EL CISMA NO ES EL CAMINO

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 16/10/20 en: http://gzanotti.blogspot.com/2020/10/el-cisma-no-es-el-camino.html

Desde la negativa de Mons. Lefevbre al Vaticano II, nunca las aguas habían estado tan caldeadas de vuelta. Miles y miles de laicos, cientos y cientos de sacerdotes, obispos y cardenales, diciéndole de todo a Francisco, de mal modo, y en voz alta, por muchas cosas. Miles de católicos conservadores enfrentados a sus obispos pro-Francisco. Muchos escuchando las diatribas de Mons. Viganó, NO sólo contra Francisco, sino contra todo el Vaticano II, de vuelta (historia repetida) quien muestra a Francisco como la “consecuencia coherente” del Vat. II (grave error) Me llamó la atención, como símbolo (no como dato o número) el comentario de Mons. Schneider contra Fratelli tutti. Un rechazo total, completo, como nunca antes (creo) había generado una encíclica social. Los tiempos han cambiado. Juan Pablo II también tuvo encíclicas sociales muy de avanzada, pero se lo respetaba. ¿Qué ha hecho Francisco para ganarse tanta simpatía? Muchas cosas, obviamente, pero no es cuestión de reseñarlas porque eso iría en contra del objetivo de este artículo.

Está perfectamente bien que los que consideran que Francisco ha cometido graves errores sigan su conciencia y soporten este singular pontificado, como una prueba de Fe. Ese soportar implica confiar en el Espíritu Santo, hacer silencio muchas veces y expresar, sin causar escándalo, otras veces, nuestra visión, cuando el mal sería mayor de no hacerlo (y que Dios nos juzgue). Pero cuidado, hay una línea que nunca se debe cruzar: el cisma. Armar una Iglesia paralela, llevar el enfrentamiento a tal punto que Francisco no tenga más remedio que echarte de la Iglesia visible de una enorme patada (perdón que no traduzca ahora esta expresión a un Derecho Canónico más académico). Porque eso es el cisma, y eso nunca, nunca, ha solucionado nada en la Iglesia. A Rosmini, los asesores ultramontanos de Pío IX lograron CASI excomulgarlo, con mentiras espantosas. Se salvó sólo porque creo que Pío IX y León XIII se detuvieron cuando la injusticia podría haber llegado al colmo de la maldad. Pero la respuesta de Rosmini fue el silencio, la oración y la caridad. Y hoy Rosmini es beato e ilumina muchas conciencias (https://www.vatican.va/roman_curia/congregations/csaints/documents/rc_con_csaints_doc_20071118_beatif-rosmini_sp.html). Sí, 152 años después de su santa muerte. Esos son los tiempos de Dios. No los nuestros.

Francisco es el Papa. Nos guste o no. En materia de Dogma es infalible (1). Y no se preocupen porque el Dogma no le interesa. Así que calma. En todo lo demás, que lo disfrute. Que se divierta. Su tiempo, en comparación con el de Dios, es nulo. Mientras tanto, católicos, no dependamos tanto de Roma. Creo que, entre las cosas que Dios, como duro maestro, nos quiere mostrar, está esa. Que Francisco diga lo que quiera. Muchos, mientras tanto, en silencio, con calma (Dios me ayude) seguiremos nuestra conciencia, recurriremos, mientras podamos, a la Eucaristía y a la Penitencia (que son ex opere operato y no dependen de las disposiciones personales de obispos y sacerdotes), estudiaremos y meditaremos con Santo Tomás, con Juan Pablo II, con Benedicto XVI, con el Catecismo de la Iglesia de 1993, con el Catecismo de San Pío X por si algo no está claro, explicaremos la Fe NO “contra” alguien, y avanti. El tiempo de la Iglesia es el tiempo de Dios. 

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PD: en la foto, Antonio Rosmini. 

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(1) Sobre el tema del Magisterio ordinario en diversos temas y temas de Doctrina Social de la Iglesia, ver Sacheri, C. A.: El orden natural, Vórtice, 1975. 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación. Publica como @gabrielmises

DE LA QUANTA CURA A QUERIDA AMAZONIA, EL MISMO PROBLEMA: LA NO ACEPTACIÓN DE LA MODERNIDAD.

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 18/2/20 en: https://gzanotti.blogspot.com/2020/02/de-la-quanta-cura-querida-amazonia-el.html?fbclid=IwAR0QiHV3VPsltCQKMwoxpUvb-NmirJghoQJJNyV_aGqpnRB0hutGZPaQzFk

 

Sí. De 1864 a 2020, casi lo mismo. El mundo moderno sigue siendo el enemigo para gran parte de los pontífices, y lo terrible es que hacen de ello su magisterio.

De la Quanta cura casi todos se han olvidado, pero es esencial para entender el paso que tuvo que dar el Vaticano II. Allí Pío IX rechazó en bloque al “mundo moderno”, que él identificaba con los imperios napoleónicos. EEUU, como si no existiera. El que sí existió fue Mons. Dupanloup, que no sólo produjo el milagro de una aclaración “liberal” por parte de Pío IX (el elogio de la carta de Dupanloup) sino que inspiró algunas aclaraciones posteriores de León XIII con las cuales los pontífices (fíjense que no digo “La Iglesia”) pudieron manejarse con prudencia en ese mundo “moderno culpable excepto se demuestre lo contrario”. La clave era la incomprensión, la no aceptación, de la institucionalidad republicana, la incomprensión de la evolución de las instituciones inglesas, y sobre todo la NO distinción entre Iluminismo y modernidad. Claro, con Pío XII las cosas comenzaron a cambiar, y con Juan XXIII y el Vaticano II se dio un cambio importante en la aceptación de ciertas cuestiones esenciales de la Modernidad asumidas desde el Catolicismo: la laicidad del estado, la ciencia moderna, la libertad religiosa.

Pero cuáles eran las bases filosóficas de esa aceptación, no era fácil. Los teólogos y filósofos católicos  más importantes no se lucían al respecto. Gilsón y Fabro, a pesar de su genialidad metafísica, siguen convenciendo a generaciones enteras de que el mundo moderno es filosóficamente perverso en sí mismo, porque Descartes sería el inicio del idealismo absoluto que concluye en el ateísmo de Hegel. He allí la tesis de Fabro que pasó a ser casi un dogma de fe para los tradicionalistas. Cómo ir de allí al Vaticano II (esas tesis fueron redactadas en los 50), ah, he allí el misterio. Incluso Maritain, que tuvo que re-inventar la democracia a partir de Bellarmino, Suárez y las pequeñas ventanitas que había dejado abiertas León XIII, jamás dejó de condenar al mundo moderno en bloque identificado con las peores interpretaciones de Descartes, Lutero y Rousseau. Las instituciones anglosajonas brillaban por su ausencia hasta 1958, donde el gran pensador francés logró darse cuenta de que EEUU era otra cosa, sin insertar ello, sin embargo, en una articulación filosófica coherente.

Los católicos más bien tradicionalistas en cuestiones de Fe se formaban en esa perspectiva. No Maritain, que les parecía muy de avanzada (Maritain “de avanzada”: Dios mío….) sino una mezcla interesante entre la tesis de Fabro y manuales de filosofía de la naturaleza que ponían el inicio de la ciencia moderna en el nominalismo del s. XIV, aunque le rescataban la parte “técnica”. En medio de ello algunos como Honen,  Selvaggi o Jolivet trataban de fundar la ciencia moderna en las perlas dejadas por Santo Tomás pero “por afuera”, como “arreglando” algo mal planteado desde el principio.

O sea que el mundo moderno, filosófica y científicamente, era irredimible. ¿Derechos individuales? Ni hablar. O, mejor dicho, de eso sí habían hablado católicos como Montalembert, Lacordaire, Rosmini, Lord Acton, pero todos ellos habían quedado sumergidos por las condenas cuasi dogmáticas de Gregorio XVI y Pío IX. De ellos no se hablaba. Las vacunas democráticas de los católicos eran casi nulas, y así cayeron, desde Pío XI para abajo, en las garras de los fascismos europeos, excepto Maritain, como vimos, aunque, como vimos también, de milagro.

