Cuando los bomberos incendian

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 6/8/2en: https://www.infobae.com/opinion/2022/08/06/cuando-los-bomberos-incendian/

Esto sucede cuando asumen gobiernos cuya misión consiste en garantizar y proteger derechos de los gobernados pero terminan por conculcarlos

Ray Bradbury

Como es bien sabido una de las novelas más conocidas de Ray Bradbury titulada Farenheit 451 se ocupa de una sociedad del futuro donde los libros estarán prohibidos y los bomberos -los comisarios del conocimiento- tienen a su cargo la misión criminal de quemar a su paso todas las obras que estén a su alcance, es decir la bestialidad contracultural llevada al extremo.

La novela de marras relata lo ocurrido con un bombero arrepentido que se une a las fuerzas de la resistencia, pero en el mundo real se piensa que solo en el régimen nazi y en el comunista del pasado han sucedido estos hechos aberrantes de la censura más brutal. No es así, no solo en los regímenes totalitarios de hoy se sucede con más o menos desparpajo la acción de la policía de pensamiento sino en lugares que se dicen parte del mundo libre se llevan a cabo episodios de muy diversas maneras de censura encubierta y no tan encubierta vía restricciones a la libertad de prensa.

Pero en esta nota periodística quisiera mantenerme en el eje central de la trama que nos presenta Bradbury: bomberos que incendian. Eso es precisamente lo que tiene lugar cuando asumen gobiernos cuya misión consiste en garantizar y proteger derechos de los gobernados pero henos aquí que los conculcan, los atropellan, los barren aunque pretendan disfrazar las medidas con cosméticas varias para engañar a incautos. Pero falsos bomberos que en verdad incendian, vaya paradoja macabra.

Como se ha dicho una y otra vez los pronosticadores que más han acertado con los sucesos del futuro son los Julio Verne de antes y de ahora. Aldous Huxley en su memorable Mundo feliz revisitado constituye otro caso sobresaliente donde el autor reexamina su obra original de 1932 y corrige algunos conceptos clave y publica en 1958 esta nueva versión que resulta extraordinaria excepto su preocupación sobre el exceso de población planetaria con que abre su libro.

Me detengo un minuto en este aspecto inicial para luego zambullirme en otros de sus lados muy fértiles por cierto. Ya Malthus había escarbado y advertido sobre el asunto de la llamada sobrepoblación lo cual fue actualizado por el Club de Roma. Ambas posiciones erradas son refutadas por la experiencia de crecimientos vegetativos inmensos y simultáneamente mejoras notables en el nivel de vida, lo cual ilustra del mejor modo Thomas Sowell. Este último autor invita a considerar un ejercicio muy ilustrativo que llevó a cabo en los 70: tomar toda la población del orbe y dividirla por cuatro para acercarse a una familia tipo y colocarla en la imaginación en el estado de Texas lo cual daba como resultado 650 metros cuadrados por familia que es el equivalente del espacio habitacional de una familia tipo en Estados Unidos. También muestra que Somalía y Estados Unidos tienen la misma densidad poblacional, igual que ocurre con Calcuta y Manhattan. Esta gimnasia la realiza Sowell para demostrar que el problema no es de sobrepoblación sino de marcos institucionales que en unos casos conducen a la pobreza y en otros a la prosperidad. Agregamos nosotros al margen que las características en general de las estadísticas poblacionales ponen de manifiesto una caída en el crecimiento con lo que aparece un envejecimiento con los consiguientes problemas agudos que ponen aun más al descubierto la trampa de los sistemas de inseguridad antisocial basados en procedimientos que no se necesita ser un actuario para descubrir la encerrona y la necesidad de abandonar los sistemas de reparto quebrados para recostarse en los de capitalización.

Pero dejemos estas disquisiciones respecto a los andamiajes poblacionales para ir a las reflexiones de Huxley en línea con la trama de Bradbury. En primer lugar, el espanto que se traduce en los consejos de “ajustarse a los demás” lo cual destruye la individualidad que es lo más preciado y característico del ser humano. En lugar de estimular lo distinto, lo creativo, lo diferente se aplasta al ser humano insistiendo que la nivelación es constructiva, repitiendo como loros que la uniformidad y la igualación es la meta con lo que se convierte a lo humano en animalismo. Escribe Huxley que “cuando se subordina los fines a los medios aparecen los Hitler y Stalin” y concluye en este apartado que debe estarse muy alerta y prevenidos con los ingenieros sociales que pretenden imponer desde el poder sus esquemas.

Mantiene este pensador que las muchedumbres son peligrosas ya que “son caóticas puesto que no tienen propósitos propios y son incapaces de nada excepto de acciones inteligentes y pensamiento realista. Reunidas en asambleas la gente pierde su capacidad de razonar de elección moral. Se sugestionan fácilmente a un punto que dejan de lado juicios personales y voluntad propia. Son sensibles a la propaganda, a los slogans vacíos y alas sobresimplificaciones.” Es por ello que destaca la importancia decisiva de la lectura que es una faena privada y no colectiva que requiere silencio y concentración.

Este es el cuadro de situación que permite que afloren los demagogos, es decir “la imbecilidad moral” que convierten a los súbditos en cosas que hay que manipular a costa de ellos mismos. Los cánticos, las marchas y los gritos sofocan todo indicio de razonabilidad.

Todos nosotros, dice Huxley, decimos que “queremos la paz y la libertad pero muy pocos de nosotros mostramos entusiasmo por los pensamientos, los sentimientos y las acciones que conducen a la paz y la libertad. También se dice que se rechaza la guerra y la tiranía pero son muchos los que se regocijan con las ideas, sentimientos y acciones que conducen a la guerra y a la tiranía. Las mayores tonteras que avergonzarían a cualquiera que las escribiera o dicha puede ser cantada y coreada” en grupos vociferantes puesto que “el propio gobierno está en relación inversa a los números” en cuyo contexto “los grandes temas del día deben ser tratados a lo más en cinco minutos” ya que “el método para vender a los candidatos políticos como si fueran desodorantes”.

