Costo contable, económico y marxismo

Por Gabriel Boragina. Publicado en: http://www.accionhumana.com/2022/01/costo-contable-economico-y-marxismo.html

‘’Hay otra visión, rival, que dice que las cosas no tienen un costo de por sí, que el costo no es intrínseco a las cosas sino extrínseco a ellas, que las personas le atribuyen a las cosas un costo, le dan un determinado costo. ¿Cuál es el costo de la cosa? Lo que yo dejo de hacer para tener la cosa. Entonces se dice, tal vez como un pleonasmo, que el costo es el costo de oportunidad, que el costo es la oportunidad sacrificada. Desde esta definición subjetivista que responde a la idea de valor subjetivo, mientras la otra responde a la idea de valor objetivo, el costo de la carpeta no sería sus integrantes, el costo no sería un problema de contabilidad, sino el costo de la carpeta seria su alternativa, el costo sería un problema económico, elecciones alternativas que tengo yo que tomar. Entonces el costo de la carpeta seria lo que yo pude haber comprado en lugar de esta carpeta’’.[1]

El costo de oportunidad se puede manifestar de dos maneras distintas. Por un lado, puede ser lo que se deja de hacer para hacer otra cosa, mientras que por el otro es lo que se deja de tener para obtener otra cosa. En ambos casos las evaluaciones que hace el sujeto actuante son subjetivas, y eso es lo que tienen en común. Pero lo que se sacrifica, en un caso y en el otro, son cosas diferentes: en una es una actividad y en otra es un objeto material (dinero u otra cosa como en el trueque).

Es lo que se da a cambio lo que marca la diferencia entre un modo de costo y el otro. El subjetivo no excluye el contable (si por este término se entiende una determinada cantidad de dinero a dar a cambio de otra cosa) porque el dinero también es valuado subjetivamente por el agente, dado que con la misma cuantía de dinero que dispongo yo puedo comprar otras cosas. El costo de ir al cine puede ser no ir a clase, (costo de oportunidad) pero además debo pagar la entrada de cine con lo que a ello tenemos que agregar el costo contable de ir al cine. Hay pues un doble costo (de oportunidad por un lado por la actividad que resigno) y otro contable (el dinero que debo dar a cambio de lo elegido)

En situación, el costo de la carpeta va estar dado por la valoración que yo haga entre lo que deba entregar por ella y la carpeta misma. Y así, su costo contable es lo que debía dar por ella, y ‘’lo que yo pude haber comprado en lugar de esta carpeta’’ sería su costo de oportunidad, pero ahora en un sentido diferente al de dejar de hacer sino al de dejar de tener.

‘’Desde este punto de vista se sostiene que todo tiene un costo. ¿Cuál es el costo de estudiar en la universidad? Los objetivistas dirían que el costo de la universidad o el costo de una clase es lo que has pagado en tesorería para venir a la universidad, los subjetivistas te dirán que el costo de una clase es lo que podrías estar haciendo en vez de estar en la Universidad, que sé yo, un partido de futbol, durmiendo, estando con tu enamorado o enamorada, fumándote un cigarrillo, tomándote un café’’[2]

La diferencia es clara, pero cabría preguntarse ¿por qué el primer concepto es el más aceptado por la gente y el segundo el minoritario o el que esa gente encuentra más extraño?

Una elucidación posible podría ser que el concepto objetivo es el que aprendemos primero desde pequeños en nuestras casas, la escuela, la universidad, los amigos, en los medios de comunicación, etc. Pero ¿Por qué este y no el otro?

F. A. v. Hayek explicó que la economía es una ciencia contraintuitiva, y posiblemente aquí está la pista de una respuesta. La teoría subjetiva del costo es una teoría económica y como tal -siguiendo al maestro austriaco- es contraintuitiva, por ende necesita ser explicada, reflexionarse sobre ella, analizarla y –finalmente- comprenderla, y esto requiere un cierto trabajo mental, al que el grueso de la gente por lo general le escapa.

