Juan Pablo II, el Papa de la tríada extraordinaria

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 27/5/2en: https://www.infobae.com/opinion/2022/05/07/juan-pablo-ii-el-papa-de-la-triada-extraordinaria/

Esta no es una nota para fanáticos quienes por definición no piensan sino que se mueven en manada ciegos ante todo lo que se parezca a una reflexión

El Papa Juan Pablo II

Muchas contribuciones notables ha llevado a cabo el Papa polaco pero hay tres que sobresalen nítidamente. La primera se refiere a Centesimus Annus -una Encíclica que constituye un canto a la importancia de la propiedad privada como protección institucional a la dignidad de las personas- que reza de la siguiente manera sobre el significado del capitalismo: “Cuando una empresa da beneficios significa que los factores productivos han sido utilizados adecuadamente y que las correspondientes necesidades humanas han sido satisfechas debidamente […] ¿se puede decir quizá que, después del fracaso del comunismo, el sistema vencedor sea el capitalismo, y que hacia él estén dirigidos los esfuerzos de los países que tratan de reconstruir su economía y su sociedad? ¿Es quizá éste el modelo que es necesario proponer a los países del Tercer Mundo, que buscan la vía del verdadero progreso económico y civil? La respuesta obviamente es compleja. Si por «capitalismo» se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva”. En este contexto es de gran importancia recordar lo que había escrito por Pio XI en Quadragesimo Anno en el sentido que “Socialismo religioso, socialismo cristiano, implican términos contradictorios: nadie puede ser a la vez buen católico y verdadero socialista.”

Es muy pertinente aquella cita en momentos en que se critica al capitalismo y al proceso de mercado que está indisolublemente atado a marcos institucionales como medio para proteger el derecho de propiedad, la vida y la libertad al efecto de que cada persona pueda seguir su proyecto de vida en un clima de respeto recíproco.

Recuerdo vívidamente que en la reunión de la Mont Pelerin Society en México en el cocktail inicial se me acercó Michael Novak con un vaso de champagne en la mano y me dijo “I suggest we have a toast for Centessimus Annus”, se refería a la Encíclica comentada recién promulgada en la que él y Friedrich Hayek participaron activamente en varios de sus pasajes invitados por el Sumo Pontífice. En el reverso de una fotografía que tengo enmarcada de Juan Pablo II estampé una foto en la que está con Hayek.

Naturalmente esto se da de bruces con el pobrismo en boga donde se hace apología de la pobreza material en lugar del concepto bíblico de la pobreza de espíritu que hace alusión a la necesaria prioridad de la vida entre el autoperfeccionamiento y los bienes terrenales. Choca también frontalmente con las sandeces estatistas que en no pocas oportunidades se esgrimen como recetas que naturalmente condenan a la miseria a todos pero muy especialmente a los más vulnerables. Por otra parte, como he señalado en mi discurso inaugural en el CELAM (Consejo Episcopal Latinoamericano) si se alaba la pobreza material habría que condenar la caridad puesto que mejora la condición del destinatario y si se sostiene que los pobres materiales están salvados la Iglesia debería dedicarse solo a los ricos puesto que los primeros ya gozarían de una situación satisfactoria. Por último en esta materia en mi introducción también destaqué que este galimatías no permite ver que todos somos pobres o ricos según con quién nos comparemos. Fui invitado para pronunciar ese discurso titulado “Liberalismo y pobreza” en Tegucigalpa el 30 de junio de 1998 por Monseñor Cristian Brecht Bañados a instancias de Horst Schönbohm quien era presidente de la Fundación Adenauer de Argentina (una de las financiadoras del evento).

La segunda contribución colosal de Juan Pablo II es el ecumenismo, a saber la amistad entre las tres religiones monoteistas lo cual se opone frontalmente a las canalladas del antisemitismo y la islamofobia. Debemos tener en cuenta que la población mundial musulmana es de mil quinientos millones de habitantes y como ha repetido Salman Rushdie solo los gobiernos que comandan regímenes totalitarios pretenden secuestrar a sus habitantes de las normas de convivencia civilizada. Estos regímenes recurren a la religión debido a que resulta un canal más propicio para el fanatismo del mismo modo que ocurrió con algunos llamados cristianos con la criminal Inquisición.

