¿POR QUÉ SON CASI IMPOSIBLES LAS REFORMAS EDUCATIVAS?

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 23/10/16 en: http://gzanotti.blogspot.com.ar/2016/10/por-que-son-casi-imposibles-las.html

 

Permanentemente se ven videos, conferencias y artículos de reformas del sistema educativo. Algunos (como mi padre) han dedicado su vida a ello. Sin embargo, pasan las décadas y los gobiernos y el modelo tradicional de enseñanza, con el aula, las notas, sus premios y castigos, etc., sigue igual, tanto aquí como en otras partes del mundo.

¿Por qué?

Trataremos formular algunas hipótesis, para que las propuestas de reforma sean más realistas y menos ingenuas a la hora de formularse.

  1. El sistema del aula tradicional, de lo que Luis J. Zanotti  (www.luiszanotti.com.ar) llamó la primera etapa de la política educativa (fines del s. XIX) está basado en el modelo positivista de información, donde el aprendizaje es el acopio y repetición de datos objetivos. Por más loas que se declamen hacia la creatividad, esta es colocada como un lujo posterior al duro entrenamiento del aprendizaje básico. Se la permite en las humanidades, se la niega para las ciencias (como si no fueran humanidades), se la relega totalmente de los procesos básicos de acopio de información en los niveles primarios, secundario y terciarios. Y el problema es que este modelo de conocimiento como información está asumido casi sin crítica como horizonte cultural, que por ende no permite ir al núcleo filosófico de la cuestión: el conocimiento humano es creatividad, interpretación, por más que los paradigmas dominantes (Kuhn) impongan su repetición como rito de iniciación para la vida académica.
  1. La mayor parte de reformadores del sistema olvidan o niegan el tema esencial de la libertad de enseñanza. Suponen que sus reformas deben ser impuestas por la fuerza del estado y de modo monopólico, con lo cual se incurre en la paradoja de imponer por la fuerza un paradigma para salir de otro. Todos hablan en este momento del modelo de Finlandia olvidando que es un sistema obligatorio y monopólico. Cómo puede haber creatividad dentro de eso es la paradoja que no se termina de asumir.
  1. El olvido de la libertad de enseñanza (análogo al olvido del ser heideggeriano :-)) implica que las reformas sean tímidas propuestas dentro del sistema estatal dominante. Se olvida que la clave de la cuestión está en la separación jurídica entre los objetivos pedagógicos concretos y el control estatal de los títulos. O sea, la desmonopolización jurídica del sistema. Con ello podrán seguir existiendo colegios tradicionales al estilo de La Sociedad de los Poetas Muertos, pero al mismo tiempo se producirá un big bang de propuestas cuya validación será la demanda de los egresados de dichas propuestas y no el otorgamiento de un “título oficial”.
  1. El punto anterior (la rígida unión entre la titulación y el reconocimiento oficial de los títulos) produce que los sindicatos puedan seguir aferrados a sus funciones tradicionales siendo inmunes a toda reforma. Porque las reformas implican nuevas funciones profesionales docentes que ellos obviamente no están dispuestos a admitir. Por lo demás, en la mayor parte del mundo los sindicatos son mafias legalizadas, estados dentro de otro estado, delincuentes socialmente admitidos que en nombre de los “derechos de los trabajadores” seguirán impidiendo todo tipo de reformas (educativas o las que fuere) por los siglos de los siglos.
  1. La mayor parte de las propuestas ignoran que el problema es el aula positivista clásica. En ella son inútiles nuevas metodologías y nuevas tecnologías, porque es como intentar montar un Saturno V sobre una carreta tirada por bueyes. Sencillamente hay que desechar la carreta. Hay que acabar con el aula tradicional y si se ensayan nuevas, tener conciencia de que ellas no sustituyen (como pensó el movimiento de la escuela nueva) al sistema educativo informal, no sistematizado, constituido por el horizonte (Gadamer), las creencias (Ortega) y el conocimiento disperso (Hayek).
  1. Como esto último está penetrado también por la razón instrumental, o sea por el positivismo cultural, todas las propuestas de reforma seguirán circulando como bonitos videos en youtube mientras que la principal demanda social seguirá siendo el sistema escolar tradicional, venerado y sacralizado por el conjunto de la población.
  1. La mayor parte de propuestas de reforma y de los críticos al sistema han atacado a la razón instrumental, ok, pero han unido esa crítica con la crítica al sistema de libre mercado al cual el sistema tradicional de enseñanza le sería funcional. No estoy debatiendo con Hilary, pero wrong:-). El sistema educativo tradicional no fue una super-estructura de la estructura capitalista de producción. Fue fruto de las ideas del iluminismo del s. XVII y el capitalismo fue fruto del acabamiento progresivo del antiguo régimen sobre todo en Inglaterra a partir de la evolución del common law, ya desde el medioevo. El error de unir reforma educativa con la sociología de Marx, retroalimenta las reacciones conservadoras donde “educación” es igual a portarse bien, estudiar la lección, izar la bandera y ser el “buen repetidor” del sistema tradicional. El libre mercado, por lo demás, no depende del sistema positivista de información, sino al contrario, de la creatividad de la inteligencia humana que se traduce en creatividad empresarial. El sistema educativo formal no es funcional al capitalismo sino al estatismo, al intervencionismo, donde se producen en cadena “buenos empleados” y no libres empresarios (Landolfi,http://www.cuspide.com/9789870284253/Educacion+Para+La+Fragilidad/ )
  1. El sistema educativo tradicional se ha extendido mundialmente con una serie de tentáculos que lo han constituido, a través del pacto de Bolonia, los sistemas de becas y los rankings universitarios, en un soviet mundial. En ese sentido el panorama no podría ser más desalentador, y muestra que lo básico es cambiar, aunque cueste siglos, el horizonte cultural.
  1. La libertad de enseñanza sigue siendo, sin embargo, la única esperanza de salida. Aunque las propuestas de reforma educativa tengan que enfrentarse con el soviet mundial, con la mentalidad positivista imperante y con los paradigmas dominantes que privadamente puedan existir, sin embargo tendrían derecho jurídico a su existencia y por ende dependerían sobre todo de la claridad de objetivos de sus fundadores y no de la “generosidad” del dueño de la granja para con sus esclavos.

 

  1. Mientras tanto, el mercado negro de la creatividad sigue circulando por izquierda, y sólo eso impide mayores estragos a la inmensa cantidad de verdaderos genios aplastados por el soviet del sistema, olvidados, dejados de lado, siendo los verdaderos excluidos y descartados por el estatismo dominante. Los libros, el internet, las reuniones informales, las conversaciones, las charlas, son actualmente la verdadera educación, al lado de un lastre cultural inútil, cual chatarra icónica que se sigue elevando a los altares del estado decimonónico.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

EL PROBLEMA ES EL AULA

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 18/9/16 en: http://gzanotti.blogspot.com.ar/2016/09/el-problema-es-el-aula.html

 

Gran impacto ha causado la carta del profesor que renuncia porque está agotado del uso de las nuevas tecnologías en su clase. Ha habido variadas reacciones. Algunos lo han apoyado, otros han dicho que lo seguirán intentando, otros han propuesto, de vuelta, la incorporación de las nuevas tecnologías al aula.

Vamos a hacer algunas distinciones básicas. La educación, como proceso de transmisión cultural, puede ser formal o informal. La informal es espontánea y se identifica con el aprendizaje espontáneo que todos los seres humanos tienen de su propio horizonte cultural. La formal se identifica con escolaridad en sentido técnico: métodos especiales, no espontáneos, de educación, para el aprendizaje de contenidos más complejos. Esta distinción ha existido en todas las épocas con sus obvias diferencias culturales[1].

Por ende el problema no es la educación formal ni la escolaridad, sino la educación formal positivista concebida por los estados sobre todo a fines del s. XIX. Esa fue la “primera etapa de la política educativa”[2], donde los estados tratan de unificar e incorporar a los ciudadanos a la unidad del estado-naciòn. Su modelo fue coherente con lo que el positivismo supone como aprendizaje: incorporación pasiva de datos. Por eso surge el “aula” como ahora la concebimos: alguien que habla, alguien que es el activo, y los demás pasivos, copiando, memorizando, cual computadoras humanas a las que se les incorpora un pendrive.

Los límites de este sistema con respecto a la “vida” del educando fueron advertidos por la 2da etapa de la política educativa, con los que proponen “la escuela nueva”[3]. La cuestión era incorporar al aula elementos más vitales y activos, con una concepción más humana del educando. Muy bien. Pero el problema fue que el aula positivista y la vida no se concilian. El movimiento de la escuela nueva se enfrenta con el uso de una herramienta contradictoria con sus fines.

Obsérvense las épocas: la primera etapa corresponde a fines del s. XIX. La segunda surge más o menos por los 20, con límites difusos.

La tercera etapa[4], según Luis J. Zanotti, que lo afirma en la década de los 70, son los modernos medios de comunicación, que él en su tiempo identifica con la telemática. Sin darse cuenta previó la revolución en las comunicaciones y el aprendizaje que implicó luego el internet.

Por ende, es raro que no se advierta que estamos hablando de cosas viejas. El diagnóstico de Luis J. Zanotti, hecho ya en los 60 y los 70, es que el aula derivada del positivismo era incompatible con los nuevos modos de aprendizaje, y que el problema del movimiento de la escuela nueva era no haber advertido esa limitación. El problema es esa aula. Pretender incorporar en ella a la tercera etapa es como pretender arreglar una carreta para ir a la Luna. No, no se arregla, sencillamente se cambia.

Por supuesto, parece que no se puede. El aula positivista sigue allí, como un ícono cultural. Seguimos utilizando ese antiguo elemento y nos sumergen allí obligatoriamente desde los 6 –ahora para que desde los 3- hasta más o menos los 25. El daño que ello produce a las personas es casi irreparable.[5]

Por supuesto, lo que se produce –por ello dije “casi”- es que la educación real del individuo va por contrabando. Va por youtube, por netflix, por redes sociales, por infinitas páginas de internet que interesan verdaderamente a niños, adolescentes y adultos. Y la escolaridad formal, en vez se ser concebida como un medio de acompañamiento de todo elloy por ende radicalmente transformada– se presenta como una competencia inútil y perdedora de su imparable competidor. Y los docentes, aferrados, encerrados o adictos al viejo sistema, explotan. Es que obviamente no pueden enseñar en el aula, en el sistema formal positivista, con sus premios y castigos, con incentivos perversos como las notas, con sistemas de vigilancia iguales al sistema carcelario. No pueden verdaderamente enseñar allí, pero lo intentan, fracasan, se desesperan. Los que aplican a gusto todos los elementos carcelarios del sistema creen que tienen éxito. Claro, no se dan cuenta de lo que sucede. Pero los que intenten incorporar internet al aula fracasan también. El problema es el aula. La noción de educación formal, en esta circunstancia, es otra. Es un acompañamiento a la autoeducación que cualquiera naturalmente hace. Luis J. Zanotti ya lo explicó hace más de 40 años[6] y tampoco estaba entonces descubriendo América.

Por supuesto, me preguntarán cómo hago yo. No me parece pertinente hacerlo. Frente a este drama, cada uno de nosotros  -los docentes- se las ha arreglado como ha podido y es inútil que ahora intentemos presentar nuestra propia experiencia personal como una panacea universal, peleándonos, además, entre nosotros. La cuestión es que el sistema debe cambiar, y la cuestión es tomar conciencia de que esas propuestas de cambio tienen casi más de un siglo ya. Así que basta de asombrarse. Docentes, lean un poco más de historia de la educación, política educativa y filosofía de la educación. Allí tienen la obra completa de Luis J. Zanotti. www.luiszanotti.com.ar Tomen, lean, tomen conciencia de lo que ocurre y cálmense. Entonces, cada uno sabrá mejor qué hacer.

 

[1] Luis J. Zanotti, http://www.luiszanotti.com.ar/misionpeda.htm

[2] Luis J. Zanotti, http://www.luiszanotti.com.ar/poled.htm

[3] Idem, http://www.luiszanotti.com.ar/poled2.htm

[4] Idem, http://www.luiszanotti.com.ar/poled3.htm

[5] Landolfi, H.: Educación para la fragilidad. Dunken, Buenos Aires, 2015.

[6] http://www.luiszanotti.com.ar/artinvedu1.htm#1

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

Los estados son monopólicos, pero la movilidad de los recursos los somete a algo de competencia

Por Martín Krause. Publicada el 20/6/16 en: http://bazar.ufm.edu/los-estados-son-monopolicos-pero-la-movilidad-de-los-recursos-los-somete-a-algo-de-competencia/

 

Con los alumnos de Economía e Instituciones vemos el capítulo “Competencia institucional y globalización” donde analizamos cómo la movilidad de los recursos genera una competencia entre jurisdicciones donde pesa la calidad de las instituciones:

El proceso competitivo del mercado es eficiente, porque obliga a los proveedores a prestar atención a los consumidores y a sus necesidades. Esto es así porque los primeros necesitan la aprobación voluntaria de los últimos en un intercambio que tiene que ser mutuamente beneficioso para realizarse. En el ámbito de las acciones del Estado eso no sucede, porque quien ofrece los servicios no requiere tal aprobación, al menos directamente. Esta desvinculación entre prestación y pago está en la raíz del problema, y mientras exista el problema de la ineficiencia del monopolio y el abuso de poder subsistirá.

En tal sentido, el proceso de competencia intra-, inter- y extra-jurisdiccional actúa como un mecanismo adicional de control, ya que establece límites a lo que se puede realizar sin el consentimiento explícito de los ciudadanos. En la medida que la movilidad de los factores ejerce presiones positivas y negativas, introduce un mecanismo de premios y castigos que fuerzan al gobernante a prestar atención a esos movimientos y actuar en consecuencia.

Pero estamos hablando de monopolios territoriales, con una imperfecta (aunque creciente) movilidad por parte de los ciudadanos y con imperfecta información respecto a los costos y beneficios provenientes de las distintas jurisdicciones, debido a la ausencia de precios en estos servicios. Por eso la competencia genera mejores condiciones mientras el individuo puede trasladarse, pero, al mismo tiempo, estamos lejos del grado de competencia que existe cuando, sin necesidad de hacerlo, puede optar entre un producto o servicio y otro. Un caso similar al comentado sería el existente en algunos países en relación con las concesiones de servicios telefónicos en redes donde existen distintos proveedores, pero cada uno de ellos con un monopolio regional: el individuo puede ejercer su poder de opción trasladándose de una región a otra, pero no dentro de una de ellas.

No obstante, como hemos visto, ese traslado existe y se hace más intenso a medida que se reduce el tamaño de la jurisdicción a cargo de la provisión del servicio . De ahí que las bondades de la descentralización vayan más allá que el conocimiento de las condiciones específicas de tiempo y lugar, al permitir un incremento proporcional de la movilidad y, por ende, de la competencia.

Las semanas previas a un acto electoral nos muestran una intensa actividad, que bien podríamos denominar “competencia”: los candidatos, al menos durante ese breve periodo, compiten entre sí. ¿Es esa la única competencia en el ámbito de la política? Después de todo, la definición de un “gobierno” es la de poseer el “monopolio” de la coerción y la palabra monopolio sugiere todo lo opuesto a competencia.

