Mientras haya déficit, habrá inflación

Por Martín Krause. Publicada el 23/5/16 en: http://www.lanacion.com.ar/1901436-mientras-haya-deficit-habra-inflacion

 

Muchos argentinos decidieron dejar de lado el relato de los últimos doce años y cambiar. Con el regreso a la actividad política de la ex presidente, muchos se han preguntado de qué magnitud ha sido ese cambio y cómo es que algunos siguen atados a tal relato pese a las noticias, sobre todo judiciales, que leemos a diario.

En efecto, en algunos temas el relato estatista y populista sigue tan vivo como siempre, entre otras cosas porque presenta explicaciones simples que apelan más a las pasiones que a las razones. Esto se refleja en una cuestión tan acuciante como la inflación. Desde el escolástico de la Escuela de Salamanca Juan de Mariana o el escocés David Hume, la ciencia económica ha comprendido la relación que existe entre el crecimiento de la oferta de dinero más allá de su demanda y el aumento generalizado de los precios. Mariana observaba entonces el fenómeno debido al ingreso a España de metales provenientes de América.

El relato populista sostiene que la causa de la inflación no es la emisión monetaria, sino la “puja distributiva“: distintos sectores de la sociedad pujan por subir sus ingresos vía mejoras de sus precios y esto desata una espiral inflacionaria. Los empresarios aumentan sus precios, luego los sindicatos buscan aumentar los salarios y así sucesivamente. El Estado se ve forzado a convalidar esos nuevos precios con una mayor cantidad de moneda para que se realicen todas las transacciones y no caiga la actividad económica. A la luz de lo que ocurrió estos últimos meses, esta explicación pareciera tener cierto sentido.

Esta explicación cae como anillo al dedo a la visión estatista porque, según ella, el Estado no es el causante de la inflación. Es más: debe intervenir en ese proceso a través de una “política de ingresos” para intermediar en la puja o para aplacarla. Y le permite también echar la culpa de la inflación a otros. Y conviene echársela a los empresarios o, en particular, a los supermercados, ya que son pocos en comparación con los votos que pueden obtenerse de los asalariados y el conjunto de los consumidores.

Sin embargo, es falsa. Si cuando los empresarios suben sus precios el Estado no emitiera más moneda, los consumidores no tendrían con qué pagarlos y los precios bajarían. Es decir, aun si hubiera tal puja, sin emisión monetaria, si unos precios suben otros han de bajar: no hay moneda para todos. Otras cuestiones serían: ¿y en todos los países donde no hay inflación acaso no hay puja distributiva? O ¿qué es lo que tienen todos los bienes y servicios en común para que todos aumenten al mismo tiempo, en lugar de algo más normal, como que unos suban y otros bajen? Respuesta: la moneda; es ésta la que está perdiendo valor.

Los estatistas contraatacarían: “Vean Estados Unidos, han emitido grandes cantidades y no hay inflación”. Correcto. Pero es necesario afinar el análisis. No hay un vínculo directo entre la cantidad de moneda emitida y todos los precios. Por un lado, tenemos lademanda de dinero: puede haber situaciones donde la autoridad monetaria emita pero aumente la demanda de dinero, o aumente la producción de bienes y servicios cuyas transacciones requieren utilizar más dinero. Por otro lado, no todos los precios aumentan al mismo tiempo y en la misma proporción. Lo que sucede en Estados Unidos es que ese aumento de la oferta monetaria ha terminado en un aumento de las reservas de los bancos, reacios a prestar luego de la crisis (es decir, aumento de la demanda de dinero) y, por otro, que el índice de precios al que normalmente suponemos mide la inflación no mide los precios de todos los bienes. Tal vez los que están en el índice no aumenten pero otros sí lo hagan (a esto le llamamos “burbujas”). O tal vez los precios deberían estar cayendo y la emisión monetaria genere inflación porque impide que caigan.

Lo cierto es que la inflación es claramente un fenómeno monetario. Y en el caso argentino su explicación es relativamente simple: el Estado gasta de más (aquí sí podemos hablar de puja o “piñata” distributiva, porque todos los sectores quieren más gastos, subsidios, etc.), luego emite para pagar sus gastos, ese dinero sale a la calle a través de los pagos que el Estado realiza y quienes los reciben salen a su vez a gastar o, tal vez, alguno ahorre o compre dólares.

