¡Cómo nos equivocamos!

Por Alejandro Tagliavini. Publicado el 15/8/19 en: https://www.ambito.com/como-nos-equivocamos-n5048819

 

¡Cómo nos equivocamos!

 

Las PASO demostraron que todos nos equivocamos. Por mi parte, sobre la base de los científicos políticos de EE.UU. que aseguran que quienes van por la reelección tienen grandes chances de ganar, creí que triunfaría Macri. Me disculpo. Se equivocaron los encuestadores y, vale decirlo antes de que se excusen, se equivocaron todos los del REM, que aseguraban que habría recuperación hacia fin de año.

Conocido el resultado se produjo el lunes negro y los argentinos en general se empobrecieron, quizás, un 30% en promedio en un solo día. ¿Quién tiene la culpa? ¿Es el susto por la vuelta del kirchnerismo -como dirán los del REM para justificar su nuevo error- o Macri que deja una economía decadente?

Otro problema serio es que muchos operadores bursátiles y financieros y economistas mediáticos son notoriamente mediocres y le hicieron creer al público que la economía venía bien ya que, entre otras cosas, Macri tenía el apoyo del FMI. Y así ayudaron a inflar la burbuja que ahora estalló.

Como hizo en la CABA, Macri, a pesar de su discurso engañoso y del apoyo de economistas falsamente “promercado” -conservadores, neokeynesianos que se dicen “liberales”- sistemáticamente aumentó el peso del Estado asfixiando al sector productivo, al privado, hasta límites inauditos: inflación del 50%, tasas del 70% y una carga impositiva insostenible, entre otras cosas. Y el FMI financió esta debacle.

Por cierto, para desenmascarar falsos “profetas de la libre economía”, basta preguntar su opinión acerca del FMI ya que, siendo un banco estatal declaradamente neokeynesiano, no puede ser sino condenado por quien realmente promueva políticas promercado. De hecho, el FMI en Argentina ha demostrado, otra vez, que se dedica a financiar estatismos fracasados.

O sea, es cierto que por su discurso e historia contraria al mercado -que no son sino las personas libres, el pueblo trabajando sin impuestos asfixiantes ni regulaciones coactivas- el kirchnerismo asusta, pero la burbuja que estalló evidenció la gravedad de la situación económica.

El escenario global no es alentador y las Bolsas mundiales bajan. La curva de tasas de interés en EE.UU. quedó invertida entre los bonos a dos y a diez años, los de corto plazo ofrecen mayor rentabilidad que a largo plazo. Con la deuda inglesa pasa lo mismo y desde hace tiempo ocurre en Alemania.

El bono a dos años ofrece una rentabilidad del 1,581% frente a la de 1,58% del treasury a diez. Este tramo de la curva es el más seguido por los analistas para anticipar una recesión, entre 9 y 25 meses siguientes, y siempre se cumplió durante los últimos 60 años. Es una clara anomalía debida, precisamente, a las ideas neokeynesianas reinantes en el mundo lideradas por el FMI y los bancos centrales expansivos. Una curva invertida no provoca recesión, pero influye en la rentabilidad de los bancos y en la actividad económica, según Nash-Stacey y Karp del BBVA.

En medio de esta debacle las medidas del Gobierno son contraproducentes. Para comenzar, con el fin de “frenar al dólar” -como si fuera la causa de la inflación y no al revés- sube la tasa de interés. Y he aquí otro modo de desenmascarar a economistas que falsamente dicen ser partidarios de una economía libre. Idealmente, las tasas deben ser fijadas libremente por el mercado, en cualquier caso, quienes defienden las tasas altas para “frenar la inflación” -lo que ha probado ser falso- están negando que la inflación sea un exceso de moneda en tiempo real, que es el único modo en que el mercado se conduce, en tiempo real.

Luego el congelamiento de precios es contrario a la libertad y, en cuanto al salario mínimo -aunque sin dudas es deprimente-, aumentarlo significa alentar la desocupación porque los empresarios que no puedan absorberlo, dada la crisis, optarán por despedir gente o tomarlos en negro. Y las demás medidas conllevarán un aumento de la presión fiscal.

Hacienda dice que gastará $40.000 M por estas medidas, que obtendría porque que el alza del tipo de cambio incrementaría la recaudación por exportaciones -que aumentarían en precio y volumen- y, por el aumento del IPC, subiría la recaudación por consumo. Naturalmente, el productor no quiere vender ante el actual escenario y el Gobierno presionaría con subir las retenciones, de $4, por dólar exportado, a $6. Con 23 M de toneladas de soja retenidas, el productor tiene divisas por u$s8.000 M. Todas las medidas anunciadas azuzarán la inflación, con lo que la pobreza a fin de año podría superar el 35% como ya estiman analistas.

En fin, Macri pasará a la historia no sólo como habiendo empobrecido al país por sus políticas contrarias al sector privado, sino por haber perdido la oportunidad histórica de sacar al país del populismo. Y esto con ayuda de neoconservadores -autodenominados “liberales”- que, por ignorancia u oportunismo, lo apoyaron inicialmente, aunque luego algunos escaparon del naufragio, provocando otro serio problema: la opinión pública culpa erróneamente a la economía de mercado.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE. Síguelo como @alextagliavini 

Los mayores errores de la gestión Kicillof

Por Adrián Ravier: Publicado el 13/8/15 en:

 

El ministro de Economía, Axel Kicillof, fue entrevistado recientemente por Joaquín Morales Solá y nos dejó -en 35 minutos- interesantes argumentos para defender su administración de la política económica.

En la entrevista arremetió una vez más contra los economistas ortodoxos, defendió la política de desendeudamiento, de reindustrialización y de inclusión social, enfatizó el fuerte crecimiento económico que el país experimentó desde 2003, recordó la recuperación de YPF y Aerolíneas Argentinas. Se apoyó sobre ciertos economistas como Miguel Ángel Broda, Orlando Ferreres y Carlos Melconian para señalar que la economía está bien, creciendo un 1 %, que la inflación se desaceleró de un 40 % a un 25 % -sin recetas ortodoxas-, que las reservas están estables, que no hay problemas con los vencimientos de deuda, lo que deja una buena herencia para el próximo Gobierno, garantizando continuidad del modelo luego de 2015.

Cuando se le cuestionó el bajo crecimiento, el ministro de Economía explicó el complejo contexto internacional que nos acompaña, con caída en los precios de los commodities, con las locomotoras de China y Estados Unidos bajo ciertas dificultades y con Brasil en recesión.

Es precisamente ese contexto el que lo obligó a decidir aplicar una política contracíclica desde principios de 2014 para estimular el consumo interno mediante planes y programas, apoyado en un supuesto consenso de los economistas en las recetas keynesianas que se presentan en todos los manuales de macroeconomía y política económica.

Dejando de lado los discutibles números del ministro de Economía -que él mismo se ocupó de criticar antes de asumir funciones oficiales-, presentaré a continuación mis problemas con su administración de la política económica, que se pueden resumir en ocho puntos fundamentales.

1. No hubo crecimiento, sino recuperación.

El ministro de Economía enfatiza que la economía argentina duplicó el PIB en dólares desde 2003 a la fecha. Este puede ser un dato cierto, pero sesgado. La Argentina no logró en este período expandir su capacidad productiva, sino tan solo recuperar la actividad económica de la devaluación de 2001. En términos económicos, la receta de “impulsar la demanda para crecer” puede tener resultado visibles mientras hay capacidad ociosa, pero una vez que la economía se acerca al pleno empleo, el crecimiento económico solo puede ser generado a través de un proceso de ahorro e inversión. Tomando en cuenta que el propio ministro solo administró la política económica de este último Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, el rumbo debió cambiar desde el consumo a la inversión, y sin embargo, se sostuvo en una dirección -con un diagnóstico equivocado-, manteniendo el relato de 2001, cuando la realidad que le tocó enfrentar ya era diferente.

2. La recuperación está basada en un enorme gasto público que empuja la demanda y crea empleo público, el que no se puede sostener en el tiempo.