Juan Pablo IIJuan Pablo II

El sheij de la comunidad islámica argentina Abdelkader Ismael- licenciado en teología y licenciado en ciencias políticas- se refirió a concepto clave recogido por diversos medios periodísticos argentinos que “cuando los terroristas de la ETA o la IRA atacan se los identifica como criminales pero no por las religiones que profesan sus integrantes, sin embargo, esto no ocurre con los musulmanes: “al criminal hay que llamarlo por su nombre y apellido y no por la religión a la que cree responder” puesto que “un musulmán verdadero jamás alienta a sus hijos a celebrar la muerte de otro ser humano”, pero de tanto repetir estereotipos se los terminan creyendo ya que “si siempre escucho tango, puedo creer que no existe otra música”.

El Corán señala que “Quien mata, excepto por asesinato, será tratado como que mató a la humanidad” (5:31) y enfatiza la importancia de la palabra empeñada y los contratos (2:282) y la trascendencia de la propiedad privada (2:188). También destacados autores como Gustave Le Bon, Ernest Renan, Thomas Sowell, Gary Becker, Guy Sorman, Huston Smith, Víctor Massuh, Henry G. Weaver y tantos otros han subrayado las notables contribuciones de los musulmanes a través de la historia por ejemplo en sus ocho siglos en tierras españolas en cuanto a la tolerancia con otras religiones, el derecho, las matemáticas, la economía, la música, la literatura, la medicina, la arquitectura y la fundación de innumerables universidades. Averroes fue uno de los mayores responsables de trasladar la cultura latina a centros de estudio europeos. Incluso en Occidente se ha tendido a distorsionar la verdadera trascendencia de jihad que significa “guerra interior contra el pecado” y no guerra santa al estilo de los conquistadores cristianos en América (más bien anti-cristianos).

Es realmente admirable el esfuerzo académico que llevan a cabo los miembros del Minaret of Freedom Foundation en Maryland (EEUU) para contrarrestar la visión errada en cuanto a los fundamentos del Islam y muestran cómo en las fuentes se encuentra la adhesión a los mercados libres y los marcos institucionales compatibles con el estado de derecho, la importancia de la tolerancia y el pluralismo y también subrayan lo objetable de aberrantes mutilaciones y en general el maltrato a la mujer en cualquier sentido que sea. Personalmente he mantenido correspondencia con su Presidente el profesor Amad-ad-Dean Ahmad, quien revela en uno de sus libros que las contribuciones de musulmanes han constituido uno de los antecedentes de la Escuela Austríaca (de Menger, Böhm-Bawek, Mises, Hayek, Kirzner y Rothbard)

El problema es siempre la infame alianza tejida entre el poder y la religión, de allí la sabia expresión jeffersionana de la “doctrina de la muralla” en Estados Unidos al efecto de separar tajantemente estos dos ámbitos, puesto que quien dice estar imbuido de la verdad absoluta constituye un peligro si, como tal, se desenvuelve en las esferas ejecutivas de la política.

En un contexto de guerras religiosas, buena parte de las muertes en lo que va de la historia de la humanidad han ocurrido en nombre de Dios, la misericordia y la bondad. Es como escribe Voltaire en “Oración a Dios” en su Tratado de la tolerancia: “que los que encienden cirios en plena luz del mediodía para celebrante, soporten a los que se contentan con la luz del sol; que los que cubren su traje con tela blanca para decir que hay que amarte, no detesten a los que dicen lo mismo bajo una capa de lana negra; que sea igual adorarte en una jerga formada de antigua lengua, que en un jerga recién formada”.

El terrorista debe ser condenado como criminal sin hacer referencia a su color de piel, su condición sexual, su nacionalidad ni su religión. Solo de este modo podremos considerarnos civilizados y nos habremos liberado de la espantosa y truculenta lacra de las guerras religiosas. Resulta en verdad conmovedor comprobar la angustia que reiteradamente han puesto de manifiesto públicamente tantos escritores y dirigentes musulmanes frente al uso de la a todas luces inadecuada expresión “terrorismo islámico”.

