DE LA QUANTA CURA A QUERIDA AMAZONIA, EL MISMO PROBLEMA: LA NO ACEPTACIÓN DE LA MODERNIDAD.

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 18/2/20 en: https://gzanotti.blogspot.com/2020/02/de-la-quanta-cura-querida-amazonia-el.html?fbclid=IwAR0QiHV3VPsltCQKMwoxpUvb-NmirJghoQJJNyV_aGqpnRB0hutGZPaQzFk

 

Sí. De 1864 a 2020, casi lo mismo. El mundo moderno sigue siendo el enemigo para gran parte de los pontífices, y lo terrible es que hacen de ello su magisterio.

De la Quanta cura casi todos se han olvidado, pero es esencial para entender el paso que tuvo que dar el Vaticano II. Allí Pío IX rechazó en bloque al “mundo moderno”, que él identificaba con los imperios napoleónicos. EEUU, como si no existiera. El que sí existió fue Mons. Dupanloup, que no sólo produjo el milagro de una aclaración “liberal” por parte de Pío IX (el elogio de la carta de Dupanloup) sino que inspiró algunas aclaraciones posteriores de León XIII con las cuales los pontífices (fíjense que no digo “La Iglesia”) pudieron manejarse con prudencia en ese mundo “moderno culpable excepto se demuestre lo contrario”. La clave era la incomprensión, la no aceptación, de la institucionalidad republicana, la incomprensión de la evolución de las instituciones inglesas, y sobre todo la NO distinción entre Iluminismo y modernidad. Claro, con Pío XII las cosas comenzaron a cambiar, y con Juan XXIII y el Vaticano II se dio un cambio importante en la aceptación de ciertas cuestiones esenciales de la Modernidad asumidas desde el Catolicismo: la laicidad del estado, la ciencia moderna, la libertad religiosa.

Pero cuáles eran las bases filosóficas de esa aceptación, no era fácil. Los teólogos y filósofos católicos  más importantes no se lucían al respecto. Gilsón y Fabro, a pesar de su genialidad metafísica, siguen convenciendo a generaciones enteras de que el mundo moderno es filosóficamente perverso en sí mismo, porque Descartes sería el inicio del idealismo absoluto que concluye en el ateísmo de Hegel. He allí la tesis de Fabro que pasó a ser casi un dogma de fe para los tradicionalistas. Cómo ir de allí al Vaticano II (esas tesis fueron redactadas en los 50), ah, he allí el misterio. Incluso Maritain, que tuvo que re-inventar la democracia a partir de Bellarmino, Suárez y las pequeñas ventanitas que había dejado abiertas León XIII, jamás dejó de condenar al mundo moderno en bloque identificado con las peores interpretaciones de Descartes, Lutero y Rousseau. Las instituciones anglosajonas brillaban por su ausencia hasta 1958, donde el gran pensador francés logró darse cuenta de que EEUU era otra cosa, sin insertar ello, sin embargo, en una articulación filosófica coherente.

Los católicos más bien tradicionalistas en cuestiones de Fe se formaban en esa perspectiva. No Maritain, que les parecía muy de avanzada (Maritain “de avanzada”: Dios mío….) sino una mezcla interesante entre la tesis de Fabro y manuales de filosofía de la naturaleza que ponían el inicio de la ciencia moderna en el nominalismo del s. XIV, aunque le rescataban la parte “técnica”. En medio de ello algunos como Honen,  Selvaggi o Jolivet trataban de fundar la ciencia moderna en las perlas dejadas por Santo Tomás pero “por afuera”, como “arreglando” algo mal planteado desde el principio.

O sea que el mundo moderno, filosófica y científicamente, era irredimible. ¿Derechos individuales? Ni hablar. O, mejor dicho, de eso sí habían hablado católicos como Montalembert, Lacordaire, Rosmini, Lord Acton, pero todos ellos habían quedado sumergidos por las condenas cuasi dogmáticas de Gregorio XVI y Pío IX. De ellos no se hablaba. Las vacunas democráticas de los católicos eran casi nulas, y así cayeron, desde Pío XI para abajo, en las garras de los fascismos europeos, excepto Maritain, como vimos, aunque, como vimos también, de milagro.

