Los peligros de caer en la falacia de la suma cero

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 4/2/20 en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/columnistas/los-peligros-de-caer-en-la-falacia-de-la-suma-cero-nid2330263

 

La tesis de esta nota periodística consiste en que buena parte de las falacias y malos entendidos en la economía proviene de sostener que en los procesos de mercado lo que gana uno lo pierde otro. Esta conclusión opera a contracorriente del hecho de que en toda transacción libre y voluntaria ambas partes ganan, de lo contrario no realizan el intercambio (suma positiva en la terminología de la teoría de los juegos). Este es el modo de obtener el enriquecimiento del conjunto en aquellos lugares en los que tienen lugar marcos institucionales respetuosos de los derechos de cada cual, al contrario de lo sucedido allí donde los aparatos estatales se inmiscuyen con el fruto del trabajo ajeno.

El concepto de la suma cero aparece en la antedicha teoría de los juegos donde naturalmente quedaría excluida la cooperación entre las partes en el mercado y solo tiene lugar, por ejemplo, en los juegos denominados de azar donde lo que gana uno lo pierde el otro. En términos algo técnicos, en el juego de suma cero no es posible alcanzar el denominado “equilibrio Nash”.

Debido a que Michel de Montaigne tuvo gran influencia en autores como Bacon, Descartes, Pascal y Rousseau, su dictum en cuanto  a que “no se saca provecho alguno sin perjuicio para otro”, la idea fue bautizada por Ludwig von Mises como “el dogma Montaigne”.

Pues bien, en primer lugar debe destacarse que la riqueza no es algo estático situación en la que quien obtiene beneficios restaría recursos para otro cual torta de cumpleaños. La riqueza es un proceso dinámico, no hay más que prestar algo de atención a la historia de la humanidad para constatar que con igual cuantía de recursos naturales el valor del conjunto se ha incrementado exponencialmente.

En física se ha visto desde la formulación precaria de Lucrecio pasando por Newton, Lavoisier y Einstein que nada se pierde y todo se transforma. La cuantía de la masa de materia, incluyendo la energía es la misma en el universo pero lo relevante para el aumento de la riqueza no es el incremento de lo material sino su valor. Puede ser que artefactos tales como un teléfono antiguo contengan más materia que un celular pero el servicio de este último y su precio son sustancialmente distintos.

Sin duda que los progresos se han retrasado y limitado en la medida en que se le ha dado la espalda a la sociedad abierta y se han adoptado políticas en las que el Leviatán ha asfixiado la energía creativa en un contexto donde irrumpen empresarios prebendarios que hacen negocios con el poder de turno a expensas de la gente. Por el contario, en la medida de la libertad se ha podido salir de la pobreza y lograr niveles de vida que ni siquiera los príncipes de la antigüedad lograron (solo basta referirnos a las infecciones colosales por una muela, sin mencionar la calefacción, los transportes, la alimentación y tantas otras cosas).

No es reclamando que se lesione el derecho de quienes crearon riqueza lícitamente la forma de prosperar, sino contribuyendo a crear el propio patrimonio sirviendo a otros. Quienes aciertan en atender las demandas de su prójimo obtienen ganancias y quienes yerran incurren en quebrantos.

Sin embargo y a pesar de lo consignado, se continúa machacando con la denominada “redistribución de ingresos” con el propósito de imponer una macabra guillotina horizontal en la obsesión por el igualitarismo. Esto significa que el gobierno vuelve a distribuir por la fuerza lo que la gente distribuyó pacíficamente en el supermercado y afines con sus compras y abstenciones de comprar.

Y esta política al contraer las tasas de capitalización debido a la mal asignación de los siempre escasos factores de producción inexorablemente reduce salarios en términos reales. Esto es así debido a que la inversión per capita es el único elemento que determina los ingresos. Mejor aun, tal  vez haya que prestarle atención a lo escrito por Thomas Sowell en el sentido que “los economistas deberíamos dejar de hablar de distribución puesto que los ingresos no se distribuyen, se ganan”.

En este mismo contexto y basados en el dogma Montaigne, se suele aconsejar la implantación de gravámenes progresivos lo cual constituye un castigo al éxito y, sobre todo, resulta en impuestos regresivos ya que, nuevamente, cuando el contribuyente de jure contrae sus inversiones resulta que quien se encuentra en el margen ve reducido su salario. También la progresividad altera las posiciones patrimoniales relativas respecto a las que había establecido la gente en el mercado y, como si todo esto fuera poco, afecta gravemente la movilidad social puesto que se interpone en el ascenso y descenso en la pirámide patrimonial.

Por último en este repaso telegráfico de la trampa que tiende la  suma cero, es un tanto tragicómico el análisis que se suele efectuar respecto al comercio exterior. Se insiste que es muy importante para un país exportar y que debe tenerse mucho cuidado con la importación. Si  este mismo razonamiento se aplicara a una persona y se le dijera que para su vida es fundamental que venda bienes o servicios pero que se abstenga de comprar, seguramente el interlocutor consideraría semejante propuesta como el  resultado de un desperfecto grave en el cerebro.

Aquella sugerencia es parida de las entrañas de las doctrinas mercantilistas del siglo xvi en las que se ponía de manifiesto un desconcepto de magnitud y es que el verdadero beneficio  para un país es acumular divisas . Esto no se aplica a una empresa puesto que es sabido que un alto índice de liquidez no implica prosperidad del negocio puesto que ese comercio puede estar en quiebra. Lo relevante es el patrimonio neto.

Aludir a un país es una forma abreviada de referirse a un grupo de personas reunidas dentro de ciertas fronteras. El análisis económico no  varía por  el mero hecho de interponerse ríos, montañas u otros accidentes geográficos y  delimitación  de fronteras siempre convencionales. Al fin  y al cabo, desde la perspectiva liberal la única razón para el fraccionamiento  del globo terráqueo en naciones es para evitar los riesgos fenomenales del abuso de poder de un gobierno universal.

A juzgar por los voluminosos “tratados de libre comercio” (un tratado de libre comercio que ocupa más de un folio no es de libre comercio) aún no se comprendió que las cerrazones perjudican especialmente a los países más pobres del grupo puesto que el incremento en productividad con ese comercio es mayor respecto a los más eficientes.

Sin duda que si los gobiernos introducen dispersiones arancelarias se crea un embrollo que conduce a cuellos de botella insalvables entre las industrias finales y sus respectivos insumos. Es paradójico que se hayan destinado años de investigación para reducir costos de transporte y llegados los bienes a la adunada se anulan esos tremendos esfuerzos a través de la imposición de aranceles, tarifas y cuotas.

Hay un dèjá vu en todo esto basado en distintas vertientes de la suma cero. En resumen, como señala Milton Friedman “La libertad de comercio, tanto dentro como fuera de las fronteras, es la mejor manera de que los países pobres puedan promover el bienestar de sus ciudadanos […] Hoy, como siempre, hay mucho apoyo para establecer tarifas denominadas eufemísticamente proteccionistas, una buena etiqueta para una mala causa”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

¿De donde sacamos que la fiesta iba a ser gratis?

Por Gustavo Lazzari. Publicado el 2/8/16 en: http://www.libertadyprogresonline.org/2016/08/02/de-donde-sacamos-que-la-fiesta-iba-a-ser-gratis/

 

Fuimos a una fiesta. Comimos, bailamos, nos embriagamos, contamos chistes malísimos y nos reímos a risotadas. Parecía que todo era felicidad. La fiesta duró doce años. Nos hicimos amigos de los malos, nos burlamos de los buenos. El dinero brotaba. Tanto que algunos lo guardaban en valijas y lo distribuían en conventos.

“Teníamos oro, vino a granel, y así pasábamos los días” rezaba una vieja canción de Sui Generis reeditada en la última década.

Tan bien la pasábamos que los más encumbrados nos hablaban de amor. “El amor vence al odio” afirmaban desde el kirchnerismo como si se tratara del undécimo mandamiento aún no publicado. “La economía de la felicidad” nos explicaba a los empresarios un secretario en La Escuelita  con un fusil en el escritorio.

Hasta que un día llegó la cuenta.

Alguien dijo. “Se acabó la plata y tenemos que pagar”.

El dólar pasó del virtual valor de $9,70 a $ 15, el costo anual del dinero de 18% a 38%, las tarifas de agua, gas y electricidad se multiplicaron por 5, 6, y 7. Casi un 678 tarifario. En referencia al propagandístico programa estatal al servicio del entretenimiento del rey (y la reina).

En términos microeconómicos también llegó la factura. Se paralizaron las obras públicas por falta de dinero (desde Julio 2015) y desde diciembre 2015 comenzaron a revisarse una por una. Mientras tanto crecía el desempleo en la construcción. Recién ahora (julio 2016) se retoman obras a valores menores para hacer lo mismo. La corrupción explica la diferencia en menos. Las valijas no se llenaban de aire.

Históricamente las tarifas de luz, agua y gas representaban el 15% del salario de un argentino medio. El kirchnerismo subsidió de tal manera esos servicios de manera que durante doce años representaron sólo el 3%. Una canción propagandística usada en sus campanas por el Frente para La Victoria dice “compañero, por todas tus conquistas, los días más felices, siempre fueron peronistas”.

 

Felicidad con el dinero ajeno, hasta que se agota. O hasta que los servicios revientan.

Tal como la ley de gravedad, las leyes económicas son inmutables. Honestamente lo lamento, pero la realidad te la bienvenida, con una socarrona sonrisa.

El subsidio en el precio de los servicios públicos incrementó la demanda y ralentizó la oferta. Ese bache, “faltante artificial” lo llaman los economistas, se cubrió con el stock previo y con importaciones caras financiadas por el gasto público. Nadie se daba cuenta. Quienes lo advertían era “agoreros” que perdían las elecciones.  Precisamente por advertirlo.

Un día se agotó el stock. Y otro día, un poco más tarde nos quedamos sin plata para pagar importaciones. Aún los amigos, nos cobraban cash. En esto no hay amigos. Otra vez, “bienvenidos a la realidad”.

Ahora están todas las facturas sobre la mesa. La basura que estaba debajo de la alfombra ya no estás más. Todo está a la vista.

Y los argentinos nos encontramos con que nuestros salarios son 12% más bajos en términos permanentes. Además de la inflación, sabemos que el 15% de nuestro ingreso deberá financiar la provisión de servicios que alguien nos quiso convencer que eran gratuitos.

Y nos duele. Vamos a la justicia interponiendo recursos de amparo, cortamos rutas y calles. Protestamos, insultamos y quizás no votemos. Pero la realidad es que sin precios no hay oferta. Desde los mercados de Babilonia que si el precio es cero los oferentes no aparecen. Y la realidad se impone. Siempre.

Nos quedamos sin gas, sin cables, sin luz, con poca agua. Gracias al derroche y al traicionero concepto de “gratuidad” Argentina es un país que funciona mediocremente entre 15 y 25 grados. Con frío o con mucho calor se bloquea. Colapsa. Cada verano, la geografía urbana cambia. Grupos electrógenos entorpeciendo el tránsito, contaminación sonora, visual y del aire, costos de las empresas por las nubes. Todo para proveernos de una energía que el estado liquidó. Dilapidó. Rompió la oferta.

Ok, así estamos. Nuevamente la Argentina es un barco que intentamos hundir y nunca lo logramos.

En 2016, no sin contratiempos, el sector energético recuperará buena parte de los precios que necesita. El estado podría colaborar mucho reduciendo la carga impositiva de las tarifas y reduciendo los gastos equivalentes a la menor recaudación

La sociedad poco a poco está tomando conciencia que la corrupción mata y la gratuidad corrompe. “Esa mentira te hace feliz”[1] , como decía Charly, no funciona. No te hace feliz. La gratuidad no fue tal. Llenó bolsos de dinero y nos dejó sin servicios. Por los que ahora nos toca pagar.

Aunque nos duela y debamos guardar el relato progresista para el próximo viento de cola debemos confiar en lo que nos decía Adam Smith, al pregonar que la juiciosa conducta de los particulares que basta no solamente para compensar los efectos de la prodigalidad y de las imprudencias de los particulares mismos, sino también para balancear el de las profusiones excesivas del gobierno.  Dijo Smith: “Este esfuerzo constante, uniforme y jamás interrumpido de todo individuo por mejorar su suerte tiene a menudo bastante poder para mantener, a despecho de las locuras del gobierno y de todos los errores de la administración, el progreso natural de las cosas hacia una condición mejor”

 

Gustavo Lazzari es Licenciado en Economía, (UCA), Fue Director de Políticas Públicas de la Fundación Atlas para una Sociedad Libre, y fue investigador del Proyecto de Políticas Públicas de ESEADE entre 1991-92, y profesor de Principios de Economía de 1993 a 1998 y en 2002. Es empresario.

Un populismo que no cede

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 9/5/16 en http://www.lanacion.com.ar/1896768-un-populismo-que-no-cede

 

Muchos de los que se dicen opositores al kirchnerismo y condenan la corrupción hoy defienden sus políticas estatistas, sin advertir que la intervención del gobierno en la economía genera la oportunidad de vaciar las arcas públicas.

 

Hay quienes se pronuncian en contra de los populismos pero en los hechos los patrocinan, al suscribir con medidas francamente estatistas. Entre muchos argentinos se observa con alarma la semilla del gobierno anterior, aunque se dicen opositores al kirchnerismo. Es paradójico: critican los 12 años de gestión gubernamental y se fascinan ante la posibilidad de que se procese y condene a la ex presidenta y sus colaboradores, pero al mismo tiempo alaban sus políticas. No parecen percatarse de que lo que en realidad reclaman es kirchnerismo de buenos modales y sin corrupción.

Tampoco advierten que, más allá de tal o cual gobernante, lo relevante es el sistema que hace posible y estimula la corrupción, es decir, una estructura estatista que permite el uso discrecional del poder. Recordemos el dictum de Lord Acton: «El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente». Por un lado, entonces, detestan la corrupción, y por el otro la alientan, al apoyar el intervencionismo estatal que inexorablemente la genera.

El argumento es más o menos siempre el mismo: yo manejo bien mi patrimonio, pero el resto es incapaz y requiere un «experto» gubernamental que maneje bien el fruto de su trabajo; de lo contrario, lo invertirá mal. Olvidan que uno de los ejes centrales de la sociedad abierta consiste en el proceso del mercado libre y competitivo, donde los que aciertan en la satisfacción de las necesidades ajenas obtienen ganancias y los que yerran incurren en quebrantos. Así, el sistema hace que los siempre escasos recursos estén en las mejores manos. Este mejor aprovechamiento permite aumentar las tasas de capitalización, que es lo que hace que los salarios e ingresos aumenten.

Esto está bien ilustrado en el título de uno de los libros del premio Nobel de economía Friedrich Hayek, La fatal arrogancia. Los errores del socialismo. Es así: se trata de la soberbia de megalómanos que pretenden manejar por la fuerza vidas y haciendas de terceros. No es que el liberalismo sea perfecto -la perfección no está al alcance de los mortales-, pero se trata de minimizar costos y convertir en políticamente posible lo que al momento no lo es. Sostener que en política se hace lo que se puede es una perogrullada, el asunto es empujar en la buena dirección «desde el llano»; en el caso argentino, esto apunta a suscribir con el paradigma alberdiano.

El conocimiento está disperso y fraccionado entre millones de personas, las señales de los precios coordinan el proceso para la mejor asignación de recursos. La intención de los burócratas-planificadores resulta irrelevante, pues la decisión política necesariamente será distinta de lo que decida la gente en libertad (si fuera igual, no habría necesidad de consumir fondos para pagar emolumentos innecesarios; además, para saber qué requiere la gente hay que dejar que se exprese).

En el actual contexto argentino, temas monetarios, fiscales, laborales, de comercio exterior, de protección de derechos, de ética pública, aparecen en algunos debates en los que implícitamente se da por sentada la razón kirchnerista, es decir, la razón del populismo exacerbado. Se plantean reformas que son pura cosmética, ya que quedan intactas funciones incompatibles con la forma republicana de gobierno. Se termina «haciendo la plancha», sólo que con funcionarios de mejores modales.

Es ridículo pensar que puede cambiarse a un sistema libre si se dejan inalterados los organismos con funciones creadas y administradas por los populismos y sus respectivas disposiciones y reglamentaciones. La libertad de que se dispone puede ser ancha como un campo abierto o puede convertirse en un sendero estrecho, angosto y oscuro en el que apenas se pasa de perfil. Lo uno o lo otro depende de que no se restrinja la libertad del prójimo por la fuerza. No dejamos de ser libres porque no podemos volar por nuestros propios medios, ni porque no podemos dejar de sufrir las consecuencias de nuestros actos inconvenientes, ni somos menos libres debido a que no podemos desafiar las leyes de gravedad ni las leyes biológicas. Sólo tiene sentido la libertad en el contexto de las relaciones sociales y, como queda dicho, ésta disminuye cuando se la bloquea recurriendo a la violencia.

Para medir nuestras libertades, pensemos en lo que podemos y no podemos hacer. Unas pocas preguntas relativas a la vida diaria aclararán el tema. ¿Están abiertas todas las opciones cuando tomamos un taxi? ¿Ese servicio puede prestarse sin que el aparato estatal decida el otorgamiento de licencias especiales, el color del vehículo, la tarifa y los horarios de trabajo? Cuando elegimos el colegio de nuestros hijos, ¿la educación está libre de las imposiciones de ministerios de educación y equivalentes? ¿Puede quien está en relación de dependencia liberarse de los descuentos compulsivos al fruto de su trabajo? ¿Puede elegirse la afiliación o desafiliación de un sindicato o no pertenecer a ninguno sin sufrir medidas por parte de los dirigentes? ¿Puede exportarse e importarse libremente sin padecer aranceles, tarifas, cuotas y manipulaciones en el tipo de cambio? ¿Pueden elegirse los activos monetarios para realizar transacciones sin las imposiciones del curso forzoso? ¿Hay realmente libertad de contratar servicios en condiciones pactadas por las partes sin que el Gran Hermano imponga sus caprichos? ¿Hay libertad de prensa sin contar con agencias gubernamentales de noticias, pautas oficiales, diarios, radios y estaciones televisivas estatales? ¿Hay mercados libres con pseudoempresarios que hacen negocios con el poder de turno en medio de prebendas y privilegios? ¿Puede cada uno elegir la forma en que preverá su vejez sin que el aparato estatal succione el salario por medio de retenciones? ¿Pueden futuras generaciones liberarse de deudas estatales contraídas por gobiernos que no han elegido y sin que se caiga en la falacia de las «ventajas intergeneracionales»? Quienes apoyan la prepotencia de los aparatos estatales no perciben que lo que financia el gobierno siempre proviene compulsivamente de los bolsillos del vecino, especialmente de los más pobres.

La decadencia de la libertad no aparece de golpe. Se va infiltrando de contrabando en las áreas más pequeñas y se va irrigando de a poco, a fin de producir una anestesia en los ánimos. Pocos son los que dan la voz de alarma cuando el cercenamiento de libertades no le toca directamente el bolsillo.

«Se olvida que en los detalles es donde es más peligroso esclavizar a los hombres -escribió Tocqueville-. Por mi parte, me inclinaría a creer que la libertad es menos necesaria en las grandes cosas que en las pequeñas, sin pensar que se puede asegurar la una sin poseer la otra.» Por su lado, Anthony de Jasay consigna: «Amamos la retórica y la palabrería de la libertad a la que damos rienda suelta más allá de la sobriedad y el buen gusto, pero está abierto a serias dudas si realmente aceptamos el contenido sustantivo de la libertad».

¿Cuántas personas hay que no hacen nada por la libertad? ¿Cuántos hay que creen que son otros los encargados de asegurarles el respeto a sus derechos? ¿Cuántos son los indiferentes frente al avasallamiento de la libertad de terceros? ¿Cuántos los que incluso aplauden el entrometimiento insolente del Leviatán siempre y cuando no afecte sus intereses de modo directo?

Entonces, ¿por qué ser libres? Por la sencilla razón de que de ese modo confirmamos la categoría de seres humanos y no nos rebajamos y degradamos en la escala zoológica, por motivos de dignidad y autoestima, para honrar el libre albedrío del que estamos dotados, para poder mirarnos al espejo sin que se vea reflejado un esperpento, para liberar energía creadora y así mejorar el nivel de vida y, sobre todo, para poder actualizar nuestras únicas e irrepetibles potencialidades.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

«No alcanza con solo ajustar las tarifas de luz»

Por Belén Marty: Publicado el 31/1/16 en: http://cadenaba.com.ar/nota.php?Id=35168

 

¿Es normal que en un país aumente cualquier tarifa un 500 por ciento? En Argentina sí. Al menos no sorprende. Hemos aprendido a incorporar estas vicisitudes en nuestra rutina. Las tomamos como se toman a las catástrofes naturales: sabemos que llegan y no podemos hacer nada para impedirlo.

Sin demasiada precisión, como un cirujano de primer año de residencia, el ministro Juan José Aranguren, dictaminó el fin de las tarifas congeladas. Estiman que con mayores ingresos por las nuevas tarifas estarán en condiciones de mejorar el servicio.

«Esta actualización tarifaria reconoce los verdaderos costos de las empresas, lo que permitirá retomar un camino de normalidad para brindar previsibilidad e inversión al sector», aseguró el presidente de Edesur.

Como parte de esta normalidad pretendida, la Cámara Argentina de Industrias Electrónicas, Electromecánicas y Luminotécnicas (Cadieel) publicó una guía para el uso racional de la energía. Es decir, para que uno no abuse de la electricidad deberá, por ejemplo, poner su aire acondicionado en 24 grados.

La discusión que está en cada mesa hoy es ¿había alguna otra solución al problema energético argentino? ¿Se podría haber solucionado sin aumentar tanto las tarifas? La respuesta es no. Como a todos nos gusta que nos paguen por lo que valemos, lo mismo sucede con los servicios. Como dijo por twitter el economista ortodoxo José Luis Espert hay que pagar las cosas por lo que valen.

Pero más allá de que está bien (es lo correcto) haber sacado los subsidios, ¿alcanza eso para desactivar la bomba que dejó 12 años de kirchnerismo? El gobierno de Macri recibió la bomba y ha decidido hacer el ajuste (necesario) de manera gradual. Están pagando los costos del desastre kirchnerista.

Pero no todo está bien. Suben las tarifas pero no tienen planes de recortar el despilfarrado gasto público. Por tanto, se espera que este año la inflación sea aún más alta que la del 2015. Con ocho puntos del PBI de déficit fiscal hacer solo un ajuste de tarifas de energía zampándole a la gente un monstruoso tarifazo no alcanza. Además, el costo recayó en la gente y no en los políticos. El costo político fue casi nulo.

El punto es que no se puede tener la chancha, los 20 y la máquina de hacer chorizos. No se puede subir de un mantazo las tarifas sin asimismo bajar la carga impositiva. Hay que tener presente que nuestro país tiene una carga impositiva nefasta.

Necesita recaudar tanto para mantener este gasto público. El gasto se va, más que en subsidios a la energía, en sueldos de trabajadores del Estado.  Recordemos que en la última década se incorporaron al menos 2 millones de nuevos trabajadores al sector público. Y como el Estado no tiene recursos que nacen de un árbol, los sueldos de esos 2 millones extras salen de los bolsillos de todos los argentinos, incluido el bolsillo de los más humildes.

Además, hoy, por ejemplo un trabajador que se sube a las 5.30 de la mañana al tren está pagando alimentos que tienen en su costo un 40 por ciento de impuestos.

El verdadero ajuste fiscal que necesita hacer el gobierno no es (solamente) sacar los subsidios a la oferta de energía sino achicar el gasto. Los subsidios energéticos no llegaban a ser el 10 por ciento del gasto. El problema, entonces, no son solo estos subsidios.

La política kirchnerista decidió subsidiar la oferta (Edenor y Edesur) con el objeto de ganar la simpatía de los sectores populares de la Capital Federal. Y sin dudas lo logró.

Pero uno no puede evitar la realidad (el ajuste) a todos todo el tiempo. Este ahorro de US$4000 millones en subsidios ayudará solo un poco a mejorar las finanzas del arca pública y le complicará la vida a muchos otros porteños que se verán forzados a pagar subas extraordinarias impensadas en otros países del mundo.

Por el contrario, se podría haber hecho subas graduales y pensar en ir achicando el gasto en otros sectores más prescindibles como eliminar los subsidios a Aerolíneas Argentinas que pierde por año entre US$750 y US$1.000 millones. No creo que los sectores más populares lamenten mucho perder una aerolínea a la que nunca pudieron siquiera acceder a tomar.

Reiterando lo mencionado arriba, está bien la quita de subsidios pero eso es claramente innecesario al mirar la pintura completa. Es decir, se atacó al árbol y no al bosque. El primer paso, como le sucede a los adictos (en este caso, adictos al gasto) es admitir el problema. Lo demás siempre es más sencillo.

 

Belén Marty es Lic. en Comunicación por la Universidad Austral. Actualmente cursa el Master en Economía y Ciencias Políticas en ESEADE. Conduce el programa radial “Los Violinistas del Titanic”, por Radio Palermo, 94,7 FM.

Intervencionismo: ¿existe un tercer camino entre el socialismo y el capitalismo? Mises dice que no

Por Martín Krause. Publicado el 23/9/15 en: http://bazar.ufm.edu/intervencionismo-existe-un-tercer-camino-entre-el-socialismo-y-el-capitalismo-mises-dice-que-no/

 

En Junio de 1959, Ludwig von Mises dictó seis conferencias en Buenos Aires. Éstas fueron luego publicadas y las consideramos con los alumnos de la UBA en Derecho. Su tercera conferencia se tituló “Intervencionismo” y trata ahora sobre ese supuesto “tercer camino”. Mises comenta:

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“La idea que existe un tercer sistema – entre el socialismo y el capitalismo – como sus sostenedores dicen, un sistema tan alejado del socialismo como lo está del capitalismo pero que retiene las ventajas y evita las desventajas de cada uno, es puro disparate. La gente que cree en tan mítico sistema puede convertirse en realmente poética cuando  elogian la gloria del intervencionismo. Se puede decir, solamente, que están equivocados.

La interferencia del gobierno, que ellos elogian, provoca condiciones que a ellos mismos les disgustan. Uno de los problemas que trataré más adelante es el proteccionismo. El gobierno trata de aislar el mercado doméstico respecto al mercado mundial. Impone tarifas que elevan el precio doméstico de un producto por sobre el precio en el mercado mundial, haciendo posible a los productores domésticos formar cárteles. Los cárteles entonces son atacados por el gobierno declarando: ‘Bajo estas condiciones, es necesaria una legislación anti – cártel’

Esta es precisamente la situación con la mayoría de los gobiernos europeos. En los EEUU, hay además otras razones para la legislación anti – trust y la campaña del gobierno contra el fantasma del monopolio Es absurdo ver al gobierno – que crea por su propia intervención las condiciones que hacen posible la emergencia de cárteles domésticos – señalar con el dedo a las empresas, diciendo: ‘Hay cárteles, por lo tanto la interferencia del gobierno en los negocios es necesaria’. Sería mucho más simple evitar los cárteles terminando la interferencia del gobierno en el mercado – una interferencia que hace posibles estos cárteles.

La idea de la interferencia del gobierno como una ‘solución’ a los problemas económicos lleva, en cada país, a condiciones que, por lo menos, son bastante insatisfactorias y, a menudo, caóticas. Si el gobierno no se detiene a tiempo, fomentará el socialismo. Sin embargo, la interferencia del gobierno en los negocios es todavía muy popular. Tan pronto como a alguien no le gusta algo que sucede en el mundo, dice: ‘El gobierno debería hacer algo al respecto. ¿Para qué tenemos un gobierno? El gobierno debería hacerlo.’ Y este es un resabio de pensamiento característico de épocas pasadas, de épocas que precedían a la libertad moderna, al moderno gobierno constitucional, antes del gobierno representativo o del republicanismo moderno.

Por siglos existió la doctrina – sostenida y aceptada por todos – que un rey, un rey ungido – era el mensajero de Dios; tenía más sabiduría que sus súbditos; y tenía poderes sobrenaturales. Tan recientemente como a principios del Siglo XIX, la gente que sufría de ciertas enfermedades esperaba ser curada por el toque real, por la mano del rey. Los doctores eran generalmente mejores; sin embargo, hacían que sus pacientes se trataran con el rey.

Esta doctrina de la superioridad del gobierno paternal, de los poderes sobrenaturales y sobrehumanos de los reyes hereditarios, ha desaparecido gradualmente – o por lo menos eso creíamos. Pero apareció nuevamente. Hubo un profesor alemán llamado Werner Sombart (lo conocí muy bien), que era conocido en todo el mundo; era doctor honorario de muchas universidades y miembro honorario de la American Economic Association. Ese profesor escribió un libro que se encuentra disponible en una traducción al inglés, publicada por la Princeton University Press; también existe una traducción al francés, y probablemente exista una versión en español. Y espero que exista porque deseo que verifiquen lo que estoy diciendo. En este libro – publicado en nuestro siglo y no en la Edad Media – Werner Sombart, profesor de Economía, simplemente dice: ‘El Führer, nuestro Führer,’ – desde ya se refiere a Hitler – ‘recibe sus órdenes directamente de Dios, el Führer del Universo’

Antes ya mencioné esta jerarquía de Führers, y en esta jerarquía mencioné a Hitler como el ‘Supremo Führer’… Pero existe, de acuerdo con Werner Sombart, un más alto Führer: Dios, el Führer del Universo. Y Dios, escribió, le da Sus órdenes directamente a Hitler. Desde ya, el Profesor Sombart dijo, bastante modestamente; ‘No sabemos cómo Dios se comunica con el Führer. Pero el hecho no puede negarse’

Ahora, si oyen que dicho libro puede ser publicado en idioma alemán, el idioma de una nación que una vez fue aclamada como ‘la nación de los filósofos y de los poetas’, y ven que puede ser traducido al inglés y al francés, no podrán asombrarse del hecho que un pequeño burócrata se considere a sí mismo mejor y más inteligente que los ciudadanos y desee interferir en todo, aunque sea solamente un pobre minúsculo burócrata, y no el famoso Profesor Werner Sombart, miembro honorario de lo que sea.

¿Existe un remedio contra estas cosas? Yo diría que sí, que hay un remedio. Y este remedio es el poder los ciudadanos; tienen que impedir que se establezca un régimen tan autocrático que se arroga una mayor sabiduría que la del ciudadano común. Esta es la diferencia fundamental entre la libertad y la servidumbre. Las naciones socialistas han usurpado para sí mismas el término democracia. Los rusos llaman a su sistema Democracia Popular, probablemente sostienen que la gente está representada en la persona del dictador. Creo que a un dictador, Juan Perón aquí en la Argentina, se le dio una buena respuesta cuando se lo forzó al exilio en 1955. Esperemos  que otros dictadores, en otras naciones, se les dé una respuesta similar.”

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

El error oficial de subsidiar el consumo y gravar producción:

Por Iván Carrino. Publicado el 22/1/15 en: http://www.libertadyprogresonline.org/2015/01/22/el-error-oficial-de-subsidiar-el-consumo-y-gravar-produccion/

 

Algunos economistas confunden causa y efecto. Creen que si se liberan las tarifas o se elimina el cepo cambiario, entonces se generará inflación. En realidad, es al revés, ya que es la inflación la que hace que, más tarde o más temprano, dólar y tarifas deban ajustarse.

Sin embargo, empapado de la primera creencia, el gobierno hace años que controla rigurosamente ambas cosas. El inconveniente que tiene esta política es que, al mismo tiempo que se estimula artificialmente el consumo, se desalienta la producción y los resultados de esta combinación distan de ser óptimos.

El caso del dólar es emblemático. Los que “producen” dólares en el país son, principalmente, los exportadores. Todo aquel que vende productos o servicios en el mercado internacional recibe dólares a cambio que, luego, debe vender en Argentina para pagar salarios, comprar materia prima, etc. Sin embargo, si cada vez que el fabricante de dólares necesita venderlos, lo que le ofrecen en el mercado oficial (el único habilitado por la ley) está por debajo de lo que realmente vale, entonces sufrirá una pérdida patrimonial equivalente a la de pagar un impuesto a las ventas. Es decir, un impuesto a producir dólares.

Por el lado de los consumidores ocurre lo contrario. Si, gracias a la intervención del estado, la divisa está por debajo de su precio real, entonces cualquier consumo en dólares se verá abaratado artificialmente, lo que equivale directamente a subsidiar ese consumo.

En este contexto de subsidio al consumo e impuesto a la producción, la mayor demanda no puede ser abastecida por la castigada oferta, con lo que no extraña que aparezca la escasez de divisas que muchos denominan “restricción externa” y que es una de las responsables de la recesión que atravesamos. Tampoco extraña, por otro lado, que las exportaciones caigan 12% en el año o que los turistas argentinos sean los terceros en visitar la ciudad de Miami.

Con las tarifas energéticas ocurre algo similar. Con acuerdos que se renuevan cada año, el gobierno intenta mantenerlas sin cambios, lo que hace que la inflación abarate en términos reales lo que cada uno paga por la energía. La consecuencia sobre su consumo es evidente, nadie se preocupa por economizarlo y la demanda inevitablemente crece.

Pero lo contrario pasa con la producción. El control de tarifas desestimula la inversión en el sector, con lo que no crece ni se renueva la infraestructura  y el stock de capital se deteriora, generando los problemas de abastecimiento que todos conocemos.

Finalmente, ninguna de estas estrategias es eficiente para frenar la inflación, dado que no atacan, ni buscan atacar, la causa del aumento de los precios (el exceso de emisión monetaria).

Tanto en el dólar como en las tarifas de la mayoría de los servicios públicos, la política de subsidiar el consumo y gravar la producción no ha dado buenos resultados. Y si bien este gobierno no parece estar dispuesto a reconocer el error, es necesario que el próximo entienda que esta política deberá revertirse cuanto antes. Al menos si lo que se busca es reactivar la economía y mejorar la calidad de vida de los argentinos.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Trabaja como Analista Económico de la Fundación Libertad y Progreso, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y profesor asistente de Economía en la Universidad de Belgrano.

Inflación: puja distributiva o emisión monetaria

Por Martín Krause. Publicado el 22/4714 en http://bazar.ufm.edu/inflacion-puja-distributiva-o-emision-monetaria/

 

Un alumno hizo referencia a un artículo publicado en Página12 sobre la inflación aunque su interés era debatir sobre el grado de concentración y competencia en distintos mercados.

“A diferencia de los planteos de la ortodoxia, las causas de los aumentos de precios derivan de una intensa puja distributiva que se viene agudizando desde el 2007, y que a esta altura se ha asentado en expectativas inflacionarias que superan el 20 por ciento. Pero lo cierto es que esta puja, esencialmente marcada por la disputa capital-trabajo, se juega en distintas canchas o escenarios de la política, la economía y la cultura.”

“Se trata de una puja por definir tarifas, salarios, precios de las cadenas productivas y precios de consumo en general, que se manifiesta en distintos contextos, algunos más sensibles a la política económica, otros casi inalcanzables por ella.”

Inflación

El planteo de que la inflación es causada por una puja distributiva deja algunas cosas sin contestar. Por ejemplo:

  1. Colombia tuvo en 2013 una inflación anual de 1,94%. Esto es menos que la inflación en Argentina o Venezuela en un solo mes. ¿Es que allí no hay “puja distributiva”? y, si no la hay, ¿qué es lo que la ha calmado?
  2. Ecuador, con una economía dolarizada tuvo una inflación anual de 2,70%, con políticas económicas no iguales, pero con cierta similitud a las argentinas.
  3. Perú tuvo una inflación anual de 2,86% y Chile del 3%
  4. Venezuela tuvo una inflación del 56,20% (la circulación monetaria creció 69,2% en 2013)  y Argentina del 28,38%.

Luego comenta cada una de esas “canchas” donde se disputan los precios, y como resultado de lo cual los precios crecen. Entre otros, está la existencia de oligopolios. El artículo da a entender que existen sectores concentrados con la capacidad de fijar precios más altos. Al respecto comenta:

“Si se observa la incidencia de la concentración en la formación de precios, entre 2001 y 2010 los precios de las industrias oligopólicas (ramas altamente concentradas) se incrementaron un 7,6 por ciento por encima del promedio sectorial, mientras que los precios de las ramas medianamente concentradas y las ramas escasamente concentradas retrocedieron un 10 por ciento respecto de la media fabril. Por ello, el proceso de suba de precios fue conducido por las firmas integrantes de las ramas altamente concentradas.”

Pero nótese que “todos” los precios subieron, aunque más los de las industrias concentradas. ¿Por qué todos subieron? ¿Por qué también subieron los de sectores no concentrados donde no hay poder de mercado?

Hagamos un ejercicio imaginario al revés: ¿qué pasaría con esa puja distributiva si no creciera la emisión de dinero? Pues si los sectores concentrados tienen poder para subir sus precios, y siendo que una cantidad fija de moneda y no se ha emitido más, los precios de los sectores no concentrados deberían “caer”, ya que no tendrían ventas porque hemos gastado más en los productos de los sectores monopólicos.

Y respecto a los sectores concentrados, una forma sencilla de reducir o eliminar su poder sería abriendo las importaciones, con lo que la cantidad de oferentes se multiplicaría, pero eso es precisamente lo contrario que suelen hacer quienes creen que la inflación es fruto de la puja distributiva y, en definitiva, sancionan y favorecen el poder de los sectores concentrados.

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

 

Argentina: ¿Tiene sentido desdoblar el mercado de cambios?

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 29/10/13 en: http://www.eldiarioexterior.com/argentina-tiene-sentido-desdoblar-el-43079.htm

Antes las presiones que se observan en el blue, en mi opinión el dólar verdadero de acuerdo al contexto institucional y económico imperante, y la sangría de reservas que viene teniendo el BCRA, algunos sostienen que sería conveniente desdoblar el mercado de cambios. No queda muy claro en qué consistiría ese desdoblamiento cambiario, pero imagino que habría un dólar comercial y otro libre o administrado (aunque no creo que el Central tenga capacidad de poder administrar un dólar libre con la sangría de reservas que está sufriendo). Pero imaginemos que por un mercado se cursan las exportaciones e importaciones y por otro las divisas para turismo. También podría darse el caso que se permita atesorar dólares en un mercado “libre”. ¿Es esta una solución al problema de fondo? Creo que no.

Mientras el Central siga emitiendo a la marcha forzada que lo viene haciendo, la inflación seguirá incentivando a la gente a buscar refugio en el dólar. Así que el dólar libre se ubicaría en un nivel cercano al actual blue.

Sí podría cambiar el flujo de turismo. Haría más caro viajar al exterior y estimularía el turismo receptivo ya que volvería a hacer barata en dólares a la Argentina como destino turístico.

Pero el problema está en el saldo de balance comercial de mercancías. Con este tipo de cambio real, que ya está en niveles similares a los del último mes de la tablita cambiaria de Martínez de Hoz (enero de 1981), las exportaciones seguirán creciendo lentamente y las importaciones tenderán a crecer, salvo que Moreno apriete más las trabas y termine de desabastecer a los productores locales de insumos para la producción. Con lo cual enfrían la actividad interna por falta de insumos y tampoco mejoran las exportaciones.

La solución al problema es, a mi entender, la que escribía la semana pasada en este portal. Hacer profundas reformas estructurales en materia impositiva, de gasto público, legislación laboral, etc. para darle competitividad a la economía. Es decir, mejorar el tipo de cambio real por mejor productividad de la economía. En última instancia un país no exporta más porque tenga un dólar más caro, en todo caso importa menos mercaderías, sino que exporta más cuando es competitivo estructuralmente. Las devaluaciones suelen sustituir importaciones y no tanto estimular las exportaciones. Claro que para poder hacer estas reformas se requeriría de un giro de 180 grados en el llamado modelo, algo que luce más a una utopía que a una posibilidad. Además, el gobierno debería ganar en credibilidad para que ingresen capitales dispuestos a invertir en Argentina y ese es el punto más débil que hoy tenemos.

Si no se está dispuesto a mejorar el tipo de cambio real girando 180 grados en la política económica, y eso implica asumir el costo político de corregir las distorsionadas tarifas de los servicios públicos y bajar el gasto público, el tipo de cambio real para las exportaciones e importaciones seguirá siendo bajo y como los únicos dólares que ingresan al país son los que provienen de las exportaciones, el estrangulamiento del sector externo continuará. Será un estrangulamiento lento y de largo sufrimiento, pero seguirá.

Lo que trato de transmitir es que con este contexto institucional de falta de credibilidad y las enormes distorsiones económicas, desdoblar el mercado de cambios dejando un dólar comercial atrasado en términos reales no resuelve ningún problema. Será un parche para el tema de los dólares que salen por turismo y, si lo permiten, una forma de que la gente pueda refugiarse de la inflación acudiendo a un mercado de cambios formal, con un dólar más alto, pero un refugio al fin ante la continua depreciación del peso.

En definitiva, desdoblar el mercado de cambios es tratar de estirar la agonía para no asumir el costo político de una devaluación, que tampoco resolvería nada sin reformas estructurales, con lo cual el problema de la falta de dólares continuará, tal vez un poco atenuado si se estableciera un dólar turista, pero lejos se estará de evitar una crisis del sector externo. Antes del 2015 o luego, eso no lo sabemos. Pero si sabemos que si seguimos este rumbo la crisis del sector externo llegará y para evitar la crisis habrá que, como decía recién, pagar el costo político de terminar con la fiesta populista.

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.