencia de reglas permanentes mientras sobran planes económicos. Los Premio Nobel Frederick Hayek, Ronald Coase y Vernon Smith analizaron el esfuerzo que insume alcanzar consensos

Quienes hayan encarado los mismos trámites en diferentes lugares confirman trabas autóctonas. Requisitos sobran en los países rezagados

Quienes hayan encarado los mismos trámites en diferentes lugares confirman trabas autóctonas. Requisitos sobran en los países rezagados

La magia del progreso estriba en acertar las cláusulas contractuales para transacciones crecientemente especializadas.

Cada adelanto comercial abre negocios mejores, los cuales se facilitan con la estabilidad de las regulaciones gubernamentales y de los niveles de precios generales.

En verdad, existe cierta correspondencia entre las mejores especificaciones normativas, la estandarización de precios y el PBI. Por el contrario, cada imposición de las autoridades exige recalcular negociaciones a multitudes de actores. Exacerbando conflictos, desperdiciando esfuerzos.

Lo mismo ocurre con la inflación y devaluaciones cambiarias. Las soluciones concebidas dependen de las instituciones vigentes; cada variación normativa perturba las retribuciones acordadas. De ahí que los continuos sacudones regulatorios, de precios y cambiarios insuman esfuerzos adicionales que empobrecen. Desquician negocios, reinstalando trabas que habían sido superadas.

Estando las destrezas individuales y tecnologías esparcidas entre los 8.000 millones de humanos que pueblan distintas geografías del planeta, las grandes brechas entre los ingresos promedio nacionales nacen de diferentes culturas, consensuando normativas duraderas.

Quienes hayan encarado los mismos trámites en diferentes lugares confirman trabas autóctonas. Requisitos sobran en los países rezagados, explicando las graduaciones nacionales del PBI, desde los USD 300 al año por habitante de Burundi y Sudán del Sur, hasta USD 100.000 de Irlanda y USD 90.000 de Noruega y Suiza. Una escalera continuada de estorbos vernáculos a las contrataciones, en los 190 países socios de FMI.

Para ponerlo negro sobre blanco. Los privados continuamente compiten para acordar las condiciones más favorables, persuadiendo a clientes, empleados y demás participantes.

Contra ese contexto, las modificaciones forzadas por funcionarios exigen ulteriores adecuaciones, entorpeciendo los acuerdos y recortando valores. Todas las reglas impuestas – las que no resultan de las transacciones voluntarias- devalúan los ingresos personales y encarecen los costos de oportunidad. El intento de favorecer a un sector altera costos, ingresos, del resto, contrayendo los patrimonios personales.

Más de la mitad de la población mundial reside en las jurisdicciones con regulaciones menos trasparentes; por eso generan apenas 10% del PBI mundial, con los menores ingresos. Faltos de libertades y con amplias variaciones entre ellas (una media de USD 300 a USD 6.650, entre los promedios nacionales extremos del grupo). Mientras apenas el 10% de los humanos, que habitan las naciones de normas estables y transparentes, genera 50% del PBI mundial y los mayores ingresos.

Dirigentes alteran normas para ganar adeptos, sin advertir que cada cambio impuesto, favorable para unos, empobrece a todos. Demostramos en notas en Infobae que las normativas forzadas contraen los patrimonios. Sólo las transacciones voluntarias de los afectados valorizan precisamente las propiedades, al competir satisfaciendo necesidades individuales.

Devaluación de la Argentina

La Argentina era una de las naciones más prósperas del mundo entre 1890 y 1920. Un siglo más tarde, en 1980, al inicio de la serie perspectivas económicas del FMI, el PBI por habitante todavía triplicaba la media mundial. En abrupta caída, el PBI por habitante iguala al promedio mundial de USD 13.400 anuales, en 2022. Terrible decadencia, propia de una sociedad sin normas duraderas, donde la competencia no puede funcionar.

La Argentina acusa una terrible decadencia, propia de una sociedad sin normas duraderas, donde la competencia no puede funcionar y con controles de preciosLa Argentina acusa una terrible decadencia, propia de una sociedad sin normas duraderas, donde la competencia no puede funcionar y con controles de precios

Cuando preguntan ¿Qué país queremos? La respuesta debiera ser tajante: el país de la Constitución Nacional, con normas transparentes, duraderas, iguales, sin privilegios ni poderes especiales. Una sola moneda, el dólar, la preferida por los argentinos, comercializable libremente.

Los gastos estatales debieran generar beneficios superiores, similares a los privados en el margen. Habría que sustituir la desigual Coparticipación Federal de Impuestos por pagos parejos a cada habitante de las provincias; y privatizar todas las empresas; la persistencia de sociedades deficitarias con funcionarios ricos no debiera sostenerse a costa de la población.

Enrique Blasco Garma es Ph.D (cand) y MA in Economics University of Chicago. Licenciado en Economia, Universidad de Buenos Aires. Fue Economista del Centro de Investigaciones Institucionales y de Mercado de Argentina CIIMA/ESEADE. Profesor visitante a cargo del curso Sist. y Org. Financieros Internacionales, en la Maestria de Economia y C. Politicas, ESEADE. Sigue a @blascogar

Cuando hablamos de planes económicos, mejor recordar a Alberdi

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 4/10/22 en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/cuando-hablamos-de-planes-economicos-mejor-recordar-a-alberdi-nid04102022/

En vista del acalorado debate que tiene lugar en nuestro medio sobre planes económicos gubernamentales y, sobre todo, la crítica sobre la ausencia de estos, es oportuno subrayar con el mayor énfasis posible que desde la perspectiva alberdiana el mejor plan económico estatal es el que no se ejecuta. En otras palabras, desde el punto de vista liberal la ausencia del aparato estatal en la vida económica es condición necesaria y suficiente para el progreso. Desde esta perspectiva, la función gubernamental se circunscribe a la protección de los derechos de todos, muy alejada de inmiscuirse en las vidas y las haciendas de la gente. Es decir, lo contrario del actual plan de facto chavista.

Juan Bautista Alberdi consignó que “la Constitución en cierto modo es una gran ley derogatoria en favor de la libertad, de las infinitas leyes que constituían nuestra originara servidumbre”, a lo cual hemos vuelto con el fascismo desde hace décadas, luego de haber sido aplaudidos por el mundo por haber aplicado la receta de la libertad.

El padre de nuestra Constitución fundadora advirtió: “Comprometed, arrebatad la propiedad, es decir el derecho exclusivo que cada hombre tiene de usar y disponer ampliamente de su trabajo, de su capital y de sus tierras para producir lo conveniente a sus necesidades o goces, y con ello no hacéis más que arrebatar a la producción sus instrumentos, es decir, paralizarla en sus funciones fecundas, hacer imposible la riqueza”.

Alberdi destacaba que “la distribución de las riquezas se opera por sí sola, tanto más equivalentemente cuanto menos se ingiere el Estado en imponer reglas”. Por eso es que concluía al preguntarse y responder: “¿Qué exige la riqueza de parte de la ley para producirse y crearse? Lo que Diógenes exigía de Alejandro: que no le haga sombra”.

Hoy en día en tierras argentinas se amontonan supuestos economistas para diseñar planes con base en ingenierías sociales devastadoras, que se superponen unas a otras, en una carrera suicida en medio de galimatías y bochornos incomprensibles para mentes normales. Solo miremos el cuadro digno de una producción cinematográfica de Woody Allen del mercado cambiario local en sus múltiples manifestaciones, que hace correr de un lado a otro a los sufridos habitantes desconcertados ante tanto desatino.

Cuando los politicastros y sus socios dicen que “hay que resolverle los problemas a la gente” sería bueno que comprendieran que para lograr ese objetivo es necesario que se aparten y se concentren en marcos institucionales civilizados. En este sentido, es como apuntaba Clemenceau: “Los pueblos progresan cuando los gobernantes duermen”.

Tal vez la incomprensión mayor de nuestros gobernantes sea el significado del derecho que confunden con el seudoderecho, a saber, el atropello al fruto del trabajo ajeno en el contexto de la peor epidemia concebible: la guillotina horizontal de un siempre obsceno igualitarismo que anula el gran beneficio de capacidades diferentes para llevar a cabo faenas diversas (“todos somos ignorantes, solo que en temas distintos”, decía Einstein), lo cual hace posible una muy fértil cooperación social que beneficia a todos, pero de modo especial a los más necesitados. Esto último es así debido a que mayores inversiones hacen posible el incremento de salarios e ingresos en términos reales.

La mayor parte de los discursos de políticos en funciones son burdos atropellos a la inteligencia, mientras esconden privilegios alarmantes, cuando no corrupciones que dejan estupefacta a cualquier persona con un mínimo de decencia y sentido común. Los así concebidos “equipos para sugerir planes económicos” no son más que manifestaciones de reiterados asaltos al bolsillo del prójimo. Sin duda que eventualmente se necesita un plan para sacar los pesados aparatos estatales del medio sin que personas inocentes se perjudiquen, pero esto no justifica otra maraña de medidas que a todas luces revelan una supina ignorancia: que el conocimiento está fraccionado y disperso entre millones de agentes, y que los tristemente célebres planes económicos de rutina no hacen más que concentrar ignorancia y, consecuentemente, miseria generalizada.