Cómo fue posible que de esa armadura antimoderna saliera el Vaticano II es increíble. Ratzinger/Benedicto XVI, uno de los pocos que  tenía una visión positiva de la modernidad y de los EEUU, lo explicó el 22 de Diciembre del 2005, pero hoy nadie se acuerda, por supuesto. Los padres conciliares, guiados por su sentido común más que por sus manuales de filosofía, se daban cuenta de que EEUU no era igual a Napoleón, de que la Libertad religiosa no era igual a indiferentismo, de que la ciencia moderna no era igual a nominalismo. Tal vez lo mejor de Santo Tomás pesó en ellos e hizo el milagro: la autonomía relativa del orden natural implicaba tanto el desarrollo de la ciencia como la laicidad del estado, y los horrores de la guerra, la ley natural de Santo Tomás, más Pío XII y Juan XXIII, los inclinaron a hablar de los derechos personales.

La clave era que por primera vez en su historia un pontífice, Pablo VI, firmó documentos donde la institucionalidad democrática y lo mejor de la modernidad eran aceptados, y a pesar de que no entendía la economía de mercado, alabó el desarrollo de los pueblos en clave católica.

Pero tampoco significó gran cosa.

Desde los 50 comenzó una nueva teología donde la distinción entre lo natural y lo sobrenatural era criticada. Toda la razón, si por distinción se entendía separación o semipelagianismo. Pero no quedó claro, y avanza una teología política donde la salvación comienza de algún modo con el progreso de los pueblos, donde lo natural y lo sobrenatural se funden. Y algunos pensadores, siempre dispuestos a “dialogar” con Marx y Hegel, excepto, por supuesto, con el liberalismo político y económico, le agregan a ello el análisis marxista de la lucha de clases y…. Y Gustavo Gutiérrez dijo, hágase la teología de la liberación, y se hizo. Pero fue también un proyecto anti-moderno, si por modernidad se entiende un proyecto político de libertad. Lo que antes era Franco, ahora lo era Fidel Castro. Ambos eran el cielo en la Tierra, uno de derecha, el otro de izquierda, pero en ambos el enemigo es la modernidad. El cielo en la Tierra de izquierda fue el camino que comenzaron a recorrer los obispos latinoamericanos (si alguno se opuso, no se escuchó) desde Medellín a Aparecida. Juan Pablo II y Ratzinger intentaron frenarlo pero lo único que cosecharon fueron odios que duran hasta hoy. Hoy Gustavo Gutiérrez vive en el Vaticano II como si fuera San Juan de la Cruz resucitado.

Mientras tanto, los católicos tradicionalistas y-o conservadores no se quedaban atrás en sus diatribas antimodernas. Algunos, de manera a-sistemática, comenzaron a hacer una mezcla interesante. Primero, como dijimos, para ellos Maritain ya era muy de avanzada, así que saquen sus propias conclusiones. Pero además unían el diagnóstico de Fabro sobre la modernidad con el diagnóstico de Heidegger. No era difícil, porque los mismos coqueteos lo hacían en filosofía. El odio visceral de Hiedegger hacia lo moderno, a Descartes, a la “razón” moderna (excepto que toque a Santo Tomás, por supuesto), sus críticas contra la técnica y la ciencia, ellos lo compraban in totum y no tenían problema en mezclarlo coherentemente con su odio a la modernidad, perfectamente inoculado por Fabro y Gilsón. El rescate de autores como Rosmini o la fenomenología de Husserl era para ellos inconcebible (por eso quedaron en silencio total ante la canonización de Edith Stein, que “para colmo” era judía….). Pero además agregaban algo más a ese plato para ellos tan apetitoso: una versión católica de la Escuela de Frankfurt. O sea, la modernidad es una razón que lleva la dominación, a la tecno-ciencia  anti-humana. Modernidad es igual a positivismo, a razón instrumental, a alienación. Agreguen a ello la teoría de la explotación marxista, que muchos conservadores también compraron (a pesar de creerse “profundamente” anti-marxistas) y ya está, el combo ya está completo.

Un ejemplo muy importante, ya veremos por qué, es Romano Guardini y su libro “El fin de los tiempos modernos”. El libro es de 1958, fecha muy interesante a fines de cómo fue posible el Vaticano II. La visión de la modernidad es apocalíptica, casi copiada de Adorno y Horkheimer. La modernidad es inmanentismo, es el fin de la trascendencia, es el dominio in-humano de la técnica. Ninguna otra visión tiene Guardini de la ciencia, la técnica y la política de la modernidad. Y es el fin, porque ese mundo moderno terminará en la total autodestrucción.

¿Y en quién influye enormemente Guardini? En Jorge Bergoglio (1). El actual poderoso pontífice, en el año que pasó en Alemania, intenta hacer una tesis sobre este aspecto de Guardini. No la pudo terminar, pero sus trazos fundamentales se ven en Laudato si. El capítulo III de esta última tiene seis importantes citas del libro de Guardini: la 83, 84, 85, la 87, la 88 y la 92. Ahora se entiende bien la contraposición bergogliana entre ecología y modernidad. No es simplemente que no entienda nada de economía de mercado. Es que el desarrollo, la técnica, es para él la razón instrumental, dominante, alienante, que es exactamente la visión que Marx tiene sobre el capitalismo. Por eso Querida Amazonia, sobre todo en sus primeros capítulos, no sale de los guionistas de la película Avatar. El capitalismo, dominante, alienante, con sus “excusas” de libertad, avanza sobre la pureza de los pueblos originarios, que para los teólogos de la liberación y del pueblo (Bergoglio y sus profesores argentinos) parecen estar excluidos del pecado original. Por haber nacido en supuesta armonía de la naturaleza, no contaminada por la técnica occidental, son más buenos. Son el buen salvaje roussoniano a los cuales hay que salvar de la sociedad capitalista. Cómo salvarlos y al mismo tiempo solucionar sus carencias económicas, ah bueno, todo consiste en que un buen gobernante católico (¿Lula tal vez?) les de lo que necesite, porque la escasez se supera simplemente con el estado proveedor. ¿Aún no lo entienden?

Mientras tanto, los “tradis” se quedaron contentos, porque para ellos el problema principal, la NO ordenación de los viri probati y el sacerdocio femenino, quedó resuelto a su gusto. Ya está. Con tal de que “eso no”, todo lo demás sí. Y allí están comentando felices este “gran documento”, porque, total, tiene todo lo que ellos bebieron siempre: el odio a la modernidad.

Mientras tanto, los católicos que pensamos que el mercado es compatible con la ecología y con la Fe, al ostracismo.

Nosotros somos las verdaderas catacumbas. 

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(1) Agradecemos a Mark Stahlman esta referencia, que no lo compromete en nuestra interpretación. 

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación. Publica como @gabrielmises

EL LIBERALISMO CATÓLICO

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 2/2/20 en: http://gzanotti.blogspot.com/2020/02/el-liberalismo-catolico.html

 

El liberalismo católico puede entenderse como una posibilidad histórica o una posibilidad teórica.

Como posibilidad teórica, este liberalismo se refiere a un liberalismo institucional (repúblicas democráticas con división de poderes y control de constitucionalidad) y fue desarrollado por autores como Lord Acton, Lacordaire, Montalembert, Ozanam, Rosmini, Luigi Sturzo y Jacques Maritain. En estos momentos es continuado por autores como M. Novak o Sam Gregg en el plano político. Ha tenido cierto apoyo del Magisterio en los documentos de Pío XII sobre la sana democracia, Juan XXIII en la Pacem in terris, la Declaración de libertad religiosa del Vaticano II y sobre todo en los discursos de Benedicto XVI al Parlamento Inglés y al Parlamento Británico.

Pero desde un punto de vista histórico, se podría decir que esta modernidad católica, como mundo posible, fue absorbida, como dice Leocata, por el Iluminismo, sobre todo en Europa, si exceptuamos las instituciones inglesas y norteamericanas. Hayek las ha distinguido claramente de la Revolución Francesa y Benedicto XVI ha hecho esa misma distinción, aunque se discutirá ad infinitum la influencia del Anglicanismo y el Protestantismo en ambos casos.