Y viene luego el clímax del libro con el adoctrinamiento en lugar de la educación y en última instancia la invención de químicos que haga dóciles a la gente. En este sentido el Gran Hermano de Orwell -Eric Blair pues lo orwelliano era un pseudónimo- muestra el horror de la bota totalitaria pero la trama de Huxley va más allá y sugiere la ayuda de químicos que darán la sensación de felicidad como cobertura para imponer los caprichos del aparato estatal. En otros términos si bien es horrendo el cuadro orwelliano de los abusos del poder político esto que sugiere Huxley es mucho peor pues son las personas las que pedirían ser esclavizadas no solo vía los químicos sino a través del uso desaprensivo y temerario de herramientas tecnológicas para el control y el vaciamiento de todo vestigio humano.

Para dejar de lado a Huxley no puedo resistir la tentación de reiterar una vez más una de las conclusiones vitales de este pensador de fuste. Escribe en Ends and Means que “En mayor o menor medida, entonces, todas las comunidades civilizadas del mundo moderno están formadas por un pequeño grupo de de gobernantes corruptos por demasiado poder y por una cantidad grande de gobernados corruptos por demasiada obediencia pasiva e irresponsable.”

Entonces el asunto radica en fortalecer la educación que remite a la trasmisión del valor central del respeto recíproco y en el plano político debemos abrir debates al efecto de introducir nuevos límites al poder porque lo que viene ocurriendo es que se naturalizan avasallamientos a las libertades que conducen a los peores resultados, especialmente para los más vulnerables. Tenemos que repensar las salvaguardas del sistema para no ser ahogados en mares embravecidos que no nos darán tregua a menos que encontremos los botes salvavidas.

Es muy pertinente referirnos a cuatro opiniones de muy distintas épocas para ilustrar el tema del abuso del poder en el contexto de la falsificación de la democracia. En primer lugar en la antigüedad el tribuno Cicerón: “El imperio de la multitud no es menos tiránico que el de un hombre solo y esta tiranía es tanto más cruel cuanto que no hay monstruo más terrible que esa fiera que toma la forma y nombre de pueblo”. En segundo lugar el padre de la Constitución estadounidense James Madison que diferencia una facción de un partido político: “Por una facción entiendo un número de ciudadanos, sea mayoría no minoría, a los que guía el impulso, la pasión o los intereses comunes en dirección al conculcamiento de los derechos de otros ciudadanos”. En tercer lugar el decimonónico Herbert Spencer: “La gran superstición política del pasado era el derecho divino de los reyes. La gran superstición política del presente es el derecho divino de los parlamentos”, Y por último el contemporáneo Bertrand de Jouvenel: “Para proclamar la soberanía de cada uno sobre sí mismo es preciso que cada miembro de la sociedad tenga un dominio propio en donde sea su propio señor […] La soberanía del pueblo no es, pues, más que una ficción y es una ficción que a la larga no puede ser más que destructora de las libertades individuales.”

Los bomberos que incendian no debieran ser tolerados, de lo contrario terminamos como vaticinó Algernon Sidney -el precursor de John Locke- ”unos pocos tienen coronas sobre sus cabezas mientras que todos los demás tienen monturas sobre sus espaldas”.

Antes he apuntado que Leonard E. Read subrayaba su admiración a los Padres Fundadores en Estados Unidos pero escribió que se equivocaron al recurrir a una expresión que venía de larga data y es “gobierno” ya que significa mandar y dirigir y concluía que cada uno debe hacer eso con su persona, “lo contrario es el mismo desacierto que llamarlo gerente general al guardián de una empresa”. Efectivamente, “gobierno” deriva del verbo latino “gubernare” que es “controlar” que remite al sustantivo “mens” que aplica en última instancia al control de la mente. En base a eso es que uno de mis libros lleva el título Hacia el autogobierno publicado en Buenos Aires, por EMECÉ en 1993 con prólogo del premio Nobel en economía, James M. Buchanan. En realidad para ser precisos el monopolio de la fuerza debiera denominarse Agencia de Seguridad, Agencia de Justicia o equivalentes, precisamente dos responsabilidades que en gran medida se eluden para encarar otras actividades que son impropias de un sistema republicano. Sin duda que mucho más importante que la cuestión semántica es la dimensión deformada y sobredimensionada del aparato estatal cualquiera sea la denominación que adopte.

Cierro este texto con una referencia autobiográfica que remite a cinco pensamientos que me resultan decisivos para calibrar una buena vida y para defenderse de los falsos bomberos que pretenden incendiar. El primero es de William Faulkner: “Nunca hay que estar satisfecho con lo que se hace. Nunca es tan bueno como podría serlo. Siempre hay que soñar y apuntar más alto de lo que es posible hacer. No hay que preocuparse simplemente por ser mejores que los contemporáneos o que los predecesores. Hay que tratar de ser mejor que uno mismo”. Segundo Kim Bassinger para eliminar la soberbia: “Si lo quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”, que se vincula con la reflexión de Viktor Frankl que puede aparecer como contrapuesta pero que bien mirada es complementaria para alimentar proyectos sin cerrazones mentales y consecuentes dogmatismos: “No dejes que lo que es alcance a lo que debe ser”. Cuarto, Rosa Montero como proyecto de epitafio: “Nunca se conformó con lo que sabía”. Y por último una autodefinición que me recuerda a una producción cinematográfica en la que Jack Nicholson era su protagonista que hacía de psicólogo que reunía a un grupo y les pedía a cada uno que se defina a sí mismo. Cuando habló el primero comenzó a recitar su curriculum a lo que Nicholson interrumpe para aclararle que no pidió saber qué hace cada uno sino quien es, lo cual es un ejercicio muy fértil. En esta línea argumental, Inés Berton transmitió una autodefinición con la que me siento identificado: “Soy una persona-esponja puesto que absorbo mucho y pretendo entregar mucho”.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

«Freedom» y «Liberty»

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 25/1/22 en: https://www.laprensa.com.ar/511580-Freedom-y-Liberty.note.aspx

Se han escrito muchos ensayos sobre el significado de estas dos palabras que aparecen en el título de esta nota. Tienen connotaciones diferentes, una sutileza idiomática que no existe en castellano. Tal vez sea por lo que escribe Borges en cuanto a que «el inglés tiene la ventaja de no contar con una academia de la lengua» lo cual hace que el Webster’s cuente con muchos más vocablos que el Diccionario de la Real Academia Española. Como es sabido, el lenguaje surge de un proceso evolutivo y espontáneo que viene desde abajo y no de una construcción, diseño o ingeniería social (salvo el Esperanto que resulta en un esperpento).­

`Freedom’ remite a la condición natural del ser humano, a su libre albedrío. Trata de su naturaleza interna. Incluso como destaca Viktor Frankl, en un campo de concentración la persona mantiene su capacidad de libre albedrío, así puede pensar o no pensar, comer o no comer etc. `Liberty’ en cambio se refiere a las relaciones interpersonales, que como apunta Friedrich Hayek alude a «la ausencia de coacción por parte de otras personas». Una persona encarcelada no tiene `liberty’ pero mantiene su condición de `freedom’. La primera expresión se refiere a una condición social, en cambio la segunda apunta a una condición psicológica.­

Buttler Shaffer resume la idea: «`Freedom’ es la condición que existe en la mente del ser humano. Es su estado de integridad», no así `liberty’ que, como queda dicho, se refiere a la naturaleza de las relaciones sociales en un sistema abierto con marcos institucionales civilizados. Dicho sea de paso, en no pocas oportunidades se confunde la libertad en el sentido de las ciencias sociales para aplicarlo a territorios del todo impropios. Por ejemplo, no tiene sentido decir que no somos libres porque no podemos bajarnos de un avión en pleno vuelo o no somos libres porque no podemos ingerir arsénico sin sufrir las consecuencias. Estas dos acepciones proceden una de la física y la otra de la biología que nada tiene que ver con las relaciones sociales.­

También se ha dicho que los pobres no son libres pues ven restringidos sus consumos, lo cual también confunde aspectos cruciales. Ser muy pobre es una desgracia pero no tiene que ver con la libertad, de lo contrario deberíamos decir que todos nuestros ancestros no eran libres debido a su pobreza ya que todos provenimos de las cuevas, o también, debido a que todos somos pobres o ricos según con quien nos comparemos, en última instancia no habría tal cosa como la libertad. En este contexto, Thomas Sowell señala que la constipación es una desgracia pero tampoco tiene nada que ver con la libertad.­

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ETIMOLOGIAS­

La palabra `freedom’ tiene origen germánico (`vridom’), mientras que `liberty’ tiene raíz normanda de allí que en francés es ‘liberté’ y también origen latino (`liberatem’). El tema es de gran interés puesto que permite distinguir dos planos bien distintos del análisis: por una parte la condición humana del libre albedrío y por otra el indispensable oxígeno para vivir en sociedad y permitir no solo el respeto recíproco sino liberar las energías creativas al efecto del mayor progreso moral y material que las circunstancias permitan.­

El asunto no es sencillo y no está exento de controversias puesto que en la parla convencional `to be free’ es proceder en concordancia con `liberty’ lo cual confunde y superpone planos, de allí es que muchas veces se emplean los términos como si fueran sinónimos. De todos modos, la distinción gramatical es pertinente puesto que ayuda a mirar el tema desde distintos ángulos lo cual complementa el estudio en estos campos tan vitales para nuestra supervivencia y tan poco comprendidos por megalómanos que pretenden imponer el manejo de vidas y haciendas ajenas.­

En lo personal había leído varios de los trabajos que marcan las distinciones que venimos consignando, pero me surgió nuevamente en un primer plano la cuestión debido a que Solana Colombres -quien me había realizado una entrevista hacía poco tiempo- estaba de visita en Washington DC y me escribió consultando sobre estas dos palabras que veía esculpidas en diversos frontispicios y escritas en documentos de la época por los Padres Fundadores de esa nación, con lo que repasé lo que hemos comentado fugazmente en esta nota periodística.­

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

El fuero interno de un liberal: Una nota

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 21/9/20 en: https://independent.typepad.com/elindependent/2020/09/el-fuero-interno-de-un-liberal-una-nota.html

Estoy hablando de mi persona. En mis libros, ensayos y artículos he centrado mi atención en el aspecto medular de la tradición de pensamiento liberal, es decir, en el respeto recíproco como marco de referencia indispensable para la convivencia civilizada. Parece increíble que mis grandes maestros hayan destinado tomos y tomos para explicar la trascendencia del respeto.

Hace tiempo en uno de mis primeros libros fabriqué una definición que veo con satisfacción que algunos distinguidos colegas la citan: “el liberalismo es el respeto irrestricto al proyecto de vida de otros”. Y cuando decimos respeto para nada estamos significando adhesión,  respeto proviene de respectus en cuanto a consideración, en nuestro caso la improcedencia de recurrir a la fuerza para modificar los proyectos que no compartimos. Más aun, subrayamos que la prueba clave de tolerancia es cuando estimamos que el proyecto del prójimo nos parece detestable. Siempre que no se vulneren derechos de otros, todos deben tolerarse aunque, repetimos, la expresión respeto es más adecuada que tolerancia puesto que esta última tiene cierto tufillo inquisitorial en el sentido que perdonamos a otros que están equivocados.

