Luces y sombras en el nuevo tablero mundial

Por Alejandro Tagliavini. Publicado el 2/1/19 en: https://www.infobae.com/opinion/2019/01/02/luces-y-sombras-en-el-nuevo-tablero-mundial/?fbclid=IwAR0dhRuJOtD_j-x414kqrQoXCQjWalItw09gHdIUkBZPdsGIMT1qdsaZikc

 

(Foto: AFP)

El 23 de diciembre festejó su 85 cumpleaños Akihito, el emperador de Japón que abdicará el 30 de abril, y saludó a una multitud desde palacio al tiempo que se difundía un discurso dado tres días antes. Sometido a una cirugía cardíaca y a un tratamiento para combatir el cáncer, será el primer emperador en abdicar en más de dos siglos. Con apenas un hilo de voz y muy emocionado se lo escuchó al que es, probablemente, el dirigente más respetado en el mundo: su rectitud, bondad y empatía son reconocidas hasta por los adversarios de Japón.

«Me da consuelo que la ‘era Heisei’ [título de su reinado] esté llegando a su fin libre de guerra en Japón» ha dicho el emperador del Sol Naciente que reinó durante una era de paz, armonía y un gran desarrollo tecnológico y, consecuentemente, económico. Evitando mensajes políticos explícitos, Akihito lanzó su indisimulada preocupación por el creciente discurso militarista y nacionalista sostenido, entre otros, por el primer ministro, Shinzo Abe.

Entretanto Vladimir Putin advierte que se subestima el riesgo de una guerra nuclear, y días atrás presidió el ensayo del misil hipersónico Avangard, que recorrió seis mil kilómetros entre los Urales y Kamchatka, que, según el gobierno ruso, puede superar el escudo antimisiles estadounidense. «Somos los primeros en tener este tipo de arma», aseguró Putin. Estados Unidos no tiene defensas contra las armas hipersónicas que también China desarrolla. Moscú ha estudiado las vulnerabilidades americanas, por eso prefiere la velocidad y los sistemas que no tracen trayectorias predecibles.

En la otra parte del mundo, la detención en Vancouver de Meng Wanzhou, vicepresidenta e hija del fundador de Huawei, el mayor proveedor global de telecomunicaciones, ha desatado una tormenta diplomática. El pasado 11 de diciembre se le concedió libertad condicional mientras se resuelve la solicitud de extradición hecha por la fiscalía estadounidense que la acusa de esquivar las sanciones a Teherán. En represalia, Pekín ha detenido al menos dos canadienses.

En cualquier caso, es fuerte la sospecha de que el gigante chino está en la mira de Washington y de algunos de sus aliados porque la empresa lidera la carrera en el desarrollo de la tecnología 5G. Además de las chinas Huawei y ZTE, las otras empresas dominantes en esta tecnología son las europeas Ericsson y Nokia, y la japonesa NEC.

«Estamos perdiendo (…). Quien domine el mercado del 5G tendrá una tremenda ventaja para la información», asegura el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos. Por cierto, China, por «razones de seguridad» y para defender sus compañías estatales, publicó nuevas normas para las empresas, extranjeras y chinas, privadas o estatales, que contienen una «lista negativa» de cuatro tipos de empresas prohibidas y otras 147 categorías que necesitan permisos del Gobierno.

Todo esto me recuerda los casos de Snowden y Assange. A ver. La información —la verdad— es el «arma» más eficiente para conseguir la paz y el desarrollo económico. Por esto, los Estados modernos, que basan su «autoridad» en el monopolio de la violencia, pretenden controlar y limitar la información y la verdad, porque los deja inermes. De nada sirve el mayor ejército contra un solo ciudadano capaz de conocer y adelantar sus movimientos y, entonces, jaquearlo o ponerse a resguardo.

¡Tenno heika banzai! —¡Diez mil años de vida al emperador!—, de la paz, de la verdad, del desarrollo de su pueblo.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.

Mauricio, no necesitás al G20 para integrarnos al mundo

Por Iván Carrino. Publicado el 6/12/18 en: http://www.ivancarrino.com/mauricio-no-necesitas-al-g20-para-integrarnos-al-mundo/

 

Los países no comercian. Sí las personas.

¡Qué bien que salió el G20! Por un rato al menos, pasamos de ser la barbarie tirapiedras, a una ciudad Suiza. Ni la izquierda piquetera consiguió alterar la tranquilidad con la que pasaron las jornadas de la Cumbre Internacional del grupo de los 20 países más económicamente relevantes del mundo.

Hasta le ganamos a París, donde mientras acá “La Bestia” cargaba nafta y Ángela Merkel comía en una parrilla de Palermo, los chalecos amarillos incendiaban todo a su paso.

No debe haber habido nadie que no reconociera la buena organización del evento y el profesionalismo con que todo se llevó a cabo. Obviamente,  hubo algún traspié, como el evento de Michetti con Macron, pero en líneas generales, todo salió bien.

Y mejor de lo esperado, para quienes habitamos este caótico país.

El presidente, por su parte, capitalizó el encuentro y reforzó su discurso de integración al mundo civilizado.

Nos estamos integrando al mundo. Las cosas requieren un tiempo. Hay que tener constancia, herencia y paciencia (…) Nunca tuvimos la relación que tenemos ahora con el mundo. La autoestima volvió a estar presente en estos días.

En los días en que los presidentes del mundo visitaron la ciudad, el gobierno argentino firmó todo tipo de acuerdos. Además, dijo querer avanzar con la Unión Europea y prometió abrir mercados.

Aparentemente, el G20 sería un punto de partida para incrementar nuestro comercio internacional, que hoy es apenas del 23% del PBI, cuando en el mundo la suma de exportaciones e importaciones asciende al 58%.

Lo cierto, sin embargo, es que no se necesitan ni tratados especiales ni cumbres internacionales para hacerlo.

Las personas comercian, no los países

Cuando hablamos de comercio internacional solemos mirar números agregados. La semana pasada, en un estudio de TV, mientras hablaba el Primer Ministro Shinzo Abe, de Japón, el periodista sacaba a relucir la cantidad de exportaciones que hacíamos a ese país.

¿Qué relación tenemos con Japón? “Exportamos USD 1500 millones”, respondió el analista.

Como si todos los argentinos produjéramos USD 1.500 millones de dólares de soja para vendérsela a los varios millones de japoneses que la consumen.

En realidad, la situación es diferente. Es que ni todos comerciamos con todos, ni los países comercian entre sí. En realidad, todas estas construcciones retóricas tienen como base la decisión de un individuo.

Un individuo que, ubicado en Argentina, encontró más conveniente tomarse el trabajo de exportar una tonelada de soja a Japón, en lugar de venderla en el mercado interno. Y otro individuo que, del otro lado del mundo, encontró que era más barato y de mejor calidad comprar esa tonelada fabricada en nuestro suelo, en lugar de en otro lado.

Como se observa, son las personas las que comercian entre sí, en base a sus apreciaciones sobre qué es lo más conveniente hacer con su dinero y su producción.

Y es de esta forma que se ha producido el comercio internacional. Porque algunas personas, ubicadas en un territorio, encontraron que era mejor vender y comprar fuera del territorio, que hacerlo puertas adentro.

La globalización, entonces, es un orden espontáneo, donde las decisiones individuales de millones de personas terminan generando un mundo cada vez más conectado…

A menos, claro, que el gobierno se interponga.

Proteccionismo y apertura unilateral

Los individuos, dejados en libertad para decidir, intercambiarán con quien mejor satisfaga sus necesidades. Si esta contraparte se encuentra en otro país, entonces habrá comercio internacional.

Sin embargo, producto de falacias mercantilistas, o bien para proteger algunos lobbies, los gobiernos suelen cruzarse en el camino. Así, nace el proteccionismo, que básicamente consiste en impedir que los intercambios libres ocurran entre personas ubicadas en diferentes países.

Argentina conoce mucho de esta materia. Si miramos los números, estamos de la mitad de tabla para abajo en el ránking de apertura comercial de la Fundación Heritage, tenemos uno de los aranceles a las importaciones más altos de la región y casi no hemos firmado acuerdos de Libre Comercio.

Es decir, somos un país extremadamente cerrado donde el proteccionismo es la norma.

Entonces: ¿qué hacemos?

Para Macri, hay que acudir al G20. Puede ser… Una opción para “integrarse” es firmar tratados donde ambos países otorgan “concesiones”. Ahora esto puede llevar varios años, como lo demuestra el acuerdo Mercosur-UE, que parece que nunca se firmará.

Pero otra estrategia es la apertura unilateral. ¿En qué consiste? En eliminar unilateralmente restricciones al comercio, reduciendo aranceles y barreras no arancelarias, permitiendo que los argentinos que quieran comerciar con el mundo, lo hagan libremente.

Este camino no es imposible ni peligroso. De hecho, es el que tomó el vecino Chile entre 1974 y el año 2003.

Cuadro Chile

En 1974, las barreras aduaneras en Chile llegaban a ser del 750% sobre el valor de los productos.

Entre 1975 y 1977, se decretó que el máximo arancel posible sería de 35%. Para 1977 y 1979, se unificaron los aranceles, y quedó solo uno de 10% para todas las importaciones. Esto se revirtió entre 1983 y 1984, pero el camino de la apertura unilateral se retomó en 1985.

En 1999 el arancel único volvió al 10% y para 2003 se lo redujo nuevamente al 6%.

Uno podría preguntarse por los resultados de esta estrategia. Y, si bien en el caso chileno debe decirse que la apertura se hizo en conjunto con otras reformas estructurales como el saneo de las cuentas públicas y el fin de la inflación, existe consenso de que abrirse al mundo ha sido muy positivo para el país vecino.

En dicho período, el PBI per cápita chileno se multiplicó por 3. Además, Chile redujo drásticamente la pobreza, desde al año 2000 que crece casi sin interrupciones, y todo esto con bajo desempleo y una muy baja y estable tasa de inflación.

En lugar de realizar tantas cumbres y reuniones burocráticas, podríamos aprender del caso chileno.

Estimado presidente, no necesitamos al G20 para integrarnos al mundo.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano. Es Sub Director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.

Reunión G-20 en Buenos Aires: burocracia a pleno y los niños siguen desnutridos

Por Alejandro A. Tagliavini. Publicado el 19/9/18 en: https://www.elnuevoherald.com/opinion-es/article219747495.html

 

Si hay una reunión incoherente es la del G-20. Integrado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido, Rusia, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, China, Corea del Sur, India, Indonesia, México, Sudáfrica, Turquía y la Unión Europea, representa el 85 por ciento del producto bruto, dos tercios de la población y el 75 por ciento del comercio mundial.

Es el principal foro para “la cooperación económica, financiera y política y busca generar políticas públicas que los resuelvan”, o sea, ver cómo los Estados interfieren al mercado dejándolo con menos libertad, imponiéndole regulaciones coactivas cuando el mercado es solo cooperación pacífica y voluntaria entre las personas.

Dado que este año la presidencia recae en el presidente argentino Mauricio Macri, la próxima Cumbre del G-20 se realizará Buenos Aires —primera vez en Sudamérica— entre el 30 de noviembre y el 1 de diciembre. Angela Merkel, Donald Trump, Vladimir Putin, Xi Jinping, Emmanuel Macron, Theresa May y Shinzo Abe serán algunos de los mandatarios presentes. Pero previamente, se realizarán “solo” unas 50 reuniones —que comenzaron en diciembre de 2017— entre equipos técnicos y ministros en 11 ciudades del país.

Además, fueron invitados Chile y Holanda, y España que es invitada permanente, y otros países representando bloques como Caricom (Jamaica), Asean (Singapur), Nepad (Senegal) y la Unión Africana (Ruanda). También estarán presentes el Banco Mundial, el FMI, la OCDE, el BID, el CAF, la OMC, la ONU, el FSB, la OIT y todas las siglas imaginables hasta agotar el abecedario de burócratas.

Si le parece poco, se desarrollan reuniones del B-20 (empresarios), el C-20 (ONGs), el L-20 (sindicalistas), el S-20 (científicos), el T-20 (think tanks), el W-20 (mujeres), y el Y20 (jóvenes). En total viajarán más de 3,000 personas.

El Gobierno gastará al menos $120 millones a lo que hay que sumarle los siderales viáticos de todos estos viajeros, más el sueldo de todos estos burócratas, en un país donde la pobreza ronda el 30 por ciento de la población y crece. Uno de los gastos más fuertes será en elementos como balas de goma y gases lacrimógenos: para reprimir Macri tiene dinero.

El más irónico de los temas a discutir será el de “Un futuro alimentario sostenible”. Hasta el oficialista Programa Mundial de Alimentos de la ONU reconoce que, “uno de los mitos más comunes… es que no hay suficientes alimentos en el mundo… los hay. El hambre… es una cuestión de acceso”. O sea, si hay hambre y desnutrición es porque la comida no llega a los más pobres debido a regulaciones e impuestos estatales que complican la distribución.

Por caso, los impuestos —como para solventar estas Cumbres— son una de las principales causas de pobreza desde que —aunque las cargas fiscales estén dirigidas a los más ricos— cuanto más alta es la capacidad económica de una persona con más fuerza los deriva hacia abajo: por ejemplo, algunos empresarios los pagan subiendo precios o bajando salarios.

Pero, además, se prohibirá el desarrollo normal de actividades y trabajo. Más allá de innumerables cierres de calles, los aeropuertos de Buenos Aires (Aeroparque, Palomar, San Fernando, Morón y 25 km a la redonda) estarán cerrados durante tres días y sólo recibirán oficiales. Hasta el Aeropuerto Internacional de Ezeiza se verá afectado.

Y el 30 de noviembre será feriado —en la ciudad de Buenos Aires— para “garantizar la logística” de la Cumbre.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.

G 20: burocracia a pleno, los niños desnutridos

Por Alejandro A. Tagliavini. Publicado el 19/9/18 en: https://alejandrotagliavini.com/2018/09/19/g-20-burocracia-a-pleno-los-ninos-desnutridos/

 

Si hay una reunión incoherente es la del G 20. Integrado por Alemania, Canadá, EE.UU., Francia, Italia, Japón, Reino Unido, Rusia, Arabia Saudita, Argentina, Australia, Brasil, China, Corea del Sur, India, Indonesia, México, Sudáfrica, Turquía y la Unión Europea, representa el 85% del producto bruto, dos tercios de la población  y el 75% del comercio mundial.

Es el principal foro para “la cooperación económica, financiera y política y busca generar políticas públicas que los resuelvan”, o sea, ver cómo los Estados interfieren al mercado dejándolo con menos libertad, imponiéndole regulaciones coactivas cuando el mercado es solo cooperación pacífica y voluntaria entre las personas.

Dado que este año la presidencia recae en el presidente argentino, Macri, la próxima Cumbre del G-20 se realizará Buenos Aires -primera vez en Sudamérica- entre el 30 de noviembre y el 1 de diciembre. Merkel, Trump, Putin, Xi Jinping, Macron, May y Shinzo Abe serán algunos de los mandatarios presentes. Pero previamente, se realizarán “solo” unas 50 reuniones -que comenzaron en diciembre de 2017- entre equipos técnicos y ministros en 11 ciudades del país.

Además, fueron invitados Chile y Holanda y España que es invitada permanente, y otros países representando bloques como Caricom (Jamaica), Asean (Singapur), Nepad (Senegal) y la Unión Africana (Ruanda). También estarán presentes el Banco Mundial, el FMI, la OCDE, el BID, el CAF, la OMC, la ONU, el FSB, la OIT y todas las siglas imaginables hasta agotar el abecedario de burócratas.

Si le parece poco, se desarrollan reuniones del B-20 (empresarios), el C-20 (ONGs), el L-20 (sindicalistas), el S-20 (científicos), el T-20 (think tanks), el W-20 (mujeres), y el Y20 (jóvenes). En total viajarán más de tres mil personas.

El Gobierno gastará al menos US$ 120 millones a lo que hay que sumarle los siderales viáticos de todos estos viajeros, más el sueldo de todos estos burócratas, en un país donde la pobreza ronda el 30% de la población y crece. Uno de los gastos más fuertes será en elementos como balas de goma y gases lacrimógenos: para reprimir Macri tiene dinero.

El más irónico de los temas a discutir será el de “Un futuro alimentario sostenible”. Hasta el oficialista Programa Mundial de Alimentos de la ONU reconoce que “Uno de los mitos más comunes… es que no hay suficientes alimentos en el mundo… los hay. El hambre… es una cuestión de acceso.” O sea, si hay hambre y desnutrición es porque la comida no llega a los más pobres debido a regulaciones e impuestos estatales que complican la distribución.

Por caso, los impuestos -como para solventar estas Cumbres- son una de las principales causas de pobreza desde que -aunque las cargas fiscales estén dirigidas a los más ricos- cuanto más alta es la capacidad económica de una persona con más fuerza los deriva hacia abajo: por ejemplo, algunos empresarios los pagan subiendo precios o bajando salarios.

Pero, además, se prohibirá el desarrollo normal de actividades y trabajo. Más allá de innumerables cierres de calles, los aeropuertos de Buenos Aires (Aeroparque, Palomar, San Fernando, Morón y 25 km a la redonda) estarán cerrados durante tres días y sólo recibirán oficiales. Hasta el Aeropuerto Internacional de Ezeiza se verá afectado. Y el 30 de noviembre será feriado -en la Ciudad de Buenos Aires- para “garantizar la logística” de la Cumbre.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.

Japón recorta su perfil pacifista

Por Emilio Cárdenas. Publicado el 9/7/14 en: http://www.lanacion.com.ar/1708248-japon-recorta-su-perfil-pacifista

Tras la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial, su Constitución -en cuya redacción contribuyeron directamente los norteamericanos, en 1947- incluyó una «cláusula pacifista» expresa. Me refiero a su artículo 9, que dice que «el pueblo japonés renuncia a la guerra como derecho soberano y a la amenaza o al uso de la fuerza como forma de resolver las disputas internacionales». Para ello, agrega, «no se mantendrán, en adelante, fuerzas de tierra, mar o aire, así como otras capacidades de guerra». Por ello los soldados japoneses no han disparado nunca un tiro contra tropas enemigas. En verdad Japón no ha estado involucrado militarmente en ningún conflicto armado desde 1945.

No obstante, lo cierto es que Japón tiene, desde 1954, modernas fuerzas militares para asegurar su derecho de defensa. Esto está, por cierto, en absoluta consonancia con el derecho inmanente a la legítima defensa que tienen todos los Estados, emanado expresamente del artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, para el caso de ataques armados.

Hace ya una década, el primer ministro Junichiro Koizumi comenzó de alguna manera a debilitar la referida noción constitucional sobre la que se que edifica el pacifismo japonés. Lo hizo al prestar apoyo logístico en la guerra de Afganistán. Para luego enviar algunas tropas a Irak, aunque estrictamente hablando, sin capacidad combativa. Esto es apenas como un apoyo no armado. Pero con autorización de usar sus armas excepcionalmente. Esto es, tan sólo en caso de ser agredidas.

Bajo la gestión del actual primer ministro nacionalista de Japón, Shinzo Abe, el pacifismo constitucional japonés ha continuado su proceso de erosión. Primero, con la conformación de un Consejo Nacional de Seguridad, inspirado en el similar norteamericano. Luego, con la sanción de una ley que protege los secretos de Estado. Y, además, con la flexibilización de las normas que hasta ahora restringieron las ventas japonesas de armas al exterior.

Esto ha sido consecuencia directa de las crecientes tensiones navales y aéreas con China, respecto de las islas japonesas emplazadas en el Mar del Este de China a las que Japón denomina como Senkaku. Apenas ocho peñascos en cuya vecindad habría importantes yacimientos de hidrocarburos.

Para algunos, este proceso está acercando paulatinamente a Japón a la «normalidad». Esto es, sacándolo de la situación patológica -casi de indefensión- en la que el mencionado artículo 9 de su Constitución lo había puesto. Lo que tiene que ver con la sensación de debilitamiento que algunos perciben respecto del escudo militar de protección brindado hasta ahora al Japón por los Estados Unidos desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Lo cierto es que el camino se ha recorrido sin tocar formalmente el texto constitucional. Reinterpretándolo. Con alguna cuota de flexibilidad, claro está. En lugar de tratar de modificar la Constitución, lo que supone transitar un proceso complejo en el que primero debe obtenerse la aprobación parlamentaria con una mayoría de los dos tercios y, luego, confirmarse la reforma mediante su aprobación en un referendo constitucional nacional.

Abe acaba de dar un paso más hacia la flexibilización de la «cláusula pacifista» de su Constitución al declarar recientemente que Japón, a su modo de ver, tiene «el derecho de defender a sus aliados». Lo que, como política, debe ser ratificada por el parlamento nipón. Esto permitiría a Japón salir en auxilio de países que también hoy tienen algunos sonoros conflictos marítimos fronterizos con China, como es, por ejemplo, el caso de Filipinas, o el de Vietnam.

El nuevo avance japonés en dirección a la flexibilización de su doctrina nacional en materia de defensa ha provocado reacciones adversas y preocupación en China, que acusa al Japón de dar un paso que supone poner en peligro la paz y seguridad regionales.

Buena parte del propio pueblo japonés, según sugieren las encuestas, está en contra del debilitamiento del pacifismo hasta ahora característico de su país. Hablamos de la mitad de los entrevistados. Contra apenas un tercio que, al ser preguntado, se manifiesta a favor de la política de Abe, reconociendo las nuevas realidades geopolíticas del mundo y de la región. Por esto, no sorprende que hayan ocurrido las primeras manifestaciones callejeras de repudio a la política de Abe en materia de defensa.

Hasta ahora, sin embargo, la popularidad de Abe no parece haberse resentido sensiblemente por lo actuado en materia de defensa. Tampoco por haber visitado, simbólicamente, el llamado santuario de Ysukuni, donde están enterrados los líderes japoneses de la época de la Segunda Guerra Mundial, considerados por algunos como héroes nacionales y, por otros, como criminales de guerra. Lo que es bien diferente.

Lo cierto es que hay muchos japoneses que están realmente identificados con el carácter pacifista que imprime al país su Constitución. Y seguramente lo defenderán. Si, de alguna manera, el tema llegara de pronto a la Suprema Corte, debe recordarse su tendencia a no inmiscuirse en las cuestiones que tienen que ver con la seguridad del Estado, respecto de las cuales, sostiene el alto tribunal, la responsabilidad primaria de conducirlas pertenece al Poder Ejecutivo. Lo que las transforma en «no judiciables».

Todo un cambio. Realizado paso a paso. Pero con coherencia. Atribuible a lo que algunos están calificando como el «revisionismo» chino, que hoy inquieta al mundo del mismo modo en que lo hace el revisionismo ruso, bastante más asertivo ciertamente.

En ambos casos, porque el «revisionismo» se invoca para consolidar los liderazgos nacionales en sus respectivas regiones inmediatas de influencia. Para lo cual se está recurriendo, lamentablemente, a mostrar (y, en el caso ruso, hasta a utilizar) la fuerza militar.

Puede anticiparse que, cuanto más parezca debilitarse el liderazgo internacional de los norteamericanos, más impulso tomará seguramente el derrotero que Abe está trazando para su país en materia de política de defensa. Por esto acaba de crear una nueva cartera ministerial, a cargo de las operaciones de apoyo militar a los aliados de Japón. Con razón Maquiavelo decía que un cambio siempre prepara otro.

 

Emilio Cárdenas es Abogado. Realizó sus estudios de postgrado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan y en las Universidades de Princeton y de California.  Es profesor del Master de Economía y Ciencias Políticas y Vice Presidente de ESEADE.

¡Eso señora @CFKArgentina, vayamos a la quiebra!

Por José Benegas. Pubicado el 6/9/13 en: http://josebenegas.com/2013/09/06/eso-senora-cfkargentina-vayamos-a-la-quiebra/

Tanto se ha criticado el uso de Twitter por la presidente de la nación y sin embargo parece haber hecho en esa red social un aporte muy interesante en su paso por la cumbre del G20. Le sobraron caractéres para “tuitiar” que en su reunión con el primer ministro de Japón Shinzō Abe le habló de “la necesidad de formular una ley de quiebras a nivel internacional” como una forma de enfrentar el problema de la deuda pública impaga.

Lo correcto hubiera sido hablar de un tratado, pero de cualquier manera lo que propuso la presidente es una genialidad, lo que no estoy muy seguro es de que sea consciente de lo que implica.

La quiebra supondría al menos dos cosas importantes para nosotros y para los acreedores. La primera sería la liquidación de los bienes de la fallida, esto es empresas comerciales, negocios como el fútbol para todos y todo tipo de activos que tengan un valor económico. La segunda la indagación sobre la responsabilidad penal de sus administradores. Toda quiebra abre una investigación sobre la posibilidad de que fuera fraudulenta, que existan acreencias inventadas, contratos realizados solo para vaciarla en beneficio de sus administradores. Un caso típico serían empresarios proveedores amigos de los gobiernos, que se pudiera sospechar además que fueran testaferros. También operaciones que escondan prestaciones a título gratuito, es decir sin una contraprestación justificable para el estado, como los recitales de Fito Paez, propagandistas contratados en los medios públicos o la pauta oficial.

Ambas cosas serían muy convenientes para los argentinos. Los acreedores en lugar de cobrar a costa de impuestos contra los contribuyentes argentinos que no acordaron ningún crédito con nadie, deberían rematar los bienes del estado, que de paso ya no tendríamos que mantener. Tendrían algo con qué cobrarse también los acreedores internos, como los jubilados por ejemplo. Las compañías comerciales en primer lugar y todo tipo de activos se rematarían en su beneficio. A su vez esos activos serían un límite a los acreedores, ellos no podrían pretender continuar sus pretensiones contra particulares..

Una vez que fuera establecido ese procedimiento, la capacidad de endeudarse de los estados sería limitada porque sus potenciales prestamistas deberán analizar su solvencia en base a sus bienes y a un flujo razonable y no al simple cálculo de que son un barril sin fondos dado que tienen la capacidad de obligar a terceros a trabajar para pagar sus deudas.

Supongamos que dejamos de lado otra de las consecuencias de la quiebra que sería la intervención de la administración por parte de un síndico para llevar a cabo el procedimiento, si la Argentina hubiera sido declarada en quiebra en 2002 el gobierno del matrimonio Kirchner hubiera sido de verdad uno de los mejores de la historia, porque no hubiera podido hacer nada de lo que hicieron desde que llegaron al poder. Por ejemplo, la idea de la quiebra es incompatible con su negativa a que se embarguen los bienes del estado.

De cualquier manera sospecho que más que en una quiebra la señora estará pensando en una suerte de “paga Dios”, es decir, que los estados puedan ofrecer a los acreedores lo que quieran y que esto no sea simplemente una situación “de facto” derivada de que no se los puede rematar, sino una prerrogativa avalada por los sindicatos de gobiernos. Quiere mantener el “es esto o nada” que es lo que le permitió a la Argentina lograr un nivel de adhesión al canje tan alto que ahora le permite pensar que los holdouts son una minoría testaruda, pero con cualquier mecanismo de quiebra eso no hubiera sido igual de sencillo, su margen de maniobra hubiera sido otro y el gobierno de los Kirchner hubiera terminado con la quinta de olivos convertida en un Club Med.

De cualquier manera el tratado del “paga Dios”, que supongo que es como la señora entiende a su propuesta también sería conveniente para los argentinos. Porque el estado quedaría fuera de los mercados de crédito para siempre. La reducción a la nada de la posibilidad de cobrar haría que nunca más se le prestara un centavo. Y lo hubiéramos logrado sin tener que elegir en las elecciones a un gobierno serio, cosa que está visto que no queremos hacer bajo ninguna circunstancia.

Por desgracia para nosotros y por suerte para la señora Kirchner, lo que propone no es lo que va a pasar. Nadie quiere acabar con el negocio de unos falsos insolventes que están legitimados para cobrar impuestos y hacer responsables como siervos a individuos privados de cualquier compromiso que quieran firmar. Lo mejor para todos los que están en el juego es la prolongación de la situación indefinida en la que de vez en cuando algún juez pueda jugar al derecho sin hacer justicia de verdad nunca.

 

José Benegas es abogado, periodista, consultor político, obtuvo el segundo premio del Concurso Caminos de la Libertad de TV Azteca México y diversas menciones honoríficas. Autor de Seamos Libres, apuntes para volver a vivir en Libertad (Unión Editorial 2013). Conduce Esta Lengua es Mía por FM Identidad, es columnista de Infobae.com. Es graduado del programa Master en economía y ciencias políticas de ESEADE.

Emerge un nuevo Japón

Por Emilio Cárdenas. Publicado el 1/8/13 en: http://www.lanacion.com.ar/1605793-emerge-un-nuevo-japon

Las recientes elecciones parlamentarias japonesas -como era previsible- parecen haber consolidado el liderazgo del carismático primer ministro Shinzo Abe, con el regreso al centro del escenario político de su partido: el Liberal Democrático.

Esto supone por lo menos dos cosas. Primero, consolidar los cambios económicos drásticos que han comenzado a ser implementados por Abe para revitalizar una economía anestesiada por dos lentas décadas de deflación. Segundo, dejar atrás al Japón «pacifista» que emergiera luego de terminada la Segunda Guerra Mundial, reemplazándolo por un país «normal». Esto último está sucediendo bajo la presión de los conflictos marítimo-territoriales que Japón mantiene con China, los que han ido creciendo en medio de una tensión preocupante.

Ocurre que el popular y nacionalista Shinzo Abe -y sus tradicionales aliados budistas del Nuevo Komeito- se han asegurado esta vez el control de la legislatura, al menos por los próximos tres años. Lo que es todo un cambio político. Aunque, cabe aclarar, sin contar con los dos tercios de las bancas legislativas necesarias para comenzar a revisar la Constitución de 1947 y someter luego los cambios que se aprueben a un referendo nacional ratificatorio.

Las recientes elecciones, sin embargo, mostraron una debilidad. La aparente apatía o desinterés de una parte importante de los votantes. Porque la concurrencia a las urnas resultó inusualmente baja, de apenas un 52% de los ciudadanos japoneses autorizados a votar, contra el 58% que votara en la elección anterior.

El oficialismo se ha recuperado así de la que fuera una aplastante derrota sufrida hace apenas cuatro años. En una suerte de contracara, la oposición, esto es el Partido Demócrata -desprestigiado por un manejo desacertado de la crisis nuclear del 2011, en Fukushima- hizo la peor elección desde su creación, en 1998. Como resultado, sólo tendrá ahora 17 de los 242 escaños de la Cámara alta.

Transformado en un dinámico -y por momentos hasta vibrante- agente de cambio, Abe, a los 58 años, está claramente sacudiendo a la sociedad de su país, que pareciera estar -como nunca en los últimos años- abierta a endosar una transformación profunda.

Incluyendo la eventual revisión de la actual Constitución, de modo de reemplazar a las llamadas fuerzas de «autodefensa» por estructuras y fuerzas militares más normales, esto es mucho más poderosas y modernas, sin ataduras o limitaciones obsoletas. Esto ha despertado desconfianza no sólo en China, sino en toda la península coreana, desde que la sombra de la agresividad histórica del Japón en su propia región aún genera recelos.

La aprobación pública de Abe es alta, en rigor del orden de un 60%. El primer ministro -que sigue los pasos de su mentor, Junichiro Koizumi, derrotado en 2006- ha lanzado un verdadero maremoto de estímulos económicos, con los que ha logrado poner en marcha, al menos por ahora, a una economía adormecida que ya parece haber despertado de su larga parálisis.

El optimismo es muy grande en los mercados. Hay una sensación de viento de popa, con un Abe firmemente a cargo del timón del país asiático

Me refiero a un paquete que incluye agresivas medidas monetarias de estímulo, el aumento del gasto público de inversión, así como algunas medidas estructurales adicionales que, aunque anunciadas, aún no han sido específicamente totalmente definidas, tales como la baja de la presión tributaria a las sociedades, el alza del impuesto a las ventas, un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos con la eventual reducción del proteccionismo agrícola y el regreso a priorizar la generación nuclear de energía eléctrica. Además de un acercamiento más profundo a los mecanismos del mercado, en general.

Con un yen devaluado, la Bolsa de Tokio y las exportaciones japonesas se han entonado. Los precios de las acciones japonesas han subido nada menos que un 40%, en lo que va del año.

No obstante, si de pronto las medidas en curso de aplicación fracasaran, la economía se desacelerara y los altos niveles de actividad propios de los 70 o los 80 se esfumaran, la popularidad de Abe podría comenzar a desdibujarse.

Por el momento, el optimismo es muy grande en los mercados. Hay una sensación de viento de popa, con un Abe firmemente a cargo del timón del país asiático. Japón ha comenzado a redefinirse desde sus propias entrañas. Lo que supone un proceso necesariamente lento, del que -por lo demás- no hay garantía alguna anticipada de éxito.

La esperanza de muchos japoneses parecería de pronto haber revivido, al compás de una economía que se ha puesto de pie y que necesitaba encontrar el camino para romper el cepo de su estancamiento, que la mantenía en una frustrante y desgastante inercia. En lo económico, el apoyo popular a Abe es hoy enorme. En lo político, quizás no sea tan grande.

La gran novedad entonces, es que un camino de cambio ha comenzado a transitarse. Japón ya luce diferente. Y esto es precisamente lo que Shinzo Abe quería que ocurriera, para que las reformas dispuestas -o por venir- no sólo se institucionalicen, sino que, además, comiencen a consolidarse, superando lo que fuera hasta no hace mucho una sofocante realidad.

Emilio Cárdenas es Abogado. Realizó sus estudios de postgrado en la Facultad de Derecho de la Universidad de Michigan y en las Universidades de Princeton y de California.  Es profesor del Master de Economía y Ciencias Políticas y Vice Presidente de ESEADE.