Previsible: Biden empeora la marca de Trump

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 15/5/2en: https://www.infobae.com/opinion/2021/05/15/previsible-biden-empeora-la-marca-de-trump/

La burrada es afirmar categóricamente que Keynes no influyó en la década  del '30 - Infobae
John Maynard Keynes

El presidente norteamericano decidió expandir el gasto público aún más que su predecesor en base a las fallidas recetas keynesianas

Se presentan casos múltiples en los que escritores de ficción aciertan mucho más respecto del futuro que los ampulosos comités gubernamentales constituidos y financiados con los recursos de los contribuyentes al efecto de “pronosticar los sucesos por venir”. Tales han sido los casos, por ejemplo, en materia tecnológica de Julio Verne o H. G. Wells en el pasado o de Isaac Asimov o Carl Sagan más contemporáneamente y, en temas sociales, las novelas revestidas de un impresionante realismo, por orden de aparición: The New Utopia de Jerome K. Jerome, We de Yevzeny Zamayatin, The Lonley Crowd de David Reisman y, posteriormente, las célebres composiciones de Huxley y Orwell.

Pero el caso de Taylor Caldwell hoy sobresale por su actualidad: presenta un peligro enorme si su prognosis fuera correcta (como hasta ahora lamentablemente parece serlo en Estados Unidos) en su novela que lleva el mismo título de una de Morris West: The Devil`s Advocate. El eje central de esta novela -escrita en 1952- plantea la declinación estadounidense que en su ficción (¿ficción?) se vuelve socialista y, entre muchas otras cosas, escribe que “Siempre había una guerra. Siempre había un enemigo en alguna parte del mundo que había que aplastar […] Denle guerra a una nación y estará contenta de renunciar al sentimiento de libertad […] En los días en que América [del Norte] era una nación libre, sus padres deben haberles enseñado la larga tradición de libertad y orgullo en su país. El espíritu de la Constitución y la Declaración de la Independencia: seguramente habría quienes las recordarán. ¿Por qué desviaron sus miradas? […] Todo empezó tan casualmente, tan fácil y con tantas palabras grandilocuentes. Comenzó con el uso odioso de la palabra `seguridad` […] ¿Por qué han estado tan ansiosos de creer que cualquier gobierno resolvería los problemas por ellos, los cuales habían sido resueltos una y otra vez tan orgullosamente por sus padres?”.

Esta notable escritora de una treintena de trabajos extraordinarios entre los que se cuenta la notable referencia a Cicerón en La columna de hierro (que hubieran sido más si su segundo marido no hubiera quemado parte de sus manuscritos inéditos) y obtuvo muchas distinciones como la Medalla de Oro de la National League of American Pen Women.

El tantas veces citado premio Nobel en economía Friedrich Hayek escribe en las primeras líneas del primer tomo de Derecho, legislación y libertad que cuando los Padres Fundadores en Estados Unidos promulgaron la Constitución era para limitar el poder y garantizar los derechos individuales pero esto ahora se comprueba “que no ha logrado lo que se proponía lograr. Los gobiernos han expandido poderes que esos hombres le denegaban. El primer intento de asegurar la libertad individual por medio de constituciones ha fracasado”. La revolución liberal más exitosa en lo que va de la historia de la humanidad, luego de un tiempo lamentablemente ha perdido fuerza y se tiende a revertir.

De un tiempo a esta parte los gastos gubernamentales, el déficit y el endeudamiento han crecido exponencialmente lo cual tiende a convertir ese gran país en una maquinaria al servicio de un Leviatán absolutamente a contramano de todo lo estipulado por aquellos extraordinariamente visionarios Padres Fundadores que consignaron la importancia de gobiernos estrictamente limitados a las funciones de protección a las sacralizadas autonomías individuales, lo cual convirtió a una nación de colonos pobres en la más floreciente civilización desde la perspectiva moral y material y un ejemplo para el mundo libre.

Para solamente circunscribirnos a las dos últimas administraciones, observamos con alarma que Trump incrementó aún más el antes referido gasto gubernamental, el déficit y la deuda pública ya en alturas siderales, además de su bochornosa despedida al desconocer las mismas reglas que había aceptado para competir en el proceso electoral, resultados certificados por los cincuenta estados, sesenta y un jueces federales y locales (incluyendo ocho designados por él) y su propio Vicepresidente.

Ahora Biden -a pesar de combatir la xenofobia de su predecesor, poner las cosas en su sitio respecto a la autocracia rusa y anunciar el retiro de las tropas de Afganistán tal como mencioné en este mismo medio en otra de mis colaboraciones- se decide por expandir aun más el gasto público en base a las fallidas recetas keynesianas tan bien refutadas una y otra vez, entre otros, por los premios Nobel en economía Milton Friedman, James M. Buchanan, Gary Becker, Vernon L. Smith. George Stigler y el antes aludido Hayek.

Es pertinente recordar nuevamente algunas de las aseveraciones de John Maynard Keynes para situar adecuadamente el problema que se enfrenta. En su prólogo a la edición alemana de Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, en 1936, en plena época nazi escribió que “La teoría de la producción global que es la meta del presente libro, puede aplicarse mucho más fácilmente a las condiciones de un Estado totalitario que a la producción y distribución de un determinado volumen de bienes obtenido en condiciones de libre concurrencia y de un grado apreciable de laissez-faire”. A confesión de parte, relevo de prueba.

Dadas los renovados entusiasmos por este autor, conviene volver sobre algunos pensamientos que aparecen en esa obra de Keynes, quien, entre otras cosas, propugna “la eutanasia del rentista y, por consiguiente, la eutanasia del poder de opresión acumulativo de los capitalistas para explotar el valor de la escasez del capital.” Asimismo, respecto de las barreras aduaneras, proclama “el elemento de verdad científica de la doctrina mercantilista” (como se sabe cerrada al comercio) y, en momentos de consumo de capital, aconseja el deterioro de los salarios a través de la inflación manteniendo los niveles nominales para que los destinatarios crean que mantienen sus ingresos: “La solución se encontrará normalmente alterando el patrón monetario o el sistema monetario de forma que se eleve la cantidad de dinero”.

Hay recetas de Keynes, también tomadas de la obra mencionada, que son realmente pueriles, por ejemplo, lo que denomina “el multiplicador” elucubrado para mostrar las ventajas que tendría el gasto estatal, esquema que funcionaría de la siguiente manera: sostiene que si el ingreso fuera 100, el consumo 80 y el ahorro 20, el efecto multiplicador resulta de dividir 100 por 20, lo cual da 5 y (aquí viene la magia): si el Estado gasta 4 se convertirá en 20 puesto que 5 por 4 arroja aquella cifra (?). Ni Keynes ni el keynesiano más entusiasta jamás han explicado como multiplica el multiplicador. Y todo ello en el contexto de lo que también escribe este autor: “La prudencia financiera está expuesta a disminuir la demanda global y, por tanto, a perjudicar el bienestar” (!).

Es verdaderamente curioso pero uno de los mitos más llamativos de nuestra época consiste en que el keynesianismo salvó al capitalismo del derrumbe en los años treinta, cuando fue exactamente lo contrario: debido a esas políticas surgió la crisis y debido a la insistencia en continuar con esas recetas, la crisis se prolongó. El derrumbe se gestó como consecuencia del desorden monetario al abandonar de facto el patrón oro que imponía disciplina (“la vetusta reliquia”, según Keynes). Eso ocurrió en los Acuerdos de Génova y Bruselas de los años veinte que establecieron un sistema en el que permitieron dar rienda suelta a la emisión de dólares.

De este modo, Estados Unidos incursionó en una política de expansión (y contracción) errática lo que provocó el boom de los años veinte con el consiguiente crack del veintinueve, a lo cual siguió el resto del mundo que en ese entonces tenía como moneda reserva el dólar y, por ende, expandía sus monedas locales contra el aumento de la divisa estadounidense.

Tal como lo explican Anna Schwartz, Benjamin Anderson, Lionel Robbins, Murray Rothbard, Jim Powell y tantos otros pensadores, Roosevelt, al contrario de lo prometido en su campaña para desalojar a Hoover, y al mejor estilo keynesiano, optó por acentuar la política monetaria irresponsable y el gasto estatal desmedido, a lo que agregó su intento de domesticar a la Corte Suprema con legislación que finalmente creó entidades absurdamente regulatorias de la industria, el comercio y la banca que intensificaron los quebrantos y la fijación de salarios que, en plena debacle, condujo a catorce millones de desempleados que luego fueron en algo disimulados por la guerra y finalmente resueltos cuando Truman eliminó los controles de precios y salarios.

En el capítulo 22 de su obra más conocida, Keynes resume su idea al escribir que “En conclusión, afirmo que el deber de ordenar el volumen actual de inversión no puede dejarse con garantías en manos de los particulares”, lo cual reitera y expande en su Ensayos de persuasión, en especial en el capítulo 2 donde se pone en evidencia su análisis defectuoso sobre el empleo y la productividad como liberadora de recursos para nuevos fines y su asignación allí donde los salarios son fruto de arreglos contractuales libres al efecto de utilizar aquellos factores indispensables para la prestación de servicios y la producción de bienes.

Como he apuntado en otras ocasiones, no se trata de una carrera para ver quién destruye menos la filosofía y la tradición estadounidense, se trata de contrarrestar lo que viene ocurriendo. No es cuestión de dejarse acuchillar para no ser ametrallado, afortunadamente las reservas morales en Estados Unidos son muchas y potentes que, entre otras manifestaciones, se ponen de relieve a través de tantas instituciones y centros de estudios que pretenden la difusión de valores que hacen al respeto recíproco.

En mi libro Estados Unidos contra Estados Unidos intento mostrar el declive y recojo los aportes originales en los que se basaron los grandes hombres que forjaron el destino inicial de esa nación. En este sentido subrayo que hubieron dos líneas centrales que incorporaron esos personajes de la época. En premier lugar la invitación a Estados Unidos desde Inglaterra de John Witherspoon para presidir el centro académico que luego sería la Universidad de Princeton quien era egresado de las Universidades de Edimburgo y St. Andrews en las que se mantenía la impronta de George Buchanan del siglo XVI quien a su vez era egresado de la Universidad de París y luego profesor de autores como Michel Montaingne e influyó decididamente en los maestros de los principales representantes de la Escuela Escocesa -Smith, Hume y Ferguson- que fueron Francis Hutchenson y Gresham Carmichael. Witherspoon fue profesor del padre de la Constitución norteamericana, James Madison. George Buchanan también influyó en Algernon Sidney y John Locke sobre todo en la concepción iusnaturalista de los parámetros y mojones de Justicia extramuros de la legislación positiva.

La segunda vertiente proviene de Roger Williams, el mayor apóstol de la tajante separación entre la religión y el poder político -la doctrina de la muralla- quien era egresado de la Universidad de Cambridge y ex Secretario de Edward Coke, uno de los mayores exponentes del desarrollo del common law en el siglo xvii seguido por William Blackstone en el siglo siguiente.

Como también detallo en el mencionado libro, la difusión de las ideas de la libertad que se consagrarían en la Carta Magna estadounidense, ocurrieron principalmente vía las ochenta y cinco cartas de los Papeles Federalistas y también el debate con los antifederalistas denominados de este modo solo para mostrar algunas discrepancias ya que eran más federalistas que los federalistas. También la difusión se llevó a cabo a través de las ciento cuarenta y cuatro Cato’s Letters escritas por Thomas Gordon y John Trenchard (en homenaje a Cato “el joven” acérrimo opositor a Julio César).

Por último, es del caso señalar en la larga y fecunda tradición liberal lo escrito y publicado por los pensadores de la primera tanda de la Escuela de Salamanca o Escolástica Tardía. La segunda estuvo constituida por algunos de los diputados a las Cortes de Cádiz que luego promulgaron la célebre Constitución de 1812 donde se utilizó por vez primera la expresión “liberal” como sustantivo en su debate con los apodados “serviles” y es del caso subrayar en relación a España que los Fueros del siglo diez y once establecieron los Juicios de Manifestación equivalentes al habeas corpus antes que en Inglaterra. Salvo la posterior Constitución de Cádiz, los Padres Fundadores estadounidenses tomaron muy en cuenta los otros antecedentes provenientes de tierras españolas.

No es posible que estas valiosas tradiciones que han iluminado nuestra civilización se abandonen. Es de desear que las antedichas reservas morales estadounidenses se impongan a los estatismos y a la latinoamericanización en el peor sentido de la expresión puesto que como ha señalado Ronald Reagan, “Usted y yo tenemos un rendez-vous con el destino. Preservar esto para nuestros hijos, la última esperanza del hombre en la tierra, o sentenciarlos al primer paso hacia mil años de oscuridad. Si fracasamos, por lo menos que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos puedan decir que hemos justificado nuestro breve paso por aquí. Que hicimos todo lo que podía hacerse”.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Dios, la libertad, y los nuevos presidentes americanos

Por Carlos Rodriguez Braun: Publicado el 11/2/21 en: https://www.actuall.com/laicismo/dios-la-libertad-y-los-nuevos-presidentes-americanos-por-carlos-rodriguez-braun/

Siempre es un alivio encontrar, como una luz en la oscuridad, referencias a Dios en los simbólicos compromisos iniciales. Allí también podemos descubrir otros motivos para la alegría: las numerosas referencias a la libertad.

Joe Biden jura su cargo como presidente del Gobierno de los Estados Unidos

Joe Biden jura su cargo como presidente del Gobierno de los Estados Unidos

La fórmula del juramento presidencial en mi Argentina natal, que con algunos cambios sigue siendo la prescrita por la Constitución de 1853, incluye en sus pocas líneas dos referencias explícitas a Dios: “Juro por Dios nuestro Señor y estos Santos Evangelios, desempeñar con lealtad y patriotismo…. Si así no lo hiciese, Dios y la Patria me lo demanden”.

Lo tuve presente ante el discurso inaugural de Joe Biden, que recordó el Salmo 30 sobre la santidad de Yahvé: “Un instante dura su ira,/su favor toda una vida;/por la tarde visita de lágrimas,/por la mañana gritos de júbilo”. También aludió al libro del Éxodo (7, 13), pidiendo a sus compatriotas que “no endurezcan su corazón”.

Esto no es inusual. Como escribieron Tevi Troy y Stuart Halpern en el Wall Street Journal, se trata de una larga tradición americana, que incluye a Washington, Jefferson y Lincoln. Veintisiete nuevos presidentes citaron textos bíblicos en sus inaugural addresses, con un total de 64 referencias: “cuarenta y cuatro de la Biblia Hebrea y veinte del Nuevo Testamento. John F. Kennedy, el único presidente católico antes de Biden, hizo más alusiones en un solo discurso que ningún otro: cinco”.

En un mundo donde la política ha crecido a expensas de la fe, y donde encontramos Gobiernos, como el nuestro, de abierta hostilidad a los valores religiosos, siempre es un alivio encontrar, como una luz en la oscuridad, referencias a Dios en los simbólicos compromisos iniciales de los jefes de Estado y de Gobierno de tantos países, empezando por los Estados Unidos, nada menos.

Y allí también podemos descubrir otros motivos para la alegría: las numerosas referencias a la libertad.

Como recordó Ryan Bourne, del Instituto Cato, esas menciones vienen desde antiguo, y ponen reiteradamente el énfasis en la necesidad de un Estado pequeño para preservar los derechos de los ciudadanos. Así habló Thomas Jefferson en 1801: “Un Gobierno sabio y frugal no arrebatará de la boca del trabajador el pan que se ha ganado”.

Subrayó Grover Cleveland en 1893: “El despilfarro del dinero público es un crimen contra el ciudadano: que el gasto público esté limitado… es un claro mandato de la honradez y el buen Gobierno”.

Estuvo claro Calvin Coolidge en 1925: “Las mujeres y los hombres que trabajan en este país son quienes sostienen el Estado. Cada dólar que malgastamos empobrece sus vidas. Cada dólar que prudentemente ahorramos las enriquece. No podemos financiar el país, no podemos mejorar las condiciones sociales, mediante un sistema injusto, ni siquiera si se lo infligimos a los ricos: quienes sufrirán más serán los pobres”.

Y Warren Harding pidió más riqueza para lograr más bienestar social en 1921; George H. Bush, mercados libres para lograr la prosperidad en 1989; y Bill Clinton, competencia libre con todo el mundo en 1993. Por su parte, Ronald Reagan fue explícito en 1981: “El Estado es el problema, no la solución”. James Polk había advertido ya en 1845 sobre el riesgo de que el Gobierno favorezca a monopolios y grupos de interés en perjuicio de la mayoría del pueblo; mientras que Grover Cleveland atacó el paternalismo político como falso patriotismo en 1893.

Dios y la libertad, pues. Convendrá, sobre todo en tiempos de zozobra y desconcierto, repetir el salmo esperanzado: “Por la tarde visita de lágrimas,/por la mañana gritos de júbilo”.

Carlos Rodríguez Braun es Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Consultivo de ESEADE. Difunde sus ideas como @rodriguezbraun

Las conductas y los modales importan en Estados Unidos

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 14/11/20 en: https://www.infobae.com/america/opinion/2020/11/14/las-conductas-y-los-modales-importan-en-estados-unidos/

Todos los interesados en preservar la sociedad libre deben preocuparse y ocuparse en fortalecer los valores tradicionales de Estados Unidos, la revolución más exitosa en lo que va de la historia de la humanidad

El presidente electo Joe Biden (REUTERS/Jonathan Ernst)

El presidente electo Joe Biden (REUTERS/Jonathan Ernst)

Comienzo por declarar mi más profunda admiración por la tradición estadounidense, además cursé parte de mi colegio secundario en ese país, también obtuve una beca para estudiar allí luego de haberme graduado en la universidad y donde tengo muchos buenos amigos. Entre otras manifestaciones, mi respeto por Norteamérica lo puse de relieve en mi libro titulado Estados Unidos contra Estados Unidos, publicado primero por el Fondo de Cultura Económica y luego por Unión Editorial de Madrid, una extensa investigación en la que marco el declive de esa nación respecto a los extraordinarios valores y principios de los Padres Fundadores.

Ese pueblo ha estado en una muy difícil encrucijada en las elecciones presidenciales en la que por una parte se encontraba Donald Trump que elevó sideralmente el gasto público, el déficit fiscal y la deuda externa lo cual ha alimentado notablemente al Leviatán y, por otra Joe Biden, que -como hemos destacado tantas veces- arrastra buena parte de las izquierdas radicalizadas que naturalmente abogan por más estatismo. Una vez más subrayamos que el electorado partidario de la sociedad abierta se encontraba en un callejón sin salida: entre aceptar ser ametrallado o ser acuchillado. Triste disyuntiva en la nación que ha sido el baluarte del mundo libre durante generaciones. Es de esperar que esta vez los demócratas en el gobierno apunten a la moderación, lo necesita con urgencia el mundo libre.

Cuando Trump ofreció un discurso desde la Casa Blanca denunciando fraude en las elecciones, las cadenas ABCCBS y NBC eligieron no trasmitirlo completo, pues lo consideraron infundado y alarmante (la BBC de Londres hizo lo mismo: “No solo lo interrumpimos sino que lo corregimos”, dijo el locutor). CNN Fox News lo trasmitieron completo, pero también advirtieron que las denuncias no se respaldaron en pruebas (especialmente John Roberts en esta última cadena informativa y Chris Wallace que dijo que con sus declaraciones de fraude Trump “encendió un fósforo”), lo cual también señalaron enfáticamente 16 abogados republicanos y miembros destacados de ese partido como el ex candidato presidencial y ex senador por Pennsylvania, Rick Santorum.

El congresista republicano Marco Rubio había dicho que “Trump es un payaso que hay de desenmascarar” y ahora subraya que “no puede denunciarse fraude sin pruebas” y lo mismo ha expresado el senador republicano Pat Toomey de Pennsylvania. Por su parte el gobernador -también republicano- de Maryland, Larry Hogan, ha dicho que “Trump está minando el sistema democrático” y el congresista republicano de Illinois Adam Kinzinger ha enfatizado que las denuncias de Trump “están desinformando y se están convirtiendo en algo insano”. Finalmente Chris Christie, ex gobernador republicano de New Jersey que aspira a la reelección, acusó a Trump de “inflamar sin informar” y lo instó a “mostrar la evidencia que respalde sus dichos” y William Cogswell de South Carolina concluyó que “como representante que acaba de ganar en un distrito azul, estoy avergonzado y avergonzado por lo que acabo de escuchar del mandatario”, en alusión a las antedichas denuncias por fraude.

Esta elección más que pro Biden ha sido en gran medida anti Trump. El Partido Demócrata se propone intervenir aun más en el área educativa, imponer sistemas de salud que se traducen en la enfermedad del socialismo, establecer nuevas cargas fiscales y regulaciones varias lo cual incluyen el llamado ambientalismo. Esperemos que esto se revea con la firme decisión especialmente de los republicanos en el Senado. En las líneas que siguen centramos la atención en Trump, pues es quien se ha apartado abiertamente de la tradición republicana en las formas y, sobre todo, en el fondo, una conducta opuesta que había señalado con firmeza Ronald Reagan en sus célebres discursos en la esperanza de volver a las fuentes puesto que “la solución no es el gobierno, el gobierno es el problema”.

Se han desengañado con esta administración desde encumbrados empresarios -que por esos motivos han renunciado al consejo asesor empresario-, historiadores y, como queda dicho, destacados integrantes de su propio partido, periodistas de muy diversos medios orales y escritos. Se han referido a sus modales del todo impropios para la presidencia, a sus berrinches con la prensa al pretender echar de la Casa Blanca a críticos como si el inmueble le perteneciera, sus exabruptos respecto a jueces que emiten fallos en su contra, sus ofensas y “guerras comerciales” con gobernantes de países tradicionalmente aliados de Estados Unidos, su xenofobia, sus maltratos y reemplazos intempestivos con funcionarios varios incluyendo al director del FBI, al secretario de Seguridad, dos de sus voceros y a su jefe de Gabinete, el despido del secretario de Interior y al secretario de Defensa, su abogado de mayor cercanía termina en la cárcel por mentir y concluye que “Trump no merece confianza” (el Presidente ahora lo llama “rata”, a lo cual el ex procurador federal y colaborador de Fox News Andrew McCarthy le recuerda que esa palabra es usada por la mafia para aludir a quienes confiesan la verdad a las autoridades).

Tony Schwartz, autor de su biografía best-seller, The Art of the Deal, ahora afirma que ha “llegado a la conclusión que Trump está desequilibrado y carece de las condiciones para mantenerse en el cargo”. Por su parte, David Stockman se detiene en sus múltiples libros, artículos y apariciones televisivas a mostrar el desmesurado y peligroso intervencionismo estatal de Trump.

Como queda consignado, afortunadamente hay algunas expresiones muy estimulantes en el propio Partido Republicano, por ejemplo, las declaraciones reiteradas y la publicación de un sustancioso libro por parte de Jeff Flake del riñón del republicanismo que lleva el mismo título del legendario Barry Goldwater: The Conscience of a Conservative. Flake, quien es conocido por sus notables discursos en el Senado, sostiene que “Trump no puede seguir en la presidencia puesto que no solo ofende la confianza del pueblo sino que ha dejado de lado lo mejor de la tradición del Partido Republicano”.

Aquellos que apoyan al inquilino de la Casa Blanca por el mero hecho de haber reducido impuestos sin importarles los avasallamientos a la división de poderes y las antedichas extralimitaciones me recuerdan a los indios sudamericanos en la época de la conquista española que por la entrega de espejitos de colores y otras chucherías se dejaban engañar vendiendo su libertad para someterse a instituciones esclavistas como la mita y el yanaconazgo.

En cualquier caso mencionamos aquí lo que fue la situación de Rex Tillerson, el primer secretario de Estado designado por actual mandatario (que más bien actúa como mandante), quien ha llevado a cabo una carrera descollante en el mundo de los negocios. Es ingeniero civil y antes de asumir esa cartera se desempeñaba como presidente del directorio y CEO de ExxonMobil, como es sabido la tercera empresa con mayor facturación del mundo. Pues bien, Tillerson luego de dejar ese cargo (cuarto en la línea sucesoria a la presidencia de Estados Unidos) al ser malamente despedido por Twitter (igual que acaba de hacer con el nuevo Secretario de Defensa Mark Esper), ha sostenido desde prestigiosas tribunas universitarias, militares y empresarias que Trump le ha insistido “en reiteradas oportunidades encarar actividades claramente ilegales”, que “no respeta los límites de su cargo”, que “permanentemente hace afirmaciones que no se condicen con los hechos” y que “no comprende las ventajas del comercio libre”.

En este último sentido, Trump impuso aranceles nuevos sobre cerca de $400.000 millones de importaciones, resultando en un aumento de $38.000 millones en impuestos a los importadores, lo que ha sido transmitido a través de las cadenas de suministro, levantando los costos de producción a lo largo del sector de manufacturas y los precios al consumidor en todo el país.

Ahora Maryanne Trump Barry, ex juez federal en EEUU y hermana mayor de Donald fue grabada por su sobrina Mary Trump (la autora de Too Much and Never Enough: How my Family Created the Wold´s most Dangerous Man), grabaciones que fueron reproducidas por el Washington Post el 22 de agosto de 2020 donde entre otras cosas dice que su hermano “no tiene principios”, “es cruel”, “miente” y “no se puede confiar en él”.

En determinado momento se llegó a la situación extrema en que la Cámara de Representantes le inició un pedido de juicio político a Trump por abuso de poder el cual fue frenado en la Cámara de Senadores pero con el apoyo al referido juicio del ex candidato presidencial, ex gobernador de Massachusetts, abogado por la Universidad de Harvard y actual senador republicano por Utha, Mitt Romney, quien ahora declara que “Trump recurre a un lenguaje desafortunado.”

El célebre periodista del sonado caso de Watergate (junto con Bernstein) Robert U. Woodward (Bob) publicó un extenso trabajo sobre los dislates de Trump en cuarenta y dos jugosos capítulos, una investigación titulada en su versión española El miedo. Trump en la Casa Blanca (Barcelona, Roca Editorial, 2019). El título de esta obra proviene de lo dicho por Trump en su campaña electoral el 31 de marzo de 2016 tal como lo consigna Woodward en el epígrafe: “El verdadero poder es -ni tan siquiera quiero utilizar la palabra- el miedo”. Recuerdo en este contexto otro pensamiento de Jefferson: “Cuando el pueblo teme al gobierno hay tiranía, cuando el gobierno teme al pueblo hay libertad”.

Hay otras manifestaciones realmente repulsivas de Trump como sus referencias peyorativas e insultantes dirigidas al entonces senador por Arizona John McCaine héroe de la Segunda Guerra y el episodio horroroso de Charlottesville, en el que nada menos que en Estados Unidos originalmente la tierra de la libertad, apareció la insignia de la cruz esvástica como si no fuera la señal de la muerte y el más horrendo oscurantismo totalitario. Pues eso ocurrió en una ciudad de Virginia, una manifestación que vociferaba sobre la “supremacía blanca” que luego se topó con otra de diferentes características. Y lo peor es que el presidente Trump dijo ese mismo día -escuchado directamente por quien escribe estas líneas- que “en los dos bandos había gente muy buena” (“very fine people on both sides”). ¡Como puede decirse que en un grupo que adhiere al nazismo puede haber gente buena, sino más bien monstruos!, cualquiera sea el motivo que se alegue para la marcha y cualquiera sean las circunstancias.

En medio de las trifulcas por las elecciones presidenciales Trump lo llamó a Rupert Murdoch (el principal accionista de Fox News) para que su canal se retractara de proyecciones que estaba trasmitiendo, a lo que Murdoch se negó. Las conductas y los modales importan. Desde luego que las irregularidades -sean o no intencionales- deben ser investigadas lo cual ha venido ocurriendo, pero hay que tener en claro que los votos por correo emitidos antes y durante el 3 de noviembre llegan a destino con posterioridad lo cual naturalmente pone de manifiesto el desfasar del caso.

Al margen anoto que, según proyecciones de analistas políticos, el Partido Libertario que comanda Jo Jorgensen en esta contienda electoral obtuvo un volumen de votos que hubiera permitido el triunfo de Trump en distritos clave debido a las posibles segundas opciones de sus simpatizantes, una lección que puede servir para otros países (Marshall Burt del PL venció al candidato demócrata Stam Blake para la Cámara por el distrito 39 de Wyoming).

Carlos Alberto Montaner en su columna titulada “Trump perdió las elecciones” escribe: “Trump, como se sabe, perdió las elecciones, pero quiere permanecer en la Casa Blanca a cualquier costo. Ha pedido que se detenga el conteo de la votación, pero, afortunadamente, ni republicanos ni demócratas le han hecho caso. Uno de los hijos de Trump ha advertido que ya hay ´traidores´ a su padre en las filas republicanas. Seguramente se refería a Mike Pence, el vicepresidente, quien se desmarcó de Trump desde la noche del 4 de noviembre”. Y concluye que al actual presidente “le importa un rábano” el Partido Republicano. El ex presidente G. W. Bush lo llamó a Biden por teléfono para felicitarlo y enfatizó que “el resultado electoral es claro y justo” (y como una nota al pie consigno que la asesora de la primera dama, Omarosa Manigauit Newman, afirma que “Melania está contando los minutos para que su marido esté fuera del cargo para divorciarse”).

Muchos mandatarios se han adelantado para felicitarlo a Biden por su triunfo electoral, pero es del caso destacar especialmente las emotivas palabras de Angela Merkel, quien subrayó lo que estima son las muy buenas condiciones personales del nuevo presidente y recordó que Estados Unidos es el principal aliado de Alemania y confía en un buen trabajo con el nuevo gobierno para el fortalecimiento del libre comercio y la seguridad.

En otras palabras, todos los interesados en preservar la sociedad libre deben preocuparse y ocuparse en fortalecer los valores tradicionales de Estados Unidos, la revolución más exitosa en lo que va de la historia de la humanidad. Por esto es que especialmente alarman manifestaciones como las del actual morador en la Casa Blanca. Por suerte, las reservas morales en ese gran país son inmensas y seguramente podrán revertir lo que viene ocurriendo, pero, como ha señalado Mitch McConnall, todas las dudas razonables deben disiparse haciendo las cosas como marca la ley y no como se alardea en algunos sermones.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Otra vez sobre Donald Trump

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 25/8/20 en: https://eleconomista.com.ar/2020-08-otra-vez-sobre-donald-trump/

Estados Unidos, el otrora baluarte del mundo libre, viene declinando de modo alarmante de un tiempo a esta parte respecto a los extraordinarios valores y principios de los padres fundadores. Esto lo consigné en mi libro “Estados Unidos contra Estados Unidos” originalmente publicado por el Fondo de Cultura Económica donde abarco temas institucionales, económicos y culturales de muy diversa naturaleza.

En estos momentos, ese gran país está en una encrucijada pues el actual morador de la Casa Blanca ha incrementado sideralmente el gasto público, el déficit y la deuda gubernamental con lo que ha engrosado notablemente el Leviatán a contracorriente de lo estipulado por los antedichos padres fundadores y buena parte de la tradición estadounidense, tal como entre otros explica David Stockman, el exDirector de Presupuesto de Ronald Reagan

La encrucijada radica en que en las próximas elecciones se escuda en el Partido Demócrata una peligrosa izquierda que promete inflar aún más el aparato estatal elefantiásico. Quedan, eso sí del lado del activo, numerosas instituciones de gran valía que trabajan denodadamente para explicar y difundir las bases de la sociedad abierta. Las reservas morales en Estados Unidos son afortunadamente enormes pero se enfrentan electoralmente al problema que apuntamos con preocupación pues cualquier resbalón en esa nación afecta de modo crucial al mundo libre. Nunca es tarde para revertir lo que viene ocurriendo y no hay nada inexorable en la historia.

Se han desengañado con esta administración, desde encumbrados empresarios que por esos motivos han renunciado al consejo asesor empresario, a historiadores de renombre, inclusive su propio biógrafo, a senadores de su propio partido, a periodistas de muy diversos medios orales y escritos. Se han referido a sus modales del todo impropios para la Presidencia, a sus berrinches con la prensa al pretender echar de la Casa Blanca a críticos como si el inmueble le perteneciera, sus exabruptos respecto a jueces que emiten fallos en su contra, sus ofensas y “guerras comerciales” con gobernantes de países tradicionalmente aliados de Estados Unidos, su xenofobia, sus maltratos y reemplazos intempestivos con funcionarios varios incluyendo el director del FBI, el Secretario de Seguridad, dos de sus voceros y su Jefe de Gabinete, así como el despido del Secretario de Interior y el Secretario de Defensa. Su abogado de mayor cercanía termina en la cárcel por mentir y concluye que “Trump no merece confianza” (el Presidente ahora lo llama “rata”, a lo cual el ex procurador federal y colaborador de Fox News, Andrew McCarthy, le recuerda que esa palabra es usada por la mafia para aludir a quienes confiesan la verdad a las autoridades).

Cabe agregar a lo consignado que aquellos que apoyan al inquilino de la Casa Blanca por el mero hecho de haber reducido impuestos sin importarles los avasallamientos a la división de poderes y las antedichas extralimitaciones, me recuerdan a los indios sudamericanos en la época de la conquista española que por la entrega de espejitos de colores y otras chucherías se dejaban engañar vendiendo su libertad para someterse a instituciones esclavistas como la mita y el yanaconazgo.

En todo caso mencionamos aquí el caso de Rex Tillerson, el primer Secretario de Estado designado por actual mandatario (que más bien actúa como mandante), quien ha llevado a cabo una carrera descollante en el mundo de los negocios. Es ingeniero civil y antes de asumir esa cartera se desempeñaba como presidente del directorio y CEO de ExxonMobil que, como es sabido, es la tercera empresa con mayor facturación del mundo. Pues bien, Tillerson, luego de dejar ese cargo (tercero en la línea sucesoria a la presidencia de Estados Unidos) al ser malamente despedido por Twitter e insultado por Trump, ha sostenido desde prestigiosas tribunas universitarias, militares y empresarias que Trump le ha insistido “en reiteradas oportunidades encarar actividades claramente ilegales”, que “no respeta los límites de su cargo”, que “permanentemente hace afirmaciones que no se condicen con los hechos” y que “no comprende las ventajas del comercio libre”.

Ahora Maryanne Trump Barry, exJuez Federal en EE.UU. y hermana mayor de Donald fue grabada por su sobrina Mary Trump (la autora de “Too Much and Never Enough: How my Family Created the Wold´s most Dangerous Man”), grabaciones que fueron reproducidas por el Washington Post el 22 de agosto de 2020 donde entre otras cosas dice que su hermano “no tiene principios”, “es cruel”, “miente” y “no se puede confiar en él”.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

La sociedad libre y el tema central de la salud

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 4/4/20 en: https://www.infobae.com/opinion/2020/04/04/la-sociedad-libre-y-el-tema-central-de-la-salud/

 

Uno de los temas que podemos denominar de frontera en los debates liberales es la salud. Para ello proponemos medidas de fondo que naturalmente deben considerarse pausadamente y, desde luego, no en momentos de una pandemia como la que ahora acecha por todos lados. que obliga a otras prioridades y medidas drásticas por parte de gobiernos al efecto de preservar derechos, en este caso nada menos que a la vida, lo cual, como también hemos puntualizado en una columna anterior sobre el tema, no autoriza al Gobierno a esa estafa monumental denominada “inflación” ni que se entrometa con el sistema de precios y equivalentes, ya que de ese modo agravará notablemente el problema creando escaseces y desajustes en los productos necesarios para atender y prevenir enfermedades.

De más está decir que las medidas drásticas aludidas deben sopesar el costo-beneficio de cada una de ellas. Como concluye el premio Nobel en economía James Buchanan, “no hay acción sin costo”, y estos deben ser siempre evaluados para contrastarlos con las respectivas ventajas puesto que sin pan también hay muertes y, por otro lado, en un extremo brutal, si todos nos morimos por coronavirus no hay economía que valga. Entonces, no se trata de elegir en toda ocasión entre la salud y la economía, sino de un balance equilibrado en el contexto de la eliminación de funciones gubernamentales inútiles para dar respiro a la gente (no podar que, como hemos dicho, igual que con la jardinería crece con mayor vigor).

En esta situación global debe estarse muy prevenido de no convertir un monitoreo provisorio de los ciudadanos en una pesadilla orwelliana, pues como ha advertido Ronald Reagan “nada hay más permanente que una medida transitoria de gobierno”. Nuestras deliberaciones entonces apuntan a preparar el terreno para el futuro, por lo que nos adelantamos en el tiempo para cuando pase esta situación de extrema peligrosidad que, como queda dicho, siempre y en cualquier caso demandará acciones también extremas para evitar la aceleración de contagios, sin desmerecer para nada la economía cuyo descuido puede transformarse en una bomba de tiempo social.

Tenía esta nota periodística “en la gatera” sin darla por el momento ya que, como digo, apunta a considerar estos temas para eventualmente ejecutarlos más adelante cuando se calmen las aguas del muy desafortunado suceso que a todos nos envuelve y compromete, pero decido entregarla a los editores ahora con el preámbulo con que abrí este texto debido a sugerencias de algunos alumnos al efecto de debatir con suficiente tiempo este asunto crucial para mirarlo y escrutarlo con la debida tranquilidad desde diversos ángulos y perspectivas.

Antes de pensar en el mantenimiento de la salud, para existir hay que estar alimentado. Pero a nadie en su sano juicio se le ocurriría dejar la alimentación en manos de los aparatos estatales, pues si se politizara algo tan delicado inmediatamente se caería en lo que en ciencias políticas se conoce como “la tragedia de los comunes”, es decir, lo que es de todos no es de nadie y los incentivos son así completamente distintos por lo que las hambrunas serían seguras, además de las ineficiencias colosales que caracterizan a los emprendimientos estatales fuera de su órbita específica de la protección de derechos vía la Justicia y la correspondiente seguridad.

A pesar de lo dicho, el tema de la salud en jurisdicción estatal en nuestra época se mantiene como una vaca sagrada. Uno de los aspectos clave para el pensamiento riguroso es la capacidad de cuestionar el statu quo en el contexto de criterios independientes y del denominado “pensamiento lateral” que invita a mirar las cosas desde perspectivas diferentes a las habituales y rutinarias. No se trata de levantar la voz ni de exasperarse frente a ideas novedosas, sino de argumentar civilizadamente puesto que, como ha escrito John Stuart Mill, “toda buena idea si es nueva generalmente pasa por tres etapas: la ridiculización, la discusión y la adopción”. No hay que dejar que las telarañas mentales obstaculicen el razonamiento y el análisis detenido.

No es necesario detenerse a detallar ejemplos diarios de reiterados sucesos en órbitas estatales en cuanto a las colas, los aplazos, las demoras, los turnos extenuantes, los faltantes de insumos básicos y camas disponibles para no decir nada de las huelgas, tropiezos sindicales y las permanentes demandas por recursos debido a los déficit crónicos, a pesar de los denodados esfuerzos y dedicación ejemplar de muchísimas médicas y médicos, enfermeras y enfermeros y personal auxiliar en los centros de salud estatales. No se trata de buena voluntad, sino de un sistema que es indispensable revisar.

Es de gran interés adentrarse en los múltiples ejemplos de servicios de salud de gran excelencia antes del avance gubernamental, entre los que se cuenta el decimonónico caso argentino con los preponderantes y notables sistemas de mutuales, socorros mutuos, cofradías y servicios hospitalarios de comunidades como la italiana, la alemana, la española y la británica.

Entre muchos otros trabajos de orden más general y abarcativo, en el ensayo de John Chamberlin titulado muy precisamente “La enfermedad de la medicina socializada” este autor no solo pasa cuidadosa revista de los graves problemas de la salud en manos estatales y los costos astronómicos con que debe cargar la comunidad y la mala calidad de los servicios en comparación con la atención privada, sino que comenta varios de los libros que suscriben su tesis escritos por profesionales de gran relevancia.

Esto opera a contramano de lo que sucede en cuanto a la muy eficiente atención por los seguros privados de salud y como se ha apuntado en los centros asistenciales también privados, sean institutos para controles médicos, sanatorios o asociaciones sanitarias varias. Esto de ninguna manera significa que en los entes privados de salud hay mejor calidad de profesionales que en los estatales, se trata de incentivos diametralmente opuestos que producen resultados también diferentes.

Lamentablemente en estas lides se ha desfigurado y degradado la noción de solidaridad y caridad puesto que de modo inaudito se la asimila al uso de la fuerza cuando en verdad remite al uso de lo propio de modo voluntario.