En este contexto debe precisarse que el liberalismo centra su atención en las relaciones interindividuales, por eso juristas de la talla de Gerog Jelliek sostenían que “el derecho es un mínimo de ética” al efecto de subrayar que el territorio  ético es mucho más amplio y abarca la conducta personal de cada uno, una esfera que, como queda dicho, no le incumbe al liberalismo.

Lo consignado desde luego no significa que el individuo liberal esté vacío de valores (o desvalores) y, por tanto, tampoco significa que no critique concepciones que no comparte. Como es sabido, las críticas cruzadas constituyen la herramienta fundamentalísima para el progreso que inexorablemente implica el contraste y la  refutación de conocimientos.

En mis textos he citado repetidamente a los grandes maestros del liberalismo pero en esta nota aludo a mi fuero interno. Tengamos presente que cada uno de los seres humanos somos únicos, irrepetibles en toda la historia de la humanidad de modo que la estructura axiológica y la consiguiente filosofía de cada uno cuanto más se indaga se comprueba que es especial y particular y no calza en ninguna etiqueta pues de todas ellas cada cual extrae sus acuerdos y rechaza los desacuerdos para transformarla en la referida unicidad. Incluso como estamos en un proceso evolutivo, pretendemos que nuestras conclusiones mejoren a medida que nos percatamos de errores anteriores. Y en un plano más amplio, si queremos darle un nombre a nuestra postura esta es del autorrespeto en el sentido de esforzarnos por actualizar nuestras potencialidades en busca del bien y así poder mirarnos al espejo con la tranquilidad de conciencia de haber hecho lo mejor y corregir lo que no hagamos bien.

Finalmente, para mencionar al correr de la pluma los autores que en mi caso me han inspirado para mi fuero interno en cuanto al cultivo de valores, distintos de los tantos que me han inspirado para la noble tradición liberal que está en ebullición permanente donde se descubren nuevos horizontes, por eso me resulta tan atractivo el lema de la Royal Society de Londres: nulllius in verba, esto es, no hay palabras finales en esta navegación permanente por los mares de la aventura del pensamiento.

Por lo que pudiera interesar, como una muestra, algunos de los autores que alimentan mi fuero interno que no centran su atención en el respeto interpersonal sino que extienden sus consideraciones al campo intrapersonal son Viktor Frankl, Gustave LeBon, Lecomte du Noüy, José Ortega y Gasset, Franz Brentano, Paul Johnson, Hannah Arent, John Eccles, Frederick Copleston, Aldous Huxley, Miguel de Unamuno, Ernst Gombrich, Leonard Read, Spencer Wells, Edward Flannery, Elisabeth Kübler-Ross, Helmut Schoeck, Antony Flew, Juan de Mariana, Sto. Tomás de Aquino, Ismael Quiles, Juan José Sanguineti, John Powell, Keith Ward.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Una oportunidad para reflexionar sobre la libertad

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 9/5/20 en: https://www.infobae.com/opinion/2020/05/09/una-oportunidad-para-reflexionar-sobre-la-libertad/

 

Al efecto de sacar alguna partida de los aislamientos debido a la pandemia que a todos nos afecta en nuestras actividades diarias, es del caso reflexionar acerca de un aspecto que forma parte de las conclusiones fundamentales de innumerables autores. Como con todos los escritores prolíficos, hay asuntos en los que uno concuerda y otros con los que discrepa. Eso ocurre con nuestros propios escritos ya que, leídos a la distancia, nos percatamos de que podríamos haber mejorado la marca, sea en la redacción o en el contenido. Por eso es que Jorge Luis Borges, citándolo a Alfonso Reyes, decía que como no hay tal cosa como un texto perfecto: “Si no publicamos, nos pasaríamos corrigiendo borradores”. Habiendo dicho esto, observamos que tradicionalmente ha habido gran coincidencia en el eje central de la condición humana, pero de un tiempo a esta parte han aparecido quienes rechazan el eje central de dicha condición.

De entrada digamos que el aspecto medular al que nos referimos remite al libre albedrío, a la libertad, esto es a la capacidad de razonamiento independiente, de ideas autogeneradas, de la posibilidad de distinguir entre proposiciones verdaderas y falsas, de la responsabilidad individual y de la conducta moral. En otros términos, que no estamos determinados por los nexos causales inherentes en los kilos de protoplasma sino que tenemos mente, psique o estados de conciencia diferenciados del cerebro material.

De cualquier manera, en sentido contrario, el autor que con más peso ha abierto cauce al materialismo, esto es la negación del atributo medular de la condición humana, ha sido Burrhus F. Skinner a través de sus múltiples trabajos, de modo especial en su obra que lleva el sugestivo y franco título de Más allá de la libertad y la dignidad, aunque esta postura se remonta a Demócrito (sobre el que Marx hizo su tesis doctoral). En nuestros días tal vez los autores que también mejor representan la postura abiertamente opuesta a la existencia del libre albedrío son Yuval Harari y Steven Pinker (he escrito separadamente y en detalle sobre ambos en textos titulados respectivamente “Un académico best-seller” y “La Ilustración a pesar de Steve Pinker”, donde destaco las críticas severas en el tema que estamos tratando y simultáneamente computo sus fértiles contribuciones en otras áreas).

Es de una muy llamativa curiosidad que haya quienes se consideran parte de la tradición de pensamiento liberal que producen obras muy recomendables, sólidas y sofisticadas pero que no se involucran en el debate que marcamos en estas líneas y, más aun, incluso en algunos casos rechazan la importancia y trascendencia de este tema como parte sustancial de los cimientos de la libertad con lo que en última instancia todo el edificio de la sociedad libre se derrumba. Están desafortunadamente impregnados de cientificismo, un término acuñado para señalar la falsa ciencia y la ausencia de rigor científico que en este caso se conjuga con el materialismo filosófico.

