¿Hay que subir las retenciones para bajar los precios?

Por Iván Carrino. Publicado el 31/5/2en : https://www.ivancarrino.com/hay-que-subir-las-retenciones-para-bajar-los-precios/

Cuatro motivos para rechazar la propuesta del kirchnerismo.

En los últimos doce meses, la inflación en Argentina trepó al 58%. Es decir, los precios promedio hoy son 58% más altos que el año pasado.

No obstante, en alimentos y bebidas la suba es un poco más alta: 62,1%.

Frente a este escenario, desde posturas kirchneristas se está pidiendo que se suban las retenciones al campo, los impuestos que se cobran cuando un exportador de trigo, por ejemplo, vende su producto al extranjero.

El objetivo es que dicha medida ayude a bajar algunos precios clave del consumo popular.

¿Serviría hacer esto? Lo analizamos a continuación.

LA PROMESA DEL AUMENTO DE RETENCIONES

Producto de la invasión de Rusia a Ucrania, los precios de algunos commodities en el mundo subieron marcadamente, especialmente durante el mes de marzo. El trigo fue uno de los productos más impactados, llegando a cotizar por estos días a USD 460 la tonelada. También el maíz y la soja subieron, al igual que el petróleo y el gas.

Lo que promete la medida de subir las retenciones[1] es “divorciar” el precio internacional del precio local. Es decir que si el mundo paga USD 460 la tonelada de trigo, nosotros paguemos menos.

¿Cómo funciona? Hoy las retenciones están en 12% para el trigo. Es decir que de los USD 460 que cobra el exportador por vender una tonelada de trigo, el estado se queda con USD 55. Esto deja al productor de trigo con la opción de venderlo a 460 al extranjero, con lo cual se queda con 405, o bien vender el trigo directamente a 405 dentro del país y evitar el impuesto.

El pedido del kirchnerismo consiste en aumentar aún más las retenciones. Supongamos entonces que éstas se van al 30%. Entonces, con la misma lógica, el estado se queda con 138 por cada tonelada exportada, y el exportador se quedaría con las opciones de vender a 322 en Argentina o a 322 (460-138) en el extranjero.

Así, el precio en el mundo seguiría siendo de USD 460, pero acá estaría en USD 322.

¡Magia! ¡Subimos los impuestos y bajaron los precios! Obviamente, esto no funciona así y por muchos motivos.

EFECTO INSIGNIFICANTE

El primero es que, si el objetivo es combatir la inflación, incluso suponiendo que todo sale bien con esta política, a ésta no le va a hacer ni cosquillas. Un análisis de la Fundación FADA muestra que, si se subieran en 10 puntos las retenciones al trigo, bajaría –por única vez- el precio del pan en un 1,3%. Acto seguido los precios en pesos seguirían subiendo producto de la inflación.

Ahora bien, incluso si dicha pequeña baja ocurre, solo afectaría marginalmente al rubro “alimentos y bebidas” de la canasta de bienes que mide el INDEC. Este rubro aumentó un 28% en lo que va del año. Pero, ¿qué pasa con todo lo demás?

En el mismo período, el rubro educación sube 32,6%, el rubro prendas de vestir y calzado sube 29%; hoteles y restaurantes 24,8%, y así tenemos al menos 10 rubros distintos que aglutinan los millones de bienes y servicios que se venden en el país.

¿Quién puede realmente creer que vamos a resolver este problema con un precio más barato para el trigo?

MENOR OFERTA, PRECIOS MÁS ALTOS, NO MÁS BAJOS

Otro tema son los costos que conlleva el aumento de retenciones. Es que como todos saben, ponerle un impuesto a cualquier cosa, tiende a reducir las cantidades producidas de esa cosa. O sea que el productor de trigo podrá vender en el mercado interno a USD 322 lo que afuera vale USD 460 una vez, pero: ¿qué va a pasar cuando tenga que volver a sembrar para producir trigo?

Probablemente busque mejores alternativas para invertir su trabajo y su capital. Finalmente, esto hará que haya menos trigo producido y esto, a la larga, hará que el precio termine subiendo de todas formas.

Algo así pasó con el mercado de la carne. En el año 2006 el presidente Néstor Kirchner y su Ministro de Economía Roberto Lavagna directamente suspendieron las exportaciones de carne para que los productores vendieran fronteras adentro, “cuidando la mesa de los argentinos”. En el corto plazo, el precio de algunos cortes de carne bajó, pero a largo plazo la medida fue totalmente perjudicial.

En el campo se liquidaron diez millones de cabezas de ganado y los precios subieron de todas formas. El kilo de asado de tira –por ejemplo- subió 850% entre diciembre de 2006 y octubre de 2015, mientras que el salario privado de la economía subió solo 648% en el mismo período. Restringir exportaciones no solo rompió la producción, sino que no cuidó tampoco la mesa de los argentinos.

MENOS DÓLARES

Un tercer efecto derivado de subir los impuestos a las exportaciones es que ingresarán menos dólares al país. Esto es particularmente contradictorio en un gobierno que dice que la forma de crecer es hacerse de mayor cantidad de dólares para superar la “restricción externa”.

Si se suben las retenciones, el mayor castigo impositivo se sumará al cepo cambiario, que funciona también como un suculento impuesto a toda venta al extranjero. Todos estos palos en la rueda existentes para exportar reducen las exportaciones respecto de lo que podrían ser.

Cuando a fines de 2015 se eliminaron tanto las retenciones a la exportación como el control de cambios, las exportaciones crecieron primera vez en 4 años. Como muestra el gráfico, tras caer sostenidamente desde 2011, comenzaron a crecer nuevamente en 2016, una vez se liberó al sector de estas dos trabas impuestas por el gobierno.

 QUIEBRE DEL SISTEMA DE PRECIOS

Por último, las retenciones son impuestos distorsivos, que atacan la función fundamental que tienen los precios en una economía de mercado. Es que, si sube el precio del trigo, o de cualquier otra cosa, esta es la señal que necesitan los productores para producir más trigo.

Gracias a que sube el precio, entonces, podrá aumentar la producción. Lo que conseguirá el gobierno con más impuestos es impedir esta nueva producción y, por tanto, reducir el crecimiento potencial de la economía junto con la creación de empleo.

Para ir cerrando, ¿debe el gobierno subir las retenciones para bajar los precios? No, de ninguna manera. Hacerlo no bajará un ápice la inflación, y generará costos en materia de producción, empleo e ingreso de dólares, nada de lo cual puede permitirse un país como Argentina.

Originalmente publicado en Infobae.


  • [1] Hoy en esta escala Soja 33%, trigo 12%, maíz 12%, girasol 7%.

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano. Es Sub Director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE. Sigue a @ivancarrino

El optimismo y entusiasmo de Cambiemos taparon la ficción K

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 21/5/2019 en: https://www.infobae.com/opinion/2019/05/21/el-optimismo-y-entusiasmo-de-cambiemos-taparon-la-ficcion-k/?fbclid=IwAR3EORouYZ6kFODiYLi4FIHNnIgtWV0Mxw-HdUaS7N7C6rdSNId5usx_OlM

 

Algún día, alguien, va a tener que ponerse a hacer las reformas de fondo o la Argentina va a terminar como la Rebelión de Atlas de Ayn Rand

Al poco tiempo de asumir Cambiemos, publiqué una nota haciendo lo que no hacía el Gobierno, describí la herencia recibida del kirchnerismo. En ese momento di un ejemplo que luego se viralizó y fue utilizado por funcionarios, obviamente sin nombrarme, no vaya a ser cosa que fueran a nombrar a un liberal: «supongamos que una familia vende su casa, el auto, toma todos sus ahorros, deja de trabajar y se va a Europa. Se aloja en los mejores hoteles, come en los mejores restaurantes, alquila los autos más caros y disfruta hasta que se le acaba el dinero. Cuando vuelve a Argentina esa familia no tiene donde vivir, ni trabajo, ni ahorro para mantenerse».