Por otra parte, se ha objetado el servicio privado alegando la “asimetría de la información”, es decir, se sigue diciendo que no es posible que la gente tenga que ponerse en manos de servicios privados de medicina puesto que se encuentran desguarnecidos e indefensos ya que no saben si lo que recomiendan y dicen los facultativos es cierto por lo que necesitan que agentes gubernamentales los protejan en sus intereses. Esto está mal planteado por donde se lo mire. En primer lugar, en toda transacción hay asimetría en las informaciones pues por eso se lleva a cabo el intercambio ya sea cuando vamos a mecánico con nuestro automóvil, cuando instalamos un sistema de calefacción, cuando adquirimos un celular, cuando compramos accionas en la bolsa o cuando nos cepillamos los dientes. En segundo lugar, lo menos que se requiere es que se politicen las transacciones legítimas donde se agrega la voracidad fiscal junto a posibles corrupciones y además esto no cambia aquello de la asimetría de la información. La competencia entre médicos, mutuales y centros de salud privados hace de auditorias cruzadas.

Es de gran interés estudiar los trabajos actualizados sobre los calamitosos resultados de la medicina socializada en muy diversos países, por ejemplo en los muy documentados ensayos de Thomas DiLorenzo, de Avic Roy y de Hans Sennholz, el primero en The Future of Freedom Foundation titulado “How Socialized Medicine Kills the Patient and Robs the Taxpayers” (octubre 21, 2019), el segundo en The National Review titulado “Socialist Medicine is Bad for Your Health” (mayo 16, 2019) y el tercero, anterior, en The Freeman titulado “Freedom is Indivisible” (vol. 27, No.12, diciembre de 1977) . También es del caso recordar que los países nórdicos han debido reemplazar en gran medida sus sistemas socialistas de medicina donde se anunciaban servicios “gratuitos” pero, por ejemplo, cuando le tocaba el turno a una persona con grave deficiencia en la visión ya estaba ciega, por lo que los que podían viajaban a otros países para atenderse, tal como ha expuesto Eric Brodin y como se ha explayado en su texto titulado “Sweden´s Welfare State: A Paradise Lost” publicado en el portal de The Foundation for Economic Education, diciembre 1 de 1980 (además de las hipocresías como las del principal ejecutor de las ideas de Gunnar y Alva Myrdal respecto a la medicina socializada en Suecia, Olaf Palme, que se hacía atender en sanatorios privados, también es el caso de subrayar que los presidentes argentinos populistas siempre se han atendido en sanatorios privados de primerísimo nivel).

Frente a los sistemas imperantes es de gran importancia, por una parte, dejar sin efecto todo aporte compulsivo a sindicatos y equivalentes para mantener las así denominadas “obras sociales” como si las personas fueran incapaces de elegir las prestaciones que más les convienen. Lo consignado respecto al sindicalismo sea de representación o de aportes coactivos debe distinguirse claramente de los sindicatos como asociaciones libres y voluntarias que ejemplificamos a través de innumerables entidades en un libro en coautoría al que me refiero más abajo (en el caso argentino antes de imponer el sistema fascista copiado de la Carta de Lavoro de asociaciones profesionales y convenios colectivos). También detallamos el establecimiento de asociaciones no sindicales que se conformaron con personas de toda condición social que apuntaban a asegurar su salud por medio de aportes regulares libre y voluntariamente escogidos, instituciones que se multiplicaron a un ritmo notable de crecimiento.

Ahora vamos a la medida más de fondo: resulta crucial la venta de todos los hospitales estatales sean nacionales, provinciales o municipales eventualmente al propio equipo médico de la institución con el apoyo administrativo del caso y con todas las facilidades excepcionalísimas que requiera la situación y simultáneamente en una primera instancia y como medida de transición establecer el sistema de vouchers para que las personas que no cuenten con los ingresos suficientes puedan atenderse en el sanatorio o centro de salud privados de su preferencia. Esta medida significa que los que se ven obligados a financiar con sus impuestos al contraer inversiones hacen que los salarios de los marginales se contraigan, pero este fenómeno será de una magnitud mucho menor que los desembolsos tributarios que debe hacerse en el sistema actual. Además, la situación económica mejorará debido a lo que dejamos dicho, a lo cual es de desear se acoplen otras de igual envergadura y dirección que al mejorar más aun la situación económica y social permitirá ir disminuyendo los antes referidos vouchers y, por tanto, se irán atenuando los mencionados efectos adversos de esta política de transición. Incluso resultan sumamente ilustrativos y ejemplificadores la solidaridad en comunidades indias muy primitivas en cuanto a ayudas voluntarias recíprocas tal como las describe en detalle Charles A. Estman en Indian Boyhood. También y en otro orden de cosas es sobresaliente la proverbial generosidad de muchísimas médicas y médicos que intercalan atenciones sin cargo para personas de bajos ingresos desde tiempo inmemorial y en todas las latitudes.

La antedicha propuesta sobre la venta de hospitales estatales con el agregado que ahora he introducido respecto a los eventuales destinatarios de esas ventas, ya la había formulado hace más de treinta años en Proyectos para una sociedad abierta publicado en dos tomos con Martín Krause junto a la muy eficaz colaboración de Gustavo Lázzari, la cual aparece en el sexto capítulo del referido libro. En este trabajo también detallamos las suculentas reflexiones de Emilo Coni en su obra Higiene, asistencia y previsión. Buenos Aires caritativo y previsor, publicada en 1918. Allí Coni, después de referirse extensamente a todos los beneficios para la población de los sistemas privados de salud, concluye: “La República Argentina, por el hecho de haber desarrollado y arraigado profundamente en sus habitantes el espíritu y la conciencia mutualista puede ser considerada en éste como en tantos otros aspectos, una nación grande y moderna […] Pueden clasificarse las sociedades de socorros mutuos como sociedades de seguro contra enfermedades”. Y más adelante señala que también constituían cajas de ahorros para casos de accidentes, viudez y orfandad.

Como se ha hecho notar, estos sistemas privados convirtieron a los servicios de salud argentinos en uno de los más avanzados del orbe al cumplirse el centenario de la independencia, lo cual comenzó a revertirse con la creciente participación del gobierno a partir de mediados de la década del cuarenta, sistema que ha ido en declive. Esta declinación se ha mantenido inalterada hasta nuestros días. En todos lados ocurre lo mismo puesto a idénticas causas idénticos efectos. Por ejemplo, Milton Friedman, otro premio Nobel en economía, escribe refiriéndose a la degradación de la salud en Estados Unidos, otrora un baluarte de la extendida atención privada: “No hay duda de que la medicina en todos sus aspectos ha quedado sujeta cada vez más a una compleja estructura burocrática […] Las estructuras burocráticas producen alto costo, baja calidad y distribución inequitativa […] la medicina no es un caso distinto”.

Finalmente, una voz de alarma en nuestro caso: por más que por el momento ha quedado sin efecto la iniciativa, si en alguna circunstancia se confirmara aquello que se ha filtrado como posible en cuanto a que se firmaría un decreto por el que se declararía “de interés público todos los recursos sanitarios de la Argentina” -en exacta oposición a lo que presentamos en esta columna- se asentaría una puñalada final a la supervivencia en este país al autorizar a los aparatos estatales inmiscuirse en estos territorios privados, ya que se provocaría una catástrofe en cadena de proporciones nunca vistas al derrumbarse la sólida estructura sanitaria que queda en pie.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

A la herencia K se le agrega ahora la herencia Cambiemos

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 12/2/19 en: https://www.infobae.com/opinion/2019/02/12/a-la-herencia-k-se-le-agrega-ahora-la-herencia-cambiemos/

 

El Gobierno ha desperdiciado 3 años y monedas con la historia del gradualismo

Ahora, en su último año de Gobierno de CambIemos, aparece de nuevo el fantasma de que el kirchnerismo pueda tener la posibilidad de acceder al poder. Sería imperdonable que luego del esfuerzo que tanta gente hizo para frenar a esa asociación ilícita que llegó al Ejecutivo, vació la Argentina a puro latrocinio, produciendo uno de los saqueos más grandes de su historia, esa legión de delincuentes tenga alguna chance de volver a revolear bolsos con euros gracias al inmovilismo del gobierno y, por sobre todas las cosas, por no haber denunciado en su momento la terrible herencia recibida.

Lo cierto es que si en octubre se produce la polarización esperada entre Cambiemos y el kirchnerismo y el primero retiene el poder, tendrá que lidiar de nuevo con la herencia recibida y con la propia herencia, ya que en estos 4 años habrán agregado otros problemas a los ya heredados por el kircherismo como es el caso de la deuda pública para financiar el déficit fiscal por el gasto público que no se animaron a bajar.

El desafío que la Argentina tiene por delante para entrar en serio en una senda de crecimiento sostenido es de una magnitud insospechada que no se resuelve con retoques en el tipo de cambio, en la tasa de interés o haciendo artilugios financieros ni aplicando aspirinetas al tema fiscal.

Los 163 impuestos nacionales, provinciales y municipales que detectó el IARAF implican un aumento sobre los 96 impuestos nacionales, provinciales y municipales que ya había detectado Antonio Margariti en 2015, si mal no recuerdo.

Pero esa maraña de impuestos se explica por el fenomenal aumento del gasto público consolidado a partir de la llegada del kirchnerismo al gobierno en 2003.

Como puede verse en el gráfico, el gasto público consolidado pasó de un promedio del 31,5% sobre el PBI en la década del 90, cuando ya el gasto público era alto, a un máximo de 47,1% en 2016. O sea que el gasto consolidado aumentó 15,6 puntos porcentuales del PBI. Para ponerlo de otra forma, si quisiéramos volver a los niveles de gasto público consolidado respecto al PBI de los 90, habría que bajar el gasto consolidado unos USD 77.000 millones o, si se prefiere, habría que reducir un 34% el gasto público consolidado actual.

Si eso no se quiere hacer, entonces habrá que soportar una carga tributaria consolidada que pasó del 23% del PBI en 2003 al 41,7% del PBI en 2018 y que tampoco alcanza para evitar el déficit fiscal.

Como consecuencia del aumento del gasto público, la carga tributaria casi se duplicó desde el inicio del kirchnerismo a la actualidad, haciendo estragos en el endeudamiento público, disparando el peso de los intereses de la deuda sobre la recaudación impositiva y afectando el nivel de empleo privado.

Deterioro de la economía real

La recesión de 2018 comienza en abril de ese año. Si tomamos la cantidad de puestos de trabajo del sector privado en blanco en marzo de 2018 y los comparamos con los de noviembre del mismo año vemos una caída de 158.000 puestos sin considerar a los autónomos ni a los monotributistas. En cambio, en el mismo período, el empleo público consolidado (nación, provincias y municipios) aumentó en 43.900 puestos. Todos estos datos son de la Secretaría de Trabajo.

Tomando todo el período de Cambiemos, el empleo privado en relación de dependencia cayó en 102.000 puestos de trabajo y el empleo público consolidado creció en 58.800 puestos de trabajo. Es muy clara la evidencia que es el sector privado el que está sufriendo los efectos del ajuste, mientras los tres niveles de gobierno tiemblan ante la posibilidad de reducir un solo puesto de trabajo en el Estado.

Por un lado el que pierde puestos de trabajo es el sector privado y, por otro lado, el único rubro en que el Gobierno bajó el gasto público fue en subsidios económicos que tienen como contrapartida el incremento de las tarifas de los servicios públicos.

Puesto de otra forma, como corresponde y apoyo, el gobierno fue eliminando los subsidios económicos, en particular los que mantenían artificialmente bajas las tarifas de los servicios públicos, y la gente empezó a pagar más por dichos servicios, pero al mismo tiempo, el Poder Ejecutivo no bajó otros gastos del Estado para aliviar la carga impositiva.

De manera que el sector privado paga lo que corresponde por los servicios públicos pero no tiene alivio de la presión impositiva porque tiene que seguir sosteniendo a piqueteros, infinidad de planes sociales que Carolina Stanley decidió que son un derecho de los que reciben esos planes, sin aclarar de dónde surge ese derecho ni quién tiene la obligación de mantener a otro para que no trabaje y a legiones de empleados públicos que son intocables. Como si en Argentina hubiese prerrogativas de sangre y de nacimiento.

Para que tengamos una idea, el gasto público corriente (incluidos los intereses de la deuda pública) disminuyeron 3,6 puntos del PBI en la era Cambiemos, pero 2 puntos de esos 3,6 se explican por menos subsidios económicos, que es lo mismo que decir mayores tarifas de los servicios públicos pero no baja de impuestos.

Además, el Gobierno bajó 3,6 puntos el gasto corriente pero aumentó el gasto en intereses en 1,6 puntos del PBI que pasaron de 2% en 2015 a 3,6% en 2018, incluyendo los interés intrasector público.

En síntesis, el Gobierno ahorró 2 puntos del PBI en gastos corrientes cobrando más tarifas, pero otros 1,6 puntos del PBI se le fueron en intereses de la deuda para financiar el gradualismo. Puro costo para el sector privado.

Expectativas sin fundamentos 

Desde el Gobierno dicen que a medida que la economía crezca, se va a poder bajar el gasto público, y la oposición, que habla sin mirar los números, se espanta del ajuste salvaje y dice que esto se resuelve con crecimiento. Me permito advertir que ambos deliran. La Argentina no puede crecer con este gasto público ni carga tributaria. Así que decir que esto se resuelve bajando el gasto público y dejando de mentir con que la salida es el crecimiento sin que se baje el gasto previamente.

¿Cómo se resuelve este problema? ¿Cómo se rompe este círculo vicioso por el cual el Gobierno dice que no se puede bajar el gasto hasta que no haya inversiones y sabemos que no hará inversiones con esta carga impositiva? Lamentablemente, Cambiemos no sólo desperdició la oportunidad de contar la herencia recibida, sino que además se endeudó para no cambiarla. Se endeudó para pagar los sueldos en vez de endeudarse para financiar la reforma del estado. Si antes uno podía pensar en bajar los impuestos para atraer inversiones a un ritmo mayor al que se bajaba el gasto público y financiar el déficit hasta que hubiese equilibrio con endeudamiento, ahora ese instrumento no lo veo.

De manera que, desafortunadamente, el mayor ritmo de ajuste tendrá que venir por el lado del gasto público para poder reducir la carga tributaria y atraer inversiones para crecer. Una combinación de baja del gasto público, con reducción de impuestos y reforma laboral podría romper el círculo vicioso en el que estamos metido. Dicho de otra forma, el famoso gradualismo dejó una herencia más pesada que la que se recibió y tendrá costos políticos que pagar más altos que si se hubiese aplicado una política de shock desde el inicio contando la herencia recibida.

Las 3 bases para el mejor ajuste

¿Dónde bajar el gasto? En los programas sociales (ya he explicado varias veces cómo hacerlo), en las jubilaciones de aquellos que nunca aportaron al sistema y Cristina Fernández de Kirchner agregó terminando de quebrar a un sistema de reparto inviable, y en el empleo público.

Esto debería ser acompañado por el ajuste por inflación de los balances en una primera etapa y luego la reducción de las tasas impositivas. Tal vez habría que pensar en pasar de un Impuesto a las Ganancias a un flat tax. Considerando que la salida más rápida para crecer está en las exportaciones, la reducción de derechos de exportación hay que retomarla en forma inmediata.

Ronald Reagan y Margaret Tatcher consolidaron su liderazgo cuando pagaron el costo político de enfrentar a la mafia de los sindicatos. Reagan con los controladores aéreos y Tatcher con los mineros. Mostrada la convicción de avanzar en las reformas, la confianza renace y las inversiones pueden llegar.

En síntesis, para lograr romper el círculo vicioso de decadencia en el que estamos sumergido hace falta un plan económico consistente, ejecutado por personas de trayectoria y prestigio y una fuerte y clara convicción del presidente de pagar el costo político que haya que pagar para llevar adelante ese plan.

En ese contexto no hay lugar para funcionarios que sigan difundiendo la demagogia diciendo que quienes reciben un plan social no tienen que agradecer nada porque es su derecho a vivir del trabajo ajeno, ni tampoco hay para los especialistas en roscas políticas que pueden servir para ganar una elección pero luego no sirven para sacar al país de la decadencia, al contrario, lo terminan hundiendo.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE 

Liberales o antiliberales, ¿en verdad se trata de una opción?

Por Carlos Alberto Salguero. Publicado el 11/7/17 en: 

 

En la Argentina y en casi todos los países del mundo, los mercados rara vez se encuentran libres de la intervención del Estado. De uno u otro modo se formulan y establecen impuestos, se conceden subvenciones e implementan regulaciones de la más diversa índole.

 

Es claro que el gobierno necesita contar con ciertos recursos que le permitan financiar sus actividades, de ello no hay duda, en especial en la esfera que le es propia por definición: la burocracia.

Pero también es claro y evidente, tal la opinión de Jesús Huerta de Soto, que las organizaciones burocráticas tienden a sobreexpandirse y a crear la artificial necesidad de su existencia, exagerando los “beneficiosos” resultados de su intervención y ocultando sistemáticamente sus perniciosos efectos.

En varias ciudades de nuestro país, por ejemplo, es bastante común toparse con algún representante de la función pública –de cualquiera de los niveles de gobierno– devenido en un Papá Noel de ocasión, pues dispone discrecionalmente de dineros que reparte como le venga en gana. Pareciera que se tratara de fondos propios, pero eso jamás es lo que parece. Simplemente, se trata del dinero de los contribuyentes previamente apropiado que, a exclusiva valoración del funcionario de turno, discurre a diestra y siniestra bajo la oportuna, ampulosa y hasta entusiasta mirada de los medios masivos de comunicación.

Frente a ello, ante el gesto de genuflexión de los circunstanciales beneficiarios, desanimados pasivos, aletargados o quizás con la esperanza de una dádiva futura, los ciudadanos siguen atragantados con impuestos y asisten cual convidados de piedra a ungir el héroe del día.

El plafón teórico de la microeconomía o, lo que es lo mismo, la ortodoxia utiliza los conceptos del excedente del consumidor y del productor para evaluar y legitimar las políticas económicas del caso. Incluso cuando el gobierno obliga a los productores a cobrar un precio inferior al que vacía el mercado, y a sabiendas genera una perdida irrecuperable de eficiencia, para conformar los objetivos que se trazan las autoridades.

Suele afirmarse que los gobiernos pueden intervenir el mecanismo de los precios por la vía de la redistribución, en aras de la equidad y la justicia, y esa declaración está completamente fuera de cualquier disputa.

Pocos parecen advertir el daño que las intervenciones provocan: todo tipo de desconciertos y conflictos sociales que los políticos atribuyen a sus adversarios o a la falta de solidaridad de la ciudadanía. Los conflictos e infortunios se utilizan, a su vez, como un pretexto para redoblar la apuesta, y así sucesivamente, en un proceso cada vez más ambicioso del poder político, hasta invadirlo todo.

Este ideal consecuencialista, que ha florecido en los últimos años de una Argentina acostumbrada a depender de la asistencia pública, se ha generalizado en casi todos los ámbitos, y en los tiempos que corren su consecuencia golpea con fiereza sobre la sociedad toda. Pobreza y marginalidad azotan directamente a gran parte de los connacionales, y sus devastadores efectos se propagan en diversas formas: inseguridad, desvalorización de la cultura del trabajo y la falta de relaciones confiables y duraderas tanto en ámbitos familiares como sociales.

Quizás los argentinos debamos tomar conciencia de una vez y para siempre, después de casi treinta años, de lo que constituye el acontecimiento más importante del final del siglo XX: la caída del socialismo real. Berlín de 1989 y la desintegración de la ex Unión Soviética, dos años más tarde, pusieron en claro que no es posible el programa positivista de actuar tomando decisiones maximizadoras a partir de los medios dados y de costos también supuestamente conocidos, pues ha fracasado de modo ostensible.

Al final, como dijo Mises, “El conocimiento histórico hace al hombre sabio y prudente. Pero no proporciona, por sí solo, saber ni pericia alguna que resulte útil para abordar ningún supuesto individualizado”; no obstante, recoge y ordena los datos concernientes a la experiencia del hombre. Justamente, uno de ellos, que precedió por diez años al fin del socialismo real, fue expuesto por el expresidente de Estados Unidos Ronald Reagan en su primer discurso a la Nación, en 1981, quien expresó: “El gobierno no es la solución a nuestro problema; el gobierno es el problema”.

 

Carlos Alberto Salguero es Doctor en Economía y Máster en Economía y Administración de Empresas (ESEADE), Lic. en Economía (UCALP), profesor titular e investigador en la Universidad Católica de La Plata y egresado de la Escuela Naval Militar.