‘’Entonces esto nos lleva a un problema complejo. Para los objetivistas el costo es uno solo, para los subjetivistas dos personas no tienen el mismo costo por la misma cosa. Porque cada uno de nosotros sacrifica cosas distintas para hacer algo. Hay quien dice, por ejemplo, ¿Cuál es el costo de tu enamorada? Los objetivistas dirían, bueno lo que te cuesta invitarla al cine, sacarla a bailar, a comer a la calle, yo que sé. Los subjetivistas te dirán que el costo de tu enamorada es la otra chica con la que no estás. Tal vez es un ejemplo no muy ilustrativo, pero sí práctico, o tal vez al revés: muy ilustrativo pero poco convencional’’.[3]

Esto marca una discrepancia interesante, porque es uno de los aspectos que sirve para instruir acerca de la diferencia entre contabilidad y economía, y de paso entre lo que decíamos antes: lo intuitivo y lo contra intuitivo, en términos de Hayek.

Para la visión puramente contable, el costo -en última instancia- es un problema de números y se resuelve calculando. Para la economía es -por el contrario- una cuestión de valores y de alternativas, y la solución va cambiando de sujeto en sujeto y de acuerdo a las valoraciones disimiles de cada uno de ellos.

A esto hay que agregarle algo en lo que insistimos siempre: la educación. La gran paradoja del último siglo y medio consistió en el triunfo intelectual de Marx que fue el que impuso la enorme mayoría de los errores políticos, filosóficos y económicos que hoy la humanidad da por sentados. El mayor propagador del materialismo dialectico logró enseñar a la gente a pensar en términos precisamente materialistas. Una pena.


[1] Enrique Ghersi ‘’El costo de la legalidad’’. publicado por institutoaccionliberal • 16/01/2014 • El costo de la legalidad | Instituto Acción Liberal http://institutoaccionliberal.wordpress.com/2014/01/16/el-costo-de-la-…

[2] Enrique Ghersi. ibídem.

[3] Enrique Ghersi. ibídem.

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. Síguelo en  @GBoragina

Enorme aporte de Menger a la teoría del valor: la subjetividad determina precios y costos

Por Martín Krause. Publicado el 5/9/15 en: http://bazar.ufm.edu/enorme-aporte-de-menger-a-la-teoria-del-valor-la-subjetividad-determina-precios-y-costos/

 

Con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico II (Escuela Austriaca), vemos a su fundador, Carl Menger, presentando su aporte más extraordinario: la teoría del valor. Esta teoría, de la utilidad marginal decreciente, es atribuida tanto a Menger, como a William Stanley Jevons y Leon Walras, ya que la presentaron cada uno de ellos en forma independiente, cada uno escribiendo en un idioma diferente. La teoría de la utilidad marginal dio por tierra con las teorías del valor basadas en el trabajo. Pero estos autores tenían sus diferencias.

En particular es interesante señalar el énfasis de Menger sobre el carácter “subjetivo” del valor. Esta característica tiene profundas consecuencias, que muchas veces los economistas no toman en cuenta, ya que pretenden resolver cuestiones realizando análisis de ‘costo-beneficio’ cuando éstos, tanto los costos como los beneficios, son subjetivos, y a menos que se revelen por medio de intercambios es imposible poderlos comparar. Y aun en ese caso, solamente podemos decir que quienes intercambiaron lo hicieron porque sus valoraciones subjetivas eran diferentes, pero no podemos decir cuánto.

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Aquí presenta el tema Menger en el Capítulo III de su libro Principios de Economía Política:

“El valor de los bienes se fundamenta en la relación de los bienes con nuestras necesidades, no en los bienes mismos. Según varíen las circunstancias, puede modificarse también, aparecer o desaparecer el valor. Para los habitantes de un oasis, que disponen de un manantial que cubre completamente sus necesidades de agua, una cantidad de la misma no tiene ningún valor a pie de manantial.

Pero si, a consecuencia de un terremoto, el manantial disminuye de pronto su caudal, hasta el punto de que ya no pueden satisfacerse plenamente las necesidades de los habitantes del oasis y la satisfacción de una necesidad concreta depende de la disposición sobre una determinada cantidad, esta última adquiriría inmediatamente valor para cada uno de los habitantes. Ahora bien, este valor desaparecería apenas se restableciera la antigua situación y la fuente volviera a manar la misma cantidad que antes. Lo mismo ocurriría en el caso de que el número de habitantes del oasis se multiplican de tal forma que ya la cantidad de agua no bastara para satisfacer la necesidad de todos ellos. Este cambio, debido a la multiplicación del número de consumidores, podría incluso producirse con una cierta regularidad, por ejemplo, cuando numerosas caravanas hacen su acampada en este lugar.

Así pues, el valor no es algo inherente a los bienes, no es una cualidad intrínseca de los mismos, ni menos aún una cosa autónoma, independiente, asentada en sí misma. Es un juicio que se hacen los agentes económicos sobre la significación que tienen los bienes de que disponen para la conservación de su vida y de su bienestar y, por ende, no existe fuera del ámbito de su conciencia. Y así, es completamente erróneo llamar “valor” a un bien que tiene valor para los sujetos económicos, o hablar, como hacen los economistas políticos, de “valores”, como si se tratara de cosas reales e independientes, objetivando así el concepto. Lo único objetivo son las cosas o, respectivamente, las cantidades de cosas, y su valor es algo esencialmente distinto de ellas, es un juicio que se forman los hombres sobre la significación que tiene la posesión de las mismas para la conservación de su vida o, respectivamente, de su bienestar.

La objetivación del valor de los bienes, que es por su propia naturaleza totalmente subjetivo, ha contribuido en gran manera a crear mucha confusión en torno a los fundamentos de nuestra ciencia.”

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

Derechos de propiedad, teorema de Coase y la informalidad

Por Martín Krause. Publicado el 3/3/13 en http://puntodevistaeconomico.wordpress.com/

Articulo que saldrá en la revista académica de la Facultad de Derecho de la UBA:

http://works.bepress.com/martin_krause/47/

Va el abstract:

Los economistas austríacos han tenido una visión ambivalente sobre las contribuciones fundacionales de Ronald Coase al Análisis Económico del Derecho moderno, particularmente en lo que luego fuera llamado “Teorema de Coase” (Coase, 1960), y una visión mucho más crítica sobre la subsiguiente visión de la ley basada en la “eficiencia”. Por un lado destacan su crítica a la teorización basada en el equilibrio general, la necesidad de considerar los marcos institucionales cuando los costos de transacción son suficientemente altos como para impedir las negociaciones bilaterales y su rechazo a las propuestas políticas de Pigou de subsidios e impuestos para resolver problemas de externalidades positivas y negativas (Boettke, 1997). Pero una segunda interpretación, que puede no excluir a la primera, rechaza la idea de la “naturaleza recíproca del daño” y, más que nada, su propuesta que ante la presencia de costos de transacción “lo que debe decidirse es si las ganancias de prevenir el daño son mayores que la pérdida que se sufriría como resultado de frenar la acción que produce el daño” (Coase, 1960, p. 27) , con el correspondiente consejo a los jueces, probablemente proveniente más de los seguidores de Coase que de él mismo, de asignar derecho siguiendo un análisis de costos y beneficios de forma tal de maximizar el resultado agregado positivo. La naturaleza subjetiva del valor y la imposibilidad de realizar comparaciones interpersonales de utilidad tornarían inútil dicho intento, si no peligroso. Este artículo no se plantea el objetivo de resolver el debate entre eficiencia y derechos naturales sino que adopta un enfoque positivo. Buscará solamente traer a consideración un caso de estudio sobre derechos de propiedad y la solución de problemas de externalidades en un entorno donde el sistema formal de administración de justicia y la solución de disputas no está presente, como en los barrios informales o pueblos que se encuentran en la mayoría de países pobres o no desarrollados. La cuestión positiva, sin embargo, es: ¿qué es lo que hacen en verdad los jueces? Para ello se tomará como caso de referencia la asignación de derecho y la resolución de disputas en los barrios informales, villas o favelas, donde la justicia formal no está presente.

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).