Si alguien les preguntara: ¿cuándo estaban mejor, cuando estaban en Europa o ahora que habían vuelto? Obvio que la respuesta iba a ser cuando estaba en Europa, el tema era que ese nivel de vida era insostenible. Una ficción.

Sin duda que Cambiemos hizo un pésimo diagnóstico de la herencia que recibía del kirchnerismo. Subvaluaron la herencia que recibían y sobrevaloraron la imagen de Macri para atraer inversiones. Es más, volvieron de Europa y en vez de poner a trabajar (hacer las reformas) se endeudaron. Pero lo cierto es que quienes se ilusionan con una vuelta a Europa a pasarla bien con un eventual regreso del kirchnerismo, como di en el ejemplo, se equivocan de punta a punta.

En primer lugar, el kirchnerismo recibió un gasto público consolidado de 29% del PBI y lo dejó en 46%. Lo aumentó en 17 puntos porcentuales, escondiendo la desocupación en el empleo público, duplicando la cantidad de jubilados incorporando a los 3 millones de jubilados otros 3,5 millones que nunca habían aportado, regalando planes sociales en cantidades industriales y manteniendo artificialmente bajas las tarifas de los servicios públicos destruyendo el sistema energético, las rutas, los puertos y la infraestructura en general. Entre 2006, que comenzaron a subsidiarse las tarifas de los servicios públicos, y 2015, el kirchnerismo gastó la friolera de USD 161.318 millones en subsidios económicos.

Como puede verse en el gráfico, el kirchnerismo gastaba USD 2.866 millones en 2006 y entregó un gasto en subsidios económicos de USD 26.656 millones, lo multiplicaron por 9; y Cambiemos pagó el costo político de tener que reducirlos. Algo que todos los economistas no k decíamos que había que hacer. En términos de PBI, llegaron a gastar casi 5 puntos en subsidios económicos.

El gasto público voló y la recaudación también aumentó fenomenalmente. La presión tributaria consolidada pasó del 26,2% del PBI en 2002 al 39,4% en 2015. El kirchnerismo recibió una recaudación de USD 16.182 millones anuales y terminó recaudando USD 166.150 millones, casi USD 150.000 millones más que con lo que empezó. Un plan Marshall entero a valores actuales.

A pesar de todo, el recorrido fiscal consolidado que tuvo fue desastroso. De tener un superávit fiscal consolidado de 3,54% del PBI pasó a dejar un déficit de 7,24% del PBI. Un recorrido de caída de casi 11 puntos del PBI.

Es decir, el kirchnerismo dejó una situación tan grave como la de 2001 pero sin pagar los intereses de la deuda pública. Realmente un desastre de administración de la cosa pública a pesar de haber tenido un precio de la soja promedio en los 12 años k de USD 371 la tonelada contra un promedio que tuvo De la Rúa de U$S 179, aunque Cristina Fernández de Kirchner disfrutó de un precio promedio de la soja de USD 484 en su primer mandato y de USD 467 en el segundo mandato.

Con lo que cobraban por retenciones y el aumento de ganancias por no ajustar por inflación las utilidades y los mínimos no imponibles, igual tuvieron un horrible recorrido fiscal. Tampoco le fue mejor en materia de inflación.

A pesar de haber mantenido planchado el tipo de cambio y con tarifas de servicios públicos congeladas, más los controles de precios, Néstor Kirchner empezó con una inflación del 3,5% anual y Cristina Fernández de Kirchner dejó una inflación del 27,8% (desde 2007 tomo el IPC Congreso). El kirchnerismo multiplicó por 8 la inflación manteniendo tarifas artificialmente bajas al estilo Ber Gelbard y pisando el tipo de cambio. Aclaremos que Cambiemos la duplicó pero corrigiendo las tarifas de los servicios públicos.

En términos de actividad económica, a pesar de tener un fuerte viento de cola, el kirchnerismo no logró un gran crecimiento de la economía. Es más, durante todo el segundo mandato de Cristina Fernández la economía estuvo prácticamente estancada ya que creció solo el 1,5%, lo que significa un aumento del 0,37% anual a pesar de los buenos precios de la soja.

En definitiva, la gestión económica del kirchnerismo fue horrible y Cambiemos manejó la herencia espantosamente y encima no contó lo que había recibido. No obstante, si alguien cree que con el kirchnerismo vuelve a Europa a estar de fiesta, se equivoca. En ese momento financiaron el populismo con el stock de capital acumulado en los 90, con el viento a favor del exterior, confiscando nuestros ahorros en las AFJP, cerrando las exportaciones de carne y consumiéndonos 12 millones de cabezas del stock ganadero, cerrando tambos y dilapidando las reservas.

La única chance que le quedaría al kirchnerismo si quisiera reeditar la fiesta de consumo del período anterior, sería entrar en default para no para no tener que pagar la cuenta de los intereses de la deuda y hacer un plan Bonex para cancelar las Leliq. Pero insisto, si alguien piensa que con el kirchnerismo vuelve la fiesta de consumo, se equivoca.

Al igual que se equivoca quien piense que si gana Cambiemos van a solucionar los problemas económicos en base a optimismo y entusiasmo y olvidándose de la ciencia haciendo las reformas estructurales o creer que con Roberto Lavagna podrá recuperarse la economía con más consumo interno en un país donde hay solo 44 millones de habitantes, con un tercio de pobres y el resto con el agua en la nariz.

Esto se resuelve haciendo las reformas estructurales para atraer inversiones y va a llevar mucho tiempo. La herencia k nunca se resolvió y Cambiemos solo apeló a endeudarse para financiar la herencia k.

Algún día, alguien, va a tener que ponerse a hacer las reformas de fondo o la Argentina va a terminar como la Rebelión de Atlas de Ayn Rand.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE. Síguelo en @RCachanosky 

¿Y después de las elecciones, qué pasará con las Leliq y el tipo de cambio?

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 26/2/19 en: https://www.infobae.com/opinion/2019/02/26/y-despues-de-las-elecciones-que-pasara-con-las-leliq-y-el-tipo-de-cambio/

 

El Banco Central se mueve entre el crecimiento de las Leliq y el riesgo de atrasar el tipo de cambio por dólar (DyN)

El Banco Central se mueve entre el crecimiento de las Leliq y el riesgo de atrasar el tipo de cambio por dólar (DyN)

 

Antes de comenzar a redactar esta nota, miro el último informe monetario  diario del BCRA que es del 20 de febrero y muestra un total de Leliq en circulación de $947.661 millones.Recordemos que cuando se decidió terminar con las Lebac y pasar a las Letras de Liquidez, el saldo de ese instrumento de regulaciónj monetaria era de $1,3 billones, en otras palabras falta muy poco para volver al punto de partida de endeudamiento de corto plazo del Central.

Es cierto que ahora son los bancos los que tienen las Leliq, pero también es cierto que los bancos compran ese instrumento con los fondos provenientes de los depósitos a plazo fijo, cuyo crecimiento fue de unos $300.000 millones desde que se puso la supertasa de interés de 72% anual a comienzos de octubre.

Si bien esa tasa ha venido bajando, es bastante claro que llegó un punto en que el nivel no compensó el riesgo de devaluación y llevó a un cambio de cartera fugando pesos de depósitos a plazo fijo hacia el dólar. Un calco de los que pasó con las Lebac.

Puesto de otra forma, considerando que la base monetaria se mantiene estable, todo parece indicar que la suba del tipo de cambio no es tanto un problema de flujos (más pesos en el mercado emitidos por el BCRA o un saldo de balance comercial supernegativo) sino que parece responder a un problema de stocks. Esto quiere decir un cambio de cartera de pesos a dólares por depósitos en el sistema financiero o bien, por caída en la
demanda de moneda.

Dinámica de lo que puede pasar

El primer tema que hay que tener presente para comprender la dinámica de lo que puede pasar, es que el argentino está mentalmente dolarizado. Por ejemplo, el total de depósitos del sector privado en pesos es de $1,1 billón, en dólares son el equivalente a USD 27.500 millones a un tipo de cambio de $40. Ahora bien, el total de depósitos en dólares del sector privado en el
sistema financiero es de USD 29.618 millones de los cuales USD 21.532 millones son depósitos en dólares del sector privado en cajas
de ahorros.

Hay más depósitos en dólares que en pesos del sector privado y encima están a la vista. Ante la incertidumbre política en unas horas pueden volar del sistema financiero.

Si comprendemos que el argentino está mentalmente dolarizado, es bastante obvio que cuando alguien hace un depósito a plazo fijo en pesos, no está esperando que la tasa de interés le gane a la tasa de inflación, sino que su expectativa es que la tasa de interés le gane al aumento del tipo de cambio.

Ahora bien, además sabemos que el BCRA debería lograr que el tipo de cambio acompañe la tasa de inflación. Es decir, evitar que se rezague respecto al aumento de los precios internos para evitar que Argentina vuelva a ser cara en dólares o, si se quiere, que el dólar sea artificialmente barato.

El rol de las exportaciones

Esta necesidad de evitar que el tipo de cambio se rezague frente al aumento de precios internos también responde a que el único motor que le queda funcionando a la economía argentina son las exportaciones.

Si el tipo de cambio vuelve a retrasarse (de hecho cayó bastante en
términos reales desde el pico en abril en 2018 hasta septiembre 2018)
puede afectar las exportaciones y a la caída del consumo; y a la ausencia de inversiones habría que sumarle exportaciones languideciendo.

En otras palabras, se llegaría a las elecciones con un nivel de actividad, en el mejor de los casos, que habría dejado de caer pero sin signos mínimos de reactivación para mostrar en la campaña electoral.

¿Cuánto debería aumentar el tipo de cambio en base a la inflación? Al mes de enero el IPC interanual da un aumento de casi el 50% y los precios  mayoristas muestran un incremento del 67%. Si queremos cambiar la composición del IPC y hacemos una mezcla de IPC con mayoristas, la inflación anual estaría en el orden del 59 por ciento.

Inflación, devaluación y tasa de interés

Digamos que el piso es 50% anual y el techo 67% anual. Elijamos el dato del IPC y sabemos que el tipo de cambio debería aumentar el 50% anual para no retrasarse respecto al aumento de precios internos. Si el tipo de cambio tiene que crecer a este ritmo en la medida que no baje la inflación, la tasa de interés debería superar al 50% anual para no quedar empatada con el aumento del tipo de cambio.

Cuál es el número que compensa ese riesgo no lo sabemos, pero sí sabemos que con tasas de interés reales tan altas, se mata toda posibilidad de  actividad económica y anula cualquier intento de crecer en base a inversiones.

Las altas tasas de interés y la baja real de los salarios afectaron duramente a la producción de automotores

Las altas tasas de interés y la baja real de los salarios afectaron duramente a la producción de automotores

Pero seamos optimistas y supongamos que, por algún milagro, no se activa la mecha del arbitraje tasa versus dólar, no hay turbulencias cambiarias de cara a las elecciones y llegamos a octubre sin mayores sobresaltos. Aun así la pregunta es: ¿y después de octubre, qué?

En rigor hoy no tenemos a ningún candidato que esté mostrando un plan económico mínimamente consistente. Si llegara a ganar el kirchnerismo, sabemos que ya no solo habría una gigantesca crisis económica porque no tendría las mismas herramientas para financiar el populismo que financiaron durante 12 años, sino que además las mismas libertades individuales estarían en riesgo conociendo las inclinaciones autocráticas del kirchnerismo. Nuestro horizonte sería una dictadura al estilo Maduro.

El macrismo sigue sin ofrecer un horizonte de crecimiento. Solo intentar frenar la vuelta del kirchnerismo al poder para que establezca su proyecto chavista, una especie de nosotros no somos buenos pero ellos son peores.

Por su parte el peronismo no k muestra como su mejor opción a un Roberto Lavagna que en rigor tomó la economía con todo el trabajo sucio que previamente habían hecho primero Rodríguez Saa con el default, con lo cual el gasto público bajó porque no hubo que pagar intereses de la deuda, y segundo Remes Lenicov que licuó el gasto público con una llamarada cambiaria e inflacionaria, sumado la pesificación de los depósitos y el retraso tarifario que mantuvo Lavagna más la oportuna suba de los precios de las commodities a mediados de 2002.

Puesto de otra manera, con todo el respeto que me merece Lavagna, quien siendo ministro de Economía de Duhalde se comportó como un caballero conmigo cuando publiqué mi primer libro en 2002 enviándome una afectuosa carta de felicitaciones, no creo que Lavagna pueda dominar la herencia k, más la herencia Cambiemos sin tener que meter mano en el gasto público.

Afirmar que de esta situación se sale con crecimiento puede sonar muy lindo en el discurso político, pero todos sabemos que no se puede crecer con este nivel de gasto público que tiene como contrapartida una feroz carga tributaria que ahoga cualquier proceso de inversión que lleve al crecimiento. Decir que se sale creciendo sin aclarar cómo se va a crecer es hacer el mismo juego de Cambiemos. Decir que va a llegar una lluvia de inversiones solo porque se desea.

En síntesis, hoy los argentinos estamos frente a un doble problema. Uno tratar de llegar a las elecciones sin fuertes turbulencias cambiarias y financieras, y dos carecemos de una dirigencia política que aporte la más mínima idea de propuesta para entrar en una senda crecimiento. Están todos paralizados frente al fenomenal nivel de gasto público heredado del kircherismo que, además, está en un 60% indexado con lo cual no hay posibilidades de recurrir a la receta de Duhalde de licuar el gasto con una llamarada inflacionaria.

Ahora hay que operar sí o sí. Los trucos monetarios ya no sirven para esconder el problema por mucho tiempo más. El endeudamiento está limitado desde el exterior. El ahorro interno es escaso para financiar al estado y el crecimiento. La carga tributaria ahora la inversión. Y la opción de financiar el gasto público con emisión pone por delante un escenario de hiperinflación o megainflación.

En síntesis, nos movemos entre un futuro proyecto chavista, el kirchnerismo, y una alarmante mediocridad en materia de propuestas económicas por del lado de Cambiemos y el peronismo no k.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE 

No Vuelven Más

Por Iván Carrino. Publicado el 25/1/18 en: https://www.ivancarrino.com/no-vuelven-mas/

 

El retorno a “los años dorados” del kirchnerismo es un imposible técnico.

La economía argentina está mal. Hace 8 años que el PBI no crece.

Ahora como al mismo tiempo sí crece la población, el PBI per cápita (la cantidad de producción por habitante) viene cayendo desde el 2011. Este año, si todo sigue así, estaremos en una situación muy similar a la de 2009.

Es decir, 10 años perdidos.

En este contexto, es normal que aparezca la nostalgia colectiva por un pasado mejor.

Recientemente,  en la fila del supermercado, me puse a charlar con una mujer. Como sabía que me dedicaba la economía, me preguntó qué opinaba yo de Roberto Lavagna, ex Ministro durante el período 2002-2005.

No pude ni comenzar mi respuesta que me interrumpió para decirme:

A mí me cae muy bien. Es honesto. Además, cuando él era ministro las cosas estaban mucho mejor.

Dos días atrás, en un programa de TV, una economista me dio un argumento similar, refiriéndose al período 2003-2007 como un ejemplo de crecimiento económico.

Tal vez la prueba más clara de que hay una añoranza por los “años dorados” del kirchnerismo sean las últimas reuniones que algunos políticos con aspiraciones presidenciales han tenido con el ex Ministro Lavagna.

En algún lugar de la mente de muchos está la idea de que habría que volver a aquellos viejos buenos tiempos.

Los Años Dorados

Analizando algunos números, es cierto que hubo una época en donde el kirchnerismo podía mostrar un muy saludable desempeño económico.

Entre 2003 y 2007, por ejemplo, la economía creció a un impresionante 8,8% anual promedio. El desempleo, mientras tanto, bajaba del 17,3% al 8,5%, y la inflación –que en los primeros dos años se mantuvo en valores de un dígito pero luego comenzó a subir- era vista como una consecuencia de este fuerte crecimiento.

El primer kirchnerismo recibió una situación fiscal totalmente holgada. En el año 2004, el superávit fiscal del gobierno fue 3,5% del PBI, lo que le permitió al dúo Kirchner-Lavagna salir a gastar dinero público, generando un boom de consumo que contribuyó a la caída del desempleo.

Entre 2004 y 2007, el gasto público en Argentina creció a una tasa anual del 30,3% promedio, muy por encima de la inflación. La Base Monetaria, por su parte, también crecía a ritmo acelerado.

Mientras tanto, el dólar, esa fibra tan sensible para los argentinos, mantuvo una calma extraordinaria. Entre 2003 y 2005 cayó desde $ 3,3 a $ 3,0, para luego ubicarse en $ 3,2 hacia fines de 2007.

Por si esto fuera poco, no había “tarifazos” (porque las tarifas estaban congeladas por la ley de emergencia económica) y la luz tampoco se cortaba…

En resumidas cuentas, ¡todo andaba bien!

Imposible Técnico

Al ver este cuadro de situación es normal que la gente se pregunte si no es posible volver a una economía así.

La respuesta, sin embargo, es un rotundo NO.

Es que,  veamos…

Luego de la devaluación de 2002, el tipo de cambio real alcanzó un máximo histórico. Como se ve en el gráfico de abajo, al abandonar la convertibilidad el tipo de cambio real (es decir, el poder de compra del dólar en Argentina) subió un impresionante 188%. Esto implicó que –de la noche a la mañana- todos los productos fabricados en el país se abarataran enormemente, lo que le dio impulso a las exportaciones.

Esa situación, como se aprecia, es hoy muy diferente.

Los salarios reales eran muy bajos. Otra consecuencia del abandono del 1 a 1 fue la fenomenal licuación de los salarios reales. Es decir, nuevamente de la noche a la mañana, lo que una empresa argentina o extranjera tenía que pagarle a un empleado se derrumbó. En términos concretos, si una empresa pagaba en diciembre de 2001 $ 100 a un empleado, en mayo de 2003 le estaba pagando solo $ 80 a precios de 2001.

En dólares la caída fue más pronunciada todavía. Los salarios llegaron a caer 70% en junio de 2002. En diciembre de 2003, el mismo trabajador que a fines de la convertibilidad cobraba USD 100, estaba cobrando solo USD 40.

La violenta reducción de los costos laborales promovida por la devaluación generó incentivos a la inversión, que pasó del 13% al 20% del PBI en pocos años.

Así que el crecimiento “a la China” no solo se daba por las altas tasas de crecimiento, sino porque se basó principalmente en mano de obra barata producto de la devaluación. Es decir, un remedio transitorio que solo dura hasta que se ajustan las variables.

Había superávit fiscal. Otro factor característico de los “años dorados” K era el superávit fiscal. Sin pagar la deuda externa, licuando el gasto en salarios y con abultados ingresos por las retenciones a las exportaciones, la holgura fiscal le permitió al gobierno de Néstor Kirchner avanzar en una política demagógica de aumento del gasto público totalmente insostenible. Dicho aumento, al menos a corto plazo, generaron lo que el libro de texto keynesiano dice que debían generar: aumento del consumo, de las ventas, y de la actividad económica.

Hoy no hay margen para hacer lo mismo.

¿Por qué? Porque se acabó la plata. El otrora superávit se transformó en déficit récord, la gente se cansó de la estafa de la inflación y en los mercados nadie cree en la capacidad de pago de Argentina.

No existe escenario peor para aplicar políticas keynesianas.

Como se ve, hoy el tipo de cambio real es bajo, los salarios en dólares altos y se acabó la plata para hacer políticas de gasto populista como las que llevó a cabo Néstor Kirchner.

O sea que, técnicamente, es imposible volver a la “época dorada” del kirchnerismo.

Semilla de su destrucción

Antes de finalizar, y para no extenderme demasiado, es necesario resaltar que el regreso a la “década dorada” del kirchnerismo no solo es un imposible técnico, sino además, una idea muy poco recomendable.

Es que todas las políticas iniciadas en dicha época generaron la semilla de su propia destrucción. En resumidas cuentas:

—> El incremento del gasto público se transformó en una crisis fiscal.

—> El aumento de la emisión monetaria nos llevó al podio de la inflación mundial.

—> El congelamiento de tarifas originó una crisis energética de proporciones.

—> El boom de consumo conspiró contra la inversión, impidiendo el crecimiento sostenible.

Tenemos que dejar de mirar al pasado reciente para encontrar recetas que sirvan para el futuro. El crecimiento económico no depende del tipo de cambio o del gasto del gobierno, sino del ahorro, la inversión y el aumento de la productividad.

Hay que apuntar a eso, sino estamos condenados a volver repetir los errores de siempre.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano. Es Sub Director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.

Hay un “juego de engaño” entre las proyecciones y la realidad

Por Adrián Ravier. Publicado el 6/3/17 en: https://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2017/03/06/hay-un-juego-de-engano-entre-las-proyecciones-y-la-realidad/

 

Es conveniente aclarar desde el comienzo que la predicción en economía es un arte que se basa en el conocimiento de una buena teoría económica, pero también de anticipar las políticas que tomará el gobierno, y el modo en que la opinión pública actuará ante ellas. Estamos ante fenómenos mucho más complejos que otras ciencias como la física, la química o la biología, justamente porque no podemos aislar las variables y hacer experimentos de laboratorio. Los economistas hemos logrado desarrollar amplios consensos sobre cuestiones de teoría económica, pero persisten lógicamente debates profundos cuando intentamos predecir el valor de una variable en un lugar concreto y en un momento determinado.
En este arte de predecir se vuelve fundamental la confiabilidad de los anuncios del gobierno; y lo cierto es que después de 2016, la opinión pública sabe que estamos en un juego de engaño, quizás lógico, donde se busca conseguir ajustes reales y no nominales, de las variables económicas fundamentales. Para poner un ejemplo: Ricardo López Murphy tuvo que dejar su cargo ante la crisis de 2001 por sugerir un ajuste del 10 % en los salarios de los trabajadores del sector público; aquello fue inadmisible. Pero poco después la devaluación de Eduardo Duhalde y Roberto Lavagna recortó los salarios reales en proporciones mucho mayores, y esto recibió menos cuestionamientos. La normalización de la economía argentina de algún modo necesita de este juego. Juega un rol fundamental aquí la “ilusión monetaria”.
¿De cuánto es la brecha entre lo que se dice y lo que reflejan las estadísticas?
En 2016 Prat Gay sugirió que la inflación sería del 25 %. Según el INDEC terminó siendo del 41 %. A medida que avanzaban los meses, la brecha era lógica para todos los analistas, pero Prat Gay insistía en aquel valor. Mi impresión es que él sabía que no podía cumplirse su proyección, pero estaba inmerso en este juego de engaño. En términos del ajuste que necesita la economía argentina para su normalización, el juego de Prat Gay fue exitoso porque logró que las paritarias se concreten en torno al 25 y el 33 %, y la inflación mayor pudo ajustar los salarios reales. La salida de Prat Gay en cierto modo es lógica, porque sufrió ante la opinión pública el costo político de pérdida de credibilidad.
¿La inflación ya está domesticada o puede haber rebrotes?
La inflación núcleo pienso que sí está domesticada. El problema está en las tarifas. Después de una década donde los precios subieron mucho, y las tarifas se congelaron, las tarifas quedaron atrasadas. Con estas tarifas no hay inversiones, y sin ello no tenés una infraestructura energética que te permita sostener la estructura económica. La elección del gobierno anterior era seguir con enormes subsidios, y sacar recursos de otros sectores para sostener mínimamente la inversión bruta sobre el sector. Hoy el desafío es mucho mayor, porque la infraestructura energética está muy endeble y tenés que invertir mucho para evitar que se vuelva un cuello de botella contra el crecimiento. El tarifazo tiene siempre un impacto social negativo, y con ello un costo político fuerte, pero Macri lo está asumiendo, lo que de algún modo implica que no ejerce una política populista. Los tarifazos hoy explican prácticamente la mitad de la inflación. Si cumpliremos o no con la meta, depende de la decisión política de seguir ajustando estas tarifas.
¿Es factible cumplir la meta trazada por el Central de un IPC anual cercano al 17 %?
Lo veo muy difícil. Quizás la inflación núcleo pueda estar en ese nivel, o incluso un poco más bajo, pero luego hay que agregar el impacto en tarifas. Las proyecciones de los analistas están un poco por encima del 20 %. De mi parte, sólo puedo arrojar un rango que va del 20 al 28 %. 10 meses en la economía y la política argentina son el larguísimo plazo. Los tarifazos sobre electricidad de febrero y marzo marcan tendencia. Si en los 6 meses siguientes, previo a las elecciones, se suspenden los tarifazos, entonces la meta sería creíble, pero no veo al Ministro Aranguren con esa intención. Y de hecho, me parece técnicamente correcto avanzar en estas correcciones.
¿A qué ritmo se moverán las paritarias?
Acá el juego de engaño resulta fundamental. El gobierno dice que la inflación de 2017 estará abajo del 20 % y sugiere un ajuste de ese nivel. Pero venimos de un 2016 donde decían que la inflación sería del 25 % y terminó siendo del 41 %. Lógicamente los sindicatos presionan para ajustar primero aquella brecha entre el 33 % obtenido y el 41 % que quedó pendiente de 2016; pero además cuestionan que la inflación de 2017 pueda estar abajo del 20 %. Esta negociación es clave porque definirá el ritmo de normalización de la economía, y también la inflación de 2017. De mi parte, conjeturo que llegarán a un acuerdo entre el 22 y el 26 % para estas paritarias.
¿Cuánto hay que crecer para que la pobreza sea de un dígito?
La ley de Okun, que es sólo una observación empírica, dice que la economía aumenta el desempleo si creces abajo del 3 %. Podríamos decir en línea con esto, que la pobreza también aumenta si crecés a un ritmo menor. Pero estas observaciones no son aplicables a la Argentina. Mientras tengas niveles de inflación de dos dígitos, difícilmente puedas bajar la pobreza. Si bien el INDEC está recuperando cierta reputación, lo cierto es que descreo de los indicadores actuales. Tanto la pobreza como la inflación son mayores a lo que se reconoce. La destrucción de capital e institucional de la última década nos ha dejado con desafíos muy complejos para enfrentar en lo próximos años.
¿Cuáles son las proyecciones para este año?
2017 cerraría con un crecimiento que va del 2 al 4 %. Siempre insisto que esto no es crecimiento, sino recuperación de la pérdida de actividad económica que tuviste el año anterior. Argentina no crece desde el tercer trimestre de 1998.
La tasa de inflación imagino rondará el 25 %.
La cotización del dólar es más difícil de pronosticar. Como el gobierno adelantó las necesidades de financiamiento, el dólar bajó, pero a medidas que esos desembolsos vayan saliendo, bajará la oferta, y la cotización debería recuperar su pico. Leo a varios analistas decir que el dólar estará estable en 2017. Yo no lo creo. En cierto modo es una decisión política, pero si el gobierno no interviene, el dólar no puede cerrar el año abajo de $ 16. Incluso imagino superará los $ 17.
¿Cambiaron las pautas presupuestarias de inflación, dólar y PBI?
Esto no va a ocurrir en marzo. Las paritarias dependen de que en este juego de engaño el gobierno insista en que la inflación será del 17 %. Eso fija un límite inferior necesario para sus intenciones de normalización de la economía. Si hoy reconocieran que la inflación va a estar más cerca del 25 % que de la meta fijada, entonces este límite inferior aumentaría, y la negociación por paritarias resultaría más compleja.
Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

CON LA DEMOCRACIA SE CURA, SE COME… Y ¡CRECE EL PIB!

Por Alejandro A. Tagliavini. Publicado el 21/11/16 en:

 

No es la intención de este artículo criticar la trayectoria de Roberto Lavagna, en particular, pero tampoco quiero obviar un hecho curioso. “Su currículum lo convierte en protagonista cada vez que habla” decía un matutino como suelen decirlo prácticamente todos los medios -reflejando a la opinión pública- de casi todos aquellos personajes que han ocupado un cargo “importante”.

Es curioso: no importa que haya sido un presidente durante cuyo mandato hubo corrupción, ineficiencia y caída del PIB, sigue siendo muy escuchado debido “al peso de su trayectoria”. Qué pasa por la mente de las personas, de la opinión pública, como para seguir citando a personajes -que en la actividad privada hubieran sido despedidos por su mala perfomance- cuando existen jóvenes, y no tan jóvenes, brillantes con ideas y propuestas más acertadas.

La forma en que las personas toman las decisiones que afectan su vida en general -no en particular como el ejecutivo de un sector de la empresa- es una de las cuestiones que más intriga a científicos políticos, especialistas en marketing y publicitarios. Detrás del secreto de por qué la gente elige una cosa, y no otra, existe poderosa información valuada en millones que puede significar la llave del poder político.

Dicen los especialistas que las decisiones dependen, básicamente, de la historia personal y del medio ambiente, lo que conlleva conservadurismo al punto que, según Steven Rosenstone, de la Universidad de Michigan, el 97% de las veces gana una elección para el Congreso quien corre por la reelección, independientemente de si su trabajo fue malo. Es decir que, como todo en el cosmos, las personas, las sociedades avanzan solo por lenta maduración. En fin, curiosidad de lado, veamos las declaraciones de Lavagna que nos dan pie para cosas interesantes.

Según este ex ministro, en 2017 la economía argentina va a crecer “muy poco, lo que cayó en 2016” pero, como la población crece a un ritmo superior al 1%, el PIB per cápita bajaría aumentando la pobreza. Ahora, es curiosa su afirmación de que el PIB “en los años pares cae y en los impares de elecciones, crece”. Si esto fuera así, deberíamos tener elecciones más a menudo. ¡Y viva la democracia!

En realidad, lo que sucede es que PIB no mide realmente lo que el país produce y mucho menos su crecimiento económico sino, en todo caso, el consumo, el movimiento de dinero que es lo que los políticos suelen incentivar en épocas de elecciones para ganar votantes. Aunque conviene no olvidar que el fondo de la cuestión es que, como ya decía Ludwig von Mises entre otros, la econometría carece de rigor científico y, por lo tanto, solo es ilustrativa.

Dice Lavagna cosas obvias como que las tasas y la presión impositiva (“entre 40 y 50%”) son muy altas. Pero no está claro si cuando dice que la inversión no vendrá por falta de rentabilidad, dado el bajo consumo -debido a la caída entre el 8 y el 10% del poder adquisitivo en los últimos diez meses- y lo poco rentables que resultan las exportaciones, tiene claro que, precisamente, es este altísimo “costo argentino” (presión fiscal, costos laborales, inflación, tasas, etc.) el que provoca la falta de rentabilidad.

Más bien pareciera achacar la falta de competitividad exportadora al atraso cambiario, “política populista en la que el gobierno se identifica cada vez más con el final de Cristina, modelos de ajuste, de achicamiento que ha llevado a la pérdida de 120.000 puestos de trabajo en blanco, más una cifra indefinida -no inferior a ésta- de trabajos en negro”. Y advierte de no seguir culpando a la “pesada herencia” o a Trump.

En donde se equivoca claramente es en sus ideas keynesianas que lo llevan a firmar que “hay que empezar a poner la economía en marcha para frenar la inflación”. Como si la inflación, que no es otra cosa que una exagerada oferta monetaria, pudiera no ser un vicio y sí una virtud. Tiene razón cuando dice que el modelo macrista “funciona con endeudamiento… e indefectiblemente termina en… un… colapso”, ya que saturada la presión fiscal y la inflación no queda más que endeudarse ante la negativa de adoptar una política sana y bajar el gasto.

Y aquí sí se va a ver el “efecto Trump”, que está complicando el tema de la deuda. El bono global más importante, el de 30 años de EE.UU., ya cayó más de 6% solo en lo que va de noviembre, llevando a su rendimiento a superar el 3% anual. Entretanto el Vanguard Total International Bond ETF (BNDX) que nuclea bonos soberanos “investment grade” de Asia y Europa, cayó 1,5% también en noviembre y el Vanguard Emerging Markets Government Bond ETF (VWOB), que incluye bonos soberanos de países emergentes, cae todavía más, un 4%.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.

La salida inmediata está en la exportación

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 4/9/16 en: http://economiaparatodos.net/la-salida-inmediata-esta-en-la-exportacion/

 

Como principio básico, es imposible consumir sin antes invertir y producir

La semana pasada el ex ministro de economía, Roberto Lavagna, afirmó que “las inversiones no van a llover, se van a mover cuando se mueva el consumo”. Llama la atención esta afirmación de un economista de reconocida trayectoria dado que como principio básico, es imposible consumir sin antes invertir y producir.

Imaginemos que un náufrago llega a una isla. Al tiempo de estar en la isla tiene hambre y ve unos cocos en el cocotero. ¿Puede el náufrago comerse el coco antes de invertir tiempo y trabajo en producirlo? No. Para poder consumir primero tiene que invertir tiempo y trabajo en treparse al cocotero y conseguir el coco. Con el tiempo, si no se come todo el coco y ahorra algo, puede destinar parte del tiempo a construir una escalera (stock de capital) para subir más rápido al cocotero hasta donde están los cocos y aumentar su productividad. Eso le permitirá disponer de muchos más cocos, no treparse al cocotero durante unos días para conseguir cocos y destinar ese tiempo a pescar, con lo cual incrementará su consumo en cocos y peces.

Con cocos y peces ahorrados puede destinar el tiempo a hacerse una choza que lo proteja de la lluvia y, por lo tanto, podrá seguir incrementando su consumo, ahora en bienes de consumo durables. Es más, al tener más cocos gracias a la escalera (stock de capital) puede destinar tiempo a fabricar un medio mundo (más stock de capital) y conseguir más peces. Al tener más peces puede consumirlos o intercambiarlos con los isleños vecinos que tienen buenos abrigos.

Como se ve, nuestro náufrago puede ir incrementando su consumo pero primero tiene que invertir para incrementar su productividad. De lo anterior se desprende que antes de consumir, el náufrago tuvo que invertir. Si hubiese querido consumir sin invertir (subirse al cocotero) ya estaría muerto de hambre. El primer paso está en invertir.

En el caso de la economía argentina, no veo como posible que el consumo sea el motor que ponga en funcionamiento la economía. Si bien es cierto que el fin último de la actividad económica es consumir, hay un paso previo que es producir y para producir hay que invertir. En los estadios más elementales de situación económica la inversión es tiempo y trabajo. No es casualidad que los países con mayor nivel de vida de la población sean los que tengan la mayor cantidad de stock de capital por persona. A medida que se va acumulando cada vez más stock de capital, se incrementa la productividad de la economía (se producen más bienes por unidad de tiempo) y hay más riqueza para consumir.

Salvo que Lavagna esté pensando en algún esquema de cerrar más la economía para que la gente tenga que consumir solo bienes domésticos y que esa mayor demanda de bienes domésticos se traduzca en más inversión, no veo razón para pensar que es posible que primero aumente el consumo y luego la inversión. Incluso en el hipotético caso que Lavagna esté pensando en que con una economía cerrada las empresas invertirán más para abastecer la mayor porción de demanda para consumo derivada de la restricción de la oferta por el cierre de la economía, tampoco veo que vaya a haber inversiones. Si el empresario tiene un mercado cautivo, no invierte porque no tiene competencia que lo obligue a ser más eficiente. Con un mercado cautivo el empresario ajusta por precio, no por cantidad producida. Es decir, no invierte, aprovecha la protección que le da el gobierno para subir los precios y obtener una renta que no tendría en condiciones de libre competencia.

Tal cual están dadas las condiciones actuales y con un gobierno que tiene fuertes restricciones política, me parece que la salida más rápida de la recesión es por vía de la exportación. Esto significa que el BCRA se retire del mercado de LEBACs, deje de toquetear la tasa de interés, permita que el tipo de cambio flote libremente y mientras la economía se mueve por más exportaciones tiene que ir implementando las reformas estructurales en el sector público, en el sistema tributario y en la legislación laboral para atraer inversiones, crear más puestos de trabajo y generar más ingreso que lleve a niveles más altos de consumo.

Creo que el populismo político caló tan hondo en las mentes de los argentinos que hasta influye perversamente en el razonamiento económico de hombres de la economía como Lavagna.

En forma irresponsable el populismo siempre va a proponer incrementar el consumo para tener contenta a la gente. No importa que ese incremento del consumo sea insostenible en el tiempo. Los políticos populistas son así de irresponsables. Con tal de conseguir votos prometen e impulsan lo que no puede cumplirse. Ahora, que lo prometa e impulse un hombre como Lavagna, que tiene su trayectoria, es lamentable porque él sabe que el kirchnerismo llevó la economía a niveles de consumo insostenibles en el tiempo y que la herencia recibida de los k es que la gente va a descubrir que ya no puede consumir como antes. Que los niveles de consumo que tuvieron durante la era k fueron una ficción y que la realidad es que ahora todos tendremos que aceptar niveles de consumo menores.

Por otro lado, siendo que la inversión depende, entre otros factores, de la confianza en las instituciones y que esa confianza llevará tiempo recuperarla luego del destrozo que hizo el kirchnerismo, francamente no veo en lo inmediato otra salida de esta recesión que el camino de las exportaciones. Y, para eso, hay que dejar de toquetear las tasas de interés e ir a una libre flotación.

La reconstrucción de la economía argentina llevará muchos años. De todas maneras puede disminuirse el sufrimiento de la población por las heridas que dejó el kirchnerismo en la economía, buscando por el lado exportador. Es, tal vez, el primer paso, en el largo camino de la reconstrucción de la Argentina luego del tsunami kirchnerista.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE

Locura: el populismo como política de largo plazo

Por Roberto H. Cachanosky. Publicado el 10/8/14 en: http://economiaparatodos.net/locura-el-populismo-como-politica-de-largo-plazo/

 

Podrán ser cada vez más autoritarios,  pero lo que no podrán es lograr que las políticas económicas populistas los salven de la crisis económica

El jueves de la semana pasada, la presidente anunció un par de medidas para, supuestamente, reactivar la economía. Una de las medidas consiste en la fabricación de transportes de corta distancia para renovar las unidades existentes y la otra es un subsidio a los salarios, disfrazado de planes sociales, para intentar frenar la desocupación que se viene por la recesión que ha generado el gobierno. Es decir, una vez más el kirchnerismo recurre al aumento el gasto público como solución mágica para solucionar los problemas que ellos mismos van generando vía el desorden fiscal.

Si uno presta atención a los largos y frecuentes discursos de Cristina Fernández, tienen una característica: suelen anunciar aumentos de gasto público pero nunca dicen cómo se va a financiar esos aumentos del gasto estatal. Es decir, es como si para el kirchnerismo los recursos no fueran escasos. Como si el Estado tuviera la varita mágica para crear riqueza con la cual pagar las mayores erogaciones.

Días pasados escuchaba al ex ministro de economía Roberto Lavagna decir que el tren venía muy bien y en 2007 cambió de vía. Algo así como que cuando CFK asumió el poder hizo un perjudicial cambio de política económica. Francamente no comparto esta visión que, por cierto, es sostenida por muchos analistas y periodistas que suelen argumentar que con Néstor Kirchner no se hubiera llegado al punto en que llegamos. Afirman que hubiese cambiado de rumbo antes. Que si bien tenía tendencias autoritarias sabía corregir el rumbo antes de estrellarse. La realidad es que mi visión es que en el 2007 el tren no cambio de vía. Siguió exactamente el camino del populismo iniciado en 2003 por Néstor Kirchner y el tren terminó como tenía que terminar: descarrilando.

Ni la presidente ni Kicillof parecen entender que no se puede vivir haciendo barbaridades económicas. Uno puede hacer barbaridades económicas durante un tiempo, lo que no puede hacer es vivir haciendo barbaridades económicas en forma indefinida como si fueran políticas de largo plazo porque en algún momento se estrella.

Si bien la fiesta populista de todos estos años se financió mediante diferentes mecanismos, lo que hay que evaluar es si no se agotaron las fuentes de financiamiento para sostener el aumento artificial del consumo. Aunque a esta altura del partido hay que aceptar que ya no se trata de aumentar artificialmente el consumo, sino mantener artificialmente el que tenemos ahora o evitar una caída más brusca. Pero repasemos las opciones que tiene el gobierno para sostener este populismo y veamos si es válido mi argumento de que el tren no cambió de vía y se terminó descarrilando como inevitablemente iba a pasar aunque viviera Néstor Kirchner.

El primer dato a considerar es que ambos, Néstor Kirchner y Cristina Fernández, siempre buscaron el poder hegemónico. Intentaron instaurar una dictadura pero utilizando el voto. Para eso necesitaban tener contenta a la gente con la fiesta de consumo. Y para sostener la fiesta de consumo había que disponer de recursos. A Néstor Kirchner le tocó en suerte solo iniciar el proceso de destrucción económica, consumiendo stock de capital. No es que Cristina Fernández cambió de vía en el 2007. Ambos seguían el mismo camino, la diferencia estuvo en que al inicio había más recursos para sostener el consumo artificial, y el inicio le tocó a Néstor Kirchner. Con la muerte del santacruceño, Cristina Fernández tuvo dos períodos consecutivos para terminar de descarrilar el tren. Veamos algunos ejemplos para comprender por qué cualquiera de los dos descarrilaba el tren.

Uno de los mecanismos que usaron para financiar el aumento del gasto público fue el consumo del stock de capital en infraestructura (trenes, rutas, sistema energético, etc.). Dinero que habría que haber destinado al mantenimiento y renovación del stock de capital fue desviado a financiar las falsas políticas sociales para estimular el consumo a costa de destruir el sistema energético. Lo que impulsó Néstor Kirchner primero y CFK después fue el consumo de celulares, televisores, etc. a costa de tener trenes que iban cayéndose a pedazos hasta que un día no frenaron y produjeron una tragedia. La suerte de Néstor Kirchner fue que a él le tocó el período en que se rompían las luces de los trenes o los vidrios de las ventanillas. A CFK le tocó el período en que se rompían los frenos. Esa es la única diferencia entre Néstor Kirchner y CFK. El que empezó con la destrucción tuvo más suerte que al que le tocó seguir con la destrucción. ¿O ahora me van a venir con la historia con este descarrilamiento del país no pasaba con Néstor Kirchner?

Pero siguiendo con los ejemplos, algo parecido puede decirse los otros mecanismos de financiamiento del gasto. Por ejemplo, la emisión monetaria para financiar el gasto genera inflación,  lo que ocurre es que en todo proceso inflacionario al inicio la gente percibe los aumentos de precios como transitorios y puede frenar algunas compras esperando que los precios dejen de subir o bien bajen. Luego, cuando con el correr del tiempo ve que los precios no solo no bajan sino que siguen subiendo, el comportamiento monetario cambia. En vez de demandar más moneda y menos bienes esperando que los precios bajen, la gente demanda menos moneda antes de que los precios suban. A CFK le tocó el período de huida del dinero en esta asociación por el poder absoluto que tuvo con Néstor Kirchner.

Con la presión impositiva pasó lo mismo. Al comienzo a la gente no le ajustaban el mínimo no imponible pero no le era de un gran peso la presión impositiva. Ahora las cosas cambiaron. ¡Hasta los camioneros y docentes protestan por el impuesto a las ganancias que tienen que pagar!

Fuerte emisión monetaria, aumento descomunal de la presión impositiva y consumo del stock de capital han sido utilizados al máximo por el kirchnerismo y cristinismo y ahora solo queda margen para generar un proceso inflacionario cada vez más elevado. Sin acceso al crédito internacional por razones obvias, sin stock de capital para destruir y con la carga impositiva que deja fuera del mercado a muchos productores, sostener este desborde de gasto público tiene como contrapartida más inflación, caída del tipo de cambio real, menos exportaciones, mayores restricciones externas que impiden importar insumos, menos actividad económica, más recesión y desocupación.

En definitiva, lo que no parecen entender ni CFK ni Kicillof es que no pueden disparar el gasto público hasta el infinito. Creen que lo que les sirvió ayer para hacer populismo en el corto plazo y de esa manera acumular poder, ahora puede transformarse en una política económica de largo plazo. Se equivocan. Podrán ser cada vez más autoritarios,  pero lo que no podrán es lograr que las políticas económicas populistas que ayer les dieron resultados para alcanzar sus fines políticos, hoy les sirvan para sostener esta economía que tambalea peligrosamente.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE.

De Lavagna a Kicillof, un único modelo

Por Adrián Ravier. Publicado el 30/1/14 en:

http://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2014/01/30/de-lavagna-a-kicillof-un-unico-modelo/

 

Ante el ya evidente fracaso de la política económica populista del kirchnerismo en los diez años que van desde 2003 a 2013, surge cierta literatura que busca rescatar a algunos responsables directos de los acontecimientos actuales.

Eduardo Duhalde intentó rescatar por ejemplo a su ministro de Economía, Roberto Lavagna, al punto de candidatearlo como una persona de experiencia para resolver la situación actual. Martín Redrado o Martín Lousteau escriben decenas de columnas críticas en las que intentan separarse del actual gobierno, cuando hace unos pocos años acompañaron el proceso. Es cierto, se podrá decir que desde 2007 Cristina Fernández de Kirchner se ocupó personalmente de profundizar ese mismo populismo que “nació” post-convertibilidad, pero cada uno de estos tres economistas tuvo su responsabilidad en la actual situación que sufrimos.

Para empezar, diré que la salida de la convertibilidad fue la peor que se podía haber diseñado. Eduardo Duhalde acusa al gobierno actual de improvisación, cuando él mismo prometió devolver dólares a quienes depositaron dólares, y sólo unos días después pesificó todos los depósitos y fue el responsable de la mayor estafa al pueblo argentino de las últimas décadas. En segundo lugar, hay que ser claros en que esa devaluación, que implicó el abandono de la convertibilidad y que hoy es vista como el comienzo de la “década ganada”, en realidad nos dejó con otra “década perdida”. Es cierto que entre 1998 y 2001 la economía estaba estancada y con alto desempleo, pero la devaluación convirtió esa crisis en una profunda depresión que hizo caer el PIB más del 10 % en 2002, además de destruir el Estado de Derecho.

 

A partir de 2003, la economía se fue recuperando, pero fue recién en 2008 cuando el PIB real alcanzó el nivel de 1998. Mientras Brasil o Chile emprendieron un proceso de crecimiento desde el techo alcanzado hacia fines de la década de 1990, Argentina tuvo que retroceder primero, para observar cómo en la década más afortunada en un siglo –en lo que refiere al contexto internacional-, tan sólo recuperábamos lo perdido. En pocas palabras, entre 1998 y 2008 Argentina no creció, sino que recuperó el terreno perdido por la desafortunada devaluación.

Recordemos que en 1999 hubo otra opción, que fue la dolarización propuesta por Steve Hanke y Kurt Schuler, claramente ignorada. De haberla implementado en su momento, la Argentina sería la primera economía latinoamericana en presentar un PIB per cápita de niveles europeos.

Volviendo a nuestros tres personajes de hoy, Roberto Lavagna asumió como ministro de Economía del presidente interino Eduardo Duhalde en abril de 2002, ratificado en el puesto por el presidente electo Néstor Kirchner en 2003 y desplazado en 2005 producto de disputas internas. Se destaca en general que lideró la recuperación de la economía argentina, pero durante su gestión inicia también el modelo económico vigente, que llamaremos “populismo”, caracterizado por un incremento acelerado del gasto público (especialmente en el nivel Nación), que se financió especialmente con mayor presión tributaria. Recordemos que con Lavagna como ministro de economía, ésta fue ascendiendo desde un 24 % hasta el 30 % del PIB.

Ser reemplazado por Felisa Miceli claramente no mejoró las cosas, aunque se puede decir que a partir de allí y hasta su muerte, Néstor Kirchner se mantuvo como un virtual ministro de Economía, aun con la llegada de Cristina Kirchner al poder. El nombramiento del joven Martín Lousteau como ministro de Economía en diciembre de 2007 iba en línea con esto mismo. Su margen de decisión era muy acotado, aunque cometió el incomprensible error de intentar aumentar aún más la presión tributaria que entonces estaba en el orden del 36 % del PIB. Todos recordamos su propuesta de incrementar las retenciones a las exportaciones de soja por encima del ya excesivo 35 %, que sólo se detuvo por el voto “no positivo” del vicepresidente. Más peleas internas dentro del gobierno, lo terminaron alejando en abril de 2008, y a partir de entonces se convirtió en un crítico del modelo.

El caso de Martín Redrado es un poco más complejo, ya que fue presidente del Banco Central entre septiembre de 2004 y enero de 2010. Durante su gestión jamás reconoció la inflación real, la que duplicaba y hasta triplicaba la oficial declarada por la institución que él presidía. Desde 2007 y hasta su renuncia la inflación sólo estuvo por debajo del 20 % en 2009, el año de la recesión global, al que la Argentina no pudo escapar. Redrado jamás reclamó la independencia del Banco Central, ni se negó a financiar el exacerbado gasto público del Ejecutivo, sino hasta que el oficialismo decidió apartarlo del gobierno.

En esta selección arbitraria de personajes responsables de la debacle que se viene, toca el turno ahora de Axel Kicillof. Claro, muchos dirán que Redrado y Kicillof piensan diferente y es cierto. Pero recordemos que era Kicillof quien antes de integrar el gobierno criticaba a Redrado por sus políticas inflacionarias en el Banco Central. Una vez dentro del modelo, Kicillof olvidó sus críticas, y al momento no hizo nada por corregir las contradicciones obvias de este modelo populista e inflacionario que él llama de “inclusión social”. La sensación que queda entonces es que no importa qué economistas se suman al modelo. Sin importar lo que piensen o en qué autores creen, una vez dentro del modelo se transforman en parte de él, y apoyan incluso aquello que va en contra de sus principios. Volviendo a esta última década, y con una mirada parcial, se podrá decir que hasta 2007 la economía argentina mostraba un superávit fiscal primario, que la inflación estaba controlada y que no existían los problemas cambiarios actuales, pero mi impresión es que se estaban generando las semillas de aquellos problemas que hoy sufrimos.

Y es que en la primera etapa del populismo, uno siempre observa el éxito del modelo, y especialmente cuando la economía parte de una situación deteriorada de actividad económica y empleo. Entre 2003 y 2007 entonces, el modelo populista muestra recuperación de la actividad económica, del empleo y del salario real. La continuidad del kirchnerismo era entonces obvia. Somos muchos, sin embargo, los que ya en esa etapa exitosa pedíamos cautela, y es que el gasto público empezaba a desbordarse, y las tendencias mostraban que ni el precio creciente de la soja, ni sus crecientes retenciones, podían sostenerlas.

No pasó mucho tiempo, hasta que los economistas que revisamos los datos nos empezamos a dar cuenta que la presión tributaria no cedía en su aumento constante, y al mismo tiempo, empezaba a ser normal la monetización del ahora evidente déficit fiscal primario. La aparición de los desequilibrios fiscales, monetarios y cambiarios caracterizan precisamente a esta segunda etapa del populismo.

Preocupados por una inflación creciente, muchos economistas empezamos a alertar de los problemas en el modelo, pero fuimos ignorados. La tercera etapa del populismo es la actual, cuando estos desequilibrios básicos se extienden y empiezan a ser evidentes para toda la población a través de la mayor suba de precios, falta de ciertos productos, y anuncios desesperados del gobierno para ocultar lo que en realidad sucede.

Si el lector se pregunta por lo que vendrá, entonces debemos hablar de la cuarta etapa, la del “ajuste”, una etapa de la que nadie quiere hablar, pero que es difícil evitar. El “ajuste” viene acompañado de una inflación acelerada, recesión, problemas de empleo, caída en el salario real y aumento de pobreza e indigencia. Los economistas científicos pedimos a quienes niegan la necesidad del ajuste que nos muestren cómo se sostiene este nivel de gasto a lo largo del tiempo, pero no hay respuesta.

Ante esta realidad, la oposición debería presentar propuestas, pero éstas brillan por su ausencia. Muchos economistas identifican los desequilibrios, pero nada dicen de que es lo que se debe hacer. Nuestra propuesta, junto a Nicolás Cachanosky, es otra vez la dolarización, porque se corrigen los tres desequilibrios, se minimizan los efectos del ajuste y se genera una regla para evitar seguir cometiendo los mismos errores. Pero está claro que esta propuesta aislada es insuficiente. Ella debe entenderse sólo como una parte de una propuesta integral que poco a poco iremos presentando para delinear la Argentina del futuro.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.