¿Vuelve el peronismo a la Argentina?

Por Alejandro Tagliavini. Publicado el 31/10/19 en:  https://www.ambito.com/vuelve-el-peronismo-la-argentina-n5062907

 

¿Vuelve el peronismo a la Argentina?

Argentina era rica, su ingreso per cápita -en dólares de 1992- era de US$ 3.797 en 1913, encima de Francia (3.452) y Alemania (3.134). Hoy es pobre. Aunque empezó antes, la caída se profundizó con Perón. Ahora, nadie es más peronista que los “antiperonistas” que le atribuyen al líder el ser omnipotente, al punto que él solo causó esta debacle.
El peronismo, que ha dominado la política local durante 70 años, volvería al poder tras ganar las elecciones presidenciales Alberto Fernández apoyado por Cristina Kirchner. ¿Pero, realmente vuelve… o nunca se fue? “No es que nosotros seamos tan buenos”, decía Perón, “sino que el resto son peores”.

Raúl Alfonsín, Fernando de la Rúa y Mauricio Macri son los únicos presidentes “no peronistas” desde la reinstauración de la democracia en 1983. Alfonsín, acosado por la hiperinflación, el caos y el estado de sitio, renunció en 1989. Lo sustituyó Carlos Menem. En 1999 fue elegido Fernando de la Rúa que, en 2001, también renunció en medio de otra fuerte crisis.

Macri terminaría su mandato el 10 de diciembre. ¿Cómo perdió las elecciones? Lo votaron peronistas -su candidato a vicepresidente fue un peronista histórico- y a Fernández lo votaron no peronistas. Macri perdió por dejar un país destrozado, con menos libertad individual, jactándose de aumentar el gasto en asistencialismo y con más empleados y empresas estatales. O sea que la vuelta del peronismo “oficial” es solo la continuidad, con otros matices.

Macri, hijo de un empresario -rico a partir de “privilegios” estatales- con su engañoso discurso “promercado” -cuando había mostrado ser lo contrario- enamoró a empresarios, presidentes y burócratas estatales como los del FMI que le prestaron US$ 57.000 millones -48% de todo lo prestado hoy por el organismo- para seguir agrandando el Estado.

Para más confusión, lo apoyó la derecha conservadora auto denominada “liberal”, pero con poco apego real a la libertad, que insiste en la misma cantinela -igual que el FMI- de un “ajuste” impotable: bajar el gasto estatal recortando sueldos, empleados y jubilaciones, lo que sería una bomba porque, dada la actual situación, crecería la desocupación y la marginalidad.

Antes debe desregularse fuertemente de modo que se expanda la economía, sobre todo el sistema laboral para que el mercado pueda absorber desocupados, deben venderse propiedades estatales lo que permitiría obtener recursos, ahorrar gastos y transferir empleados y así solucionar el déficit fiscal. Pero, primero debe desregularse el sistema sindical fascista de otro modo estos sindicatos -fuertemente politizados- impedirán cualquier movimiento, cosa que Macri y estos “liberales” nunca propusieron.

El anterior gobierno, de Kirchner, subió el gasto del 25 al 48 % del PBI, pero tuvo suerte y dejó un país creciendo al 2,7% anual. Macri aumentó ese gasto en términos relativos logrando una fuerte recesión al punto que el PBI caerá este año -3,1%, subió la presión fiscal, la deuda llevando los intereses al 70%, y la inflación hasta el 57,3% anual -superada solo por Venezuela y Zimbabue- del 27% que había encontrado. Deja en la pobreza a más del 35% de la población y en desempleo al 10% -desde el 9,2% que encontró- con un 50% de trabajadores en el mercado informal y de los restantes, formales, el 15% estatales y solo el 35% son del sector privado cuyos impuestos sostienen un Estado que, entre otras cosas, financia asistencialismo para 21,6 millones de personas.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE. Síguelo como @alextagliavini

El disparatado costo de cada legislador argentino sin datos engañosos

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 24/9/2019 en: https://www.infobae.com/opinion/2019/09/24/el-disparatado-costo-de-cada-legislador-argentino-sin-datos-enganosos/?fbclid=IwAR2CkfyqMTUmYFIctqH1zdJSlst37R3_gJgWphY9XtkE7gne9T5QhZ9Xb40

 

(NA)

En más de una oportunidad escribí sobre los gastos del Congreso de la Nación. Sin ir muy lejos, el 5 de marzo de este año publiqué en Infobae esta nota: “El descomunal costo del negocio de la política en la Argentina y por qué EEUU es casi 4 veces más eficiente”

En un debate en el programa A Dos Voces dije cuál es el costo de mantener a un diputado y a un senador, comparándolo con el caso español. Sin embargo, un grupo llamado Reverso, que creer tener el sello ISO 9001 para dárselo a quien considera correcto, salió con una nota diciendo que mi afirmación es Engañosa. De acuerdo al diccionario de la RAE, engañoso, significa: falaz, que engaña o da ocasión a engañarse. Por su parte, engañar significa, siempre de acuerdo a la RAE, hacer creer a alguien que algo falso es verdadero.

