La gran estafa del impuesto a la herencia

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 8/1/2en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/la-gran-estafa-del-impuesto-a-la-herencia-nid08012022/

¿Quién será el que invierta en un negocio si el resultado no se puede trasmitir total o parcialmente a descendientes? Así se tenderá a vivir al día, sin ahorros

Como es sabido, el Manifiesto Comunista escrito por Marx y Engels en 1848 constituye el documento central de la religión totalitaria de nuestra época. Allí se detallan diez puntos para sabotear y exterminar al sistema capitalista. En su punto tercero se aconseja eliminar la herencia en el contexto de lo que reza ese manifiesto en cuanto a que “pueden sin duda los comunistas resumir toda su teoría en esta sola expresión: abolición de la propiedad privada.”

Se ha sostenido que el establecimiento del impuesto a la herencia tiende a igualar a todos en la largada de la carrera por la vida, atenuando las ventajas de nacimiento; y, en el extremo marxista, se nivelaría en un sentido absoluto en aquella metáfora deportista. Se sigue diciendo que esto es justo porque permite que cada uno desarrolle sus potencialidades sin el apoyo del esfuerzo de sus ancestros.

Anthony de Jasay –el célebre profesor de Oxford y probablemente el autor más prolífico y creativo en la tradición de pensamiento liberal– muestra que resulta autodestructivo el ejemplo de la carrera por la vida. Esto es así debido a que el que llega primero en esa contienda verá destruido su esfuerzo, ya que nivelarán a sus descendientes nuevamente en la próxima carrera, puesto que ellos no recibirán nada del esfuerzo de su progenitor debido precisamente a la guillotina horizontal que implica el impuesto a la herencia, sea expropiatorio en su totalidad o de modo parcial, en cuyo caso el resultado abarcará la totalidad o el efecto negativo será sobre una parte.

Es del todo irrelevante para el bienestar de la gente quién es concretamente el que generó una fortuna: si el padre, el abuelo o el mismo titular del momento; el asunto estriba en los resultados y la respectiva gestión administrativa. Si el heredero administra mal, es decir, si en un mercado abierto no da en la tecla con las preferencias de sus semejantes, incurrirá en quebrantos, lo cual significa que transferirá sus recursos a otras manos más competentes. El impuesto a la herencia bloquea, deteriora y desdibuja el antedicho proceso, lo cual se traduce en despilfarro que consume capital y, por ende, contrae salarios e ingresos en términos reales. En este contexto, ¿quién será el que invierta en un negocio si el resultado no se puede trasmitir total o parcialmente a descendientes? Así se tenderá a vivir al día sin ahorros. En otras palabras, el impuesto a la herencia perjudica a toda la economía, pero muy especialmente a los más vulnerables, puesto que las menores tasas de capitalización siempre afectan con más fuerza a los más pobres.

Los estatistas siempre están al acecho para incluir medidas del tipo mencionado, lo cual desafortunadamente en nuestros tiempos incluye a la cabeza de la Iglesia Católica con sus alientos al redistribucionismo del fruto del trabajo ajeno y a los embates de los aparatos estatales. De allí que cuando le preguntaron al actual papa si es comunista, respondió: “Son los comunistas los que piensan como los cristianos” (Roma, La Reppublica, noviembre 11, 2016); y también sus reiteradas declaraciones y documentos varios que la emprenden contra el capitalismo y los mercados libres, al tiempo que alaba a tercermundistas y equivalentes, todo lo cual intensifica la pobreza en grado sumo.

La influencia central en Marx provino de Hegel, quien en su Filosofía del derecho (asunto que alude también en La filosofía de la historia) resume su posición cuando escribe: “El Estado es la realidad de la idea ética; es el espíritu ético […] El Estado es la voluntad divina como espíritu presente.” Esta obra ha sido posteriormente prologada por Marx, donde subraya: “La religión es el sollozo de la criatura oprimida […] Es el opio del pueblo. La eliminación de la religión como ilusoria felicidad del pueblo es la condición para su felicidad real”. Este andamiaje conceptual ha sido tomado en cuenta por sus seguidores al efecto de demoler desde adentro religiones oficiales, faena realizada principal, pero no exclusivamente por Antonio Gramsci para incorporar adherentes al marxismo.

Un destacado precursor del marxismo fue Robespierre, que en la contrarrevolución francesa expresó en su conocida diatriba del 2 de diciembre de 1793: “Todo lo indispensable para la preservación es propiedad común”.

Es triste que desde el púlpito se aliente lo dicho, puesto que otra influencia decisiva en el pensamiento de Marx fue el determinismo físico en Demócrito, sobre el que trabajó su tesis doctoral. Tal como han explicado, entre muchos, autores como el filósofo de la ciencia Karl Popper y el premio Nobel en neurofisiología John Eccles, esa postura niega la existencia de la psique fuera de los nexos causales inherentes a la materia, lo cual imposibilita el libre albedrío, la revisión de nuestros juicios, proposiciones verdaderas y falsas, ideas autogeneradas, la responsabilidad individual, la moral y la propia libertad. Esta postura marxista se pone de relieve especialmente en la obra en coautoría con Engels titulada La sagrada familia. Crítica de la crítica crítica (no es una errata, es así el título), en el que aluden a estudios realizados por Bruno Bauer y sus hermanos Edgar y Egbert, donde mezcla ese tema con ofensas contra el judaísmo –que desarrolla en La cuestión judía–, a pesar de descender de una familia rabínica, aunque su padre cambió de religión al efecto de contar con mayor número de clientes en su bufete de abogado en el contexto del régimen prusiano.

Un buen número de intelectuales se dejaron seducir por el marxismo que recién abandonaron una vez que comprobaron de primera mano los desastres irreversibles que produce. Hoy se suele renegar de la etiqueta marxista, pero se adopta buena parte de sus recetas, lo cual está presente en aulas universitarias, en círculos sindicales, en no pocos medios periodísticos, en ámbitos empresarios, en organismos internacionales financiados por gobiernos y en un número nada despreciable de los libros publicados. Incluso los hay quienes se proclaman abiertamente antimarxistas pero degluten sus principios.

Ha habido y hay fervientes revisionistas que objetan distintos aspectos del marxismo, pero vuelven una y otra vez a sus ejes centrales, como es el caso del impuesto a la herencia. Aparecen marxistas edulcorados que rechazan enfáticamente la violencia, sin percatarse de que está en la naturaleza de todo régimen totalitario el uso sistemático de la fuerza al efecto de torcer voluntades que pretenden operar en direcciones distintas a las impuestas por los mandones de turno.

Hasta se conjetura que el propio Marx se percató de su error, en cuanto a que su tesis de la plusvalía y la consiguiente explotación no la reivindicó una vez aparecida la teoría subjetiva del valor expuesta por Carl Menger en 1871, que echaba por tierra con la teoría del valor-trabajo marxista. Por eso es que después de publicado el primer tomo de El capital en 1867 no publicó más sobre el tema, a pesar de que tenía redactados los otros dos tomos de esa obra, tal como nos informa Engels en la introducción al segundo volumen veinte años después de la muerte de Marx y treinta después de la aparición del primer tomo. A pesar de contar con 49 años de edad cuando publicó el inicio de aquella obra, se abstuvo de publicar, salvo dos textos secundarios: sobre el programa Gotha y el folleto sobre la comuna de París.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Gato por liebre: la notable influencia de Karl Marx

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 4/9/2en: https://www.infobae.com/opinion/2021/09/04/gato-por-liebre-la-notable-influencia-de-karl-marx/

Karl Marx

A pesar de que muchos intelectuales reniegan de la etiqueta marxista, adoptan y suscriben buena parte de sus recetas

En lo que va de la historia de la humanidad no ha habido un pensador que haya influido más en los acontecimientos mundiales que Karl Marx debido a su notable capacidad de penetrar en las áreas más sensibles que han captado la atención de numerosos intelectuales de muy diversas condiciones y profesiones.

La influencia central en Marx provino de Hegel quien en su Filosofía del derecho (asunto que alude también en La filosofía de la historia) resume su posición cuando escribe que “El Estado es la realidad de la idea ética; es el espíritu ético en cuanto a voluntad patente, clara por sí misma, sustancial […] El Estado es la voluntad divina como espíritu presente y que se despliega en la forma real y en la organización de un mundo”. Esta obra ha sido posteriormente prologada por Marx donde subraya que “La religión es el sollozo de la criatura oprimida […] Es el opio del pueblo. La eliminación de la religión como ilusoria felicidad del pueblo, es la condición para su felicidad real”. Este andamiaje conceptual se ha tomado en cuenta por sus seguidores al efecto de demoler desde adentro a religiones oficiales, faena realizada principal pero no exclusivamente por Antonio Gramsci para incorporar adherentes en religiosos que puedan absorber la filosofía marxista aun manteniendo el altar (en el caso del Papa Francisco su interés por el comunismo fue despertado primero de muy joven por la doctora Esther Balestrino y luego de ordenado por Monseñor Enrique Angelelli, la primera también entusiasta de Gramsci y el segundo celebraba misa bajo la insignia de los Montoneros).

Un destacado precursor del marxismo fue Robespierre que en la contrarrevolución francesa expresó es su célebre discurso del 2 de diciembre de 1793 que “todo lo indispensable para la preservación es propiedad común” a contracorriente de lo expresado en la declaración de derechos de 1789 en cuanto a “la propiedad un derecho inviolable y sagrado.”