Para entrar en materia, digamos algo respecto a la llamada inteligencia artificial -un oxímoron- que es fruto de una mala interpretación y no simplemente una cuestión semántica. Debe destacarse la relevancia de la naturaleza humana que se diferencia de un aparato inerte. Por una parte, inteligencia deriva de inter-legum, esto es leer adentro, captar significados o la esencia de lo observado cosa que la materia está imposibilitada de hacer y por otro lado y más importante aun, la inteligencia demanda capacidad de decisión, libertad, libre albedrío puesto que si está determinada por los nexos causales inherentes a la materia no hay posibilidad de elección independiente, hay programación inexorable.

La inteligencia del ser humano procede de que no solo se trata de kilos de protoplasma sino de psique, mente o estados de conciencia que permiten revisar los propios juicios, ideas autogeneradas, distinguir entre proposiciones verdaderas y falsas, voluntad independiente, responsabilidad individual y moral. Si los humanos fuéramos aparatos programados, la libertad se tornaría en mera ficción.

Fredrick Copleston detalla “las incoherencias del determinismo”, Emanuel Kant sostiene que uno de los puntos más relevantes en filosofía consiste en mostrar “la libertad de la voluntad” y George Gilder asevera: “En a ciencia de la computación persiste la idea de que la mente es materia. En la agenda de la inteligencia artificial esa idea ha comprometido una generación de científicos de la computación en torno a la forma más primitiva de superstición materialista”.

La tecnología y específicamente la robótica prestan servicios notables a la humanidad, de lo cual no se sigue que deban confundirse con los atributos humanos. Hoy en día hay quienes se consideran “modernos” al sostener que en definitiva los humanos somos aparatos complejos pero aparatos al fin. Creen que recurriendo a la complejidad pueden zafar de la contradicción de una racionalidad irracional o de la libertad sin libre albedrío. En definitiva convierten la llamada sociedad libre en mera ficción. Destruyen los cimientos de la responsabilidad individual y del sentido moral puesto que sin seres libres no hay tales cosas.

Karl Popper ha bautizado como “determinismo físico” el supuesto de que el ser humano es pura materia que en ese caso no elige, decide y prefiere, es decir, no actúa, sino que está programado para decir y hacer lo que dice y hace, esto es, puro materialismo filosófico. Este autor concluye que “quien diga que todas cosas ocurren por necesidad no puede criticar al que diga que no todas las cosas ocurren por necesidad, ya que ha de admitir que la afirmación también ocurre por necesidad” y agrega que “si nuestra opiniones son resultado distinto de libre juicio de la razón o de la estimación de las razones y de los pros y contras, entonces nuestras opiniones no merecen ser tenidas en cuenta”.

En la misma línea argumental, John Hick sostiene que allí donde no existe libertad intelectual -lo cual es propio del materialismo- naturalmente no hay vida racional, por ende, la creencia que el hombre está determinado “no puede demandar racionalidad”.

Con razón el premio Nobel en neurofisiología John Eccles concluye: “Uno no se involucra en un argumento racional con un ser que sostiene que todas sus respuestas son actos reflejos, no importa cuán complejo y sutil sea el condicionamiento”.

Antes nos hemos referido a este tema, pero se hace necesario reiterar los ejes centrales de este problema crucial debido a la creciente difusión de la posición contraria. Dada la importancia del tema y de la perseverancia de la contracorriente que surge a la vuelta de cada esquina, se torna necesario machacar en la esperanza de que resulte clara la urgencia de aludir al mismísimo sustento de la sociedad libre.

Es de interés destacar la opinión del premio Nobel en física Max Planck que en este contexto afirma: “Se trataría de una degradación inconcebible que los seres humanos fueran considerados como autómatas inanimados en manos de una férrea ley de causalidad […] El papel que la fuerza desempeña en la naturaleza, como causa del movimiento, tiene su contrapartida, en la esfera mental, en el motivo como causa de la conducta”.

Por su parte, el lingüista Noam Chomsky señala: “No hay forma de que los ordenadores complejos puedan manifestar propiedades tales como la capacidad de elección […] Jugar al ajedrez puede ser reducido a un mecanismo y cuando un ordenador juega al ajedrez no lo hace del mismo modo que lo efectúa una persona; no desarrolla estrategias, no hace elecciones, simplemente recorre un proceso mecánico”.

El uso metafórico algunas veces se convierte en sentido literal, tal es el caso también de las expresiones “memoria” y “cálculo” aplicado a los ordenadores. Como apunta Raymond Tallis, aplicar la idea de memoria a las computadoras es del todo inadecuado, de la misma manera que cuando nuestros abuelos solían hacer un nudo en su pañuelo para recordar algo no aludían a “la memoria del pañuelo” puesto que “la memoria es inseparable de la conciencia”. En el mismo sentido, este autor destaca que en rigor las computadoras no computan ni las calculadoras calculan puesto que se trata de impulsos eléctricos o mecánicos sin conciencia de computar o calcular.

Thomas Szasz se refiere a otra metáfora pastosa en cuanto a la llamada “enfermedad mental” cuando esto contradice la noción de la patología que enseña que una enfermedad es una lesión orgánica, de tejidos y células y, por tanto, no puede atribuirse a comportamientos e ideas. Una cosa son los problemas químicos, desajustes en los neurotrasmisores y la sinapsis en el cerebro y otra es la mente. También Szasz muestra errores de algunas interpretaciones de las neurociencias en la materia.

Howard Robinson apunta: “Lo físico es público en el sentido de que en principio cualquier estado físico es accesible (susceptible de percibirse, de conocerse) para cualquier persona normal […] Los estados de conciencia son diferentes porque el sujeto a quien pertenecen -y solo ese sujeto- tiene un acceso privilegiado a eso” (lo cual no quiere decir que todo lo físico pueda tocarse o, en su caso, siquiera verse, como los campos gravitatorios, las ondas electromagnéticas y las partículas subatómicas).

Juan José Sanguineti resume bien el problema al escribir: “Los actos intencionados son de las personas, no de las partes ni potencias de las personas. Si doy un apretón de manos a un conocido para saludarlo calurosamente, no tiene sentido decir ´mis manos te saludan calurosamente´. Expresiones como ´mi cerebro cree´, ´mi hemisferio izquierdo interpreta´, ´la neocorteza percibe, ´las neuronas deciden´, ´el hipocampo recuerda´, ´mi sistema límbico está enfadado´ carecen de sentido, igual que atribuir a cosas como células o grupos de células actos como entender, tomar decisiones, preferir etc. […] Se puede decir mi ojo ve, aunque sería más exacto decir yo veo con mis ojos”.

A pesar de lo que dejamos consignado, aflora la visión opuesta en alguna parte teñida de posmodernismo que irrumpe con fuerza a partir de la sublevación estudiantil de mayo de 1968 en París y encuentra sus raíces en autores como Nietzsche y Heidegger. Los posmodernistas acusan a sus oponentes de “logocentristas”, rechazan la razón, son relativistas epistemológicos (lo cual incluye las variantes de relativismo cultural y ético) y adoptan una hermenéutica de características singulares, también relativista, que, por tanto, no hace lugar para interpretaciones más o menos ajustadas al texto.

También antes nos hemos referido en detalle al experimento del matemático Alan Turing refutado por el filósofo John Searle en lo que denominó “el experimento del cuarto chino”. Ahora solo resumo telegráficamente diciendo que en este jugoso intercambio quedó demostrada una vez más la diferencia fundamental -de naturaleza, no de grado- entre los programas de los ordenadores y la mente humana.

Como apuntamos al abrir esta nota periodística, el coronavirus nos tiene alejados unos de otros. En medio de la desgracia, esto puede servir para masticar y digerir lo dicho en dirección a reforzar los valores y principios de la libertad que es lo que nos otorga dignidad y nos permite desenvolvernos en la vida al elegir, preferir y optar entre distintos medios para la consecución de fines apetecidos.

Mención aparte claro está es la forma en que se usa la libertad. Después de haber leído casi todo lo publicado por Viktor Frankl y sin dejar de reconocer lo dicho más arriba sobre la imposibilidad de concordar en todo con autores que han generado producciones en gran escala, estimo que puede resumirse su filosofía de la logoterapia en tres capítulos. En primer lugar, su consejo de descubrir el sentido de nuestra vida (no fabricar, sino descubrir, hurgar en nuestro interior) lo cual se concreta en proyectos que una vez logrados deben sustituirse por otros al efecto de mantenerse vital. En segundo término, el percatarse que lo relevante no es la extensión del diámetro que abarca nuestro proyecto sino la calidad y la nobleza con que rellenamos el círculo. Y por último, Frankl hace un correlato con el entretenimiento que más lo atraía: el alpinismo en cuyo contexto dice que igual que en la vida no mira el precipicio que lo rodea ni se pone ansioso con la distancia que le falta recorrer para llegar a la cima, sino centrar la atención concretamente en cual es el próximo paso y donde colocará el pie para avanzar al objetivo.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

REFLEXIONES SOBRE EL SUICIDIO

Por Alberto Benegas Lynch (h).

Es en verdad triste y muy lamentable que alguien decida voluntariamente quitarse la vida puesto que el haber nacido constituye un privilegio y brinda la posibilidad de realizar contribuciones para que el mundo sea un poco mejor aunque resulte en una dosis milimétrica y, sin desconocer los costos inherentes a la vida misma, permite sacar partida de la extraordinaria experiencia vital. Una secuencia sin solución de continuidad de nuevos y renovados proyectos que dan color y sentido a la vida tal como, entre otros, ha explicado reiteradamente Viktor Frankl, lo cual la convierte en una aventura que abre muy fértiles avenidas.

 Si nos abstenemos de una arrogancia superlativa e impropia, frente a un acontecimiento de tamaña proporción como el suicidio solo queda inclinar la cabeza en señal de respeto a las autonomías individuales y rezar, lo cual para nada implica adherir a una religión oficial sino la religatio con el inexorable momento primero -no como algo contingente como el Big-Bang sino como algo necesario que nos excede- ya que si las causas que nos engendraron fueran para atrás ad infinitum, no existiríamos puesto que significaría que dichas causas nunca comenzaron.

 No es comprensible la actitud que encierra una soberbia ilimitada de quienes condenan el hecho como si fueran parte de una especie de Tribunal Supremo sobrehumano, infalible e inapelable (en lo personal esa gente me infunde miedo). Habitualmente son los mismos que concluyen la sandez mayúscula de que “no debemos juzgar” sin percatarse que eso mismo constituye un juicio y que todos los actos necesariamente implican uno. En el caso que nos ocupa, sin embargo, no podemos abrir un juicio por razones operativas puesto que nuestras facultades mentales no nos permiten traspasar el umbral de la interioridad de quien ha tomado una decisión de esa envergadura (o si se prefiere, juzgar que no es posible juzgar en este caso sin caer en una formidable presunción de conocimiento).

 Cuando un acto lesiona derechos de terceros es nuestro deber y obligación juzgarlo y condenarlo si pretendemos vivir en una sociedad abierta, pero cuando no invade ese campo el territorio es otro: en todos los casos debe ser tolerada la conducta independientemente si coincide o no con nuestra forma de vida (no se si la palabra tolerancia es la adecuada ya que encierra cierto tufillo inquisitorial como perdonando al prójimo por su error, más bien decimos que, en este contexto, debe respetarse la conducta ajena). En algunos casos concluimos que no compartimos las acciones y formas y, en otro, nos declaramos incompetentes para juzgarlos.