El tamaño del Estado, medido como gasto público sobre PIB, ha alcanzado una proporción que es récord en el continente, y que no puede financiarse ni siquiera con la mayor presión tributaria de nuestra historia, que a la vez es récord en el mundo. Devolver a la Argentina a un nivel de gasto sostenible y reducir la presión tributaria a niveles normales solo puede dejar un alto desempleo y una nueva recesión que pone en duda el éxito del modelo. La Argentina se encuentra en el dilema de sostener la burbuja del gasto público, pero sin crecimiento económico, o equilibrar las finanzas públicas pero a costa de un alto desempleo estructural cuya solución fue solo temporal. Si en lugar de crear estas proporciones de empleo público, la economía argentina hubiera alentado realmente la inversión privada, entonces el aprovechamiento de esta década dorada para la región habría sido de largo plazo y el problema de desempleo estructural habría empezado a recibir una solución más genuina.

3. Comete los mismos errores del menemismo, multiplicando el déficit.

El ministro de Economía no pierde oportunidad para identificar las comparaciones entre el kirchnerismo y el menemismo, pero esto constituye una falsa dicotomía. Ambos modelos surgen del mismo partido político, pero lo más importante es que ambos han cometido el mismo error fundamental, que -como bien explicó- nos obsesiona a los economistas ortodoxos. Nos referimos al déficit fiscal. El ministro de Economía reconoció en la entrevista un déficit fiscal financiero de 3,7 % del PIB para 2014, el que dijo ser más bajo que el de Estados Unidos (4,2 %), Brasil (5,2 %) y el promedio de la región (4,9 %). Sin embargo, y sin entrar a cuestionar “sus” números, no es menor que la Argentina mantenga este déficit después de la enorme carga tributaria que señalamos con anterioridad, además de que los analistas pronostican que el déficit para este 2015 estará entre un 6 % a un 8 % del PIB. Este nivel de déficit aun está algo lejos de aquel que condujo a la economía argentina al Rodrigazo (12,1 %) y el fin de la tablita de José Martínez de Hoz (11,3 %), pero se acerca a aquel que condujo a la hiperinflación de 1988-89 (8,5 %) y al fin de la convertibilidad (7 %).

4. La política del desendeudamiento es un mito, si consideramos la deuda interna con el Banco Central y Anses.

El ministro de Economía muestra como un logro del oficialismo el bajo nivel de deuda externa sobre el PIB. Es un dato que debemos reconocer. Sin embargo, este resultado no se generó por medio de una política conservadora, sino por haber financiado el mencionado déficit fiscal con otras alternativas, como ser la emisión monetaria del Banco Central y los recursos de Anses. Lo dicho ha generado un Banco Central en quiebra bajo cualquier estándar contable, además de la mayor inflación del continente -después de Venezuela-, y de hipotecar el futuro de la población activa, gastando incluso los 30.000 millones de dólares que estaban en manos de las administradoras de fondos de jubilaciones y pensiones (AFJP) al momento de la nacionalización. Resulta curioso que parte de los logros del kirchnerismo son herencia directa del menemismo, pues se han gastado los recursos ahorrados en la década anterior y se ha apoyado el “crecimiento” de esta década en la infraestructura que expandió el Gobierno anterior.

5. La inflación no es necesaria.

El ministro de Economía lanzó una inflación estimada del 18 %, pero al margen de este número discutible, enfatizó que la oposición redujo sus estimaciones de 40 % a 25 %. Es cierto que la inflación se desacelera en este último año, sin embargo, surgen dos cuestiones para señalar. Por un lado, que la desaceleración de la inflación va acompañada de una desaceleración de la actividad económica, mostrando en este último Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner un preocupante estancamiento económico, con pérdida de empleo. Por otro lado, el ministro de Economía parece estar convencido de que la inflación -a estos niveles- es necesaria, lo que obliga a los argentinos a convivir con una moneda enferma, que afecta y reduce el potencial de crecimiento de los próximos años.

6. La devaluación es una consecuencia inevitable por la enorme expansión de la circulación y el bajo nivel de reservas.

Con estos niveles de inflación que el ministro de Economía reconoce, la dolarización espontánea es una consecuencia obvia. Pretender que la gente acepte la pesificación porque existe “estabilidad en la política económica”, que genera a su vez una “inflación estable” superior al 20 %, es confundir causalidad. Si realmente deseamos la pesificación, debemos empezar por la estabilidad monetaria, que el Ministro de Economía declaró que es un aspecto secundario como objetivo de política económica. Si a la vez tenemos en cuenta la relación pesos en circulación frente a dólares en reservas netas del Banco Central, la tendencia ofrece un tipo de cambio de largo plazo superior a $ 20, que es lo que -en definitiva- marca la expectativa del mercado. Quienes hoy especulamos con una devaluación, lo hacemos porque entendemos que es una consecuencia inevitable de la política monetaria del Banco Central, que solo se puede postergar a costa de seguir perdiendo reservas, aun con innumerables cepos que la economía ya no puede soportar.

7. El tipo de cambio que importa es el real, no el nominal.

En este aspecto, preocupa además la comparación que hace el ministro de Economía con Brasil. Mientras Argentina pasó el tipo de cambio oficial de 3 a 9 pesos por dólar, en Brasil pasaron de 4 reales por dólar -cuando asume Lula da Silva- a 3,30 reales por dólar hoy, comparación que ilustró para identificar su problemática apreciación cambiaria. Habría que señalarle al ministro de Economía, sin embargo, que la evolución del tipo de cambio nominal no representa nada, y menos aun en un país como Argentina, donde la inflación ha tenido valores elevados. Reconocer esta situación lo llevaría a comprender que la misma apreciación cambiaria que criticó en Brasil es la que sufre hoy la economía argentina, y no como consecuencia del desarrollo productivo, sino como consecuencia de la política económica elegida.

8. La “fatal arrogancia” de creer que se puede controlar todo el mercado.

El ministro de Economía señaló que es natural que los importadores soliciten un dólar más barato, mientras los exportadores pretenden un dólar más caro. Ofreció el ejemplo de un industrial que resultó librecambista para el insumo, pero proteccionista para el producto. A partir de allí justificó el proteccionismo, los cepos y una política económica selectiva, dirigida y coordinada por él y su equipo. Esto atrasa el debate de política económica, por lo menos, hasta 1810, cuando Manuel Belgrano enfrentó los intereses creados de todos aquellos que se veían favorecidos por la política económica de la colonia. También cae el ministro de Economía en la fatal arrogancia de creer que realmente puede controlar todas las operaciones del mercado. El ministro de Economía no parece saber distinguir entre empresarios y pseudoempresarios, o entre industriales y pseudoindustriales. El objetivo de la política económica debería estar basado en la igualdad ante la ley, lejos del clientelismo político y tendría que dar lugar -de una buena vez- a los empresarios en serio, sean chicos o grandes.

Cierro con las sabias palabras de Frédéric Bastiat (1850): “Yo, lo confieso, soy de los que piensan que la capacidad de elección y el impulso deben venir de abajo, no de arriba, y de los ciudadanos, no del legislador. La doctrina contraria me parece que conduce al aniquilamiento de la libertad y de la dignidad humanas.”

 

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE. Es profesor de Economía en la Facultad de Ciencias Económicas y Jurídicas de la Universidad Nacional de La Pampa y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

¿Qué país dejará el kirchnerismo?

Por Nicolás Cachanosky. Publicado el 28/4/14 en http://economiaparatodos.net/que-pais-dejara-el-kirchnerismo/

 

¿Debe el gobierno de CFK compararse con el 2001, con el 2003, o con el 2006?

En una de sus últimas apariciones por cadena nacional, Cristina Kirchner dijo que estaba dejando un país mejor del que recibió a sus sucesores. Las reacciones no se hicieron esperar. ¿Debe el gobierno de CFK compararse con el 2001, con el 2003, o con el 2006? La trampa estadística de referirse a la peor situación de la crisis no sólo vicia los resultados de cualquier indicador económico, sino que Néstor Kirchner no fue presidente recién hasta mayo del 2003. El panorama no es tan alentador para CFK si en lugar de tomar el inicio del Kirchnerismo, se toma el inicio de su presidencia en el 2007. La mayoría de las reacciones a los dichos de CFK, sin embargo, pasaron por alto el ámbito institucional, justamente donde más daño se hecho en la última década.

Antes de hacer un breve comentario sobre el deterioro institucional, es oportuno recordar algunos de los problemas de evaluar una presidencia única (o principalmente) en base a indicadores económicos. En primer lugar, no deja de ser curioso que este sea el punto de referencia no sólo del Kirchnerismo, sino también de la oposición cuando la credibilidad del INDEC es casi nula. Como si esto fuera poco, en las últimas semanas se han corregido sustancialmente indicadores centrales como el PBI, la inflación, se alegaron “problemas de empalme” para calcular pobreza e indigencia, y recientemente también se corrigieron los resultados de comercio exterior. Todos indicadores que el Kirchnerismo y autoridades del INDEC defendieron frente a estimaciones privadas que ahora, con una notable amnesia, reconocen al corregir los propios indicadores del INDEC.

En segundo lugar, la importante distinción conceptual entre crecimiento y recuperación. En economía no todo aumento del PBI es crecimiento. Crecimiento es un aumento en la capacidad productiva. Recuperación, en cambio, es un aumento del PBI luego de una caída hasta que alcanza su nivel potencial nuevamente. Crecer es ser más alto. Recuperarse es pararse luego de tropezarnos y caernos. Interpretar las tasas chinas de aumento del PBI como si fuesen únicamente crecimiento económico es un serio error de diagnóstico. Empujar con política monetaria (canalizado a través de política fiscal) el PBI confundiendo recuperación con crecimiento lleva a que, una vez alcanzado el nivel potencial de producción, comiencen a surgir presiones inflacionarias y pérdida de reservas por tener que importar la energía que no se puede producir localmente. Como ya he dicho en otra ocasión, esto no quiere decir que no haya habido crecimiento en Argentina, pero sí anestesia el entusiasmo ciego con el que el Kirchnerismo se refiere a las tasas chinas de aumento del PBI. Por lo tanto, bien podría afirmarse que la economía Argentina durante el Kirchnerismo se recuperó a pesar del Kirchnerismo, no gracias al Kirchnerismo. De lo contrario, ¿por qué tantos desequilibrios económicos?

Finalmente, es importante no confundir mejora en los indicadores económicos con tener una economía saludable. Que una economía saludable produzca buenos indicadores económicos no quiere decir que al ver buenos indicadores económicos podamos concluir que la economía se encuentra en buen estado. Aumentar el gasto y empleo público pueden mejorar estos indicadores, pero sería un error de diagnóstico concluir que la economía se encuentra sana y pujante. Lo importante no es la dirección que toman los indicadores económicos, sino el por qué se mueven. Estos problemas hacen que evaluar el desempeño económico del Kirchnerismo sea por lo menos ambiguo. Cualquier evaluación, a favor o en contra, puede encontrar sustento en dudosos indicadores económicos libres de ser interpretados de distinta manera.

En al ámbito institucional, sin embargo, hay pocas dudas del deterioro que ha producido el Kirchnerismo. Los indicadores institucionales cumplen un rol informativo distinto al de las variables económicas como el PBI o el desempleo. El marco institucional de un país (respeto a los derechos de propiedad, división de poderes, estado de derecho, etc.) determinan la situación económica de un país a largo plazo. Es decir, mientras la política económica puede tener efectos en el corto y mediano plazo, en el largo plazo lo que diferencia a las naciones ricas de las pobres no son sus políticas económias, son sus instituciones. Corea del Norte no tiene el desarrollo de Corea del Sur por problemas de política económica, el problema es institucional. Esto también quiere decir que los indicadores institucionales no marcan la situación económica presente de un país, marcan el camino que el país está tomando a largo plazo. Mientras el marco institucional define el nivel de desarrollo al que se converge, la política económica puede producir oscilaciones alrededor de esa tendencia, pero no definen la tendencia. No es casualidad ni capricho que los economistas insistamos tanto en los problemas institucionales de Argentina.

Es en esta materia donde el daño del Kirchnerismo es inequívoco. Existen distintas mediciones (lo más objetivas posibles) que ofrecen estimaciones y rankings sobre distintas áreas de calidad institucional. El siguiente gráfico muestra la posición relativa de Argentina entre los países rankeados de cinco indicadores. Es decir, cuál es la posición de Argentina en la tabla de posiciones donde 0 corresponde al primer ranking y 100 a estar en el último lugar. En el gráfico se puede ver la evolución del ranking en (1) el Index of Economic Freedom (Heritage Foundation and Wall Street Journal), (2) Economic Freedom of the World (Fraser Institute), (3) Índice de Calidad Institucional (Fundación Libertad y Progreso), (4) Corruption Perception Index (Transparency International) y (5) los tres resultados PISA [matemática, ciencia, y comprensión de texto] (OECD).

Ya sea que se CFK se quiera comprar con el inicio de su presidencia en el 2007 o con el inicio del Kirchnerismo en el 2003, los resultados dejan mucho que desar. En los indicadores económicos se ve que Nestor Kirchner no logró mejorar el ranking del país, ya ubicado en la mitad inferior de la tabla. Se aprecia, sin embago, un colapso a partir del 2007 cuando CFK asume su mandato. Actualmente Argentina rankea entre el 10% de los países con menor libertad económica. Nuevamente, esto no quiere decir que Argentina sea hoy un país pobre, pero sí marca tendencia de largo plazo. Esto también sugiere que la pérdida de libertad económica comezó antes del Kirchnerismo. El rechazo a las libertades económicas en la clase política trascienden al Kirchnerismo.

El Índice de Calidad Institucional (comienza en el 2007) también muestra un acelerado deterioro. La calidad institucional tampoco es un área donde CFK pueda alegar dejar un país mejor del que recibió.

Por último, la percepción de corrupción y el desempeño educativo en los exámenes PISA tampoco muestran mejoras importantes. Ni Nestor Kirchner ni CFK han logrado disminuir la percepción de corrupción. Se hacec dificil defender un gobierno que se mantienen en la mitad inferior del ranking en cuanto a percepción de corrupción. Los casos de Skanka, Ricardo Jaime, Ciccone, administración de trenes, y un sin número de situaciones patrimoniales inexplicables no contribuyen a la autoridad moral del gobierno que impone una presión fiscal cercana al 50% del PBI. Que el Kirchnerismo haya gobernado una décad con largo períodos de mayoría en ambas cámaras del Congreso les impone una responsabilidad mayúscula en este problema.

Los resultados PISA tampoco son alentadores. Ciertamente hay una mejora en la posición relativa en el 2009. Sin embargo, cuando se está tan abajo sólo se puede subir. Este aumento puede deberse a la incorporación de nuevos países que mejora la posicion relativa del país en la muestra sin que por ello haya mejoras educativas. Una buena política educativa no hubiese producido la caída en el ranking que se ve en el 2012.

El evaluar el gobierno Kirchnerista en base a indicadores económicas es quedarse con el árbol y perderse el bosque. Un país está formado por sus instituciones primero y por su economía después. Los efectos de las mejoras y de los deterioros institucionales llevan tiempo, pero no por ello son menos reales. Más allá de los costos económicos de corto plazo, el Kirhnerismo está dejando costos institucionales de largo plazo. La oposición que busca ser gobierno luego del Kirchnerismo no debe confundir movimientos económicos de corto palzo (convenientemente contrastados contra una crisis como la del 2001) con la tendencia a largo plazo que el marco institucional. El Kirchnerismo deja un país con un marco institucional en clara oposición al país que Argentina quiere y puede ser.

 

Nicolás Cachanosky es Doctor en Economía, (Suffolk University), Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE) y Assistant Professor of Economics en Metropolitan State University of Denver.

Crecimiento e inflación: 2001-2011

Por Nicolás Cachanosky. Publicado el 2/11/12 en http://www.economiaparatodos.com.ar/ver_nota.php?nota=4099

 ¿Ha crecido el país de manera «inédita» en los últimos 10 años? ¿Dónde estamos realmente?

La crisis del 2001 fue una de las más fuertes del país en los últimos años. En mi nota anterior hice referencia a la importancia de distinguir los conceptos de «recuperación,» «crecimiento» y «crecimiento sustentable» para entender el período 2001 – 2011. A diferencia de lo que pueden expresar algunos funcionarios públicos, la inflación es sumamente importante. ¿Ha crecido el país de manera «inédita» en los últimos 10 años? ¿Dónde estamos realmente? Y no menos importante, ¿dónde podríamos estar de habernos ahorrado la crisis del 2001? Para obtener más no sea una rápida respuesta a estos interrogantes propongo el ejercicio de calcular un PBI real no oficial y comparar el mismo con el PBI oficial y con cuál hubiese sido el PBI de habernos ahorrado la recesión de 1998 que culminó en la crisis del 2001.

 Veamos, antes, brevemente la relación entre PBI e inflación. El PBI no es otra cosa que el cálculo de «precio x cantidad» de todos los bienes y servicios de consumo producidos en el país a lo largo de un año. A su vez, el PBI puede ser expresado en términos nominales o en términos reales. El PBI real toma un año base y asume que los precios de ese año base se mantienen constantes. De este modo, si hay un aumento o caída del PBI real se debe exclusivamente a cambios en las cantidades producidas y no a movimientos en los precios. Es decir, el PBI real deja de lado la inflación al mantener el nivel de precios constante. El PBI nominal, en cambio, se calcula con los precios y cantidades de cada año. Por este motivo, si las cantidades producidas no se modifican, pero hay un aumento en el nivel de precios, el PBI nominal aumenta. Dicho de otra manera, en este caso el PBI aumenta en términos nominales (unidades monetarias) pero no en términos reales (medido en bienes).

 

Por definición, en el año base el PBI real y el nominal son iguales. Pero para otros años la diferencia entre el PBI nominal y el real se debe a distintos niveles de precios entre el año observado y el año base (la inflación acumulada). De este modo, el llamado deflactor del PBI es igual al PBI nominal/PBI real x 100. El deflactor del PBI se diferencia del IPC en que mide de manera implícita los precios de todos los bienes y servicios producidos, y no los de una canasta de consumo representativa. En ese sentido, el deflactor es más fiel a la definición de inflación según la cual la misma es un aumento sostenido en el nivel «general» de precios. El IPC, sin embargo, al ser el instrumento oficial de cálculo de la inflación es política y socialmente más sensible. Otra diferencia es que el IPC se puede relevar mes a mes, pero el deflactor del PBI es un número que muestra diferencias implícitas en niveles de precios cada cuatrimestre o año a año, pero no mensualmente porque no hay cálculos mensuales de PBI. Sin embargo, a pesar de estas diferencias, IPC y el deflactor del PBI se comportan de manera similar (salvo casos extremos de hiper-inflación, fuertes devaluaciones, etc.) Dada esta relación, se puede obtener una estimación del PBI real desde el PBI nominal siguiendo distintos estimadores de inflación.

¿Hay motivos para creer que el PBI real se encuentra sobrestimado por datos dudosos en el IPC? El siguiente gráfico muestra el PBI real oficial (color negro) junto al PBI real obtenido del PBI nominal pero usando el IPC oficial en lugar del deflactor (color azul). Al comparar las dos series vemos dos cosas importantes. En primer lugar, ambas series son muy similares hasta el 2005. En segundo lugar, el PBI real por IPC comienza a crecer más rápido que el oficial a partir del año 2006. Esto se debe a que la inflación según el IPC es crónicamente menor a la inflación calculada por el deflactor. Al transformarse el PBI nominal en real, se le quita menos inflación de la real, por lo que el PBI real muestra un cambio en cantidades mayor al real.

 

 

Este desvío confirma las sospechas sobre la veracidad del IPC oficial. Puede ser iluminador, entonces, estimar un PBI no oficial utilizando la inflación Congreso y comparar el mismo con el PBI oficial y la estimación del PBI sin la crisis del 2001. El siguiente gráfico muestra el PBI real oficial (color negro), el PBI estimado sin la crisis del 2001 (azul) y el PBI no oficial corregido por inflación Congreso (línea punteada). A menos que se sufra un shock, como puede ser un terremoto, un tsunami o una crisis externa, las crisis económicas no son problemas que se dan en uno o dos años de manera aislada. La crisis del 2001 fue la conclusión de la recesión que comenzó a manifestarse en 1998. No se puede explicar la crisis del 2001 sólo con los desmanejos de los años 2000/2001, hay que tener en cuenta las inconsistencia de la política fiscal de los años anteriores. Vamos a suponer, entonces, que Argentina converge en 5 años a partir de 1998 a la tasa de crecimiento promedio del mundo entre 1997 y 2011, 2.7% (que ya incluye la crisis financiera del 2008). Es decir, suponemos que Argentina en el mediano plazo no crece ni más rápido ni más despacio que el resto del mundo. Los primeros datos anuales de inflación Congreso corresponden al 2006. Por lo tanto, el PBI no oficial es igual al oficial hasta el 2005 y luego la línea punteada muestra el resto de su evolución.

 

 

Hay varias cuestiones a leer en este gráfico si aceptamos que más allá de las imperfecciones este PBI no oficial muestra un comportamiento más acorde al real de la economía Argentina que la que ofrecen los indicadores oficiales. En primer lugar, la crisis del 2001 fue sumamente cara. Si tomamos las tasas del crecimiento «inédito» como reales, entonces se tardaron 10 años en volver a la trayectoria de crecimiento promedio. Una década de vida dedicada a recuperar lo pérdido en 4 años. 14 años, en total, que se podría haber tenido un mejor nivel de vida económica a la que se tuvo. En segundo lugar, el «inédito» crecimiento Argentino posee un alto componente de «recuperación» a la trayectoria original. Es decir, no todo fue crecimiento, sino que una proporción importante es de recupero sobre la cual es difícil reclamar un reconocimiento de política económica. En tercer lugar, Argentina no sólo no ha sido capaz de volver a una trayectoria de crecimiento promedio del mundo, sino que los últimos 5 años muestran una tendencia sin crecimiento. Si la década del 80 fue la década perdida, ya hemos acumulado un lustro perdido. Si la actividad económica se desacelera (como varios indicadores ya dan cuenta), ¿se transformará este lustro en otra década perdida?

 ¿Que sucede con las tasas anuales de crecimiento del PBI real cuando ajustamos al mismo por la inflación Congreso?

  • Crecimiento promedio del mundo (1997 – 2011): 2.7%
  • Crecimiento promedio Argentina (1997 – 2011): 1.4%
  • Crecimiento promedio Argentina (2001 – 2011): 2.5%
  • Crecimiento promedio Argentina (2002 – 2011): 4.1%
  • Crecimiento promedio Argentina (2003 – 2011): 3.6%
  • Crecimiento promedio Argentina (2007 – 2011): 0.9%

 Estos datos son muy poco alentadores. En resumen, la mala política económica y la inflación han hecho que Argentina haya crecido en promedio menos que el mundo. En economía las variables relevantes son los valores relativos, no los absolutos. Crecer a una tasa menos a la promedio del mundo es sinónimo de decrecimiento económico en términos relativos. Es poco consuelo crecer al 1.4% cuando el mundo crece al 2.7%. Incluso tomando como punto de partido el año 2001 el promedio de crecimiento es meramente similar a la del mundo (incluyendo la crisis del 2008). Los únicos períodos que muestran un crecimiento mayor al promedio del mundo son 2002-2011 y 2003-2011 de 4.1% y 3.6% respectivamente. Sería, sin embargo, un error concluir por esto que el país creció más rápido que el mundo gracias a los Kirchner, parece más apropiado concluir que la tasa de crecimiento fue mayor a la del mundo a pesar de los Kirchner y más bien gracias a la productividad de sectores como el agrícola y las muy favorables condiciones internacionales. El 0.9% de promedio entre el 2007 y el 2011 no es otra cosa que el resultado de las políticas iniciadas por Néstor Kirchner y profundizadas por Cristina Kirchner. Más allá de las diferencias de modales y personalidades políticas que cada uno pueda presentar, no se puede decir que Cristina haya roto con aspectos centrales de la política económica de Néstor como el control de precios y uso político y fiscal del Banco Central.

 Este ejercicio de estimar un PBI no oficial haciendo uso de la inflación Congreso sirve para resaltas algunos aspectos importantes. Las crisis económicas son muy caras y la clase política Argentina no parece tomar consciencia del daño que hace al priorizar capital político de corto plazo por sobre estabilidad económica de largo plazo. La clase política que ha gobernado al país desde la vuelta de la democracia se ha mostrado incapaz ni de entender principios elementales de economía ni de aprender de errores del pasado reciente. La economía Argentina actual sufre de dolencias que no deberían tomar a nadie por sorpresa: control de precios e inflación son recetas de fracaso asegurado. Estas políticas pueden llevar a un estancamiento real y, lo que a hoy día puede ser un lustro perdido, fácilmente puede transformarse en década de insistir en profundizar el «modelo.»

Nicolás Cachanosky es Lic. en Economía, (UCA), Master en Economía y Ciencias Políticas, (ESEADE), y Doctorando en Economía, (Suffolk University). Es profesor universitario.