A un año del acuerdo… Cómo nos va con el FMI

Por Alejandro Tagliavini. Publicado el 14/5/19 en: http://www.elefete.com/a-un-ano-del-acuerdo-como-nos-va-con-el-fmi/

 

Como recuerda Alberto Benegas Lynch (h), el FMI fue inspirado por White y Keynes y, según economistas de la talla de P. Bauer, D. Bandow, R. Barro, K. Brunner, R. Vauvel y R. Mickesell, se dedica a financiar fracasadas políticas estatistas. Es contradictorio que un banco estatal sea promercado cuando vive de fondos extraídos, impositivamente, contra la voluntad del mercado.

Ineptos gobiernos argentinos acordaron con este organismo más de 30 veces, financiándose para continuar y llegar adonde estamos. Recordemos el momento más sintomático. En junio de 2004 Rodrigo Rato -hoy preso por corrupción- asume la dirección del FMI “con el mejor cuadro de economistas del mundo” que “trabaja de manera transparente”. ¿Sí? Contrariamente a sus proyecciones -crecimiento del 4,5%- el PBI de Brasil cayó en 2003 y no levantaba, entonces, el FMI aseguró que “(Brasil) está haciendo progresos importantes”. Cualquier parecido con Argentina es casual.

Estos burócratas financiaron a nuestros gobiernos hasta que cayeron en default: unos US$ 88.000 M. Necesariamente la política del FMI es pedir mayor presión tributaria, y mayor control estatal, porque es el único modo de reintegrar sus préstamos dado que el PBI caerá. Así, presionó a Kirchner para subir la carga fiscal mientras que las deudas con los privados “son entre el gobierno y los acreedores…”, se lavó las manos Rato.

Luego, aunque por motivos muy discutibles, se tuvo la sana idea de romper con el FMI…  hasta hace un año. ¿Cómo nos ha ido?

Tras la “corrida cambiaria” en abril de 2018, con los mercados de capitales internacionales privados cerrándose -por la inviabilidad del “modelo macrista”, de agrandamiento del peso del Estado- el Gobierno recurrió al FMI.

El 8 de mayo se iniciaron conversaciones consiguiéndose hasta hoy unos US$ 57.000 M. Desde entonces, el dólar subió 105%, aumentó la inflación, el BCRA subió la tasa del 40% de la Lebac hasta el 71% de la Leliq, el riesgo país subió de 480 pb a unos 920, los bonos del gobierno pasaron a rendir de 4 a 16%, el Merval en dólares cayó casi 50% y los ADR hasta 80%.

Un cliché del gobierno para justificarse es la “incertidumbre política”, sin embargo, la semana pasada a pesar de los temores globales -todas las bolsas caían- el ataque a un diputado radical y la presentación del libro de CFK, el mercado cambiario tuvo el viernes el récord de operaciones de 2019, US$ 1.013 M, gracias a las ventas de exportadores -no de sojeros que retienen dado que la soja cae fuerte y ya perfora los US$ 290/tn-, bancos y algunas empresas, el dólar minorista bajó -cerró la semana 1% arriba- y la bolsa subió en las últimas ruedas casi 18% en pesos y tuvo la mayor subida en dólares en lo que va de 2019, aunque luego volvió a la dura realidad macro.

Como con Brasil, el FMI asegura que vamos bien, y los hechos desmienten. En marzo la industria cayó 13,4% ia., la construcción 12,3% y para 9 de cada 10 empresarios la actividad no mejorará. Todos perdieron en 2018, la pobreza crece y 17% cayó el poder de compra salarial según el IET, e incluso las empresas grandes, en particular las alimenticias, sufrieron caídas de hasta 46% en sus facturaciones. Según la Undav, al 48% de las 29 mayores empresas que cotizan en bolsa le cayeron los ingresos en 2018. Desde el último desembolso del FMI, el 9 de abril, el BCRA ya dilapidó -y se acelera- el 86,7%, US$ 9.370 M.

Entretanto, el viernes Uber debutó en Wall Street emitiendo 180 M de acciones con los que recaudaría US$ 8.100 M a US$ 45. Aunque terminó bajando 7,62% hasta los US$ 41,57 por título en un mal día para la bolsa que tuvo su peor semana de 2019 -su principal rival, Lyft, cayó 7,47%- y el lunes caía más de 10% mientras Wall Street bajaba fuerte. Contrastando con Beyond Meat -la firma de carne artificial- cuyas acciones ya triplicaron su valor.

Uber tuvo en los dos últimos años pérdidas operativas por US$ 4.000 M y 3.000 M respectivamente y “continuaremos incurriendo pérdidas a corto plazo”, reza su prospecto.          Pero su futuro atrae. Posee Uber Freight -logística-, Uber Eats -entrega a domicilio-, alquiler de bicicletas y scooters, desarrolla taxis aéreos y tecnología de automóviles sin conductor, entre otras cosas, solo el 2% ha usado su aplicación con lo que tendría un enorme potencial y gastó US$ 14.300 M en 2018 en subsidios para atraer a conductores y usuarios. Desde Morningstar, estiman que será rentable en 2024.