 Siempre tengo presente las consideraciones del Padre Domingo Basso en Nacer y morir con dignidad. Estudios de bioética contemporánea: “En el mismo Antiguo Testamento aparecen casos de suicidio que, al menos en apariencia, son aprobados por la Biblia; los casos más citados son los de Sansón (Jueces, 16, 22-3) alabado por el autor de Hebreos (11, 32 ss) y el sumamente impresionante anciano Razis, descrito en el II libro de los Macabeos (14, 37-46). Más también se cuentan casos, en la historia de la Iglesia, de mujeres, veneradas luego como santas, que prefirieron el suicidio a ser objeto de violación […], la ética, incluso católica, ha venido modificando paulatinamente su visión del suicidio. No en el sentido de haber modificado las normas objetivas por las que se ha de juzgar el fenómeno, sino porque existen serias dudas sobre la imputabilidad moral de la acción suicida”.

 Se ha pretendido enmascarar el acto suicida con el estigma de “enfermedad mental” pero como bien explica Thomas Szasz en El mito de la enfermedad mental y en Insanity: The Idea and its Consequences, desde el punto de vista de la patología una enfermedad significa una lesión física a través de un funcionamiento anormal de órganos, tejidos o células por lo que resulta inaceptable aludir a la enfermedad mental del mismo modo que es impropio hacer referencia a la enfermedad de las ideas. El asimilar la llamada “enfermedad mental” a la tuberculosis, la viruela o la simple gripe se traduce en el desconocimiento de principios elementales de la medicina y la separación entre cerebro y mente. Consecuentemente decimos nosotros, aquello significa identificar al ser humano con meros kilos de protoplasma, visión materialista que no da lugar a la existencia de proposiciones verdaderas o falsas y niega la posibilidad de ideas autogenradas, la revisión de los propios juicios, estados de conciencia, la moral, la responsabilidad individual y la libertad. Todo lo cual no quita que no se puedan presentar problemas químicos en el cerebro, lo cual, de más está decir, no puede en modo alguno extenderse a todos los suicidas.

 Diana Cohen Agrest en su obra titulada Por mano propia desmenuza de modo magistral y con una pluma de gran calado todos los aspectos más relevantes del suicidio, desde las perspectivas filosóficas, históricas y algunos aspectos jurídicos. Allí plantea y en gran medida resuelve los interrogantes de mayor peso, y surgen de ese trabajo cuestionamientos interesantes como ciertos cambios semánticos -a veces de contrabando- para describir situaciones como las de pacientes que se niegan a seguir tratamientos adecuados a su estado de salud, a personas que se maltratan en cuanto a su dieta alimenticia, a los deportistas que asumen enormes riesgos de muerte, los excesos de alcohol y drogas y equivalentes que constituyen manifestaciones de autoaniquilamiento o, en su caso, el involucrarse de modo voluntario en claros riesgos de muerte (es un tanto pastoso decir que en algunos ejemplos no se busca la muerte como objetivo puesto que los medios preexisten en los fines: la muerte es de una alta probabilidad aunque sea provocada en cuotas).

 También esta autora aborda con gran solvencia y erudición el tema de la eutanasia, en especial la denominada pasiva, es decir, el incuestionable derecho de un enfermo terminal a decidir que no le sigan proporcionando fármacos y otros apoyos logísticos que brinda la moderna tecnología médica.

 Más controvertida resulta la eutanasia activa que significa provocar la muerte de otro a su expreso pedido (por más que se trate de un arreglo contractual libre y voluntario entre adultos), también en el caso de pacientes terminales, ya sea en el momento en que se presenta la situación o habiendo el titular manifestado con anterioridad este requerimiento si se produjeran los hechos del caso. 

 Otro punto debatido en relación al suicidio es la racionalidad de ese acto tildando de “irracional” a lo equivocado lo cual conduciría a sostener que toda la medicina antigua era irracional puesto que ha sido sustituida por nuevos procedimientos, fármacos y tecnología moderna. Un salto lógico es un error pero no es irracional si parte de un ser racional, es decir, de un ser humano. Mantener que la tierra es cuadrada o que el oxígeno es veneno para los humanos constituyen falsedades pero no irracionalidades. Tal como explica Ludwig von Mises en La acción humana, no debe asimilarse la coherencia o ausencia de contradicción con la racionalidad, o la irracionalidad con la adopción de medios inadecuados ni la formulación de tesis que pueden considerarse disparatadas (como la que exponen habitualmente la mayor parte de los gobernantes). Por otra parte, no han sido pocos los casos de teorías que han sido juzgadas como ridículas, absurdas, fantasiosas y contradictorias pero que terminaron por ser incorporadas al acerbo cultural (Robert Nozick en Invariances. The Structure of the Objective World lo cita a John Stuart Mill quien escribió que “toda buena idea atraviesa indefectiblemente por tres etapas: ridiculización, discusión y adopción”). De lo contrario, dado que el conocimiento está formado por corroboraciones provisorias sujetas a refutaciones, buena parte de lo que hoy damos por sentado mañana será considerado irracional. Entonces, las manifestaciones pueden ser inválidas desde el punto de vista lógico o falsas en la proposición correspondiente, pero no “irracionales” si provienen de un animal racional como es el caso de los humanos.

En cuanto a la normalidad de los actos (los del hombre promedio), debemos tener en cuenta que todos somos distintos, únicos e irrepetibles en un contexto multidimensional. No hay tal cosa como la persona normal (el que no se sale de una supuesta media estadística), en este sentido remito al título muy ilustrativo de uno de los trabajos de Erich Fromm: La patología de la normalidad.

 El caso freudiano resulta tortuoso y contradictorio. Tanto en “el primer Freud” como en su tesis posterior de “la pulsión de muerte” el análisis carece de validez desde que adhiere al antes referido determinismo físico (para recurrir a una expresión popperiana). Así, Sigmund Freud en su Introducción al psicoanálisis subraya que “la ilusión de tal cosa como la libertad psíquica […] esto es anticientífico y debe rendirse a la demanda del determinismo cuyo gobierno se extiende sobre la vida mental”. Y en su correspondencia que se incluye en el volumen quince de The Standard Edition of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud, nuevamente se lee que constituye “un ilusión tal cosa como la libertad psíquica […] Ya otra vez le dije que usted cultiva una fe profunda en que los sucesos psíquicos son indeterminados y en el libre albedrío, pero esto no es científico y debe ceder a la demanda del determinismo cuyas leyes gobiernan la vida de la mente”.