Otra influencia decisiva en el pensamiento de Marx fue el determinismo físico en Demócrito sobre el que trabajó su tesis doctoral. Tal como han explicado entre muchos autores como el filósofo de la ciencia Karl Popper y el premio Nobel en neurofisiología John Eccles, esa postura que niega la existencia de la psique fuera de los nexos causales inherentes a la materia imposibilita el libre albedrío, la revisión de nuestros juicios, proposiciones verdaderas y falsas, ideas autogeneradas, la responsabilidad individual, la moral y la propia libertad. Esta postura marxista se pone de relieve especialmente en la obra en coautoría con Engles titulada La sagrada familia. Crítica de la crítica crítica (no fue una errata, es así el título) en el que aluden a estudios realizados por Bruno Bauer y sus hermanos Edgar y Egbert, donde mezcla ese tema con diatribas contra el judaísmo -que desarrolla en La cuestión judía– a pesar de descender de una familia rabínica, aunque su padre cambió de religión al efecto de contar con mayor número de clientes en su bufete de abogado en el contexto del régimen prusiano.

Un buen número de intelectuales se dejaron seducir por el marxismo que recién abandonaron una vez que comprobaron de primera mano los desastres irreversibles que produce no sólo en cuanto a matanzas sino en cuanto a la miseria a la que condena a la población. Hoy se suele renegar de la etiqueta marxista pero se adoptan y suscriben buena parte de sus recetas, lo cual está presente en aulas universitarias, en círculos sindicales, en no pocos medios periodísticos, en ámbitos empresarios, en iglesias, en organismos internacionales financiados por gobiernos y en un número nada despreciable de los libros publicados. Incluso los hay quienes se proclaman abiertamente anti-marxistas pero degluten sus principios.

Como es de público conocimiento, hay ríos de tinta sobre el marxismo respecto a lo cual también he escrito antes para agregar unas gotas a ese caudaloso río, pero dada la entusiasta reincidencia de sus postulados vuelvo a insistir en el tema con otros ingredientes. Ha habido y hay fervientes revisionistas que objetan distintos aspectos del marxismo pero vuelven una y otra vez a sus ejes centrales. Aparecen marxistas edulcorados que rechazan enfáticamente la violencia sin percatarse que está en la naturaleza de todo régimen totalitario el uso sistemático de la fuerza al efecto de torcer voluntades que pretenden operar en direcciones distintas a las impuestas por los mandones de turno.

En la sección 36 del tercer capítulo del Manifiesto Comunista escrito en 1848 por Marx y Engels se consigna el aspecto central de su tesis (que ya habían subrayado en la antes mencionada La ideología alemana): “Pueden sin duda los comunistas resumir toda su teoría en esta sola expresión: abolición de la propiedad privada”Si no hay propiedad privada, no hay precios, ergo, no hay posibilidad de contabilidad, evaluación de proyectos o cálculo económico. Por tanto, no existen guías para asignar eficientemente los siempre escasos recursos y, consecuentemente, no es posible conocer en que grado se consume capital. Y conviene enfatizar que los daños se producen en la medida en que se afecte la propiedad sin necesidad de abolirla.

A este enjambre crucial imposible de resolver dentro del sistema, se agrega el historicismo inherente al marxismo, contradictorio por cierto puesto que si las cosas son inexorables no habría necesidad de ayudarlas con revoluciones de ninguna especie. También es contradictorio su materialismo dialéctico que sostiene que todas las ideas derivan necesariamente de las estructuras puramente materiales en procesos hegelianos de tesis, antítesis y síntesis ya que, entonces, en rigor, no tiene sentido elaborar las ideas sustentadas por el marxismo.

Esta dialéctica hegeliana aplicada a las relaciones de producción pretende dar sustento al proceso de lucha de clases. En este contexto Marx fundó su teoría del polilogismo, es decir, que la clase burguesa tendría una estructura lógica diferente de la de la clase proletaria, aunque nunca explicó en qué consistían las ilaciones lógicas distintas a las aristotélicas ni cómo se modificaban cuando un proletario se enriquecía ni cuando un burgués es arruinado y en qué consiste la estructura lógica de un hijo de un proletario y una burguesa. Sobre las llamadas “clases sociales” me explayaré en una próxima columna.

Las contradicciones son aún mayores si se toman los tres pronósticos más sonados de Marx. En primer lugar, que la revolución comunista se originaría en el núcleo de los países con mayor desarrollo capitalista y, en cambio, tuvo lugar en medio de la pobreza de la Rusia zarista. En segundo término, que las revoluciones comunistas aparecerían en las familias obreras cuando todas surgieron en el seno de intelectuales-burgueses. Por último, pronosticó que la propiedad estaría cada vez más concentrada en pocas manos y solamente las sociedades por acciones produjeron una dispersión colosal de la propiedad tal como en un contexto más amplio hoy explican autores como Anthony de Jasay cuando critican a Thomas Piketty.

En este muy apretado resumen, cabe mencionar que la visión errada de Marx respecto a la teoría del valor-trabajo dio lugar a la noción de la plusvalía. Aquella concepción sostenía que el trabajo genera valor sin percatarse que las cosas se las produce (se las trabaja) porque se les asigna valor y no tienen valor por el mero hecho de acumular esfuerzos (por más que se haya querido disimular el fiasco con aquella expresión hueca del “trabajo socialmente necesario”).

Lo dicho no va en desmedro de la conjetura respecto a la honestidad intelectual de Marx en cuanto a que su tesis de la plusvalía y la consiguiente explotación no la reivindicó una vez aparecida la teoría subjetiva del valor expuesta por Carl Menger en 1871 que echaba por tierra con la teoría del valor-trabajo marxista. Por ello es que después de publicado el primer tomo de El capital en 1867 no publicó más sobre el tema, a pesar de que tenía redactados los otros dos tomos de esa obra tal como nos informa Engels en la introducción al segundo tomo veinte años después de la muerte de Marx y treinta después de la aparición del primer tomo. A pesar de contar con 49 años de edad cuando publicó el primer tomo y a pesar de ser un escritor muy prolífico se abstuvo de publicar, salvo dos textos secundarios: sobre el programa Gotha y el folleto sobre la comuna de París.

Lenin era más sagaz que sus maestros ya que nunca creyó que el llamado proletariado podía dirigir y mucho menos gobernar una revolución. Por eso escribió lo que aparece en el quinto tomo de sus obras completas en el sentido que “no es el proletariado sino la intelligentsia burguesa: el socialismo contemporáneo ha nacido en las cabezas de miembros individuales de esta clase”.

Curiosa es en verdad la noción de los marxistas sobre la división del trabajo: Marx y Engels consignan en la antedicha obra sobre la ideología alemana que “en una sociedad comunista, en la que nadie tenga una esfera exclusiva de actividad sino que cada uno pueda formarse en cualquier sector que desee, la sociedad regula la producción general y por tanto se hace posible hacer hoy una cosa y mañana otra, cazar por la mañana, pescar por la tarde, criar ganado al atardecer, criticar después de cenar, como me apetezca, sin convertirme nunca en cazador, pescador, pastor o crítico”.

A pesar de esta visión idílica, la violencia está indisolublemente atada al marxismo. Por esto es que en el antedicho Manifiesto comunista se declara que “no pueden alcanzar los objetivos más que destruyendo por la violencia el antiguo orden social”. Marx en Las luchas de clases en Francia en 1850 y al año siguiente en 18 de Brumario condena enfáticamente las propuestas de establecer socialismos voluntarios como islotes en el contexto de una sociedad abierta. Por eso es que Engles también condena a los que consideran a la violencia sistemática como algo inconveniente, tal como ocurrió, por ejemplo, en el caso de Eugen Dühring por lo que Engels escribió El Antidühring sobre el “alto vuelo moral y espiritual” de la violencia.

Parte de la tesis de esta nota estriba en que, mal que les pese a “los progres” y a los “fachos”, la manía de identificar una postura intelectual por la localización geográfica de derecha e izquierda presenta una falsa disyuntiva. La representación más fuerte de las derechas está constituida por el nazi-fascismo. En los hechos, Hitler tomó cuatro pilares del marxismo: la teoría de la explotación, el ataque a la propiedad, el antiindividualismo y la teoría del polilogismo. Por su parte, Mussolini fue secretario del Círculo Socialista y colaboró asiduamente en el periódico Avenire del Lavoratore, órgano del movimiento comunista, época en que sus lecturas favoritas incluían a George Sorel, Kropotkin y la dupla Marx-Engels. Luego fue colaborador del diario Il Populo y director de Avanti. Tal como consigna Gregorio De Yurre en Totalitarismo y egolatría , “era la figura más destacada y representativa del ala izquierdista del marxismo italiano”.

En realidad, tanto los nazis como los fascistas, al permitir el registro de la propiedad de jure pero manejada de facto por el gobierno, lanzan un poderoso anzuelo para penetrar de contrabando y más profundamente con el colectivismo marxista que, abiertamente, no permite la propiedad, ni siquiera nominalmente.

Entre los autores que han enfatizado las similitudes y parentescos de la izquierda y la derecha se destaca nítidamente Jean-François Revel, quien en La gran mascarada apunta: “No se puede entender la discusión sobre el parentesco entre el nazismo y el comunismo si se pierde de vista que no sólo se parecen por sus consecuencias criminales sino también por sus orígenes ideológicos. Son primos hermanos intelectuales”.

Tengamos muy presente como señala el gato por libre el ex marxista Bernard-Henri Lévy en su Barbarism with a Human Face“Aplíquese marxismo a cualquier país que se quiera y siempre se encontrará un Gulag al final”. Respecto de la social democracia de Eduard Bernstein conviene subrayar que a pesar de su revisionismo respecto de Marx, insiste en el redistribucionismo que significa reasignar factores productivos desde las áreas preferidas por los consumidores hacia las deseadas por los aparatos estatales, con lo que el consiguiente derroche de capital reduce salarios e ingresos en términos reales.

