La infinita bondad

Por Carlos Rodriguez Braun: Publicado el 20/6/18 en: http://www.carlosrodriguezbraun.com/articulos/actualidad-economica/la-infinita-bondad/

 

Nuestra ingratitud no tiene límites, y persistimos en dar la espalda e incluso criticar a los que, en su infinita bondad, sólo piensan en nosotros y en nuestros derechos.

Tenemos la inmensa fortuna de que nuestro presidente sea Pedro Sánchez, que ha llegado a la Moncloa con el apoyo de gente estupenda, de los proetarras, de los nacionalistas que quieren romper España, y de la extrema izquierda admiradora de las dictaduras comunistas e islamistas. ¡Y encima nos quejamos! ¿Será posible?

Pero además, prestemos atención a la delicia de sus palabras, que son pura miel para cualquier oído mínimamente progresista. Ha dicho: “escuchar, dialogar y consensuar deben ser los tres pilares sobre los que se base la política del siglo XXI”. Todo en él es tolerancia y complicidad. Por eso habrá visto usted que con la conformación del nuevo Ejecutivo la palabra más utilizada en los medios fue “guiño”. Irritados se le han quedado los ojitos a nuestro nuevo líder preclaro de tanto guiñar aquí y allí.

Los guiños de Sánchez

Guiñó a Susana Díaz con el nombramiento en Hacienda de Montero —que hasta se apellida casi igual que Montoro— y, hablando de Hacienda, ha nombrado en Exteriores a Borrell, que es un guiño a cuatro bandas, nada menos. Fíjese. Primero, a los viejos del PSOE, porque indica que no quiere marginarlos a todos; segundo, a los socialistas no independentistas, que abandonaron el partido en masa; tercero, a los votantes de Ciudadanos con simpatías de izquierdas, a los que desea recuperar para el socialismo, demostrándoles que no está totalmente rendido ante el nacionalismo; y cuarto, a los de extrema izquierda, porque Borrell es la imagen misma de la persecución a los contribuyentes.

El propio Pedro Sánchez le contó a Expansión que quiere robarnos más que Rajoy. Como no puede decirlo así, porque no lo entenderíamos, se ha visto forzado a engañarnos. La clave es que nos creamos que esto de los impuestos no va con nosotros. De ahí la maniobra de subir 4 puntos el tipo máximo del IRPF para rentas superiores a 150.000 euros anuales, llegando al 52% en algunas autonomías. Dirá usted: es un desfalco grande como un chalé de lujo en Galapagar. Pues sí, señora, y prueba además que la izquierda no quiere descargar su sablazo fiscal sobre los millonarios, puesto que mucho antes de que usted sea millonaria, pero mucho antes, ya va a estar pagando el marginal máximo.

Sánchez desea hacerle creer a la gente que si gana menos de esa suma entonces no sufrirá con los socialistas en el poder. Allí mintió un poquito cuando proclamó: “mi compromiso es que a la clase media y trabajadora no le vamos a subir los impuestos”. La mentira estriba en que, aunque no suban los tipos marginales en el IRPF, el pueblo pagará más —si no lo hace no habrá manera de financiar el delirio socialista de subir el gasto público varios puntos del PIB.

Saqueo progresista

¿Cómo planea Pedro Sánchez esquilmar a las trabajadoras y que estas no se le amotinen? Por ejemplo, a través del bulo del “impuesto a la banca y a las transacciones financieras”. Naturalmente, eso lo pagará usted, señora, pero tiene un nombre bonito y no parece como si fuera a castigar a las personas corrientes. Tan corrientes como las que perderán la tarifa plana si son autónomas, o las que pagarán más a la Seguridad Social cuando las cotizaciones se “destopen” —otra palabra bonita.

En cambio, esa palabra tan fea, “desgravación”, irán a por ella los progresistas. Van a reducir aún más la desgravación a los planes de pensiones privados, con lo que en la práctica les subirán los impuestos a una multitud de mujeres de clase media, y a millones de trabajadoras las crujirán con “fiscalidad ecológica”, pero ¡qué bonito suena! Imagino que no será usted de esas reaccionarias que no quieren cuidar el medio ambiente. ¿Verdad que no?

Sigamos. Habrá más imposición sobre “el capital”, asquerosa palabra que en realidad se refiere a sus ahorros de usted, señora, a los suyos. Lo mismo que el “Patrimonio”, que harán todo lo posible por esquilmar, alegando que es muy mala la “competencia fiscal” —es curioso que los políticos defiendan la competencia salvo cuando son ellos los que compiten.

Habrá de todo, reforma laboral para aumentar el paro, esa criatura socialista por excelencia, y toda suerte de controles, regulaciones, multas y prohibiciones. Vamos, igual que la derecha. Y las explicaciones más cursis y más bobas que pueda usted imaginar, pero todas apuntando en la misma dirección: menos libertad.

Y nada de quejarse, señora. El propio Pedro Sánchez lo ha dicho: “No podemos tener un sistema fiscal de tercera para un Estado del Bienestar de primera”. Y ¿quién va a elegir el sistema fiscal de primera que nos merecemos? Él, claro. Si es que es una joya, el hombre, y nos quejamos de vicio.

 

Carlos Rodríguez Braun es Catedrático de Historia del Pensamiento Económico en la Universidad Complutense de Madrid y miembro del Consejo Consultivo de ESEADE

El impacto colateral de la guerra EE.UU. con China

Por Alejandro A. Tagliavini. Publicado el 10/4/18 en: https://alejandrotagliavini.com/2018/04/10/el-impacto-colateral-de-la-guerra-ee-uu-con-china/

 

Los políticos suelen ser voluntaristas. Así, Macri dijo que espera que la visita de Rajoy “ayude a convencer a los españoles… de que… no van a encontrar… un país que los reciba con tanto afecto”. ¿Afecto? Los capitales no se mueven por afecto, sino por eficiencia, gracias a Dios, de otro modo se perderían, se perdería el trabajo de todas las personas que intervinieron para juntar esos fondos. Los afectos son para cosas más importantes que el dinero.

El año pasado Macri fue recibido en España, precisamente, con mucho afecto… pero los capitales nunca llegaron, por suerte, ya que hubieran sido malgastados dado que, más allá de algunos sectores apalancados por el gobierno como la construcción -a un costo exorbitante que en su momento habrá que pagar-, el resto no es atractivo debido al “costo argentino” empezando por la carga fiscal.

Por caso, según la fundación Pro Tejer, una remera por la que el consumidor paga $ 100, tiene un costo de fábrica de solo $ 8.50, un 50.3% son impuestos, 9% se va en logística y comercialización, 12.2% se lo llevan los bancos, 12.7% se destina a alquileres, 4.8% es la rentabilidad de la marca y el 2.5% se va en publicidad y diseño. Este costo fiscal exorbitante explica que, en los shoppings, el 70% de la ropa sea importada. Claramente no conviene producir localmente y, por tanto, tampoco invertir.

El gobierno dice que la presión fiscal baja. Pero eso no se condice con la recaudación que, por ejemplo, en marzo aumentó 37% -exceptuado el efecto del blanqueo de 2017- respecto del mismo mes del año anterior, superando a la inflación -en torno al 25%- sumada al crecimiento del 4% anualizado, en el primer trimestre, según desliza el oficialismo.

Al mismo tiempo, confundiendo a la opinión pública, el oficialismo argumenta que este aumento de la recaudación se debe a la reactivación. A ver, el aumento está justificado sobre todo por el IVA Impositivo que creció 57.3%, contra marzo del año pasado, gracias a los dibujos ya que, parte de la percepción de “combustibles” y otras alícuotas, se computaron como IVA con lo que se agregaron unos 7 puntos.

Por cierto, aumentar las barreras aduaneras para que entren menos productos importados sería contraproducente y, entre otras cosas, presionaría hacia un aumento de la “inflación”, el IPC, al sustituir importados por productos nacionales más caros. Y la cosa no está para bromas. La “inflación” núcleo se disparó en marzo y podría llegar al 2.8% en CABA por encima del nivel general del 2.35%, según FIEL.

Y en esto podría impactar la guerra comercial entre China y EE.UU., bajando los precios en Argentina a costa de aumentar las importaciones. Trump está asustado porque el déficit comercial con China creció el año pasado 8%, hasta los US$ 375.200 M. Aunque Beijing tiene otra versión: el superávit con EE.UU. es de US$ 275.810 M, un récord pero menor (en US$ 100.000 M) a lo calculado por Washington. El comercio con la primera potencia mundial generó el 65% del superávit comercial chino global.

 

Así, Trump ha empezado su guerra comercial contra China, pero sin toda la artillería. Según Standard & Poor´s, los aranceles que aplicaría EE.UU. afectarían al 12% de los productos chinos, con lo que suena más a una estrategia negociadora cuyo objetivo es reducir el déficit en US$ 100.000 M. Beijing contraataca donde puede hacer más daño. La agricultura generó más de 19.000 M en exportaciones hacia China en 2017. La segunda mayor partida son aviones comerciales, con 16.260 M, seguida por los automóviles, con 10.500 M. Estas tres categorías serían aranceladas por China en caso de que Trump acabe por oficializar esta nueva ronda de aranceles contra productos de alta tecnología chinos.

Así las cosas, el riesgo real de una guerra comercial es bajo y con poco impacto en Argentina, pero podría derivar hacia otro lado. Según Bloomberg, el gigante asiático no descartaría una futura devaluación del yuan lo que impulsaría la exportación, aunque también conllevaría otros riesgos. Entre ellos, estarían los relacionados con el pago de la deuda de las empresas locales y sus efectos devastadores en los mercados, como sucedió en el verano de 2015 y, además, alimentaría una respuesta más dura por parte de las autoridades estadounidenses.

Beijing, que había devaluado el yuan en varias ocasiones durante 2015 y 2016, se comprometió a no utilizar la guerra cambiaria. Pero desde la llegada de Trump a la presidencia de EE.UU., el yuan acumula una subida del 9% contra el dólar.

En fin, si resulta cierto, como informa Bloomberg, que las autoridades chinas estarían analizando el efecto del uso de la divisa como herramienta de negociación con EE.UU. y las implicaciones futuras de la devaluación de la moneda ante cualquier impacto comercial, lo cierto es que una devaluación del yuan contra un peso -ya sobrevaluado- provocaría una mayor inyección de productos chinos en Argentina.

 

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.