Fundamentos morales de la tradición de pensamiento liberal


Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 3/11/22
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Discurso de incorporación a la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas (2 de noviembre de 2022)

Señor Presidente, miembros de esta Academia, señoras y señores. Agradezco en primer término la invitación para esta honrosa incorporación, agradezco también las muy generosas palabras de presentación de mi distinguido amigo y académico Manuel Solanet y le rindo tributo una vez más a mi padre quien fuera presidente de esta Corporación que con su infinita paciencia y perseverancia me mostró “otros lados de la biblioteca”, lo cual me permitió explorar avenidas muy poco trabajadas en nuestras aulas universitarias. También me familiaricé con esta Academia por pertenecer al Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales y por haber pronunciado alguna conferencia en el Instituto de Política Económica.

Soy consciente que el origen del nombre de esta Academia proviene del uso de la expresión “ciencias morales” para referirse a las ciencias sociales por contraste con la denominada en épocas remotas como “filosofía de la naturaleza” para aludir a las ciencias naturales. De todos modos, en el contexto actual el plano moral que apunta a las relaciones sociales hace alusión a los vínculos intersubjetivos puesto que los intrasubjetivos escapan a aquella esfera, por ello es que con razón se ha dicho que el derecho es un “minimun de ética”. El campo del fuero interno que no se vincula a las relaciones con el prójimo es privativo de cada cual.

En esta línea argumental es del caso subrayar que a todo derecho corresponde una obligación. Si una persona obtiene en el mercado mil, hay la obligación universal de respetar ese ingreso, pero si ganando lo dicho el aparato estatal le entrega dos mil esto se traduce en que se habrá confiscado el fruto del trabajo ajeno por la diferencia, lo cual constituye un pseudoderecho. Desafortunadamente en gran medida en la actualidad vivimos la era de los pseudoderchos a contracorriente de la mejor tradición constitucional que desde la Carta Magna de 1215 se apuntaba a la limitación del poder para hoy convertirla en no pocos casos en una carta blanca a un Leviatán desbocado con la consiguiente destrucción de marcos institucionales civilizados y el consecuente empobrecimiento moral y material.

Este desvío se debe a lo que viene ocurriendo en muchos facultades de derecho en las que no egresan abogados -que significa defensor del derecho- para producir memorizadores de legislaciones, párrafos e incisos pero sin la menor idea de mojones y puntos de referencia extramuros de la ley positiva con lo que el precepto republicano de la igualdad ante la ley muta en igualdad mediante la ley donde la guillotina horizontal hace estragos. En lugar de abrir paso a que los que mejor sirven a sus semejantes obtengan ganancias y los que yerran incurran en quebrantos, se establece un sistema nefasto que iguala en la mediocridad y en la miseria, solo permitiendo que ladrones de guante blanco mal llamados empresarios puedan explotar al prójimo con privilegios y mercados cautivos fruto de una cópula hedionda con el poder de turno.

Por su lado, en la mayor parte de las cátedras de economía se persiste en enseñar modelos incompatibles con procesos abiertos de mercado -neoclásicos y keynesianos por igual- tal como lo han reconocido, entre muchos otros, dos de las figuras que han sido las más representativas de aquella tradición: Mark Blaug y John Hicks. El primero escribe en Appraising Economic Theories que “Los Austríacos [se refiere a la Escuela Austríaca] modernos van más lejos y señalan que el enfoque walrasiano al problema del equilibrio a los mercados es un cul de sac, si queremos entender el proceso de la competencia más bien que el equilibrio final tenemos que comenzar por descartar aquellos razonamientos estáticos implícitos en la teoría walrasiana. He llegado lentamente y a disgusto a la conclusión de que ellos están en lo correcto y que todos nosotros hemos estado equivocados.” El segundo consigna en Capital y tiempo que “He manifestado la afiliación Austríaca de mis ideas, el tributo a Böhm- Bawerk y a sus seguidores es un tributo que me enorgullece hacer. Yo estoy dentro de su línea, es más, comprobé, según hacía mi trabajo que era una tradición más amplia y extensa de lo que al principio parecía.”

En uno de mis primeros libros fabriqué una definición de liberalismo que tengo la satisfacción que intelectuales que aprecio mucho la usan y dice que “el liberalismo es el respeto irrestricto por los proyectos de vida de otros”. Esto en modo alguno remite a que suscribamos el proyecto de vida del vecino, incluso nos puede resultar repugnante pero si no hay lesiones al derecho de terceros no es posible recurrir a la fuerza en una sociedad libre. Más aun, la prueba de fuego de la tolerancia se pone en evidencia cuando no se emplea la violencia a menos que, como queda dicho, se infrinjan derechos. En realidad la expresión “tolerancia” infunde cierto tufillo inquisitorial, por eso es más apropiado recurrir a “respeto” ya que los derechos no se toleran, se respetan. Este es el modo de dar paso a la convivencia civilizada y la cooperación social donde los actos privados están reservados a la responsabilidad y consciencia de cada uno. Este es el eje central de la moral en el sentido antes enunciado. Todo lo que lo altere es inmoral e inaceptable en una sociedad abierta (para recurrir a terminología popperiana). Es en esta dirección por lo que las constituciones liberales resumen su aspecto medular en el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad.

En este sentido es pertinente señalar que los derechos de propiedad son la base de las relaciones pacíficas y productivas. Sin propiedad, como pretenden los marxistas y sus imitadores, no hay posibilidad de contabilidad, de evaluación de proyectos y de cálculo económico en general. Para ilustrar con un ejemplo extremo, si se ha abolido la propiedad no hay precios ya que estos son el reflejo de arreglos contractuales en transacciones donde se intercambian derechos de propiedad, si se decide eliminar la propiedad decimos no se sabe si conviene construir los caminos con oro o con asfalto y si alguien mantiene que con el metal aurífero es un derroche es porque recuerda los precios antes de la antedicha abolición. Los precios son los únicos indicadores en los mercados para conocer donde invertir y donde no hacerlo. Como los bienes no crecen en los árboles y no hay de todo para todos todo el tiempo, es indispensable la institución de la propiedad al efecto de asignar del mejor modo los siempre escasos recursos puesto que, de lo contrario, el despilfarro atenta contra el nivel de vida de todos pero muy especialmente contra el de los más vulnerables. Las tasas de capitalización -es decir, maquinaria, instalaciones, equipos y conocimiento relevante- son la única causa de crecimiento de salarios e ingresos en términos reales, esa es la diferencia entre países ricos y pobres.

Viene ahora un tema muy poco entendido y es la versión moderna de la economía en contraste con la mirada socialista de entenderla como circunscripta a lo monetario, a lo material, a lo crematístico, para en cambio abarcar toda la acción humana. Esta es la visión comenzó con la Escolástica Tardía, la primera camada liberal de la Escuela de Salamanca. La segunda la formaron los diputados a las Cortes de Cádiz donde ocurrió el bautismo oficial de la palabra “liberal” como sustantivo para oponerse a los “serviles”, hasta entonces el uso generalizado de aquél término era como adjetivo. Los integrantes de aquella camada original fueron pensadores de la talla de Juan de Mariana, Luis de Molina, Francisco de Vitoria y sus asociados. Esta tradición luego fue ampliada por Hugo Grotius, Samuel Pufendorf y Richard Hooker, más adelante por Algernon Sidney y John Locke, contribuciones extendidas por la Escuela Escocesa de Adam Smith (especialmente en su primera obra titulada Teoria de los sentimientos morales), David Hume y Adam Ferguson para finalmente establecer otro salto cuántico por medio de los notables aportes de la Escuela Austríaca liderada por autores como Carl Menger, Eugen von Böhm-Bawerk, Ludwig von Mises, Friedrich Hayek, Israel Kirzner y Murray Rothbard, aportes que a su vez han influido en múltiples vertientes de confección liberal.

Claro que cuando decimos “finalmente” tenemos que ser cautos puesto que como es sabido el conocimiento no es un puerto sino una permanente navegación, andamiaje conceptual muy bien ilustrado por el lema de la Royal Society de Londres: nullius in verba, esto es, no hay palabras finales. El antes referido Karl Popper nos ha enseñado que el conocimiento tiene la característica de la provisonalidad sujeta a refutaciones. El positivismo mantiene que una verdad debe estar sustentada en la verificación empírica, pero como ha destacado Morris Cohen esa misma afirmación no es verificable empíricamente y, por otro lado, nada en la ciencia es verificable, como hemos subrayado es corroborable provisoriamente.

Esto para nada suscribe el relativismo que además de convertir en relativa esa misma postura, desconoce que una proposición verdadera demanda correlato entre el juicio y el objeto juzgado puesto que las cosas son independientes de nuestras opiniones. Todo lo cual no solo va para el relativismo epistemológico sino también para el hermenéutico tal como ha mostrado Umberto Eco y el cultural como explica Eliseo Vivas.

Todos los autores mencionados en la larga tradición liberal ya insinuada por Sócrates, la Grecia clásica, la Roma republicana y el common law inglés son desde luego susceptibles de revisión y desacuerdos. Como hemos repetido, los liberales no somos una manada y detestamos en pensamiento único, las desavenencias son bienvenidas pero siempre que el tronco moral del liberalismo se mantenga intacto cual es el respeto irrestricto por los proyectos de vida de otros, a saber, el respeto recíproco lo cual no significa abstenerse de criticar y opinar lo que se estime conveniente.

Respecto a lo que adelantamos del significado moderno de la economía, la referida Escuela Austríaca en sus diferentes vertientes ha puesto de manifiesto que toda acción significa elegir, optar y preferir entre diversos medios para la consecución de específicos fines o metas. Esto es precisamente la economización. Todas las acciones del hombre apuntan a obtener una ganancia, siempre psíquica y algunas veces también monetaria pero en toda ocasión el sujeto actuante especula con estar mejor desde su peculiar punto de vista respecto a la situación anterior al acto. Todos actuamos en nuestro interés personal, lo cual es una verdad de Perogrullo pues se lleva a cabo el acto porque está en interés de quien lo ejecuta. La acción puede ser ruin o noble pero todas las personas somos especuladores en el sentido que conjeturamos que vamos a incorporar valores que son mayores a los costos en que indefectiblemente incurrimos para obtener ese valor o ganancia subjetiva. El respeto a estos procesos lo vincula a la moral.

Entre muchos otros, Santo Tomás de Aquino explica magníficamente el tema del interés personal: “amarás a tu prójimo como a ti mismo, por lo que se ve que el amor al hombre para consigo mismo es como un modelo del amor que se tiene a otro. Pero el modelo es mejor que lo moldeado. Luego el hombre por caridad debe amarse más a si mismo, que al prójimo.” (Suma Teológica, 2da-2da, q. xxvi, art.iv), en consonancia con lo escrito por Erich Fromm en Man for Himself en cuanto a que “el valor supremo de la ética humanista no es la renuncia a si mismo sino el amor propio, no la negación del individuo sino su afirmación”. Es como dice el Padre Ismael Quiles en Como ser si mismo referido al absurdo de renunciar a si mismo: “Ser para no ser nada es una contradicción sin significado alguno” y muestra como “individualidad significa no dividido”, agregamos nosotros que la contradicción es similar a cuando se sostiene seriamente el imposible de “no hay que juzgar” como si esa aseveración no fuera un juicio.

En nuestro medio desde hace casi un siglo venimos aplicando con una monotonía digna de mejor causa las recetas fracasadas del estatismo desde las revoluciones militares fascistas del 30 y el 43. La adopción de la Constitución liberal de 1853/60 permitió un progreso moral y material en tierras argentinas que fueron la envidia del mundo. Los salarios del peón rural y del obrero de la incipiente industria eran superiores a los de Suiza, Alemania, Francia, Italia y España. La población se duplicaba cada diez años, teníamos exportaciones a la altura de Canadá y los indicadores más relevantes solo comparables a Estados Unidos. Cuando nos visitó una delegación de la Academia Francesa en el Centenario, compararon los debates parlamentarios argentinos con los que tenían lugar en esa Corporación debido a la versación e independencia de criterio de los legisladores locales. Luego la sandez nacionalista y sus socios autoritarios irrumpieron en escena con los resultados por todos conocidos.

Alexis de Tocqueville en El antiguo régimen y la Revolución Francesa marca que es frecuente que en países donde ha reinado gran prosperidad eso se da por sentado y ese es el momento fatal porque ocupan espacios, especialmente en las aulas las corrientes opuestas. Esto ha sucedido en nuestro país, donde nos carcomieron las propuestas de la CEPAL, los keynesianismos, los socialismos llamados “cristianos”, los marxismos y demás recetas estatistas que todo lo invadieron frente a muchos abandonados que pensaron que otros eran los encargados de resolver problemas en lugar de cada uno preocuparse y ocuparse de lo que todos están interesados, en otros términos que se los respete no importa a que se dedique cada uno. Thomas Jefferson insistía que “el costo de la libertad es su eterna vigilancia” y Martin Luther King decía “no me asustan los gritos de los violentos, me aterra el silencio de los mansos”. Mansos que al decir de Miguel de Unamuno son “mamíferos verticales”, como dice Giovanni Papini “almas deshabitadas” o como expresa Mario Vargas Llosa individuos “sin mayor trastienda.”

Haciendo gala de la mayor de las hipocresías los politicastros proclaman sus barrabasadas como un acto de “solidaridad” sin entender que la caridad y la solidaridad se llevan a cabo con recursos propios y de modo voluntario. Recurrir al aparato estatal de la fuerza alegando lo dicho se traduce en un atraco puesto que cuando se dice que el gobierno debe hacer tal o cual cosa se esconde que son los vecinos violentados en el uso del fruto de sus trabajos. Ningún gobernante solventa nada con sus ingresos, más bien es común que se los lleve de manera delictiva. Tal vez entre todos los economistas quien se han pronunciado sobre el asunto con mayor claridad ha sido el premio Nobel en economía de 2002, Vernon L. Smith en su célebre ensayo titulado “On Price Formation Theory” y su insistencia en las suculentas equivocaciones por el desconocimiento de la clásica “mano invisible” del proceso de mercado donde las partes se benefician al tiempo que trasmiten información fraccionada y dispersa a través de los precios. Dice este galardonado que lo que hoy ocurre en gran medida es la insolente y a todas luces contraproducente “mano visible de los gobiernos” que irrumpe sustentados en “la arrogancia fatal” a que se refería otro premio Nobel en economía -el antes citado Hayek- que todo los destruye a su paso provocando daños muy especialmente sobre el nivel de vida de los más necesitados. Hay que evitar a toda costa las “mascaradas de libertad” de que nos habla el decimonónico Gaston Boissier.

Y si los politicastros fueran sinceros en sus preocupaciones por los que menos tienen deberían donar parte de sus remuneraciones y dietas, pero pretenden hacerlo recurriendo a la violencia con ingresos de otros. Por otra parte, es de gran interés estudiar lo sucedido allí donde impera la libertad en cuanto a las extraordinarias obras filantrópicas para ayudar a los más pobres, situaciones que desde el luego no tiene lugar en la isla-cárcel cubana y sus imitadores, siempre megalómanos enriquecidos con recursos malhabidos.

Decíamos que vivimos la era de los pseudoderechos a lo que agregamos que en buena parte esto se debe a la manía inmoral del igualitarismo de resultados sin percibir que es una bendición la desigualdad de cada cual desde el punto de vista anatómico, bioquímico y sobre todo psicológico, de lo contrario la división de trabajo y la cooperación social resultarían sumamente dificultosas pues todos tendrían los mismos talentos, gustos y vocaciones. La misma conversación resultaría en un tedio insoportable pues sería lo mismo que hablar con el espejo. En este punto se ha sostenido la inconveniencia de la herencia para lo cual se recurre a un desafortunado correlato con una carrera de cien metros llanos y se concluye que cada uno debería contar con los méritos que le permite su propio esfuerzo, habilidad y destreza deportiva pero no ser apoyado por lo que hacen sus ancestros, de ahí es que se objeta la trasmisión gratuita de bienes. Como bien ha mostrado Anthony de Jasay, esta metáfora deportiva es autodestructiva pues a poco andar los primeros en llegar a la meta se darán cuenta que su esmero ha sido inútil pues sus descendientes serán nuevamente nivelados en la próxima largada en la carrera por la vida. También como hemos apuntado, debe enfatizarse que las mayores rentas y patrimonios en una sociedad libre necesariamente trasmiten su fortaleza a los más débiles vía las antedichas tasas de capitalización. En cambio, todo impuesto a la herencia es un atentado directo al ahorro y la inversión y por tanto al nivel de vida. En el plebiscito diario del mercado la gente al poner de relieve sus necesidades decide las aludidas diferencias de ingresos y cuando nos referimos al mercado es pertinente indicar que no se trata de un lugar ni una cosa sino de un proceso en el que todos los humanos participamos: el sacerdote cuando compra la sotana, el verdulero cuando vende su producto, el cirujano cuando opera, al usar el celular, tomar un taxi y así sucesivamente.

La inmoralidad se extiende cuando se establecen impuestos progresivos, lo cual ha sido aplicado incluso en el denominado baluarte del mundo libre, a saber, en Estados Unidos a contracorriente de los valores y principios adoptados por los Padres Fundadores por lo cual esa medida requirió una reforma constitucional conocida como la Revolución del Año 13 por haber sido implementada en 1913 junto con la incorporación de la banca central que también requirió esa enmienda, tema sobre el que nos pronunciamos enseguida.

En todo caso, en materia fiscal como es sabido hay dos grandes formas tributarias: la proporcionalidad y la progresión. En el primer caso se trata de establecer tasas o alícuotas iguales con lo que naturalmente quienes demuestran mayor capacidad de pago realizan mayores desembolsos en valores absolutos. Sin embargo, el tributo progresivo remite a cuatro efectos negativos centrales. El primer lugar, son en verdad regresivos puesto que la carga recae principalmente sobre los marginales que se convierten en contribuyentes de facto debido a la contracción en los niveles de inversión de los contribuyentes de jure. Segundo, altera las posiciones patrimoniales relativas, es decir, las previas asignaciones de los siempre escasos recursos se reasignan en proporciones distintas de las establecidas por los consumidores lo que a su vez implica despilfarro que, como se ha apuntado, empobrece a la comunidad. Tercero, dificulta la tan necesaria movilidad social puesto que los que vienen ascendiendo dificultosamente desde la base patrimonial son castigados más que proporcionalmente lo que también establece una injustificada protección a los que se encuentran en el vértice de la mencionada pirámide. Por último, el gravamen progresivo constituye un castigo a la eficiencia.

Respecto a la banca central, aun suponiendo que los más idóneos y eficaces ocupen el directorio de esta institución estarán siempre embretados en uno de tres caminos: expansión de la base monetaria, contracción o dejarla inalterada. Pues cualquiera de las tres variantes desdibuja y distorsiona los precios relativos que, como queda dicho, son los únicos indicadores para conocer las prioridades de la gente por lo que estas manipulaciones indefectiblemente empobrecen. Si la banca central es independiente de los dictados del Ejecutivo o Legislativo, las aludidas desfiguraciones se harán independientemente y si se conjetura que se procederá como hubiera preferido la gente, no hay razón para la intromisión con el ahorro de honorarios, pero la manera de saber que activo monetario prefiere el público es dejar que se exprese. Por eso es que premios Nobel en economía como el referido Hayek, Milton Friedman, James M. Buchanan y Gary Becker han propuesto la liquidación del banco central y la abrogación del curso forzoso para dejar de lado el fetiche de la denominada “autoridad monetaria” que en su cartas orgánicas estipula la preservación del poder adquisitivo de la unidad dineraria aun que ningún banco central de la historia ha hecho semejante cosa, comenzando con el Banco de Inglaterra y continuado con todos los creados durante el siglo veinte, responsables de haber provocado la crisis de los años 30 y sucesivas debacles enancadas al sistema bancario de reserva fraccional. La manipulación gubernamental de la moneda es un tema esencialmente moral ya que se traduce en una succión solapada e inmisericorde a los ingresos de la población.

En un cuadro más amplio referido a lo moral-institucional, en el llamado mundo libre debe advertirse que la tan bien definida democracia por los Giovanni Sartori de nuestra época está convirtiéndose en cleptocracia. Como ha descripto Juan González Calderón, los demócratas de los números ni de números entienden pusto que parten de dos ecuaciones falsas: 50%+1%=100% y 50%-1%=0%. Con el criterio de solo tomar en cuenta el aspecto formal, secundario y mecánico de la democracia y dejar de lado el esencial respeto a los derechos de todos, podríamos llegar al desatino de sostener que el asesino serial de Hitler fue un demócrata porque ascendió al poder con la primera minoría de los votos.

Todo lo consignado no es óbice para seguir escarbando en nuevos paradigmas en cuanto a los debates sobre el dilema del prisionero, las externalidades, los bienes públicos, la asimetría de la información, el teorema Kaldor-Hicks y el equilibro Nash. Estos debates operan a contracorriente de las telarañas mentales de conservadores en el sentido de mantener inalterado el statu quo, que si por ellos fuera no hubiéramos pasado del taparrabo y el garrote de nuestros anscestros pues el primero que usó el arco y la flecha era algo nuevo e inaceptable para los que rinden pleitesía a la falacia del ad populum.

Para todo lo que venimos comentando resulta esencial que en la educación esté ausente el adoctrinamiento fruto de la politización bajo la peregrina idea que desde el vértice del poder deben imponerse estructuras curriculares, en lugar de dar paso a la competencia con las consecuentes auditorías cruzadas en busca de excelencia académica para disfrutar de las indispensables mentes abiertas que se oponen a los basurales abiertos que todo lo reciben a la par y donde prima el deshecho. Tal como ha escrito Ángel J. Battistessa “la cultura no es una cosa de minorías porque cuesta cara, sino porque cuesta trabajo.”

Para cerrar acoto que salvando las enormes distancias puede establecerse un correlato entre el estatismo y las academias de la lengua. Enormes distancias puesto que lo primero implica violencia mientras que lo segundo son dictámenes que no recurren a la violencia. Pero es interesante este paralelo ya que las academias de la lengua pretenden dirigir un idioma cuando éste en verdad surge de la parla popular que lo enriquece. Borges escribió que el inglés es más rico en palabras que el español debido a que no cuenta con una academia de la lengua. Juan Bautista Alberdi nos dice en el sexto tomo de Escritos póstumos que “el idioma es el hombre de que es expresión, está sujeto a cambios continuos sin dejar de ser el mismo hombre en su esencia […] dos grandes leyes fundamentales, peculiares al hombre, gobiernan el desarrollo natural de todo idioma: el neologismo y el arcaismo […] El arcaismo y el neologismo no son incompatibles; su juego armónico, al contrario, mantiene al idioma […] queda al cuidado del pueblo mismo que es el legislador soberano de los idiomas. Los idiomas no son obra de las Academias.” Lo cual en mayor grado aun va para gobiernos autoritarios que pretenden imponer desde el poder estropicios como el invento estrafalario del “lenguaje inclusivo” y afines tan criticado por destacados escritores y literatos. Estos autoritarios confunden la importancia de la dirección y la naturaleza del asunto: es de abajo que surgen los cambios en un proceso de orden espontáneo como el mismo mercado, no es impuesto desde arriba, confunden la moral con el latrocinio. Muchas gracias.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

MI RECUERDO DE BORGES

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 12/6/2en: https://www.libertadyprogreso.org/2019/08/28/mi-recuerdos-de-borges/

Cuando era rector de la Escuela Superior de Economía y Administración (ESEADE) los alumnos me pidieron tenerlo a Borges entre los invitados. Intenté el cometido por varios caminos indirectos sin éxito, incluso almorcé en su momento con mi pariente Adolfo Bioy Casares con quien en aquel entonces éramos miembros de la Comisión de Cultura del Jockey Club de Buenos Aires, pero me dijo que “Georgie se está poniendo muy difícil de modo que prefiero no intervenir en este asunto”. Finalmente decidí llamarla por teléfono a la famosa Fanny (Epifanía Uveda de Robledo) quien actuaba como ama de llaves en la casa de Borges desde hacía más de un cuarto de siglo. Ella me facilitó todo para que Borges fuera a hablar a ESEADE y arregló los honorarios conmigo. La velada fue muy estimulante y repleta de ironías y ocurrencias típicamente borgeanas todo lo cual se encuentra en la filmación de ese día en los archivos de esa casa de estudios, acto al que también nos acompañó por unos instantes Adolfito antes de ir a la regular sesión de masajes para aliviar su dolor de espalda. Cuando nos dirigíamos al aula Borges me preguntó “¿Dónde estamos Benegas Lynch?” y cuando le informé que en el ascensor me dijo “¿por qué ascensor y no descensor?”. Cuando lo dejé en su departamento en la calle Maipú me invitó a pasar y nos quedamos conversando un buen rato atendidos por Fanny que nos sirvió una taza de té que al rato repitió con la mejor buena voluntad. Hablamos de los esfuerzos para difundir las ideas liberales y las dificultades para lograr los objetivos de la necesaria comprensión de la sociedad abierta. Se interesó por la marcha de mis cátedras y especialmente por la reacción de los estudiantes. Volvió a sacar el intrincado tema del arte objetivo o subjetivo que habíamos tocado en el automóvil cuando lo buscamos con María, mi mujer, ocasión en la que al intercalar la relación entre el arte y la religión señaló que la referencia religiosa más sublime que había escuchado era que “el sol es la sombra de Dios”. Sé que María Kodama ha tenido serias desavenencias con Fanny (y con algunos allegados y allegadas a Borges) pero no quiero entrar en esos temas, sólo subrayo que con María tenemos una muy buena relación y ella me invitó a exponer en el primer homenaje a Borges que le rindió la Fundación que lleva su nombre junto al sustancioso y extrovertido español José María Álvarez y a otros escritores. Mi tema fue “Spencer y el poder: una preocupación borgeana” lo cual fue muy publicitado en los medios argentinos (a veces anunciado equivocadamente como Spenser, por Edmund, el poeta del siglo xvi, en lugar de aludir a Herbert Spencer el filósofo decimonónico anti-estatista por excelencia). Con Maria Kodama nos hemos reunido en muy diversas oportunidades solos y con amigos comunes pero siempre con resultados muy gratificantes.Son muchas las cosas de Borges que me atraen. Sus elucubraciones en torno a silogismos dilemáticos me fascinan, por ejemplo, aquel examen de un candidato a mago que se le pide que adivine si será aprobado y a partir de allí como el consiguiente embrollo que se desata no tiene solución. Por ejemplo, su cita de Josiah Royce sobre la imposibilidad de construir un mapa completo de Inglaterra ya que debe incluir a quien lo fabrica con su mapa y así sucesivamente al infinito. Por ejemplo, la contradicción de quienes haciendo alarde de bondad sostienen que renuncian a todo, lo cual incluye la renuncia a renunciar que significa que en verdad no renuncian a nada.He recurrido muchas veces a Borges para ilustrar la falacia adhominem, es decir quien pretende argumentar aludiendo a una característica personal de su contendiente en lugar de contestar el razonamiento. En este sentido, Borges cuenta en “Arte de injuriar” que “A un caballero, en una discusión teleológica o literaria, le arrojaron en la cara un vaso de vino. El agredido no se inmutó y dijo al ofensor: ésto señor, es una digresión; espero su argumento” y la importancia de saber conversar a la que alude Borges quien ilustra la idea con la actitud hospitalaria y receptiva de Macedonio Fernández que siempre terminaba sus consideraciones “con puntos suspensivos para que retome el contertulio”, a diferencia de Leopoldo Lugones que “era asertivo, terminaba las frases con un punto y aparte; para seguir hablando con él había que cambiar el tema”.Siempre me ha parecido magnífico el modo en que Borges comienza “La biblioteca de Babel”: “El universo (que otros llaman la biblioteca)…”. Una afirmación que encierra el secreto de toda biblioteca bien formada que representa un fragmento de la cultura universal, una porción de los amigos del conocimiento, un segmento de los alimentos más preciados del alma.
A mis alumnos les he citado frecuentemente el cuento borgeano de “Funes el memorioso” para destacar la devastadora costumbre de estudiar de memoria y la incapacidad de conceptualizar y de relacionar ideas. Recordemos que Funes, con su memoria colosal después del accidente, no entendía porque se le decía perro tanto a un can de frente a las cuatro de la tarde como a ese animal a las tres y de perfil.Es casi infinito el jugo que puede sacarse de los cuentos de Borges (un periodista distraído una vez le preguntó cuál era la mejor novela que publicó, a lo que el escritor naturalmente respondió: “nunca escribí una novela”). Las anécdotas son múltiples: en una ocasión, al morir su madre, una persona, en el velorio, exclamó que había sido una lástima que no hubiera llegado a los cien años que estuvo cerca de cumplir, a lo que Borges respondió “se nota señora que usted es una gran partidaria del sistema decimal”. Con motivo del fútbol en una ocasión se preguntó en voz alta la razón por la que ventidós jugadores se peleaban por una pelota: “sería mejor que le dieran una a cada uno”. Un joven se le acercó en la calle y con gran euforia le entrega un libro de producción propia y Borges le pregunta por el título a lo que el peatón responde Con la patria adentro, entonces el escritor que siempre rechazó toda manifestación de patrioterismo exclamó “¡qué incomodidad amigo, qué incomodidad!”. En otra ocasión se arrima una joven entusiasta que afirma casi a los alaridos “Maestro, usted será inmortal” a lo que Borges respondió “no hay porque ser tan pesimista hija” y cuando Galtieri era presidente argentino le dijo que una de sus mayores ambiciones era parecerse a Perón: Borges (seguramente conteniendo sus primeros impulsos) replicó lo más educadamente que pudo, “es imposible imponerse una aspiración más modesta”. Poco antes, en esa misma época militar, se convocó a una reunión de “la cultura” a la que lo habían invitado reiteradamente por varios canales y a la salida los periodistas le consultaron sobre el cónclave a lo que Borges contestó con parquedad y con un indisimulado tono descalificador: “no conocía a nadie”. A poco de finiquitada la inaudita guerra de las Malvinas, Borges publicó un conmovedor poema donde tiene lugar un diálogo entre un soldado inglés y uno argentino que pone de manifiesto la insensatez de aquella guerra iniciada por Galtieri al invadir las mencionadas islas (tantas personas perdieron el juicio en esa guerra que un miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas de Argentina sugirió se lo expulsara al premio Nobel en Economía F. A. Hayek como miembro correspondiente de la corporación debido a que declaró con gran prudencia y ponderación que “si todos los gobiernos invaden territorios que estiman les pertenecen, el globo terráqueo se convertirá en un incendio mayor del que ya es”…afortunadamente aquella absurda e insólita moción no prosperó).
Borges tenía una especial aversión por todas las manifestaciones de los abusos del poder político por eso, en el caso argentino, sostuvo en reiteradas ocasiones (reproducido en El diccionario de Borges compilado por Carlos R. Storni): “Pienso en Perón con horror, como pienso en Rosas con horror” y por eso escribió en “Nuestro pobre individualismo” que “El más urgente de los problemas de nuestra época (ya denunciado con profética lucidez por el casi olvidado Spencer) es la gradual intromisión del Estado en los actos del individuo” y en el mismo ensayo concluye que “el Estado es una inconcebible abstracción”. Pronostica Borges (lo cual queda consignado en el antedicho diccionario) que “Vendrán otros tiempos en que seremos ciudadanos del mundo como decían los estoicos y desaparecerán las fronteras como algo absurdo” y en “Utopía de un hombre que estaba cansado” se pregunta y responde “¿Qué sucedió con los gobiernos? Según la tradición fueron cayendo gradualmente en desuso. Llamaban a elecciones, declaraban guerras, imponían tarifas, confiscaban fortunas, ordenaban arrestos y pretendían imponer censura y nadie en el planeta los acataba. La prensa dejó de publicar sus colaboraciones y efigies. Los políticos tuvieron que buscar oficios honestos; algunos fueron buenos cómicos o buenos curanderos. La realidad sin duda habrá sido más compleja que este resumen”.Borges nos arranca la angustia del absurdo perfeccionismo al intentar la administración de la pluma en el oficio de escribir cuando al citarlo a Alfonso Reyes dice que “como no hay texto perfecto, si no publicamos nos pasaríamos la vida corrigiendo borradores” ya que un texto terminado “es fruto del mero cansancio o de la religión”.Y para los figurones siempre vacíos que buscan afanosamente la foto, escribió Borges en El hacedor“Ya se había adiestrado en el hábito de simular que era alguien para que no se descubriera su condición de nadie” y también, en otro tramo de esa colección, subrayaba la trascendencia de la teoría al sostener que “La práctica deficiente importa menos que la sana teoría”. Se solía mofar de la xenofobia y los nacionalismos, así definió al germanófilo en la segunda guerra, no aquel que había abordado a Kant ni había estudiado a Hoelderin o a Schopenhauer sino quien simplemente  era “anglófobo” que “ignora con perfección a Alemania, pero se resigna al entusiasmo por un país que combate a Inglaterra” y, para colmo de males, era antisemita. En el ensayo anteriormente mencionado sobre el individualismo enfatiza que “el nacionalismo quiere embelesarnos con la visión de un Estado infinitamente molesto”.Sus muy conocidos símbolos revelan distintas facetas del mundo interior. Los laberintos ponen de manifiesto el importante sentido de la perplejidad y el asombro como condición necesaria para el conocimiento y el sentido indispensable de humildad frente a la propia ignorancia. Los espejos -cuando se mira en profundidad la propia imagen- “atenúa nuestra vanidad” y, simultáneamente permite ver que “somos el mismo y somos otros” en el contexto de las variaciones que operan en el yo a través del tiempo. Los sueños como anhelos y como fantasía. La manía borgeana por los tiempos circulares si se partiera de la premisa que todo es materia y el universo finito, lo cual conduce a permutaciones repetitivas (noción que, entre otros textos, la adopta en “La biblioteca total”, en conformidad con una conjetura que comenta Lewis Carroll dado “el número limitado de palabras que comprende un idioma, lo es asimismo el de sus combinaciones posibles o sea el de los libros”). Y, por último, el color amarillo del tigre como su primer recuerdo “no físicamente, sino emocionalmente” que se une al color que frecuentemente veía en su ceguera.Ante todo, Borges se caracterizó por su independencia de criterio y su coraje para navegar contra la corriente  de la opinión dominante y detestaba “al hombre ladino que anhela estar de parte de los que vencen” tal como escribió en la antes menciona nota sobre los germanófilos…“a un caballero solo le interesan las causas perdidas” recordó con humor nuestro personaje en el reportaje conducido por Fernando Sorrentino. En el prólogo a unas pocas de las obras de Giovanni Papini (otro cuentista y ensayista extraordinario con una prodigiosa imaginación) dice Borges: “no se si soy un buen escritor; creo ser un excelente lector o, en todo caso, un sensible y agradecido lector”. Edwin Williamson, Victoria Ocampo, Rodríguez Monegal, Norman Thomas di Giovanni, María Esther Vázquez, Alicia Jurado y tantísimos otros han escrito sobre Borges y otros tantos lo han entrevistado (apunto al margen que le dijo a Osvaldo Ferrari que “cuando uno llega a los ochenta y cuatro años uno ya es, de algún modo, póstumo”) y una cantidad notable de tesis doctorales producidas en todos los rincones del orbe sobre este firme patrocinador del cosmopolitismo. De cualquier manera, no por reiterado es menos cierto y necesario decir que este autor constituye una invitación portentosa y renovada a la pregunta y al cuestionamiento creador.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Una solución de fondo para los futuros jubilados

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 8/2/20 en: https://www.infobae.com/opinion/2020/02/08/una-solucion-de-fondo-para-los-futuros-jubilados/

 

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Lo primero viene primero. El diagnóstico es prioritario y consiste en que los sistemas de reparto no se sostienen desde la perspectiva del análisis actuarial, entre otras cosas debido a que modificaciones en la estructura demográfica lo ponen en jaque. Ilustra lo dicho que en Japón por primera vez en el ejercicio pasado las ventas de pañales para adultos superó a la de los bebés.

Por otra parte, las matemáticas financieras muestran que los sistemas de capitalización resultan más provechosos para los destinatarios puesto que mantienen una adecuada relación de los aportes efectuados con la pensión recibida en el contexto de la individualización de la cuenta.

Pero en todo caso hay un tema que antecede a lo dicho y es la necesaria libertad para que cada uno pueda disponer del fruto de su trabajo como estime pertinente y que no sea tratado como un objeto manipulable donde los aparatos estatales deciden acerca del destino de los ingresos de cada cual.

Se ha machacado que si el Gobierno no obliga a efectuar aportes, el candidato no preverá su vejez lo cual contradice lo ocurrido con inmigrantes que provenían de puertos lejanos y que adquirían terrenos, departamentos y otras valiosas colocaciones hasta que irrumpió el Leviatán, que los despojó de sus activos trabajosamente obtenidos.

Los mal llamados “sistemas de seguridad social” son en verdad grotescas imposiciones de sistemas de inseguridad antisocial, no solo por los mendrugos que entregan a los jubilados sino que los políticos en el poder echan mano a los aportes para otros menesteres y en lugar de esos recursos emiten títulos para reemplazar los ahorros ajenos.

En otros términos, una estafa colosal que debe ser enmendada a la brevedad. Y no se trata de mutar un sistema de reparto por uno de capitalización obligatorio. Como queda dicho, se trata de abrir las puertas y ventanas a un sistema libre donde cada cual se responsabiliza por sus colocaciones financieras. Libertad y responsabilidad son dos caras de la misma moneda, lo cual se logra con el ejercicio cotidiano. Esto me remite a lo que alguien respondió cuando se le decía que no puede otorgarse libertad a quienes no están acostumbrados a usarla: “Es lo mismo que sostener que nadie puede ingresar a un natatorio antes de aprender a nadar”.

Nadie debe estar autorizado a usar a otro como medio para su satisfacción, cada uno es un fin en sí mismo. Todos los seres humanos merecen respeto y es un espectáculo realmente bochornoso el observar a personas que han aportado durante cuarenta años durante su período activo para luego recibir montos que no se condicen para nada con lo entregado (confiscado, más bien). Es triste constatar lo que sucede con los jubilados que mansamente se resignan a ser robados de una manera cruel.

Veamos entonces cuál podría ser la manera de resolver tamaña injusticia. Lo primero es repasar el sentido mismo de un gobierno republicano. Una vez percibido que su función debe limitarse a la protección de los derechos de todos y abstenerse de inmiscuirse con la vida y la hacienda de terceros, entonces podrá procederse a la eliminación drástica de funciones incompatibles con una sociedad abierta.

En otras oportunidades he dado ejemplos minuciosos sobre cuáles reparticiones gubernamentales deben ser eliminadas del organigrama (por ejemplo, véase mi “Decálogo fiscal para cualquier país civilizado” en este mismo medio), pero en esta ocasión a los efectos de nuestro análisis damos eso por sentado y suponemos que ya estamos en una fase civilizada en la que los aparatos estatales se circunscriben a sus funciones específicas. En este cuadro de situación puede procederse a una profunda reforma tributaria compatible con lo expresado.

Para no repetir lo escrito antes, como queda dicho, supongamos que esto último se ha comprendido y aceptado. Una vez ubicados en esta instancia, es imperioso percatarse de que todo el embrollo jubilatorio lo financian compulsivamente los contribuyentes pero de modo encubierto. Aparece la magia del Gobierno financiando las diferencias con los siempre insuficientes aportes, lo cual es un modo hipócrita de presentar en asunto ya que no hay la tal magia: lo que financia el gobierno es detraído de los bolsillos de los vecinos vía gravámenes, deuda estatal o por medio del impuesto inflacionario.

Entonces, reiteramos que en definitiva la financiación de todo este sistema morboso recae sobre los patrimonios de la comunidad puesto que en ningún caso los gobernantes se hacen cargo de las referidas erogaciones. Consecuentemente de lo que se trata nada más y nada menos- es de explicitar lo que está implícito, en convertir en directo, abierto y a la luz lo que se hace de modo indirecto y solapado.

Lo dicho se concretaría a través de la obligación de los contribuyentes que en lugar de pagar un impuesto propiamente dicho se hagan cargo del pago a jubilados con un organismo oficial encargado de velar por los cumplimientos y de sustituir a financiadores en caso de deceso y otros percances. Y a los aportantes en curso los contribuyentes les devolverían lo aportado hasta el momento en cuotas, en cualquier caso deducido del fondo existente de lo ya aportado hasta el momento del cambio de sistema.

Tengamos en cuenta que si la reducción de la presión fiscal es drástica en línea con la antedicha reducción en el gasto público, la carga sobre los nuevos financiadores no solo no se ampliaría sino que disminuiría en la medida en que se establezca un sistema consistente con una sociedad abierta. En la práctica el gobierno así borra de su pasivo todo el peso del sistema previsional y lo convierte en un pasivo contingente.

Reiteramos que de lo anterior debe seguirse que la carga neta no debe ser mayor sino que debe disminuir respecto a al cuadro de situación anterior debido a la antes referida reducción tajante en los gastos estatales. Ya que se parlotea tanto de una falsa solidaridad con los recursos ajenos, tal vez se quiera adoptar este sistema que se acerca más al objetivo.

El título de esta nota alude a los futuros jubilados o los retirados de sus empleos pues a ellos es que se tratará con la dignidad que corresponde por lo que podrán disponer de sus ingresos como les plazca. Para los jubilados actuales y los que están en proceso lo único que cambia es que se transparenta de donde provienen los fondos para financiarlos. No hay aquí promesa incumplida, los gobiernos se obligaron a pagar pero no necesariamente el conducto a través del cual lo harán (en todo caso la promesa incumplida es el atraco que sistemáticamente llevan a cabo hasta el momento del nuevo sistema sugerido).

El denominado “sistema de seguridad social” comenzó en Alemania con Otto von Bismark, siguió en Estados Unidos con Franklin Delano Roosevelt, en Inglaterra con William Henry Beveridge, en Francia con Pierre Laroque, en los países nórdicos mientras fueron socialistas y luego copiado por todos los dictatorzuelos asiáticos y latinoamericanos. Salvando las distancias de la horrenda circunstancia que hizo calificar a Hannah Arendt como “la banalidad del mal”, puede aplicarse a nuestro caso dado el inmenso sufrimiento, canallesca explotación y la ruina en la vida de los jubilados por políticos inescrupulosos y malvados.

Una vez más es necesario repetir que el despido del sector público de funcionarios inútiles para los efectos señalados, en ningún caso se traduce en desempleo. Se trata de liberar recursos humanos y materiales para ser empleados para atender otras necesidades, lo cual no podía realizarse debido a que estaban esterilizados en actividades improductivas. A su vez el empresario está interesado en capacitar para sacar partida de los nuevos arbitrajes.

Allí donde el mercado laboral está abierto a contrataciones libres de regulaciones no hay tal cosa como desocupación involuntaria. Los salarios e ingresos en términos reales se establecen como consecuencia de las tasas de capitalización, a saber maquinarias, instalaciones, equipos y conocimientos relevantes que hacen de apoyo logístico al trabajo para aumentar su rendimiento. Las llamadas “conquistas sociales” por las que se impone una entrada superior a la establecida por la antedicha inversión per cápita conduce inexorablemente al desempleo. Y esto no solo va para el obrero, si se imponen condiciones salariales al gerente de una empresa superiores a las establecidas en el mercado, ese empleado quedará también sin empleo. Lo que pasa es que generalmente las intromisiones gubernamentales y sindicales se refieren a los trabajadores marginales por lo que son ellos los primeros en quedar sin trabajo.

Cuando se hace alusión a la reducción del gasto público se apunta a rellenar los bolsillos de la gente. Al disminuir las erogaciones el gobierno libera fondos que en todos los casos se emplean para ahorrar e invertir o para consumir, en cualquier caso necesariamente se reasignan los siempre escasos factores de producción desde áreas ineficientes hacia territorios productivos con lo que se eleva el nivel de vida de la población.

Resulta llamativo que se sugieran retoques en el sistema jubilatorio en lugar de modificaciones de fondo. Por ejemplo, se ha sugerido achatar la pirámide de la estructura jubilatoria vigente y así entregar a todos las mismas sumas independientemente de los aportes con lo que la estafa se acentúa de modo superlativo. Otra propuesta consiste en estirar la edad jubilatoria al efecto de aliviar el cuadro financiero estatal, lo cual también constituye un engaño. Como he consignado antes, en este último caso para eso es mejor terminar con la farsa y colocar la edad jubilatoria a los 200 años de edad con lo que el atraco se hace más transparente.

Lo que proponemos para el sistema jubilatorio es una muy saludable y recomendable gimnasia intelectual al efecto de un precalentamiento cuando se adopte una sociedad libre.

Sin duda que para poder proceder en consecuencia con la reforma jubilatoria sugerida en esta nota periodística es indispensable primero trabajar mucho más en la batalla cultural para abrir caminos y horizontes a los efectos de que se comprenda la razón de la existencia misma del Gobierno. Incluso, como ha apuntado Leonard Read, no deberíamos usar la expresión “Gobierno” ya que significa mandar y dirigir por lo que resulta más apropiado referirnos al monopolio de la fuerza como agencia de seguridad, de lo contrario como escribe Read “es lo mismo que denominar gerente general al guardián de una empresa”.

Sin duda que no hay solución si la batalla cultural no se da con éxito y no se comprende para qué son los aparatos estatales en una sociedad abierta y no se acepta transparentar lo que está implícito en los sistemas quebrados que explotan miserablemente a los jubilados.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Los peligros de caer en la falacia de la suma cero

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 4/2/20 en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/columnistas/los-peligros-de-caer-en-la-falacia-de-la-suma-cero-nid2330263

 

La tesis de esta nota periodística consiste en que buena parte de las falacias y malos entendidos en la economía proviene de sostener que en los procesos de mercado lo que gana uno lo pierde otro. Esta conclusión opera a contracorriente del hecho de que en toda transacción libre y voluntaria ambas partes ganan, de lo contrario no realizan el intercambio (suma positiva en la terminología de la teoría de los juegos). Este es el modo de obtener el enriquecimiento del conjunto en aquellos lugares en los que tienen lugar marcos institucionales respetuosos de los derechos de cada cual, al contrario de lo sucedido allí donde los aparatos estatales se inmiscuyen con el fruto del trabajo ajeno.

El concepto de la suma cero aparece en la antedicha teoría de los juegos donde naturalmente quedaría excluida la cooperación entre las partes en el mercado y solo tiene lugar, por ejemplo, en los juegos denominados de azar donde lo que gana uno lo pierde el otro. En términos algo técnicos, en el juego de suma cero no es posible alcanzar el denominado “equilibrio Nash”.

Debido a que Michel de Montaigne tuvo gran influencia en autores como Bacon, Descartes, Pascal y Rousseau, su dictum en cuanto  a que “no se saca provecho alguno sin perjuicio para otro”, la idea fue bautizada por Ludwig von Mises como “el dogma Montaigne”.

Pues bien, en primer lugar debe destacarse que la riqueza no es algo estático situación en la que quien obtiene beneficios restaría recursos para otro cual torta de cumpleaños. La riqueza es un proceso dinámico, no hay más que prestar algo de atención a la historia de la humanidad para constatar que con igual cuantía de recursos naturales el valor del conjunto se ha incrementado exponencialmente.

En física se ha visto desde la formulación precaria de Lucrecio pasando por Newton, Lavoisier y Einstein que nada se pierde y todo se transforma. La cuantía de la masa de materia, incluyendo la energía es la misma en el universo pero lo relevante para el aumento de la riqueza no es el incremento de lo material sino su valor. Puede ser que artefactos tales como un teléfono antiguo contengan más materia que un celular pero el servicio de este último y su precio son sustancialmente distintos.

Sin duda que los progresos se han retrasado y limitado en la medida en que se le ha dado la espalda a la sociedad abierta y se han adoptado políticas en las que el Leviatán ha asfixiado la energía creativa en un contexto donde irrumpen empresarios prebendarios que hacen negocios con el poder de turno a expensas de la gente. Por el contario, en la medida de la libertad se ha podido salir de la pobreza y lograr niveles de vida que ni siquiera los príncipes de la antigüedad lograron (solo basta referirnos a las infecciones colosales por una muela, sin mencionar la calefacción, los transportes, la alimentación y tantas otras cosas).

No es reclamando que se lesione el derecho de quienes crearon riqueza lícitamente la forma de prosperar, sino contribuyendo a crear el propio patrimonio sirviendo a otros. Quienes aciertan en atender las demandas de su prójimo obtienen ganancias y quienes yerran incurren en quebrantos.

Sin embargo y a pesar de lo consignado, se continúa machacando con la denominada “redistribución de ingresos” con el propósito de imponer una macabra guillotina horizontal en la obsesión por el igualitarismo. Esto significa que el gobierno vuelve a distribuir por la fuerza lo que la gente distribuyó pacíficamente en el supermercado y afines con sus compras y abstenciones de comprar.

Y esta política al contraer las tasas de capitalización debido a la mal asignación de los siempre escasos factores de producción inexorablemente reduce salarios en términos reales. Esto es así debido a que la inversión per capita es el único elemento que determina los ingresos. Mejor aun, tal  vez haya que prestarle atención a lo escrito por Thomas Sowell en el sentido que “los economistas deberíamos dejar de hablar de distribución puesto que los ingresos no se distribuyen, se ganan”.

En este mismo contexto y basados en el dogma Montaigne, se suele aconsejar la implantación de gravámenes progresivos lo cual constituye un castigo al éxito y, sobre todo, resulta en impuestos regresivos ya que, nuevamente, cuando el contribuyente de jure contrae sus inversiones resulta que quien se encuentra en el margen ve reducido su salario. También la progresividad altera las posiciones patrimoniales relativas respecto a las que había establecido la gente en el mercado y, como si todo esto fuera poco, afecta gravemente la movilidad social puesto que se interpone en el ascenso y descenso en la pirámide patrimonial.

Por último en este repaso telegráfico de la trampa que tiende la  suma cero, es un tanto tragicómico el análisis que se suele efectuar respecto al comercio exterior. Se insiste que es muy importante para un país exportar y que debe tenerse mucho cuidado con la importación. Si  este mismo razonamiento se aplicara a una persona y se le dijera que para su vida es fundamental que venda bienes o servicios pero que se abstenga de comprar, seguramente el interlocutor consideraría semejante propuesta como el  resultado de un desperfecto grave en el cerebro.

Aquella sugerencia es parida de las entrañas de las doctrinas mercantilistas del siglo xvi en las que se ponía de manifiesto un desconcepto de magnitud y es que el verdadero beneficio  para un país es acumular divisas . Esto no se aplica a una empresa puesto que es sabido que un alto índice de liquidez no implica prosperidad del negocio puesto que ese comercio puede estar en quiebra. Lo relevante es el patrimonio neto.

Aludir a un país es una forma abreviada de referirse a un grupo de personas reunidas dentro de ciertas fronteras. El análisis económico no  varía por  el mero hecho de interponerse ríos, montañas u otros accidentes geográficos y  delimitación  de fronteras siempre convencionales. Al fin  y al cabo, desde la perspectiva liberal la única razón para el fraccionamiento  del globo terráqueo en naciones es para evitar los riesgos fenomenales del abuso de poder de un gobierno universal.

A juzgar por los voluminosos “tratados de libre comercio” (un tratado de libre comercio que ocupa más de un folio no es de libre comercio) aún no se comprendió que las cerrazones perjudican especialmente a los países más pobres del grupo puesto que el incremento en productividad con ese comercio es mayor respecto a los más eficientes.

Sin duda que si los gobiernos introducen dispersiones arancelarias se crea un embrollo que conduce a cuellos de botella insalvables entre las industrias finales y sus respectivos insumos. Es paradójico que se hayan destinado años de investigación para reducir costos de transporte y llegados los bienes a la adunada se anulan esos tremendos esfuerzos a través de la imposición de aranceles, tarifas y cuotas.

Hay un dèjá vu en todo esto basado en distintas vertientes de la suma cero. En resumen, como señala Milton Friedman “La libertad de comercio, tanto dentro como fuera de las fronteras, es la mejor manera de que los países pobres puedan promover el bienestar de sus ciudadanos […] Hoy, como siempre, hay mucho apoyo para establecer tarifas denominadas eufemísticamente proteccionistas, una buena etiqueta para una mala causa”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

El papel de la nueva oposición

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 4/12/19 en: https://www.lanacion.com.ar/politica/el-papel-nueva-oposicion-nid2312375

 

Es una verdad de Perogrullo que todas las personas de bien desean lo mejor para su país. En nuestro caso venimos de fracaso en fracaso desde que se estrenó el populismo en nuestro medio y se revirtió el formidable éxito que hizo que fuéramos un ejemplo de progreso moral y material en el concierto de las naciones civilizadas, debido a la aplicación de recetas compatibles con la sociedad abierta. Luego vino la avalancha de estatismos que bajo diversas denominaciones nos empobreció bajo la ficción de que recursos gubernamentales operarían de la nada, como si no fueran producto del saqueo al fruto del trabajo ajeno.

En el actual contexto, sería lamentable que el gobierno saliente estime que el apoyo logrado en distintas manifestaciones y marchas proselitistas y el respaldo obtenido en las urnas se deben a un apoyo a su gestión, puesto que ha sido como expresión de la imperiosa necesidad de preservar las instituciones republicanas, de modo muy especial la libertad de prensa y lo que queda en pie de la Justicia. Este apoyo, así concebido, permitió establecer una oposición de peso en ambas cámaras, si bien resulta mucho más notoria en Diputados que en el Senado.

 A esta altura debe recordarse que el sistema republicano se basa en cinco columnas fundamentales en el contexto del reaseguro de la libertad de expresión, sin límite de ninguna naturaleza. Estas cinco bases son la igualdad ante la ley anclada en la Justicia como “dar a cada uno lo suyo”, la responsabilidad de los gobernantes ante la ciudadanía por lo realizado, la nítida división de poderes, la transparencia de los actos de gobierno y la alternancia en el poder a través de elecciones confiables.

Esto es lo que debe defender a capa y espada la nueva oposición durante la próxima gestión gubernamental, para lo cual, desde luego, resulta primordial poner en claro que la gestión  hoy en funciones ha fracasado rotundamente en cuanto a lo más acuciante, es decir, a la incapacidad para reducir el tamaño elefantiásico de un Leviatán desbocado. De esta situación se sigue la presión tributaria, la deuda exponencial, el adiposo déficit total y el haber generado una inflación mensual equivalente a la anual en naciones normales.

No caben pretextos y el relato de anécdotas irrelevantes, solo importan los resultados. Está en juego la supervivencia de la República, antes de que se promulgue una “ley de medios” como subterfugio para amordazar la libertad de expresión, antes de reformas constitucionales nefastas, de modificaciones en el esquema judicial y de revocar, frenar y revertir fallos que quitan sustento a la corrupción administrativa.

El comienzo del gobierno macrista estuvo adornado con el bailecito del presidente en la Casa Rosada con la banda presidencial, lo cual dista mucho de un gesto republicano. La primera medida en el plano económico fue la irrupción de nuevos ministerios y la primera medida en el terreno institucional fue la pretensión de designar por decreto a dos ministros de la Corte Suprema.

Es perentorio consolidar la nueva oposición, alejada de los personajes que contribuyeron al referido fracaso. Sería del todo impropio que pretendan constituirse en referentes de la oposición a partir de la asunción del gobierno recién electo aquellos que cargan las pesadas mochilas de la deplorable administración que, entre muchas otras cosas, termina con cepos cambiarios y otras múltiples regulaciones dignas del estatismo más exacerbado.

Además de lo aludido sobre las fallas del gobierno que termina (que es lo principal para descartar la idea de mantener la misma dirección), como una nota a pie de página debe tomarse en cuenta que es probable que la actual cabeza del Ejecutivo esté obligada a acudir a Tribunales en varias causas en su contra, que por más que resultaran injustas debilitan y desgastan la capacidad de maniobra de un referente en la oposición.

Se requiere la suficiente cintura y reflejos políticos para proceder sin demora en el sentido señalado. A nuestro juicio, quienes podrían asumir las nuevas responsabilidades son políticos de la Unión Cívica Radical más cercanos a la tradición inaugurada por su fundador, Leandro Alem, desviada a partir de la Declaración de Avellaneda de 1945. Esto no solo debido al extraordinario ideario en su tramo original, sino a que se trata de una expresión de lo que hasta ahora ha sido una coalición electoral que debería  apuntar a ser en el futuro una coalición de gobierno que recoja la mencionada tradición original.

En este contexto debe tenerse muy presentes pensamientos de gran trascendencia de Alem. En el debate sobre la federalización de Buenos Aires, en 1880, expresó: “Más el poder es fuerte, más la corrupción es fácil. Para asegurar el poder legítimo, es necesario impedir a todo trance que él exagere sus facultades”.Recomendaba además “una política liberal que deje el vuelo necesario a todas las fuerzas y a todas las actividades” y concluía:  “gobernad lo menos posible porque mientras menos gobierno extraño tenga el hombre, más avanza la libertad, más gobierno propio tiene y más fortalece su iniciativa y se desenvuelve su actividad”.

En igual línea argumental, Alem, a contracorriente de la sandez de “vivir con lo nuestro”,  patrocinaba la completa apertura de las fronteras al comercio en “El Argentino”, en 1894, en un texto titulado “El proteccionismo y el pueblo” y en 1891 en el “Manifiesto Radical” se refiere a los peligros de la inflación monetaria que firma Alem como presidente y lo secundan Joaquín Castellanos, Carlos Estrada, Daniel Tedín y Abel Pardo. Allí se resume el cuadro de situación al sostener que “Es un axioma ante la conciencia argentina que el mal se ha producido por exceso de oficialismo.”

Lo dicho no es óbice para la necesaria tarea de trabajar en otros espacios para contribuir a la difusión y ejecución de plataformas liberales y las faenas que se vienen desarrollando al efecto de dar la batalla cultural. Pero insistimos que para que esto último tenga lugar y se amplíe su radio de acción es menester conservar los principios esenciales del sistema republicano. No es responsable poner la carreta delante de los caballos. Primero hay que asegurar lo esencial de la República, para lo cual debe fortalecerse la nueva oposición gracias a la oportunidad que le brindaron las urnas en las elecciones del 27 de octubre. No debe confundirse el plano académico con el político, pues son dos esferas sustancialmente distintas.

Ahora bien, si las bancadas de la nueva oposición van a competir por la promulgación de las medidas estatistas que nos han asfixiado hasta el presente, para eso es mejor evitar disimulos y asociarse a la alianza del gobierno recién electo.

Por último, hago votos para que no se recurra a las absurdas y contraproducentes expresiones de “ajuste” o “shock” si es que se quiere liberar recursos atrapados en las pesadas telarañas estatales al efecto de engrosar los bolsillos de la gente. Ya bastantes ajustes y shocks padecen cotidianamente los argentinos desde hace mucho tiempo para soportar nuevos embates de ese calibre.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

UNA NOTA SOBRE LA DISONANCIA COGNITIVA

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Es de interés indagar en los motivos que hacen que personas formadas con determinados valores en los que creen, en la práctica de la vida operan a contramano de aquellos principios. En economía hay un precepto que se denomina “la preferencia revelada”: no importa en que consistan los discursos y las declamaciones, lo relevante son las acciones que en verdad ponen al descubrimiento los valores que se profesan.

Si una persona dice y repite que lo importante para el es la lectura pero se pasa la vida jugando al tennis, en la práctica, pone de manifiesto que lo prioritario para el es el deporte y no la lectura. Sin duda que también hay que tener en cuenta que pueden sostenerse de buena fe ciertos principios y, en los hechos, se violan debido a que “nadie pude tirar la primera piedra” en el sentido de que todos nos equivocamos. Pero el asunto es la continuidad en el tiempo: si permanentemente se cae en el pantano y no hay esfuerzo alguno para mantener la brújula y subirse a la huella y rectificarse, queda claro el principio que se aplica eclipsa y deglute al declamado. Sin duda que peor que esta situación es olvidarse de los mojones y parámetros de la conducta recta y ni siquiera declamarlos porque, en ese caso, se borra toda esperanza de reencauzar la acción hacia la buena senda.

En esta misma línea de pensamiento, intriga como es que muchos estudiantes universitarios que, dados lo tiempos que corren, tienen el raro privilegio de atender clases en las que se exponen las ventajas de la sociedad abierta o quienes han obtenido los beneficios -también poco comunes- de haber recibido esa educación en sus hogares y adhieren a esa forma de convivencia basada en el respeto recíproco, pero, sin embargo, en los avatares de la vida, en la práctica, renuncian a esos valores. Y lo curioso es que no lo hacen porque deliberadamente abandonan ese modo de pensar, al contrario, insisten en suscribir los pilares de la sociedad libre en el contexto de las relaciones sociales pero, nuevamente decimos, en los actos cotidianos ese pensamiento, de tanto amoldarse a las opiniones que prevalecen, se diluye y finalmente es devorado y triturado por los hechos diarios.

La explicación consiste que en numerosos casos, la persona aún manteniendo en las palabras esos principios, percibe que en el mundo que lo rodea las conductas son muy otras y, para sobrevivir, como si se tratara de un instinto inconsciente de supervivencia, aplican los valores opuestos en lugar de hacer frente a los acontecimientos e intentar revertirlos para mejorar la situación.

Internamente se pretende el autoengaño que, para suavizar la tensión subyacente, aparentan mantener los principios en los que racionalmente adhieren pero todos sus dichos y hechos apuntan en la dirección opuesta. Muchas veces de tanto simular terminan creyendo en sociedades autoritarias de diverso grado. Al fin y al cabo, como ha escrito Nathaniel Hawthorne en La letra escarlata “Ningún hombre puede por un período considerable de tiempo usar una cara para él mismo y otra para la multitud sin finalmente confundirse acerca de cual es la verdadera”.

Independientemente de las concepciones del psicólogo Leon Festinger en otros ámbitos, fue el quien bautizó en 1957 la idea de la referida tensión (aunque aplicada a casos y, en cierto sentido, contextos diferentes a los aquí expuestos) como “disonancia cognitiva”. Un neologismo fértil para explicar el fenómeno a que nos venimos refiriendo. Me llamó la atención sobre este término y el profesional que lo comenzó a utilizar mi amigo Alberto Mansueti, de la Universidad de San Pablo.

Hay otra situación a la que también aplicamos la antedicha noción de “disonancia cognitiva” y es cuando una persona sostiene que procede convencida de la más alta calidad de un bien pero queda a todas luces patente que su conducta obra por snobismo, show-off, para llamar la atención o simplemente para esconder algún complejo. Es cuando se encandila por precios altos de un bien y está atraída a su compra, no tanto por el contenido de lo que adquiere sino precisamente por el precio especialmente elevado.

Como es sabido, en economía se enseña que cuando el precio aumenta la demanda decrece (según sea su elasticidad). Sin embargo, se sostiene que en el caso comentado no tiene lugar la mencionada ley puesto que cuando el precio se incrementa se incrementa también la cantidad demandada.  Esto no es así. Hay un espejismo que se conoce como “la paradoja Giffen” (por Robert Giffen, a quien Alfred Marshall le atribuyó la autoría del concepto). En realidad la ley se mantiene inalterada, lo que ocurre es que aparece un nuevo bien que se superpone al anterior y es el snobismo o sus antes referidos equivalentes que hacen de nuevo producto, para el que al elevarse el precio naturalmente se contrae la demanda.

Nadie declara que procede por snobismo, incluso puede pensarse que no se opera en base a esa tontera pero, en la práctica, la tensión interna hace que tenga lugar el autoconvencimiento de que se compra el bien en cuestión debido a “la calidad superior del mismo”. Dicho sea de paso, esa es, por ejemplo, la razón por la que la botella del vino Petrus se cotice a cinco mil dólares ya que no hay fundamentos enológicos para tal precio en comparación con otros vinos de igual o mejor calidad pero sin el mercadeo y la presentación de aquel (reflexión que para nada se traduce en que el valor deja de ser puramente subjetivo y dependiente de la utilidad marginal). Esto también ocurre con la pintura, la moda y otras manifestaciones públicas de variado tenor y especie pero, de más está decir, esta no es la tendencia prevaleciente en el mercado ya que la gente elige microondas, comida, televisores y demás bienes por su calidad y no por snobismo (de lo contrario, con suficiente mercadeo y publicidad se podría convencer a la gente que use candelas en lugar de luz eléctrica, carpas en lugar de edificios, monopatines en lugar de automóviles etc).

Otro ejemplo -lamentablemente de gran actualidad por estos días- es el método Ponzi (llamado así por el célebre estafador Carlo Ponzi emigrado a Estados Unidos de Italia en 1903) que se basa en un esquema piramidal en el que se prometen altos rendimientos sustentado en ingresos de nuevos inversionistas engatusados por grandes retornos y no debido a prometidas pero inexistentes colocaciones de fondos tomados de los clientes. Ha habido sonados casos de quienes sospechaban el fraude pero se autoconvencían de supuestos éxitos y habilidades de los tramposos…otra vez, la “disonancia cognitiva” (y no se trata de introducir más regulaciones estatales sino de abrir paso a las auditorias de los “inversionistas” o de los controles societarios si se trata de ejecutivos que operan de ese modo para que los accionistas tengan adecuada información en base a la flexibilidad y los necesarios reflejos libres de la intromisión gubernamental, aparato que debe limitarse a condenar luego del correspondiente proceso a los denunciados, del mismo modo que no se requieren disposiciones especiales para evitar que se vendan pollos en mal estado).

En todo caso, el punto central de esta nota consiste en destacar esos raros y un tanto misteriosos vericuetos internos que apuntan al alivio de tensiones entre posiciones opuestas a través del autoengaño o la “disonancia cognitiva”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

MI RECUERDO DE BORGES

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado en: https://puesta-en-valor.blogspot.com/2011/06/benegas-lynch-recuerda-borges.html

 

Cuando era rector de la Escuela Superior de Economía y Administración (ESEADE) los alumnos me pidieron tenerlo a Borges entre los invitados. Intenté el cometido por varios caminos indirectos sin éxito, incluso almorcé en su momento con mi pariente Adolfo Bioy Casares con quien en aquel entonces éramos miembros de la Comisión de Cultura del Jockey Club de Buenos Aires, pero me dijo que “Georgie se está poniendo muy difícil de modo que prefiero no intervenir en este asunto”. Finalmente decidí llamarla por teléfono a la famosa Fanny (Epifanía Uveda de Robledo) quien actuaba como ama de llaves en la casa de Borges desde hacía más de un cuarto de siglo. Ella me facilitó todo para que Borges fuera a hablar a ESEADE y arregló los honorarios conmigo.
La velada fue muy estimulante y repleta de ironías y ocurrencias típicamente borgeanas todo lo cual se encuentra en la filmación de ese día en los archivos de esa casa de estudios, acto al que también nos acompañó por unos instantes Adolfito antes de ir a la regular sesión de masajes para aliviar su dolor de espalda. Cuando nos dirigíamos al aula Borges me preguntó “¿Dónde estamos Benegas Lynch?” y cuando le informé que en el ascensor me dijo “¿por qué ascensor y no descensor?”.
Cuando lo dejé en su departamento en la calle Maipú me invitó a pasar y nos quedamos conversando un buen rato atendidos por Fanny que nos sirvió una taza de té que al rato repitió con la mejor buena voluntad. Hablamos de los esfuerzos para difundir las ideas liberales y las dificultades para lograr los objetivos de la necesaria comprensión de la sociedad abierta. Se interesó por la marcha de mis cátedras y especialmente por la reacción de los estudiantes. Volvió a sacar el intrincado tema del arte objetivo o subjetivo que habíamos tocado en el automóvil cuando lo buscamos con María, mi mujer, ocasión en la que al intercalar la relación entre el arte y la religión señaló que la referencia religiosa más sublime que había escuchado era que “el sol es la sombra de Dios”.
Sé que María Kodama ha tenido serias desavenencias con Fanny (y con algunos allegados y allegadas a Borges) pero no quiero entrar en esos temas, sólo subrayo que con María tenemos una muy buena relación y ella me invitó a exponer en el primer homenaje a Borges que le rindió la Fundación que lleva su nombre junto al sustancioso y extrovertido español José María Álvarez y a otros escritores. Mi tema fue “Spencer y el poder: una preocupación borgeana” lo cual fue muy publicitado en los medios argentinos (a veces anunciado equivocadamente como Spenser, por Edmund, el poeta del siglo xvi, en lugar de aludir a Herbert Spencer el filósofo decimonónico anti-estatista por excelencia). Con Maria Kodama nos hemos reunido en muy diversas oportunidades solos y con amigos comunes pero siempre con resultados muy gratificantes.
Son muchas las cosas de Borges que me atraen. Sus elucubraciones en torno a silogismos dilemáticos me fascinan, por ejemplo, aquel examen de un candidato a mago que se le pide que adivine si será aprobado y a partir de allí como el consiguiente embrollo que se desata no tiene solución. Por ejemplo, su cita de Josiah Royce sobre la imposibilidad de construir un mapa completo de Inglaterra ya que debe incluir a quien lo fabrica con su mapa y así sucesivamente al infinito. Por ejemplo, la contradicción de quienes haciendo alarde de bondad sostienen que renuncian a todo, lo cual incluye la renuncia a renunciar que significa que en verdad no renuncian a nada.
He recurrido muchas veces a Borges para ilustrar la falacia ad hominem, es decir quien pretende argumentar aludiendo a una característica personal de su contendiente en lugar de contestar el razonamiento. En este sentido, Borges cuenta en “Arte de injuriar” que “A un caballero, en una discusión teleológica o literaria, le arrojaron en la cara un vaso de vino. El agredido no se inmutó y dijo al ofensor: ésto señor, es una digresión; espero su argumento” y la importancia de saber conversar a la que alude Borges quien ilustra la idea con la actitud hospitalaria y receptiva de Macedonio Fernández que siempre terminaba sus consideraciones “con puntos suspensivos para que retome el contertulio”, a diferencia de Leopoldo Lugones que “era asertivo, terminaba las frases con un punto y aparte; para seguir hablando con él había que cambiar el tema”.
Siempre me ha parecido magnífico el modo en que Borges comienza “La biblioteca de Babel”: “El universo (que otros llaman la biblioteca)…”. Una afirmación que encierra el secreto de toda biblioteca bien formada que representa un fragmento de la cultura universal, una porción de los amigos del conocimiento, un segmento de los alimentos más preciados del alma.
A mis alumnos les he citado frecuentemente el cuento borgeano de “Funes el memorioso” para destacar la devastadora costumbre de estudiar de memoria y la incapacidad de conceptualizar y de relacionar ideas. Recordemos que Funes, con su memoria colosal después del accidente, no entendía porque se le decía perro tanto a un can de frente a las cuatro de la tarde como a ese animal a las tres y de perfil.
Es casi infinito el jugo que puede sacarse de los cuentos de Borges (un periodista distraído una vez le preguntó cuál era la mejor novela que publicó, a lo que el escritor naturalmente respondió: “nunca escribí una novela”). Las anécdotas son múltiples: en una ocasión, al morir su madre, una persona, en el velorio, exclamó que había sido una lástima que no hubiera llegado a los cien años que estuvo cerca de cumplir, a lo que Borges respondió “se nota señora que usted es una gran partidaria del sistema decimal”. Con motivo del fútbol en una ocasión se preguntó en voz alta la razón por la que ventidós jugadores se peleaban por una pelota: “sería mejor que le dieran una a cada uno”. Un joven se le acercó en la calle y con gran euforia le entrega un libro de producción propia y Borges le pregunta por el título a lo que el peatón responde Con la patria adentro, entonces el escritor que siempre rechazó toda manifestación de patrioterismo exclamó “¡qué incomodidad amigo, qué incomodidad!”. En otra ocasión se arrima una joven entusiasta que afirma casi a los alaridos “Maestro, usted será inmortal” a lo que Borges respondió “no hay porque ser tan pesimista hija” y cuando Galtieri era presidente argentino le dijo que una de sus mayores ambiciones era parecerse a Perón: Borges (seguramente conteniendo sus primeros impulsos) replicó lo más educadamente que pudo, “es imposible imponerse una aspiración más modesta”. Poco antes, en esa misma época militar, se convocó a una reunión de “la cultura” a la que lo habían invitado reiteradamente por varios canales y a la salida los periodistas le consultaron sobre el cónclave a lo que Borges contestó con parquedad y con un indisimulado tono descalificador: “no conocía a nadie”. A poco de finiquitada la inaudita guerra de las Malvinas, Borges publicó un conmovedor poema donde tiene lugar un diálogo entre un soldado inglés y uno argentino que pone de manifiesto la insensatez de aquella guerra iniciada por Galtieri al invadir las mencionadas islas (tantas personas perdieron el juicio en esa guerra que un miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas de Argentina sugirió se lo expulsara al premio Nobel en Economía F. A. Hayek como miembro correspondiente de la corporación debido a que declaró con gran prudencia y ponderación que “si todos los gobiernos invaden territorios que estiman les pertenecen, el globo terráqueo se convertirá en un incendio mayor del que ya es”…afortunadamente aquella absurda e insólita moción no prosperó).
Borges tenía una especial aversión por todas las manifestaciones de los abusos del poder político por eso, en el caso argentino, sostuvo en reiteradas ocasiones (reproducido en El diccionario de Borges compilado por Carlos R. Storni): “Pienso en Perón con horror, como pienso en Rosas con horror” y por eso escribió en “Nuestro pobre individualismo” que “El más urgente de los problemas de nuestra época (ya denunciado con profética lucidez por el casi olvidado Spencer) es la gradual intromisión del Estado en los actos del individuo” y en el mismo ensayo concluye que “el Estado es una inconcebible abstracción”.
Pronostica Borges (lo cual queda consignado en el antedicho diccionario) que “Vendrán otros tiempos en que seremos ciudadanos del mundo como decían los estoicos y desaparecerán las fronteras como algo absurdo” y en “Utopía de un hombre que estaba cansado” se pregunta y responde “¿Qué sucedió con los gobiernos? Según la tradición fueron cayendo gradualmente en desuso. Llamaban a elecciones, declaraban guerras, imponían tarifas, confiscaban fortunas, ordenaban arrestos y pretendían imponer censura y nadie en el planeta los acataba. La prensa dejó de publicar sus colaboraciones y efigies. Los políticos tuvieron que buscar oficios honestos; algunos fueron buenos cómicos o buenos curanderos. La realidad sin duda habrá sido más compleja que este resumen”.
Borges nos arranca la angustia del absurdo perfeccionismo al intentar la administración de la pluma en el oficio de escribir cuando al citarlo a Alfonso Reyes dice que “como no hay texto perfecto, si no publicamos nos pasaríamos la vida corrigiendo borradores” ya que un texto terminado “es fruto del mero cansancio o de la religión”.
Y para los figurones siempre vacíos que buscan afanosamente la foto, escribió Borges en El hacedor“Ya se había adiestrado en el hábito de simular que era alguien para que no se descubriera su condición de nadie” y también, en otro tramo de esa colección, subrayaba la trascendencia de la teoría al sostener que “La práctica deficiente importa menos que la sana teoría”. Se solía mofar de la xenofobia y los nacionalismos, así definió al germanófilo en la segunda guerra, no aquel que había abordado a Kant ni había estudiado a Hoelderin o a Schopenhauer sino quien simplemente  era “anglófobo” que “ignora con perfección a Alemania, pero se resigna al entusiasmo por un país que combate a Inglaterra” y, para colmo de males, era antisemita. En el ensayo anteriormente mencionado sobre el individualismo enfatiza que “el nacionalismo quiere embelesarnos con la visión de un Estado infinitamente molesto”.
Sus muy conocidos símbolos revelan distintas facetas del mundo interior. Los laberintos ponen de manifiesto el importante sentido de la perplejidad y el asombro como condición necesaria para el conocimiento y el sentido indispensable de humildad frente a la propia ignorancia. Los espejos -cuando se mira en profundidad la propia imagen- “atenúa nuestra vanidad” y, simultáneamente permite ver que “somos el mismo y somos otros” en el contexto de las variaciones que operan en el yo a través del tiempo. Los sueños como anhelos y como fantasía. La manía borgeana por los tiempos circulares si se partiera de la premisa que todo es materia y el universo finito, lo cual conduce a permutaciones repetitivas (noción que, entre otros textos, la adopta en “La biblioteca total”, en conformidad con una conjetura que comenta Lewis Carroll dado “el número limitado de palabras que comprende un idioma, lo es asimismo el de sus combinaciones posibles o sea el de los libros”). Y, por último, el color amarillo del tigre como su primer recuerdo “no físicamente, sino emocionalmente” que se une al color que frecuentemente veía en su ceguera.
Ante todo, Borges se caracterizó por su independencia de criterio y su coraje para navegar contra la corriente  de la opinión dominante y detestaba “al hombre ladino que anhela estar de parte de los que vencen” tal como escribió en la antes menciona nota sobre los germanófilos…“a un caballero solo le interesan las causas perdidas” recordó con humor nuestro personaje en el reportaje conducido por Fernando Sorrentino.
En el prólogo a unas pocas de las obras de Giovanni Papini (otro cuentista y ensayista extraordinario con una prodigiosa imaginación) dice Borges: “no se si soy un buen escritor; creo ser un excelente lector o, en todo caso, un sensible y agradecido lector”.
Edwin Williamson, Victoria Ocampo, Rodríguez Monegal, Norman Thomas di Giovanni, María Esther Vázquez, Alicia Jurado y tantísimos otros han escrito sobre Borges y otros tantos lo han entrevistado (apunto al margen que le dijo a Osvaldo Ferrari que “cuando uno llega a los ochenta y cuatro años uno ya es, de algún modo, póstumo”) y una cantidad notable de tesis doctorales producidas en todos los rincones del orbe sobre este firme patrocinador del cosmopolitismo. De cualquier manera, no por reiterado es menos cierto y necesario decir que este autor constituye una invitación portentosa y renovada a la pregunta y al cuestionamiento creador.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

LA TIRANÍA DE UNA AGENDA NEFASTA

Por Alberto Benegas Lynch (h)

Resulta en verdad llamativo que personas que se consideran independientes y con un coeficiente intelectual aceptable se dejen manipular y llevar de las narices por quienes los embarcan en temas que en definitiva son irrelevantes. Tal vez si no les impusieran las agendas sobre los asuntos a tratar, ellos seleccionarían otros temarios pero aparentemente no pueden zafar de lo que se comenta y quedan entrampados en lo que otros dicen.

Este es el caso típico de las ofertas electorales: a medida que se acercan las fechas de los comicios o de un cambio de gobierno las discusiones se limitan a quien es el menos malo o si se votará entre el abismo y lo inoperante, entre las medias tintas o el despeñadero. Se consume así parte importante de la vida y se hace abandono de lo crucial, cual es el fundamento mismo de la sociedad abierta. Se dejan de lado esfuerzos tendientes a mostrar ideas de fondo que precisamente permitirán un mejor futuro. Es la tiranía de un temario suicida. Como he consignado antes, se procede como el perro histérico que en círculos pretende morderse la cola.

Se argumenta que no hay tiempo para imaginar otros horizontes y, paradójicamente, se extermina la cuarta dimensión con nimiedades en comparación con proyectos que permitirían zafar de los incendios cotidianos.

Los torrentes salivares y los mares de tinta que absorben lo temas comiciales no dejan resquicio para resolver los problemas a través del estudio y la difusión de valores y principios que permitirán salir del atolladero.

Todo este cuadro de situación parece montado deliberadamente para bloquear soluciones de fondo al machacar en intercambios interminables sobre lo superficial. Es que resulta más cómodo declamar sobre candidatos electorales en lugar del trabajo que demanda el escudriñar sobre los fundamentos de la libertad y las consecuencias nefastas de los atropellos a los derechos por parte de los aparatos estatales.

Algo parecido sucede con ciertos personajes que se consideran intelectuales pero que la juegan de políticos proponiendo medidas que reconocen que no apuntan ni remotamente a lo más conveniente pero que las sugieren porque son “políticamente correctas” con lo que abdican de su rol intelectual y en la práctica se venden al mejor postor.

La cuestión clave es comprender que la opinión pública en última instancia se mueve por las ideas al momento dominantes y que esas ideas nacen primero de cenáculos intelectuales que se van esparciendo como los círculos concéntricos en un estanque cuando se arroja una piedra. Se desplazan hacia los lados en donde se van tocando áreas cada vez más amplias. Las ideas no vienen del aire, son fruto de trabajos previos.

Pero si en lugar de ocuparnos de las ideas nos circunscribimos a pontificar sobre fórmulas electorales, habremos perdido lastimosamente  el tiempo y siempre estaremos empantanados en comicios circunstanciales.

Repetir como loros lo que ya está en los diarios y en los noticieros no tiene gracia. Es como detenerse en consideraciones meteorológicas frente a un enfermo grave de la familia que requiere nuestra atención.

Es hasta tragicómico observar con la rapidez que las personas suelen engancharse en acaloradas discusiones sobre nimiedades electorales mientras el país se derrumba.

En otras oportunidades me he detenido por separado y en detalle en ejemplos de ideas que podrían debatirse. En esta oportunidad solo los menciono al correr de la pluma al solo título recordatorio: la eliminación de todas las embajadas en vista de los modernos canales de comunicación, cambio del sistema nefasto del mal llamado sistema de seguridad social en realidad de inseguridad antisocial, liquidación de la banca central y el curso forzoso para que la gente pueda elegir el activo dinerario de su preferencia, el establecimiento de un genuino federalismo donde las provincias coparticipen al gobierno central solo para relaciones exteriores y defensa, eliminación de los ministerios de educación y cultura como opuestos a sistemas abiertos y competitivos en busca de excelencia, prohibición de deuda externa gubernamental al efecto de no comprometer futuros patrimonios de quienes no han participado en el proceso electoral que eligió al gobernante que contrajo la deuda, reestructuración de la maraña impositiva para establecer solo gravámenes indirectos, proporcionales y mínimos para atender los requerimientos del republicanismo, eliminación  de aranceles que siempre incrementan la inversión por unidad de producto, permitir negociaciones libres en el mundo del trabajo en el contexto de la eliminación de retenciones al fruto del trabajo ajeno y la introducción de vallas adicionales a los aparatos estatales en los tres poderes en base a lo sugerido por pensadores consubstanciados con la tradición liberal.

Por supuesto que para los distraídos estas propuestas de debate suenan como un balde de agua fría si han centrado las energías solo en descifrar embrollos comiciales sin haber prestado atención a los temas de fondo. Y no es que deban adoptarse las sugerencias telegráficamente mencionadas en esta nota periodística, sino que se trata de salir del letargo y trabajar las neuronas para eventualmente proponer otros caminos y así abandonar el pantano. Pero, nuevamente, si nos limitamos a consideraciones sobre cuales son los nombres propios de las alianzas electorales circunstanciales no habremos avanzado nada hacia lo que es en realidad la meta de toda persona de bien: el mayor progreso moral y material para cada una de las personas, especialmente para los más necesitados.

En todas las reuniones a las que asisto últimamente cuando comienzan los comentarios sobre vericuetos de la política vernácula propongo que dejemos de lado lo ya sabido y es que en el escrutinio final votaremos por el menos malo de quien tenga posibilidades de ser electo, pero para salir del pantano y alejarnos de la calesita reiterativa y tediosa más bien pasemos a otro asunto clave y es que nos preguntemos que hace cada uno diariamente para despejar ideas y por tanto para cambiar el rumbo que en el caso argentino nos aplasta hace siete décadas.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

ATROPELLOS DE UNA CASTA POLÍTICA DE INTOCABLES

Por Alberto Benegas Lynch (h)

En otras ocasiones me he detenido a subrayar lo que a juicio de muchos intelectuales es el uso desaprensivo de la expresión “clase social” puesto deriva de la idea que hay personas de una clase o naturaleza distinta. Esta noción deriva del marxismo en cuyo contexto se sostiene que el burgués y el proletario son de una clase o naturaleza distinta ya que poseen una estructura lógica diferente. En este sentido son consistentes con su premisa, aunque ésta esté errada ya que ningún marxista explicó en que estriba concretamente la diferencia, en que reside el manejo distinto de los silogismos y, por otra parte, que le ocurre al hijo de un proletario y una burguesa o que le sucede específicamente a la estructura lógica del proletario que se gana la lotería y así sucesivamente.

Como también hemos apuntado en su oportunidad, los sicarios nazis luego de galimatías varios en sus absurdas clasificaciones de lo que denominan arios y semitas llegaron a la conclusión que el tema era mental adoptando la concepción marxista al comprobar que solo diferenciaban a las víctimas de los victimarios rapando y tatuando a los primeros pues no había posibilidad alguna de clasificar en base a rasgos físicos.

Como queda dicho, si bien los marxistas son consistentes con sus premisas erradas, los que recurren inocentemente a la expresión “clase social” son del todo incoherentes con sus premisas porque no quieren decir que las personas de distinta clase sean de naturaleza distinta, lo que quieren decir es que obtienen ingresos distintos. En ese caso es mejor decir eso mismo: ingresos medios, ingresos altos e ingresos bajos. Por otro lado, el concluir que los de ingresos altos en general pueden acceder a una educación formal de mejor calidad que los de ingresos bajos es una grosera perogrullada pero en una sociedad abierta en donde la movilidad social es máxima no significa que la gente muta su naturaleza o cambia de clase de persona al elevar o reducir sus ingresos.

Más aún, aludir a la clase baja constituye una torpeza repugnante, referirse a la clase alta es de una frivolidad digna de la mayor tilinguería y hacerlo respecto a la clase media es llamativamente anodino.

Una vez aclarado lo anterior, vamos a lo que Milovan Djilas bautizó como “la nueva clase” en un best-seller que lleva ese título y que se tradujo a once idiomas. Un ex cómplice y partícipe directo del totalitarismo que conoció desde adentro todas las artimañas del poder como fueron los también resonantes casos de Eudocio Ravines y Whittaker Chambers sobre los que he escrito en otras ocasiones. Los tres consideraron en una primera instancia que los desbarranques se debían a malas gestiones del sistema, tardaron en percatarse que el asunto no radica en las personas que administran un sistema autoritario sino en el sistema mismo: en el manejo arbitrario de las vidas ajenas, en el abuso del poder político, en la soberbia de los mandamases, en otros términos, en la falta de libertad y el consiguiente atropello a los derechos de las personas y la aniquilación de las autonomías individuales.

Se trata en este caso efectivamente de una casta por el momento de intocables, una clase que agrupa a personas que apuntan a la extender el poder a todos los vericuetos de lo que hasta el momento era vida privada y a mantener y ampliar los privilegios de ese conglomerado de políticos irresponsables. Es una agrupación de sujetos que tienen como denominador común un deseo irrefrenable de dominación y una marcada inclinación a la acumulación de privilegios y dádivas de procederes turbios. Una clase por cierto aborrecible cuyo eje central apunta al daño sistemático e institucionalizado a seres inocentes. Una mezcla diabólica entre lo estipulado por Orwell y Huxley respectivamente.

La elaboración de Djilas es extrapolable no solo a todos los regímenes dictatoriales sino a estructuras políticas a veces consideradas democráticas pero que en verdad son cleptocracias en las que los sueños de vida, las libertades y las propiedades están en manos de desvaríos monumentales de los gobernantes de turno.

En este contexto la nueva clase paradójicamente se instala argumentando que deben eliminarse las clase mientras filtran el abuso de poder envuelto en un dogmatismo y una intolerancia inaceptables para todo lo que se le opone, lo cual indefectiblemente gangrena al cuerpo social. Esta casta de políticos y funcionarios no son todos los burócratas ni todos los políticos, son los que tienen una sed ilimitada de chupar la sangre del prójimo. Son los arrogantes que consideran que son los iluminados del momento y que deben contar con un cheque en blanco para imponer sus veleidades sobre las vidas y haciendas ajenas. En esta instancia del proceso de evolución cultural hay y ha habido políticos -los menos- que estrictamente limitan sus funciones a la preservación de derechos que son anteriores y superiores a la existencia de todo gobierno.

En cambio, la nueva clase está formada por ideólogos en el sentido más difundido del término, a saber, los que pretenden imponer sistemas cerrados, terminados e inexpugnables, es decir, a contracorriente del espíritu liberal por naturaleza abierto a procesos evolutivos que toman el conocimiento con la característica de la provisionalidad abierta a posibles refutaciones en el contexto del respeto recíproco a proyectos de vida distintos a los que caprichosamente se esmeran por encajar los megalómanos

Todo comienza con los primeros pasos. En nuestro caso, se trata de avances del aparato estatal en faenas que los principios republicanos no permiten pero que un poco de estatismo posibilita ganar elecciones. La célebre demagogia. En el caso de progreso material hay quienes sienten envidia por los que obtienen ingresos más suculentos que los suyos y pretenden el manotazo. Como no queda bien robar a mano armada, les piden a los gobernantes que hagan la tarea por ellos a través de muy distintos procedimientos fiscales vociferando que la riqueza es el resultado de la suma cero en lugar de atender la realidad en cuanto a que es un proceso dinámico y cambiante en una sociedad abierta según la capacidad de cada cual para atender las necesidades de los demás.

Pero al instalar una venda sobre los ojos para que no pueda espiarse la realidad, se consolidan en el poder los políticos inescrupulosos y quedan atrás los que no se atreven a adoptar medidas groseramente intervencionistas y estatistas. De este modo entonces se convierte el asunto en una carrera por promesas cada cual más “progresista”, este aditamento absurdo que en verdad alude a su antónimo puesto que permite enganchar a los incautos para arrastrarlos con la furia del fanático al retroceso moral y crematístico.

Más abajo veremos algunas sugerencias para revertir esta tendencia que promete acabar con la democracia tal como fue concebida para vivir en libertad en oposición al autoritarismo, pero ahora mencionamos algunas de las recetas iniciales que causan el problema de marras.

Veamos muy telegráficamente siete pilares sobre los que se basa la nueva clase de donde derivan otras medidas autoritarias que en escalada tarde o temprano terminan en una fatídica tendencia a amordazar la prensa independiente y a enclaustrar mentes a través de sistemas educativos vigilados y reglamentados por estructuras políticas a contracorriente de sistemas abiertos en competencia.

En primer lugar, la manía del igualitarismo de resultados que en contraposición a la igualdad ante la ley la pretenden prostituir sustituyendo de contrabando el ante por el mediante la ley y así en mayor o menor medida se aplica la guillotina horizontal que inexorablemente difiere de lo estipulado por la gente con sus compras y abstenciones de comprar en los supermercados y afines. Esta mal asignación de los siempre escasos recursos necesariamente se traduce en derroche, lo cual, a su vez, hace que bajen los salarios e ingresos en términos reales.

En segundo término, la idea desformada del derecho confundiéndola con pseudoderechos. Derecho es la facultad de usar y disponer de lo adquirido legítimamente pero de ningún modo el echar mano por la fuerza al fruto del trabajo ajeno. En un medio oral acaba de declarar un conocido político argentino que “frente a cada necesidad nace un derecho”, en realidad una barrabasada superlativa que pone al descubierto el desconocimiento más palmario no solo del “dar a cada uno lo suyo” según la definición clásica de la Justicia sino que  bajo tierra apunta  a arrancar recursos de los bolsillos de otros recurriendo a la violencia.

Tercero, la nueva clase usa un lenguaje hipócrita al alardear de una defensa de los pobres cuando los expolia a través de medidas antieconómicas, al tiempo que suele acumular riquezas malhabidas y siempre engrosa sus propias filas con privilegios de muy diverso calibre.

Cuarto, se basa como apoyo logístico en legislaciones sindicales que operan con recursos descontados coactivamente de los trabajadores y con representaciones compulsivas.

Quinto, la nueva clase descansa en alianzas con empresarios prebendarios que como un intercambio de favores les entregan mercados cautivos en el contexto de una economía cerrada a la competencia nacional e internacional.

Sexto, estatizan actividades comerciales al efecto de incrementar su poder aunque arrojen déficits crónicos y los servicios disminuyan de calidad a ojos vista.

Y séptimo, recurren a subterfugios monetarios y bancarios alegando un tragicómico fine tuning para que la nueva clase pueda hacerse indebidamente del fruto del trabajo de los gobernados a quienes esquilman sin piedad aparentando luchas contra la inflación.

Si nos damos cuenta de estas exacciones por las que aumenta el gasto público, los impuestos y la deuda estatal, es menester producir cambios para deshacernos de la nueva clase. No tiene sentido limitarse a la queja y pretender cambios aceptando un sistema que incentiva y entroniza la nueva clase.

Antes me he referido a posibles modificaciones al efecto de introducir vallas a la extralimitación del poder, pero es del caso repasarlos brevemente, no necesariamente para que se adopten tal cual sino como una invitación a usar las neuronas para pensar en otros procedimientos que dejen sin efecto los atropellos de la nueva clase o casta consubstanciada con un Leviatán desbocado.

Para estos propósitos antes hemos propuesto meditar acerca de posibles cambios de carácter sustancial en los tres poderes para reafirmar la democracia al estilo de los Giovanni Sartori de nuestra época alejándola de los peligros de los Hugo Chávez de nuestro tiempo.

En esta línea argumental, sugerimos que los integrantes del Poder Legislativo sean ad honorem como algunos de los cargos en las repúblicas de Venecia y Florencia de antaño, dejando de lado legislaciones incompatibles con el Estado de Derecho que abren las puertas a conflictos de intereses inaceptables e incompatibles con el sentido jurídico de la Ley.

Proponemos también aplicar al Ejecutivo la recomendación de Montesquieu que se encuentra “en la índole de la democracia” en el sentido de proceder a elecciones por sorteo al efecto se subrayar lo dicho por Karl Popper en cuanto a la imperiosa necesidad de trabajar en el fortalecimiento de las instituciones y no sobre los hombres para que “el gobierno haga en menor daño posible”, a lo cual puede agregarse la idea del Triunvirato tal como fue argumentado originalmente en la Asamblea Constituyente estadounidense según relata en sus memorias James Madison.

Por último, introducir y generalizar el sistema de arbitrajes privados en el Poder Judicial sin ninguna limitación, incluso sin la necesidad que quienes actúen sean abogados, en el contexto de una carrera judicial rigurosa y estricta bien alejada del positivismo legal que ha hecho estragos al derecho.

La inercia y las telarañas mentales no permiten salir del pantano del statu quo y del espíritu conservador en el peor sentido de la expresión. No puede resolverse un problema insistiendo en adoptar las causas que lo provocan. La nueva clase se está riendo a carcajadas homéricas de todos nosotros. Observan con deleite obsceno los preparativos de los procesos electorales y el acto comicial mismo con las fauces abiertas de par en par para engullirse el próximo botín.

Si las propuestas que recogemos para liberarnos de la nueva clase no satisfacen por algún motivo, piénsese en otras salidas pero no podemos quedar con los brazos cruzados frente a este espectáculo dantesco y al mismo tiempo bochornoso por el que quedan francos los tenebrosos pasillos hacia nuevos socialismos, al tiempo que se derrumba la democracia y el constitucionalismo que desde la Carta Magna de 1215 fueron ideados para limitar el poder y no para introducir una canilla libre de dislates que perjudican a todos pero muy especialmente a los más necesitados.

Se encienden las alarmas cuando representantes de la nueva clase declaran que quieren resolver los problemas de la gente, en lugar de dejarla en paz. Hay que combatir los residuos atávicos de la tribu, de ese modo los intocables de hoy no lo serán en el futuro.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Carta abierta al Presidente

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 3/9/18 en http://www.ambito.com/932518-carta-abierta-al-presidente

 

No creo ser original al escribirle una carta abierta. Hay muchos antecedentes, incluso en mi caso con usted y otros presidentes pero lo hago ahora en vista de los problemas que son del dominio público. Está inspirada en el deseo que comparto con muchos argentinos de que tenga el mayor de los éxitos en su gestión, no solo por tratarse de usted sino por los graves riesgos que el país corre si resurgen las tendencias que han dominado durante las últimas siete décadas, muy especialmente durante la última que ha acentuado notablemente la decadencia moral y material de nuestro medio.

 

Su gobierno no ha procedido con la firmeza necesaria para rectificar el rumbo y se ha mantenido en la misma pendiente del pasado por más que sus intenciones y las de sus colaboradores hayan sido las mejores. El gasto público es sideral, las exacciones fiscales son insoportables, la deuda estatal es creciente, el volumen total del déficit fiscal resulta descomunal y las manipulaciones monetarias y cambiarias contribuyen a agravar el problema. Como usted sabe, lo relevante son los resultados y no las explicaciones.

 

Se que usted pretende reducir la pobreza pero el camino elegido no conduce a buen puerto sino más bien lo aleja de los objetivos. Todavía estamos a tiempo para adoptar medidas de fondo que eliminen de cuajo funciones incompatibles con un sistema republicano. Como he consignado antes, no se trata de hacer más eficiente el gasto puesto que cuando algo es inconveniente si se torna eficiente es mucho peor. Tampoco se trata de podar gastos puesto que como también puntualicé en su momento, igual que con la jardinería la poda hace que el desarrollo resulte más vigoroso. Por último, no se trata de pretender un crecimiento al efecto de disimular la relación gasto/producto.

 

Usted no ha comenzado bien su administración al crear nuevos ministerios cuando, como queda dicho, deben eliminarse funciones y modificar drásticamente el organigrama del Ejecutivo. Somos concientes que su coalición no cuenta con mayoría en las Cámaras del Parlamento y que la batalla cultural es difícil, pero destaco sus errores no forzados que algunos pocos hemos puntualizado reiteradamente junto a propuestas varias para lograr el cometido.

 

Algunas de las medidas sugeridas son nominales en cuanto al volumen del gasto que representan pero muy demostrativas de una firme decisión de retomar nuestra mejor tradición alberdiana que hizo de la Argentina uno de los países más prósperos del planeta.

 

A esta altura podrán adoptarse medidas coyunturales que eventualmente pueden tapar los problemas que subyacen, pero descuento que usted quiere verdaderamente hacer que nuestro país retome la senda del progreso moral y material de antes de los golpes fascistas del 30 y del 43 que nunca debió abandonarse. La función medular de los aparatos estatales de compulsión son principalmente para que haya Justicia y seguridad, los entrometimientos en las vidas y en el fruto del trabajo ajeno perjudican a todos pero muy especialmente a los más necesitados. Décadas de estatismo nos han llevado a una situación de vulnerabilidad y de pobreza alarmantes.

 

Concretamente propongo que usted declare de inmediato que se abstiene de presentarse  a la reelección y postule a una candidata o candidato de su preferencia, anuncie medidas espectaculares que se han sugerido  para revertir la situación al efecto de volver a ganar la confianza de sus compatriotas que creen en las virtudes de la sociedad abierta y oxigene su gabinete. Que resulte claro que usted no está dispuesto a consumir tiempo y energías en campañas electorales. De este modo usted será juzgado como un estadista que se preocupa y ocupa de resolver los problemas que nos aquejan  y  podrá usted  presentarse con gran éxito en una futura contienda presidencial.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.