Quizás lo peor de Uber es que los conductores son contratistas, no empleados, y eso le exime de pagar sueldo mínimo y cobertura médica, pero si esto termina regulado por los gobiernos el coste será alto.

Corolario: una empresa no tiene que estar ganando para conseguir inversores ya que, con todo, no es poco el dinero que consiguió Uber del mercado voluntario. Si se presenta un plan creíble de crecimiento, entonces, aunque personalmente no lo recomendaría, los especuladores -en el buen sentido- invierten. El problema del Estado argentino no es que no está teniendo éxito, sino que su “modelo” -mayores impuestos, tasas e inflación- es un fracaso anunciado.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.

Argentina, o cómo desaparece un país

Por Alejandro A. Tagliavini. Publicado en: https://alejandrotagliavini.com/2018/08/17/argentina-o-como-desaparece-un-pais/

 

Viajando por Europa me sorprendió la ausencia de noticias sobre nuestro país, salvo una perdida nota en un periódico madrileño… y no era buena. Ni mis ocasionales interlocutores hablaban al respecto.

Nos mató la soberbia. Demasiado intrigado, le pregunté a un destacado empresario -amigo de confianza- el por qué, de este fuerte “silencio de radio”. Y con crudeza me dijo que nadie quiere hablar mal de Argentina pero se sienten superados por tantas y tan reiteradas frustraciones, y que solo escuchan a los mismos dirigentes insistiendo en las ya fracasadas recetas: por soberbia no corrigen el fracaso.

Y tienen razón. El REM que todos los meses realiza el BCRA es un verdadero paradigma del yerro y, sin embargo, se sigue realizando y muchos siguen los consejos de los consultados. Basta mirar cualquier programa político en la TV para ver que hemos perdido el sentido común: por caso, ser un ex funcionario debería ser un fuerte descrédito dado que todos los políticos han sido parte de gobiernos desastrosos pero, por el contrario, es un gran currículo que motiva la consulta… para fracasar otra vez como vislumbran los extranjeros.

“Aumentan las tensiones el globo y los inversores se refugian en los activos de EE.UU.”, explica Fiona Nguyen, del IIF, “activos que representan ya el 58% de las carteras de fondos mundiales”. Entre abril y junio, los inversores inyectaron unos US$ 40.000 M a la bolsa americana y otros 8.000 M a los fondos de renta fija. En cambio, entre mayo y junio, de la renta variable europea salieron unos US$ 17.000 M, y de la renta fija US$ 8.000 M.

La economía de EE.UU. avanzó 4,1% en el segundo trimestre y mantiene un ritmo del 4,3%, según la Fed. Los beneficios empresariales disfrutan todavía de la reforma fiscal y “los resultados del segundo trimestre han sido estelares con un incremento del beneficio por acción del 25%”, según David Kostin de Goldman Sachs. Así, la rentabilidad acumulada por el MSCI EE.UU. en lo que va de 2018 es del 6,4%, mientras que el MSCI World (excluyendo EE.UU.) retrocede 6,6% y el MSCI Emerging Markets cae 4,6%.

Pero, “no se espera que la crisis turca se extienda, dado que los problemas son más endémicos que sistémicos”, avisa Sam Stovall, estratega de CFRA. O sea, el que países como Argentina culpen a Turquía es falta de seriedad. La divisa otomana se recuperaba después de conocerse que Qatar invertirá US$ 15.000 M en Turquía, para evitar un rescate del FMI.

Entretanto Dujovne aseguró no hay posibilidad de mega crisis ni default, y se me erizó la piel. Por cierto, con soberbia aseguró que “hay mucha gente a la que le cuesta llegar a fin de mes” pero la culpa es de los otros -el kirchnerismo- nunca nuestra. El único artículo sobre argentina que encontré en El País de Madrid decía que Macri anunció tres medidas para “reducir el déficit fiscal” en $ 65.000 M que afectan al campo, y por supuesto, se trata de mantener el tamaño del Estado a costa de seguir destruyendo al mercado.

Sí hay preocupación entre los analistas de Wall Street. Según el BCRA la dolarización de los ahorristas ya supera a la de la era Kirchner. “Los funcionarios ya erraron en abril y mayo. Intervinieron, perdieron dólares e igual tuvieron que conformarse con un tipo de cambio más alto” dicen y rematan que el Gobierno no tiene margen para seguir sacrificando reservas, ni con ayuda del FMI.

En la fase inicial de la “corrida”, las reservas cayeron en US$ 3.425 M. Llegaron los US$ 15.000 M del FMI, pero no se calmó y en los últimos dos meses salieron otros US$ 6.653 M adicionales. Los bonos registraron caídas estrepitosas, y hoy Argentina luce un “riesgo país” peor que el de varios africanos. El rendimiento de algunos títulos de mediano y largo plazo supera el 11% anual, lo que hace imposible pensar en el mercado de crédito voluntario.

Ronda el fantasma del default. La curva que dibujan los rendimientos de los bonos soberanos argentinos en dólares se invirtió, reflejando el estrés financiero. Cuando las tasas de corto plazo superan a las de largo, significa que el panorama cercano se ve muy difícil en comparación con las posibles renegociaciones de deuda en el futuro. Aunque los analistas solo adjudican 20% de probabilidad de default, los seguros se dispararon alcanzando máximos de tres años, arañando los 700 puntos.

En este país del sinsentido, hasta ONGs “liberales” supuestamente pro mercado, aconsejan las medidas que el BCRA implementó, como elevar los encajes y las tasas de interés y poner límites a los bancos para sus tenencias dolarizadas. todas medidas que implican una mayor exacción de fondos del mercado por parte del Estado. De modo que la cosa va para peor.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.

Mercados: tiempo de toboganes

Por Carlos Rodriguez Braun: Publicado el 7/2/18 en: http://www.carlosrodriguezbraun.com/articulos/la-razon/mercados-tiempo-de-toboganes/

 

Ironizó ayer la columna Lex del Financial Times sobre el laconismo de Trump en Twitter: habiendo lanzado más de 60 mensajes celebrando lo bien que iba la Bolsa desde que llegó a la Casa Blanca, en las últimas horas no había tuiteado nada al respecto. Era lógico: Wall Street se pegó un batacazo histórico el lunes, que se compensó algo ayer, aunque el eco siguió rebotando fuera de Estados Unidos, donde reinaron los números rojos. El Ibex, con un -2,5 %, sufrió la mayor caída en cuatro meses, y cerró al nivel más bajo de once meses.

Así como Trumpo no dijo nada, los agentes del mercado aseguraron que no pasa nada, que es una “corrección temporal”. Siempre sucede lo mismo: ningún político habla cuando la Bolsa se hunde, y ningún bróker grita nunca: “¡pánico! ¡todos a vender todo!”. Al contrario, siempre dicen que o bien se quede usted inmóvil, o bien, si la cosa se hunde más, incluso que aproveche y compre.

Lo cierto es que ni los políticos, ni los agentes de bolsa, y mucho menos los economistas, conocen el futuro. Lo que sí sospechamos algunos es que hemos vivido una falsa bonanza, producto de que los bancos centrales, empezando por la Reserva Federal, hicieron lo que políticos, banqueros, gestores de fondos, y demás protagonistas del mundo financiero, les rogaban que hicieran: inundarlo todo con liquidez. Y lo hicieron, con la misma excusa que esgrimieron antes de 2007: los precios no subían. Era y siguió siendo una falacia, que estriba en medir los precios por el IPC, como si los activos no tuvieran precios, o como si sus precios no importaran.

Esta maniobra, repetida en mayor o menor medida por el Banco Central Europeo y otras autoridades monetarias, dio como resultado una nueva “represión financiera” que combinó una recuperación de la economía, una subida de las bolsas y unos tipos de interés, unos salarios y un IPC contenidos. Al mismo tiempo, se trataba de una situación engañosamente apacible, que ocultaba tensiones que tarde o temprano iban a aflorar. Como símbolo de la responsabilidad de los bancos centrales en todo esto, la sacudida se produjo el mismo día en que Jay Powell asumía como presidente de la Reserva Federal, tras la gestión de la supuestamente diestra Janet Yellen. En fin, tambien a Alan Greenspan lo llamó “maestro” nada menos que Bob Woodward.

Un tranquilizante convencional es que la economía real va bien, incluso muy bien. Por tanto, si nos sucede algo es porque suben los salarios, que ya era hora, o por culpa de vaya usted a saber qué recoveco “técnico”, porque los famosos “fundamentales” van estupendamente. Es posible que sea así, pero no lo sabemos. Sólo lo sabremos cuando suban los tipos, baje la marea, y veamos quién lleva traje de baño y quién no. Es decir, qué activos están sostenidos por inversiones reales sólidas y cuáles sólo brillan con tipos inusualmente bajos o “reprimidos”.

Mientras tanto, parece que ha empezado el tiempo de los toboganes. La situación podría resolverse, y pasar del tobogán a la subida más o menos estable, si la reforma fiscal de Trump rinde sus esperados frutos reactivadores, y si es imitada en otras latitudes. De eso debería tuitear el presidente americano, y no de la Bolsa. Por fin, si no se resuelve, entonces no se queje usted de los toboganes, porque la alternativa será peor.

 

Carlos Rodríguez Braun es Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Consultivo de ESEADE.

IDEAS LIBERALES: ¿QUÉ PASA? (Escrito en el 2008. Sigue vigente, y seguirá vigente por laaaaaaaaaaaaaaaaaargo tiempo…………………………………………………………….)

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 21/2/16 en: http://gzanotti.blogspot.com.ar/2016/02/ideas-liberales-que-pasa-escrito-en-el.html

 

IDEAS LIBERALES: ¿QUÉ PASA?

Esto fue escrito en Diciembre de 2008 para una think tank liberal argentino que, oh casualidad, se quedó sin fuentes de financiamiento, y publicado en una revista on line que nadie leía y que ya ni siquiera se encuentra. Je je.

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La crisis financiera internacional ha sido ocasión de diversos temas. Uno de ellos es el tema de las ideas liberales y su abrumador fracaso en cuanto a su masiva aceptación.

Hasta el 2001, al menos en apariencia, los ataques de estatismo y populismo parecían ser privativos, comprensiblemente, de América Latina, mientras que los EEUU parecían conservar ciertos principios. Al menos en apariencias y en formas, porque no desconocemos lo que los libertarios piensan sobre los EEUU, y, en cierta medida, aunque con prevenciones “epistemológicas”, lo compartimos.

Pero la crisis financiera actual, sumada a la crisis de todo el gobierno de Bush en su conjunto, parece presentar otro panorama. Por un lado ha sido una buena oportunidad para hablar de la teoría Austríaca del ciclo económico. Pero, por el otro lado, no es eso lo que trasciende a la opinión pública. La supina ignorancia de “la economía en una lección” se ha revelado trágicamente, desde los más altos candidatos y funcionarios de los EEUU para abajo, agregando a ello la situación en Europa. Ya no es cuestión sólo del “rescate financiero” y las protestas contra “la avaricia de Wall Street”, sino de la estatización de toda la industria automovilística si fuera necesario. O al menos, se está debatiendo, y eso ya es grave. Después dicen algunos que la predicción del “camino de servidumbre”, de Hayek, no se cumple. Y, por supuesto, los Chávez, los Kirchners, los Correas, fascinados. En medio de este panorama, uno se pregunta, ¿qué pasa? El liberalismo, la economía de mercado, ¿es políticamente imposible?

Hay muchos temas que tratar allí. Temas que, a veces, cierta ingenuidad racionalista de nuestros ambientes no nos permite ver con claridad. La distinción, por ejemplo, entre ideas y creencias de Ortega, o el profundo análisis de los horizontes de precomprensión por parte de Gadamer. Esto es, las creencias culturales de fondo son algo más sutil y poderoso de lo que suponemos, para bien y para mal. Mises siempre advirtió sobre lo decisivo de la opinión pública, uno de los tantos temas de su olvidada filosofía política.

Otro tema, relacionado con el anterior, es el racionalismo actitudinal en el modo de difusión cultural que predomina en nuestros ambientes. Los pocos que aceptamos al mercado y a las libertades individuales seguimos teniendo a la clase y al libro como el estilo narrativo por excelencia. Nos llamamos por teléfono, a las 12 de la noche, avisándonos que Adam Resucitado Smith está hablando muy racionalmente por televisión, en un programa filmado como clase, que no ven ni los invitados. O sea, seguiremos siendo pocos. Mientras tanto la izquierda hace películas, escribe novelas, mueve los corazones. Todo un tema. Ni siquiera lo hemos tratado. Son sólo los títulos.

Otro tema. El liberalismo, como orden espontáneo, es contra-intuitivo. Carlos Sabino lo ha explicado con claridad en su autobiografía pero no le terminamos de creer. Arrojados a nuestro “conocimiento disperso”, llamamos a un jefe, no a Hayek. La comprensión intelectual del orden espontáneo, más la aceptación vital de sus consecuencias, no es espontánea. Las personas habitan sin saberlo un largo proceso evolutivo que ha llevado a ciertas normas universales y generales para todos, y puede llevar poco tiempo des-habitarlas. Las masas se revelan, dando por obvio lo que es casi un milagro. Son fácilmente manipulables. Ortega también lo explicó, pero lo hemos leído más que comprendido. Pero, de vuelta, esto es sólo el comienzo. No estamos siquiera desarrollando el tema.

Pero hay un punto, sí, que quisiera “explicar”. Más o menos desde hace cuatro o cinco décadas, prestigiosas instituciones, en EEUU y luego en casi todo el mundo, difunden las ideas liberales. Comenzando por la FEE, pasando por el Mises Institute, y todos los institutos pro-mercado de Europa, América Latina y muchos otros lugares, todos realizan, heroicamente muchas veces, cursos, cursos y más cursos, todos los años. No hay más que abrir la página web de la Atlas Foundation como para pensar que el mundo realmente está cambiando o no puede no cambiar a favor de nuestras ideas. Las cifras de los alumnos que pasan por esos cursos son realmente significativas.

Dejemos de lado entonces, por un momento, los otros temas. Todos los años, hace ya muchos años, miles de jóvenes, llamados a ser los dirigentes del mañana, conocen y han conocido muy bien a Mises, Hayek, Rothbard, etc. La pregunta es, ¿qué pasa después? ¿Dónde están? ¿Qué ha sido de ellos?

La cuestión no es tan difícil. Los sistemas, los paradigmas, generan sus propios anticuerpos contra esos organismos extraños. Los grupos de presión, los parlamentos, el sistema político, las universidades y los medios de comunicación, generan sus propios incentivos y pagan muy bien a quienes piensan como lo que permite sobrevivir al sistema. Mientras tanto, el que a los 25 años fue a la Mises University y se leyó todos los libros de Mises y Rothbard, más tarde tuvo que trabajar, vivir, sostener a una familia y lograr sanas y legítimas aspiraciones. Fue contratado por la Lobby Motor Company, con importantes contactos en Washington, y el cursillo hecho en su juventud desapareció misteriosamente de su curriculum vitae. Parecemos no darnos cuenta, pero multipliquen los ejemplos, hagan los paralelismos locales, y es la historia de muchos, por no decir, de la mayoría.

Frente a esto, hay dos cosas que se podrían hacer.

Una es la participación en los partidos políticos existentes, al menos en sus cuadros técnicos. Sí, es difícil, los incentivos son pocos, pero si a eso agregamos un discurso libertario que demoniza la vida política, se produce la paradoja del movimiento antisistema, que quiera cambiar las cosas, pero desde afuera. O mejor dicho, desde un “no lugar político”. Ello termina en la tentación revolucionaria violenta (que se puede leer entre líneas en algunos discursos libertarios) o en auto-ostracismos intelectuales que conducen a autismos culturales que obviamente conducen a nuestras ideas a un cono de inexistencia absoluta.

Pero otra forma es generar ideas. No porque ello necesariamente de resultado, pero sí porque, si leemos bien a Ortega, a Julián Marías, a Heidegger o a Gadamer, el presente histórico tiene al pasado como constitutivo, y ese pasado son ideas que luego se convirtieron en creencias. Lo reiteraremos hacia el final.

Pero para ello, entonces, hay que seguir generando ideas. Y allí también estamos muy mal. Se demandan, como mucho, institutos de public policy, pero se desconoce que es la teoría el origen último de la praxis. Cuesta mucho explicar qué es un instituto de investigación de ideas, de temas teoréticos, superando, y no repitiendo, a los autores más renombrados. Las vocaciones por investigación pura, en ciencias sociales, ya son pocas, pero si a eso agregamos los pocos incentivos salariales, la situación es aún cuasi milagrosa, casi como para que un randiano se haga creyente. Lo que queremos decir es que, al lado de ese panorama, ya son muchos los pensadores liberales que, en universidades o fundaciones, se dedican a la investigación. Pero todos esos esfuerzos resultan siempre casi nada en comparación con los recursos utilizados y derivados hacia el estado, hacia sus grupos de presión, hacia sus empresas protegidas, hacia las universidades voceras de estatismo planificador, hacia los medios de comunicación que recrean permanentemente las creencias estatistas dominantes.

Para compensar semejante desproporción, hay que comenzar a cambiar ciertas creencias, muy expandidas sobre todo en aquellos que deberían sostener económicamente la investigación pura:

  1. a) la creencia de que la producción de ideas no es trabajo ni requiere disciplina. Nunca olvidaré la anécdota de un profesor full time de comunicación social, a quienes sus suegros, renombrados profesionales en otras áreas, veían de vez en cuando en su escritorio de su universidad. Obviamente, estaba estudiando, escribiendo y preparando ponencias y clases. Pero cada tanto su esposa se enfrentaba con esta preguntita: “¿tu marido se pasa el día leyendo? ¿No trabaja?”. No se tiene idea el trabajo inmenso y la disciplina férrea que requiere la tarea intelectual académica. Yo puedo comenzar un paper diciendo “Popper nunca trabajó el tema del libre albedrío en Santo Tomás. Sin embargo……”. ¿Cuándo “me costó” esa primera oración? Sencillamente toda la vida, o al menos, el tiempo que hube de estudiar detenidamente toda la obra de Popper. No es fruto del tiempo libre en domingo, no es fruto de libros que se venden “para leer en la playa”. Es fruto de estudios largos e intensos, que requieren toda una vida de dedicación. De esa dedicación salen los grandes clásicos del liberalismo. No son fruto de una tarde de inspiración.
  1. b) La creencia de que todo depende de genios que hacen lo humanamente imposible. Ello implica abandonar el futuro de las ideas liberales a milagros que surgen muy de vez en cuando. Por ejemplo Mises, que aún no sabemos bien cómo hizo para escribir sus grandes obras, al menos hasta 1934. Como siempre pregunto, ¿es que son todos tan creyentes en que tales milagros se seguirán repitiendo? Si eso es la fe, entonces soy agnóstico….
  1. c) La creencia de que la investigación pura no es rentable. No es rentable a corto plazo, claro. Hay “procesos de producción más largos” (Escuela Austríaca 101) que requieren una mayor preferencia temporal por el futuro, donde finalmente el prestigio, acumulado tras largos años de labor, va atrayendo, lentamente, los buenos alumnos, los convenios internacionales, etc. Aquello con lo que a veces se quiere comenzar falsamente desde el principio.
  1. d) La creencia de que la investigación pura no tiene consecuencias prácticas. Falso de vuelta: no la tiene a corto plazo, pero a mediano y largo, las public policy terminan influidas por aquellos que leen las ideas básicas. Al día siguiente de ser publicados, la influencia pública de La riqueza de las Naciones de Smith, El Capital de Marx o la Teoría General de Keynes era aún nula, pero luego cambiaron el mundo. Y, nuevamente, vamos muy mal si a los futuros Mises o Hayeks, que pueden tener en este momento 20 años, se les da una palmadita en la espalda y una amable recomendación de que, mejor, estudien “algo práctico”.

Pero, ¿no contradice todo esto la anterior recomendación de dedicarse también a la política, a diversas expresiones culturales y a los medios de comunicación? No: en esos ámbitos actúan los eslabones entre las ideas puras y las creencias de la opinión pública. Pero si no está el ámbito de producción de ideas puras, el eslabón estará tan sumergido en las creencias de la opinión pública como esta última y, como habitualmente sucede, el círculo será vicioso, no virtuoso.

Nada asegura que el liberalismo necesariamente tenga futuro ni que lo que estoy diciendo necesariamente resulte. Pero, si el liberalismo tuviera un futuro, el futuro –como han explicado hasta el cansancio autores como Ortega, Julián Marías, Gadamer-, cuando sea presente, estará constituido por lo que se hizo en el pasado: eso es la historicidad. O sea, para que haya un futuro, tenemos que comenzar a hacerlo hoy. Y para hacerlo hoy, tenemos que comenzar a romper ciertas creencias que nos están condenando a un futuro de servidumbre, a un “camino de servidumbre”.

 

La pregunta es: ¿lo estamos haciendo?

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

 

Enron y el mercado.

Por Carlos Rodriguez Braun: Publicado el 22/10/14 en: http://www.carlosrodriguezbraun.com/articulos/la-razon/enron-y-el-mercado/

Suele hablarse de Enron como de un ejemplo de economía de mercado. Robert Bradley, que trabajó en la compañía, asegura que la verdad es justo la contraria (“Political Enron: its Behavior and Spirit”, Library of Economics and Liberty, 2014, http://goo.gl/nYa6tn). No fue la desregulación lo que animó a Enron, sino al revés. Todo el planteamiento de la empresa giraba en torno al poder: “El enfoque de Enron era político: lanzar un gran programa, montar una ceremonia cortando lazos y todo, y después a recoger los beneficios (votos para los políticos o bonus para los ejecutivos de Enron)”.

Dejando aparte que la intervención en los mercados era una clave del negocio, cosa que inevitablemente sucede en muchas empresas, dado el enorme intervencionismo prevaleciente en todos los países, un aspecto importante de Enron es el espíritu de los altos directivos de la empresa, que no pasaba por respetar la ley sino más bien por lo contrario: se animaban entre sí y animaban a la gente a quebrantar las normas. Así, la podríamos comparar con El lobo de Wall Street, otra historia también asimilada al mercado y al capitalismo, cuando en realidad se basaba en la estafa y el engaño sistemático a los clientes.

Dice Robert Bradley, con razón, que eso no es la “destrucción creativa” de Schumpeter, es decir, el proceso de competencia en el mercado, que premia al eficiente y castiga al ineficiente. Más bien podríamos denominarlo un juego de suma negativa, o “destrucción destructiva”, valga la redundancia.

 

Carlos Rodríguez Braun es Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Consultivo de ESEADE.

 

El default argentino: jugando política con los tribunales de Estados Unidos y Wall Street

Por Alejandro A. Chafuén. Publicado el 14/8/14 en:  http://www.eldiarioexterior.com/el-default-argentino-jugando-politica-44265.htm

 

Hasta la llegada del peronismo, Argentina fue una de las estrellas más brillantes entre todas las naciones amantes de la libertad.

Ahora es una estrella de los estados en default. Argentina no era un país perfecto, pero era una de las 10 naciones más ricas del mundo. Gracias a tanta promesa y oportunidad, los europeos acudieron en masa a este país sudamericano. Esto ya no sucede. ¡Qué cambio! Enamorado con el nacionalismo y el populismo, la Argentina ha caído en el ranking mundial económico durante la mayor parte de los últimos 75 años.

La estrategia nacionalista implementada por los peronistas y los aspirantes al peronismo jugó un papel importante en la decadencia argentina. Tal vez el mejor ejemplo es la primera elección que llevó a Perón al poder. Casi nadie recuerda el nombre del candidato presidencial que compitió contra Juan Domingo Perón en 1945. Todo el mundo, sin embargo, recuerda el lema “Braden o Perón”. Spruille Braden era el embajador de Estados Unidos quien, alarmado por las similitudes y la colaboración del peronismo con el fascismo, criticó abiertamente al peronismo cuando este todavía estaba en su infancia. Representar a Braden como un entrometido extranjero en una época en que los movimientos nacionalistas eran fuertes en todo el mundo, especialmente en Argentina, permitió a los peronistas utilizar este lema como un símbolo del imperialismo. No es que las acusaciones de Braden fueran incorrectas. Argentina continuó colaborando no sólo con los fascistas, sino también con los nacional socialistas. Nací en Argentina, y durante mi infancia Joseph Mengele, el “ángel de la muerte”, vivía a tres casas de la mía, protegido por el aparato de inteligencia peronista.
Frecuentemente, los políticos en el poder culpan a países extranjeros por los males de su país. El gobierno argentino es un ejemplo estelar de esta estrategia. Hace alrededor de un mes, la Corte Suprema de Estados Unidos se rehusó a escuchar el fallo del juez del Distrito de Nueva York, Thomas Griesa, exigiendo el pago de la deuda a los tenedores de bonos que no aceptaron las condiciones ofrecidas en liquidaciones parciales anteriores (los “holdouts”). El gobierno argentino vio el fallo de la Corte Suprema como una oportunidad política.
En una entrevista reciente en Panampost.com, Ricardo López Murphy, presidente del think tank RELIAL y un destacado economista que se desempeñó como Ministro de Defensa de Argentina, declaró que su país “ha logrado dos hazañas increíbles: ha protagonizado el mayor default en la historia y el default más pequeño en la historia. En 2002, tuvimos un incumplimiento masivo, y tuvimos un problema grave con la deuda, con condiciones externas adversas. Ahora tenemos buenas condiciones y una pequeña deuda”.
En relación al PBI, la deuda Argentina es inferior a 50 por ciento y los pagos de intereses de la misma representan sólo el 1 por ciento del PBI. Sería difícil encontrar a un gobierno que elija sufrir las dificultades de un default bajo condiciones tan favorables. López Murphy continúa diciendo “que el gobierno argentino ha subestimado este problema, y ha recurrido a la retórica barata dirigida para el consumo local, en vez de resolver el problema. No creo que perciben costo del default de la misma manera como lo hago yo, con inmensos costos para Argentina”. El “consumo local” se refiere a los mercados políticos, no a los mercados económicos.
En su columna más reciente, Andrés Oppenheimer coincide con López Murphy en que el gobierno de Argentina maneja este tema con “típica arrogancia e incompetencia”, pero luego afirma que “la opinión de Griesa puede tener consecuencias internacionales negativas que trascienden este caso”. ¿Cómo puede ser, pregunta Oppenheimer, que una pequeña parte de los tenedores de bonos (el 7 por ciento en este caso) pueda impedir que la mayoría alcance un acuerdo con el gobierno? La clave está en los detalles y para dar una opinión educada, como requisito mínimo uno debe consultar a los gobernantes y a los varios tratados legales.

López Murphy opina que “nadie debe hablar sin un abogado a su lado”.

Pero lo que es una consecuencia negativa para Oppenheimer es realmente un impacto negativo para los gobiernos que derrochan sus recursos e intentan renegar sus contratos. Las resoluciones del juez Griesa y la Corte Suprema de Estados Unidos están basadas en leyes vigentes. Para ellos, el caso es claro, la Argentina tiene que pagar.

Estos fallos están basados en la ley, y no en juegos políticos y manipulaciones de agentes gubernamentales, acostumbrados a presionar a los tribunales.

En una columna anterior pronostiqué que este caso debería crear una mejora en el marco jurídico que rige la deuda entre los gobiernos y los inversores privados. Es evidente que lo que está dirigiendo la posición del gobierno argentino no es la economía sino la política. Se preocupan poco sobre las implicaciones internacionales; se preocupan por el poder, los votos y los resultados políticos locales. Si pueden enmarcar las discusiones actuales como un nuevo “Braden o Perón”, y la narrativa como “el gobierno argentino defiende sus intereses y soberanía frente a los jueces peones de Wall Street”, se convencerán de que tienen una estrategia ganadora. El pueblo argentino no está acostumbrado a jueces independientes, por lo tanto será fácil vender esta historia.
Sin embargo, como la oposición argentina no tiene un líder, o un partido nacional que pueda ser identificado con el juez Griesa, una campaña mediática de “Argentina frente a Griesa” o “Argentina frente a los buitres” tendrá un efecto temporal pero no logrará tener el mismo impacto que tuvo “Braden o Perón”. Podría levantar la popularidad de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su futuro sucesor, pero sólo hasta que se comience a sentir el impacto económico del default.
Jugar y ganar partidos políticos es muy diferente que trabajar para ayudar a construir economías prósperas modernas.

Argentina ha desperdiciado muchas ventajas en el pasado y su actual gobierno parece decidido a perder aún más tiempo y recursos con el fin de prolongar su estancia en el poder. Esta vez, nadie llora por Argentina.


Este artículo fue publicado originalmente en inglés en 
Forbes el 6 de agosto de 2014. Republicado en USA Hispanic con autorización explícita de su autor. Traducido al español por Jack McDowell.

 

Alejandro A. Chafuén es Dr. En Economía por el International College de California. Licenciado en Economía, (UCA), es miembro del comité de consejeros para The Center for Vision & Values, fideicomisario del Grove City College, y presidente de la Atlas Economic Research Foundation. Se ha desempeñado como fideicomisario del Fraser Institute desde 1991. Fue profesor de ESEADE.

La reestructuración completa está en juego

Por Adrián Ravier: Publicado el 31/7/14 en: http://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2014/07/31/la-reestructuracion-completa-esta-en-juego/

 

El Ministro de Economía de la Argentina estuvo ayer en el lugar soñado. De aquellas clases sobre economía marxista que recibí de él en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Buenos Aires a su conferencia en Wall Street se identifica esta única melodía. Disfrutó como un niño hablar de la crisis de 2008, culpar a los especuladores y a la falta de regulaciones, apuntar a las calificadoras de riesgo y maltratar a todos aquellos que participaron de la negociación. La ensalada verbal sólo puede comprenderla quien se acerque a su biografía. No fue tan explícito como Jorge Capitanich, quien señaló a Griesa y al mediador como agentes de los fondos buitres, pero lo dejó entrever. Resumiendo, el Ministro de Economía señaló que nadie entiende las restricciones a las que se enfrenta la Argentina.
Lo que no dijo Kicillof es que esas restricciones, como las cláusulas RUFO, las firmó el mismo gobierno argentino. Y no los gobiernos anteriores a 2001, sino este mismo gobierno en las dos reestructuraciones de 2005 y 2010 que calificó de exitosas. Tampoco dijo Kicillof que si estamos negociando en una jurisdicción norteamericana, esto se debe a que Argentina no habría podido colocar esos bonos bajo jurisdicción propia, por la falta de independencia judicial que tiene nuestro país.
Por supuesto que Kicillof cargó contra las gestiones previas a 2001, exaltó que este gobierno no necesitó tomar nueva deuda y enfatizó la exitosa política de desendeudamiento, que nos dejaría hoy con una deuda sobre PIB de alrededor del 40 %. Pero hay que agregar dos cosas: 1) el dato es incompleto, al menos hasta que la reestructuración se complete; 2) no fue la austeridad la que permitió este desendeudamiento, sino las expropiaciones varias  y una extraordinaria fortuna con la evolución de los precios de los commodities.
Kicillof no parece comprender los costos a los que se enfrenta el país. Es cierto que la deuda de los Holdouts representa el 1 % de la deuda a reestructurar después de 2001, sin embargo, el incumplimiento del fallo, avalado por la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos –que a la vez es el Tribunal al que Argentina se sometió cuando colocó aquellos bonos-, pone en riesgo toda la deuda reestructurada por un posible incumplimiento de pago.
No es que Argentina mañana decida no pagar los bonos reestructurados. Es que las “reglas de juego” indican que se le puede impedir a la Argentina pagar intereses de los bonos reestructurados. Si esto ocurre, podría surgir una avalancha de juicios de los tenedores de esos bonos.
Kicillof puede gritar contra estas “reglas de juego” que su agónico marxismo promueve, pero el mundo se rige por estas reglas y conviene no contradecirlas. Durante el discurso de ayer, por un momento, parecía que Kicillof volvía al aula y se olvidaba del lugar de representación que estaba ocupando.
La única salida que hoy se visualiza en la Argentina es la que ofrecieron los banqueros privados –independientemente de que hayan sido presionados o no por el Presidente del BCRA-, comprando la deuda de los Holdouts. Sin embargo, es muy difícil que los banqueros arriesguen comprar el 100 por ciento de esta deuda sin garantías de que podrán recuperar en 2015 el capital total.
Si esta salida no prospera parece muy difícil encontrar un acuerdo hasta enero de 2015, cuando las cláusulas RUFO pierden vigencia.
Empezará entonces una carrera contra reloj por llegar a esa fecha sin sobresaltos, sabiendo que la Argentina no podrá tomar deuda para hacer frente a sus compromisos, y sólo podrá responder con sus limitadas reservas.
“Todo pasa”, decía ayer el Ministro. Pero su liviandad, en un momento tan delicado como este, muestra cierta incomprensión por los costos de la falta de un acuerdo. Repito: esta negociación no sólo pone en juego el 1 % de la deuda a reestructurar, sino toda la reestructuración de la deuda. Será difícil afrontar el déficit fiscal, la inflación, la recesión y el creciente desempleo sin acceso al crédito externo, y especialmente si se mantiene un modelo que rechaza cualquier ajuste fiscal.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.