Default moral: la tragedia de la drogadicción

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el30/3/22 en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/default-moral-la-tragedia-de-la-drogadiccion-nid29032022/

Abro esta nota periodística con dos pensamientos, el primero es del premio Nobel de Economía Milton Friedman en su reiterada sentencia: “Las drogas son una tragedia para los adictos. Pero criminalizarlas convierte la tragedia en un desastre para la sociedad, tanto para los que las usan como para los que no las usan”. El segundo es del sacerdote John Clifton Marquis en Las leyes sobre drogas son inmorales, publicado en US Catholic: “La legislación sobre drogas ha producido el efecto exactamente opuesto a lo que esas leyes intentaron […] Las leyes sobre drogas aparentan ser benéficas, pero el defecto trágico de la moral de cosmética, igual que toda otra forma de cosmética, es que no produce cambios en la sustancia”. El default es moral.

El uso de drogas alucinógenas para fines no medicinales constituye un drama y su empleo reiterado produce lesiones cerebrales irreversibles. Pero desde 2000 años antes de Cristo –salvo la Guerra del Opio en China, debido a la prohibición–no hubo problemas con las drogas hasta que en 1971 Nixon declaró la guerra a los narcóticos, una idea alimentada por los mismos mafiosos del alcohol, a través de sofisticados estudios de mercado, quienes antes se habían visto perjudicados por la abrogación de la ley seca, por lo que dejaron de percibir astronómicas ganancias debido a los siderales márgenes operativos que provoca la prohibición, que también en el caso de las drogas no solo corrompe policías, jueces, fiscales, políticos e incluso a las agencias supuestamente encargadas de combatir el flagelo, sino que hace posible la producción de drogas sintéticas mucho más devastadoras que las naturales.

Los mencionados márgenes operativos descomunales hacen posible la figura del pusher, con ingresos exorbitantes al efecto de colocar la droga en todos los mercados posibles, muy especialmente en los colegios y lugares bailables, puesto que la gente joven es la más propensa a ensayar el “fruto prohibido”. Como en la relación compra-venta de drogas no hay víctima ni victimario propiamente dichos, irrumpe la figura del soplón, espionaje que conduce a los atropellos más variados sin orden de juez competente, se vulnera el secreto bancario, se instauran escuchas telefónicas, se blanquean contabilidades y se naturaliza la aberración de detener a quien lleva más de diez mil dólares de su propiedad. Como bien se ha puntualizado reiteradamente desde antaño, un vicio es un acto que afecta a la misma persona que lo tiene como hábito, mientras que un crimen es un acto contra el derecho de otro, el confundir ambos hechos constituye una aberración manifiesta.

El consiguiente mercado negro no permite la verificación de la pureza de la droga, con lo que las sobredosis, intoxicaciones y envenenamientos son muy frecuentes. También debido a la ilegalidad se inhibe a quienes denunciarían fraudes y estafas, puesto que si recurrieran a los tribunales se estarían autoinculpando. Lo mismo sucede con los médicos y centros hospitalarios: se bloquea la posibilidad de pedir ayuda, porque se estarían denunciando a sí mismos.

Por otra parte, debe precisarse lo que en estadística se conoce como error de inclusión. En el caso que ahora nos ocupa es pertinente señalar que, tal como lo señalan las encuestas y relevamientos más importantes –por ejemplo, las reiteradas manifestaciones del Bureau of Justice Statistics de los Estados Unidos–, “una abrumadora mayoría de consumidores de drogas nunca han cometido un crimen”. Del hecho de que muchos actos criminales hayan sido cometidos por personas que han consumido drogas no se sigue el nexo drogas-crimen. Para sacar conclusiones en esta materia es menester mirar el universo, no se puede atender solo un segmento y extrapolar. Una cosa es un correlato y otra bien distinta es una relación causal: hace una década había correlación perfecta entre el largo de las polleras en Inglaterra y la crianza de cerdos en Australia, de lo cual no se desprende nexo causal alguno. Otro asunto bien diferente son las disposiciones en algunos códigos penales en los que se considera un atenuante cuando un delito es cometido por una persona drogada, en lugar de constituir un agravante.

Por todo esto es que expresidentes como Vicente Fox (México), Jorge Batlle (Uruguay), César Gaviria (Colombia) y Fernando Henrique Cardoso (Brasil) han propuesto la liberación de las drogas y también el exsecretario de Estado de Estados Unidos George Shultz y el exsecretario general de las Naciones Unidas Javier Pérez de Cuellar. Por su parte, Mario Vargas Llosa sostiene que si no se liberan las drogas estas terminarán con la democracia. Por supuesto que la liberación debe tratar a los menores tal como se hace con la licencia de conducir, el alcohol y similares en el contexto de campañas de prevención.

Es cierto que con los defectos del sistema de salud estatal imperante no pocos drogadictos se harían atender allí, con lo que les endosarían las cuentas a otros, pero es de rigor el análisis costo-beneficio en el que se percibe que, como advierten las personalidades que acabamos de mencionar, el costo de perderlo todo es mucho mayor.

A veces se piensa que si se liberan las drogas todo el mundo se drogará. Pero consideremos los incentivos para no aceptar en los lugares de trabajo y similares a seres que no son capaces de controlarse a sí mismos. En verdad, estarán circunscriptos a sus domicilios o a lugares expresamente establecidos para drogodependientes. Por supuesto que esto se desvirtúa si los aparatos estatales se inmiscuyen en la producción y otras sandeces por el estilo. Thomas Sowell escribe que se insiste en la fracasada política porque “las cruzadas de este tipo son juzgadas por lo bien que se sienten los cruzados”.

Cabe destacar que si una madre embarazada se droga, cualquiera puede actuar como subrogante para defender la vida y la integridad física de la criatura frente a tamaña agresión (lo cual es independiente de liberarnos del flagelo de la prohibición).

En una ya lejana oportunidad, conversando con mi amigo Agustín Navarro –médico y economista– en México, me hablaba de la importancia de liberar las drogas en una época en que yo sostenía equivocadamente que había que prohibirlas (en realidad fueron alumnos míos de la UBA los que me convencieron de la inconsistencia en este asunto que se daba de bruces con el resto del andamiaje de análisis económico de la asignatura). En esa ocasión le pregunté a mi amigo por qué no escribía sobre el asunto. La respuesta me dejó helado. Me dijo que lo había proyectado, pero abandonó el propósito debido a las amenazas que recibió su familia. La conversación terminó con su conclusión en cuanto a que la peor noticia para los barones de la droga es que se liberen, puesto que se quedarán sin el suculento botín.

Abandonada la errada posición, hace tiempo se publicó un libro de mi autoría titulado La tragedia de la drogadicción. Una propuesta con prólogo de Carlos Alberto Montaner, donde me explayo sobre lo consignado telegráficamente en esta nota y subrayo que cuando se dice en economía que al bajar el precio se incrementa la demanda, es central agregar que esto ocurre siempre y cuando los demás factores se mantengan constantes. Y esto no es así con el mercado de drogas, puesto que una vez liberado desaparecen los antedichos pagos astronómicos a los pushers y los incentivos a sus socios, lo cual modifica la situación

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Acerca de las drogas

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 31/3/19 en: https://www.elpais.com.uy/opinion/columnistas/alberto-benegas-lynch/acerca-drogas.html

 

Ahora que Antonio Escohotado ha visitado Montevideo gracias a los auspicios del Centro de Estudios para el Desarrollo, es el momento de volver sobre el tema de los estupefacientes en vista de lo escrito y dicho por el mencionado autor, además de sus otras obras como la notable trilogía sobre los enemigos del comercio.

Antes que nada hay que mencionar lo que en estadística se conoce como error de inclusión. Del hecho de que muchos actos criminales hayan sido cometidos por drogados, no se sigue el nexo drogas-crimen. No todos los que se drogan son criminales y una minoría del universo de crímenes se comete por drogados. No se puede atender solo un segmento y extrapolar.

Una cosa es un correlato y otra bien distinta es una relación causal: hace una década había correlación perfecta entre el largo de las polleras en Inglaterra y la crianza de cerdos en Australia, de lo cual no se desprende nexo causal alguno. Otro asunto bien diferente son las disposiciones en algunos códigos penales en los que se considera un atenuante cuando un delito es cometido por un drogado en lugar de constituir un agravante.

Dicho esto, tal como lo señalé en mí libro La tragedia de la drogadicción. Una propuesta con prólogo de Carlos Alberto Montaner, el uso de drogas alucinógenas para fines no medicinales constituye un drama y su empleo reiterado produce lesiones cerebrales irreversibles. Pero desde 2000 años antes de Cristo -salvo la Guerra del Opio en China debido a la prohibición- no hubieron problemas con las drogas hasta que en 1971 Nixon declaró la guerra a los narcóticos, una idea alimentada por los mismos mafiosos del alcohol, a través de sofisticados estudios de mercado, quienes antes se habían visto perjudicados por la abrogación de la Ley Seca.

De todos modos, como ha escrito el premio Nobel Milton Friedman “Las drogas son una tragedia para los adictos. Pero criminalizar su uso convierte la tragedia en un desastre para la sociedad, tanto para los que la usan como para los que no la usan”.

Hoy personas inocentes son tratadas como delincuentes si, por ejemplo, llevan consigo más de diez mil dólares, en gran medida los bancos se han convertido en informantes de los aparatos estatales con lo que el secreto bancario ha desaparecido, las escuchas telefónicas y acciones policiales contrarias al debido proceso están a la orden del día.

En no pocas oportunidades se piensa que si  se liberan las drogas, todo el mundo se drogará. Pero consideremos los incentivos para no aceptar en los lugares de trabajo, en los transportes, en los comercios, en las carreteras a seres que no son capaces de controlarse a si mismos.

La penalización por la producción y/o consumo de drogas eleva la prima por el riesgo de operar en esos mercados y, por ende, los antedichos márgenes operativos se elevan enormemente. Debido a esto se hace posible la producción de drogas sintéticas con efectos mucho más devastadores de las naturales. El mercado negro no permite la verificación de la pureza de la droga con lo que las sobredosis y las intoxicaciones son muy frecuentes. También debido a la ilegalidad se inhibe a quienes denunciarían fraudes y estafas puesto que si recurrieran a los tribunales se estarían autoinculpando. Lo mismo sucede con los médicos y centros hospitalarios: se bloquea la posibilidad de pedir ayuda.

Las legislaciones anti-drogas obligan a los consumidores a involucrarse con la mafia. Los antes mencionado márgenes operativos descomunales hacen posible la figura del pusher , con ingresos exorbitantes al efecto de colocar la droga en todos los mercados posibles, muy especialmente en colegios y lugares bailables.

Esta así  denominada guerra está sufragada coactivamente por los impuestos y mezclan negocios lícitos con el “lavado” de dinero proveniente de las drogas, con lo que oscurecen las contabilidades y se contaminan comercios de distinta índole. Todo esto sin contar a los gobernantes que reciben cuantiosos recursos para “combatir” la droga, mientras se descubren sus propios negocios suculentos en el ramo  y las corrupciones de jueces y policías alimentan cotidianamente los noticieros de todas partes del mundo.

Ex presidentes que han padecido sobradas experiencias durante sus mandatos con las drogas, proponen la liberación como son los casos de Vicente Fox,  Oscar Gaviria o Henrique Cardoso. Incluso el ex Secretario General de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuellar y el ex Secretario de Estado del gobierno estadounidense George Shultz se han pronunciado en la misma dirección.

Por último, para cerrar esta nota periodística, cuando se dice que al bajar el precio se incrementa la demanda, es central agregar que esto ocurre si los demás factores se mantienen constantes. Y esto no es así con el mercado de drogas puesto que una vez liberado desaparecen los antedichos pagos colosales a los pushers y sus socios lo cual modifica la situación.  Por supuesto que las limitaciones a menores deben ser similares a como se procede con el registro automotor, la pornografía, la venta de alcohol y equivalentes.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

OTRA VEZ LAS DROGAS ALUCINÓGENAS

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Antes que nada hay que mencionar lo que en estadística se conoce como error de inclusión. En el caso que ahora nos ocupa es pertinente señalar que tal como lo señalan las encuestas y relevamientos más importantes, por ejemplo, las reiteradas manifestaciones del Bureau of Justice Statistics de Estados Unidos que “una abrumadora mayoría de consumidores de drogas nunca han cometido un crímen”. Del hecho de que muchos actos criminales hayan sido cometidos por drogados, no se sigue el nexo drogas-crimen. Para sacar conclusiones en esta materia es menester mirar el universo, no se puede atender solo un segmento y extrapolar. Una cosa es un correlato y otra bien distinta es una relación causal: hace una década había correlación perfecta entre el largo de las polleras en Inglaterra y la crianza de cerdos en Australia, de lo cual no si desprende nexo causal alguno. Otro asunto bien diferente son las disposiciones en algunos códigos penales en los que se considera un atenuante cuando un delito es cometido por un drogado en lugar de constituir un agravante.

 

Dicho esto, tal como lo señalé en mí libro La tragedia de la drogadicción. Una propuesta (Buenos Aires, Ediciones Lumiere, 2006, con prólogo de Carlos Alberto Montaner), el uso de drogas alucinógenas para fines no medicinales constituye un drama y su empleo reiterado produce lesiones cerebrales irreversibles. Pero desde 2000 años antes de Cristo -salvo la Guerra del Opio en China debido a la prohibición- no hubieron problemas con las drogas hasta que en 1971 Nixon declaró la guerra a los narcóticos, una idea alimentada por los mismos mafiosos del alcohol, a través de sofisticados estudios de mercado, quienes antes se habían visto perjudicados por la abrogación de la Ley Seca por lo que dejaron de percibir astronómicas ganancias debido a los siderales márgenes operativos que provoca la prohibición.

 

Por otra parte, como se ha dicho resulta bastante estúpido eso de “la guerra contra las drogas” porque es similar a declarar la guerra al dulce de leche: las guerras son contra personas nunca contra cosas. De todos modos, como ha escrito el premio Nobel Milton Friedman “Las drogas son una tragedia para los adictos. Pero criminalizar su uso convierte la tragedia en un desastre para la sociedad, tanto para los que la usan como para los que no la usan”.

 

Hoy personas inocentes son tratadas como delincuentes si, por ejemplo, llevan consigo más de diez mil dólares, en gran medida los bancos se han convertido en informantes de los aparatos estatales con lo que el secreto bancario ha desaparecido, las escuchas telefónicas y acciones policiales contrarias al debido proceso están a la orden del día.

 

Como bien ha puntualizado Lysander Spooner, un vicio es un acto que afecta a la misma persona que lo entretiene, mientras que un crimen es un acto contra el derecho de otra, el confundir ambos hechos constituye una aberración manifiesta. Hay en este asunto una dosis grande de arrogancia al pretender administrar las vidas ajenas. De más está decir que si todo el mundo decide constiparse ilimitadamente, el resultado será la muerte por constipación, pero cada uno es responsable de sus acciones, incluso la responsabilidad por haber bloqueado la misma responsabilidad.

 

En no pocas oportunidades se piensa que si  se liberan las drogas, todo el mundo se drogará. Pero consideremos los incentivos para no aceptar en los lugares de trabajo, en los transportes, en los comercios, en las carreteras a seres que no son capaces de controlarse a si mismos. En verdad, estarán circunscriptos a sus domicilios o a bares o lugares expresamente establecidos para drogodependientes. Por supuesto que esto ocurrirá si los aparatos estatales no se meten “regalando” jeringas o imponiendo lugares públicos para drogarse y otras sandeces por el estilo.

 

La penalización por la producción y/o consumo de drogas eleva la prima por el riesgo de operar en esos mercados y, por ende, los antedichos márgenes operativos se elevan enormemente. Debido a esto se hace posible la producción de drogas sintéticas con efectos mucho más devastadores de las naturales. El mercado negro no permite la verificación de la pureza de la droga con lo que las sobredosis y las intoxicaciones son muy frecuentes. También debido a la ilegalidad se inhibe a quienes denunciarían fraudes y estafas puesto que si recurrieran a los tribunales se estarían autoinculpando. Lo mismo sucede con los médicos y centros hospitalarios: se bloquea la posibilidad de pedir ayuda puesto que los candidatos se estarían denunciando a si mismos.

 

Las legislaciones anti-drogas obligan a los consumidores a involucrarse con la mafia. Los antes mencionado márgenes operativos descomunales hacen posible la figura del pusher , con ingresos exhorbitantes al efecto de colocar la droga en todos los mercados posibles, muy especialmente en los colegios y lugares bailables puesto que la gente joven es la más propensa a ensayar y mantener nuevas fórmulas al estar más inclinados al “fruto prohibido” debido a un siempre presente espíritu de rebeldía.

 

Como en la relación compra-venta de drogas no hay víctima ni victimario propiamente dichos, irrumpe la figura del soplón, espionaje que conduce a los atropellos más variados como revisación de personas en sus ropas y pertenencias, olfateo de canes y otras intromisiones sin orden de juez competente ya que se suele decretar la inmunidad para quienes proceden de esta manera.

 

Esta así  denominada guerra está sufragada coactivamente por todos los contribuyentes, lo cual asciende a millones y millones de dólares. Permanentemente se involucran negocios lícitos con el “lavado” de dinero proveniente de las drogas, con lo que oscurecen las contabilidades y se contaminan comercios de distinta índole. Las permanentes matanzas de inocentes, las violaciones a las libertades individuales, al tiempo que las cárceles están atestadas de drogadictos en lugar de los verdaderos criminales. Todo esto sin contar a los gobernantes que reciben cuantiosos recursos para “combatir” la droga, mientras se descubren sus propios negocios suculentos en el ramo. Las corrupciones de jueces, policías  y políticos alimentan cotidianamente los noticieros de todas partes del mundo.

 

Todavía no queda del todo claro el sentido  del proyecto pero se ha dicho en medios argentinos que se involucrará a la Fuerzas Armadas en la susodicha lucha contra los estupefacientes, lo cual sería grave pues no solo desnaturalizaría su misión específica sino que la expondría a que también sean corrompidas. Por su parte, la candidata a ocupar la cartera de interior en el nuevo gobierno mexicano ha deslizado la posibilidad de liberar las drogas, lo cual sería altamente beneficioso para Occidente antes que la guerra de marras termine con la sociedad libre  y constituiría un digno ejemplo a seguir, a pesar de otras de las políticas negativas anunciadas por el próximo mandatario recién electo. Ex presidentes que han padecido sobradas experiencias durante sus mandatos con las drogas, proponen la liberación como son los casos del mexicano Vicente Fox, del colombiano Oscar Gaviria o el brasileño Enrique Cardoso. Es de esperar que si esto se concretara no se hiciera como el caso uruguayo con la marihuana donde el aparato estatal está metido en todo el proceso y más bien se acercara al caso portugués. Incluso para aludir a miembros de la burocracia internacional, el ex Secretario General de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuellar, se ha pronunciado categóricamente a favor de liberar todas las drogas en una carta abierta, ya en 1998, junto con otras 500 personalidades entre las que se encontraba el ex Secretario de Estado del gobierno estadounidense George Shultz.

 

Como dice Mario Vargas Llosa, es de desear que se comprenda la necesidad de liberar las drogas antes que las drogas terminen con la democracia a través de la financiación de campañas y otros canales. Tal como escribe Thomas Sowell en relación al tema que nos ocupa vinculado a la pregunta reiterativa en cuanto a la razón por la cual no se abandona una lucha que ha demostrado resultados catastróficos: “Las políticas deben ser juzgadas por sus resultados, pero las cruzadas de este tipo son juzgadas por lo bien que se sienten los cruzados”.

 

Hace mucho tiempo en una oportunidad en una conversación con mi amigo Agustín Navarro en México, médico  y economista, me hablaba de la importancia de liberar las drogas en una época en que yo sostenía equivocadamente que había que prohibirlas (en realidad fueron alumnos míos los que me convencieron de mi inconsistencia en este asunto que se daba de bruces con el resto del andamiaje de análisis económico de la asignatura). En esa oportunidad le pregunté a mi amigo por qué no escribía sobre el asunto. La respuesta me dejó helado. Me dijo que lo había proyectado pero abandonó el propósito debido a las amenazas que recibió su familia. La conversación terminó con su conclusión en cuanto a que la peor noticia para los barones de la droga es que se liberen puesto que se quedan sin el suculento botín.

 

Bien ha consignado el sacerdote católico John Clifton Marquis en un escrito de su autoría titulado -préstese especial atención al título- “Las leyes sobre drogas son inmorales”, publicado en US Catholic en mayo de 1990: “Cincuenta años de legislación sobre drogas ha producido el efecto exactamente opuesto a lo que esas leyes intentaron […] Los líderes morales no tienen más alternativa que elegir entre una moral auténtica, la cual produce el bien y una moral de cosmética que meramente aparece como buena. Las leyes sobre drogas aparentan ser benéficas pero el defecto trágico de la moral de cosmética, igual que toda otra forma de cosmética, es que no produce cambios en la sustancia”.

 

Es difícil para quienes pretenden sustituir las conciencias individuales por los dictados desde el poder, pero es menester batir esas tendencias que van contra todo sentido ético de responsabilidad tal como señala el Padre Marquis. Por último, para cerrar esta nota periodística subrayo que es de interés señalar para el caso estudiado que cuando se dice en economía que al bajar el precio se incrementa la demanda, es central agregar que esto ocurre siempre y cuando los demás factores se mantengan constantes. Y esto no es así con el mercado de drogas puesto que una vez liberado desaparecen los antedichos pagos colosales a los pushers y sus socios lo cual modifica la situación. Eso es precisamente lo que ocurrió con los negociantes del alcohol ilegal, y por eso, en su memoria 1936/37, el Departamento del Tesoro estadounidense reveló la caída en el consumo de bebidas alcohólicas luego de eliminado el estruendoso papelón de la Ley Seca. También es lo que destaca James M. Buchanan, otro premio Nobel, respecto a la reducción en el consumo de drogas en la experiencia parcial holandesa.

 

De todos modos, aunque esto no fuera así no resulta relevante desde la perspectiva moral que no comprenden los que son “moralistas a los palos” (es decir, los de la antimoral). Es como escribió William F. Buckley: “en lugar de provocar guerras contra las drogas con espantosas muertes, gravísimas lesiones de derechos de inocentes, aumentos de drogadicciones y corrupciones por doquier tal como revela la copiosa bibliografía en la materia, los que desean intoxicarse que puedan acceder en el mercado libre a la compra al precio del veneno para las ratas”. Por supuesto que las limitaciones a menores deben ser similares a como se procede con el registro automotor, la pornografía, la venta de alcohol y equivalentes.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

CONSIDERACIONES SOBRE LA VEJEZ

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Este tema interesará a todos puesto que, a menos que se produzca un accidente prematuro, a todos les toca, solo es cuestión de tiempo. Muchas veces al aludir a la vejez hay cierta carga peyorativa implícita o explícita ya que el comentario se suele circunscribir al aspecto puramente físico referido al consiguiente deterioro. Sin embargo, si comprendemos que el hombre no se limita a lo puramente material y que precisamente lo caracteriza los estados de conciencia, la psique o la mente. Si esto es así decimos, el aprovechamiento de la vida significa el mayor alimento posible del alma lo cual, a su vez, se traduce en una mucho mayor vitalidad espiritual. Una mucha  mayor riqueza intelectual respecto a la juventud que, al contrario, mantiene un cuerpo más vital pero con un alma en proceso de formación.

 

Sin duda que en la vejez -y siempre- la mente está en formación o en tránsito ya que nunca se llega a una meta final puesto que el conocimiento tiene la característica de la provisionalidad sujeta a refutaciones y la ignorancia es infinita en relación a lo que se conoce. Emmanuel Carrére ha escrito con razón que “lo opuesto a la verdad no es la mentira sino las certezas”. Nada peor que los que no están abiertos al debate al efecto de incorporar nuevas perspectivas: es lo más potente para alejarse de la verdad.

 

De lo que estamos hablando es la comparación de cortas edades respecto a edades avanzadas en cuanto a la dosis de conocimientos y experiencias si se ha aprovechado la vida. Sin duda que las personas son en esto como los vinos: no por el hecho de transcurrido el tiempo mejoran, antes al contrario un mal vino empeora con el transcurso del tiempo. Si la vida se desperdicia en lo que tiene de propiamente humana, el resultado no será bueno.

 

Cuando se alude a la vejez entonces debe subrayarse que si le damos más importancia al alma que al cuerpo, al fondo más que a la forma, la sustancia más que al accidente, lo que nos define como humanos respecto a la cáscara, si esto es así debe destacarse la evolución del estado de conciencia más que los estados de los kilos de protoplasma. Claro está, lo dicho no significa para nada no atender las necesidades del cuerpo. Al contrario, resulta esencial este cuidado, nada más acertado que aquello de mens sana en corpore sano.

 

Hay ciertas inconsistencias en torno a este asunto. Por ejemplo, cuando muere alguien se suele repetir “pobre fulano o mengana” ¿Cómo “pobre” si se piensa que los estados de conciencia, la psique o la mente son inmateriales y por ende no se descomponen y por tanto sobreviven al cuerpo? Incluso según algunas denominaciones religiosas ¿no es que gozan en el más allá de una vida más placentera si han hecho las cosas bien? Entonces, para ser consistentes con esta visión “pobres los que quedan” porque extrañan a los que se fueron, lo cual es evaluado por pensadores como Emmanuel Swedenborg en su peculiar esquema de la religiosidad que tanto ha influido en autores como Jorge Luis Borges o Mario Vargas Llosa y también las elucubraciones de destacados deístas como Thomas Paine y Voltaire (que por definición rechazan la idea de iglesias oficiales puesto que en esta tradición el vínculo es del hombre con Dios y sin intermediarios).

 

Ludwig von Mises y el premio Nobel en economía Milton Friedman son unos de los tantos intelectuales que sostienen las ventajas de liberar las drogas (también ex presidentes como Fernando Henrique Cardoso, Vicente Fox y  César Gaviria) para evitar los graves problemas como los suscitados por la llamada Ley Seca y distinguen lo que es un crimen de lo que es un vicio del que cada uno es responsable. El primero de los nombrados afirma que aquellos que le otorgan más importancia al alma que al cuerpo, para ser consistentes con su “guerra a las drogas” deberían prohibir también libros, obras de teatro y similares que dañan la psique con un resultado mucho más contundente que el daño corporal.

 

El antedicho ensanchamiento del alma o la psique está estrechamente vinculado a los espacios de libertad de cada uno al efecto de actualizar sus potencialidades en busca de su particular proyecto de vida. Hoy en día con los atropellos de aparatos estatales desbocados y completamente desviados de sus misiones específicas de proteger derechos, cercenan los espacios de libertad y en consecuencia reducen las posibilidades de los alimentos de la mente. En un campo de concentración las posibilidades de desarrollo de una persona no son las mismas que en libertad.

 

Por supuesto que la libertad es una condición necesaria pero no suficiente para el desarrollo de cada uno. Puede concebirse a personas que, por ejemplo, dedican sus energías para drogarse hasta perder el conocimiento,  lo cual, naturalmente no significa encaminares hacia metas de excelencia sino a la degradación y extinción total.

 

Sin duda que el deterioro del cuerpo llega un momento tal que puede afectar también al cerebro con lo que la psique, los estados de conciencia o la mente dejan de comunicarse con el mundo exterior debido al referido deterioro progresivo. Pero cuando no llega esa etapa o, en su caso, mientras no llegue, la evolución del alma sigue su marcha ascendente si se saben aprovechar las oportunidades y se saca partida de la vida propiamente humana.

 

Este es el sentido por el que en muchas comunidades se tiene especial consideración con la vejez, no solamente debido a lo enclenque que pueda estar el cuerpo sino especialmente para sacar partida de la experiencia y el conocimiento en el que beben las generaciones más jóvenes.

 

Esto está ligado al entramado entre jóvenes y viejos en las familias en las que cuando los hijos son menores los padres se ocupan de ellos en todos sus múltiples problemas, en su salud, en sus estudios, en su alimentación y en su recreación. Esto mismo es lo que sucede en devolución de cariño con los padres cuando son mayores por parte de los hijos. Esto se ve más claramente en comunidades asiáticas, por ejemplo, en Corea del Sur, donde, por otra parte no hay sistemas compulsivos de previsión social debido entre otras razones al motivo descripto (y, dicho sea de paso, donde las tasas de ahorro son las más altas para proveer en la vejez). En cambio, en otros lares se observa algo bien distinto: hijos que abandonan a sus padres o los encierran en geriátricos para liberarse de ellos con el argumento de que “están muy ocupados” como si los padres no hubieran estado ocupados cuando atendieron y cuidaron a sus hijos.

 

Para los materialistas (o deterministas físicos si recurrimos a terminología popperiana) no hay estados de conciencia, psique o mente con lo que el ser humano estaría programado como un loro donde no habría tal cosa como argumentación, ideas autogeneradas, responsabilidad individual, moral o libertad. Como ha consignado John Eccles, premio Nobel en Neurofisiología, “uno no se involucra en un argumento racional con un ser que sostiene que todas sus respuestas son actos reflejos” y apunta que “cuanto más descubrimos sobre el cerebro más claramente distinguimos entre los eventos del cerebro y el fenómeno mental”. Y Max Plank, premio Nobel en Física,  concluye que “sería una degradación inconcebible que los seres humanos fueran considerados como autómatas inanimados en manos de una férrea ley de causalidad”. Por último para citar a los más destacados científicos en la materia, John Lucas afirma que “Solo un agente libre puede ser racional. El razonamiento, y por tanto la verdad, presupone la libertad y no el condicionamiento por nexos causales de la materia”.

 

Entonces, si hemos comprendido que el libre albedrío es una característica que diferencia al hombre de todas las otras especies conocidas y que la psique es lo que hace posible esa libertad, debemos concluir que el alimento de esa alma es función primordial del ser humano para elevarse en busca de la antedicha excelencia, lo cual madura en la vejez si se han llevado a cabo los esfuerzos consiguientes.

 

Así es que el deterioro físico es más que compensado por esa inyección de contenido que no se tiene a edad temprana. Este es el sentido de la reverencia a la vejez. Platón ha dicho que “me da enorme placer hablar con las personas de edad avanzada. Han estado en el camino sobre el que todos nosotros debemos transitar y saben donde están los obstáculos y las dificultades y donde está nivelado y es más fácil”.

 

También en la vejez se modifica la preferencia temporal debido a que se acorta el período de vida por lo que tiende a atribuirse mayor valor al presente con lo que se disfrutan más los momentos y simultáneamente tiende a concentrarse más la atención en los detalles de la vida. Las dos situaciones operan en otra dirección en edades juveniles donde los proyectos a largo plazo tienen muchas veces prelación respecto de los de corto plazo o, como decimos, el presente. Al mismo tiempo no es infrecuente que se descuiden o se pasen por alto los detalles que muchas veces hacen la vida más agradable respecto a la aceleración por lograr otras metas. Todo esto por lo que pueda entenderse por presente ya que como decía San Agustín “se de que se trata aunque si me lo preguntan no puedo explicarlo”: razonaba que en última instancia el presente es muy difícil de aprehender puesto que se divide instantáneamente en lo que fue y lo que será (el pasado y el futuro).

 

En resumen, no es raro que en las sociedades contemporáneas se subestime la vejez porque hay una grosera sobrevalorización de la forma del cuerpo con la obsesión del gimnasio lo cual tiene prelación respecto al cultivo del alma que en realidad animaliza la conducta y desaprovecha el sentido de una vida propiamente humana. En cierto sentido esta es una de las explicaciones de la decadencia de valores que hoy ocurren al subvertir las prioridades más elementales.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

Taking a Look at America’s 101 Most Influential Latinos

Por Alejandro A. Chafuén. Publicado el 30/10/14 en: http://m.cnsnews.com/commentary/alex-chafuen/taking-look-americas-101-most-influential-latinos#.VFKU3MdVh6g.twitter

 

Latino Leaders magazine hosted an event in Washington D.C. this week, launching their ranking of the 101 most influential Latinos in the United States. Since the year 2000, the magazine has had as its mission to promote and publish “stories of Latino success…stories often missed by the mainstream media.”

Among the 101 Latinos and Latinas highlighted, we find familiar faces from show business, such as Eva Longoria, Jennifer López, Enrique Iglesias, Gloria Estéfan and Shakira. Unlike other efforts with Latinos, however, this one does not discriminate against conservatives. It would be hard to hide the accomplishments of Texas’ Senator Ted Cruz, Florida Senator Marco Rubio or New Mexico Governor Susana Martínez. The publication also highlights the up and coming George P. Bush. As expected, politicians and partisans aligned with the Democratic Party, such as Congressman Luís Gutiérrez and Voto Latino CEO María Teresa Kumar, also figure prominently on the list.

Accomplished business leaders such as Sol Trujillo and Linda Alvarado (co-owner of the Colorado Rockies baseball team) attended the event. César Conde (Executive Vice President of NBCUniversal) and Mario Longhi, now CEO at U.S. Steel, but with a long and highly successful career at Gerdau Group in Brazil, also made the list.

The presentations during the event, held at The Willard Hotel, focused mostly on the strength and size of the Hispanic community in the U.S. Trujillo pointed to numbers which put Latinos in the U.S. as one of the nation’s fastest-growing economic and demographic groups. The U.S. Hispanic population is growing faster than the population of any of the BRIC (Brazil, Russian India and China) countries.

As a business leader, Trujillo recommended that for external communication, the strategy of Latinos should focus on branding and focusing on the positive. Granted. But what was missing at this event, for internal communication, is any acknowledgement of what Latinos can do to become better integrated. Most of the focus was on the barriers that still prevent people with funny accents like me, to rise to even higher positions. I grant that there are still barriers, I previously wrote a related piece “Latinos want Salsa and we give them Ketchup” recommending better efforts to reach Latinos. But I do not think it was positive that during the Latino Leaders event not a single word was devoted to some of the current weaknesses of the very diverse Latino community.

Although I was never a Mexican, given my role as president of the Hispanic American Center for Economic Research during the presidency of Vicente Fox, I had the privilege of being appointed a member of the Instituto de Mexicanos en el Exterior (Institute of Mexicans Abroad). I wish someone could prove me wrong, but during my tenure I received almost daily emails with calls for action. I do not recall a single email encouraging Mexican immigrants to learn from the Founding Fathers of the United States the great traditions that made possible the American dream. They focused instead on making demands of the state, rather than responsibility from below.

The future success of the Latino community in the United States will depend significantly on the extent to which Latinos cultivate the virtues and practices of many who made the Latino Leaders’ list. But it will also depend on the extent to which this growing segment of the country’s population fully understands and promotes the principles of a free society which undergird the nation which has been such a powerful magnet – and become such a welcome home – to so many of us.

 

Alejandro A. Chafuén es Dr. En Economía por el International College de California. Licenciado en Economía, (UCA), es miembro del comité de consejeros para The Center for Vision & Values, fideicomisario del Grove City College, y presidente de la Atlas Economic Research Foundation. Se ha desempeñado como fideicomisario del Fraser Institute desde 1991. Fue profesor de ESEADE.