Para calificar mi afirmación del costo por diputado y por senador hicieron una nota en la que en vez de comparar el costo por senador y diputado, comparan los sueldos de los diputados y senadores argentinos con los de España. Esto me lleva a concluir que Reverso tiene gente incompetente o bien deliberadamente cambian la comparación engañosamente, porque no es lo mismo el sueldo de un senador o diputado que el costo total de su funcionamiento.

Los legisladores están en un edificio que consume energía, tiene seguridad, los legisladores tienen secretarias, asesores de prensa, asesores de todo tipo, internet y gastos generales. En otras palabras, para determinar cuánto le cuesta al contribuyente cada legislador hay que tomar no solo el sueldo del legislador, sino también los costos directos e indirectos, que pueden ser fijos o variables, para realizar sus funciones, costos que sabemos que nuestros legisladores parecen no contemplar a la hora de gastar la plata del contribuyente, pero sí lloran por los pobres con lágrimas de cocodrilos ante las cámaras de televisión, mientras una nube de asistentes suelen acompañarlos a los estudios y permanecer fuera de cámara.

Cuentas simples

Hecha esta aclaración, mi cuenta es muy sencilla: tomo los presupuestos asignados específicamente al Senado y a Diputados, aclarando que no incluyen los gastos de la Biblioteca del Congreso, ni la imprenta, ni ningun otro rubro, solo $9.157 millones asignados específicamente a senadores y $9.355 millones asignados a diputados. Esos montos los divido por el tipo de cambio promedio del euro en lo que va del año que me da $47,60, ese dato da que el Presupuesto 2019 de la Cámara de Senadores es de 192 millones de euros, dividido los 72 y por 12 meses, da un costo (no sueldo, costo) promedio mensual de 222.222 euros, más de lo que dije en televisión porque ese día tomé el tipo de cambio del miércoles pasado y ahora estoy tomando el tipo de cambio promedio de lo que va del año.

Así que el otro fui “engañoso” en mostrar un costo más bajo, no salario, por senador. Si hago el mismo ejercicio por diputado, el costo (no salario) por diputado da 63.878 euros mensuales de costo por legislador.

Haciendo el mismo ejercicio para ambas Cámaras en España, el costo por senador es de 17.540 euros mensuales contra los 222.222 euros mensuales que cuesta mantener un senador argentino y en el caso de los diputados un diputado español tiene un costo mensual 21.700 euros contra los 63.878 euros mensuales de cada diputado argentino.

Pero aún si tomamos solo el gasto en personal de ambas cámaras y comparándolas con las dos cámaras de España, vemos que el gasto en personal en Argentina es abismalmente superior al de la española, que tampoco se caracteriza por ser la pulcritud en el cuidado de los gastos.

No estoy tomando el Congreso sueco en que cada legislador se cocina y se lava su propia ropa y vive en un departamento mínimo. La comparación la hago con un país que tiene fuertes lazos con nuestros abuelos y tradiciones similares.

En el caso de la Argentina, del presupuesto de diputados y senadores de 2018, el 92% estuvo destinado al gasto en personal, así que no me pueden venir con obras de refacción ampliación o cualquier otra historia que genera engaño en el dato. La Cámara baja gasta 4,6 veces más en personal que la de España y la Cámara alta gasta 7,8 veces más que la española en personal.

Todos estos lujos de gastar la plata del contribuyente se lo dan a pesar de tener un ingreso per cápita que, de acuerdo a datos del Banco Mundial, en 2018 Argentina tenía USD 11.652 corrientes versus USD 30.524 de España. O sea, el habitante español tiene un ingreso per capita casi 3 veces superior al nuestro pero nuestros legisladores, que lloran por los pobres en televisión, mientras le cuestan al agobiado contribuyente 12 veces más los senadores argentinos que los españoles y 3 veces más los diputados argentinos que los españoles.

Finalmente, presento dos gráficos más, mostrando la evolución a pesos constantes de 2018, de los presupuestos de ambas Cámaras donde se puede observar que ambas aumentaron en términos reales sus gastos.

El ajuste lo hago tomando el IPC Congreso cuando el Indec destruyó las estadísticas en la era K y a partir de 2016 hago el empalme con el Indec recuperado gracias a la impecable tarea de Jorge Todesca al frente de esa institución.

El argumento que suelen usar algunos legisladores para defenderse frente a esta abrumadora evidencia, es decir que lo que ellos gasta es una parte ínfima del Presupuesto, lo cual es cierto. Ahora, ¿eso les da derecho a despilfarrar la plata del contribuyente total es una parte ínfima y acaso esa parte ínfima no es muchísimo dinero como costo por legislador?

Seguramente no se van a solucionar los problemas fiscales del país bajando solo los gastos del Congreso, pero por favor dejen de decir que la gente no aguanta más el ajuste cuando a todas luces ellos gastan fortunas para sacar leyes que impiden el trabajo de los que los mantienen o se concentran en debatir cuál es la capital nacional del salame quintero, declarar a la ciudad santafesina San Jorge como la “Capital Nacional de la Bolita de Cristal”, proponer a Cañuelas como “Capital Nacional del Dulce de Leche”, declarar “Capital Nacional del Asado con cuero” a la ciudad de Viale, Entre Ríos o declarar “Capital Nacional del Disfraz”” a la ciudad de Paraná, Entre Ríos, por citar algunos casos.

En definitiva: 1) no confundir salario del legislador con el costo de mantener a un legislador y 2) si corregimos el costo de mantener a cada legislador por la calidad de su trabajo, el costo puede tender a infinito.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE. Síguelo en @RCachanosky 

La ideología económica de los argentinos

Por Carlos Newland: 

 

Argentina es un caso único de involución económica. De pertenecer a principios del Siglo XX al conjunto de países de mayor ingreso per cápita, ha ido perdiendo puestos en la carrera mundial del crecimiento y hoy en día su tamaño a nivel global se ha reducido a la mitad de su peso en 1910. Sin duda un gran responsable de esta situación ha sido un entramado regulatorio institucional perverso que ha puesto todo tipo de frenos al desarrollo de sus fuerzas productivas. En el último Índice Fraser (2018) que mide la calidad institucional económica global, Argentina aparece en el puesto 160 de 162 naciones. Sólo es superada negativamente por Libia y Venezuela. Prácticamente todas las naciones africanas tienen mejores marcos de funcionamiento que la Argentina y sin duda un anhelo de sus habitantes debiera ser algún día parecerse más al continente negro.  ¿A qué tipo de instituciones se refiere el Índice Fraser?  A las regulaciones aplicadas sobre la iniciativa privada, el respecto a la propiedad, al tamaño del gobierno y de los subsidios, el proteccionismo, la inflación y el déficit fiscal, y la presión impositiva. Puede postularse que el marco institucional argentino no es consecuencia de algún factor aleatorio y circunstancial, sino que es en gran media una consecuencia del tipo de cultura económica poseída por su población, o su ADN ideológico, como se lo ha denominado recientemente en los medios de comunicación.

Prácticamente no hay estudios de la ideología predominante en la población argentina, por el que su análisis queda limitado a opiniones o manifestaciones culturales puntuales. Un ejemplo significativo lo brinda lo que es en la práctica el segundo himno nacional argentino. El primero es el Himno Nacional de 1812, una canción patriótica entonada por el ejército revolucionario en sus acometidas contra las tropas españolas. El segundo, tan cantado como el primero, es la marcha peronista, últimamente vocalizado jovialmente en reuniones de dos principales partidos argentinos, el macrista y el kirchnerista (para llamarlos de alguna manera). Este también es un himno de guerra, pero no contra realistas, sino contra el capitalismo. Así dice en una de sus estrofas:

Por ese gran argentino
que se supo conquistar
a la gran masa del pueblo,
combatiendo al capital.

Que en 1947, cuando la composición fue interpretada por primera vez públicamente en la Casa Rosada, se enunciara tal objetivo es sorprendente. Ya para entonces existía a nivel global un gran consenso de que la acumulación de capital era un ingrediente principal para el logro del crecimiento económico y que toda nación desarrollada debía poseer un alto stock de este factor de la producción. Queda claro que el pensamiento económico de los argentinos presentaba ya entonces algunos rasgos muy particulares, los que se encarnaron de pleno en las políticas peronistas de aumento del tamaño del Estado, proteccionismo y regulación. Pero esta mentalidad no era nueva. Ya en 1928 José Ortega y Gasset marcaba que los argentinos tenían incorporada en su cultura la idea de un Estado hipertrófico y excesivo. A la vez, no vivían conectados con su contexto y realidad, sino más bien proyectados en un futuro idealizado e ilusorio.   El economista argentino contemporáneo Emilio Coni, apoyando la visión del filósofo español, aclaraba en 1930 que los argentinos eran grandes creyentes en el “Estado-Providencia”, una entidad que el ciudadano esperaba solucionara sus problemas laborales ofreciéndole empleo sin pedirle mucho a cambio. Esta valoración del Estado, unido a un cierto irrealismo, parece ofrecer las condiciones ideales para prácticas populistas de incremento de las erogaciones sin una evaluación de su financiamiento ni de su impacto a largo plazo. Y así la historia argentina destaca por un continuo déficit fiscal, y por una insoportable inflación, su contracara.  Pero podemos retroceder aún más hasta mediados del siglo XIX y evocar al pensamiento de Juan Bautista Alberdi, inspirador de la constitución de 1853. Para Alberdi el principal impedimento para el desarrollo de la Argentina -y de toda América Hispana- era la falta de apreciación social de la figura empresarial. Los héroes a los que se levantaban monumentos públicos, dedicaban obras poéticas y libros de historia eran siempre políticos o militares, quienes para este pensador eran primordialmente destructores y no creadores de riqueza. No ocurría lo mismo con los que debían ser lo verdaderos héroes, los emprendedores. Alberdi consideraba era necesario lograr un nuevo paradigma social, el del empresario desarrollador tanto de proyectos industriales como agropecuarios. Escribía en las Bases en 1852:

[l]a nueva política debe tender a glorificar los triunfos industriales, a ennoblecer el trabajo, a rodear de honor las empresas de colonización, de navegación y de industria, a reemplazar en las costumbres del pueblo, como estímulo moral, la vanagloria militar por el honor del trabajo, el entusiasmo guerrero por el entusiasmo industrial que distingue a los países libres de la raza inglesa, el patriotismo belicoso por el patriotismo de las empresas industriales que cambian la faz estéril de nuestros desiertos en lugares poblados y animados…

Queda claro que la descripción de Alberdi o de Ortega y Gasset sigue vigente en la actualidad. El anticapitalismo imperante se asocia muy bien con la otra característica que señalaba el filósofo, una mentalidad fantasiosa y poco realista.  En particular ello explicaría el por qué en los contextos de gasto o déficit fiscal crítico se implementan planes económicos excesivamente optimistas y condenados al fracaso por los desequilibrios que causan: típicos han sido los esquemas que para contener la inflación en lugar de recortar los gastos generan una dañina revaluación de la moneda. Por otra parte, todo intento de reforma, de «achicar el gasto» sólo perdura en los primeros momentos de los gobiernos: pronto las demandas sociales aplastan tales intenciones.   Ciertamente las políticas económicas argentinas cumplen una regularidad: se reiteran situaciones de populismo que incluyen gasto público exacerbado, inflación, aumento de deuda y revaluación de la moneda, seguidas por crisis en el sector externo, en la actividad productiva y de empeoramiento de los salarios reales. Dentro de cada ciclo también se produce otra repetición: el nuevo gobierno que busca solucionar el desequilibrio generado por su predecesor repite luego de un tiempo las mismas conductas. La apreciación en 1933 del economista Luis Roque Gondra sobre la política económica del general golpista José Uriburu parece poder aplicarse a muchos otros períodos: “Como otros cómicos, seguíase representando la misma comedia demagógica momentáneamente interrumpida por (el cambio de gobierno)”. Un buen ejemplo lo relata el Ministro de Economía Alfredo Martínez de Hoz que en 1978 presentó a la Junta Militar dos alternativas para, de una vez por todas, dominar la inflación heredada del gobierno de María Estela Martínez de Perón. La primera era bajar la emisión, lo que claramente implicaba un recorte del gasto. La segunda era “pisar” el tipo de cambio, lo que traccionaría a la baja las expectativas de aumentos de precios. La segunda medida claramente no solucionaba estructuralmente el tema y sólo podía tener efectos de corto plazo. La opción de la Junta Militar en favor de la esta última opción fue, según el ministro, “contundente”. Otro caso lo ofrece el economista Ricardo López Murphy quien como ministro en 2001 propuso al presidente Fernando de la Rua un recorte del gasto, una propuesta que sería (considerando lo que ocurrió posteriormente) bastante modesta. Pero el presidente decidió reemplazarlo por Domingo Cavallo quien parecía ofrecer una salida más indolora a la crisis. Los gobernantes, ha manifestado López Murphy, tienen una propensión en situaciones críticas a escuchar diagnósticos y propuestas optimistas, que por otra parte estiman les permiten no perder su popularidad. Los primeros años del gobierno de Mauricio Macri no escapan a esta ley: en lugar de reducir el tamaño gigantesco del Estado y el altísimo déficit heredado de Cristina Kirchner, postuló en cambio que el gasto se reduciría naturalmente gracias al gran crecimiento económico propulsado por una presunta lluvia de inversiones externas. Como siempre, por tal fantasía se pagó y se está pagando un altísimo costo recesivo: entre 2018 y 2019 la caída acumulada del PBI rondará el 5%. Lentamente, pero a paso seguro, Argentina se está convirtiendo así en una economía latinoamericana más, incluso siendo superada por otras naciones otrora pobres de la región, como Chile.

Todo lo presentado es plausible, ¿pero hasta qué punto es un cuadro objetivo?  Una cuantificación de la mentalidad anticapitalista o anti mercado de la población argentina lo ofrece el Índice Global de Pensamiento Pro Mercado  (FMMI) elaborado por el que escribe estas líneas junto a Pal Czegledi y que fuera presentado en 2018 en diversas publicaciones. La materia prima de este ranking son preguntas incluidas en la Encuesta Mundial de Valores, un emprendimiento global que investiga las actitudes de la población de muchas naciones sobre diversos temas culturales, sociales, religiosos, económicos y políticos. Entre las preguntas que incluye se encuentran algunas cuyas respuestas se han tomado para caracterizar la ideología económica media nacional. Ellas incluyen opiniones sobre la valoración de la competencia, la apreciación de la iniciativa privada sobre la estatal, la idea de que todas las partes se benefician del intercambio y la necesidad de que el individuo pueda actuar con libertad en sus acciones económicas. El índice da como resultado que los países más pro capitalistas del globo son aquellos pertenecientes a la Anglósfera: Gran Bretaña, Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Este grupo es seguido por naciones del Norte Europeo, como Alemania o Suecia, y por los países de la Sinósfera, como Japón, Taiwan o China. ¿Cuál es el conglomerado mundial más anticapitalista? Es Europa del Este, cuyo largo paso por el comunismo parece haber dejado una marca indeleble. ¿Y dónde está Argentina? No es sorprendente que mi nación se ubique en los últimos puestos de la tabla, compartiendo posiciones con Rusia y Ucrania. Argentina es ideológicamente como aquellas naciones educadas durante décadas en la ideología socialista anti mercado. Claro que en Argentina no fue necesaria la imposición de una indoctrinación comunista para llegar a tal estadio.

Quien escribe estas líneas pudo discutir con frecuencia tales cuestiones con su maestro Ezequiel Gallo, quien sin duda compartía plenamente el diagnostico de Ortega y Gasset y Alberdi. Y ¿cuál hubiera sido la conclusión practica o de acción de este gran historiador argentino? Posiblemente ninguna. Ezequiel era un gran creyente en la evolución social y estaba muy lejos de esperar mucho de cambios entusiastas generados por gobiernos revolucionarios. Aunque él era claramente miembro de una minoría liberal, no hubiera de ninguna manera deseado aplicar sus ideas a la fuerza o con la ayuda del Estado. Simplemente hubiera concluido que lo óptimo era, luego de escuchar al opositor ideológico, intentar convencerlo amablemente. Y el mejor convencimiento era logrado en el caso de un historiador, por mesuradas y meditadas contribuciones al conocimiento del pasado argentino y sobre las trabas que han existido a su desarrollo.

Bibliografía

CONI, Emilio. El hombre a la ofensiva. Buenos Aires, 1930.

GONDRA, L. Elementos de Economía Política. Buenos Aires: Librería La Facultad, 1933.

CZEGLEDI, Pal y NEWLAND, Carlos. “How is the pro-capitalist mentality globally distributed?Economic Affairs 2018. 38,2: pp. 240-256.-

CZEGLEDI, Pal y NEWLAND, Carlos. “Measuring Global Free Market Ideology 1990-2015” en: Gwartney et al. Economic Freedom of theWorld. 2018 Annual Report (Incluye el Ïndice Fraser).

GOMEZ, Alejandro y NEWLAND, Carlos.“Alberdi, sobre héroes y empresarios”. Cultura Económica, 2014.

ORTEGA Y GASSET, J. (1962b). “El hombre a la defensiva”. En su “Meditación del Pueblo Joven” (pp. 15- 51).  Revista de Occidente. Madrid: 1962. (Publicado inicialmente en1929).

 

Carlos Newland es Dr. Litt. en Historia. Profesor y Ex Rector de ESEADE.

¿Cómo Argentina se volvió rica?

Por Iván Carrino. Publicado el 16/5/19 en: https://contraeconomia.com/2019/05/como-argentina-se-volvio-rica/

 

En 1895, Argentina fue el país más rico del planeta.

Recientemente apareció en los medios de comunicación la noticia de que hace unos 124 años, nuestro país encabezó la lista mundial de ingreso per cápita.

¿Qué quiere decir esto? Que en 1895, de acuerdo con la medición más tradicional y establecida de la riqueza ciudadana que utilizan los economistas, Argentina era el mejor país del mundo. La riqueza promedio de un argentino fue, en ese año, superior a la de un norteamericano, un sueco, un canadiense… Bueno, superior a la de cualquier ciudadano de cualquier nación del planeta.

Conocida la novedad, no tardaron en aparecer análisis y comentarios acerca de “qué nos pasó”. Es que, claro, si alguna vez no solo estuvimos entre los países más prósperos del planeta, sino que llegamos a la cumbre máxima… ¿por qué hoy estamos en la tabla del descenso, luchando contra la pobreza, la inflación, la deuda y la decadencia?

La pregunta es interesante, pero creo que es mejor responder otra que lo es aún más. Es que, como decía Hayek, antes de entender por qué las cosas funcionan mal, debemos comprender cómo es que funcionan bien.

¿Por qué nos fue bien?

La visión liberal tradicional acerca del progreso argentino de fines del Siglo XIX y comienzos del Siglo XX le asigna una importancia crucial a las instituciones.

En efecto, Argentina desde 1853 tenía una Constitución Nacional que se comprometía a “asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”.

En su artículo 14, además, detallaba que todos los habitantes tenían derecho de:

Trabajar y ejercer toda industria lícita; de navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de usar y disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de profesar libremente su culto; de enseñar y aprender.

La Constitución de 1853, inspirada por Alberdi y la Constitución de Estados Unidos, promovía la libertad económica y ponía en cabeza del estado la protección de los derechos individuales.

Esto, en palabras de los autores Acemoglu y Robinson, constituía un entramado institucional “inclusivo”, que promovió el progreso material y el avance económico.

Ahora pensándolo un poco más, ¿será esta toda la explicación?

Otra teoría

Deirdre McCloskey es Doctora en Economía por la Universidad de Harvard. Este viernes y sábado visitará Buenos Aires para dar una serie de conferencias.

McCloskey es una mujer transgénero. En 1942 nació como Donald McCloskey y vivió hasta 1995 como un hombre. Estuvo casado con una mujer por treinta años y tiene dos hijos. Sin embargo, a sus 53 años, decidió cambiar y desde entonces es conocida como Deirdre.

En cuanto a su trabajo académico, fue profesora de la Universidad de Chicago entre 1968 y 1980, y hasta el 2015 dio clases de economía, historia e inglés en la Universidad de Illinois, también en la ciudad de Chicago. McCloskey saltó a la fama recientemente por la publicación de una extensa trilogía de libros en donde busca dar respuesta precisamente a la pregunta de por qué los países son ricos.

De acuerdo con la autora, hasta el año 1800 el ciudadano promedio en el mundo vivía con el equivalente a tres dólares diarios. No obstante, hoy en los países desarrollados ese número se ha multiplicado por un factor de treinta. Es decir, hay que explicar “el gran enriquecimiento” que ocurrió en las sociedades modernas.

Y, para McCloskey, no alcanza con apelar solo a las instituciones.

Revolución Cultural

Para entender este apabullante incremento en los niveles de vida a nivel global, la autora analiza diversas teorías. Por un lado, sostiene que en la izquierda explican al crecimiento como consecuencia de la “explotación”.

Marx y Engels, por ejemplo, dirían que así como el capitalista es rico porque explota al trabajador, los países desarrollados lo son pero porque explotan a los subdesarrollados. Para ellos la economía es un juego de suma cero, donde algunos ganan, pero otros necesariamente pierden.

Obviamente esta idea es contraria a los datos. Hoy somos muchas más personas en el mundo, y hay mucho menos pobreza.

La otra explicación para este gran enriquecimiento es la que dábamos al inicio. Son las buenas instituciones, que protegen los derechos individuales, las que generan incentivos para acumular capital. Y es la acumulación de capital la que mejora la productividad y, por tanto, el ingreso de las personas.

Si bien McCloskey no va a chocar directamente con esta tesis, sí va a sostener que no es del todo suficiente. Es que, como explica Alberto Mingardi:

Ella asevera que la acumulación de capital, colocar ladrillo sobre ladrillo, no era nada nuevo. Siempre existió la prudencia, el ahorro –y la avaricia, si es el caso. Pero, en cierto momento, la acumulación varió de hacer capital para comprar villas lujosas y fincas cada vez más extensas, a financiar maquinarias y fábricas. El capital fue utilizado para suplir un flujo sin fin de novedades, para beneficio de un número siempre creciente de consumidores.

¿Qué fue lo que pasó? Básicamente, que hubo una revolución cultural. Un cambio radical, aunque lento y extendido en el tiempo, en la forma en que la comunidad veía a la actividad comercial.

La tesis de la autora, entonces, es que previo a la Revolución Industrial, hubo un cambio cultural que le dio dignidad a las actividades productivas, al comercio y a la innovación. Antes el prestigio era solo otorgado a los guerreros, los nobles o el clero. Pero En Inglaterra y Holanda durante el Siglo XVII, ese prestigio también comenzó a ser dado a los comerciantes y empresarios.

Tuvo que ocurrir esa revolución cultural, para que las instituciones cambiaran, y el liberalismo promoviera la innovación que hizo explotar las tasas de crecimiento económico mundial.

Volviendo a Casa

Si lo que dice McCloskey es cierto, y son las actitudes hacia el comercio y el trabajo empresarial lo que determina el crecimiento de los países: ¿qué puede pasar en Argentina en el futuro?

La semana pasada, el dirigente Juan Grabois atacó a MercadoLibre, tildando a la empresa más exitosa del país de “contrabando, evasión” y abuso entre otras cosas… La polémica fue grande, y desde aquí le respondimos enérgicamente.

Unos días después, salió a pedir techo para las comisiones que la empresa les cobra a sus usuarios… Ahora lo curioso es que algunos tuiteros “de derecha”, si bien críticos con Grabois, también salieron a criticar a MercadoLibre por recibir injustos beneficios del gobierno.

Mi conclusión es que en Argentina si a tu empresa le va bien, te correrán por izquierda porque explotás a la gente, o te correrán por derecha porque “seguramente” el gobierno te dio algún privilegio.

Si esta es la actitud argentina hacia el comercio y la actividad empresarial, entonces probablemente sigamos empantanados y decayendo, muy lejos de lo que alguna vez supimos ser.

PD: Deirdre McCloskey se presentará en la Universidad del CEMA este viernes 17 de mayo a las 17:30 hs., en un evento organizado conjuntamente con la Fundación Libertad. Para participar de la charla, inscribite aquí.

 

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano. Es Sub Director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE. Sigue a @ivancarrino

Segundo semestre sin magia

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 3/7/16 en: http://economiaparatodos.net/segundo-semestre-sin-magia/

 

Se equivocan quienes creen que la sola presencia de Mauricio Macri en el sillón de Rivadavia es condición necesaria y suficiente generar un tsunami de inversiones

Finalmente llegamos al segundo semestre y nada mágico pasó porque nada mágico tenía ni tiene que pasar. Se equivocan quienes creen que la sola presencia de Mauricio Macri en el sillón de Rivadavia es condición necesaria y suficiente generar un tsunami de inversiones.

Por otro lado es tal el destrozo económico e institucional que hizo el kirchnerismo en estos 12 años, que recuperar el país de semejante destrucción va a llevar tiempo. Diría que en realidad llevamos como mínimo 70 años de destrucción populista y eso no se revierte en un semestre. Cualquier país que uno analice cómo salió de la pobreza y creció (Irlanda, Corea, España, etc.) muestra que a partir del momento que se volvieron racionales y dejaron de lado el estatismo, intervencionismo y populismo, les llevó 20 años alcanzar niveles de ingreso per capita del orden de los 20.000 a 25.000 dólares anuales.

Por ahora el PRO logró remover las políticas económicas más guarangas heredadas del kirchnerismo, como el cepo cambiario, los controles de precios, los derechos de exportación y terminar de arreglar con los holdouts por citar algunos ejemplos.

En rigor lo más problemático era salir del cepo sin que estallara el sistema financiero y cambiario, y el gobierno lo logró. Bajar los derechos de exportación está perfecto, pero tampoco fue una medida tan complicada. Lo que ingresaba al fisco por derechos de exportación de trigo, maíz, girasol, etc. eran monedas, de manera que no sacrificó nada eliminando ese impuesto. En el caso de la soja, la baja de 5 puntos porcentuales es un incentivo para recuperar parte de rentabilidad que este grano había perdido por efecto del aumento de los costos internos. Los productores más alejados del puerto veían que los números no cerraban. Pero en términos fiscales lo que se pierde por bajar 5 puntos el impuesto se gana con el aumento del tipo de cambio de manera que el gobierno adoptó una medida correcta con los derechos de exportación pero tampoco fue algo muy complicado de aplicar. Diría que lo más insólito es que el kirchnerismo se haya encaprichado durante años en mantener una medida que claramente no le convenía desde el punto de vista fiscal. Solo la ignorancia y el resentimiento que siempre dominó al kirchnerismo pueden explicar semejante capricho.

El segundo semestre seguramente va a ser más tranquilo que el primero. El primer semestre tuvo una inflación más alta por la salida del cepo y el consiguiente aumento del tipo de cambio, por el incremento parcial de las tarifas de los servicios públicos. Además en el primer semestre el BCRA tuvo que lidiar con la liquidación de las ventas a futuro que realizó el gobierno anterior generando una pérdida de $ 53.000 millones.

Es muy probable que el segundo semestre tenga una tasa de inflación más baja que en el primer semestre pero todavía muy alta para pretender ser un país normal.

En términos de actividad económica tendremos sectores funcionando muy bien como el agropecuario y otros complicados como la industria manufacturera por la recesión en Brasil. Todo parece indicar que el promedio de la actividad económica dará una suerte de estancamiento. Tal vez tengamos un segundo semestre con estancamiento e inflación del 20% anualizada. Solo Dios sabe el número final.

Pero el punto que más me preocupa no es tanto embocar el número de inflación del segundo semestre o cuánto subirá o bajará el PBI. El dato relevante y central consistirá en ver si el gobierno comienza a torcer el timón de esta nave populista que durante 70 años nos ha lanzado a esta persistente decadencia.

Nadie está pidiendo que en los próximos seis meses el gobierno resuelva los problemas de los últimos 70 años. Sería una locura. Pensemos en la generación del 80 que construyó una Argentina próspera. Luego de la batalla de Caseros en febrero de 1852, se sanciona la Constitución de 1853 pero recién en 1880 el país termina su proceso de organización nacional. A esos líderes políticos, verdaderos estadistas, como Mitre, Sarmiento y Avellaneda les llevó 27 años culminar el proceso de organización nacional. El punto es que esos estadistas, que tenían sus diferencias, apuntaban hacia el mismo modelo de país: integrado al mundo, con respeto por los derechos de propiedad, previsibilidad en las regla de juego para atraer inversiones, en fin, lo que se denominan instituciones de buena calidad.

Decir que el kirchnerismo dejó una bomba de tiempo económica es ya una obviedad. Pero en el fondo la economía argentina tiene recurrentes crisis (1975, 1981, 1985, 1987,  1989, 1999 y 2001) entre otras causas por tener un estado sobredimensionado que destruye la riqueza que genera el sector privado.

El desafío del segundo semestre, a mi juicio, es que el gobierno empiece a mostrar un camino totalmente diferente al seguido hasta ahora. Es decir, comenzar a tener un estado más chico y eficiente. Hoy tenemos un estado gigantesco que no ofrece ni el más mínimo servicio de seguridad que debería ofrecer el estado.

Seguramente el gobierno podrá argumentar que no tiene la fuerza política en el Congreso para poder imponer un cambio de rumbo. Es un argumento posible, aunque uno escucha a varios de los funcionarios del actual gobierno y muchas veces solo parecen querer diferenciarse del kirchnerismo en que ellos administrarán más eficientemente un sistema corrupto e ineficiente. Limitan todo a un problema de personas cuando en rigor es un problema de sistema.

Argentina dejó de ser un desierto para pasar a ser uno de los países más prósperos de la tierra cuando dejó de ser gobernada por caudillos y comenzó a ser gobernada por instituciones. La Constitución de 1853. Y entró en decadencia cuando abandonó las instituciones como forma de gobierno y volvió a ser gobernada por caudillos (Perón, Menem, Duhalde, Kirchner).

El desafío es volver a ser gobernados por instituciones y no por caudillos. Eso significa cambiar el sistema económico e institucional, no administrarlo eficientemente como dicen ahora en el PRO. Veremos qué camino elige Macri.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE

Cómo desactivar la bomba fiscal que nos hereda el populismo

Por Pablo Guido. Publicado el 29/12/15 en: http://www.rionegro.com.ar/diario/como-desactivar-la-bomba-fiscal-que-nos-hereda-el-populismo-8034593-9539-nota.aspx

 

El nuevo gobierno asume en una situación delicada en materia económica: 1) nueve años consecutivos con alta inflación (25%); 2) retraso enorme de las tarifas de servicios públicos; 3) colapso del comercio exterior; 4) pobreza que ronda el 30% de la población, y 5) un ingreso por habitante en retroceso desde el 2012.

Sin embargo, hay un problema que se ha minimizado: la «bomba» fiscal que ha construido el gobierno saliente. El gasto público tuvo un nivel histórico del 30% del PBI en las últimas cuatro décadas. Dado que la carga tributaria históricamente se ubicó por debajo de aquel nivel, los gobiernos tuvieron que recurrir a fuentes de financiamiento complementarias: la emisión y el endeudamiento. Así es que terminamos en 1989 con la hiperinflación y en el 2001 con el default. En los últimos doce años el gasto ha llegado al récord del 48% del PBI. Este proceso ha llevado a su vez a otro récord: la presión tributaria es una de las más elevadas del planeta: 40% del PBI. ¿Es sostenible un nivel de carga tributaria como el actual?

Según datos de la OCDE y el FMI, los países desarrollados que enfrentan un nivel de presión tributaria similar al nuestro tienen un ingreso per cápita bastante mayor. Países como España, Reino Unido, Canadá, Nueva Zelanda o Israel tienen un ingreso promedio un 50% mayor que el de la Argentina (u$s 33.000 vs. u$s 22.500, en términos de PPA).

¿Y cuál es el problema?, preguntarán algunos. Básicamente es que la presión tributaria que hay que pagar en nuestro país no es compatible con nuestro nivel de ingresos. Entonces, o suben nuestros ingresos un 50% o baja la presión tributaria unos 10 puntos porcentuales del PBI. Para subir los ingresos de la población tiene que generarse un «tsunami» de inversiones para poder incrementar la productividad y los salarios. Este proceso lleva tiempo. Pero la paradoja es que uno de los factores que retrasaría aquella «ola» de inversiones es el altísimo nivel de carga tributaria que enfrentan las empresas residentes en el país. Las que operan en el sector formal soportan una carga tributaria efectiva mayor al 60% de sus ingresos. No habría que esperar un «tsunami» de inversiones con este escenario. Vendrán, pero no las necesarias para crecer anualmente al 6% durante dos décadas y, así, alcanzar un ingreso como el de España o Nueva Zelanda. La otra estrategia para hacer sostenible el nivel de ingresos con una carga tributaria pagable es reducir esta última. ¿Cuál es el problema de disminuir la presión tributaria? Que el gasto se ubica casi en el 50% del PBI y tiene que ser financiado por tributos para no terminar emitiendo o endeudándose exageradamente como lo hicimos durante las décadas del 80 y 90.

No queda otra que bajar el gasto en términos del PBI. ¿Por dónde empezar? La respuesta sería motivo de otro artículo. Lo importante es comprender que un mayor gasto público implica siempre un nivel de presión tributaria más grande. «No hay magia». Porque toda suba del gasto estatal confluye en más impuestos, siempre. Sea que emitamos dinero o que nos endeudemos. El nivel de gasto actual es incompatible con el nivel de ingresos de nuestros habitantes, porque el gasto se financia siempre con impuestos y este nivel de presión tributaria no puede ser pagado con los ingresos que hoy tienen los contribuyentes.

En otras palabras, para alcanzar los niveles de ingresos de los países desarrollados no se puede tener una carga tributaria como la actual. Por lo tanto, la salida eficiente es realizar una reforma del sector público seleccionando cuáles son las funciones que debe realizar el Estado y cuánto dinero asignar a las mismas con una presión tributaria pagable. No se pueden buscar «atajos» sustituyendo una rebaja tributaria mediante una política crónica de endeudamiento o emisión monetaria. La historia nos muestra que estos sustitutos de las reformas terminan en crisis fiscales que se «llevan puesta» la economía.

 

Pablo Guido se graduó en la Maestría en Economía y Administración de Empresas en ESEADE. Es Doctor en Economía (Universidad Rey Juan Carlos-Madrid), profesor de Economía Superior (ESEADE) y profesor visitante de la Escuela de Negocios de la Universidad Francisco Marroquín (Guatemala). Investigador Fundación Nuevas Generaciones (Argentina).Director académico de la Fundación Progreso y Libertad.