HERMENÉUTICA VERSUS LA POSITIVIZACIÓN DE LAS CIENCIAS SOCIALES

Por Gabriel J. Zanotti. Publicado el 17/2/19 en: http://gzanotti.blogspot.com/2019/02/hermeneutica-versus-la-positivizacion.html

 

Punto 7 del cap. 5 de https://www.amazon.es/hermen%C3%A9utica-como-humano-conocimiento-ebook/dp/B07NNX8HPZ

Hayek tiene una famosa frase que denuncia perfectamente esta cuestión: “…Sir Karl Popper has taught me that the natural scientists did not really do what most of them not only told us that thet did but also urged the representativs of other disciplines to imitate[1]”. Parece un trabalenguas pero no lo es. Veámoslo frase por frase: “…Sir Karl Popper has taught me…”. Esto es, Popper luchó toda su vida contra un inductivismo en ciencias naturales según el cual primero veríamos los hechos y luego, recién, elaboraríamos las hipótesis[2]. Por su solo genio, sin que Gadamer se lo haya enseñado, Popper supo perfectamente que no se ven primero los hechos, sino que la configuración del mundo físico depende ya de mitos, en una razón no crítica, o de hipótesis, en una razón crítica. Ahora bien, si esto es así para las ciencias naturales, ¿cómo va a ser lo contrario para ciencias sociales? Sin embargo, el positivismo pretende decir que las ciencias naturales son inductivas en el sentido referido, y por eso “….the natural scientists did not really do what most of them not only told us that thet did”, o sea, NO hacen lo que muchos de ellos nos dicen que hacen, esto es, ver los hechos sin interpretación, sino que “…also urged the representativs of other disciplines to imitate”, esto es, también exhortan a los científicos sociales a hacer lo que ellos mismos NO pueden hacer (aunque crean que sí) en sus propias ciencias.

Es así como las ciencias sociales se han llenado de supuestos datos y estadísticas, que no sólo parecen ser más importantes que las pobres hipótesis que sostienen sino que además deberían ser previos a ese marco teorético. Por eso Popper mismo dijo que los papers presentados bajo sus propias normas metodológicas son habitualmente rechazados por los editores[3](y por ello yo mismo debo advertir a los doctorandos que NO sigan en su teses al Popper que yo les enseño…).

¿Pero por qué “pobres hipótesis”? Porque las hipótesis en ciencias sociales se han convertido hace ya mucho tiempo en solas correlaciones directa o inversamente proporcionales entre variables que luego hay que apoyar en ese testeo empírico, lo cual termina siendo funcional a las ciencias sociales concebidas como “control”, esto es, como informes funcionales para las políticas públicas dictadas por los estados, según la razón instrumental usadas por los estados-nación weberianos. Y ello es así porque se cree que en el fondo no hay procesos de auto-organización social, que habría que explicar, sino sólo políticas estatales que controlan lo que de otro modo sería un caos. O sea, se ignora casi totalmente la noción de orden espontáneo de Hayek, esto es, procesos sociales ordenados que son fruto de la acción humana pero no del designio humano, y cuyo análisis es el objeto de las ciencias sociales. Para lo cual, obviamente, se necesita una antropología filosófica que explique bajo qué condiciones la intersubjetividad (humana, claro) tiende a la coordinación de conocimiento, y ello es obviamente el marco hermenéutico básico que permite configurar nuestra interpretación del mundo social y hacer luego una ciencia económica, política y jurídica conforme a esa interpretación. Eso nada tiene que ver con el testeo empírico, y por eso los científicos sociales ultra-empiristas han acusado a ese modo de ver el mundo social como “ideología”, como si afirmar las hipótesis de orden espontáneo implicara estar cerrados a la crítica[4].

Por ello, en nuestro pequeño libro Filosofía para mí[5], decíamos:

“…El economista austríaco Fritz Machlup escribió un seminal ensayo llamado “El complejo de inferioridad de las ciencias sociales”[6], cuyo título lo decía todo. Al lado de unas ciencias naturales muy orgullosas de sí mismas, de su supuesto mundo perfecto de hechos indubitables, probados y matematizados, las ciencias sociales tenían (¿tienen?) un inevitable complejo de inferioridad. “Ya vamos a ser como ustedes”, es su culpógeno anuncio, y, mientras tanto, asumir casi con vergüenza su contingencia, sus marcos interpretativos, sus inexactitudes, su dependencia de diversas filosofías e ideologías. O sea, su “dependencia de todo lo humano”.

Pero hemos visto que TODAS las ciencias son humanas y dependen “de lo humano”. ¡Qué mala noticia para los dioses del nuevo Olimpo del Sacro Imperio Romano Científico! Por ello continuábamos diciendo:

“…la ciencia depende de nuestras concepciones del mundo, de nuestras interpretaciones, de nuestras falibles conjeturas que intentan dar luz a un mundo infinitamente desconocido. El método científico es una caminata de ensayo, error, falibilidad y progreso. Las ciencias sociales, por ende, “también”. No son superiores o inferiores a cualquier otro intento humano de dar sentido al mundo”.

Pero luego reseñábamos su historia:

“…“Al principio”, esto es, desde los albores de la filosofía, y hasta hace muy poco, no había ciencias sociales. Hubo, sí, algo muy importante, de lo cual se hacía una directa aplicación al mundo social. Era y sigue siendo la ética. Para la concepción griega del mundo, una ética separada de la vida social era casi inconcebible. En Aristóteles –por decir un ejemplo no menor- la ética no era sólo e estudio de las virtudes que perfeccionan la naturaleza humana. La máxima de esas virtudes era preocupación cívica por la “ciudad”. La vida de la “polys” era lo máximo en la perfección del hombre. Ahora bien, ¿cómo debía ser “regida” esa polys? Naturalmente, de modo “bueno”. La famosa clasificación aristotélica de las formas de gobierno así lo revela. Si el gobierno de uno, unos pocos o muchos era “bueno” entonces teníamos la monarquía, la aristocracia, la república. Los temas sociales eran temas éticos. En ningún momento se concebía que se pudiera llamar a un “técnico”, que “sin juicios de valor” hiciera sus recomendaciones para una “gestión eficiente”.

La irrupción cultural del cristianismo, del judeo-cristianismo, implicó enormes cambios en la concepción del mundo, pero la característica anterior se mantuvo. El cristianismo implica, precisamente, que hay algo anterior y superior a la polys: la relación de cada individuo con Dios. Desde allí, desde esa “ciudad de Dios” se debe juzgar a la “ciudad del hombre”. Con la conformación del renacimiento carolingio (s. IX) y la conformación del Sacro Imperio, se conforma una concepción de la vida social donde la “auctoritas” humana es el “brazo secular” de la Iglesia. “El príncipe” temporal tiene cierta autonomía pero su “función propia” es casi como un instrumento del poder eclesial. Los musulmanes pensaban igual; simplemente diferían en quien era el príncipe y quién era el profeta. Y los judíos no contaban entonces porque se habían quedado sin su ciudad temporal (que, cuando existió, giró en torno al templo).”

“… La separación entre católicos y protestantes no cambia la cuestión. Lutero y Calvino seguían pensando que la ética de la ciudad de Dios debía seguir gobernando la ciudad del hombre, un hombre, ya, para ellos, irremisiblemente destruido por el pecado. La cuestión tampoco cambia con el racionalismo continental del s. XVIII, cuyo representante más ilustrado es Kant. Con él, también la sociedad, en camino hacia la república, la ciencia y la paz perpetua, dependía de la ética. Una ética diferente, sí, más secular, dependiente de un imperativo absoluto aunque sin metafísica o religión, en principio. Pero igual de fuerte y categórico. Las repúblicas laicas y democráticas, guiadas por la ciencia newtoniana y la educación obligatoria, deben ahora “dominar la tierra”. El mandato bíblico es cambiado de contenido. Id y bautizad……….. Se transforma en “id y ensenar, civilizar….”, pero con el mismo impulso ético y expansivo, exotérico, de épocas anteriores.

En medio de todo esto, otra tradición, también muy importante en la filosofía occidental, se abre paso. Es la historia. Pero no simplemente como una (¿imposible?) “historiografía”, sino como “comprensión”. Dilthey (fines s. XIX) es aquí el autor clave. Podemos comprender los fenómenos sociales porque nuestra condición humana nos proporciona una interpretación de nuestra historia de un modo tal que no la podríamos tener de un hormiguero y menos aún de un trozo de roca. Podemos ponernos en el lugar de Napoleón, y, por más desacuerdos que tengamos, comprender sus motivaciones, y por ende sus acciones. En ese sentido la historia comprende, y las ciencias naturales “explican”. En esta tradición, las ciencias sociales son historia. O la historia “es” las ciencias sociales. Algo de esto, aunque con muchas diferencias, subsiste en un Gadamer que contrapone (1960) la verdad de la conciencia histórica al método de las ciencias naturales. La filosofía continental alemana aún hoy tiene cierto enfrentamiento con cierto positivismo en ciencias sociales que predomina en ciertos ámbitos anglosajones.”

Es entonces cuando explicábamos la entrada de la novedosa idea del orden espontáneo:

“…En medio de la ética, en medio de la historia, ¿quedaba lugar para algo más?

Miremos un poco más en la historia de la filosofía occidental y encontraremos algunas cosas.

En primer lugar, según Marjorie Grice-Hutchison, en un famoso estudio sobre la Escuela de Salamanca, (tesis dirigida por por Hayek), jesuitas y dominicos españoles habrían desarrollado las primeras teorías sobre los precios, la inflación, los salarios, etc., adelantándose al modo en que lo haría la economía a partir del s. XVIII. Esto es, por ejemplo, que “es” la inflación, más allá de lo que “deba ser”. Otros autores como Rothbard, Novak, Chafuen, Huerta de Soto, etc., han estudiado mucho este pensamiento.

En los inicios del s. XVIII no tenemos sólo los inicios de la escuela Clásica de economía, sino la Escuela Escocesa, con autores como Hume, Smith, Ferguson. Este último acuña la feliz expresión de que la sociedad es fruto “de la acción humana pero no del designio humano”. Esto implica que para ellos el orden social era “espontáneo”, esto es, no fruto de un acto fundacional deliberado. Los fenómenos sociales implican “consecuencias no intentadas”, evoluciones o involuciones que escapan a planes deliberados de una persona o un grupo de personas. Hay en los fenómenos sociales algo que se puede estudiar pero no planificar. Esto es interesantísimo….

Esta cuestión es retomada explícitamente por el economista austríaco C. Menger en su teoría del origen del dinero, como institución social espontánea. Esta línea “institucionalista-evolutiva” de los fenómenos sociales es retomada luego por Hayek, pero es L. von Mises quien, en mi opinión, acuña una explicación, en el inicio de su tratado de economía, que es clave para entender una ciencia social que no sea “sólo” ética. Dice así: “….The discovery of a regularity in the sequence and interdependence of market phenomena went beyond the limits of the traditional system of learning. It conveyed knowledge which could be regarded neither as logic, mathematics, psychology, physics, nor biology”. Este párrafo es clave. Se afirma que se toma conciencia de algo que está más allá de los campos tradicionales del saber. Eso, que está más allá, y que tiene una cierta (vamos a ver por qué digo “cierta”) autonomía de la ética es una “secuencia y regularidad”, esto es, cierto “orden” en las consecuencias no intentadas de las acciones. Adoptar ante este orden una actitud teorética es comenzar a hacer ciencias sociales de un modo no sólo nuevo, sino constitutivo, esto es, las ciencias sociales son “eso”: el estudio de los órdenes espontáneos. Yo puedo “querer” que un poeta gane más que un futbolista, puede ser que considere ello sea bueno, pero si formo parte de los millones y millones de personas que ven partidos de futbol por televisión o voy al estadio, entonces yo mismo, como consecuencia no intentada, estoy causando el alto salario del futbolista. Un gobierno puede considerar bueno que los obreros de tal o cual sector ganen U$S 1000 al mes, pero la consecuencia no intentada será que algunos empleadores potenciales dejarán de contratarlos. Yo puedo querer y considerar bueno que las secretarias de mi empresa (no es mi caso) ganen U$S 10.000 al mes, pero la consecuencia no intentada es que tendré más postulantes de las que puedo absorber y “tendré que” bajar el salario que estoy ofreciendo. O, al revés, yo puedo  considerar injusto que un famoso futbolista gane millones y millones más que un profesor titular de Física I, pero, si yo veo sus partidos, yo soy parte de la causa por la cual ese futbolista gane millones.  Y así sucesivamente….”

Y concluíamos:

“…¿Diremos entonces que las ciencias sociales son sólo descriptivas de órdenes espontáneos y de ningún modo normativas? No, porque, como vimos, en toda acción humana hay una decisión moral implícita. Pero una consecuencia, una inter-acción, que va más allá del fin directamente intentado por el individuo. Esa consecuencia no intentada puede ser, a su vez, buena o mala, pero la “descripción” de esas consecuencias que son fruto de la inter-acción humana tiene un margen de autonomía con respecto a la ética tradicional. Si ese margen no se ve, la diferencia entre las ciencias sociales y la sola ética tampoco se ve. Es absolutamente bueno que todos tengan alimento de sobra, “pero” resulta que por ejemplo hay una ciencia, la economía, que nos dice que “hay” escasez, y entonces los salarios no se pueden aumentar simplemente porque ello sea “bueno”: hay además un proceso de ahorro, de formación de capital…….

