Guerra a la inflación, ¿o a la producción?

Por Aldo Abram: Publicado el 18/3/22 en: https://www.lanacion.com.ar/opinion/guerra-a-la-inflacion-o-a-la-produccion-nid18032022/

Se anunció la guerra contra la inflación y los especuladores, dejando claro que los culpables son los formadores de precios y avaros empresarios que, ante el aumento de la demanda, suben los precios y no la inversión y la producción. También, que las políticas que se implementarán serán las mismas que se han utilizado hasta ahora y que, según algunos funcionarios de la gestión, ya fracasaron.

Excepto Brasil, que tiene 10,5% de inflación, todos los demás países limítrofes tienen un dígito anual. Me imagino una conversación telefónica de nuestro Presidente con alguno de sus colegas de dichas naciones hermanas. “¿Cómo hicieron para domesticar a sus empresarios formadores de precios y para que los congelamientos anden tan bien como para tener una inflación tan baja?” Del otro lado, educadamente, le explicarán que ellos no andan domesticando empresarios y no tienen congelamientos como los argentinos. Sus bancos centrales priorizan respetar a sus ciudadanos dándoles una moneda estable y confiable; lo cual implica darles la cantidad que ellos demandan para que no pierda valor o lo haga mínimamente.

Al colgar el teléfono, el Presidente debería analizar qué es lo que ha pasado en los casi 90 años de vida del Banco Central de la República Argentina (BCRA). Notará que durante más del 70% del tiempo, en mayor o menor medida, su prioridad ha sido financiar los excesos de gasto de los gobiernos de turno. Para eso imprime un papelito que no vale nada y se lo da al Estado que aumenta su gasto. ¡Magia! Para nada, como nadie quiere ese billete porque sabe que pierde valor, pasa como cuando aumenta la producción de naranjas y no hay más demanda, su precio baja. Pero acá hablamos de nuestra moneda, en la que ahorramos, que baja su poder adquisitivo, del que se apropia el BCRA con el impuesto inflacionario y se lo transfiere al gobierno para que pueda gastar más. Obvio, a costa de empobrecer a los argentinos que podrán consumir menos.

Luego uno va al súper y, cuando llega a la caja, le dirán: “Eso que se quiere llevar vale lo mismo que antes y los pesos que me quiere dar valen menos, me va a tener que dar más.” Y cuando llame al gasista por el calefón escuchará: “Mi trabajo vale lo mismo que antes, pero esos pesos valen menos, me va a tener que dar más.” Eso es lo que llamamos inflación, la pérdida de poder adquisitivo de la moneda. Por supuesto, este tipo de gobiernos no va admitir que es así; ya que debería dejar de gastar más a costa del BCRA. Entonces, los culpables tienen que ser los avaros empresarios formadores de precios y los especuladores. Ahora veamos los resultados de castigarlos por “empobrecer” a los argentinos.

Un productor al que le congelan los precios, verá subir sus costos con la inflación que sigue generando el BCRA y cada vez, ganará menos; por lo que también producirá menos. Igual sucederá con los acuerdos “voluntarios” de “Precios Cuidados”, que es obvio no tienen nada de voluntarios. Por otro lado, si se le prohíbe exportar o se le ponen retenciones a un sector para que baje sus precios domésticos, también producirá e invertirá menos. Lo mismo que si se los amenaza con esas medidas para que tengan que poner plata “voluntariamente” en un fideicomiso para subsidiar los consumos de ciertos bienes.

Imagínense un empresario argentino o extranjero que está evaluando el país para invertir y generar empleo productivo, es decir bienestar económico para nuestros habitantes. Dirá, “el gobierno seguirá generando inflación para financiarse y, luego, me echará la culpa a mí, castigándome con todas esas medidas”. Sumará que, según el Banco Mundial, estamos en el puesto 21, entre 191 países, como los que más exprimen con impuestos a sus empresas y que, como ni así le alcanza, el Estado toma la mayor parte del poco crédito local disponible e invertirá en otro lado. ¡Chau empleos productivos y bienestar para los argentinos!

Lamentablemente, dada las medidas que está por tomar el gobierno, no le está declarando la guerra a la inflación, sino a los trabajadores y empresarios que todos los días tratan de producir los bienes y servicios que necesitamos. La mala noticia es que esa guerra sí la están ganando y se observa en la decadencia económica y el empobrecimiento de los argentinos.

Conclusión, los gobiernos no quieren bajar el gasto estatal con el que ellos financian la política. Por ende, como ciudadanos tenemos que exigirles y presionarlos para que el BCRA tenga la misma prioridad que los países vecinos: darnos una moneda estable y confiable. Si no, en el mejor de los casos, acostumbrémonos a vivir con alta inflación y, en el peor escenario, a pasar por una cuarta hiperinflación, con el enorme costo social que eso implica.

Aldo Abram es Lic. en Economía y fue director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Argentina (Ciima-Eseade) Es director de la Fundación Libertad y Progreso.

Abram: las retenciones “impositivas y cambiarias” no generan crecimiento y afectan al sector productivo

Entrevista a Aldo Abram: Publicada el 1/12/19 en https://www.xn--lamaanaonline-lkb.com.ar/noticia/35257/abram-las-retenciones-impositivas-y-cambiarias-no-generan-crecimiento-y-afectan-al-sector-productivo/

 

Medios nacionales aseguraron que el presidente electo, Alberto Fernández, tomó la “decisión política” de subir el nivel de las retenciones que paga el sector agropecuario al momento de exportar. La idea sería aplicar “ajustes” en las cuatro principales producciones agropecuarias: soja, trigo, maíz y girasol. En los próximos días quedaría definido el nuevo cuadro de derechos a la exportación.

También, se conoció que la intención de los técnicos del Frente de Todos es diseñar un esquema “sustentable”, que no sea considerado “confiscatorio” y que no signifique un perjuicio notorio para los productores agropecuarios.

En lo referente a este tema, el economista Aldo Abram, Director Ejecutivo de la Fundación “Libertad y Progreso”, aseguró a La Mañana que el método de aumentar los niveles de retenciones a los productores agropecuarios no resolverá los problemas económicos de la Argentina, y que la idea de obtener mayores recursos del sector privado no dio buenos resultados.