No obstante, el análisis económico de la política ha señalado dos formas en las que la competencia “entre gobiernos” se manifiesta. A una de ellas podríamos llamarla “competencia por comparación”: es aquella desde que la gente observa lo que pasa en el gobierno de al lado y demanda políticamente algo similar. Para eso no hace falta que la gente o los recursos se muevan de donde están. La otra forma de competencia es, precisamente, la que genera esa posibilidad de trasladarse de una jurisdicción a otra.

Que los capitales pueden trasladarse resulta claro, pero ¿son también móviles otros recursos? En concreto, ¿se traslada la gente comparando condiciones según un gobierno u otro? La respuesta es, por supuesto, afirmativa. Basta recordar las recientes noticias sobre los africanos que querían ingresar a Europa por Ceuta y Melilla o al ocasional balsero cubano. Suele decirse que, a nivel intergubernamental, la gente “vota con los pies”, y para tener una idea de la calidad institucional en cada caso solo hace falta observar de dónde quiere salir la gente y a dónde quiere entrar.

Los gobiernos están preocupados por esta competencia: la existente entre aquellos que pierden recursos, precisamente porque se les escapa su “base imponible”, y aquellos que los reciben, porque, se sostiene, en un mundo en competencia para atraerlos hay que reducir constantemente las tasas impositivas. Ahora bien, esta es una cuestión mucho más acotada que la anterior: ¿compara la gente distintas presiones impositivas y decide mudarse de un lado a otro cuando solamente hay diferencias en los impuestos?

 

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

¿Acaso la competencia entre jurisdicciones ‘protege’ al contribuyente como al consumidor en el Mercado?

Por Martín Krause. Publicado el 19/6/15 en: http://bazar.ufm.edu/acaso-la-competencia-entre-jurisdicciones-protege-al-contribuyente-como-al-consumidor-en-el-mercado/

 

Con los alumnos de Economía e Instituciones, de OMMA-Madrid, vemos el Capítulo 10 sobre Globalización y Competencia Institucional.

El proceso competitivo del mercado es eficiente, porque obliga a los proveedores a prestar atención a los consumidores y a sus necesidades. Esto es así porque los primeros necesitan la aprobación voluntaria de los últimos en un intercambio que tiene que ser mutuamente beneficioso para realizarse. En el ámbito de las acciones del Estado eso no sucede, porque quien ofrece los servicios no requiere tal aprobación, al menos directamente. Esta desvinculación entre prestación y pago está en la raíz del problema, y mientras exista el problema de la ineficiencia del monopolio y el abuso de poder subsistirá.

En tal sentido, el proceso de competencia intra-, inter- y extra-jurisdiccional actúa como un mecanismo adicional de control, ya que establece límites a lo que se puede realizar sin el consentimiento explícito de los ciudadanos. En la medida que la movilidad de los factores ejerce presiones positivas y negativas, introduce un mecanismo de premios y castigos que fuerzan al gobernante a prestar atención a esos movimientos y actuar en consecuencia.

Pero estamos hablando de monopolios territoriales, con una imperfecta (aunque creciente) movilidad por parte de los ciudadanos y con imperfecta información respecto a los costos y beneficios provenientes de las distintas jurisdicciones, debido a la ausencia de precios en estos servicios. Por eso la competencia genera mejores condiciones mientras el individuo puede trasladarse, pero, al mismo tiempo, estamos lejos del grado de competencia que existe cuando, sin necesidad de hacerlo, puede optar entre un producto o servicio y otro. Un caso similar al comentado sería el existente en algunos países en relación con las concesiones de servicios telefónicos en redes donde existen distintos proveedores, pero cada uno de ellos con un monopolio regional: el individuo puede ejercer su poder de opción trasladándose de una región a otra, pero no dentro de una de ellas.

No obstante, como hemos visto, ese traslado existe y se hace más intenso a medida que se reduce el tamaño de la jurisdicción a cargo de la provisión del servicio. De ahí que las bondades de la descentralización vayan más allá que el conocimiento de las condiciones específicas de tiempo y lugar, al permitir un incremento proporcional de la movilidad y, por ende, de la competencia.

Las semanas previas a un acto electoral nos muestran una intensa actividad, que bien podríamos denominar “competencia”: los candidatos, al menos durante ese breve periodo, compiten entre sí. ¿Es esa la única competencia en el ámbito de la política? Después de todo, la definición de un “gobierno” es la de poseer el “monopolio” de la coerción y la palabra monopolio sugiere todo lo opuesto a competencia.

No obstante, el análisis económico de la política ha señalado dos formas en las que la competencia “entre gobiernos” se manifiesta. A una de ellas podríamos llamarla “competencia por comparación”: es aquella desde que la gente observa lo que pasa en el gobierno de al lado y demanda políticamente algo similar. Para eso no hace falta que la gente o los recursos se muevan de donde están. La otra forma de competencia es, precisamente, la que genera esa posibilidad de trasladarse de una jurisdicción a otra.

Que los capitales pueden trasladarse resulta claro, pero ¿son también móviles otros recursos? En concreto, ¿se traslada la gente comparando condiciones según un gobierno u otro? La respuesta es, por supuesto, afirmativa. Basta recordar las recientes noticias sobre los africanos que querían ingresar a Europa por Ceuta y Melilla o al ocasional balsero cubano. Suele decirse que, a nivel intergubernamental, la gente “vota con los pies”, y para tener una idea de la calidad institucional en cada caso solo hace falta observar de dónde quiere salir la gente y a dónde quiere entrar.

Los gobiernos están preocupados por esta competencia: la existente entre aquellos que pierden recursos, precisamente porque se les escapa su “base imponible”, y aquellos que los reciben, porque, se sostiene, en un mundo en competencia para atraerlos hay que reducir constantemente las tasas impositivas. Ahora bien, esta es una cuestión mucho más acotada que la anterior: ¿compara la gente distintas presiones impositivas y decide mudarse de un lado a otro cuando solamente hay diferencias en los impuestos?

Feld y Reulier (2005) han estudiado este fenómeno analizando los cantones suizos desde 1984 hasta 1999. Su conclusión es que, efectivamente, existe una movilidad relativamente importante, inducida por la carga impositiva. La elección de Suiza como objeto de estudio no es caprichosa, pues en ese país los cantones pueden fijar las tasas de impuestos a los ingresos y la diferencia entre ellos es mucho más notoria que en cualquier otro país europeo. Los cantones suizos obtienen el 50% de sus ingresos de estos impuestos y las tasas varían desde el 12% en el cantón de Zug hasta el 28% en Ginebra.

Los autores descubren algunos hechos interesantes. La competencia existe y en el periodo analizado las tasas se han reducido en todos los cantones. Esta competencia parece ser mucho más intensa en cantones vecinos, ya que la gente está más dispuesta a mudarse, por ejemplo, de Zurich a Zug, pero no tanto desde Ginebra, donde las diferencias culturales y de idioma son importantes. Ginebra compite con Vaud y la ciudad de Basilea con el condado del mismo nombre.

Asimismo, esa competencia es mucho más intensa en el nivel de ingresos medios, que va desde 70 mil a 100 mil francos suizos anuales. ¿Por qué? Fled y Reulier sostienen que quienes están en esa franja suelen ser profesionales jóvenes a quienes hay que atraer. Ya después tendrán ingresos mayores, pero también menor movilidad, por cuestiones de familia: hijos, colegios, amistades. Con más ingresos y menor movilidad, ya se puede subir la tasa.

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).