José Benegas: “Lo del marxismo cultural es un fantasma”

Por Jose Benegas. Publicado en: https://issuu.com/josebenegas/docs/pdf_baja_lge_n_67/s/12677339

El escritor separa la paja del trigo y se preocupa por definir conceptos como “fascismo”, “buenismo” o “conservadurismo” ante lo que considera es un avance contra las ideas de la libertad de parte de algunos que se denominan a sí mismos liberales

A José Benegas no parece preocuparle si sus argumentos consiguen apoyo de otros, simplemente se preocupa por encontrarles validez lógica y sustento filosófico. Es una de las pocas voces que se resisten a la asociación del pensamiento liberal con la llamada “alt-right” o derecha alternativa, un fenómeno que alcanza su auge con el desembarco en la política de Donald Trump y que ha vivido en primera fila, ya que aunque es nacido en la Argentina, está afincado en Miami desde hace años. En su libro “Lo impensable: el curioso caso de los liberales mutando al fascismo” (Amazon) ataca a una figura de peso como Hans-Hermann Hoppe, a la que asocia directamente con el racismo y el fascismo.

› La palabra “fascista” se está usando demasiado en España en estos días. ¿Es realmente fascista todo eso que se señala como tal?

El fascismo es un intervencionismo y un corporativismo. Implica utilizar desde el gobierno determinados resortes para favorecer políticas centralizadas sin ser socialismo marxista. Pero también se usa como una acepción, para una política de controlar la vida privada, más allá de la economía, ejerciendo la fuerza desde el gobierno. Es una forma de estatismo, en esa acepción va más allá del fascismo italiano. La izquierda abusa del término porque llama fascismo a cualquier cosa que no sea de izquierda. Yo caractericé de fascista a este movimiento del alt-right en la medida en que tiene una política de pureza cultural y unos enemigos internos definidos desde la xenofobia y la homofobia.

› O sea que el fascismo no existe.

Claro que existe. Es la visión de una sociedad centralmente planificada, no necesariamente por una motivación marxista de lucha de clases, y es lo que ahora ha reaparecido. El problema es que las palabras en la lucha política se oscurecen, se hace difícil a veces la comunicación. El socialismo de derecha actual es un fascismo, incluso hay gente que lo reivindica como tal, diciendo que el fascismo estaba inspirado en los “valores de Occidente. “Derecha” e “izquierda” son conceptos que quizá ya no sirvan para nada. Por eso yo hablo en el libro de liberales mutando al fascismo porque oigo a liberales hablar en términos de nacionalismo, de xenofobia, de proteccionismo, de control demográfico, porque ven a la sociedad contaminada por elementos que no son puros… Y cuando en política se empieza a hablar de “pureza”, lo primero que hará será definir la impureza y desatar una limpieza interna. Todo eso es ajeno al liberalismo, porque se inclina hacia un control casi religioso de cuestiones de la vida privada, como el sexo o el matrimonio.

› ¿Son conservadores en vez de liberales?

A mí no me conforma esa palabra aplicada a este movimiento, porque siento bastante más respeto por el conservadurismo que por todo esto. Pensemos que en algunas cosas todos somos conservadores: si algo está funcionando no lo toco. Moldear a la sociedad según un catálogo predefinido no es conservador, es más bien revolucionario. Y el fascismo precisamente no es conservador sino revolucionario, pretende encorsetar a las personas dentro de un molde desde el estado.

› Hace mucho hincapié en las aristas religiosas de todo esto, pero quizá sea más aplicable a países de América del Sur o del Norte que a los europeos.

No se reconocen como religiosos, pero esto es una completa hipocresía. El recurso es esconder sus mandatos religiosos bajo la palabra cultura, esconden a su Dios y nos dicen que todos lo debemos obedecer (que en la práctica es nada más obedecerlos a ellos) porque pertenecemos a una cultura como si fuéramos ganado marcado. Pero el contenido de sus preceptos políticos cumple el de los dogmas religiosos en temas como la familia o la sexualidad. Eso es lo que hace Vox, que es Opus Dei más estado. Lo mío no es para nada una crítica a las religiones ni al cristianismo, porque estos movimientos no se parecen al cristianismo desde el momento que hablan de personas “indeseables” ¡Eso es lo opuesto al cristianismo!

› Se supone que todos somos hijos de Dios.

Exactamente. El nacionalismo católico es un círculo cuadrado. Les funciona, pero no como religión sino como facción política para dirimir el poder. Quieren acceder al monopolio del uso de la fuerza con ideas que son contrarias a las liberales: “Porque tengo una familia tradicional”, “porque soy católico” debo estar a cargo. Y si no creen en Dios acepten que debemos mandar porque así lo dice la tradición de Occidente y la naturaleza, cuando haga falta. En eso se parecen al fascismo, porque son una degradación de la política hacia el uso de cualquier cosa para sentirse dueños del poder y habilitados para decir cómo deben vivir los demás.

› ¿Qué le parecen los esfuerzos de gente como Alejandro Chafuen por armonizar catolicismo y liberalismo? Me parece bien que alguien tenga esa inquietud y se haga esas preguntas sobre cómo encaja su liberalismo con el cristianismo. Lo que sucede con Alejandro Chafuen es que ha tenido una evolución mala en mi opinión, porque cree que el liberalismo tiene que estar controlado por gente que invoca el cristianismo y acusa a los liberales con los que convivía antes de “progres”, salvo que sean católicos y estén dispuestos a decir que nadie se puede apartar de su credo. El liberalismo es un movimiento laico y que habla sobre el poder. No se puede hablar del uso del poder y a la vez de religión. Chafuen promueve a gente como Agustín Laje claramente antiliberal, o defiende a ultranza a Donald Trump y que yo sepa muy liberal no es, pero tampoco un ejemplo de cristiano. Yo le he escuchado hablar a favor del proteccionismo. Sinceramente, no sé qué tiene que ver eso con el liberalismo.

› ¿Realmente se llevan mal liberalismo y cristianismo?

Yo vengo del cristianismo y no tengo ningún conflicto con la moral cristiana, que tiene muchas cosas buenas. Hay quienes se dicen cristianos y creen que la libertad es la perdición y el pecado. El liberalismo se lleva mal con la religión unida al monopolio de la fuerza. Si pretender esa separación te convierte en anticristiano, quiere decir que se está sosteniendo un cristianismo impuesto a palos. Estoy en contra sí de la policía religiosa dentro del liberalismo, que no pondrán por escrito que los que no mezclen religión y política quedan excluidos del ambiente liberal, pero lo van a hacer realidad con sus acciones. Lo del nacionalismo católico es una versión muy mala e hipócrita del catolicismo del que no se puede estar a favor desde el liberalismo jamás. No debería haber ningún conflicto entre alguien que se defina como liberal y a la vez católico. Establecer una policía religiosa sobre lo liberal me parece inadmisible en términos políticos, pero también en términos religiosos. Con la aparición de movimientos como el de Vox u otros que mezclan la religión con la política están llevando las cosas a un momento anterior a la aparición del liberalismo. Porque el liberalismo se levantó contra eso. Para hablar de astronomía yo no tengo que levantar la cruz. Del mismo modo, yo no tengo que invocar una cuestión religiosa para hablar de liberalismo.

› En su libro parece sorprenderse de que hoy Hoppe siga en el Mises Institute.

Realmente no conozco las luchas internas del Mises Institute y no estoy interesado tampoco en conocerlas, no veo cómo el pensamiento de Mises puede encajar con considerar que los países ejercen una forma colectiva de propiedad sobre el territorio y que la única forma de que esta propiedad se respete sea con una política xenófoba de fronteras cerradas para que no entre gente que no sea blanca y heterosexual. Hace unos años escribí un artículo (“No reconozco al liberalismo”) sobre esto para el Instituto Juan de Mariana, porque Hoppe está sosteniendo como buenas ideas lo que son disparates mayúsculos, racistas y antiliberales. Para algunos esto es el liberalismo, lo que demuestra que como tal está en una gran crisis. La peor crisis tal vez, porque no es capaz de extender sus principios a los cambios culturales que ocurren en la actualidad. Si desde la izquierda se proponen políticas de igualdad de género, estos responden que la desigualdad de género es un propósito en sí mismo relacionado con la propiedad, como propone disparatadamente Hoppe. Pasa también con el control de la inmigración, que es algo por completo anti-mercado. Inmigración es el nombre que el derecho administrativo le da a la libertad contractual.

› Algunos se han visto respaldados en Trump no gustándoles todo lo que representa, pero sí como un dique de contención frente a la izquierda y el “marxismo cultural”.

Lo del marxismo cultural es un fantasma. Marxismo es teoría de la explotación y lucha de clases, extenderlo es darle una importancia que no tiene. Si toda polaridad fuera marxismo entonces este movimiento de la derecha nacionalista también debería ser llamado marxista. En realidad se usa esa palabra como un fantasma, se la desdibuja y también se termina favoreciendo al marxismo real, que ya no se puede reconocer. Respecto de Trump, hablamos de un personaje que ha transformado al Partido Republicano en un partido antisistema, en un trotskismo de derecha que reniega de la justicia, de las elecciones y hasta del mismo Congreso, como se demostró con el asalto de sus partidarios. No veo cómo se le puede llamara a eso conservador.

› En todo este fenómeno tiene un gran peso la influencia de las redes sociales.

Es que sus algoritmos llevan a la confirmación y no al cuestionamiento de las ideas. Por eso uno a veces se sorprende de que gente que creía inteligente se crea cosas que no tienen ningún sustento, pero las difunden. Yo espero que esto encuentre un equilibrio en algún momento.

› En materia de economía, pareciera que ya nadie representa una propuesta de mercado.

Sí, a pesar de que este movimiento del que hablamos dice que la única libertad que le importa es la económica. Eso no es posible conceptualmente. Lo que llamamos mercado es el fenómeno que apreciamos al observar a la sociedad con la metodología de la economía. Pero no es que la economía sea un compartimento estanco de la vida social. Lo que está separado es la materia economía de otros estudios, pero la sociedad libre es una. En ella hay límite al poder y los individuos siguen sus fines, ese es su gran secreto. Pero si existiera un control moral desde el estado entonces los fines no son libres y los medios ni siquiera se podrían definir como medios. Pierde sentido hablar de economía en una sociedad sometida a un protectorado moral, del mismo modo que resulta absurdo hablar de precios en un país socialista. Son números sin significación. Si la sociedad no es libre no hay mercado.

› El foro de Davos dice que en el futuro nadie será propietario, salvo el estado.

Es un delirio más de los que salen de todas las usinas de pensamiento. De las universidades no salen disparates menores, pero para lidiar con ese delirio la paranoia muy útil no es. No se puede usar al cúmulo de tonterías que se dicen en este tipo de foros para hablar de una conspiración mundial y mucho menos para decir que esa conspiración se supera con nacionalismo.

› Usted señala el problema de enfrentarse al buenismo con el malismo.

Claro, el buenismo es esa permanente invocación de posturas que hacen ver al que las emite como el más bueno. Eso se ha hecho una forma de manipulación, pero le ha salido del otro lado su versión igualmente estúpida del malismo, que es esa permanente adoración de los villanos y sostener posturas desagradables. El malismo es una forma de impotencia frente al buenismo; es una tragedia que esa sea la respuesta. Gente que se siente acosada y temerosa, en muchos casos respecto de cambios culturales que no comprende, y que se prende de algún villano a mano para sentirse protegida. Establecen con sus “malos” una lamentable relación de vasallaje.

José Benegas es abogado, periodista, consultor político, obtuvo el segundo premio del Concurso Caminos de la Libertad de TV Azteca México y diversas menciones honoríficas. Autor de Seamos Libres, apuntes para volver a vivir en Libertad (Unión Editorial 2013). Conduce Esta Lengua es Mía por FM Identidad, es columnista de Infobae.com. Es graduado del programa Master en economía y ciencias políticas de ESEADE. Publica en @josebenegas

En relación a Maradona

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 28/11/20: https://www.elpais.com.uy/opinion/columnistas/alberto-benegas-lynch/relacion-maradona.html

Se presenta un problema de difícil resolución. Se observan escritores, poetas, profesionales y en todos los órdenes de la vida donde hay una especie de separación o corte entre su producción y su vida privada o, si se quiere, la vida pública que resulta distinta y a veces opera en dirección contraria a los talentos por los cuales es más conocido. ¿Una cosa tiñe a la otra o deben analizarse por separado? ¿Pueden cortarse en tajos o deben estudiarse en conjunto y como un todo?

Por ejemplo, ¿debe tenerse en cuenta cuando uno entra al quirófano que el excelente cirujano a cargo es un pésimo jugador de golf? Parecería que son dos planos que no se entrecruzan al momento de la operación. Resulta irrelevante como se desenvuelve en el campo de golf a los efectos del manejo del bisturí. ¿Y si se descubre que trata mal a sus hijos? Puede lamentarse pero no interfiere con sus dotes profesionales. ¿Y si es un entusiasta de sistemas totalitarios? También puede criticárselo por esa inclinación lamentable a esclavizar a su prójimo pero en general se seguirá con la idea de aceptar sus talentos médicos. ¿Y si trascendió que la mató a su mujer a cuchillazos? Bueno ahí la cosa cambia pues producirá cuanto menos algún escozor y habrá cierta reserva en seguir adelante con el proyecto de ponerse en manos de un criminal por más que se luzca con sus habilidades de facultativo avezado.

Esta secuencia de ejemplos que van de lo menor a lo mayor apuntan a que en definitiva la apreciación de si un plano tiñe o no a otro se torna un tanto subjetivo y, por momentos, pastoso. Hay personas que sostienen que la destreza formidable de Pablo Neruda como poeta no perjudica ni cambia por el hecho de haberle cantado loas a un asesino serial como Stalin. Los hay quienes estiman que la vida privada de Woody Allen no modifica su condición histriónica. El premio Nobel en literatura Eugen O´Neill era alcohólico, José Saramago -con idéntico galardón en el mismo rubro- ha escrito novelas notables como Ensayo sobre la lucidez Las intermitencias de la muerte que por momentos parecen contradecir su marxismo.  Correlatos similares reñidos con las conductas decentes van para los Picasso, Dalí y tantos otros lo cual no parece afectar a quienes aprecian sus obras. Pero, otra vez, esto depende de cada uno. Hay quienes después de determinado recorrido les resulta imposible disfrutar de una obra pues surge la tintura de marras que se extiende como una mancha imparable de un ámbito a otro. En sentido contrario, no puede decirse que el criminal de Hitler queda teñido por lo cariñoso que era con sus perritos.

Por supuesto que no sería razonable ni lógico que se pretendiera la perfección como ser humano para aprovechar los talentos de tal o cual personaje puesto que la perfección no es un atributo de los mortales. Todos tenemos defectos. Es entonces un asunto de equilibrio, juicio prudencial, debidamente masticado y decantado, pero la subjetividad en definitiva marca el rumbo. No parece que pueda concluirse como hacen algunos que son dos andariveles completamente distintos e independientes y que en ningún caso se los puede mezclar. En casos extremos la mezcla es inevitable, es un asunto de graduación personal.

En relación a Diego Armando Maradona con todo el inmenso respeto a la familia y amigos, señalo que debe separarse su extraordinaria capacidad y agilidad muscular y notable destreza con la pelota de futbol, por una parte, de su persona, por otra. No es digno de emularse el uso de sustancias prohibidas en el ejercicio del deporte de marras, ni es para alabar la confesión pública del propio Maradona en tono de gracia que el episodio de la “la mano de Dios” fue gol con su diestra. Tampoco es aconsejable su apoyo entusiasta a dictadores castristas y chavistas que como ellos vivía como gran capitalista y como ellos se hizo atender en un buen sanatorio privado. Su vida íntima es otro asunto en el que no caben juicios ajenos a su propia persona. Y no es para caer en la sandez de sostener que no hay que juzgar puesto que ese es un juicio. Se trata de preservar autonomías individuales que solo el sujeto actuante conoce bien.

A veces ocurre que el éxito no es buen consejero cuando se administra sin medir consecuencias sobrepasando los límites en la conducta que impone el recato y la razonabilidad de los propios actos del exitoso. Es una pena que los excesos de Maradona hayan provocado su muerte prematura. Sus primeros pasos fueron de notable mérito que salieron de una familia muy pobre, pero los desvíos reiterados se pagan caro.

En el caso de Maradona en no pocas oportunidades se aplicó la falacia de generalización, esto es por la razón de que una persona demuestra talento en un área se lo consulta sobre todo, lo cual si el candidato acepta elaborar sobre lo que desconoce por completo incurre en papelones de distinta monta. Como ha dicho Einstein “todos somos ignorantes, solo que en temas distintos” y, agregamos nosotros, en lo que creemos saber debemos andar con pies de plomo.

Siento que el funeral de Maradona se haya convertido en un bochorno lamentable, un espectáculo dantesco de la peor calaña que debe haber hecho sufrir a sus familiares y allegados. Que descanse en paz.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

LA PERSONA Y SUS TALENTOS: ¿DOS ANDARIVELES?

Por Alberto Benegas Lynch (h)

Se presenta un problema de difícil resolución. Se observan escritores, poetas, profesionales y en todos los órdenes de la vida donde hay una especie de separación o corte entre su producción y su vida privada o, si se quiere, la vida pública que resulta distinta y a veces opera en dirección contraria a los talentos por los cuales es más conocido. ¿Una cosa tiñe a la otra o deben analizarse por separado? ¿Pueden cortarse en tajos o deben estudiarse en conjunto y como un todo?

Por ejemplo, ¿debe tenerse en cuenta cuando uno entra al quirófano que el excelente cirujano a cargo es un pésimo jugador de golf? Parecería que son dos planos que no se entrecruzan al momento de la operación. Resulta irrelevante como se desenvuelve en el campo de golf a los efectos del manejo del bisturí. ¿Y si se descubre que trata mal a sus hijos? Puede lamentarse pero no interfiere con sus dotes profesionales. ¿Y si es un entusiasta de sistemas totalitarios? También puede criticárselo por esa inclinación lamentable a esclavizar a su prójimo pero en general se seguirá con la idea de aceptar sus talentos médicos. ¿Y si trascendió que la mató a su mujer a cuchillazos? Bueno ahí la cosa cambia pues producirá cuanto menos algún escozor y habrá cierta reserva en seguir adelante con el proyecto de ponerse en manos de un criminal por más que se luzca con sus habilidades de facultativo avezado.

Esta secuencia de ejemplos que van de lo menor a lo mayor apuntan a que en definitiva la apreciación de si un plano tiñe o no a otro se torna un tanto subjetivo y, por momentos, pastoso. Hay personas que sostienen que la destreza formidable de Pablo Neruda como poeta no perjudica ni cambia por el hecho de haberle cantado loas a un asesino serial como Stalin. Los hay quienes estiman que la vida privada de Woody Allen no modifica su condición histriónica. El premio Nobel en literatura Eugen O´Neill era alcohólico. Correlatos similares van para los Picasso, Dalí y tantos otros cuyos comportamientos distan mucho de ser agradables lo cual no parece afectar a quienes aprecian sus obras. Pero, otra vez, esto depende de cada uno. Hay quienes después de determinado recorrido les resulta imposible disfrutar de una obra pues surge la tintura de marras que se extiende como una mancha imparable de un ámbito a otro. En sentido contrario, no puede decirse que el criminal de Hitler queda teñido por lo cariñoso que era con sus perritos.

Por supuesto que no sería razonable ni lógico que se pretendiera la perfección como ser humano para aprovechar los talentos de tal o cual personaje puesto que la perfección no es un atributo de los mortales. Todos tenemos defectos. Es entonces un asunto de equilibrio, juicio prudencial, debidamente masticado y decantado, pero la subjetividad en definitiva marca el rumbo. No parece que pueda concluirse como hacen algunos que son dos andariveles completamente distintos e independientes y que en ningún caso se los puede mezclar. En casos extremos la mezcla es inevitable, es un asunto de graduación personal.

Esto mismo ocurre con ciertos viajes, hay personas que pueden separar el turismo de lo que ocurre en el país visitado por más que tengan gobiernos criminales. Personalmente no puedo digerirlo, por ejemplo, con la Cuba de hoy. Desde mi perspectiva, una cosa tiñe a la otra de modo irremediable: no puedo disfrutar de playas pintorescas cuando siento la cárcel pestilente e injusta que padecen otros a mi derredor. No estoy dispuesto a contribuir a la financiación de esos carceleros.

Viene ahora otra cuestión más complicada aun. Se trata de los valores morales de la obra, del juicio moral respecto a la aplicación de talentos. Aquí también se separan las aguas. Hay quienes -los más- aseguran que el arte nada tiene que ver con la moralidad o inmoralidad, es simplemente arte y debe juzgarse como tal sin apreciaciones éticas, solo estéticas. Sin embargo, los hay que sostienen lo contrario. Por ejemplo, T. S. Elliot se pregunta “¿Es que la cultura requiere que hagamos un esfuerzo deliberado para borrar todas nuestras convicciones y creencias sobre la vida, cuando nos sentamos a leer poesía? Si así fuera, tanto peor para la cultura”. Y Victoria Ocampo escribe que “El arte de bien elegir y de bien disponer las palabras, indispensable en el domino de la literatura, es, a mi juicio, un medio no un fin” y agrega “No veo en realidad por qué cuando leo poesía, como cuando leo teología, un tratado de moral, un drama, una novela, lo que sea, tendría que dejar a la entrada -cual paraguas en un museo- una parte importante de mi misma, a fin de mejor entregarme a las delicias de la lectura”. Mas aun Ocampo ilustra el punto con el correlato del amor: “La atracción física sola (si es que puede existir sin mezcla) es simple apetito. Pero esta atracción, acompañada por las que atañen al corazón, a la inteligencia, al espíritu, es  una pasión de otro orden y de otra calidad. En materia de literatura, como en materia de amor, ciertas disociaciones son fatalmente empobrecedoras”.

Finalmente, Giovanni Papini consigna que “El artista obra impulsado por la necesidad de expresar sus pensamientos, de representar sus visiones, de dar forma a sus fantasmas, de fijar algunas notas de música que le atraviesan el alma, de desahogar sus desazones y sus angustias y -cuando se trata de grandes artistas- por anhelo de ayudar a los demás hombres, de conducirlos hacia el bien y hacia la verdad, de transformar sus sentimientos, mejorándolos, de purificar sus pasiones más bajas y de exaltar aquellas que nos alejan de las bestias”. Y concluye que hay escritores “que se jactan de ser morales en su vida e inmorales en sus escritos. Puede afirmarse resueltamente que no existen” ya que entiende que “el arte grande se dirige siempre a lo que hay dentro de nosotros de mejor”.

Por mi parte, aun en minoría dadas las opiniones contrarias a lo dicho, considero que lo relevante para un juicio artístico no solo se refiere a como se dicen o muestran las cosas, sino que dicen o muestran.

Precisamente, en relación al arte, para cerrar esta nota periodística refiero observaciones sobre el denominado arte moderno. El estudio de las bellas artes es un tema complejo, muy controvertido, lleno de vericuetos y andariveles. Se han destinado ríos de tinta para discutir si en definitiva la belleza en el arte trata de algo objetivo o subjetivo. En realidad cuando hablamos de algo subjetivo estamos aludiendo a apreciaciones personales, de gustos y perspectivas individuales lo cual no desconoce los atributos y naturaleza de la cosa en si.

Nada hay que discutir si a una persona le gusta el violeta antes que el colorado, si le atrae más tal o cual ornamento, si prefiere esa marca antes que aquella otra o si le resultan más los perros que los gatos. Nada de esto contradice el significado y las propiedades que definen los objetos de que se trate. Incluso cuando una persona dice que está observando el cielo azulado y otra sostiene que predomina el gris se debe a distintas posiciones, la captación de diferentes rayos solares y, sobre todo, retinas disímiles que captan de modo desigual los colores. Muchos ejemplos se pueden dar de formas diferentes de apreciar la misma cosa.

Sin embargo, cuando se trata de pronunciarse sobre la belleza de una obra de arte estamos refiriéndonos a una cualidad que hace a la cosa que, es cierto, captamos de modo desigual pero siempre con la intención de descubrir y describir del modo más ajustado aquello que tenemos delante de nuestra vista. Lo contrario sería referirse simplemente al gusto personal: si nos atrae o no la obra es una cuestión distinta de la descripción de sus atributos. Si dijéramos que arte es todo aquello que la gente estima es arte no habría tal cosa como destacados críticos de arte ya que sus juicios no diferirían en sapiencia del emitido por cualquier ignorante en materia artística. Del mismo modo, los entendidos en música puede distinguir fácilmente una melodía de un simple ruido.

El asunto se complica cuando comprobamos que aquél que se ajusta a lo que le enseñan en la academia de arte podrá ser un buen copista pero, en rigor, no es un artista puesto que para ello se requiere romper con lo convencional y crear nuevos paradigmas. Entonces viene el problema en cuanto a dictaminar que es y que no es arte.  La forma de establecer estos criterios consiste en dejar que transcurra el suficiente tiempo al efecto de recabar la mayor cantidad de opiniones que estimamos competentes para poder escoger y concluir en esa materia, según sean nuestros conocimientos o la confianza que depositamos en los respectivos opinantes.

Lo mismo ocurre con la ciencia o cualquier contribución nueva o aporte al acervo cultural. En un primer momento puede aparecer como una idea estrafalaria que con el tiempo y los suficientes debates queda claro si se trata de una sandez o de un avance científico. En el momento en que aparece en escena lo nuevo no resulta posible juzgarlo con la debida ponderación ni con el debido detenimiento y perspectiva. Lo que si puede sostenerse es que el arte, la ciencia o una manifestación de cultura no radica en cualquier cosa en cualquier sentido y que las valoraciones subjetivas en cuanto a los gustos y preferencias deben distinguirse de la objetividad de la cosa sujeta a juicio.

Personalmente hice mis primeras armas en el intercambio de ideas sobre estas especulaciones con mi abuelo materno que fue durante veinte años Director del Museo de Bellas Artes en Buenos Aires, miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes y a partir de su tesis doctoral en medicina, titulada No hay enfermedades sino enfermos. El caso de la individualidad en la medicina, comenzó a desarrollar una especial sensibilidad para el caso particular, lo cual le permitió una mirada atenta sobre las distintas manifestaciones del arte (quien, igual que Paul Johnson -el autor del voluminoso Art: A New History– no puede decirse que guardaba especial estima por expresiones como el arte abstracto, que en rigor consideraba manifestaciones correspondientes más bien al plano de la decoración).

En todo caso, del mismo modo que Umberto Eco aplica el método popperiano a la interpretación de textos para acercarse lo más posible a lo que se lee, puede aplicarse esa metodología de refutaciones y corroboraciones provisorias al arte. Los elementos subjetivos y las características objetivas suelen ilustrarse en diversos ensayos con la temperatura que existe en una habitación: objetivamente es susceptible de medirse en el termómetro y subjetivamente, cada uno, puede pronunciarse de diferente manera según sienta más o menos calor o frío en concordancia con el contraste de la temperatura ambiente de donde proviene el sujeto y según el funcionamiento del termostato individual.

Este debate subjetividad-objetividad tiene lugar en muy diversas manifestaciones de la ciencia, por ejemplo, en economía donde se ha pretendido asimilar el relativismo epistemológico con la teoría marginalista del valor, sin percibir que se trata de dos planos completamente distintos de análisis y para nada incompatibles: la verdad objetiva por una parte (en el sentido que las cosas son independientemente de nuestras opiniones) y los gustos y preferencias por otra (de lo que depende el valor crematístico del bien).

De más está decir que cuando aludimos al arte nos estamos refiriendo a lo realizado por el ser humano. Solo metafóricamente decimos que el nido del hornero, el panal o el capullo es una obra de arte. Del mismo modo, solo analógicamente nos referimos a la belleza de una puesta de sol, a la espuma del mar, a un caracol en la playa o a la noche estrellada.

En el caso de las bellas artes, de lo que se trata es de juzgar acerca de las propiedades, atributos y las técnicas (siempre en evolución) sobre las proporciones, profundidad, manejo de luz, perspectiva y demás características que posee la obra, independientemente del gusto personal de quien la observa, lo cual no es óbice para que el opinante del momento conjeture que tal o cual obra juzgada resistirá o no la prueba del tiempo, opinión que competirá con otras razones y argumentaciones sobre el valor artístico de marras.

Aparece aquí otro problema adicional y es que dado que, desde la era remota de las pinturas en las cuevas, las manifestaciones artísticas revelen el espíritu de la época, pero si ocurriera una degradación que se mantuviera a través de generaciones, la prueba del tiempo ya no confirmaría la calidad del arte en cuestión. En ese caso, solo quedarían opiniones individuales difíciles de contrastar. Es que como decíamos más arriba, el tema es sumamente controvertido y hay muchos costados de la biblioteca que resultan opuestos, de lo que no se desprende que arte sea cualquier cosa…de todos modos, en ninguna materia se dice la última palabra y mucho menos en ésta. No en vano el lema de la Royal Society de Londres es nullius in verba, esto es, no hay palabras finales.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h