“El sector privado productivo es el que genera la riqueza para pagar los gastos y los sueldos. El que tiene que hacer el ‘ajuste’ es el sector público. En este momento, quienes integrarán el próximo gobierno proponen sacarle plata al sector privado productivo para dársela a personas que no producen pero necesitarían ese dinero. Con eso, se supone que se va a ‘reactivar’ la economía. Esto no genera un aumento de la demanda. Puede cambiar su composición o el lugar en el cual se efectúa el gasto. Pero no modificará cuánto se gasta”, opinó el especialista.

Asimismo, el economista advirtió que además de las retenciones impositivas a las exportaciones, habrá una creciente “retención cambiaria”, porque habrá mayor emisión monetaria.

“Lo que va a suceder es que el peso se va a depreciar más. Con los controles cambiarios se buscará mantener al dólar en un valor artificialmente bajo en el mercado oficial y el verdadero costo de la moneda nacional se reflejará en los mercados ‘paralelos’. La brecha entre la cotización oficial y los demás mercados reflejará la ‘retención cambiaria’, que será creciente en el tiempo. Por ello, el sector agropecuario tendrá dos retenciones”, explicó Abram a este diario.

Crisis

Por otro lado, el profesional consideró que un mayor nivel de retenciones desalentará la realización de inversiones. A su vez, se refirió al rumbo económico que llevó al país a la crisis actual.

“Llegamos al 10 de diciembre del 2015 con un Estado nacional que estaba al borde de la quiebra, porque gastaba más de lo que los argentinos podíamos pagar. El Gobierno logró salir del ‘cepo’ cambiario y resolvió los problemas de deuda de ese momento. Eso generó credibilidad y muchas personas que habían sacado sus ahorros de la Argentina los volvieron a traer al país. Esto originó mayor crédito. Pero lo que hizo la administración nacional con el crédito obtenido fue mantener el exceso de Estado, que en 2018 volvió a poner a la Nación al borde de la quiebra”, relató.

“El ‘ajuste’ cayó sobre el sector privado productivo, que no tenía exceso de gasto. Esto se aplicó a través de la quita de los subsidios a los servicios públicos, que se tradujo en un mayor costo para la producción. Esto estuvo bien, pero los impuestos no fueron reducidos en igual forma. Esto es insostenible. Ahora, el peronismo propone hacer lo mismo”, agregó.

“En la etapa de Cristina Fernández de Kirchner se demostró que obtener mayores recursos del sector privado productivo no genera crecimiento económico. En paralelo, origina una caída del Producto Bruto Interno en el futuro. Si se logra aumentar las exportaciones, como pretende el FdT, será un milagro”, manifestó Aldo Abram.

 

Aldo Abram es Lic. en Economía y fue director del Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados de Argentina (Ciima-Eseade). Publica como @AbramAldo .

¿Viene nueva Argentina o solo el verano?

Por Alejandro Tagliavini. Publicado el 10/12/19 en: https://www.ambito.com/economia/economia-argentina/viene-nueva-argentina-o-solo-el-verano-n5070293

 

Uno de los mayores riesgos para el nuevo gobierno es la suba impositiva a la clase media, además del campo y las retenciones. Y el cepo, que podría sumar tensiones, sobre todo si no afloja la inflación y se dispara la brecha con el blue creando todo tipo de problemas en la vida diaria y la cadena productiva.

Por cierto, no olvidemos que el modo que tiene el Estado de quitarle recursos a los ciudadanos, al mercado, no es solo la carga impositiva sino también la inflación -el exceso de emisión en tiempo real para cubrir gastos- y el endeudamiento que conlleva tasas exageradas.

Si no hay cambios, y aunque la inflación rebajó el salario real, parte de los trabajadores que en 2019 no pagaron Ganancias, el año próximo sí lo harán y los que estuvieron alcanzados pagarán más, según MR Consultores que toma como base un nivel de aumento salarial para 2020 similar al de 2019. Por este impuesto, el oficialismo perdió las elecciones legislativas de 2013 mientras el líder camionero se embanderaba bajo la consigna “el salario no es ganancia”.

Un supuesto acuerdo sobre precios y salarios que permita reactivar el consumo no parará a la inflación, en todo caso al IPC, y la suba de planes sociales, salarios y jubilaciones mínimas podrían traer una efímera distensión, que probablemente no alcance ni para pasar el verano. Y, por cierto, no queda claro quién va a pagar la cuenta.

Los impuestos, por el contrario, deberían bajarse. Y la generación de divisas como pretende Economía, se da de bruces con el cepo -el dólar abaratado- y la suba de las retenciones.

El ministro intentaría llegar al superávit fiscal primario y, de ese modo estabilizar la deuda. Según Eco Go, partirá de un rojo del 0,9 % del PBI que es de 3,9% si se suma el pago de intereses. El año que viene el Gobierno afrontaría vencimientos por unos u$s30.000 M con el sector privado. En 2021, u$s12.000 M y en 2022 y 2023, u$s32.000 M cada año ya que habría que empezar a devolverle al multiestatal FMI.

De aquí que es clave “reperfilar”, convencer a los acreedores de aceptar que no se les pague ni capital ni intereses en 2020-2021. No es descabellado pensar que el autodenominado comité de acreedores formado por un grupo de fondos -Greylock Capital, BlackRock, T. Rowe Price, etc.- que trabaja junto a bancos como BNP Paribas y el Citi, acepten que no se les pague durante dos o tres años y no estaría mal en tanto sea voluntario para los privados, el mercado.

Del total de la deuda externa de u$s270.000 M, unos u$s60.000 M corresponden a organismos multi estatales y u$s45.000 M al FMI que, irresponsablemente, no solo financió un plan económico a todas luces inviable, sino que, contra su carta orgánica, remitió a la Argentina alrededor del 50% de sus montos prestables, de modo que bien podría esperar y, por qué no, incluso aceptar una quita importante.

Por cierto, esto se da en momentos en que todo indica que las tasas a nivel global se estabilizarán para luego empezar a subir. Más de diez años de “lucha contra la crisis”, han llevado las tasas de interés a mínimos históricos e incluso negativas, después de más de 750 recortes desde 2008, lo que está deformando los mercados.

Al mismo tiempo, los principales bancos centrales están comprando bonos nuevamente, lo que se conoce como “flexibilización cuantitativa”, y sabiendo que después de la compra de más de $12 B de activos financieros no se alteró la inflación.

Se pronostica que la Fed mantendrá estable la tasa en su reunión del 11 de diciembre y, un día después, el BC Europeo podría decidir permanecer en espera, mientras que el Banco de Japón haría lo mismo el 19 de diciembre.

Hacia el futuro, los operadores apuestan por subas de menos de 1 punto porcentual en los rendimientos a 10 años, mientras que JPMorgan ve la tasa de interés global promedio en 2% a fines de 2020.

Y ahora a los bancos centrales les ha surgido una nueva “amenaza” con las nuevas “monedas” privadas. “La efectividad del banco central ahora se ve desafiada por el aumento de la moneda cibernética privada”, según el jefe de asesores de la Comisión Reguladora de Banca y Seguros de China. “Esto cambiará el juego”.

En fin, en cualquier caso, el “reperfilamiento” no es la solución de fondo, sino que el país deje de ser un gastador y deudor serial.

Por cierto, no se ve más la reja que encerraba a la Casa Rosada, y ojalá no se quede solo en un símbolo, sino que realmente sea el comienzo de una era de más libertades personales.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE. Síguelo como @alextagliavini

El optimismo y entusiasmo de Cambiemos taparon la ficción K

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 21/5/2019 en: https://www.infobae.com/opinion/2019/05/21/el-optimismo-y-entusiasmo-de-cambiemos-taparon-la-ficcion-k/?fbclid=IwAR3EORouYZ6kFODiYLi4FIHNnIgtWV0Mxw-HdUaS7N7C6rdSNId5usx_OlM

 

Algún día, alguien, va a tener que ponerse a hacer las reformas de fondo o la Argentina va a terminar como la Rebelión de Atlas de Ayn Rand

Al poco tiempo de asumir Cambiemos, publiqué una nota haciendo lo que no hacía el Gobierno, describí la herencia recibida del kirchnerismo. En ese momento di un ejemplo que luego se viralizó y fue utilizado por funcionarios, obviamente sin nombrarme, no vaya a ser cosa que fueran a nombrar a un liberal: «supongamos que una familia vende su casa, el auto, toma todos sus ahorros, deja de trabajar y se va a Europa. Se aloja en los mejores hoteles, come en los mejores restaurantes, alquila los autos más caros y disfruta hasta que se le acaba el dinero. Cuando vuelve a Argentina esa familia no tiene donde vivir, ni trabajo, ni ahorro para mantenerse».

Si alguien les preguntara: ¿cuándo estaban mejor, cuando estaban en Europa o ahora que habían vuelto? Obvio que la respuesta iba a ser cuando estaba en Europa, el tema era que ese nivel de vida era insostenible. Una ficción.

Sin duda que Cambiemos hizo un pésimo diagnóstico de la herencia que recibía del kirchnerismo. Subvaluaron la herencia que recibían y sobrevaloraron la imagen de Macri para atraer inversiones. Es más, volvieron de Europa y en vez de poner a trabajar (hacer las reformas) se endeudaron. Pero lo cierto es que quienes se ilusionan con una vuelta a Europa a pasarla bien con un eventual regreso del kirchnerismo, como di en el ejemplo, se equivocan de punta a punta.

En primer lugar, el kirchnerismo recibió un gasto público consolidado de 29% del PBI y lo dejó en 46%. Lo aumentó en 17 puntos porcentuales, escondiendo la desocupación en el empleo público, duplicando la cantidad de jubilados incorporando a los 3 millones de jubilados otros 3,5 millones que nunca habían aportado, regalando planes sociales en cantidades industriales y manteniendo artificialmente bajas las tarifas de los servicios públicos destruyendo el sistema energético, las rutas, los puertos y la infraestructura en general. Entre 2006, que comenzaron a subsidiarse las tarifas de los servicios públicos, y 2015, el kirchnerismo gastó la friolera de USD 161.318 millones en subsidios económicos.

Como puede verse en el gráfico, el kirchnerismo gastaba USD 2.866 millones en 2006 y entregó un gasto en subsidios económicos de USD 26.656 millones, lo multiplicaron por 9; y Cambiemos pagó el costo político de tener que reducirlos. Algo que todos los economistas no k decíamos que había que hacer. En términos de PBI, llegaron a gastar casi 5 puntos en subsidios económicos.

El gasto público voló y la recaudación también aumentó fenomenalmente. La presión tributaria consolidada pasó del 26,2% del PBI en 2002 al 39,4% en 2015. El kirchnerismo recibió una recaudación de USD 16.182 millones anuales y terminó recaudando USD 166.150 millones, casi USD 150.000 millones más que con lo que empezó. Un plan Marshall entero a valores actuales.

A pesar de todo, el recorrido fiscal consolidado que tuvo fue desastroso. De tener un superávit fiscal consolidado de 3,54% del PBI pasó a dejar un déficit de 7,24% del PBI. Un recorrido de caída de casi 11 puntos del PBI.

Es decir, el kirchnerismo dejó una situación tan grave como la de 2001 pero sin pagar los intereses de la deuda pública. Realmente un desastre de administración de la cosa pública a pesar de haber tenido un precio de la soja promedio en los 12 años k de USD 371 la tonelada contra un promedio que tuvo De la Rúa de U$S 179, aunque Cristina Fernández de Kirchner disfrutó de un precio promedio de la soja de USD 484 en su primer mandato y de USD 467 en el segundo mandato.

Con lo que cobraban por retenciones y el aumento de ganancias por no ajustar por inflación las utilidades y los mínimos no imponibles, igual tuvieron un horrible recorrido fiscal. Tampoco le fue mejor en materia de inflación.

A pesar de haber mantenido planchado el tipo de cambio y con tarifas de servicios públicos congeladas, más los controles de precios, Néstor Kirchner empezó con una inflación del 3,5% anual y Cristina Fernández de Kirchner dejó una inflación del 27,8% (desde 2007 tomo el IPC Congreso). El kirchnerismo multiplicó por 8 la inflación manteniendo tarifas artificialmente bajas al estilo Ber Gelbard y pisando el tipo de cambio. Aclaremos que Cambiemos la duplicó pero corrigiendo las tarifas de los servicios públicos.

En términos de actividad económica, a pesar de tener un fuerte viento de cola, el kirchnerismo no logró un gran crecimiento de la economía. Es más, durante todo el segundo mandato de Cristina Fernández la economía estuvo prácticamente estancada ya que creció solo el 1,5%, lo que significa un aumento del 0,37% anual a pesar de los buenos precios de la soja.

En definitiva, la gestión económica del kirchnerismo fue horrible y Cambiemos manejó la herencia espantosamente y encima no contó lo que había recibido. No obstante, si alguien cree que con el kirchnerismo vuelve a Europa a estar de fiesta, se equivoca. En ese momento financiaron el populismo con el stock de capital acumulado en los 90, con el viento a favor del exterior, confiscando nuestros ahorros en las AFJP, cerrando las exportaciones de carne y consumiéndonos 12 millones de cabezas del stock ganadero, cerrando tambos y dilapidando las reservas.

La única chance que le quedaría al kirchnerismo si quisiera reeditar la fiesta de consumo del período anterior, sería entrar en default para no para no tener que pagar la cuenta de los intereses de la deuda y hacer un plan Bonex para cancelar las Leliq. Pero insisto, si alguien piensa que con el kirchnerismo vuelve la fiesta de consumo, se equivoca.

Al igual que se equivoca quien piense que si gana Cambiemos van a solucionar los problemas económicos en base a optimismo y entusiasmo y olvidándose de la ciencia haciendo las reformas estructurales o creer que con Roberto Lavagna podrá recuperarse la economía con más consumo interno en un país donde hay solo 44 millones de habitantes, con un tercio de pobres y el resto con el agua en la nariz.

Esto se resuelve haciendo las reformas estructurales para atraer inversiones y va a llevar mucho tiempo. La herencia k nunca se resolvió y Cambiemos solo apeló a endeudarse para financiar la herencia k.

Algún día, alguien, va a tener que ponerse a hacer las reformas de fondo o la Argentina va a terminar como la Rebelión de Atlas de Ayn Rand.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE. Síguelo en @RCachanosky 

El negacionismo económico. Un manifiesto contra los economistas secuestrados por la ideología: De Pierre Cahuc y André Zylberberg

Por Carlos Rodriguez Braun: Publicado el 16/3/18 en: http://www.elcultural.com/revista/letras/El-negacionismo-economico-Un-manifiesto-contra-los-economistas-secuestrados-por-la-ideologia/40795

 

Pierre Cahuc y André Zylberberg

Este libro expulsa a los economistas antiliberales más radicales, como los podemitas galos “aterrados”, al mundo de la superstición. La economía, alegan los autores, es una ciencia, y oponerse a sus conclusiones es como sostener que el tabaco garantiza la buena salud de los pulmones.

Y la economía demuestra que la demonización de las finanzas y la propuesta de la Tasa Tobin (que no es de Tobin) son insostenibles, aunque “prestan inmensos servicios a los políticos, sobre todo en campaña electoral y en periodos convulsos. Con arrojarlas de carnaza a las masas vengativas, el éxito está asegurado”. Además: “las subidas de impuestos tienen un efecto negativo en el crecimiento”. Desmontan asimismo varias falacias de suma cero, o maltusianas: la llegada de inmigrantes no aumenta el paro ni reduce los salarios, y la reducción de la jornada laboral no crea empleo, como tampoco lo crean las prejubilaciones. Terminan refutando las jeremiadas sobre los peligros de los robots y “el fin del trabajo” pregonadas desde Davos y otros saraos análogamente arrogantes y buenistas.

Para colmo, nadie puede acusarlos de ser agentes del poder económico. Cahuc y Zylberberg dedican un capítulo a desollar a los “empresarios que arruinan Francia” con los camelos de la “política industrial”, cobrando fortunas de consumidores y contribuyentes. Es el típico capitalismo de amiguetes, “fábula” que no sirve para nada “porque son las empresas en declive las que más se movilizan para recibir ayudas públicas. Se juegan su supervivencia. Por desgracia, también vemos que las subvenciones concedidas a esas empresas no les permitieron superar sus dificultades”.

Como era de esperar, muchos han arremetido en Francia contra los autores acusándolos de liberales, y llevándose las manos a la cabeza: ¿cómo es posible que sigamos con el liberalismo del FMI, de los bancos centrales, y de la economía neoclásica? Sin embargo, la teoría neoclásica no es liberal, como sabe cualquiera que haya hojeado un manual, los bancos centrales tampoco, y el FMI menos todavía, porque se ha pasado toda la vida reclamando subidas de impuestos. Y, por asombroso que parezca, tampoco lo son los autores. No critican a los bancos emisores, y no quieren que el gasto público sea menor sino mejor. Afirman que bajar los impuestos es apenas un “remedio milagroso”. Ellos quieren subirlos. Les gusta, como a tantos en la izquierda y en la derecha, el modelo escandinavo, con altos impuestos, con retenciones y sin deducciones, para que nadie se escape, pero con mercados abiertos y flexibles.

Los liberales estarán tentados también de criticarlos por su reduccionismo, o “cientismo”, que diría Hayek, y por su visión de la economía como una disciplina puramente experimental. No estoy de acuerdo. La teoría económica no está tan alejada de los problemas reales de la gente como a veces se afirma, y ha mostrado en las últimas décadas una mayor pluralidad de enfoques, incluido el institucional. Los autores no declaran que la economía es igual que la física; y, por cierto, la economía experimental no es terreno exclusivo de los antiliberales: que se lo cuenten a Vernon Smith.

Las debilidades de este volumen son otras, empezando por su propio énfasis en la contrastación, que los lleva a ser imprudentes, como cuando dan por sentado que los multiplicadores del gasto local están en torno al 1,5: B. Dupor y R. Guerrero calculan, en cambio, que se sitúan entre el cero y el 0,5 (Journal of Monetary Economics, diciembre de 2017). Como muchos otros economistas, no analizan bien el Estado, y creen que es una suerte de condición exógena, que plantea unas demandas, que los economistas responden de manera técnica y asignativa.

La lógica del propio Estado, como decía equivocadamente Hicks, nos es ajena. Se trata de desatino, que a la postre bloquea el análisis robusto de la realidad. Hay otros errores, como cuando hablan de “bancos” en España, y es obvio que se refieren a las cajas; o de “desregulación” cuando quieren decir lo contrario.

 

Carlos Rodríguez Braun es Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Consultivo de ESEADE.

“NO ES CIERTO QUE EL LIBRE COMERCIO Y LA IMPORTACIÓN ATENTEN CONTRA EL EMPLEO”

Por Iván Carrino. Publicado el 26/11/16 en: http://www.planbnoticias.com.ar/pb/index.php/2016/11/26/ivan-carrino-no-es-cierto-que-el-libre-comercio-y-la-importacion-atenten-contra-el-empleo/

 

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Para el economista del massismo la apertura económica es necesaria en Argentina. Se mostró partidario de bajar el gasto público y predijo que la economía argentina crecerá en el 2017.

En conferencia de prensa, el economista del massismo, Iván Carrino evaluó la situación económica en general y trazó sus perspectivas para el 2017.

Invitado por el bloque Pueblo Nuevo, integrado por el concejal Torres de Santa Rosa y Mariano Sánchez de General Pico y acompañado por el secretario general de los Judiciales, Ceferino Riela, Carrino dialogó con Plan B y evaluó que la economía se recuperará en el 2017.

“Creo que habrá un rebote en el actividad. Hay que pensar que en el 2014 se vivió un proceso similar con caída de la industria y el consumo, del salario real y en el 2015, hubo una recuperación. Algo similar pasará en el 2017, con la salvedad en que tendrán efecto algunas medidas que ha tomado el gobierno nacional” precisó.

“Entre ellas, el fin de las retenciones. Es decir que habrá una menor carga tributaria. Además, la modificación en ganancias y la eliminación del cepo, más la eliminación de trabas para importar y exportar”, afirmó.

“Además, hay un Banco Central que está bajando la inflación. Son medidas tendientes al crecimiento económico, que permiten al sector privado respirar”, agregó.

“Con esto, tenés unas buenas perspectivas para la siembra en maíz y trigo. Está creciendo la venta de fertilizantes y el sector agrícola está respondiendo, porque las exportaciones están creciendo”, opinó y agregó que las exportaciones, medidas en dólares, frenaron su caída.

“Hoy Argentina tiene superávit comercial y eso permitirá que Argentina crezca por encima de un rebote. Mis expectativas para el 2017 son que habrá menos inflación y más crecimiento, con un tipo de cambio que estará bastante tranquilo, como este año”, dijo.

—¿Algunas de esas medidas no atentan contra el empleo nacional, como la importación?

—Ese es un largo e interesante debate. No es cierto que a priori el libre comercio y la importación atenten contra el empleo. Uno ve países que son muy abiertos al comercio internacional con cero aranceles y tienen un 4 o 5% de desempleo.

Para Carrino, el proceso de apertura que se inició en Argentina, implica un proceso de adaptación. “Va a haber empresas que tal vez no sean competitivas. El punto es ver si tu economía es capaz de reemplazar al sector que cierra con nuevos emprendimientos y procesos productivos”, dijo.

“Creo que Argentina tiene capacidad de hacer eso y también hay que ayudarla un poco bajando trabas y regulaciones. Hay que permitir que surja un nuevo sector o más producción que absorba al tipo que tenga que readaptarse”, dijo.

“Según un dato de la CAME, que no está de acuerdo con la importación, los consumidores en Argentina podríamos pagar hasta un 50 o 70% menos en productos textiles o electrónica. Es decir, que los consumidores, en lo que gastábamos 100 podríamos gastar 30. ¿Qué hacemos con esos 70 que nos ahorramos gracias a la importación? Lo podemos poner el en banco, emprender un negocio o consumir” explicó.

“Es decir que esas tres cosas son buenas para la economía y se desarrollen otros sectores. Si lo ponemos en el banco, baja la tasa de interés, favorecemos a quienes quieren producir y tomar crédito. Si consumimos, consumimos nuevas cosas y habrá que fabricarlas y si emprendemos, invertimos en nosotros, en una empresa y producimos más. Creo que la apertura es necesaria y no hay que tenerle miedo. Puede haber fricciones en el corto plazo y que hay que solucionar con menos trabas”, agregó.

—Triaca dijo que con estas políticas hay 127.000 desempleados, ¿qué se hace mientras se produce la adaptación al proceso que mencionás?

—Ese es el dato formal de empleo perdido. Mucha de esa caída está explicada en el sector de la construcción, que estaba en una burbuja tremenda por las elecciones y porque el gobierno anterior decidió gastar una fortuna en obra pública, para contratar gente y generar un ilusión de prosperidad.

Carrino dijo que eso se pagó con inflación y una emisión monetaria del Banco Central del 40%. “Pero hoy vimos que eso explotó y los precios se dispararon, en parte explicado por eso. En el mientras tanto, hay alguna medida amortiguadora, como los seguros de desempleos, pero lo importante no es quedarse en el corto plazo y pensar en una economía a largo plazo, que emplee gente, que produzca, que vengan los inversores y eso se cambia con bajos impuestos, desregulación económica y esa es la mejor respuesta que se le puede dar a la gente que se quedó sin trabajo”, agregó.

“La mejor respuesta para la pobreza es trabajo de calidad, inversiones y crecimiento económico. Países como India, China y Chile, lo hicieron con crecimiento económico y no hay otra respuesta”, afirmó el economista del massismo.

—Esto ocurrió en los 90…

—En los 90, el gobierno gastó por encima de sus posibilidades, se endeudó. Había un comercio más libre, pero con el fenómeno de la deuda, apareció el atraso cambiario. Entonces, Argentina era muy poco competitiva, producto de ese endeudamiento. Y entonces, muchas empresas del país no pudieron competir, ni generar sectores competitivos.

Para Carrino, lo que falló en los 90 es que no se pudo absorber a la gente que buscaba empleo. “A eso hay que añadirle que aumentó la gente que buscaba empleo, y eso se explica porque había mejores perspectivas. La gente estaba más confiada y pasó de la desmotivación a buscar empleo, eso lo cuenta Juan Carlos de Pablo, en un libro que se llama 200 años de Historia Argentina y es un dato a tener en cuenta. Es decir, más gente salió a buscar empleo y lo que estuvo mal es que no se pudo absorber esa búsqueda de empleo”, opinó.

—¿Cómo está la situación de la Deuda hoy?

—Hoy hay un gigantesco problema de déficit heredado y eso se paga o con inflación o con deuda. Hasta la gente se cansó de la inflación y votó otro gobierno. Y el gobierno piensa ajustar el gasto público, pero vamos a ir a una estrategia gradual. Y para que sea gradual, hay que bajar el gasto público con deuda. Este año, tomó deuda por 40.000 millones entre pesos y dólares. Muchos de esos, fueron para pagar a los fondos buitres, unos 15.000 y tenés unos 25.0000 de nueva deuda. El año que viene se seguirá colocando deuda y es una preocupación.

Carrino agregó: “yo preferiría que se redujera el déficit de una manera más rápida y que el gobierno realmente redujera el gasto pública y esa es la solución al déficit y a la deuda. Si vos me decís que su idea es hacerlo en cuatro años, no me parece mal. Pero si porque se endeudan empiezan a patear el verdadero problema que es el gasto en la Argentina, eso sería una lástima.

—¿Por ser el año que viene electoral, no quieren tomar medidas como esa?

—Es muy probable, porque las elecciones condicionan a los políticos. Esperamos que no sea el caso, pero es muy probable. Si ves las propuestas de gastos del gobierno, no son de una reducción, por lo menos en el Presupuesto del 2017 va a aumentar el gasto en términos reales y eso es una mala idea. No me parece una solución a nuestros problemas reales y uno de los puntos flojos de este programa económico.

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Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano.

Balance del primer mes de gestión

Por Adrián Ravier: Publicado el 8/1/16 en: http://opinion.infobae.com/adrian-ravier/2016/01/08/balance-del-primer-mes-de-gestion/

 

Este 10 de enero se cumplen los primeros treinta días del Gobierno de Mauricio Macri y el cambio de modelo económico es una realidad. No podían enfrentarse los desequilibrios fiscal, monetario y cambiario si se mantenía la misma política económica. El nuevo equipo no tardó en ofrecer señales claras y avanzar en varios frentes a la vez. ¿Qué se hizo y qué es lo que falta?

Comenzando por el frente fiscal, el Gobierno eliminó retenciones a la industria y a los productos agropecuarios, excepto para la soja, que se redujo de 35 a 30 por ciento. La apuesta consistió en recuperar las economías regionales mejorando los incentivos, tanto por reducción de la presión tributaria que recaía sobre el sector como por supresión del cepo cambiario, que lo contenía acorralado en los márgenes de ganancia. La medida contribuiría, en paralelo, a incentivar en la inmediatez a los productores agropecuarios para que liquiden las cosechas y ayuden con ello a engrosar las debilitadas reservas del Banco Central.

El impacto fue positivo, si uno toma en cuenta que se revirtió el continuo descenso diario de las reservas hacia valores positivos que transmiten tranquilidad, aunque las liquidaciones no cubrieron las expectativas de la autoridad monetaria y del Gobierno. ¿Por qué no se cumplieron estas expectativas? Porque hay fuertes expectativas de que el sinceramiento del tipo de cambio oficial sólo fue parcial y que habría una nueva devaluación hacia marzo del corriente, una vez que venzan los contratos de futuros.

Algunos analistas señalan, sin embargo, que ese valor que hoy ronda los 14 pesos no lo fija la autoridad monetaria sino el mercado, pero esto no parece ser del todo cierto cuando observamos las altas tasas que los bancos pagan por los depósitos a plazo fijo (una alternativa a la demanda de dólares), o la absorción de pesos que el Banco Central viene generando en las últimas dos semanas con la emisión de letras.

En el frente fiscal también hay que destacar el cumplimiento de otra promesa de campaña en la que se confirmó la quita del impuesto a las ganancias para el aguinaldo de los que cobran hasta 30 mil pesos. La medida parece justa y popular, pero no conveniente ni oportuna dado el fuerte déficit fiscal. Quizás debió el Gobierno compensar la consecuente caída de ingresos tributarios con una baja inmediata en los subsidios, que si bien fueron anunciados, aún se desconoce su instrumentación.

En el frente monetario, lo dicho, la autoridad en la materia utiliza dos instrumentos para contener la inflación: por un lado, eleva los tipos de interés; por otro lado, absorbe todos los pesos que puede a través de la emisión de letras. Pero los analistas estiman una inflación para 2016 del orden del 35%, mientras la misma autoridad monetaria la estimó apenas arriba del 20 por ciento.

¿Por qué no ataca el Gobierno la inflación de manera más radical? Mi interpretación es que el Gobierno sabe que no hay otra forma que reducir el gasto público que no sea por la vía de la inflación. Si no se puede reducir el salario nominal, ni se pueden generar despidos en un sector público sobredimensionado, sólo queda avanzar en una baja real de los salarios por la vía del impuesto inflacionario. Si los analistas privados tienen razón y la inflación de 2016 se acerca a sus pronósticos, mientras el Gobierno logra acordar con los sindicatos aumentos salariales del orden del 20 o 25%, la baja real de los salarios permitirá avanzar en el requerido ajuste fiscal que todos los analistas reclaman. Por supuesto que la política no está exenta de críticas y se sabe que el mayor desafío pasará por afrontar las negociaciones salariales con los sindicatos, que nunca fue una tarea sencilla. Resumiendo, la baja de la tasa de inflación no parece ser prioridad en 2016, lo que es parte del programa gradualista que el Gobierno viene aplicando.

En el frente cambiario, además de lo dicho, la nueva administración apuesta a generar un fuerte ingreso de divisas que sólo puede ser la consecuencia de un cambio rotundo en la política exterior. Al respecto, Mauricio Macri lleva adelante una amplia agenda política internacional que comenzó con el cuestionamiento directo al eje bolivariano, empezando por Venezuela y siguió con la anulación del polémico memorándum con Irán. Además, extendió lazos dentro del Mercosur con Brasil y Uruguay, además de Chile, y relanzó vínculos con la Unión Europea y Estados Unidos. Aceptó el fallo de la Organización Mundial del Comercio sobre las importaciones y ofreció señales claras en su voluntad de atraer capitales.

Todo el arco liberal sigue reclamando como deuda pendiente atacar el desorbitante gasto público y su consecuente déficit fiscal. La noticia de los últimos días, sin embargo, ha sido el gesto de parte de la Vicepresidente de despedir a 2035 empleados del Senado por decreto, advirtiendo que los ministros van a tomar medidas del mismo estilo para erradicar del Estado estructuras políticas compuestas por “militancia del kirchnerismo”.

La medida, a la que se sumaron otros despidos en otros organismos, como el Banco Central y el Centro Cultural Néstor Kirchner, es una gota en el océano teniendo en cuenta los más de dos millones de nuevos asalariados nombrados durante el kirchnerismo en el Gobierno nacional, en provincias y en municipios, pero deja entrever que también habrá ajustes en el gasto público una vez se complete la auditoría general de los organismos públicos.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

Un tipo de cambio real alto para la transición

Por Adrián Ravier: Publicado el 21/12/15 en: http://opinion.infobae.com/adrian-ravier/2015/12/21/un-tipo-de-cambio-real-alto-para-la-transicion/

 

El nuevo equipo económico avanza en el cumplimiento de sus promesas de campaña. Primero, redujo retenciones de exportaciones a cero para todos los cereales —e incluso para la industria—, excepto la soja, que bajó de 35 a 30 por ciento. Segundo, eliminó el cepo cambiario, estabilizó su valor oficial en torno a 13,90 pesos. Algunos analistas esperaban que su valor fuera un poco más elevado, pero eso obligaría al Banco Central a desembolsar mayor cantidad de pesos por la excesiva —y quizás fraudulenta— venta del dólar futuro durante la gestión de Alejandro Vanoli.

Argentina inició, con estas y otras medidas, un proceso de cambio de modelo económico que todavía necesita definir en sus aspectos fundamentales. Uno de ellos trata acerca de la integración comercial global, a través del mantenimiento de las relaciones con el Mercosur y con China, pero también de la integración con Estados Unidos y Europa, aspecto que se comenzará a profundizar en la cumbre del Mercosur en Paraguay. No estoy en la mesa chica del PRO, pero creo que la ambición de pertenecer al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA, por sus siglas en inglés) o generar acuerdos bilaterales con Europa y el Primer Mundo es una de las intenciones del nuevo Gobierno.

Al respecto, uno de los temas que deben discutirse es de qué modo desmantelar todo el arsenal de medidas proteccionistas que el kirchnerismo formó durante estos últimos doce años para proteger a la débil industria local de la “amenaza extranjera”. Recordemos que uno de los requisitos para ingresar en estos bloques es no contar precisamente con este tipo de obstáculos a la inversión extranjera, ni tampoco a los productos extranjeros.

Tanto en campaña como también durante estas dos primeras semanas de gobierno, el tema giró en torno a liberar el tipo de cambio y que sea determinado por la oferta y la demanda, pero nada se ha dicho sobre eliminar aranceles o, al menos, unificarlos en un valor para todas las ramas industriales, para no generar arbitrariedades entre sectores. Esto es precisamente el camino que tomó Chile tras las recomendaciones de Milton Friedman, al unificar todos los aranceles en el 10% y luego ir descendiendo año a año un uno por ciento. Con ello, en diez años se llega a una economía libre de aranceles.

Argentina necesita abrir el debate acerca de esta transición que le permita ordenar también las relaciones con el mundo y el modo en que se librará de numerosas intromisiones del Estado en el ámbito comercial.

El desafío no es menor, ya que hoy toda la estructura productiva —apoyada sobre este arsenal de medidas proteccionistas— genera manufacturas que abastecen el mercado interno, al tiempo que crea millones de puestos de trabajo que no podrían ser reemplazados en el corto plazo por el esperado desarrollo de la agroindustria.

Más de un lector ahora mismo estará recordando la década de 1990, la que —se dice— avanzó en levantar intromisiones del Gobierno para importar productos extranjeros, lo que generó un aluvión de importaciones que barrieron con la débil industria local y obtuvieron un alto desempleo. En línea con aquella argumentación, la débil industria argentina heredada del poskirchnerismo no podría competir en condiciones de libre mercado con las baratas manufacturas importadas de China o Brasil, lo que en definitiva produciría un fuerte desempleo que pondría en riesgo, incluso, el avance de la transición.

Este tema fue estudiado en profundidad por Eduardo Conesa, doctor en Economía en la University of Pennsylvania, en su libro titulado Desempleo, precios relativos y crecimiento económico (Ediciones Depalma). En sus clases de Macroeconomía II en la Universidad de Buenos Aires, a las que tuve la oportunidad de asistir en 1999, Conesa planteaba que uno de los errores fatales de los años noventa fue fijar una convertibilidad 1 a 1 con un tipo de cambio real bajo, sobrevaluado, el que sólo podía terminar con el hiperdesempleo que todos conocimos. A partir de allí, y sobre la base de estudios empíricos en la misma Argentina, Chile, Corea, Japón o Alemania, concluía Conesa que el desarrollo económico debía iniciar con un tipo de cambio real alto, acompañado, por supuesto, con equilibrio fiscal y estabilidad monetaria.

Esta medida, de fijar un tipo de cambio real alto, puede resultar atractiva para el Gobierno como punto de partida del nuevo modelo y como transición para eliminar las otras intromisiones en el ámbito del comercio internacional, pero teniendo en claro que, una vez que el desarrollo económico avance y que esto repercuta en mejoras salariales reales, el Gobierno evitará volver a devaluar el tipo de cambio para conseguir una nueva mejora en la competitividad. Así permitirá que el tipo de cambio real alcance su valor de equilibrio.

Ejemplo de este tipo de transición lo observamos bajo el Gobierno de Arturo Frondizi, cuando Álvaro Alsogaray era ministro de Economía y de Trabajo. Alsogaray vio que el tipo de cambio que había llegado a 100 pesos moneda nacional en mayo, retrocedió hacia 83 en agosto, gracias a mayor confianza y a la entrada de capitales, lo que condujo al Banco Central a establecer una paridad fija antes de que siga apreciándose hacia su valor de equilibrio.

Recordemos que la propuesta presenta ventajas y desventajas. Entre las primeras, se puede señalar que un tipo de cambio real alto deprime el nivel de salarios, lo que permite que la industria de manufacturas cuente con mano de obra más barata para enfrentar la competencia extranjera. Entre las segundas, se puede indicar el mismo factor, ya que un bajo nivel de salarios perjudica a los consumidores, que verán reducida su capacidad de ahorro y de consumo. Otra desventaja, no menor, es que el tipo de cambio real alto encarece la importación de insumos, lo que en definitiva afectará también transitoriamente a parte de la industria local y a parte de los propios exportadores.

Debemos reconocer, sin embargo, que, en los términos planteados por Conesa, un tipo de cambio real alto y permanente, como cualquier control de cambios que se quiera fijar, impide un desarrollo sano de la economía y de la población, ya que, a medida que el crecimiento económico va generando mejoras salariales, el Gobierno o la autoridad monetaria reducirán esa mejora con políticas sucesivas de devaluación. Esto no es otra cosa que el fracaso continuo al que se nos ha expuesto en nuestra historia macroeconómica argentina.

Argentina puede fijar inicialmente el tipo de cambio real alto para compensar transitoriamente el desmantelamiento de las políticas proteccionistas, pero una vez que la economía empiece a crecer y los salarios se vayan recuperando de la devaluación, es importante que la estructura productiva se vaya configurando sin contar con nuevas devaluaciones al tipo de cambio. A medida que la economía argentina se desarrolle y el tipo de cambio real se vaya apreciando, las empresas deben emprender un proceso de mejoras en la competitividad incorporando las nuevas tecnologías, a la vez que el Gobierno debe avanzar en una fuerte reducción tributaria que permita bajar costos y quitar obstáculos al desarrollo empresarial.

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

Producimos muchos alimentos, ¿ahora hay que ver cómo distribuirlos?

Por Martín Krause. Publicado el 12/5/14 en: http://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2014/05/12/producimos-muchos-alimentos-ahora-hay-que-ver-como-distribuirlos/

 

En una entrevista por la radio el sábado por la mañana, Juan Carr, quien desarrolla una notable actividad promoviendo la ayuda voluntaria para eliminar la pobreza a través de Red Solidaria, hablando sobre la situación argentina y que este país produce alimentos en cantidad suficiente como para eliminar el hambre de 450 millones de personas, propuso que era hora de sentarse a discutir la distribución de esos alimentos. La idea es que de esa forma se podría eliminar el hambre, al menos en la Argentina.

Esta opinión es tan vieja como errónea. La idea de que la producción y la distribución son dos fenómenos distintos, separados, y regidos por leyes diferentes se encuentra ya en John Stuart Mill, autor que hemos estado viendo con los alumnos de Historia del Pensamiento Económico, precisamente sobre este tema. Dice Mill:

“Quiéralo o no el hombre, su producción estará limitada por la magnitud de su acumulación previa y, partiendo de ésta, será proporcional a su actividad, a su habilidad y a la perfección de su maquinaría y al prudente uso de las ventajas de la combinación del trabajo […] No sucede lo mismo con la distribución de la riqueza. Esta depende tan solo de las instituciones humanas. Una vez que existen las cosas, la humanidad, individual o colectivamente, puede disponer de ellas como le plazca. Puede ponerlas a disposición de quien le plazca y en las condiciones que se le antojen” Principios de Economía Política (FCE [1848], p. 191).

Todos podemos tener alguna idea de cómo desearíamos que se distribuyera la riqueza en alguna sociedad ideal, pero lo que es incorrecto es pensar que esa “redistribución” (así hay que llamarla porque la distribución original ya se realizó por medio de decisiones individuales voluntarias) no va a impactar en las “leyes de producción” o, en otras palabras, en los incentivos para producir.

Toda producción se hace con miras a una distribución determinada: trabajo porque espero que recibiré un determinado sueldo. Si luego de haber trabajado, cambian las condiciones, entonces mis incentivos a trabajar en el futuro serán distintos.

Es más, eso es precisamente lo que ocurre en la Argentina con las retenciones a las exportaciones de esos mismos productos alimenticios que se estima pueden ser redistribuidos. Estos impuestos vigentes, que llegan en algunos casos hasta el 35% del precio de exportación (FOB) y son luego “redistribuidos” a voluntad o “como les plazca” según Mill, ya están impactando en los volúmenes de producción, los que serían mayores si esos impuestos no existieran. Es decir, si hoy se produce una cantidad total que permitiría sacar del hambre a 450 millones de personas, sin esa “redistribución” bien podría producirse una cantidad que sacara del hambre a 600 u 800 millones. Es lo que ha ocurrido en países vecinos donde no existen esos impuestos y la producción ha aumentado más que en Argentina, superándola en exportaciones tales como carnes o trigo.

En definitiva, el impacto de la “redistribución” en la “producción” lo estamos viendo ahora, lo tenemos delante de nuestra vista. La idea de que son decisiones guiadas por leyes diferentes debería ser definitivamente abandonada.

Tal vez se quiera continuar con la redistribución de todas formas, no estoy discutiendo eso aquí, pero debería presentarse su “costo” en términos de menor producción.

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).