Respecto al criminal antisemitismo es del caso recordar que Spencer Wells, el biólogo molecular de Stanford y Oxford, ha escrito en The Journal of Man. A Genetic Odessey que “el término raza no tiene ningún significado”. En verdad constituye un estereotipo. Tal como explica Wells en su libro más reciente, todos provenimos de África y los rasgos físicos se fueron formando a través de las generaciones según las características geográficas y climatológicas en las que las personas han residido. Por eso, como he dicho en otra ocasión, no tiene sentido aludir a los negros norteamericanos como “afroamericanos”, puesto que eso no los distingue del resto de los mortales estadounidenses, para el caso el que éstas líneas escribe es afroargentino.

La torpeza de referirse a la “comunidad de sangre” pasa por alto el hecho que los mismos cuatro grupos sanguíneos que existen en todos los seres humanos están distribuidos en todas las personas del planeta con los rasgos físicos más variados. Todos somos mestizos en el sentido que provenimos de las combinaciones más variadas y todos provenimos de las situaciones más primitivas y miserables (cuando no del mono).

Thomas Sowell apunta que en los campos de exterminio nazis se rapaba y tatuaba a las víctimas para poder diferenciarlas de sus victimarios. Esto a pesar de todos los galimatías clasificatorios de Hitler y sus sicarios, quienes finalmente adoptaron el criterio marxista (dicho sea de paso como una nota a pie de página, el antisemitismo de Marx queda consignado en su escrito La cuestión judía). Solo que el nazismo en lugar de seguir el polilogismo clasista fue el racista pero con la misma insensatez en cuanto a que nunca pudieron mostrar cuales eran las diferencias entre la lógica de un “ario” respecto de las de un “semita”.

Por otra parte, en el caso de la judeofobia, a pesar de las incoherencias de la idea de raza se confunde esta misma noción con la religión puesto que de eso y no de otra cosa se trata. El sacerdote católico Edward Flannery exhibe en su obra publicada en dos tomos titulada Veintitrés siglos de antisemitismo los tremendos suplicios que altos representantes de la Iglesia Católica le han inferido a los judíos, entre otras muchas crueldades, como subraya el Padre Flannery, les prohibían trabajar en actividades corrientes con lo que los limitaban a ocuparse del préstamo en dinero, pero mientras los catalogaban de “usureros” utilizaban su dinero para construir catedrales.

Paul Johnson en su Historia de los judíos señala que “Ciertamente, en Europa los judíos representaron un papel importante en la era del oscurantismo […] En muchos aspectos, los judíos fueron el único nexo real entre las ciudades de la antigüedad romana y las nacientes comunas urbanas de principios de la Edad Media”.

Todos los logros de los judíos en las más diversas esferas han producido y siguen produciendo envidia y rencor entre sujetos acomplejados y taimados. Tal vez las primeras manifestaciones de antisemitismo o, mejor judeofobia, en las filas del cristianismo fueron los patéticos sermones de San Juan Crisóstomo en el siglo primero publicados con el título de Adversus Judaeos donde dice que los judíos “son bestias salvajes” que son “el domicilio del demonio” y que “las sinagogas son depósitos del mal” para quienes “no hay indulgencia ni perdón” y el Concilio de Elvira prohibió a cristianos casarse con judíos y otras barrabasadas. El Papa Eugenio iii estableció que los judíos estaban obligados a perdonar las deudas a cristianos. Inocencio iii autorizó las conversiones forzosas y el Concilio de Basilea permitió la discriminación en ghettos y otros horrores.

Por último en esta terna tan gratificante, apuntamos en esta reseña telegráfica los extraordinarios y tan conocidos pedidos de perdones de Juan Pablo II en nombre de la Iglesia católica por el tratamiento de esa Iglesia a judíos, a mujeres, por las Cruzadas, por la Inquisición y por la conquista de América. Todo esto en abierta oposición al bien que ha hecho el cristianismo al respeto recíproco tan caro a la civilización.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

La educación sexual, el liberalismo y la “invasión LGTB”

Por Iván Carrino. Publicado el 23/11/18 en: http://www.libertadyprogresonline.org/2018/11/23/la-educacion-sexual-el-liberalismo-y-la-invasion-lgtb/

 

Algunas precisiones en el debate para evitar la ensalada de conceptos.

“El liberalismo es el respeto irrestricto por el proyecto de vida del prójimo”

Alberto Benegas Lynch (h)

Antes de empezar quiero declarar mi más profundo rechazo por una frase que se usa muy a menudo para elogiar o destacar cierto contenido.

La frase dice más o menos así:

“Esto es buenísimo, ¡debería ser contenido obligatorio en las escuelas!”

Al parecer, somos todos muy liberales en todo, hasta que algo nos gusta y lo queremos imponer.

No. Los liberales no creemos en la obligación, sino en los acuerdos voluntarios.

Ahora sí, puedo continuar.

Hay un debate que está tomando cada vez más notoriedad y que, desde mi punto de vista, crea alguna confusión entre lo que es el respeto por la diversidad, el rol de la izquierda, los valores y el liberalismo.

La última batalla de ese debate parecería ser la propuesta de Reforma de la Ley 26.150 (de Educación Sexual Integral), que ha originado como respuesta un movimiento con una consigna muy clara: #ConMisHijosNoTeMetas.

A raíz de esta cuestión, me gustaría elaborar sobre dos puntos que creo merecen atención. El primero es la Educación Sexual Integral, su propuesta de reforma y el punto de vista liberal al respecto.

El segundo es el rol de la familia tradicional y por qué sí, o por qué no, hay que defenderla desde este mismo punto de vista.

ESI: la ley y su propuesta de reforma

El 4 de octubre del año 2006 el Senado y la Cámara de Diputados de la nación sancionaron la Ley 26.150: Programa Nacional de Educación Sexual Integral.

La misma sostenía que “todos los educandos tienen derecho a recibir educación sexual integral en los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada” de todo el país.

Los objetivos de la ley eran varios, pero interesa destacar 3, que copio textualmente:

1)      Promover actitudes responsables ante la sexualidad;

2)      Prevenir los problemas relacionados con la salud en general y la salud sexual y reproductiva en particular;

3)      Procurar igualdad de trato y oportunidades para varones y mujeres.

La educación de este tipo es obligatoria para todos los establecimientos educativos, pero con la salvedad que, de acuerdo con el artículo 5:

… cada comunidad educativa incluirá en el proceso de elaboración de su proyecto institucional, la adaptación de las propuestas a su realidad sociocultural, en el marco del respeto a su ideario institucional y a las convicciones de sus miembros.

La propuesta de reforma, que según este sitio tiene dictamen de mayoría en el Congreso, reemplaza algunas de las cuestiones que acabamos de destacar.

Por ejemplo, los objetivos quedan algo más amplios:

1)      Promover actitudes responsables ante la sexualidad, construyendo hábitos y comportamientos responsables y saludables;

2)      Prevenir los problemas relacionados con la salud en general y la salud sexual y reproductiva en particular; y

3)      Asegurar la igualdad de trato y oportunidades, la no discriminación y un acceso igualitario a la Educación Sexual Integral para las diversas identidades de género y orientaciones sexuales.”

O sea que en lugar de establecer igualdad de trato para “varones y mujeres”, el espectro queda ampliado para cualquier identidad de género, incluyendo a personas transgénero (una persona biológicamente mujer o varón, pero que se identifica con el género opuesto).

Por otro lado, propone reemplazar el artículo 5, violando ese margen de autonomía que les dejaba a las instituciones.

Así, se establece:

“Los contenidos que hacen a la aplicación de la presente y de las resoluciones del Consejo Federal de Educación deberán incluirse en la currícula y modalidad de todos los niveles educativos de forma obligatoria, constituyéndose en disposiciones de orden público, independientemente de la modalidad, entorno o ámbito de cada institución educativa, sea de gestión pública o privada.

El grado de avance del estado sobre las instituciones privadas y públicas, obviamente, es motivo de polémica.

Estado contra Privados

Desde el punto de vista liberal, el problema no es la ESI ni tampoco su reforma.

A ver, es claro que un artículo que dice que una medida “X” debe aplicarse “independientemente de la modalidad o ámbito de cada institución” es más invasivo de la propiedad privada que una medida que dice que tal medida debe aplicarse de forma obligatoria pero “en el marco del respeto a su ideario institucional y convicciones”.

No cabe duda de ello.

Ahora bien, desde el punto de vista liberal, el problema es la imposición de los contenidos desde el estado.

En los manuales de historia o geografía económica de la escuela secundaria es muy probable que los alumnos se encuentren con que Franklin D. Roosevelt sacó a Estados Unidos de la Gran Depresión gracias a su intervencionismo, o que Argentina tuvo una crisis económica en 1999-2002 como resultado del neoliberalismo.