Sin embargo, hubo dos ocasiones donde un liberalismo propiamente católico estuvo a punto de materializarse. Hoy casi no se recuerda que Pío IX estuvo a punto de nombrar a Antonio Rosmini su Secretario de Estado, antes de entrar en su período “anti-moderno” y escribir sus famosas Quanta cura y el Syllabus. Rosmini llegó a redactar un proyecto de una Constitución para los nuevos estados italianos muy parecida a la de los EEUU, con obvias adaptaciones para el caso italiano y un tratamiento de los estados pontificios que hubiera evitado toda la “cuestión romana” posterior. El ala no liberal del Vaticano reaccionó con toda su fuerza y lograron convencerlo a Pío IX que dejara de lado el proyecto, además de comenzar una serie de ataques doctrinales contra la teología rosminiana, que lamentablemente prosperaron bajo el pontificado de León XIII con la acusación de “ontologismo”. La condena fue levantada por Benedicto XVI en 2006, pero obviamente fue humanamente irremediable el daño producido. Un mundo paralelo totalmente distinto hubiera surgido. Políticamente hubiéramos tenido a un Vaticano integrado al mundo moderno con todo lo que ello implica. El Vaticano II en ese sentido se hubiera adelantado casi un siglo. Por lo demás Rosmini hizo una filosofía integrada a lo mejor de las inquietudes filosóficas de la modernidad, que hubiera sido un contrapeso interesante a esa deformación de Santo Tomás donde se lo hizo quedar como un mero aristotélico como “arma de combate” contra un “mundo moderno” condenado filosóficamente sin distinciones, igual que la proposición 80 del Syllabus en el ámbito político.

La segunda ocasión fue la de Luigi Sturzo. Con el pleno apoyo de Benedicto XV, a partir de 1914, el sacerdote Luigi Sturzo funda el Partido Popular, antecedente de la Democracia Cristiana, y comienza a ganarle las elecciones, sistemáticamente, a los movimientos políticos pro-fascistas y pro-mussolinianos. Benedicto XV levanta la interdicción establecida por Pío IX a los católicos italianos para participar en política. Hace enormes esfuerzos por la paz mundial y apoya la idea de Sturzo, que tomaba la legitimidad de la democracia como forma de gobierno ya defendida in abstracto por León XIII. Pero Benedicto XV muere en 1922 y Pío XI comienza negociaciones con Mussolini a fin de lograr el Pacto de Letrán de 1931. Como parte de esas negociaciones.  Mussolini pide la cabeza de Sturzo y Pío XI se la entrega en bandeja de plata. Por medio de su secretario de estado “invita a retirarse”, en 1924, de Italia, a Sturzo, quien se exilia primero en Inglaterra y luego en los EEUU. Terminada la Segunda Guerra, Sturzo vuelve a Italia y es elegido senador vitalicio y muere en 1959, dejando profundos escritos en defensa de la democracia y la economía de mercado.

Este último episodio es especialmente lamentable. Primero, hubiéramos tenido una Italia democrática y cristiana, sin Mussolini, con todo lo que ello implica. Segundo, obsérvese que de este tema casi nadie habla, y es así porque, a pesar de toda la comprensión histórica que podemos tener con Pío XI, es, retrospectivamente, vergonzoso lo que sucedió. Cómo pudo un pontífice romano hacer ese pacto con un dictador y echar a un demócrata genuino como Luigi Sturzo, con una visión cortoplacista absoluta, se explica solamente por la falta de vacunas anti-autoritarias que la mayor parte de los católicos, pontífice incluido, padecían, y eso fruto de las “condenas al liberalismo” sin ningún tipo de distinciones, realizadas por Pío IX y León XIII y festejadas por todos los católicos autoritarios de todos los tiempos.

Pero independientemente de esto, los dos casos aludidos muestran que el liberalismo católico, además de ser una posibilidad doctrinal, estuvo a punto dos veces de ser historia, quedando, en lenguaje tomista, en “estado de potencia próxima al acto”. ¿Habrá una tercera oportunidad? Creo que ya la hubo, con el pontificado de Benedicto XVI y sus reflexiones sobre la Constitución de los EEUU, las instituciones inglesas y la reconstrucción democrática alemana, además de sus reflexiones sobre el Vaticano II, la razón y la fe y la sana laicidad del Estado, que iban de la mano.

Pero la renuncia de Benedicto XVI no fue una casualidad. La Iglesia, en tanto a las acciones y pensamientos concretos de los católicos en general, no está madura aún para esto.

Habrá que seguir esperando.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación. Publica como @gabrielmises

POR QUÉ NO SOY CONSERVADOR, AUNQUE SÍ CONVERSADOR :-)

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 1//719 en: http://gzanotti.blogspot.com/2019/07/por-que-no-soy-conservador-aunque-si.html

 

La grieta entre los liberales MUY críticos del Catolicismo y los liberales católicos o admiradores del Catolicismo siempre existió. En 1947 Hayek propuso que la Mont Pelerin se llamara Acton-Tocqueville en honor a esos dos grandes pensadores católicos. Pero parece que muchos pusieron el grito en el cielo. Por eso se decidió poner el nombre el monte del cual estaban cerca.

Y hasta bien avanzados los 80, la grieta se… Disimulaba. Eran otros tiempos. Había que tener el casco puesto contra los soviéticos y de otros temas se hablaba por la bajo. Y listo. Yo lo viví. No en 1947 (bueno, creo) pero mi foja de servicios a la causa liberal comenzó en 1974 y era sencillamente así.

Ahora la cosa se ha complicado. Algunos liberales están diferenciándose fuertemente de lo que llaman conservadores. Estos últimos, aunque acepten la economía de mercado y un cierto liberalismo institucional, estarían “en contra de” la homosexualidad, el matrimonio homosexual, el aborto, las drogas, la pornografía, la eutanasia y etc. En cambio, un “verdadero liberal” tiene que estar “a favor de” todo ello. Y obviamente un liberal católico queda entonces como un conservador, y los conservadores no creyentes, muy amigos de ciertos creyentes (porque mejor no hablemos de OTROS creyentes, muy activos en Roma).

El problema es que allí se está manejando mal la dicotomía “estar a favor de” o “estar en contra de”. Independientemente de los casos de aborto y eutanasia, donde lo que está en juego es el derecho a la vida y por ende el debate pasa por otro lado, los liberales, sean católicos o marcianos, nunca han estado “en contra de” la libertad individual de nadie, sea homo, hetero o vulcano. Que yo recuerde, y no creo haberlo aprendido de la nada, el liberal defiende la libertad religiosa, de expresión y de enseñanza entendidas como el derecho a la ausencia de coacción sobre la propia conciencia, y el derecho a la intimidad como el derecho a que las acciones privadas de los seres humanos estén fuera de la autoridad de los magistrados. Por lo tanto, un liberal, desde un punto de vista político, no está “a favor de” la homosexualidad o la heterosexualidad, sino “a favor de” las libertades individuales y el derecho a la intimidad de todos, o sea, un liberal, desde un punto de vista político, defiende el derecho a la ausencia de coacción sobre todo aquello que no afecte de un modo directo derechos de terceros, aunque obviamente las externalidades negativas presentan zonas grises que siempre se han discutido con altura y tranquilidad.

Y de igual modo un liberal, desde un punto de vista político, no está “en contra de” la homo o la heterosexualidad, sino que está en contra de que se coaccione a alguien contra su conciencia en esas materias.

¿Es tan difícil? Yo lo escribí claramente en 1989 y no creo haber inventado nada. Me da pena a veces que sobre algo tan claro haya tanta confusión.

Circula mucho que el liberal defiende “el respeto irrestricto al proyecto de vida del prójimo”, PERO sin distinguir en esa definición lo legal de lo moral, distinción que es elemental.Legalmente, otra vez, lo que haya el prójimo y no atente contra derechos de terceros debe ser custodiado en tanto que el estado no tiene por qué intervenir. Pero moralmente hay proyectos de vida del prójimo que no tienen por qué merecer “un irrestricto respeto”. Yo respeto a las prostitutas como personas y les aseguro que, como el mismo Evangelio dice, estarán primero en el Reino de los Cielos antes que muchos otros (cosa que se aplica muy bien a Argentina…) pero sus acciones desde un punto de vista moral no son “respetables”, aunque no se deba juzgar su conciencia. Y así con muchos otros casos y ejemplos. Y el que crea que todo liberal debe ser necesariamente un agnóstico desde un punto de vista moral desconoce toda la tradición liberal clásica. No ha leído a Smith, a Constant, a Locke, a Montesquie, a los constitucionalistas norteamericanos, a Lord Acton, a Hayek, a Popper, a Mises (que tienen fuertes imperativos categóricos implícitos) ni tampoco quiere leer a los contemporáneos Leonard Liggio, M. Novak, Sam Gregg, Robert Sirico, Thomas Woods o Alejandro Chafuen. Por no citar directamente a Lacordaire, Montalembert, Ozanam, Rosmini, Sturzo, Maritain, cuya falta de estudio en todos los ambientes liberales es una grave omisión.

