¿MAJUL VERSUS MILEI O ARGENTINA VERSUS MILEI?

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 24/4/23 en: https://gzanotti.blogspot.com/2023/04/majul-versus-milei-o-argentina-versus.html

 

Hay muchos comentarios, obviamente, sobre la entrevista de Majul, ayer, a Milei. 

Algunos están comentando que Majul estuvo injusto, ignorante, que no lo dejó hablar, etc. 

Me parece que no es el caso.

Desde un punto de vista hermenéutico, esto es, desde la teoría de la interpretación, Majul represente el horizonte típicamente estatista de gran parte del argentino promedio (si es que se puede hacer ese tipo ideal weberiano), de izquierda o de derecha, con todos sus preconceptos negativos sobre lo que pueda llegar a ser el liberalismo político y económico. Para colmo, Milei expresa a veces sus ideas in abstracto, sobre temas sensibles como educación, salud, armas, etc., ideas muy libertarias, que chocan gravemente con ese horizonte y con la mayor parte del periodismo argentino. Pero luego, cuando es candidado, distingue entre corto, mediano y largo plazo, y está muy bien. Pero las cosas se mezclan y en un reportaje esa mezcla aparece en el entrevistador.

Cómo responder de una manera corta y clara, desde un horizonte de precomprensión libertario, a un horizonte estatista, es casi una tarea imposible. La incomunicabilidad de paradigmas se da muchas veces de hecho, aunque pueda superarse; pero una entrevista televisiva es el peor de los escenarios. 

Milei estuvo muy bien. Estuvo paciente, calmado, hasta resignado. Pero Majul representa la perplejidad y el estupor de ese argentino promedio para el cual la eliminación del estado paternalista es un escándalo. Sus preguntas, además, fueron buenas desde su propia perspectiva. Lo más difícil para cualquier liberal no es el libre comercio del sexo de los ángeles, sino cómo reducirá el presupuesto en sectores para los cuales el argentino promedio es un drogadicto. Cómo reducir el deficit sin aumentar las tarifas es una excelente pregunta, o cómo hacerlo sin aumentar el desempleo que los austríacos llaman institucional, es otra. Interesante fue cuando Majul le dijo que no era «tan» liberal porque no quería aumentar las tarifas, como si ser liberal fuera igual a aumentar tarifas, esto es, como si la esencia del liberalismo pasara por «querer» que los precios fueran altos en relación al poder adquisitivo de los menos pudientes. ¿Cómo explicar al argentino estatista que lo que no paga en tarifas lo paga en inflación? ¿Cómo hacer para que el estatista vea, como Bastiat o Hazlitt intentaron, «ver lo que no se ve»?

Por suuesto, esto deja la pregunta abierta: si el argentino es en general estatista, ¿por qué sube la intención de voto de Milei? Esta es la pregunta del millón para el cual las respuestas son muy complejas y tal vez los encuestadores tengan algunas. ¿Los argentinos se han hecho más pro libre mercado? Que algunos se hicieron más pro, puede ser, pero pro-libre mercado? ¿Los que dependen de sueldos del Estado, de prebendas y privilegios del Estado, van a votar a Milei?

La respuesta pasa seguramente porque el voto, obviamente, no es racional en el sentido habitual del término. Están los factores emocionales de los que todos hablan. El voto castigo, el voto bronca, el voto anti-casta, el voto emocional porque la figura de Milei, emocionalmente, encaja con otro horizonte argentino, el del macho-alfa-salvador-de-la-patria. Lo que en otra entrada he llamado la carajeidad (https://gzanotti.blogspot.com/2022/05/una-mirada-filosofica-sobre-javier-milei.html )

Hasta el día de la votación, o tal vez mucho después, con resultados divididos según edad, sector, etc., no se sabrá bien cómo estará compuesto el voto a Milei. Pero entre los muchos problemas de gobernabilidad que enfrentará si gana, este factor cultural es clave. Si ganara, no sé si la razón será que  los argentinos se hayan hecho pro-mercado. La verdad lo dudo mucho, pero si me equivoco mejor. Mis dudas responden no sólo al convencimiento de que el marco cutural descripto es lamentablemente correcto, sino al 73% del Frejuli, el 54% de Cristina, el 48% de Alverso, y además: ¿cómo hará con la Unión Industrial Argentina? ¿Con los sindicatos? ¿Qué hará cuando Moyano le ponga todos sus camiones en la Plaza de Mayo por 72 hs o más? La argentina es de hecho corporativa, aunque su sistema constitucional no lo sea. No sólo hay que negociar con el Congreso, hay que negociar con los grupos de presión…………

La entrevista con Majul tiene la gran ventaja de hacernos ver claramente cuál es la perplejidad y el estupor «típicamente argentino» ante Milei. Eso plantea un dilema de gobernabilidad para el cual el voto emocional no es una respuesta. 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor en las Universidades Austral y Cema. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Publica como @gabrielmises

Gabriel Zanotti responde a: Otra amable respuesta a “Liberalismo, biología y personas trans – Respuesta a Gabriel Zanotti”, de Iván Carrino.

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 16/4/23 en: https://gzanotti.blogspot.com/2023/04/otra-amable-respuesta-liberalismo.html

Van mis respuestas en itálicas.

Liberalismo, biología y personas trans – Respuesta a Gabriel Zanotti

Iván Carrino / Lunes 10 de abril de 2023 / Dejá un Comentario

Gabriel Zanotti, gran profesor, filósofo y destacado referente del liberalismo en el mundo hispanoparlante, escribió una amable respuesta a mi posteo sobre el liberalismo y las personas trans.

Con Gabriel siempre hemos conversado (a través de posteos, comentarios a los posteos, y también con café de por medio) sobre estos asuntos de forma muy civilizada, algo que claramente no es frecuente ver en redes sociales.

Así que, como ha expresado algunos puntos de coincidencia y otros de disidencia con honestidad intelectual y dedicación personal al asunto, procederé a dar una respuesta a algunos de sus comentarios.

En primer lugar, Gabriel dice que sumarse al “bullying mediático” y tratar a las personas trans como “enfermos mentales, degenerados, pedófilos o simplemente desviados y anormales” (cosas que digo yo que se hacen), “no es la forma de encarar el debate”. Esto es importante porque, así, se está separando de una militancia que es directamente negadora de toda la cuestión trans, tachando a ésta de “ideología de género”, como si las personas trans no existieran, sino que fuesen producto de una ideología.

Exactamente, sabés que esos modos nunca fueron mi camino.

El punto delicado, sin embargo, es la ironía. La ironía siempre está a milímetros de la ofensa. Pero a veces es una reacción a algo que ha legado al ridículo (ver por ejemplo https://www.perfil.com/noticias/policia/no-soy-fernando-soy-amanda-femicida-dice-ser-mujer-evitar-condena.phtml). Yo mismo la he utilizado, para otros temas, y tal vez no siempre bien. Pero si alguien dice por ejemplo “me autopercibo persona no tributante y por ende no voy a pagar impuestos”, no creo (faliblemente) que sea una ofensa. Es una crítica velada al relativismo total. Pero tenés razón, ni siquiera esas ironías sirven para un debate en serio.

En lo que sigue de su posteo hay varios comentarios a fragmentos del mío en donde, si bien existe algún matiz, en general estamos de acuerdo.

Luego viene el párrafo que cito abajo, en respuesta a mi planteo de que el debate sobre el trato que deben recibir las personas tránsgenero no es biológico, sino moral, jurídico y político. Gabriel sostiene lo citado abajo, que dividiré en puntos para comentar uno por:

(1) EL problema es poner presos a quienes no quieran usar los pronombres llamados inclusivos, a los padres que NO quieran que sus hijos reciban educación trans, cosa que llega incluso hasta mandarles el FBI. ESE es el problema.

(2) El problema se produce también cuando te violan las normas de un contrato y te meten a la fuerza a competir con un trans, y más aún cuando el trans en cuestión te destroza la cara en el boxeo, y más aún cuando un trans te golpea porque protestás públicamente por ello siendo una gimnasta mujer,

(3) y más aún cuando un trans se mete en el baño de tus hijas y protestás por ello y entonces te mandan al FBI…. En una sociedad libre cada club de gimnasia tiene derecho a poner las normas que quiera pero hay que respetar los contratos pre-existentes.

(4) Y además la libertad de enseñanza presupone que los padres tengan derecho a elegir o no qué educación sexual querrán sin que ello tenga que ser decidido por el Estado o de lo contrario vas preso……………

(5) ¿Y los bloqueadores de hormonas y mutilaciones de pechos y penes OBLIGATORIAMENTE impuestos por sobre la voluntad de los padres porque un pedíatra o un docente los recomienda? ¿Te parece eso compatible con la libertad de enseñanza, con los derechos de los padres sobre los menores? ¿Es ese poder del Estado sobre los hijos compatible con una sociedad libre? Y si un padre protesta contra eso, también es procesado jurídicamente. ¿Es eso compatible con la libertad de expresión en una sociedad libre? De vuelta, lo que está en juego son las libertades de expresión, religiosa, de asociación…. Que sabés que tengo autoridad moral para defenderlas porque yo las he defendido siempre, para creyentes y no creyentes, siempre…………………

Respecto del planteo número 1, es necesario hacer precisiones. En primer lugar: ¿qué es la “educación trans”? ¿Explicarles a ciertos alumnos de cierta edad que las personas transgénero existen, así como explicarles que hay homosexuales, o que hay parejas divorciadas, y que todas merecen respeto es “educación trans” o “ideología de género”? Profundizo sobre este tema en el punto 4.

EL problema radica en los contenidos educativos por parte del Estado obligatorios para todo el mundo. Y el problema adicional es que en esos contenidos se incluyen contenidos obligatorios sobre la sexualidad so pena de diversas penalidades si los padres se oponen, desde ir preso, mandarte el FBI, multas, etc. ESE es el problema. Lo que yo defiendo allí es la libertad de enseñanza.

En segundo lugar, debe dejarse en claro que no hay nadie preso en Argentina (ni con una causa que pueda terminar así) por no utilizar el pronombre elegido por su contraparte en la comunicación. También aclarar que la “Ley de Identidad de Género”, en su artículo 12, sostiene que “deberá respetarse la identidad de género adoptada por las personas”, pero no hay penas previstas por incumplimientos a dicho artículo.

Bueno, no es cuestión de a dónde lega la legislación o qué legislación es mejor o peor. El asunto es tender a la derogación de toda legislación, conforme a lo que Hayek distingue como “Law, Legislation and Liberty”. Pocas veces se explica ese título: la “Liberty” es el resultado de haber reducido sanamente la “legislation”, como mucho, a la Constitución Federal, a un Bill of Rights…..

En cualquier caso, creo que vamos a coincidir con Gabriel en que los liberales no queremos leyes que obliguen a ser amables a las personas.

OK

 Pero eso no debería llevarnos a apoyar a cualquiera que sea deliberadamente poco amable, o incluso más, inquisidor, estigmatizante y agresor de la dignidad de los demás. Los liberales defendemos a ultranza la libertad de expresión, pero eso no quiere decir que apoyemos cualquier expresión, menos cuando ésta sea una expresión de odio de clase, odio racial, o -en este caso- de género. Para ser claros, defendemos que Juan Grabois diga todo lo que quiera sobre el capitalismo y los ricos de Argentina, pero no compartimos ni avalamos ninguna parte del contenido de sus expresiones.

OK (como ves, importantes acuerdos).

Resumiendo el punto. Estoy de acuerdo en que nadie debe ir preso ni recibir una pena impuesta por el gobierno por usar pronombres incorrectos (aunque sí apruebo la condena social o el rechazo de terceros cuando dicho acto ocurre). Además, considero que hay que aclarar a qué nos referimos con “educación trans” para evitar caer en debates que carecen de los debidos fundamentos.