Consensos para bajar la presión tributaria: la Curva de Laffer, Irlanda y Reagan

Por Adrián Ravier: Publicado el 20/7/17 en: https://www.elcato.org/consensos-para-bajar-la-presion-tributaria-la-curva-de-laffer-irlanda-y-reagan

 

Adrián Ravier estima que el gobierno de Mauricio Macri podría simplificar el sistema tributario y reducir la presión tributaria sin necesariamente mermar la recaudación tributaria.

La herencia del gobierno anterior ha sido bastante compleja de desarticular. Ha habido avances en algunos frentes como el monetario y el cambiario, pero han sido claramente insuficientes en el frente fiscal. El gobierno parte de un diagnóstico adecuado. Acepta que la presión tributaria es excesiva para sus pretensiones de recuperar la inversión privada, a la vez que admite el elevado déficit fiscal, que lo mantiene acorralado en su intención de reforma tributaria. El ministro Nicolás Dujovne se ha propuesto para los próximos meses lanzar una reforma tributaria, pero los analistas temen que ésta sólo busque resolver el laberinto fiscal, sin reducir al mismo tiempo la presión tributaria.

Argentina tiene más de 100 impuestos en los tres niveles de gobierno, y las recomendaciones de los especialistas de finanzas públicas sugieren no tener más de 10. Está claro que la simplificación tributaria es necesaria, pero olvidarse de la presión tributaria constituye un error. No debemos buscar reemplazar algunos impuestos con otros nuevos, o elevando las alícuotas de los existentes. Argentina debe eliminar impuestos para alcanzar así el doble objetivo de simplificar el laberinto fiscal y, a la vez, reducir la presión tributaria.

El temor por la recaudación

El gobierno teme que hacerlo pueda implicar una reducción en la recaudación, lo que perjudicaría aun más las metas de acotar el déficit fiscal. Este temor, sin embargo, está infundado. El argumento principal para mostrar el punto no es otro que el conocido modelo de la Curva de Laffer.

La recaudación tributaria surge de multiplicar la “presión tributaria” por una cierta “base imponible”. Si el gobierno estuviera realmente convencido de que la presión tributaria actual inhibe la inversión, entonces debe comprender que desmantelar la mayoría de los impuestos podría impulsar fuertemente la actividad económica y el empleo, lo que incrementaría la base imponible y con ello aumentaría la recaudación. En términos de la Curva de Laffer, parece haber consenso entre los economistas de que la Argentina se encuentra por encima del óptimo.

Otro efecto secundario a la reducción de la carga tributaria es el consecuente impulso en la actividad económica y el empleo, lo que abre soluciones de mercado para muchos de los problemas que hoy el Estado busca resolver por la vía pública. Si reducimos la presión tributaria drásticamente y se crean nuevos puestos de trabajo, entonces el Estado puede reducir el gasto social, porque se reduce el número de necesitados. El efecto es benéfico económica y socialmente.

El consenso sobre la baja en la presión tributaria es tan amplio en economía que hasta ortodoxos y heterodoxos se darían la mano. Los ortodoxos no desconocen que el déficit fiscal es un problema real, pero aplauden desde luego reducir la órbita del Estado para dar lugar al mercado. Los heterodoxos, por su parte, comprenden que reducir la carga tributaria incrementa el ingreso disponible y con ello el gasto en consumo, lo que también da impulso a la demanda agregada en un momento en que la economía real todavía está en una situación delicada.

Irlanda, Reagan y Europa del Este

La evidencia empírica es enorme en esta materia. Quizás el caso más reciente es el de Irlanda, que bajando la presión tributaria logró atraer a numerosas empresas que querían escapar del fisco europeo. El impulso en la actividad económica desarrolló lo que hoy la literatura conoce como “el milagro del Tigre Celta”, básicamente por ser una isla de baja presión tributaria en un océano de Estado Benefactor.

Otro caso digno de mención es el de Ronald Reagan en Estados Unidos, quien bajó la tasa marginal más alta desde el 70 al 28%. En 8 años de gestión, Reagan consiguió reducir la inflación, acelerar el crecimiento económico y mantener prácticamente el mismo nivel de recaudación en relación con el PIB que el que existía cuando llegó al gobierno. Un claro ejemplo del mensaje de la Curva de Laffer.

Si el gobierno además se animara a dejar a un lado el gradualismo, entonces podríamos mirar otros casos emblemáticos en los países del Este de Europa, que emprendieron una transición desde el socialismo hacia las economías de mercado, no dudando en generar un cambio profundo en el frente fiscal para obtener una transformación real de sus economías.

Mauricio Macri está a tiempo de transformar la Argentina, como lo hizo la generación del 37 en tiempos pasados. Pero sin convicción, esta transformación será efímera. La reforma tributaria de Dujovne generará seguramente un impulso positivo en la actividad económica, pero su magnitud dependerá directamente de su convicción para simplificar el laberinto fiscal y también para reducir la presión tributaria.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

La Argentina no puede darse el lujo de no ser competitiva en materia impositiva

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 22/8/17 en: http://www.infobae.com/opinion/2017/08/22/la-argentina-no-puede-darse-el-lujo-de-no-ser-competitiva-en-materia-impositiva/

 

El típico argumento para no bajar los impuestos en forma inmediata es que primero hay que reducir la tasa de evasión impositiva. Es decir, una vez que muchos contribuyentes paguen altos impuestos es posible pensar en bajar la tasa de los mismos

 

En primer lugar, es muy raro que un político vaya a bajar los impuestos si logra que muchos paguen altos impuestos. Tener plata para hacer populismo siempre es una tentación difícil de ignorar. Hay que tener una fuerte convicción republicana para bajar el gasto público.

En segundo lugar, esta historia la vengo escuchando desde hace décadas: primero hay que bajar la tasa de evasión y luego podremos reducir los impuestos. La evidencia empírica muestra que a mayor carga tributaria más trabajo en negro y a los que estamos en blanco nos cocinan a fuego lento con una presión tributaria cada vez más asfixiante.

Cabe destacar que la Argentina es uno de los países con una tasa del Impuesto a las Ganancias para las empresas más alta del mundo. Siendo que necesitamos en forma urgente inversiones para crear puestos de trabajo y entrar en una senda de crecimiento de largo plazo, Argentina no puede darse el lujo de no ser competitiva en materia impositiva. Ya bastante tenemos con cargar en nuestro historial con ser uno de los países en que el estado viola sistemáticamente las reglas de juego, como para encima pretender atraer inversiones con semejante carga tributaria, que encima no permite el ajuste de los balances por inflación.

El gráfico muestra con nitidez que en la Argentina estamos más caros que el promedio de América Latina, el promedio de Europa, Asia, etc.

 Ya bastante tenemos con cargar en nuestro historial con ser uno de los países en que el estado viola sistemáticamente las reglas de juego, como para encima pretender atraer inversiones con semejante carga tributaria

La pregunta es ¿por qué invertir en Argentina si hay países que tienen un Impuesto a las Ganancias a las corporaciones mucho menores como, por ejemplo, Irlanda, que le cobra el 12,5% o Suecia que aplica solo el 22 por ciento?

¿Funciona la curva de Laffer como para bajar los impuestos en Argentina?

La referencia que uno puede tomar es la fuerte baja de impuestos que aplicó Ronald Reagan en 1981, algo que ahora quiere reeditar Donald Trump.

Considerando el desafío que tenemos por delante de atraer inversiones es bueno preguntarse si en los hechos funciona la curva de Laffer. Al respecto una buena referencia es Irlanda que bajó de tal manera la tasa del Impuesto a las Ganancias para las corporaciones que el resto de Europa la acusa de dumping impositivo.

El otro caso emblemático es el de la administración Reagan. Recordemos que Ronald Reagan bajó la tasa marginal más alta que era del 70% al 28%. La pregunta que sigue es: ¿qué ocurrió con la recaudación de los impuestos federales a lo largo de esos 8 años? Si comparamos la recaudación de impuestos federales contra el PBI, Reagan logra obtener casi los mismos ingresos tributarios que cuando asumió.

Como puede verse en el siguiente gráfico, Jimmy Carter deja su último año de mandato en 1980 con una relación recaudación impuestos federales/PBI del 18,1% y Reagan deja su último año de mandato con una relación del 17,5%, solo 0,6 puntos porcentuales menos pero con la economía creciendo y habiendo bajado la inflación que recibió de Carter de dos dígitos anuales a un dígito.

Es más, en 1989 los ingresos federales superaban al promedio de la década del 70 o los igualaban a pesar de haber bajado fuertemente la carga tributaria.

El plan económico de Reagan se basaba en tres pilares: 1) baja de impuestos; 2) reducción del gasto público; y 3) desregular la economía. La baja de impuesto se produjo. La desregulación de la economía fue muy amplia. Se eliminaron controles de precios que venían de la era Carter. Reagan enfrentó la huelga de los controladores aéreos. Los reemplazó por controladores de la fuerza aérea y los despidió. Al igual que Tatcher que se mantuvo firme con la huelga de los mineros, una de las claves de ambos mandatarios fue no achicarse ante la extorsión sindical. También Reagan desreguló el precio del petróleo. Lo que no consiguió fue reducir el gasto público. El incremento en el gasto se produjo por más gastos en defensa (recordemos que en esos años todavía estaba la guerra fría) y el incremento de los intereses de la deuda pública como parte del gasto federal a raíz del mayor déficit fiscal inicial.

El resultado de la política económica de Reagan fue un crecimiento promedio anual del 3,8%; bajó la inflación de dos dígitos altos a una inflación anual del 3 al 4 por ciento anual, la desocupación que estaba en el 7,2% cuando se fue Carter, subió en los dos primeros años y luego fue descendiendo hasta llegar al 5%. Lo que tuvo Reagan fue un aumento del déficit fiscal inicial que llegó al 5,7% del PBI pero terminó reduciéndolo al 2,7% a pesar de no haber bajado el gasto público, lo cual indica que la combinación de reducción de impuestos y desregulación de la economía fue lo suficientemente potente como para incrementar la recaudación.

 En el gobierno de Ronald Reagan terminó reduciéndolo al 2,7% a pesar de no haber bajado el gasto público, lo cual indica que la combinación de reducción de impuestos y desregulación de la economía fue lo suficientemente potente

Volviendo a la Argentina, tanto EE.UU. como Irlanda y la reducción y quita de retenciones a las exportaciones de granos en nuestro país muestran que importantes reducciones tributarias generan un estímulo significativo en la economía ya que le devuelven poder de compra al contribuyente y transforman inversiones que antes no eran viables por la carga tributaria en inversiones viables. Sólo basta ver cómo están creciendo las ventas de tractores, cosechadoras, silos, etc. para advertir cómo la inversión se dispara cuando se reduce la carga impositiva.

Si luego de las elecciones el Gobierno logra un acuerdo con la oposición (PJ no k, massismo, etc.) para encarar una importante reducción impositiva; una reforma del Estado que permita bajar el gasto público (en nuestro caso va a ser indispensable porque el gasto público y déficit fiscal son récords heredados del kirchnerismo) y desregular aún más la economía, no sé si se darán los 20 años de crecimiento que pronosticó Nicolás Dujovne, pero sin duda por varios años la economía entrará en un sendero de crecimiento de largo plazo.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

Patentes y descubrimientos: una nota

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

En la ciencia y en el conocimiento en general no hay tal cosa como verificación sino corroboraciones provisionales sujetas a posibles refutaciones tal como enseñan entre otros Morris Cohen en su Introducción a la lógica y Karl Popper en su Conjeturas y refutaciones. El progreso científico está basado en esta premisa pero lamentablemente la ignorancia hace posible descansar en certezas que son las que bloquean el progreso porque no permiten acercarse a las verdades, no permiten incorporar tierra fértil en el mar de ignorancia en el que nos desenvolvemos. Ese es el sentido de lo dicho por Emmanuel Carrére. “lo contrario a la verdad no son las mentiras sino las certezas”. Nada humano alcanza la perfección, por tanto se trata de un tránsito sin término en el afán de descubrir nuevos aspectos. El lastre más pesado para el conocimiento son los aferrados al statu quo, son los conservadores a raja tabla, las telarañas mentales que no dan lugar a la aventura del pensamiento. El arraigo al pasado, al inmovilismo y a la superlativa escasez de imaginación para concebir lo mejor constituye el reflejo más potente del atraso.

Emparentado con el tema que ahora abordamos  brevemente -el de las patentes- la Academia Nacional de Ciencias me publicó hace casi treinta años un ensayo (por si fuera de interés, está en Internet reproducido en la revista académica chilena Estudios Públicos) titulado “Apuntes sobre el concepto de copyright” de cuarenta páginas con palabras introductorias de Julio G. H. Olivera, donde intentaba demostrar los inconvenientes de las leyes de copyright, en este caso apunto a lo mismo pero referido a las patentes. Muchos son los autores que han señalado con anterioridad las mismas conclusiones pero esta línea argumental partió de dos trabajos pioneros de Arnold Plant en la London School of Economics, respectivamente titulados “The Economic Theory Concerning Patents for Inventions” (Economica, febrero de 1934) y “The Economic Aspects of Copyrights for Books” (Economica, mayo de 1934).

Antes que nada debe subrayarse que la patente se diferencia de la marca, es decir, constituye un fraude operar bajo la marca (el nombre) de otra empresa o persona. En segundo lugar, es necesario precisar que la patente otorga un privilegio que permite cobrar un precio más alto del que hubiera sido de no mediar la prerrogativa.

En tercer término es de interés destacar que, dados los siempre escasos recursos, la patente desvía factores de producción hacia lo patentable en investigación y desarrollo en dosis mayores de lo que hubiera sucedido de no haber mediado el mencionado privilegio y como las necesidades son ilimitadas se producirá un faltante artificial en otros reglones como, por ejemplo, el pan, la leche, las verduras y las represas. Por otra parte, las universidades de prestigio cuentan con departamentos de investigaciones de gran fertilidad sin privilegios otorgados por los aparatos estatales.

En cuarto lugar, la patente se otorga por cierto número de años lo cual pone de manifiesto que el producto o proceso en cuestión no pertenece estrictamente al patentado sino al gobierno. Si fuera un derecho de propiedad no debiera limitarse en el tiempo sino hasta que el supuesto titular venda o regale.

Quinto, el régimen de las patentes entra en un galimatías al intentar definir lo patentable de lo no patentable. En este último caso, no se autoriza patentar que dos más dos son cuatro o que la Tierra es redonda, solo lo que se dice son invenciones que en verdad son descubrimientos de leyes de la naturaleza preexistentes por lo que no corresponde cobrar y por lo que es permisible copiar, ya sea un procedimiento de ejercicios para el dolor de espalda, el proceso por el cual tiene lugar la electricidad o un nuevo estilo de construcción arquitectónica, situación que no quita la posibilidad cordial de dar crédito a quien descubrió lo dicho, a diferencia de la genuina creación, por ejemplo, la literaria en cuyo caso puede un tercero también comercializar la obra una vez hecha pública (publicada) pero nunca cometer el robo, es decir, el plagio, de usar el texto como si fuera propio (tema sobre el que me explayé en el antes referido ensayo sobre copyrights).

Sexto, en este contexto el prestigio de la marca atrae debido a lo confianza que inspira aunque la fórmula del medicamento, la bebida o lo que fuera sea copiada si es que la competencia real o potencial pudiera acceder a la misma, puesto que en un mercado libre nadie está obligado a hacer pública la fórmula o el proceso que descubrió.

Séptimo, hay un correlato de lo que estamos apuntando con la llamada “teoría de la industria incipiente”. Se dice que los aparatos estatales deben establecer aranceles aduaneros “al efecto de proteger emprendimientos locales hasta que adquieran la experiencia necesaria frente a empresas extranjeras que cuentan con mayor entrenamiento”. Pues esto está mal razonado, en una sociedad abierta el emprendimiento que arroja pérdidas en los primeros períodos (como lo son la mayor parte de la evaluación de proyectos nuevos) con la conjetura de que las ganancias futuras más que compensen los referidos quebrantos iniciales, debe ser financiado por las empresas que pretenden ejecutar el proyecto. Y si los fondos no alcanzaran deberían financiarse con la venta de parte del emprendimiento sea con recursos locales o internacionales. Si nadie en el orbe se interesa por la idea, es por un de dos motivos: o es un cuento chino (lo cual es muy común en estos avatares “proteccionistas” que desprotegen a los consumidores) o, siendo un proyecto rentable hay otros que lo son más y, como queda dicho, siendo los recursos limitados deben establecerse prioridades puesto que todo no puede hacerse al mismo tiempo.

Octavo,  en el contexto de las patentes debe subrayarse el eje central del fundamento de la propiedad privada deriva de la naturaleza de las cosas: pone en evidencia que los bienes son escasos en relación a las ilimitadas necesidades. En conexión con lo que apuntamos en el  tercer punto, como hemos enfatizado recientemente en otro contexto, si hubiera de todo para todos todo el tiempo no habría necesidad de asignar y resguardar derechos de propiedad (tal como viene ocurriendo con el oxígeno en este planeta). Como esto no es así, el proceso de asignación de derechos de propiedad se debe a que el uso y la disposición estará en las mejores manos en una sociedad abierta al efecto de proteger el fruto de la propia labor y simultáneamente servir de la mejor manera al prójimo. Quienes administran mejor lo bienes estarán compensados con ganancias y quienes yerran en la operación de sus bienes incurrirán en quebrantos con lo que los patrimonios cambiarán de manos según la eficiencia para atender las demandas de los demás. Sin embargo, en el caso de las patentes el privilegio produce escasez artificialmente.

Noveno, el colmo de la injusticia y lo contraproductivo en el sistema prevalente de patentes es cuando otra persona o empresa descubren por una vía independiente lo mismo que descubrió el patentado tiene que resignarse a no producir puesto que el primero detenta el monopolio.

Cuando en economía se habla de monopolio debe aclararse que hay dos tipos: el que surge en el mercado como consecuencia del apoyo voluntario de los consumidores o el que es impuesto por la fuerza por el gobierno. El primero es consubstancial con el proceso de mercado puesto que no puede existir la segunda empresa en cualquier ramo antes que exista la primera. Es el caso del arco y la flecha en épocas del garrote, es el caso de la computación, de los productos farmacéuticos, de las comunicaciones y de todo lo que inicialmente tiene lugar en el planeta. Lo importante en estas cuestiones es que el mercado esté abierto para que cualquiera en cualquier punto del mundo pueda entrar a competir, lo cual no quiere decir que necesariamente habrá varios oferentes,  esto dependerá de los reclamos de la gente y de los recursos disponibles. Cuantos operarán en cierto rubro será consecuencia de las circunstancias del caso, pero, repetimos, es fundamental que el mercado se encuentre abierto de par en par para cualquiera que se considere en condiciones para competir.

Sin embargo, el segundo tipo de monopolio, el legal, el privilegio otorgado por el gobierno, siempre y en toda circunstancia es dañino sea un monopolio estatal o privado, el precio será superior, la calidad inferior o las dos cosas al mismo tiempo. Este es el caso de las patentes y, como he analizado en mi ensayo que mencioné antes en base a la nutrida bibliografía disponible, esta conclusión también se aplica a las leyes de copyrights.

Arnold Plant y tantos otros intelectuales (destaco especialmente a Fritz Machlup, Lionel Robbins y el premio Nobel en economía Friedrich Hayek) han demostrado en detalle en sus respectivos trabajos los graves inconvenientes de imponer el sistema de patentes, incluso para la calidad de las inversiones en investigación de la propia área en cuestión. Como ha escrito una y otra vez Fredéric Bastiat,  un buen analista no se limita a estudiar las consecuencias visibles y a corto plazo de una política sino que debe interesarse por las consecuencias que a primera vista no se detectan y las que tienen lugar en el largo plazo, es decir, las que se producen en definitiva y en el balance neto.

Cada vez con más frecuencia la política se desvía de lo que en esta instancia del proceso de evolución cultural es su misión de proteger derechos para, en su lugar, atropellarlos. Constituye una regresión al absolutismo. Hoy, en un plano más amplio, Anthony de Jasay ha consignado que “Es bien sabido que de buenas intenciones está pavimentado el camino al infierno, pero no es bien sabido que el camino a la pobreza está pavimentado de la política”, a lo que podríamos agregar lo que decía Ronald Reagan: “Los dos primeros oficios de la humanidad fueron la prostitución y la política, lamentablemente cada vez más el segundo se está pareciendo al primero”. Y esto es urgente revertirlo si queremos sobrevivir. En todo caso, estimamos que este introito al tema de las patentes es suficiente para un artículo periodístico.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.