Tan simple como eso, o no tanto. Los argentinos hemos vivido con grandes déficits fiscalesalta inflación y hasta hiperinflación durante décadas. La mayoría hemos nacido y vivido en tiempos inflacionarios. Y así y todo nos cuesta entenderlo. Hemos dicho “basta de dictaduras”, “basta de violaciones de derechos humanos”, pero no logramos comprender las causas para decir “basta de déficit fiscal” y, por ende, basta de inflación. No le saltamos a la yugular de un gobierno cuando tiene déficit de la misma forma en que lo haríamos si descubriéramos que es corrupto o que hace fraude.

Tan fuerte es nuestra creencia en la versión popular de la teoría de la puja distributiva que demandamos permanentemente que el gobierno haga algo para detener la suba de los precios. Hace poco, un funcionario era entrevistado en un programa de televisión y la periodista le preguntaba: “¿Están tomando alguna medida concreta para detener la suba de los precios?”. El funcionario comenzaba a argumentar que se buscaba arreglar el tema de los holdouts para poder tomar deuda y cubrir el déficit, así reducir la emisión monetaria y, por lo tanto… Y la periodista insistía: “Pero, dígame una medida concreta para hacer frente a la inflación”. Y así más de una vez.

Obviamente, o la periodista quiere reflejar la opinión popular al respecto o no sabe nada de la relación entre emisión monetaria y precios. Entonces, si tenemos votantes que compran la versión barata de la teoría (la culpa es del carnicero) y eventualmente pueden llegar a votar en consecuencia, el Gobierno responde a eso. Se vuelve supermercadista: vamos a crear unos 50 mercados que tendrán precios “cuidados”, no descuidados, confirmando entonces que la versión populista de la inflación ha de tener razón, o algo, aunque estén actuando desde la otra perspectiva. Vamos a multiplicar estos planes sociales, etc. ¿De dónde va a salir el dinero para todo eso, teniendo en cuenta que el mismo gobierno ha señalado que hereda un déficit fiscal de más de 5 puntos del PBI? No niego la necesidad coyuntural de alguna de estas acciones, pero tampoco hay que negar que ese mayor gasto o se cubre con más emisión y, por ende, más inflación, o se cubre con más deuda.

La emisión monetaria y la deuda son dos cosas poco visibles para el votante. Éste observa los precios, que afectan directamente su presupuesto. La emisión y la deuda son cosas algo lejanas. Y los gobiernos argentinos oscilan entre una y otra cosa, llevándonos ya sea a la híper o al default, o moviéndonos en la dirección de uno o el otro.

Así seguiremos, en tanto no se derrumbe el mito del Estado paternalista al que le pedimos de todo, para luego desentendernos de cómo se paga. No me cobren impuestos porque no me gusta, pero adelante con la emisión o la deuda, que no noto que las pague a menos que genere una crisis. El populismo argentino ha alimentado las dos variantes.

Estamos saliendo de la versión inflacionista, ¿para reingresar en la versión deudora? ¿O será esto algo pasajero para salir del mal momento heredado? No hay límites institucionales, o legales, ni para uno ni para otro caso. En definitiva, dependerá de los argentinos y cuán dispuestos estemos a dejar atrás un relato que lleva ya varias décadas.

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

Cómo desactivar la bomba fiscal que nos hereda el populismo

Por Pablo Guido. Publicado el 29/12/15 en: http://www.rionegro.com.ar/diario/como-desactivar-la-bomba-fiscal-que-nos-hereda-el-populismo-8034593-9539-nota.aspx

 

El nuevo gobierno asume en una situación delicada en materia económica: 1) nueve años consecutivos con alta inflación (25%); 2) retraso enorme de las tarifas de servicios públicos; 3) colapso del comercio exterior; 4) pobreza que ronda el 30% de la población, y 5) un ingreso por habitante en retroceso desde el 2012.

Sin embargo, hay un problema que se ha minimizado: la «bomba» fiscal que ha construido el gobierno saliente. El gasto público tuvo un nivel histórico del 30% del PBI en las últimas cuatro décadas. Dado que la carga tributaria históricamente se ubicó por debajo de aquel nivel, los gobiernos tuvieron que recurrir a fuentes de financiamiento complementarias: la emisión y el endeudamiento. Así es que terminamos en 1989 con la hiperinflación y en el 2001 con el default. En los últimos doce años el gasto ha llegado al récord del 48% del PBI. Este proceso ha llevado a su vez a otro récord: la presión tributaria es una de las más elevadas del planeta: 40% del PBI. ¿Es sostenible un nivel de carga tributaria como el actual?

Según datos de la OCDE y el FMI, los países desarrollados que enfrentan un nivel de presión tributaria similar al nuestro tienen un ingreso per cápita bastante mayor. Países como España, Reino Unido, Canadá, Nueva Zelanda o Israel tienen un ingreso promedio un 50% mayor que el de la Argentina (u$s 33.000 vs. u$s 22.500, en términos de PPA).

¿Y cuál es el problema?, preguntarán algunos. Básicamente es que la presión tributaria que hay que pagar en nuestro país no es compatible con nuestro nivel de ingresos. Entonces, o suben nuestros ingresos un 50% o baja la presión tributaria unos 10 puntos porcentuales del PBI. Para subir los ingresos de la población tiene que generarse un «tsunami» de inversiones para poder incrementar la productividad y los salarios. Este proceso lleva tiempo. Pero la paradoja es que uno de los factores que retrasaría aquella «ola» de inversiones es el altísimo nivel de carga tributaria que enfrentan las empresas residentes en el país. Las que operan en el sector formal soportan una carga tributaria efectiva mayor al 60% de sus ingresos. No habría que esperar un «tsunami» de inversiones con este escenario. Vendrán, pero no las necesarias para crecer anualmente al 6% durante dos décadas y, así, alcanzar un ingreso como el de España o Nueva Zelanda. La otra estrategia para hacer sostenible el nivel de ingresos con una carga tributaria pagable es reducir esta última. ¿Cuál es el problema de disminuir la presión tributaria? Que el gasto se ubica casi en el 50% del PBI y tiene que ser financiado por tributos para no terminar emitiendo o endeudándose exageradamente como lo hicimos durante las décadas del 80 y 90.

No queda otra que bajar el gasto en términos del PBI. ¿Por dónde empezar? La respuesta sería motivo de otro artículo. Lo importante es comprender que un mayor gasto público implica siempre un nivel de presión tributaria más grande. «No hay magia». Porque toda suba del gasto estatal confluye en más impuestos, siempre. Sea que emitamos dinero o que nos endeudemos. El nivel de gasto actual es incompatible con el nivel de ingresos de nuestros habitantes, porque el gasto se financia siempre con impuestos y este nivel de presión tributaria no puede ser pagado con los ingresos que hoy tienen los contribuyentes.

En otras palabras, para alcanzar los niveles de ingresos de los países desarrollados no se puede tener una carga tributaria como la actual. Por lo tanto, la salida eficiente es realizar una reforma del sector público seleccionando cuáles son las funciones que debe realizar el Estado y cuánto dinero asignar a las mismas con una presión tributaria pagable. No se pueden buscar «atajos» sustituyendo una rebaja tributaria mediante una política crónica de endeudamiento o emisión monetaria. La historia nos muestra que estos sustitutos de las reformas terminan en crisis fiscales que se «llevan puesta» la economía.

 

Pablo Guido se graduó en la Maestría en Economía y Administración de Empresas en ESEADE. Es Doctor en Economía (Universidad Rey Juan Carlos-Madrid), profesor de Economía Superior (ESEADE) y profesor visitante de la Escuela de Negocios de la Universidad Francisco Marroquín (Guatemala). Investigador Fundación Nuevas Generaciones (Argentina).Director académico de la Fundación Progreso y Libertad.

Rodrigazo vs. Kirchnerazo

Por Nicolás Cachanosky. Publicado el 30/12/13 en:  http://economiaparatodos.net/rodrigazo-vs-kirchnerazo/

Si bien es cierto que las comparaciones son tramposas, no es menos cierto que son ilustrativas. En las últimas semanas parecen haberse incrementado, en cierta medida, las comparaciones entre la situación económica actual y las previas al Rodrigazo en 1975. La receta de este problema es muy simple: “Paso 1: emita dinero y no deje que los precios suban de modo tal que eventualmente deban subir toda la inflación acumulada de golpe. Paso 2: póngale el nombre de este suceso al ministro que le tocó destapara la olla a presión; no vaya a ser cosa que se relacione al aumento del nivel de precios con la alta inflación más control de precios que su propio gobierno puso en práctica durante años anteriores. ¿No sería más preciso hablar de Gerbardazo, o Peronazo, en lugar de Rodrigazo?”¿Se está ante un problema potencialmente similar en el mediano plazo?

El Rodrigazo de 1975 no fue otra cosa que el desenlance de una mala política económica y monetaria.  Entre 1967 y 1972, años bajo gobierno militar, la inflación (compuesta) anual fue del 25.6%. Es decir, un nivel similar de estos últmos años. 1973 fue año de transición al retorno de Perón al poder. En 1973 y 1974 la inflación fue de 61.2% y 23.5% respectivamente. Cuando Hector Cámpora asume como Presidente lo trae a José Gelbard como ministro de economía quien decide combatir la inflación con control de precios (nunca más atinada la frase “cualquier parecido con la actualdiad es pura casualidad.”) El problema del control de precios es que no elimina el problema de fondo de la inflación, que es un exceso de oferta monetaria sobre al demanda de dinero. Lo que sin control de precios es un aumento del nivel de precios en paralelo con el exceso monetario se transforma en una olla a presión que eventualmente hará que los precios salten poniéndose al día con la inflación acumulada pero aún no representada en los precios.

Gelbard renuncia en 1974 y luego de un corto período a cargo de la cartera de Alfredo Gómez Morales se lo elige a Celestino Rodrigo como el nuevo ministro de economía. Es a Celestino Rodrigo a quien le toca “poner la cara” y hacerse cargo de la distorsión de precios producida por la inflación y las políticas de Gelbard. Se podrá discutir si el método que Rodrigo eligió para intentar solucionar el problema estuvo o no bien implementado, pero es un acto de negación ignorar la complicada herencia que le dejaron como si el problema hubiese empezado y terminado con Rodrigo.

El Rodrigazo puede resumirse en los siguientes puntos:

  • ·         Aumento del 100% de los costos de servicios y transporte público (tarifas)
  • ·         Devaluacion del 150% frente al dólar comercial (había un tipo de cambio diferenciado para el sector financiero)
  • ·         Aumento de hasta 180% en los combustibles
  • ·         “Salariazo”

A pesar del salarizo, la inflación se aceleró disminuyendo el salario real. Entre 1976 y 1983 la inflación (compuesta) anual fue del 166.4%. Más que quintiplicó a la del período 1967-1972. La CGT reaccionó con la primer huelga general en el gobierno de Perón. El deterioro institucional fue tal que algunos sugieren que la inflación del 35% mensual que siguió al Rodrigazo fue un factor importante en el golpe militar del 76.

¿Cuál es la situación actual? ¿Cómo sería un Kirchnerazo si una medida similar se aplicase mañana?

Entre el 2001 y el 2013, la inflación acumulada es del 681% mientras que la tarifas aumentaron “sólo” un 144%. Esto quiere decir que las tarifas deben aumentar un 373% para equiparar el 681% de inflación acumulada aún no representada en las tarifas. Holgadamente más del 100% del Rodrigazo.

En cuanto al tipo de cambios, si asumimos en números redondos una cotización de 10ARS = 1USD como el tipo de cambio de equilibrio, entonces es necesario devaluar un 53.8% para llevar la cotización oficial de 6.50 a 10 como en el mercado blue o informal. Que el BCRA en los últimos días haya devaluado a una tasa anual en torno al 100% no es accidental. Lo que el BCRA hace es devaluar “un poco” todos los días para no tener que hacer un “Rodrigazo sobre el tipo de cambio.” La diferencia entre la devaluación del 53.8% y el aumento de tarifas del 373% es que el gobierno ha aceptado ajustar aceleradamente el tipo de cambio pero no se atreve a tocar el atraso tarifario.

Estos dos datos ofrecen un punto de comparación. En términos tarifarios, el Kirchnerismo estaría generando una situación notablemente más delicada que la del Rodrigazo. En términos de devaluación, el gobierno se encuentra en una mejor, o menos peor situación, debido a la acelerada depreciación del tipo de cambio oficial de los últimos meses. Es importante notar, sin embargo, que solucionar un problema no corrige el otro. Dicho de otra manera, si el BCRA logra cerrar al brecha cambiaria, eso no es solución del atraso tarifario.

Es muy difici predecir que podría suceder de darse un Kirchnerazo, dado que el desenlace depende de qué otras medidas se toman en paralelo. Por ejemplo, ¿se devalúa y ajustan tarifas y además se levanta el cepo o o se mantiene el cepo? ¿Se aumentan las expropiaciones o se da marcha atrás con los avallasamientos a los derechos de propiedad y actitudes anti mercado? ¿Cómo se va a manejar, desde los distintos niveles de gobierno el inevitable descontento social? Y, no menos importante, ¿qué explicacion se va a dar a la población de la tremenda factura que se les pasa? ¿Culpa del “vil mercado y los explotadores empresarios” o “culpa del desmanejo económico de un gobierno populista con inocultable sesgo autoritario”? ¿Cederá el gobierno aumentando aún más la tasa de inflación? Etc…

Creo que una última aclaración es oportuna. Cuando algunos economistas y analistas hacemos este tipo de comparaciones y ofrecemos nuestra opinión de manera cruda y objetiva, no es con ánimo destituyente ni golpista ni pesimismo por pesimismo propio. Es, por el contrario, motivado por un interés genuino en que la opinión pública y sobre todo los funcionarios públicos acusen recibo de los problemas que su desinterés por sus representados genera. Nada nos agradaría más que explicar las bondades y solidez de la economía a futuro, pero hacer la vista gorda a serios problemas es como el médico que oculta una terrible enfermdad a su paciente porque sólo gusta de dar buenas pero poco relevante noticias.

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE) y Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver.

La tablita cambiaria de los 70 y la de hoy

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 14/11/12 en:

 Según Aníbal Fernández,se debe «sostener un tipo de cambio con flotación administrada que garantice que podemos mantener la demanda». En realidad muy bien no se entiende la relación que hace entre flotación administrada y mantener la demanda, pero lo que sí queda claro, de acuerdo a la política cambiaria que lleva a cabo el Gobierno, es que está copiando la famosa tablita cambiaria de Martínez de Hoz en los 70. En ese entonces, aplicó una devaluación pautada, pero como la inflación, que en ese momento superó la tasa de inflación, el tipo de cambio real siguió cayendo hasta generar un serio problema en el sector externo a fines de 1980 y principios de 1981.

Si bien en los últimos meses el Banco Central aceleró un poco la tasa de devaluación del peso, claramente el aumento del dólar se encuentra muy por debajo de la tasa de inflación real, al igual que en la tablita cambiaria de los 70. Lo que nos dice Aníbal Fernández es que quiere anclar el tipo de cambio, al igual que se hizo con la tablita cambiaria, para desactivar la expectativas inflacionarias. El problema es que la gente no solo percibe la alta inflación. La gente no sigue la evolución de la emisión monetaria que está por arriba del 35% anual, pero sí sigue los precios internos y observa el desborde inflacionario que ha generado el Gobierno. A modo de ejemplo podemos citar el caso del stock de adelantos transitorios del BCRA al tesoro (pesos emitidos para financiar el déficit fiscal dado el desborde del gasto público). En octubre del año pasado ese stock era de $ 51.180 millones y en octubre de este año sumó $ 92.239 millones. Un incremento del 80% en un año. Es desborde de emisión por un gasto público creciente y cada vez más ineficientes se financia con el impuesto inflacionario.

 La diferencia entre la tablita cambiaria de los 70 y la actual es la forma de sostenerla. En los 70 se tomaba deuda pública y se subía la tasa de interés para ingresar dólares y evitar la suba del tipo de cambio. El mercado ajustaba por la cantidad de dólares de corto plazo que se obtenían. En la actualidad, por más que suban la tasa de interés ya nadie ingresa capitales en la Argentina. ¿Qué hacen entonces? Prohíben la compra de dólares para que la gente no pueda defenderse de la inflación que genera el Gobierno, aunque inicialmente habían dicho que la autorización previa de la AFIP era para justificar el origen de los fondos con que la gente compraba dólares. Es decir, fueron cambiando el discurso de acuerdo a la conveniencia del momento. Lo cierto es que en rigor, el problema de tipo de cambio real no lo resuelven ajustando el mercado por cantidad demanda de dólares. En todo caso lo postergan prohibiendo la compra de dólares. Es que en la medida que el BCRA siga empapelando de billetes la economía, la inflación continuará su curso inexorable, el tipo de cambio real caerá y, finalmente, el impacto sobre el sector externo se hará sentir por el lado de las exportaciones las que, por cierto, cayeron el 12% en septiembre pasado de acuerdo a datos del Indec.

El otro problema que tienen es que al deteriorar el tipo de cambio real afectan las exportaciones y, por lo tanto, para poder sostener algún nivel de saldo de balance comercial tienen que frenar cada vez más importaciones impactando en el nivel de actividad interna. Como dato a tener en cuenta hoy la demanda laboral en Capital Federal y el Gran Buenos Aires está un 10% por debajo de abril del 2002 que fue el peor mes del peor año de la crisis 2001/2002, la industria y la construcción llevan 6 meses consecutivos de caída y la actividad inmobiliaria cayó el 47% septiembre contra septiembre, solo por citar algunos sectores y no entrar en detalles con las economías regionales. De manera que Aníbal Fernández evita un problema social con la devaluación, pero genera otro problema social con la baja en el nivel de actividad (basta con ver la evolución de la recaudación de impuestos como el IVA DGI y el impuesto al cheque para advertir cómo se desacelera la economía).

Hoy la gente siente el impacto de menor demanda de trabajo y de la caída de su ingreso real por efecto de la inflación y la recesión que está generando el Gobierno, al tiempo que el sector externo se complica por la caída del tipo de cambio real. 

El mercado siempre ajusta por precio o por cantidad. Cuando a un producto el Gobierno le pone un precio artificialmente bajo, inevitablemente la demanda aumenta. Esa demanda que hacía la gente de dólares baratos en términos reales fue la que el Gobierno prohibió, pero no por eso soluciona el problema del comercio exterior. Con un dólar artificialmente barato, las exportaciones tienden a bajar y las importaciones a subir. Es más, con una brecha cambiaria del 30% se produce la subfacturación de exportaciones y las sobrefacturación de importaciones. El resultado es que como el Gobierno no puede solucionar el problema de la baja de las exportaciones, comprime más las importaciones y frena aún más la actividad económica por falta de insumos.

De manera que Fernández se equivoca al decir que quieren evitar un problema social. Lo están generando y en cantidades industriales. Y, encima, a pesar de prohibirle a la gente que compre dólares para defenderse de la inflación que genera el Central, la institución sigue perdiendo reservas. Al 31 de octubre pasado, las reservas del Central representaban menos del 40% del activo del banco, el resto son papeles sin valor que le entrega el tesoro al Central a cambio de las reservas que le quita. 

¿Cuál es el riesgo que se corre hacia el futuro? Varios, pero uno de ellos es que los pesos que emite y se quedan circulando en la economía y en los bancos, un día se transformen en una corrida financiera si la gente percibe que el dólar sigue estando cada vez más barato y la tasa de interés no la cubre de la tasa de inflación. Esta es una historia conocida por todos porque ya la vivimos varias veces. La apuesta de «te doy tasa dame dólares» fue la que llevó a la crisis del Plan Primavera en la década del 80. La gente devenga una ganancia en dólares colocándose en tasa de interés hasta que decide no jugar más y cambia pesos por dólares. Y cuando hace eso, retira su dinero de los bancos.

Digamos que la «solución» que propone el Gobierno es un doble sacrificio para la población. En el corto plazo le hace sentir el rigor de la inflación, la caída en el nivel de actividad y la menor demanda laboral. En el largo plazo el inevitable ajuste por precio del mercado de cambios y su impacto sobre el ingreso de la gente.

Antes de terminar deseo aclarar que no soy de los que creen que los problemas del sector real de la economía se resuelven con una devaluación. Por el contrario, una devaluación solo esconde, detrás de un tipo de cambio alto, las ineficiencias estructurales, pero esconderlas no es resolverlas. La solución pasa por reformas estructurales, disciplina monetaria y fiscal y respeto por los derechos de propiedad, algo que el Gobierno no va a hacer. Conclusión: mientras el Ejecutivo siga con estas políticas cambiaria, fiscal y monetaria inconsistentes, la gente sufrirá los efectos recesivos en el corto plazo y los más recesivos en el largo plazo cuando haya que hacer consistentes las tres políticas por imperio de la realidad.

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA)y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.