 Por otro lado, independientemente de las coincidencias o disidencias que se tengan con el análisis que efectúa David Hume (es imposible concordar en todo con un autor, en no pocas ocasiones al reconsiderar escritos de uno mismo nos percatamos que podíamos haber mejorado la marca…recordemos el aserto borgeano en cuanto a que no hay tal cosa como el texto perfecto), en sus Essays, Moral, Political and Literary en la sección dedicada al suicidio remarca con énfasis que no es en modo alguno reprobable cuando el suicida estima que su vida se ha tornado espantosamente miserable e insoportable y sin esperanza alguna de ser revertida (y argumenta que la condena al suicidio también condenaría a muchos mártires). En aquel sentido, posiblemente asomaría algún eventual sustento en lo escrito por Shakespeare en Othello: “Es tonto vivir cuando la vida es un tormento”.

 Otro de los libros de Thomas Szasz, en este caso La libertad última, se convierte en un formidable alegato a favor del respeto irrestricto a las autonomías individuales, por más que, nuevamente, todo lo dicho en esa obra no satisfaga al lector. Cada uno sabe cuales son los límites de su resistencia a los diversos avatares. Los aparatos estatales nada tienen que hacer cuando no hay lesión de derechos, de lo contario es como ha dicho irónicamente John Hospers en La conducta humana en cuanto a que los fanáticos del Leviatán tienden a que se le aplique la pena capital al intento de suicidio.

 Toda acción humana apunta al interés personal del sujeto actuante sea el acto sublime o ruin: la madre que cuida al hijo es por su interés personal del mismo modo que, en otro plano,  el interés del ladrón de bancos es salir airoso de su delito. En realidad sostener que todos los actos proceden en interés personal de quien lo lleva a cabo resulta en una perogrullada puesto que actúa precisamente porque está en su interés y no de otro (por más que aparezca redundante, si toma en consideración los intereses de otros es debido a que le interesan). Hay aquí un estrecho correlato con la especulación (una expresión tan frecuentemente incomprendida) que sencillamente significa conjeturar que se pasará de una situación menos satisfactoria a una que le proporcione mayor satisfacción al sujeto actuante según su personal estructura axiológica. Nadie actúa para estar en una situación peor después de haber llevado a cabo el acto (lo cual no quita que la conjetura sea finalmente errada). El que da la vida por otro es porque según sus particulares valores es eso lo que le asigna prioridad. En este contexto entonces, el suicida también procede según estima son sus intereses y especula con que eso es lo mejor dadas las circunstancias imperantes. Un tercero podrá opinar lo contrario pero sus creencias son irrelevantes ya que tiene prelación lo que concibe la persona que actúa y debe tomar la decisión.

 En una nota periodística no es pertinente escarbar demasiado, pero viene al caso mencionar a vuelapluma que no deben tomarse como sinónimos el interés personal y el egoísmo ya que este caso deshecha como motivo del interés todo lo que se vincule con el prójimo. También es del caso advertir que el altruismo es un imposible conceptual puesto que sería hacer el bien a costa del propio bien, cuando en verdad la ayuda al prójimo es porque le interesa al que proporciona la filantropía tal como lo muestra Adam Smith en las primeras líneas con que abre su Theory of Moral Sentiments.

 Tal vez resulte superfluo comentar que la vida no es un patinar idílico sobre un lecho de rosas, esa no es la condición humana. Los problemas son una implicación lógica de la acción humana puesto que ésta significa optar, elegir y seleccionar entre diversos medios para la consecución de específicos fines. Estas decisiones implican esfuerzos, es decir problemas y éstos son costos en el sentido más específico del término ya que como no podemos hacer todo al mismo tiempo debemos renunciar a ciertos valores para obtener otros que consideramos de mayor jerarquía (costo de oportunidad, según decimos los economistas). “No pain, no gain” reza el conocido y muy ilustrativo aforismo inglés. Los problemas permiten el crecimiento personal ya que lo contrario significa que nunca se resolvió nada ni se sorteó ningún obstáculo lo cual no es vivir sino vegetar. Quien tiene proyectos necesariamente deberá enfrentar problemas y quien no cuenta con proyectos se estanca o retrocede. El ensanchamiento del alma a través del conocimiento acarrea faenas difíciles e intrincadas que deben estudiarse y resolverse a cada paso. La buena vida consiste en una buena actitud frente a los problemas que se presentan, lo cual naturalmente requiere del espíritu adecuado para enfrentarlos.

 Por último y para cerrar, en otro orden de cosas y en otro plano, debido a los crímenes aberrantes que se vienen sucediendo en diversos lares como consecuencia de la apatía de gobiernos para cumplir con su misión específica de proteger y garantizar los derechos de las personas, es de interés recordar un pensamiento de Juan Pablo II respecto a la legítima defensa  que señala “no solo es un derecho sino un deber”, afirma en la Sección 55 de su Encíclica Evangelium Vitae del 29 de marzo de 1995: “Por desgracia sucede que la necesidad de evitar que el agresor cause daño conlleva a veces a su eliminación, en esta hipótesis el resultado mortal se ha de atribuir al mismo agresor que se ha expuesto con su acción incluso en el caso que no fuese moralmente responsable por falta del uso de razón”. Es pertinente apuntar lo dicho debido al sonado y estremecedor caso de quien se suicidó a raíz de la condena que sufrió por haberse defendido de un intento de homicidio.

 Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. En Administración. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer Rector de ESEADE.