Por ende un liberal católico no es ni conservador ni no conservador, sino que distingue entre lo legal y lo moral.Distinción para la cual, pensaba yo, no era necesario ser católico para sostenerla. La han sostenido muchos liberales sin necesidad de ser católicos. Aunque ahora muchos liberales parecen haberla olvidado, y con el dedo en alto “retan” a los liberales “que no estén a favor de” (de vuelta) la homosexualidad, el matrimonio homosexual, el aborto, las drogas, la pornografía, la eutanasia y etc., como si en esas materias no hubiera que hacer las elementales distinciones que acabamos de hacer.

Por lo tanto, el que quiera saber “cómo hablar con un conservador”, que no me busque. Pero si quiere conversar con un conversador, allí estaré yo, siempre. Aunque últimamente no parece convenir a muchos conversar y leer a liberales católicos que tengan mucho por decir.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

El Sueño De Martin Luther King Y Su Triste Despertar

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 23/6/18 en:  http://www.libertadyprogresonline.org/2018/06/23/el-sueno-de-martin-luther-king-y-su-triste-despertar/

 

Qué atrás han quedado las palabras que pronunciara Martin Luther King. El tenía un sueño, sí, un sueño donde sus hijos “…vivirán un día en un país en el cual no serán juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su personalidad”. Impresionante el respeto al individuo que hay en estas palabras, impresionante forma de denunciar colectivos imaginarios donde las personas fueran reducidos a clases enfrentadas. Claro que no era cuestión de “los negros” o “los blancos”. Pero ahora el racismo ha vuelto. Un blanco no es juzgado “…sino por los rasgos de su personalidad” sino porque es blanco, porque pertenece inexorablemente al patriarcado explotador. Nada de lo que haga o diga lo salva de ser miembro de esta nueva forma de ser la clase explotadora.Libertades individuales, y progreso

Si es blanco, y blanco varón, entonces usará un lenguaje “no inclusivo”, esto es, un lenguaje explotador, donde “se excluya” al otro sexo. No sólo es inútil que se explique que el Español tiene al “o” como género neutro, sino que además se pretende que los que hablen así vayan presos por no hacerlo.

Si es blanco, y además heterosexual, inexorablemente odiará y discriminará a los gays, lesbianas y transexuales. No sólo es inútil explicar que la opción moral por la heterosexualidad no implica odiar a nadie, sino que ya no se aceptan las libertades individuales de asociación, propiedad y libertad religiosaAsí como un rabino tiene derecho a no contratar a un católico para explicar el Antiguo Testamento según la tradición judía no católica, un católico tiene derecho a no contratar a alguien del LGBT para explicar el Catecismo de la Iglesia Católica. Pero no, es “delito de discriminación”. A la cárcel.

Y además no tienes derecho a decirlo, porque es “delito de odio”. A la cárcel.

Y ahora, además, no sólo es inútil explicar la inmoralidad del aborto, sino que si eres un profesional que se niega a hacerlo, a la cárcel.

El proyecto totalitario de feministas, gays, trans, lesbianas y abortistas queda claramente expuesto.

Ellos sencillamente quieren poner presos a quienes no piensen como ellos y no hablen como ellos.

Un nuevo sueño de Martin Luther King implicaría una sociedad libre donde cada uno pudiera vivir según su conciencia, sin mandar a la cárcel al otro. Un nuevo sueño sería un lugar donde cada uno pudiera hablar como se le plazca, sin mandar a la cárcel al otro. O sea, un lugar donde heteros y homos convivieran en paz, donde varones y mujeres convivieran en paz, donde quien quiera hablar con “e” o con “x” pudiera hacerlo y quien NO quiera hablar así, no.

Pero no. Estos nuevos movimientos sociales no aceptan eso porque coherentemente piensan como Marx. Ellos son los colectivos explotados y los demás, los explotadores. NO admiten el pacto político de la Constitución Norteamericana a la cual aludió King. (Martin Luther King era un liberal clásico, un norteamericano: qué mala noticia para ellos….).Por eso no admiten las libertades individuales. Por eso quieren que ellos, los explotados, suban al poder y manden presos a los explotadores. Pero, como Hitler, lo hacen con elecciones democráticas. Los instrumentos de Estado de Derecho son usados por ellos (ellas y elles) pata terminar con el Estado de Derecho. Libertad religiosa, de asociación, de propiedad: son sólo inventos del hetero-patriarcado explotador.

Por eso algunos amigos católicos han llegado tarde a darse cuenta de la cuestión.  Había que reclamar las libertades individuales clásicas del Estado Liberal Clásico. Pero como muchos se llevaron muy mal con él, ahora tratan de colocarse un traje que nunca quisieron. No es el caso del liberalismo católico, claro: las advertencias de Montalembert, Acton, Rosmini, Lacordaire, fueron debidamente presentadas. ¡Oh!, pero quiénes son esos, a algunos de los cuales sólo nombró Benedicto XVI más de un siglo después de que fueron cuasi-condenados y por supuesto muertos y enterrados?

La mano viene muy mal gente. Yo no cederé. Acabo de escribir un libro sobre los fundamentos Judeo-cristianos de Occidente. Sigo luchando. Pero la historia humana, la historia de los reinos de este mundo, es casi hobbesiana. Si eres liberal, que Dios te proteja. Y si demás, y para colmo,  eres católico, no te preocupes, Cristo triunfó, pero en la cruz.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

DEL ABORTO CLANDESTINO AL TOTALITARISMO CLANDESTINO.

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 20/6/18 en: http://gzanotti.blogspot.com/2018/06/del-aborto-clandestino-al-totalitarismo.html

 

El argumento sobre el problema de los abortos clandestinos es uno de los más importantes a favor del aborto legal. Pero es una lástima que a partir de esa genuina preocupación, haya habido otro tema que se filtró en la clandestinidad.

Primero parecía que el debate era la des-penalización, esto es, agregar causales de despenalización a las ya existentes hace muchas décadas. Hasta allí, ninguna sorpresa. Yo estaba en desacuerdo, pero era esperable.

Luego se agregó el debate de si los hospitales públicos debían prestar servicios de aborto como solución a la primera cuestión. Obviamente muchos dijimos que no, pero entendíamos que la mayor parte de los argentinos estuvieran de acuerdo con que los  hospitales públicos prestaran servicios aparentemente gratuitos. Nada es gratis pero hace varios milenios que los argentinos piensan que sí.

Hasta allí, toda era “esperable”. Yo podía estar en desacuerdo, pero no podía  asombrarme de nada.

Pero lo que subrepticiamente se agregó, ante la desinformación y el silencio adrede de muchos, es que la práctica iba a ser obligatoria para los hospitales privados, con una supuesta objeción de conciencia tan difícil de firmar como todos los clásicos trámites de la burocracia argentina, y sin ningún tipo de libertad institucional.

Allí tenemos al totalitarismo clandestino de la mayor parte de los abortistas, porque todos, o casi todos ellos, estuvieron de acuerdo con esto último como si no fuera nada, revelando con ello hábitos de pensamiento totalitarios típicos, lamentablemente, de la cultura argentina.

Desde luego, ninguna incoherencia hay que reclamar a la izquierda totalitaria de siempre, marxistas totales en su modo de pensar, para los cuales las libertades individuales no son más que la superestructura del pensamiento burgués explotador.

Pero vamos a pasar a examinar tres grupos, dos de los cuales conozco muy bien.

Muchos católicos, desde luego, están reaccionando con coherencia. Muchos de ellos son abogados constitucionalistas que siempre han defendido las libertades individuales clásicas y saben bien lo que significa la libertad religiosa, de asociación, etc.

Otros, en cambio, han defendido casi a muerte, como parte del Credo, a los llamados derechos sociales a la salud y la educación. Desde MUY arriba. Y han acusado permanentemente de herejía a los liberales católicos que hemos pensado siempre lo contrario.

Inútiles fueron las “heréticas” advertencias que los católicos liberales hemos hecho contra ese estado de bienestar. Esos derechos sociales tienen como sujeto pasivo de obligación al estado. Y si el estado pone los fondos, va a poner los contenidos y las condiciones.

Eso ya está pasando en educación hace tiempo en temas de educación sexual, donde hay planes obligatorios para todos los colegios, privados también, pero la sangre no llegó al río porque la solución que encontraron fue “a la argentina”: los colegios privados católicos hacen en el fondo lo que quieren (y está muy bien, se llama derecho a la resistencia a la opresión). Pero, cuidado, porque los tiempos están cambiando: ya sus propias alumnitas con pañuelos verdes se encargarán de denunciarlos a las autoridades correspondientes…

Y en salud, lo mismo. Todos muy tranquilos de que insólitas y carísimas cuestiones se agregaran al “plan médico obligatorio”, pero todos haciendo la venia porque todo ello era un “derecho social”.

Pero claro, ahora, con esto, no.

En fin: ¿no es un poco tarde?

¿Qué suponían que iba a pasar, con tanto poder otorgado al estado desde los años 30, donde el feliz Pío XI creía que todo se arreglaba pactando con Mussolini, ante la azorada vista de Mons. Montini, y Luigi Sturzo echado por el mismo Vaticano fuera de Italia? Igual que los católicos que pensaban que todo estaba bien con un ministro de educación “católico”, y por supuesto con Onganía y con Videla en primer lugar. Claro, las cosas han cambiado. El poder va ahora para otro lado. Con luchar SIEMPRE contra el poder, como siempre han hecho los “heréticos” católicos liberales –desde Lord Acton, Rosmini, Montalembert, hasta llegar a M. Novak, Leonad Liggio, Sirico, Gregg, Chafuén etc.- los católicos hubieran tenido mayor autoridad moral. Pero no, por supuesto. ¿Ellos son los herejes, no, nacionalistas católicos? ¿No, revista Cabildo?

¿Y qué decir de la objeción de conciencia? Cuando los testigos de Jehová se pudrían sistemáticamente en la cárcel, sólo yo, un irrelevante total, y si mal no recuerdo el gran Germán J. Bidart Campos, fuimos los únicos que defendimos su objeción de conciencia. ¿Los católicos? Mm….. Y sobre todo los que creían que los gobiernos militares eran “el estado católico”. ¿No, revista Cabildo?

¿Qué autoridad moral tienen ahora para hablar de “libertad”? (Ah me olvidaba: la libertad es sólo para la verdad, el error no tiene derechos, el liberalismo es pecado, la Quanta cura es ex catedra, la declaración de Libertad Religiosa del Vaticano II es herética y fuente de todos los males, etc etc etc……………).

Y por supuesto allí están los grandes partidarios de las teologías marxistas de la liberación (cuyo fundador es hoy un santo en vida en el Estado del Vaticano) y los grades teólogos de la teología del pueblo. Para ellos el aborto es fruto del capitalismo, y el capitalismo es igual al FMI. En eso piensan igual que los de Cabildo: para los primeros la nación católica se da en las villas; para los segundos, en las dictaduras católicas de derecha. Pero para unos y otros, sólo el pueblo católico, contra el liberalismo y el capitalismo, terminará con el aborto. Por ende, más poder al estado, por supuesto, pero cuando el estado es Macri, ah, allí se acuerdan de la liberación los unos, de la libertad los otros.

Pasemos ahora a un grupo más incoherente: los libertarios pro-aborto. Pero no, no me refiero a los que pedían la des-penalización y nada más, aunque cabe confesar que tardaron mucho en aclarar “y nada más”. Me refiero a esa grupo de jovencitos que salieron (y salen) a defender ESTA ley como si se tratara de los precios libres. Gente que dice estar en contra de todasalud pública, de toda prestación estatal de servicios de salud, salieron a defender alegremente un servicio estatal “gratuito” de aborto. ¡Santa coherencia Batman!!! Mama haceme grande, que cuando llegue el aborto, incoherente me hago solo. Y siguieron y siguen festejando ESTA ley,  que obliga a los privados a hacer lo mismo que el servicio estatal. Gente que dice defender la propiedad, la “no agresión”, etc.: cuando llega el aborto, ¡avanti con la agresión a los privados! ¿Y de la libertad de conciencia, de la libertad religiosa? ¡Ni se acordaron!!!! ¿O en el fondo Ayn Rand los convenció de que mejor desaparezca esa sarta de místicos ridículos? ¿Saben en el fondo qué es la libertad religiosa, o la defienden sólo para que esos imbéciles creyentes se dejen de jorobar? ¿Por qué no se sinceran? ¿Cómo pueden no reconocer la aberrante contradicción en la que han caído, la aberrante falta de principios al no importarles en absoluto la libertad de conciencia? ¿O tenemos en todo esto una prueba de que estos jovencitos NO se salvan de la banalidad del mal y de la liviandad intelectual simplemente porque defiendan la libertad económica?

Y finalmente pasemos al tercer grupo, del cual voy a poder decir muy poco. Porque de los otros dos, por lo menos sé qué les pasa por la cabeza. Pero de Macri y los pro-aborto-pro, ya no puedo decir lo mismo, porque sencillamente ojalá les pasara algo por la cabeza. Comenzando por Macri. Si se trata de banalidad del mal, otro que bien baila, como comenzó a mostrar desde sus inefables globitos amarillos. Cabe reconocer, a los dos primeros grupos de incoherencia, la mínima seriedad de sus autores, desde Pío IX,  Gustavo Gutiérrez o Murray Rothbard. Pero en este caso, qué, ¿Durán Barba? OMG……..

¿Qué tenía en la cabeza cuando salió con “la necesidad del debate”? ¿Acaso en una democracia parlamentaria los diputados y senadores no pueden debatir lo que quieran, sin tener que esperar su aliento? Y si ese hubiera sido el caso, ¿ni siquiera su liderazgo presidencial podía salir en defensa de la no invasión del estado a los servicios privados? Obviamente, no. Macri no se da cuenta –como de infinitas cosas- de que al haber permitido, alentado y hasta negociado la ley del último jueves ha hecho algo tan grave como salir a defender a Maduro, si lo hubiera hecho. Lo que Macri ha hecho es una estupidez de lesa gravedad institucional y de lesa gravedad moral. Y de nula capacidad de liderazgo. Un horror. No sé quién tiene que competir con él en el 19 para que se lo pueda votar como mal menor –porque así fue votado por muchos-: si Idi Amín Dada, Stalin, Hitler, Pol Pot, Mao o Ho Chí Minh. No estamos lejos: por ahí Durán Barba se lo recomienda. Vayamos poniendo las Barbas en remojo.

Mientras tanto se vienen todos los demás totalitarismos clandestinos. Ya no es posible tener la propia opinión sobre la sexualidad sin caer en delitos de odio o discriminación, ya no será posible hablar con “o” sin caer en delitos del lenguaje, ya será delito una pareja heterosexual, ya será delito NO preguntarle al “ser humano” de qué sexo quiere ser. Y mientras tanto tenemos a los grandes genios en el “Ministerio de Economía”, tratando de “controlar al dólar”. ¿Qué harán, ponerle un bozal?

Argentina, un país inviable en medio de un mundo enloquecido.

¿Cuándo llega la abducción extraterrestre?

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

¿QUÉ LES PASA A LOS LIBERTARIOS Y LIBERALES CLÁSICOS?

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 3/6/18 en:  http://gzanotti.blogspot.com/2018/06/que-les-pasa-los-libertarios-y.html

 

Una vez más (una vez más, una vez más, una vez más, una vez más, no sé si me explicoooooooooooooooooooooooooooo), mi defensa de valores morales, más allá de la legalidad del Estado de Derecho, me pone en una extraña vereda contra libertarios que, casi permanentemente, parecen los más escépticos y postmodernos al rechazar por completo un orden moral objetivo. Inútil que les distinga moralidad de legalidad. Inútil que les recuerde el art. 19 de la Constitución. Oyen hablar de ética objetiva y creen que los voy a perseguir con el estado. Y lo curioso es que me lo dicen a mí, como si yo NO fuera el liberal católico que la mayor parte de los católicos desprecia.

Hay una decadencia intelectual en los ambientes libertarios, últimamente, que me preocupa. Y no lo digo sólo de Argentina. Conozco el paño desde 1974. Por supuesto, siempre está el vaso medio lleno y el medio vacío. El medio lleno es honroso. Podría citar una enorme cantidad de insignes intelectuales y personas de altísimo nivel, gracias a Dios. Es más, permanentemente los cito y los subo a mi muro en Facebook. Pero ello no quiere decir que no me preocupe el resto, que hace un ruido muy desagradable. Nula formación en historia de la filosofía, en filosofía de las ciencias, en Historia, en humanidades en general. Han leído sólo un autor que endiosan como los marxistas a Marx, repiten sus manuales como loros, desprecian a toooooooooooooodo lo demás y se dan el lujo de pontificar sobre cualquiera de los temas  más espinosos de la filosofía y de la Teología que por supuesto exceden totalmente el pequeño conocimiento que puedan tener por haber leído un manualcito sobre economía libre (como el de Zanotti, por ejemplo J).

Se hacen los muy escépticos en materia moral. Ignoran que su misma defensa de la libertad es una decisión moral importante, objetiva, igual que otras que desprecian. Ignoran que el liberalismo clásico no es una tradición postmoderna. Dejando de lado la obvia moral católica de los escolásticos que defendían el mercado libre y la limitación del poder, era la moralidad, el más estricto convencimiento de valores morales objetivos, lo que movió la vida de Adam Smith, Ferguson, Kant, Locke, Tocqueville, Monstesquieu, Burke, Acton, los autores del Federalista, etc. Los utilitaristas podían ser muy escépticos cuando criticaban a la ley natural escolástica pero en su vida se jugaron el todo por el todo con un heroísmo moral que no tiene nadie que desprecie a los valores permanentes. Mises y Hayek fueron escépticos con respecto a la ley natural pero su vida fue un ejemplo de heroísmo moral. Mises, directamente, tendría que ser canonizado algún día.

Y si el problema es lo religioso, ok, ¿pero por qué no un poco más de diálogo? Comprendo que se entusiasmen con Ayn Rand, ¿pero por qué esa cerrazón, que nos hace tanto mal a todos los libertarios? ¿Cómo puede ser que ignoren y NO lean a Leonard Liggio, a Alejandro Chafuen, a Michel Novak, a Robert Sirico, a Sam Gregg, o a los clásicos Lord Acton, Montalembert o Rosmini? ¿Cómo puede ser que en el Instituto Acton nos matemos convenciendo a los cristianos de las bondades del libre mercado y de la libertad individual y luego aparezcan diatribas contra lo religioso, por parte de jovencitos y pequeñas Rand, dignas de un Robbespierre resucitado? ¿Están tan seguros de eso? Bueno, aquí tienen mi oferta: júntense todos de un lado, todos, todos juntos, preparen tooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooodas sus objeciones contra “lo” religioso y la Iglesia, pónganme a mí en otra mesa, solo, y yo dialogo con todos. ¡Vamos, háganlo!!!! Sólo digan dónde y cuándo.

Mientras tanto, seguiré prefiriendo El porvenir de una ilusión a cualquier otra cosa que se haya escrito contra Dios desde el lado libertario.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

 

LA VERDAD OS HARÁ LIBERALES (sobre el debate por el artículo de Vanesa Vallejo).

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 2/7/17 en: http://gzanotti.blogspot.com.ar/2017/07/la-verdad-os-hara-liberales-sobre-el.html

 

No es la primera vez que hay un debate interno sobre este tema entre los liberales (clásicos) pero ante este artículo de Vanesa Vallejo (https://es.panampost.com/vanessa-araujo/2017/07/01/conservadurismo-y-libertarismo/) y la crítica que recibió  (https://www.misescolombia.co/peligroso-coqueteo-vanesa-vallejo-conservadurismo/), el debate, que vengo escuchando hace ya casi 43 años, ha renacido nuevamente en las redes sociales liberales latinoamericanas.

El liberalismo clásico no es una ideología, no tiene dogmas ni pontífices, o autores sacrosantos e intocables.

Por lo tanto para resolver este tipo de cuestiones viene bien recurrir a la historia de las ideas políticas.

Creo que muchos podríamos estar de acuerdo en que el liberalismo político nace (y sigue) como un intento de limitar el poder de las autoridades políticas contra el abuso del poder. Desde Juan de Mariana hasta Francisco de Vitoria, pasando por Locke, Montesquieu, Tocqueville, los autores del El Federalista, Lord Acton, Mises, Hayek, y me quedo muy corto en una lista que es muy larga, todos coincidían en limitar el poder del estado.

¿Pero limitarlo por qué? Allí comienzan los problemas, porque si decimos “limitarlo en función de los derechos individuales”, parece que seguimos estando todos de acuerdo porque apenas rasgamos un poquito, el fundamento filosófico de los derechos individuales comienza a ser muy diverso.

Vamos a identificar, faliblemente, tres grandes corrientes.

Una, la neokantiana. En esta corriente (Popper, Mises, Hayek) la limitación del conocimiento es la clave de la sociedad libre, y la libertad individual tiene su obvio límite en los derechos de terceros.

Otra, la neoaristotélica. Con sus diferencias, autores como Rand, Rothbard y Hoppe (este último agregando a una ética del diálogo que en sí misma tiene origen en Habermas) plantean el eje central en la propiedad del propio cuerpo, como la propiedad de la persona, y por ende la moral se concentra en el principio de no agresión (no iniciar la fuerza contra terceros). Todos sabemos que Rothbard es anarcocapitalista y que los debates entre esta posición y la anterior suele ser muy duros y con excomuniones mutuas y frecuentes.

La tercera, la iusnaturalista tomista. Desde la segunda escolástica, pasando por Hooker, Locke, Tocqueville, Constant, Burke, Acton, Lacordaire, Montalembert, Ozanam, Rosmini, Sturzo, Maritain, Novak, y los actuales Sirico y Samuel Gregg (se podría perfectamente agregar a Joseph Ratzinger), estos autores fundamentan en Santo Tomás la laicidad del estado y la libertad religiosa, el derecho a la intimidad, los derechos a la libertad de expresión y de enseñanza como derivados de la libertad religiosa y por ende la limitación del poder político, con una fuerte admiración por las instituciones políticas anglosajonas. Es la corriente del Acton Institute.

Tanto en los autores como en los discípulos de la primera y segunda corriente, hay una tendencia a decir que la moral consiste en no atentar contra derechos de terceros pero, coherentes con el escepticismo kantiano en metafísica, y un aristotelismo que no llega al judeo-cristianismo de Santo Tomás, tienden a ser escépticos en la moral individual. Allí no habría normas morales objetivas, sino la sencilla decisión del individuo y nada más, siempre que no moleste derechos de terceros. Muchas veces su conducta individual puede ser heroicamente moral pero no la postulan como algo a nivel social. Pueden tener además cierta coincidencia con John Rawls (a quien rechazan obviamente pero por su intervencionismo económico) en que el estado debe ser moralmente neutro.

Para muchos de ellos, hablar de normas morales objetivas es un peligro para la libertad individual, pues los que así piensan tienen a imponerlas por la fuerza al resto de la sociedad.

Es comprensible, por ende, que frente a una Vanesa que ha afirmado firmemente sus principios morales SIN escepticismo y con fuerte convicción, se enfrentara con una respuesta que la coloca como un fuerte peligro contra el liberalismo que ella dice profesar.

Pero esa respuesta a Vanesa (no quiero hablar ahora por ella, sólo expreso mi opinión) deja de lado al iusnaturalismo tomista y su defensa de la libertad individual.

Los que sobre la base del derecho natural clásico hablamos de un orden moral objetivo, a nivel social e individual, afirmamos, precisamente sobre la base de ese orden moral objetivo, la laicidad del estado, y los derechos a la libertad religiosa y el derecho a la intimidad, pero NO como los derechos a hacer lo que se quiera mientras no se violen los derechos de terceros, sino como los derechos a la inmunidad de coacción sobre la conciencia. O sea que alguien tiene todo el derecho a pensar que la prostitución viola el orden moral objetivo pero ello no implica negar la libertad individual de quien decida (decimos “decida”, por eso la trata de blancas es otra cosa: un delito) ejercer el oficio más antiguo, sobre la base del respeto a su derecho a la intimidad personal. Y así con todo lo demás.

Por lo demás, muchos, actualmente, nos oponemos al lobby GBTB, pero NO porque NO respetemos la libertad individual de los gays, trans y etc., sino porque ellos están convirtiendo de su visión del mundo algo que quieren imponer coactivamente al resto, so pena de acusar a todo el mundo de delito de discriminación. Por ende la lucha de los liberales y libertarios contra el lobby GBTB NO se basa en que nosotros –y especialmente los que estamos en el iusnaturalismo- queremos negarles su libertad individual, sino porque defendemos la libertad individual de todos: la de ellos a vivir como les parezca, amparados en el derecho a la intimidad, y la de los demás, también a lo mismo, sobre la base de lo mismo. Por lo demás, no habría delitos de discriminación (me refiero a delitos, no al orden moral) si se respetaran los derechos de asociación, propiedad y contratación como siempre los planteó el liberalismo clásico.

Finalmente una pregunta a todos mis amigos liberales que piensan que la afirmación de un orden moral objetivo es un peligro para la libertad. Si la base para su liberalismo es el escepticismo sobre la moral individual, ¿qué va a pasar el día que dejen de ser escépticos en ese ámbito? ¿Se convertirán en autoritarios?

Es muy fácil respetar, por ejemplo, la libertad religiosa cuando consideran que no hay fundamento racional para la religión. Pero, ¿y si lo hubiera?

Si lo hubiera, es más, si lo hay, porque lo hay en Santo Tomás de Aquino, mejor para la libertad, porque en ese caso el respeto a la libertad del otro se basa en que no voy a invadir su conciencia, por más convencido que esté de que la otra posición es un error. Una sociedad libre no se basa en el escepticismo. Se basa en el respeto y la convivencia de todas las cosmovisiones sobre la base de no invadir coactivamente la conciencia de los demás. No se basa en el escepticismo sobre la verdad, sino en la certeza firme de que la verdad se basa sólo en la fuerza de la verdad y no en la fuerza física o verbal (aunque esta última no sea judiciable). Por eso muchos liberales que respetamos la libertad religiosa pedimos de igual modo que ni la Física, ni la Matemática ni nada de nada sea obligatorio, y por eso pedimos distinción entre Iglesia y estado, entre educación y estado, entre ciencia y estado (Feyerabend).

Así, la única cosmovisión del mundo que no podría convivir en una sociedad libre sería aquella que en su núcleo central implicara la acción de atentar contra los derechos de los demás. Ella se enfrentaría contra el legítimo poder de policía emanado del Estado de Derecho y de una Constitución liberal clásica. El liberalismo NO consiste en decir “vengan totalitarios del mundo y hagan con nosotros lo que quieran”.

Como siempre, estas aclaraciones no aclararán nada, porque los liberales se seguirán peleando, creo que por suerte. Pero ojalá se comprendieran un poco más y dejaran de excomulgarse mutuamente.  Lo dice alguien que sabe lo que es verdaderamente una excomunión y a qué ámbito pertenece.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

 

EL MAGISTERIO PONTIFICIO Y SU DIFÍCIL EVOLUCIÓN HACIA LA INSTITUCIONALIDAD DEMOCRÁTICA.

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 14/8/16 en: http://gzanotti.blogspot.com.ar/2016/08/el-magisterio-pontificio-y-su-dificil.html

 

ESE debería ser el título del libro Iglesia y Democracia del P. Gustavo Irrazábal (https://www.amazon.com/democracia-magisterio-universal-latinoamericano-Biblioteca-ebook/dp/B00WRPRAVI).

Porque a nadie llama la atención un título como “Iglesia y democracia”. ¿Cuál es el problema? Democracia, sí, claro.

Sí claro de ningún modo. Es increíble cuán rápido se olvida el pasado,  cuán fácil es carecer de conciencia histórica.

Hacia mediados del s. XIX, cuando el problema político de la Iglesia eran los estados pontificios versus el imperio napoleónico, cuando la línea moderada del liberalismo francés (Constant, Tocqueville, Montesquieu) había casi desaparecido bajo la influencia de Rousseau, cuando la evolución del liberalismo inglés era invisible tras el problema de “los malos anglicanos”, la reacción de la Iglesia contra “la democracia” fue frontal, casi inevitable. Ni qué hablar cuando Garibaldi derrotó al ejército del Papa (si: hace nada más que 146 años, los Papas tenían ejércitos). El “liberalismo” era entonces el pecado más horrible del mundo. Pío IX se atrincheró en San Pedro como prisionero del laico estado italiano y documentos como Quanta cura y el Syllabus parecían terminar para siempre cualquier diálogo posterior con el mundo moderno. La situación fue tan extrema que a los católicos italianos se les prohibió participar en la política italiana, prohibición que recién se levanta con el pontificado de Benedicto XV.

Las encíclicas de León XIII, que hoy serían vistas como muy autoritarias sin el lente de la conciencia histórica, fueron un progreso. Al menos reconocieron que la democracia como tal era una forma de gobierno “en sí misma” no condenable, y que los regímenes políticos democráticos debían ser distinguidos de las legislaciones anti-religiosas que en general los acompañaban en Europa. Hasta escribió una carta a los obispos norteamericanos, Longincua oceani, elogiando la situación de la Iglesia en los EEUU, al revés que en Europa. Se notaba allí la influencia de Mons. Dupanloup, tema casi desconocido en la actualidad.

Con San Pío X y con Benedicto XV la situación quedó en un impasse: ni mejoró ni retrocedió. Los católicos que quisieran seguir escupiendo a la democracia en nombre del magisterio pontificio lo siguieron haciendo tranquilamente, aunque los que abrevaban en los liberales católicos del s. XIX, una minoría insignificante en número (pero de plumas gloriosas como Lacordaire, Rosmini, Lord Acton, Ozanam, Montalerbert, Dupanloup), también encontraron algún apoyo en una interpretación más suave de algunos textos de León XIII.

Pío XI no ayudó demasiado, precisamente. Jamás desmintió las interpretaciones mussolinianas de su “orden corporativo profesional”, en su Quadragesimo anno, y su Quas primas no dejaba mucho lugar para la legítima autonomía de lo temporal.

Fue Pío XII el que dio un giro clave a la cuestión. Sumi pontificatus, Con sempre, Benignitas et humanitas, La constitución, ley fundamental del estado, Prensa católica y opinión pública, Comunidad internacional y tolerancia, fueron documentos que ya comenzaron a acompañar a las democracias cristianas de la post-guerra, a hablar de la sana laicidad del estado, a elogiar el constitucionalismo moderno, a hablar de la dignidad humana y derechos de la persona, y a acompañar a las libertades de culto proclamadas en constituciones modernas como opciones prudenciales de los estados en tanto una admisible tolerancia religiosa. Fue el único pontífice que nombró a los escolásticos de la Escuela de Salamanca. Incluso defendió a Jacques Maritain, el gran escritor de la democracia cristiana, ya en 1936, de una acusación de herejía que salió, cuándo no, de Argentina. No fue nada obvio. Tuvieron que pasar dos guerras mundiales, y tuvieron que clarificarse muchas cosas para que Pío XII pudiera comenzar a hablar de todo ello sin que Pío IX se levantara de su tumba y lo excomulgara.

Ya con Juan XXIII, cuya Pacem in terris parece un pequeño tratado de derecho constitucional, con el Vaticano II y con las posteriores intervenciones de Juan Pablo II, la legitimidad de la democracia constitucional, la sana laicidad del estado, la justa autonomía de lo temporal, el derecho a la libertad religiosa, y el reconocimiento a los procedimientos de la democracia deliberativa, comenzaron a ser temas casi no conflictivos. Excepto para el coherente Mons. Lefevbre, cuyo rechazo frontal a todo ello tuvo como motivo a una fiel interpretación de los aspectos más visibles de documentos del magisterio anterior,nudo gordiano que intentó solucionar Benedicto XVI en su impresionante documento sobre la hermenéutica de la continuidad y la reforma del Vaticano II, un documento crucial para toda la Iglesia, hoy olvidado y sumergido en el tsunami Francisco.

Pero no sólo eso: Gustavo Irrazábal se encarga de mostrar, con toda paciencia y calma, la casi imposibilidad de comprensión para las instituciones democráticas y republicanas, por parte de todos los documentos de las conferencias episcopales latinoamericanas, sumergidas en sus mundos de teología marxista de la liberación, primero, y luego en la teología del pueblo. Esta última, a pesar de sus méritos en los temas de religiosidad popular e inculturación cristiana de los pueblos pre-colombinos, no logra comprender la esencial diversidad cultural y religiosa de una república democrática, con su añoranza y firme fe en la unidad de un “pueblo católico” de cuyas entrañas surgirá la solución de los problemas temporales. También están analizados todos los documentos de las conferencias episcopales argentinas y sus dramáticas imposibilidades de comprensión de lo que es una república. Porque la república, gracias a Dios, huele a “liberalismo”, ese liberalismo que odiaron siempre, desde lo más íntimo de sus extrañas, más que al marxismo o al fascismo, con los cuales intentaron dialogar, por izquierda y por derecha, y así les fue, y así les va.

Todo esto es el libro de Gustavo Irrazábal. Su lectura es indispensable para cualquier católico que trate de entender algo del caos actual de la Iglesia, al menos en materia social.

 

Por lo tanto, ¿democracia?, no, nada fácil. Ahora bien, si la democracia ha sido tan difícil luego de la falta de distancia histórica de Gregorio XVI y Pío IX, imagínense el mercado. Desde el comienzo de la cuestión romana (Pío IX) hasta el Vaticano II pasaron 96 dramáticos años. Bastante rápido para los tiempos de la Iglesia. Para el tema del mercado libre aún no hemos pasado de 1931. La Centesimus annus fue enterrada, cremada y sus cenizas esparcidas al infierno. Calma, gente, es una buena noticia. El futuro llega, sobre la base de lo que escribamos HOY. Gracias Padre Irrazábal por escribir hoy.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

IGLESIA ACTUAL: UN INÚTIL DIAGNÓSTICO Y SÓLO UNA ESPERANZA.

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 13/9/15 en http://gzanotti.blogspot.com.ar/2015/09/iglesia-actual-un-inutil-diagnostico-y.html

 

Estamos a pocos días de que el Cardenal Burke agarre a Francisco de su pontificia sotana y le tire un puñetazo al estilo John Wayne, y que Francisco le responda tirándole un bandoneón por la cabeza. No, claro, así no va a pasar: las internas de la Iglesia tienen aspectos menos visibles pero sí más profundos.

Creo que muchos asistimos a la situación actual con cierta perplejidad. ¿Qué está pasando? ¿Es Francisco el revolucionario total? ¿Es él mismo un Concilio Vaticano III? ¿Cambiarán aspectos de la doctrina que hasta ahora se consideraban esenciales? Y en ese caso, ¿qué hacer?

Y, por supuesto, no nos estamos refiriendo a temas totalmente contingentes a los cuales Francisco, como Sumo Pontìfice, tiene todo el derecho de modificar, sean los trámites de nulidad, o la delegación del perdón del aborto a presbíteros diocesanos, etc. La cuestión es, ante otros debates que Francisco ha dejado aflorar (¿y está mal?), hasta dónde van a llegar ciertos otros temas.

De modo comprensible, muchos han tomado posición absoluta pro-Francisco o anti-Francisco y lo dicen abiertamente, ya sean importantes cardenales o laicos. La imagen es el ruido. Un ruido ensordecedor, una pelea pública como no la había habido en mucho tiempo –en una Iglesia en la cual no es fácil canalizar los disensos internos- ante el cual, en cualquier caso, sea una voz importante o una voz irrelevante, el resultado es más ruido y nada más. En ese sentido el panorama es desalentador también. Dan ganas de hacer silencio, esperar y…. Nunca mejor dicho, que sea lo que Dios quiera y luego seguir la propia conciencia en medio de la mayor perplejidad y desolación intelectual y moral.

Por ende, ¿qué hago yo escribiendo esto? No sé. Asumo la contradicción existencial en primer lugar. Debe ser un hábito de intento desesperado y fútil de poner orden con el pensamiento.

El asunto es, claro, que todo esto no pasó de un día para el otro. No estaba todo bien, en calma, y de repente Francisco se puso a hacer lío como le gusta. Creo que es necesario un diagnóstico. (De vuelta: ¿para qué miércoles sirve que yo me ponga a diagnosticar? Ni idea).

Cuando Benedicto XVI asumió su pontificado, uno de sus discursos programáticos fue el 22 de Diciembre de 2005, sobre el Concilio Vaticano II. Intentó poner las cosas en su lugar.

¿En qué lugar? Ah, esa es la cuestión.

A partir de Gregorio XVI y Pío IX, el magisterio asume ante la modernidad una posición de rechazo casi total, y decimos casi sólo porque personas como Dupanloup se salvaron por milagro –o sea, un misterio en la mente de Pío IX- de la guillotina magisterial. Pero igual, esa puertita que quedó abierta fue casi nada, excepto un casi nulo refugio donde algunas pocas personas se sentaban a tomar aire. Por lo demás, la Iglesia se cerró como una estación espacial. Afuera, en el espacio, pasaban los asteroides del mundo iluminista y moderno, que, claro, no eran lo mismo, pero el discernimiento no era posible dentro de la estación. Los intentos de asimilar lo bueno de la modernidad fueron callados de un hondazo (Rosmini) y los demás quedaron en una relativa soledad que el moderado León XIII supo respetar.

Así las cosas, durante décadas, la estación se llenaba de dióxido de carbono pero afuera también. Afuera, las ondas electromagnéticas eran muchas. Estaban los católicos que seguían asumiendo las cosas buenas de la modernidad –los derechos personales, la sana laicidad, la libertad religiosa, una democracia cristiana-. Durante mucho tiempo se los echó a galaxias distantes pero Pío XII, finalmente, les abrió algunas puertitas.

Eso, as su vez, se mezclaba con lo peor de la secularización del iluminismo. O sea, el divorcio entre razón y fe. La fe comenzó a ser cada vez más un bello adorno en una bella e inútil estantería y finalmente una fe sin importancia real se filtra en los viejos muros de la nave. En realidad, para casi nadie, creyentes o no, la fe importaba. No es cuestión de estadísticas. Como horizonte cultural, la Trinidad, la Encarnación, el Pecado Original, la Redención, el perdón, se seguían declamando y repitiendo por los creyentes pero lo que importaba, realmente, eran otras cosas. Eso es lo esencial del inmanentismo del iluminismo. Los temas sociales tomaron la delantera y lo bueno de la modernidad se mezcló con dicho inmanentismo.

Esto intenta explicar por qué, en los 50 y los 60, incluso dentro de la Iglesia, los temas de moral sexual comenzaron a ser los más discutidos. Que el sexo sea, para los creyentes, algo sagrado, que está por ende elevado a un sacramento, se entiende desde la Fe. Con un acompañamiento en la razón, claro, en un “creo para entender y en un entiendo para creer”, pero no en una ley natural racionalista que muchos católicos blandían contra el mundo perverso. Lo que quiero decir es: no es casualidad que junto con los buenos recordatorios del Vaticano II, esos a los cuales Pío XII había abierto las puertas, se comenzara a vivir en la Iglesia un ambiente donde el modo de hacer teología fuera una fe sin razón (1) que conduce a una fe sin importancia donde, a su vez, los temas de moral sexual, al dejar de ser vistos desde la Fe, comienzan a ser vistos como muy escandalosos: imposibles para los creyentes y ultraridículos para los no creyentes. Que los temas más debatidos actualmente, dentro y fuera de la Iglesia, sean los que tienen que ver con lo sexual, es fruto del divorcio entre razón y fe, fuera de la Iglesia Católica por supuesto, pero dentro de la Iglesia, también.

Pero, como dijimos, los temas sociales habían tomado la delantera, como los que verdaderamente importaban, y además Marx penetró en la Iglesia desde el mismo momento donde importantes creyentes se acostumbraron a tomar la teoría de la explotación laboral como “lo bueno de Marx”. Por consiguienteotro asteroide golpea a la estación y la penetra de un modo singular. La teología marxista de la liberación, desde los 60 hasta hoy, es imparable. Pablo VI no supo hacer nada y luego JP II y Ratzinger tratan de frenarla. Se ponen heroicamente delante de la locomotora y son sencillamente pasados por encima. Todo inútil.

Ante este panorama, algunos católicos, que comienzan a ser llamados conservadores pero SIN de ningún modo estar alineados con Lefevbre –la reacción contraria- se sienten bien mientras JP II y Ratzinger, solos, hacen de superman. Todas sus encíclicas y documentos tratan de poner orden, de frenar los asteroides, pero la mayoría de los tripulantes de la nave maltrecha están ya en otra cosa, el fuselaje hace agua por todos lados pero como los capitanes resisten, aparentemente no pasa nada. Aparentemente. La mayoría de teólogos, sacerdotes y católicos practicantes europeos y etc. hacen caso omiso de la mayor parte de esos documentos y, mientras tanto, las Conferencias Episcopales latinoamericanas se constituyen en un magisterio paralelo. JP II intenta frenarlo en 1979 pero todo es inútil. El documento de 1984, también. Las hipótesis ad hoc no se hacen esperar, y versiones más moderadas se escriben en Sto Domingo y Aparecida, y de esta última Bergoglio es el principal redactor. Pero claro, mientras Benedicto XVI resistía las millones de toneladas sobre su cabeza, algunos pensaban que estaba todo bien. Pero no. Al final se quebró y todo lo que sigue es donde estamos hoy.

Sólo la indefectibilidad de la Iglesia, la Fe en que las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella, es la esperanza.

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(1) O sea, sin la lectura directa de Santo Tomás de Aquino como teólogo.

 

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.