El monopolio de las Big Tech y la censura en las redes sociales

Por Iván Carrino. Publicado el 10/1/21 en : https://www.ivancarrino.com/el-monopolio-de-las-big-tech-y-la-censura-en-las-redes-sociales/

Hace poco en este espacio hablábamos sobre los monopolios en el capitalismo y el riesgo que estos encarnan. Mi posición, la repaso, es que si en un mercado libre se crea un monopolio, es porque la o las empresas que lo conforman (oligopolio en dicho caso), han prestado el mejor servicio al cliente.

Si son las regulaciones estatales las que crean el monopolio (como en el caso de la licencia de taxis), entonces mi posición es a favor de remover esas barreras de entrada legales para competir en el mercado.

En general cuando desde la izquierda se argumenta que el capitalismo lleva a los monopolios y que esto es un problema, no queda muy claro cuál es el problema que identifican. Se limitan a decir que los monopolios conspiran contra el bienestar general, pero no la forma en la que lo hacen. No obstante, recientemente hemos sido testigos de la decisión de varias grandes empresas tecnológicas (“Big Tech”), como Twitter, Google y Amazon, de remover a Donald Trump de su ecosistema.

Twitter le suspendió la cuenta de forma permanente al presidente de EEUU. Además, Apple, Google y Amazon quitaron la posibilidad de descargar la aplicación “Parler”, una red social análoga a Twitter donde no hay “censura”. Esto llevó a varios a denunciar el enorme poder que tienen las Big Tech sobre la información y opiniones a las que se puede acceder  y a comparar a estas empresas con dictaduras o policías del pensamiento.

Analizo a continuación dos cuestiones:

1) ¿Dado que las Big Tech dominan ampliamente el mercado de la comunicación a nivel global, prueba esto que en el capitalismo existe una tendencia hacia el monopolio, como afirmaba Roxana Kreimer hace unos días?, y

2) ¿Es correcto comparar el comportamiento de las Big Tech contra Trump con el de una dictadura o el de la policía?

Capitalismo, monopolio y China

Cuando se critica al capitalismo se suele mirar una situación que a muchos les parece indeseable del sistema para luego concluir que dicho sistema “falla” o no cumple las expectativas. No obstante, se olvidan estos análisis de comparar contra las alternativas existentes. Así, por ejemplo, cuando Roxana Kreimer hablaba de las tendencias del liberalismo económico hacia el monopolio, evitaba decir que en países comunistas el monopolio es total, con lo que la situación debería parecerle mucho peor. En este caso: ¿qué modelo tiende más al monopolio?

La misma pregunta cabe hacer aquí: si admitimos que Twitter, Facebook y Google son empresas con tal poder de mercado que constituyen un oligopolio en el sector de los nuevos medios de comunicación, ¿no prueba esto que en el capitalismo la tendencia al monopolio existe? La respuesta es que no necesariamente. De hecho, podemos comparar este ecosistema con lo que ocurre en China, que tiene un sistema económico alternativo.

Un artículo de la BBC explica que en China no se pueden utilizar ni Whatsapp, ni Twitter, ni Google (estas últimas bloqueadas directamente por el gobierno), y que en lugar de YouTube o Facebook están Youku y QQ. Es decir que en la China no liberal existe la misma configuración “oligopólica” de este tipo de compañías, pero producto de la regulación estatal, que no solo bloquea la competencia de proveedores extranjeros, sino que además supervisa todos los contenidos que se publican, institucionalizando una censura gubernamental contra los ciudadanos.

Concluyendo: la configuración actual de las Big Tech no prueba que en el capitalismo haya una tendencia al monopolio. China, que no es capitalista, o al menos lo es en una medida increíblemente menor que los Estados Unidos, tiene una configuración de mercado similar en este sector, pero con el agravante de las restricciones estatales a la competencia y el monitoreo y censura gubernamental de los contenidos.

La policía del pensamiento

Vamos al segundo tema: ¿configuran Twitter, Facebook, y Google una policía del pensamiento o una dictadura? La comparación es absolutamente exagerada. En China efectivamente existe una policía del pensamiento, y si algo de lo que uno dice no le gusta al régimen, entonces uno va preso. Lo mismo ocurre en Venezuela, y lo mismo ocurrió en incontables dictaduras a lo largo de la historia de nuestros países.

La “policía del pensamiento” de Twitter, entonces, tiene unas consecuencias enormemente menos dañinas para el individuo que la policía del pensamiento de verdad. En un caso se pierde la libertad y se pasa a vivir tras las rejas; en el otro, simplemente se pierde el acceso a una plataforma para compartir información, opiniones o fotos de comida.

La exageración en este sentido es preocupante, en la medida que si alguna autoridad gubernamental se toma en serio estos reclamos, entonces podrá concluir que deben regularse estas compañías. Así, terminaremos lidiando no ya con los “Términos del Servicio” de una o varias compañías privadas -con todo lo arbitrario que nos pueda parecer- para pasar a lidiar con las Leyes y Reglamentos del estado, algo que cualquier persona considerada liberal entenderá que es mucho peor.

¿Nos puede parecer mal que una app, o un conjunto de empresas tecnológicas hagan todo lo posible para remover ciertos discursos de sus plataformas? Sí, claro. De hecho, intentar quitar a Trump pero dejar impunemente a Nicolás Maduro, habla de la poca catadura moral de quienes han tomado esta decisión. Por otro lado, también es objetable que sigan este camino, puesto que lo único que conseguirán es alimentar el discurso de persecución que el trumpisto quiere instalar para ganar legitimidad.

Ahora bien, concedido lo anterior, también es cierto que las Big Tech tienen derecho a hacer lo que quieran con sus plataformas y serán los usuarios los que decidirán si quieren permanecer o no en ellas.

Si los usuarios de Twitter quieren permanecer allí a pesar del bloqueo a Trump y el doble estándar, será porque consideran que -al menos por ahora- las alternativas existentes (como Parler, por ejemplo), no superan a Twitter en cuanto a costos y beneficios. Es decir, en Twitter uno usa una plataforma con la que ideológicamente está en desacuerdo pero tiene más llegada. En Parler, el aspecto positivo es que no hay exclusión de los trumpistas, pero no tiene tantos usuarios por el momento.