Desde mi punto de vista, estos contenidos están fácticamente equivocados y preferiría enviar a mi hijo a un colegio que enseñara a los alumnos otra versión de los hechos.

Lo mismo ocurre con la Educación Sexual Integral. Entiendo perfectamente el reclamo de un padre o madre que sostiene que no quiere que a su hijo le digan que “está bien ser gay” (siempre asumiendo que es eso lo que le van a enseñar, y no simplemente a respetar e incluir a las diversas expresiones de la sexualidad).

Esos progenitores tendrían, en una sociedad liberal, la opción de enviar a su hijo a un colegio con sus valores y creencias, cosa que no pueden hacer con una educación nacional manejada por el estado.

Pero lo mismo me pasa a mí con el caso del neoliberalismo y Argentina. Mis hijos seguramente vayan a un colegio donde les digan que el neoliberalismo arruinó al país. Y yo me armaré de paciencia para contarles la otra mirada.

El problema no es el contenido en particular, sino la imposición.

La problemática de los contenidos educativos en las escuelas fue magníficamente explicada por Murray Rothbard. En su libro Poder y Mercado, publicado por Unión Editorial en 2006, explica que la propiedad pública implica necesariamente “enormes conflictos de casta”.

¿Qué son estos conflictos?

En sus palabras:

“… los empresas públicas [en este caso, la educación cuyos contenidos obligatorios maneja el estado] crean enormes conflictos de casta entre los ciudadanos, cada uno de los cuales tiene una idea diferente de la mejor forma de servicio.

En los últimos años, las escuelas públicas de EE.UU. han constituido un buen ejemplo de estos conflictos. Algunos padres prefieren escuelas segregadas racialmente, otros prefieren la educación integrada. Algunos quieren que se enseñe socialismo en las escuelas. No hay forma de que el gobierno resuelva estos conflictos. Solo puede imponer el deseo de la mayoría –o la interpretación burocrática de la misma – mediante la coerción y hacer que minorías, generalmente grandes, queden descontentas e insatisfechas. Cualquiera sea el tipo de escuela que se elija, algún grupo sufrirá”

Es decir, imaginemos que la ley de Educación Sexual Integral sostuviera valores católicos. Probablemente, los católicos estarían contentos (o una mayoría de ellos), pero quedarían descontentos los no católicos.

Lo mismo ocurre a la inversa.

Pero el punto central es que en la medida que tengamos una educación digitada y dirigida por el estado, incluso adentro de las puertas de las instituciones privadas, este problema no se va a resolver.

El gobierno será quien finalmente decida qué se enseña y qué no. En la letra de la ley, el conflicto de casta es irresoluble.

Un comentario final para esta sección es que seguramente me digan que lo que se enseña en el sistema educativo no es la interpretación burocrática del deseo de la mayoría, sino lo que “la ciencia” dice que es cierto.

De hecho, la ley 26.150 sostiene que “la definición de los lineamientos curriculares (…) será asesorada por una comisión interdisciplinaria de especialistas en la temática”.

Ahora bien, eso es caer en lo que William Easterly llamó La Tiranía de los Expertos, y que Gabriel Zanotti explicó bien  en su La epistemología y sus consecuencias filosófico-políticas. Allí plantea que, incluso aunque el gobierno supiera “la verdad”, no tiene derecho de imponerla por la fuerza.

La familia tradicional no es un valor en sí mismo

Debido a que la nueva Educación Sexual Integral propone incluir expresiones de identidad de género que no sean exclusivamente la del hombre y la mujer heterosexuales, muchos reaccionan sosteniendo que,  lo que se esconde detrás, es un ataque a los “valores tradicionales”, “la familia”, y que se viene una “invasión gay” producto de la militancia izquierdista del movimiento LGTB.

Aquí hay tres cuestiones de suma importancia.

En primer lugar, solo el 37% de las familias respetan el formato “tradicional” de mamá-papá-hijos. En segundo lugar, dicho formato no tiene nada de bueno ni de malo en sí mismo.

Por último, resulta curioso que quienes luchan por defender a la “familia tradicional” y quieren mostrarse como los paladines del liberalismo, no hacen otra cosa que quejarse por los resultados de la libertad que buscan exaltar.

Es que fue el capitalismo de libre mercado el que ha ido transformando a la familia en el  último siglo.

De acuerdo con un trabajo de Steven Horwitz, la familia tradicional no tiene nada de especial, sino que fue una circunstancia histórica derivada de la Revolución Industrial de mediados-fines del siglo XIX.

Antes de dicha revolución, la familia era sencillamente una unidad de producción agrícola. Padre, madre y todos los hijos posibles tenían que trabajar día y noche en el campo para producir los bienes que proveyeran su subsistencia.

Más tarde, el incremento del ingreso per cápita y la aparición de las fábricas permitieron un cambio económico sustancial, que tuvo su efecto en la organización familiar.

Según el trabajo:

Mientras que en tiempos preindustriales, las mujeres y los hombres compartían muchas de las tareas en la unidad de producción familiar, la industrialización trajo una división del trabajo por género donde los hombres ocuparon la esfera pública del trabajo y la política y las mujeres lo privado. La esfera del hogar.

Se gastó una gran cantidad de energía durante la era victoriana, argumentando que esta división del trabajo era realmente una forma de igualdad, ya que hombres y mujeres fueron asignados a sus “esferas separadas” en las que cada uno sobresalía. Los géneros no eran desiguales, solo eran “diferentes”.

Cualesquiera que fueran los méritos de esta forma familiar, dos cosas eran ciertas: primero, la riqueza creada por el orden del mercado había liberado a las mujeres y los niños de la necesidad de un trabajo en gran medida desagradable en la industria. En segundo lugar, la forma y funciones de la familia continuaron evolucionando.

Este último punto es crucial porque muchos hablan hoy de la familia “tradicional” como si hubiera habido una forma familiar particular que había existido durante siglos hasta los cambios de los últimos 40 años. Pero incluso un estudio superficial de la historia económica y social indica que la forma y las funciones de la familia han experimentado cambios significativos, al menos desde los primeros días de la industrialización, si no antes.

El trabajo de Horwitz continúa investigando la evolución de la institución familia y explica desde un punto de vista económico el aumento en la tasa de divorcios e incluso la aparición del reclamo por el matrimonio homosexual.

O sea que así como el capitalismo dio origen a lo que se supone que es la familia tradicional, también es el que explica el desmembramiento de ésta.

Finalmente, debemos aclarar que la “familia tradicional” no tiene nada de bueno o malo en sí mismo.

De hecho, como escribí en 2010, puede ocurrir que una familia de “mamá-papá-hija” sea absolutamente nefasta, mientras que una de “papá-papá-hijo” o “mamá-mamá-hijo/hija/hijos e hijas” sea increíblemente buena.

A la hora de los vínculos familiares, no parece que sea relevante el tema del género.

Aclarando la confusión

El objetivo de este posteo era dejar en claros dos puntos que me parece que se confunden en el debate por la educación sexual.

El primero es que el liberalismo se opone a la obligatoriedad de contenidos en la educación.

Los liberales creemos en una sociedad diversa también en materia educativa.

Un mundo liberal tendría colegios con la ESI de 2006,  otros con la ESI de 2018, otros con la ESI de 2058 y otros sin ESI o con la educación que quiera dar la religión que profese la institución en cuestión.

Eso es verdadera libertad y diversidad.

El segundo punto es que no hay nada de liberal en defender un modelo de organización social específico y que no cambie en el tiempo. Los liberales sabemos que el mercado es un proceso y que las instituciones sociales van modificándose en consecuencia.

En este sentido, no hay nada que haga de la “familia tradicional” un valor para defender. Tenemos que respetar la libertad de asociación, y eso implica “papá-mamá”, “papá-papá”, “mamá sola” y todas las variantes que los propios involucrados juzguen como positivas.

No hay una organización social “óptima” objetivamente determinable. Y, incluso si le hubiera, nadie debería tener el poder para imponérsela a otro.

Entre otras cosas, pero fundamentalmente, de eso se trata el liberalismo.

 

Iván Carrino es Licenciado en Administración por la Universidad de Buenos Aires y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Es editor de El Diario del Lunes, el informe económico de Inversor Global. Además, es profesor asistente de Comercio Internacional en el Instituto Universitario ESEADE y de Economía en la Universidad de Belgrano. Es Sub Director de la Maestría en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE.