Intervencionismo y socialismo

Por Gabriel Boragina. Publicado en:  http://www.accionhumana.com/2019/12/intervencionismo-y-socialismo.html

 

El capitalismo no es necesariamente incompatible con un cierto grado de intervención en la economía por parte del gobierno. De hecho, si consideramos que para que exista un gobierno debe -al mismo tiempo- que contar con los fondos mínimos y necesarios para que cumpla con su función de tal y que dichos dineros no pueden ser generados por el gobierno mismo, va de suyo que la mera coexistencia de los impuestos cuyo destino es precisamente posibilitar la presencia y el sostén del gobierno implican necesariamente echar mano a los recursos de los particulares, dado que de otra manera ningún organismo que se atribuyera las ocupaciones de un gobierno podría moverse y ni siquiera darse.

«Mientras solo ciertas empresas concretas estén controladas públicamente, las características de la economía de mercado que determinan la actividad económica siguen esencialmente inmaculadas. También las empresas de propiedad pública, como compradoras de materiales en bruto, bienes intermedios y mano de obra, y como vendedoras de bienes y servicios, deben ajustarse a los mecanismos de la economía de mercado.»[1]

Podemos aquí diferenciar, quizás, entre un mercado libre y una economía de mercado. En el ejemplo dado en la cita anterior, si bien no podría hablarse en cabalidad de un mercado completamente libre ello no obstaría, en cambio, a decir que si hay allí una economía de mercado. En realidad, lo que parece quiere decirse es que un pequeño control sobre algunas empresas o -tal vez- un gran control sobre una sola empresa no empaña la concurrencia de una economía de mercado.

Es que el control del gobierno sobre una o algunas empresas no implica por sí mismo la presencia de regulaciones sobre el resto de las variables económicas (por ejemplo, precios, salarios, producción, ventas, exportaciones, importaciones, moneda, etc.). Mientras estas permanezcan libres de intrusismo estatal seguirnos estando -conforme nos enseña L. v. Mises- en una economía de mercado, aunque, añadimos nosotros, no podamos referirnos a un mercado completamente libre.

Y así se dice que esas empresas:

«Están sujetas a las leyes del mercado, tienen que buscar beneficios o, al menos, evitar pérdidas. Cuando se intenta mitigar o eliminar esta dependencia cubriendo las pérdidas de dichas empresas con subvenciones tomadas de fondos públicos, la única consecuencia es un cambio de esta dependencia en otro lugar»[2]

Es decir que, aun siendo empresas de control estatal o semiestatales se hallan bajo la órbita de las leyes del mercado. En este punto se hace alusión a las leyes de la oferta y la demanda, para lo cual deben buscar mercados con el objeto de poder colocar sus productos, implicando ello que deben ofrecer artículos o servicios de calidad a un precio competitivo, lo que da por supuesto un régimen de libre competencia. Resulta claro que se trata el caso de empresas que comenzaron siendo privadas y a las que luego se les añadió un cierto control estatal, las que son conocidas en la jerga legal-económica como empresas mixtas o con participación estatal (que puede ser minoritaria o mayoritaria).

Aun siendo frecuente que se intente enjugar sus pérdidas (las que son habituales en la medida de la injerencia estatal) a través de subvenciones (subsidios) los resultados de esta medida no dejan de darse dentro del ámbito de la economía de mercado.

«Esto pasa porque los medios para las subvenciones se han tomado de algún sitio. Pueden conseguirse recaudando impuestos. Pero la carga de dichos impuestos tiene sus efectos en el público, no en el gobierno que recauda el impuesto. Es el mercado, y no el departamento de ingresos, el que decide sobre quién recae la carga del impuesto y cómo afecta a la producción y el consumo. El mercado y sus leyes inevitables son supremos.»[3]

En realidad, la contundencia de la frase final de la cita precedente marca el destino de cualquier política estatal sea cual fuere la misma. «El mercado y sus leyes inevitables son supremos» y se abren camino en medio de toda la maraña de intervenciones y regulaciones que los gobiernos quieren de continuo infligirle a cada paso. Los obstáculos que las políticas estatales oponen continuamente a las leyes del mercado no anulan a estas últimas, sino que solamente desvían las consecuencias que aquellas producen hacia otros sectores, como en genial analogía se ha dicho puede representarse al mercado como un sistema de vasos comunicantes, y las secuelas de aplicar una restricción en un sector tendrán inexorablemente sus repercusiones en otro u otros. Pero siempre en obediencia a las leyes del mercado.

«Segundo: Hay dos patrones para la consecución del socialismo. El patrón uno (podemos llamarlo el patrón marxista o ruso) es puramente burocrático. Todas las empresas económicas son departamentos del gobierno igual que la administración del ejército y la armada o el sistema postal. Cada fábrica, tienda o granja tiene la misma relación con la organización centralizada superior, igual que una oficina de correos con el Cartero General. Toda la nación forma un solo ejército laboral con servicio obligatorio: el comandante de este ejército es el jefe del estado.»[4]

Es el estatismo total, donde no queda sector alguno que este fuera de la esfera del gobierno. No hay ni libertad, ni propiedad privada, ni derechos de ninguna índole o -mejor dicho- donde quien define «qué es» un «derecho» o «no lo es» es el jerarca de turno. El mundo ha conocido este nefasto sistema en la URSS, los países que dependían del bloque oriental soviético, China, Cuba y en otros lugares. Toda la actividad económica queda subordinada y depende de manera exclusiva de un solo ente o persona: el gobierno central. El jefe del estado es quien determina los precios a los que se ha de vender y comprar absolutamente todo, qué debe producirse y qué no y en qué cantidades hacerlo, qué se vende, se compra, y qué no debe venderse ni comprarse y así con cada detalle de la vida comercial y empresarial, hasta llegar a la del menor consumidor particular. Ningún aspecto del universo económico -sea empresarial o particular- queda fuera de la regulación estatal.

[1] Ludwig von Mises, Caos planificado, fuente: http://mises.org/daily/2454 (Publicado el 3 de febrero de 2007). Pág. 7

[2] L. v. Mises ibidem, pág. 7

[3] L. v. Mises ibidem, pág. 7

[4] L. v. Mises ibidem, pág. 7

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. Síguelo en  @GBoragina

Los preocupantes efectos «no queridos» de las sanciones a Venezuela

Por Emilio Cárdenas. Publicado el 2/3/18 en: https://www.lanacion.com.ar/2113371-los-preocupantes-efectos-no-queridos-de-las-sanciones-a-venezuela

 

La economía venezolana está ya, realmente, en muy mal estado. Arrastra tres años seguidos de recesión. Ha reducido fuertemente sus importaciones. Su gente vive en medio de la escasez de todo. Incluyendo alimentos y medicamentos. Y su sector industrial funciona apenas al 30% de su capacidad, por la escasez de insumos de todo tipo. La inflación venezolana de este año podría estar en torno al 750%.

En gran medida esto es consecuencia de la pasmosa incapacidad de gestión de la administración de Nicolás Maduro . También de la caída de los precios internacionales del petróleo crudo y de los productos refinados, que todavía generan más del 90% de los ingresos en divisas del gobierno venezolano.

La referida incapacidad de gestión es inocultable. En el 2001, Venezuela producía unos tres millones de barriles diarios de petróleo crudo. Hoy, esa producción es apenas del orden de unos 1,9 millones de barriles diarios y el número de equipos de explotación del crudo que en este momento trabajan en Venezuela es el más bajo desde junio de 2012. No obstante, las exportaciones de crudo venezolano a los EE.UU. son aún del orden de 740.000 barrilas diarios de crudo. Importantes, en consecuencia

En momentos en los que Venezuela -con visibles problemas de liquidez y con reservas internacionales de apenas unos 10 mil millones de dólares- está tratando de renegociar parte de su deuda externa, hay quienes, equivocadamente, creen que la región está frente a una oportunidad histórica de poder sancionar efectivamente a Venezuela por haber abandonado el «orden democrático», prohibiendo en todo el hemisferio las importaciones de crudo venezolano.

Suponen que ello obligaría necesariamente a Nicolás Maduro a modificar sus conductas autoritarias. Especialmente la relativa a las elecciones presidenciales que Maduro acaba de convocar tempranamente, de modo de impedir a la oposición unificada organizarse a tiempo e intentar derrotarlo con probabilidades de éxito.

Se equivocan, cabe advertir. Presumiblemente, hoy China y Rusia no dejarían caer fácilmente a Venezuela sin reaccionar. Rusia, por razones geopolíticas, fundamentalmente. Cabe recordar que, a manera de señal, quizás, Rusia ha endosado específicamente el torcido -e intempestivo- llamado a una Asamblea Constituyente por parte de Nicolás Maduro. Un tema claramente «interno» de Venezuela, sin duda. China, en cambio, porque necesita importar petróleo.

Ambos países están ya, en rigor, financiando a Venezuela y manteniéndola a flote mediante compras adelantadas y pre-financiadas de petróleo crudo. Hablamos ya de más de 60.000 millones de dólares de asistencia financiera estructurada de ese modo. Con pagos en especie como reembolso de operaciones previas de crédito. También de garantías reales que ya han sido proporcionadas -mediante compras, aún minoritarias, y garantías con acciones-realizadas desde las filiales norteamericanas de PDVSA, esto es desde Citgo- a la empresa privada rusa Rosfnet.

Por esto un grupo de senadores norteamericanos que representan a los estados del país del norte en los que existen refinerías que procesan el crudo venezolano ha advertido a su gobierno que una prohibición a las compras de crudo venezolano afectaría muy seriamente a sus intereses, obligándolas a tener que buscar proveedores sustitutos. El 38% de las exportaciones de crudo venezolano todavía va a los EE.UU. Con el agregado, no menor, de que ello incrementaría las operaciones de Rusia y China en Venezuela. Todo lo cual podría, además, aumentar el costo de los combustibles en los EE.UU., acelerando la tasa de inflación.

Por ello, precisamente, hasta ahora las sanciones norteamericanas contra Venezuela han sido «individuales» o «personalizadas»; esto es dirigidas sólo contra los principales jerarcas del corrupto gobierno venezolano. Sin afectar -como efecto «no querido»- directamente a todos los venezolanos. Por esto se denomina a este tipo de sanciones como «inteligentes».

Por el momento al menos, la sanción unánime del Mercosur a Venezuela se ha limitado a «aislarla políticamente» del resto de las naciones de la región. Evidenciando que ya no es una democracia. Mientras tanto, sus otras naciones crecen y Venezuela, de contramano, se contrae. Un fuerte 7% de su PBI, el año pasado.

Sin un cambio drástico de rumbo, que hoy luce improbable, Venezuela sólo agravará su desesperante situación económico-social. Y, desgraciadamente, continuará expulsando a parte de su pueblo; a aquellos que, desde hace rato, escapan penosamente del país donde nacieron, en busca de una vida mejor.

 

Emilio Cárdenas es Abogado. Realizó sus estudios de postgrado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan y en las Universidades de Princeton y de California.  Es profesor del Master de Economía y Ciencias Políticas y Vice Presidente de ESEADE.

Proteccionismo «Hood Robin»: sacarle a la gente para darle a los ricos

Por Aldo Abram: Publicado el 19/11/16 en: http://www.lanacion.com.ar/1995093-proteccionismo-hood-robin-sacarle-a-la-gente-para-darle-a-los-ricoshttp://www.lanacion.com.ar/1995093-proteccionismo-hood-robin-sacarle-a-la-gente-para-darle-a-los-ricos

 

 

Son cada vez mayores las presiones de los sectores que fabrican productos que compiten con importaciones para que el Gobierno los proteja. Las demandas tienen que ver con un incremento de la llegada de productos del exterior, que no se verifica en los datos totales, pero sí en algunos sectores en particular. Hay que tener en cuenta que estamos comparando un período, 2016, donde se eliminaron algunas restricciones para comprar en el exterior, con un 2015 signado por una fenomenal cerrazón, por lo que es lógico que quienes son más ineficientes vean subir su competencia externa.

Obviamente, todos estos sectores han focalizado sus críticas en la estrategia de gradual apertura de la Secretaría de Comercio Interior y Exterior. Pero, ¿a quién está defendiendo esta secretaría con su política? Cuando se protege a un sector que compite con importados se le permite cobrar más de lo que vale ese bien. Por lo tanto, se genera un subsidio que va directamente desde el bolsillo del consumidor al del empresario ineficiente que se enriquece. Es notable que algunos «progres» defiendan el proteccionismo, convirtiéndose en «Hood Robin». Lo lógico es que, si quieren ganar plata, los empresarios estén al servicio de la gente, proveyéndolos de mejores bienes y servicios más baratos.

Entonces, ¿por qué en otros países también hay sectores protegidos? Porque en todos lados hay empresarios ineficientes dispuestos a garantizarse seguir ganando plata, invirtiendo millones de dólares para convencer a la gente y a los funcionarios de que hay que protegerlos. Lamentablemente, al frente están millones de personas que se ven perjudicadas, pero que no tienen la posibilidad de juntarse a reclamar. Pues bien, esta es una oportunidad para apoyar la apertura que alienta la Secretaría de Comercio Interior y Exterior en defensa del bolsillo de todos y exigirle que la profundice.

Además, no es cierto que el proteger a un sector salva empleos; sólo los destruye en otros sectores. Si se protege un bien, la demanda de importaciones bajará y, con ella, la de las divisas que eran necesarias para comprarlas. Por lo tanto, el tipo de cambio disminuirá, por lo que se complicará la situación de los productores que compiten con importados y no tuvieron la suerte de conseguir esa prebenda. También la de los sectores que podrían exportar, lo hagan o no, ya que serán menos rentables, porque valdrán menos sus productos. Por lo tanto, ambos reducirán su producción y el empleo. En una palabra, los trabajadores de los sectores ineficientes protegidos no tienen oportunidades de empleo en los más eficientes, que pueden pagar mejor, porque estos generan menos puestos culpa del proteccionismo.

Imaginemos que tenemos una empresa que sabe producir algo que la gente aprecia mucho y está dispuesta a pagar bien. De golpe, el gerente general nos dice que quiere usar parte de la fábrica para hacer otra cosa de la que no sólo produciremos menos por no saber hacerla, sino que podremos cobrar un precio menor porque a la gente no le interesa tanto. ¿Se lo permitiríamos? No, porque los accionistas ganaríamos menos y deberíamos abonarles menores sueldos a nuestros trabajadores. Sin embargo, eso es lo que dejamos que hagan los gobiernos desde hace décadas y, después nos extraña nuestro perseverante subdesarrollo y bajo poder adquisitivo salarial.

Existe el mito de que un país tiene que producir todo para que le vaya bien. No es cierto. ¿Quién de nosotros hace en su casa los zapatos, la ropa o los artículos electrónicos que usa? Nadie. Trabajamos de aquello que sabemos hacer y que alguien está dispuesto a pagar bien. Luego, con el dinero que ganamos compramos lo que necesitamos a los que saben hacerlo mejor y más barato. De esa forma, nos garantizamos el mayor bienestar económico para nuestra familia. Sin embargo, cuando proponemos algo para el país, queremos hacer lo contrario. Un absurdo, ya que eso baja la cantidad de bienes y servicios que tendremos disponibles los argentinos, lo que significa menos bienestar y más pobreza.

El principal argumento para justificar la ineficiencia de los distintos sectores es el famoso «costo argentino», pero el problema es que éste afecta a todos los productores de bienes y servicios. Gracias a la protección y debido al sobreprecio que les permite cobrar, algunos logran transferirles parte o toda esta carga a otros que no lograron obtener esa misma prebenda y, entonces, deberán acarrear la propia y la ajena. Esto es sumamente injusto. Por lo tanto, si el problema es el «costo argentino», juntémonos para reclamarle a los políticos que se reduzca la presión tributaria, se disminuya y eficientice el gasto público, y se reforme la arcaica legislación laboral. De esta forma, lograremos potenciar las posibilidades de desarrollo de la Argentina y las oportunidades de progreso de todos sus habitantes.

 

Aldo Abram es Lic. en Economía y fue director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Argentina (Ciima-Eseade) .

Proteccionismo «Hood Robin»: sacarle a la gente para darle a los ricos

Por Aldo Abram: Publicado el 18/3/17 en: http://www.lanacion.com.ar/1995093-proteccionismo-hood-robin-sacarle-a-la-gente-para-darle-a-los-ricos

 

Son cada vez mayores las presiones de los sectores que fabrican productos que compiten con importaciones para que el Gobierno los proteja. Las demandas tienen que ver con un incremento de la llegada de productos del exterior, que no se verifica en los datos totales, pero sí en algunos sectores en particular. Hay que tener en cuenta que estamos comparando un período, 2016, donde se eliminaron algunas restricciones para comprar en el exterior, con un 2015 signado por una fenomenal cerrazón, por lo que es lógico que quienes son más ineficientes vean subir su competencia externa.

Obviamente, todos estos sectores han focalizado sus críticas en la estrategia de gradual apertura de la Secretaría de Comercio Interior y Exterior. Pero, ¿a quién está defendiendo esta secretaría con su política? Cuando se protege a un sector que compite con importados se le permite cobrar más de lo que vale ese bien. Por lo tanto, se genera un subsidio que va directamente desde el bolsillo del consumidor al del empresario ineficiente que se enriquece. Es notable que algunos «progres» defiendan el proteccionismo, convirtiéndose en «Hood Robin». Lo lógico es que, si quieren ganar plata, los empresarios estén al servicio de la gente, proveyéndolos de mejores bienes y servicios más baratos.

Entonces, ¿por qué en otros países también hay sectores protegidos? Porque en todos lados hay empresarios ineficientes dispuestos a garantizarse seguir ganando plata, invirtiendo millones de dólares para convencer a la gente y a los funcionarios de que hay que protegerlos. Lamentablemente, al frente están millones de personas que se ven perjudicadas, pero que no tienen la posibilidad de juntarse a reclamar. Pues bien, esta es una oportunidad para apoyar la apertura que alienta la Secretaría de Comercio Interior y Exterior en defensa del bolsillo de todos y exigirle que la profundice.

Además, no es cierto que el proteger a un sector salva empleos; sólo los destruye en otros sectores. Si se protege un bien, la demanda de importaciones bajará y, con ella, la de las divisas que eran necesarias para comprarlas. Por lo tanto, el tipo de cambio disminuirá, por lo que se complicará la situación de los productores que compiten con importados y no tuvieron la suerte de conseguir esa prebenda. También la de los sectores que podrían exportar, lo hagan o no, ya que serán menos rentables, porque valdrán menos sus productos. Por lo tanto, ambos reducirán su producción y el empleo. En una palabra, los trabajadores de los sectores ineficientes protegidos no tienen oportunidades de empleo en los más eficientes, que pueden pagar mejor, porque estos generan menos puestos culpa del proteccionismo.

Imaginemos que tenemos una empresa que sabe producir algo que la gente aprecia mucho y está dispuesta a pagar bien. De golpe, el gerente general nos dice que quiere usar parte de la fábrica para hacer otra cosa de la que no sólo produciremos menos por no saber hacerla, sino que podremos cobrar un precio menor porque a la gente no le interesa tanto. ¿Se lo permitiríamos? No, porque los accionistas ganaríamos menos y deberíamos abonarles menores sueldos a nuestros trabajadores. Sin embargo, eso es lo que dejamos que hagan los gobiernos desde hace décadas y, después nos extraña nuestro perseverante subdesarrollo y bajo poder adquisitivo salarial.

Existe el mito de que un país tiene que producir todo para que le vaya bien. No es cierto. ¿Quién de nosotros hace en su casa los zapatos, la ropa o los artículos electrónicos que usa? Nadie. Trabajamos de aquello que sabemos hacer y que alguien está dispuesto a pagar bien. Luego, con el dinero que ganamos compramos lo que necesitamos a los que saben hacerlo mejor y más barato. De esa forma, nos garantizamos el mayor bienestar económico para nuestra familia. Sin embargo, cuando proponemos algo para el país, queremos hacer lo contrario. Un absurdo, ya que eso baja la cantidad de bienes y servicios que tendremos disponibles los argentinos, lo que significa menos bienestar y más pobreza.

El principal argumento para justificar la ineficiencia de los distintos sectores es el famoso «costo argentino», pero el problema es que éste afecta a todos los productores de bienes y servicios. Gracias a la protección y debido al sobreprecio que les permite cobrar, algunos logran transferirles parte o toda esta carga a otros que no lograron obtener esa misma prebenda y, entonces, deberán acarrear la propia y la ajena. Esto es sumamente injusto. Por lo tanto, si el problema es el «costo argentino», juntémonos para reclamarle a los políticos que se reduzca la presión tributaria, se disminuya y eficientice el gasto público, y se reforme la arcaica legislación laboral. De esta forma, lograremos potenciar las posibilidades de desarrollo de la Argentina y las oportunidades de progreso de todos sus habitantes.

 

Aldo Abram es Lic. en Economía y director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Argentina (Ciima-Eseade) .

La “Teoría Dolina” del crecimiento económico

Por Iván Carrino. Publicado el 29/12/15 en: http://www.ivancarrino.com/la-teoria-dolina-del-crecimiento-economico-3/

 

Hace algún tiempo, antes de las elecciones presidenciales, al programa de televisión TVR fue invitado el destacado escritor y locutor Alejandro Dolina. En un momento de la transmisión se tocó el tema de los dos modelos económicos en pugna y Dolina expuso su visión de la situación con el ejemplo de su amigo el zapatero:

“Yo pienso mucho en un zapatero que vive al lado de casa y que hace 15 años estaba todo el día parado en la puerta (…) Sin embargo, empezó un proceso conforme al cual la gente podría comprar zapatos. Además no venían zapatos italianos a $ 100. ¡Qué mal! Dirán algunos, a mí me gustaría tener zapatos italianos a $ 100. Pero el asunto es que a este tipo le empezaron a comprar zapatos, tuvo empleados, ahora está todo el día adentro, tiene un montón de empleados que trabajan, que compran otras cosas – helados, por ejemplo, o bicicletas- entonces prosperan los fabricantes de helados y bicicletas que toman nuevos empleados, que, a su vez, ganan dinero y ¿qué compran? Zapatos”

Dolina expresa, con su elocuencia y simpatía característica, una idea que está muy extendida con respecto al comercio internacional: que hay que “sustituir” las importaciones para generar empleo y crecimiento económico.

Como se extrae del análisis, para que el zapatero comience a producir y eso dé lugar a un proceso virtuoso de crecimiento económico, basta con elevar una barrera a las importaciones. Ahora bien, si fuera tan sencillo, solo necesitaríamos cerrar todas las fronteras y esperar a que llegue el desarrollo. Sin embargo, hacer eso sería condenarnos a la pobreza y el atraso.

Es que el argumento expresado por Dolina ignora las fundamentales ventajas de comerciar libremente con el mundo.

Lo primero que debe decirse es que frenar importaciones, lejos de estimular la producción y el crecimiento, los detienen. Esto es así porque la mayoría de los bienes que importamos no son bienes de consumo, sino insumos necesarios para la producción. Por los últimos 7 años, más del 80% de lo importado por Argentina estuvo compuesto por bienes de capital, bienes intermedios y combustibles, todos ellos insumos necesarios para producir. Evitar que estos bienes lleguen al país, entonces, no estimulará el crecimiento, sino que lo detendrá, como ya está ocurriendo.

Otro problema de cerrarse al comercio internacional es que todo sale más caro. La apertura económica genera mayor competencia y esa competencia reduce los precios tanto de los bienes de consumo como de los bienes de capital, lo que enriquece a los consumidores y, al mismo tiempo, mejora la productividad de las empresas. Así, un comercio más libre y más cantidad de importaciones enriquecen a la población, mejorando directamente su calidad de vida.

Un argumento que suele utilizarse en contra de la apertura comercial es el del desempleo. Sin embargo, no existe ninguna relación  entre libre comercio y desempleo. En realidad, el comercio internacional no crea ni destruye empleo a nivel agregado, sino que puede destruir empleo en algunos sectores, pero sólo para liberar recursos y permitir que estos se ubiquen en otros  sectores más productivos donde el país tiene ventajas comparativas.

Un ejemplo de cómo el libre comercio es una buena vía hacia el progreso económico y el bienestar es el de Chile. A partir de mediados de los años ’70 el país vecino comenzó un proceso de apertura unilateral al comercio internacional, reduciendo aranceles, cupos y prohibiciones para importar. Más adelante, desde los años ’90 y hasta el día de hoy, comenzaron a firmar Acuerdos de Libre Comercio con una enorme cantidad de países, entre los que destacan Canadá, Estados Unidos, China, Australia y, más recientemente, la Alianza del Pacífico.

En paralelo con este proceso de apertura, Chile multiplicó por 5 su riqueza per cápita, llegando al primer puesto de los países de América del Sur. Además, siendo el país más abiertos del continente, su tasa de crecimiento fue del 4,5% promedio en los últimos 10 años mientras que el desempleo pasó del 10,0% en 2004 al 6,3% el año pasado. Por si esto fuera poco, la inflación se ubica en el 4% y el promedio de los últimos 6 años no supera el 3% anual.

En conclusión, por más atractiva que resulte la teoría de Dolina, lo cierto es que nada indica que sea una buena idea cerrarse al comercio para crecer. De hecho, tanto la teoría como el análisis de los casos prácticos nos llevan a pensar en la conclusión contraria: si queremos crecer y reducir la pobreza, la receta no es la autarquía, sino el libre comercio.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

Se puede salir del cepo sin morir en el intento

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 8/11/15 en: http://economiaparatodos.net/se-puede-salir-del-cepo-sin-morir-en-el-intento/

 

La salida del cepo puede ser una bomba con un estallido fenomenal o el comienzo de un increíble crecimiento

El dato para el próximo presidente es que CF deliberadamente va a dejarle un campo minado. Una de esas minas es el cepo cambiario. Desarmarlo puede implicar una explosión cambiaria, financiera e inflacionaria o bien en transición suave que impulse rápidamente la recuperación de la economía. Así de drástico. No veo puntos medios. O se desactiva la bomba o si explota la reacción puede ser en cadena. La segunda alternativa puede evitarse.

Desde el punto de vista estrictamente técnico, me animaría a decir que esa mina del cepo cambiario es casi imposible que Scioli pueda desactivarla sin que le explote. En primer lugar porque no va a tener flujo de ingreso de divisas por inversiones dado el riesgo institucional que sería tenerlo como vicepresidente a Zannini.

En segundo lugar, su equipo económico está bastante embarullado con sus argumentos. Por un lado dicen que no puede eliminarse el cepo porque, según Miguel Bein, hay que tener U$S 40.000 millones de reservas en el BCRA para tener un mercado libre de cambios. Ni siquiera Bein se ocupó de mirar las estadísticas del BCRA, porque el espacio político al que pertenece puso el cepo cambiario cuando el BCRA tenía U$S 47.587 millones de reservas. En segundo lugar, hablan de administrar el tipo de cambio y reconocen que el Central no tiene un dólar. ¿Con qué van a administrar el tipo de cambio si no tienen reservas para administrar nada? Scioli tiene, al menos, un doble problema para atraer dólares: a) el riesgo Zannini y b) le falta equipo económico que genere confianza. Con esas dos cosas no puede llegar  ni a la esquina. El campo minado le estalla en cadena o la economía muere por inanición si no hace nada al respecto.

Veamos si inevitablemente salir del cepo puede generar un estallido cambiario. Para eso analicemos de dónde provienen la oferta y la demanda de divisas.

La oferta está compuesta por:

Las exportaciones + ingreso de capitales (para invertir, créditos externo, etc.)

La demanda de divisas está compuesta por:

Las importaciones + el egreso de divisas (fuga de capitales, pago de intereses y principal de la deuda, giro de utilidades y dividendos, etc.)

Lo que uno sabe seguro es que nadie va a ingresar dólares al país en la medida que no pueda sacarlos cuando quiera. La mejor forma de generar ingreso de divisas es asegurarle al que las trae que puede llevársela cuando quiera. Si el que ingresa divisas sabe que puede irse cuando quiere, ingresa y se queda. Si le digo que no puede irse, se va inmediatamente, como pudimos verlo con el cepo y nadie entra.

Imaginemos que gana Macri las elecciones y quiere eliminar el cepo. ¿Puede hacerlo sin que estalle todo? Sí puede. ¿Cuáles son las condiciones? 1) Tener un equipo económico con gente que sepa comunicar el sentido del plan económico y con prestigio suficiente como para generar confianza, 2) anunciar un plan económico consistente, sin fisuras y que no sean parches o medidas tomadas en forma aislada e inorgánicamente y 3) respaldar políticamente el plan y al equipo económico.

Siendo los tres puntos señalados, condición necesaria para salir del cepo, veamos cómo se moverían la oferta y la demanda.

En primer lugar, el tipo de cambio oficial, el de $ 9,50, subiría por la sencilla razón que hoy está pisado por el gobierno. Es artificialmente bajo porque el gobierno lo impone manu militari. Siempre que el estado pone un precio máximo, en este caso el tipo de cambio, lo pone por debajo del nivel de mercado. Si el mercado está operando a $ 10 no tiene sentido poner un precio máximo de $ 10 porque el mercado ya opera a ese precio. Tampoco tiene sentido poner un precio máximo de $ 12 porque el mercado opera por debajo de ese precio. Solo tiene sentido poner un precio máximo menor a $ 10, es decir, por debajo del nivel que opera el mercado y eso hace que el precio sea, por definición, artificialmente bajo, que la demanda aumente y la oferta se contraiga porque todos quieren comprar algo artificialmente barato y nadie quiere vender algo que está artificialmente barato. Así que sabemos que el tipo cambio oficial subirá.

Al subir el tipo de cambio las exportaciones se dinamizarán, en particular en el sector agropecuario, lo cual hace ingresar dólares. Podría decirse que el riesgo latente es que aquellos que tienen atrasos en el pago de importaciones saldrían a comprar divisas al mercado haciendo subir fuerte el tipo de cambio, pero ojo que hay mucho grano en los silos bolsa que se venderían si el contexto económico y político cambia.

Si uno anuncia que elimina de golpe todas las retenciones de maíz, trigo, etc. y que también elimina las restricciones a las exportaciones de todos los productos, los productores se lanzarían a preparar sus campos para producir más trigo y maíz, granos que hoy no son negocio producir, la industria láctea se reactivaría, los cítricos en Entre Ríos, el vino en Mendoza y la manzana en el sur, por dar solo algunos ejemplos recibirían un nuevo impulso. Y ojo, no estoy hablando de devaluar, solo dejar que el tipo de cambio flote libremente y que el estado no lo pise.

Si cambia el ambiente de negocios y además hay un plan económico consistente habría un flujo de inversiones hacia el país por la razón que siempre hay empresarios deseosos de comprar activos que están baratos. Otro motivo de ingreso de divisas.

Las razones para que aumente en forma inmediata la oferta de dólares en el mercado son:

1)   Mayores exportaciones, hoy artificialmente frenadas por regulaciones y por el tipo de cambio artificialmente bajo

2)   Venta de granos que están en silos bolsa

3)   Mayor turismo receptivo. Vendrían más turistas a la Argentina porque hoy es artificialmente cara en dólares

4)   Ingreso de capitales de por inversores que buscan oportunidades de comprar activos baratos.

¿Y por  el lado de la demanda? Al subir el tipo de cambio en un mercado libre, quienes quieran importar tendrían que entregar más pesos por cada  dólar de importación, con lo cual disminuye la demanda.

Al eliminarse el cepo y haber un clima de respeto por los derechos de propiedad junto con un plan económico consistente no veo razones para que se produzca una fuga de capitales. Lo cual disminuiría la presión que hoy hay sobre el mercado blue que no se trasladaría al mercado único generando una explosión cambiaria como en el 2002.

Si la perspectiva es de un plan de estabilización de precios, la gente deja de huir del peso para refugiarse en el dólar. Es decir aumenta la demanda de moneda. La gente no sale corriendo a sacarse los pesos de encima como ocurre ahora.

Al subir el tipo de cambio, habría menos gente haciendo turismo en el exterior y más turismo en el interior y, por lo tanto, también disminuiría la demanda de divisas. Hoy mucha gente se va de viaje porque el gobierno está regalando los dólares para viajar al exterior.

Habría que ver si todos aquellos que tienen que girar utilidades y dividendos que no pudieron hacerlo en estos años salen al mismo tiempo a girar a sus casas matrices. Supongamos que empiezan a hacerlo, subiría tanto el tipo de cambio que se licuarían esas utilidades y girarían pocas. Si las utilidades hoy están en pesos y hay que transformarla a dólares para girarlas, en la medida que suba el tipo de cambio bajan las utilidades medidas en dólares. No tendría mucho sentido ese comportamiento por parte de las empresas.

Al subir el tipo de cambio, entonces, bajaría la demanda por importaciones, cesaría la fuga de capitales y solo habría que ver el comportamiento de las deudas comerciales atrasadas y el giro de utilidades y dividendos retenidos, sabiendo que del otro lado aumenta la oferta por más exportaciones, ingreso de capitales y venta de granos en silos bolsa.

El riesgo grande que veo es la montaña de LEBACs que tienen los bancos. Son bonos que le compraron al Central usando los depósitos de la gente. Si la gente va a los bancos a retirar los pesos por miedo a una estampida cambiaria, el banco tiene que darse vuelta y pedirle los pesos al Banco Central. Como el Banco Central no tiene esos pesos, tendría que emitirlos y eso generaría una estampida inflacionaria y cambiaria. Es la mayor bomba que deja activada el kirchnerismo. Por eso insisto en que para desactivar la bomba hay que generar mucha confianza con un plan consistente y un equipo económico que genere confianza.

La salida del cepo puede ser una bomba con un estallido fenomenal o el comienzo de un increíble crecimiento.

Bajo un plan consistente, con gente de prestigio y apoyo político no veo razones para que se produzca un estallido cambiario. Pero para salir del cepo es condición necesaria generar un schock de confianza con los ingredientes mencionados anteriormente.

En lo que hace a las ventas de futuros que estuvo haciendo el BCRA, que habrá que compensar con pesos, desde ya le iría avisando a los compradores que van a cobrar con bonos porque saben que del otro lado hay una mano insolvente. Saben que le están comprando a un insolvente y no hay razón alguna para que se cobre el impuesto inflacionario al conjunto de la sociedad para pagar una timba armada por el BCRA.

Aclarando que no soy parte del equipo económico de Cambiemos, para no comprometerlos y para dejar en claro que esta nota busca ser estrictamente económica en el manejo de las expectativas, desde el punto de vista técnico yo diría que Scioli no tienen ningunas chances de salir del cepo sin estallido y menos en forma gradual como dicen. El único que podría lograrlo es Macri si es elegido presidente y bajo las condiciones mencionadas.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

La tablita cambiaria de los 70 y la de hoy

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 14/11/12 en:

 Según Aníbal Fernández,se debe «sostener un tipo de cambio con flotación administrada que garantice que podemos mantener la demanda». En realidad muy bien no se entiende la relación que hace entre flotación administrada y mantener la demanda, pero lo que sí queda claro, de acuerdo a la política cambiaria que lleva a cabo el Gobierno, es que está copiando la famosa tablita cambiaria de Martínez de Hoz en los 70. En ese entonces, aplicó una devaluación pautada, pero como la inflación, que en ese momento superó la tasa de inflación, el tipo de cambio real siguió cayendo hasta generar un serio problema en el sector externo a fines de 1980 y principios de 1981.

Si bien en los últimos meses el Banco Central aceleró un poco la tasa de devaluación del peso, claramente el aumento del dólar se encuentra muy por debajo de la tasa de inflación real, al igual que en la tablita cambiaria de los 70. Lo que nos dice Aníbal Fernández es que quiere anclar el tipo de cambio, al igual que se hizo con la tablita cambiaria, para desactivar la expectativas inflacionarias. El problema es que la gente no solo percibe la alta inflación. La gente no sigue la evolución de la emisión monetaria que está por arriba del 35% anual, pero sí sigue los precios internos y observa el desborde inflacionario que ha generado el Gobierno. A modo de ejemplo podemos citar el caso del stock de adelantos transitorios del BCRA al tesoro (pesos emitidos para financiar el déficit fiscal dado el desborde del gasto público). En octubre del año pasado ese stock era de $ 51.180 millones y en octubre de este año sumó $ 92.239 millones. Un incremento del 80% en un año. Es desborde de emisión por un gasto público creciente y cada vez más ineficientes se financia con el impuesto inflacionario.

 La diferencia entre la tablita cambiaria de los 70 y la actual es la forma de sostenerla. En los 70 se tomaba deuda pública y se subía la tasa de interés para ingresar dólares y evitar la suba del tipo de cambio. El mercado ajustaba por la cantidad de dólares de corto plazo que se obtenían. En la actualidad, por más que suban la tasa de interés ya nadie ingresa capitales en la Argentina. ¿Qué hacen entonces? Prohíben la compra de dólares para que la gente no pueda defenderse de la inflación que genera el Gobierno, aunque inicialmente habían dicho que la autorización previa de la AFIP era para justificar el origen de los fondos con que la gente compraba dólares. Es decir, fueron cambiando el discurso de acuerdo a la conveniencia del momento. Lo cierto es que en rigor, el problema de tipo de cambio real no lo resuelven ajustando el mercado por cantidad demanda de dólares. En todo caso lo postergan prohibiendo la compra de dólares. Es que en la medida que el BCRA siga empapelando de billetes la economía, la inflación continuará su curso inexorable, el tipo de cambio real caerá y, finalmente, el impacto sobre el sector externo se hará sentir por el lado de las exportaciones las que, por cierto, cayeron el 12% en septiembre pasado de acuerdo a datos del Indec.

El otro problema que tienen es que al deteriorar el tipo de cambio real afectan las exportaciones y, por lo tanto, para poder sostener algún nivel de saldo de balance comercial tienen que frenar cada vez más importaciones impactando en el nivel de actividad interna. Como dato a tener en cuenta hoy la demanda laboral en Capital Federal y el Gran Buenos Aires está un 10% por debajo de abril del 2002 que fue el peor mes del peor año de la crisis 2001/2002, la industria y la construcción llevan 6 meses consecutivos de caída y la actividad inmobiliaria cayó el 47% septiembre contra septiembre, solo por citar algunos sectores y no entrar en detalles con las economías regionales. De manera que Aníbal Fernández evita un problema social con la devaluación, pero genera otro problema social con la baja en el nivel de actividad (basta con ver la evolución de la recaudación de impuestos como el IVA DGI y el impuesto al cheque para advertir cómo se desacelera la economía).

Hoy la gente siente el impacto de menor demanda de trabajo y de la caída de su ingreso real por efecto de la inflación y la recesión que está generando el Gobierno, al tiempo que el sector externo se complica por la caída del tipo de cambio real. 

El mercado siempre ajusta por precio o por cantidad. Cuando a un producto el Gobierno le pone un precio artificialmente bajo, inevitablemente la demanda aumenta. Esa demanda que hacía la gente de dólares baratos en términos reales fue la que el Gobierno prohibió, pero no por eso soluciona el problema del comercio exterior. Con un dólar artificialmente barato, las exportaciones tienden a bajar y las importaciones a subir. Es más, con una brecha cambiaria del 30% se produce la subfacturación de exportaciones y las sobrefacturación de importaciones. El resultado es que como el Gobierno no puede solucionar el problema de la baja de las exportaciones, comprime más las importaciones y frena aún más la actividad económica por falta de insumos.

De manera que Fernández se equivoca al decir que quieren evitar un problema social. Lo están generando y en cantidades industriales. Y, encima, a pesar de prohibirle a la gente que compre dólares para defenderse de la inflación que genera el Central, la institución sigue perdiendo reservas. Al 31 de octubre pasado, las reservas del Central representaban menos del 40% del activo del banco, el resto son papeles sin valor que le entrega el tesoro al Central a cambio de las reservas que le quita. 

¿Cuál es el riesgo que se corre hacia el futuro? Varios, pero uno de ellos es que los pesos que emite y se quedan circulando en la economía y en los bancos, un día se transformen en una corrida financiera si la gente percibe que el dólar sigue estando cada vez más barato y la tasa de interés no la cubre de la tasa de inflación. Esta es una historia conocida por todos porque ya la vivimos varias veces. La apuesta de «te doy tasa dame dólares» fue la que llevó a la crisis del Plan Primavera en la década del 80. La gente devenga una ganancia en dólares colocándose en tasa de interés hasta que decide no jugar más y cambia pesos por dólares. Y cuando hace eso, retira su dinero de los bancos.

Digamos que la «solución» que propone el Gobierno es un doble sacrificio para la población. En el corto plazo le hace sentir el rigor de la inflación, la caída en el nivel de actividad y la menor demanda laboral. En el largo plazo el inevitable ajuste por precio del mercado de cambios y su impacto sobre el ingreso de la gente.

Antes de terminar deseo aclarar que no soy de los que creen que los problemas del sector real de la economía se resuelven con una devaluación. Por el contrario, una devaluación solo esconde, detrás de un tipo de cambio alto, las ineficiencias estructurales, pero esconderlas no es resolverlas. La solución pasa por reformas estructurales, disciplina monetaria y fiscal y respeto por los derechos de propiedad, algo que el Gobierno no va a hacer. Conclusión: mientras el Ejecutivo siga con estas políticas cambiaria, fiscal y monetaria inconsistentes, la gente sufrirá los efectos recesivos en el corto plazo y los más recesivos en el largo plazo cuando haya que hacer consistentes las tres políticas por imperio de la realidad.

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA)y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

 

Los “elásticos” chinos

Por Pablo Guido. Publicado el 30/10/12 en http://chh.ufm.edu/blogchh/

 Leemos en la nota periodística que los chinos ricos no compran productos fabricados en su país. ¿Qué está pasando, se preguntarán? El concepto que nos puede ayudar a comprender el hecho anterior es el de “elasticidad-ingreso”, la cual mide el impacto que genera la variación en el ingreso de los consumidores sobre la cantidad demandada de un producto. Es así que podemos separar en dos grupos a los tipos de productos:

1) bienes inferiores, son aquellos cuya cantidad demandada disminuye a medida que los ingresos de los clientes aumentan.

2) Bienes normales, aquellos cuya cantidad demandada se incrementa cuando los ingresos de los clientes también aumentan.

 Entonces, observamos que este concepto es sumamente importante para el empresario, que debería investigar qué tipo de producto está él comercializando en el mercado, si es un bien inferior o normal. Poder estimar con mayor precisión en qué situación se encuentra frente a los clientes le permitirá al empresario prever un cambio en la cantidad demandada del producto que vende ante cambios en los ingresos de sus clientes.

 Podemos ya responder la pregunta del primer párrafo respecto a lo que sucede en China: a medida que las personas incrementan su nivel de ingresos tienden a demandar menos bienes y servicios con ciertas características (bienes inferiores) y a demandar más de otros (bienes normales). Cuando, por ejemplo, nos encontramos en países super pobres donde se generan cambios positivos en los ingresos de sus residentes probablemente se incremente la cantidad demandada de los alimentos que ya están consumiendo. Pero si continúa incrementándose el ingreso de estas personas los mismos alimentos que eran más demandados previamente por un aumento de los ingresos ahora comienzan a ser menos demandados. Es probable que la gente ya no consuma los mismos alimentos y pase a consumir otros a los cuales antes no podía acceder o eran relativamente caros. Es así que podemos explicar por qué los chinos ricos prefieren consumir otro tipo de bienes que antes no consumían: porque consideran a cierto tipo de bienes y/o servicios fabricados en su país como de menor calidad y/o con menores prestaciones que los importados. Es así que el concepto de elasticidad-ingreso se vuelve clave en la toma de decisiones empresarial, para conocer qué podría llegar a pasarle a mi demanda si mi cliente mejorara  o empeorara su nivel de ingresos.

Pablo Guido se graduó en la Maestría en Economía y Administración de Empresas en ESEADE. Es Doctor en Economía (Universidad Rey Juan Carlos-Madrid), profesor de Economía Superior (ESEADE) y profesor visitante de la Escuela de Negocios de la Universidad Francisco Marroquín (Guatemala). Investigador Fundación Nuevas Generaciones (Argentina). Director académico de la Fundación Progreso y Libertad.