Ok, creo que ya aclaré mi punto sobre la libertad de enseñanza.

Respecto del planteo número (2) yo considero que no hay nada de anti-liberal en que una competencia se organice de acuerdo a patrones biológicos. Entiendo perfectamente los argumentos de los que reclaman en el caso de Lia Thomas, porque sí existen diferencias biológicas que -en ocasiones específicas- afectan temas específicos. Esos casos deben ser atendidos y cada organización deberá resolver intentando generar un máximo nivel de justicia e igualdad de condiciones en la competencia.

Ok. En una sociedad libre cada club de gimnasia tiene derecho a organizarse según las normas que sus asociados acepten. Pero está el principio de la “buena fe en los contratos”, lo cual presupone aceptar las normas anteriores, y si hay vacíos jurídicos, ir a la justicia, pero sin perseguir, insultar o agredir, como se hace ahora, a las chicas que cuestionen que de repente tengan que competir con trans.

Al menos ese es mi punto de vista. Si no quisieran hacerlo, no podemos ir contra la voluntad de las organizaciones deportivas.

Ok, ese punto estaba implícito en lo que comenté recién.

 Ahora el problema es cuando se utilizan estos casos para continuar la campaña de agravios, marginación y rechazo de cualquier individuo trans. Ese es mí problema con este asunto.

Pero ahora las agraviadas, las insultadas, perseguidas y etc son las chicas que consideran injusta la situación. Finamente lo mismo de siempre: insultos y persecuciones de un lado y del otro…….

Respecto del punto (3) me pregunto, Gabriel, qué opinás de los baños sin género o mixtos que se pusieron en la planta baja de ESEADE. Desde un punto de vista de respeto de la propiedad privada, cada institución debería ser libre de poner el tipo de baño que se le ocurra.

Ningún problema con eso.

 Y, por supuesto, cualquiera es libre de entrar y salir de él o bien de ser parte, o no, de dicha organización. Nadie fuerza a la gente a ir al baño y, en cualquier caso, los padres podrán siempre hacer que sus hijos vayan al baño que ellos quieran. Incluso pueden acompañarlos dentro del baño si así lo desean, nadie se los impide.

No veo un gran problema en el tema de los baños salvo que creamos en la naturaleza netamente violenta y abusiva de los hombres biológicos, algo más propio de cierto feminismo radical que de personas razonables.

EL problema son los contratos implícitos anteriores. Hay padres que no creen jurídicamente correcto que la escuela primaria o secundaria, estatal o privada, donde asisten sus hijos, declaren de golpe que van a colocar baños mixtos. Eso debe ser aclarado previamente o consultado a los padres porque se trata de menores. Vuelvo a decirte, hay casos que rozan lo ridículo que luego generan reacciones, indebidas, pero comprensibles desde el punto de vista de un papá que no está debatiendo académicamente el tema. Hace poco un tipo no sólo se declaró trans sino que se autopercibió menor y comenzó a pasearse desnudo en el baño de las niñas de una institución. ¿Vos como padre te quedás tranquilo?

Sobre el punto (4), de la educación sexual, opiné en este post.

Sobre ese post, te cito: “…El problema no es el contenido en particular, sino la imposición”.

 ESE es el problema que afecta a la educación estatal desde siempre en todos los países. Como sabés yo soy partidario de una solución gradual del problema, ante la demanda cultural generalizada de que el Estado eduque. Pero como mínimo hay que permitir la libertad de planes y programas de estudio de los privados, cosa que a los redactores de la ESI ni se les pasó por la cabeza…………………

En cuanto al punto (5) hice muchas aclaraciones en este otro post sobre cuáles son los procedimientos, las edades, y los requisitos (médicos Y FAMILIARES), que la Asociación de Profesionales de la Salud Trans sugiere se adopten en casos de personas con disconformidad de género. Así que, si nos preguntamos sobre el derecho de los padres sobre los menores, habría que decir que las recomendaciones médicas y la legislación argentina -a priori- exigen que los padres estén de acuerdo con los procedimientos médicos.

Ahora bien, cuando un padre quiere apoyar a su hijo trans, ahí aparecen los que hasta hace poco decían “con mis hijos no te metas” y ponen el grito en el cielo. Yendo a la pregunta de Gabriel, si padres de hijos trans mayores de 10-14 años (dependiendo del caso) apoyan -con asesoramiento médico- que éstos utilicen hormonas que demoren su pubertad, eso es compatible con “los derechos de los padres sobre los menores”.

Puede gustar, o puede no gustar, obviamente, no es un tema sencillo y no hace falta tener una posición (desde afuera) sobre cómo deben proceder los padres en este caso. Pero es compatible con el derecho de ellos a decidir.

OK en principio. Pero EL problema hoy es no sólo que los padres que se oponen a ese tratamiento están siendo perseguidos jurídicamente, sino que incluso lo son quienes se oponen a que sus hijos sean mutilados por una orden médica apoyada por el Estado y contraria a su voluntad. Ese es el problema más grave hoy y que está generando todas esas reacciones que, luego, parecieran ser el problema de origen……….

Dije “en ppio” porque luego haré consideraciones adicionales.

Además, en Argentina, la ley exige hasta para el cambio del nombre en el DNI que la solicitud en caso de menores de 18 años sea presentada por “sus representantes legales y con expresa conformidad del menor”. Lo mismo se exige para tratamientos hormonales. Y cuando se trata de cirugías, además de los padres (representantes legales en la mayoría de los casos), se exige la “conformidad de la autoridad judicial” (artículo 11).

Mm, sobre el tema de las cirugías, me explayo después.

A la luz de estos datos: ¿Cuál derecho de los padres se está vulnerando?

Se podría argumentar aquí algo distinto. Que es el estado el que debe decidir por el mejor interés del menor, y que entonces debería prohibir todo tratamiento de este tipo incluso cuando el menor, sus padres y su médico deseen llevarlo a cabo. Esta posición supone que los menores de 18 años (en conjunto con sus padres y los médicos cercanos) no son capaces de tomar ninguna determinación de este tipo, pero que el estado sí puede hacerlo. Es un argumento que puede generar sus adhesiones, que entiendo que algunos apoyen, pero que no resulta fácilmente defendible desde el liberalismo.

Mm, sobre esto, me explayo después un poquito más…………….

Para ir cerrando, agradezco a Gabriel por sus líneas y sus comentarios. Espero su próxima respuesta, ya que sus consultas y comentarios han generado en mí también otras preguntas y comentarios. Pero también espero que este intercambio sirva para, al menos, seguir aclarando temas y no discutir sobre hombres de paja.

OKOK por supuesto.

Por último, me gustaría volver a referirme a lo que llamo campaña de bullying mediático contra las personas trans y preguntarle a Gabriel -o a cualquier liberal honesto y bienintencionado- qué piensa de estos doce ejemplos que tomé en una rápida búsqueda por Twitter:  unodostrescuatrocincoseissieteocho,  nuevediezoncedoce

OKOK, si, ya los vi, sabés que no apoyo esos caminos. Pero esto me hace acordar al famoso tema de las guerras. Los abusos siempre son indebidos de un lado y del otro, pero, ¿quién la comenzó? Muchos padres están hartos de levantarse un día y enterarse de que son ellos los que ahora son los criminales por defender su derecho a educar  a sus hijos en sus propios valores. Y eso, ¿es culpa de ellos?

¿Debemos los liberales apoyar esto solo por el miedo al aumento del gasto público, a los cupos de género y a una potencial lesión a la libertad de expresión?

Valentina Verbal escribió lo siguiente al respecto y cierro esta entrada con la cita completa:

¿Deberían los liberales apoyar, como lo hace Kaiser, el «derecho a ofender»? ¿Deben, moral y políticamente, los liberales expresar discursos que apuntan a la deshumanización de las minorías, en particular de las personas LGBTIQ+? No, porque si el liberalismo cree en el derecho de todos a buscar su propio destino, debería partir de la base que todas las personas y todas las identidades sexuales son parte de la humanidad desde la cual pueden reclamar ese derecho. El liberalismo siempre ha creído, en primer lugar, en la igualdad moral de todos los seres humanos. Por eso, entre los liberales, no deberían caber analogías agraviantes, o que apunten a menoscabar a las personas, especialmente cuando poseen una identidad sexual minoritaria.

Bueno, volvemos con esto al tema de la libertad de expresión. Estoy convencido de que el lobby LGBT no la respeta, como tampoco la respetaban antes los conservadores que querían meter presos a todos los que sostuvieran teorías de género nuevas. Yo siempre he defendido la libertad de expresión de todos……………… Lo cual me lleva a tres puntos generales:

1.    Ahora parece que son los católicos los que defienden las libertades de expresión, de asociación, de enseñanza, etc., ante el avance del Estado con la agenda LGBT. Claro, si nunca habían defendido esas libertades, pero ahora lo hacen, carecen de autoridad moral. Pero, ¿es mi caso? Yo defiendo las libertades de todos desde hace mucho tiempo, sean creyentes o no creyentes. Yo no defiendo la libertad de…etc “como católico” sino como ciudadano partidario del liberalismo clásico. Sabés que POR ESO los católicos ultra-antiliberales me detestan.

Por lo demás, está el tema de la “ofensa”. Hay católicos que defienden la libertad de expresión aunque ofenda a los trans, pero no la defienden cuando los ofende a ellos. Mi caso no es así: yo he opinado que incluso en esos casos debe intervenir la justicia y nunca una legislación general propuesta por el ejecutivo. (Ver https://institutoacton.org/2018/05/09/la-libertad-de-expresion-y-el-derecho-a-ofender-gabriel-zanotti/ y https://institutoacton.org/2015/01/13/yo-soy-el-respeto/ ),

2.    Yo siempre he defendido al derecho a la libertad religiosa como “el” modelo de libertad individual pero no “por católico” sino por liberal convencido de la no imposición de la verdad por la fuerza, que llega en el tema religioso a su máxima exigencia de coherencia. Esto es, si yo, que considero al bautismo lo mejor que te puede pasar, defiendo tu derecho jurídico a NO ser bautizado, por eso voy a defender luego tu derecho jurídico a NO a no tener seguro social obligatorio, a no tener contenidos educativos obligatorios, etc, a no tener salud estatal obligatoria, etc. El convencimiento de que la libertad debe ser defendida sobre todo cuanto más verdadero es algo es la garantía total de la libertad del liberalismo clásico. El escepticismo y el post-modernismo está llevando a muchos que defiendan la libertad en lo (supuestamente) NO importante pero no en lo (supuestamente) importante, que ahora pasa por la ciencia. Ver al respecto https://revistas.unsta.edu.ar/index.php/Studium/article/view/723https://revistas.unsta.edu.ar/index.php/Studium/article/view/757, y https://gzanotti.blogspot.com/2021/12/sin-feyerabend-no-se-entiende-que-esta.html .

3.    Por último, lo más delicado, por lo cual me caerán muchas críticas pero debo decir lo que pienso en este contexto. Me parece que han surgido nuevas circunstancias históricas que superan lo que las teorías liberales habituales nos dicen. Ya no es tan simple como en los 80, donde el debate era Nozick versus Rawls y era sencillo. Creo que han surgido nuevos temas donde el liberalómetro es al menos dudoso y en ese sentido todos debemos respetar nuestras dudas. Y con respecto al tema de los menores, yo dudo. Los derechos personales son: in abstracto (su definición en sí misma) e in concreto (su plasmación jurídica concreta). Y en nuestro sistema jurídico, los menores habían tenido, hasta ahora, un fuero. Y dentro de ese fuero, las mutilaciones físicas a los menores estaban prohibidas, y yo sigo estando de acuerdo con eso. No sé (dudo) si eso es “liberal o no”, pero no creo que un menor pueda decidir sobre su cuerpo en un tema irreversible. Creo que debe ser protegido jurídicamente contra un error irreversible. Claro, el tema de los 18, 18 y medio o 19 o etc es una convención, pero no tenemos más remedio que “convenir en una convención”. Mi excepción es la circuncisión en la religión judía, por motivos milenarios; sé que esa excepción me pone en contradicción, pero así son las cosas cuando tomamos una posición en lo contingente de lo evolutivo y lo histórico. Así que en esto, mi querido Iván, no sé si soy liberal o no, tal vez no lo sea, pero creo que nadie, ni siquiera los padres con apoyo de jueces o médicos, deben mutilar irreversiblemente los cuerpos de sus hijos.

Bueno, ha sido un gusto debatir contigo, y espero que este diálogo, así en este tono, se pueda seguir con Gloria Alvarez, José Benegas y etc.

Un abrazo enorme, tu amigo de siempre,

Gabriel. 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor en las Universidades Austral y Cema. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Publica como @gabrielmises

La larga guerra de Putin contra Ucrania

Por Ricardo Lopez Göttig: Publicado el 17/1/23 en:  https://www.infobae.com/opinion/2023/01/17/la-larga-guerra-de-putin-contra-ucrania/

La salida diplomática de la guerra se ve muy lejos en el horizonte, y la resolución militar es imposible de prever. Probablemente estemos viendo los inicios de un conflicto prolongado, para el que ninguna de las partes estaba preparada

Vladímir Putin quiere y necesita recuperar la iniciativa no solo para ganar esta guerra, sino también para la supervivencia de su propio régimen

Ya han pasado diez meses, ¡diez meses!, desde que Vladímir Putin lanzó al ejército de Rusia para invadir Ucrania, tras acumular unos cien mil soldados en forma amenazadora en la frontera desde los últimos meses de 2021. La campaña que amenazaba ser un rodillo fulminante y devastador, que en una cuestión de pocos días iba a ocupar Kiev e instalar a un presidente servil al régimen de Putin, se fue deshaciendo y rehaciendo precipitadamente sobre la marcha ante la resistencia ucraniana. Los soldados de la fuerza invasora se entregaron primero al saqueo de electrodomésticos, ollas y vajilla, y luego se les dio rienda suelta para que cometieran todo tipo de crímenes tipificados por el derecho internacional, como la matanza de civiles en Bucha, centros de tortura, violaciones y secuestro y deportación a Rusia de niños ucranianos.

Vladímir Putin sobreestimó sus propias fuerzas y subestimó a sus enemigos, ya que, por un lado, creyó a pie juntillas en el discurso oficial sobre la superioridad del Ejército de la Federación Rusa y en el efecto de disuasión del arsenal atómico, a la vez que desdeñó al pueblo y al gobierno ucranianos, a la alianza atlántica, a la Unión Europea y a la capacidad de respuesta de las democracias liberales en general. La retórica rusa de centurias, expresada en sus textos de historia, ha sido la de mirar como “pequeños rusos” a los ucranianos, una narrativa ahistórica y falaz que ha marcado el universo simbólico de muchas generaciones.

En la Rusia post soviética se tejieron visiones del propio país que entrelazan los relatos de tiempos de los zares con los discursos monolíticos de la Unión Soviética, poniendo el énfasis en la supuesta “excepcionalidad” de su pueblo, cultura y misión providencial para los destinos del planeta. Narrativa ahistórica –pero no por ello menos influyente y transmitida de boca en boca de padres a hijos-, porque no solo Kiev es anterior en varios siglos a la existencia de Moscú, sino también porque el término Rus, de tiempos medievales, hacía referencia a la dinastía de los Ryurik, de orígenes vikingos, que se impuso sobre la población eslava de esa gran estepa fértil que hoy es Ucrania.

Referirnos a esos eslavos del siglo X como ucranianos, rusos o bielorrusos, es tan incorrecto y extemporáneo como llamar “franceses” a los súbditos de Carlomagno, o “ingleses” a los pueblos celtas de Britania que fueron conquistados por el ejército romano de Julio César. Pero si Ucrania “no existía”, fue Putin quien terminó de crearla el 24 de febrero de 2022.

En la Rusia post-soviética, los círculos del poder se aferraron fuertemente a la retórica militarista y victimista: con la derrota en la Guerra Fría y la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, se quedó en la perplejidad de tener un gran arsenal atómico que hizo temblar al mundo y con la nostalgia de la carrera espacial y, al mismo tiempo, pasó a ser un país más en un mundo que ponía su mirada en el desempeño económico y en la calidad de vida de la población.

Como canta Coldplay en Viva la vida, solía gobernar el mundo y sentir el miedo en los ojos de sus enemigos… Y en muy poco tiempo, precipitadamente, todo eso se desvaneció en el aire de las ilusiones. Pero la intención de retornar a la tentación bélica, de la expansión con ejércitos que sobrepasaban en número –pero no en calidad- a los enemigos, estaba presente en los discursos tanto de los demagogos ultranacionalistas como Vladímir Zhirinovsky –en las elecciones parlamentarias de 1993, llegó a cosechar nada menos que el 23% de los votos, provocando alerta en Europa- así como de los nostálgicos del antiguo régimen stalinista del Partido Comunista.

Hay analistas políticos que insisten en tener en cuenta la necesidad de que los rusos se sientan en un entorno seguro frente a sus vecinos europeos –a esta tesis se sumó el presidente francés Emmanuel Macron-, pero olvidan que esos miembros del barrio del este y el centro del viejo continente fueron invadidos, amenazados y sojuzgados por los ejércitos de Moscú, desde los zares hasta llegar a secretarios generales del Partido Comunista de la URSS, como Iósif Stalin, Nikita Jruschov y Leonid Brezhnev.

Ya se ha vuelto una rutina –dolorosa, trágica y mortal- que cada semana las ciudades de Ucrania sean bombardeadas desde territorio ruso, o bien con drones de fabricación iraní. La ofensiva rusa, utilizando a los mercenarios del Grupo Wagner para tomar el control de Bajmut y Soledar, es una nueva escalada de la guerra tras meses en los que la contraofensiva ucraniana logró recuperar territorio, como la región de Jarkiv y la ciudad de Jersón.

Vladímir Putin quiere y necesita recuperar la iniciativa no solo para ganar esta guerra, sino también para la supervivencia de su propio régimen, ya que un conflicto prolongado comienza a ser visto como una derrota o, por lo menos, con un costo humano y material muchísimo más alto que el previsto en febrero de 2022. El incremento de las ofensivas, del número de soldados reclutados y de la fabricación de armamentos, tiene una respuesta correlativa desde la alianza atlántica, que ahora envió un escuadrón de tanques del tipo Challenger 2 –a los que podrían sumarse algunos Leopard de fabricación alemana-, además de misiles de alta precisión como los HIMARS y de entrenamiento brindado a los soldados ucranianos.

La salida diplomática se ve muy lejos en el horizonte, y lo mismo se advierte respecto de una resolución militar. Próximos a los once meses de la invasión, quizás estemos viendo solo los inicios de una guerra larga para la que ninguna de las partes estaba preparada, con un final imposible de prever.

Ricardo López Göttig es Profesor y Doctor en Historia, egresado de la Universidad de Belgrano y de la Universidad Karlova de Praga (República Checa). Ex investigador Senior part time del Departamento de Investigaciones y Profesor titular de Teoría Social en la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE. Sigue a @lopezgottig

¿QUIÉN ERES?

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 27/11/22 en: https://gzanotti.blogspot.com/2022/11/quien-eres.html

De Existencia humana y misterio de Dios; Unsta, Tucumán, 2008, Parte I cap. 4. 

  1. La vocación individual.

1.1.El re-conocimiento de sí mismo en el rostro del otro.

Woody Allen tiene una magnífica película, Zelig, donde su personaje, Leonard, padece una alienación tan grave de su propio yo, que esconde su propio yo transformándose en quienes lo rodean, sumergiéndose en el “nosotros alienante”: en una masa de gente que subsume y sustituye su personalidad. Si está con negros se hace negro, si está con blancos se hace blando, si está con gordos se hace gordo, si está con chinos se hace chino. Pero, ¿quién es él?

Leonard es curado por una psiquiatra, Eudora, quien al principio lo ve sólo como un caso médico. Pero luego ambos se enamoran, se aman verdaderamente y deciden casarse. Pero, antes, Leonard tiene una recaída. Tan fuerte que huye y nadie sabe dónde está. Leonard, tratando de huir desesperadamente de sí mismo, se había “hecho” soldado nazi: el “lugar” ideal para ser “nadie” excepto un instrumento al servicio del poder.

Por una casualidad, Eudora descubre que su amado está en Alemania en la época nazi. Lo busca, y en una concentración nazi, lo encuentra. Mientras una masa compacta de yoes olvidados de sí vitorean y aclaman al dictador, ella distingue el rostro, casi imperceptible en la calculada uniformación, de su amado. Leonard la ve, y al verla, recuerda quién es él. “Esforzándose por no ser vistos –dice la vez en off de la película- los dos se ven”. O sea, mientras se preocupaban porque los ojos de aquellos que estaban ciegos no los vieran (o sea, aquellos que sólo miraban a su alienación, al dictador), ellos “se ven”. Es muy importante lo que sucede. Eudora era la única que podía mirar al individuo, a Leonard, a Leonard no en cuando soldado, instrumento, sino a Leonard en cuanto Leonard, porque lo amaba verdaderamente, esto es, le había prometido ser su esposa, buscar su bien para siempre como esposa. Ante esa mirada, mirada comunicante, no alienante, ante esa mirada única, Leonard se re-conoce a sí mismo de vuelta. Ante esa mirada que lo miraba en cuanto él, él se vio a sí mismo nuevamente en cuanto quién era.

Esta “experiencia de lo humano” nos lleva a una primera respuesta de una pregunta que ha estado planteada desde el principio: ¿cómo saber quién soy?

Una vez que hemos tenido una primera mirada de la habitación más profunda de nuestro yo, pero sin saber muy bien qué hacer con ella; una vez que hemos adquirido conciencia de la capacidad contemplativa de nuestro yo y de nuestra libertad interior, estamos en condiciones de dar una primer respuesta: búscate en los ojos de los que verdaderamente te conocen y te aman.

Pero para eso, tu mirada tiene que cambiar. Está bien que mires a las personas, diariamente, en cuando sus funciones y oficios. Este me vende una entrada, aquél me sirve en tal restaurant, aquél otro es mi jefe, aquellos son mis subordinados en el trabajo. Ok. Pero todos ellos son algo más: personas cuyo “yo” no se reduce a lo que momentáneamente “hacen” sino “yoes” con inteligencia y libertad, y con una dignidad, por ende, que supera sus haceres momentáneos o permanentes. Y una primera fase del re-enfoque de nuestra mirada es mirar a otro en tanto otro, que tiene una dignidad que debe ser respetada, dignidad que no se respeta si lo miras sólo (sólo) como un instrumento a tu servicio: el otro es un tú (Buber), no sólo un “esa cosa” que se usa y se tira. Tu mirada debe cambiar. Cuando alguien te venda algo, míralo con ese nuevo enfoque, míralo a los ojos, sonríe levemente y dile “gracias” manteniendo tu mirada tanto cuanto dure el “gracias”. Pero no como una actuación, sino como un lenguaje gestual que nace espontáneamente del re-enfoque: al otro lo estoy mirando en tanto otro, en tanto persona, y no sólo como el que me vende algo, que podría ser igual a una máquina expendedora, a la cual incluso podría patear con enojo si no funciona. Las personas no “funcionan”: son, y a ese ser tu mirada debe dirigirse.

Con esa mirada, comienzas a dar algo: respeto, y, en cierto sentido, algo de afecto. Pero surge entonces la posibilidad de plantearse lo siguiente: hay miradas “así” que siempre te han llamado más la atención que otras. Hay “otros” diferentes. Hay enfermos, hay alumnos, hay clientes de tales o cuales formas de emprendimiento, hay espectadores…. Y en el “ser en función de ellos” has sentido a veces un “llamado” especial: llamar, vocare, de allí “vocación”: como Leonard se reconoce en los ojos de Eudora, el yo se re-conoce en los ojos de los tú que de algún modo nos llaman: nos llaman, no a cualquier cosa, sino a desplegar las alas de nuestro yo, y en ese despliegue el yo se re-conoce.

Las alas del yo, desplegadas, son tus virtudes. Estate atento a ellas: andan sueltas, como indicadoras de tu yo. Algunas se despliegan más que otras, como un yo oculto que dice “soy yo”. En tu energía, en tu decisión, en tu paciencia, en tu hablar…. En todo ello se manifiesta quién eres, en función del “estar con los otros” donde “sientas” (contemples) que tu yo está “como en casa”. No es un des-cubrir instantáneo y completo, es incompleto y progresivo, pero es un des-cubrir. En mi caso, por ejemplo, la primera vez que, siendo un adolescente, me puse delante de un pizarrón y comencé a hablar a un grupo de amigos, allí comenzó un largo des-cubrimiento, que aún no ha terminado, obviamente. De lo que estoy seguro es esto: ese era yo.

La vocación individual, el descubrimiento el yo, que es obviamente individual, no es una elección. Es des-cubrir quién eres. Uno no elige arbitrariamente quién es, sino que uno es quien es. Lo que sí está en tus manos, en esa libertad interior de la que hablábamos, es la fidelidad a uno mismo. Eso sí.

Pero la vida es muy complicada. La mayor parte de las veces “hacemos” lo que podemos, como podemos. Nuestro yo quedó oculto en un sin fin de circunstancias tan infinitamente complejas que ese ocultamiento es totalmente entendible. ¿Pero qué ocurre si comenzamos a des-cubrirnos “cuando ya es tarde”? No, no es tarde. En ese caso, re-enfoca tu mirada, y, hagas lo que hagas, sirvas a quien sirvas, los aspectos olvidados de tu yo comenzarán a manifestarse. Tal vez algo haya que cambiar, pero no se trata de un “cambio de oficio” sino más bien de actitud. Comienza a descubrir quién eres “y todo lo demás se dará por añadidura”. Claro, puede haber consecuencias (de este descubrimiento) que causen algo de temor, pero si escapamos nuevamente (como Leonard cuando se hace nazi) pateamos para adelante todo. Pero alguna vez, siempre, nuestro yo nos alcanza.

Y no sólo des-cúbrete, sino “pide asilo” en los ojos de quienes verdaderamente te amen y te reconozcan. La vida tiene a veces momentos que equivalen a volver de una guerra. Es aquí donde quiero citarte a una de las filósofas y pensadoras más grandes del s. XX, Edith Stein: “…Cuando las tropas que marchaban en fila por las calles se dispersaban, cada hombre que estaba antes unido a los demás en el mismo paso y tal vez apenas consciente de su personalidad, vuelve a ser un pequeño mundo que se basta a sí mismo. Y si los curiosos, al borde del camino no distinguían más que una masa indiferenciada, sin embargo, para la madre o para la novia, aquel que ella espera es el ser único al que ningún otro es semejante: en cuando al misterio de su esencia del cual el amor de la madre o de la novia adivina algo, sólo la mirada de Dios que penetra todo, lo conoce”[1].

Quién eres, por lo tanto: eres aquel cuyos ojos son mirados por quien verdaderamente te ama. No trates de pasar esta respuesta por la razón que calcula, mide, planifica. Tu inteligencia, como nos hemos dado cuenta, es esencialmente contemplativa. Con esa contemplación, reflexión, introspección sobre ti mismo, descubres: a) que eres; b) que eres y puedes no ser; c) que eres un yo, corpóreo, con inteligencia y voluntad libre, d) orientado esencialmente a la capacidad del amar al otro en tanto otro; e) y que ese amor genuino te devuelve a la esencia de tu yo, perdido en la existencia inauténtica del correr y del hacer.

1.2.La esencia de tu yo.

Pero, ¿en qué se funda que nuestro yo, que tanto trabajo nos cuesta des-cubrir, sea, como habitualmente se dice, único, irrepetible? Como hemos visto, no es tanto lo que haces lo que te define como tal: eres radicalmente único, individual, aunque luego tu comportamiento pueda ser parecido al de los demás, justificada o injustificadamente.

Eres radicalmente único porque toda persona tiene su esencia individual, de manera mucho más transparente que las demás cosas. Toda persona humana es humana, y en tanto humana es igual a cualquier otra persona, y en ese sentido tienen todas las personas igual dignidad y merecen igual respeto. Y esa naturaleza no es algo en el aire: esa naturaleza humana existe realmente y totalmente, no parcialmente, en todos los seres humanos: Juan y Pedro son ambos totalmente humanos. Pero su nombre propio no es una concesión, como hacemos como una mascota. Revela una especial y más evidente individualidad: su nombre propio muestra su esencia individual, aquello por lo cual Juan es Juan y no otro. Y ese “aquello”, hemos visto, no es la historia de tu vida, no es tu naturaleza desplegada (virtudes) o tapada (defectos): es quien radicalmente eres, aunque hayas estado siempre oculto. Es quien eres esencialmente, siempre, desde el primer segundo de tu vida hasta el último. Ese yo tiene, como vimos, dos potencialidades muy importantes y especiales, a través de las cuales se despliega: su conciencia de sí (inteligencia) y su capacidad de decisión (voluntad). Pero aunque estas hayan estado también cortadas, tapadas, enmudecidas, tu yo, allí está, como ese Leonard (otro Leonard) que buscaba el Dr. Sayer en la película Despertares.

Cuando estás en plena conciencia de ti mismo, cuando estás lo más lúcido y libre que puedes estar, en nuestras siempre limitantes circunstancias humanas, el yo, como dice Edith Stein, es como el centro en el espacio del alma[2]. En ese sentido sí eres el centro del universo, porque el universo no es ya el espacio infinito de Newton, sino tu mundo circundante, alrededor de ti, y tú mismo, como un automóvil, circulas por él, y tú eres el centro, que, en el lugar del conductor, conduce. Pero el centro no se mueve. ¿Qué quiere decir ello? Que tu esencia individual es siempre la que es. Cuando la des-cubres, descubres a su vez que tus acciones más genuinas son resultados más bien espontáneos de ese propio modo de ser que, actuando, se despliega. Tus acciones de-fectuosas, más que acciones, han sido en realidad omisiones de lo que podrías haber hecho a partir de la esencia de tu yo. Te has movido, sí, pero en dirección contraria a tu yo, como un auto que da marcha atrás, se da contra una columna y se abolla.

1.3.Las no vividas vidas[3].

Pero, ¿qué es de lo que “hemos podido ser y no hemos sido”? ¿Qué son de aquellos sueños, ilusiones, que sabemos, en nuestro interior, que no son meros caprichos, sino parte de la esencia de nuestra yo?

Es verdad que nuestra vida pudo haber tomado caminos auténticos, y que, por circunstancias diversas, no pudimos seguir. Aceptar ello es aceptar nuestra humana condición. Pero ello muestra que la esencia del yo –como nada de lo real- no es algo unívoco, sino análogo, múltiple, que se despliega de manera concéntrica a un punto. Pero, las “no vividas vidas” ¿no implican que no se pudieron desplegar? En cierto sentido sí, en cierto sentido no. En cierto sentido sí, porque hay aspectos de la esencia de nuestro yo que hubieran implicado un camino que no se tomó. Hay que aceptarlo, porque cuanto más rica es esa esencia, más van a ser los caminos no tomados, paradójicamente. Pero, por el otro lado, esos caminos viven en ti, porque se despliegan, se abren paso, inevitablemente, a través de las ventanas de tu alma: tus virtudes, los otros a quienes miras y escuchas, tus actitudes vitales más profundas ante el camino que ya estás caminando. Siempre eres tú: en el camino que caminas se despliega también el camino no recorrido. De un modo imperceptible a veces. No, no va a salir en ningún test de los inventados por la razón calculante. Va a salir en la intimidad de tu mirada, en la vida, sanamente inadvertida, de tu razón amante.


[1] Stein, Edith: Ser finito y ser eterno, FCE, 1996, p. 523.

[2] Stein, Edith: Obras Selectas, Ed. Monte Carmelo, Burgos, 1998, p. 445.

[3] Ver Mallea, E., citado por Luis J. Zanotti en La hora de encontrarse a sí mismo, Ed. De Belgrano, Buenos Aires, 1994, Introducción.

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor en las Universidades Austral y Cema. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Publica como @gabrielmises

Mauricio Macri y su segundo tiempo

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 26/11/2en: https://www.infobae.com/opinion/2022/11/26/mauricio-macri-y-su-segundo-tiempo/

Sé que el ex presidente está imbuido de las mejores intenciones y quiere lo mejor para la Argentina, pero resultan una pena sus reiteradas referencias al peronismo

Mauricio Macri (Franco Fafasuli)

Mauricio Macri (Franco Fafasuli)

Como es de público conocimiento tuve tres reuniones muy cordiales por zoom con Javier Milei y Mauricio Macri al efecto de acercar posiciones dado que el primero ha instalado en el nivel político un discurso liberal no visto en los últimos largos tiempos desde la perspectiva moral, institucional, jurídica y económica.

También como es sabido la gestión gubernamental de Macri fracasó no solo debido a su posición minoritaria en el Congreso sino porque, por ejemplo, en el Ejecutivo aumentó ministerios junto al gasto público, entregó planes sociales a los piqueteros, acentuó de modo alarmante la inflación y la deuda estatal, implantó nuevamente el cepo cambiario e intentó designar a dos miembros de la Corte Suprema por decreto, todo lo cual fue inaugurado con un bailecito con la banda presidencial en la Casa de Gobierno absolutamente impropio del sistema republicano. También en tren de inauguraciones el ex presidente lo hizo con el monumento a Perón junto a Hugo Moyano.

Ahora con inmensa tristeza y dolor declaro que me vuelve a desilusionar Macri luego de sus declaraciones en el programa televisivo de Morales Solá que resumió al sostener que “si Perón viviera se afiliaría a Juntos por el Cambio”. Una persona que dice que el populismo debe acabar en nuestro país pero pondera al rey del populismo es debido a uno de dos motivos. O no tiene idea de qué sucede o nos toma el pelo, como sé que Macri no es mala persona concluyo lo primero lo cual no lo habilita para conducir un espacio opositor al chavismo local y mucho menos volver a gobernar. En el mejor de los casos el ex presidente incurre en severas contradicciones.

Desafortunadamente en su espacio hay coincidencias varias respecto a las simpatías por el peronismo y afines, aunque no son por suerte todos, esto resulta cuando menos inquietante frente al monótono estatismo que venimos padeciendo en las últimas largas décadas con los calamitosos resultados por todos conocidos. Lo dicho no es óbice para recibir con los brazos abiertos a ex peronistas, es decir aquellos que han optado por abandonar las recetas que condujeron a la decadencia moral y material de nuestro país otrora el aplauso del mundo cuando se aplicaron los valores alberdianos. Se insinuó el abandono de esos principios primero con Juárez Celman que tuvo que rectificar Pellegrini, luego con quien dejó de lado las recomendaciones liberales de Leandro Alem, es decir Yrigoyen a pesar de contar con resguardos institucionales como el notable ministro de la Corte Suprema Antonio Bermejo, un desbarranque que fue acelerado primero por el golpe fascista del 30 y luego con el levantamiento militar del 43 que dio comienzo al peronismo que como han puntualizado entre muchos otros Jorge Luis Borges y Mario Vargas Llosa fue el comienzo del derrumbe precipitado argentino que continúa hasta nuestros días.

