Dolarizar Argentina es posible y deseable

Por Adrián Ravier.  Publicado el 29/4/23 en: https://www.infobae.com/opinion/2023/04/29/dolariza-argentina-es-posible-y-deseable/

Argentina tiene la dolarización en la mesa de debate. Empresarios, banqueros y políticos lo están considerando como una opción real

La opción de la dolarización de la economía local es uno de los temas del debate electora de este año (REUTERS/Dado Ruvic/Ilustración)

La opción de la dolarización de la economía local es uno de los temas del debate electora de este año (REUTERS/Dado Ruvic/Ilustración)

Los datos del IPC de este primer trimestre 2023 muestran que Argentina ya ha superado la inflación del 100% para los últimos doce meses.

Resumiendo la historia reciente, la convertibilidad de 1991 a 2001 le ha dado a la Argentina los 10 últimos años de estabilidad monetaria. El kirchnerismo (2003-2015) cambió las reglas, y con ello volvió la inflación. Federico Sturzenegger, bajo el gobierno de Mauricio Macri (2015-2019), fracasó en el último intento de configurar un programa de estabilización. Y bajo el gobierno de Alberto Fernández (2019-2023) se han sucedido diversos ministros de economía que jamás tuvieron en carpeta la idea de estabilizar los precios, y si lo hicieron, fue a través de un fallido intento de controlar algunos precios. La situación actual, sin embargo, no es una excepción por una sucesión de malas gestiones de la moneda. Desde la creación del Banco Central de la República Argentina en 1935 esta situación de inestabilidad ha sido la norma.

Las propuestas de dolarización se habían multiplicado hacia fines de la década de 1990 como consecuencia del posible abandono de la convertibilidad. De hecho, Carlos Menem llegó a proponerla primero en 1999 ante la devaluación de Brasil, y luego como su plan de gobierno en 2003, cuando abandonó el ballotage que lo hubiera enfrentado a Néstor Kirchner. Entre aquellas propuestas quizás la que más ruido hizo fue la de Steve Hanke, un economista extranjero que contribuyó a que otros países tomaran ese camino, como fue el caso de Ecuador y El Salvador. En ese mismo momento, el propio Domingo Cavallo, padre de la convertibilidad, había rechazado la propuesta, lo mismo que la mayoría de los economistas locales, con escasas excepciones.

En la coyuntura de los últimos años las propuestas vuelven a emerger, aunque ahora con una representación más local. Por un lado, junto a Nicolás Cachanosky presentamos una propuesta de reforma del sistema financiero en 2014, pero el gobierno de Mauricio Macri la ignoró. Emilio Ocampo, también con Nicolás Cachanosky, presentaron una propuesta más completa en un libro de reciente publicación titulado “Dolarzación. Una solución para la Argentina”. Junto a Jorge Avila y Osvaldo Schenone, también publicamos otro libro con un carácter un poco más institucional titulado “Populismo, restricciones constitucionales y dolarización oficial para Argentina”. Y se puede mencionar también la propuesta de Alfredo Romano en otro libro titulado “Dolarizar”. Los tres libros contienen diferencias en el margen, pero resuelven muchos de los mitos que hoy circulan entre los críticos.

Comencemos por definir las dos posibilidades de dolarización. La primera implica mantener el peso, y plantear un sistema bimonetario, donde la circulación del dólar no tenga restricciones. Implica por supuesto eliminar el cepo cambiario, pero además suprimir el curso forzoso. Los argentinos podrían realizar contratos en la moneda que deseen, sea el peso o el dólar, pero también se abre una competencia entre muchas otras monedas. Como decía Friedrich Hayek en un libro titulado “La desnacionalización del dinero”, bajo este esquema operaría la Ley de Gresham, en la cual la moneda buena desplazará a la moneda mala. Presuponemos que los argentinos utilizarán los pesos para realizar sus pagos de impuestos y gastos, pero dejarán el dólar para otras funciones como reserva de valor. Si además el Banco Central propone una regla en la que no seguirá expandiendo la cantidad de pesos en circulación, entonces el esquema podría ir permitiendo que Argentina reduzca la tasa de inflación mes a mes, sin generar temor en gran parte de la población.

El obstáculo que algunos economistas observamos en esta propuesta es que un futuro populismo no tiene más que romper esa regla para volver a abusar de la posibilidad de monetizar los desequilibrios presupuestarios, lo que nos devolvería a la inflación en un futuro cercano, reduciendo previsibilidad a quienes quieran invertir en el país.

La segunda propuesta es un poco más audaz, pues implica eliminar el peso. Para ello se le pedirá a los argentinos algo que ya hicieron en 1991 cuando se estableció la convertibilidad. En aquella oportunidad los argentinos se presentaron a la caja de un banco y cambiaron sus australes por dólares a una tasa de cambio de 10.000 australes por 1 peso. La ley de convertibilidad a su vez fijaba una paridad de 1 peso = 1 dólar. No sólo ello. El Banco Central además estaba imposibilitado de imprimir nuevos pesos, si no se sumaba nuevos dólares en reserva.

En estos tiempos de la era digital la conversión sería bastante más sencilla, pues bastaría un click en home banking para gran parte de la población para convertir sus tenencias en pesos por dólares a la tasa de conversión pre-fijada.

La pregunta que surge aquí es posiblemente la que más preocupa a la población, y a muchos economistas. ¿Cuál sería la tasa de conversión elegida en un país que no tiene dólares? Para quien escribe es curioso que haya economistas profesionales que sostengan que no hay dólares en Argentina. La respuesta, sin embargo, abre varias opciones, pues la tasa de conversión dependerá de numerosos factores políticos que varían de acuerdo a quienes construyen sus propuestas. Veamos algunos de estos.

Quizás la primera cuestión es manifestar el volumen de pesos que hoy circula en la economía, o el que potencialmente circulará el 10 de diciembre de 2023 cuando emerja eventualmente en las urnas el próximo Presidente con ánimo dolarizador. Estos pesos implican el circulante que utilizamos los argentinos para transacciones, pero también todos aquellos pesos que los argentinos o algunos instituciones argentinas han depositado a plazo fijo en los bancos, los que a su vez, depositaron este dinero en el Banco Central animados por una atractiva tasa de interés. La preocupación es tal que puede ocurrir que para el momento de intentar dolarizar los pasivos del Banco Central multipliquen por cuatro el circulante para transacciones. ¿Cómo es posible que alguien pretenda dolarizar esta cantidad de pesos sin dólares en reserva?

La respuesta técnica a esta pregunta tiene muchas opciones también, pero la más pertinente hoy es la que han ensayado Ocampo y Cachanosky en el libro mencionado. Para analizar este esquema debe observarse el Balance del Banco Central, donde estos pasivos se ven respaldados por una serie de activos cuya cotización en el mercado es muy baja, pero que eventualmente bajo un gobierno que genere mejores expectativas, podría intentarse canjearlos por nuevos activos a una tasa de interés menor. La idea es interesante en lo político porque implicaría una menor devaluación de la que muchos analistas proponen, al mismo tiempo que se evita que los depositantes pierdan sus activos, o se les deprecien.

Aquí emerge entonces un elemento clave. El gobierno dolarizador no puede plantear simplemente un esquema de dolarización a secas. Esa medida fracasaría de inmediato. La medida debe plantearse en el marco de un esquema integral que incluya entre otras medidas un presupuesto base cero, el equilibrio o mejor aun un superávit fiscal, la baja de impuestos, la desregulación de varias áreas claves de la economía incluyendo la legislación laboral, la apertura económica, una reforma previsional y la privatización de una serie de empresas públicas hoy deficitarias. En este esquema Argentina abriría un espacio de optimismo entre inversores que tendrían interés en apostar por un país que hoy está lejos de aprovechar su potencial.

Si este cambio de reglas ocurre, entonces dolarizar es posible y deseable. Es posible porque Argentina podrá acceder a una cantidad de dólares que permitan sustituir el circulante en pesos. De ahí en adelante los argentinos harán sus contratos en dólares, los trabajadores cobrarán dólares, los impuestos se pagarán en dólares, e incluso el gasto público será en dólares. El Banco Central estará cerrado y el peso dejará de circular como de hecho lo hizo el Austral.

En mi paso por Ecuador en 2020, invitado para participar de los 20 años de dolarización, tuve la oportunidad de conversar con varios expertos en la materia entre quienes destaca Gabriela Calderón. Esta economista me comentaba -en función de su experiencia ecuatoriana- que luego de dolarizar, los dólares que los residentes argentinos tienen hoy debajo del colchón, en cajas fuertes, cajas de seguridad, o incluso en otros países como Uruguay o Suiza, podrán emerger en Argentina para comprar los activos cuyo valor hoy están deprimidos. Argentina es un gigante dormido, y su potencial es abismalmente mayor que el que se observa hoy.

Algunos críticos afirman que si Argentina avanzará en todos estos frentes entonces no necesita introducirse en este esquema de dolarización. El problema es que el programa de estabilización que se requiere como contrapartida tomaría bastante más tiempo del que puede disponer el próximo gobierno para estabilizar la moneda. Ya hemos visto la experiencia de Sturzenegger, quien técnicamente comprendía la causa monetaria de la inflación. La dolarización tiene muchas ventajas, una de las cuales es precisamente la estabilidad inmediata del nivel de precios. Sin este objetivo cumplido, es muy difícil poder avanzar en los otros frentes.

Decíamos además que la dolarización es deseable. Lo es porque eleva el costo de des-dolarización. No fue tan difícil romper con la convertibilidad, aun cuando los argentinos votaron a Fernando De la Rúa en 1999 para que hiciera lo posible por sostenerla. Aquí se utiliza el ejemplo del ex Presidente Correa en Ecuador, quien deseaba recuperar el Sucre y con ello las políticas inflacionarias y devaluatorias, pero el ecuatoriano lo rechazó. Es posible que ante un gobierno populista futuro el argentino manifiesta una preferencia por el dólar, que ya no se le derretirá en las manos.

Es deseable, además, porque al eliminar la inflación y el riesgo de devaluación, la Argentina tendrá tasas de interés de un dígito, lo que implica recuperar el crédito y con ello el crecimiento económico. Este plan integral de gobierno implicaría un cambio radical en las reglas de juego, lo que permitirá tener una década de expansión económica que no se ha visto en los últimos tiempos.

Existen otros argumentos falaces que arrojan los críticos y confunden a la opinión pública, como el caso de Carlos Melconian, quien afirma que 180 países tienen Banco Central. Podría argumentarse que España, Italia, Francia, Portugal, Irlanda hoy no disponen de un Banco Central que le permita monetizar sus desequilibrios presupuestarios. España abandonó la peseta, y eso le permitió terminar con la inflación y las devaluaciones, lo que le permitió experimentar un crecimiento inédito en su economía en las dos décadas siguientes. No ignoro, por supuesto, la importancia del aspecto comercial de la Unión Europea, pero es por ello que Argentina tiene que acompañar la reforma con la apertura económica y la integración comercial con otros bloques económicos extra-Mercosur.

Otros críticos observan que Argentina perderá soberanía y pasará a depender de Estados Unidos. Personalmente no veo a España perdiendo soberanía por más que haya renunciado a la peseta.

Por lo pronto, Argentina tiene la dolarización en la mesa de debate. Empresarios, banqueros y políticos lo están considerando como una opción real, y pienso que es una reforma posible y deseable que pueden contribuir a ordenar una herencia que es muy costosa para el pueblo argentino.

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín. Sigue a @AdrianRavier

¿Qué es la dolarización?

Por Iván Carrino. Publicado el 25/2/2en : https://www.ivancarrino.com/que-es-la-dolarizacion/

¿Tiene Argentina que dolarizar su economía? Recientemente, el diputado libertario Javier Milei dijo que si él fuera presidente, dolarizaría la economía de Argentina para terminar con la inflación.

En el último video subido a mi canal de YouTube explico qué significa dolarizar una economía y cuáles son sus beneficios esperados.

No es idea nueva

Lo primero que hay que decir es que la iniciativa no es nueva. De hecho en el año 1999 el propio presidente de entonces, Carlos Saúl Menem, proponía no solo dolarizar a la Argentina, sino también a todo el Mercosur.

Según el diario español El País, Menem decía que quería “irse del gobierno con la economía dolarizada”. En la misma época, el diario La Nación, de Costa Rica, contaba que:

“Carlos Ménem, quien llevó la idea al punto de proponer el estudio de un mecanismo que permita adoptar el dólar como moneda única no solo en Argentina, sino en todos los países del continente americano, a partir del año 2005, según confirmaron el viernes varios funcionarios del Poder Ejecutivo.”

Más cerca en el tiempo, economistas como Jorge Ávila, Nicolás Cachanosky o Adrián Ravier han propuesto dolarizar la economía. De hecho, en breve saldrá un libro escrito por Nicolás Cachanosky y Emilio Ocampo titulado “Dolarización, una solución para los problemas de Argentina”.

Desde los Estados Unidos, el economista Steve Hanke es el que propone que argentina “elimine el peso” y dolarice su economía. En un artículo publicado en la revista Forbes en el año 2018, Hanke sostenía que:

Después de que se fundó el BCRA, la relación relativamente estable entre el ingreso per cápita en los EE.UU. Y Argentina se rompió, y la economía estadounidense basada en el dólar creció mucho más rápidamente sobre una base per cápita que la economía argentina basada en el peso. En 1935, el PIB per cápita en los EE.UU. era un 28% más alto que en Argentina. En 2016, esta tasa se disparó a un enorme 181%.

Tras enumerar las sucesivas crisis económicas que enfrentamos, y los pésimos números de inflación, además de recordar su vínculo con el ex presidente Menem, Hanke sostiene que:

Para terminar con la pesadilla monetaria interminable de la Argentina, el BCRA, junto con el peso, deberían ser removidos y puestos en un museo. El peso debe ser reemplazado por el dólar de EE.UU. Argentina debería hacer oficialmente lo que hacen todos los argentinos en tiempos de problemas: dolarizarse

¿Qué significa dolarizar?

Ahora bien, ¿de qué se trata la dolarización? De acuerdo con un trabajo del Fondo Monetario Internacional, la dolarización de la economía es un sistema “en virtud de la cual un país abandona oficialmente su propio patrón monetario y adopta como moneda de curso legal la moneda más estable de otro país, en el caso más corriente el dólar de EE.UU.”

Es decir que una vez que la economía se dolariza, no se utilizan más los pesos, que deben ser cambiados, en su totalidad, por dólares. Esto se lleva a cabo mediante el “rescate” por parte del Banco Central, de todos los pesos que emitió. Para ello, claro, deberá entregar a cambio dólares que tenga en sus reservas, un proceso que no está exento de dificultades, que podremos ampliar en otro video.

Ahora bien, ¿cuáles son los beneficios esperados de la dolarización?

De acuerdo con los autores del trabajo que recién comentábamos:

“El atractivo principal de la plena dolarización es que elimina el riesgo de devaluación fuerte o repentina del tipo de cambio del país. Esto puede llevar a que el país pague una prima de riesgo menor en sus empréstitos internacionales. Las economías dolarizadas quizá gocen de un nivel de confianza más elevado entre los inversores internacionales, tasas de interés más bajas para el crédito internacional, menores costos fiscales y niveles más elevados de inversión y de crecimiento.”

Lo que le falta agregar a esta definición es que una dolarización derrumbaría la tasa de inflación. En efecto, se espera que el país que elimina su moneda y adopta la de otro distinto, en este caso, EEUU, tienda a tener la misma inflación que dicho país. Así, si la inflación de Argentina es 50% pero la de Estados Unidos es 8%, es esperable que en un plazo no muy largo, los precios empiecen a subir al 8% anual.

Esto es así porque la dolarización elimina la política monetaria del Banco Central. En un país dolarizado, el Banco Central puede seguir existiendo, pero no tendrá ninguna capacidad de determinar la cantidad de dinero de la economía.

¿Existen países dolarizados en América? La respuesta es sí. Ecuador dolarizó su economía en el año 2000, El Salvador lo hizo en el 2001. Existe otro ejemplo de un país que utiliza el dólar como moneda oficial: Panamá.

En todos estos países, tal como se espera, la inflación es muy baja. En los últimos diez años, la inflación promedio en Panamá, Ecuador y El Salvador es de 1,6% por año. Argentina tiene un nivel de inflación 30 veces superior.

Una advertencia final

Como puede verse, entonces, la dolarización es sin duda un remedio muy poderoso para terminar con la inflación. Sin embargo, debe hacerse una advertencia:

La dolarización es una medida monetaria que ataca problemas monetarios. La dolarización por sí misma, no reduce el déficit fiscal, no reduce el gasto del gobierno, no baja los impuestos, y no puede por sí misma hacer crecer la economía y los salarios.

Es cierto, claro, que al eliminarse el riesgo de devaluación y brindar un mejor horizonte de futuro para las inversiones, contribuye notablemente al crecimiento. Pero si se mantienen regulaciones absurdas, controles de precios, obstáculos para el sector privado, y la deuda pública es insostenible, incluso los países dolarizados seguirán teniendo problemas.

Como dijera Ludwig von Mises al defender el Patrón Oro:

La reforma que se propone en el sistema monetario y el retorno a condiciones monetarias sanas, presuponen un cambio radical en la filosofía económica. No puede ser cuestión del Banco Central solamente mientras que el despilfarro, la desacumulación del capital y la corrupción constituyan características sobresalientes de la forma como se manejan los asuntos públicos.

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano. Es Sub Director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE. Sigue a @ivancarrino

La economía argentina en situación muy complicada

Por Alejandro A. Tagliavini: Publicado el 28/06/21 en: https://alejandrotagliavini.com/2021/06/28/la-economia-argentina-en-situacion-muy-complicada/

El repunte de la inflación a nivel global sin dudas afectará a la Argentina, aunque mucho más graves son sus problemas internos. Sucede que, los astronómicos programas fiscales proporcionados por las economías más potentes están inflando los precios globales de manera importante. La suba del IPC (consecuencia de la inflación) en EE.UU. durante mayo alcanzó el 5% interanual, mucho para un país desarrollado y, sin dudas, esto recién comienza. Aunque, por otro lado, la ralentización en el crecimiento económico provocará cierta baja en los precios (el IPC) a pesar del aumento de la inflación (devaluación intrínseca de la moneda por exceso de emisión).

             Como se ve en el cuadro, las tasas reales son negativas. Aun así, la Fed dice estar sorprendida por “la rápida recuperación de la actividad económica” y avisó que mantendría sus tasas de interés de referencia cercanas a cero hasta que vuelva a normalizarse el nivel de empleo que hoy se acerca a 5,8%, 2 puntos porcentuales por encima del registro previo al inicio de las represiones con excusa de “la pandemia”. Aunque todos los analistas esperan que se adelante para 2023 la suba de tasas, para “frenar la inflación”. Lo cierto es que, lo que a ellos les preocupa es la suba del IPC que a nivel global viene impulsada por factores como estos dos de gran peso: el aumento sin precedentes del balance de la Fed (Fed BS) de USD 200.000 M solo en el último mes, y el endeudamiento marginal chino camino del récord:

               Como puede verse en el siguiente gráfico, la emisión de los principales bancos centrales se acelera:

                      Y para que no queden dudas de que la emisión -en exceso por sobre la demanda- es inflacionaria, en este gráfico puede verse como el S&P 500 y los precios de las casas siguen de cerca al Balance de la Fed:

                  Así las cosas, el aumento en los precios de las materias primas ha pegado un salto importante, como se ve, por ejemplo, en las bobinas laminadas en caliente, en el rodio y paladio, en el PVC y en el BDI (de fletes):  

                  En cuanto a la Argentina, como señala Roberto Cachanosky, en el siguiente cuadro, en lo que va del año congelaron la Base Monetaria. Gracias a que licuaron el gasto público y a costa de aumentar la deuda del BCRA a marcha forzada:

                 Esto ha provocado, como vengo diciendo en notas anteriores, que la inflación -la devaluación intrínseca del peso por exceso de emisión- se haya detenido, lo que se reflejó en el espejo más puro, el dólar blue, que ahora parece despertarse precisamente porque estarían empezando a emitir, y es muy probable que de ahora en más larguen al mercado pesos de cara a las elecciones y, entonces, se recaliente el proceso inflacionario. Así, la medición más creíble de la inflación es la calculada por Steve Hanke en base, precisamente, al dólar blue:

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               Si bien mayo fue un nuevo mes en el cual el “nivel general de inflación” -la suba del IPC, en rigor- se contrajo respecto del anterior, 3,3% continúa siendo un guarismo elevado: 

                 Aunque Cachanosky lo ve distinto: anualizada, la curva va para arriba y ya está en el 48,8% anual mayo 21 vs. mayo 20:

                En cualquier caso, aunque controlaron la inflación -insisto, el exceso de emisión- durante los primeros meses el IPC siguió subiendo inercialmente, hasta ahora que pareciera bajar en términos intermensuales.

                Esto se debe a la estrategia del gobierno para precisamente atrasar la suba del IPC, a pesar de la inflación, con subsidios para mantener atrasadas las tarifas, precios congelados, desaceleración del aumento del tipo de cambio oficial e interviniendo en los mercados paralelos. Y, por cierto, como vimos la emisión se frenó en buena parte con endeudamiento, quitando fondos al sector privado, al sector productivo y ante una menor producción, irónicamente, aumentan los precios, el IPC. Un índice claro de la descapitalización del mercado argentino es el valor de los departamentos que, según Reporte Inmobiliario, en el último año bajaron en promedio un 27,17% en dólares, y si se toman los últimos 24 meses la caída de los valores ya llega al 39,53% en promedio.

                Por su parte, coherentemente, los alquileres aportan una Tasa Interna de Retorno Anual (TIR) del:

                 El gobierno todavía tiene recursos para seguir adelante con esta política cambiaria represiva, a lo que ayuda la inflación del dólar que vimos. Veremos cómo se desarrollan los acontecimientos luego de las elecciones cuando el gobierno no se sienta en la necesidad de controlar “la inflación” erróneamente atribuida a la suba del dólar, cuando es al revés y si hay acuerdo con él para estatal -y por ende estatista- FMI lo que puede bajar la presión sobre el dólar oficial.

                 Como señala Cachanosky, no debería sorprender la calificación de MSCI en la que prácticamente dice que Argentina no existe para el mercado financiero. Con las reservas netas de USD 3.000 M tiene que respaldar la base monetaria y el stock de Leliq y pases netos por $6,2 B. O sea, que el BCRA tiene un dólar por cada $2.067 de base monetaria y deuda remunerada.

                 Y aunque el gobierno todavía tiene recursos para mantener el tipo de cambio oficial hasta las elecciones al menos, se cuida de gastar reservas al punto que le viene muy bien cortar los vuelos internacionales con la excusa de una “pandemia” promocionada por organismos oficiales, como las históricamente corruptas CDC de EE.UU. o la NHS británica, que no resiste el análisis de científicos independientes, con el resultado lógico del pánico y la violencia: la destrucción de la sociedad y de la producción. Solo esperemos que estas restricciones a la movilidad de los argentinos no sea un cerramiento al estilo de la paupérrima Cuba.

                  Hablando de caída de la producción, según el INDEC, durante el primer trimestre del año la actividad económica general subió 2,5% interanual. Sin embargo, el último trimestre “normal” había sido el cuarto del 2019 y comparándolo con el primer de trimestre 2021 se observa que la economía aún se encuentra debajo. Por caso, la tasa de ocupación descendió desde 42,2% a 41,6% lo que implica que se perdieron unos 65.000 empleos.

                 Aún con un supuesto agravamiento del cuadro sanitario, de momento el gobierno no parece dispuesto a implementar medidas más represivas -sobre un mercado que ya venía muy reprimido durante la era Macri- que vuelvan a dañar a la economía en una magnitud semejante a la del 2020 lo que es un reconocimiento tácito -aunque por razones obvias nunca lo reconocerá- de que con la violencia -la represión- y el pánico solo se consigue destruir.

             Ahora, entre las fuertes represiones al mercado que perece que sí continuarán está la carga impositiva. Por ejemplo, según FADA, la presión fiscal sobre el sector agrícola es del 61,8% y no solo que este valor en sí mismo es exageradísimo, sino que no tiene en cuenta el “efecto cascada”, es decir, cuando el campo compra cualquier insumo paga un precio que es tal, no solo por el costo de producción de ese insumo, sino porque tiene incluidos una cantidad de impuestos que paga el productor de ese insumo en cuestión.

             Y la situación de “la gallina de oro” argentina puede agravarse porque, como había señalado en mi nota anterior (“Los mercados de valores en situación inédita”), los precios de las materias primas vienen de atravesar un ciclo alcista que derivó en que productos como el petróleo o la soja se sitúen en valores récord, pero hay indicios de que podrían estar saturados dado que el crecimiento de las economías, con tanta inyección de dinero inflacionario, podría ralentizarse.

               De hecho, el siguiente cuadro de Zorraquín Meneses en base a cotizaciones MATBA/Rofex, muestra una caída importante:

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Asesor Senior de The Cedar Portfolio, Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE. Síguelo como @alextagliavini

Sube la inflación global y, de momento, baja en Argentina

Por Alejandro A. Tagliavini: Publicado el 19/05/21 en: https://www.dataclave.com.ar/opinion/sube-la-inflacion-global-y–de-momento–baja-en-argentina_a60a464b7b5990739f9d33961

El destacado economista, inversor y “best seller” Doug Casey asegura que la “Teoría Monetaria Moderna” (TMM) se centra en la noción de que la economía en general, y el dinero en particular, deben ser criaturas del Estado y que los sabios e incorruptibles” políticos deberían crear tanta moneda como crean necesaria, gastarla en áreas que les gusten y resolver cualquier problema que ocurra con más leyes y regulaciones: una versión más radical del fascismo económico que ha dominado a EE.UU. desde al menos los días del New Deal”, asegura Casey. 

“Los políticos ahora están hablando de los supuestos beneficios de la TMM. Los pseudo economistas están haciendo sus cálculos matemáticos abstrusos e incomprensibles sobre cómo podría afectar a la economía”, continúa este “best seller”. Estos esquemas no solo que nunca han funcionado en toda la historia, sino que terminan rebajando el nivel de vida y aumentando los conflictos sociales. 

“El dinero representa las horas de tu vida que dedicaste a ganarlo. Cuando estas personas destruyen el valor del dinero, están destruyendo parte de tu vida”, sentencia Casey, y es que la inflación es la depreciación de la moneda por exceso de creación monetaria, exceso de emisión por sobre la demanda en tiempo real.

Eso sí, algunas personas obtendrán mucho más de ese aumento de emisión: “Absolutamente toda intromisión del gobierno en la economía, ya sean impuestos, regulaciones o inflación, siempre beneficia a la gente dentro y alrededor del gobierno. Y daña a la sociedad en su conjunto”, concluye este destacado economista, a pesar de que la demagogia afirma lo contrario.

Por caso, Fred Hickey, editor de The High-Tech Strategist, da como ejemplo de la baja irresponsable de las tasas de interés -lo que conlleva más emisión- por parte de la Fed, el hecho de que Amazon pidió prestados USD 18.500 M, que no necesita, en parte para recompras inflando las acciones de la empresa de modo que, luego, su CEO, Jeff Bezos, vende acciones, y así empeora la «desigualdad de riqueza» ya que se enriquece acosta de la inflación que perjudica, sobre todo, a los pobres.

Doug Casey no tiene dudas de que está a punto de acelerarse la impresión de dinero, por parte de la Fed que ya ha inyectado enormes distorsiones en la economía e inflado una «burbuja de todo». Es probable que la próxima ronda de impresión de moneda lleve la situación a un punto de ruptura. Estamos en la cúspide de una crisis económica mundial que podría eclipsar todo lo que hayamos visto antes, opina este “best seller” y legendario inversor.

En parte por este motivo, por esta inflación es que ocurren cosas como la que tuiteó Ramiro Marra hace unos días: “… Mercado Libre que está revolucionando el mercado electrónico en Latinoamérica vale por mercado USD 77 mil M. Dogecoin fue creado como un meme y vale por mercado también USD 77 mil M ¿Qué valor aporta a la humanidad $DOGE?”

 Aun con este exceso de dinero las acciones caen -como habíamos anticipado en una columna anterior: ¿Viene el crash en los mercados bursátiles? – porque sube la aversión al riesgo y los capitales fluyen, sobre todo, a los commodities, al oro, y los bonos del Tesoro, entre otras inversiones.  

Que hay inflación global solo a los fanáticos de la TMM se les escapa, de otro modo no se explica por qué un 30% anual vienen subiendo los precios de los alimentos en el mundo como se ve en el gráfico siguiente. Así aumenta el hambre global como consecuencia – ¡y espero que se hagan cargo! – de los confinamientos que paralizaron a las economías, y las exageradísimas emisiones de moneda para “paliar” la crisis que trajeron estos confinamientos:

Para que no queden dudas de que esto es inflación, el Departamento de Agricultura (USDA) proyecta que no aumentará la demanda de granos sustancialmente -que justifique una suba de precios real- y, por tanto, el suministro, tampoco crecerá sustancialmente. En particular, para las potencias exportadoras de Sudamérica, la USDA prevé una cosecha de soja de Brasil en 144 M de toneladas y una producción de la oleaginosa de Argentina en 52 M de toneladas en la próxima temporada agrícola. Las previsiones de producción sojera del 2020/2021 permanecieron sin cambios para ambas naciones. 

Entretanto, en Argentina -como en buena parte del mundo -según vimos una nota anterior ¿Cómo sigue el dólar?– se confunde inflación con suba del IPC. Aunque es imposible medir la inflación con exactitud, al ser devaluación del peso por exceso de emisión, lo más acertado es tomar como referencia el dólar blue que es el más representativo del mercado desde que es el más libre. Y así, como ya hemos visto en notas anteriores, calcula el porf. Steve Hanke la inflación interanual al 16 de mayo en 27.49%: 

Entretanto, el INDEC estimó la “inflación” -suba del IPC, según sus cálculos, en rigor- oficial de abril en el 4,1% mensual -46,3% interanual- acumulando en lo que va de 2021 el 17,6%.

El motivo por el que la inflación cae, obviamente, es porque baja la emisión en tiempo real y esta emisión se contrae porque el gobierno ha licuado fuertemente el gasto lo que se vislumbra en la pérdida de poder adquisitivo de las jubilaciones y pensiones, que perdió más de 6% frente al primer trimestre del 2019 y por los salarios del sector público, que se contraen más del 10% en términos reales, según cálculos de Invecq. 

El gobierno podría tener controlada a la inflación -conseguir el 29% anual prometido- si logra seguir licuando el gasto de esta manera, lo que no resultará fácil dadas la presiones en favor de aumentar el gasto “social”, los subsidios que crecen a un ritmo del 65% anual y los vencimientos de deuda que el gobierno ha logrado hasta el momento “rollearlos”, a los compromisos en pesos por un promedio del 117%. 

Por cierto, la inflación global es una victoria a lo pirro para el gobierno argentino ya que, al aumentar el precio de los granos, le llegan buenas noticias: con los precios y la cosecha actual, la entrada de divisas superará los USD 10.000 M con relación a la campaña anterior. 

 A lo pirro porque, si bien sirve para pagar cuentas actuales, irónicamente esa inflación se trasladará a los precios internos si el precio del dólar sigue fijo por el gobierno -ya que se necesitarán más dólares “inflacionados”, ergo, más pesos a un cambio fijo- potenciando la suba del IPC, es decir, licuando cada vez más el nivel de vida de los argentinos con la misma presión fiscal que no disminuye proporcionalmente, ni disminuyen las regulaciones y prohibiciones que impiden que la economía despegue. Con lo que, en el mediano y largo plazo caerá la recaudación impositiva aun más que lo que se recauda por este aumento de precio internacional en los granos. 

Como se ve en la curva de Hanke, los altísimos niveles de emisión de 2020 provocaron una inflación -sino hiper- que luego fue cayendo al ritmo de la caída en el exceso de emisión -sobre la demanda- en tiempo real. Hablando de emisión, por el capricho de no querer imprimir billetes de mayor denominación y, por ende, tener que imprimir más billetes por la misma cantidad de dinero, según Nicolás Gadano el presupuesto del BCRA 2021 llega a $ 33.700 M, 153% nominal de lo gastado en 2019 debido básicamente a los costos de fabricar billetes. 

Si esta inflación tardó en trasladarse a los precios -y por ello ahora el IPC se dispara- se debe a la represión del gobierno sobre el mercado de cambios y muchos precios -algunos subsidiados- represión que, irónicamente, produjo una baja en el aumento de la producción dada la falta de rentabilidad, ergo, una baja en la demanda de dinero, es decir, una inflación real potenciada.

La suba de 4,1% del IPC en abril complica la meta oficial del 29% anual, aunque no es imposible -a pesar de lo que opinan muchos analistas que confunden inflación con IPC- si el gobierno logra mantener a raya la emisión y, mejor aún, si libera la economía de manera que se expanda y aumente la demanda de dinero.

Muchos analistas esperan una leve baja en la escalada del IPC, “inflación” según ellos. LCG, por caso, estima que el precio de los alimentos subió en las dos semanas que van de mayo 0,8% y 0,4%, respectivamente, con lo que el arrastre para lo que queda del mes es de 2%. En tanto que, el último REM que realiza el BCRA estimaba una “inflación” de 3,9% para abril (fue de 4,1%), de 3,2% para mayo, 3% para junio, 2,8% para julio, 2,6% para agosto, 2,5% para septiembre y 2,6% para octubre, mientras que para todo el año se espera un 47,3%. 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Asesor Senior de The Cedar Portfolio, Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE. Síguelo como @alextagliavini

Should Argentina Adopt the Dollar?

Por Nicolás Cachanosky & William J. Luther Publicado el 11/2/19 en https://www.aier.org/article/sound-money-project/should-argentina-adopt-dollar?

 

 

 

On the campaign trail, Mauricio Macri vowed to fight inflation. Now, three years into his administration, it looks like that requires more commitment than he and his team of economic advisors envisioned. Argentina ended 2018 with an annual inflation rate of 47.6 percent. That is the highest rate since the early 1990s, when Argentina’s bout with hyperinflation came to an end. With this in mind, some (including John CochraneSteve Hanke, and Mary Anastasia O’Grady) have called for Argentina to abandon the peso in favor of the dollar.

Dollarization became a relevant policy option in Latin America beginning around 2000. Ecuador dollarized in January 2000. El Salvador dollarized in 2001. But Argentina, which had established a currency board in 1991, moved in the opposite direction following its 2001 crisis. On January 6, 2002, it broke its one-for-one peg with the dollar. The results have been disastrous.

The argument for dollarization is relatively straightforward. Argentina has shown itself incapable of managing the money supply appropriately. The annual rate of inflation has averaged an astounding 55 percent since the central bank was founded in 1935. It would do better by outsourcing its monetary policy. Half measures, like adopting a fixed exchange rate or establishing an orthodox currency board, might work elsewhere. But Argentina has in the past broken the promises implicit in those reforms. In order for its commitment to be credible now, it must go all the way. Replacing the peso with the dollar would remove any potential for the central bank to monetize government debts and put pressure on the Treasury to balance its budget. Inflation expectations would plummet. And low and stable inflation would follow.

Straightforward as the reform is, calls for dollarization in Argentina have largely fallen on deaf ears. Some fret about the consequent loss of monetary policy. Some argue that the requisite reforms would make dollarization unnecessary. Those holding such views cling to the possible, while ignoring the probable.

Dollarization and Domestic Monetary Policy

When a country adopts the dollar, it loses the ability to conduct independent monetary policy. It has no control over the supply of dollars in circulation. If the Federal Reserve engages in expansionary monetary policy, dollarized countries get expansionary monetary policy. If the Fed engages in contractionary monetary policy, dollarized countries get contractionary monetary policy. In other words, dollarized countries are stuck with whatever monetary policy the Fed pursues—and there is little reason to think the Fed will take those dollarized countries into account when setting policy.

Those opposed to dollarization see the outsourcing of monetary policy as a cost. They note that a well-functioning central bank might do a better job than the monetary policy imported from abroad. If the demand for money were to increase in Argentina, for example, the domestic central bank could offset the increase in demand with a corresponding increase in supply to prevent a recession. Without a domestic central bank, changes in the demand for money in Argentina are likely to be ignored. Hence, those opposed to dollarization conclude, Argentina would be better off having its own currency managed by a domestic central bank.

There is no denying that dollarization would prevent Argentina from conducting effective monetary policy. But that is hardly a cost if Argentina is unlikely to conduct effective monetary policy anyway. Argentina has not conducted effective monetary policy in the past. And there is little reason to believe it will conduct monetary policy any better in the future. One should not let the perfect be the enemy of the good. The first-best solution, where the central bank carefully manages the supply of pesos, is possible. But it is highly improbable. Therefore, the second-best solution of dollarization is probably the best one can hope for.

Dollarization and the Requisite Institutional Reforms

Dollarization is not a panacea. Argentina faces many problems. Its structural deficit, for example, is out of control. The government spends too much and taxes too little. If Argentina is to prosper going forward, fiscal reform is essential.

But the structural deficit—and corresponding ballooning of outstanding debt—is in large part why peso holders have such high inflation expectations. They worry, quite reasonably, that the central bank will print money to extinguish growing debts, that their deposit balances will be converted to treasury bonds prior to an inevitable default. And, perversely, these high inflation expectations necessitate monetary expansion in order to keep money from becoming too tight. By relieving the underlying pressure responsible for high inflation, those opposed to dollarization claim, the requisite fiscal reforms make dollarization unnecessary.

They are correct, so far as it goes. If the requisite fiscal reform were made, there would be little reason to dollarize. But, once again, one must distinguish the possible from the probable. It is possible that the fiscal authority will submit to the requisite reform despite having access to a central bank that might be called upon to monetize the debt. But the odds of implementing such reforms are much improved when the potential for monetization is removed.

The Case for Dollarization

As noted, dollarization is not a first-best solution. It precludes effective monetary policy. It is unnecessary when a country has its fiscal affairs are in order. For these reasons, dollarization is entirely inappropriate for most countries.

But Argentina is not like most countries. It has a history of fiscal profligacy and monetary mismanagement. It has failed, time and time again, to honor its commitments. As a result, the first-best solution is unobtainable in Argentina. It must settle for second-best.

Fortunately, the second-best alternative of dollarization is quite good—even more so when compared to feasible alternatives in Argentina. Low inflation and the fiscal reforms encouraged by dollarization would allow ordinary Argentinians to flourish once again.

 

 

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE). Fué profesor de Finanzas Públicas en UCA y es Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver.

Eliminar las Lebac no resolverá la crisis

Por Iván Carrino. Publicado el 15/8/18 en: http://www.ivancarrino.com/eliminar-las-lebac-no-resolvera-la-crisis/

 

El problema económico que enfrenta Argentina es mucho más serio que la deuda del BCRA.

Turquía está ubicada exactamente entre Asia y Europa. Es un país de 785.500 kilómetros cuadrados y una población de cerca de 80 millones de personas. En términos de PBI per cápita, se estima que los turcos ingresan USD 11.014 por año.

Este país euroasiático llegó a las tapas de los diarios financieros recientemente producto de la fuerte turbulencia que los afecta. En lo que va del año, el dólar subió allí 68,3%, gracias a que los inversores eligen salir corriendo hacia activos más seguros.

A fines de 2017, Turquía y Argentina habían sido encuadrados por la consultora Standard & Poor’s como los países emergentes más vulnerables a la suba de tasas de la Fed. Según la consultora, la vulnerabilidad se explicaba porque estos países “mostraron déficits de cuenta corriente considerables” y una “tasa de ahorro insuficiente para cubrir la inversión”.

Turquía, como Argentina, también tiene un extenso historial inflacionario. De acuerdo con Steve Hanke, la inflación anual promedio durante los ’70 fue de 22,4%, en los ’80 subió al 49,6%, en los ’90 trepó al 76,7% y en los 2000 se redujo al 22,3%.

En este contexto, es normal que la incertidumbre lleve a los turcos a escapar de su moneda.

Curiosa, tal vez, es la reacción de su presidente, Recep Tayyip Erdoğan, quien exigió a los ciudadanos vender dólares y oro para ayudar a pelear la “batalla económica” de la que se considera víctima, y quien se niega a subir las tasas de interés porque sostiene que éstas son un instrumento para la desigualdad social.

A pesar de la convulsión cambiaria y monetaria, en Turquía no se habla de las Lebac.

Bomba a desactivar

Por los sucesos desatados en Turquía, que contagiaron a los mercados internacionales, el Banco Central y el Ministerio de Hacienda decidieron tomar cartas en el asunto. Una de las medidas más contundentes que anunciaron fue la del fin de las Lebac.

A partir del martes, en cada licitación que haya de aquí en adelante, se irán renovando cada vez menos títulos, lo que generaría que no haya más Lebac a fines de 2018.

Para el presidente del BCRA, Luis Caputo, las Lebacs son “un activo tóxico” y al eliminarlas “ya no van a estar amenazando con pasarse a dólares”.

En este sentido, volvemos a preguntarnos: ¿hay Lebacs en Turquía? ¿Sube el dólar en el mundo por las respectivas “bombas de Lebac” que cada uno tiene? Claramente, no parece ser el caso.

Sin embargo, lo que sí hay en los países donde más está subiendo el dólar es mucha inflación y,  además, un elevado y creciente riesgo país.

Riesgo País: lo más importante

Si las Lebac fueran el único problema de la Argentina, veríamos que los inversores buscarían sacárselas de encima, exigiéndole al Banco Central pagar tasas más altas para renovarlas. Esto, sin dudas, ha sucedido, en la medida que la suba del dólar destruyó lo que algunos mal llamaron “bicicleta financiera”.

Ahora bien, el precio  de las Lebac no es lo único que ha caído. También se desplomó la bolsa local (50% en dólares) y los bonos soberanos de cualquier moneda y duración.

Es que el problema no son  las Lebac, sino una generalizada crisis de confianza en el gradualismo de Macri. Las dudas son tan grandes que ni  el paquete del FMI logró calmar definitivamente a los mercados.

En este contexto, el Riesgo País se disparó, reflejando las dudas que tienen los inversores sobre cómo terminará la fiesta de endeudamiento que lanzó el gobierno para salir lentamente del caos fiscal dejado por Cristina Fernández y Axel Kicillof.

Entendido esto, el indicador más importante a mirar es el del Riesgo País y tenemos que ver cuánto mejorará ese índice si se termina con las Lebac.

La respuesta, lamentablemente, es bastante decepcionante.

Sin correlación

Como se ve en el gráfico de abajo, a principios de 2014, cuando el Riesgo País coqueteaba con los 1.000 puntos básicos, el stock de Lebac en circulación era de apenas $ 100.000 millones.

Sin embargo, tras la devaluación de Juan Carlos Fábrega, éste comenzó a crecer marcadamente. A fines de año, la cantidad de Letras emitidas por el Banco Central para absorber pesos de la economía había llegado a $ 261.000 millones, duplicándose, nada menos.

En paralelo, el Riesgo País había descendido fuertemente. Cerró el año en 700 puntos.

El 11 de diciembre de 2015, cuando Sturzenegger asumió la presidencia del BCRA, el Riesgo País estaba en 455 puntos y las Lebac ascendían a $ 296.000 millones. El 31 de agosto del año pasado, cuando el stock de letras llegó a $ 1 billón, el Riesgo País había caído 70 puntos, hasta los 384.

Hoy, que el stock de Lebac cayó alrededor de $ 300.000 millones desde su máximo, el Riesgo País vuela. Es decir que no existe una clara relación entre una cosa y la otra.

Así, si continúa la desconfianza, podríamos llegar a un escenario con menor cantidad de Lebac, menor cantidad de reservas internacionales usadas para cancelarlas, mayor Riesgo País, mayor deuda pública y mayor recesión e inflación.

Terminar con las Lebac no garantiza que esto no suceda. Y, por tanto, no garantiza que se solucione la crisis.

El Riesgo País sube porque no hay una respuesta clara a la siguiente pregunta: ¿podrá el gobierno argentino cumplir con sus compromisos de deuda?

No veo cómo terminar con las Lebac pueda hacer que la respuesta sea afirmativa.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano. Es Sub Director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE

Se abre una esperanza en la situación argentina

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 2/7/18 en: https://www.infobae.com/opinion/2018/07/02/se-abre-una-esperanza-en-la-situacion-argentina/

 

Como es de público conocimiento, este Gobierno viene a los tumbos en los temas medulares desde hace casi tres años. Puedo sintetizar que estos asuntos se refieren al gasto público elefantiásico, las regulaciones asfixiantes, impuestos insoportables, déficit total creciente, deuda estatal galopante y desbarajuste monetario y cambiario.

Este último tema puede estar en vías de solución. Por el hecho de repetir que la inflación monetaria hace estragos y que la pagan con especial contundencia los más débiles no cambia la validez de la afirmación que debe ser reiterada.

Como tantas veces he escrito, el problema radica en la misma existencia de la banca central, puesto que, aun con los funcionarios más probos y honestos, solo pueden decidir entre tres caminos: a qué tasa expandir la base monetaria, a qué tasa contraerla o dejarla inalterada. Cualquiera de los tres caminos alteran los precios relativos: serán distintos respecto a lo que hubieran sido de no haber mediado la intervención de la llamada autoridad monetaria. Si se supone que los funcionarios colocaran la base monetaria en los mismos niveles que la gente hubiera preferido, no tiene sentido la intervención para hacer lo mismo con ahorros de gastos administrativos y, además, el único modo de saber qué quiere la gente es dejarla actuar.

Y debe destacarse que el sistema de precios constituye la única forma de establecer señales para los operadores económicos al efecto de conocer dónde es más eficiente asignar los siempre escasos recursos. Desfigurar las señales deteriora la contabilidad, la evaluación de proyectos y el cálculo económico en general. Para resumir, la inflación genera pobreza.

La primara vez que escribí un ensayo extenso sobre la materia fue para el congreso anual de la Mont Pelerin Society, en Sydney, en agosto de 1986, titulado «¿Autoridad monetaria, regla monetaria o moneda de mercado?», ensayo que también presenté el mismo año en la reunión anual, en Mendoza, de la Asociación Argentina de Economía Política, que se publicó en sus anales. Por otra parte, mi discurso de incorporación a la Academia Nacional de Ciencias Económicos también versó sobre el mismo asunto: «Dolarización, banca central y curso forzoso».

De eso se trata ahora, según una noticia esperanzadora publicada por Infobae que alude a un contacto entre el actual gobierno y Steve Hanke, destacado profesor en Johns Hopkins University a quien conocí en los noventa, primero en México y luego en Buenos Aires. En aquellas oportunidades tuvimos muchas coincidencias y también mantuvimos algunas discusiones sobre la mal llamada convertibilidad, debido a la implementación sin reducir el gasto público, en un contexto de creciente deuda estatal interna y externa (mal llamada porque en la literatura económica alude al intercambio entre moneda-mercancía y el correspondiente recibo representado por el billete bancario y no un billete de un color por otro de color diferente, más bien política monetaria pasiva con tipo fijo). De todos modos, fuera de cuestiones semánticas, continuamos con nuestra correspondencia con Hanke referida a otras cuestiones de gran interés económico-financiero.

Puede decirse que no es el momento ideal para dolarizar, puesto que el futuro del dólar presenta ciertos nubarrones, pero es una manera de zafar del embrollo en que estamos y, además, si se eliminara el curso forzoso, queda abierta la posibilidad de encarar otros caminos, sea con una canasta de monedas u otra variantes más sólidas, eliminando simultáneamente el sistema nefasto de reserva fraccional en los bancos.

Hay otras experiencias de dolarizar en nuestra región como Panamá y Ecuador, ambos países con problemas de distinta índole, pero por lo menos se sacaron de encima el cáncer inflacionario. El contrafáctico es importante: aquellos problemas se hubieran agudizado de no haber mediado la dolarización.

Es de esperar que por lo menos en este caso se muestre algo de imaginación y coraje para enfrentar un flagelo que amenaza con arrastrar todo si no estamos atentos. El profesor Hanke cuenta con sobradas antecedentes exitosos en asesoramiento de gobiernos. No dejemos pasar esta nueva oportunidad que, en su caso, será un primer paso para salir del atolladero.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

¿El camino ‘capitalista’ al socialismo?

Por Alejandro A. Tagliavini. Publicado  el 22/5/17 en: http://www.elterritorio.com.ar/nota4.aspx?c=0574253964826931

 

Mientras el escándalo en Brasil pega fuerte mostrando la fragilidad de la economía argentina, y lo inflada que está a partir de discursos y acciones del estado, Macri ya ha realizado una cantidad de viajes, todos con promesas de inversiones que no llegaron mostrando que estos periplos tienen poco sentido. Sobre todo hoy, cuando los operadores globales rastrean inversiones en los lares más recónditos, hasta con satélites, en tiempo real, es trivial que un funcionario viaje a explicar nada, basta con crear la oportunidad de negocios -bajos impuestos y mercado natural, desregulado- para que las inversiones se descuelguen solas.
A menos que quieran en aumentar el peso del Estado, profundizando el socialismo vigente en Argentina en términos de peso estatal e intervención en la vida de las personas.
Para lo que sí sirven estos traslados es para que una enorme burocracia viaje a costa de los contribuyentes, a comprar trajes de cien dólares al punto que, dicen las crónicas, el vocero presidencial recomendó vía WhatsApp “Vayan a Tony and Tony… y pregunten… de parte mía para conseguir descuentos.
Casi todo el viaje por Asia estuvo dedicado a obra estatal, aparentemente iniciada en la era K, como los 16 acuerdos por U$S 17 mil millones firmados en China. Lo “bueno” de la obra pública -que bien podría surgir del mercado natural- es que aumenta el PIB ya que conlleva consumo de materiales sin necesidad de ahorro previo sino financiado, en este caso, por el Estado chino.
Aun suponiendo que estos índices son reales, lo cierto es que el PIB no considera todas las transacciones sino sólo el consumo, como señalan Krause, Ravier y Cachanosky. Así, resulta falso el crecimiento basado en el PIB que solo muestra cómo se decide gastar el ingreso luego de haberlo producido, el destino de la producción, no su origen. Por esto, el Bureau of Economic Analysis ahora publica el Gross Output que considera las etapas del proceso y no sólo el consumo. Más acertado es el valor bruto de la producción (VBP) en el que el consumo privado y público representa el 50% contra el 86% de peso que le otorga el PIB.
Para remate la obra pública es ineficiente. Dice Steve Hanke que mediante la VA, el gobierno estadounidense opera el mayor sistema de servicios de salud… el costo de construcción por cama de la VA es 290% más que para hospicios privados… la administración
de construcción de la VA tiene 16 veces más empleados… y los proyectos de la VA requieren 3,5 veces más tiempo de construcción… el costo promedio de los hospitales de la VA es 70% superior para tratamiento agudo… 48% para cirugía, y 140% para tratamiento crónico. Así, creído capitalista por su pasado “empresario”, su discurso prooccidental y pro comercio libre, el gobierno está logrando agrandar el ineficiente y degradante sector estatal a costa de impuestos, inflación y endeudamiento que paga el privado cada vez más raquítico.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.

Argentine Ruling Rocks The Sovereign Debt Market

Por Alejandro A. Chafuén. Publicado el 2/7/14 en: http://www.forbes.com/sites/alejandrochafuen/2014/07/02/argentine-ruling-rocks-the-sovereign-debt-market/

The recent decision by the U.S. Supreme Court to let stand a ruling by New York District Court Judge Thomas Griesa could have a major impact in the world economic scene. The ruling favors Argentine creditors and it requires the Argentine government to pay the debt owed to bond holders who did not agree to the terms offered in a previous partial settlements (the “holdouts”). The continued effort of the Argentine government to fight the ruling is based on its lack of understanding of how independent courts operate.

Seven years ago, during a trip to Peru, I had the privilege of spending four days attending programs with Justice Antonin Scalia. It was the first time that a Supreme Court justice had gone to Peru. During his presentation, a panel discussion with some of the highest authorities of the Peruvian judiciary, Scalia said: “During my entire career as a federal judge and Supreme Court justice, which now spans 26 years, never once, never once was I was approached by someone from the executive or the legislative power to try to exert influence in a case that was before me in one of my courts.”

A journalist interviewed me at the end of Scalia’s visit and asked me what impressed me most about his lectures. I repeated the above story and the journalist said to me: “It must be difficult to find a man with the integrity of Scalia.” Sure, it is difficult to find human beings like Scalia, but the journalist mistakenly thought that the independence of the judiciary in the U.S. was a matter of one person, not an institutional trait. Peru’s judiciary is not noted for its independence.

The notion of an independent judiciary that would constrain the government is even rarer in Argentina. In the World Rule of Law Index, Argentina scores a dismal 0.35 out of 1 in the category: Limits to the Government by the Judiciary. Peru does not score much better, only 0.45, but is moving in the right direction.

As for most of its tenure, the Argentine government presided by Nestor and Cristina Kirchner saw a judiciary system mostly subservient to government interests. Because of this it is natural that they would think the U.S. courts could also be manipulated. The Argentine government and negotiators don’t understand that U.S. federal courts are still independent. The politicization of the nomination process in the U.S. has not lead to the direct manipulation of the highest courts.

A few weeks ago, before the ruling, and as a last ditch effort, the Argentine government sent a delegation to lobby the Obama administration and theWashington-based international bureaucracies. They asked them to “intervene” on behalf of the Argentine government. It proved futile. After the ruling, which recognized the rights of the creditors, the first official response from the Argentine government was to publish a one page advertisement in the Wall Street Journal attacking the decision of the judge.

Other countries are watching this battle. In Peru there is more willingness to play by the rules. José Luís Sardón, one of the main hosts of Scalia’s trips to Peru, spent most of his academic life as an intellectual entrepreneur in the area of law. His law department, at the Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas, has acted as a high-level, non-politicized legal think tank. Sardón produced a journal, Revista de Economía y Derecho, which has been elevating the discourse on legal and juridical matters in his country. Unlike the Argentines, who were recently greeted with “bad” news, Peruvians were greeted with the refreshing news that the Peruvian Congress had approved the appointment of Sardón to the highest court of the land.

The end result of the Argentine debt dispute is not certain. Agustín Etchebarne, executive director of Libertad y Progreso in Argentina, and with ample experience in the investment world, believes that, in the end, Argentina will negotiate with the holdouts. The clock started ticking, and if it does not reach an agreement by the end of July, it will likely default. Complying with the law might not be as costly as the Argentine government assumes. The latter fear that if they offer a better deal to the holdouts, the deal has to be offered to the 92 percent who have agreed to worse terms. Etchebarne believes that since the government is not offering to pay, rather it is being forced to pay, that “it is not clear that judges will rule in favor of the other creditors.”

Steve Hanke, a senior fellow at the Cato Institute, and a professor at Johns Hopkins University, stressed that Argentina needs to create a positive shock. Complying with the ruling should reduce the country’s risk and send signals to the world that Argentina is again open to true, not just crony, business. Etchebarne adds that from the energy to the agricultural sectors, and many others, there are abundant opportunities for investments in Argentina. Complying with the ruling might benefit the development of a healthier Argentinean economy in the near future.

Although it is hard to be optimistic about Argentina, the future of countries are not sealed. During the late 1980s, respected Latin American analysts were forecasting the disintegration of Peru as a nation. There is still much to improve in Peru but its country default risk runs today at 1.3 percent compared to 14.6 percent for Argentina.

The Argentine government might portray the hedge fund owners that represent most of the holdouts as greedy vultures, but few have been more voracious than the Argentine government authorities. They have speculated that their use of their arbitrary powers will allow them to continue with their practices with almost total impunity. It is the poor of Argentina who have paid the price for government policies that have taken their country to the lower places in the rule of law rankings. If the Argentine political and media pressure would have been able to sway a U.S. federal court it would have set an awful precedent and would have unleashed an increase of similar practices by other countries. On the other hand, the Supreme Court’s decision to let stand Judge Griesa’s ruling will make it more difficult for other countries to restructure its debts in an arbitrary and unjust manner. It should also lead to an improvement of the legal frameworks governing defaults by sovereign countries.

Alejandro A. Chafuén es Dr. En Economía por el International College de California. Licenciado en Economía, (UCA), es miembro del comité de consejeros para The Center for Vision & Values, fideicomisario del Grove City College, y presidente de la Atlas Economic Research Foundation. Se ha desempeñado como fideicomisario del Fraser Institute desde 1991. Fue profesor de ESEADE.

De Lavagna a Kicillof, un único modelo

Por Adrián Ravier. Publicado el 30/1/14 en:

http://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2014/01/30/de-lavagna-a-kicillof-un-unico-modelo/

 

Ante el ya evidente fracaso de la política económica populista del kirchnerismo en los diez años que van desde 2003 a 2013, surge cierta literatura que busca rescatar a algunos responsables directos de los acontecimientos actuales.

Eduardo Duhalde intentó rescatar por ejemplo a su ministro de Economía, Roberto Lavagna, al punto de candidatearlo como una persona de experiencia para resolver la situación actual. Martín Redrado o Martín Lousteau escriben decenas de columnas críticas en las que intentan separarse del actual gobierno, cuando hace unos pocos años acompañaron el proceso. Es cierto, se podrá decir que desde 2007 Cristina Fernández de Kirchner se ocupó personalmente de profundizar ese mismo populismo que “nació” post-convertibilidad, pero cada uno de estos tres economistas tuvo su responsabilidad en la actual situación que sufrimos.

Para empezar, diré que la salida de la convertibilidad fue la peor que se podía haber diseñado. Eduardo Duhalde acusa al gobierno actual de improvisación, cuando él mismo prometió devolver dólares a quienes depositaron dólares, y sólo unos días después pesificó todos los depósitos y fue el responsable de la mayor estafa al pueblo argentino de las últimas décadas. En segundo lugar, hay que ser claros en que esa devaluación, que implicó el abandono de la convertibilidad y que hoy es vista como el comienzo de la “década ganada”, en realidad nos dejó con otra “década perdida”. Es cierto que entre 1998 y 2001 la economía estaba estancada y con alto desempleo, pero la devaluación convirtió esa crisis en una profunda depresión que hizo caer el PIB más del 10 % en 2002, además de destruir el Estado de Derecho.

 

A partir de 2003, la economía se fue recuperando, pero fue recién en 2008 cuando el PIB real alcanzó el nivel de 1998. Mientras Brasil o Chile emprendieron un proceso de crecimiento desde el techo alcanzado hacia fines de la década de 1990, Argentina tuvo que retroceder primero, para observar cómo en la década más afortunada en un siglo –en lo que refiere al contexto internacional-, tan sólo recuperábamos lo perdido. En pocas palabras, entre 1998 y 2008 Argentina no creció, sino que recuperó el terreno perdido por la desafortunada devaluación.

Recordemos que en 1999 hubo otra opción, que fue la dolarización propuesta por Steve Hanke y Kurt Schuler, claramente ignorada. De haberla implementado en su momento, la Argentina sería la primera economía latinoamericana en presentar un PIB per cápita de niveles europeos.

Volviendo a nuestros tres personajes de hoy, Roberto Lavagna asumió como ministro de Economía del presidente interino Eduardo Duhalde en abril de 2002, ratificado en el puesto por el presidente electo Néstor Kirchner en 2003 y desplazado en 2005 producto de disputas internas. Se destaca en general que lideró la recuperación de la economía argentina, pero durante su gestión inicia también el modelo económico vigente, que llamaremos “populismo”, caracterizado por un incremento acelerado del gasto público (especialmente en el nivel Nación), que se financió especialmente con mayor presión tributaria. Recordemos que con Lavagna como ministro de economía, ésta fue ascendiendo desde un 24 % hasta el 30 % del PIB.

Ser reemplazado por Felisa Miceli claramente no mejoró las cosas, aunque se puede decir que a partir de allí y hasta su muerte, Néstor Kirchner se mantuvo como un virtual ministro de Economía, aun con la llegada de Cristina Kirchner al poder. El nombramiento del joven Martín Lousteau como ministro de Economía en diciembre de 2007 iba en línea con esto mismo. Su margen de decisión era muy acotado, aunque cometió el incomprensible error de intentar aumentar aún más la presión tributaria que entonces estaba en el orden del 36 % del PIB. Todos recordamos su propuesta de incrementar las retenciones a las exportaciones de soja por encima del ya excesivo 35 %, que sólo se detuvo por el voto “no positivo” del vicepresidente. Más peleas internas dentro del gobierno, lo terminaron alejando en abril de 2008, y a partir de entonces se convirtió en un crítico del modelo.

El caso de Martín Redrado es un poco más complejo, ya que fue presidente del Banco Central entre septiembre de 2004 y enero de 2010. Durante su gestión jamás reconoció la inflación real, la que duplicaba y hasta triplicaba la oficial declarada por la institución que él presidía. Desde 2007 y hasta su renuncia la inflación sólo estuvo por debajo del 20 % en 2009, el año de la recesión global, al que la Argentina no pudo escapar. Redrado jamás reclamó la independencia del Banco Central, ni se negó a financiar el exacerbado gasto público del Ejecutivo, sino hasta que el oficialismo decidió apartarlo del gobierno.

En esta selección arbitraria de personajes responsables de la debacle que se viene, toca el turno ahora de Axel Kicillof. Claro, muchos dirán que Redrado y Kicillof piensan diferente y es cierto. Pero recordemos que era Kicillof quien antes de integrar el gobierno criticaba a Redrado por sus políticas inflacionarias en el Banco Central. Una vez dentro del modelo, Kicillof olvidó sus críticas, y al momento no hizo nada por corregir las contradicciones obvias de este modelo populista e inflacionario que él llama de “inclusión social”. La sensación que queda entonces es que no importa qué economistas se suman al modelo. Sin importar lo que piensen o en qué autores creen, una vez dentro del modelo se transforman en parte de él, y apoyan incluso aquello que va en contra de sus principios. Volviendo a esta última década, y con una mirada parcial, se podrá decir que hasta 2007 la economía argentina mostraba un superávit fiscal primario, que la inflación estaba controlada y que no existían los problemas cambiarios actuales, pero mi impresión es que se estaban generando las semillas de aquellos problemas que hoy sufrimos.

Y es que en la primera etapa del populismo, uno siempre observa el éxito del modelo, y especialmente cuando la economía parte de una situación deteriorada de actividad económica y empleo. Entre 2003 y 2007 entonces, el modelo populista muestra recuperación de la actividad económica, del empleo y del salario real. La continuidad del kirchnerismo era entonces obvia. Somos muchos, sin embargo, los que ya en esa etapa exitosa pedíamos cautela, y es que el gasto público empezaba a desbordarse, y las tendencias mostraban que ni el precio creciente de la soja, ni sus crecientes retenciones, podían sostenerlas.

No pasó mucho tiempo, hasta que los economistas que revisamos los datos nos empezamos a dar cuenta que la presión tributaria no cedía en su aumento constante, y al mismo tiempo, empezaba a ser normal la monetización del ahora evidente déficit fiscal primario. La aparición de los desequilibrios fiscales, monetarios y cambiarios caracterizan precisamente a esta segunda etapa del populismo.

Preocupados por una inflación creciente, muchos economistas empezamos a alertar de los problemas en el modelo, pero fuimos ignorados. La tercera etapa del populismo es la actual, cuando estos desequilibrios básicos se extienden y empiezan a ser evidentes para toda la población a través de la mayor suba de precios, falta de ciertos productos, y anuncios desesperados del gobierno para ocultar lo que en realidad sucede.

Si el lector se pregunta por lo que vendrá, entonces debemos hablar de la cuarta etapa, la del “ajuste”, una etapa de la que nadie quiere hablar, pero que es difícil evitar. El “ajuste” viene acompañado de una inflación acelerada, recesión, problemas de empleo, caída en el salario real y aumento de pobreza e indigencia. Los economistas científicos pedimos a quienes niegan la necesidad del ajuste que nos muestren cómo se sostiene este nivel de gasto a lo largo del tiempo, pero no hay respuesta.

Ante esta realidad, la oposición debería presentar propuestas, pero éstas brillan por su ausencia. Muchos economistas identifican los desequilibrios, pero nada dicen de que es lo que se debe hacer. Nuestra propuesta, junto a Nicolás Cachanosky, es otra vez la dolarización, porque se corrigen los tres desequilibrios, se minimizan los efectos del ajuste y se genera una regla para evitar seguir cometiendo los mismos errores. Pero está claro que esta propuesta aislada es insuficiente. Ella debe entenderse sólo como una parte de una propuesta integral que poco a poco iremos presentando para delinear la Argentina del futuro.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.