Por último el derecho a hacer lo que quieran se deriva del derecho de propiedad. Cuando el senador Ted Cruz le pregunta a Jack Dorsey “quién demonios lo eligió a él” para admitir o remover contenido de su red social, la respuesta es muy sencilla: él es el nada menos que el creador de Twitter, así que le asiste el derecho de propiedad sobre la plataforma para tomar decisiones, sean estas buenas o malas. Punto.

La censura según Ayn Rand

Para finalizar, dejo unos párrafos de Ayn Rand sobre este tema. Curiosamente, la pensadora ruso-estadounidense estaba criticando a la izquierda. Habrá que ver si este razonamiento no aplica ahora también a quienes -desde la derecha- se enardecen contra las redes sociales:

Durante años los colectivistas han difundido la idea de que el rechazo, por parte de un individuo particular, a financiar a un adversario constituye una violación del derecho a la libre expresión del adversario, y un acto de “censura”.

Afirman que es “censura” la negativa de un diario a emplear o publicar artículos de escritores cuyas ideas son diametralmente opuestas a su política.

Hay “censura” si los empresarios rehúsan publicar sus avisos en una revista que los acusa, insulta y difama.

Hay “censura” si un avisador de televisión objeta que en el programa que él financia se cometen actos reprobables, tales como el incidente que tuvo lugar cuando se invitó a Alger Hiss para que acusara al ex vicepresidente Nixon.

Y están todos aquellos que declaran que “existe censura a través del rating, de los avisadores, de las redes de televisión, de las compañías afiliadas que rechazan programas ofrecidos a sus áreas”. Se trata de los mismos que amenazan con revocar la licencia a toda emisora que no acceda a aceptar su punto de vista sobre programaciones, y que claman que eso no es censura.

Considérense las implicancias de tal tendencia. El término “censura” se aplica únicamente a la acción gubernamental. Ningún acto privado es censura. Ningún individuo o agencia particular puede silenciar a un hombre o suprimir una publicación: sólo el gobierno puede hacerlo. La libertad de expresión de los individuos particulares incluye el derecho a no estar de acuerdo con sus antagonistas, no escucharlos y no financiarlos.” (el texto completo está en las páginas 142 y siguientes de este link)

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano. Es Sub Director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE. Sigue a @ivancarrino

La gente y la justicia

Por Gabriel Boragina Publicado  el 4/9/17 en: http://www.accionhumana.com/2017/09/la-gente-y-la-justicia.html

 

En una reciente conversación que mantuve con dos personas, estos se quejaban de la inacción del gobierno frente a hechos de violencia que se habían registrado en el interior del país por el reclamo de unos sedicentes “aborígenes” de unas tierras que pretenden usurpar.
Uno de ellos invocó el artículo 22 de la Constitución de la Nación Argentina, y esperaba que el gobierno “hiciera algo” al respecto. El otro coincidió, pero agregó que no veía “voluntad política” como para que el gobierno accionara.
Ambos, sin embargo, quedaron “sorprendidos” cuando les dije que cualquier ciudadano podía hacer la denuncia ante la justicia.
De inmediato, surgieron las típicas objeciones. Uno de ellos dijo que como, en realidad, vivía en Mar del Plata, le era imposible hacer la denuncia, pero si residiera en la Capital Federal lo haría. A lo que le respondí que no era imprescindible que habitara en la Capital Federal, porque en su ciudad también había tribunales donde le recibirían la denuncia.
El otro objetó que sin “decisión política” hacer la denuncia ante la justicia no serviría de nada. Le contesté que lo que se necesitaba en el punto no era “decisión política”, sino que todo dependía de una decisión jurídica, pero que si los ciudadanos no accionaban ante la justicia nada iría a cambiar.
Finalmente, agregó que, dada mi condición de abogado, a mí me era sencillo conocer los vericuetos judiciales, pero que a gente que carecía de mis conocimientos no le era fácil, concluyendo que debería “informarse” más al respecto.
Estas actitudes merecen algunas reflexiones, porque se repiten a lo largo y a lo ancho del país, según puede verse, por ejemplo, en las masivas redes sociales, como Twitter.
Empiezo por la supuesta “falta” de información sobre las posibilidades de denunciar delitos por parte de los ciudadanos comunes. Sabemos que esta “objeción” es infundada, porque existe bastante publicidad de entes oficiales y privados acerca de la factibilidad de hacer denuncias por parte de la población corriente. Sin embargo, se espera que la justicia actúe “de oficio” en los casos que tienen mayor difusión periodística (como era el que discutíamos con estas personas).
Esto último es posible, pero si la queja consiste precisamente en que no lo hace, es allí donde el interesado debe actuar en la medida de su interés, como reza el célebre apotegma jurídico. Si no opera, difícilmente sea por ignorancia, o falta de información como hemos visto. Los motivos han de ser otros, de los cuales deduzco como principales el temor a quedar comprometido o, simplemente, comodidad que justifica su inercia. Sea cualquiera de estas razones u otras no explícitas, de un modo o del otro, ellas son demostrativas que el presunto interés no es tanto ni tan grande como que impele a la gente a movilizarse y denunciar.
En su lugar, son reiteradas las convocatorias a marchas “por esto o por aquello otro”. Es más fácil hacer marchas masivas donde el individuo se pierde en el anonimato y elude las potenciales incomodidades (reales o imaginarias) o riesgos (ídem) que una denuncia ante la justicia le pudiera ocasionar, cuando lo efectivo, en lugar de marchas masivas por la vía pública, son las denuncias masivas ante la justicia, las que -repito- cualquier ciudadano puede, sin necesidad de firma de abogado, promover.
Y la supuesta ignorancia no sirve de excusa, porque es posible leer múltiples comentarios en las redes sociales de gente común que pide a los fiscales judiciales que denuncien hechos. Es conocido a nivel general que los fiscales tienen esa facultad.
Ergo, si el interés de la ciudadanía en denunciar delitos fuera real, y suponiendo que -en su ignorancia- creyeran que sólo un fiscal puede hacerlo, bastaría pues para -abandonar su error- que le preguntaran a cualquier fiscal (o en cualquier fiscalía en mesa de entradas) cual o cuales personas están habilitadas según el código de procedimientos a denunciar. La ignorancia o el error quedarían rápidamente despejados, porque el propio fiscal respondería al interrogante que el mismo “interesado” también está autorizado por la ley a denunciar, sin que ello le cueste un sólo peso y sin necesidad de contratar a ningún abogado que lo represente a tal efecto.
Si la ciudadanía actuara de este último modo vería a la justicia movilizarse o, por lo menos, habría hecho el intento para conseguirlo. En una sociedad evolucionada y madura civilmente cabria la conducta que, ante delitos de acción pública propalados por la prensa, los ciudadanos conscientes se presentaran ante la justicia con sus denuncias formales o se aunaran bajo una representación letrada común para hacerlo en forma colectiva (y de esta manera reducir significativamente costos legales, ya que se prorratearían entre todos los denunciantes).
Pero es más cómodo (y más inútil) criticar a la justicia por una inmovilidad que -en el mejor de los casos- es directamente proporcional a la inacción para denunciar de la gente supuestamente “indignada” por los delitos informados periodísticamente.
Existe la creencia, es cierto, que la justicia es inoperativa, lenta y finalmente paralizante. Pero si, por si misma, la justicia no se moviliza realizando de oficio las denuncias del caso e impulsándolas, y la ciudadanía ni siquiera formula las mismas denuncias (y menos las promueve, es decir, se suma a esa supuesta inmovilidad judicial) difícilmente los delincuentes dejen de delinquir y -a ellos- se les sumen más delincuentes a violar la ley, ya que sabrán que tienen su impunidad garantizada, de momento que nadie se considera obligado a denunciarlos.
Resulta verdaderamente reprobable que la justicia no actúe de oficio en los casos de flagrantes delitos, pero también lo es que el resto de la población tampoco lo haga. Y no es con marchas multitudinarias el modo de hacerlo, ni gritando o insultando en las redes sociales, sino con denuncias masivas donde corresponde, o sea, ante los órganos del poder judicial.
Hay también conciencia por parte de la gente que los fiscales pueden actuar de oficio, pero es más fácil preguntar con “ira” desde cuentas anónimas de Twitter (las personas que se quejan, comúnmente se ocultan detrás un Nick, seudónimo o un alias) por qué la justicia no actúa, sin que el que pregunta “colérico” se considere involucrado en el asunto.
Si la gente no actúa como la ley indica, la justicia no tendrá incentivos para mejorar, y el delito campeará impune por todas partes. Sin embargo, en el espíritu del argentino medio está siempre presente la máxima “que lo que tendría que hacer yo lo haga el otro”.
Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE.  Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero.

¿Por qué ahorrar, ahora?

Por Iván Carrino. Publicado el 29/3/17 en: 

 

*Charla presentada en el marco del Global Money Week, organizado por Junior Achievement Argentina, con el apoyo de HSBC, en el Centro Universitario de Vicente López, el 29 de marzo de 2017.

GMW

Juan tiene un sueldo de 30.000 pesos por mes. No está nada mal. Todos los meses paga el alquiler, el agua, la luz, el gas, el celular, y le queda un resto. Con él, decide salir a comer, va a al boliche dos veces por semana, y dos veces por mes revienta la tarjeta de crédito en el negocio de ropa favorito.

Juana trabaja en una empresa y tiene un puesto similar. Cobra aproximadamente lo mismo y después de los gastos fijos, siempre separa una parte de su ingreso para destinarlo al ahorro. Obviamente, esto implica que no siempre se da “todos los gustos” y muchas veces tiene que decirles a sus amigas y amigos que “esta noche no está para salir”.

¿Qué difícil la vida de Juana, no?

Puede parecer así a corto plazo, pero pensémoslo a un plazo más largo.

20 años después, Juan está preso de sus propias decisiones. Le gustaría abandonar su trabajo y poder dedicarse a otra cosa, pero está atrapado en un mar de deudas. Necesita cobrar su sueldo todos los meses de manera de pagarlas y no puede darse el lujo de dejar su rutina. Sus gastos fijos son hoy todavía más altos, siempre está con “la soga al cuello”. Antes trabajaba para ganar dinero. Hoy trabaja para pagar deudas.

Juana está en una situación muy distinta. No está mal en su trabajo, porque no tiene la presión de que tiene que ir a la oficina sí o sí. Sin embargo, está pensando invertir en un negocio de ropa. Siempre le gustó el diseño y se quiere animar a dar el salto. Está decidida, e invertirá sus ahorros en este nuevo proyecto.

Su sueño es, en unos años, poder vivir de su emprendimiento.

El ahorro, y el pensar a largo plazo, fue lo que ayudó a Juana. ¿Por qué no va a ayudar a la economía en su conjunto?

A menudo escuchamos que el ahorro es enemigo del crecimiento económico. Los economistas keynesianos suelen enfatizar que lo que mueve a la economía es el consumo y que lo que hay que hacer es “poner plata en el bolsillo de la gente” para que puedan consumir cada vez más.

Más consumo es más demanda, y más demanda es mayor producción. ¡La receta de la prosperidad!

El ahorro, por supuesto, queda como el enemigo número uno de esta receta mágica.

El problema de esta visión es que no comprende la verdadera función social que tiene ahorrar.

Esta función, y su importancia para el desarrollo de las economías, la destacó Eugen von Böhm-Bawerk, que escribió en 1901:

…que lo que “todo el mundo conoce como ahorro” tiene en primer lugar su lado negativo, esto es, el no consumo de una porción de nuestros ingresos o, en términos aplicables a nuestra sociedad que utiliza el dinero, el no gasto de una porción del dinero recibido anualmente. Este aspecto negativo del ahorro es el más evidente en las conversaciones cotidianas y a menudo es el único que se tiene en cuenta, puesto que comparativamente pocas personas consideran el destino subsiguiente de las sumas de dinero ahorrado, más allá de la ventanilla de caja del banco o la compañía financiera. Pero es aquí justamente donde comienza la parte positiva del proceso del ahorro, para completarse lejos del campo de visión del ahorrador, cuya acción, sin embargo, ha dado el primer impulso a toda la actividad posterior: el banco recoge los ahorros de sus depositantes y los pone a disposición de la comunidad empresarial de una forma u otra –a través de préstamos hipotecarios, empréstitos a compañías ferroviarias y a otras compañías a cambios de los bonos que éstas emiten, alojamientos para gestores de negocios, etc.-, para su empleo en posteriores iniciativas productivas, que sin esa ayuda no podrían tener éxito o al menos no lo alcanzarían con la misma eficiencia.

He aquí el primer dato positivo del ahorro: si éste no existiera, no habría depósitos en el banco y, por tanto, no habría crédito para consumir ni invertir. En resumen, sin ahorro no hay inversión y sin inversión no crecen los países.

Ahora a esta idea algunos le opusieron una resistencia. A Böhm-Bawerk le decían que, si todos decidíamos ahorrar el 25% de nuestros ingresos al mismo tiempo, eso iba a restringir la demanda por bienes de consumo, haciéndonos caer en la recesión.

Y esto no solo porque cayera la demanda de bienes de consumo, sino porque la demanda de bienes de capital (aquéllos destinados a producir bienes de consumo) también iba a caer, porque: ¿para qué quiero comprar una máquina que haga zapatillas, si nadie quiere comprar zapatillas porque la gente decidió ahorrar más?

A esta acusación respondió Böhm-Bawerk de manera magistral, cuando sugirió que:

Mr. Bostedo asume, y me representa igualmente sumiendo en mi ejemplo, que el ahorro significa necesariamente una restricción en la demanda de bienes de consumo. “Ha asumido”, dice, refiriéndose a mí, “que todas las personas han restringido su demanda de bienes de consumo en una cuarta parte”. Aquí ha omitido la pequeña palabra “presentes”. El hombre que ahorra restringe su demanda de bienes de consumo presentes pero, en ninguna forma, su deseo de bienes de disfrute, en general. Esta es una proposición que, bajo un título ligeramente distinto, ya ha sido discutida repetidamente y, creo, de forma concluyente en nuestra ciencia tanto por los escritores antiguos como por la literatura contemporánea.

Los economistas están actualmente de acuerdo, pienso, en que la “abstinencia” referida al ahorro no es en realidad abstinencia absoluta, esto es, no supone renuncia definitiva a bienes de disfrute, sino, como acertadamente lo describe el Profesor Macvane, una mera “espera”

Como se observa, el ahorro es la restricción del consumo presente pero pensando en aumentar el consumo futuro. Cuando Robinson Crusoe utilizó el ahorro para construir una caña de pescar, multiplicó su capacidad de pescar en el río y se hizo, consecuentemente, mucho más rico que lo que era.

El ahorro es vital para que exista un futuro mejor y sin duda es lo que debe estimularse en el país, mucho más que pensar en fogonear el consumo o estimular el crédito con tasas subsidiadas o controles de precios.

Ahorrar es bueno. Si lo hacemos, quiere decir que ahora somos más pacientes, y podemos dar lugar a procesos de producción de mayor duración, con más pasos intermedios, y mucho más complejos. Sin ahorro no hubiera sido posible la aparición de los tractores, máquinas cosechadoras, y, por supuesto, ninguna de las innovaciones tecnológicas que hoy están revolucionando la forma en que nos comunicamos como Facebook, Twitter, Skype, Gmail, Instagram, SnapChat, etc.

Todas estas aplicaciones fueron posibles porque alguien en algún momento decidió ahorrar, y porque ese ahorro luego fue canalizado a inversión.

Bien, ahora que entendimos el verdadero rol económico del ahorro, seguramente alguno se preguntará: ¿cómo puedo ahorrar yo?

En un país con 25% de inflación promedio por los últimos 15 años, esta no es una pregunta sencilla. La inflación carcome el valor del dinero y, por tanto, se vuelve una pésima idea la de guardar los pesos en una caja o maceta.

Para dar números, en los últimos 10 años, el poder de compra del peso cayó 90%. Es decir, si en 2006 guardábamos $ 100 en una caja de ahorro, hoy tendríamos solo el 10% del poder de compra. En concreto, si con $ 100 en 2006 comprábamos 100 caramelos, en 2016 compramos solo 10.

Es claro que para ahorrar en Argentina necesitamos algo que preserve nuestro poder de compra. Ahí es donde surgen dos elementos que naturalmente hemos elegidos los argentinos: el plazo fijo y el dólar.

Un plazo fijo es un préstamo que le hacemos al banco por un período determinado de duración. Así, si hacemos un plazo fijo por un año estamos prestándole al banco dinero por un año y, a cambio de esto, el banco nos ofrece pagarnos una tasa de interés. Dicha tasa debería, por lo menos, cubrirnos de la inflación.

El dólar, en cambio, es otra moneda, pero al ser de mejor calidad que el peso, se supone que preserva el poder de compra. Si en Argentina hay inflación, el peso cae contra todos los bienes y, como el dólar es un bien más de la economía, éste también sube.

Esas son las dos alternativas tradicionales de ahorro para los argentinos. Sin embargo, tampoco fueron óptimas para preservar nuestros ahorros en los últimos años.

Los precios, como promedio, se multiplicaron en este período por nada menos que 10. El capital ajustado por la tasa de un plazo fijo, sin embargo, solo se multiplicó por 4. Al dólar no le fue mucho mejor, se multiplicó por 5, con lo que ambas alternativas quedaron pulverizadas por la inflación.2017.03.29_inflaMerval

Ahora ustedes pueden ver que en el gráfico hay un instrumento más, que se llama “MERVAL”. Eso no es otra cosa que el principal índice de la bolsa de comercio de Buenos Aires. Es la bolsa de valores, donde cotizan las acciones. También perdió contra la inflación cuando tomamos el promedio, pero sustancialmente menos.

Ahora bien, para ir cerrando: ¿qué nos dice esto hacia el futuro? Que mejor irse del país, pensarán algunos.

Les digo que no.

En primer lugar, porque no es probable que esta situación se mantenga en el tiempo. El presidente del Banco Central está comprometido con bajar la inflación, y al mismo tiempo con establecer una tasa de interés que sea positiva en términos reales. Es decir, de acá en adelante, los plazos fijos, o bien ganarán a la inflación o quedarán empatados.

Pero el segundo punto que quiero hacer es que tenemos que dejar de pensar solo en los instrumentos tradicionales. El mercado financiero, INCLUSO EL ARGENTINO, ofrece múltiples opciones, entre las que están: Letras del Banco Central, Títulos Públicos, Bonos de empresas privadas, Acciones, Fondos Comunes de Inversión, Bonos Atados a la Inflación, plazos fijos ajustados por UVA, etc.

Además, no solo hay que pensar en el mercado financiero local. El mundo ofrece una multiplicidad de opciones que tenemos que investigar.

No nos da el tiempo para entrar en todos los detalles de cada uno de estos instrumentos, pero es necesario que los tengan en claro y que, si comienza a ahorrar ahora, no dejen de investigarlos.

La lección que tenemos que llevarnos hoy es que sin ahorro no hay futuro.

Y seguido de esa gran lección anotaría tres pensamiento más.

El primero, que ahorrar es bueno para el país, porque nos permite incrementar la inversión y el consumo a largo plazo.

En segundo lugar, que es bueno para tu vida personal, porque te permite ser más próspero en los años por venir.

En tercer lugar, que el mercado financiero ofrece muchas formas muy diversas para ahorrar de manera rentable y razonablemente segura.

Es cuestión de animarse y romper con los prejuicios.

Bienvenidos al apasionante mundo de la economía y las finanzas.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

La tecnología sí trae igualdad y progreso para todos

Por Iván Carrino. Publicado el 28/3/17 en: https://es.panampost.com/ivan-carrino/2017/03/28/la-tecnologia-si-trae-igualdad-y-progreso-para-todos/

 

La tecnología está tomando cada vez más protagonismo en el debate político y económico. Una de las preguntas a responder es si el avance tecnológico profundiza o disminuye la desigualdad entre las personas.

Entre los que creen que éste contribuye a profundizar las diferencias sociales, se argumenta que, a mayor tecnología, más rentabilidad tienen las empresas, pero menos empleo tienen los trabajadores no capacitados.

Así, los dueños de los medios de producción incrementan su riqueza, mientras que grandes masas de trabajadores van quedando al margen del crecimiento económico.

En una reciente charla TED, el economista argentino Eduardo Levy Yeyati se preguntaba: “¿De qué sirve el progreso tecnológico, si crea abundancia que se concentra en pocas manos a las que les sobra todo?”.

En este marco de análisis, mayor progreso tecnológico equivale a mayor desigualdad social.

Ahora cuando uno mira los resultados de ese avance tecnológico en los patrones de consumo, llega a una conclusión diametralmente opuesta. La tecnología, lejos de profundizar las desigualdades, es un neto igualador social.

Piénsese en lo siguiente: Bill Gates puede tener increíblemente más dinero que yo, pero a la hora de comparar nuestros teléfonos móviles, las funciones que el suyo y el mío prestan no son tan distintas. Whatsapp, Twitter, Instagram o Microsoft Office son todas aplicaciones que cualquier “Smartphone” puede tener. Además, el uso de Smatphones en el mundo es cada vez más generalizado.

De acuerdo al Pew Research Center, en Brasil el 41% de la población posee uno, mientras que en Argentina esa proporción alcanza al 48%. En Estados Unidos, hoy el 72% de la población posee un celular inteligente y en Corea del Sur casi todos lo hacen: los dueños de Smartphones son nada menos que 8,8 de cada 10 surcoreanos.

El hecho de que cada vez más personas tengan al alcance la tecnología se explica por la sistemática caída de su precio, lo que se verifica no sólo en el caso de los teléfonos móviles inteligentes, sino en muchos otros rubros, como las computadoras personales, o los servicios de internet.

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En el gráfico de arriba puede verificarse esta contundente realidad: la tecnología es cada vez más barata y está cada vez más al alcance de todos. En los últimos 20 años, las computadoras personales se abarataron en nada menos que 96,1%. O sea que comprar hoy una notebook cuesta solamente el 3,9% de lo que costaba en 1997.

Gracias a eso, los precios de la tecnología de la información en general se desplomaron 88,4%, mientras que los de los equipos de telefonía se derrumbaron 79,0%. Por su parte, el software cayó 67,1% y los servicios de internet lo hicieron en un 23,1%.

Uno podría pensar que esta es una tendencia generalizada en todos los productos de la economía, pero la considerable reducción de los precios de la tecnología se dio en un contexto de inflación baja pero persistente en Estados Unidos. Entre 1997 y 2017, el Índice de Precios al Consumidor creció un 50%. O sea, en términos reales, la caída de los precios de la tecnología es todavía mayor.

A la luz de estos datos, me pregunto cómo podemos seguir sosteniendo que el avance tecnológico beneficia solo a los ricos. La innovación tecnológica, posibilitada por la competencia empresarial, está bajando los precios de los bienes tecnológicos y mejorando las posibilidades de consumo de un cada vez mayor número de personas.

En este sentido, la innovación es un factor primordial en términos de inclusión e igualdad.

Ahora hay otro aspecto positivo de todo este cambio: es la mayor posibilidad que se abre para todos de progresar como empresarios.

El desplome de los precios de la tecnología funciona como la remoción de una barrera al establecimiento de nuevas empresas y emprendimientos. Hoy las computadoras son el insumo productivo número uno en cualquier establecimiento comercial o de servicios. Con un depósito, mercadería y una o varias computadoras, puede armarse un importante negocio de distribución y venta a través de internet. Cuanto más barata sea la computadora y los servicios de internet, más crecerá este rubro de la economía, más empresas habrá y más gente se incorporará al mercado de trabajo en estos sectores.

Más tecnología quiere decir menos trabas a la creatividad empresarial. Y esa es la clave del crecimiento económico y la mejor calidad de vida para todos.

El avance tecnológico no profundiza la desigualdad social, sino todo lo contrario. En términos de consumo iguala nuestros patrones al abaratar bienes como teléfonos móviles y computadoras. Esto, además, tiene otra consecuencia positiva: al reducir las barreras de entrada, iguala las oportunidades de todos aquellos que quieran emprender.

No le temamos al avance tecnológico. Agradezcámosle a él, y al sistema económico que lo permite, por la increíble mejora de la calidad de vida que nos trajo y la que seguirá trayéndonos.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

New 2017 Ranking Of Free-Market Think Tanks Measured By Social Media Impact

Por Alejandro Chafuen: Publicado el 8/3/17 en: https://www.forbes.com/sites/alejandrochafuen/2017/03/08/new-2017-ranking-of-free-market-think-tanks-measured-by-social-media-impact/#723a074e70cc

 

Free-Market think tanks continue to expand their efforts to disseminate their work and influence public opinion through diverse social media platforms. In my article last year, I stated that the website traffic at most think tanks was not growing at the same rate as their social media presence. If we focus on unique visitors, the same holds for this past year: most think tanks had negligible growth. SimilarWeb, which provides open access to most of its data, measures total (rather than unique) visits. According to their figures, total visits to the leading free-market think tanks grew by 78%.

When looking at think tank presence in the most popular social media platforms, Facebook, YouTube, Twitter, LinkedIn, and Instagram, The Heritage Foundation continues to be ranked first among free-market groups. It also ranks ahead of Brookings in Facebook, Twitter, and web traffic. Brookings leads in number of YouTube subscribers and in its use of LinkedIn. Brookings has subsidiaries in three countries, India, China and Qatar, and many of its scholars and researchers across the globe stay connected through LinkedIn. Both groups are considerably ahead of Chatham House (U.K.), which, despite poor social media presence, edged Brookings as the top ranked think tank in the 2016 Go To Think Tank Index report.

Below are the winning free-market think tanks in the U.S. and from around the world (data compiled during the first two weeks of February 2017):

  • Most Facebook likes (U.S.)Heritage Foundation (2,072K); (Non U.S.): Instituto Mises, Brasil(245K)
  • Most Twitter followers (U.S.): Heritage Foundation (588K); (Non U.S): CEDICE, Venezuela (85K)
  • Most monthly visitors to website (SimilarWeb, U.S.): Heritage Foundation (3,000K); (Non U.S.): Instituto Mises, Brasil (647K)
  • Most subscribers to YouTube Channel (U.S.): American Enterprise Institute(110K); (Non U.S.): Fundación Libertad y Progreso, Argentina (18K)
  • Most views of YouTube video uploaded in 2016 (U.S.): (872K); (Non U.S.): Fundación Libertad y Progreso, Argentina (44K)
  • Most minutes viewed on a You Tube video (last 12 months) (U.S): Heritage Foundation (4,873K); (Non U.S.) Fundación Libertad y Progreso (138K)
  • Most LinkedIn Followers (U.S.): Heritage Foundation (10,8K); (Non U.S.); Fraser Institute, (Canada) (3,6K)
  • Instagram followers (U.S.): Mises Institute (12,400); (Non U.S.): Istituto Bruno Leoni (Italy) (533)
  • Klout (U.S.): Cato (91); (Non U.S.), Adam Smith Institute (U.K.) (80)

The leaders in free-market media, magazines, and news outlets include:

  • Most Facebook likes: com(Media Research Center) (2,114K)
  • Most Twitter followers: National Review (224K)
  • Most monthly visitors to website (SimilarWeb): National Review (15,000K)
  • Most subscribers to YouTube Channel: Prager U (607K)
  • Most views of YouTube video (uploaded in 2016):  CNSnews.com (3,500K)
  • Most minutes viewed on a You Tube video (last 12 months): CNSnews.com (18,650K)
  • Klout: Magazines, National Review (91); Advocacy: FreedomWorks (82)

Among student advocacy organizations, Turning Point USA continued with its growth and ranks first in Twitter followers. It surpassed Students for Liberty in Facebook likes, quadrupling its number of likes from last year. Young Americans for Liberty, the older organization, ranks first in Facebook likes and also leads in YouTube subscribers. Students for Liberty ranks first in monthly web visits (50k) though all the main webpages of these three groups have low traffic.

Among grassroots mobilization organizations, FreedomWorks continues to be ahead of Americans for Prosperity in all social media platforms except on YouTube and Instagram. Instagram is growing among the younger population. In this platform, Prager U (43K) is the leader, followed by National Review, 23K and Mises Institute (US), 12K.

Independent think tanks continue to have much better social media outcomes than university-affiliated groups, such as the Hoover Institution at Stanford University and Mercatus, at George Mason University.  In this subsector, Hoover leads Mercatus in all social media outcomes except on its Klout score and in its use of LinkedIn (82 vs 62 in Klout; 1,420 vs 837 in LinkedIn followers).

In order to analyze and compare use of social media by think tanks and universities, I usually consult with Emma Alvarez of IESE in Barcelona, one of the top ten business schools, which has campuses in 7 cities and 5 continents. Its LinkedIn network has passed 80K.

Alvarez explains that universities, which tend to have more activity in LinkedIn than independent think tanks, had to adapt to an important change: until now, this platform had two sites for each school. One focused on the university and information about it, the other, on the alumni. LinkedIn has now combined these two pages, which helps brand consistency. The network of graduates, the most active users, can now find all the information in only one site. Alvarez adds that, “at the platform level, I have seen a clear trend towards the commercialization of services.” Most organizations that keep an active presence and add content regularly are seeing an increase in traffic but much of it is paid, not organic. According to Alvarez, “organic reach is on decline.”

All platforms continue to revise and test their algorithms, formulas they use to choose which posts to highlight. The last major change for Facebook aimed to encourage institutional accounts, in this case, think tanks and universities, to invest in advertising. It prioritizes content rather than brand (the name of the organization).

Twitter is following suit, and also changed its algorithm. It now gives priority to the «best» tweets, those that attract more impressions and mentions, rather than the latest tweet. The reality is that brands lose priority and reach.

LinkedIn is also reinforcing payment models. Based on the information they pull out of LinkedIn profiles, they enhanced the information available in the institutional profile, however, it is accessible only to Premium users. It has also restricted some other functions, such as sending notes to contacts, so that only Premium members can use it. After the purchase of Lynda.com, they are also getting into the business of distance learning, so the platform is poised for growth.

With the reduction in organic growth and the increase in views due to advertising, it gets harder to calculate how much of the traffic is producing vanity metrics. CEOs of think tanks might be tempted to increase spending in social media advertising in order to look good to donors and their boards. Tracking expenses in social media and their impact on more relevant outcomes (policy changes, budget growth, and others) is a must for good stewards.

Regarding content, Facebook is betting on audiovisual content and livestreaming. The goal is to weaken YouTube’s dominance. YouTube, however, continues to be the leader in social media video communications. Alvarez adds, “as for Instagram and Snapchat, they are growing, but I do not think they will overthrow the big platforms. Instagram, as part of Facebook, will always have a great backing, especially when they implement updates. Snapchat is still focused on a very junior niche.” Think tanks are just beginning to use this platform, so for this article, we did not measure their presence on Snapchat.  At least for those of us working at universities and university-type think tanks, Alvarez recommends continued focus on LinkedIn. She is convinced that after being purchased by Microsoft, it will continue to evolve and improve. LinkedIn is focusing on growing its more junior market and “the added value of its marked professional positioning puts it ahead of the rest.”

Towards a combined social media score 

There is no perfect way to combine all these social media outcomes into one measurement that would allow us to properly rank organizations. Klout tries to do this and their scores show some correlation with actual measurements. We are beginning to test alternatives. For the combined measurement appearing in the first column of the table, we assumed that traffic in all these media platforms feed into each other. We then tried to figure out a relationship between them, e.g. how many Twitter followers, or how many YouTube subscribers, or LinkedIn connections correspond to one Facebook “like.” For lack of sufficient data, we made two separate rankings, with and without LinkedIn data.

Here the results for the groups we analyzed without taking LinkedIn data into consideration.

Combined score of Social Media Ranking = Facebook Likes + 4.333 times Twitter Followers+ 1.479 times Youtube subscribers (in 000's). Data collected during first two weeks of February 2017.

Table by Alejandro Chafuen

Combined score of Social Media Ranking = Facebook Likes + 4.333 times Twitter Followers+ 1.479 times Youtube subscribers (in 000’s). Data collected during first two weeks of February 2017.

We had the unexpected result that the more a group used LinkedIn, the less likely they were to score well on other platforms. This might be because we included some university-based groups, and the more academic the think tank, the higher proportion of LinkedIn activity and the less Facebook presence.

Social media outcomes are only one type of measurement. Think tanks in Canada, especially the Fraser Institute, and several in Latin America, receive a superb coverage in traditional media. But social “electronic” media will continue to become increasingly relevant for most aspects of think tank work. These platforms are changing each year, not only in technology but also in ownership and business model. In order to be more effective and be better stewards of their resources, free-market think tanks need to assess their social media strategy at least once a year, and some of us will continue to evaluate them.

Tarun Vats (Atlas Network) collaborated with data analytics. Sofie O’Mara and Mariana Zepeda helped collect data for this piece. 

 

Alejandro A. Chafuén es Dr. En Economía por el International College de California. Licenciado en Economía, (UCA), es miembro del comité de consejeros para The Center for Vision & Values, fideicomisario del Grove City College, y presidente de la Atlas Economic Research Foundation. Se ha desempeñado como fideicomisario del Fraser Institute desde 1991. Fue profesor de ESEADE.

Sobre las «redes» sociales

Por Gabriel Boragina Publicado  el 26/2/17 en: http://www.accionhumana.com/#!/2017/02/sobre-las-redes-sociales.html

 

Leo y escucho muy a menudo sobre el «enorme poder de las redes sociales», y relativo a su supuesta superioridad referente a los medios masivos y tradicionales de comunicaciones. Parece que se quiere transmitir la idea de que la gente -a través de las «redes»- está por encima de los medios (TV, radio, periódicos) y que ejercería una especie de control y hasta de influencia sobre los contenidos de tales medios superpuesto al accionar de los políticos y de la política en general.

Mi propia experiencia en las «redes» sociales me permite atestiguar exactamente lo contrario. Se exagera notablemente su importancia.

Comencemos con una aclaración de orden terminológico y de no menor relevancia.

En la jerga habitual, se suele diferenciar entre «redes» y «medios». Donde los «medios» vendrían a ser la TV, la radio y los periódicos, en tanto las «redes» serian sitios como Twitter, Facebook, LinkedIn, instagram, etc.

La diferenciación pretendida nos parece del todo absurda, porque -en última instancia- todos ellos son medios de comunicación, ya que en todos, sin excepción, la gente se comunica una con otra.

Luego, si me detengo a analizar los contenidos de las «redes» en las que habitualmente interactúo (Twitter, LinkedIn y Facebook, en este mismo orden) puedo observar que más del 80% de las intervenciones (tweets, mensajes, comentarios, etc.) giran en torno al material proveniente de los medios tradicionales de información (TV, radio, periódicos). Es decir, la gente que normalmente participa en las «redes», sigue dependiendo -como antes- de lo que se muestra por TV, se escucha en la radio o se publica en los diarios. Básicamente, este es el material que se difunde y circula por las «redes». Suficiente como para demostrarme la falsedad del supuesto «dominio» o «poder» de las «redes» por arriba de los medios tradicionales (TV, radio, periódicos).

Entonces, ¿qué se comenta en las «redes» sociales? ¡Lo que aparece en TV, radio y diarios! ¿Dónde le parece al lector que se encuentra el poder real?

La gente -en las «redes»- difunde (y depende de) lo que se publica en tales medios, y toda su «originalidad» se limita a aprobar o censurar lo que un personaje de la farándula, la política, el deporte, etc. dijo o hizo por TV, radio, o declaró ante un periodista de algún matutino o vespertino de gran circulación.

Basta echar una somera ojeada a los famosos TT (trending topics) para ver que los temas que dominan son los de los programas televisivos de mayor televidencia, preponderantemente las transmisiones de deportes, noticias, política, policiales, entretenimientos o espectáculos, donde el común denominador es que todos ellos se transmiten por TV, previa o simultáneamente a su comentario en las «redes».

Poco importa que los programas de TV puedan verse por Internet. El punto es que el poder sigue estando en la TV y no en las «redes» como se arguye con tanto ruido y tan livianamente.

La única novedad que aportan las «redes» -desde mi humilde punto de vista- es que, antes de su aparición, uno se quejaba o celebraba en privado, (con la familia, los amigos, o en su lugar de trabajo, o de estudios) lo que veía o escuchaba en la TV, radio o leía en los periódicos. La irrupción de las «redes» sólo ha extendido ese círculo hacia personas que están mucho más allá de esos límites.

Gentes que no nos conocen ni conocemos personalmente pueden leer, ver o escuchar a distancia lo que decimos concerniente a ciertos temas. Pero el punto de la cuestión es ese tan cacareado y pretendido «poder» de las «redes» «por encima» de los medios masivos y tradicionales de comunicación y en relación a sus contenidos. El que, en mi opinión, es no otra cosa que un mito. Es muy cierto que las «redes» amplían considerablemente el ámbito de la queja o la aprobación de la gente, pero (y este es el núcleo central de mi tesis) la fuente de información de la gente que interactúa en las «redes» siguen siendo la TV, la radio y los diarios. Esto no fue cambiado (como tanto se afirma) por la irrupción de las «redes». Ergo, no hay tal «fenómeno», ni -mucho menos- «revolución» como arriesgadamente se ha llegado a decir. Simplemente, hoy en día, la información corre más rápido y llega a más gente. Eso es todo. La mentalidad de esa gente sigue siendo la misma, y no veo que haya sido modificada por ninguna «revolución» de las «redes».

Volviendo al tema del poder y control político que hipotéticamente las «redes» tendrían superpuesto a medios y gobiernos (como con insistencia se ha llegado a aseverar), por idénticas razones no se trata más que de otro mito. La información es más veloz gracias a las «redes», pero también es mas heterogénea, lo que impide que las «redes» -en sí mismas- constituyan una fuente o bloque de poder unidireccional y desmitifica su supuesta condición de «quinto poder» por sobrepuesto de los poderes tradicionales (ejecutivo, legislativo, judicial y prensa). En el mejor de los casos, formarían parte de ese «cuarto poder», pero -por el momento- se mantienen claramente independientes del mismo y lejos de constituir un «poder».

La presencia de los medios tradicionales y políticos en esas mismas «redes» relativiza el supuesto «poder popular» que anidaría en estas. Y contribuye a una mayor heterogeneidad de contenidos.

En tanto, el material de baja calidad es abundante (y responde a los valores convencionales de la comunidad de que se trate) mientras que el de alta es más bien escaso.

En general, y hasta aquí, de acuerdo a lo observado, las «redes» son un excelente medio para el pataleo y exhibicionismo individual, y hacerlo conocer a un público que mayoritariamente se desconoce. Esto, al menos, en cuanto a su aspecto «social» (no comercial o de negocios).

Del lado positivo, las «redes» -en cambio- son oportunidades para el mundo de los negocios y el comercio en general, y en este sentido, son bienvenidas, y pueden llegar a ser muy provechosas, precisamente por su masividad a nivel comercial y empresarial. Aunque no todas las «redes» apuntan en este sentido. Las hay más profesionales y empresariales -como LinkedIn- y otras más populares y mas masivas (los casos de Twitter, Facebook, etc.) que son poco útiles en este último cometido.

Lamentablemente, en general, el potencial en materia de negocios de las «redes» está muy poco y pobremente explotado aun hoy día.

En los demás, y en especial en el campo de las interacciones sociales, la fuente primaria de información masiva y -lamentablemente- en muchos casos de «formación» siguen siendo los mass media (TV, radio y periódicos). No parece vislumbrarse cercana la época en que sea diferente.

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE.  Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero.

Todos somos iPhone

Por Alejandro A. Tagliavini. Publicado el 10/3/16 en: http://www.panamaamerica.com.pa/opinion/todos-somos-iphone-1017162

 

El teléfono iPhone, cuyo dueño era Syed Farook, quien con su esposa asesinaron a 14 personas en San Bernardino (California), se convirtió en objetivo del FBI que le solicitó al fabricante Apple escribir un programa para descifrar la información almacenada en la memoria del aparto.

Sin embargo, según publicó Bloomberg, los expertos en seguridad aseguran que el FBI podría hackear el iPhone sin ayuda, accediendo más rápido a la información sin tener que esperar al tribunal federal de California que decida si Apple debería ser forzada o no para colaborar.

El experto Jonathan Zdziarski afirma que el problema podría resolverse con investigación y que, por lo general, se puede romper un código de acceso con menos de 200 intentos, porque la gente suele elegir los fáciles. Lo que sucede es que el gobierno quiere sentar precedente para poder hacerse de cualquier información con solo una orden judicial.

Es abrumador el apoyo que la empresa tecnológica ha conseguido. Entre muchos otros, enviaron cartas de respaldo al tribunal Google, Amazon, Facebook, Microsoft, Twitter y LinkedIn, y también recibió el apoyo de destacados expertos en seguridad e incluso el del defensor de derechos humanos de la ONU y el respaldo de periódicos como el Boston Globe, que afirmó que «tiene la razón en luchar contra el FBI por la seguridad del iPhone».

Más allá de que Apple se perjudicaría porque tendría que desarrollar otro sistema operativo -otro iOS-, lo que requeriría tiempo y dinero, el problema de fondo es la privacidad de las personas.

Personalmente no tengo por qué esconder nada, de modo que no me preocupan los fisgones en absoluto, pero preferiría que mis claves de acceso a cuentas bancarias, por ejemplo, no cayeran en manos de desconocidos y probables delincuentes, aunque tampoco esto me desvela mucho ya que estoy reasegurado.

El senior VP de Apple, Google, Amazon, Facebook, Microsoft, Twitter y LinkedInha dejado muy mal parado al FBI, probablemente sin pretenderlo.

En un artículo publicado en The Washington Post, asegura que la firma de Cupertino debe trabajar sin descanso para luchar contra los criminales que tratan de entrometerse en la información personal de los dispositivos. ¿Eh? ¿Cómo? ¿Se refiere a criminales como el FBI? Probablemente no haya querido decir eso, pero lo está diciendo.

«El FBI nos pide que creemos una puerta trasera con un software que invalide las protecciones de códigos, creando de manera intencional una vulnerabilidad que permitiría a la fuerza gubernamental entrar al iPhone.

Una vez que se cree este software? se convertirá en una debilidad que los criminales y los hackers pueden utilizar para causar estragos en la seguridad y privacidad de todos», indicó el VP de Apple.

Craig Federighi comentó además que la tecnología de encriptación de iPhone no solo ayuda a mantener la información de los clientes segura, sino que también es una «línea de defensa contra los delincuentes que tratan de implantar software malicioso o espía o incluso, cuando tratan de utilizar el dispositivo de una persona inocente para acceder a la información de una empresa».

En fin, más allá de unos cuantos sonados casos de corrupción, no creo que el FBI califique como «criminal» en términos de violador sistemático de leyes estatales, pero definitivamente es inmoral que pretenda forzar el acceso a propiedad -datos- privados sin consentimiento de sus propietarios.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Es Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.