No se trata, por ende, de contraponer una ciencia “de hechos” vs. una ética normativa. Los fenómenos sociales implican un “mundo”, esto es, según Husserl, un conjunto de relaciones entre personas (inter-subjetividad), y eso es el mundo social, y ese mundo social tiene sus valores morales como constitutivos, porque es parte de su horizonte cultural. Simplemente, ese mundo social tiene una evolución o involución espontánea, esto es, una serie de inter-acciones no intentadas que no se reducen al sólo juico ético de cada acción en particular.

¿Pero qué hay detrás de esa “regularidad” de la que hablaba Mises? ¿No hay acaso libertad en las acciones humanas?”.

“…Por los ejemplos dados, vimos que las consecuencias no intentadas no son “arbitrarias”: tienen un orden, que emerge de decisiones libres previamente adoptadas. Y ese orden tiene que ver con un tema esencialmente filosófico: la racionalidad del ser humano, racionalidad falible, incierta, pero racionalidad al fin: persigo ciertos falibles y cambiantes fines y recurro a falibles y cambiantes medios. Quiero comprar un libro, lo compro, y millones y millones de acciones similares a las mías “causan” que tal o cual autor sea rico y conocido….”

“…Pero como podemos ver, detrás de todo lo que estamos diciendo hay una antropología filosófica, una concepción del ser humano que implica a su vez una determinada noción de acción humana.

En ese sentido, los problemas teoréticos más importantes de las ciencias sociales tienen que ver con la noción de acción e inter-acción que estemos manejando. Un economista partidario de la teoría de la plus-valía marxista ve al mundo como la explotación de capitalismo de EEUU y Europa con respecto a los explotados: América Latina, Africa, etc. Inútil es que le digamos cifras sobre el PBI interno de los EEUU, o que le mostremos que el PBI per cápita en tal o cual región de América Latina ha crecido: él tendrá otras “cifras” para mostrar que las desigualdades han crecido.

¿Pero cómo ve el mundo alguien formado en otra concepción de la economía? Al revés: América Latina es pobre porque nunca ha generado las condiciones culturales e institucionales para la estabilidad jurídica que es necesaria para el ahorro y la inversión a largo plazo. Por otro lado, la teoría del valor es diferente: para uno, es la del valor-trabajo en Marx; para el otro, es la teoría del valor subjetivo de Menger y Bohm-Bawerk. Desde esas dos concepciones del mundo, diametralmente opuestas, no es que ven “lo mismo” desde dos perspectivas diferentes: ven diferentes fenómenos, directamente. América Latina y EEUU no son lo mismo para unos y para otros, y todas las relaciones de causa y efecto son diferentes para ambas perspectivas.

¿Cuál de las dos es la correcta?

Para responderlo, hay que ir a la teoría del valor, y por ende…….. Al tema de la acción humana, la racionalidad, la intencionalidad de la acción, el libre albedrío, la falibilidad de la acción, la incertidumbre….

Y todo ello no es más que antropología filosófica.

O sea que:

  1. a) las ciencias sociales tardaron mucho tiempo en distinguirse de la sola ética.
  2. b) Ello no implica que las ciencias sociales sean totalmente autónomas de la ética.
  3. c) La autonomía de las ciencias sociales tiene que ver con la progresiva emergencia de un nuevo paradigma, la noción de órdenes espontáneos en lo social.
  4. d) Esa noción de orden espontáneo tiene que ver con temas tales como: racionalidad limitada, acción humana intencional, inter-subjetividad, libre albedrío, orden, etc.
  5. e) Esos temas son esencialmente filosóficos”[7].

 

 

[1] Hayek, F. A. von: Studies in Philosophy, Politics and Economics, Routledge and Keagan Paul, 1967, Preface.

[2] Popper, K.: Teoría cuántica y el cisma en física; Tecnos, Madrid, 1985;Realismo y el objetivo de la ciencia; Tecnos, Madrid, 1985; Conjeturas y refutaciones; Paidós, Barcelona, 1983; Conocimiento objetivo; Tecnos,Madrid, 1988; La lógica de la investigación cientifica,Tecnos, Madrid, 1985; Replies To My Critics; in The Philosophy of Karl Popper, Part II; Edited by P. Arthur Schilpp Lasalle; Illinois, 1974.

[3] Popper, K.: The Myth of the Framework; Routledge,  1994.

[4] Ver al respecto Machlup, F.: «El complejo de inferioridad de las ciencias sociales»; en Libertas; Eseade, Bs. As., Nro. 7.

[5] Ediciones Cooperativas, Buenos Aires, 2006.

[6] Op.cit.

[7] Ver la bibliografía al respecto: Popper, K.: La miseria del historicismo; Alianza Ed., Madrid, 1987; Hayek, F.A.von: «Scientism and the Study of Society»; en The Counter Revolution of Science; Liberty Press, 1979;  «The Theory of Complex Phenomena»; en Studies in Philosophy, Politics and Economics; op.cit.,;  Mises, L. von: «Problemas epistemológicos que suscitan las ciencias referentes a la acción humana», cap. II de La acción humana, Sopec, Madrid, 1968; Gallo, E.: «Hayek y la investigación histórica: algunas reflexiones»; en Estudios Públicos; Centro de Estudios Públicos; Santiago de Chile, Nro. 50, 1993;  Machlup, F.: «El complejo de inferioridad de las ciencias sociales», op.cit., Polanyi, M.: Personal Knowledge; Routhledge, 1998; Menger, C.: Investigations Into the Method of the Social SciencesLibertarian Press, Grove City, 1996.

 

Gabriel J. Zanotti es Profesor y Licenciado en Filosofía por la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino (UNSTA), Doctor en Filosofía, Universidad Católica Argentina (UCA). Es Profesor titular, de Epistemología de la Comunicación Social en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor de la Escuela de Post-grado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Profesor co-titular del seminario de epistemología en el doctorado en Administración del CEMA. Director Académico del Instituto Acton Argentina. Profesor visitante de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. Fue profesor Titular de Metodología de las Ciencias Sociales en el Master en Economía y Ciencias Políticas de ESEADE, y miembro de su departamento de investigación.

El derecho de propiedad y su violación

Por Gabriel Boragina Publicado el 23/9/18 en: http://www.accionhumana.com/2018/09/el-derecho-de-propiedad-y-su-violacion.html

 

Desde todos los ángulos imaginables se reclaman con urgencia «políticas públicas» como supuesta y única panacea a los males sociales. En rigor, las «políticas públicas» se encaminan más a la violación de la propiedad que a su defensa, y por eso bien se ha dicho al respecto que:

«La propiedad puede violarse tomando el producto que cualquier propietario debe a sus tierras, a sus capitales, o a su trabajo. La propiedad se viola poniendo frenos al libre uso de las propiedades, pues las leyes establecen que la propiedad implica el derecho de uso. «[1]

Este derecho de uso debe entenderse en sentido amplio, que incluya lo que jurídicamente se distingue como uso por un lado y disposición por el otro. La propiedad, considerada desde el punto de vista económico, comprende ambos, es decir, tanto el uso como la disposición. Jurídicamente, en cambio, la disposición implica desprenderse de la propiedad del bien en cuestión mediante cualquier acto legalmente idóneo para tal fin, como pueden ser la venta, comodato, permuta, darlo en usufructo, etc.

«Igualmente, la propiedad es violada cuando se obliga a un propietario a cultivar algo, o a impedirle hacer cierto cultivo. Cuando se fuerza cierto modo de cultivo, o se prohíbe.»[2]

Hay muchos instrumentos sutiles mediante los cuales los derechos de propiedad pueden ser vulnerados. La manera en que la propiedad puede ser menoscabada encuentra diferentes graduaciones, que van desde un mínimo a un máximo total o absoluto, que es cuando se afirma que la propiedad ha sido por completo abolida.

Pero también lo puede ser en parte. Esta parte puede ser mayor o menor, y fuerza es reconocer que -hoy en día- la propiedad no es absoluta en ninguna parte.

Si solamente consideramos la mera existencia de impuestos en todos los países del orbe, tenemos que llegar a la forzosa conclusión que cualquier impuesto (por mínimo que sea) implica detraer en forma compulsiva todo o parte del fruto del trabajo de un particular. En esa misma proporción se puede decir que el derecho de propiedad del sujeto afectado se encuentra violado. Y esto es así porque el elemento compulsivo es inseparable del concepto de impuesto.

La propiedad implica que, todo propietario tiene el derecho a desprenderse de todo o parte de su propiedad de manera voluntaria. Este elemento (el de la volición) está ausente si en su lugar se incorpora su antítesis (la compulsión)- y esta última es de la esencia más pura del impuesto, cuyo mismo nombre resulta significativo en cuanto a denotar la privación del componente de voluntariedad.  Donde hay un impuesto hay un ataque al derecho de propiedad. Cuestión distinta es que algunos consideren ese ataque necesario. Resulta bastante difícil, hoy en día, encontrar personas que apoyen o sostengan que los impuestos han de ser suprimidos.

La gran mayoría de nuestros congéneres (como postura extrema) se limita a postular su moderación en lugar de su más completa derogación. Resulta a la mayoría inimaginable siquiera sustituir el régimen impositivo y reemplazarlo por contribuciones voluntarias al sostén de los gastos que se derivan por la provisión de los llamados bienes públicos (concepto en sí mismo también objetable). Creen que, en falta de compulsión, nadie proveería de tales «bienes públicos» ignorando que la misma categoría de «bienes públicos» es utópica, porque -en definitiva- tales supuestos «bienes públicos» no son gratuitos, ni se generan espontáneamente, sino que son fruto de la producción de algún ente privado, sea unipersonal o societario. Pero, en definitiva, ningún bien económico se produce «colectivamente», sino privadamente, y sólo entendiendo el término «colectivo» como la suma de esfuerzos privados resulta aceptable el vocablo.

Cuando un productor o comerciante está vendiendo su elaboración, está haciendo público lo que antes era privado. Toda producción tiene como destino final el consumo, es decir, el uso público. Lo que no implica necesariamente que sea el «estado» el que deba dirigir el proceso económico, tal como hoy en día se lo concibe ampliamente.

Se pierde de vista, en definitiva, que es el mercado libre el único proveedor de bienes públicos, y que cuando la actividad de dicho mercado se busca limitar a través de diferentes imposiciones legales, o sea, cuando se procura que sea menos libre de lo que debería ser, estas «políticas públicas», en realidad, están en los hechos atentando en última consecuencia contra la provisión de bienes públicos en cantidad diferente a la que el mercado considera satisfactoria, y también se omite que el mercado está formado por dos grandes grupos de personas : compradores y vendedores, ambos englobados -a su vez- en la categoría de productores.

Los bienes públicos no son más que bienes de producción privada que se ponen a disposición del público voluntariamente por el propio mercado. El gobierno sólo puede entorpecer esta función típica e inherente del y al mercado.

«También se viola la propiedad cuando se niegan ciertos usos del capital o maneras de invertir. Cuando se prohíbe la construcción sobre sus tierras, o se le impone una manera de construcción.»[3]

Ejemplo de lo primero es cuando se restringen o -directamente- se impiden ciertas actividades financieras o productivas en desmedro de otras. La prohibición puede adoptar diferentes formas. Por modelo, puede ser mediante una imposición legal que cercene ciertas inversiones, o bien a través de impuestos, como los tristemente célebres tributos al capital, o a sus distintas manifestaciones.

 Las reglamentaciones a las actividades financieras, por caso, restricciones para operar como bancos a personas o instituciones son otras de las múltiples maneras de violar la propiedad.

El supuesto siguiente alude a la industria de la construcción, que incluye construir o no hacerlo en determinados lugares o zonas que quizás no sean rentables para el constructor (muestra común son los denominados «polos de desarrollo» que no son de mercado, sino que obedecen solamente a criterios burocráticos). So pretexto de ordenamiento urbanístico los gobiernos vulneran a menudo este derecho de propiedad, reduciéndolo a su mínima expresión.

«Hay violación del derecho de la propiedad cuando después de invertir en una cierta industria la autoridad prohíbe esa misma industria, o se le imponen impuestos tan grandes que son iguales a los de una prohibición.»[4]

Estos patrones dan cuenta de lo que -en palabras lisas y llanas- no se trata más que de una confiscación de bienes. Ya que, en el primer caso, se induce a pérdida al inversor en la actividad que a posteriori se veda, y en el segundo se produce una consecuencia análoga, sólo que por medio de otra vía. Pero, en suma, ambas son confiscaciones.

«Es violación de la propiedad el prohibir el uso de las facultades humanas y la aplicación de sus habilidades y talentos, a excepción de cuando ellos son usados en contra de los derechos de terceros. Viola a la propiedad el hacer que un hombre se dedique a ciertas actividades cuando él considera de más provecho dedicarse a otras labores, por ejemplo, obligándole a realizar un servicio militar.»[5]

En estos supuestos, lo que el gobierno confisca es el talento y la voluntad humana. Y se nota, con suma claridad, que lo que se violenta es -en resumidas cuentas- la libertad individual. El vínculo entre libertad y propiedad es indisoluble, al punto tal que, si se desconoce una se está automáticamente excluyendo también la restante. No puede haber propiedad sin libertad ni esta sin aquella. Anulando una desaparece la otra. El hombre que no es libre no puede ser propietario de nada, ya que no lo es siquiera de su propia libertad.

[1] Eduardo García Gaspar. Ideas en Economía, Política, Cultura-Parte I: Economía. Contrapeso.info 2007. pág. 66

[2] García Gaspar, E. ibidem

[3] García Gaspar, E. ibidem

[4] García Gaspar, E. ibidem

[5] García Gaspar, E. ibidem

 

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE. Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero.

Los individuos buscan el lucro y traicionan cuando les conviene: pero no es así, tienen confianza

Por Martín Krause. Publicada el 19/12/16 en: http://bazar.ufm.edu/los-individuos-buscan-lucro-traicionan-cuando-les-conviene-no-asi-tienen-confianza/

 

Una revolución silenciosa está ocurriendo en la ciencia económica. El fundamento básico de la economía neoclásica sobre la conducta humana está siendo cuestionado y no se sostiene. Esto tendrá enormes implicancias para el análisis económico y, en última instancia, las recomendaciones de políticas públicas y política económica si es que la academia económica muestra una mente abierta para modificar ese supuesto básico.

Muchos trabajos están contribuyendo a esto. Comento ahora un paper Ingela Alger (Escuela de Economía de Toulouse y Jorgen Weibull (Escuela de Economía de Estocolmo). El resumen ya es bien claro respecto a las consecuencias de estas investigaciones:

“Desde la publicación de La Riqueza de las Naciones, de Adam Smith, es costumbre que los economistas presuman que los agentes económicos están persiguen solamente su interés personal. Sin embargo, las investigaciones en economía experimental y de la conducta han mostrado que las motivaciones humanas son más complejas y que la conducta observada es, a menudo, mejor explicada por otros factores motivacionales tales como una preocupación por la legitimidad, el bienestar social, etc. Como complemento de esos trabajos hemos desarrollado nuestras investigaciones hacia las bases evolutivas de la motivación humana. Hemos encontrado que la selección natural, en entornos muy simplificados pero matemáticamente bien estructurados, favorecen las preferencias que combinan el interés propio con la moralidad. En términos generales, el componente moral  evalúa las acciones personales en términos de lo que sucedería si, hipotéticamente, esta acción fuera adoptada por otros. Estas preferencias morales tienen importantes implicancias para la conducta económica. Motivan a los individuos a contribuir a bienes públicos, a hacer ofertas razonables cuando podrían hacer otras menores, y contribuir a instituciones sociales y actuar amistosamente con el ambiente incluso si su impacto personal es minúsculo.”

La economía neoclásica desarrolló su corazón con la teoría del equilibrio a la cual luego le sumó la teoría de los juegos. Comentan los autores:

“Muchas transacciones mutuamente beneficiosas contienen un elemento de confianza inter-personal y pueden llegar a no materializarse en ausencia de una expectativa de que la confianza será retribuida. La prevalencia de confianza en la sociedad, por ende, ha sido asignada primacía en muchos aspectos, por ejemplo en los estudios empíricos y teóricos sobre el crecimiento económico. En los últimos años, el juego de la confianza ha surgido como un instrumento preferido para obtener la confianza interpersonal y la voluntad de retribuir la confianza. Más generalmente, el juego ha sido ampliamente utilizado para estudiar las conductas cooperativas. En un juego de confianza, un individuo (el inversor), decide cuánto dinero de un fondo inicial enviar a otro sujeto (el administrador o fideicomisario). La cantidad entregada es luego multiplicada por algún factor, usualmente tres, y entonces el administrador decide cuánto del dinero recibido enviar de vuelta al inversor. La predicción estándar de la teoría de los juegos por una sola interacción anónima entre dos individuos solamente persiguiendo su interés es que el inversor no entregue nada, anticipando racionalmente que el administrador no va a retribuir. Sin embargo, los experimentos consistentemente muestran que la cooperación florece en el juego de la confianza; el inversor promedio entrega una porción significativa de su recurso, y la mayor parte de los fideicomisos retribuyen esa acción”.

 

Martín Krause es Dr. en Administración, fué Rector y docente de ESEADE y dirigió el Centro de Investigaciones de Instituciones y Mercados (Ciima-Eseade).

 

Estado y «políticas públicas»

Por Gabriel Boragina. Publicado el 13/10/13 en http://www.accionhumana.com/

La suposición de que el mercado opera dentro de un marco de anarquía es lo que ha dado origen al intervencionismo y -dentro de este- a una subespecie del mismo que recibe el respetable título de «políticas públicas». Sin embargo, como bien señala el Dr. Krause:

«Los mercados no funcionan en un “vacío” de normas. Por el contrario, necesitan de ellas para coordinar los planes de los individuos, de forma tal de articular sus acciones y guiar sus decisiones de producción hacia la satisfacción de sus necesidades. Los mercados no son perfectos, esto supondría que los seres humanos lo somos. Entre los problemas que se presentan en su funcionamiento, suelen mencionarse las imperfecciones en la competencia, externalidades, bienes públicos e información asimétrica.»[1]

Para «superar» estas supuestas «deficiencias» es que se proponen las «política públicas».

«Pero la solución a los problemas de fallas de mercado a través de políticas públicas no es tan obvia. Aunque la “mano visible” del estado parece una solución, no quiere decir esto que sea una solución efectiva. Puede haber serios problemas para implementar una política pública adecuada, y además, puede ser muy difícil lograr que se aplique en forma eficiente.»[2]

La mera proposición de políticas públicas no es -en rigor- suficiente y, como veremos más tarde, ni siquiera es necesaria:

«Además, el proceso de elaboración y decisión sobre políticas públicas necesita de sólidas instituciones que permitan su implementación en aras del bien común, evitando las presiones de los sectores afectados y superando los problemas de información e incentivos que afectan al mercado.»[3]

Este es un escollo importante, ya que en los hechos, observamos a diversos grupos de presión y de interés reclamar una política pública «a su medida y satisfacción», generándose una suerte de «competencia salvaje» entre ellos, por ver qué sector social logra cazar las mejores y mayores políticas públicas. La competencia social se transforma -en este supuesto- en una lucha despiadada por la captura de mayores y mejores privilegios. Como se observa en este caso, son las ofertas de políticas públicas la que generan un ambiente social caótico.

Es importante no confundir políticas públicas con normas y -en suma- con el concepto de calidad institucional:

«la calidad institucional promueve la calidad ambiental en tanto consideramos a la primera, como lo hace el ICI, no solamente como políticas públicas sino como la existencia de normas que generan incentivos para la protección del medio ambiente, tal como los derechos de propiedad claramente definidos, precios que reflejen las valoraciones de los consumidores y la real escasez del recurso y la libertad contractual.»[4]

Estas normas permiten que los actores sociales (no necesariamente ni deseablemente políticos) sean quienes encaren las más idóneas políticas públicas.

El profesor A. Benegas Lynch (h) explica la razón por la cual se destinan más recursos a las políticas públicas que a la enseñanza:

«Es de gran importancia conectar este análisis con las llamadas “políticas públicas” por una parte, y por otra, con la investigación y la enseñanza. Si se analiza la cantidad de fondos que reciben instituciones que se dedican a políticas públicas o a propuestas coyunturales se observará que son cuantiosos en relación a los magros recursos que reciben instituciones dedicadas a la investigación y la enseñanza. Esto es así porque generalmente las políticas públicas y los comentarios coyunturales se entienden mejor puesto que están más al alcance de un mayor número de personas. Además, estos temas excitan a la gente que quiere acercarse al calor del poder político. Por otra parte la investigación y la enseñanza son más difíciles de abordar por el común de la gente y están alejadas de los vericuetos del poder.»[5]

Esto sucede porque, en la mayor parte de los casos, las llamadas «políticas públicas» en realidad no son otra cosa que políticas estatales, y de «públicas» bastante poco tienen, puesto que en definitiva terminan beneficiando a ciertos sectores sociales a costa de otros postergados. En última instancia, concluyen constituyendo un sistema de repartos de prebendas y de privilegios a unos a costa de los demás. Estos últimos, generalmente, son aquellos más alejados del amparo del calor del poder político.

Los partidarios de las políticas públicas suelen desdeñar la teoría a favor de la práctica. Pero:

«no hay políticas públicas o análisis de coyuntura que no se basen en la teoría. Esta podrá ser defectuosa o idónea pero no hay comentario práctico que no esté sustentado en un esqueleto teórico. Pretender buenas políticas públicas sin andamiaje teórico-conceptual es lo mismo que pretender que existan productos farmacéuticos sin investigación médica. El menosprecio por la investigación y la transmisión de teorías inexorablemente conduce a políticas públicas de peor calidad. Revalorizar el estudio teórico es uno de los cometidos más importantes de la sociedad moderna.»[6]

Sin embargo, la experiencia histórica demuestra que las llamadas «políticas públicas», confluyen en el asistencialismo. Murray N. Rothbard nos da cuenta del fracaso de las «políticas públicas» en EEUU, lo que desembocó la «explosión del asistencialismo»:

«Esta «explosión» fue creada, en parte de manera intencional, y en una mayor parte en forma inconsciente, por funcionarios y empleados públicos que llevaban a cabo políticas públicas en relación con una «Guerra contra la Pobreza». Y estas políticas fueron defendidas y promulgadas por muchas de las mismas personas que luego se mostraron perplejas ante la «explosión del asistencialismo». No es sorprendente que tardaran en darse cuenta de que el problema que intentaban resolver era el mismo que habían creado.»[7]

Este proceso también fracasó en Latinoamérica, donde la «explosión del asistencialismo» dio paso al clientelismo político, que explotan los populismos de todo signo y color político hasta hoy.

 


[1] Martín Krause. «Índice de Calidad Institucional» 2012, pág. 8.

[2] Krause M. Op. Cit. Pag. 8

[3] Krause M. Op. Cit. Pag. 8

[4] Krause M. Op. Cit. Pag. 41

[5] Alberto Benegas Lynch (h). El juicio crítico como progreso. Editorial Sudamericana. Pág. Pag. 166.

[6] A. Benegas Lynch (h) ob. Cit. pag. 166-167

[7] Murray N. Rothbard. Hacia una nueva libertad. El Manifiesto Libertario. Pág. 171-173

Gabriel Boragina es Abogado. Master en Economía y Administración de Empresas de ESEADE.  Fue miembro titular del Departamento de Política Económica de ESEADE. Ex Secretario general de la ASEDE (Asociación de Egresados ESEADE) Autor de numerosos libros y colaborador en diversos medios del país y del extranjero. 

¿Son los think tanks los amos del universo?

Por Alejandro A. Chafuén. Publicado el 16/1/13 en http://www.forbes.com/sites/realspin/2013/01/16/think-tanks-are-they-the-masters-of-the-universe/

Traducción al español: Matías E. Ruiz en: http://www.elojodigital.com/contenido/11690-son-los-think-tanks-los-amos-del-universo

¿Cómo contribuyen los think tanks a la producción de resultados que conducen a una mejor política pública? Trabajando durante tres décadas en este campo, he desarrollado un simple modelo basado en inputs complejos. Lo retornado por el sistema surge del resultado de cuatro factores: ideas, incentivos, liderazgo, y providencia o suerte.

Una publicación reciente de Daniel Stedman Jones (Los Amos del Universo: Hayek, Friedman y el Nacimiento de las Políticas Neoliberales, Masters of the Universe: Hayek, Friedman, and the Birth of Neoliberal Politics | Princeton University Press, 2012) bordea la totalidad de estos factores. Como Alejandro Chafuén, junto a Milton Friedmanfuente de ideas fundamentales, Stedman Jones se enfoca en cuatro figuras prominentes, Ludwig von Mises, Karl Popper y los laureados con el Nobel F.A. Hayek y Milton Friedman. La cita de Stedman Jones de un día 21 de abril de 1978 relativa a la aparición de Friedman en el programa de la BBC ‘The Money Programme’ describe el rol que él considera que estos desempeñan: «El rol de los pensadores, creo yo, coincide con mantener -primariamente- opciones abiertas, tener alternativas disponibles, de manera que, cuando la fuerza bruta de los eventos configuran un cambio inevitable, existe una alternativa disponible para modificarla».

En lo que hace a liderazgo político, Stedman Jones se enfoca en Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Pocos amigos de la sociedad libre pueden evadirse de sus alternativas. Ellos son ampliamente reconocidos por sus contribuciones en el resultado tendientes a detener el camino hacia el socialismo. En lo que respecta a los incentivos, Stedman declama que la visión de libre empresa se ha vuelto predominante merced a la red transatlántica de think tanks, hombres de negocios, políticos, y periodistas. Esta red ha logrado cohesión a partir de los puntos de vista y el liderazgo de Hayek, Friedman, etcétera. Stedman Jones también brinda espacio importante para el trabajo Burocracia (Bureaucracy) de Hayek y la publicación de Popper La Sociedad Abierta y sus Enemigos (The Open Society and its Enemies). El menciona que esta red se ha visto beneficiada de la generosidad y el liderazgo compartido por hombres de negocios y sus fundaciones, incluyendo a Richard Mellon Scaife, The Earhart Foundation, Charles Koch, John M. Olin Foundation, y Liberty Fund.

A pesar de dedicar numerosas páginas a las bases intelectuales del neoliberalismo -que él define como la «ideología de libre mercado basada en libertad individual y gobierno limitado que ha conectado a la libertad humana con las acciones del actor racional y egoísta en el mercado competitivo»– Stedman refiere que «la suerte, el oportunismo y un conjunto de circunstancias emanadas de la contingencia jugaron el más crucial de los roles». Pero, cuando la suerte, la circunstancia o la providencia crearon las condiciones, la red estaba lista: «desde la forma de una empresa con un carácter transatlántico genuino, la red se había vuelto, hacia los años ochenta, cada vez más internacional, de la mano de los esfuerzos de organizaciones tales como Atlas Foundation y Mont Pelerin Society«. En lo personal, yo me convertí en miembro de Mont Pelerin Society en 1980, y en presidente de Atlas en 1991, de modo que puedo otorgar credibilidad al análisis realizado por Stedman Jones y saber valorarlo.

El extrajo las citas de la correspondencia intercambiada entre Hayek y Antony Fisher, en las que este último lleva a cabo un esfuerzo para convencer a Alejandro Chafuén, junto a HayekHayek de que los think tanks no eran el resultado surgido de la pura suerte: «Usted ha mencionado a la ‘suerte’!… No hay dudas de que la suerte es importante… ¿No hubo, acaso, intención de ambas partes y la consiguiente acción? [para fundar un think tank] ¿Cuánto es la suerte?». Fisher fundó el Instituto de Asuntos Económicos (The Institute of Economic Affairs) en 1957, y Atlas en 1981.

Stedman incluye más citas y dedica aún más páginas a Von Mises, Hayek y Friedman que a Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Su larga exposición sobre los puntos de vista compartidos por estos sobresalientes economistas podría empujar a muchos a prestar atención a sus trabajos. Esto podría ayudar a equilibrar su análisis al respecto de de que crisis de 2008 fue resultado de mercados libres operando desenfrenadamente. El ‘club’ Hayek-Friedman declama que la crisis fue el resultado de intervencionismo previo.

El libro concluye que «la acción en políticas públicas fundada en la razón necesita regresar». Para Stedman, esto implica el imperio de la burocracia iluminada. Aquellos cuyo trabajo condujo hacia el triúnfo temporario del neoliberalismo también creen en las políticas públicas con la razón como base fundamental. Pero se trata de una razón influenciada por su comprensión teórica y empírica relativa a la superioridad de reglas simples sobre la regulación detallada de la existencia de personas y empresas. Hayek escribió que «probablemente, nada le ha hecho tanto daño a la causa liberal como la insistencia obcecada de algunos liberales en ciertas reglas duras, por sobre el principio de laissez-faire”. El pareció tener en mente a aquellos quienes, ante cualquier problema de políticas públicas, básicamente responden: «Es culpa del gobierno; el mercado libre lo solucionará».

El camino de regreso hacia la libre empresa, alejado del capitalismo estatal, requerirá de una nueva generación de líderes en los think tanks que vuelvan a dedicarse a la investigación seria y la promoción adecuada de soluciones públicas.

Alejandro A. Chafuén es miembro del comité de consejeros para The Center for Vision & Values, fideicomisario del Grove City College, y presidente de la Atlas Economic Research Foundation. Se ha desempeñado como fideicomisario del Fraser Institute desde 1991. Es  graduado de ESEADE.

La defensa de las libertades desde la política partidaria

Por Pablo Guido. Publicado el 12/12/12 en http://chh.ufm.edu/blogchh/

 Hace ya un año y medio que trabajo junto a un diputado nacional, Julián Obiglio. En la negociación para establecer las condiciones laborales le manifesté a Obiglio cuál era el criterio para asistirlo en los proyectos de ley o propuestas de políticas públicas: no ir en contra de las libertades individuales. Sabiendo que en política uno debe negociar y no seguir una estrategia de “todo o nada”. A veces los cambios marginales hacia el objetivo mayor, que las personas logren la mayor libertad posible, es la única alternativa dado el contexto. Mis consejos y sugerencias a Obiglio siempre fueron alumbrados por las ideas de la libertad, sabiendo que ella es un derecho fundamental por el cual vale la pena pelear.

Hace unos días se debatió en el Congreso el proyecto de ley de regulación del mercado de capitales, mediante el cual el gobierno logró imponer un marco legal que restringe aún más la libertad. Sin embargo, algunos pocos diputados como Obiglio fundamentaron, de manera simple y contundente, su rechazo al proyecto. Dicho rechazo se basó en la pérdida de libertades, en la necesidad que una economía tiene de mantener un sistema de precios, y puso en el debate la necesidad de hablar sin tapujos ni vergüenza del proceso de mercado.

En la situación actual de la Argentina, donde las libertades han sido restringidas ampliamente por el gobierno y por muchos partidos de “oposición”, la existencia de personas que se dedican a la política enarbolando la defensa de las libertades individuales es una ventana de esperanza. Acá, la intervención de Obiglio al momento de rechazar el proyecto de ley mencionado. A medida que pasa el tiempo confirmo que mi decisión de trabajar junto a Obiglio no fue equivocada.

Para terminar unas líneas de Hayek respecto a cuál debería ser el objetivo al que un liberal debería aspirar en el plano de la contienda política: “La tarea de una política de la libertad debe, por tanto, consistir en minimizar la coacción o sus dañosos efectos e incluso eliminarlos completamente, si es posible”. Julián Obiglio hace honor a esta tarea.

Pablo Guido se graduó en la Maestría en Economía y Administración de Empresas en ESEADE. Es Doctor en Economía (Universidad Rey Juan Carlos-Madrid), profesor de Economía Superior (ESEADE) y profesor visitante de la Escuela de Negocios de la Universidad Francisco Marroquín (Guatemala). Investigador Fundación Nuevas Generaciones (Argentina). Director académico de la Fundación Progreso y Libertad.

 

Un posible significado para el 8N

Por Adrián Ravier. Publicado el 12/11/12 en http://puntodevistaeconomico.wordpress.com/2012/11/12/un-posible-significado-para-el-8n/#more-3740

 Cientos de miles de personas salieron a las calles en todo el territorio argentino, y también en algunos puntos del exterior, para protestar en contra del gobierno. Las pancartas ofrecieron variados motivos, enfocados en la inseguridad, la corrupción, los controles cambiarios y, especialmente, el rechazo a la posible reforma de la carta magna para habilitar una nueva reelección de la actual mandataria. Pero cuál es el mensaje de fondo de esta parcialidad que salió a las calles. Me aventuro a ofrecer en este artículo un posible significado.

Ante dos posibles extremos, entre la sociedad abierta y el socialismo, interpreto el 8N como un rechazo del pueblo argentino a la tendencia del gobierno por canalizar la política pública hacia este último sistema.

Veamos entonces algunas diferencias entre estos dos modelos para comprender mejor el mensaje.

En una sociedad abierta, la estrategia de desarrollo es descentralizada. Bajo el respeto por la propiedad privada y la libertad individual, las personas realizan acuerdos voluntarios que dan lugar a cierta coordinación social que hace posible el desarrollo económico. Si entendemos el problema económico como aquel de decidir cuáles son los bienes y servicios que deben ser producidos, en una sociedad abierta cada miembro de la sociedad, con sus propias valoraciones y preferencias, aporta el conocimiento de sus circunstancias de tiempo y lugar.

Bajo el socialismo, la coordinación social se intenta imponer desde arriba, como si la sociedad fuera una gran empresa, con su orden jerárquico, sus estrategias, y sus premios y castigos, asumiendo que el fin de todos los individuos es único y aceptado por todos sus miembros.

En una sociedad abierta, el protagonista es el hombre común, empresario y asalariado, que actúa creativamente intentando solucionar sus propios problemas, con responsabilidad, sabiendo que no hay otra alternativa que forzar su propio destino.

Bajo el socialismo, el protagonista es el gobernante y los funcionarios, que diagraman el futuro del “pueblo”, de acuerdo a su acotado conocimiento. El pueblo juega así un rol pasivo.

En una sociedad abierta, los vínculos de interacción social son de tipo contractual, debiendo cumplir con sus compromisos o enfrentando a la justicia cuando incumplen los contratos.

En el socialismo, prepondera un vínculo de tipo hegemónico, en los que unos mandan y otros obedecen. En el caso de la democracia de masas, las “mayorías” coaccionan a las “minorías”. Las “minorías” no tienen otra salida que alinearse a lo que las “mayorías” pretenden, o abandonar el país.

En una sociedad abierta, prepondera el respeto por el derecho, entendido como una norma abstracta, de contenido general, que se aplica a todos por igual, sin tener en cuenta circunstancia particular alguna. Se trata de la “igualdad ante la ley”.

En el socialismo prepondera el mandato o reglamento, surgido del poder organizado, que de manera arbitraria ayuda a unos y afecta a otros, produciendo incentivos para que prepondere lo político, con lealtad al grupo y a su jefe, con respeto por el orden jerárquico y ayuda al  “prójimo conocido”, esto es, el que te vota en campaña.

En la sociedad abierta, el orden espontáneo hace posible la paz social, pues cada acuerdo es voluntario, y por lo tanto, beneficioso para las partes.

En el socialismo, cada política es discrecional y arbitraria, con beneficiados y afectados, lo que abre el conflicto social permanente.

Siempre he coincidido con Frédéric Bastiat, con esta cita que me parece es el mensaje que transmitió el 8N:

“Yo, lo confieso, soy de los que piensan que la capacidad de elección y el impulso deben venir de abajo, no de arriba, y de los ciudadanos, no del legislador. La doctrina contraria me parece que conduce al aniquilamiento de la libertad y de la dignidad humanas.”

El pueblo argentino no desea que fuercen su destino. El pueblo argentino quiere que se respeten sus libertades individuales. El pueblo argentino no seguirá aceptando que el gobierno decida qué se exporta o qué se importa (Guillermo Moreno). Tampoco se aceptará que se le diga en qué moneda debe tener sus ahorros (Anibal Fernández) o que se le mienta con la inflación (Marcó del Pont) o la inseguridad (Nilda Garré). Menos aun soportará que el gobierno quiera planificar “estratégicamente” los sectores claves de la economía (Axel Kicillof), pues cada vez que lo ha hecho, el resultado fue el despilfarro, el déficit, y al monetizarlo, la inflación.

El mensaje para la Presidente es que deje de avalar las atrocidades que muchos de sus funcionarios están realizando en materia de política pública.

Adrián Ravier es Doctor en Economía Aplicada por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid, Master en Economía y Administración de Empresas por ESEADE y profesor de Macroeconomía en la Universidad Francisco Marroquín.

 

Larga vida a Jersey:

Por Alejandro A. Tagliavin. Publicado el 5/7/2012 en: http://www.elheraldo.hn/Secciones-Principales/Opinion/Columnas/Larga-vida-a-Jersey

 No me gustaría estar financiando ejércitos que encaran guerras (siempre “defensivas”, claro), ni la vida extravagante de los políticos y sus familiares y sus amigos los burócratas, menos me gustaría financiar la corrupción. Tampoco le veo sentido a solventar aduanas y cosas por el estilo, para favorecer a ricos empresarios, con el cuento de “defender la industria nacional”.

No sé qué sentido tiene gastar en “caridad” estatal si la privada es muy superior, más eficiente y menos costosa ya que no pasa por la tremenda burocracia del gobierno. No entiendo por qué se justifica la falta de ética de los Estados.

Si la violencia es, definitivamente, inmoral, por qué los gobiernos la utilizan para recaudar fondos, para recaudar impuestos que la gente no pagaría si no fueran amenazados con la cárcel por el Estado policial.

No entiendo por qué no puedo, como en el mercado natural, decidir qué quiero comprar, qué servicio utilizar y convenir con la contraparte el precio y el modo de pago. No entiendo por qué tengo que pagarle al gobierno lo que no quiero y por qué el Estado tiene que ser inmoral y forzarme a hacerlo.

Con la crisis que recorre a Europa, precisamente porque los políticos se han dedicado a la demagogia con tal de disimular sus vidas ostentosas, ha vuelto al tapete la cuestión de la Isla Jersey que, claro, les quita fondos. El primer ministro británico se hizo el sorprendido porque Jimmy Carr, una estrella de la televisión y la radio, paga solo el 1% de impuestos gracias a que su sociedad, denominada K2, está radicada en la isla de Jersey donde no existe el impuesto de sociedades ni el de patrimonio. Y esto es un abierto desafío para estos gobiernos europeos llenos de deudas y decididos a seguir gastando a costa de los ciudadanos.

Solo son 90,000 habitantes situados sobre esta apacible isla del Canal de la Mancha, a pocas millas de las costas de Normandía, pero cuentan con oficinas de medio centenar de bancos internacionales y cientos de oficinas para administración de fondos y despachos de abogados. La isla de Jersey, de jurisdicción británica, está dotada de una autonomía que le permite excluir el cobro de algunos impuestos. Durante muchos años ha sido uno de los paraísos fiscales consentidos por los europeos, pero el Reino Unido también ha sufrido una crisis bancaria y los fondos públicos están escaseando.

Hablando de crisis bancaria, resulta que ahora acusan a grandes bancos de manipular la tasa Libor en su propio provecho. Pero la culpa no es del puerco, sino de quien le da de comer. No importaría esta tasa de referencia, ya que el mercado continuaría haciendo negocios normalmente con o sin ella, sino fuera que los gobiernos coactivamente inducen su utilización, provocando que de su manipulación puedan obtenerse ventajas.

Lo peor del caso es que son los pobres los más perjudicados por los impuestos ya que, cuanto más elevado es el nivel económico de una persona, más capacidad tiene para derivarlos hacia abajo. Por caso, los empresarios pueden subir precios o bajar salarios o dejar de invertir.

Las autoridades de la isla han sido particularmente contundentes al asegurar que, si se les exigen cambios, pedirán la independencia. Bien por Jersey, bien por defender al ciudadano común, bien por defender a los más pobres.

Alejandro A. Tagliavini es ingeniero graduado de la Universidad de Buenos Aires. Es Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California y fue miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE.