Gottfried Haberler y la naturaleza de la crisis económica

Por Alberto Benegas Lynch (h) Publicado el 5/2/22 en: https://www.infobae.com/opinion/2022/02/05/gottfried-haberler-y-la-naturaleza-de-la-crisis-economica/

El economista participó en las célebres reuniones que presidía Ludwig von Mises en su despacho de la Cámara de Comercio de Viena. También fue uno de los responsables de despertar en la Argentina el interés por la tradición de la Escuela Austríaca

Gottfried Haberler

Es indispensable pensar los problemas desde diversos ángulos y no quedarse con la primera impresión. Linus Pauling, dos veces premio Nobel (en 1954 en química y en 1962 de la paz) ejemplifica con el dibujo de dos pequeños círculos concéntricos: uno puede quedarse con esa idea pero también imaginar que puede ser un sombrero visto desde arriba, un rollo de papel higiénico visto desde el costado, un huevo frito, una bola de billar pintada con un círculo o las órbitas de Venus y Mercurio. Mirar las cosas desde distintas perspectivas ayuda a despejar la mente, tal como ocurre en nuestro caso si observamos detenidamente la política monetaria como causante de las crisis recurrentes. “Pensamiento lateral” como diría Edward de Bono. Esta es la gimnasia que vamos a hacer en esta nota periodística. De esto vamos a tratar, primero con Haberler y luego el complemento indispensable del premio Nobel en economía F. A. Hayek que profundizaremos tal como hemos anunciado en una nota anterior sobre la materia.

Este es un tema de gran actualidad que no solo se refiere a nuestro país en las circunstancias actuales y a la larga decadencia que sufrimos sino que alude a otras naciones que adoptan medidas contraproducentes en el terreno fiscal y monetario. Además, como se ha destacado antes, Haberler fue el que despertó en nuestro medio el interés por ahondar en la tradición de la Escuela Austríaca en un muy comentado seminario en el que participó mi padre durante 1942 en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires a través del estudio de una de las obras de Haberler titulada Prosperidad y depresión traducida y publicada ese mismo año por el Fondo de Cultura Económica de su versión inglesa de 1937. En otras oportunidades he escrito sobre las características de ese tan fecundo seminario pero en esta ocasión centro mi atención en torno a las enseñanzas centrales de ese libro en el contexto de las contribuciones posteriores de mayor relevancia.

Antes de comentar telegráficamente en torno a ese trabajo que abrió cauces importantes en nuestro país al introducir una corriente de pensamiento, destaco que su autor- nacido en Austria y conocido como Gottfried von Haberler– participó en las célebres reuniones que presidía Ludwig von Mises en su despacho de la Cámara de Comercio de Viena (viernes de por medio durante años) a las que asistían regularmente los luego famosos economistas Friedrich Hayek, Fritz Machlup, Felix Kauffman, Oskar Morgenstern, Paul N. Rosenstein-Rodan, Richard von Strigl, Alfred Shultz, Erich Voegelin, Emanuel Winterniltz y el mencionado Haberler quien en 1936 emigró a Estados Unidos donde enseñó en Harvard junto a Joseph Schumpeter.

En un apretado y sobresimplificado resumen la tesis central de Prosperidad y depresión estriba en que los aparentes e irreales estadios de florecimiento económico se deben a desórdenes en las cuentas fiscales financiados con expansión monetaria lo cual transmite bajas artificiales en la tasa de interés que simula mayor cantidad de ahorro disponible cuando en verdad hay consumo de capital que indefectiblemente arrastra a crisis económicas de diversa magnitud y duración.

Las distintas etapas del ciclo económico que desarrolla Haberler deben ser puestas en contexto con las contribuciones posteriores provenientes de ese misma escuela de pensamiento. La generación del ciclo económico comienza habitualmente con el sistema bancario de reserva fraccional en el que el efectivo mínimo es manipulado por la autoridad gubernamental lo cual genera producción secundaria de dinero, esto es, dinero contable. Esto puede ejemplificarse con un encaje del 50% establecido por la banca central: en ese caso el depositante A cuando coloca mil de una unidad monetaria en su banco B, éste debe retener quinientos en sus reservas pero puede represtar los otros quinientos, por ejemplo, a C quien a su vez al depositarlos en el banco D se retienen doscientos cincuenta y represtan otro tanto a E y así sucesivamente. Es lo que se denomina el multiplicador bancario con este sistema: en nuestro ejemplo con un depósito inicial de mil hay solo en las etapas consignadas mil setecientos cincuenta en circulación.

Si la inflación implica expansión monetaria por causas exógenas al mercado, es decir, causas generadas en el ámbito político, esta descripción provoca alteraciones en los precios relativos respecto a lo que hubiera sido de no haber mediado la interferencia mencionada. Y como los precios constituyen el único indicador para asignar los siempre escasos recursos, su adulteración malguía los factores productivos lo cual significa derroche con la consiguiente contracción en los salarios e ingresos en términos reales.

A su turno el desdibujar precios incluye la tasa de interés que al bajar fruto de la mencionada expansión, como queda dicho, se aparenta un mayor ahorro que no es tal con lo que se invierte en áreas que en verdad no son económicas pero que en la respectiva evaluación de proyectos aparece artificialmente atractiva.

En los últimos tiempos se ha suscitado un debate sobre cuál debiera ser el sistema bancario que contrarreste el problema señalado. Por una parte, están los que suscriben la reserva total respecto a las cuentas corrientes o las que con otras denominaciones operan como esas cuentas ya que las de depósito a plazo fijo siempre tienen encaje cero y no producen el antedicho efecto multiplicador porque está siempre calzadas aún si el titular vende su certificado en el mercado secundario. Los partidarios de este esquema, por ejemplo, Murray Rothbard -otro discípulo de Mises pero en este caso en la Universidad de New York- sostiene que constituye un fraude el que el banquero recurra a los depósitos a la vista que deben permanecer a la vista y que la reserva total imposibilita la inflación e imposibilita que tenga lugar la crisis económica por estos canales.

Por otra parte, el debate en cuestión está liderado por Lawrence White que patrocina el sistema denominado free-banking (en inglés pues en nuestra lengua “banca libre” se refiere a entrada y salida libre del sistema) que se traduce en arreglos libres entre depositantes y banqueros en cuanto a los encajes que como contrapartida no se cobran comisiones o son menores a las de mercado. En este caso si insiste en que no parece haber fundamento moral o económico para bloquear arreglos contractuales entre las partes y, en ese caso, la producción secundaria de dinero sería endógena al mercado del mismo modo que lo es cuando el dinero elegido por la gente aumenta su producción. Un debate que como ha dicho James M. Buchanan “ha tenido lugar durante los últimos cincuenta años y promete prolongarse por otro tanto”.

En la antes referida columna anterior me detuve en distintos aspectos que rodean al concepto de la demanda de dinero en cuyo contexto ahora debo reiterar algunas pocas nociones al efecto de apuntar en otra dirección. En todo caso, las dos propuestas que acabamos de describir se oponen al sistema fraccional vigente y también ambos contendientes sugieren la eliminación de la banca central, puesto que como se ha dicho, esa institución inexorablemente puede decidir entre tres caminos: a qué tasa expandir, a qué tasa contraer o dejar la masa monetaria inalterada. Pues cualquiera de los tres caminos necesariamente altera los precios relativos con las consecuencias antes mencionadas.

En esta línea argumental, se ha dicho que si los banqueros centrales proceden como la gente prefiere en cuanto a la base monetaria no habría problema. Este comentario es contradicho en dos niveles de razonamiento. En el primero se contesta que no tiene sentido la existencia de la banca central si se hace lo mismo que la gente hubiera hecho sin su participación con el ahorro consiguiente de honorarios. Y en segundo lugar, la única manera de saber las preferencias de la gente es dejarla actuar. Es por ello que el antes mencionado Hayek ya siendo premio Nobel en economía ha publicado sobre la necesidad que la gente elija la unidad monetaria del mismo modo que elige en el mercado libre otros bienes y servicios. Debe recordarse que Mises era partidario del patrón oro, un sistema que permitió en gran medida resguardar el valor del dinero, pero como destaca Hayek es la gente en el mercado y no el gobierno con el curso forzoso la que debe decidir el signo monetario de su preferencia ya que además está visto, sin excepción, lo que han hecho los gobiernos indefectiblemente cuando deciden y administran el dinero.

El libro de Haberler, como decimos, si bien expuso a intelectuales argentinos y de otras latitudes a la por entonces desconocida tradición de la Escuela Austríaca en diversos aspectos y abrió posibilidades de estudio de autores de gran peso como Knut Wicksell, Lionel Robbins, John M. Clark y Wilhelm Röpke, estrictamente no ha seguido toda la línea de de la mencionada Escuela, por ejemplo, cuando al terminar su libro se refiere con razón a las necesarias “limitaciones propias de una política de gastos que no han recibido la atención necesaria que merecen en la literatura sobre el problema” se explaya en consideraciones que se salen de ese paradigma para internarse en recomendaciones que estaban en boga en esos años en el mundo como la llamada “capacidad ociosa” tan bien comentada por el prolífico William H. Hutt y que por lo demás han sido severamente criticadas por colegas que provenían de las enseñanzas del mencionado seminario en Viena y que han sido desarrollados en muy diversos países luego de la diáspora provocada por el régimen nazi.

De todos modos reiteramos la gran contribución de Haberler en cuanto a dar a conocer y difundir algunos de los postulados liberales y otras versiones encontradas del momento, aunque haya pasado por alto a personajes como Carl Menger en sus muy interesantes disquisiciones que hemos puesto en una cápsula en este artículo que intenta poner de manifiesto lo ocurrido con otras ideas en torno a los puntos capitales de su obra.

Como hemos apuntado antes, a estas consideraciones debe agregarse la versión moderna respecto al dinero desarrollada inicialmente (ahora hay una bibliografía suculenta en el mismo sentido) por Hayek en su obra de 1976 titulada The Denationalization of Money donde subraya que el problema medular reside en la denominada “política monetaria” puesto que en un mercado libre no hay tal cosa ya que cualquier decisión política inexorablemente perjudica el bienestar de la población. En este sentido, cabe señalar que la banca central solo puede operar en una de tres direcciones: expandir, contraer o dejar inalterada la base monetaria y cualquiera de estos caminos distorsionan los precios relativos, es decir, serán distintos de lo que hubieran sido de no haber mediado la mencionada intervención. Y si se pretendiera un contrafáctico alegando que lo anterior no tendría lugar si la banca central operara en el mismo sentido que lo hubiera hecho la gente, la respuesta es doble. Por una parte si se va a hacer los mismo que la gente hubiera hecho, no tiene sentido la intromisión con el consiguiente ahorro de honorarios burocráticos y, por otra, el único modo de saber qué hubiera hecho la gente es dejarla actuar para lo cual la banca central constituye un estorbo.

Hayek sostiene que la denominada “autoridad monetaria” es uno de los mitos más peligrosos de nuestra época, escribe que se tardaron dos siglos en percibir el horror de unir la religión con el aparato estatal, es de esperar que no transcurra otro tanto para percatarnos de los graves problemas a que invariablemente conducen los bancos centrales y la peligrosa y absurda idea de atar la noción de soberanía al signo monetario que fatalmente de dirige a la eliminación de la soberanía de los individuos que integran la sociedad.

En este contexto el preguntarse qué cantidad de moneda debería existir es equivalente a preguntarse qué cantidad de bananas o bicicletas deben existir. Resulta clave comprender que la inflación deriva de la manipulación estatal de la moneda siempre como un fenómeno exógeno al mercado cuyo resultado inevitable es la distorsión de los precios relativos, a saber, de los únicos indicadores que tiene el mercado para asignar los siempre escasos recursos.

Por último la insistencia en la banca central independiente de las directivas del ministro del ramo o del parlamento no modifican un ápice la naturaleza del problema, podrá ser un asunto de grado pero en este supuesto los banqueros centrales se equivocarán independientemente puesto que necesariamente caerán en la trampa ineludible de tener que decidir entre una de las tres avenidas antes señaladas con los resultados también apuntados.

En resumen, es indispensable estudiar este punto capital para completar el análisis formulado por Haberler respecto al ciclo económico y liberarnos así de la sucesión interminable de crisis provocadas por la administración gubernamental del dinero. En este contexto recordemos con Antonio Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar” y también que “de diez cabezas, nueve embisten y una piensa”.

Alberto Benegas Lynch (h) es Dr. en Economía y Dr. en Ciencias de Dirección. Académico de la Academia Nacional de Ciencias Económicas, fue profesor y primer rector de ESEADE durante 23 años y luego de su renuncia fue distinguido por las nuevas autoridades Profesor Emérito y Doctor Honoris Causa. Es miembro del Comité Científico de Procesos de Mercado, Revista Europea de Economía Política (Madrid). Es Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, miembro del Instituto de Metodología de las Ciencias Sociales de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, miembro del Consejo Consultivo del Institute of Economic Affairs de Londres, Académico Asociado de Cato Institute en Washington DC, miembro del Consejo Académico del Ludwig von Mises Institute en Auburn, miembro del Comité de Honor de la Fundación Bases de Rosario. Es Profesor Honorario de la Universidad del Aconcagua en Mendoza y de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas en Lima, Presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y miembro del Consejo Asesor de la revista Advances in Austrian Economics de New York. Asimismo, es miembro de los Consejos Consultivos de la Fundación Federalismo y Libertad de Tucumán, del Club de la Libertad en Corrientes y de la Fundación Libre de Córdoba. Difunde sus ideas en Twitter: @ABENEGASLYNCH_h

Banca, oro e inflación

Por Gabriel Boragina: Publicado el 13/11/16 en: http://www.accionhumana.com/2016/11/banca-oro-e-inflacion.html

 

«Cuando la oferta dineraria se encuentra bajo el control del gobierno, de la banca central y del sistema bancario controlado, estas instituciones emiten nuevo dinero y lo inyectan en la economía gastándolo o prestándolo a deudores favorecidos. Como hemos señalado, el incremento de la oferta monetaria beneficia a los primeros receptores, esto es, al gobierno, los bancos y sus deudores o contratistas favorecidos, a expensas de los grupos de ingresos relativamente fijos que reciben el nuevo dinero más tarde o no lo reciben en absoluto, y sufren pérdidas en su ingreso real y su nivel de riqueza. En suma, la inflación es un método por el cual el gobierno, su sistema bancario controlado y los grupos políticos favorecidos pueden expropiar parcialmente la riqueza de otros sectores de la sociedad.»[1]

La banca controlada es causa de inflación. No por su condición de banca (como vulgarmente se cree) sino por su carácter de controlada, lo que hace que -en última instancia- nos remita al hecho cierto de que el causante de la inflación es siempre el gobierno. La manera en que los bancos controlados crean dinero fiduciario se conoce como producción secundaria de dinero, habida cuenta que la primaria solo puede ser ocasionada por el gobierno y es la clásica emisión monetaria o -también denominada- impresión de papel moneda. El instrumento utilizado por los bancos que deriva en este efecto es normalmente el crédito bancario y el giro y sobre giro en cuenta corriente que -como se indica en el texto- beneficia en primer término a sus propios clientes. Un segundo grupo de personas aliviadas por el nuevo dinero bancario creado son los contratistas del banco, que operan con el mismo aunque no necesariamente en forma financiera pero se privilegian porque son pagados con dinero creado por el mismo banco a través de cheques propios.

«La razón del entusiasmo de Mises y otros economistas austríacos por el patrón oro, cuanto más puro y menos diluido mejor, resulta ahora particularmente clara. No se trata de que esta “primitiva reliquia” ejerza alguna suerte de atracción fetichista. La razón es que una moneda sometida al control del gobierno y de su sistema bancario está sujeta a inexorables presiones tendientes a asegurar la continuidad de la inflación monetaria. En cambio, las autoridades monetarias no pueden manufacturar ad libitum la oferta de oro; es necesario extraerlo de las entrañas de la tierra mediante el mismo proceso costoso que rige el suministro de cualesquiera de las otras mercancías existentes en el mercado. En el fondo, se plantea la siguiente opción: oro o gobierno. «[2]

En realidad, el control siempre recae en el gobierno, y no en su sistema bancario, excepto que se aluda a los bancos centrales que –no obstante y en definitiva- están, en última instancia, sometidos al control y manejo gubernamental. Como veremos más adelante, los bancos comerciales están subordinados al poder discrecional del gobierno, razón por la cual sus acciones cuentan con todo el margen (amplio o estrecho, como se le considere) que el sistema político del lugar les otorgue o les deniegue. Pero, como bien se dice en el texto, el patrón oro durante su vigencia impidió o limitó -en buena medida- tales manejos discrecionales. En otras palabras, el patrón oro significó un dique de contención a la propensión a inflar la moneda que, tanto el gobierno como los bancos que dependan de la autoridad monetaria, inexorablemente poseen cuando no se encuentran limitados por ninguna regla monetaria o -como en el caso- un patrón sólido y confiable como lo fue el oro.

«Podría objetarse que el oro también puede incrementarse cuantitativamente y que este aumento de la oferta, por muy limitado que sea, tampoco reportaría beneficio alguno a la sociedad. Además de la opción oro versus gobierno, hay otro punto que importa tener en cuenta: el aumento de la oferta áurea mejora su disponibilidad para usos no monetarios, y ésta es una ventaja que difícilmente pueden conferir las monedas de curso legal del gobierno o los depósitos del sistema bancario.»[3]

Resulta muy claro que los depósitos bancarios no pueden ofrecer bajo ningún aspecto que se considere usos no monetarios al dinero que crean, máxime cuando este «dinero» consiste en simples anotaciones contables y no en dinero físico en sí mismo. Por el contrario, en un sistema de reserva fraccional -como es el que existe en la mayoría de los sistemas bancarios mundiales- los incentivos para la producción secundaria de dinero son prácticamente ilimitados, lo que permite afirmar que todo sistema de reserva fraccional es –cuando se establece estatalmente- por su misma naturaleza inflacionario, de donde deriva la utilidad de prohibir el sistema de encajes bancarios. Este tema es el que se considera a continuación:

«Una segunda área que debe ser objeto de investigación es el problema de la banca libre comparada con los requerimientos de reservas del 100 por ciento para los depósitos bancarios en relación con el oro. La obra de Mises Theory of Money and Credit fue una de las primeras que desarrollaron de manera sistemática la vía por la cual los bancos crean dinero a través de la expansión del crédito. Siguió luego la famosa distinción del economista austríaco C. A. Phillips entre las facultades expansionistas de los bancos individuales y las del sistema bancario en su conjunto. Sin embargo, no se prestó atención a uno de los argumentos de Mises, a saber: que bajo un régimen de banca libre, esto es, un régimen en el cual las entidades bancarias no están reguladas, pero deben cumplir estrictamente con sus obligaciones redimiendo los billetes o depósitos en dinero corriente, las operaciones del mercado controlan la expansión monetaria de los bancos. La amenaza de corridas bancarias, combinada con la imposibilidad de que un banco se expanda más que un competidor, mantiene la expansión crediticia en un nivel mínimo. Tal vez Mises subestimó la posibilidad de que un cartel bancario exitoso promueva la expansión del crédito; parece claro, sin embargo, que hay menos probabilidad de que se produzca una expansión del crédito bancario en ausencia de un banco central que suministra reservas y que, en última instancia, actúa como prestador.»[4]

[1] Murray N. Rothbard, «La teoría austriaca del dinero», Revista Libertas Nº 13 (Octubre 1990) Instituto Universitario ESEADE, pág. 13

[2] M. N. Rothbard, «La teoría austriaca…» op.cit. pág. 16

[3] M. N. Rothbard, «La teoría austriaca…» op.cit. pág. 16

[4] M. N. Rothbard, «La teoría austriaca…» op.cit. pág. 17

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE.  Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero.