Breve historia de un fracaso monetario

Por Iván Carrino. Publicado el 2/5/19 en: https://contraeconomia.com/2019/05/breve-historia-de-un-fracaso-monetario/

 

 

El lunes pasado, antes que abriera el mercado de cambios, el Banco Central emitió un nuevo Comunicado de Política Monetaria. En él, modificó una vez más su regla de intervención cambiaria.

Lo que alguna vez fue una zona de no intervención ajustable por inflación, y luego pasó a ser un techo a partir del cual vender dólares por un monto de USD 150 millones diarios, hoy es un sistema de intervención discrecional, ya que el Banco Central:

… podrá realizar ventas de dólares aún si el tipo de cambio se ubicara por debajo de $ 51,448, cuyo monto y frecuencia dependerán de la dinámica del mercado.

Es decir que el esquema monetario es una combinación de dos cosas. Hasta cierto precio del dólar, un esquema de base monetaria congelada y libre flotación. Luego de cierto precio, que ya no es $ 51,448 sino alguno por debajo que le parezca demasiado alto a Guido Sandleris, un esquema de tipo de cambio fijo.

En ese precio, el BCRA vende dólares y absorbe pesos.

La idea es cortar con la suba del dólar. Que eso, a su vez, aborte los saltos en la inflación y que eso, a la postre, ayude a Macri a ganar las elecciones.

El mercado, por ahora, reaccionó positivamente.

Cinco sistemas en 30 años

Más allá del análisis puntual de esta nueva modificación cambiaria, que algunos ven muy bien porque frenará la suba del dólar, y otros miramos con escepticismo por el efecto en la credibilidad, es interesante mirar la película más larga.

Es que uno tiende a pensar que un requisito para el crecimiento económico es la previsibilidad. Sin embargo, Argentina no es ejemplo de ello. Mucho menos en el campo monetario.

Durante los últimos 29 años, el país cambió cinco veces, y de manera radical, su esquema cambiario.

Durante el período 1991-2002, rigió en Argentina la Ley de Convertibilidad. Este esquema tenía dos características fundamentales. La primera era que fijó el tipo de cambio en un peso por un dólar. La segunda, que ató la emisión monetaria a la cantidad de reservas del Banco Central. Es decir, fijó un respaldo de 100% en dólares a la base monetaria. La emisión para financiar déficit fiscal se terminó.

Los resultados en materia de inflación fueron excepcionales. La convertibilidad terminó con la hiperinflación de Alfonsín y generó aproximadamente 10 años de estabilidad. Ahora enfrentado a una nueva crisis fiscal y de deuda, un nuevo gobierno decidió abandonar el esquema.

Tras la megadevaluación de Duhalde, se instaló en Argentina un sistema de “flotación administrada”. Es decir, un esquema donde el Banco Central intervenía discrecionalmente en el mercado de cambios. Durante un período, entre 2003 y 2011, el Banco Central –que quería mantener un “tipo de cambio competitivo”- compró USD 41.700 millones de reservas.

Sin embargo, a partir de julio de 2011, comenzó a vender aceleradamente para evitar una devaluación.

¿Qué había ocurrido? Que como el Banco Central se había convertido en la “chequera” del kirchnerismo, la emisión monetaria volaba y la inflación acumulada en dicho período fue 240%. El dólar estaba barato, y más con la posibilidad casi cierta de que CFK comenzara un nuevo período en el poder.

La suerte de este nuevo esquema también estaba echada.

Del cepo a las Leliq

Como cualquier gobierno intervencionista, frente a su propio fracaso el kirchnerismo decidió intervenir más. Para frenar la devaluación y la pérdida de reservas, impuso un “cepo cambiario”. Es decir, un precio máximo para el dólar y el racionamiento en las cantidades a comprar.

El cepo fue literalmente un desastre, destruyendo los incentivos a exportar e invertir en el país. Pero además también fue un fracaso desde el punto de vista del objetivo del gobierno de Cristina. Durante la vigencia del cepo, las reservas cayeron USD 26.600 millones, y el tipo de cambio (medido por el dólar paralelo) se multiplicó por 3,3, subiendo 230%.

Tras la salida del cepo, Argentina experimentó un nuevo salto inflacionario. En septiembre de 2016 se decidió implementar un nuevo esquema: Metas de inflación con flotación cambiaria.

Este sistema, que funciona en alrededor de 30 países en el mundo, se puso como objetivo reducir la inflación a un dígito en 5 años. Para ello, el instrumento sería la tasa de interés. No obstante, el frente fiscal no acompañó.

El gobierno gastó mucho más de lo que estaba dentro de sus posibilidades, se endeudó mucho con el mundo y, cuando el mundo se cansó del gradualismo, dejó de prestar. Obviamente, sin esos dólares que llegaban para financiar la deuda, no había mucho para hacer.

El dólar comenzó a descontrolarse luego del 28 de diciembre de 2017, y en junio del año siguiente, con un dólar que había subido 44% desde entonces, y reservas que se habían vendido por USD 7.100 millones, Federico Sturzenegger abandonó la presidencia del Banco Central.

Entre junio y octubre no hubo ninguna regla clara de política monetaria, y recién en octubre se lanzó el “Plan Sandleris”, cuyas modificaciones ya comentamos al inicio.

La última bala

En medio de la alta volatilidad y desconfianza que se manifestó la semana pasada, el Banco Central volvió a “ajustar” su política cambiaria y monetaria. El objetivo es calmar al dólar para llegar a las elecciones.

La verdad es que se trata de “la última bala” a disparar. Podría salir bien, en la medida que logre calmar la incertidumbre y quebrar las expectativas al menos a corto plazo. Pero también podría salir mal, al reducirse la credibilidad del Banco Central y darle a los inversores un dólar “subsidiado” para liquidar todavía más posiciones en pesos argentinos.

Esperemos que ocurra el primer escenario, ya el segundo sería realmente calamitoso para nuestra economía.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano. Es Sub Director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.

Intervención cambiaria: un posible alivio para llegar a las elecciones, pero luego habrá que trabajar en serio

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 30/4/2019 en: https://www.infobae.com/opinion/2019/04/30/intervencion-cambiaria-un-posible-alivio-para-llegar-a-las-elecciones-pero-luego-habra-que-trabajar-en-serio/?fbclid=IwAR3ROY9r9L29gBGzyz_sApAyzFz6Jt2aBFKxN78MKQKX62iQXdGSojrkDtE

 

Desde octubre el BCRA viene cumpliendo con la promesa de no aumentar la base monetaria, sin embargo, la inflación no cede. La venta de dólares sin límite puede ayudar a bajar el ritmo de suba de los precios, pero no es la solución de fondo

Bajar la inflación es mucho más complejo que acordar “precios cuidados con productos esenciales”

Bajar la inflación es mucho más complejo que acordar “precios cuidados con productos esenciales”

Hay que distinguir entre IPC e inflación. Por una cuestión de simplificación, los economistas solemos usar el Índice de Precios al Consumidor del Indec como reflejo de la inflación, sin embargo, no es tan así. Técnicamente la inflación se produce cuando se expande moneda más allá de lo que demanda el mercado. Pero para no hacer las cosas más complicadas, aceptemos el IPC como una explicación del fenómeno. La realidad es que bajar el ritmo de suba generalizada de los precios lleva más tiempo del que livianamente dijo Mauricio Macri cuando estaba en campaña para la presidencia. Veamos un caso concreto.

A comienzos de 1991, el presidente Carlos Menem todavía no había logrado encontrar el camino para estabilizar una economía que venía con una inflación anual del 753% en enero de ese año. Ni el plan Bunge & Born, ni Erman González terminaban de encontrarle la vuelta a la economía y en particular a la inflación.

Domingo Cavallo asume como ministro de Economía a principios de 1991 y luego de un intento fallido de establecer una convertibilidad móvil, con una banda superior y otra inferior en el tipo de cambio, en marzo de 1991 enfrentó una fuerte corrida cambiaria que lo llevó a anunciar la convertibilidad, regla monetaria que tuvo fuerza de ley a partir de abril de 1991.

Es importante resaltar que la convertibilidad fue solo una regla monetaria por la cual cada peso que circulaba tenía un dólar de respaldo en el BCRA. Insisto en resaltar que fue una regla monetaria porque sus detractores la identifican como una política económica completa.

El gráfico previo muestra la evolución de la tasa de inflación anual de cada mes, antes de la convertibilidad y luego de la convertibilidad. Y si bien comenzó a bajar rápidamente, recién en agosto de 1993, 2 años y cuatro meses luego de haberla aplicado la tasa anual se ubicó en un dígito anual. Inclusive fue un dígito anual alto, 9%, para una regla monetaria que tenía un tipo de cambio fijo. Además, había un plan económico sólido detrás.

Ahora es comprensible que con la nueva regla monetaria del Gobierno de no aumentar la base monetaria, pero sin un plan económico detrás, continúe la huida del peso. Digo esto porque la gente no comprende qué es la base monetaria, por lo tanto no es tan convincente como la convertibilidad a la hora de generar expectativas positivas en el común de la gente acerca del peso.

Si a la gente le dicen que hay un dólar respaldando cada peso que hay en circulación, la gente no huye del dinero. Si se le dice que no va a aumentar la base monetaria, el tema se complica porque, salvo los economistas, el común de la gente no tiene porqué saber qué es la oferta de dinero

Cómo se determina el poder adquisitivo de la moneda
Relación entre la cantidad de dinero transaccional y la disponibilidad de bienes y servicios en la economía
Chart

Fuente: Elaboración propia

Determinación del nivel general de precios

Para comprender qué es la huida del dinero veamos el cuadro 1. Tomemos el caso 1. Supongamos que el Banco Central emite $10.000 que es todo el dinero que hay en circulación. Supongamos que la gente demanda moneda por las dudas (tiene pesos para gastar la semana que viene o en un tarrito de galletitas por las dudas) por $2.000. El stock de dinero que realmente circula es de $8.000. Si la oferta de bienes es de 800 unidades, el precio promedio máximo que se puede pagar es de 10. No hay posibilidad física de que el promedio aumente.

Ahora bien, si vamos al caso 2 suponemos que, por cualquier razón, las expectativas de la gente son que los precios seguirán subiendo o el contexto político deteriorará más el poder adquisitivo de la moneda, por lo tanto, suponemos que la demanda de moneda baja de $2.000 a $1.000. En ese caso la cantidad de moneda que circula pasa a ser 9.000, es decir, aumenta el total de pesos que se usan para transacciones sin que el Banco Central haya emitido un solo peso. Si la oferta de bienes es de 800, el precio promedio aumenta a 11,3 por ciento.

Finalmente, supongamos que junto con la caída en la demanda de moneda disminuye la oferta de bienes y el Banco Central sigue sin emitir un peso, como es el caso 3 del cuadro en que la oferta de bienes disminuye a 700. Sin que el Banco Central emita, el precio promedio de los bienes en la economía pasó de 10 a 12,9 en nuestro ejemplo porque se juntaron menor oferta de bienes y menor demanda de moneda. Bien, esto es lo que está ocurriendo en la economía argentina y explica en gran medida las dificultades que tiene el gobierno para bajar la tasa de inflación.

Con una regla monetaria que la gente no comprende y sin un plan económico detrás que genere confianza y atraiga inversiones, es muy difícil que la gente no huya del dinero. Encima con nuestra historia de destrucción monetaria generar confianza en el peso es más difícil.

Tal vez ahora, con el renovado apoyo del FMI al Gobierno para controlar el tipo de cambio, disminuya la huida del dinero. Si bien es cierto que el nivel de la tasa de interés por arriba del 73% anual sigue siendo inconsistente con el sector real de la economía y ya genera más desconfianza que confianza, en el corto plazo, y sin decir que está bien, el Gobierno podría llegar a controlar el tembladeral que es el mercado de cambios.

Capacidad de regulación del mercado de cambios

En efecto, el total de depósitos en pesos del sector privado a plazo fijo es de $1,2 billones. Si se divide por $51, que es el techo cambiario, serían el equivalente a USD 22.650 millones. El Tesoro puede vender unos USD 9.600 millones de aquí a fin de año. El campo puede llegar a liquidar USD 10.000 millones para cancelar deudas comerciales por la seca del año pasado y recomponer su capital de trabajo para la nueva siembra. Siendo que no hay crédito bancario, no parece disparatado que los productores liquiden esa cifra en los próximos meses.

Si se agregan USD 5.000 millones que venda el BCRA, aún en el supuesto extremo que no quedara un solo centavo en plazo fijo en los bancos, el mercado de cambios quedaría relativamente equilibrado. Claro que eso implica el supuesto de que no hay más emisión y la demanda de moneda no llega a cero.

Si uno imagina la situación del mercado de cambios como una guerra y de cada lado cada uno tiene 100 balas, cuando se acaban las balas, si no hay más abastecimiento (emisión monetaria) la única manera en que sigan los tiros es que siga cayendo la demanda de moneda. Si el Gobierno logra tranquilizar el mercado de cambios y congela las tarifas de los servicios públicos, tiene chances calmar el IPC y la caída en la demanda de moneda.

Aclaro que no digo que esta sea la salida de Argentina ni por asomo, es solo una estimación de corto plazo de cómo puede llegar Cambiemos a las PASO y luego a octubre, porque luego de las elecciones el ajuste del sector público se tendrá que hacer por las buenas o por las malas, o terminamos en una decadencia al estilo Venezuela con Cristina Fernández o con Mauricio Macri aunque renueve su mandato. Seguir con este cuento del gradualismo para bajar el gasto público y hacer las reformas estructurales no da para más, sean los k o los amarillos.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE

Fluctuación sucia en Argentina, ¿al garete?

Por Carlos Alberto Salguero. Publicado el 19/2/19 en: https://independent.typepad.com/elindependent/2019/02/fluctuaci%C3%B3n-sucia-en-argentina-al-garete.html

 

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A diferencia de un sistema de tipo de cambio fijo ―donde los bancos centrales tienen que proporcionar la cantidad de moneda extranjera que se necesite para financiar los desequilibrios de la balanza de pagos, al tipo de cambio vigente―, un sistema de tipo de cambio flexible requiere que los bancos centrales se abstengan de intervenir, y la relación cambiaria se ajuste para igualar oferta y demanda de divisas.

Sin embargo, en la literatura económica se describe la modalidad de tipo de cambio flexible o fluctuante que opera en la Argentina de hoy: fluctuación intervenida o sucia. En tal sentido, la autoridad monetaria interviene comprando o vendiendo divisas, en un intento de influir en los tipos de cambio, aunque solo bajo determinadas condiciones.

El plan del BCRA consiste en frenar la expansión monetaria hasta el mes de junio de 2019 mediante una zona de no intervención cuyos límites, desde septiembre pasado, fueron fijados entre 34 y 44 pesos, respectivamente, con un ajuste inicial mensual del 3% recalibrado al 2,2%, en el mismo lapso, hacia diciembre pasado. Si el dólar pasa del límite superior, el organismo podrá vender hasta 150 millones de U$S diarios para tratar de contenerlo. De lo contrario, si el dólar se deprecia por debajo de 34, el BCRA podrá comprar reservas internacionales y decidirá cuándo esterilizar dichas compras.

Se trata de un fuerte control de la base monetaria (billetes y monedas en poder del público, billetes y monedas en entidades financieras más los depósitos de los bancos en el BCRA). Pero todo el sistema depende de un indicador crucial, el premio de su contrapartida, la tasa de interés de las Letras de Liquidez (Leliq). Mediante este instrumento, el plan persigue un doble objetivo: reducir la inflación y evitar la volatilidad cambiaria.

Ante la mirada optimista del gobierno, los datos estadísticos de enero encendieron las primeras luces de alarma sobre el primer objetivo, la inflación. El índice de precios comenzó el sendero a la baja desde la implementación del nuevo plan en el mes de septiembre, con 6,5% mensual, pero modificó su tendencia hacia el mes de enero, con un  2,9%, y avivó  la incertidumbre sobre la meta cambiaria.

Frente a la evidencia, y a la zaga de los acontecimientos, el Banco Central limitó la tenencia de Leliq por parte de los bancos, a fin de evitar que fondos llegados desde el exterior en forma de capitales «golondrina» aprovechen las tasas que ofrece el instrumento para luego «fugarse» con rapidez. Con esta modificación se dispuso limitar el máximo de Leliq que un banco puede tener en su poder, al 65% de los depósitos de sus clientes o al 100% del patrimonio del banco. ¿Alcanzará?

¿Cuál será el costo que pagará la plaza local cuando se reviertan los buenos vientos hacia mercados emergentes? Las mesas de dinero de Argentina recomiendan ahora ser muy cautos con el “carry trade” y los vientos favorables son vistos como transitorios.

Lo más importante según la ortodoxia económica abreva en la visión de Robert Mundell y Marcus Fleming, en lo que se conoce como el Modelo de Mundell-Fleming. En ausencia de intervención cambiaria (los autores hablan de un tipo de cambio plenamente flexible, aunque los efectos pueden verse atenuados y hasta desvirtuados bajo el presente escenario de flotación sucia), un tipo de cambio flexible implica un balance pagos en equilibrio. La primera implicancia establece que cualquier déficit de cuenta corriente debe ser financiado con entradas de capital privado, y cualquier superávit con salida de capital.  Es decir, los ajustes del tipo de cambio aseguran el equilibrio de las cuentas corriente y de capital.  Ahora, la segunda implicancia y la más contundente esencia de inequidad del sistema consiste en que solo hay un tipo de interés con que se equilibra la balanza de pagos: aquel que iguala el tipo de interés interior con el del resto del mundo. De lo contrario, habrá entradas o salidas infinitas de capital únicamente mitigadas por el “trade off” rentabilidad-riesgo.

En síntesis, las bandas buscan soslayar el ancla nominal, en este caso el tipo de cambio, ya que no están dadas las condiciones de hecho económicas para que la divisa norteamericana fluctúe libremente y tienda a converger hacia su verdadero precio. Cotización que no es ni más ni menos que la que se establece bajo las condiciones que subyacen en la economía nacional.

Hasta tanto no exista la convicción de que es imprescindible solucionar la cuestión fiscal, y ello presupone prescindir de las transferencias de recursos, en grado superlativo, hacia los beneficiarios del sistema (políticos, sindicalistas, jueces, etc.), poco  podrá hacerse agregando énfasis en la política monetaria. Tal vez ayude recordar las palabras del expresidente del BCRA, Federico Sturzenegger, quien dijo, “Nuestra capacidad desde el Banco Central para contribuir al bienestar de la sociedad es dotarla de una moneda con poder de compra estable como resultado de un entorno de baja inflación. No podemos lograr casi ningún otro objetivo.” De lo contrario, la experiencia de la flotación sucia flotará, pero lo hará al garete como en tantas otras ocasiones de nuestra empobrecida historia.

 

Carlos Alberto Salguero es Doctor en Economía y Máster en Economía y Administración de Empresas (ESEADE), Lic. en Economía (UCALP), profesor titular e investigador en la Universidad Católica de La Plata y egresado de la Escuela Naval Militar.

ENTREVISTA A ADRIÁN RAVIER: Un proceso monetario que divide la biblioteca entre los economistas

Por Adrián Ravier.  Publicado el 16/9/18 en: https://www.lagaceta.com.ar/nota/783675/actualidad/proceso-monetario-divide-biblioteca-entre-economistas.html

 

¿La economía argentina puede adoptar en estos momentos un esquema de convertibilidad o de dolarización? La pregunta se sigue realizando en todos los ámbitos luego de que un asesor del presidente de los Estados Unidos, Larry Kudlow, sugiriera “atar el peso al dólar”. Ahora bien, ¿qué implica ese proceso? Según el economista Eduardo Robinson, hay que tomar en cuenta una serie de factores:

• Convertibilidad implica, que el peso pueda convertirse en dólares de manera inmediata. Hoy no alcanzan las reservas del Banco Central para adoptar este régimen.

• Implica establecer un tipo de cambio fijo, como el que rigió entre 1991 y 2001, pero no es lo adecuado en momentos en que se necesita flexibilidad del tipo de cambio y en momentos en que el dólar se fortalece con respecto a otras monedas.

• La economía argentina tiene problemas de competitividad y no puede adoptar una moneda fuerte como el dólar, porque su productividad es baja para impulsar el comercio exterior.

• En estos momentos la convertibilidad sería contraproducente, el país necesita exportar, para poder expandir la economía y acrecentar la oferta de dólares provenientes del comercio.

• La solución no es la convertibilidad, en esta coyuntura, hay que avanzar con disciplina fiscal, no emisión de moneda.

• Dolarizar una economía relativamente grande como la argentina, no es es sencillo, implica todo un mecanismo de adecuación del sistema bancario, caída de los salarios para dotar a la economía de competitividad.

Opiniones dispares

“Las segundas partes suelen ser peores que las primeras. La propuesta de dolarizar la economía (eliminar el peso como moneda de curso legal y usar el dólar para todas las transacciones y contratos) no es la excepción. Ya se propuso a fines de los 90, bajo el régimen de convertibilidad, cuando la economía ya estaba dolarizada de facto. Se vuelve a proponer ahora en una situación bastante diferente”. De esa manera se pronunció el economista Constantino Hevia. En el blog http://focoeconomico.org, el doctor en Economía por la Universidad de Chicago indicó que, entre los costos de la dolarización, pueden mencionarse a la pérdida de instrumentos monetarios que facilitan el ajuste ante shocks externos y la pérdida del señoreaje asociado al crecimiento económico.

A su criterio, los costos exceden a los beneficios. “Coincido con que la emisión monetaria excesiva asociada a la financiación de déficits fiscales ha sido la mayor fuente de inestabilidad macroeconómica de nuestra historia”, indica. Sin embargo, advierte, no es creíble que simplemente eliminando el peso también eliminaremos la indisciplina fiscal. Además de una historia inflacionaria, tenemos una historia de defaults y confiscaciones. “Si no podemos usar la emisión, es esperable que usemos con mayor frecuencia esas otras herramientas”, finaliza.

Desde el punto de vista del doctor en Economía Aplicada, Adrián Ravier, desde que existe el Banco Central, en 1935, la inflación promedio superó el 50%. “Personalmente desconfío que, mientras exista el Banco Central, se tenga estabilidad monetaria”, puntualiza a nuestro diario.

Si bien aclara que no propone la dolarización a economías como la chilena, la mexicana o la uruguaya, que cuentan con relativa estabilidad monetaria, en el caso argentino es diferente. “Tal vez la dolarización le traiga algunos beneficios, como una inmediata estabilidad monetaria, una baja de la tasa de interés y del riesgo país”, enumera.

Ravier sostiene, además, que todo esto puede contribuir a la reducción del factor incertidumbre, de tal manera que el país atraiga inversiones genuinas y se generen más empleos. “La llegada de capitales disminuyen el riesgo de devaluación; además, la inflación tiende a desaparecer y un país puede llegar a tener un amoneda que es considera buena en el mercado”, subraya.

¿Qué puede suceder en la transición hacia ese proceso? El economista indica que, al no hablar de dolarización, puede pensarse en la desnacionalización de la moneda, porque “la gente quiere al dólar desde hace décadas ya sea como reserva de valor, para el intercambio en operaciones inmobiliarias o para escaparle a la inflación y, así, no perder su poder adquisitivo”.

Ravier, en suma, considera que hay distintas situaciones que contribuyen a pensar que el rumor no es sólo eso, sino una propuesta que está en ciernes. Por caso, citó no sólo la opinión que emitió el director para Asuntos Económicos de Trump (“la única forma que tiene la Argentina de salir del dilema es atar su moneda, el peso, al dólar. La gente del Tesoro está en eso”), sino la misión del Fondo Monetario Internacional que ha llegado, en los últimos días, a la Argentina de forma sorpresiva para analizar los pasos que seguirá el gobierno del presidente Mauricio Macri. “Todo esto me parece que hace que la iniciativa deje de ser sólo un rumor, sino algo viable, posible y, a mi criterio, necesario”, remarca.

Según su opinión, si la Argentina no avanza hacia un proceso similar a la dolarización, es probable que en el corto plazo vuelva a sufrir los efectos de un atraso cambiario que se acumulará hasta las elecciones del año que viene y, frente a ese panorama, “en enero estemos devaluando de nuevo”.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

Tres motivos por los que no baja la inflación

Por Iván Carrino. Publicado el 17/1/18 en: http://www.ivancarrino.com/tres-motivos-por-los-que-no-baja-la-inflacion/

 

Tres razones por las que el BCRA no cumplió su meta en 2017

El jueves de la semana pasada, el Instituto oficial de estadísticas de Argentina presentó los números de inflación del mes de diciembre. Los precios, medidos por el índice general, subieron 3,1% mensual, llevando el aumento anual al 24,8%.

Si se compara el dato de 2017 contra el de 2016, la reducción de la inflación fue significativa. Además, se trató del registro anual más bajo desde el año 2011. Sin embargo, comparado con el objetivo buscado por el Banco Central (entre 12 y 17% anual), el dato fue más que pobre.

A raíz de esto, surge la pregunta acerca de qué pasó.

Así que a continuación encontrarás los tres motivos por los cuales la inflación no bajó tanto que se esperaba.

Motivo 1) Con este esquema monetario, bajar la inflación lleva tiempo.

A pesar de que el sistema de “Metas de Inflación” se utiliza con éxito en alrededor de 30 países en el mundo, algunos analistas venían comentando que para reducir la inflación desde niveles tan altos, el método no estaba del todo probado.

No estoy de acuerdo con esa posición. Las metas de inflación son solamente el reflejo de un Banco Central cuyo objetivo es reducir la inflación. Y cuando los bancos centrales quieren bajar la inflación, tarde o temprano lo hacen.

Lo que sí admito es que, con metas de inflación y tasa de interés, la reducción puede no ser tan rápida. En el caso de Chile, por ejemplo, después de 1990, la inflación tardó 7 años en llegar al orden del 5% anual. En Colombia e Israel llevó 11 años. En México, 6.

Uno podría preguntarse por qué lleva tanto tiempo si, por ejemplo, durante los primeros años de la convertibilidad en Argentina, la inflación se redujo tan suculentamente, y pasamos de 84% (diciembre 1991) a 7% (diciembre 1993) en dos años, para luego tener estabilidad  por otros siete.

La respuesta es que parecería que, al menos a corto plazo, el tipo de cambio fijo es más eficaz para controlar los precios que cualquier otro esquema. Eso no es algo propio del sur de América o de Argentina. Lo mismo sucedió en el mismísimo Estados Unidos.

Cuando los norteamericanos abandonaron el Patrón Oro (que era, en términos prácticos, un tipo de cambio fijo con el metal precioso), la inflación se descontroló.

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En los 10 años anteriores a la salida del Patrón Oro, Estados Unidos tuvo una inflación promedio del 3% anual. Después del cierre de “la ventana del oro”, la inflación más que se duplicó, promediando un 8,3% anual para los 10 años siguientes, a pesar de la misión declarada de la Fed de vigilar la estabilidad de los precios.

Motivo 2) El Banco Central jugó para Cambiemos en las elecciones legislativas.

Si bien el Banco Central es independiente, uno no puede desconocer que hasta hace poco tiempo, el presidente de dicha institución en Argentina era un miembro más del partido político que hoy gobierna. Esto podría significar que, de tener que elegir entre bajar la inflación y que su partido gane las elecciones, opte por lo segundo.

Así, para favorecer al gobierno en las elecciones legislativas de octubre, es probable que el Banco Central pospusiera los aumentos de tasas de interés, resultando en una política monetaria demasiado expansiva.

Entre abril y septiembre, la tasa de interés de la política monetaria se mantuvo congelada. En todos esos meses, la inflación núcleo anualizada superó a la meta de inflación.

¿Por qué, teniendo una inflación por encima del objetivo por 6 meses consecutivos, el BCRA no subió la tasa?

Las elecciones legislativas son la explicación más razonable que encuentro. Para asegurar la elección de Cambiemos, el BCRA mantuvo una política monetaria más expansiva de lo requerido, frustrando el cumplimiento del objetivo de inflación.

Motivo 3) El necesario ajuste de las tarifas de servicios públicos

El último factor que complica las metas de inflación es el marcado incremento de los precios regulados. Es que en este marco de buscada “desinflación”, el gobierno debe reconocer precios que están totalmente atrasados. La parcial liberación de precios regulados impulsa al alza (a corto plazo) los índices con los cuales medimos la inflación, llevándola por encima de lo buscado por el Banco Central.

En 2017,  los precios regulados de la economía argentina avanzaron 38,7%, mientras que la inflación núcleo, que excluye a éstos y a los precios estacionales, avanzó solamente 21,1%.

Producto del peso que cada rubro tiene en el índice general, se puede decir que de los 24,8 puntos que acumuló la inflación del año pasado, 9,1 se debieron al ajuste de tarifas.

Llevando este análisis al extremo, si los precios regulados no se hubiesen movido,  la inflación anual habría cerrado en 15,7%.

Obviamente, de ninguna manera este debe ser el camino a seguir. De hecho, cuantos más precios se liberen, mejor será a largo plazo, pero en el corto esto implicará un desafío mayor para bajar la inflación.

En conclusión, el último motivo por el cual la inflación no baja como se desea es que los tarifazos generan una dicotomía: o el Banco Central se pone mucho más agresivo en su política monetaria, o no se cumple la meta establecida. Claramente, en 2017 triunfó la segunda alternativa.

Mirando a 2018, vemos un sistema de metas de inflación que seguirá vigente (aunque con una meta más laxa –ya que pasó del 10% al 15%), nuevos ajustes en los precios regulados, y un escenario sin elecciones de ningún tipo.

En cualquier caso, la lección a aprender es que la política monetaria deberá ser todo lo contractiva que haga falta para cumplir los objetivos de este año. Esperemos que las autoridades estén a la altura.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

La devaluación de 2002 y la “devaluación” de 2016

Por Iván Carrino. Publicado el 4/11/15 en: http://www.ivancarrino.com/la-devaluacion-de-2001-y-la-devaluacion-de-2016/

 

El debate de los economistas en torno al cepo cambiario y su eventual eliminación deja algo por demás curioso: generalizando (tal vez mucho) los que hoy están en contra de cambiar el sistema cambiario y pasar a un tipo de cambio flotante son los mismos que en 2001 pedían exactamente eso.

Por el contrario, quienes en su momento rechazaban la devaluación y advertían de sus consecuencias inflacionarias, ahora se enfocan en minimizan ese efecto.

Veamos las diferencias que explican esta aparente paradoja.

En 2001 existía un sistema de tipo de cambio fijo y caja de conversión mediante el cual se limitaba la discrecionalidad del gobierno para emitir moneda de curso legal. Esta falta de “soberanía monetaria” fue juzgada por muchos como un impedimento para salir de la crisis y, por qué no, un factor de agravamiento de la misma. Así, los economistas más heterodoxos resaltaban la necesidad de devaluar la moneda y recuperar la soberanía monetaria. En la otra vereda estaban los economistas más ortodoxos, quienes advertían que la eliminación de ese límite a la emisión que daba la ley de convertibilidad terminaría abriendo las puertas a una nueva etapa de elevada inflación.

El correr de los años le dio la razón a estos últimos. Desde diciembre de 2001, la base monetaria se multiplicó por 37. Los precios, en el mismo período, se multiplicaron por 14 y la inflación es hoy el principal problema de la economía argentina.

En 2015 el sistema cambiario es el cepo, es decir, existe un control de cambios que mantiene por debajo de su verdadero nivel al dólar. Este sistema no limita la emisión monetaria. De hecho, la misma está creciendo al 31% anual según el dato de agosto publicado por el BCRA. Así, la inflación se ubica en el orden del 25%. En este marco, los economistas más heterodoxos (entre los cuales ubico a todos los que argumentan que no se puede salir del cepo y también a quienes ponen especial énfasis en el impacto inflacionario de la liberación del tipo de cambio) recomiendan, o bien mantener el statu quo, o bien proceder de una manera muy gradual.

Por el otro lado, los más ortodoxos argumentan que la inflación es un fenómeno monetario y que, si bien puede existir un impacto de corto plazo sobre el IPC, si se avanza hacia una  política monetaria más sensata, que reduzca los niveles de emisión, la eliminación del cepo podría combinarse con una reducción de la inflación en el mediano plazo.

El caso de enero de 2014 puede darnos una pista de quien lleva las de ganar en este contrapunto. En ese entonces el gobierno decidió devaluar el tipo de cambio oficial. La inflación se aceleró, pasando de un promedio de 25% en 2013, a uno de 39% en 2014. Sin embargo, el BCRA combinó la devaluación con una agresiva política de colocación de deuda y suba de tasa de interés. El gobierno también colaboró colocando deuda, lo que hizo que la inflación cayera de la zona del 40% anual a la que había llegado a mediados de 2014 hacia la zona del 25% donde está hoy.

No veo por qué, con una política monetaria que se proyecta será mucho más sensata que la actual, y con mejores expectativas frente al cambio de gobierno, no podemos tener una liberación del tipo de cambio (para muchos, devaluación, no para mí) combinada con un impacto inflacionario de una vez pero una considerable reducción del ritmo de aumento de los precios en el mediano.

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Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.