Dolarización: respuestas a tres grupos críticos, los malos, los buenos y los prácticos

Por Adrián Ravier.  Publicado el 5/5/2 en: https://www.cronista.com/columnistas/dolarizacion-respuestas-a-tres-grupos-criticos-los-malos-los-buenos-y-los-practicos/

La dolarización vuelve a la mesa de debate, y entonces emergen sus críticos. Puedo visualizar tres grupos dentro de ellos, aunque es posible que algún economista se sienta parte de dos grupos a la vez.

En esta nota trataré de describir a los malos críticoslos buenos críticos, y los críticos prácticos. Y ensayaré algunas respuestas.

DOLARIZACIÓN: LOS MALOS CRÍTICOS

Los primeros son aquellos que cuestionan la dolarización, pero también la idea de que la inflación argentina tiene causas monetarias.

Rechazan la convertibilidad cualquier regla monetaria, e incluso sostienen que algo de inflación es necesaria, parafraseando a Aldo Ferrer, incluso en niveles del 40% anual.

Ejemplifican equivocadamente la convertibilidad como algún tipo de dolarización y en general rechazan la ortodoxia de la economía. Postulan ideas heterodoxas que son precisamente las responsables de nuestro presente.

Incluso vinculan la dolarización a la bandera, la escarapela y los nacionalismos. Lo cierto es que tener una moneda sana importada de ninguna manera implica perder la patria, o cederla a alguna otra. ¿Acaso España, Francia o Alemania han perdido la patria por ceder su moneda al BCE?

LOS BUENOS CRÍTICOS DE LA DOLARIZACIÓN

Los segundos son aquellos que tienen buenas críticas, porque parten de la idea correcta que la inflación argentina es consecuencia de monetizar el déficit fiscal.

Si tanto la dolarización como otro programa de estabilización requieren del equilibrio fiscal, al resolverlo piensan que se puede prescindir de la dolarización

Si bien el argumento es válido, pienso que estos críticos no ven una de las mayores ventajas de la dolarización que es su irreversibilidad, o más bien dificultad de des-dolarizar. Zimbabwe resulta ser un caso excepcional en la materia, justamente por no acompañar la reforma con otras políticas complementarias indispensables a las que haremos referencia al final de la nota. Pero la experiencia muestra que los costos de salida son muy altos.

Estos críticos también sostienen que las experiencias son pocas, y que sería peligroso avanzar en este camino. Dicen que el número de países que ha dolarizado es pequeño, y que las experiencias con las que contamos tratan sobe países de menor tamaño que Argentina.

Aquí pienso que se equivocanHay más de 100 economías dolarizadas en el mundo, si incluimos islas y microestados. Aun la zona euro podría tomarse como un caso de dolarización, y esas economías que la integran no son precisamente pequeñas.

Incluso entre los países no dolarizados, habrá que ver el grado de dolarización con el que hoy conviven. Argentina y Venezuela, por caso no han dolarizado oficialmente, pero sí han avanzado bastante en un proceso espontáneo de dolarización, en la necesidad de los ahorristas de conseguir refugio para sus tenencias de dinero.

Pero volviendo ahora a las experiencias de dolarización oficial en Latinoamérica la bibliografía referencia los casos de Panamá, Ecuador y El Salvador. Nótese que en estos casos, los tres países han sobrevivido a grandes desafíos: en el primer caso a dos guerras mundiales, una gran depresión, la invasión de Estados Unidos y desastres naturales que incluyen terremotos y El Niño; en el segundo al populismo extremo de Rafael Correa; y en los tres casos a crisis económicas profundas como la de 2008 y una pandemia como la de 2020. ¿Qué escenario más duro que estos podrían implicar el abandono de la dolarización?

LOS CRÍTICOS PRÁCTICOS DE LA DOLARIZACIÓN

Finalmente llegamos a preguntas de orden prácticoNo hay dólares suficientes, argumentan en este grupo. El tipo de cambio convertible es demasiado alto, lo que implica una tasa de devaluación muy alta que empobrecerá aún más a la Argentina. ¿Qué haríamos con los pasivos monetarios acumulados en el BCRA?

Aquí se abre un debate incluso entre los defensores de la dolarización, pues hay muchas maneras de dolarizar. Son preocupaciones válidas, pero eso no quiere decir que sean obstáculos para dolarizar.

Al decidir avanzar políticamente en sustituir una moneda por otra, iniciarán los procesos que la hacen posible. Las preguntas técnicas tienen respuestas técnicas. Hay que decidir si se hace con o sin acuerdo con Estados Unidos, por ejemplo. Pero querer replicar el proceso europeo con la zona euro, como si América fuera unificada y los mercados ya estuvieran integrados, no parece accesible. Tomaría décadas. Además, Estados Unidos tendrá resistencia a compartir el señoreaje.

Una vez que decidimos que no hay que consultar a Estados Unidos para dolarizar, el camino es más sencillo, al menos desde lo político.

El primer paso es cambiar los pesos en circulación y los pasivos monetarios (Leliqs, etc.) del BCRA por los dólares existentes, que serían las reservas líquidas disponibles que tiene el BCRA. Ese cociente, parece mostrar un numerador muy alto por todo el circulante más las Leliqs y pases, y un denominador muy bajo, pues no hay muchos dólares. Si este cociente es muy alto, entonces inician procesos de reducir el numerador, y ampliar el denominador. Para reducir los pasivos monetarios, una propuesta que ha surgido en el libro de Emilio Ocampo y Nicolás Cachanosky de pronta publicación, consiste en securitizar activos del BCRA (por ejemplo Letras Intransferibles) a través de un fideicomiso emitiendo bonos en dólares a corto plazo que se pueden usar para canjear las Leliqs en manos de los bancos. Para ampliar el denominador pueden obtenerse préstamos de acreedores diversos como el FMI u organismos multilaterales de crédito.

Otro argumento aquí que se nutre de la experiencia de Ecuador (veánse las múltiples notas de la economista ecuatoriana Gabriela Calderón, especialista en la materia) es que al dolarizar, los dólares que los argentinos tienen atesorados (y que son muchos) salen al mercado, rompiendo el mito de que la economía argentina no tiene dólares. No debemos confundir la práctica de cambiar los pesos emitidos que hoy circulan y que se derriten en las manos de sus tenedores, con el dinero que los argentinos tienen, pues ya ha habido una natural dolarización espontánea que ha convertido gran parte del capital a dólar. ¡Los argentinos ya están dolarizados en un alto porcentaje! De lo que se trata es de ampliar esas ventajas a toda la población.

Por lo demás, volviendo a las cuestiones prácticas básicas, al dolarizar ya los intercambios se hacen en moneda dólar. La gente paga bienes y servicios en dólares, y las empresas pagan impuestos en dólares. El gobierno recauda dólares y con ello paga sus gastos en dólares, incluyendo las jubilaciones y pensiones, y dejamos de ver una economía que todos los días se devalúa. Se elimina también el descalce cambario de recibir impuestos en pesos pero tener deuda pública denominada en dólares. A medida que la economía recupere su capacidad productiva, mejorar el nivel de actividad y con ello la recaudación lo que podrá ir recuperando los ingresos reales de los asalariados del sector público, e incluso jubilados y pensionados.

LA DOLARIZACIÓN NO ES UNA RECETA MÁGICA

Por supuesto, así presentado la dolarización parece una receta mágica, pero no lo es.

Si Argentina tiene problemas en el sistema previsional, debe reformarlo. Si tiene déficit fiscal, debe eliminarlo pues ya no podrá monetizarlo. Si tiene enorme rigidez en el mercado laboral, necesita avanzar en una política de flexibilización laboral. Si tiene una alta presión tributaria, debe resolver el laberinto fiscal y reducir y simplificar su estructura tributaria. Si está aislada del mundo, necesita una reforma de apertura económica. Esta misma apertura económica puede permitir reformar la banca y atraer a la banca internacional, incluyendo la banca off shore como ha propuesta Jorge Avila.

En definitiva, se requiere una reforma integral de la economía para evitar replicar la experiencia de Zimbabwe.

La dolarización es necesaria por todo lo expuesto, pero no es suficiente para resolver los problemas estructurales de una economía con décadas de decadencia.

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

La Convertibilidad no fue control de precios

Por Iván Carrino. Publicado el 15/2/21 en : https://www.ivancarrino.com/la-convertibilidad-no-fue-control-de-precios/

Ha fallecido el expresidente Carlos Saúl Menem. Elegido en 1989, gobernó Argentina hasta su derrota 1999 y luego intentó volver a la presidencia, pero se bajó del ballotage en el año 2003, dando lugar a la asunción de Néstor Carlos Kirchner.

En materia económica, Menem -y su Ministro de Economía, Domingo Cavallo- será recordado por haber pulverizado la inflación. Durante su gestión hubo 8 años consecutivos de inflaciones anuales inferiores al 5%, algo inédito en la historia del país desde la década del ’40. Interesante es que esto se consiguió incluso cuando, con un decreto de desregulación, el gobierno eliminó una gran cantidad de entes e institutos destinados a controlar los precios y salarios de la economía.

¿Cómo lo hizo? La respuesta es la Ley de Convertibilidad del Austral de 1991, que fijó el tipo de cambio en 10.000 a 1 y luego sustituyó el austral por el peso argentino a una tasa de 10.000 a 1, con lo que Argentina adquirió una moneda nacional donde $ 1 era equivalente a USD 1.

Desde una perspectiva liberal, suele argumentarse que esta medida -que como decíamos, eliminó la inflación- se trató de algo contrario al liberalismo, puesto que consistió en fijar un precio de la economía. Y, dado que los liberales consideramos que los precios deben ser libres, esta medida no fue liberal. El problema es que esta afirmación no es del todo correcta.

Es que lo que impuso por ley la ley de convertibilidad no fue un “precio máximo” -a lo que los liberales nos oponemos-, sino un límite al poder gubernamental para emitir dinero -algo que los liberales deseamos.

En concreto, impuso una regla monetaria por la cual el único motivo por el cual el Banco Central podía emitir nuevos pesos era si ingresaban en las reservas del BCRA nuevos dólares. Esta relación tenía que ser, obviamente, de 1 a 1.

De esta forma, la convertibilidad fue un esquema similar al Patrón Oro, solo que en este caso deberíamos hablar de un Patrón Dólar. Y como explica George Selgin para el oro:

“Igualmente errónea es la afirmación de que el Patrón Oro es como un control de precios. Aunque el reclamo tiene cierto mérito en el caso de ciertas formas degeneradas de Patrón Oro (…) el verdadero Patrón Oro es uno en el que la convertibilidad del papel moneda en oro se basa en un contrato vinculante que difiere tanto del control de precios como la obligación de un guardarropas de entregar las prendas de vestir una vez que el propietario entrega el ticket que le dieron al entrar en el establecimiento. En un patrón oro genuino, en otras palabras, no tiene sentido hablar del intercambio de obligaciones en papel por oro como “compras” o “ventas” a “precios” fijos”

Para poner un ejemplo más sencillo aún. Si en Argentina hay 1 millón de unidades monetarias y 1 millón de manzanas, una regla monetaria podría ser la de establecer un tipo de cambio fijo entre el peso y la manzana de 1 a 1 y luego imponer la regla de que solo se incrementará la cantidad de pesos cuando aumente la producción de manzanas.

Esto no implica un “precio máximo” para la manzana. Si la manzana se vuelve relativamente escasa respecto de otros bienes, entonces habrá que entregar más bananas, sandías y naranjas por unidad de manzana. En ese contexto, también habrá que entregar más sandías y bananas por cada peso, que estará ganando poder de compra. Pero como se observa, el precio de la manzana podrá subir o bajar libremente, a diferencia de lo que ocurre cuando el gobierno impone un precio máximo para la manzana.

Esto mismo ocurrió con el peso y el dólar en la década del ’90. No se impuso un precio máximo para el dólar. Su relación de intercambio con todos los bienes de la economía podía modificarse libremente. Lo que sí hizo fue establecer un límite a la emisión discrecional de dinero del Banco Central y fue eso lo que eliminó por completo la inflación por un largo período de tiempo.

Para cerrar, otro indicador que muestra que no había control de precios es que no había escasez ni brecha cambiaria. Siempre que se fija un precio de forma arbitraria por ley, o bien aparece la escasez del producto, o bien aparece el mismo producto con otro precio en el mercado negro. Durante la convertibilidad no existió la brecha cambiaria, como sí existió entre 2011 y 2015 y volvió a aparecer a partir de septiembre de 2019, cuando volvieron las restricciones cambiarias, que sí son políticas de precios máximos.

He escrito más sobre la convertibilidad. Pueden encontrar todos mis artículos en este link.

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano. Es Sub Director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE. Sigue a @ivancarrino

Las enseñanzas que dejan la convertibilidad y los 90

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 17/2/2021 en: http://economiaparatodos.net/las-ensenanzas-que-dejan-la-convertibilidad-y-los-90/

La regla monetaria fracasa si no está acompañada de la disciplina fiscal que exige no gastar más de lo que se recauda con impuestos

Cuando se pronuncia la palabra convertibilidad, el común de la gente identifica la convertibilidad con un plan económico. En rigor, la convertibilidad no fue un plan económico, fue una regla monetaria que se estableció en abril de 1991 para frenar el proceso hiperinflacionario en que estaba sumergida la economía argentina.

La convertibilidad del peso al dólar funcionaba de la misma forma que funcionaba antiguamente la caja de conversión del peso al oro. En vez del peso ser convertible a oro, era convertible al dólar que era la moneda que usaba el argentino como reserva de valor.

Se puede estar de acuerdo o no con un esquema de caja de conversión, sea a dólar o a oro, pero si se está de acuerdo, el punto central es el tipo de cambio al que se entra en la convertibilidad. Si se elige un tipo de cambio con el peso sobrevaluado o, lo que es lo mismo, haciendo que el dólar sea artificialmente barato, se incentivan artificialmente las importaciones y se castigan artificialmente las exportaciones. Argentina se transforma en un país caro en dólares. Si la paridad se fija con un dólar artificialmente caro, se frenan artificialmente las importaciones estableciendo una especie de proteccionismo vía el tipo de cambio.

Tal vez el error fue entrar con un tipo de cambio que no se correspondía con un nivel de gasto público alto que hacía que la economía requiriera de una alta carga tributaria dejando fuera de competencia a los productores locales.

Cabe aclarar que este punto lo resaltó el entonces diputado por la UCEDE, José María Ibarbia cuando se tenía que votar la ley de convertibilidad, quien justamente argumentaba que el tipo de cambio no se correspondía con el nivel de gasto público, lo que hacía que se entrara con un peso sobrevaluado que iba a generar problemas de competencia externa. Lo cual efectivamente ocurrió y por eso muchos industriales recuerdan ese período como la invasión de importaciones y le echan la culpa a la apertura de la economía, cuando en realidad la apertura estaba bien, el problema estaba en un tipo de cambio que, por el nivel de gasto público y presión impositiva, hacían imposible competir.

Y aquí es importante resaltar que el aumento del gasto se produjo más en las provincias que en la Nación. Las provincias llevaron el gasto consolidado de 10,23% del PBI en 1991 a 13,4% del PBI en 2001 cuando estalla la convertibilidad.

En cambio, la Nación baja el gasto de 18% del PBI en 1991 hasta 14,6% y luego vuelve a subir en hacia el final del mandato de Menem y con De la Rúa hasta 16,7% del PBI. Es decir, hacia el final de la convertibilidad, con De la Rúa, el gasto se descontrola tanto en la Nación como en las provincias. Por eso a nivel nacional los intereses de la deuda pública a nivel Nación pasan de 1,8% del PBI en 1991 a 4% del PBI en 2001 y en las provincias trepan de 0,15% del PBI en 1991 hasta 0,83% del PBI en 2001.

Si se entró a la convertibilidad con un tipo de cambio inconsistente con el nivel de gasto público de ese momento, luego se agravó con el aumento del gasto, sobre todo en la gestión de De la Rúa, tanto a nivel nacional y provincial.

Durante un tiempo este problema se disimuló por el ingreso de divisas de las privatizaciones y luego con el endeudamiento, pero la prueba de que no hubo convergencia fueron las altas tasas de interés que se siguieron pagando por los depósitos y préstamos en pesos, comparados con los depósitos y préstamos en dólares.

Las privatizaciones tuvieron una triple función en el plan de estabilización.

  • En primer lugar, sirvieron para bajar el gasto público dado que las pérdidas de las empresas estatales las tenía que cubrir el tesoro. Como el tesoro no tenía recursos genuinos para pagar esas pérdidas, se recurría a la emisión monetaria. Por eso, sirvieron para estabilizar la economía
  • Mejoraron la productividad de la economía y atrajeron capitales para modernizar empresas totalmente ineficientes. Los avisos de los departamentos que se vendían aparecían con la frase: con teléfono. Conseguir un teléfono en la época de ENTEL, la empresas telefónica estatal, era una misión imposible. Los que conseguían un teléfono era porque tenían algún contacto dentro de la empresa. Y se pagaban varios miles de dólares por una línea telefónica. Pasaba lo mismo con las rutas, los subtes, la producción de gas, el sistema energético en su conjunto y tantos otros sectores. Hubo muy buenos marcos regulatorios en algunas privatizaciones, como en el caso de la energía, y otros horribles como en el caso de Aerolíneas y otros regulares.
  • La tercera función de las privatizaciones sirvió para ayudar a regularizar la deuda externa, porque quienes compraban las empresas podían pagar parte con bonos de la deuda que compraban a una paridad muy baja en el mercado pero el estado tomaba los bonos a valor facial.

¿Por qué la convertibilidad, que había dado una estabilidad de precios casi absoluta a partir de 1994/97 terminó en una explosión? Si bien cada uno puede dar su punto de vista, se pueden citar las siguientes razones:

  • Se entró en la convertibilidad con un tipo de cambio que era incompatible con el nivel de gasto público existente al momento de establecerla. Este fue el pecado original con que se entró en la convertibilidad.
  • Esto generó la semilla de presiones devaluatorias durante muchos años y, finalmente, un gobierno políticamente débil como el de De la Rúa fue volteado por sectores que propiciaban la devaluación como solución a todos los problemas. Los devaluadores de siempre querían un dólar caro. Tanto es así que Rodríguez Saa, el primero presidente que reemplaza a De la Rúa, se resistía a devaluar y termina siendo eyectado del gobierno por su mismo partido político y renuncia desde su provincia, San Luis. Si la convertibilidad aguantó tantos años fue, entre otras razones, porque la gente no quería oír hablar de devaluación. Es más, Menem gana la reelección de 1995 con la fusta debajo del brazo, en un momento en que el país estaba en recesión por el efecto Tequila y a pesar que el atentado a la AMIA había ocurrido pocos meses antes, en julio de 1994. El famoso voto licuadora, por la deuda que habían tomado en dólares la gente para comprar electrodomésticos e hipotecas hacía que nadie quisiera escuchar la palabra devaluación.
  • No solo se entró con un gasto público inconsistente con el tipo de cambio que se eligió para el 1 a 1, sino que luego el gasto público, particularmente en las provincias, siguió aumentando. Los bancos le prestaban a las provincias montos que estas no podían cancelar sus deudas. Es decir, parte del sistema financiero era inviable por los créditos que le habían otorgado a provincias que luego no podían pagar.

¿Qué nos enseña ese período? Que el problema sigue estando un nivel de gasto público que si en los 90 era inconsistente para tener estabilidad de largo plazo, hoy es mucho más inconsistente porque durante el auge de las commodities el kircherismo aumentó el gasto consolidado en un 50% respecto a las décadas del 80 y del 90.

En síntesis, no hay artilugio monetario, cambiario o financiero que pueda sustituir las reformas estructurales y menos un nivel de gasto público altísimo e ineficiente.

En la década del 80 el gasto público consolidad, que era 30% del PBI, no se puedo financiar y tuvimos inflación, megainflación, hiperinflación, plan Bonex y default. En los 90 la convertibilidad estalló por los aires porque requirió de endeudamiento creciente para financiar ese nivel de gasto público.

¿Por qué ahora, con un gasto público consolidado que aumentó 50% respecto a las dos décadas mencionadas, la historia va a terminar diferente?

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE. Síguelo en @RCachanosky

Intervención cambiaria: un posible alivio para llegar a las elecciones, pero luego habrá que trabajar en serio

Por Roberto Cachanosky. Publicado el 30/4/2019 en: https://www.infobae.com/opinion/2019/04/30/intervencion-cambiaria-un-posible-alivio-para-llegar-a-las-elecciones-pero-luego-habra-que-trabajar-en-serio/?fbclid=IwAR3ROY9r9L29gBGzyz_sApAyzFz6Jt2aBFKxN78MKQKX62iQXdGSojrkDtE

 

Desde octubre el BCRA viene cumpliendo con la promesa de no aumentar la base monetaria, sin embargo, la inflación no cede. La venta de dólares sin límite puede ayudar a bajar el ritmo de suba de los precios, pero no es la solución de fondo

Bajar la inflación es mucho más complejo que acordar “precios cuidados con productos esenciales”

Bajar la inflación es mucho más complejo que acordar “precios cuidados con productos esenciales”

Hay que distinguir entre IPC e inflación. Por una cuestión de simplificación, los economistas solemos usar el Índice de Precios al Consumidor del Indec como reflejo de la inflación, sin embargo, no es tan así. Técnicamente la inflación se produce cuando se expande moneda más allá de lo que demanda el mercado. Pero para no hacer las cosas más complicadas, aceptemos el IPC como una explicación del fenómeno. La realidad es que bajar el ritmo de suba generalizada de los precios lleva más tiempo del que livianamente dijo Mauricio Macri cuando estaba en campaña para la presidencia. Veamos un caso concreto.

A comienzos de 1991, el presidente Carlos Menem todavía no había logrado encontrar el camino para estabilizar una economía que venía con una inflación anual del 753% en enero de ese año. Ni el plan Bunge & Born, ni Erman González terminaban de encontrarle la vuelta a la economía y en particular a la inflación.

Domingo Cavallo asume como ministro de Economía a principios de 1991 y luego de un intento fallido de establecer una convertibilidad móvil, con una banda superior y otra inferior en el tipo de cambio, en marzo de 1991 enfrentó una fuerte corrida cambiaria que lo llevó a anunciar la convertibilidad, regla monetaria que tuvo fuerza de ley a partir de abril de 1991.

Es importante resaltar que la convertibilidad fue solo una regla monetaria por la cual cada peso que circulaba tenía un dólar de respaldo en el BCRA. Insisto en resaltar que fue una regla monetaria porque sus detractores la identifican como una política económica completa.

El gráfico previo muestra la evolución de la tasa de inflación anual de cada mes, antes de la convertibilidad y luego de la convertibilidad. Y si bien comenzó a bajar rápidamente, recién en agosto de 1993, 2 años y cuatro meses luego de haberla aplicado la tasa anual se ubicó en un dígito anual. Inclusive fue un dígito anual alto, 9%, para una regla monetaria que tenía un tipo de cambio fijo. Además, había un plan económico sólido detrás.

Ahora es comprensible que con la nueva regla monetaria del Gobierno de no aumentar la base monetaria, pero sin un plan económico detrás, continúe la huida del peso. Digo esto porque la gente no comprende qué es la base monetaria, por lo tanto no es tan convincente como la convertibilidad a la hora de generar expectativas positivas en el común de la gente acerca del peso.

Si a la gente le dicen que hay un dólar respaldando cada peso que hay en circulación, la gente no huye del dinero. Si se le dice que no va a aumentar la base monetaria, el tema se complica porque, salvo los economistas, el común de la gente no tiene porqué saber qué es la oferta de dinero

Cómo se determina el poder adquisitivo de la moneda
Relación entre la cantidad de dinero transaccional y la disponibilidad de bienes y servicios en la economía
Chart

Fuente: Elaboración propia

Determinación del nivel general de precios

Para comprender qué es la huida del dinero veamos el cuadro 1. Tomemos el caso 1. Supongamos que el Banco Central emite $10.000 que es todo el dinero que hay en circulación. Supongamos que la gente demanda moneda por las dudas (tiene pesos para gastar la semana que viene o en un tarrito de galletitas por las dudas) por $2.000. El stock de dinero que realmente circula es de $8.000. Si la oferta de bienes es de 800 unidades, el precio promedio máximo que se puede pagar es de 10. No hay posibilidad física de que el promedio aumente.

Ahora bien, si vamos al caso 2 suponemos que, por cualquier razón, las expectativas de la gente son que los precios seguirán subiendo o el contexto político deteriorará más el poder adquisitivo de la moneda, por lo tanto, suponemos que la demanda de moneda baja de $2.000 a $1.000. En ese caso la cantidad de moneda que circula pasa a ser 9.000, es decir, aumenta el total de pesos que se usan para transacciones sin que el Banco Central haya emitido un solo peso. Si la oferta de bienes es de 800, el precio promedio aumenta a 11,3 por ciento.

Finalmente, supongamos que junto con la caída en la demanda de moneda disminuye la oferta de bienes y el Banco Central sigue sin emitir un peso, como es el caso 3 del cuadro en que la oferta de bienes disminuye a 700. Sin que el Banco Central emita, el precio promedio de los bienes en la economía pasó de 10 a 12,9 en nuestro ejemplo porque se juntaron menor oferta de bienes y menor demanda de moneda. Bien, esto es lo que está ocurriendo en la economía argentina y explica en gran medida las dificultades que tiene el gobierno para bajar la tasa de inflación.

Con una regla monetaria que la gente no comprende y sin un plan económico detrás que genere confianza y atraiga inversiones, es muy difícil que la gente no huya del dinero. Encima con nuestra historia de destrucción monetaria generar confianza en el peso es más difícil.

Tal vez ahora, con el renovado apoyo del FMI al Gobierno para controlar el tipo de cambio, disminuya la huida del dinero. Si bien es cierto que el nivel de la tasa de interés por arriba del 73% anual sigue siendo inconsistente con el sector real de la economía y ya genera más desconfianza que confianza, en el corto plazo, y sin decir que está bien, el Gobierno podría llegar a controlar el tembladeral que es el mercado de cambios.

Capacidad de regulación del mercado de cambios

En efecto, el total de depósitos en pesos del sector privado a plazo fijo es de $1,2 billones. Si se divide por $51, que es el techo cambiario, serían el equivalente a USD 22.650 millones. El Tesoro puede vender unos USD 9.600 millones de aquí a fin de año. El campo puede llegar a liquidar USD 10.000 millones para cancelar deudas comerciales por la seca del año pasado y recomponer su capital de trabajo para la nueva siembra. Siendo que no hay crédito bancario, no parece disparatado que los productores liquiden esa cifra en los próximos meses.

Si se agregan USD 5.000 millones que venda el BCRA, aún en el supuesto extremo que no quedara un solo centavo en plazo fijo en los bancos, el mercado de cambios quedaría relativamente equilibrado. Claro que eso implica el supuesto de que no hay más emisión y la demanda de moneda no llega a cero.

Si uno imagina la situación del mercado de cambios como una guerra y de cada lado cada uno tiene 100 balas, cuando se acaban las balas, si no hay más abastecimiento (emisión monetaria) la única manera en que sigan los tiros es que siga cayendo la demanda de moneda. Si el Gobierno logra tranquilizar el mercado de cambios y congela las tarifas de los servicios públicos, tiene chances calmar el IPC y la caída en la demanda de moneda.

Aclaro que no digo que esta sea la salida de Argentina ni por asomo, es solo una estimación de corto plazo de cómo puede llegar Cambiemos a las PASO y luego a octubre, porque luego de las elecciones el ajuste del sector público se tendrá que hacer por las buenas o por las malas, o terminamos en una decadencia al estilo Venezuela con Cristina Fernández o con Mauricio Macri aunque renueve su mandato. Seguir con este cuento del gradualismo para bajar el gasto público y hacer las reformas estructurales no da para más, sean los k o los amarillos.

 

Roberto Cachanosky es Licenciado en Economía, (UCA) y ha sido director del Departamento de Política Económica de ESEADE y profesor de Economía Aplicada en el máster de Economía y Administración de ESEADE

¿COSTO DE LA TRANSICIÓN?

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Parecería que todos o casi todos los analistas de la economía y la política se circunscriben a lo que estiman es una transición puesto que consideran que no resulta posible ir directo a la meta porque es “políticamente incorrecta”).

 

Pero en esto viene un primer asunto que no es para nada menor: muy pocos se refieren a la meta porque en realidad nunca pensaron en que consiste, más bien solo son capaces de concebir lo que creen es “una transición” aunque, como queda dicho, no saben de donde a donde. Ya hemos citado antes a Séneca quien ha consignado que “no hay vientos favorables para el navegante que no sabe hacia donde se dirige”.

 

Por todo esto es que se navega en la mediocridad, más bien haciendo la plancha con pretendidas correcciones que son muy menores o insignificantes que frente a cualquier barquinazo se vuelve a las andadas ya que no se han hecho correcciones de fondo modificando instituciones. Son apenas picotazos a una estructura que se mantiene intacta.

 

Por ejemplo, los adictos a las transiciones consideran que en materia monetaria de lo que se trata es de manipular con menor rudeza la base monetaria y no para financiar el déficit fiscal sino seguir cierta regla monetaria en el contexto de la independencia de la banca central.

 

Tenemos que ver esto con cierto detenimiento. Primero, cualquier decisión de la autoridad monetaria en cuanto a la expansión, contracción o de dejar igual la base monetaria está necesariamente alterando los precios relativos,  lo cual,  a su turno, trasmite señales falsas a los operadores en el mercado que, a su vez, se traduce en consumo de capital que inmediatamente contrae salarios e ingresos en términos reales.

 

Se ha dicho muy equivocadamente que la inflación es la suba generalizada de los precios, pero si esto fuera así (y los salarios también son un precio) no habría problema con el proceso inflacionario aunque los precios se incrementen raudamente de forma cotidiana. Se necesitarán eso sí espacios para más dígitos en las máquinas de calcular,  nuevas columnas en los libros de contabilidad y similares pero el desequilibro entre precios e ingresos no tendría lugar. En verdad, esto último ocurre porque la consecuencia de la inflación consiste en la distorsión de los precios relativos. Además, la inflación no es eso sino su efecto, el origen del proceso inflacionario estriba en la expansión monetaria por causas exógenas al mercado (es decir, causas políticas) y la deflación se debe a la contracción monetaria también por causas exógenas.

 

Por otro lado, no hay tal cosa como la “inflación de costos” como si éstos pudieran trasladarse a los precios sin comprender que de hacerlo se contraería la demanda (todo impuesto es en última instancia siempre al patrimonio). Tampoco hay inflación producida por meras “expectativas” puesto que si no hay expansión monetaria que las convalide las expectativas quedan frustradas y simplemente se reducen las ventas si se remarcan los precios. A veces se ha dicho que el incremento en el precio de un producto estrechamente vinculado a los demás como el caso del petróleo, hará que se disparen los demás precios. Esto tampoco es correcto, si se eleva el precio del petróleo habrá una de dos posibilidades: o se reduce la adquisición de otros bienes y servicios si se desea mantener el mismo nivel de compra de petróleo o se reducirá su compra al efecto de mantener la adquisición de los otros bienes y servicios.

 

Segundo, el objetivo de la política monetaria no es eliminar problemas de caja. Una sociedad puede no tener déficit fiscal y apoderarse el gobierno de la totalidad de la renta de la gente vía presión tributaria. Cuando se sostiene que no debe haber desequilibrio en las cuentas fiscales se entiende -en un sistema republicano- que el nivel del gasto debe ser mínimo para atender las funciones específicas del gobierno de garantizar los derechos de todos.

 

Tercero, una regla monetaria apunta a trasmitir información relevante a los operadores económicos para que “sepan a que atenerse”. Pues bien, esto no es correcto porque, como también queda dicho, la manipulación monetaria (cualquiera) distorsiona los precios relativos con lo que no puede trasmitirse previsibilidad ya que de antemano no se puede anticipar como se moverán los precios en los diversos ramos. Tampoco cabe la idea de expandir al mismo ritmo del producto bruto interno ya que dejando de lado problemas estadísticos, si se procede en esa dirección se estará anulando, por ejemplo, la posibilidad de incrementar las exportaciones que sucederían en paralelo con el aumento del producto (manteniendo los demás factores constantes, los precios tenderán a bajar al existir idéntica base monetaria frente a mayor cantidad de bienes y servicios, lo cual hará que suba el valor de la unidad monetaria que es otro modo de referirse a la baja de precios). En otras palabras, el proceso descripto será anulado por la aludida expansión en correlato con el incremento del producto.

 

Y cuarto, la llamada independencia de la banca central resulta del todo irrelevante a los efectos de lo que venimos comentando puesto que la expansión, contracción o el dejar inmodificada la base monetaria altera los precios relativos (dejarla inmodificada significa colocarla a un nivel diferente de lo que hubiera hecho la gente libremente si hubiera podido elegir el activo financiero de su preferencia para las transacciones, y si la banca central la ubica al mismo nivel de lo que la gente hubiera preferido,  su existencia se torna superflua).

 

En todo caso, el costo de la transición  naturalmente tiene que ser menor que el costo de mantener la política anterior, de lo contrario no tiene sentido introducir las modificaciones pensadas. En esta línea argumental aparecen todas las quejas por los llamados “ajustes” que se pretenden introducir para mitigar los problemas del momento, y esos problemas significan verdaderos ajustes al bolsillo de la gente que es lo que precisamente se pretende aliviar.

 

En este plano de análisis, queda claro que no se quieren incorporar costos de las medidas nuevas propuestas por la sencilla razón de que no se ven los pesados y crecientes costos que se absorben diariamente fruto de los “modelos” vigentes. Se cree que son beneficiosas políticas como el denominado “control de precios”, las “empresas” estatales, los subsidios, la tergiversación del tipo de cambio, la “re-distribución de ingresos”, los altos impuestos, la deuda pública interna y externa, la alianza de empresarios prebendarios con el poder, los sistemas fascistas laborales, el esquema bancario de reserva fraccional, los aranceles aduaneros y, en general, las abultadas regulaciones al comercio, el agro y la industria.

 

Como ya hemos puntualizado, lo primero que debe tenerse en cuenta en el contexto de estas transiciones es que el discurso y la ejecución del político están embretados en una franja de máxima y mínima que deriva del grado de compresión de la opinión pública de los diversos temas. El salirse de ese plafón se paga con menor apoyo electoral. Ahora bien, para correr el eje del debate y poder ampliar el discurso y la consiguiente ejecución es menester actuar en el campo de las ideas.

 

En este debate sobre transiciones, lo que en esta nota quisiera plantear es si esa ejecución debe llevarse a cabo gradualmente para darle oportunidad a que asimilen sus conductas aquellos que se adaptaron a la legislación anterior de buena fe o si deben ejecutarse de una vez las medidas correspondientes.

 

Estimo que es conveniente tener siempre presente que no hay tal cosa como derechos adquiridos contra el derecho. Es decir, para ilustrarlo con un ejemplo muy extremo que hemos usado antes, no podrían otorgarse “derechos adquiridos” a los fabricantes de cámaras de gas en la época de los criminales nazis. Tampoco tiene sentido encaminar una política gradualista para las clínicas de abortos y permitir la exterminación de quienes son personas en el momento mismo de la fecundación del óvulo con toda la carga genética completa (a diferencia de los que adhieren a la magia primitiva de sostener que se produce una mutación en la especie en el instante del alumbramiento). Sin llegar a estos extremos donde está comprometida la vida de seres humanos de modo directo, podemos ejemplificar con empresarios que en la práctica es como si vendieran arena en el Sahara o helados en el Polo Norte. Estos últimos ejemplos pueden parecer ridículos pero en verdad equivalen a todos los casos en los que se presentan operaciones ruinosas como si fueran verdaderos negocios que solo benefician a ladrones de guante blanco que se presentan como empresarios pero que fabrican componendas en la oscuridad de los despachos oficiales y que literalmente arruinan la vida de millones de personas. Son como inmensos vampiros que succionan la sangre de sus congéneres. Vilfredo Pareto ya explicó que “El privilegio incluso si debe costar 100 a la masa y no producir más que 50 a los privilegiados, perdiéndose el resto en falsos costes, será en general bien aceptado, puesto que la masa no comprende que está siendo despojada, mientras que los privilegiados se dan perfecta cuenta de las ventajas de las que gozan”.

 

Como hemos dicho, es distinto si no se comprende ni se comparte la idea. En ese caso no se puede aplicar (eventualmente ni siquiera de forma gradual).  Se trata de proceder en consecuencia una vez que la idea es aceptada y, en ese caso, sugerimos evitar por todos los medios los gradualismos que, además, ponen en riesgo los mismos pasos  y etapas que se proponen. La política de ir al fondo de los problemas de una vez fue lo que, por ejemplo, llevó a cabo Ludwig Erhard quien en contra de las opiniones de todos los comandantes militares de posguerra y una parte importante del empresariado alemán (especialmente los del sector siderúrgico), sorpresivamente anunció la eliminación de todos los controles de precios y subsidios. El resultado fue el llamado “milagro alemán”.

 

Hay que estar prevenidos de los fantoches que se ofrecen para cargos públicos que en verdad son sedientos de poder. Al decir de Borges “ya se había adiestrado en el hábito de simular que era alguien, para que no se descubriera su condición de nadie”. Son los cortesanos, genuflexos y rastreros de todas las épocas, tal como refiere Erasmo: “¿Qué os puedo decir que ya no sepaís de los cortesanos? Los más sumisos, serviles, estúpidos y abyectos de los hombres y sin embargo quieren aparecer siempre en el candelero”.

 

En resumen, la verdadera carga no es de la transición sino el costo de mantener el sistema estatista en pie por lo que el óptimo pareteano no puede tomarse como guía al efecto de pasar de un sistema estatista a uno liberal porque siempre habrá “perdedores” en el lenguaje de esta esquema referencial, pero, por lo dicho, el balance neto será crecientemente positivo.

 

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas y fue profesor y primer rector de ESEADE.