Al efecto de resumir el significado del peronismo, recuerdo parcialmente algunos aspectos centrales sobre los que escribí con anterioridad. Resulta sumamente curioso pero a esta altura del siglo XXI cuesta creer que existan aun personas que con un mínimo de conocimiento se autotitulen peronistas. Se ha probado una y mil veces la corrupción astronómica del régimen (Américo Ghioldi, Ezequiel Martínez Estrada), su fascismo (Joseph Page, Loris Zanatta), su apoyo a los nazis (Uki Goñi, Silvano Santander), su censura a la prensa (Robert Potash, Silvia Mercado), sus mentiras y adoctrinamiento sistemático en los colegios (Juan José Sebreli, Fernando Iglesias), la cooptación de la Justicia y la reforma inconstitucional de la Constitución (Juan A. González Calderón, Nicolás Márquez), su destrucción de la economía (Carlos García Martínez, Roberto Aizcorbe), sus ataques a los estudiantes (Rómulo Zemborain, Roberto Almaraz), las torturas y muertes (Hugo Gambini, Eduardo Augusto García), la imposición del unicato sindical y adicto (Félix Luna, Damonte Taborda) y la destrucción moral y material en gran escala (Ignacio Montes de Oca, María Zaldívar).

A este prontuario tremebundo cabe agregar apenas como muestra cuatro de los pensamientos de Perón, suficientes como para ilustrar su catadura moral. En correspondencia con su lugarteniente John William Cooke: “Los que tomen una casa de oligarcas y detengan o ejecuten a los dueños se quedarán con ella. Los que tomen una estancia en las mismas condiciones se quedarán con todo, lo mismo que los que ocupen establecimientos de los gorilas y enemigos del Pueblo. Los Suboficiales que maten a sus jefes y oficiales y se hagan cargo de las unidades tomarán el mando de ellas y serán los jefes del futuro. Esto mismo regirá para los simples soldados que realicen una acción militar” (Correspondencia Perón-Cooke, Buenos Aires, Editorial Cultural Argentina, 1956/1972, Vol. I, p. 190). A lo que cabe agregar la vergonzosamente laudatoria carta de Perón a Mao el 15 de julio de 1965 en medio de las horrendas y repetidas masacres de ese nefasto régimen, misiva que comienza con “Mi querido Presidente y amigo”.

También proclamó “Al enemigo, ni justicia” (carta de Perón de su puño y letra dirigida al Secretario de Asuntos Políticos Román Alfredo Subiza). En otra ocasión anunció que “Levantaremos horcas en todo el país para colgar a los opositores” (discurso de Perón por cadena oficial de radiodifusión el 18 de septiembre de 1947). Por último, para ilustrar las características del peronismo, Perón consignó que “Si la Unión Soviética hubiera estado en condiciones de apoyarnos en 1955, podía haberme convertido en el primer Fidel Castro del continente” (Marcha, Montevideo, febrero 27 de 1970).

Algunos aplaudidores y distraídos han afirmado que “el tercer Perón” era distinto sin considerar la alarmante corrupción de su gobierno realizada principalmente a través de su ministro de economía José Ber Gelbard quien además provocó un grave proceso inflacionario (que denominaba “la inflación cero”) y volvió a los precios máximos de los primeros dos gobiernos peronistas (donde al final no había ni pan blanco en el mercado), el ascenso de cabo a comisario general a su otro ministro (cartera curiosamente denominada de “bienestar social”) para, desde allí, establecer la organización criminal de la Triple A. En ese contexto, Perón después de alentar a los terroristas en sus matanzas y felicitarlos por sus asesinatos, se percató que esos movimientos apuntaban a copar su espacio de poder debido a lo cual optó por combatirlos.

A nuestro juicio la razón por la que se prolonga el mito peronista se basa en la intentona de tapar lo anterior con una interpretación falaz de lo que ha dado en llamarse “la cuestión social” en el contexto de la imposición de un sistema sindical copiado de Mussolini, leyes de alquileres y desalojos que arruinaron los patrimonios de tantas familias de inmigrantes, una inflación galopante que se pretendió disimular con controles de precios para “atacar el agio y la especulación”, con una colosal cerrazón del comercio exterior administrado por el corrupto IAPI, el abrupto aumento de la pobreza y una degradación en todos los niveles gubernamentales.

En este sentido de “lo social”, transcribo una carta del Ministro Consejero de la Embajada de Alemania en Buenos Aires Otto Meynen a su “compañero de partido” en Berlín, Capitán de Navío Dietrich Niebuhr O.K.M, fechada en Buenos Aires, 12 de junio de 1943, en la que se lee que “La señorita Duarte me mostró una carta de su amante en la que se fijan los siguientes lineamientos generales para la obra futura del gobierno revolucionario: ´Los trabajadores argentinos nacieron animales de rebaño y como tales morirán. Para gobernarlos basta darles comida, trabajo y leyes para rebaño que los mantengan en brete´” (copia de la correspondencia mecanografiada la reproduce Silvano Santander en Técnica de una traición. Juan D. Perón y Eva Duarte, agentes del nazismo en la Argentina, Buenos Aires, Edición Argentina, 1955, p.56). La cita de Perón es usada también por Santander como epígrafe de su libro.

Economías alambradas, inflaciones galopantes, regulaciones asfixiantes, endeudamientos públicos colosales, gastos astronómicos de los aparatos estatales, impuestos insoportables y demás parafernalia son las indefectibles recetas de los populismos siempre estatistas y corruptos.

Como también hemos señalado en otras oportunidades, el nivel de vida no se mejora con voluntarismos enfundados en decretos sino en incrementos en las tasas de capitalización (a contracorriente de aquello de “combatiendo al capital”), lo cual, a su vez, solo puede lograrse en el contexto de marcos institucionales civilizados donde se respete el derecho de todos. Tortuosos intervencionismos estatales provocan desempleo, especialmente de la gente que más requiere trabajar, al imponer salarios nominales y equivalentes que no se condicen con el nivel de ahorro interno y externo captados en inversiones productivas. Por eso es que en todos los populismos el nivel de vida se contrae lo cual se agrava con el establecimiento de sistemas de pensiones compulsivas y quebradas por un nefasto procedimiento que cualquier análisis actuarial denuncia.

Las redistribuciones de ingresos operadas desde los aparatos estatales necesariamente van a contramano de las asignaciones realizadas por los consumidores según sean sus prioridades y deseos. El machacar con el igualitarismo de resultados siempre conspira contra mejores ingresos para la población puesto que arrancan el fruto del trabajo de los más eficientes que son precisamente los que permiten el ascenso en la pirámide patrimonial a los que vienen desde la base, situación que es bloqueada y saboteada por impuestos que no permiten la movilidad social según la capacidad de cada cual de servir a sus semejantes. En este cuadro de situación se termina por favorecer a pseudo empresarios que se alían con el poder político para usufructuar de privilegios que permiten explotar miserablemente a sus semejantes.

En el caso que nos ocupa principalmente en esta nota, sería bueno para los argentinos que, como primer paso, nos diéramos cuenta de la importancia de respetar principios republicanos elementales y en esa línea argumental que supiéramos leer adecuadamente nuestra propia historia para no repetir los tumbos. En este sentido, tal como he reiterado antes es del caso tener presente las presidencias ejemplares con notables ministros de hacienda como Nicolás Avellaneda con Bonifacio Lastra, el antes mencionado Carlos Pellegrini con Emilio Hansen, Sarmiento con Luis L. Domínguez y Roca con Juan J. Romero.

Es de interés señalar que el balance neto del caso del menemato en el contexto de reiteradas apologías a la tiranía rosista resultó en incrementos del gasto público, el déficit y la deuda en medio de gran corrupción desde el sonado caso inicial de los guardapolvos hasta el contrabando de armas y la explosión de Río Tercero recurriendo a los fueros para evitar la cárcel. El modelo de tipo de cambio fijo y política monetaria pasiva (llamado “convertibilidad”) propuesto por el entonces ministro de Economía ajeno a la corrupción junto con otras medidas con intención meritoria y buenos resultados finalmente explotaron por los aires por lo dicho, junto con las deficiencias de traspasos de monopolios estatales a manos de monopolios privados en cuya situación naturalmente los incentivos operan en una dirección más fuerte para expoliar a los congéneres.

Por su parte, Winston Churchill el jueves 6 de octubre de 1955 -cinco meses después de haber dejado su cargo como Primer Ministro- condensó ante la prensa internacional la política que comentamos en este registro periodístico de la siguiente manera: “Perón es el único soldado que ha quemado su bandera y el único católico que ha quemado sus iglesias.” Ya somos grandes para incurrir en sandeces de la naturaleza señaladas.

Sé que Mauricio Macri está imbuido de las mejores intenciones y propósitos y quiere lo mejor para nuestro país pero resultan una pena sus reiteradas referencias a lo que nos encaja en lo peor de Argentina puesto que no es la primera vez que alude al peronismo en el contexto expresado. En lo personal apunto que es una desazón ya que tenía esperanzas que rectificara los errores de su primera gestión, modificara algunas declaraciones y marcara un rumbo diferente. Por ello es que con pesar digo que tal vez haya que resignarse a que finalmente y después de todo lo suyo sea el fútbol, aunque despejado de su alarmante y gravísima afirmación sobre “la raza superior” de los alemanes con toda su espantosa y horrenda connotación, sobre la cual afortunadamente reconoció su peligrosísimo e inaceptable bochorno.

Cierro con un pensamiento Juan Bautista Alberdi -el padre de nuestra Constitución- que en las antípodas del peronismo y de todo estatismo resume el rol del aparato de la fuerza en una sociedad libre: “Si los derechos civiles del hombre pudiesen mantenerse por sí mismos al abrigo de todo ataque, es decir, si nadie atentara contra nuestra vida, persona, propiedad, libre acción, el gobierno del Estado sería inútil, su institución no tendría razón de existir” (Buenos Aires, Imprenta La Tribuna Nacional, El Proyecto de Código Civil para la República Argentina, Obras Completas, tomo vii, sección iii, p. 90).

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

¿Por qué me alejé de Ayn Rand?

Por Iván Carrino. Publicado el 5/10/2en : https://www.ivancarrino.com/por-que-me-aleje-de-ayn-rand/

En mis días como estudiante en la facultad de Ciencias Económicas de la UBA -créase o no- había una cierta aceptación del hecho de que una economía de mercado era el mecanismo adecuado para producir bienes y servicios de manera eficiente, crear riqueza, etc. Sin embargo, nadie estaba muy cómodo con ello. Era como si se aceptara la realidad, pero a regañadientes. En el fondo, el problema con el capitalismo era que estaba basado en ese sentimiento antipático, mal visto… éticamente inferior: el egoísmo.

Ni siquiera los seguidores de Adam Smith, el clásico autor de “la mano invisible” y de la búsqueda del interés propio, estaban dispuestos a defender el egoísmo a secas.

Entonces llegó Ayn Rand. El título de su libro, “La Virtud del Egoísmo”, ya decía mucho. La “reserva moral” que casi todo el planeta tiene con la economía de mercado, estaba a punto de ser cuestionada.

Yo tenía alrededor de 20 años… Y el libro me fascinó. No solo Rand estaba dando una batalla que -desde mi conocimiento- nadie había dado antes (el debate por el estatus ético de la economía de mercado y de la libertad humana), sino que lo hacía sin ningún tipo de ambages

Tras devorar “La Virtud…”, leí “Los Que Vivimos”, una extraordinaria novela histórica sobre la revolución rusa, “Capitalismo: el ideal desconocido”, e “Himno” que -debo decir- no llamó particularmente mi atención.

Pero me pregunto ahora, en retrospectiva: ¿qué me cautivó más de La Virtud del Egoísmo de Rand, la lógica de los argumentos o lo encendido de sus discursos? ¿Lo coherente de su hilo conductor, o la facilidad que la autora mostraba para tratar a cualquiera que se opusiera a sus ideas, de comunista o fascista?

Tiempo después, lo que entonces consideré que era la fortaleza de Ayn Rand, fue lo que me terminó alejando de sus planteos fundamentales.

Me pasó que, de repente, me vi a mí mismo como una persona que por leer algunos libros ya había encontrado la verdad, no solo en términos de conocer provisionalmente los medios adecuados para alcanzar un fin determinado, sino en términos de cuál es la moral, la ética, verdadera, la correcta, la superior. Acto seguido, terminé tratando (o al menos juzgando) a cada uno que no coincidía conmigo, como un inmoral, un irracional, un nazi o un comunista.

Y algo me hizo ruido de esa circunstancia. ¿Habrá algo en los escritos de esta autora norteamericana que justifique las sensaciones que ahora les comparto?

Entiendo que sí, y ofreceré a continuación los dos temas fundamentales que, creo, fueron los me alejaron de la “filosofía de Rand”. El primero es la ausencia de medias tintas. El segundo, lo que entiendo es una falla epistemológica. A mi juicio, por más que podamos coincidir en la “superioridad moral” del capitalismo, no ofrece Rand argumentos suficientes para sostener la afirmación.

Vamos primero al primer punto. En un video, que me pasó un joven entusiasta de las ideas de la libertad, se escucha a Ayn Rand hablar sobre el altruismo. Como forma de ilustrar su relato, podemos ver a un hombre que va quitándose nada menos que pedazos de estómago para dárselos a otras personas. Me pregunto: ¿no es un montón? Ni el más autopercibido altruista considerará que una forma lógica de ilustrar su forma de ser es sacándose hígados e intestinos para prestarlos a otros. ¿Para qué tamaña exageración?

Yendo a mi querido “La Virtud”, Rand destaca la importancia de la razón, del uso de la mente, para lograr producir y, con eso, contribuir al sostenimiento de la vida de cada individuo. Pero sostiene, en este punto, que la diferencia entre “enfocar la mente” o no hacerlo es la diferencia entre la vida o la muerte. La realidad, no obstante, es que a veces podemos no enfocar nuestra mente y no estamos, por ello, arriesgando nuestra vida. Siguiendo con el mismo tema, sostiene Rand que “el hombre es libre para elegir no ser consciente, pero no es libre para escapar a la sanción que merece la falta de conciencia: su destrucción” (p. 32). Nuevamente, vida o muerte, pensamiento o destrucción. ¿No será mucho? Sí, lo es.

Para dar un ejemplo más sobre este asunto, en la página 46, Rand dice algo que suena bien, pero no resiste el análisis detenido y frío: “El hombre que no se valora a sí mismo no puede valorar a nada o a nadie”. Me pregunto: ¿Qué pasa con el que se valora a sí mismo, pero no al 100%? ¿No estamos todos acaso en dicha situación, lidiando más o menos con temas de autoestima? ¿Y no amamos, o valoramos, acaso, en un 20%, 50% o 100% a los demás de todas formas?

La frase en cuestión puede estar muy bien para una charla de café, un consejo a un amigo o un grafiti en un baño, pero no llamemos a esto alta filosofía ni verdad objetiva. Además, no hay una fundamentación, un hilo lógico ni una prueba que nos convenza realmente.

Y este es el problema más general que le encuentro a su defensa del egoísmo, una faceta del comportamiento humano que yo también defiendo -aclaro- pero donde entiendo que Rand no logra probar su punto. Es que la autora no busca simplemente decir que el egoísmo no tiene efectos sociales adversos, o que está bien moralmente perseguir objetivos individuales. Intenta demostrar que toda forma de manejarse que se aleje de su definición de egoísmo es una irracionalidad. Y que toda política que atente contra la persecución de dichos objetivos individuales es lo mismo que el nazismo y el comunismo.

Para Rand existe un valor objetivo, un “valor supremo” (p. 24), que es la vida humana o “vida del hombre” (p. 33). Además, sostiene que no se trata de cualquier vida, sino la de “un ser racional”, lo que quiere decir alguien que no solo sobreviva de forma “momentánea o meramente física” (p. 35), que no sea un “playboy” (p.35), sino que tenga como “propósito fundamental” el “trabajo productivo” (p.36). Este individuo, además, debe perseguir la felicidad, pero no cualquier felicidad. Por ejemplo, no podría perseguirse la felicidad del “corredor de autos de carrera”. Él tiene una “aparente felicidad”, pero dicho sujeto es en realidad un “irracionalista” que, a través del placer momentáneo que le genera la carrera, intenta aliviar su estado de “terror crónico” (p.41).

Uno lee esto y piensa: ¿en serio? ¿Y vos quién sos para juzgarlo?

¿Cuál es el problema con el corredor de autos de carrera? Para el caso, cuál es el problema con toda una industria mundialmente famosa y pujante. Por dar solo un dato, los 10 pilotos mejor pagos de la Fórmula 1 en el año 2022 cobrarán aproximadamente 175 millones de dólares, dinero que sale de los auspiciantes que, a su vez, esperan así vender más de sus productos a los cientos de millones de fanáticos en todo el planeta. ¿Estamos hablando de cientos de millones de irracionales?

Desde mi punto de vista, Ayn Rand parte de una falacia, comúnmente llamada “falacia naturalista” que consiste en sostener que, porque algo ocurre en la naturaleza, entonces debe ocurrir de esa forma. Cuando uno aplica ese criterio a lo que hacen las plantas, no hay muchas formas de saber si el razonamiento es erróneo. La planta hace fotosíntesis, entonces suponemos que “debe hacer” fotosíntesis, que si no la hace muere, y que eso es “malo” para la planta.

El problema es que el mismo razonamiento no es válido para los seres humanos. El ser humano respira, pero no podemos concluir de ahí que el ser humano “deba respirar”, que ese sea su deber moral. Los casos de eutanasia deberían probar este punto.

¿Qué pasa cuando individuos libres deciden no preservar su propia vida? ¿Son irracionales? ¿Su ética conduce al fascismo? No veo cómo.

Sin embargo, Rand sostiene que para vivir de acuerdo a los designios de la naturaleza los hombres racionales deben producir su sustento con su propio esfuerzo, sin sacrificar a nadie en el proceso. De aquí se deriva su “principio social básico”:

“El principio social básico de la ética objetivista es que, así como la vida es un fin en sí misma, todo ser humano viviente es un fin en sí mismo, y no el medio para los fines o el bienestar de los otros (…) el hombre debe vivir para su propio provecho, sin sacrificarse por los demás y sin sacrificar a los demás para su beneficio” (p.39)

Hagamos un punto ahí: ¿qué pasa con el que no vive de su trabajo? ¿Qué pasa con el heredero, o el hijo de millonarios? Por otro lado, ¿qué cuenta como sacrificio?

Está claro que asaltar al vecino es sacrificar lo suyo por lo mío. Ahora, ¿cobrar impuestos es lo mismo? Por otro lado, yo coincido en que esta forma de vivir es mejor que otras, ¿pero demuestra Rand eso alegando que “la naturaleza” dispuso que así sea?

Es la propia Rand la que rechaza, por un lado, éticas sociales o éticas religiosas, pero en estas afirmaciones naturistas parecería estar reemplazando a Dios por la Naturaleza.  Peor aún, ni siquiera por “la naturaleza”, sino por su propia interpretación de lo que es la naturaleza. Nuevamente, no hay pruebas ni argumentaciones lógicas que demuestren que, “como la naturaleza así lo dispuso, así es como debemos actuar”. Hay solo postulados, afirmaciones contundentes, sin medias tintas, con tono enojado. Pero eso no reemplaza la argumentación sólida.

Volvamos a la cuestión del sacrificio… De acuerdo con la moral objetivista, nadie debe exigir el sacrificio de un tercero para su propio beneficio. Si así lo hiciera, sería considerado un parásito. Rand observa:

“Si algunos hombres intentan sobrevivir por medio de la fuerza bruta o el fraude, saqueando, robando, estafando o esclavizando a los que producen, sigue siendo cierto que su supervivencia solo es posible por el esfuerzo que han realizado sus víctimas (…) los saqueadores, les confiscan. Son parásitos incapaces de sobrevivir…” (p. 34)

Y agrega más adelante:

“El principio político básico de la ética objetivista es: ningún hombre tiene el derecho de iniciar el uso de la fuerza física contra otro (…) hombre, grupo, sociedad o gobierno tiene el derecho de asumir el rol de un criminal…” (p. 47).

Ahora bien, cabe preguntarse aquí por qué, entonces, Ayn Rand no era anarquista. Es que siguiendo esta lógica, no puede justificarse la existencia de la policía pagada con impuestos. Dado que la policía le cobra impuestos a José para proteger la propiedad de Jimena, esto implica que el estado “saquea”, aunque sea en una pequeña proporción, a José para beneficio de Jimena. Para ser coherente con el planteo del sacrificio CERO (no ser un “parásito”), cada cual debería protegerse de la inseguridad sin exigir la “ayuda compulsiva” de nadie, cosa que hacen los impuestos.

Para Rand “el único propósito correcto, moral, de un gobierno es la protección de los derechos del hombre” (p. 47), pero como argumenta Rothbard (1982), el gobierno no puede realizar esa protección de los derechos sin, a la vez, violar esos derechos. ¿Cómo se sale de ese encierro? Desde mi punto de vista, o aceptando que hay ciertos “saqueos”, “fuerzas brutas”, “fraudes”, “robos”, que son correctos, o abandonando por completo toda la retórica incendiaria y repensando nuevamente el origen de la vida en sociedad.

De nuevo, no es un tema de que uno no valore el capitalismo de laissez faire, la economía de mercado, las libertades individuales. Es un tema de no compartir la fundamentación de su defensa.

Para Rand, las cosas son sencillas. Hay “hechos” o hay “caprichos” (p.20), y los hechos se corresponden con “la realidad objetiva”, con “la naturaleza de las cosas” (p. 20), porque “A es A” y A no puede ser No A. Tras ello sostiene que entonces la naturaleza dispone que los hombres tengamos vidas de “seres racionales” –con todo lo que Ayn Rand considera que es la vida de un ser racional- de la misma forma que la naturaleza dispone que las plantas hagan fotosíntesis y los leones cacen ciervos. Pero, de nuevo, esto deja afuera la búsqueda de la felicidad como valor supremo (y, como podrá comprenderse, enteramente subjetivo) y lo sustituye por el valor objetivo de la vida productiva de la mente enfocada.

La pregunta es: ¿por qué? Y la respuesta es que no hay muchos por qué, sino la necesidad de justificar –en algo aparentemente híper-ultra-súper-mega sólido- la idea de que ningún individuo, ni grupo de ellos, puede ni debe atentar contra la propiedad privada de otro individuo.

No se trata de decir que ir contra la propiedad privada generará determinados fines que no valoramos… se trata de encontrar argumentos ad-hoc para poder sostener que ir contra la propiedad privada no solo es contraproducente, sino inmoral, irracional, parasitario, autodestructivo… Pero la justificación no es correcta. A es A, y un estado intervencionista no viola el hecho de que A sea A. Lo mismo la vida de un ladrón. Un ladrón no es irracional. Es despreciable, claro, pero su conducta es perfectamente racional, y su ética puede ser reprochable, pero no es CONTRA-NATURA.

Entonces: ¿qué hacemos? Bueno, cometeré una herejía para la filosofía de Rand pero voy a decir lo siguiente: ¿qué tal si, a diferencia de lo que plantea Ayn Rand, la ética sí fuera una cuestión subjetiva? ¿Qué tal si los individuos tuviesen como principio ético fundamental perseguir “sus deseos”? ¿Estaríamos condenados entones a “odiar, temer y luchar los unos contra los otros…” (p. 43)? ¿Caeríamos irremediablemente en un mundo dominado por “el renunciamiento, la resignación, la negación de uno mismo y toda forma de sufrimiento, incluyendo la autodestrucción” (p. 49)?

Mi respuesta es contundentemente negativa. Y es que, precisamente, el liberalismo no es una filosofía de cómo vivir tu vida, sino una filosofía política que aspira a garantizar la vida pacífica y armoniosa de una comunidad. Y precisamente lo que se ha encontrado, desde una perspectiva liberal, para garantizar esto, es el máximo respeto por cada ética, moral, religión, y forma de vida individual humanamente posible, siempre y cuando no se invada –de forma violenta- la esfera de desarrollo de otro individuo.

John Stuart Mill nos decía algo de eso ya a mediados del siglo XIX. Para el filósofo inglés, cada uno debía ser libre de elegir su “modo de ser”, sin importar que otros lo juzgaran negativamente:

“El principio de la libertad humana requiere la libertad de gustos y de inclinaciones, la libertad de organizar nuestra vida siguiendo nuestro modo de ser, de hacer lo que nos plazca, sujetos a las consecuencias de nuestros actos, sin que nuestros semejantes nos lo impidan, en tanto que no les perjudiquemos, e incluso, aunque ellos pudieran encontrar nuestra conducta tonta, mala o falsa”

Ahora bien, la persecución de nuestros fines personales no es ilimitada, y por eso no lleva necesariamente al choque de intereses, al menos no en un orden político liberal. Es que, para Mill, junto con otros muchos pensadores de la tradición liberal, la acción individual tiene un límite claro: el daño o amenaza de daño a terceros. Nuevamente Mill:

“Ningún hombre puede, en buena lid, ser obligado a actuar o a abstenerse de hacerlo, porque de esa actuación o abstención haya de derivarse un bien para él (…) Éstas son buenas razones para discutir con él, para convencerle, o para suplicarle, pero no para obligarle o causarle daño alguno, si obra de modo diferente a nuestros deseos. Para que esta coacción fuese justificable, sería necesario que la conducta de este hombre tuviese por objeto el perjuicio de otro (…) Sobre sí mismo, sobre su cuerpo y su espíritu, el individuo es soberano.”

En la misma línea, Rallo nos recuerda las palabras de Herbert Spencer, quien sostenía que “todo hombre tiene derecho a reclamar la más amplia libertad para el ejercicio de sus facultades que sea compatible con la posesión de esa misma libertad por el resto de los hombres”.

O sea que un orden liberal no basado en la percepción randiana de los mandatos de la naturalezano tiene por qué derivar en una lucha eterna de deseos en conflicto, incluso cuando no exija el seguimiento de ciertos valores morales únicos. Dentro de un marco de reglas adecuadas, que defiendan los derechos individuales, podrán convivir múltiples moralidades, religiones, múltiples formas de llevar adelante la vida individual, familiar, amorosa, vincular, sin que nada de esto represente un peligro para la supervivencia de la libertad humana. Y sin que eso sea un atentado contra la razón.

Ahora bien, habrá algunos valores que, en la medida que a través de la cultura terminen influyendo en el marco institucional en el que nos manejamos, pueden llevar al abandono de la libertad. Pero de nuevo, eso no hace que esos valores sean irracionales, o antinaturales, simplemente hace que sean muy indeseables, malos, nefastos, ridículos, si lo que queremos es una sociedad donde cada persona puede realizarse a sí misma, gozando de la máxima libertad posible, compatible con la máxima libertad de sus conciudadanos.

Para cerrar, espero haber sido relativamente claro. Estoy de acuerdo en todas las conclusiones prácticas de Ayn Rand. Y valoro enormemente el magnífico trabajo hecho en la difusión de unos valores que creo urgentemente necesarios. Es solamente que no comparto los fundamentos lógicos en que estas conclusiones se basan. Espero que en los próximos minutos tengamos un buen debate sobre estos asuntos.

Muchas gracias,

IC

El debate completo que tuvimos a continuación con Yaroon Brook, Tara Smith y Marcos Falcone, puede verse haciendo click aquí abajo:

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano. Es Investigador Asociado del Centro FARO, de la Universidad del Desarrollo de ChileEs Sub Director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE. Sigue a @ivancarrino

Gobernantes inmorales: estamos contratando a los peores miembros de la sociedad, o muy debajo del promedio

Por Martín Krause. Publicada el 21/11/22 en: https://bazar.ufm.edu/gobernantes-inmorales-estamos-contratando-los-peores-miembros-la-sociedad-debajo-del-promedio/

Michael Huemer es uno de mis filósofos políticos preferidos, entre los jóvenes contemporáneos. Su libro The problem of Authority es muy recomendable. Aquí escribe sobre este tema, una columna titulada “Immoral Rulers: https://fakenous.substack.com/p/immoral-rulers

“El problema del poder

Uno de los problemas clave con la idea misma del gobierno: contratas a algunas personas para que vigilen a otros y eviten que se porten mal. Tienes que dar a los observadores suficiente poder para hacer cumplir las reglas morales correctas. Pero estos observadores no son más morales que las personas a las que vigilan. Entonces, ¿qué les impedirá usar ese poder para salirse con la suya con el mismo tipo de actos inmorales que se supone que deben prevenir?

Ese es un problema prácticamente insoluble dentro del paradigma del gobierno. Pero el problema es peor de lo que parece, porque no se trata solo de que los observadores sean humanos con las mismas debilidades y defectos que todos los demás. Una vez que hay posiciones de poder, las personas que terminan en ellas suelen ser más inmorales, más deshonestas, más propensas a aprovecharse de los demás, que las personas sobre las que gobiernan.

Piensa en la reputación de los políticos. No son exactamente conocidos por ser las personas más honestas y honorables, ¿verdad? Todo lo contrario. Junto con los abogados, tienen la peor reputación de honestidad u honorabilidad de cualquier profesión. (Dejando de lado las «profesiones» como ladrón o traficante de drogas). Parece que estamos contratando, quizás no a las peores personas de la sociedad, pero sí a personas que están muy por debajo del promedio, para gobernar a todos los demás.”

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade). Sigue a @martinkrause

LA MÁXIMA PRUEBA DEL MÁXIMO ANTI-ANTISEMITISMO

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 20/11/22 en:

https://gzanotti.blogspot.com/2022/11/la-maxima-prueba-del-maximo-anti.html

Tengo cierta dislexia conceptual por la cual a veces me confundo izquierda y derecha, arriba y abajo, sobre todo desde el punto de vista espacial. El GPS dice a la izquierda y yo doblo a la derecha. Los GPS tendrían que incorporar un insulto automático al usuario, que a mí me vendría muy bien. Escribiendo, a veces, también me pasa. Hace poco quise escribir «Perón» y puse «perdón». Me quise matar. 

Así que en ese caso tuve máximo cuidado: no estamos hablando del máximo anti-semitismo sino del máximo ANTI-antisemitismo. 

Conocí a Carlos Maslatón en 1976. Unos seis años después me enteré de que era judío. «¿Cómo, no sabías?», fue el típico comentario. No, ¿por qué tenía que saberlo?, respondí. ¿Qué agregaba o quitaba a mi relación de amistad con él?

«Es judío»; «mirá que es judío». ¿Y? A ver, NO judíos que me leen, ¿de ustedes dicen, habitualmente, «mirá que es católico» (bueno, tal vez últimamente…), mirá que es protestante, mirá que es no creyente, mirá que es marciano, mirá que su color favorito es el colorado?

¿Por qué es relevante esa «info adicional»? ¿Qué tiene que ver para que seas amigo, colega, compatriota y vecino? ¿Qué agrega? ¿De qué tenés que estar «prevenido»? ¿Hay algún temor? ¿Te va a hacer ir a una sinagoga? ¿Vas a tener que circuncidarte? ¿Qué? ¿Qué te va a pasar?

La pura verdad es que nada. ¿Y entonces? ¿De dónde viene esa costumbre de «andar informando» (como si la información neutra fuera posible) que tal o cual persona «es judía»?

A mí no me importa nada si alguien es tal cosa o tal otra para ser amigo, colega, alumno, profesor o compañero de viaje, salvo que esa persona en particular tenga algún especial interés en que yo camine con los pies y no con las manos so pena de ofernderse conmigo. En cuyo caso es un problema de ESA persona y su (accidental) pertendencia al «grupo de caminarás con las manos o muerte», en cuyo caso sí, ok, comprendo que alguien me diga «mirá que vas a tener que caminar con las manos». 

Ese andar comentando quién es judío y quién no, el andar contando, de tus amigos y etc., quién es judío y quién no, es el primer síntoma de antisemitismo, aunque después lo trates muy bien. «Es judío PERO es mi re-amigo», te puedes decir a tí mismo con orgullo, sin darte cuenta del horrible prejuicio que pesa sobre tu existencia. 

Las personas son únicas, irrepetibles e imposible es pretender juzgarlas o conocerlas por su pertenencia a razas, religiones, naciones o profesiones. Sí, puede ser que todo ello pueda justificar, con sumo cuidado metodológico, un tipo ideal weberiano, que es apenas un constructo, un modelo, para manejarnos con prudencia en el complejo mundo de las ciencias sociales. Pero nada más. Cada persona es un mundo. Puede ser que alguien haya formado parte de una asociación delictiva, pero tampoco eso determina la naturaleza de su esencia. Todos los seres humanos son humanos (las cosas que hay que aclarar….); más allá de eso, cada uno tiene una esencia individual irreductible a su grupo sociológico de pertenencia. 

El día que dejemos de ocuparnos de quién es judío y quién no, habremos dado un verdadero paso adelante hacia el verdadero anti-antisemitismo. 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor en las Universidades Austral y Cema. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Publica como @gabrielmises

Sobre emigrar (2º parte)

Por Gabriel Boragina. Publicado en: http://www.accionhumana.com/2022/10/sobre-emigrar-2-parte.html

Se suele indicar como una de las causas de la emigración que muchos jóvenes »se rompen la cabeza» estudiando y luego no encuentran trabajo de lo que estudiaron.

Mi experiencia como profesor y educador de varios años me permite decir que acá -de un buen tiempo a esta parte- nadie »se rompe la cabeza» estudiando. Eso era hace mucho. Pero en los tiempos que corren doy plena fe que en el sistema argentino se llega a tener un título muy fácil. Hay varias causas que -a mi modo de ver- lo explican:

1.                  Hay muchos más centros de estudios hoy que antes.

2.                  La mayor competencia aumenta la oferta y baja el precio.

3.                  La elección estudiantil se orienta a la oferta de menor costo para recibirse más rápido.

4.                  Se sacrifica la calidad por la cantidad de títulos a expedir.

5.                  Reina el facilismo por doquier, tanto en el campo educativo como en el laboral.

6.                  Abundan universitarios en desmedro de otras actividades menos cualificadas.

7.                  Los que están dispuestos a pagar más por recibir una educación de calidad cada vez son menos y no más.

8.                  Todos los institutos educativos están regulados por el gobierno, lo que deteriora agigantadamente la calidad en contenidos y resultados.

9.                  Las profesiones tienden pues a proletarizarse.

Es verdad que hay una cierta tradición por la cual es un orgullo que uno reciba un título universitario a una edad muy joven. Sin embargo, recibir un título universitario a los pocos años de haber terminado el ciclo secundario no transforma por sí mismo al egresado en un profesional. Hay algo muy devaluado y -por ende- soslayado en la sociedad de nuestro tiempo que se llama experiencia. Y a esa edad ni siquiera se tiene experiencia de vida.

En tanto, nos guste o no, lo que el mercado paga no es el título sino la experiencia. Y los jóvenes no la tienen. Hay que hacerla. Es una realidad hasta natural.

Esa es la parte que les disgusta. La mayoría quiere sueldos gerenciales sin experiencia, ni siquiera de vida. Siempre les digo a mis alumnos: no se apuren en recibirse. Mientras estudian busquen adquirir experiencia.

Pero el argentino promedio quiere todo junto: títulos, mucho dinero, lujo, vacaciones pagas, aguinaldos, premios, bonificaciones, prebendas, pero poco o nada de esfuerzo, y si no le dan eso dicen que sus empleadores son unos negreros explotadores, y se van afuera del país pensando que en el exterior no hay negreros explotadores que sólo viven en su imaginación. La mayoría de los que emigran son socialistas.

Y también soy empleador. Y como empleador también puedo dar fe que es muy poca la gente (al menos en Buenos Aires) que quiere trabajar. Pese a las restricciones gubernamentales (que son ciertas y muy fuertes) siempre hay áreas en donde el trabajo sobra. Sin embargo, el argentino promedio quiere »la fácil».

El problema de fondo de los que defienden la emigración no es económico, ni político sino cultural.

En rigor de verdad, el teletrabajo ha venido a suprimir o reducir en gran volumen la necesidad de emigrar.

Salvo algunos poco rubros, sobre todo en las tareas eminentemente manuales, el resto de los trabajos se pueden hacen en modo remoto.

Redes sociales laborales -como LinkedIn- muestran a menudo avisos de empresas extranjeras que contratan personal en diferentes países para que trabajen cómodamente desde sus hogares nativos con sueldos en dólares o euros, como si estuvieran trabajando en el exterior, pero con la gran ventaja de hacerlo sin moverse de la silla de sus casas en su país de origen.

Entonces, ¿cuáles son las verdaderas causas de la emigración en los tiempos que corren?

Estimo que hay que buscarlas entre las psicológicas.

Y creo que de ellas la más importante es las crisis en las familias, donde entran a jugar cuestiones de índole emocional.

La ruptura familiar es cada vez más frecuente. Hijos que quieren separarse de sus padres u otros familiares convivientes poniendo cada vez mayores distancias físicas entre ellos.

No son temas económicos, por cuanto los jóvenes que emigran son en su gran mayoría de familias acomodadas o de la mal llamada »clase media». No podría ser de otra manera, porque los costos de emigrar son muy altos, sobre todo en los países de menores recursos. No son los pobres los que emigran actualmente porque, sencillamente, si aún quisieran hacerlo, carecen de los medios para ello.

Lo que precisamente ha hecho que los costos de emigrar se eleven es la irrupción de internet y el teletrabajo, que hacen de la emigración algo antieconómico, aun desde el propio punto de vista del emigrante.

Y tampoco, en general, son dificultades políticas, salvo en los países con verdaderas dictaduras como Cuba y Venezuela. En el resto de la región no se ha llegado a esos extremos.

Por supuesto que las razones familiares que atribuimos como causa de los que emigran no son aceptadas en la mayoría de los casos, ni por las familias de los emigrantes ni por estos mismos. Y es -de alguna manera- comprensible que así sea, porque son cuestiones dolorosas, que muchas veces se prefieren ocultar y no hacer explícitas aunque si implícitas.

A ninguna familia le gusta reconocer esta realidad y-nuevamente- es entendible. Entonces recurren a excusas típicas en estos casos: le echan la culpa ‘’al país’’, a los gobiernos, a la mala suerte, al hado, en fin, a todo aquello que no tenga que ver con la verdadera causa: ellos mismos. Sirve también para que los partidos de la oposición le echen la culpa a los partidos en el poder, como a menudo se escucha.

De nuevo reiteramos que, estos conceptos no aplican a los casos límites de países como Cuba o Venezuela, pero, si son enteramente adaptables a otros países como, por ejemplo, la Argentina.

Y esta causa familiar es un problema cultural y de educación que trasciende (y en mucho) lo meramente político y económico.

Los que acusan a la economía y a la política de ser ‘’causantes’’ de la emigración, olvidan que ellos votaron a esos gobiernos que están acusando. Lo que les quita toda seriedad.

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. Síguelo en  @GBoragina

DOWNTON ABBEY Y LOS CAMBIOS SOCIALES

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 4/9/22 en: https://gzanotti.blogspot.com/2022/09/downton-abby-y-los-cambios-sociales.html

La impecable serie británica Downton Abbey (https://es.wikipedia.org/wiki/Downton_Abbey) nos genera una reflexión muy importante para los tiempos actuales.

La serie (perfectamente actuada, guionada y dirigida) narra la vida de una familia aristocrática británica entre 1912 y 1925, enfocándose en los graduales cambios en las costumbres sociales que Gran Bretaña y el mundo enfrentan en esa época.

En todos los personajes, rígidos usos y costumbres tienen que adaptarse a ciertas flexibilidades y moderaciones que algún conservador podría considerar una involución. Pero veremos que no es así.

Robert, el pater familis, está adherido sin darse mucha cuenta a su posición social y a la rígida moral victoriana, pero tiene un buen corazón que le permite perdonar y comprender. Da la imagen del custodio de tradiciones que juzga, pero va apareciendo gradualmente un salomon que dicta muchas veces la palabra final de una justicia adaptada a la misericordia y la comprensión.

Cora, su esposa norteamericana, lo ayuda en esos cambios. Su personaje actúa muchas veces a través de miradas y gestos totalmente elocuentes. Viene de EEUU, sabe lo que es la igualdad bañando como un suave aceite a los engranajes delicados de la aristocracia de la que ahora forma parte.

Violet, la madre de Robert, sin duda uno de los personajes mejores logrados y actuados, encarna a la perfección la defensa de las tradiciones inglesas. Pero de esas tradiciones puede surgir, precisamente, una sabiduría práctica, a veces tragicómica, que le permite resolver para bien los osados cambios que llegan, inevitablemente, a través de la vida de sus nietas y las nuevas circunstancias de la Inglaterra posterior a la Primera Guerra. En la sexta temporada tiene unas líneas escritas, al parecer, por Hayek: la aristocracia es la defensa de la libertad individual ante el avance del Estado. Cora le responde: ya no estamos en 1215. No. Lamentablemente no.

Mary, la hija mayor, tiene un super yo aristocrático casi tan enorme como la Abadía de Westminster. Pero la pérdida de su virginidad prematrimonial, pecado social terrible para una mujer de su posición, la muerte de su primer esposo, su enamoramiento posterior de un noble sin recursos y las peleas con su hermana Edith la van ablandando hasta convertirla en heredera de la comprensión de su padre.

Edith es la que más sufre ante la condena social de su tiempo. Tiene una hija extramatrimonial a la que ama entrañablemente pero se ve obligada a ocultarla. Pero, lentamente, todos se van enterando, y todos, a su modo, tienen que aprender a amar y aceptar, incluso la rígida madre de su segundo gran amor. Edith, además, sale adelante como editora de una revista femenina en Londres. Es una mujer emprendedora. Sin abandonar a su familia, sale en conquista de su lugar en el mundo.

Sybil, la menor, es la más revolucionaria. Convierte a su cuasi-castillo familar en un hospital de campaña durante la primera guerra, donde ella misma hace de enfermera, y no tienen problemas en enamorarse y casarse con el chofer de la familia, de cuyas ideas laboristas se enorgullece. Muere trágicamente al dar a luz quedando envuelta en un halo de santidad revolucionaria.

Tom es el chofer “socialista”, anti-monárquico, que se casa con Sybil. Impresionante cómo Tom, y a la vez Robert, Violet y también Mary, tienen que cambiar su mirada. Ambos grupos aprenden que puede haber decencia de ambos lados. Tom sabe comprender y a la vez guardar distancia, y sabe dar el giro a la izquierda sin provocar accidentes.

Y así sucesivamente. Esta entrada no pretende describir todos los personajes. Sólo estoy dando algunos ejemplos.

La relación con la “servidumbre” es también conmovedora. Los Crawley saben que su trabajo no los convierte en esclavos y los tratan con amor y dignidad. Entre la llamada servidumbre se ven los tironeos de los tiempos. Carson es la defensa de la tradición. Daisy es la revolucionaria. Molesley es elevado a maestro de la escuela de Downton, porque se había educado a sí mismo (cosa que hoy, en tiempos supuestamente más audaces, NO se podría hacer); Beryl, la cocinera, instala su propia posada; Anna y Bates encarnan un amor entrañable e inquebrantable. Barrow es homosexual y todos, hasta él mismo, aprenden a amarlo, a convivir con él, a aceptarlo. Afín a pequeñas intrigas maquiavélicas al principio, tal vez como resultado del rechazo social, su corazón también se ablanda y crece en la comprensión hacia los demás.

Tal vez alguien pudiera pensar que estas tensiones entre lo viejo y lo nuevo deberían ser mal vistas por algún defensor de valores morales objetivos. De ningún modo. Dentro de la moral está la comprensión, la misericordia, la tolerancia, la convivencia con la imperfección, el abstenerse de juzgar a los demás, el saber que nadie puede tirar la primera piedra. Que ello se confunda con relativismo es comprensible pero no es así. Mary no tenía que ser considerada “material averiado” por haber perdido su virginidad, y menos aún Edith por haber tenido un hijo fuera del matrimonio, que debía ser aceptado y amado, como finalmente ocurrió. Tom enseña con su prudencia que él era un igual en dignidad y nobleza, aunque no fuera “noble”, y su matrimonio con Sybil así lo demuestra. La comprensión de Robert y Violet ante los problemas de su familia y de su tiempo no es debilidad: es fortaleza y justicia.

Alguno me va a decir por qué no veo con tan buenos ojos a los cambios que actualmente propone el lobby LGBT. Muy simple: porque yo no acepto la coacción. Sí, hace perfectamente bien toda la familia Crawley en NO denunciar a Barrow a la policía, pero a Barrow no se le ocurre que un mundo al revés pudiera ser justo, o sea, un mundo donde los denunciados a la policía (bajo acusaciones de odio y discriminación) somos todos los que pensamos diferente.

La diversidad de posiciones morales y sociales, sobre la base del respeto mutuo, era la bandera del liberalismo clásico. Esa era la verdadera diversidad, la que iba avanzando sobre una moral victoriana que era cruel en su juicio y ejecución. La diversidad proclamada por el lobby LGBT y ETC es una farsa, sólo esconde el intento totalitario de cancelar, precisamente, a todo lo diverso a lo LGBT. En un mundo liberal clásico no hay persecuciones mutuas. Sólo hay personas y relaciones entre personas que ejercen su liberad individual. Dentro de la cual está la libertad del error de ser intolerante y cruel con el que piensa diferente: quien cometa ese error se quedará solo, mascullando sus prejuicios, pero sólo lo que atenta contra la vida, propiedad y libertad está prohibido.

Downton Abbey, desde mi intentio lectoris, es liberal clásica. Quienes la interpreten diferente (no sé sus guionistas) no advierten la diferencia entre le evolución y la violencia, entre la convivencia y el relativismo. Sí, la diversidad llegó para quedarse, pero la diversidad no es violencia, la diversidad es libertad. 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor en las Universidades Austral y Cema. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Publica como @gabrielmises