En este cuadro de situación resulta vital respetar la división de poderes, por lo cual deben tener espacio principal la Justicia, como contrapoder y guardián constitucional para la salud de la república; y el cuarto poder, es decir, la libertad de expresión del pensamiento sin restricción de ninguna naturaleza, al efecto de salvaguardar los fundamentos de la sociedad abierta.

En nuestro país se declama sobre la democracia, pero de un largo tiempo a esta parte se desconoce ese sistema para caer en su desfiguración y, en la práctica, su desprecio. Así, a contramano de todo lo estipulado por los grandes maestros, se deja de lado su aspecto medular, el respeto a las autonomías individuales, para sustituirlo por el mero recuento de votos, como si una mayoría circunstancial pudiera convertir en justo lo que es injusto.

Un aspecto que se suele incluir prioritariamente en los consabidos planes es el vinculado con el comercio exterior: además de lo ya señalado en cuanto al embrollo del mercado cambiario, la constante alabanza de la imposición de aranceles. Estas barreras aduaneras son en algunas oportunidades alentadas por empresarios prebendarios que explotan miserablemente a la gente en connivencia con el gobierno de turno. Un arancel inexorablemente se traduce en mayor inversión por unidad de producto respecto de la situación sin ese obstáculo, lo cual significa que habrá menos productos a disposición de los habitantes del país que establece esa restricción. En otros términos, se reduce el nivel de vida.

Al contrario de lo que habitualmente se declama, el fin de la exportación es la importación. Lo primero es el costo de lo segundo. Igual que con una persona, lo ideal sería no vender nada y adquirir todo, pero esto se traduce en que los otros nos están regalando las cosas. Entonces, no hay más remedio que exportar para poder importar. No puede comprarse más de lo que se vende, y si un país fuera inepto en todos los renglones posibles, por más que tenga abiertas sus fronteras no podrá adquirir bienes y servicios de otros lares. Por su parte, el endeudamiento externo realizado por los gobiernos no solo complica el panorama local, sino que –como se ha puntualizado reiteradamente– es incompatible con la democracia, puesto que compromete patrimonios de futuras generaciones que ni siquiera participaron en la elección de los gobiernos que contrajeron la deuda.

La balanza de pagos siempre está equilibrada puesto que las exportaciones (ingresos) son iguales a las importaciones (erogaciones) más/menos el balance neto de efectivo (movimiento de capital). Lo mismo ocurre con las personas y sus entradas y salidas dinerarias. En el caso del comercio exterior, océanos, ríos y montañas no modifican los principios económicos. Las fronteras son solo al efecto de descentralizar el poder y evitar los riesgos de concentración de poder en un gobierno universal, pero no son para alimentar xenofobias y proteccionismos que desprotegen a la comunidad.

En resumen, lo medular es que en última instancia las disputas por planes económicos gubernamentales deben reemplazarse por planes económicos privados, sin interferencia del uso de la fuerza.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Un libro indispensable para nuestro tiempo

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 1/10/2en: https://www.infobae.com/opinion/2022/10/01/un-libro-indispensable-para-nuestro-tiempo/

Obras como “En defensa de la propiedad”, de Gottfried Dietze, exigen ser leídas y estudiadas una y otra vez si es que se desea entender lo que viene ocurriendo en el llamado mundo libre

Gottfried-Dietze

Gottfried-Dietze

Antes de entrar en materia abro esta nota periodística con una muy atinada reflexión que se vincula estrechamente a lo que vamos a comentar a continuación. Se trata de Niall Ferguson en su monumental obra titulada CivilizationThe West and the Rest: “Algunas personas cometen el error de utilizar la idea de la democracia por lo que imaginan que cualquier país la pude adoptar simplemente por llamar a elecciones. En realidad, la democracia es el coronamiento de un edificio que tiene su fundamento en el estado de derecho, para ser preciso en la santidad de la libertad individual y la seguridad del derecho de propiedad privada.”

De más está decir que muchos son los libros que resplandecen en las bibliotecas cuya influencia perdura por generaciones y generaciones, pero hay obras como las del profesor Gottfried Dietze que exigen ser leídas y estudiadas una y otra vez si es que se desea entender lo que viene ocurriendo en el llamado mundo libre.

Dietze obtuvo tres doctorados: uno en derecho en la Universidad de Heidelberg, otro en ciencia política de Princeton y el tercero en ciencia jurídica en la de Virginia. Enseñó durante décadas en la Universidad Johns Hopkins. Su triada más difundida está compuesta por Amercia´s Political Dilemma. From Limited to Unlimited Democracy, The Federalist. A Classic on Federalism and Free Government y In Defense of Property, libro éste último traducido al castellano y publicado por mi padre en Buenos Aires hace ya más de cuarenta años, con el título de En defensa de la propiedad, obra que tuvo notable difusión en Argentina (la tradujo mi padre al castellano). Antes he escrito sobre otra de las obras de este autor pero ahora me concentraré en la última de las mencionadas.

Lo conocí al profesor Dietze con motivo de mi conferencia en la reunión anual de la Foundation for Economic Education en New York, en mayo de 1981, y luego tuve la ocasión de escucharlo personalmente con motivo de su visita a ESEADE. Ahora dedico estas líneas a escribir sobre el último de los libros mencionados de Gottfried Dietze con lo cual no pretendo hacer del todo justicia en este resumen pero sí llamar la atención sobre este libro.

Antes de esto hago una breve introducción bifronte. Por un lado consigno que la existencia de la institución de la propiedad privada se debe a la escasez de bienes en relación a las necesidades que hay por ellos. Si estuviéramos en un mundo sobreabundante donde habría de todo para todos todo el tiempo no será necesaria aquella institución ya que con solo estirar la mano se obtendría lo necesario. Pero como la naturaleza de las cosas no es así y no pueden simultáneamente utilizarse los mismos bienes (sean de consumo o de factores de producción) deben asignarse derechos de propiedad (el origen está explicado por la secuencia Locke-Nozick-Kirzner) y a partir de allí cada uno debe servir al prójimo para incrementar su patrimonio y si no lo logra incurre en quebrantos.

En el segundo punto reiteramos que sin propiedad privada no hay precios ya que estos surgen como consecuencia de arreglos contractuales en los que se ponen en evidencia las respectivas valorizaciones (si el Leviatán pretende controlar precios, estos se convierten en simples números sin relevancia ya que no reflejan las antedichas valorizaciones). Pues bien, en la media en que se debilite la propiedad privada (para no decir nada si se la elimina) los precios dejan de expresar las apreciaciones de cada bien o servicio con lo que se dificulta (o se imposibilita según el grado de entrometimiento de los aparatos estatales) la evaluación de proyectos, la contabilidad y el cálculo económico en general.

Como es sabido carece de sentido sostener que se procederá en tal o cual dirección “según marquen las razones técnicas” puesto que de nada sirven si no se las pondera por los precios. Por eso es que he ilustrado tantas veces este dilema diciendo que donde no hay precios no se sabe si conviene construir carreteras con oro o con asfalto.

Vamos ahora muy sucintamente a la obra de Dietze con comentarios “a vuelo de pájaro”. Comienza su trabajo con un largo desarrollo de la idea natural de la propiedad en las plantas que necesitan de territorio para subsistir, los animales que reconocen su lugar y las comunidades primitivas en un proceso de prueba y error los condujo a la necesitad de la propiedad para evitar “la tragedia de los comunes” tal como señaló Aristóteles en contraposición a la idea de Platón, lo cual fue reafirmado en Grecia y, sobre todo, en Roma.

El autor muestra las influencias decisivas de Cicerón, Hugo Grotius, Pufendorf, la escolástica tardía, Sidney, Locke, la Escuela Escocesa y todos sus múltiples derivados contemporáneos y también las tendencias contrarias a la propiedad del tipo de las de Rousseau (en su trabajo de 1755, aunque después se haya retractado parcialmente, pero manteniendo su idea de la democracia ilimitada), Hans Kelsen, Marx y sus muchos imitadores con versiones enmascaradas con versiones más suavizadas pero en el fondo más contundentes (tipo Keynes).

Se detiene a subrayar un aspecto crucial: el error de santificar las llamadas “libertades civiles” (por ejemplo, votar) como independientes de las libertades económicas como si la propiedad privada no fuera la libertad civil por antonomasia, es decir, el sostén de la civilización (de donde proviene la expresión “civil”). Como he marcado en otra ocasión resulta por lo menos curioso que se adhiera al las libertades políticas, es decir el continente, y se reniega de las posibilidades de cada uno a hacer lo que estime pertinente con los propio, es decir, el contenido.

Se lamenta que se haya arraigado la expresión “libertad negativa” con las consiguientes connotaciones, para aludir a la libertad en el contexto de las relaciones sociales, a saber, la ausencia de coacción por parte de otros hombres, cuando, en verdad, esa libertad genera efectos positivos.

Se explaya en el origen de los parlamentos como administradores de las finanzas del rey o el emperador y no como legisladores, puesto que esta función estaba en manos de árbitros-jueces en competencia para descubrir el derecho y no con la pretensión de diseño o ingeniería social. Además, en este contexto, refleja la evolución histórica de los parlamentarios como dique de contención a las inclinaciones de los gobernantes a aumentar impuestos.

En definitiva, los “juicios de manifestación” de los fueros españoles (antes que el habeas corpus inglés), la Carta Magna, la Petición de Derechos, la Declaración de la Independencia estadounidense y su Constitución, la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano (antes de la contrarrevolución francesa), las Cortes de Cádiz y todas las constituciones que se basaron en estos pilares, fueron elaborados en torno al derecho de propiedad junto al derecho de resistencia cuando el poder despótico se torna irresistible.

Luego de muchas otras consideraciones, concluye Dietze revelando su preocupación por la declinación del respeto a la propiedad en el baluarte del mundo libre: Estados Unidos (la primera edición de su libro es de 1963), lo cual comenzó ya en la época de Woodrow Wilson con “la revolución del año 13″ con la implantación del impuesto progresivo y el establecimiento de la banca central que requirieron dos enmiendas constitucionales y siguió con el denominado “New Deal” para continuar en una senda regresiva hasta nuestro días.

Termina su libro afirmando que “hemos perdido el sentido de la importancia de la propiedad”. Y agrega: “La relevancia de la propiedad de logró a través de sucesivas luchas y ahora se observa su continuo recorte y limitaciones. Ya que esta situación ocurrió en el seno de lo que se reconoce como “democracia”, la cuestión surge en cuanto a preguntarnos si esa forma de gobierno [la democracia ilimitada] no ha perdido legitimidad puesto que ha destruido los pilares de la civilización, es decir, la propiedad privada”.

Sin duda que Gottfried Dietze suscribe plenamente el ideal democrático (tal como lo pone una y otra vez de manifiesto en otra de sus ya referidas obras: America´s Political Dilemma. From Limited to Unlimited Democracy), pero describe como ese ideal a degenerado en su contrario. En esta instancia del proceso de evolución cultural, urgentemente se requiere pensar en nuevos límites para el Leviatán si es que se perciben las ventajas insustituibles en de la propiedad privada que está siendo corroída por mayorías sin freno, lo cual comenzó en nuestra era con el gobierno criminal de Adolf Hitler.

En otras oportunidades nos hemos referido en detalle a algunas de las propuestas realizadas para limitar el poder al efecto de mantenerse en el ideal democrático, propuestas realizadas por Hayek, Leoni y las que han pasado inadvertidas formuladas por Montesquieu y las expuestas por Randolph y Gerry en la Convención Constituyente estadounidense. Si estas sugerencias no fueran aceptadas, hay que pensar en otras, puesto que de lo contrario los aparatos estatales desbocados terminarán con la sociedad abierta.

Finalmente es del caso citar la fenomenal contribución de Ludwig von Mises en 1920 respecto a la imposibilidad de cálculo económico en el sistema socialista puesto que al no haber propiedad (recordemos que Marx y Engels concluyeron en 1848 que toda su filosofía “puede resumirse en la abolición de la propiedad privada”). Al no existir propiedad privada no hay precios ya que estos son el resultado de transacciones sobre derechos de propiedad. A su vez, al no tener lugar los precios no hay manera de saber que reglón es rentable y cuál no lo es. En otros términos, no existe tal cosa como la economía socialista puesto que no resulta posible economizar. Como muchas veces he ilustrado en ese contexto no se sabe si conviene fabricar caminos con asfalto o con oro y si alguien denuncia el derroche de hacerlo con el metal aurífero es porque recordó los precios relativos antes de la socialización de la propiedad. En esta línea argumental es también del caso tener presente lo que en ciencias políticas se conoce como la tragedia de los comunes, es decir, lo que es de todos no es de nadie. Este análisis bifronte es está presente en el estudio de Dietze que hemos comentado telegráficamente.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Errores y sabios

Por Carlos Rodriguez Braun: Publicado el 16/8/22 en: https://www.larazon.es/opinion/20220817/43t46nbqdbcytg22duc4ztycvq.html

Los controles de precios no funcionan, y suelen tener consecuencias negativas para la población, como lo prueba una experiencia de cuatro mil años, desde los sumerios hasta Nicolás Maduro

FOTO: MARÍA JOSÉ LÓPEZ  EUROPA PRESS

Escuché en La Brújula de Onda Cero unos cortes que puso Juan Ramón Lucas con declaraciones de dos destacados políticos progresistas sobre la inflación.

El diputado Jaume Asens, presidente de Unidas Podemos, afirmó que la inflación no se reduce con más destructores en Rota sino subiendo los salarios y aumentando el gasto público en «medidas sociales». Fue incapaz de explicar cómo esas medidas frenarán el alza de los precios, y tampoco cómo se logra enriquecer a la gente empobreciéndola con más impuestos, que eso es lo que significa subir el gasto público.

A continuación, escuché al también diputado Íñigo Errejón, presidente de Más País, que coincidió en la receta intervencionista, pidió más gasto público (pasando por alto, como siempre, el destino aciago de quienes van a ser forzados a financiarlo), y sostuvo seriamente que para bajar la inflación hay que controlar los precios, concretamente los precios de la energía, los alquileres y los productos de primera necesidad.

Los controles de precios no funcionan, y suelen tener consecuencias negativas para la población, como lo prueba una experiencia de cuatro mil años, desde los sumerios hasta Nicolás Maduro, pasando por numerosos países, desde los comunistas hasta la dictadura franquista, a la que estos pseudoprogresistas dicen aborrecer.

El análisis de la inflación está viciado por este pensamiento fantástico que no considera la responsabilidad de los políticos. Por ejemplo, leí en «Público» este titular: «la práctica totalidad de las autoridades económicas y monetarias han declarado al IPC el enemigo público número uno», como si las políticas expansivas de esas mismas autoridades no tuvieran nada que ver con la cuestión. Y así siguiendo, indefinidamente desvariando con que los empresarios causan la inflación, o que todo se debe a una conspiración contra el Estado benefactor.

Ahora bien, 17 personas apoyaron a Joe Biden cuando planteó un enorme incremento del gasto público y los impuestos, alegando que ello mejoraría el crecimiento y moderaría la inflación. No eran periodistas, ni políticos. Eran 17 premios Nobel de Economía. Cierto es que podemos encontrar 17 colegas que sostengan la opinión contraria, pero nunca cabría acusar a los Nobel intervencionistas de ignorantes.

La ignorancia, como decía Ortega, no es mala, y todos ignoramos cosas que nuestra vecina está harta de saber. Lo malo no es no saber: lo malo es creer que sabemos y estar equivocados.

Carlos Rodríguez Braun es Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Consultivo de ESEADE. Difunde sus ideas como @rodriguezbraun

Impuestos, comercio exterior e intercambios

Por Gabriel Boragina. Publicado en:  http://www.accionhumana.com/2022/08/impuestos-comercio-exterior-e.html

‘’Pero frecuentemente las personas aceptan y justifican que el Gobierno decrete impuestos y otras restricciones discriminatorias sobre el intercambio de productos, 10 curiosamente sólo por el hecho incidental de que quienes intercambian viven en diferentes países’’.[1]

Hemos argumentado que, esa aceptación general tiene su base ideológica en la popularidad que han adquirido las tesis marxistas, ya que no puede discutirse que Marx ha sido (y sigue siendo en sus seguidores) el enemigo número uno de la propiedad y el campeón de sus incansables ataques contra la misma.

Hoy sus discípulos son millones, aun encontrándose entre sus filas quienes ni tienen la menor idea de quien fue Karl Marx, pero son muchísimos más quienes –aun sabiendo de quien se trata- jamás han leído ni una sola línea escrita por aquel.

Los fuertes impuestos son uno de los puntos más importantes del Manifiesto Comunista elaborado pro Marx y Engels. Pero -como cualquier economista sabe- los impuestos reducen la oferta, lo que hace que los productos sobre los que recaen se encarezcan, lo que -a su turno- lleva a que la producción decrezca.

‘’En las discusiones sobre comercio internacional parece olvidarse que quienes intercambian no son los países, sino las personas. Antes de la división de Checoslovaquia en 1993, Wenceslao, un residente de Praga, intercambiaba mercancías con Vladimiro, que vivía en Bratislava. El Gobierno protegía sus derechos de propiedad y no interfería en su intercambio, excepto para proteger sus contratos. Cuando el país se dividió en dos, el intercambio que hacían se convirtió en «comercio internacional», sujeto a regulaciones y a obligaciones con el Gobierno que anteriormente no eran aplicables. No está claro por qué, desde el momento de la división, Wenceslao y Vladimiro perdieron sus derechos de propiedad’’[2]

En rigor, cada impuesto que se le impone a un producto o transacción, es una reducción del derecho de propiedad entre las dos partes.

Sin conocer el caso puntual de Checoslovaquia de antes la división aludida en el ejemplo, en Sudamérica (y en particular en Argentina) no queda bien o servicio alguno que no sufra alguna carga impositiva.

El impuesto (sin importar cuál es su alícuota) impacta negativamente en el derecho de propiedad de lo que se grava. Si mi casa está valuada en $ 1000.- y su hipotética venta está gravada con un tributo del 3%, mi derecho de propiedad se reduce en $ 30.- con lo cual el nuevo precio será de $ 970.- lo que -en otros términos- equivaldrá a decir que perdí un 3% de mi propiedad. O lo que es igual: el gobierno (vía impuestos) se ha quedado con un 3% de mi propiedad.

Como el precio expresa el valor de las interacciones de compradores y vendedores es posible conocer a través de los precios de qué manera las propiedades se valúan, sobrevaluan o infravaloran.

‘’No conozco libro alguno, tratado o autor que pretenda justificar la violación de los derechos de propiedad sobre la base de que los bienes que se intercambian pertenecen a dueños que viven en distintos países. Supongo que será porque el comercio no se considera una cuestión perteneciente al ámbito de los derechos de propiedad individual’’[3]

Ciertamente los estatistas juzgan que el comercio es algo ‘’diferente’’ al derecho de propiedad, y que es un área donde deben intervenir sacándolo de la órbita de tales derechos y de las transacciones privadas. Nunca han podido justificar ni fundamentar ese supuesto contraste pero, por desgracia, mucha gente lo acepta sin más.

Pero hemos de insistir que lo que el autor parecería señalar como algo exclusivo de las transacciones internacionales, en realidad, no es más que una extensión de lo que sucede en el ámbito local, al menos en la región que hemos indicado precedentemente.

Es decir, el fenómeno afecta tanto el comercio exterior como el interior. Admitimos, no obstante que, las cargas y los gravámenes al comercio internacional son mucho más pesados numerosos, extravagantes y carecen de total justificación.

‘’En consecuencia, muchos Gobiernos utilizan rutinariamente su poder coercitivo para denegar el ejercicio de tales derechos cuando los interesados que intercambian sus bienes residen en países diferentes, como si el intercambio fuera entre países y no entre personas’’[4]

Claramente, si bien en su base los tristemente célebres aranceles aduaneros, cupos, y derechos de importación y exportación no son más que impuestos especialmente aplicados a transacciones entre residentes de diferente países, es cierto que las restricciones son mucho mayores en el comercio internacional que en el nacional.

La razón es que, debido las diferencias a veces importantes en el cambio de divisas los gobiernos pueden obtener más ganancias por la vía de estos artificios fiscales sobre todo en países que dependen en muy buena parte de su comercio exterior para poder abastecerse.

‘’Algunos defienden esta intromisión de los Gobiernos argumentando que ninguna persona tiene el derecho exclusivo a su propiedad, porque nadie produce en situación de autarquía, sin la colaboración de otros, incluyendo al mismo Gobierno’’[5]

Como más abajo criticará muy bien el autor que comentamos, el intercambio de derechos de propiedad es posible sólo cuando esos derechos se consideran exclusivos de quienes los poseen, y no cuando la situación es la inversa.

Si mi derecho no es exclusivo sino que debiera compartirlo con otros, todos los involucrados estarían dependiendo de los demás cotitulares para poder intercambiar esos derechos o no hacerlo.

Como cada persona es diferente los pareceres serian disimiles, y mientras unos estarían de acuerdo en transferirlos, otros podrían oponerse, e incluso podría surgir un tercer grupo que prefiera consumirlos, y así se podrían multiplicar los desacuerdos.

Aparecería la célebre tragedia de los comunes de Garrett Hardin, que dice que «Lo que es de todos no es de nadie’’. El mundo se volvería rápidamente un caos, y la pobreza y la miseria se expandirían por todas partes.

‘’Conviene indicar que la esencia del proceso de cooperación social para producir bienes consiste en el intercambio contractual de derechos de propiedad, debidamente remunerados, mediante acuerdo voluntario entre las partes involucradas’’[6]

Esto no es más que la aplicación por la cual si el intercambio es libre y voluntario ambas partes ganan con el mismo y ninguna de ellas se perjudica. Ayn Rand y otros lo sintetizan en el apotegma valor por valor.

En el intercambio, se entregan y recepcionan valores mutuos, los cuales (en las apreciaciones subjetivas de los negociantes) son superiores los que reciben a los que se entregan recíprocamente.


[1] Manuel F. Ayau Cordón Un juego que no suma cero La lógica del intercambio y los derechos de propiedad Biblioteca Ludwig von Mises. Universidad Francisco Marroquín. Edición. ISBN: 99922-50-03-8. Centro de Estudios Económico-Sociales. Impreso en Guatemala. Pág. 17

[2] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 17-18

[3] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 18

[4] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 18

[5] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 18

[6] Ayau Cordón M. F. Un juego que…ibídem pág. 18

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. Síguelo en  @GBoragina

Me quedé con las ganas: una nota al pie

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 30/6/22 en: https://www.infobae.com/opinion/2022/07/23/me-quede-con-las-ganas-una-nota-al-pie/

Las venas abiertas de América Latina fue uno de los libros de mayor éxito editorial en el contexto de recetas sociales. Hubiera sido extraordinario que Eduardo Galeano utilizara su prosa para persuadir a muchos de las ventajas del respeto recíproco y de los crímenes del Leviatán desbocado

Las venas abiertas de América Latina, fue reeditado a 50 años de su publicación

Las venas abiertas de América Latina, fue reeditado a 50 años de su publicación

Son curiosas las cosas que a uno le ocurren. Desde que adquirí Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano tuve una sensación bifronte: por un lado constatar la reiteración de las iniquidades del estatismo que a su paso empobrece y embrutece y, por otro, albergar una admiración por una prosa colosal y una verba extraordinariamente bien articulada, incluso con un tono de voz que atrapa. Aún percatándome de los errores garrafales de este autor prolífico y del daño que ha hecho, no pueden dejar de reconocerse los méritos señalados.

Muchas veces he pensado lo extraordinario que sería si Galeano fuera liberal al efecto de persuadir a muchos de las ventajas del respeto recíproco y de los crímenes del Leviatán desbocado que aniquila el progreso muy especialmente a los más vulnerables. Fuera del Manifiesto Comunista no creo que haya habido otro libro con una difusión y un éxito editorial mayor en el contexto de recetas sociales.

Pues mi sueño se cumplió parcialmente porque en la Bienal Dos del libro y la lectura en Brasilia en abril de 2014 afirmó refiriéndose al libro de marras publicado en 1971 que “no sería capaz de leer el libro de nuevo, porque cuando lo escribí no tenía los suficientes conocimientos sobre economía y política” y reiteró frente a una audiencia sorprendida que “no volvería a leer Las venas abiertas de América Latina porque si lo hiciera me caería desmayado”. Entre otros escritores, Carlos Alberto Montaner se refiere a esa mudanza intelectual en “Galeano: el hombre que acertó cuando se rectificó”.

Debe en este sentido reconocerse la admirable honestidad intelectual de este notable escritor uruguayo, pero mi sueño no se cumplió porque faltó su dedicación y empeño en la causa de la libertad. La vida no le dio tiempo porque murió a los 74 años el 13 de abril de 2015 de cáncer al pulmón, una enfermedad que venía padeciendo desde 2007.

En lo personal no solo me quedé con las ganas de lo dicho sino que en noviembre de 2014 unos jóvenes uruguayos me propusieron un debate con Galeano a lo que el escritor les respondió amablemente por escrito que por razones de salud no podía aceptar ese tipo de compromisos, documento de un par de líneas que conservo (comienza dirigiéndose a los invitantes con “estimados amigos”). Esos jóvenes -aun a sabiendas de las dolencias que venía arrastrando Galeano- conjeturaron que se trataba de un pretexto para no debatir sobre temas que aún no había explorado. Me torturo con la idea de lo gratificante que hubiera sido un intercambio sobre el liberalismo si la vida le hubiera permitido un desquite, situación en la que estimo hubiera sido un espadachín de lujo al adentrarse de la tradición de pensamiento que tanto combatió. Contribuyó a difundir aquel bautismo absurdo de neoliberalismo, una etiqueta con la que ningún intelectual de fuste se identifica. Mario Vargas Llosa ha escrito que “en mi vida que va siendo larga me he encontrado con muchos liberales y con muchos más que no lo son pero nunca me he topado con un neoliberal”.

El título del último capítulo del libro mencionado de Galeano resume su tesis: “La estructura contemporánea del despojo” y abre el libro afirmando que “la división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder” y en esa introducción escribe que “cuanta más libertad se otorga a los negocios más cárceles se hace necesario construir para quienes padecen los negocios.”

Para descifrar el libro no hace falta más que recorrer buena parte de las políticas latinoamericanas: impuestos insoportables, deudas gubernamentales astronómicas, déficit sideral, regulaciones asfixiantes, mercados laborales que bloquean el trabajo, comercio exterior objeto de trabas de toda índole, inflaciones galopantes, centralismos autoritarios, división de poderes amenazadas, libertad de prensa cuestionada, todo en nombre de la guillotina horizontal, es decir, la manía del igualitarismo dando la espalda a la igualdad ante la ley.

Galeano comenzó su carrera periodística a inicios de 1960 como jefe de redacción de Marcha, el semanario uruguayo en el que Juan Domingo Perón consignó el 27 de febrero de 1970 que “Si la Unión Soviética hubiera estado en condiciones de apoyarnos en 1955, podía haberme convertido en el primer Fidel Castro del continente.” Durante sus estudios en París, Galeno supo que el ex presidente estaba exiliado en Madrid a quien visitó en reiteradas ocasiones y con quien congeniaron en temas cruciales.

Otro de los tantos libros de Galeano es Patas para arriba, la escuela del mundo al revés que inicia con la reproducción de una frase que ilustra muy bien la hipocresía: “Donde no se obedece la ley, la corrupción es la única ley. La corrupción está minando este país. La virtud, el honor y la ley se han esfumado de nuestras vidas”. ¿A quién pertenece esta cita? A Al Capone en una entrevista publicada en Liberty el 17 de octubre de 1931.

Antes he escrito sobre este libro pero es pertinente repetir algunos aspectos. Flota en ese trabajo y en otros la presencia de la suma cero de la teoría de los juegos, es decir, lo que gana uno lo pierde el otro retrotrayéndonos a la época mercantilista. Nada original por cierto pero bien escrito. No distingue para nada el empresario que para mejorar su situación patrimonial debe servir a sus semejantes: si acierta gana y si yerra incurre en quebrantos. No distingue esta situación con el pseudoempresario que se enriquece debido al privilegio que le otorga su alianza con el poder político de turno, con lo que explota miserablemente a sus congéneres.

La emprende contra un capitalismo prácticamente inexistente, incluso en el otrora baluarte del mundo libre, Estados Unidos, donde de un largo tiempo a esta parte los gobiernos han traicionado los sabios consejos de los Padres Fundadores para, en su lugar, abrazar la latinoamericanización en el peor sentido de la expresión, lo cual incluye “salvatajes” para negociantes irresponsables, ineptos e indecentes, claro está con los recursos de los que trabajan honestamente y no tienen poder de lobby. Embiste contra el mercado como si no se percatara que se trata de millones de arreglos contractuales entre los que está el mismo Galeano, no solo para su vivienda, su vestido, su alimentación y su recreación sino de modo muy especial para vender sus libros.

Sus recetas son anacrónicas, son las que aplicaron y aplican todos los países atrasados del planeta pero están vestidas con un ropaje nuevo y adornados con una prosa elegante, por más que ataque por las razones equivocadas a las nefastas instituciones internacionales como el FMI y el Banco Mundial que sin duda habría que disolver por el daño mayúsculo que infringen con recursos coactivamente detraídos del fruto del trabajo ajeno para financiar gobiernos fallidos a manos de burócratas que reciben pagas suculentas y que viajan en primera con pasaportes que les permiten acarrear compras que no revisan las aduanas que ellos mismos contribuyen a fortalecer controles.

Lo que en verdad está al revés es en gran medida debido a la absorción de lo dicho por autores como Galeano y que, en consecuencia, el mundo al revés estaba, entre otras, en la cabeza de este escritor. Pero henos aquí que Galeano no lo ve así; según él, el problema radicaría en los privados que usan y disponen de lo adquirido lícitamente como consecuencia de lo intercambiado con otros. Es por eso que alaba enfáticamente el experimento oprobioso de la isla-cárcel cubana que constituía su modelo.

Luego, como queda dicho, se retracta y consigna que se cayó del mundo y no sabe por qué puerta entrar. Cualquiera debe ser la puerta siempre que no se abandonen valores y principios de la sociedad libre pues así se pierde la brújula, los mojones o puntos de referencia del respeto recíproco que implica las libertades individuales, la palabra empeñada en los contratos y la propiedad privada, en primer lugar del pensamiento y la integridad física de cada cual y, luego, del producto de su trabajo.

Se trata de un plano axiológico que depende en gran medida de la educación formal e informal recibida y de elucubraciones personales pero hay que respetar otras preferencias. Lo mismo va para la chabacanería de lo que en algunos casos se transmite por televisión y así sucesivamente, pero las actitudes y preferencias que no lesionan derechos bajo ningún concepto es aceptable recurrir a la prepotencia de comisarios sino que se requiere consideración para que cada uno siga su camino. La receta es en todo caso el intento de persuasión.

En resumen, hubiera sido una experiencia formidable si Galeano hubiera retomado el mundo después de su caída más o menos vertiginosa y entre raudamente por la puerta de la libertad y denuncie con el vigor que lo caracteriza todo lo que signifique el uso de la violencia para con personas que no se entrometen en los derechos de otros y, simultáneamente, hubiera insistido en la docencia para mostrar los desperdicios humanos al destinar esfuerzos en pro de la zoncera sistemática que se aparta de los fines de excelencia que hace posible la condición humana, posibilidad que la diferencia de las otras especies conocidas.

El conocimiento es provisorio sujeto a refutaciones, para lo cual se requieren debates abiertos sin ningún tipo de censuras. Un sistema liberal en el que marcos institucionales se circunscriban a proteger los derechos de todos, dejando por completo de lado a los megalómanos que pretenden manejar vidas y haciendas ajenas, sin comprender que el conocimiento es disperso y fraccionado y que, por ende, los así llamados planificadores concentran ignorancia con la petulante y morbosa inclinación de imponer lo que debe hacer cada uno. Muy bienvenido hubiera sido Galeano a las filas liberales, lo cual significa el respeto irrestricto para los proyectos de vida de otros. Filas donde no hay popes sino intercambios de ideas con plena conciencia que es una tradición de pensamiento que está y estará en permanente ebullición porque en la vida terrenal no hay un punto final que no sea susceptible de mejorar. Hubiera sido aplaudido por los partidarios de la sociedad abierta (para utilizar lenguaje popperiano) por su pluma colosal y por su honestidad intelectual al exponer sus dudas existenciales por donde entrarle al mundo.

Por último, señalo que el clima de tensión y de violencia que muchas veces acompaña esa especie de angustia permanente a que se refería Galeano, es consecuencia de imposiciones atrabiliarias de un Leviatán adiposo y creciente, tal como lo expone en detalle y muy documentadamente Butler S. Schaffer en su largo ensayo titulado “La violencia como producto del orden artificial” que, en definitiva, genera tensiones que aumentan sin cesar y demuelen el orden en el sentido que tradicionalmente lo ha entendido la civilización, claro está, basado en lo sacro de las autonomías individuales.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Argentina: dos guerras frente a la inflación

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 21/5/2en: https://www.infobae.com/opinion/2022/05/21/argentina-dos-guerras-frente-a-la-inflacion/

Como señaló el premio Nobel en Economía Friedrich Hayek, hemos demorado doscientos años en percatarnos del error y el horror de atar el poder político a la religión, no tardemos otro tanto en darnos cuenta del error y horror de atar el poder político a la moneda

Alberto Fernández y Vladimir Putin

Afortunadamente hay bibliografía sobre el tema inflacionario que aclara el tema de la expansión exógena -es decir extraña a las decisiones del mercado- como causante de este mal que distorsiona los precios relativos. Tal vez no sea necesario repetir que los precios constituyen los únicos indicadores para saber cómo asignar los siempre escasos recursos frente a necesidades ilimitadas. La referida distorsión inexorablemente conduce al despilfarro lo cual, a su turno, consume capital que conduce a la contracción de salarios e ingresos en términos reales puesto que las tasas de capitalización son el único factor que permite mejoras en el nivel de vida.

Ahora bien, en una sociedad libre que permite que la gente elija el activo monetario de su agrado, este contexto no se traduce necesariamente en el mantenimiento de la cantidad de moneda. Si le otorga mayor valor a la unidad monetaria se transmitirá una señal para aumentar su producción. Por ejemplo, esto ocurría durante el patrón oro: otorgarle mayor precio al metal aurífero conducía a una extracción mayor lo cual es un fenómeno endógeno al mercado. Desde luego que esto no es inexorable ya que también la gente puede preferir una cantidad constante de dinero. En cualquier caso, resulta fundamental clarificar la diferencia analítica entre lo exógeno, es decir, lo político, lo ajeno al mercado, respecto de lo endógeno que alude a las preferencias de la gente.

En este sentido es pertinente mostrar a título de ejemplo que si hay un terremoto devastador naturalmente habrá menor cantidad de bienes a disposición de la gente y con igual cantidad de moneda al momento del sismo los precios subirán que es lo mismo que decir que el poder adquisitivo o el valor de la unidad monetaria disminuyó. Pero este es un fenómeno endógeno, no tiene que ver con manipulaciones políticas o exógenas. Es natural y necesario que este ajuste ocurra para mostrar lo que en verdad está sucediendo. También ocurren modificaciones en los precios relativos cuando algo cambia de moda o cuando los gustos se modifican, son todos hechos endógenos que nada tiene que ver con decisiones políticas extrañas al mercado.

Lo contrario sería entrar en un galimatías de proporciones puesto que la parla seria respecto a una inflación buena o natural (cuando suben los precios debido a causas endógenas) y mala, antinatural o exógena (cuando los políticos se entrometen con la cantidad de dinero). Esta clasificación sería del todo inconveniente e improcedente puesto que los precios y la cantidad de dinero deben reflejar lo que está sucediendo.

Sin duda que si se está en un sistema del patrón plata y se descubren abundante cantidad de yacimientos, la utilidad marginal de ese metal descendería a niveles tales que la gente cambiaría de patrón monetario. Lo mismo podemos decir referente a cualquier otro dinero-mercancía, canasta de moneda fiat o lo que prefiera la gente sin que en ningún caso sean posiciones irrevocables, todo depende de las inclinaciones de la gente.

Todo este razonamiento desde luego supone que hemos dejado de lado la superchería de la llamada “autoridad monetaria” o banca central que como se ha señalado en muchas oportunidades solo tienen tres caminos a su disposición: expandir, contraer o dejar inalterada la base monetaria, con lo cual siempre se alteran los precios relativos, es decir, necesariamente serían distintos de lo que hubieran sido de no haberse entrometido el gobierno. Por otra parte, si se supone que los banqueros centrales hacen lo mismo que la gente hubiera preferido no tiene sentido la intervención con el consiguiente ahorro de honorarios, pero para saber que prefiere la gente el único modo es dejar que se manifieste libremente. Idéntico razonamiento cabe si la autoridad monetaria procede de modo independiente de otros brazos del poder político puesto que se equivocará independientemente. El problema es la banca central.

Como es de público conocimiento, en un ejemplo extremo que tiene sus bemoles, algunos historiadores han señalado “la inflación” producida antaño cuando llegaba a la metrópoli española oro de las colonias pero en rigor esto no es así por lo expresado con anterioridad (dejando de lado posibles manipulaciones de la corona y sus “adelantados” en las colonias). Si no hay manipulación monetaria por la “autoridad” en la materia, técnicamente no hay inflación. Para abundar en ejemplos, si se produce una sequía a gran escala los precios de los productos agropecuarios se elevarán pero por las razones apuntadas no se trata de inflación en el sentido del proceso señalado, a saber, los precios no se modifican debido a lo que tiene lugar en el mercado sino debido al capricho de la política. Claro que en no pocos casos como el señalado solo se elevan los precios de algunos productos lo cual necesariamente hará que disminuyan otros en ausencia de banca central que no convalide esa suba con expansión monetaria. Pero también es posible imaginar subas de todos los bienes disponibles como hemos mostrado más arriba en el caso del terremoto o equivalentes sin entrar en el susodicho galimatías de la “inflación buena, querida por el mercado o consecuencia de lo que sucede en la realidad” y la “mala debida a los entrometimientos de los gobiernos y sus representantes”.

Habiendo dicho esto mencionemos el caso de la guerra, en nuestro caso la invasión criminal de Putin a Ucrania. Como consecuencia de ello hay productos que suben su precio de modo súbito. Esto presenta tres escenarios posibles. Primero, en línea con lo dicho, que la gente quiera seguir consumiendo la misma cantidad de los productos en cuestión con lo que se verán forzados a disminuir el consumo de otros bienes que consecuentemente bajarán de precio. Segundo, que la gente decida reducir su consumo de los bienes que aumentaron sus precios al efecto de poder continuar consumiendo idéntica cantidad de los otros. Y tercero, que simultáneamente el gobierno expanda la moneda con lo cual los precios serán el resultado también de la consiguiente inflación que además de los problemas de la guerra se agrava la situación por este entrometimiento gubernamental en materia monetaria. En otros términos, la guerra como tal no produce inflación, lo que genera es una destrucción de bienes que se traduce en subas de precios, en este sentido igual que un terremoto pero analíticamente es importante diferenciar los fenómenos mencionados.

A diferencia de la adulteración de los precios debido a los tejes y manejes de los gobiernos con la moneda, la modificación de precios por un accidente climático o de otra naturaleza en la realidad son imprescindibles para mostrar lo que en realidad viene sucediendo.

En otros términos, un terremoto o para el caso un tsunami no son inflacionarios puesto que los precios están reflejando lo que sucede lo cual es absolutamente necesario, sin embargo la manipulación monetaria por medio de la banca central y similares no reflejan lo que sucede sino la voluntad de los burócratas, he aquí la desfiguración de la realidad. Hay una diferencia crucial de naturaleza.

También debe tenerse en cuenta que cambios en la demanda de dinero debido a razones endógenas no se traducen en deterioros monetarios, solo esto ocurre cuando esos cambios obedecen a intervenciones del signo dinerario ajenos al mercado, es decir, debidas a razones políticas. Tal vez convenga mencionar como una nota al margen que las criptomonedas presentan algunos interrogantes pues se dan de bruces con el teorema de la regresión monetaria.

La otra guerra en la que no vale la pena detenerse nuevamente pues se ha señalado su sandez ad nauseam, es la decretada por gobiernos contra sus propias políticas de expansión monetaria vía controles de precios y demás absurdos mayúsculos, una y otra vez fracasadas. Estas son las dos guerras distintas a que nos referimos en el título de esta nota telegráfica.

También apunto que dado el debate que se ha suscitado en torno a una eventual reforma monetaria y bancaria argentina, destaco los colegas de los que he aprendido distintas facetas del asunto, quienes han presentado distintas variantes, pero debo subrayar que lo que sigue no significa para nada comprometer sus opiniones (y tampoco lo dicho más arriba, todo es de mi exclusiva responsabilidad). Además, nuevamente apunto que son muy diversos los caminos para llegar a metas de disciplina monetaria. Estos economistas son Adrián Ravier, Federico Struzgenegger, Javier Milei, Emilio Ocampo, Jorge Ávila, Iván Carrino, Martín Krause, Julio Elías, Agustín Etchebarne, Bertie Benegas Lynch y Alfredo Romano. Mi sugerencia se resume en la siguiente cápsula en seis pasos: 1. entrega de dólares a los tenedores de pesos (base monetaria) que incluye la venta de oro lo cual resultará en la ratio que corresponda a esta relación, la cual podrá modificarse por ejemplo por la entrada de dólares en circulación de poseedores fuera del circuito o en el exterior 2. Sustituir títulos y pases por bonos con jurisdicción estadounidense en dólares a la tasa de mercado 3. Convertir todo el sistema bancario al off shore (Luxemburgo, Singapur etc) al efecto que las instituciones financieras operen de acuerdo a la conveniencia de sus clientes 4. Abrogar toda la legislación que se oponga a lo dicho (ley penal cambiaria et al) 5. Consecuente liquidación de la banca central y el curso forzoso; y 6. Elección por parte del gobierno de la moneda en la cual se pagarán impuestos y equivalentes.

A mi juicio si la situación política imposibilitara avanzar con la propuesta hayekiana aquí esbozada sumariamente que abre a un proceso de evolución hacia la solidez monetaria y bancaria, debería por lo menos eliminarse el curso forzoso del peso y concomitantes para permitir la competencia de monedas de facto aun con las debilidades y riesgos institucionales de volver a las andadas, en una primera instancia de una suerte de bimonetarismo con una mayor probabilidad de dolarización dadas las disponibilidades y familiaridad con esa divisa sujeta a las manipulaciones de la Reserva Federal, lo cual sin duda mejoraría la situación local en cuanto al grado del problema más no en su naturaleza. A ver si por un camino u otro podemos zafar de lo que los economistas denominamos elegantemente “inflación” pero que se trata del saqueo solapado más brutal.

Reitero lo consignado por el antes referido premio Nobel en economía Friedrich Hayek en cuanto a que hemos demorado doscientos años en percatarnos del error y el horror de atar el poder político a la religión, no tardemos otro tanto en darnos cuenta del error y horror de atar el poder político a la moneda.

Cierro esta nota con un par de reflexiones que exceden el flanco monetario para abordar telegráficamente aspectos más generales. En primer lugar es pertinente enfatizar que nada en la vida es gratis, toda acción tiene un costo por lo que una cosa es señalar que la adopción de medidas de fondo tendrán un costo y otra bien distinta es la necesidad de subrayar que ese costo será muchísimo menor al costo de no adoptar las políticas convenientes para salir del marasmo. En segundo término, es una verdad de Perogrullo insistir en lo que he repetido antes y es que el lenguaje en el plano académico es muy distinto del político. En el primero se apunta a lo mejor -a la excelencia- mientras que en el segundo se hace lo que resulta posible luego de acordar con las contrapartes, en eso consiste una de las aristas clave del proceso democrático pero es de gran relevancia comprender que el primer campo determina el segundo en cuanto a los corrimientos en el eje de los debates en la opinión pública, de ahí la trascendencia de la batalla cultural.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

VALORES, CATOLICISMO Y DESARROLLO ECONÓMICO (I).

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 15/5/22 en: https://gzanotti.blogspot.com/2022/05/valores-catolicismo-y-desarrollo.html

Entre los libros más importantes de Mariano Grondona, se encuentra Las condiciones culturales del desarrollo económico[1]. En ese libro, el autor centra su atención en una pregunta a veces desatendida por planteos demasiado institucionalistas o casi constructivistas[2]: ¿cuáles son los valores morales que favorecen el desarrollo? De ninguna manera se ignora en esa pregunta el valor de instituciones como la Democracia Constitucional y la economía de mercado. La cuestión es hasta qué punto puede sostenerse una reforma liberal a largo plazo sin una profunda transformación cultural. El lamentable caso de Chile parece ser una dura lección en ese sentido.

Sin embargo, el libro parece sugerir, muy indirectamente, la famosa dicotomía de Weber sobre las sociedades protestantes, cuyo sentido del trabajo es favorable al desarrollo, versus las culturas católicas, que serían el caso contrario[3].

Para la relación entre Catolicismo y economía de mercado, el tema es fundamental. Mucho se puede hacer para sostener la no contradicción entre filosofía cristiana y Escuela Austríaca de Economía, o la no contradicción entre la Economía de Mercado y la Doctrina Social de la Iglesia. Pero esa “no contradicción” se queda corta en tanto al tema de los valores culturales. Sí, se puede demostrar, por ejemplo, que el mercado, in abstracto, favorece al bien común, o que la propiedad privada es compatible con la propiedad como precepto secundario se la ley natural, etc. Pero si el Catolicismo como tal favoreciera horizontes culturales hostiles al comercio (“comercio, mercado, si, PERO….”) entonces el problema sería grave.

En estas entregas (esta es la primera) intentaremos conciliar los valores compatibles con el desarrollo con la visión del mundo católica.

Ante todo, ¿cuáles son esos valores que enumera Mariano Grondona?

El primero es la confianza en el individuo. No la ilusión de que la persona ilustrada, como quería Kant[4], es la base del desarrollo, pero sí la confianza en que los hábitos de trabajo de cada persona en particular con básicos para el mercado. Esa confianza es la que implica confiar en sociedades intermedias, fruto de la libre asociación, que puedan dar realidad al principio de subsidiariedad.

El segundo es la moral media. El mercado libre responde a incentivos, entre ellos, la seguridad contractual y la previsibilidad a largo plazo. Para ello, la moral promedio de las personas no tiene por qué ser heroica. Es la moral media de quienes no son ángeles ni demonios, ese individuo empático del cual hablaba Adam Smith[5] pero, a la vez, era también el supuesto de Santo Tomás cuando afirmaba que “la ley humana se promulga para una multitud de hombres, la mayor parte de los cuales no son perfectos en la virtud”[6]. Ello no implica, claro está, negar el llamado universal a la santidad, sino simplemente recordar que la santidad no es condición necesaria para el funcionamiento del libre mercado.

El tercer valor es la conciencia de que la riqueza debe crearse. Sí, el destino universal de los bienes supone que Dios ha creado a la naturaleza física para todos, pero ello no implica que los bienes están dados directamente por la mano de Dios. No, son escasos, y por ende deben ser producidos. El mercado es precisamente el mejor sistema para cumplir con el destino universal de los bienes, porque brinda incentivos suficientes para su producción.

El cuarto es que la competencia es un proceso de cooperación. Mercado y cooperación social son casi lo mismo[7]. Lo contrario de la cooperación entre los seres humanos no es el mercado, sino la guerra. “Guerra comercial”, por ende, es una contradicción en términos. Competir los unos con los otros en cuando a nuestras habilidades es un deber moral. Para cada tarea debe seleccionarse al más idóneo. Ello es necesario para el bien común.

El quinto es el valor de la justicia para la producción. La justicia no es sólo distributiva. Hay también una ética de la producción y una justicia básica en el acto de producir. Por eso la propiedad, el contrato, la libre competencia, son justas. Y muy justas. La distribución implica repartir un presupuesto fijo. Para ello tiene que haber justicia distributiva, sea el presupuesto de una familia, de un club, de una universidad o el que fije el congreso para el gasto público. Pero nada de ello existiría sin la justicia de la producción.

El sexto es el valor moral de la utilidad. La dicotomía entre el deontologismo y el consecuencialismo no favorece al desarrollo, porque se pierde el valor moral de lo que es útil al proceso productivo. En Santo Tomás la propiedad era un precepto secundario precisamente porque era útil. Temas como la libertad de precios o salarios tienen que ver con su utilidad. Si negamos de ello el valor moral, la moral sería monopolio de todo lo que NO es el mercado.

Séptimo, hay usos y costumbres que son esenciales para el desarrollo. La, prolijidad, el amor al trabajo bien hecho, la puntualidad, la cortesía, el respeto a los contratos y a las promesas, el orden, la limpieza, son todos valores que favorecen las relaciones rectas y de confianza mutua entre oferentes y demandantes, donde entre mercado y valores hay por ende un círculo virtuoso.

Octavo, el valor del tiempo futuro. El ahorro, la previsibilidad, como contrarios al derroche y a la ostentación del gasto, son, contrariamente a lo que se piensa habitualmente, valores de mercado. El consumismo no favorece al libre mercado. La frugalidad, el ahorro, en cambio, son valores capitalistas.

Noveno, la felicidad es compatible con la racionalidad. Esta es una herencia de Aristóteles. La felicidad no consiste en el placer irracional ni en el cumplimiento sacrificado y triste del deber. Es cumplir con lo debido porque lo debido surge de nuestro proyecto personal, de la empresa de ser nosotros mismos. Las empresas salen adelante cuando llevan adelante la marca personal, la vocación. Racionalidad y virtud van en ese sentido de la mano.

Décimo, la autoridad no radica en una persona. La autoridad no es le gran líder, ni Pedro, ni Pablo, ni Juan. La autoridad es la ley, en tanto Estado de Derecho. El que está habituado al mercado no obedece a una persona, obedece a la ley, que es lo que garantiza el funcionamiento del mercado.

Once, el mundo es el propio mundo. La virtud no es salvar al mundo mientras no sé ni cómo limpiar mi habitación. La virtud es no creerse Dios y ocuparse, cada uno, de su empresa, de su trabajo, de su profesión, de cada parte del bien común. El mundo sería mejor si cada uno se dedicara a cuidar su jardín, decía Adam Smith, con profunda sabiduría. Los salvadores del mundo son los que lo arruinan.

Pero todo eso, ¿es compatible con las culturas católicas? ¿Es compatible con el valor del trabajo existente en culturas anglosajonas? ¿Cómo entra en todo esto el problema de Max Weber?

Seguiremos con todo ello en la segunda entrega.


[1] Ariel-Planeta, Buenos Aires, 1999.

[2] El constructivismo criticado por Hayek es la suposición de que se pueden construir las sociedades como si fueran máquinas, más allá de las tradiciones existentes.

[3] Nos referimos a la famosa tesis de Weber en El espíritu protestante y el origen del capitalismo (1904), FCE, 2003.

[4] Nos referimos a su famoso opúsculo Qué es la Ilustración.

[5] En su famosa obra La teoría de los sentimientos morales.

[6] I-II, Q. 96, a. 2.

[7] Es la tesis central de la filosofía social de Mises, desarrollada especialmente en Liberalismo y en el cap. VII de La Acción Humana

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor en las Universidades Austral y Cema. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Publica como @gabrielmises

El tema vital es la supervivencia de la democracia

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 23/4/2en: https://www.infobae.com/opinion/2022/04/23/el-tema-vital-es-la-supervivencia-de-la-democracia/

Si las libertades individuales se dan por sentado y no se contribuye diariamente a sostenerlas, es inevitable entrar en el sendero del autoritarismo

La premio Pulitzer y periodista de The Atlantic, Anne Applebaum

Me impulsó a escribir sobre este tema medular el libro de Anne Applebaum (ganadora del Premio Pulitzer) titulado El ocaso de la democracia. La seducción del autoritarismo. De entrada consigno que la obra plantea el problema grave del desvío de la democracia de sus cauces originales para entrar en el sendero sumamente peligroso del autoritarismo cuando no del liso y llano totalitarismo, se detiene en anécdotas y referencias muy jugosas e ilustrativas de estos descarriles mayúsculos ocurridos en Polonia, Hungría, Gran Bretaña, Estados Unidos, Rusia y Francia, más no ofrece soluciones para revertir tamaño desbarranque. Es una aguda descripción de los hechos.

La autora se declara liberal y por ende partidaria del libre mercado y, claro, contraria a los estatismos, la xenofobia, las paranoias nacionalistas, los antisemitismos y el marxismo. Se detiene en subrayar las advertencias de los Padres Fundadores en Estados Unidos para “evitar que una nueva democracia se convirtiera en tiranía” y concluye que las diversas manifestaciones autoritarias hoy en boga muestran una marcada “tendencia a la homogeneidad” puesto que “el autoritarismo es algo que atrae simplemente a las personas que no toleran la complejidad […] es meramente anti-pluralista, recela las personas con ideas distintas y es alérgico a los debates […] personas que admiran a los demagogos o se sienten más cómodos con las dictaduras […] El político antiliberal quiere socavar los tribunales para dotarse de más poder […] fomentar ya fuera la pasión de clase en forma de marxismo soviético o la pasión nacional en forma del fascismo.” Todo en última instancia copiado de los bolcheviques “no meramente antidemocrático, es también anticompetitivo […] Las plazas universitarias, los puestos relacionados con los derechos civiles o los cargos de responsabilidad en el gobierno y la industria no se asignaban a los más trabajadores ni a los más capaces, sino a los más leales […] favorecían a las personas que profesaban en voz alta su fe en el partido […] Lenin escribió que la libertad de prensa es una patraña, se burlaba de la libertad de reunión como una frase vacía y en cuanto a la democracia parlamentaria en sí misma no era más que una máquina para la opresión de la clase obrera.” Todo se resume según Applebaum a “nepotismo, clientelismo estatal y corrupción” en medio de “un odioso predominio de la meritocracia, la competencia política y el libre mercado” y los riesgos de los controles vía tecnología sofisticada en manos de los aparatos estatales.

Hasta aquí este libro que ha significado un disparador para lo que sigue. Son muy ciertas y pertinentes las advertencias de los Padres Fundadores estadounidenses las cuales por mi parte resumí en mi libro Estados Unidos contra Estados Unidos junto a la puntualización del marcado declive de los valores fundacionales en ese gran país. Así, por ejemplo, para ponerlo en una cápsula, George Mason escribió que “todos los actos de la legislatura contrarios al derecho natural y a la justicia son nulos según nuestras leyes y deben serlo según la naturaleza de las cosas […] en conciencia estamos obligados a desobedecer si contradicen aquellos principios”. James Madison ha destacado que “Dondequiera que resida el poder del gobierno, existe el peligro de opresión” y se refiere al alma de la libertad al escribir que “El gobierno ha sido instituido para proteger la propiedad de todo tipo. Éste es el fin del gobierno, solo un gobierno es justo cuando imparcialmente asegura a todo hombre lo que es suyo.” James Wilson enseña que “el gobierno se debe establecer para asegurar y extender el ejercicio de los derechos naturales de los miembros y todo gobierno que no tiene esto en la mira, como objeto principal, no es un gobierno legítimo.” Y Thomas Jefferson enfatizó que “un despotismo electo no fue el gobierno por el que luchamos.”

Ya señalaban los peligros de los tumultos Gustave Le Bon en La psicología de las multitudes y Ortega y Gasset en La rebelión de las masas pero mucho antes que esto Cicerón y Benjamin Constant definieron el peligro de trastocar la democracia en tiranía. El primero al escribir que “El imperio de la multitud no es menos tiránica que la de un hombre solo y esta tiranía es tanto más cruel cuanto que no hay monstruo más terrible que esa fiera que toma la forma y el nombre de pueblo” (en Tratado de la República) y el segundo afirma que “los ciudadanos poseen derechos individuales independientes de toda autoridad social o política y toda autoridad que vulnere estos derechos se hace ilegítima […] La voluntad de todo un pueblo no puede hacer justo lo que es injusto” (en Curso de política constitucional).

En torno al desconocimiento de estas definiciones giran los problemas de nuestro tiempo donde en nombre de la democracia se hiere el corazón del sistema cual es la protección de los derechos de todos en el contexto de la igualdad ante la ley y no mediante ella. En su lugar se da prelación al simple recuento de votos con lo que se llega a la aberración de sostener que Hitler era democrático porque asumió con la primera minoría y así sucesivamente con todos los dictadores electos de nuestros días. Esa es la preocupación y ocupación de pensadores contemporáneos como Giovanni Sartori, Friedrich Hayek y Bertrand de Jouvenel.

Vamos ahora a las propuestas tendientes a revertir el problema antes que el planeta se convierta en un inmenso Gulag en nombre de una supuesta democracia que en verdad muta a cleptocracia, es decir, los gobiernos de ladrones de libertades, de propiedades y de sueños de vida. Tengamos en cuenta que si por alguna razón no se consideran convenientes las propuestas que siguen es imprescindible sugerir otras pero en ningún caso quedarse con los brazos cruzados esperando la próxima elección. Es indispensable abrir un debate en torno a este problema mayúsculo que amenaza con devorarnos.

En primer lugar, la educación para atender a lo dicho por Antonio Gramsci desde la vereda opuesta al espíritu liberal en cuanto a la inmensa y decisiva importancia de influir sobre la cultura para cambiar las cosas de raíz. No es del caso detenernos en este tema pues ya hemos escrito en detalle, solo nos limitamos a puntualizar la urgencia que el sistema debe despolitizarse y no aceptar que las estructuras curriculares se dicten desde el poder lo cual contradice el sentido de la educación que requiere un sistema abierto, competitivo y de auditorias cruzadas en busca de excelencia en un contexto evolutivo de prueba y error. Un sistema educativo de esta naturaleza permite entre muchas otras cosas que se perciba la relevancia y el significado de la democracia a la que nos venimos refiriendo.

En segundo lugar, el debate de fondo respecto a nuevos límites al poder al efecto de preservar la democracia. Bruno Leoni en La liberad y la ley ha sugerido en una primer paso para el Poder Judicial que se abra la posibilidad -sin regulaciones de ninguna naturaleza (ni siquiera la condición de ser abogado)- la inclusión de árbitros privados para estimular la competencia en un proceso de descubrimiento del derecho y no de ingeniería social y de diseño vía fallos en competencia, en esta instancia según los marcos institucionales establecidos por la Corte Suprema.

En cuanto al Poder Legislativo, el antes mencionado Hayek propuso (en Derecho, legislación y libertad) diferentes disposiciones a las que se suelen añadir la prohibición de reelecciones y el trabajo en tiempo parcial en el Congreso, por un lado para evitar que la política se convierta en un negocio y por otro para que los legisladores sepan de modo vivencial de que se trata el sector privado.

Ahora viene un tema que sorprenderá a timoratos a quienes me imagino recostados en sus poltronas refiriéndose con sorna a la propuesta que sigue, personajes que nunca contribuyeron a ningún debate serio pero que están envueltos en las pesadas telarañas mentales del statu quo, una instancia de la que son incapaces de zafar. Se trata del Poder Ejecutivo. Resulta fértil aplicar al caso un pasaje escrito por quien es la referencia máxima de la división de poderes superando las ideas centrales de John Locke y Algernon Sidney, es decir Montesquieu que escribe en El espíritu de las leyes tomado de las experiencias en las repúblicas de Florencia y Venecia: “El sufragio por sorteo está en la índole de la democracia”. Esto que puede sonar estrafalario ya que cualquiera puede resultar electo se condice con la preocupación de Karl Popper en La sociedad abierta y sus enemigos cuando refuta la tesis de Platón respecto al “filósofo rey” mostrando que lo decisivo no son los hombres sino las instituciones “para que el gobierno haga en menor daño posible”. En el caso señalado, los incentivos se volcarán a defenderse de posibles atropellos lo cual se traslada en instituciones fuertes que es precisamente lo que se necesita para contar con una sociedad libre. A esta propuesta podría adicionarse lo que se discutió originalmente de modo detenido en tres sesiones en la Asamblea Constituyente de Estados Unidos pero que finalmente no se adoptó y es que el Ejecutivo sea tripartito para disminuir los riesgos del caudillaje y se vean obligados a proceder por mayoría de sus miembros y tal como se propuso en la referida Asamblea solo en caso de guerra el poder será unipersonal por turno en tiempos previamente establecidos.

Nuevamente decimos que si estas sugerencias no parecen adecuadas es necesario proponer otras. Siempre y en todos los campos las nuevas ideas se rechazan y se recurre a la sandez de la falacia ad populum, a saber, si nadie lo aplica está mal y si todos lo aplican está bien con lo cual no hubiéramos pasado del garrote puesto que el arco y la flecha en cierto momento nadie las usaba hasta que irrumpió el primero y así con todo el progreso de la humanidad. Es por ello que John Stuart Mill ha consignado que “toda buena idea pasa siempre por tres etapas: la ridiculización, la discusión y la adopción”. Esto nos recuerda a aquellos que huyen de lo complejo tal como vaticina Anne Applebaum y pretenden escritos cortos y conferencias resumidas. Ludwig von Mises ilustraba lo dicho con lo que le ocurrió con un alumno en la Universidad de New York -seguramente una exageración pero sirve para ejemplificar- contaba riendo que ese alumno le pidió que le explicara la teoría del ciclo económico “pero rápido porque tengo un partido de golf”.

En resumen, esta nota periodística apunta a la apertura de un debate sobre un tema crucial pues nos va la vida en el asunto. Todos los partidarios de la libertad debieran participar activamente en este debate. Es una irresponsabilidad limitarnos a contar anécdotas sobre posibles sucesos en las próximas elecciones. Debemos mirar más lejos antes que resulte demasiado tarde. Tantas veces ha reiterado Juan González Calderón que los demócratas de los números ni de números saben pues parten de dos ecuaciones falsas: 50%+1%=100% y 50%-1%=0%. Desde esta perspectiva, hoy observamos algunos episodios rayanos en la antidemocracia con la muy pastosa parodia de la democracia en Perú, Nicaragua, Chile, Argentina y con 20 gobiernos autoritarios en 35 años: Haití, solo para citar algunos casos de llamativas implosiones en nuestra región americana. Applebaum pone como ejemplo de la antidemocracia a Donald Trump en Estados Unidos y cita como dos de sus ejemplos “la entrevista realizada en 2017 por Bill O´Reilly de Fox News. Trump expresaba su admiración por el dictador ruso Vladimir Putin” y “en otra entrevista televisiva esta vez con Joe Scarborough: ´él gobierna su país y al menos es un líder´, declaraba Trump hablando de Putin” es la manía de la “retórica de la equivalencia moral” entre el bien y el mal puesto que Donald Trump “no comprende el lenguaje de los fundadores de la nación [estadounidense] ni simpatiza con él, de manera que tampoco puede servirle de inspiración”.

La revolución norteamericana ha sido la más fértil de la humanidad en lo que va de su historia al efecto de preservar las libertades con el consiguiente progreso moral y material, pero como escribía Tocqueville en El antiguo régimen y la Revolución Francesasi esto se da por sentado y no se contribuye diariamente a sostener la libertad fatalmente se revertirá la situación (los Padres Fundadores decían que “el precio de la libertad es su eterna vigilancia”). No pocos son los necios que se circunscriben a sus arbitrajes personales sin darse cuenta que para que se los respete deben contribuir a que se entiendan los pilares de la sociedad libre. Actúan como si estuvieran ubicados en una inmensa platea mirando al escenario donde estiman que se encuentran los que les deben resolver sus problemas en lugar de asumir sus propias responsabilidades. Benjamin Franklin, de 81 años, al salir de la Convención Constituyente cuando lo felicitaban por el documento logrado miró fijo a los aplaudidores y les transmitió su célebre dictum que no ocultaba cierto presagio por lo que advertía con gran sensatez: “Entregamos una República, si la pueden mantener”.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h