Cómo fue posible que de esa armadura antimoderna saliera el Vaticano II es increíble. Ratzinger/Benedicto XVI, uno de los pocos que  tenía una visión positiva de la modernidad y de los EEUU, lo explicó el 22 de Diciembre del 2005, pero hoy nadie se acuerda, por supuesto. Los padres conciliares, guiados por su sentido común más que por sus manuales de filosofía, se daban cuenta de que EEUU no era igual a Napoleón, de que la Libertad religiosa no era igual a indiferentismo, de que la ciencia moderna no era igual a nominalismo. Tal vez lo mejor de Santo Tomás pesó en ellos e hizo el milagro: la autonomía relativa del orden natural implicaba tanto el desarrollo de la ciencia como la laicidad del estado, y los horrores de la guerra, la ley natural de Santo Tomás, más Pío XII y Juan XXIII, los inclinaron a hablar de los derechos personales.

La clave era que por primera vez en su historia un pontífice, Pablo VI, firmó documentos donde la institucionalidad democrática y lo mejor de la modernidad eran aceptados, y a pesar de que no entendía la economía de mercado, alabó el desarrollo de los pueblos en clave católica.

Pero tampoco significó gran cosa.

Desde los 50 comenzó una nueva teología donde la distinción entre lo natural y lo sobrenatural era criticada. Toda la razón, si por distinción se entendía separación o semipelagianismo. Pero no quedó claro, y avanza una teología política donde la salvación comienza de algún modo con el progreso de los pueblos, donde lo natural y lo sobrenatural se funden. Y algunos pensadores, siempre dispuestos a “dialogar” con Marx y Hegel, excepto, por supuesto, con el liberalismo político y económico, le agregan a ello el análisis marxista de la lucha de clases y…. Y Gustavo Gutiérrez dijo, hágase la teología de la liberación, y se hizo. Pero fue también un proyecto anti-moderno, si por modernidad se entiende un proyecto político de libertad. Lo que antes era Franco, ahora lo era Fidel Castro. Ambos eran el cielo en la Tierra, uno de derecha, el otro de izquierda, pero en ambos el enemigo es la modernidad. El cielo en la Tierra de izquierda fue el camino que comenzaron a recorrer los obispos latinoamericanos (si alguno se opuso, no se escuchó) desde Medellín a Aparecida. Juan Pablo II y Ratzinger intentaron frenarlo pero lo único que cosecharon fueron odios que duran hasta hoy. Hoy Gustavo Gutiérrez vive en el Vaticano II como si fuera San Juan de la Cruz resucitado.

Mientras tanto, los católicos tradicionalistas y-o conservadores no se quedaban atrás en sus diatribas antimodernas. Algunos, de manera a-sistemática, comenzaron a hacer una mezcla interesante. Primero, como dijimos, para ellos Maritain ya era muy de avanzada, así que saquen sus propias conclusiones. Pero además unían el diagnóstico de Fabro sobre la modernidad con el diagnóstico de Heidegger. No era difícil, porque los mismos coqueteos lo hacían en filosofía. El odio visceral de Hiedegger hacia lo moderno, a Descartes, a la “razón” moderna (excepto que toque a Santo Tomás, por supuesto), sus críticas contra la técnica y la ciencia, ellos lo compraban in totum y no tenían problema en mezclarlo coherentemente con su odio a la modernidad, perfectamente inoculado por Fabro y Gilsón. El rescate de autores como Rosmini o la fenomenología de Husserl era para ellos inconcebible (por eso quedaron en silencio total ante la canonización de Edith Stein, que “para colmo” era judía….). Pero además agregaban algo más a ese plato para ellos tan apetitoso: una versión católica de la Escuela de Frankfurt. O sea, la modernidad es una razón que lleva la dominación, a la tecno-ciencia  anti-humana. Modernidad es igual a positivismo, a razón instrumental, a alienación. Agreguen a ello la teoría de la explotación marxista, que muchos conservadores también compraron (a pesar de creerse “profundamente” anti-marxistas) y ya está, el combo ya está completo.

Un ejemplo muy importante, ya veremos por qué, es Romano Guardini y su libro “El fin de los tiempos modernos”. El libro es de 1958, fecha muy interesante a fines de cómo fue posible el Vaticano II. La visión de la modernidad es apocalíptica, casi copiada de Adorno y Horkheimer. La modernidad es inmanentismo, es el fin de la trascendencia, es el dominio in-humano de la técnica. Ninguna otra visión tiene Guardini de la ciencia, la técnica y la política de la modernidad. Y es el fin, porque ese mundo moderno terminará en la total autodestrucción.

¿Y en quién influye enormemente Guardini? En Jorge Bergoglio (1). El actual poderoso pontífice, en el año que pasó en Alemania, intenta hacer una tesis sobre este aspecto de Guardini. No la pudo terminar, pero sus trazos fundamentales se ven en Laudato si. El capítulo III de esta última tiene seis importantes citas del libro de Guardini: la 83, 84, 85, la 87, la 88 y la 92. Ahora se entiende bien la contraposición bergogliana entre ecología y modernidad. No es simplemente que no entienda nada de economía de mercado. Es que el desarrollo, la técnica, es para él la razón instrumental, dominante, alienante, que es exactamente la visión que Marx tiene sobre el capitalismo. Por eso Querida Amazonia, sobre todo en sus primeros capítulos, no sale de los guionistas de la película Avatar. El capitalismo, dominante, alienante, con sus “excusas” de libertad, avanza sobre la pureza de los pueblos originarios, que para los teólogos de la liberación y del pueblo (Bergoglio y sus profesores argentinos) parecen estar excluidos del pecado original. Por haber nacido en supuesta armonía de la naturaleza, no contaminada por la técnica occidental, son más buenos. Son el buen salvaje roussoniano a los cuales hay que salvar de la sociedad capitalista. Cómo salvarlos y al mismo tiempo solucionar sus carencias económicas, ah bueno, todo consiste en que un buen gobernante católico (¿Lula tal vez?) les de lo que necesite, porque la escasez se supera simplemente con el estado proveedor. ¿Aún no lo entienden?

Mientras tanto, los “tradis” se quedaron contentos, porque para ellos el problema principal, la NO ordenación de los viri probati y el sacerdocio femenino, quedó resuelto a su gusto. Ya está. Con tal de que “eso no”, todo lo demás sí. Y allí están comentando felices este “gran documento”, porque, total, tiene todo lo que ellos bebieron siempre: el odio a la modernidad.

Mientras tanto, los católicos que pensamos que el mercado es compatible con la ecología y con la Fe, al ostracismo.

Nosotros somos las verdaderas catacumbas. 

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(1) Agradecemos a Mark Stahlman esta referencia, que no lo compromete en nuestra interpretación. 

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación. Publica como @gabrielmises

MARXISMO CULTURAL Y ESCUELA DE FRANKFURT.

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 19/8/18 en: http://gzanotti.blogspot.com/2018/08/marxismo-cultural-y-escuela-de-frankfurt.html

 

Nunca necesité basarme en nadie para hablar del marxismo cultural. Hace mucho que vengo diciendo que la teoría de la explotación de Marx es un horizonte de pre-comprensión generalizado, y es eso lo “cultural” según la hermenéutica.  Casi todos son marxistas sin darse cuente; lo más trágico es la cantidad significativa de intelectuales que dicen no serlo “excepto” en “la parte de verdad” de Marx, a saber, que el capitalismo es inexorablemente explotador.

Por lo tanto, los nuevos “colectivos explotados” que han surgido –los pueblos originarios, las mujeres, los gays, trans y lesbians, etc- son una nueva versión del marxismo cultural. Por eso siempre digo, sobre todo a mis amigos católicos que dicen no ser marxistas: si no estudias al individualismo metodológico, si no estudias la refutación de Bohm-Bawerk a la teoría marxista de la explotación, si no lees a Mises y Hayek al respecto, caerás en el marxismo de manera total, y, por supuesto, en las contradicciones más terribles con tu supuesto catolicismo.

Pero la Escuela de Frankfurt no tiene que ver con eso. El único que formó parte de un movimiento disolutivo de valores, con una interpretación ridícula de Freud, es Marcuse. Los fundadores, Adorno y Horkheimer, cuyo gran libro, La dialéctica de la Ilustración, es de 1944, no tienen nada que ver con un movimiento revolucionario estalinista. Para ellos la razón del Iluminismo tenía una dialéctica (Hegel) intrínseca: al querer emancipar a la humanidad, la oprime y la oprimió. Todo el resultado del Iluminismo, que para ellos es el capitalismo industrial, el nazi fascismo y la Unión Soviética, todo ello es una muestra de cómo la razón humana, pretendiendo liberar, se ha convertido en el monstruo opresor. Y no hay salida. No proponen ninguna revolución. La razón cayó en su propia negación, y listo. El único de ellos que propuso una salida fue su joven discípulo Habermas, quien en Teoría de la acción comunicativa (1984) habla del diálogo como el único resultado positivismo de la razón ilustrada.

Las advertencias de otro gran pensador de la Escuela de Frankfurt, E. Fromm, sobre la alienación, son importantísimas y deberían ser más estudiadas por los liberales, independientemente de que Fromm haya pensado que el capitalismo es intrínsecamente alienante. No, no lo es necesariamente, pero una sociedad liberal es una sociedad donde puede darse la alienación, lo cual explica por qué luego sus masas, alimentadas como los tripulantes de Wall – E, quieren cualquier cosa, votan cualquier cosa, tal cual diagnostica y predice Ortega en La rebelión de las masas.

Los liberales deberían dialogar más con la Escuela de Frankfurt, porque Hayek también fue un crítico acérrimo del abuso de la razón, de la Revolución Francesa, del Constructivismo. La gran ventaja de Hayek es que, al haber sido vacunado por Mises contra Hegel y Marx, pudo hacer una crítica de la razón ilustrada que no cayera en la condena al capitalismo de los frankfurtianos, porque Hayek pudo distinguir, como Popper, entre razón y razón crítica, entre el racionalismo y la razón que sabe sus límites. Feyerabend, otro gran libertario, saca las coherentes conclusiones de La Sociedad Abierta de Popper, y llega a la unión entre estado y ciencia como el gran error de la Ilustración, y propone la separación entre ciencia y estado como la Nueva Ilustración que aún no ha llegado en absoluto. Si los que leen aún con nostalgia a Adorno y Horkheimer leyeran a Feyerabend, verían que la razón no tiene una dialéctica intrínseca, sino que tiene una salida en una razón que se da cuenta de la profundidad de lo real, y que la ciencia es sólo uno de las perspectivas para su análisis.

 

Por ende hay que seguir denunciando al marxismo cultural pero con más respeto hacia Adorno y Horkheimer, quienes tenían, tal vez, una mejor interpretación de Marx que la que tuvieron Lenin, Stalin o Mao. Y encontrar en el tema de la alienación, y en las denuncias de Hayek y Feyerabend a la razón racionalista,  un muy buen punto de encuentro.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

SE HA QUEBRADO EL PACTO POLÍTICO

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 12/8/18 en: http://gzanotti.blogspot.com/2018/08/se-ha-quebrado-el-pacto-politico.html

 

El pacto político no tiene nada que ver con las teorías contractualistas, que por lo demás no sé si alguna vez existieron como las presentan sus críticos. Esto es, no creo que nadie haya pretendido decir alguna vez que la sociedad humana es un conjunto de individuos que estaban lo más bien solos, hicieron un curso de Public Choice y luego decidieran unirse para defenderse mejor de algún atacante externo y-o porque decidieran que era la mejor manera de administrar ciertos bienes públicos.

El pacto político tiene que ver con un momento constitucional decisivo, que implica un consenso tácito sobre las obligaciones políticas, la limitación del poder y los derechos individuales que esa constitución va a proteger.

Me parece que el único pacto político realmente tal fue la Constitución de los EEUU. Los demás fueron intentos de imitación, muy buenos, algunos.

El pacto político garantiza la convivencia pacífica entre todos los ciudadanos, precisamente porque ese pacto presupone un horizonte cultural que los hace pre-suponer ciertos derechos en común.

Lo peculiar y extraordinario de los EEUU fue que su gran diversidad cultural pre-suponía que los individuos se reconocían los unos a los otros la libertad religiosa, de asociación y de expresión, que les garantizaba mutuamente su derecho a vivir según su propia conciencia, sin que nadie pudiera imponer sus convicciones a los demás.

Por ello, “……………Congress shall make no law respecting an establishment of religion, or prohibiting the free exercise thereof; or abridging the freedom of speech, or of the press; or the right of the people peaceably to assemble, and to petition the Government for a redress of grievances”.

Ahora bien, los “colectivos” de las ideologías totalitarias impiden el pacto político. Si un grupo de personas se cree representante de “la clase explotada”, o “la nación”, “el pueblo”, “la raza” (versiones diversas de la clase explotada) entonces obviamente NO admitirá en los otros, en los opresores, en los traidores a la patria, en los traidores a la raza o al pueblo, ningún tipo de libertad de expresión. Son los enemigos de un esquema intrínsecamente revolucionario.

Cuando Lenin lleva todo ello a su cruel revolución, al menos es coherente. No pretende imitar a los EEUU por fuera y ser totalitario por dentro.

Pero cuando en una democracia constitucional, gobierno u oposición se creen representantes de esos colectivos, surge una “grieta”, como aquí decimos, inevitable, esto es, se corta la gobernabilidad del sistema, y obviamente desaparecen los derechos individuales a la libertad de expresión y religiosa. Los otros ya no son ciudadanos que piensan diferente bajo el consenso de un mismo pacto político, sino que son los enemigos que hay que destruir. Y ello pasa al lenguaje: las disputas son violentas, son ellos o nosotros, se da el insulto, la manifestación violenta callejera, y el perseguirse mutuamente con un sistema judicial que ha degenerado hacia nuevos “derechos del explotado”: a no ser discriminado, a no ser ofendido, a no padecer el discurso del odio del otro, etc.

Por eso la Argentina no logró nunca un pacto político estable, y especialmente a partir de Perón, donde el antiperonista es el explotador que se opone a los derechos del pueblo. Perdón sabía perfectamente que lo suyo era incompatible con cualquier tipo de república constitucional. Por eso los peronistas más coherentes, por izquierda y por derecha, ven en la Constituciòn de 1853 (un fallido intento de imitar a EEUU, mal por fallido, bien por intento) una estructura “burguesa”, digna de las oligarquías locales adheridas al imperialismo yanqui.

Con esto se entiende bien, espero, que los nuevos colectivos explotados, esto es, las feministas radicales, los gays, los trans y los pueblos originarios contra el hetero-patriarcado capitalista explotador, quiebran el pacto político. Ellos no se consideran a sí mismos (como si lo hizo Martin Luther King) ciudadanos de una república liberal que plantean su derecho a la libertad de expresión, su derecho a la intimidad, su derecho de propiedad y de asociación, como cualquier otro ciudadano. Si esa fuera su lucha, son sencillamente parte del liberalismo clásico. Pero no: ellos creen que los que los demás somos miembros del hetero-patriarcado blanco capitalista explotador. Por ende, ¿por qué reconocernos libertad de expresión? No, debemos ser callados y prohibidos, porque nosotros, con nuestra sola presencia, odiamos y discriminamos violando estos nuevos y singulares “derechos”.

Se ha quebrado el pacto político. Tengamos conciencia de ello. Está pasando en EEUU, cosa especialmente terrible, porque es su origen, pero allí aún hay resistencias para “volver”. Los demás, que nunca “comenzamos”, ¿cómo vamos a explicar lo que sucede? Y los católicos, que aman, en público o en secreto, a Fidel Castro, Franco o Mussolini, ¿qué libertades van a defender cuando estos auto-considerados explotados intenten quitárselas? ¿Por qué van a defender libertades individuales que les son extrañas a su discurso, excepto se conviertan en los herejes del Instituto Acton?

Se ha quebrado el pacto político y por ello vamos muy mal. Lo terrible de la ley del aborto que estuvo a punto de sancionarse no era tanto el tema de la despenalización, sino el avance de una práctica obligatoria para los institutos privados. Lo mismo rige para la educación sexual, y lo mismo se viene ya para el uso de pronombres neutros. Lo que estos nuevos explotados quieren es que respetemos sus supuestos derechos so pena de ir presos. Y que aún demos gracias que no vamos directo hacia nuevas guillotinas.

Si no vemos bien este diagnóstico, los nuevos explotados nos pasarán por encima sin que siquiera sepamos por qué. Que nos pasen por encima, ok. Finalmente, en el mundo de Caín, el que tiene la fuerza es el que avanza. Bajar de un tiro a los que estamos parados sobre la primera enmienda de los EEUU, es morir dignamente como un samurai. Pero que bajen de un tiro a gente parada sobre su odio al liberalismo clásico, es otra cosa. Es matar a quien podría haber sido un aliado, que sólo pide libertad para su propio autoritarismo.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

DECÁLOGO DEL ANTI-LIBERAL MILITANTE.

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 7/5/17 en: http://gzanotti.blogspot.com.ar/2017/05/decalogo-del-anti-liberal-militante.html

 

  1. El liberal es una persona detestable que sólo defiende los intereses del capital. Por ende defiende al capitalismo despreocupándose totalmente de los pobres, los excluidos y los explotados por el sistema.
  1. Por ende al liberal no le interesa la ecología, la protección del medio ambiente, ni los derechos de los pueblos originarios ni los reclamos de las diversas minorías explotadas por el sistema.
  1. El liberal es un violento que defiende las dictaduras que imponen al capitalismo y violan los derechos humanos.
  1. Por lo tanto, un liberal que sea una buena persona es algo imposible. La única opción que queda es que sea un tonto, un pobre imbécil.
  1. El liberal es realmente aliado de los intereses corporativos que explotan a los pueblos. Por ende al liberal le conviene negar las reales conspiraciones del capitalismo internacional, que además son las que le pagan por su detestable existencia.
  1. Por ende toda honestidad intelectual es imposible en un liberal.
  1. Si el liberal dice que le interesa la ecología, el medio ambiente, la pobreza, miente.
  1. Al liberal no le interesa la real libertad de expresión. Sólo le preocupa que los medios concentrados alienen y confundan a los pueblos.
  1. Si un liberal gana las elecciones, es que ha engañado y alienado al pueblo. Si las pierde, es que el pueblo tuvo conciencia de clase y rechazó su detestable prédica materialista.

 

  1. No puede haber amistad con un liberal. Dados los nueve puntos anteriores, es imposible.

 

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

Pueblos originarios: una historia diferente. La tribu Seminole es dueña del Hard Rock Café!

Por Martín Krause. Publicado el 14/9/14 en: http://bazar.ufm.edu/pueblos-originarios-una-historia-diferente-la-tribu-seminole-es-duena-del-hard-rock-cafe/

 

En los últimos años se ha multiplicado el interés por los derechos de los ahora llamados “pueblos originarios” y en algunos países de América Latina se han creado programas gubernamentales con distintos subsidios para estos grupos.

Quisiera ahora mostrar una historia diferente. Se trata la de los de la tribu Seminoles, de la península de Florida. ¡¡Tal vez pocos sepan que son los propietarios del Hard Rock Café!!

Hard Rock

Esta tribu no solamente muestra un notable espíritu emprendedor sino que, además, quieren ser parte de la globalización y competir en todo el mundo.

Esto es lo que se comenta en la página: http://www.hardrock.com/corporate/ownership.aspx

“Una y otra vez, la Tribu Seminole de Florida ha demostrado su capacidad para fortalecer su posición en este mundo cambiante. Un gobierno soberano con un Consejo Tribal electo, la Tribu Seminole ha obtenido notables éxitos desde que se convirtió en la primer Tribu India de los Estados Unidos en abrir salas de bingo en 1979. En 2004, la Tribu Seminole abrió dos hoteles Hard Rock y Casinos en Florida. Con la compra de la marca Hard Rock en 2007, la Tribu Seminole de Florida ha sumado el prestigio de una de las marcas más respetadas mundialmente.”

“Es el matrimonio perfecto de dos espíritus similares. Como los Seminoles, la filosofía de Hard Rock ha estado siempre basada en fuertes valores, incluyendo la importancia de ser auténticos e independientes y un servicio compartido de preservar nuestra naturaleza y proteger el planeta. Sobre la base de su rica tradición de coraje y logros innovadores, la Tribu Seminole de Florida está en posición de expandir sus horizontes aún más, a todos los rincones del planeta.”

No solamente hacen buenos negocios, también mantienen la política de beneficencia de Hard Rock Café. Esto dicen en su página:

“Desde 1971 nuestra misión en Hard Rock ha sido “hacer el bien haciendo las cosas bien” en nuestras comunidades, tanto locales como globalmente.”

Las causas que apoyan están relacionadas con sus lemas: “Tómate tiempo para ser bondadoso” (humanitarios); “Salva el Planeta” (ambientalista) y “Todo es uno” (industria del entretenimiento)

 

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

La libertad es Israel

Por José Benegas. Publicado el 13/7/14  en: http://josebenegas.com/2014/07/13/la-libertad-es-israel/

 

La soberanía es el imperio que un gobierno ejerce sobre un territorio. Un gobierno es un monopolio de la fuerza, no un comprador en el mercado. Quiero decir con esto que la soberanía no es derecho de propiedad. Es un ámbito en el que un aparato de fuerza recauda recursos de modo compulsivo y ejerce unos actos más o menos favorables a la existencia de los verdaderos derechos de propiedad que pertenecen a los individuos o a las asociaciones voluntarias de individuos.

La confusión entre estos dos conceptos (soberanía y propiedad) lleva a cosas como el mito de los “pueblos originarios fueron robados”. Fueron conquistados no robados, hubo una agresión, pero los gobiernos originarios no eran más dueños que los no originarios del territorio, simplemente se sucedieron en el ejercicio del poder, en la violación de los derechos de sus “súbditos”, sin un acuerdo. Como esa soberanía preexistente era de naturaleza colectivista, los derechos de propiedad de originarios o no originarios empezaron después de aquella conquista en algún momento y toda la teoría de la restitución no es más que un galimatías ingenioso para obtener privilegios abusando del estado “europeísta” y con sustento en criterios raciales, por definición colectivistas.

Pero esas teorías no son el tema de esta reflexión. Todo en materia de fronteras es una arbitrariedad que responde a una situación política no exenta de grandes injusticias y hasta mala fe. No hay un derecho internacional desarrollado como el derecho civil, porque las unidades del derecho internacional no son individuos pacíficos comerciando, sino órganos políticos dominantes, recaudadores y mistificadores. A lo único a lo que se puede aspirar con el derecho internacional es al mantenimiento de la paz.

Para alguien interesado en los derechos individuales, que no tienen nada que ver con los “derechos de los gobiernos a gobernar”, que un estado tenga un pedazo de territorio y otro se lo saque, por si mismo no significa nada relevante. Lo único importante es cómo está la población que está en ese territorio antes y después del hecho. Pero hay que agregar el costo del cambio. Los aliados no eran dueños de Alemania cuando entraron a liberar a Europa (en parte), aplastaron una soberanía, pero defendieron derechos en la parte occidental.

Noto que cuando se habla de la situación de Israel con sus vecinos se olvida esta cuestión. Israel es el país civilizado en esa región, el país que respeta a su población autóctona o inmigrante. Siempre es mejor para el derecho, si es lo que nos interesa, estar adentro que afuera de Israel en esa zona. Del mismo modo que se tienen más derechos en los estados “europeístas” de América que bajo el imperio Inca, se sea originario o importado.

¿Perfección? Hablamos de un gobierno, de un estado. No, no hay perfección. Cuando alguien la encuentre me avisa, quisiera conocerla. Hablo de alternativas.

A los efectos de que la gente en concreto sea libre, los derechos de los gobiernos no interesan en absoluto, sino solo cómo son esos gobiernos. Lo que postulo en base a esto es un relativismo total en materia de soberanía. No pasa por ahí el problema de la libertad. En particular esa región es en materia de “títulos” imposible de arreglar, lo único que se puede lograr es consolidar las situaciones de hecho y tornarlas estables mediante acuerdos.

La paz es importante, de manera que hay lugar a discusiones sobre “títulos” para evitar problemas innecesarios. Pero la paz puede ser dejada de lado por la libertad.

Ahora bien, quienes estén esperando que Israel represente la perfecta libertad y conducta intachable, cuando encima está rodeada de enemigos, caen en un infantilismo imperdonable. Lo único que se consigue adoptando esa actitud es que el defensor disponible de la libertad disponible, esté en una permanente desventaja respecto del enemigo declarado y total de la libertad. El infierno en la tierra es la única consecuencia que yo conozco de la búsqueda del paraíso en la tierra.

No entiendo por ejemplo por qué alguna gente puede darse cuenta de que no es importante de quién son las Malvinas, sino en función de los derechos de sus habitantes, pero lo trasladan a otro lugar del planeta y no siguen el mismo razonamiento. Porque si hablamos de títulos, los de Inglaterra no existen. No importan, pero no existen.

La otra cuestión indispensable de aclarar es el alcance del derecho de defensa. Si Israel tuviera un objetivo como conquistar un puerto y para eso disparara, eso estaría mal. Hay gente que agregaría “a inocentes”. Pero en un acto de esa naturaleza inocentes son todos, también los soldados del país atacado, porque no son agresores. Otros agregarían “a civiles”, pero el problema es el mismo. No se pueden atacar ni culpables ni inocentes, ni civiles, ni militares, si ellos no nos agreden.

“Inocente” en materia de guerra es un término demasiado impreciso. Por eso hablo de “no agresores”. Responderle a unos agresores está bien. Atacar a unos no agresores es una agresión, está mal. Mucha gente es todo lo que quiere saber. Listo, la vida parece fácil, ser bueno es simple. Le preguntamos al iPad si murió algún no agresor y entonces condenamos a quién le hubiera disparado. Pero no es tan sencilla la cosa y esta es la parte en la que los que no soportan no vivir en las nubes me acusarán de justificar la agresión ignorando los argumentos que voy a dar para determinadas circunstancias. Para los puros lo gris no tiene solución, ignoran los dilemas.

En la vida no nos encontramos sólo con lo que está bien y lo que está mal, es aplicable acá lo que decía del infantilismo de pedirle perfección a un gobierno en lugar de compararlo con sus alternativas.

La vida es el principio de todo conocimiento, de toda ética, de toda filosofía ¿La vida en un sentido colectivista? No la vida nuestra. Somos individuos que queremos vivir, el máximo valor es la propia vida y los únicos que podemos determinar en qué circunstancias vale la pena entregar la vida por otro, somos nosotros. De otro modo nuestra vida estaría supeditada al bien de otro o de otros y lo que sigue es el colectivismo. No tiene ninguna importancia si el otro o los otros son culpables o inocentes o de qué cosa sean culpables o inocentes si esta es la alternativa.

Ya lo expliqué antes pero quiero reforzarlo. Nadie está obligado a preservar la vida de otro si eso se opone con claridad y no con vaguedad, a la propia supervivencia. Esta afirmación subsiste mientras las condiciones sean esas, todos los agresores dicen defenderse.

Los simplistas dirían rápido “eso está mal”. Claro, que muera otro que no me está atacando está mal. Sólo que no está tan mal como que muera yo. El individuo no es sacrificable ni está obligado a sacrificarse por otros. A todos nos gusta el heroísmo. Pero el heroísmo no es exigible.

Alguno me ha dicho ¿pero acaso eso no es darle la razón a los socialistas en cuanto a que las necesidades crean derechos? No, los socialistas creen que las necesidades se procuran a los garrotazos. Acá hablo de un claro dilema en una situación de fuerza, no de la vida diaria que, a diferencia de lo que creen los socialistas, no pone a la vida de uno contra la otra sino en la clara necesidad de colaborar e intercambiar.

La hipótesis es la siguiente: un misil está dirigido a mi y la única forma que tengo de pararlo es disparándole, con lo cual tal vez el artefacto caiga sobre un edificio de departamentos y mate a quienes se llama “inocentes”, es decir, no agresores. Al disparar para interceptar el misil no estoy haciendo justicia, apenas pretendo subsistir (la justicia no está disponible) y nadie tiene derecho a exigirme que proceda de otra manera. Si el agresor encima provoca el dilema escudándose en civiles, menos responsable soy aún.

Eso no está bien, me han dicho los que quieren vivir entre nubes y angelitos. Obvio que no está bien. No está bien matar no agresores, pero les tengo una sorpresa, no está tampoco bien matar agresores. No está bien matar. El fin del uso de la fuerza  defensiva no es matar a nadie, sino evitar morir. Matar al agresor es un medio a veces inevitable para conseguirlo, nada más. La vida en la nube impide ver que de lo que se trata en ambos casos, matando agresores o no agresores es de un dilema en el que se debe elegir entre dos males. El condenar al mal menor implica habilitar al mal mayor, pero los puros ignorarán ese punto y se harán responsables morales de mi muerte.

Por supuesto los terceros están en su derecho de preferir la subsistencia de los otros no agresores a la mía, pero resulta que tengo otra opinión. A Israel se le pide un grado de altruismo y auto-sacrificio que ni siquiera las religiones exigen.

¿Pero que pasa si Israel dispara a cualquier lado sólo para asustar a los terroristas? Pues Israel se convierte en Hamas, lo que estoy diciendo se aplica a la idea del “daño colateral” en tanto implique la elección entre la vida propia y la de otros, no estoy diciendo ni remotamente que unos pueden disparar por ser en sí mismos buenos, que es lo que sostiene Hamas.

Hamas no responde a ningún principio, usa escudos humanos, es decir provoca el dilema en el que Israel se encuentra, pero no se le reprocha nada ¿Por qué? Porque los defensores del cielo en realidad tienen temor de ser acusados de estar justificando muertes “inocentes”, por los mismos que elaboran la estrategia de deslegitimación de la defensa mediante la victimización forzada, que después de terminar con Israel, irán por ellos. El derecho-humanismo los encierra en un dilema del que sólo saben salir cortando el hilo por lo más delgado y atacando a quién saben que no los dañará.

 

José Benegas es abogado, periodista, consultor político, obtuvo el segundo premio del Concurso Caminos de la Libertad de TV Azteca México y diversas menciones honoríficas. Autor de Seamos Libres, apuntes para volver a vivir en Libertad (Unión Editorial 2013). Conduce Esta Lengua es Mía por FM Identidad, es columnista de Infobae.com. Es graduado del programa Master en economía y ciencias políticas de ESEADE.