Es de interés remontarse a Marx y tomar su noción de ideología como algo enmascarado, un engaño que oculta otros intereses, por ende, en este contexto, se trata de algo falso que encubre intenciones espurias. En esta línea argumental, toda cultura sería ideológica excepto la marxista que sería transideológica. En un sentido más amplio y de acepción más generalizada, un ideólogo es aquel que profesa un sistema cerrado, terminado e inexpugnable. En otros términos, lo contrario al liberalismo que, por definición, está abierto a un proceso de constante evolución.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

ABAJO SAN FRANCISCO DE ASIS: ERA BLANCO Y CATÓLICO. Sobre la absoluta locura en los EEUU.

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 13/6/20 en: http://gzanotti.blogspot.com/2020/06/abajo-san-francisco-de-asis-era-blanco.html

 

Que el mundo se ha vuelto más loco que nunca, no cabe duda. Estatuas dañadas o derribadas por doquier. Películas y libros auto-censurados. Peticiones a Trump para que “re-name” todas las bases militares con nombres confederados. Poco falta para que pidan eliminar la Declaración de Independencia porque fue escrita por Jefferson; poco falta para que pidan reemplazar el Inglés por el idioma Hopi. Poco falta en serio, porque saben perfectamente dónde van.

Pero dejemos a un lado, por ahora, a las masas alienadas, carentes de todo pensamiento crítico, con su pulsión de agresión desatada; dejemos por un lado a los ideólogos cuyas ideas son sólo racionalizaciones de su psicosis, dejemos por ahora el caso de los políticos cínicos e inmorales que aprovechan el río revuelto para acumular más poder. Todo eso forma parte de una lamentable realidad psíquica que no es nueva: fue diagnosticada por Freud, Fromm, Ortega, se renueva en todas las etapas de la Historia y este caso, aunque horrible, es uno más.

Este artículo está dirigido en cambio a la persona de buena voluntad que piense si no es correcto cambiar un nombre o remover (pacíficamente) una estatua como “enseñanza” para un tema grave y delicado.

Para responder esta cuestión debemos distinguir tres aspectos morales e históricos: lo totalmente inmaculado, lo más o menos y el mal cuasi-absoluto.

El ideólogo concibe una sociedad perfecta, inmaculada, ante la cual lo más o menos le resulta lo diabólico e intolerable. Por eso, sin paradojas, detrás de su pasión por la santidad social, está su violencia, porque una sociedad más o menos es una agresión intolerable ante la cual la resistencia armada está justificada. Por eso el ideólogo es siempre revolucionario, ya sea de izquierda o de derecha.

Por eso tampoco tolera la historia. Porque la historia de las civilizaciones no es santa ni diabólica. Es gris. Es una evolución.

EEUU, precisamente, es el caso. No nació en la santidad. Como dijo Maritain, tenía el drama de la esclavitud como una espina clavada en su historia. Pero era una situación gris: la Declaración de Independencia había dado las bases de una igualdad racial que coherentemente reclamará Martin Luther King muchos años después.

Y esa peculiar nación evolucionó. Tuvo una guerra civil por ese tema, tuvo el movimiento de derechos civiles de los 60, tuvo su Martin Luther King, y pudo elegir finalmente como presidente a un afroamericano.

Pero los ideólogos neo-marxistas, ahora en los dirigentes del partido demócrata, en sus irresponsables e indolentes Biden y Pelosi, y en AOC, que sabe perfectamente dónde va, y en ANTIFA, que también sabe perfectamente dónde va…. Esos dirigentes, que en ANTIFA pasan de la idea al crimen, no pueden tolerar la historia. No pueden tolerar la evolución. Quieren que la historia sea una santidad absoluta creada a imagen y semejanza de su idea. Y como la historia nunca es eso, la borran. Exactamente como Stalin, como Mao. Ya estaba pasando. No es ahora que la guionista de Friends (Friends, justamente, como si hubiera sido guionada por Mons. Burke) se siente obligada a pedir perdón (porque cuando suba Biden irá presa): ya pasó casi lo mismo con el lobby LGBT, que son iguales pero hasta ahora no habían salido a incendiar todo EEUU de golpe.

Eso pasa siempre. Podemos remontarnos hasta el Big Bang. ¿Quién es perfecto? Para esta gente, ni siquiera San Francisco de Asís, que era blanco y católico. Borremos todo, comencemos de cero. Esa es la unión de Robespierre con el marxismo leninismo. Revolución cultural, Mao. Pero a falta de Mao buenas son Antifas.

Si no estamos atravesados por el pensamiento ideológico, que es una psicosis racionalizada, entonces el criterio de realidad nos hace ver la historia precisamente como lo que es: un más o menos. Todos los documentos, los héroes, las declaraciones, son siempre más o menos. Santos, casi nadie. Se convierten en santos o demonios si los miramos bajo la perspectiva de la ideología, que no admite la realidad humana, que siempre está en el medio.

Pero lo más importante: ese pasado, ese pasado lleno de personas más o menos, nos constituye. Ese pasado es el hoy. Algunas de esas personas permitieron evolucionar para más, otras para menos, y el diagnóstico implica salir del relativismo cultural. La Declaración de Independencia de los EEUU es moralmente buena. NO es perfecta, dijo “men” y no aclaró, pero es moralmente buena. No hay por qué tirarla a la basura. Y lo mismo con generales confederados que seguramente no lucharon por la esclavitud, sino contra lo que consideraban una indebida intromisión del norte. Pero eso no lo saben las masas ignorantes que saquean y destruyen. Sí lo sabe Joe Biden, sí lo sabe Obama, y por ello, Dios les pedirá más en el inevitable Juicio Final. Yo espero que los perdone, claro. Pero se pegarán un buen susto.

¿Es todo lo mismo? No, claro que no. En Stalin, en Hitler, en Mao, no hay ninguna, sencillamente ninguna, autoridad moral. Por ende si en Alemania no hubo, después del 45, estatuas de Hitler, ok. Pero Jefferson no es lo mismo que Hitler. El que lo diga o es un postmoderno escéptico o un ideólogo fanático. Que no sé si se relacionan.

Mientras tanto, sigan, grandes genios del universo. Comiencen por las estatuas de los confederados, borren la serie Friends, borren toda película que no tenga un afro, eliminen la Constitución, la Declaración de Independencia, sigan para atrás, sigan con el Monumento a Napoleón, borren los libros de Historia, que no se hable más de Marco Aurelio o de Alejandro Magno. Borren todo Occidente. Es lo que quieren. Y lo están logrando, bajo la mirada indiferente, abúlica, pero también cínica e indolente, de casi todos.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación. Publica como @gabrielmises

Los peligros que se ciernen sobre el caso argentino

Por Alberto Benegas Lynch (h). Publicado el 30/5/20 en: https://www.infobae.com/opinion/2020/05/30/los-peligros-que-se-ciernen-sobre-el-caso-argentino/

 

FOTO DE ARCHIVO: Una bandera argentina flamea sobre el palacio presidencial Casa Rosada en Buenos Aires, Argentina 29 octubre, 2019. REUTERS/Carlos Garcia Rawlins

FOTO DE ARCHIVO: Una bandera argentina flamea sobre el palacio presidencial Casa Rosada en Buenos Aires, Argentina 29 octubre, 2019. REUTERS/Carlos Garcia Rawlins

 

No soy muy afecto a escribir sobre la coyuntura pues pienso que resulta indispensable debatir temas de fondo al efecto de despegarse de lo cotidiano para no estar como perros que en círculos pretenden morderse el rabo y abrir horizontes para entre otras cosas modificar favorablemente la coyuntura del futuro. Son más bien escasos mis textos sobre coyunturas. Aunque mi inclinación sea la de evitar los detalles del momento y centrar la atención en remover obstáculos de fondo, en esta oportunidad me refiero a sucesos actuales debido a la gravedad de lo que ocurre pero siempre con un ojo en el mensaje de fondo con la intención de correr el eje del debate hacia posiciones más sólidas puesto que, como queda dicho, el desbalance entre lo meramente coyuntural y lo de fondo nos viene hundiendo en el fango a los argentinos desde hace demasiado tiempo.

Los peligros que vislumbro no son de la ya de por sí desgraciada pandemia sino de medidas que se vienen adoptando en dirección a lo que he catalogado antes como el virus del estatismo, más peligroso y de mayor alcance aun que el propio coronavirus.

Estimo que quienes deben opinar sobre la pandemia son los inmunólogos, infectólogos y médicos de prestigio y no caer en el cotorreo de quienes no tienen idea de medicina y mucho menos de epidemiología. En este sentido, cito a título de ejemplo a los especialistas Pablo Bonvehí de CEMIC y Jorge Geffner de la UBA. En ambos casos con gran prudencia, ponderación y conocimiento de causa han dicho que debe aplicarse el federalismo también en esta materia, es decir, descentralizar las políticas sanitarias puesto que las situaciones son distintas en áreas rurales respecto de las urbanas y dentro de estas contemplar circunstancias muy diversas siempre con la idea de proteger de contagios. Todo no puede ponerse en la misma bolsa.

En esta instancia del proceso de evolución cultural, la función primordial del monopolio de la fuerza que denominamos gobierno es la protección de derechos y el contagio aun el involuntario constituye una lesión al derecho de terceros del mismo modo que lo es cuando se emite monóxido de carbono o se arroja ácido al jardín del vecino. El caso de las vacunas es otro puesto que cada uno en su propiedad exigirá la respectiva certificación si lo considera necesario. Como es del dominio público, en estos momentos no hay vacuna para protegerse del Covid-19 ni fármaco que cure esta enfermedad.

En la otra punta del espectro el doctor en medicina y parlamentario francés Claude Malhuert luego de fustigar a los detractores del liberalismo y decir que proceden de una lectura más atenta de Robespierre que de Tocqueville, sugiere a esta altura dejar de lado la cuarentena para el caso francés. Por su lado el también doctor en medicina Anthony Fauci -asesor en temas de salud para el gobierno estadounidense- también sugiere la descentralización pero concluye que sin más eliminar el aislamiento provocará un incremento alarmante de muertes, a contracorriente de lo que imprudentemente viene proponiendo el actual morador de la Casa Blanca (que además aumentó sideralmente el gasto y la deuda y en noviembre competirá con otro candidato aun más estatista).

Sin duda que el asunto que tratamos debe ser aplicado con la debida precaución y equilibrio tomando en consideración la relación costo-beneficio. Si todos fenecemos no tiene sentido ocuparse de las cotizaciones de Wall Street y, por otro lado, la paralización de las actividades comerciales y equivalentes puede conducir a muertes por hambre. El equilibrio es sumamente delicado para evitar acumulación de cadáveres, pero como decimos, la palabra autorizada corresponde a los especialistas de peso con el cuidado para que los políticos no usen la pandemia de escudo para aventuras estatistas con tufillo orwelliano, y una vez finiquitado el aspecto crítico del mal eliminar de cuajo todas las restricciones pues siempre debe tenerse presente el dictum de Ronald Reagan: “Nada hay más permanente que una medida transitoria de gobierno”.

Pero hay otos asuntos sumamente graves que nos conciernen a todos independientemente de nuestras profesiones y ocupaciones. Resumimos en nueve capítulos las acechanzas que percibimos. En primer lugar, se trata de los absurdos y a todas luces contraproducentes controles de precios. Como es sabido, los fracasos en esta materia vienen repitiéndose desde hace 4000 años. El precio es el único indicador en el mercado para operar; coordina las actividades económicas, pero cuando se imponen precios políticos se incrementa la demanda con lo cual aparecen faltantes que se agudizan debido a la contracción de los productores marginales. Cuanto más difícil la situación, mayor razón para permitir el funcionamiento de los arreglos libres y voluntarios entre las partes.

En segundo lugar, el problema se agudiza notablemente si se encaran embates contra comerciantes que son precisamente quienes pueden resolver los problemas a través de sus respectivas producciones en el contexto de un default que se viene arrastrando y que con razón preocupa a locales que ven peligrar sus canales de financiación debido a las conductas inaceptables de gobiernos que dejan de atender los compromisos contraídos bajo fachadas tragicómicas como “reperfilamiento”, “default selectivo, parcial o suave” y otros disparates similares dignos de una tira cómica.

Tercero, no parece concebible que en momentos de crisis como la que estamos padeciendo los gobernantes deciden aumentar la ya insoportable carga tributaria lo cual naturalmente acelera la retirada de capitales tan necesarios para hacer de apoyo logístico para mejorar la situación.

Cuarto, la manipulación estatal de la moneda es siempre un obstáculo serio al progreso, pero intensificarla en medio de la pandemia generará mayores succiones del fruto del trabajo ajeno, muy especialmente por parte de los más necesitados y no cabe guiarse por engañosos índices estadísticos del costo de la vida cuando los precios se toman en base a anteriores cotizaciones ya que al paralizar la producción merma la actividad.

Quinto, en medio de la pandemia se está engrosando exponencialmente el gasto público ya sumamente adiposo antes de la actual gestión debido al rotundo fracaso de las administraciones anteriores. Y como hemos consignado tantas veces con anterioridad, no se trata de podar el gasto puesto que igual que con la jardinería crece con mayor vigor. Tampoco es del caso insistir en que el gasto debe ser eficiente ya que si una función resulta incompatible con el sistema republicano debe eliminarse. Convertir en eficiente algo que es innecesario es mucho peor que mantener la ineficiencia.

Sexto, alarman los proyectos de modificación del Poder Judicial junto con la pretensión de dejar sin efecto la querella por parte de la oficina correspondiente de los casos de corrupción y la propuesta de concentrar en la jefatura de gabinete el manejo presupuestario constituye una afrenta a la función primordial del Poder Legislativo.

Séptimo, la insistencia en la manía del igualitarismo hace que la consiguiente guillotina horizontal apunte a eliminar las diferencias de resultados entre las personas diferentes en sus talentos y capacidades que en una sociedad libre son consecuencia de servir a sus semejantes. De este modo el que acierta en las demandas de sus congéneres obtiene ganancias y el que yerra incurre en quebrantos, en contaste con los pseudoempresarios prebendarios que se alían con el poder de turno para obtener privilegios y así explotar a su prójimo. Resulta aterrador escuchar algunos dirigentes empresarios formular declaraciones que no hacen más que acentuar el estatismo galopante que enfrentamos.

Octavo, como consecuencia de todo lo anterior se vulnera la institución de la propiedad privada que se agrava debido a las manifestaciones de funcionarios que apuntan a que el aparato estatal participe con acciones en las empresas privadas, lo cual agrava a la ya de por sí situación calamitosa de las mal llamadas empresas estatales, que son más bien entidades políticas ya que no solo no asumen riesgos con recursos propios sino que arrojan abultadas pérdidas.

Y noveno, en lugar de permitir que las entidades privadas de educación ajusten sus actividades no presenciales en un proceso abierto y competitivo de auditorias cruzadas, resulta que las autoridades imponen sus criterios políticos en cuanto a calificaciones, compaginación de trimestres y similares en el contexto de la distribución de cuadernillos obligatorios con un grosero adoctrinamiento para la enseñanza primaria.

Los argentinos estamos navegando en el estatismo desde hace ocho décadas, pero ahora la niebla se ha hecho más espesa y hay un riesgo de desembocar en una tragedia como la venezolana, puesto que a las mismas causas tienen lugar los mismos resultados. Espero equivocarme, pero si no se cambia la dirección los resultados negativos se profundizarán y vamos al despeñadero en medio de revueltas de diversa procedencia y espesor. Nunca es tarde para rectificar el rumbo, especialmente ahora gracias a instituciones liberales que vienen trabajando en pos de una sociedad abierta en consonancia con los valores alberdianos que hicieron de nuestro país uno de los más prósperos del planeta.

Por último, vuelvo sobre el tema del partido liberal sin dejar de subrayar enfáticamente y antes que nada las nobles faenas realizadas en esa dirección y destacar las características de abnegación que en general tienen quienes se han dedicado a esas tareas. Reitero, sin embargo, que dado el atraso en la batalla cultural y la consecuente incomprensión de las ideas básicas de ese ideario, no es el momento de insistir en un partido de esas características. Machaco con el ejemplo de quien habla sueco frente a una audiencia de hispanoparlantes, para proceder en consecuencia es requisito fundamental que los receptores entiendan sueco, de lo contrario los mensajes quedarán sin destinatarios. Es indispensable arremangarse y trabajar en el terreno de las ideas con mayor ímpetu y dedicación.

En otros lares como en Estados Unidos la experiencia ha podido llevarse a cabo, por ejemplo, con el extraordinario Ron Paul debido a que, a pesar de los problemas que ahora atraviesan, el plafón de ideas era otro como consecuencia de profundos trabajos en la batalla cultural, lo cual no ocurre por el momento en nuestro país en grado suficiente.

No debe confundirse el plano académico con el político. En este último caso se trata de conciliar y de acordar según sea la comprensión de la opinión pública. Desde la tribuna el político no puede decir lo que le venga en gana, debe considerar lo que por lo menos una parte significativa de la gente pueda masticar y digerir de lo contrario tendrá sus días contados como político. Hace tiempo que venimos insistiendo en la imperiosa necesidad de trabajar en proyectos de fondo que contribuyan a mover las agendas. No es posible saltar etapas. Lo primero viene primero, de lo contrario ponemos las carretas delante de los caballos.

Afortunadamente se ha constituido una oposición numerosa en ambas cámaras del Congreso y está en proceso una renovación de dirigentes al efecto de evitar la concentración en personeros de primera fila del fallido gobierno anterior. Aquellos, en este corto período desde que asumió el actual gobierno han batallado para poner freno a abusos extremos. Quienes los han votado en su inmensa mayoría no fue para respaldar la gestión fracasada sino desesperadamente para salvaguardar principios elementales del republicanismo como la libertad de prensa y lo que queda en pie de la Justicia. Sin duda que desde la perspectiva del liberalismo lo actuado en diversos planos es de un gran mérito y solvencia pero por ahora resulta muy incompleto y hay muchísimo más que hacer y es imprescindible percatarse de lo que ocurre y administrar con prudencia y cuidado lo que existe y no lo que nos gustaría a los liberales que tenga lugar. El fraccionamiento de la oposición solo servirá para fortalecer el populismo extremo. Es aconsejable que los liberales intenten alimentar esta nueva oposición basados en proyectos y críticas constructivas, con la necesaria conciencia de las severas limitaciones del caso que impone la realidad de nuestra historia y, como decimos, mirar con detenimiento el plano de la batalla cultural donde no debe haber contemplación de ninguna naturaleza.

Lamentablemente se invierten los roles: algunos las juegan de valentones en el plano político y retroceden y se aplastan cuando se esgrimen ideas de fondo como la eliminación de la banca central que siempre succiona el poder adquisitivo, el ministerio de educación que impone pautas curriculares en lugar de abrir la competencia en auditorias cruzadas en busca de la excelencia, las embajadas que estaban bien para la época de las carretas y no de las teleconferencias, la agencia oficial de noticias típica del fascismo, el instituto de estadísticas dependiente del aparato estatal y tantas otras propuestas que hemos expuesto en detalle en diversas ocasiones.

Si cada uno asume su responsabilidad en contribuir diariamente a que se comprendan los pilares del respeto recíproco, se acortará la distancia con otra posible circunstancia futura para poder concretar la consolidación de un partido liberal, pero ahora no es el momento. En ese sentido, recuerdo lo relatado por Ortega: en una oportunidad, un sacerdote celebraba misa y a cada cosa que decía el monaguillo repetía “Ave María Purísima”, pasado un tiempo razonable en que se reiteraba el coro del ayudante circunstancial el cura perdió la paciencia y le dijo: “Mira, lo que dices es muy interesante pero no es el momento”.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

EL CASO DE LAS VACUNAS Y LOS CONTAGIOS

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Hace tiempo en uno de mis libros titulado Pensando en voz alta, editado en Lima por la Universidad de Ciencias Aplicadas de Perú, elaboré sobre el caso de las vacunas en el contexto de enfermedades que se trasmiten, se trate o no de epidemias o pandemias. Ahora vuelvo sobre el asunto de modo conjunto con otro tema conexo que también traté pero de modo separado, cual es el de animales o plantas susceptibles de trasmisión de pestes varias. Me parece que es pertinente analizarlos en un mismo paquete.

En estas situaciones existen grandes posibilidades de lesionar derechos de terceros a través de enfermedades o pestes trasmisoras de diverso grado de peligrosidad y naturaleza. Lo mismo ocurre con la emisión de monóxido de carbono en los pulmones de terceros o, para el caso, cuando se arroja ácido sulfúrico en el jardín del vecino. Según resulten las normas en una sociedad abierta y competitiva se anticipará y castigará la respectiva conducta o el traslado de animales o plantas apestadas. En ambos casos no hay necesidad de dramatizar con los movimientos migratorios o el comercio exterior puesto que el problema también surge dentro de las fronteras y, por ende, también son válidos los cordones sanitarios.

Lo primero es tener en cuenta que en la medida que disminuye el riesgo de lo que Garret Hardin bautizó como “la tragedia de los comunes”, en esa medida se podrá corregir la amenaza o el daño concreto. Y esto se resuelve vía la asignación de derechos de propiedad donde cada propietario decidirá si los moradores en su lugar deben o no deben vacunarse como condición para ingresar a su bar, su club, su medio de transporte, su local bailable, su comercio, su colegio o su carretera o calle.

En esta situación, no solo se decidirá sobre la inoculación de marras sino también sobre los muy diferentes tipos de vacunas en un proceso de prueba y error ya que los experimentos y las investigaciones no son estancos sino que se van modificando a través del tiempo en mercados competitivos en cuyo contexto se contemplan los casos de los alérgicos, motivos religiosos de objeción de conciencia y similares. Por otro lado, la plolitizacón de un tema tan delicado no solo hace de cuello de botella para procesos evolutivos y dinámicos tan necesarios sino que se abren las puertas a corruptelas varias.

Sin embargo, el panorama antes descripto otorga la necesaria flexibilidad al sistema y abre canales y procedimientos para enfrentar los peligros en medio de auditorias cruzadas ya que nadie tiene el monopolio de las medidas precautorias y los respectivos castigos. Además lo dicho abre perspectivas para juzgar los pros y contras de cada una de las vacunas disponibles al momento y se maximizan los incentivos para la investigación y producción de nuevas alternativas en contraste con sistemas cerrados, generalizados e impuestos desde el vértice del poder político.

Idéntico razonamiento es aplicable al ingreso de animales o plantas apestadas y su combate a través de pesticidas, inoculaciones y equivalentes. En estos casos y en los mencionados más arriba respecto a las personas, antes de continuar con el tema es de interés extender el análisis a otras situaciones de diversa complicación y complejidad. Me refiero a la figura de la subrogación en una sociedad libre cuando, por ejemplo, se observa que una mujer embarazada ingiere drogas alucinógenas para usos no medicinales. Cualquiera pude actuar como subrogante y accionar ante la Justicia en defensa de lo que estima es una lesión al derecho de la persona por nacer, y son los tribunales los que se expedirán sobre la razón o sinrazón del caso en fallos en competencia al estilo del common law en sus estadios iniciales en Inglaterra y en la República romana antes del advenimiento del Imperio.

Lo mismo puede decirse de la denuncia y eventual procesamiento de quien posee un animal o una planta que puede trasmitir una peste a sus vecinos o una persona que se considera está incubando una enfermedad contagiosa y peligrosa para la salud de sus congéneres. La aludida subrogación respecto a posible lesión a los derechos de otros también puede eventualmente aplicarse respecto a una persona que deambula por la calle en un estado que se estima no puede controlar su conducta, sea en estado de ebriedad, por exceso de tranquilizantes o lo que fuere. La Justicia resolverá con el debido proceso lo cual implica todas las garantías necesarias puesto que siempre está la espada de Damocles de los excesos inaceptables y aberrantes respecto de medidas precautorias antes de haber cometido un crimen, como los horrores instaurados por Robespierre en la contrarrevolución francesa con los denominados “delitos de intención” (junto con la peor de las afrentas a la prensa y al resguardo a las libertades individuales cual es la censura previa).

Habiendo dicho esto subrayamos que dado que hoy no tiene lugar de modo suficientemente extendido la asignación de derechos de propiedad y hay grandes superficies de la llamada “propiedad pública”, en esta instancia del proceso de evolución cultural las normas entonces no surgen de la competencia abierta de fallos judiciales sino de las legislaturas gubernamentales, por lo que es relevante destacar que en la medida de resoluciones verticales que impongan situaciones monopólicas y no abran posibilidades de flexibilidad, en esa medida la eficiencia para lograr el cometido de prevenir y castigar posibles contagios será subóptima. En esta instancia, por ejemplo, en las aduanas los respectivos vistas debieran requerir certificados de agencias privadas en competencia para asegurarse que lo ingresado del exterior o trasportado en el interior esté debidamente cubierto. Este procedimiento privado evita corrupciones y situaciones de lobby en la que empresarios prebendarios paralizan la entrada de competencia escudándose en enfermedades y contagios inexistentes.

En resumen, cuanto mayor resulte la asignación de derechos de propiedad mejores son las defensas contra estas y otras amenazas, pero mientras eso no se aplique hay que minimizar riesgos a través de la tercerización de contralores en manos privadas. Finalmente consigno que cuando se produce una intoxicación y la repartición encargada de evitarla es estatal, si las manifestaciones en señal de protesta resultaran muy reiteradas, se cambiará a Pedro por Juan en la agencia burocrática del caso pero todo el esquema queda igual. Sin embargo, si la que sufre el embate es una institución privada, digamos la “cinta azul de la calidad” y se produce una intoxicación bajo su garantía desaparece la marca del mercado y los responsables pueden ser castigados sin que la Justicia sea juez y parte como cuando el problema se suscita dentro de la esfera gubernamental con todas las presiones políticas del momento.

Aunque se trate de un asunto distinto, sirve como buen ejemplo de  tercerización y apertura a la competencia la insistencia en que en los aeropuertos cada aerolínea fije sus normas de seguridad con los que tenderán a balancear la debida atención y amabilidad con su clientela con la seguridad en vuelo. Precisamente, como se ha señalado, los ataques espantosos a las Torres Gemelas, en gran medida fueron no solo por la negativa a la mencionada descentralización, sino porque las autoridades del gobierno central no aceptaron que la tripulación recurriera a armas sin detonación tal como se habían producido y propuesto, por lo que los criminales pudieron cometer sus ataques con cuchillitos de plástico y amenaza de una bomba inexistente.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Marx, derechos y libertades

Por Carlos Rodriguez Braun: Publicado el 13/4/19 en: http://www.carlosrodriguezbraun.com/articulos/la-razon/marx-derechos-y-libertades/

 

Karl Marx apoyó el liberalismo pero rechazó los derechos humanos de la Revolución Francesa. En ambos casos, lo hizo con la lógica antiliberal del socialismo.

Si un gran enemigo de la libertad defiende el liberalismo, hay que mirar el contexto. Si Marx aplaudió la extensión del capitalismo por el mundo no fue porque apreciara la economía de mercado sino porque rechazaba aún más las economías primitivas, y pensaba que el capitalismo era el necesario estadio previo al socialismo. Por eso respaldó a los librecambistas: “el sistema de libre comercio acelera la revolución social. Es solo en este sentido revolucionario, caballeros, que estoy a favor del libre comercio”. Del mismo modo, si llamó a no pagar impuestos desde la Neue Rheinsische Zeitung, no era para promover la libertad sino la agitación política.

Lo que Marx rechazaba de los derechos humanos era la idea moderna y liberal que separa al individuo del ciudadano. El Estado antiguo, en cambio, era universal: Aristóteles no distinguía entre hombre y ciudadano. El socialismo quiere volver a eso: al Estado total. En el Estado moderno y burgués la vida privada, la propiedad, los contratos y el comercio se independizan del Estado, con lo que los derechos adquieren forma de libertades y plantean un compromiso entre la política y la sociedad. Eso es lo que Marx rechazaba, como dice Stedman Jones: “Los derechos del hombre eran la expresión apenas disimulada del predominio de la propiedad privada y el individuo burgués en su relación con el Estado moderno”. Esa fue la razón, por cierto, del odio que los socialistas siempre tuvieron a las religiones judeocristianas: ellas también postulan la existencia de personas libres independientemente de su carácter de ciudadanas.

Lo que atrajo a Marx y a los socialistas posteriores fue un aspecto fundamental de la Revolución Francesa: el terrorismo revolucionario, la violencia como “partera de la nueva sociedad”, que arrasa con los derechos humanos. En suma, no les gusta 1789 sino el bienio 1792-93. No por azar Pablo Iglesias es admirador de Robespierre. Marx y Engels no querían la democracia pacífica sino la revolución planetaria, sin importar las víctimas que pudiera generar. Engels esperaba que “la próxima guerra mundial conducirá a la desaparición de la faz de la tierra no solo de las clases y dinastías reaccionarias, sino de todos los pueblos reaccionarios”.

 

Carlos Rodríguez Braun es Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Consultivo de ESEADE

Gero von Randow y “Revoluciones”

Por Carlos Rodriguez Braun: Publicado el 17/7/18 en: http://www.carlosrodriguezbraun.com/articulos/expansion/gero-von-randow-y-revoluciones/

 

Aunque las revoluciones tienen una larga historia, habitualmente las asociamos a la política y a la Edad Contemporánea, desde la Ilustración. Suelen ser celebradas, pero las  más importantes del último siglo se hicieron en nombre del socialismo, y cien millones de inocentes cayeron víctimas de esa criatura paradigmática del racionalismo ilustrado —así empieza La Internacional: “Arriba, parias de la Tierra./En pie, famélica legión./Atruena la razón en marcha,/es el fin de la opresión”. En realidad, no se levantaron los parias, los pobres no hacen las revoluciones, el racionalismo causó desastres sin límite, y el comunismo se plasmó en tiranías criminales en todo el planeta.

Pero el socialismo ha conseguido sobreponerse a sus resultados, y se siguen apreciando sus objetivos. Lo refleja Gero von Randow en su libro Revoluciones. Cuando el pueblo se levanta (Turner). No defiende el comunismo, pero sí la revolución socialista: sostiene que su meta era la libertad, y enlaza alegremente la sanguinaria Revolución Francesa con la democracias modernas.

¿Deseaban la libertad, la igualdad y la fraternidad los que mataron a decenas de miles de personas en el Terror? La salida de Randow es reveladora: “Las revoluciones terminan siempre con una decepción, con el triunfo de la realidad sobre los sueños, de ahí la melancolía”. Parece rescatar a los revolucionarios por sus “sueños”, como si los de la razón no produjeran monstruos, y es chocante llamar “decepción” a millones de asesinados. Es como si se resistiera a admitir que muchas revoluciones germinaron de una semilla liberticida, sembrada por la arrogante pretensión de cambiar la sociedad racionalmente de arriba abajo.

Dice: “Uno puede dejarse fascinar por las revoluciones, pero son hermosas y terribles al tiempo. Sería mejor que no fueran necesarias”. ¿Necesarias?

Al final queda atrapado, no por el hecho revolucionario pero sí por la idea del cambio social: saluda a figuras como Pablo Iglesias, cuyas cochambrosas ideas antiliberales guardan una estrecha relación con las de los peores revolucionarios de la historia, empezando por Robespierre, cuya siniestra figura ha saludado el líder de Podemos.

Es cierto y triste que los revolucionarios sugestionen, justo al revés que los comerciantes, siendo así que los primeros derraman sangre y los segundos promueven la prosperidad. Ya lo dijo Tocqueville: “Nada es más opuesto a las costumbres revolucionarias que las costumbres de los negocios”.

 

Carlos Rodríguez Braun es Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Consultivo de ESEADE

VOLTAIRE , EJEMPLO DE TOLERANCIA

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Imaginemos el coraje que se necesitaba para enfrentar los atropellos inquisitoriales de la Iglesia: mientras se olía a carne quemada y se escuchaban los gritos de dolor de las torturas aplicadas a “herejes”, casi en el cuarto de al lado Voltaire (F. M. Arouet) escribía a favor de la tolerancia. Imaginen el odio que despertaba esta defensor del derecho y el  respeto recíproco en todos los fanáticos religiosos que atropellaban con todo lo que tenían a su disposición para fabricar sumisos. Esto sucedía en pleno siglo xviii. Voltaire puso su noble granito de arena para frenar tanto desmán, por eso es que hasta hoy los fanáticos no le perdonan su valentía para, en soledad, hacer frente a tanto desatino.

 

Uno de las obras de Voltaire -sus obras completas ocupan cincuenta y cuatro tomos- se titula Tratado de la tolerancia, en el capítulo “Oración a Dios”, entre otras reflexiones se lee que -hay que prestar especial atención y situar el contexto temporal- “Ya no es por lo tanto a los hombres a los que me dirijo, es a ti, Dios de todos los seres, de todos los mundos y de todos los tiempos: si está permitido a unas débiles criaturas perdidas en la inmensidad e imperceptibles al resto del universo osar pedirte algo, a ti que lo has dado todo, a ti cuyos decretos son tan inmutables como eternos, dígnate mirar con piedad los errores inherentes a nuestra naturaleza; que esos errores no sean cau­santes de nuestras calamidades. Tú no nos has dado un corazón para que nos odiemos y manos para que nos degollemos haz que nos ayudemos mutuamente a soportar el fardo de una vida penosa y pasajera; que las pequeñas diferencias entre los vestidos que cubren nuestros débiles cuerpos, entre todos nuestros idiomas insuficientes, entre todas nuestras costumbres ridículas, entre todas nuestras leyes imperfectas, entre todas nuestras opiniones insensatas; que todos esos pequeños matices que distinguen a los átomos llamados hombres no sean señales de odio y persecución; que los que encienden cirios en pleno día para celebrarte soporten a los que se contentan con la luz de tu sol; que aquellos que cubren su traje con una tela blanca para decir que hay que amarte no detesten a los que dicen la misma cosa bajo una capa de lana negra”.

 

Tal vez Voltaire haya optado por el Deísmo -la religatio en cuanto a la creencia en Dios pero sin intermediarios en regiones oficiales- debido a las reiteradas y feroces matanzas entre miembros de religiones oficiales, muy especialmente la católica (por lo que Locke en sus Cartas de tolerancia sugiere excluir de su propuesta a los católicos y a los ateos debido a sus superlativas  agresividades del momento).

 

Como consecuencia de la experiencia europea respecto a las constantes guerras religiosas,  es que en la revolución norteamericana se plasmó lo que se denominó “la doctrina de la muralla” es decir la separación tajante entre religión y poder político precisamente debido a que las religiones habían utilizado a los gobiernos para arremeter contra otras creencias religiosas con el cuchillo en la mano.

 

Es posible que la mejor biografía de Voltaire sea la voluminosa de Alfred Noyes, un libro que en 1938 fue retirado de la circulación por sugerencia de la Suprema Congregación de la Santa Sede según relata el propio autor en su prólogo y, como también puntualiza Noyes, “Voltaire influyó con sus obras en el destino de las naciones de un modo más efectivo que ninguno de los estadistas que las gobernaron” puesto que fue “la figura central del período más agitadamente dramático de la historia europea”. Por eso es que historiadores como los Durant pudieron escribir el tomo de sus estudios titulado La edad de Voltaire donde aclara que la referencia de Voltaire a l´infáme en modo alguno se refiere a las religiones que a todas respetaba sino a las fechorías realizadas por representantes de esas religiones puesto que, además,  “con demasiada frecuencia en la historia los sacerdotes han utilizado la religión para atontar al pueblo mientras los reyes le vaciaban los bolsillos”.  Noyes muestra la distinción entre religión y abusos intolerables del clero. Por su parte, autores de la talla de Victor Hugo han proclamado que Voltaire fue “un verdadero genio”.

 

Se han tejido innumerables fábulas en torno a la figura de Voltaire atribuyéndole pensamientos que nunca expresó pero el hecho es que fue un gran partidario de la tolerancia y de la libertad simpatizante de las costumbres liberales del pueblo inglés con el que convivió tres años durante su exilio (véase su Cartas inglesas) y acérrimo enemigo de los estados totalitarios y de los abusos de los así llamados religiosos.  Sin duda que en una persona que ha escrito tanto sobre tantos temas es natural que haya desacuerdos, por ejemplo, en mi caso, en varias entradas de su célebre diccionario (a veces contradictorias con sus propias posturas medulares), en general en su libro Siglo de Luis XIV y por su tendencia al racionalismo constructivista que aparece aquí y allá aunque no con la misma fuerza de la de sus colegas enciclopedistas. Hay quienes lo consideran un maestro de la literatura, entre muchos otros trabajos,  por su Cándido o sus más cortas Historia del buen Bracmán o Micromegas y sus poemas, pero el hecho es que sobresale su eje central que consistió en su denodada lucha contra todo tipo de despotismos.

 

Cuando murió la Iglesia le negó sepultura aunque luego de varios trámites engorrosos su cuerpo fue aceptado en la abadía de Champagne pero más tarde fue enterrado  por laicos con todos los honores en el Panteón. El espíritu volteriano perdura cada vez que se combaten los atropellos del Leviatán y sus socios religiosos y no religiosos.

 

En nuestro tiempo se achaca a los musulmanes de intolerantes pero tal cosa no es propia sino consecuencia de la alianza del poder con la religión del mismo modo que ocurría en tiempos de la antedicha Inquisición por la que Juan Pablo II pidió perdón junto a la judeofobia de la Iglesia y sus “guerras santas”, además de su formidable ecumenismo con musulmanes y judíos. Como apunté antes, durante los ocho siglos en que los musulmanes estuvieron en España mantuvieron gran tolerancia con los cristianos y judíos y efectuaron notables aportes a la filosofía, el derecho, la economía, la arquitectura, la música, la geometría, el álgebra y la gastronomía. Autores como Gary Becker y Guy Sorman consideran  el Corán como el libro de los hombres de negocios por su respeto a la palabra empeñada y la propiedad. Asimismo, en un mundo de mil cuatrocientos millones de musulmanes los hay que muestran preocupación por la intolerancia que ocurre donde opera la referida alianza nefasta y sostienen que se ha tergiversado la expresión jihad que es la guerra interior contra el pecado y que el Corán considera al que mata a una persona como si hubiera matado a la humanidad (5:31). En fin, al utilizar la expresión terrorismo-musulmán se le está haciendo el juego a los fanáticos que apuntan a una nueva guerra religiosa con toda la furia que conlleva semejante cuadro bélico, en lugar de catalogarlos como criminales sin ningún aditamento.

 

El 30 de agosto de 1755 Voltaire le escribe desde París a Rousseau comentando su libro Sobre la desigualdad de condiciones (recordemos que Rousseau es uno de los artífices de la degradación de la democracia a través de su idea de la “voluntad general” en El contrato social y, asimismo, arremetió contra la institución de la propiedad privada en Discurso sobre el origen y el fundamento de la desigualdad humana). En esa misiva Voltaire acusa recibo y en su característico lenguaje irónico, incisivo y fulminante en la que consigna: “He recibido, señor, vuestro libro contra el género humano: os lo agradezco […] Jamás se empleó tanto ingenio en querer hacernos bestias; ganas dan de marchar en cuatro patas cuando se lee vuestra obra. Sin embargo, como hace más de setenta años que perdí esa costumbre, siento infortunadamente que me es imposible retomarla” y hacía el final de esta carta vuelve sobre uno de los temas que más lo preocuparon y ocuparon al insistir en que “necesario es amar y servir al Ser Supremo, a pesar de la superticiones y el fanatismo que tan a menudo deshonran su culto”.

 

A pesar de su conocido aforismo de su autoría sobre la libertad de expresión en cuanto a que “no comparto lo que dices pero estoy dispuesto a morir para que puedas decirlo”,  al asumir la regencia el Duque de Orleáns (debido a la muerte de Luis xiv ya que su hijo a la sazón  tenía cinco años), Voltaire le dedicó una sátira a aquél por  la que lo enviaron por una año a la cárcel (Bastilla). Este autor francés -o más bien ciudadano del mundo como dirían los estoicos- siempre se mofó del miedo de los gobernantes a la libertad de prensa, un principio que consideraba esencial en toda sociedad libre.

 

Voltaire murió más de una década antes de que se desatara la Revolución Francesa pero en base a sus escritos puede conjeturarse que hubiera suscripto la declaración de derechos y las primeras decisiones de muchos de los que se ubicaron a la izquierda del estrado en la Asamblea como señal de repudio al status quo y hubiera condenado enfáticamente la contrarrevolución de los Robespierre.

 

Curiosamente en informes de organismos de crédito internacional han sostenido que una muestra de tolerancia con otras culturas consiste en forzar los contribuyentes de “países desarrollados” a entregar recursos a los “en vías de desarrollo” (dicho sea al pasar, “en vías” de modo vitalicio). Además del despropósito de la afirmación de marras, autores de la talla de Peter Bauer han mostrado lo inconducente y perjudicial de esas entregas y, ahora, el flamante premio Nobel en economía de este 2015, Angus Deaton, insiste en la inconveniencia de tales transferencias.

 

En una de sus entrevistas televisivas (Face to Face), Bertrand Russell afirmó a los 87 años de edad que si tuviera que dejar una enseñanza clave a las próximas generaciones sería que la tolerancia constituye el valor central para poder convivir y no destruirnos mutuamente, lo cual se traduce en aceptar otros modos de ser y decir que no son los nuestros.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa.

La estupidez intelectual vs. la estupidez humana

Por Armando Ribas. Publicado el 4/6/14 en http://www.hacer.org/latam/?p=39695

 

Voy a hacer un nuevo esfuerzo por entender el mundo en que vivimos, a mi juicio plagado de malos entendidos filosóficos e históricos. Por no entender el mundo en que vivimos y por supuesto ignorar las razones por las cuales alcanzamos lo que William Bernstein denomina “El Nacimiento de la Abundancia”, se corre el riesgo de que muchos países sean incapaces de alcanzarlo, y otros de perderlo. Cada día estoy más convencido de la falacia que implica la noción de la Civilización Occidental y Cristiana. Tal como lo señala Bernstein hasta hace 200 años el mundo vivía casi como vivía Jesucristo. La pregunta pendiente entonces es cual fue la causa que determinara el progreso logrado desde entonces y así como el atraso histórico. Según esa vanagloria Occidental, existen dos mundos: el desarrollado y el subdesarrollado. Las respuestas a estas preguntas aparentemente no existen, al tiempo que surgen filosófica y políticamente los amantes de los pobres que crean más pobres. O sea los socialismos de todos los siglos.

Mi criterio es que existen tres mundos en nuestra historia universal. El primero es aquel que superó la estupidez humana, a partir de tomar conciencia de la existencia de la misma (Estados Unidos). El mundo en el que no habiendo conciencia de la naturaleza humana reina la estupidez y su consecuencia es el subdesarrollo (América Latina, con la salvedad de la Argentina histórica). Y el tercero es el mundo donde privó la estupidez intelectual que desarrolló el totalitarismo y puso al mundo al borde de la Apocalipsis en el siglo XX. Y todavía esas ideas en gran medida prevalecen en términos de la pretensión de igualdad y por supuesto políticamente el socialismo.

Pero antes de seguir adelante permítanme definir la estupidez de acuerdo al Diccionario de la Real Academia Española y así también del Webster. Conforme al primero la estupidez es: “Torpeza notable en comprender las cosas” y el segundo dice:”Lento en aprender, carencia de inteligencia; ausencia de agilidad mental. Podría decir que el mundo que inició el progreso se basó en el reconocimiento de la naturaleza humana, pero la historia de Europa muestra que por siglos privó la violación de los principios cristianos que se pretendían representar: “Dar al Cesar lo que es del Cesar; La parábola de los Talentos; la Parábola de la Hora Nona; Y El justo peca siete veces y el que esté libre de pecado que arroje la primera piedra”. Más tarde surgió el oscurantismo de la razón como consecuencia de lo que he denominado la estupidez intelectual. Y de la Diosa Razón surgieron los totalitarismos.

Pues bien en este proceso yo me voy a permitir dar un paso atrás en la historia del Iluminismo, e iniciar con la filosofía política de la Hélade donde encontramos el pensamiento de Platón que diera los primeros pasos del totalitarismo y así escribió: “La clase dominante tiene la virtud y el derecho a las armas. No debe participar en actividades económicas, tiene derecho a censurar y el país debe ser autárquico,pues sino los gobernantes serían dependientes de los comerciantes o serían comerciantes”.Lo que he denominado la estupidez intelectual proveniente de la Hélade, siguió sus pasos durante el Iluminismo con Rousseau, quien al igual que Platón en el ‘Contrato Social’ estableció que el denominado pacto social le otorgaba al cuerpo político poder absoluto sobre sus miembros, y lo denominó “soberanía”. Seguidamente planteó que lo que denominara la voluntad general representaba el bien común y consiguientemente se requería la creación de un hombre nuevo, y el individuo sería parte de la sociedad. En su discurso sobre la desigualdad determinó que ésta surgía de la propiedad privada y por tanto concluía que: “los frutos de la tierra pertenecen a todo el mundo y la tierra a nadie”. Así en la búsqueda del hombre nuevo llegó la Revolución Francesa y Robespierre con los jacobinos se encargó de ponerlas en práctica hasta que le costara su propia cabeza.
Años más tarde surgió la figura excelsa de Enmanuel Kant quien consideraba a Rousseau el Newton de las Ciencias Morales. Me voy referir a su enfoque ético-político, que a mi juicio siguiendo a Rousseau se constituyó en la exégesis de la moral racionalista que fundamentó al totalitarismo alemán. Kant estipuló que la naturaleza per se decidía el destino de la humanidad. Asimismo sostuvo que la razón se desarrolla en la especie y no en el individuo, que se constituye en el principio básico del historicismo y del colectivismo. Y siguiendo los pasos de Rousseau en su “Metafísica de la Moral” sostiene que “El soberano de un estado tiene solo derechos en relación a sus súbditos y no deberes coercibles” y continúa: “Aún la presente Constitución no puede contener ningún artículo que pueda hacer posible para algún poder del Estado resistir o detener al supremo ejecutivo en casos en que violara la Constitución”.

Demás está decir que sus imperativos categóricos constituyen la esencia de la moral racionalista que es la base del totalitarismo. En ese sentido vale destacar las consideraciones de Ayn Rand que dice: “Lo que Kant propone es un completo, total y abyecto desinterés; sostiene que toda acción es moral solo si se hace por deber. O sea que propone que la búsqueda de la propia felicidad es inmoral pues no se hace por deber”. Podemos decir que con este pensamiento viola un principio fundamental de la libertad tal como lo propuso John Locke. Por ello dice Ayn Rand: “El último monumento a Kant y a toda la moral altruista es la Rusia Soviética”. Igualmente Kant considera que el comercio es inmoral pues se hace por interés.

Pero volviendo a su filosofía de la historia en su “Idea para Una Historia Universal con un Sentido Cosmopolita” dice: “El medio que la naturaleza emplea para lograr el desarrollo de las capacidades innatas es el antagonismo”. Y continúa: “El hombre desea la concordia, pero la naturaleza, que sabe mejor lo que es bueno para la especie, desea la discordia”. O sea que la guerra como más tarde reconocería Hegel es el momento ético de la sociedad.

La tendencia original del pensamiento kantiano fue sin lugar a dudas un fundamento predominante del pensamiento de Whilhem Hegel. El se manifestó como veremos primeramente en el historicismo convertido en lo que he denominado el logo-teísmo. Siguiendo el pensamiento de Kant respecto a la razón en la historia determina que el Estado es la divina idea tal como se manifiesta en la Tierra. Es decir la confusión de la razón y la deidad. Por tanto concluye que: “El individuo tiene objetividad, verdad y ética solo como miembro del Estado”. Seguidamente en la noción absoluta del poder político, representado como el estado y por consiguiente en la virtud de la guerra frente a la concupiscencia del comercio. Y no menos importante la descalificación apriorística de los intereses particulares. O sea el desconocimiento del derecho a la búsqueda de la propia felicidad, y consecuentemente el desconocimiento de los derechos individuales.

Es indudable que el pensamiento de Hegel fue determinante de la supuesta ética política del poder absoluto en nombre del estado Y de este razonamiento determina lo que podemos considerar que es la eliminación del derecho a la libertad. Y siguiendo lo que considero el pensamiento de Kant, igualmente determina la inmoralidad del comercio, y al respecto dice: Si se confunde al Estado con la sociedad civil y su determinación se pone en la seguridad y la protección de la propiedad y la libertad personal, se hace del interés de los individuos como tales el fin último en que se unifican y en ese caso ser miembro del Estado cae dentro del capricho individual”. Ya debiéramos saber que cuando se considera que el interés privado es contrario al interés general, de hecho resulta que se magnifica el interés particular de los gobernantes que forman los estados.

Siguiendo entonces con el logo teísmo determinante del historicismo hegeliano, Hegel determina que: “la guerra es el momento ético de los estados”. Y dice al respecto: “La salud ética de los pueblos es mantenida en su equilibrio frente fortalecimiento de las determinaciones finitas , como el movimiento del viento preserva al mar de la putrefacción, sin el cual lo reduciría a una durable y perpetua quietud”.O sea surge la dialéctica hegeliana de la lucha entre los Estados. En virtud de ese pensamiento Kant Hegeliano surgió Hitler y el Nacional Socialismo (Nazismo) que determinara el Holocausto y la Segunda Guerra Mundial.

Entonces llegó Marx que primeramente transformara la dialéctica hegeliana de la lucha entre las naciones a la lucha de clases. Así primeramente reconoce en el Manifiesto Comunista:”La burguesía durante su gobierno de escasamente cien años, ha creado más masivas y más colosales fuerzas productivas que todas las generaciones que le precedieron”. Después de haber sido quizás el primero que tomó conciencia de esa realidad, no obstante haberlas descalificado éticamente por:” no haber dejado otro nexo entre hombre y hombre que el desnudo interés propio, que es el cruel pago en efectivo” describe la realidad creada y dice: “una sociedad que ha conjurado tales gigantescos medios de producción.y de intercambio, es como un mago que ya no es capaz de controlar los poderes del mundo más bajo que ha llamado mediante su encantamiento”. Yo me atrevo a decir que el que no se enteró de la razón de ser del mundo que se había construido fue el y fue así que creo la ilusión de la creación del nirvana del mundo a través de la dictadura del proletariado y la desaparición de la propiedad privada. Así podemos ver que de esa teoría surgió la ilusión de una utopía que como previera Karl Popper surgió la violencia del comunismo y por supuesto los gulags. De allí nacieron Lenín, Stalin y los Gulags. Y esa violencia se apoderó de Cuba Fidel Castro mediante y la subversión en América Latina.

La caída del Muro de Berlín mostró el fracaso del comunismo, pero ya en 1899 Eduard Bernstein en las “Precondiciones del Socialismo” había previsto que al socialismo se podía llegar por la vía democrática. En mi criterio la demagogia. De esa fantasía surgió la Social Democracia en la Unión Europea y el Populismo “Etapa Inferior del Socialismo” en América Latina, más recientemente envuelto en el Socialismo del Siglo XXI.

Podemos ver como la lucidez de los intelectuales decidiera ese curso lamentable de la historia que hoy se presenta en la crisis europea y el populismo prevaleciente en América Latina. Pero ese daño existencial de los intelectuales todavía está presente en la supuesta lucha por la igualdad económica y la confusión de ignorar tanto como lo ignorara Marx que la vía del progreso no fue el capitalismo, sino el Rule of Law. Es decir el sistema que reconociera la naturaleza tal como o había previsto John Locke y Hume lo explicara diciendo humana: “La naturaleza humana es inmodificable si queremos cambiar los comportamientos tenemos que cambiar las circunstancias”. Los sistemas no son económicos sino ético políticos, y la economía es el resultado. Así en Europa la crisis surge del Estado de Bienestar que significa un gasto público que ronda el 50% del PBI y el populismo es la arbitrariedad política en nombre del pueblo. Así podemos ver la causa de la crisis europea y el subdesarrollo latinoamericano.

Pero la realidad no asusta a los intelectuales y ahora Marx esta presente en un nueva obra de Thomas Piketty: “Capital in the Twety First Century”. En ella sostiene que el capitalismo genera la desigualdad económica porque la rentabilidad del capital es mayor que la tasa de crecimiento del PBI. Y aparentemente esa obra está teniendo un gran éxito. Podemos ver que la demagogia que lleva a los políticos al poder es avalada siempre por la estupidez intelectual, que es la racionalización de la compasión por los pobres, que podríamos llamar el romanticismo político. Como dice Hanna Arendt: “Cuando se violan los derechos individuales en nombre de la compasión, desparece la libertad y la justicia.

 

Armando P. Ribas, se graduó en Derecho en la Universidad de Santo Tomás de Villanueva, en La Habana. Obtuvo un master en Derecho Comparado en la Southern Methodist University en Dallas, Texas. Es abogado, profesor de Filosofía Política, periodista, escritor e investigador y fue profesor en ESEADE.

 

 

Rehabilitando, que es gerundio

Por Carlos Rodríguez Braun. Publicado el 21/1/13 en http://www.carlosrodriguezbraun.com/wp-content/uploads/2013/01/pagina_2101201384343.html

 Leo en la prensa: «Robespierre ha sido rehabilitado como uno de los personajes más generosos y nobles de la Revolución Francesa». La rehabilitación era imprescindible por culpa de «la derecha de todos los tiempos», que emprendió «una campaña de condena sistemática» del bueno de Robespierre. José María Ruiz Soroa apuntó que en la bondad de Robespierre estriba precisamente el problema, porque «sustituyó la política por la moral, y decidió hacer virtuoso a un pueblo entero, quisiera o no». Gentes como él «fueron virtuosos implacables… personas cuyos esfuerzos por traer el bien a la tierra llevaron al mal del Terror».

Mientras esperamos que los comunistas rehabiliten a Stalin, igual que mintieron al contrastarlo con un supuestamente apacible Lenin, e igual que llevaron la mendacidad al paroxismo canonizando al Ché Guevara, la maniobra sobre Robespierre tiene interés no sólo como intentona del socialismo más carnívoro sino también como iluminación del intervencionismo más vegetariano.

Lo primero que hay que señalar es que este ardid está lejos de ser novedoso: la izquierda lleva muchos años con esto, como se observa en el prólogo reivindicativo que escribió Jaume Fuster para su traducción de Robespierre (La revolución jacobina, Barcelona, Península, 1973) que no fue, asegura, un «vampiro bebedor de sangre» sino «un apasionado utopista, defensor del pueblo, capaz de decir, en un mundo que todavía no estaba preparado para oírlas, frases como: ¿Hasta cuándo el furor de los déspotas será llamado justicia y la justicia del pueblo, barbarie o rebelión?».

Toda la trampa está allí resumida: a Robespierre lo arrastró la pasión, la utopía en defensa del pueblo. Un pueblo masacrado entonces como lo fue reiteradamente después por otros «apasionados utopistas». Los crímenes de la Revolución Francesa son púdicamente ignorados porque, claro, el mundo no estaba preparado… Pero el fondo de Robespierre es bondadoso, como se ve en la espeluznante frase que recuerda Fuster, que es sistemáticamente repetida por los totalitarios de cualquier laya, que proclaman que la violencia brutal y asesina es…la de los otros.

Para llegar a esa ficción es crucial el análisis colectivista, organicista y sectario. De ahí la relevancia de Rousseau y su voluntad general, de los antiguos filósofos griegos con sus fantasías virtuosas a la hora de organizar la sociedad, y de la división tajante en clases irreconciliables, típica del socialismo de todos los partidos, y típica de Robespierre: «Francia está dividida en dos partes: el pueblo y la aristocracia». A partir de ahí no hay que objetar si el pueblo incendia castillos, hay que aplaudir los más delirantes controles económicos, y la persecución y la represión más escalofriantes. Y, para salvar la República, es imprescindible matar al rey, de lo que Fuster se felicita y atribuye a la «firmeza» de patriotas como Marat, Saint-Just, y Robespierre. Rehabilitando… ¡firmes!

Los crímenes de la Revolución Francesa son ignorados porque el mundo no estaba preparado

El Dr. Carlos Rodríguez Braun es Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Consultivo de ESEADE.